Qubit - 39 - 2008-10 PDF
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Índice:
• La narrativa de ciencia ficción en Paraguay.
• A propósito de las anticipaciones de Osvaldo González Real. Carlos Villagra
Marsal
• Epístola para ser dejada en tierra. Osvaldo González Real.
• La trasmigración. Jesús Ruiz Nestosa
• Más allá del arcoiris. Lita Pérez Cáceres
• La piedra negra. Alejandro Herrnsdorf
• Pensamientos de un cibernauta. Jeu Azarru
• L a Sociedad de las Mentes. Jeu Azarru
• La última guerra terminaba. Carlos Miguel Jiménez
• Robin Wood. El rey del comic en Paraguay
• Historia del cine ciberpunk. 1995. Jonnhy Mnemonic.
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1980. Jesús Ruiz Nestosa publica en su libro El contador de cuentos, un relato que se aproxima
a la ciencia ficción, titulado La transmigración, que trata sobre la imposible unión entre el
alma de un hombre y el cuerpo de otro, defendiendo la supremacía del cerebro sobre la del
cuerpo.
1983. En el libro Más allá de un retrato y otros cuentos de Manuel E.B. Arguello, aparece el
cuento Mimbipára, escrito ya desde los años 60 pero publicado casi 20 años después, donde
imbrica la CF con la mitología guaraní. Otro cuento de 1983 es Conejillos de indias, en el que
unos becarios son enviados al espacio y no vuelven jamás de las estrellas.
José Alberto Bachen publica dos novelas del género sin pretensiones demasiado literarias. En
1989, sale a la luz En mi planeta no se usan joyas, que había escrito en 1976. En 1995 publica
la segunda novela titulada Mi amigo Aarón el extraterrestre y yo, donde se mezclan la
temática de los extraterrestres con la política, la metafísica y la parapsicología.
En una antología Lita Pérez Cáceres, perteneciente al Taller de Cuento Breve, publica el cuento
de CF Más allá del arcoiris, de trasfondo feminista, que trata sobre el aislamiento del ser
humano, en este caso de una mujer, en un mundo excesivamente dominado por la técnica.
En esta misma antología Luis Hernáez publica su cuento Aburrimiento perfecto, con un tema
parecido al Lita Pérez, la vida sometida a la tecnificación, pero en este caso la historia se sitúa
en Asunción, un espacio real.
En 1994 Catalo Bogado publica en su libro …Por amor y otros cuentos, un relato de CF, No
me gusta este cuento, en el que describe un mundo futuro en el que la gente emigra a otros
planetas en busca de oportunidades que le hagan mejorar su vida y en la Tierra solo quedan
ancianos y niños arraigados a su tradición. El inglés es la única lengua oficial por imposición.
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Manuel E. B. Arguello, Jesús Ruiz Nestosa, Luis Hernáez, Catalo Bogado y Lita Pérez Cáceres,
con estos cuentos, hacen incursiones aisladas a la CF y generalmente suelen referirse a aspectos
de la vida cotidiana situados en un mundo futuro para ponerlos en entredicho.
En 1997 se publicó la novela de CF: El arca de Marangatú de Gino Canese. Una visión del
futuro de destrucción al que se encamina el hombre por el crecimiento acelerado del
armamentismo, el consumismo y la destrucción de los recursos naturales.
En 1998 se publican la novela El goto, de José Eduardo Alcázar y un libro de cuentos, Al filo
de la eternidad, de Bertha Medina. También algunos cuentos que Lita Pérez Cáceres incluyó
en su libro Marta Magdalena María.
El goto es una novela ingeniosa, escrita en espangués, idiolecto fronterizo que mezcla el
portugués y el español, con gran ironía, sentido del humor y una trama de suspense policial
incluida.
Un caso singular es el del joven autor Francesco Gallarini Sienra. Cuando apenas tenía doce
años publicó un volumen de ciencia ficción de aventuras, con carácter infantil, titulado
Aventuras intergalácticas (1989). Su producción es juvenil y, por tanto dirigida a un público
esta edad. Luego se desarrollaría como escritor de narrativa fantástica de horror, en su vertiente
dark fiction, como en sus novelas cortas Yo soy legión, de 1994, y La clase, de 1995, que se
inspiran en el mundo del cómic de terror duro o gore, donde aparecen desde sectas satánicas
hasta jóvenes convertidos en zombies, sin obviar las continuas referencias al mundo urbano y
las problemáticas juveniles.
En el año 2000, Jeu Azarru (seudónimo literario de Eduardo de Urraza) publica en formato de e-
book su novela La Sociedad de las Mentes, que aparecería un año después en letra impresa.
Urraza es argentino de nacimiento, pero reside en Paraguay desde 1976. La Sociedad de las
Mentes es un análisis sobre la vida en la realidad virtual y las relaciones interpersonales que
esta tecnología genera. En el año 2003 publica un libro de relatos de CF y fantasía, titulado
Verdades futuras y Mentiras Antiguas, escritas en un Presente Incierto, y en el año 2005
aparece Yronia, su segunda novela, complemento de la anterior y al mismo tiempo un
experimento donde mezcla narración, poesía y reflexión en un universo habitado por numerosos
personajes extraños con habilidades sorprendentes.
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A PROPÓSITO DE LAS ANTICIPACIONES DE
OSVALDO GONZÁLEZ REAL
Carlos Villagra Marsal
Invito al discreto lector a imaginar el mundo de
los bisnietos de nuestros nietos: ¿Qué lunas metálicas
vigilarán aquellos cielos futuros? ¿Qué comunicación o
antagonismo se mantendrá con otros habitantes de la
populosa Vía Láctea? ¿Qué criaturas hechas por el
homo sapiens a su imagen, pero no a su semejanza,
usurparán las tareas y desvelos de la especie? Y en el
corazón de plástico, titanio y cristal de esos Adanes,
¿alentará de pronto -por algún descuido electrónico
infinitesimal- la envidia y el odio a sus creadores? Y lo
que es más serio todavía: ¿Prevalecerá contra los
árboles la babilónica confusión de concreto, altillos,
petróleo y tubos cloacales de las urbes venideras?
¿Continuarán nuestros lejanos descendientes con el
privilegio de sentir cómo empieza la Tierra a partir del
trino de la alondra, del sinsonte, del ruiseñor, del
corochiré? ¿Seguirá definiendo la madrugada el
perfume de la azucena, y la noche el del jazmín?
¿Podrán nuestros vástagos aún nonatos arrancar la
fruta, exclamando en su día como Rubén Bareiro
Saguier: «La naranja chorrea con el mordiscón. / El río
corre por mi barba, / reluciente de frescura.»?
Nadie -ni siquiera un poeta- consideraba estas conjeturas hace tres, cuatro generaciones.
Ahora hasta el desaprensivo —6→ las juzga válidas. La velocidad del adelanto cibernético y el
gigantismo tecnológico de los países industrializados, la depredación masiva del ecosistema y la
irreparable alteración de los biótopos en los países indigentes, junto con los desechos a escala
planetaria, la ley de Malthus inserta en la del embudo, el efectivo al par que difuso horror nuclear y,
desde las alturas del mando, el Orden de los campos de concentración, el sadismo de la «raza
superior» y otras ocurrencias siniestras, son argumentos suficientes a favor de las peores
suposiciones sobre la supervivencia misma del hombre o su reducción a una triste maquinaria de
obediencias.
Deseo manifestar los aciertos estilísticos más aparentes de González Real : la ceñida línea
argumental, la presentación sobria y el diálogo desnudo, la prosa suelta y a un tiempo funcional;
dejo al lector el fácil descubrimiento de sus demás excelencias. En cambio, debo indicar que las
imaginaciones del autor, al igual que las de sus epígonos (Wells, A. Huxley, Orwell, Bradbury,
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Sturgeon, Stapledon), no sólo anticipan sino previenen; no sólo previenen sino denuncian. De allí su
afirmación contemporánea, su paradójico valor testimonial.
Los dos cuentos que principian el libro me producen cabal satisfacción. La «Epístola para ser
dejada en la Tierra», con su transparente alegoría de los espléndidos y atroces vaticinios de Juan el
Evangelista (el Apocalipsis, escrito en Patmos, es uno de los contados textos antiguos de real
anticipación), constituye una aguda ilustración del extraño y hermoso destino de la humanidad. Y en
el desesperante universo sin follaje de «Otra vez Adán» se contraponen dos categorías permanentes
del espíritu: la erudita insensibilidad del profesor Axes y el asombro virginal de Mario Adam; por lo
demás, el relato enseña que nuestra narrativa puede asumir lo legítimamente paraguayo sin deslizarse
en las comodidades del color local. «Reflexiones de un Robot» es una distopía -así nominada por el
mismo autor- que apunta la molesta probabilidad de que los autómatas aniquilen a los hombres por
error de activación de éstos, según lo mencioné antes. «El fin de los sueños» está traspasado por la
confianza de que los fabuladores despiertos, es decir los poetas, sabrán impedir que se entierren los
ensueños. «El caminante solitario» es una melancólica profecía referida a la prohibición del sencillo
deleite de andar. Por último, «La canción del Hidrógeno» participa del mismo fundamento que uno
de los capítulos de «De la Terre à la Lune», pero la anécdota de Osvaldo González Real es más
intensa y aleccionadora que la de Verne.
No obstante, esta «silva de varia lección» contiene dos textos con muy distintos significantes
de los ya comentados. «Manuscrito encontrado junto a un semáforo...» es una suerte de divertimento
kafkiano, o más vale cortazariano, sobre el nunca bien maldecido transporte colectivo de la ciudad
comunera de las Indias, y «Marcelina» -de arquitectura felizmente influida por Roa Bastos, conforme
lo recuerda el propio escritor en su «Epílogo»-, una excelente conjunción de lo popular y lo «culto»:
gracias a Dios, estas muestras son cada vez menos escasas en la cuentística nacional.
Soy tripulante de una gigantesca nave espacial que cruza la Galaxia. Hace algún tiempo que
deseo relatar, por escrito, los momentos difíciles que pasamos y la crisis por la que está atravesando
nuestra expedición. Seguimos a la nave-madre, aún más enorme que la nuestra, que nos provee de
combustible, y remolcamos una más pequeña, que podría servirnos de refugio en el caso de una
catástrofe. Hace muchísimo tiempo que estamos viajando (algunos creen que millones de años), y se
calcula que, tal vez, llevará otros tantos llegar a destino (la Nebulosa que surcamos es enorme). Los
más escépticos de entre nosotros dudan de que podamos arribar un día a la añorada meta final.
Aparentemente, en algún momento de la historia de nuestra inmensa jornada, se perdió el libro
de bitácora (debido a un suceso desconocido), y con él, todo conocimiento sobre nuestro pasado y el
motivo de este gran viaje. Se cree, por otra parte, que hemos estado viajando desde siempre, y que no
terminaremos de hacerlo jamás.
Los más sabios de la tripulación, sin embargo, han tratado de encontrar una explicación al
misterio y se han esforzado por descifrar el enigma de nuestro origen, con el fin de develar el sentido
de la expedición y predecir, en lo posible, su desarrollo y desenlace futuro. Se dice que somos los
sobrevivientes de una antigua civilización cuyo mundo se extinguió después de una formidable
explosión. Según otros, subimos a la nave -vacía hasta ese instante- procedentes de un remoto lugar.
Muchos afirman que surgimos dentro de ella como proceso mismo del viaje. En fin, no han faltado
los que han dicho que todo esto no es sino un sueño; una pesadilla sin fin.
Los esfuerzos para explicar nuestros comienzos, infortunadamente, hasta ahora han resultado
vanos, y tenemos que contentarnos con suposiciones y teorías más o menos aceptables, todas ellas
imposibles de comprobar. Nuestra situación se agravó desde el instante en que descubrimos,
espantados, que nos era imposible abandonar la nave y que, por otra parte, no podíamos controlar ni
cambiar su curso. Un profeta, surgido en uno de los momentos de crisis (hace una decena de años),
había afirmado que -casi con certeza- nos dirigíamos hacia un punto situado en las proximidades de
la constelación de Hércules, cerca de Ras Algathi. No sé si esto ha sido confirmado por los
científicos de a bordo, pues se ha llegado, inclusive, a dudar de si vamos a alguna parte, en definitiva.
Los hombres que como yo llevan el Sello grabado en medio de la frente, hemos pensado que
como estamos predestinados a viajar dentro de esta inmensa nave -salida de no sabemos qué puerto
del universo y cuyo itinerario se ha perdido-, tendríamos que encontrar la manera más humana y
racional de llevarlo a cabo para evitar todo sufrimiento innecesario a los tripulantes. Las fricciones y
tensiones que los afligen en la actualidad amenazan con llevarlos a un motín.
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Pero somos, lastimosamente, una minoría y poco caso se hace de nuestros consejos y
recomendaciones. La mayoría prefiere divertirse a bordo, como si éste fuese un viaje de placer y no -
como lo creo firmemente- una expedición de vital importancia.
Hace tiempo que no existe la paz entre nosotros a causa de las distintas teorías sustentadas por
grupos antagónicos para explicar nuestro origen, situación actual y destino futuro. Gran parte de la
tripulación, no obstante, permanece indiferente a las preguntas fundamentales: ¿Hasta dónde?, ¿para
qué?, y ¿por qué?, limitándose a vivir la vida lo más cómodamente posible, en el compartimento de
la nave que le ha tocado en suerte, según la rígida jerarquía establecida por nuestros antepasados y
que heredamos alguna vez.
Este sistema es mantenido, en parte por desidia, en parte por un ciego respeto a la tradición.
La mayoría cree que esta situación es injusta y que los que hacen la mayor parte del trabajo para
mantener la nave en funcionamiento tendrían que tener acceso a las secciones más amplias y lujosas
del vehículo espacial, y gozar de los mismos derechos y privilegios que los demás. Los jóvenes, en
especial (más del cincuenta por ciento de la tripulación), se niegan a aceptar este estado de cosas,
rebelándose continuamente.
Como el viaje ha durado ya tanto tiempo, miles de generaciones han nacido, vivido y dejado
de existir dentro de la espacionave. Hay personas que sólo se preocupan de propagar la especie, para
asegurarse, de algún modo, que al menos sus descendientes lleguen a destino. Esto parece servirles
de consuelo, cuando se les informa que -indudablemente- todavía nos queda un largo camino por
recorrer.
En los últimos tiempos, han surgido otros inconvenientes, no menos graves que los anteriores.
El sistema de ventilación del vehículo espacial ha estado fallando, debido a una especie de
envenenamiento de las fuentes de oxígeno. Tenemos, además, problemas con el suministro de agua y
la distribución de alimentos. Hemos perdido contacto con algunas secciones de la nave y las
comunicaciones están casi interrumpidas. En algunos casos, se ha impedido el paso de los tripulantes
de un compartimento a otro, perdiéndose la coordinación y unidad necesarias para el mantenimiento
de la misma. Todo esto puede poner en peligro el desarrollo de nuestra extraña expedición a través
del cosmos.
Las reservas de combustible de la nave-madre, afortunadamente, parecen ser ilimitadas;
gracias a ella nos seguimos desplazando -con propulsión gravitatoria-, a la constante velocidad de 40
kilómetros por segundo.
Lo más alarmante, sin embargo, es que nos hemos dividido en dos bandos antagónicos
irreconciliables, que se han retirado a vivir en los extremos opuestos de la nave, negándose a aceptar
la formación de un tercer bloque independiente. Se están acumulando grandes cantidades de
armamentos, sumamente letales, para el próximo enfrentamiento que se espera será definitivo. El
origen del desacuerdo proviene de la diferencia existente entre los dos grupos contrarios, en cuanto a
cómo hemos de vivir mientras dure nuestra larga y dolorosa peregrinación, y de si quiénes han de
ejercer el poder a bordo.
Casi todos opinan que el hecho de dirigirnos hacia un supuesto paraíso situado en algún
remoto lugar del espacio (entre Altair y Arctururs, como sospechan algunos visionarios), no justifica
que tengamos que vivir, mientras tanto, bajo un sistema de opresión. Los que se han apropiado del
mando de la nave -por la fuerza- sostienen que ellos deben gozar de prerrogativas especiales, y se
oponen, en consecuencia, a toda evolución. Miles han muerto ya en la contienda, y la lucha
proseguirá, seguramente, hasta que todos reconozcan que una guerra de extermino total, dentro de la
espacionave, significará, indefectiblemente, el fracaso de nuestra misión y la imposibilidad de saber
jamás el destino que nos está reservado.
A fuerza de mirar el cielo, buscando algún indicio en las estrellas (algo que nos oriente en
estos tiempos menesterosos) hemos vislumbrado extraños signos premonitorios. No estamos solos.
Otros seres inteligentes marchan delante de nosotros.
Creo que nos estamos acercando a las últimas etapas de este inmenso viaje. La ansiedad y la
miseria dentro de la nave se hacen cada día más insoportable. Grandes calamidades se avecinan. Nos
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acercamos, velozmente, a una zona infestada de meteoros, procedentes -al parecer- de la estrella
gamma de Andrómeda. Será como una lluvia de fuego... Más temible que atravesar la cola de un
cometa.
Hace poco tuve una visión terrible: soñé que desataban las cuatro fuerzas vengadoras que
vigilan en los bordes de la Galaxia. Las oí venir con corazas de fuego, de zafiro y azufre; y el tiempo
se detenía sobre un tercio de nosotros; y el resplandor de los soles empalidecía ante sus ojos... Me
despertó el rechinar de los goznes de mi prisión. Están cerrando la puerta del cohete en el que me
deportarán al espacio.
He llegado al final de mi relato. Magos, filósofos, artistas y profetas han surgido aquí, en
distintas épocas, para consolar a los desdichados viajeros y hacerles más llevadera la interminable
travesía.
Yo soy uno de esos profetas. Les he advertido. Les he hablado. Por eso me condenan.
Mi nombre es Juan. Yo fui tripulante de la espacionave Tierra.
P.S.: Este manuscrito fue hallado al lado de un cuerpo sin vida en el interior de un cohete
errante, por una nave que cruzaba la Galaxia, en las proximidades del Sol. Se ha enviado una
expedición con destino a la Tierra. Cuatro naves negras, al mando del Ángel Exterminador. La
consigna es JUSTICIA.
Asunción, 1972
Tomado de El Mesías que no fue y otros cuentos
LA TRASMIGRACIÓN
Jesús Ruiz Nestosa
IRTYCH, SIBERIA, 9 (ASP), (Urgente).- El primer trasplante de cerebro con resultados
positivos se efectuó hoy a la mañana en esta estación de veraneo por el doctor Nicolai Kramskoi.
El paciente es un obrero de 25 años de edad que responde al nombre de David Grisha, quien
sufrió un accidente automovilístico esta madrugada, resultando con fatales heridas en el cerebro.
Trasladado al Centro de Investigación Unido fue sometido a una operación de trasplante. Ésta
es la quinta vez que se efectúa después de largos estudios de investigación realizados por médicos
rusos, noruegos, dinamarqueses, norteamericanos y uruguayos. Los otros cuatro intentos fueron
negativos.
Los médicos que tomaron parte en este delicado trasplante se negaron a hacer declaraciones al
respecto. El doctor Nicolai Kramskoi, quien encabezó el equipo, manifestó, sin embargo, que existen
serios indicios de que el paciente sobrevivirá.
Personalidad del Paciente
David Grisha es un joven de 25 años y realiza estudios de mecánica naval en la Universidad
de Jerusalem.
Se encontraba en esta ciudad veraniega de Siberia, realizando trabajos relacionados con su
profesión, en los gigantescos diques secos de Yenisei. Es el tercer año que ocupa así sus vacaciones
con el fin de ahorrar fondos para pagarse sus estudios.
El accidente se produjo cuando abandonaba los muelles y fue embestido violentamente por un
montacargas que había perdido los frenos.
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La fuerza del impacto le causó graves daños en el cerebro, haciéndole perder el conocimiento
en el acto. Trasladado inmediatamente al Centro de Investigación Unido no quedaba ya ninguna
esperanza de sobrevivencia. Por eso se procedió con celeridad a la operación del trasplante.
Hasta el momento no se dio a conocer el nombre de la persona de la que se extrajo el cerebro
aún con vida.
IRTYCH, SIBERIA, 10 (ASP).- David Grisha, el primer ser humano que vive con un cerebro
prestado, salió de los efectos de la anestesia, según lo manifestó hoy aquí un vocero del Centro de
Investigación Unido.
Si bien no agregó concretamente nada más, dio a entender en sus declaraciones a la prensa que
el restablecimiento se realiza con toda normalidad, aunque con lentitud.
El doctor Nicolai Kramskoi, quien dirigió la operación de trasplante de cerebro -el quinto que
se hace, el primero con éxito-, no pudo ser ubicado en esta ciudad veraniega. Todo hace suponer, sin
embargo, que se encuentra aquí.
En las primeras horas de la mañana corrieron rumores que se instaló en la habitación contigua.
Nada pudo comprobarse al respecto ya que el ala del hospital en que se realizó la intervención
quirúrgica se encuentra severamente vigilada por fuerzas policiales de la Alianza de las Naciones.
Sus integrantes, solicitados a ese alto organismo internacional, llegaron a media noche en un avión
especial.
IRTYCH, SIBERIA, 31 (ASP).- Una gigantesca huelga general paralizaba hoy el tráfico
marítimo que se realiza entre el norte y el sur por el mar interior de Davydov y su compleja red de
canales. Ello hizo que pasara un tanto desapercibido el primer paseo que dio David Grisha por la
terraza del hospital.
Lo realizó en una silla de ruedas y la cerrada neblina del día no permitió la obtención de
buenas fotografías. Una nutrida fila de fotógrafos se retiró desilusionada y silenciosamente, después
de esperar cinco horas en lo alto de un edificio ubicado a mil doscientos metros del Centro de
Investigación Unido.
IRTYCH, SIBERIA, 12 (ASP).- En una entrevista mantenida con la prensa que no duró más
de doce minutos, fue presentado hoy David Grisha, el primer ser humano que vive con un cerebro
prestado.
Durante todo este tiempo el paciente permaneció al lado del doctor Nicolai Kramskoi, si bien
no pronunció una sola palabra. Contestó las preguntas el renombrado cirujano quien prepara una gira
por los países de América del Sur para dictar conferencias en los más adelantados centros de
investigación de aquel continente.
David Grisha, alto, delgado, tenía la mirada fija en los reflectores de la televisión y los ojos le
brillaban con intensidad.
La intervención quirúrgica se realizó con instrumentos de ultra sonido y otros que utilizan los
principios del rayo láser. Todo ello hizo que tanto los cortes como las suturas fuesen sumamente
prolijos. Así el joven con cerebro ajeno, no posee señales exteriores de la operación que duró diez
horas en el Centro de Investigación Unido.
El doctor Nicolai Kramskoi afirmó en repetidas ocasiones que el restablecimiento es
perfectamente normal y no se anotan anormalidades.
David Grisha escribió a sus parientes de Israel con la mano derecha, aunque él afirmó ser
zurdo de nacimiento. Los médicos atribuyen el hecho a que la mano y el brazo izquierdos poseen
algunas fracturas a raíz del accidente.
En cuanto a la tendencia frecuente del joven de expresarse en otros idiomas que no son el suyo
de origen, aseguran que se trata de un pequeño mal pasajero que pronto desaparecerá.
Ante la insistencia de los periodistas sobre la identidad del donante, si cómo determinaron la
muerte del mismo y otros detalles, la reunión de prensa fue suspendida y la sala desalojada.
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IRTYCH, SIBERIA, 10 (ASP).- Después de tres meses un día fue dado de alta el joven David
Grisha, de 25 años de edad. Él mismo sufrió una operación de trasplante de cerebro en el Centro de
Investigación Unido siendo el primero con resultado positivo después de cuatro intentos fracasados.
Una verdadera multitud de periodistas le aguardaba frente a la puerta principal del hospital en
que fue intervenido. Una escolta de policías de la Alianza de las Naciones le abrió paso. Subió a un
coche negro y desapareció rápidamente.
Vestía pantalones oscuros con una cerrada chaqueta de plastilex, color naranja, de cuello alto.
Se mostraba pensativo, casi distraído y pareció no advertir los destellos que de continuo lanzaban las
cámaras fotográficas.
IRTYCH, SIBERIA, 12 (ASP).- Los dos primeros días de su nueva vida, David Grisha los
pasó encerrado en su nueva residencia de un aristocrático barrio de Irtych, el balneario más elegante
de Eurasia.
La residencia, inspirada en una antigua villa del arquitecto español Antonio Gaudí, le fue
regalada por la Educational Research Society de Gran Bretaña mientras que la Rockefeller-Ford
Foundation de Nueva York corre con todos sus gastos personales.
IRTYCH, SIBERIA, 13 (ASP).- David Grisha, que lleva viviendo ya tres meses y cuatro días
con un cerebro ajeno, realizó hoy su primer paseo casi solo.
Lo hizo esta mañana por la Playa Verde que queda en las afueras de la ciudad y cuyo nombre
viene del tono ligeramente verdoso de la arena.
A cierta distancia y para impedir que se le acercaran extraños, le acompañaban cuatro policías
de la Alianza de las Naciones, vestidos de particular. El joven permaneció sentado en la arena por
espacio de más de una hora sin dirigir la palabra, ni siquiera la mirada, a sus guardias, quienes
mantenían respetuosa distancia.
David parecía encerrado en sus pensamientos y los médicos no han querido hablar de las
reacciones de su convalecencia. Ella fue calificada escuetamente como normal. No hubo
comentarios.
IRTYCH, SIBERIA, 17 (ASP).- En todos estos días David Grisha fue visto con frecuencia en
la ciudad de Irtych. Visitó, siempre solo y silencioso, el Museo de Arte Contemporáneo, el Salón del
Cine, el Museo del Átomo, el Palacio del Plástico, la Muestra de Astronáutica y la Biblioteca
Municipal donde pasó la mayor parte del tiempo. Fue visto en este sitio en repetidas ocasiones.
También visitó varias veces el salón «México 68» que inauguró aquí esa representación
diplomática con fines turísticos. Esta mañana, después de su tercera visita al pabellón, se dirigió al
centro comercial de la ciudad donde adquirió una máquina de escribir.
IRTYCH, SIBERIA, 25 (ASP).- Desde hace una semana, más o menos, no ha sido visto en
ningún sitio David Grisha. Aunque los periodistas montan guardia noche y día en el sitio que se
produjo el accidente. David no fue a él ni transitó por las proximidades.
En esta semana la única salida que se registró fue en la noche del miércoles cuando se le vio
dirigirse al Pabellón México 68. Como estaba cerrado solicitó que se le dejara entrar. Hecho que fue
posible gracias a la intervención de los guardias de la Alianza de las Naciones que le acompañan de
continuo.
El pabellón exhibe valiosísimas piezas del arte azteca pre-colombino. Sin embargo, la
atención de David Grisha fue acaparada por enormes fotografías que documentan las Olimpiadas
Culturales realizadas en aquella ciudad durante el año 1968.
El encierro continúa hoy.
IRTYCH, SIBERIA, 1.º (ASP).- El doctor Nicolai Kramskoi interrumpió hoy bruscamente su
gira por el continente sudamericano para regresar a Irtych.
Esta madrugada fue internado en el Instituto Científico Unido, David Grisha, a causa de
«ciertas molestias» según lo manifestó un vocero de ese hospital.
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Siguiendo un posible rastro, dos agentes del Servicio de Seguridad de los Estados Unidos,
llegaron hasta un hotel de Kurgan -una ciudad casi abandonada- a mitad de camino entre Irtych y
Moscú.
David Grisha fue encontrado en su cuarto tendido sobre una mesa en la que había gran
cantidad de libros y papeles con frases escritas con letra garrapateada. En una mano sostenía un
revólver con el que se disparó en la sien destrozándose la cabeza. Sus escritos muestran frecuentes
tachaduras y sus frases son más bien inconexas, mezclándose en ellas palabras en varios idiomas.
Grisha se registró en el hotel con el nombre falso de Evgueni Evtushenko, un poeta ruso que
fue muerto por error hace cuatro meses en Irtych, de varios disparos que le destrozaron los pulmones.
Los médicos no creen que se deba a un ataque de locura originado en la operación de
trasplante. Atribuyen a una tensión nerviosa excesiva al convertirse de pronto en el centro de la
atención mundial y al llevar un ritmo de vida al que no estaba acostumbrado por el bajo nivel social
al que pertenecía por origen y su escasa formación intelectual.
En un bolsillo fueron hallados unos papeles escritos a mano por él y ellos poseen las únicas
frases coherentes que pueden dar la pista, pues se refieren a jugadas de ajedrez.
suicidio se atribuye a un estado de alienación producido por el paso brusco de un sistema de vida
sencillo, y sin pretensiones intelectuales, a un nivel muy superior.
Éste es el quinto caso de trasplante de cerebro que fracasa.
Asunción, diciembre 14, 1968
MÁS ALLÁ DEL ARCO IRIS
Lita Pérez Cáceres
Vio algo con el rabillo del ojo, pero no le dio importancia y siguió preparando la mayonesa de
huevos sintéticos. Nuevamente percibió un movimiento y color en la ventana pero pensó que era el
ocaso automático de las tres de la tarde. Cuando cerró la heladera, el reflejo de algo rojo y redondo le
llamó la atención. Se decidió a salir al calor abrasador porque tenía que saber qué era, y lo encontró
saltando lánguidamente.
Era un globo. Común, inflado con aire, de color anaranjado oscuro y con algunos adornos celestes.
Vaya a saber qué ignotos espacios había cruzado para llegar hasta allí, donde no había ningún otro,
ningún cumpleaños, ninguna ronda.
Solveig se quemó los dedos al recoger el cordel y entró sofocada a la casa. El calor era inaguantable.
Cerró la puerta de su cocina y al influjo del fresco aire acondicionado el globo se puso un poco más
duro. Lo contempló con asombro y con placer.
Adoraba el color y la textura y no podía esconderlo. Abrió una de las alacenas vacías y lo encerró en
ese nido.
Luego, mecánicamente, preparó la mesa. El mantel blanco y las sillas grises de aluminio y plástico.
Platos y cubiertos de material desechable. Los vasos muy transparentes y, en el medio una jarra con
agua. Mientras cubría toda la comida con la salsa incolora, pensaba que era superfluo, pues la carne y
la verdura apenas tenían color; pero ése era el deseo de su marido. «Nada tiene que sobresalir, todo
debe ser de igual tonalidad», repetía constantemente. Por eso toda la casa era así, de un monótono
color plomo, y los alimentos también. Los muebles de la cocina eran claros, los azulejos cruelmente
blancos y los artefactos de acero inoxidable.
Si ella hubiera tenido que describir a su marido con tres palabras hubiese elegido: aburrido, gris y
pulcro.
Mientras se bañaba y se desinfectaba, por primera vez pensó en sí misma, se describió como una
mujer delgada, cansada, ajada. Había nacido hacía treinta y cinco años y podía recordar que sus
padres fueron más afables que su esposo. A éste lo había conocido por intermedio de una
computadora. Según parecía, era conveniente un matrimonio entre ambos, pues tenían importantes
afinidades. Los dos eran huérfanos, gustaban de una vida metódica, no querían tener más de dos hijos
y adoraban la limpieza. El último, fue el factor que decidió a Asperg.
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Incineró su ropa interior y descubrió con asombro que estaba cantando, qué raro, nunca lo había
hecho antes y hasta sonreía. Se abrió la puerta de entrada, llegaron su hija, su hijo y Asperg.
-Buenas noches madre.
-Buenas noches Solveig.
Esto fue todo, luego pasaron a asearse. Mientras estuvo sola corrió hasta su secreto: vio al globo
saltando juguetón contra el techo y queriendo salir de su prisión.
-¿Qué pasa? -sonó el vozarrón áspero de Asperg.
Ella perdió el suave rubor de su rostro y sirvió la cena.
-¿Cambiaste las cortinas? ¿Sacudiste las sábanas? ¿Pasaste la aspiradora en los techos? Solveig
respondió a todo que sí y era verdad. Hacía todos los días lo mismo pero su esposo necesitaba esos
sí, desesperadamente. Dependía de ello.
Los hijos nunca hablaban, se limitaban a mirarse a escondidas y a intercambiar sonrisas cómplices. A
ella le gustaba que fueran así. Aunque los sabía indiferentes también se daba cuenta de que tenían
vida propia. Vida palpitante y ardiente como los animales que habitaban más allá de los canales.
-Te espero en el dormitorio -se despidió él.
-Hasta mañana madre -dijeron Roc y Elvie.
Apenas se fueron abrazó al globo. Se hundió en esa onda naranja y cálida. Se vio a sí misma en otra
cocina, con sillas de roble oscuro y asientos de paja. La única luz venía del fuego de chimenea que
calentaba el caldero y hacía brotar chispitas en los platos con flores pintadas y en las copas color
ámbar. Casi pudo sentir en sus mejillas el roce de los crisantemos dorados que alegraban la mesa
desde un florero.
-Solveig -llamó su esposo. Todo se acabó, lo escondió y contestando: «Ya, comenzó con la rutina».
Tiró las sobras en el triturador de la pileta, puso los platos y las servilletas de papel en el incinerador,
así como los cubiertos. Ya con los guantes esterilizados puestos recogió los vasos del secador. Luego
apagó la luz y se encaminó al dormitorio, dejando ese ambiente helado y voraz, como una boca
acerada, ansiosa de engullir basura, palabras, sentimientos.
Antes de acostarse chupó una píldora de «Orgadiz», para el orgasmo feliz. Desde la primera noche su
marido le recitó sus mandamientos: «Todo lo que se acumula es basura, la basura es nociva, y yo,
como jefe de limpieza de la ciudad satélite, no puedo tolerar ni una partícula de suciedad en mi vida.
De modo que tendremos relaciones sexuales todas las noches, así no se acumularán deseos, ni
tensiones, eliminaremos desechos y dormiremos tranquilos y limpios». A veces Solveig pensaba que
era un tubo donde entraban y salían los alimentos y nada más. Las sensaciones, las ilusiones, las
desdichas no dejaban huellas ni recuerdos en ella.
Cuando por la mañana, despertó, recordó que había soñado en colores brillantes. El ruido de los
cohetes que despegaban de la base cercana, era ensordecedor.
Se vistió y preparó el desayuno, ansiosa, nerviosa. Su mente estaba puesta en la alacena.
Su marido protestó por el color subido de la mermelada y ella prometió no usarla más, mientras los
hijos ocultaban sus sonrisas tras las servilletas.
Cuando todos partieron, corrió a sacarlo y se puso a jugar como una niña. Saltaba en sus saltos leves
y gráciles.
Después lo guardó y limpió la casa tan alegremente que a veces reía sin motivo. No almorzó porque
estuvo bañándose en el mar de las olas celestes de su globo. Al mirar de cerca, ella, que nunca lo
había visto antes, sintió en sus labios gotas salobres, un viento frío estremeció sus carnes que se
habían tornado bronceadas, se mojó los pies y corrió por la arena tibia. El mar tenía todos los colores
del universo menos el gris.
18
Sonó la chicharra del ocaso de las cuatro y salió de su ensueño. Lo guardó. Hizo todo como de
costumbre, y cuando quiso despedirse de él, lo encontró achatado y delgado, sólo era una mancha en
la blancura del estante.
Comprendió que nunca más jugaría con él, se sintió irremediablemente sola.
Entonces, después de tirar todo el frasco de Orgadiz al piso, derramó los desinfectantes que había en
la casa, echó un puñado de polvo en cada cama y decoró amorosamente los cuatro platos con hilitos
rojos, que fue recortando del globo. A medida que lo hacía, sus lágrimas caían vibrantes de furia, de
tristeza.
Luego se bañó, acariciándose, y sintió por primera vez un placer natural. No aprisionó sus largos y
sedosos cabellos en la cofia, como acostumbraba. Anduvo caminando desnuda en su cuarto, tan frío,
tan impersonal. Recordó que Roc había traído algo que recogió de una de esas naves desconocidas
que solían llegar.
Encontró el paquete tirado en el fondo del placard. Lo abrió y sacó una túnica de seda, que se pegaba
a su piel y centelleaba con todos los matices del arco iris. Tenía una fragancia particular, muy
penetrante y excitante.
Bajó la escalera descalza y se miró en la puerta metálica. Estaba hermosa, extraña.
Al partir, decidida, levantó la vista hacia el espacio infinito. La vida la esperaba en cualquiera de esos
mundos ovales luminosos.
Y caminó hacia los canales lejanos.
LA PIEDRA NEGRA
ALEJANDRO HERRNSDORF
Día tras día, fue tan sólo su mirada lo que me atrajo hasta allí: después de mirar en sus ojos me di
cuenta que debía de romper ese muro que me
impedía saber más de él.
Y fue así que volví para casarme y fundar una familia. Y a seguir coordinando tareas con los
hermanos maristas, y a escaparme todos los fines de semana a buscar a aquellos que habían quedado
en el callejón. Y cada fin de mes, el Hermano Jörg, el gigantesco bretón, me entregaba un cheque:
"Tuvimos excedentes en la huerta, Gaspar". Yo sonreía, tomaba el cheque, lo endosaba y se lo
devolvía. "Qué bien, podremos comprar más comida para la labor de los sábados". El Hermano Jörg
se reía y me aceptaba el cheque. Luego destapaba un licor traído de su neblinosa tierra y nos
tomábamos un trago. "Te importa mucho esa gente, ¿no, Gaspar?". "Sigo siendo uno de ellos, aún
con mi casita y mi familia...".
Y así, todos los sábados nos encaminábamos al callejón entre quince voluntarios, y dábamos de
comer, bañábamos, vacunábamos, hacíamos todo lo que entendíamos como necesario para sacar a
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aquellos de la miseria, y demostrarles que había algo más. Y para insuflarles optimismo y esperanza
en ellos, les hablábamos de lo que podrían hacer si dejaban el vicio.
Claro que no todo era color de rosa. Más de uno de nosotros tuvo que ser internado por una puñalada
o un disparo, pues traspasó los territorios de las peligrosas pandillas que asolaban el barrio. Pero de a
poco nos hicimos de buen nombre aun entre ellos, y nos dejaban pasar. A veces inclusive nos
"soplaban" el dato de dónde ir, de dónde nos necesitaban más.
Fue el caso de Cristian, por ejemplo, que de prostituirse pasó a carpintero y por último a capataz de
construcciones. Un hombre joven, feliz, que respiraba optimismo y excelencia por todos los poros. O
bien el de Sue, que dejó la heroína para unírsenos. Ahora espera su segundo bebé. Su marido también
nos regala sus sábados para trabajar.
Dije que no todo nos salía bien. Ronnie y Mercedes volvieron a las pandillas y terminaron muertos
en una cuneta. Rose aún no deja la prostitución, pero va a nuestros centros cuando tiene hambre, que
es casi todos los días. Le hemos advertido que terminará muerta por la droga, o la matará algún
cliente, pero no quiere escucharnos.
Y fue la mirada zahorí de uno de los mendigos la que despertó en mí viejos recuerdos de las cosas
oscuras que leí y aprendí en mi estadía en Miskatonic. Borrosas imágenes de planetas desconocidos y
seres que los habitaban, y de otros pertenecientes a lo no viviente, y a ritos anteriores a la caída del
Hombre. Y entonces me acerqué a él. Y él se arrastró hacia atrás, como temeroso, enseñando los
dientes negruzcos. Envolvía en sus harapos un bulto grande y pesado, sin apartar el brazo de encima.
Al moverse, pude ver que no tenía piernas, y que los muñones estaban podridos y recubiertos de una
costra inmunda y hedionda.
Todo su ser emanaba miseria y dolor. Y sin embargo, se aferraba a su bulto con una determinación
indomable.
Me acerqué lo más que pude y dejé una escudilla en el suelo. "Come", le dije. Estiró la otra mano
como una garra apenas lo suficiente y, rápido, con movimientos de lagartija, apoyó el plato sobre el
bulto y comió con sus manos sucias.
Me senté cerca de él y lo vi comer, mientras me vigilaba desde el rabillo de sus ojos. Su pelo
enmarañado y largo colgaba en grasientas guedejas blancas sobre su rostro. Sus uñas eran negras y su
nariz estaba semicarcomida por la lepra. No me preocupé mucho en achicar la distancia, pues
pensaba lograr su amistad y posteriormente internarlo para curarlo.
Pero no fue sino tres semanas después cuando por fin se animó a farfullar algunas palabras. "No me
la quitarán" fue todo lo que pude entender, mientras masticaba el guiso. "¿Quitarte qué?", le
pregunté. Él me miró asustado, como quien no esperaba respuesta. Se sumió en un silencio
hermético, sólo roto por el chasquido de su lengua al comer.
Pero su mirada era la que me tenía atrapado. Él era diferente a todos los que estaban allí. Un examen
más atento a sus andrajos me señaló que no eran de tejido común. Y que esas manos, ahora del todo
inmundas, habían acariciado sedas y mejores alimentos. Entonces decidí visitarlo todos los días.
Un día falté. Al día siguiente cuando aparecí, el hombre ya se acercó a mí arrastrándose sobre sus
muñones para arrancarme el paquete ávidamente. Mientras masticaba murmuró: "Ayer no viniste".
Me sorprendí. "No pude, tenía que cerrar los archivos contables". Como si esta respuesta lo
satisficiera, se limpió la boca con el dorso de la mano y mirándome con sus extraños ojos, me espetó:
"Una vez fui rico y feliz. Pero he traicionado a mi mejor amigo, y por eso he sido castigado".
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Asentí. Muchas veces escuché esas historias, e inclusive me las dije yo mismo. "En realidad mi padre
es un rey, y cuando sepa lo que me está pasando, volverá por mí". Es un típico escape. Sin embargo,
presté atención a lo que me farfulló en un arcaico español.
"No. No me crees. Es como con todos. Pero es la maldición. Y las maldiciones de Aberrahmad
siempre se cumplieron."
"¿No habíamos sido los más grandes camaradas?", prosiguió. "¿No habíamos luchado juntos en las
guerras contra el Bicorne de Macedonia y luego, tras la derrota, huido hacia las montañas,
ayudándonos el uno al otro? Y fue allí, en las Montañas Negras de la Persia que encontramos al
Hechicero que agonizaba. Y fue él quien nos contó del tesoro que ocultaban las rocas, y del poder
que las acompañaba. Pues bien, apenas murió el nigromante, lo enterramos según fue su voluntad, y
partimos a investigar las cavernas.
"Arriesgada fue la búsqueda, pues nos enfrentamos a peligros que hombres versados en antigua
magia habrían deseado evitar. Pero nosotros éramos jóvenes, y habíamos sido templados en la
guerra. Y deseábamos asentarnos en algún lugar donde gastar alegremente lo que encontrásemos.
"Y huyendo de horrendas criaturas hematófagas, encontramos el lugar y pudimos entrar y asegurar
una roca como puerta, que sin embargo sabíamos no duraría mucho. Allí, junto a una extraña
estructura, yacía sobre un pedestal la Piedra Negra. Y la advertencia del Hechicero nos golpeó la
mente: sólo uno volvería. Pues has de saber, mortal, que quien fija la mirada en la piedra, cae bajo su
maldición: la codicia y el deseo insaciable de poseerla. Y la Piedra nunca se apartará del desdichado,
sino hasta que éste muera.
"Y has de saber también que la Piedra tiene vida propia. Y odia a su poseedor, y le trae todo tipo de
miserias, buscando matarlo. Pues fue así que cuando entramos a la caverna, mientras yo, más
prudente, miraba alrededor levantando mi antorcha, Aberrahmad vio la piedra en el altar y se lanzó
sobre ella. Yo me detuve antes a leer las inscripciones en la roca junto a la extraña estructura. Y las
leí y supe de los poderes de la misma y de los peligros que la acompañaban. Y cuando quise
decírselo a mi amigo, descubrí que él ya estaba levantando la enorme gema a la vez que me gritaba:
"¡Será sólo mía, maldito! ¡Nunca la tendrás!". Quise advertírselo, pero la trampa ya se había puesto
en funcionamiento. Quedó atrapado desde las rodillas para abajo por la ciclópea losa que se
desprendió de la pared. La Piedra Negra se desprendió de sus manos y cayó a mis pies.
"Entonces la tomé y miré en ella y entendí el Lenguaje que partía de ella. Y no pude, o no quise
cerrar mis oídos. Y comprendí que nadie me la quitaría jamás.
"Y, volteándome, subí a la estructura y pronuncié las palabras que me dictaban las extrañas palabras
talladas en la roca. Me reí al ver a mi amigo, mi más querido camarada, víctima de los repugnantes
seres que habitaban las cavernas. Y cuando las imágenes se disolvían ante mis ojos, escuché su grito,
mitad blasfemia, mitad gorgoteo: '¡Que la Piedra te traiga la desgracia como me la trajo a mí! ¡Que
nadie crea en ti! ¡Que la lepra te posea, maldito!'.
"No oí más. Caí en este tiempo, en este lugar, con la estructura totalmente desecha e inservible como
decía en las inscripciones. Al llegar, fui atacado y, dejándome casi muerto, malditos sean, no se
llevaron la Piedra porque era muy pesada. Al poco tiempo se me despertó la lepra. Haciendo un
esfuerzo de voluntad del que ya no soy capaz, intenté vender la piedra. ¿Y sabes lo que me dijeron?".
Su risa era un gorgoteo desagradable. Pero llegó un momento en que fue del todo repugnante
escucharlo, puesto que se reía a carcajadas, con la risa de la demencia incurable. Y al final terminó
en un sollozo:
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"¡Me dijeron que era muy grande y perfecta para ser verdadera! ¿Entiendes? ¡Se rieron de mí, de
Harbasúbal, guerrero del desierto! Y me dijeron que lleve mi bártulo de feria a otro lugar... y en todas
partes recibí la misma respuesta... y la lepra se llevó mis piernas y quedé aquí…". El sollozo se fue
apagando. Y me di cuenta que desde hacía largo tiempo estuve fijando la vista en la espejada
superficie de la piedra que había quedado descubierta en uno de sus nerviosos movimientos.
Él lo vio y la cubrió de nuevo con temor. Pero algo se despertó dentro de él. Quizás el hartazgo, la
tristeza desmedida. "¿La quieres ver?", me dijo, como quien se resigna. "Mírala. ¿No es hermosa?
¿No te cuenta de antiguos lugares ya olvidados, de hermosas mujeres que sólo saben tu nombre, de
riquezas sin cuento, de copas de vino que nunca se acaban? Mírala... mírala, por favor, y libérame de
mi desgracia".
Y miré en la negrura. Y escuché un lenguaje perdido en la noche de los tiempos, y a pesar de ello,
entendí lo que hablaba. Y comprendiendo al fin toda la miseria con que el poseedor fue castigado y
lo que aguardaba a quien después de él la tuviese, estiré las manos hacia el cuello del hombre y
apreté. Apreté hasta que su lengua asomó negra por entre sus retorcidos dientes. Y Harbasúbal,
guerrero del desierto, se entregó sin luchar.
Y entonces levanté su pequeño cuerpo y la piedra, los envolví en los harapos, y me dirigí a una
construcción cercana. Allí hablé con Cristian. Sin hacer preguntas, aceptó arrojar el paquete en la
gigantesca losa de los ciclópeos cimientos del futuro hotel. El cemento rápidamente envolvió al bulto
y lo sepultó.
Hasta que en tiempos venideros, cuando los hechiceros del futuro sepan de la Piedra, sea de nuevo
desenterrada para atraer miserias sobre su descubridor.
De él dice José Vicente Peiró en el prólogo de El manual: Estamos ante un autor que permite pensar
en que este subgénero sigue vivo y evolucionando en Paraguay (...) Herrnsdorf lleva al misterio a
terrenos incomprensibles, lo cual le da un carácter propio a su obra. La Piedra Negra es un cuento
influenciado por Clark Ashton Smith, y su Zothique. Actualmente forma parte, con otros escritores
de su generación, del grupo que rodea a Osvaldo González Real.
23
Pensamientos de un cibernauta
Jeu Azarru
Algunos dirán que mi vida no tiene valor, que
la propia experiencia, real, es lo único valioso
para formar nuestro carácter ¿Pero acaso haber
vivido innumerables existencias, encarnando
otros personajes, tomando decisiones,
conversando, conociendo, y hasta amando,
aunque fuera en mundos irreales, futuros o
pasados, no es lo mismo que experimentar
esas sensaciones en el plano físico de nuestro
tiempo histórico?
Soy un jugador por naturaleza, un habitante de
mundos virtuales electrónicos. Desde niño lo
he hecho y hasta ahora, a mis cincuenta años,
lo disfruto. Yo sé que son mundos
inexistentes, personajes inventados, pero las
interrelaciones que llevo adelante con ellos
son similares a las de la vida diaria. Inclusive,
con nuestra tecnología desarrollada, ya es
difícil saber si estoy interactuando con un
agente inteligente controlado por una
computadora o con un ser humano que se
halla, igual que yo, sumergido en una realidad alternativa, pero no por eso menos verdadera
que nuestro mundo físico.
Al fin y al cabo, ¿Qué es real y qué no lo es? ¿Acaso la experiencia en sí no es algo real,
algo que permea a través de mis sentidos, algo que percibo y con lo cual interactúo? ¿Acaso
las personas virtuales no se tornan reales en mi mente? Todo lo que es externo a mí, pero
interactúa conmigo es real en el universo que esté habitando en ese momento, tenga vida o
sea una mera simulación de la vida.
Todas las pruebas que he pasado con éxito en innumerables existencias paralelas, las he
vivido, son experiencias adquiridas, aunque pertenezcan al mero mundo digital de los
pensamientos electrónicos. Soy mucho más que un hombre, soy la suma de la experiencia de
muchos hombres, soy alguien que recuerda muchas vidas, como si pudiera rememorar los
sucesos previos a mi última encarnación ¿Eso no me convierte en un ser superior por sobre
todos aquellos que han tenido una única existencia? Peor aún, la mayoría de las personas
tienen una sola vida sumamente aburrida, tediosa y sin ningún atisbo de posible crecimiento
mental o espiritual, y en cambio yo he experimentado mucho más que ellas.
Yo he crecido, he cambiado, he aprendido. He asumido numerosos roles, he resuelto
enigmas, he amado, he luchado, he perdido o ganado, e inclusive he muerto en más de una
ocasión. Y todo ese aprendizaje lo he incorporado a mi propio ser, sin importar si sucedió en
el mundo real o en el virtual. Y dicho conocimiento lo puedo aplicar al mundo real como si
allí mismo lo hubiera vivido. Entonces, soy más que un hombre, soy un súper hombre.
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Capítulo 2
Lucha por la vida
Poco tiempo transcurrió desde que la larga caravana se detuvo, pero los hombres ya habían cavado
varios hoyos lo suficientemente profundos, en el pétreo descampado, como para refugiarse bajo la
arena. La mayoría de las personas se movían de aquí para allá, cubriendo los pozos con unas finas
telas brillantes, y asegurándolas firmemente al suelo con estacas y con piedras.
Un sólo hombre se aislaba de ese tedioso trabajo. Estaba parado sobre una duna, un poco alejado de
los demás, vigilando el horizonte a través de unos antiguos prismáticos. El vetusto artefacto que
sostenía en sus manos, y que le servía para observar a lo lejos, parecía ser un invaluable trofeo de
guerra, una reliquia histórica, un tesoro. Y tal vez lo era... Hacía tanto tiempo ya desde que no se
fabricaba uno sólo de ellos.
- ¡Santo! - gritó uno de los hombres, jadeante, mientras trepaba por la duna y se acercaba al vigía.
El individuo bajó el largavistas, y lentamente giró la cabeza. Sus insondables ojos mostraban
seguridad y firmeza, y las pocas pero profundas arrugas de su frente, un estoicismo sin igual. Su pelo
era corto, y parecía que lo hubieran cortado con cuchillo, o algún artefacto poco adecuado. El
nombre por el que se lo conocía: “El Santo”, era totalmente merecido, sin duda se trataba de un
hombre inigualable, ejemplar, admirable. Se notaba en su rostro el haber tenido una vida muy dura,
como la del resto de su comunidad, que tan sólo necesitaba un poco de paz, algo complicado de
conseguir en épocas tan difíciles. El sujeto bajó la vista, y miró hacia la figura que se acercaba: -
¿Qué ocurre, Esteban, estimado amigo? - le preguntó.
26
- El momento del crepúsculo es hermoso, - respondió el otro, mirando los rojizos alrededores - pero
está por anochecer, y pronto vendrá la próxima guardia. Me parece que es hora de que nos ocultemos
en los refugios.
- No te preocupes, conozco los peligros a los cuales nos enfrentamos. - El Santo se quedó inmóvil
por un momento, mirando a la lejanía. Parecía un espectro, protegido en la penumbra del ambiente,
siendo acunado por las largas sombras que se extendían junto a los últimos rayos del sol. A pesar de
que ya anochecía, el calor era insoportable y el sudor empapaba toda su ropa al escurrírsele por la
frente. Enseguida se reincorporó - Vamos... - le dijo a Esteban, y sin mediar palabra más, bajaron de
la duna y se ocultaron en uno de los refugios. La tela aislante ya había sido cubierta con arena y
algunos arbustos. No querían repetir la desgracia de la última incursión, en la que un grupo de
soldados había sido masacrado por los “Demonios Aéreos”, quienes habían incorporado entre su
instrumental detectores caloríferos y de movimiento. Los pobres humanos fueron emboscados y
masacrados en la noche, que creyeron un seguro velo que escondería sus movimientos. El pelotón
completo fue eliminado en pocos instantes.
Esta vez el Santo había previsto todo de manera que no ocurriera un percance similar. Los refugios se
taparon con una tela aislante, que a su vez se cubrió con arena y arbustos, camuflándolos por
completo. Los hombres estaban apiñados en tres pequeños refugios bajo tierra, a la espera de la
noche profunda, para iniciar el operativo.
- ¿Recuerdan las instrucciones? - preguntó en Santo a los soldados que se hallaban a su alrededor en
el refugio.
- ¡Sí señor! - respondieron sus compañeros. Los hombres, más que humanos, parecían espectros.
Presentaban evidencias de desnutrición y carencia de salud, pero tenían la frente altiva y el alma
curtida por la miseria, esa miseria que con profundo anhelo querían evitar a sus hijos.
- Espero que todo salga bien, y podamos descubrir muchos secretos hoy, además de rescatar esa
invaluable tecnología. Recuerden, nos pondremos en movimiento luego de que pase la primera
guardia nocturna. No quiero fallas, todo debe realizarse de acuerdo al plan establecido. ¿Hay alguna
pregunta o duda al respecto?
Los hombres se miraron entre sí, pero no dijeron nada, salvo alguna que otra tos profunda, intentando
ser contenida en un momento tan importante.
- Fernando, - agregó, mirando a uno de los soldados - tu actuación será la clave en el éxito de esta
misión. Tengo fe en que harás tu mayor esfuerzo para que lleguemos a una victoria segura. No te
preocupes por los demás. Nosotros seremos la distracción de los enemigos, para que te dejen
tranquilo y puedas actuar. Pero por favor, no falles. Una vez que hayas cumplido tu misión te unirás
a nosotros dentro del recinto, ¿Entendido?
- Perfectamente Santo, no te defraudaré. - afirmó el hombre con solemne seguridad.
- Así lo espero. - insistió el cabecilla.
El Santo tomó una cantimplora semivacía, y dio un sorbo a su refrescante contenido. Tuvo unas
tremendas ganas de saciar toda su sed, pero le pareció injusto hacerlo, y por lo tanto se la pasó a los
demás para que compartan el agua. - Bueno, - dijo - descansemos hasta que llegue la hora prevista. -
cerró los ojos, y recostó su cabeza contra la pared terrosa. Al poco tiempo se durmió profundamente.
Hacía días que no descansaba, preparando la misión. Costó tanto esfuerzo y sacrificio ubicar
exactamente el lugar, y se perdieron tantas vidas y tanto tiempo en las anteriores expediciones, que
estas fuerzas ocultas bajo la tierra eran las últimas que quedaban para el ataque, que debía ser un
éxito. Las armas con las que contaban eran de proyectiles, pero muy antiguas, provenientes de las
Guerras de los Días Antiguos. Las habían hallado en excavaciones cerca de lo que se suponía fue una
gran ciudad de aquellas épocas. Era un tesoro inigualable, milagrosamente bien conservado dentro de
una construcción subterránea que sobrevivió parcialmente a las guerras. Las mejores armas
rescatadas eran unas de repetición, que contaban con muchas municiones y con un alto poder
destructivo. Pero todas las esperanzas estaban puestas en el lanzacohetes que celosamente se
guardaba en el refugio del Santo. Esta vez tenían que penetrar en las instalaciones a toda costa. No se
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podía permitir que ocurriera ningún error, porque jamás volverían a tener tanta gente y semejante
armamento junto listo para un ataque.
*****
Un sórdido zumbido despertó abruptamente al Santo, quien por unos instantes no entendió que
ocurría a su alrededor. Tenía aún en su mente las gráciles imágenes del sueño que tuvo, un sueño
irreal, en una gran pradera verde como nunca había visto ni imaginado, en la que corría buscando a la
imperecedera nada. Los hombres ya estaban aprestándose para la jornada, revisando las armas y
esperando a que cese el molesto pero apagado ruido. El Santo se desperezó casi sin moverse,
ordenando sus ideas, y con un pequeño suspiro se secó el sudor de la frente, para luego tomar su
arma. Ordenó a Fernando que llevara consigo el lanzamisiles y le dio las últimas instrucciones. Otro
de los hombres lo ayudó a cargarlo fuera del refugio, y a lo largo del camino que seguirían.
Esperaron unos cinco minutos y salieron con mucho cuidado de los hoyos ocultos. Rápidamente se
vistieron con unos trajes hechos de la misma tela aislante, semejantes a unas bolsas con capucha, que
les cubrían todo el cuerpo. Se colgaron las armas al hombro y empezaron a caminar a un ritmo
acelerado hacia el punto clave. Muy a lo lejos se oía aún el ruido de los artefactos voladores. Los
momentos que siguieron después fueron de silencio total, obscuridad y movimiento.
Tuvieron media hora de dura caminata a través de las Tierras del Horror, donde muchos de sus
amigos habían perecido emboscados por los Demonios, quienes los hicieron correr por campos
minados en la búsqueda de su eliminación. Todavía había restos de las antiguas explosiones, y de las
víctimas, lo que les produjo el terrible sobrecogimiento de terminar como ellos. Con mucho cuidado
caminaron por zonas en las que parecía difícil que hubiera explosivos enterrados, y finalmente, luego
de mucho sufrimiento, los hombres se encontraron muy cerca ya del destino de la misión.
- Estamos retrasados, - dijo el Santo a Esteban y al resto de los hombres que se encontraban cerca
suyo - nos quedan pocos minutos antes de que esos dos terribles Demonios regresen. - agregó,
mientras miraba su cronómetro, uno de esos relojes a cuerda que nadie había visto nunca, antes de
que él lo encontrara en alguno de sus viajes. Era otro de sus preciados trofeos.
El grupo siguió moviéndose cuidadosamente en esa noche sin estrellas. La luna se mezclaba con las
nubes en las alturas, dando una leve luminosidad al ambiente. En cinco minutos los caminantes se
emplazaron cerca del lugar. A unos cien metros se divisaba la puerta blindada del Búnker, entre las
rocas de una elevación. No se podían acercar más, ya que dos potentes cañones situados a los lados
del único acceso custodiaban la entrada, y alcanzarían a los cuerpos indefensos de los rebeldes. Por
detrás de la construcción de roca y metal estaba emplazada la gigantesca antena parabólica,
delineándose obscuramente por delante de las estrellas. Era una descomunal estructura, protegida por
rejas, alambres de púas y campos minados. Nunca supieron que estaba haciendo allí o para que
servía, ni tampoco ahora les interesaba, ya que su misión urgente era otra. El grupo se ocultó detrás
de unas sinuosidades del terreno, y dentro de unas profundas grietas en la reseca superficie.
- ¡Prepárense para el ataque!, - vociferó el Santo - ¡Tenemos pocos minutos antes de que los
Demonios regresen!
- Y allí no tendremos chance alguna de triunfar... - agregó Esteban en voz baja, para sí mismo.
- ¡Fernando!, ¡Es la hora! - gritó el Santo - ¡No podemos esperar más!, ¡Hazlo!, ¡Y bien!
Fernando elevó el lanzacohetes por encima de la grieta, ayudado por Mayhem, quien apenas podía
sostenerlo desde abajo. Una vez que estuvieron en posición, el primero cargó la poderosa arma en su
hombro, y el segundo puso la munición en su receptáculo. Luego, rápidamente, se lanzó a la grieta
para cubrirse.
- ¡Dispara ya!, - vociferó el Santo, mientras que el oscuro y peligroso zumbido de los entes voladores
empezaba a escucharse en la lejanía - ¡Pronto estarán sobre nosotros!
El soldado estaba tenso, y prefería ignorar los gritos de los demás. Lentamente logró que la mira se
fijase en las gigantescas puertas de acero, y que las manos le dejaran de temblar. Cuando sintió que
todo estaba listo apretó suavemente el gatillo, y vio como un hilo de luz, en unos instantes, llegó
hasta el objetivo haciéndolo volar en mil pedazos con una inmensa explosión.
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que puedan de ella!, ¡Todo! - este pedido hizo que algunos de los hombres que se encontraban cerca
de la explosión se acercaran al Demonio caído.
El propio líder de los hombres, notando la desesperación de los demás, y el pesar que causó el no
haber penetrado al lugar, desenfundó el arma automática que tenía colgada en la espalda, y cubrió los
movimientos de los demás con poderosas ráfagas de peligrosas municiones, pero de todos modos el
Demonio restante se acercaba de manera lenta e impasible hacia sus amigos. Dominado por la
impotencia, el Santo bajó el arma, sintiendo entre sus manos el tenue calor que emanaba de la misma
luego de haberse disparado... Y allí, sólo allí, se dio cuenta de por qué sus hombres eran blancos tan
fáciles, a pesar de estar protegidos por la tela aislante...
Cuando el Santo observó otra vez en la dirección de Fernando, su amigo herido, vio con sorpresa,
entre el humo de la batalla (si es que huir de la muerte sin ninguna posible defensa puede
considerarse una batalla), que los hombres en vez de estar trayéndolo, lo estaban ayudando a cargar
el lanzacohetes, poniendo la última munición en su interior. - ¡No!, ¿¡Qué hacen!? - increpó
furiosamente. - ¡Tráiganlo!, ¡No le hagan caso!, ¡El Demonio lo detectará! - siguió chillando. Pero
los hombres aparentemente no lo escucharon, porque no prestaron la más mínima atención a sus
bramidos.
La oscuridad era casi total, y la única nave que aún volaba iluminaba el ambiente con una tibia luz
que apenas podía atravesar la humareda, mientras escaneaba el suelo en busca de cualquier fuente de
movimiento o calor que pudiera ser destruida. Fernando se encontraba arrodillado, cerca del círculo
que la luz del Demonio proyectaba sobre la superficie, pero que lentamente se fue alejando de él
hacia otra dirección. Cuando por fin se sintió con fuerzas, volvió a levantar la pesada carga a sus
espaldas, y a apuntar hacia el maldito objetivo. Pero en ese momento ocurrió lo inesperado. El Santo
boquiabierto miró hacia sus espaldas, y sin poder exclamar nada debido a la sorpresa y al pavor, vio
como otros dos Demonios se acercaban por detrás de ellos a una increíble velocidad. - No puede ser,
- pensó - ni siquiera los escuchamos venir, ni siquiera sabíamos que existían más de ellos. ¡Fernando!
- exclamó sollozante - ¡Vuelve!, ¡No hay nada ya que podamos hacer!, ¡Es mejor que huyamos antes
de que sea tarde!
Fernando prefirió no mirar atrás, a pesar de los gritos de dolor de sus amigos. Apuntó a la puerta,
pero entre el brillo de las explosiones que le impedían ver, y con los soldados que corrían de un lado
al otro siendo masacrados, a quienes no quería lastimar por error, le era imposible jalar el gatillo. El
Santo intentó correr en dirección a su amigo, para traerlo de regreso a un lugar seguro, a pesar de que
los dos Demonios se encontraban sobre ellos. Entre las lágrimas pudo ver que Fernando gatilló, pero
el arma no escupió su fuego destructivo contra la puerta. Se enjugó los ojos y siguió acercándose,
mientras que el hombre golpeaba el lanzacohetes con la mano derecha. Ese instante se prolongó por
siglos. Fernando procuró gatillar de nuevo, mientras que el Santo trataba acercarse a él, para
tambaleante caer al suelo, al tropezar con el cuerpo sin vida de un compañero, oculto en la negrura de
la noche, y que no había visto en la desesperación. Mientras intentaba levantarse del piso, sintió un
trueno y un resplandeciente fulgor a sus espaldas, momento en el que una chispeante centella cruzó
el cielo lentamente por encima suyo, hasta alcanzar al soldado indefenso en la extensa planicie.
Luego del brillante resplandor, todo se convirtió en eterna oscuridad. El Santo no atinó a moverse,
sólo derramaba lágrimas en la reseca tierra.
Los pocos hombres que aún quedaban con vida, y que vieron lo acontecido, estaban estupefactos. Sin
la bazuca quedaba poco por hacer, más que huir para salvar sus miserables vidas.
Esteban corrió hasta el Santo, quien estaba boca abajo, con un fragmento de metal incrustado en la
espalda, a la altura del pulmón. Lo levantó lentamente, y lo dio vuelta. El Santo tenía la cara mojada
por las lágrimas y la sangre, y casi inconsciente le dijo: - Los he visto morir frente a mis ojos, y ¿Qué
he hecho?, nada... ¿Qué sentido tiene todo esto?
- Es mejor morir con honor que vivir como lo hacemos, Señor. - le dijo Esteban - El sentido de esto
es que nuestros hijos vivan mejor que nosotros. ¿No le parece?
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- No lo sé, cada vez veo todo más difícil. ¿Acaso cada vida que se perdió esta noche no tiene un valor
en sí misma?, ¿Vale la pena arriesgar a más gente inocente en la estúpida búsqueda de un mejor
porvenir? ¿Qué diremos a los hijos y a las mujeres de estos hombres?, ¡Dímelo!, ¿Qué les diremos?
Mientras tanto, los soldados corrían en todas las direcciones, sin un rumbo fijo, ya que los Demonios
formaban un triángulo que rodeaba a todos, y los empujaba hacia los cañones que, sedientos de
sangre, los devoraban sin piedad.
- ¡Señor! - gritó Esteban con solemnidad - Vuelva en sí. ¡Debe preocuparse por los vivos y no por los
muertos! Los hombres no resistirán más, no pudieron penetrar en las instalaciones, y las armas
enemigas los están destrozando.
El Santo lo miró fijamente a los ojos por un instante, perdidamente. Luego, con un poco de
dificultad, se paró sin pedir ayuda, y sacó una pequeña pistola de su cinturón. - Tenía la esperanza de
no tener que utilizarte esta noche - le dijo, con cariño. La levantó y disparó hacia el cielo sin estrellas.
Una bengala roja subió por los aires, mientras que Esteban gritaba - ¡Retirada!, ¡Retirada!, ¡A los
refugios!
El Santo tomó por el hombro a su compañero, explicándole lo siguiente: - Desháganse de las armas
que hayan disparado, y no usen ninguna otra, el calor que ellas emanan es lo que hizo que nos
detectasen tan fácilmente.
- Comprendo, señor. - le respondió Esteban.
Entre la humareda y la oscuridad, unos pocos hombres pudieron huir y retroceder por los Campos del
Horror, hasta los refugios cavados en la arena. Esteban y Mayhem cargaron al Santo, quien había
perdido el conocimiento y se había desplomado en el suelo, sobre un charco de sangre. Le hicieron
un vendaje provisorio con la ropa de un soldado caído en la batalla, y lo arrastraron lejos del peligro.
Todavía no había amanecido cuando los hombres llegaron a los refugios, pero se escuchaban en las
cercanías disparos y explosiones, puesto que las naves los habían seguido en su huida. Ya poco
quedaba por hacer, sino esperar que se tranquilice la situación, para poder alejarse definitivamente de
ese lugar. Pese al miedo y al dolor, la mayoría de los soldados se quedaron dormidos, dentro de los
pequeños refugios subterráneos.
*****
- Señor... Señor... ¿Aún está vivo? - preguntó una voz familiar.
El Santo abrió los ojos lentamente, y poco a poco las imágenes se fueron aclarando frente a él.
Intentó reincorporarse, pero un profundo dolor a la altura del pecho le impidió levantarse. Se guardó
el dolor para sí mismo, y vio que una venda le apretaba el torso. Prefirió quedarse sentado por un
minuto.
- Creímos que habías muerto, Santo. - dijo Mayhem.
- No sean tontos, yo no tengo tiempo para morir. - respondió el Santo, con una irónica sonrisa - ¿Qué
ocurrió?, ¿Cuál es la situación actual? - preguntó impaciente, a pesar de su debilidad.
- A lo sumo somos siete hombres. Al llegar aquí éramos más, pero los Demonios hicieron un
bombardeo sistemático de la zona, y volaron uno de los refugios por casualidad, matando a todos los
que allí se encontraban.
El Santo se quedó callado por un momento, pensativo, sentado en la reseca tierra, mirando hacia el
infinito. - Tantas vidas para nada. Tal vez esta no sea la mejor manera de hacer las cosas, tal vez
estemos equivocados en nuestros métodos y en lo que buscamos. ¿Y si en realidad, después de tanto
sufrimiento, no encontramos lo que queríamos?, ¿Y si allí no hay ninguna respuesta?, ¿Han pensado
en todo eso?, ¿Realmente vale la pena todo este dolor? Fernando... - dijo mientras recordaba su
imagen desmaterializándose frente a él, y contenía las lágrimas frente a sus amigos - ...Y tantos otros
excelentes hombres murieron hoy, y ¿Para qué?, no conseguimos nada... ¡Nada!
- Eso no es tan cierto, - interrumpió Esteban - creo que en ese Búnker hay mucho más de lo que
necesitamos, y obtuvimos pruebas, que lo demuestran.
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- ¿Qué pruebas?, creo que nada me convencerá a regresar aquí. - dijo el Santo con un tono pesimista.
- Del Demonio caído hemos conseguido rescatar muchas cosas, aparatos extraños, instrumental,
hasta inclusive algunas armas muy raras, tal vez tan destructivas como la que acabó con el propio
Fernando. ¿Te imaginas tener un potencial tan grande en nuestras manos?, podríamos vencerlos por
fin, ¿No lo crees? - le dijo Mayhem.
- ¿Y piensas que funcionarán?, - dijo el Santo con un leve brillo en sus ojos, mirando a Esteban - la
explosión fue muy grande, y esa infame monstruosidad ardió por mucho tiempo.
- Sí, pero aparentemente lo que ardió y explotó fue una sustancia muy combustible que él cargaba
consigo, tal vez algún tipo de arma que no llegó a utilizar contra nosotros. Gran parte del Demonio
estaba sano, y muchos extraños artefactos se salvaron. No sé si funcionan, pero tal vez se puedan
reparar.
- Eso es muy interesante, deberemos cargar con ellos cuanto antes y largarnos de aquí, porque
nuestra vida corre peligro mientras sigamos escondidos en este lugar. Seguramente volverán a
buscarnos. - indicó el Santo con un tono de preocupación, luego, cambiando de tema, agregó: -
¿Alguien tiene un poco de agua que me pueda convidar?, no soporto este calor, ni la sed. - dijo
mientras se enjugaba el sudor de la frente con la manga de su deteriorada camisa.
Mayhem le alcanzó una cantimplora, casi vacía - Es lo único que nos queda, mejor será que nos
movamos antes de que muramos de sed y de hambre.
El Santo bebió de ella un trago, y se la devolvió. - Pongámonos en movimiento entonces, porque o
sino no llegaremos a casa. - Lenta y dificultosamente se levantó, sin pedir ayuda, y salió del refugio.
El sol horadaba las estrías de la tierra, como las de los rostros de los sobrevivientes. - La marcha será
lenta, - dijo - no creo que podamos ir muy rápido con este calor, y en el estado penoso en el que nos
encontramos, además debemos cargar con los trastos del Demonio. Espero que lleguemos a salvo a
casa, y que allí podamos pensar en algo, en alguna forma de replantear todo esto. Ya me estoy
cansando de esta triste vida que estamos llevando. Al fin y al cabo yo no soy un soldado ni un líder,
soy un hombre de carne y hueso, como todos ustedes. Y cada día me siento más débil de lo que me
sentía el día anterior.
- ¡No señor! - dijo Esteban, con sumo respeto - Usted es “El Santo”, el elegido para darnos una vida
mejor, no es como nosotros, es mucho más, es nuestro héroe y el de nuestras futuras generaciones.
- ¡Los héroes militares no existen!, traer sangre, muerte y destrucción no lo convierte a uno en héroe,
por más que sea un libertador. - respondió iracundo el Santo.
- Pero... a veces no hay otra forma de hacer las cosas. Sin la sublevación del pueblo, nuestros
antepasados, como ahora nosotros, hubieran sido esclavos, piltrafas humanas por siempre, mientras
que unos pocos desalmados se hubieran aprovechado de ellos eternamente. - replicó Esteban.
- Sí, es cierto, pero no podemos caer en el error de considerarnos héroes, porque no lo somos. Somos
un grupo de renegados que tenemos que pasar al olvido luego de nuestra actuación. Los únicos y
verdaderos héroes aquí son nuestros hijos, viviendo en la miseria, carentes de salud, alimento, ropa y
cuidado, y nuestras mujeres, que trabajan tanto o más que nosotros para producir la pobre comida de
la que nos alimentamos, y que cuidan a nuestros niños como oro, y pese a todo ese amor, son pocos
los que sobreviven. Ellos sí son héroes verdaderos. Si nosotros queremos ser recordados, debemos
buscar otros medios diferentes a los de la guerra. Yo sé que no hay otra solución a nuestros
problemas y desgracias en este momento, pero tengo encima el peso de todos nuestros compañeros
muertos, mirándome a los ojos, y preguntándome por qué tuvo que suceder todo así... Fernando - dijo
suspirando, con un tono de profunda pena - y los otros, tantas buenas y valiosas vidas se perdieron
hoy. ¿Crees que es justo todo esto?, yo no lo sé, no quiero pensar en ello...
- Pero por lo menos sabemos que estamos luchando por el lado correcto, el del bien verdadero. -
pensó Mayhem en voz alta.
El Santo lo miró con frustración y pena: - En la guerra no existen lados buenos o malos, y deberías
saberlo. Tan sólo hay bandos opuestos, ambos equivocados. Y de cada lado hay gente, pobre gente
inocente, engañada, que llega a creer que su causa es la verdadera... Todo es una gran mentira,
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porque si alguna causa fuera verdadera, las guerras no existirían, no habría motivos para que las
personas se maten entre sí. La solución a nuestros problemas se debería haber buscado en su
momento, eliminando los pequeños egoísmos que separaron a los hombres poco a poco entre ellos, y
los llevaron a las múltiples guerras que en la larga historia de nuestro planeta han existido. ¿No
recuerdan las leyendas?, sólo el odio del hombre pudo haber generado la pena y desolación en la que
vivimos ahora. A veces pienso que debemos resignarnos y dejar a otras criaturas el cuidado de
nuestro planeta, porque hasta los animales más simples sabrían que hacer con él mejor que nosotros.
No sé, estoy tan cansado...
- Deje de pensar en todo esto de forma tan pesimista, - lo interrumpió Mayhem de nuevo, apoyando
su mano en el hombro del Santo, temiendo que sus palabras minaran la moral de los demás soldados,
ya desolados de por sí - si usted abandonara todo, si no estuviera más entre nosotros, ¿Qué haríamos
los pobres mortales?, no llegaríamos a nada sin su liderazgo, sin su sabiduría. Lo que pasa es que
usted está pasando por un momento de duda, miedo e inseguridad, por todo lo que ocurrió, pero esos
sentimientos pronto se desvanecerán, y volverá a ser el líder invencible e infatigable que siempre fue.
- Pero piénsalo, - respondió el Santo, virando bruscamente y sacándose la mano de su compañero del
hombro - ¿Es que acaso yo puedo torcer nuestro destino?, ¿Realmente debemos estar aquí?, no lo sé.
No sé lo que nos depara el futuro, ni si lo que hacemos es bueno o malo. Estas dudas corroen mi
alma... - dijo antes de callar por un momento, durante el cual su rostro cambió, volviendo a su estado
de insensibilidad habitual, para luego continuar: - Pero hasta encontrar las respuestas a todas mis
preguntas y dudas seguiré entre ustedes, no puedo hacer otra cosa, y por lo tanto ordeno que nos
pongamos en movimiento en diez minutos, cargando todo lo que se pueda de regreso a casa,
principalmente la tecnología rescatada de los enemigos. ¡Pongámonos en marcha! - gritó con
seguridad.
Y así, los hombres cargaron consigo todo lo que pudieron, y se alejaron de esa siniestra zona, que
tanto sufrimiento y dolor causó a todos. La lenta y pequeña caravana se puso en movimiento, de
regreso a casa.
LA ÚLTIMA GUERRA TERMINABA
CARLOS MIGUEL GIMÉNEZ O.
Vámonos afuera. Lejos de mí. Lejos de una nueva guerra en mi cabeza. Con las trincheras
llenas de granadas activadas. En un tiroteo psicológico, donde cada proyectil disparado
debe ser efectivo. Un ajedrez real de francotiradores. Un síndrome de éxito superestelar y
un ocaso de un astro. Cabizbajo.
Esperando el ruido para perforar el casco enemigo, asomando un poco encima de los
costales de arena. Con los aviones rociando gripe sobre el frente contrario. Arrastrándose
entre los desperfectos sociales. Escuchando una canción en tu mente, mientras los dedos se
oxidan al lado del gatillo. Un ojo cerrado, otro en la mirilla.
Apuntando a un árbol putrefacto, un contorno demente pintado detrás del cielo púrpura, de
pólvora y pulgas bélicas.
La guerra arrecia. En una jaula donde el territorio es un límite para nadie. Se van matando
en orden alfabético de apellidos. Alternando las caídas de los soldados. Siendo un
ingrediente en el caldo de sangre y barro, lágrimas y sangre.
Es así. Las bestias parlantes. Y los animales siguen ocultos entre los huecos de los árboles
muertos, entre las rocas de tono gris, tan depresivas. Los animales no sonríen y los colores
primarios se extinguen en sus miradas ocultas.
Dicen que lo más cercano a la realización de una esperanza es esperar en el tiempo.
Hasta que se matan aún, y el último soldado sobreviviente sobre la superficie terrestre
decide suicidarse. Y cae lentamente, lentamente en el último caldo humano.
Lentamente.
(Tomado de http://spleen2008.blogspot.com/
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ROBIN WOOD:
EL REY DEL COMIC EN PARAGUAY
Robin Wood es un prolífico guionista de historietas nacido en Paraguay en el año 1944, con
una mezcla de ascendencias escocesas, irlandesas, danesas y australianas.
Ávido lector desde muy joven, se crió en una pequeña comuna de irlandeses y escoceses que se
habían ido al medio del Paraguay a fundar una colonia socialista‐comunista. Su madre no pudo
mantenerle y durante varias etapas de su infancia vivió en diversos orfanatos, con lo que su
educación formal no pasó de la primaria. Nunca conoció a su padre, pero alimentó su
imaginación con los relatos de su abuela, quien no hablaba ni una palabra de castellano pero
que había recorrido los lugares más exóticos del mundo.
NIPPUR DE LAGASH
En Buenos Aires, viviendo prácticamente en la miseria decide acudir a la Escuela de Bellas
Artes de dicha ciudad para cumplir su sueño de ser reconocido como dibujante y guionista.
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Eventualmente conoce al dibujante Luis Olivera, que ya trabaja en el sector, quien le propone
dibujar sobre un guión escrito por Wood sobre un tema del que ambos eran apasionados: Los
Sumerios. Es el nacimiento del personaje más famoso de los creados por Wood y uno de los
personajes emblemáticos de la historieta argentina: el heroico y filosófico general sumerio
Nippur de Lagash (que toma su nombre de la antigua ciudad de Nippur en la que nacen sus
padres, y el epíteto de Lagash de la ciudad de Lagash de la que debe exiliarse a la fuerza).
La saga de Nippur ha sido publicada en la revista D’Artagnan de manera ininterrumpida en
diversas etapas desde 1967 hasta 1998 con gran éxito en múltiples países, sobre todo en
Argentina, Paraguay e Italia.
OTRAS OBRAS
Reputado por sus historías fantásticas y de ciencia ficción,
Robin Wood realizó una parte importante de su obra en
Buenos Aires, Argentina, para la Editorial Columba,
publicando Gilgamesh el inmortal, Dennis Martin, Mi novia
y yo, Jackaroe, Mark, Pepe Sánchez, Savarese, Dago, Dax,
Mojado, Morgan y muchas otras historias.
RECONOCIMIENTOS
A lo largo de su extensa carrera Robin Wood ha recibido diversos premios y reconocimientos a
su obra, estos son algunos de los más importantes:
• Por su obra, se hizo acreedor al premio de "Mejor Guionista del Mundo" en la Bienal de
Córdoba.
• Recibió el Premio Yellow Kid, llamado el Oscar de la historieta en 1997 en Roma como
el máximo premio otorgado por el XX Salone Internazionale de Cómics del Film de
Animazione e del Ilustrazione.
• Premio Gran Creador en Falconara, Italia.
• Premio Pléyade, otorgado por la Asociación de Editores de Argentina.
• Premio de Honor en el Festival de la Historieta del MERCOSUR celebrado en Asunción
(Paraguay) en el año 2000.
• En la provincia paraguaya donde nació, el gobierno de Caazapá y su población llevaron
a cabo la creación del Parque Robin Wood en honor del famoso guionista internacional
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HISTORIA DEL CINE CIBERPUNK
1995: Johnny Mnemonic
Johnny, un joven del siglo XXI con chips implantados, se gana la vida transportando datos
valiosos que almacena en su cerebro. Dos científicos lo contratan para que haga de
mensajero de una información robada. Demasiado material para su capacidad de almacenaje,
pero Johnny no duda en inyectarse una ampliación de memoria y cumplir con el encargo. Sin
embargo, debe acabar el trabajo y deshacerse de ese material si no quiere morir a causa de la
sobrecarga. La vida se le complica cuando una organización criminal desea hacerse con la
información o, lo que es lo mismo, con su cabeza.
El artista plástico Robert Longo, que debuta en la dirección con la primera adaptación
cinemato-gráfica de un relato de William Gibson, no duda de los peligros de la informática:
La película es un análisis crítico de hoy visto desde un futuro muy próximo. Todos tenemos
que cuidarnos mucho de no perder nuestra humanidad en esta época de información y
velocidad, asegura. Las novelas de Gibson, un visionario experto en relatos sobre el mundo
cibernético, se caracterizan por personajes buscavidas, hasta cierto punto lunáticos, metidos
en mundos de dudosa supervivencia. La elección del casting debía resaltar este punto, pero
también la idea de una película estrafalaria: de ahí que el reparto mezcle actores muy
dispares: a Keanu Reeves con dos asiduos de las artes marciales Dolph Lundgren (Soldado
universal) y Takeshi Kitano (Sonatine). Rodada en Toronto y Montreal, el diseño de la
película, obra de Nilo Rodi, se realizó para que reflejara la visión filosófica de un futuro
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envenenado por la tecnología. La película plantea dos temas interesantes: por un lado la
deshumanización del hombre, adulterado por implantes cibernéticos para mejorar nuestras
prestaciones, de igual forma que haríamos con una máquina. Y por otra parte las
consecuencias de un planeta saturado de interferencias electromagnéticas, causantes de la
aparición de una nueva enfermedad. Desgraciadamente nos encontramos ante un film
desafortunado de mediana calidad que no consigue reflejar el complejo mundo cyberpunk
imaginado por Gibson.
FICHA TÉCNICA