Rab Mordejai Maarabi - Parashiot Vayikra PDF

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PARASHOT Y MOADIM, RAB MORDEJAI MAARABI

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moadim, Rab Mordejai Maarabi

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El Rab Mordejai Maarabi nació en Argentina y vive en Israel desde julio del 2009. Médico, con
especialidad en Psiquiatría en el campo de la asistencia y prevención de las adicciones. Fundó
hace 15 años en Buenos Aires la Institución “Maor, retorno a la vida”, única en su estilo para la
asistencia y prevención de las fármaco-dependencias de la comunidad judía. En el mes de Marzo
de 2010 se inauguró el Primer Centro de Día de Maor. Fue Rabino de la Comunidad Israelita
Latina de Buenos Aires (Congregación Marroquí) por espacio de 4 años. Más tarde, ejerció el
Rabinato de la Comunidad ‘Chalom’, de judíos oriundos de Rodas, Salónica y Cos. Fue Gran Rabino de la Comunidad
Judía del Uruguay, por espacio de 7 años, hasta su Aliá a Israel.

Es docente especializado en Biblia, Torá Oral y Pensamiento Judío. Desde hace 15 años, posee su espacio radial, en
FM JAI de la Argentina, con su Programa “Erev Shabat”, donde acerca sus reflexiones sobre la Porción Semanal de la
Torá. Hoy, en Israel, dicta cursos para Adultos en el marco del Departamento de Educación No Formal de la
Municipalidad de Ra’anana. Asimismo, dirige, bajo los auspicios de los ‘Ulpanéi Guir Or Etzion’ y la autorización de
la Rabanut haRashit de Israel, el Ulpán de Conversiones para Hispanoparlantes en Ra’anana. El Rab Maarabi es
docente del ‘Majón Mofet’, en el departamento de habla hispana.

BERESHIT

SHEMOT 

VAIKRÁ
VAIKRÁ:

Vaikrá Tzav Shmini Tazria Tazria-Metzora

Ajarei-Mot Kedoshim Emor Behar Bejukotai

Í
VAIKRA – LEVÍTICO
PARASHAT VAIKRA
“Sobre tres pilares el mundo se sostiene: sobre la Torá, sobre la ‘Avodá’ (Culto) y sobre las Acciones
Bondadosas” afirmaba Shimón haTsadik nuestro maestro en el Tratado de Pirké Avot.
Y mientras por Torá entendemos el estudio activo de la Palabra de HaShem, su comprensión y puesta en
práctica de Sus mitsvot, allí también comprenderá el final de su pensamiento que nos hablaba de ‘guemilut
jasadím’, el accionar cotidiano que brota del estudio y su puesta en marcha en la vida diaria.
Pero, en medio de estos tres pilares, asoma el concepto: ‘Avodá’ que si bien, el lector sabedor del idioma
hebreo traducirá como ‘trabajo’, habrá observado que lo dimos en traducir como: ‘Culto’, es decir, una
suerte de trabajo ligado a lo ritual, que alcanza al hombre por doquier para arribar hasta El Todopoderoso
en Su Trono Celestial.

En este tercer Libro de nuestra Torá, Jumash Vaikrá, estamos frente a la ‘Avodá’ propiamente dicha, o sea,
aquel aspecto que media –desde la definición del Pirké Avot-, entre el Estudio y la Bondad, y que se nos
aparece, al menos en una primera lectura, como el ‘mediador’ o más bien el ‘nivelador’ entre ambos pilares.
‘Vaikrá’ nos invita a captar y comprender a lo largo de su recorrido todo lo referente a una tarea: ‘Korbanot’,
los sacrificios –animales o vegetales- los cuales serían eje central en el quehacer de Templo de Jerusalém, el
Bet HaMikdash.

“Kirbat Elokim li tov…” cantaba David ha-melej. ‘La cercanía de D’s para mí, es buena’ decía el rey David en
su Tehilím. Y tal sensación, la cercanía del Todopoderoso, no era una mera ilusión. Era una necesidad
imperiosa para el hombre como tal, para el monarca como tal. Para aquel cuya fe lo hacía superar día a día
las compuertas de los Cielos y cantarLe al Creador…
¿Y cómo acceder a estar cercano? ¿Cómo percibir que D’s ‘se encuentra cerca nuestro’? Sólo a partir de una
comprensión genuina de la ‘Avodá’, podremos ingresar en tal conocimiento. Pues la misma esencia del
‘Korban’ nace de su propio sentido: la capacidad de estar ‘Karov’, cerca de, cercano a…
No hay tal ‘sacrificio’ en el sentido que los diccionarios proponen. Para nuestra tradición religiosa, el
‘Korban’ presupone cercanía, proximidad, estar junto a…
Y será a través de la ‘Avodá’, ‘Avodat haKorbanot’ que podremos descifrar los caminos que conducen al
Creador y por sobre todo, cómo mantenernos ‘cercanos’ a El, es decir, poder cumplir con Su Voluntad.

Será a través del Estudio y la sabiduría que emergen de cada versículo de nuestra Torá, que llegaremos a
comprender “..qué es lo que HaShem, Tu D’s, exige de ti”; y será a través de los Korbanot, como nos
ejercitaremos en el hacer diario. Porque una vez que puedo saber lo que HaShem quiere de mí, debo
indefectiblemente intentar acercarme hacia El y permanecer unido a El…”Le-ir-á et HaShem Elikeja…Le-
Ahavá…ule-Dobka bo…”. Así el Temor a El, se conjuga con el Amor al Todopoderoso y a nuestra unión

–‘debekut’- para con Su Voluntad.

David hamelej comprendía el sentido de lo bueno. De aquello que estuvo instalado en nuestro mundo
desde el instante mismo de la Creación: “Y vió Elokím que era bueno…”. Y la cercanía del Creador, es la meta
a alcanzar y perseguir en este mundo. Claro que la tarea no es simple ni fácil. Los ‘Korbanot’ serán el medio
para cumplir con ella. Pero el fin, ya lo decía el rey David, en un salmo que elevamos tres veces al día, para
asegurarnos no sólo el servir –‘Avodá’- a D’s en este mundo, sino poder hacerlo en el mundo venidero, en
un mundo “sheculó tov”, donde todo, absolutamente todo, está contenido dentro de lo: ‘bueno’…
Dice el rey David: ‘karov HaShem le-jol koreav; le-jol asher ikreú-u be-emet…’. Es decir, que ‘HaShem está
cerca de quienes Le invocan’, pero concluye el versículo: ‘de todos quienes Lo invocan con la Verdad…”.

Arribamos a Vaikrá y tenemos ‘al alcance de la mano’ la posibilidad de estar muy cerca. Muy cerca de la
Verdad…Y eso no es poca cosa.

PARASHAT TZAV
Inauguramos el pasado Shabat, la lectura del Tercer Libro de nuestra Torá, -Sefer Vaikrá- el libro de Levítico,
que tal como su traducción lo indica, nos presentará todos los aspectos inherentes a un grupo humano, a
una tribu de las 12 del pueblo de Israel. Los Leviím, descendientes de Leví, segundo hijo de Iaacov, serán
sujeto e interés de este Libro, a lo largo del cual, podremos aprender las leyes que regularon la vida de esta
tribu, así como la de quien se desprende de la misma para conformar el liderazgo espiritual del pueblo
judío: Los Sacerdotes, es decir, los Cohaním.
Mientras que el Cohen -sacerdote- y de en medio de ellos, el mayor en edad y sabiduría será nombrado
“Cohén Gadol” (Sumo Sacerdote) asumirán el rol activo del ritual y la pureza de todo un pueblo, los Leviím o
Levitas, serán los encargados de cuidar que todo se cumpla en su debido orden, agregar la música a los
servicios del Santuario y por sobre todo, la misión de ennoblecer al resto de sus hermanos -el pueblo de
Israel-, por medio de la educación.Los Leviím, son, en efecto, los primeros maestros de Israel, tarea a la que
habrán de dedicar sus noches y días, durante y con posterioridad al servicio activo en el Templo de
Jerusalém.
Así lo refleja la bendición que los Leviím reciben de boca de Moisés -nuestro maestro-, en momentos de
partir Moshé de este mundo físico:
…”Y de Leví dijo…Ellos, pues, enseñarán Tus juicios a Iaacov, y Tu Ley a Israel; pondrán incienso delante de
Tí, y sacrificios sobre Tu altar…”(Libro de Deuteronomio, Parashat “Vezót haBrajá”, Cap.33: 8,10).
Así también, la tradición rabínica dá en llamar a este libro como “Sefer Torát Cohaním”, o sea, el libro que
regulará la actividad de los Sacerdotes, que como expusimos más arriba, fue un desprendimiento de los
Leviím a partir de Aharón, hermano de Moisés (ambos de la tribu mencionada).
“Vaikrá” contiene más de 250 mitzvot -preceptos-, siendo el primero de ellos, el referido a los “KORBANOT”,
que quiere decir, los Sacrificios que deberían ser ofrecidos -tanto animales como vegetales- y las leyes que
los regulan.
No obstante ser este libro de capital importancia en el devenir histórico de nuestro pueblo, y por sobre todo,
una vez asentado en su propia tierra y de haber erigido el Santuario de Jerusalém, llama la atención de los
comentaristas bíblicos, su ubicación en el seno de los 5 libros de la Torá. Es decir, que de acuerdo al criterio
de ellos, lo más lógico hubiera sido que el libro de “BEMIDBAR” -“En el Desierto” (o Números)-, continuase
al Libro de Exodo (Shemot), tanto por la correlación de los hechos, ya que el libro de Shemot finaliza
hablándonos acerca del “Mishcán” (el Santuario Móvil) y su construcción, y en el libro de “Bemidbar” (4º en

nuestra Torá) se nos relata acerca de la inauguración del Altar y los sacrificios ofrendados por los príncipes
tribales en el día de la inauguración (del “Mishcán”).
Por otro lado, desde la cronología de los hechos, el libro de Shemot concluye aproximadamente hacia el
final del primer año de la salida de Egipto, y en el libro de “Bemidbar” nos encontramos con todo lo
referente a la celebración de Pesaj, cosa que tuvo lugar durante el primer mes del 2º año de la salida de
Egipto.
Sobrados motivos son los esgrimidos como para intentar una “reubicación” o reordenamiento, según lo
planteado.
Más aún. Ingresando ya en el texto mismo de “Vaikrá”, en sus primeros versículos, la Torá plantea: …”Adám
ki iakriv mikém korbán laHaShem…”. ¿Por qué, se preguntan los exégetas, comienza nuestra Torá esta
parashá con la expresión “ADAM” (denominación genérica para todo ser humano) y no “ISH”, es decir, “UN
HOMBRE”?? Por otro lado, el estilo en que está formulado el versículo llama a la reflexión, pues traducido
literalmente el versículo citado más arriba diría: …”Todo ser humano que sacrificare DE ENTRE VOSOTROS (o
de dentro de vosotros) un sacrificio para Ad’…”, mientras que en realidad, el orden de las palabras debería
ser diferente, o sea: “Todo ser humano de entre vosotros que sacrificare un sacrificio…” etc. ( y dicho en
hebreo: “Adám MIKEM ki iakriv korbán…”)
Vayamos, pues, en busca de algunas respuestas. Nuestros Sabios, de bendita memoria, explican esta
situación diciendo, que el pueblo judío actuó de manera sublime y realmente elevada, en todo lo
relacionado a la erección del “Mishcán” (Santuario Móvil) y sus utensilios.Su predisposición y abnegada
entrega -tanto material como espiritual- no tiene comparación con otro momento en la historia bíblica. Así
también la cosa es a los ojos del mismísimo Moshé, cuando nos relata la Torá:…”Y vió Moshé toda la obra y
he aquí que la habían acabado de hacer; como había mandado el Señor, así la habían hecho; y los bendijo
Moshé” (Shemot, Cap.39:43).
Así presentadas las cosas, la sensación imperante sería que -ya estando construído el Mishcán-, lo hemos
conseguido todo, pues el Santuario (Móvil) habrá de perfilar la imagen de esta nación y habrá de asegurar
su subsistencia, y todo, en síntesis estará ligado en derredor a él y nada más.
Este sentimiento no hará más que confundir y equivocar el sendero de todo un pueblo.Si bien el “Mishcán”
será -sin duda alguna- el epicentro de toda una nación, y a través de él, la Divina Providencia “reposará”
(“Shejiná”) sobre ése pueblo, no todo termina allí.
Sostienen nuestros maestros, que el “Mishcán” es -a priori- sólo UTENSILIOS, que necesitan que el ser
humano los ponga en movimiento y los ordene, y los emplee con determinada finalidad.
Es necesaria la aparición del ser humano, que sepa cómo “poner en funcionamiento” ése Santuario,y por
sobre todo, lograr que toda la Espiritualidad Divina recaiga en su accionar.De otro modo, si no estamos
preparados para ello, poco será lo que pueda agregar el “Mishcán”, el Santuario, por sí mismo…
Y es por ello que el libro de “Vaikrá” continúa al de “Shemot” ( y no el de “Bemidbar”), pues de acuerdo a
esta concepción rabínica, que que el Libro de Levítico, ES EL LIBRO DE ADAM -de cada ser humano-, y así en
forma simultánea, con la construcción del Santuario, DEBEMOS CONSTRUIR TAMBIEN AL SER HUMANO,
pues uno depende del otro…” (Rab.A.Orenstein, Sefer Haderush ve-ha-neúm).
Por eso el KORBAN, el sacrificio.Por su íntima vinculación con lo Divino. Porque “sacrificio”, como palabra
latina, proviene de “sacrum”, que significa: sagrado.Pero el sacrificio, NO ES COSA SACRA, SAGRADA, EN EL
JUDAISMO…NO NOS CONFUNDAMOS POR FAVOR!!! “Korbán”, en hebreo, proviene de “karov”, y “Karov”
quiere decir “CERCA”, “ACERCAR”, “ACERCARSE”…Estar cerca de El. fuente de toda Santidad, requiere que
yo, como sujeto, “ponga todo cuanto esté a mi alcance” para acercarme a El, para “AcercarLo” hacia mí…Por
eso está “Vaikrá”, como vehículo entre el construir y el inaugurar.Falta algo.Falto yo.Falta el desarrollo de
cuanta humanidad esté dentro de mí “ADAM”, para ofrecer en sacrificio, “KI IAKRIV”; pero entre el sacrificar
y el sacrificio, se interpone una pequeña palabra, que a primera vista parece demás, o puesta en el lugar
equivocado: “MIKEM”…”Adám ki iakriv MIKEM korbán” dice la Torá.Antes de todo, y más allá de mi buena 
predisposición, tengo qoe poner al servicio de D’s el “MIKEM”, TODO MI SER, TODOS MIS “ADENTROS”,
TODO LO QUE SOY Y CUANTO SOY.
El autor de “Kiniané kédem”, enseña que:…”El KORBAN (sacrificio) verdadero es el Sacrificio del Corazón, es
decir, el “acercamiento” (korbán=estar cerca) íntimo, espiritual (y sincero), hacia la Luz del mundo y Su
Santidad, y el sacrificio ofrecido en el altar, era la expresión material de esta ofrenda del corazón…A partir
de aquí podremos comprender el escrito que dice: “Adám ki iakriv MIKEM” -“Todo ser humano que
sacrificare DE VOSOTROS”-, el principal sacrificio, es cuando ofrecemos “MIKEM”, es decir, desde el adentro
del ser humano, desde la intimidad de su corazón y su alma (actitud=neshamá)…”
PARASHAT SHMINI
Estamos leyendo el Tercer Libro de nuestra Torá, “Jumásh Vaikrá” o bien como su nombre castellano señala:
“Levítico”.
Este libro, tiene la particularidad de mostrarnos los caminos por los cuales acercarnos al culto del
Todopoderoso por un lado, así como también las sendas que conducen al afianzamiento y el fortalecimiento
del vínculo entre los seres humanos.
“Vaikrá”, el Tercero entre los 5 Libros de la Sagrada Torá pareciera estar allí, “en medio” de todos ellos,
construyendo un “puente” invisible a los ojos aunque imprescindible para el alma, que permite unir cielos y
tierra; que nos permite comprender y expresar el amor a D’s y a las criaturas por igual.
Así, el tema dominante de sus primeros capítulos y secciones (en hebreo perashiót ) –tal como lo hemos
mencionado en una entrega anterior- son los Korbanot, es decir los Sacrificios -animales y vegetales- que
serán ofrecidos por el pueblo hebreo en el Santuario de Jerusalém.
Si lo recuerdan, querida familia, en la perashá inicial de Vaikrá nos preguntábamos (y vale la pena volver a
mencionarlo, ya que este hermoso tiempo de Pesaj tal vez nos lo hizo olvidar) lo siguiente: ¿Qué significa
esto de los sacrificios? ¿Son acaso necesarios? ¿Qué vienen a expresar y por qué?
Preguntas y más preguntas. Todas ciertas y valederas. Dudas también. Y sin embargo, la leyes relativas a
cada una y una de estas ofrendas, se ofrece con minuciosos detalles a lo largo del texto bíblico.
Afirmábamos también como parte de nuestra respuesta, aquella máxima rabínica que sostenía : “Sobre tres
pilares se sostiene el mundo: la Torá, la AVODA, y las Buenas Acciones”. El segundo de estos pilares -AVODA-
representa el culto, que en tiempos del Templo eran los Korbanot y en nuestros días lo son las Plegarias
(Tefilot) insertas en el Ritual de Oraciones.
“Korbán” decíamos entonces, proviene de la raíz hebrea K’R’B, verbo que viene a señalar el concepto de
“Proximidad”, “Estar Cercano A”. Lejos está del deseo del Creador, fomentar en el hombre la caza mayor y
menor y alimentar su dominio sobre el reino animal (y vegetal) bajo la demostración de derramar sangre a
mansalva o bien destruyendo la armonía ecológica de la obra de la Creación.
Al pedir al hombre un Korbán, El Creador le está insinuando un camino que lo acerque y que como
resultado de esta proximidad con lo Divino, pueda el ser humano expresar su agradecimiento por el fruto
de su trabajo, así como alcanzar Su perdón -en caso de haber obrado esa persona de manera negativa o
inadecuadamente-.
Será a través de los Sacrificios que el hombre hallará una vía de comunicación, en tiempos establecidos y
bajo estrictas normas rituales que preservarán la esencia vital del animal inmolado, con el Todopoderoso, y
ejercitará para sí dos cualidades muy peculiares, a saber: SABER DAR, así como también, SABER DE QUIEN
UNO RECIBE…
Pero aún resta por definir su necesidad. ¿Qué significa DAR? ¿En qué condición –no sólo material- estamos
dando? ¿Dar significa verdaderamente “sacrificar”??
Creemos que la mejor respuesta la podemos intentar con un relato, que como todos los relatos nos invitará
a reflexionar y a aprender del mismo. Leámoslo: 
“Un padre, en su lecho de enfermo, decide dar a sus tres hijos un regalo muy particular, a modo de
herencia. Así, al mayor le regala un largavistas muy pero muy poderoso, tan poderoso, que podría ver -si así
lo quisiera-, de un extremo a otro del mundo.
Al segundo de sus hijos, le obsequia una alfombra muy particular…Sí, una alfombra que podría recorrer
miles y miles de kms., sobrevolando tierras y mares, llevándolo -si así era su deseo-, a las distantes lejanías
del globo terráqueo. En cuanto al tercero de sus hijos, el regalo consistía en una bellísima manzana, de
hermoso aspecto y coloración dorada, que tenía una propiedad única: aquella persona que la comiere,
debería expresar un deseo y al comerla, ese deseo se cumpliría inmediatamente.
Así entonces -relata nuestra historia-, un buen día, el mayor de los hermanos, utilizando su poderoso
largavistas, pudo divisar que en un país lejano, más precisamente un reino distante, pudo divisar cómo el
Rey se lamentaba y lloraba amargamente en su palacio. Ocurría que su hija, su única hija había enfermado
gravemente, y no había medicina ni médico que pudiera curarla. Así, el Rey, declaró que quien curase a su
hija, heredaría la mitad de su trono, pero lo principal, se casaría con la princesa…
El hermano mayor, comentó los visto a sus hermanos, y todos al unísono, decidieron emprender un largo
viaje, a fin de ayudar al Rey y a su hija.
Llegaron los 3 hermanos a bordo de la mágica alfombra, y ya en palacio, el tercero de ellos ofreció la
solución y la cura a la princesa: Comer de la manzana que su padre le había heredado… Y así fue. La
princesa expresó su deseo de curarse, comió la manzana y ¡¡se curó!!.
La alegría en el palacio fue interminable. Bailes y banquetes, agasajos y felicitaciones a los héroes. Pero
llegó el tiempo de cumplir la promesa real. La princesa debía ahora ser desposada por quien la hubo
salvado de su mal… Pero, ¿Con quién habría de casarse??
El hermano mayor sostenía que a él le correspondía. De no haber tenido esos poderosos largavistas, jamás
se hubieran enterado de aquel país, de ese reinado, del palacio y la princesa. Así que todo el mérito era de
él.
Sin embargo, el dueño de la alfombra se opuso terminantemente. ¡De no haber sido por mi alfombra
mágica no hubiéramos llegado nunca a tiempo, y la princesa habría muerto por su enfermedad!, sostenía el
mismo, exigiendo casarse con la doncella.
¡Momentito! reclamó el tercero de ellos, dueño de la manzana con propiedades curativas. De no haber sido
por mí, de nada hubieran servido los largavistas y la alfombra, pues para curar a la princesa necesitaban de
mi, y de mi manzana…¡Yo debo ser quien reciba la recompensa del Rey, y casarme con la princesa!!”.

Hasta aquí el relato. Cuando estudiamos acerca de los Korbanot (Sacrificios), siempre siempre este relato
formaba parte de los cuentos de nuestra infancia. ¿Quién merecía casarse con la princesa? ¿Qué significa
DAR para nuestra Torá? ¿Dar lo que nos sobra solamente?
La respuesta esta vez, la deben encontrar Uds…

PARASHAT TAZRIA-METZORA
Un sugestivo título propone nuestra Torá, el presente Shabat para nuestra lectura y aprendizaje. “Tazría”
nos habla de la condición más elevada que alcanza el ser humano al engendrar la vida y ser artífice de la
pro-creación: es decir, asociarse al Todopoderoso en Su empresa inicial de dar vida al mundo y llenar e
insuflar de vida al hombre, corona de Su Creación. El concepto que asocia nuestra Torá a la tarea
encomendada de recrear y generar la vida por doquier está ligado a la ‘raíz’ hebrea “zera”: que significa
semilla, plantación.
El arte del vivir será para Adám el llevar a cabo la obra más simple y más compleja: plantar para trascender;
trabajar en la profundidad de su existir, a fin de comprender a su mundo, a Su Creador; penetrar –así como
la semilla- en la intimidad de la tierra y abrazar después, la dimensión de los Cielos traducidos en esfuerzos,

sueños y realizaciones: sus propios hijos. Sus frutos y flores más bellos, que adornarán los hechos de sus
días y la inmensidad de sus horas.
“Ha-zor’ím be-dim’á…” cantaba el rey David en sus Salmos, ‘los que siembran con lágrimas, con júbilo
habrán de cosechar’: no es fácil la tarea; supone lágrimas –de alegrías y de las otras, porque supone
esfuerzos, porque conlleva dolor y pena; pero la siembra, que une los contrastes mismos de la vida al
plantar la semilla en la oscuridad de la tierra aunque necesitando el tallo y más tarde la flor del sol en su
esplendor, la semilla –“zera” – decíamos es la vida misma. Y la vida es una larga y prolífica cosecha de
hechos y dichos, de acciones y de ideas, de sueños, proyectos y planes…Y no todos por cierto llegan a
término. Allí las lágrimas, pero también la alegría…
“Cuando una mujer engendrare y diese a luz…” principia nuestra primera perashá anunciándonos el
instante cuando el mundo cobra vida, en los días de un varón o de una niña. Y al leer el primer versículo,
parece volver a nosotros el recuerdo de Adám y de Javá, los primeros en ser llamados a existir en este
nuestro mundo. Y si Adám nos habla de la condición humana física –‘macho y hembra los creó’-, Javá nos
estará presentando a esa condición elevada a su máxima expresión: “ki hí Em col jai…” – ‘pues ella es la
madre de todo ser viviente’-.
Es significativa la afirmación del Rab Moshé Tsví Neria, de bendita memoria-, quien escribe en su libro ‘Ner
laMaor’ que nuestra perashá es “la construcción ‘em=madre’ del pueblo judío”. Y se refiere el Rab al hecho
que cuando se menciona la creación del hombre, el verbo utilizado por el Génesis es: ‘Vaitser’ –formó (D’s)-,
verbo asociado a la Jojmá, sabiduría; mientras que al referirse a la mujer, el texto propone: ‘Vaiben’ –
construyó (D’s)-, verbo que está ligado a la Biná –la inteligencia deductiva-. De lo que inferimos, sugiere el
Rab, que la tarea paterna está relacionada con el saber, mientras que la esencia de lo maternal, transcurre
por el construir=inteligentemente. El padre será en la concepción judía el iesod –el fundamento-, mientras
que por la madre correrá la esencia de la ‘construcción, de la edificación’, el ‘Binián’.
Tal vez ahora, querido lector le quede claro aquello que en la ‘Sheva Berajot’, las Siete Bendiciones que
enmarcan la ceremonia del casamiento judío, cuando bendecimos a D’s ‘…aher iatsar et ha-adám be-
tsalmó’, ‘Quien creó al hombre a Su Imagen’, “Ve-hitkín lo mimenu BINIÁN adé ad…”: ‘y erigió para el una
construcción de eternidad’, que el hombre se asoma al mundo del Creador a través de la ventana del alma
de su mujer: del edificio que le permite allegarse hasta los mismos Cielos y desde allí, descender a su
plataforma terrenal, y plantar, sembrar, cosechar los frutos y las flores: el “sejar perí baten”, ‘la recompensa
del fruto del vientre’. “Ve-jaié OLAM natá betojenu”: ‘La vida eterna plantó en nosotros’. Y todo, todo, desde
‘Ishá ki tazría ve-ialedá…’.
METSORÁ –TAHOR

Este Tercer Libro del Pentateuco (O sea los “5 Libros de la Ley”) es el “nivelador”, el puente imaginario
tendido entre cielos y tierra, que intenta mostrarnos y demostrarnos los caminos que conducen a servir a
D’s por un lado, pasando por las distintas “estaciones” terrenas, es decir, los seres humanos por doquier,
por otro.
Sin duda, dentro de los temas centrales que ocupan a nuestras parashot semana tras semana, la calidad de
la relación con nuestros prójimos merece un apartado especial. No se puede ser “bueno” frente al
Todopoderoso, sin aprobar exámenes…
Es difícil la convivencia, sin lugar a dudas. Sobre todo, cuando no vivimos solos. Por sobre todo, cuando
“todo” lo miramos con nuestros ojos y “todo” también los “hablamos” con nuestras bocas. La vida de
relación genera opinión. Y eso es muy bueno. Ocurre que estas “opiniones” son unas veces, constructivas.
Las otras, cuando la “envidia, la ambición y la codicia” actúan, nos “sacan definitivamente de este mundo” al
decir de nuestros sabios. Y allí los riesgos.
Nuestro Libro “Vaikrá” nos presenta una situación -en apariencia común teniendo en cuenta las conductas 
del ser humano-, aunque un tanto “atípica” en cuanto a su forma y lugares de aparición: nos enseña el
texto acerca de una ENFERMEDAD que atacaba a la persona, pudiéndose instalar en su cuerpo, en sus
ropas, o bien en las paredes de su hogar.
“Tsaráat” es el nombre genérico de la Afección. Manchas en la piel, ropas o paredes como dijimos.
“Metsorá”, el nombre del afectado.
La consecuencia directa de la enfermedad, llevaba al aislamiento de la persona y su alejamiento del
Campamento (recordemos que el pueblo hebreo habitaba entonces en el desierto) así como le era vedado
su ingreso al Recinto del Santuario, hasta tanto hubiera sido declarado “purificado” por el Sacerdote, quien
hacía el diagnóstico respectivo. Hasta aquí, podríamos pensar en alguna de las enfermedades “infecto-
contagiosas”. Pero, la verdad sea dicha, esta enfermedad no provocaba contagio alguno, tal como se
verifica al transcurrir el texto, así como cuando estudiamos las diversas leyes deducidas posteriormente en
la Ley Oral y el Talmud…Entonces, ¿Cómo alcanzar un entendimiento con los hechos? ¿Frente a qué
enfermedad estamos? ¿Por qué se plantea el aislamiento del “enfermo”? Muchas son nuevamente las
preguntas. ¿Cuál o cuáles son las respuestas?
Nuestros Sabios -de bendita memoria- quienes buscaron afanosamente descifrar los párrafos “difíciles” de
la Torá, nos dicen que: “METSORA”- tiene que ver con un tipo muy especial de personalidad, a la que le cabe
-cambiando tan sólo los “puntitos” de las consonantes (las vocales hebreas) la denominación de:
“MOTSIRA”, término que significa literalmente en castellano: “El que saca mal (de su boca)”, es decir, la
persona dedicada a calumniar, a hablar mal gratuitamente de otra; en síntesis, a ejercer una vieja, ociosa y
negativa costumbre, a la cual la tradición bíblica definió como: LASHON HA-RA (Lengua del mal o Lengua
que calumnia).
Sugieren los sabios, que esta conducta, deplorable y tendenciosa, comienza como una manifestación
dérmica en las personas, aunque lenta y progresivamente, sus ropas también se “enferman” y por último
hasta su propia “casa”…¡Vaya lección que se nos ofrece! Cuando no tomamos “medidas a tiempo”, se nos
parece insinuar, el “avance” de los síntomas resulta inevitable…
“La calumnia -lashón hará- mata a tres personas: A quien la dice, a quien las escucha y sobre quien se ha
dicho” sentenciaban los rabinos. Resulta obvio cuán grande e irreparable es el daño ocasionado.
A tal punto es, que al decir del texto de la Torá, el “Metsorá” debía abandonar el campamento del pueblo de
Israel y llevar una existencia aislada. Era mirado con desprecio y evitado por los demás, de momento que
era considerado “impuro”.
Consideran, los maestros del Talmud, que esta “afección” -grave por sus consecuencias y los móviles que la
promueven- tiene una profunda RAIZ SOCIAL, y como el PECADO cometido es precisamente contra la
sociedad, el “castigo” es el permanecer FUERA DE ELLA. Por no saber vivir en los límites que imponen la
dignidad y la honorabilidad humanas. Por haber “barrido” con la esencia que hace a la relación con nuestro
prójimo. Por haberle “quitado” un poco la vida. Por suerte, la impunidad no forma parte del sistema de vida
bíblico .
¡Qué mundo ideal el de la Biblia, estará Ud. pensando! Aunque en este caso, permítame decirle: esta es la
realidad. Y la Torá ofrece SOLUCIONES REALES: Quien transgrede un orden social, debe quedar
temporalmente fuera de la sociedad. Hasta tanto “se cure”. Hasta que desaparezcan las “manchas” -
tsaráat- ya sea de su cuerpo, de sus vestimentas o de su propia casa…

En las Plegarias diarias -así como en cada Shabat-, al concluír la Oración Individual llamada AMIDA,
elevamos un pedido original al Todopoderoso: …”Elokái, netsor leshoní me-rá, usfatái midabér mirmá”. “D’s
mío”, le pedimos, “preserva mi lengua del mal y a mis labios del engaño y de la mentira…”
Vale el considerarlo. Mucho más con seguridad el pensarlo. Aunque muchísimo, el ponerlo en
práctica.“Hajaím veha-mavet beiad ha-lashón”. “La vida y la muerte están en manos de nuestra lengua”. 
PARASHAT AJAREI-MOT
Los días de Jag HaPesaj han llegado a su feliz término. Es tiempo de tener en cuenta ahora, los días y las
semanas que unen más allá del tiempo calendario, el instante signado con la liberación de Egipto al del
Recepción de la Torá -Jag HaShabuot-, y ellos son los días de SEFIRAT HAOMER, 49 en total, equivalentes a 7
Semanas Íntegras, que comenzaron a transcurrir desde la Segunda Noche de nuestro Seder Familiar.
Nos hallamos, por tanto, en la Sefirá, tiempo que construye, como decíamos, ese puente entre Pesaj y
Shabuot.
Este Shabat, retomamos la lectura habitual de nuestra Torá. Estamos promediando el libro de Levítico -
Jumash Vaikrá-, tercero en el orden del Pentateuco, libro particularmente valorado por nuestros sabios, por
su carácter educativo tanto para el individuo como para el pueblo hebreo, que transita por el desierto hacia
su madurez corporal y espiritual.
La sección semanal que nos propone el texto (con mayor precisión parte sustancial de ella), es leída durante
esta ocasión y también durante la mañana y la tarde de uno día muy particular: Iom Ha Kipurím, el
mismísimo tiempo donde el Perdón Divino tiene lugar en nuestras vidas y la de nuestros queridos.
“Ajaré Mot”, tal el nombre de nuestra parashá, goza de un particular “privilegio” y es por tanto que,
deseamos alcanzar una explicación para ello. Es más, será nuestro intento el hallar -y siempre por medio de
la sabiduría ancestral de quienes nos precedieron-, la circunstancia misma de su lectura durante este Shabat
y su inmediata conexión -aparentemente de contiguidad- con la festividad de Pesaj.
Decíamos que, uno de los aspectos centrales sobre los cuales gira esta sección, trata sobre la “AVODÁ” -el
ritual llevado a cabo a lo largo del Sagrado Día- por el Sumo Sacerdote, el Cohén Gadol, en las
inmediaciones del Templo de Jerusalém y del “Kodesh HaKodashím”, es decir, el recinto de MAYOR
SANTIDAD que poseía el Santuario jerosolimitano.
Este día, Iom HaKipurím, indicaba en el calendario un hito muy especial. Era nada más y nada menos, el
tiempo donde la VOLUNTAD DEL TODOPODEROSO -es decir la total expresión de Su Amor y de Bondad- se
ponía de manifiesto para con Su Pueblo Israel. “Et Ratsón” para quienes lo pueden contener en su
significado hebreo.
Este tiempo resignificaba el vínculo entre D’s y Su pueblo. Lo revitalizaba. Le anunciaba nuevos hechos y por
sobre todo, renovadas esperanzas de justicia, de verdad, de sensibilidad social y acercamiento al ideal
bíblico en la observancia de preceptos esenciales emanados del Creador para la sociedad humana.
Iom Ha Kipurím -en cierto modo-, inauguraba una alentadora etapa, donde “todo” volvería a re-comenzar -
si es que así podríamos definirlo-. La esencia de la Teshubá -arrepentimiento-, anuncia un punto de partida
para el ser humano. Punto de partida desde el mismo lugar de donde empezó, sólo que ya “ha dado una
vuelta completa y ha observado, analizado, desechado, aprobado y desaprobado conductas que le han sido
perjudiciales” al decir del erudito sabio contemporáneo Rabino Iosef Dov HaLevi Soloveitchik ZTS”L.
Sostiene genialmente el Rabino, que “la Teshubá es por cierto un movimiento circular, donde la persona
debe ‘volver a ser uno mismo’. Por tanto, podríamos convenir que, Iom Ha Kipurím con todas sus
connotaciones, representa el comienzo de una era “reconciliatoria” del hombre consigo mismo y a partir de
ello, con el Todopoderoso.
Así lo establece el texto de nuestra parashá “Ajaré Mot”, cuando al referirse al Sagrado Día dice: “…Será esto
para vosotros una ley perpetua; en el séptimo mes, en el día diez del mes…Ya que en este día hará expiación
por vosotros para purificaros. De todos vuestros errores, ante HaShem habréis de purificaros…” (Vaikrá
16:29,30).
El sabio judío de Praga, el MAHARAL, personalidad indiscutible en el mundo del estudio e interpretación
bíblicos, nos acerca al respecto, en su libro “Baer HaGola”, una explicación acerca del pedido de nuestra
Torá de “…hacer sonar el SHOFAR en la conclusión de Iom HaKipurím” (acto que debería ocurrir en el 
Sagrado Día del Perdón del “Iobel”, es decir del AÑO CINCUENTA, pues cada año 50. se celebraba el Jubileo,
donde todas las pertenencias retornaban a sus dueños originales -por ejemplos tierras arrendadas-; o bien,
si alguna persona se hubiere vendido como esclavo a perpetuidad, debería irremediablemente salir en
libertad al aproximarse el “año del iobel”).
Dice el Maharal: “…El sonido del Shofar – “Tekiá”- es por lo general (para significar) la SALIDA HACIA LA
LIBERTAD, así como lo era la Tekiá del Iom HaKipurím en el Iobel (Jubileo – espacio de tiempo de 50 años), y
es así, por tanto, cuando la Neshamá -el aspecto vital del ser humano- se libera definitivamente del pecado –
esto es, de su servidumbre a los instintos-, es cuando precisamente se hace sonar el Shofar en la conclusión
de Iom HaKipurím, porque es allí cuando la Neshamá (capacidad espiritual y cognoscitiva del hombre N.del
T.), retorna a su Libertad Natural – “Ben Jorín”- de las transgresiones cometidas…”.
Si nos detenemos por un instante a reflexionar acerca de lo escrito, podremos establecer los “puentes” que
nos propusimos construir al principio de nuestro comentario.
La celebración de Pesaj conlleva un poderoso significado de Libertad. Como esclavos del Faraón y como
‘esclavos de esclavos’. La salida de esa esclavitud, tuvo que ver -en primer lugar- con la liberación del
cuerpo físico, el cuerpo social de una nación engrandecida en los “números” aunque empequeñecida en sus
cualidades morales, idea que sustentamos del mismo texto de Sefer Shemot al enterarnos: “…veló shameú
el Moshé, mikotser rúaj u-meavodá kashá”, que a los hebreos les resultó -al menos al principio- muy
dificultoso el escucharlo a Moshé, porque eran impacientes y porque sus trabajos eran muy pesados, al
decir del texto. ¿Qué pesaba más a la hora de tomar decisiones? Un “espíritu abatido y ‘recortado’, puede
con seguridad ser más inseguro que cualquier “carga laboral”, ¿o no? O si no, ¿cómo explicar a veces
nuestra propia impaciencia de escuchar…a nosotros mismos en primer lugar, y más tarde a los otros??
Así es como Pesaj nos devuelve en cierta manera el coraje de “darnos tiempo”, o mejor dicho, ser los
dueños verdaderos de nuestro tiempo. Allí es donde empieza el derrotero. Allí el camino. Pero no hay
caminos sin obstáculos, sin tropiezos. Sin fracasos ni recaídas. Seguramente no. Pero gracias a D’s, HAY
CAMINOS. “…Ve-Hú ieiashér orjotéja”, el Todopoderoso será Quien se encargue -una vez “encaminados”-
de hacer que esos trayectos sean Iesharím, es decir, rectos, al decir del hermoso versículo.
Es así como nuestra parashá alberga un sentido más al de la libertad “obtenida” durante Pesaj Mitsraím y a
lo largo de “Pesaj Dorot” (la festividad de Pesaj Generacional). Y eso ocurre cuando al escuchar el agudo
sonido del Shofar al finalizar Iom Kipur. Es allí, dice nuestro autor, cuando expresamos nuestra esperanza
de haber obtenido la LIBERTAD ESPIRITUAL, y no quedamos expuestos ya a la servidumbre de nuestros
instintos, de nuestros impulsos, de todo aquello que no queremos ser ni hacer más.
Jag Ha Pesaj inicia el camino. Iom Ha Kipurím lo enaltece. La llegada a la tierra de Israel permite “bajarlo a
tierra” y pavimentarlo, si de alguna manera lo podríamos graficar. El resto es caminar, libres en ambos
sentidos y en ambas direcciones. El Cuerpo se libera, el Alma se exalta. Es cuando ambos perciben la
Presencia de la Divinidad. Es cuando el hombre decide abrazar para siempre el “Yugo” que con mayor
libertad le asiste a lo largo de su vida: “Ol Maljut Shamáim”- el Yugo Celestial.
¿Qué es lo que significa, me pregunta? El poeta Rabi Iehudá HaLevi le responde:
“…Los esclavos del tiempo, son esclavos de esclavos;
el esclavo de D’s, él sólo es verdaderamente libre.
Y será cuando todo ser humano requiere su lugar,
Mi lugar junto a D’s, es lo que anhela mi alma…”
(del poema “Avdé hazemán”)

PARASHAT KEDOSHIM
Hay días claros y los hay oscuros. Sin embargo, ello no depende tan solo del sol ni de la luna. Sino y por 
sobre todo, de cuanto hacemos por verlos de una manera u otra. No tenemos algunas veces, no podemos
las más, la suerte de reparar en esos momentos en los cuales un rayo de luz invade las almas y los cuerpos,
indicándonos qué hacer, cómo hacer y cuándo.
La oscuridad ha sido patrimonio del mundo de la Creación misma. No obstante ello, la Luz fue lo primero
obrado por D’s. No para producir contrastes. Ni tampoco para crear antagonismos. Ni siquiera para efectos
especiales. Sino que para hacernos saber que la Luz es posible y ella proviene de El y debemos permitirle
ingresar – así como cada amanecer de la naturaleza -, permitirle entrar en nuestras vidas. ¡Pero qué difícil
resulta! Si a cada rayito de luz se le antepone un gran cono de sombras. Decimos que queremos salir de
nuestras cosas. Pero no podemos. Decimos que hacemos todo cuanto nos recomiendan. Pero no alcanza.
Decimos – y es verdad- que no es tan fácil ni tan simple, ni tan gratuito, proponerse buscar soluciones,
cuando habitamos en medio de una sociedad que todo lo resuelve ¡rápido! ¡ya!…Y tenemos razón.
Sumirse en negros es no aceptar que hay blancos. Combinarlos, es vivir entre grises. Desecharlos, es perder
noción del color de la vida, que se tiñe a veces, como en estos días de tonos rutilantes, encandilantes,
aburridos y agotadores. ¿Cómo entonces hallar el remedio? ¿Cómo lograr – por ejemplo- que mi esposo me
entienda y no que me “atienda”? ¿Cómo encontrar un espacio entre mis amigos, donde al habitual “estar
bien” de rutina, lo estemos realmente? ¿Cómo le digo a mi hijo, que no soy todo el poderoso que imagina, y
que lentamente me sumerjo en un pantano de deudas y acreedores que me agotan hasta en mi gratuita
capacidad de ser padre?
Muy poca luz para semejantes claroscuros (“atención”; “estar bien”; “poderoso en desgracia”; “ser padre”)
que ocupan mi vivir cotidiano. ¿Cuál es el bálsamo para todo ello? ¿Lo hay? Claro, ahora Ud. espera al
Rabino. A la Torá. A la sabiduría que de ella emana. Y tal vez, tal vez, la receta mágica. O una mágica poción.
Aquel cantito con el cual se llenaban nuestros oídos: “sana, sana…”. Pero, ¿Sana de verdad? ¿Cuándo: hoy o
mañana? Pero, ya sea que somos más grandes y no nos la creemos, o porque la “colita de rana” no nos
convence como antes, necesitamos de algo más…¿Qué más? Y creemos que nos falta la palabra, por un
lado, que nos defina, y el oído – por el otro- que la escuche. Para la primera, el ejercicio debe ser interior.
Pero lo segundo, mi querido lector, lo segundo: ¡eso sí que es difícil!! ¿Poder tener alguien quien me
escuche -y que no cobre por ello-? ¡Vaya si de misión imposible me habla! Sin duda es la reiteración de una
serie exitosa, que cambia siempre los protagonistas, los nombres, aunque la esencia es la misma. Apenas
ingresados en el ‘nuevo’ milenio, en todo hemos progresado, hasta en la sordera espiritual…
Hablamos de “prestar” oídos, al mejor estilo bíblico (¿vio que la Biblia siempre aparece, por fin?). Prestar
oídos, eso es, ni más ni menos. ¿Que significa? Vea: Escuchar; atender; entender; calmar; comprender; dar
paz; disentir; ayudar; curar…¡Mire cuántas funciones cumple nuestro órgano auditivo! Escuchar – “Shemá
Israel” – surge como imperativo en la vida del individuo y del conjunto. Oír para ser oído, es poder cruzar
una y mil veces océanos de silencio y de incomprensión, que han crecido en las aguas de la apatía y la
indiferencia, ahogando con sus alturas, los intentos fútiles de tantos y cuántos seres queridos. Sólo después
del “Shemá”, se empieza a pronunciar: “Veahabtá…” : Amarás…A D’s, a los hombres , a los tuyos. Un amor
responsable. Porque ser responsable, es tener respuestas. Tener respuestas, es ante todo, poder atender a
la pregunta. Escuchar. Prestar nuestros oídos. Regalarnos y regalarle al otro, lo más hermoso que tenemos
y que nos pertenecerá por siempre mientras estemos vivos: el tiempo; los días; las horas…Aún los contados
minutos que disponemos para ser humanos. Más humanos… Estamos en Shabat donde uno de los temas
centrales es Kedoshím, tal el nombre de la segunda de las perashiot que compartimos. “Santos”,
“Consagrados”, “Con Presencia”…Nos lo pide la tradición bíblica el alcanzar esta dimensión. La santidad que
emana del Creador, “baja” a tierra. Se conecta con el hombre. Se transmite a su cuerpo. Se inicia con su
alma. Ser santo para la Torá, es hacer por el otro y por mí…Desde mi perspectiva, pero tomando en cuenta
la necesidad del otro, que es diferente a mí, por cierto. “Amarás a tu prójimo – próximo como a ti mismo”
está escrito en la cúspide de nuestra perashá. Lo dijo D’s, el Creador, Nuestro D’s…ningún otro…Evitemos
suspicacias. El amar a ese otro, es saber lo que necesita, nada más. No tan sólo cuanto yo lo quiero. Pues 
eso no es suficiente. Ahí está la luz. La primera y la última. Allí es el faro del mundo, desde donde se lo
ilumina. Amar es dar, prestar: ojos y oídos. Ojos para ver, oídos para descubrir… Y si no hay lugar para ello
ya en nuestro mundo, entonces, ya habremos elegido el tono de color; ya habremos decidido que parte del
día es; ya habremos entendido el por qué no podemos, por qué no alcanza y por qué todo es insuficiente…Y
si llega a ser así, en este mundo que D’s creó y al cual sacó de sus oscurantez y negrura, entonces, el último,
por favor, que el Ultimo Apague la Luz…

PARASHAT EMOR
A nuestro Libro de “Vaikrá”, tercero en el orden bíblico, le cabe la denominación de: “Sefer Torát Cohaním”,
denominación que agrega una dimensión básica en su contenido: contarnos acerca de las peculiares
condiciones de una Tribu – ‘SHEBET’ – entre las doce que conformaban al pueblo de Israel: la de Leví, y su
ramificación esencial: los Cohaním, o Sacerdotes.
Queremos explicarle, querido lector, que el Sacerdote o Cohen, y entre ellos, el máximo dirigente espiritual
de Am Israel, el “Cohen Gadol” -el Sumo Sacerdote-, surgió de “entre las filas” de la tribu de Leví, siendo el
primero de ellos y por ende, el precursor de ellos, Aharón Ha-Cohen, hermano mayor de Moisés,
descendientes ambos de la mencionada tribu.
¿Qué rol le cupo -cabe- al Cohen? ¿Por qué su importancia y su lugar de preponderancia en tiempos del
Templo de Jerusalém y aún en nuestros días? ¿Cuáles fueron sus funciones en la antigüedad? ¿Qué deberes
les asisten hoy en día y qué impedimentos aún deben conservar? Muchas son sin duda las preguntas. El
Libro de Vaikrá nos acerca respuestas a cada una de ellas. En honor a la verdad, el TANAJ todo nos brinda un
detallado relato sobre estos seres humanos tan peculiares. Pero, y sin ánimo de exagerar, la TORA
SHEBEALPE toda -la MISHNA- y posteriormente el TALMUD, nos conservan la imagen pictórica, viva y real, de
tan alto y noble dirigente, que supo asumir en toda época y en toda circunstancia, la responsabilidad para la
cual fue elegido designado.
Existió un núcleo vital, en y derredor del cual giró la vida política, social, económica y por cierto espiritual de
la nación hebrea. El MISHCÁN en pleno desierto, significó el “espacio” para el encuentro -del pueblo judío-
con la Divinidad. Encuentro en el tiempo -OHEL MOED-, y celebración con la eternidad.
El Bet Ha Mikdash -el Sagrado Santuario de Jerusalém- fue su destino terrenal definitivo. En dirección a él, se
tornó el pueblo, las 9 tribus y media que habitaron Israel, ascendiendo física y espiritualmente a su recinto.
Sus “ocupantes y guardianes”: los Levitas y los Cohaním.
Menuda “custodia” les cupo a quienes desde la época del desierto, abrazaron la fe en D’s, enseñando,
instruyendo, brindando lo mejor de su humanidad aunque también, defendiendo “a capa y espada” la idea
monoteísta, destruyendo a cuanto “Becerro de oro” se erigiera así como a sus constructores.
Serán los Leviím y los Cohaním quienes asuman un compromiso eterno de “Consagración al
Todopoderoso”, sirviéndoLe y transmitiendo los contenidos de Su Ley, nuestra Torá.
Por esa razón, no dispondrán de tierras propias en el momento de heredar las tribus de Israel la Prometida
“Canáan”. Es más, su destino será el de ser “…esparcidos por Israel y divididos en el seno de Iaacob”, de
acuerdo a la bendición final del Patriarca en Egipto.
En efecto, 48 ciudades serán las de los Leviím en todo el territorio del pueblo hebreo, algo así como un
mínimo de 4 ciudades o localidades, en cada tribu y tribu, considerando, como lo insinuamos, que 9
shebatím y medio habitaron la tierra de Canáan, y dos tribus y media lo hicieron allende el Jordán (Reubén,
Gad y media tribu de Menashé).
Así las DOCE TRIBUS se vieron “abastecidas” de los maestros y encargados de transmitir la Torá, desde el
aspecto textual -la Torá Escrita-, tanto como de su aplicación y enseñanza ‘boca a boca’, -la Torá Oral-. De
modo tal que, los primeros “profesionales” en educación en el pueblo judío, fueron los Levitas.
Pero, eran amantes de las artes también. Pues los Leviím, fueron los encargados en el ámbito del Santuario 
de Jerusalém, de ejecutar la MÚSICA que acompañaba el ritual diario de los Sacrificios, entonando los
Salmos -TEHILIM- compuestos tan bellamente por el rey David.
El “Shir shel Iom”, el salmo que se recitaba para cada día de la semana, recuerda en nuestras plegarias
actuales esta función.
Sin duda, fueron un grupo humano muy particular, que en el devenir de los tiempos, ocuparon un lugar de
preeminencia en la sociedad judía toda.
Su presencia, la del Cohen y el Leví en dependencias del Bet Ha Mikdash, garantizaba -si así lo podemos
decir-, la “AVODÁ”, o sea, el Ritual Cotidiano, el Servicio a D’s, el “contacto” diario con lo Divino. En suma: la
esencia constitutiva misma de Am Israel…
Pero por otro lado, esta presencia, era indicadora de otra realidad, la terrenal por así llamarla. La “conexión
a tierra” si se quiere. Pues el Cohen y el Levi habrían de “comer, beber, vestir y en síntesis VIVIR”, de la
solidaridad, bondad, y equidad -JESED y TSEDAKÁ- de toda una sociedad -la del pueblo de Israel-, que
acercaría al espacio del Santuario el fruto de sus manos., vegetal o animal, no sólo como agradecimiento al
Creador, sino también en responsable actitud para con aquellos que “cuidaban y optimizaban ese vínculo”.
Desde ya, no es nuestro intento el IDEALIZAR, pero la sociedad bíblica no permite otra comparación que con
el ideal. Al menos desde la propuesta. Y por sobre todo, cuando la ACCIÓN es precedida por la INTENCIÓN.
Cuando el “cuerpo” -GUF-, contiene y manifiesta su “alma” -NESHAMA-. Cuando compartir, es reconocer el
lugar propio y la verdadera necesidad del otro, así entonces nos acercamos para comprender esta particular
ORGANIZACIÓN SOLIDARIA -MATERIAL y ESPIRITUAL- del pueblo judío en el pasado.
Nada podía faltarle al maestro, al Servidor, a aquel que daba todo de sí, por multitudes anónimas que
estaban esperanzados en él -el Cohen-, y en todos ellos, los Levitas.
El último de los Profetas, MALAJÍ, quien vivió los tiempos de la reconstrucción del SEGUNDO TEMPLO de
JERUSALÉM, resume con elocuencia, el lugar del Levi -y por extensión del Cohen-, cuando explica que:
“…Berití haietá itó hajaím vehashalom”. “Mi pacto (dice el Todopoderoso) fue para con él, la Vida y la Paz”…
Dejemos que el texto hable por sí solo, ¿verdad?. Pero agreguemos algo más: “…Torát emet haietá
befíhu…”, la Ley de la Verdad estuvo en su boca, “ve’avlá lo nimtsá bisfatav”: es decir, que la injusticia y la
inmoralidad no habitó jamás sus labios. “Beshalom
ubemishor halaj Ití” sigue el profeta transmitiendo, que en paz y en rectitud se encaminó Conmigo (dice
D’s), “verabím heshib me-avón”, y a multitudes retornaron de sus transgresiones.
He aquí una semblanza de tamaña tarea. De tamaña entrega. De tanta dedicación. Pero también de tanta
responsabilidad. He aquí el perfil deseado -aunque no siempre hallado- para quienes habrían de dirigir,
orientar, perpetuar y sensibilizar, el vínculo de toda una nación para con Su Padre Celestial. Y no es poca
cosa. HAY QUE ESTAR A LA ALTURA DE LAS CIRCUNSTANCIAS, ¿VERDAD?
Y por último, concluye su apreciación el profeta:
“…Ki sifté cohen ishmerú dáat, ve Torá iebakeshú mi-píhu”: Pues los labios del Cohen atesorarán la
sabiduría, y la Torá habrán de requerir de su boca; “ki maláj HaShem Tsebaot hú”: pues el cohen -y por ende
el Leví, alcanzan en la dimensión profética el rango de “Ángel del Todopoderoso”, es decir, Su emisario y Su
transmisor, el hacedor de Su Palabra…Ni más ni menos. SU PALABRA DE “VIDA” y de “PAZ”. SU PACTO -
BERIT-, NUESTRA TORÁ…

PARASHAT BEHAR
Arribamos estas semanas a las instancias finales de Vaikrá . Y si bien, hemos sostenido que la tendencia del
mismo es la de hallar una suerte de “comunicación” entre cielos y tierra, entre D’s y el hombre -Creador y
creado-, debemos considerar hoy, al concluirlo, que dicho vínculo habrá de lograrse definitivamente y se
verá reforzado y revitalizado, a partir de la estrecha relación que tendremos nosotros -los seres humanos- 
con nuestro mundo, con nuestra tierra.
Dicha relación es conocida hoy como Ecología, o sea, los cuidados que debemos guardar en cuanto a
nuestro Medio Ambiente, a fin de su preservación.
La Ecología es en efecto, la ciencia, rama de la biología, que nos mueve a estudiar la relación entre los
organismos entre sí y con el medio que los rodea. En particular, la ecología humana, que podría
considerarse una rama de la sociología, trata esencialmente de la relación existente entre el hombre y la
circunstancias naturales que le rodean.
Para la Torá, este vínculo con todo lo creado -el universo y la naturaleza-, está planteado desde la Creación
misma del mundo. La Ecología no es algo nuevo para la Biblia. Es condición “sine qua non” para asegurar la
existencia humana, animal, vegetal y mineral, así como para resguardar los recursos vitales para dichas
existencias…
Hoy, durante el presente Shabat, las primeras “señales” de ése vínculo -en la actualidad definido como
“Ecología”-, tienen lugar en nuestra Parashá:

“Habló D’s a Moshé en el Monte Sinai diciendo: Habla a los hijos de Israel
y habrás de decirles: Cuando entréis a la tierra que Yo os doy a vosotros,
habrá de descansar la tierra, descanso ante Adonai.
Seis años habrás de sembrar tu campo, y seis años habrás de podar
tu viña, y recogerás el producto de la tierra.
Y en el año séptimo, descanso y reposo será para la tierra, Shabbat ante
Adonai: tu campo no habrás de sembrar y tu viña no habrás de podar…”
(Vaikrá, Capítulo25: 1-4)

No sólo el hombre habrá de descansar de su labor. También lo hará la Tierra . “Shemitá” -tal es el término
empleado por nuestra Torá para indicar el “Año Séptimo o Sabático”-, quiere insinuar LA NO EJECUCION DE
LABOR MANUAL por un lado, mientras que el objetivo final será: “Veshabetá haárets Shabat la-Adonai”, es
decir, que la Tierra misma vivirá “su Shabat” para con D’s.
Así como el Shabat arriba semana a semana a nuestro seno, lo hará también, UNA VEZ CADA 7 AÑOS para la
tierra. Si, la tierra también merece un descanso para nuestra Torá. Sí, la tierra debe también re-crear su
vínculo, estrechar su unión, con Su Creador.
Así entiende el texto bíblico el principio de preservación, cuidado y mantenimiento del Medio Ambiente.
Concediendo tiempos, espacios, descansos a aquellos aspectos “secundarios” a nuestros ojos (aunque
elementales como la Naturaleza); aún a todo aquello que de no “ser trabajado” incesantemente -sacando
hasta la “última gota del jugo”-, perdería su sentido utilitario y por cierto su finalidad para el ser humano…
¡Justo en estos tiempos! Donde nuestra tarea tiene que ver con: Producción y más producción. No detenerse
nunca. Miremos el ejemplo del Japón, donde ya ni las vacaciones son tenidas en cuenta para el trabajador.
Eficiencia, Producción, Hombre-Máquina… Y ya no hablemos de la Tierra y del vínculo semi-destructivo para
con ella: Polución, Capa de Ozono, Contaminación, Naturaleza al borde del caos…”Tohu vaBohu”, aquel
“desorden del comienzo”, al que D’s le supo insuflar orden y vida.
¿Alcanzamos a comprender la grandeza del texto y la proyección que sus leyes alcanzan aún para nuestros
tiempos? Saber vivir es saber con-vivir. Y ante todo, con mi mundo, con mi tierra, con la naturaleza sostiene
la Torá. La naturaleza no debe ser considerada sólo durante el tiempo de nuestras “vacaciones” al aire libre,
donde buscamos los espacios verdes y saludables. Hay un tiempo para compartir. El tiempo “del no
trabajo”, “del descanso”. Del “encuentro con D’s” y por ende de nuestro re-encuentro con la tierra y el
mundo.
Para nosotros, lo humanos, ése tiempo transcurre una vez a la semana. Cada Séptimo día. Un Séptimo de
nuestra vida si así lo queremos.

Para la tierra, el ciclo laboral se extenderá 6 años, y cuando arribe el 7º Año:
“Lo germinado espontáneamente de tu siega no habrás de cosechar. Y las uvas que separaste como
remanente no habrás de vendimiar, año de descanso será para la tierra. Y será (el producto) de la tierra en
el año de descanso, para vosotros, para comer: para tí, para tu siervo y para tu sierva, y para tu asalariado, y
para tu residente, los que moran contigo. Y para tu bestia y para la fiera que hay en tu tierra habrá de ser
todo su producto para comer”. (Vaikrá, Cap.25:5-6)
¿Qué hay detrás de esta “NO LABOR” de mi parte, y del “DESCANSO” de la tierra -Shemitá y Shabbat-, nos
preguntamos??
Simplemente la solidaridad, la justicia social, la Tsedaká elevada a su punto más alto. La puesta en marcha
de la Compasión, la bondad, la sensibilidad… Ni más ni menos.
Al decir de Maimónides en su Libro “Guía de los Perplejos” (Parte Tercera, Capítulo 39): …”en cuanto a todos
los preceptos concernientes al séptimo año y al año del Jubileo, tienen como finalidad, ora mover a
compasión y generosidad hacia los hombres, conforme está escrito: …”Que coman los pobres de Tu pueblo
y lo que quede lo coman las bestias del campo” (Exodo 23:11), y procurar que la tierra sea más fértil,
mejorándose con el reposo, ora inspirar benignidad hacia los esclavos y los menesterosos…”

Decíamos al comienzo de nuestro comentario, que el sentido por la preservación de lo creado, nos fue dado,
como seres humanos, al principio mismo de la creación. Allí, Adám, fue colocado en el Jardín de Edén, relata
el texto, “le-OVDA ul-SHOMRA”: para LABORARLA y para PRESERVARLA. Dos tareas para un mismo fin:
Asegurar la existencia.Garantizar la Creación.Comprometer la continuidad del universo. Conciliar por último,
entre el Hombre y el Mundo -su tierra, la naturaleza-, hacia el definitivo paso de la Redención…

PARASHAT BEJUKOTAI
“Impondré paz en la tierra, yaceréis y no habrá quien haga estremecer y haré desaparecer las fieras feroces
de la tierra, y la espada no pasará por vuestra tierra” (Levítico 26: 6)

En el Talmud Bablí, Tratado de Taanit 22 B, interpretan nuestros sabios – el versículo citado- de este modo
…” y la espada no pasará por vuestra tierra”. ¿Cómo interpretamos la palabra espada?. Si te refieres a la
espada que NO ES DE PAZ, acaso no está escrito: “Y Yo estableceré la paz en el país”? Dí entonces: “incluso
la espada de la paz” (no pasará). (Y aclaramos: “espada que no es de paz”: se refiere al ejército enemigo
que viene a luchar contra Israel ; mientras que la “espada de paz”: se refiere a un ejército extranjero, que
pasa por el lugar sin intensiones de agresión).
¿Cómo podemos entender la discusión planteada por nuestros Rabinos?
Podríamos deducir que existe una PAZ que proviene “de adentro”, del cuerpo social de una nación, cuando
prima esa voluntad de convivencia entre las criaturas.
Pero hay otra “PAZ”, generalmente provocada por factores que provienen del exterior.
La primera de ellas, es sin duda, señal de bendición para el ser humano, mas la segunda, en nada ennoblece
al hombre. Así también habrá una espada que será eternamente negativa, así como existirá otra, que en
determinadas circunstancias tendrá cierta faz positiva. Veamos: Cuando la paz, la quietud dentro de un país,
entre el hombre y su prójimo, es producto de la feliz solución a los acuciantes problemas sociales, ES SIGNO
DE BENDICIÓN PARA ESE PUEBLO.
Pero no siempre ese estado de paz responde a factores internos de la sociedad. A veces depende -
indirectamente- de causales externos. Cuando el peligro amenaza -desde el enemigo externo- a un pueblo,
suele ocurrir que esa situación “borra” temporalmente las dificultades que hacen al orden interno de ese 
país. La defensa de su propia vida hace olvidar la dolorosa desigualdad que hace convivir , como dos polos
opuestos, la paupérrima miseria con la opulenta burguesía. Seguramente, estaremos de acuerdo, que esta
suerte de “PAZ”, no será señal de bendición para ésa nación. Esta situación de “PAZ”, no define
precisamente los sentimientos de amor y fraternidad que anidan en los corazones de una población.
También la espada tiene sus aspectos. Cuando podemos apreciar la existencia en un país de una “paz ideal
“, que es signo de real bendición, entonces la “espada externa” es una severa y cruel maldición. Esa espada
ha sido creada exclusivamente “para acortar los días del hombre sobre la tierra”.
Pero, cuando ocurre que no existe la “pacificación interna” y la “espada exterior” es la que la provoca (a la
paz , y NO UNA PAZ OBLIGADA) , entonces esa espada puede llegar a revestir una pequeña dosis de
positividad. Pues es preferible aún una paz “a presión” que la existencia de paz.
El versículo de nuestro parashá nos promete: “Y Yo estableceré la paz en al país…”, quiere decir: dentro de
él, entre sus habitantes, una paz verdadera que refleje una bendición real para la nación entera en sus
cuadros internos; “Y la espada no pasará por vuestra tierra”: es decir, la espada no será necesaria para
crear las condicione de paz dentro de ella. No habréis de necesitar de una “paz forzada” por la espada, pues
vuestra quietud responderá a los lazos de afecto, respeto por la vida y la fraternidad imperantes en vuestro
medio.
¡¡Qué desafío nos propone nuestra Torá !! Más allá de la oscura realidad que hace a la convivencia entre los
pueblos, debemos intentar que NUESTRA PAZ, aquella que podemos forjar con nuestras propias manos -
inspirados en el Creador que nos concede el beneficio de dárnosla- haciendo de nuestra sociedad un
mosaico de voluntades en busca de la felicidad de sabernos ”responsables los unos para los otros…”.
No nos unirá el infortunio, parecería decir el texto…también eso nos garantiza el Santo Bendito sea.
Tal vez así, podamos comprender aquello que el versículo menciona en medio: “…Haré desaparecer las
fieras feroces de la tierra…”, “Jaiá raá”, la bestia salvaje que anida en el ser humano cuando no imperan ni la
paz ni la quietud, entonces el hombre es inhumano. En cambio, si la verdad y la justicia; la bondad irrestricta
y el amor gratuito se conjugan en la paz, entonces cada ser humano será como un ángel para con su
prójimo: sólo bendición, responsabilidad y santidad en la vida.

BAMIDBAR

DEVARIM

SHABATOT ESPECIALES

MOADIM Y DIAS DE RECUERDO

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