Filosofia Decimo
Filosofia Decimo
Filosofia Decimo
Para Sócrates nada había más importante que ser un buen ciudadano de Atenas, así lo
atestigua la Apología y el Critón de Platón, dos obras en forma de diálogo las que se
muestra al verdadero Sócrates, primero, siendo acusado y condenado a muerte por un
tribunal popular bajo la acusación de impiedad y corrupción de la juventud, es decir, por
no acatar y respetar las costumbres establecidas, y segundo, pudiendo escapar de la
cárcel en la que esperaba para ser ejecutado y negándose a hacerlo, pues según su
parecer, había que acatar las leyes aunque fuesen injustas, puesto que no acatar las
leyes significaba la destrucción de la ciudad. El problema es que Sócrates unió la
excelencia y el conocimiento a la noción de buen ciudadano y pasó su vida recriminando
a todos sus conciudadanos el que no tuviesen las virtudes necesarias para merecer la
ciudadanía e interrogando a todos los habitantes y visitantes de Atenas sobre lo que era
necesario aprender para poder ser un verdadero ciudadano, esto es, un hombre excelente
de una ciudad bien gobernada.
Su discípulo Platón, concibió la idea de trazar los lindes de una ciudad ideal de manera
geométrica, tal que pudiera servir de ejemplo y modelo a seguir para los habitantes de
todas las ciudades en todo tiempo y lugar. De este modo en su República perfecta
existirían tres clases de ciudadanos según predominase en ellos una u otra de entre tres
nobles metales: los hombres de oro (gobernantes), caracterizados por la virtud de la
prudencia; los hombres de plata (guerreros), caracterizados por la virtud de la valentía y,
finalmente, los hombres de bronce (artesanos, comerciantes y agricultores),
caracterizados por la virtud de la moderación. Esas tres partes de la ciudad estarían en
consonancia con tres partes en las pensó que se dividía el alma individual: la racional, la
irascible y la concupiscible. De modo que habría que procurar acercarse a una ciudad y
unos ciudadanos en armonía o conjunción perfecta, donde cada uno realizase su
cometido más propio por naturaleza, todo cual, le llevó a pensar que esa ciudad en
armonía perfecta entre los ciudadanos debería estar presidida por la justicia, que empieza
a ser un concepto además de una divinidad.
La ciudad según este pensador era una agrupación humana cuyo fin estribaría en la
consecución de la vida buena y de la felicidad en general. Para ello los ciudadanos
tendrían que adquirir buenos hábitos, ya que consideraba las costumbres individuales
como una segunda naturaleza; centrándose su ética en la distinción entre las virtudes
éticas del buen ciudadano y las virtudes éticas del buen gobernante. Las primeras
cualidades éticas las consideró ligadas a los hábitos y consideró que las virtudes éticas
comunes eran un término medio entre dos extremos, como por ejemplo la valentía, el
medio entre la cobardía y la temeridad, que serían sus extremos. Y a las segundas
cualidades las consideró ligadas exclusivamente a la razón, denominándolas virtudes
intelectivas, que serían siempre lo más intensas y extensas posible, como la prudencia y
la sabiduría.
PREGUNTAS.
2. Entre las posturas de Platón, Aristóteles y Sócrates ¿Cuál cree usted que es la más
acertada concepción de ciudadanía?