Nicolson Nigel Retrato de Un Matrimonio
Nicolson Nigel Retrato de Un Matrimonio
Nicolson Nigel Retrato de Un Matrimonio
RETRATO DE UN
MATRIMONIO
RETRATO DE UN MATRIMONIO (EN
PAPEL) LUMEN, 2011
DATOS DEL LIBRO
Nº de páginas: 336 págs.
Encuadernación: Tapa dura
Lengua: ESPAÑOL
ISBN: 9788426418937
COPIA PRIVADA PARA FINES EXCLUSIVAMENTE EDUCACIONALES
PROHIBIDA SU VENTA
PRIMERA PARTE
SEGUNDA
PARTE TERCERA
PARTE CUARTA
PARTE QUINTA
PARTE
Prólogo a la edición original
Nigel Nicolson
Nigel Nicolson
PRIMERA PARTE
por V. Sackville-West
23 de julio de 1920
rod,
1827
Nace el «viejo» Lionel Sackville-West.
1830
Nace Pepita en Málaga.
1852
Lionel conoce a Pepita en París.
1862
SEPTIEMBRE: Victoria, hija ilegítima, nace en París.
1871
Pepita muere en Arcachon.
1873 — 1880
Victoria en un convento de París.
1881 — 1888
Victoria en la legación británica de Washington.
1886
21 DE NOVIEMBRE: Nace Harold Nicolson en la
legación británica de Teherán.
1888
SEPTIEMBRE: La carta Murchison pone fin a la carrera
diplomática del «viejo» Lionel.
OCTUBRE: Muere Mortimer, y el «viejo» Lionel se convierte
en lord Sackville.
1890
JUNIO: Victoria y el «joven» Lionel se casan en Knole.
1892
9 DE MARZO: Vita nace en Knole.
1894
JUNIO: Nace Violet Keppel.
1897
Victoria conoce a Seery, sir John Murray Scott.
1904
Vita conoce a Violet
Keppel. 1905 — 1908
Vita asiste al colegio de la señorita Wolff en Londres.
1906 — 1910
Primeras novelas y obras teatrales.
Violet. 1908
MAYO: Vita visita por primera vez Florencia, con Rosamund y
true… [3]
Ese fue «el caso». Tres años después vino «el otro caso», aún
más dramático. En virtud de ambos los Sackville se convirtieron
durante un tiempo en la familia más conocida del país, y Vita, para
desgracia suya, en la preferida de las multitudes. El apodo de Kidlet
que le dio Seery bastó durante años para identificarla en los titulares,
y la publicidad y las murmuraciones que en el futuro rodearon sus
actividades y la publicación de sus primeros libros fueron mucho más
lejos de sus deseos y sueños juveniles. Anticipándome a la cronología
real, paso a describir el caso Scott a fin de apartar del relato de la vida
personal de Vita un acontecimiento que podría haberla dejado en la
ruina.
Seery murió el 17 de enero de 1912, sentado en una silla de
Hertford House. En su testamento le dejó a lady Sackville ciento
cincuenta mil libras en efectivo «como muestra de gratitud por todo
su cariño y bondad», así como el contenido de la casa de la rue
Lafitte, cuyo valor se estimaba en trescientas cincuenta mil libras.
A Vita le dejó un collar de diamantes y la «esperanza» de que su
madre le entregara el grueso de su fortuna al morir. El legado
quedaba exento de impuestos; estos debían deducirse del resto de
su hacienda, que, junto con la casa de Londres y su contenido,
habían de repartirse entre sus hermanos y hermanas, porque era
soltero. La familia de Seery impugnó el testamento argumentando
que lady Sackville había usado una influencia indebida para
arrebatarles el cariño de su hermano y asegurarse una parte
desproporcionada de sus propiedades. La defensa se basó en que sir
John tenía todo el derecho a dejar su fortuna a quien quisiera y que,
habiendo sido, como fue, un hombre de mente ágil y lúcida hasta el
día de su muerte, estaba en perfectas condiciones de resistirse a
cualquier influencia y podría haber cambiado el testamento en
cualquier momento. Su cariño por lady Sackville era sencillamente
el de un connaisseur que gozaba con la encantadora compañía de
alguien que compartía sus gustos, y había deseado librar a Victoria
y a Knole de toda preocupación económica después de su
fallecimiento.
El juicio empezó el 24 de junio de 1913, y duró nueve días.
Atrajo a más gente y de mayor distinción aún que el de Pepita, pues
los abogados más prestigiosos del momento, sir Edward Carson y E E.
Smith, representaban a los Sackville y a los Scott, respectivamente.
Además, el tema que se trataba era más jugoso, más reciente, más
escandaloso y la cantidad de dinero en disputa, mayor. Las damas del
público se vestían como si fueran a Ascot, llevaban cojines a fin de
soportar la desacostumbrada dureza de los bancos y cestas de picnic
para no tener que salir de la sala a la hora del almuerzo y evitar que
quienes habían llegado tarde les quitaran el asiento.
La primera intervención de F. E. Smith duró nueve horas.
Presentó la imagen de una mujer rapaz que recurría a toda clase de
artimañas para hacerse con el dinero de sir John. Relató con todo lujo
de detalles los catorce años de amistad a fin de demostrar cómo se las
había arreglado para apartar gradualmente de su camino a los Scott.
Según él, lady Sackville empezó por humillarlos disfrazando de
amabilidad sus intenciones. Cambió la disposición del mobiliario de
las casas; invitaba a sus amigos a las fiestas de Seery «para que
resultaran más animadas»; luego aconsejó a Seery que asistiera a ellas
solo una de sus hermanas, y finalmente ninguna, «porque la gente no
viene a ver a tus hermanas»; se encargaba de hacer las presentaciones
entre los invitados «porque las hermanas no saben quién es quién»;
actuó de anfitriona cuando el rey Eduardo fue a comer a la rue Lafitte,
y a las hermanas se les dijo que almorzaran en un hotel; escogía la
música de las veladas; utilizaba los carruajes de los Scott sin pedir
permiso y se llevó a Knole al cocinero de Seery; no dejaba que los
hermanos se acercaran a Sluie. Y llegó mucho más lejos. Aduló a
Seery, lo «hipnotizó», le sacó dinero mientras vivió y más o menos le
dictó el testamento imponiendo su fuerza femenina a la debilidad
masculina, no porque apreciara a Seery (oh, no, lo encontraba bastante
aburrido), sino porque era una mercenaria y él «un hombre ingenuo y
muy influenciable».
Cuando los Scott declararon uno tras otro para corroborar estas
acusaciones, el contraste entre ellos y la adorable mujer a la que se
enfrentaban en el juicio fue tan patente que prácticamente lady
Sackville ganó el caso antes de que ella o su abogado hubieran
pronunciado una sola palabra. Era como un yate entre un montón de
botes de pesca. Saltaba a la vista que la única razón por la que Seery
había preferido su compañía a la de sus parientes estribaba en que
estos eran desabridos y ella encantadora. Era verdad que les había
dejado en la sombra, pero lo cierto es que ya eran gente sombría, y sus
celos los volvían aún menos atractivos para Seery. Lady Sackville
había modelado la vida social de Seery del modo que este deseaba, y
al hacerlo no pudo evitar que quedaran a la vista los defectos de las
hermanas. Aportó un rayo de originalidad a la monótona vida de su
amigo, quien se lo agradeció de la mejor manera que sabía. Por otra
parte, no era el dinero de los Scott ni el patrimonio familiar lo que
Seery entregaba a un extraño, sino la fortuna de los Wallace y la
colección Wallace (en rigor, la parte que no estaba en Hertford
House). ¿Acaso también había conseguido Seery esa herencia gracias
a una «influencia indebida» sobre sir Richard y lady Wallace? Las
hermanas jamás habían afirmado tal cosa durante los largos años en
que se beneficiaron del legado. No obstante, Seery lo había obtenido
exactamente por los mismos motivos que lo llevaron a él a dejar una
parte de su riqueza a lady Sackville: porque la pareja lo había
apreciado y él apreciaba a lady Sackville. Por otro lado, no había
excluido del testamento ni a sus hermanos ni a sus hermanas; cubriría
generosamente sus necesidades, tal como había hecho en vida, cuando
les había permitido utilizar su casa y su soberbio contenido, lo mismo
que ahora les entregaba. Si se hubiera casado y hubiese tenido hijos,
se habrían considerado afortunados de haber heredado algo de él.
Estos fueron los argumentos que esgrimió Carson día tras día,
y sus principales testigos fueron lady Sackville y Vita. El
interrogatorio de E E. Smith a lady Sackville es un clásico de la
historia judicial inglesa. Duró dos días. Las ásperas réplicas de lady
Sackville («¿Cómo se atreve a decirme eso?» «Al parecer, señor
Smith, ignora usted que Knole es más grande que Hampton Court»)
no impresionaron tanto al jurado como sus razonables respuestas a las
preguntas bastante brutales sobre su vida privada, sus cartas íntimas e
incluso la amistad de su marido con lady Constance. Fue una
actuación que igualaba al triunfo de sus primeros meses en
Washington, y estaba basada en la tranquilidad interior, en sus
nervios de acero y en su asombrosa memoria para fechas, cifras y
(como señala Vita) «para lo que había dicho la víspera o incluso una
hora antes». No falló una sola vez.
Vita consideraba que el testimonio de su madre, «aunque
cierto, podía resultar equívoco». Creo que esta afirmación es
demasiado exagerada. En sus continuas peleas con Seery, lady
Sackville nunca fue la primera en hacer las paces; muchas veces lo
amenazó con abandonarle, sobre todo en los últimos años de la vida
de su amigo, cuando su interés por conservar la amistad era aún
mayor. Seery esgrimía el testamento para amedrentarla, pero ella
nunca capituló. Unos meses antes del fallecimiento de Seery, le
escribió lo siguiente: «Sería mucho mejor que se abstuviera de
regañarme y de pedirme que me enmiende. No puedo ni deseo
someterme a sus exigencias». Seis semanas después, cuando él renovó
las amenazas de dejar todas sus posesiones a la colección Wallace,
ella le replicó: «Bien, decídase de una vez y no hablaremos más al
respecto. Me las arreglaré con Spealls (su tienda)». No es el lenguaje
de una mujer aduladora e intrigante. Sin duda deseaba el dinero, pero
imponiendo sus propias condiciones. «Viejo tonto», le decía ella.
«Pequeña granuja», le replicaba Seery. Pero ninguno de los dos quería
ofender al otro. La Pall Mall Gazette expresó lo máximo que podía
decirse contra ella: «Sir John estaba dispuesto a dar y lady Sackville
no dudaba en recibir».
La intervención de Vita en el juicio tuvo que ver sobre todo con
el testimonio del más extraño de los testigos de los Scott, el señor
Arbuthnot, quien afirmó que una tarde visitó a Seery en su casa de
Londres y abrió por error la puerta de la biblioteca:
Había dos damas en la habitación y registraban los cajones del
escritorio de sir John, sin duda buscando algún documento. Retrocedí
y una de las damas dijo «¡Vamos!», y lady Sackville salió, seguida de
la señorita Sackville-West, y caminaron de puntillas por el pasillo, con
la cabeza gacha, como para que no las vieran. La señorita Sackville-
West alzó la mano así (indica el gesto) al salir. Se lo conté a sir John
después de cenar. Se mostró asombrado. Juntó las manos y exclamó:
«Ah, mon Dieu, c’est incroyable».
VITA SACKVILLE-WEST
HARRY
En 1922 se casó con la princesa María, la única hija del rey Jorge
V.
En segundo lugar, la carta desesperada de Rosamund:
tell.
morrow;
por V. Sackville-West
27 de septiembre (1920)
1918
18 DE ABRIL: Vita y Violet en Long Barn: comienza su
relación amorosa.28 DE ABRIL: Vita y Violet en Polperro,
Cornualles, hasta el 10 de mayo.14 DE MAYO: Vita empieza a
escribir Challenge.
4 — 23 DE JULIO: Segunda visita a Polperro.
OCTUBRE: «Julian» en Londres.
11 DE NOVIEMBRE: El armisticio.
26 DE NOVIEMBRE: Vita y Violet van a París.
6 DE DICIEMBRE: Vita y Violet van a Montecarlo,
donde permanecen hasta mediados de marzo.
NAVIDAD: Harold en Knole, sin Vita.
1919
ENERO: Harold participa, como miembro del equipo británico,
en la Conferencia de Paz de París.
15 DE MARZO: Vita deja Montecarlo y se reúne con Harold en
París.
19 DE MARZO: Vita regresa a Inglaterra.
26 DE MARZO: Se anuncia el compromiso de Violet y Denys
Trefusis.
19 DE MAYO: Lady Sackville abandona a su marido y deja
Knole para siempre.
16 DE JUNIO: Violet se casa con Denys; Vita y Harold están en
Versalles.
19 DE OCTUBRE: Vita y Violet vuelven a Montecarlo.
18 DE DICIEMBRE: Vita se reúne con Harold en París; operan a
Harold de la rodilla.
1920
2 DE ENERO: Vita regresa a Knole.
17 DE ENERO: Harold regresa de permiso; Vita anuncia que
se marcha con Violet.
18 — 31 DE ENERO: Vita y Harold en Knole.
1 DE FEBRERO: Harold vuelve a París; asume un cargo en la
Sociedad de Naciones.
3 — 8 DE FEBRERO: Vita y Violet en Lincoln.
9 DE FEBRERO: Vita se queda en Dover y Violet
viaja a Francia.
10 DE FEBRERO: Vita, acompañada de Denys, se reúne
con Violet en Calais.
11 — 13 DE FEBRERO: Vita y Violet en Amiens.
14 DE FEBRERO: Día crítico; Harold y Denys vuelan a
Amiens y se llevan a sus respectivas esposas a París.
16 — 20 DE FEBRERO: Violet y Denys viajan a Toulon.
28 DE FEBRERO: Vita regresa a Londres.
20 DE MARZO: Vita se reúne con Violet en Aviñón; viajan a
San Remo y a Venecia.
10 DE ABRIL: Vita y Violet regresan a Inglaterra.
23 DE JULIO: Vita empieza a escribir su autobiografía.
1921
ENERO-MARZO: Vita y Violet en Hyères.
VERANO: Final gradual de su aventura amorosa.
OTOÑO: Violet vuelve con Denys.
CUARTA PARTE
Ese día le escribió otras dos cartas en las que le pedía que no
prestara atención a la primera, «ya que la escribí en plena depresión.
La lluvia me afecta mucho. En realidad no estoy deprimido».
Temía que Vita lo considerara demasiado formal para ella,
demasiado domesticado; que creyera que «tu maravillosa juventud se
está desperdiciando con un cura». Advertía que Vita necesitaba una
«válvula de escape para tus instintos gitanos», la oportunidad de
escapar de vez en cuando del «yugo» matrimonial. Estaba en lo cierto.
Vita tenía Wanderlust. El deseo de que no la molestaran, de no tener
que estar disponible para los demás, era en ella tan fuerte como el
amor y los celos. Ansiaba estar en lugares nuevos donde nadie le
indicara que pidiera el almuerzo o que pagara la cuenta o fuera a
contarle sus quejas de otra persona. Pero en cierto sentido Long Barn
le ofrecía todo cuanto su romántico corazón deseaba:
Lady Sackville no sospechaba nada («se han ido a ver las flores
primaverales»), y Harold le escribió a Vita seis cartas el mismo día de
su partida, cantidad que es indicio suficiente de su despreocupación
(en su despacho, antes de cenar en el club, durante la cena, después de
la cena, etcétera); en una hace caricaturas de Violet gozando de la vida
campestre, remando, pescando camarones, cocinando, paseando con
las faldas subidas hasta las rodillas. No obstante, tanto Harold como
Vita sabían que había algo un poco más serio detrás, tal como se
manifiesta en la carta que ella le escribió antes de marcharse:
Te quiero más que nunca para mí sola, sola, para siempre. Esto
escapa por completo a mi control. Mitya, huye, huye, huye…, huye
conmigo antes de que sea demasiado tarde. ¿Por qué no afirmas ante
todo el mundo que soy tuya? Sabes que basta una palabra tuya.
Debemos irnos, abandonar este hermoso campo de pulcros setos y
fiestas decorosas. ¡Irnos! ¡Irnos! (14 de abril de 1919.)
If in Belgium or in France,
Ojalá supiera más sobre ese vuelo. ¿De dónde sacó Denys la
avioneta de dos plazas? ¿De qué aeródromo despegaron? ¿Qué plan
acordaron? El diario de lady Sackville, la única fuente disponible, no
comenta esas cuestiones:
understand.
Lushka, qué persona más peligrosa eres. Creo que es mejor que
no nos veamos mucho. Nos amamos demasiado profundamente
durante demasiados años y no debemos volver a jugar con fuego.
Ambas trastornamos la vida de la otra; no debemos hacerlo de
nuevo. Solo oír tu voz por teléfono me trastornó. Te quise y creo
que tú me quisiste. Aparte de esos tres años de nuestra apasionada
historia de amor, tuvimos antes años y años de amor infantil y de
amistad. Eso cuenta. Hace que te quiera mucho. Hace que me
quieras mucho. (31 de agosto de 1940.)
myself
Who should know best. I would not if l could
lay.
unreal
How full the barn that holds our garnered sheaves! [12]
Vita escribió el poema en Sissinghurst, pero durante quince
años, hasta 1930, vivieron en Long Barn, muy cerca de una aldea
conocida por el nombre de su distrito, Sevenoaks Weald, en una
ladera desde la que se domina un ordenado conjunto de campos y
bosquecillos. La encontraron en 1915. Era una casa medio derruida en
la que, según se decía, había nacido Caxton, el impresor y escritor
inglés del siglo XV; entre las piedras hallaron una moneda de 1360
que demostraba su antigüedad. Y así estaba: el suelo era irregular, de
modo que los muebles parecían torcidos, y el techo se mantenía no
tanto por arte de la construcción como gracias a los ángulos naturales
de reposo. En lugar de jardín había un montón de piedras y una
maraña de zarzas y ortigas. Restauraron la casa y le agregaron un ala
en ángulo recto (aprovecharon las vigas de un viejo establo
abandonado que había al pie de la colina); hicieron un jardín en una
serie de planos y terrazas amuralladas que descendían gradualmente
y pasaban de la formalidad a la simplicidad de los campos aledaños.
Long Barn no era una vivienda sencilla. Tenía siete dormitorios,
cuatro baños y un salón de casi veinte metros de largo. Siempre hubo
por lo menos tres sirvientes y dos jardineros. Podía albergar a tres o
cuatro huéspedes al mismo tiempo; era soleada, hermosa, romántica y
cómoda. Conservaba el ambiente de inocencia rústica propia del siglo
XIV. El despacho de Vita tenía el techo bajo y de madera, y su
dormitorio, situado justo encima, parecía siempre a punto de
desplomarse, aunque aún sigue en pie. Harold se construyó un
estudio al fondo del ala nueva. Nosotros, los niños, vivíamos aparte,
en otra casa situada más arriba. Esta separación física de la familia era
sintomática de nuestra relación. Cada uno debía tener una habitación
propia, pero también debía haber, y de hecho la había, una estancia
donde de vez en cuando nos reuniéramos todos, pequeños y mayores.
La nuestra fue una infancia extraña, aunque no nos lo pareciera.
Nuestros padres eran figuras distantes y, por lo tanto, admirables.
Hasta que fuimos a la escuela estuvimos al cuidado de una niñera.
Las comidas, lecciones y caminatas conformaban nuestra vida. La
jornada culminaba con el descenso a casa a las seis de la
tarde. Encontrábamos a mi madre inclinada sobre el libro de turno;
aceptaba con paciencia nuestra interrupción y no sabía muy bien
cómo entretenernos. Solo ahora, después de haber leído el manuscrito
de The Land, comprendo la pérdida de concentración que suponía
nuestra llegada. Aun así, le gustaba vernos; y a nosotros verla a ella.
Mi padre era distinto. Demostraba con mayor efusión su cariño, nos
llevaba a pasear, nos dibujaba cosas divertidas, nos leía a Conan
Doyle, nos observaba (aunque no lo advertíamos) y se preguntaba
cómo podía ayudarnos. Éramos más o menos conscientes de que solo
podíamos reclamar a nuestros padres una pequeña parte de su
atención; teníamos la ligera idea de que la parte de sus vidas que
conocíamos no era la totalidad. ¿Cuál era esa totalidad?
Siento que las Geórgicas son nuestro poema (el título The Land
se decidió a última hora), tal como Zélide es nuestro libro. «Las
pequeñas y hoscas lunas del muérdago» y «Limpio como una patena,
de buen olor»… ¡Oh, Vita, desearía abrazarte! Bendita seas por poseer
lo que te permite escribir así, por estar tan llena de recuerdos más
antiguos que cualquier recuerdo personal… Cuídate de no moralizar
tu tema. La agricultura y la vida doméstica no deben moralizarse en
exceso, pues eso suele debilitar la impresión. Nunca debes ensalzar tu
mundo campesino. El gesto burdo —los pies fangosos— deben
situarse inevitable y exactamente en su sitio. Por muy pesado, muy
lento, muy «aburrido» que resulte, nadie debe pensar jamás que has
cedido un centímetro de rigor… Me preocupa tu trabajo como si yo
fuera el dueño de tus dotes y el problema fuera mío. (10 de noviembre
de 1924.)
No soy una buena esposa para ti. Los hombres y las mujeres
que se casan deben ser polos positivo y negativo respectivamente,
elementos complementarios. Pero cuando se casan dos polos positivos
como nosotros todo queda en un término medio que no resulta
satisfactorio para ninguno de los dos. A ti te gusta la política
internacional; yo prefiero la literatura, la tranquilidad y la vida
retirada. Oh, querido mío, infinitamente querido Hadji, no deberías
haberte casado conmigo. Me causa enorme amargura advertir lo poco
adecuada que soy para ti. ¿De qué te sirvo? (13 de diciembre de 1928.)
Mi querido Benzie:
Creo que tu soneto es excelente, realmente muy bueno. Y lo
más gracioso es que el pasaje de «la golondrina», que inventaste tú
mismo, es con diferencia lo mejor. El resto es imitación y adaptación
inteligente. Pero tú has observado a las golondrinas.
Creo que lo que falla en tus escritos no es la técnica, sino la
originalidad. No hace falta que te preocupes de escribir bien. Lo haces
de forma natural. Pero debes procurar pensar bien. Esto aún no lo
consigues. A veces desearía que no estuvieras tan de acuerdo con
mamá ni conmigo. Claro, claro, siempre tenemos razón, pero un
muchacho de tu edad debería pensar que a veces estamos
equivocados.
No tiene sentido tratar de ser original. Esto conduce a meras
contradicciones… y la gente contradictoria produce la peor especie de
aburrimiento. Has de pensar las cosas por ti mismo. No empieces
discrepando por principio de lo que piensan los demás. Quizá tengan
razón. Pero elabora lenta, cuidadosa y silenciosamente tus propias
ideas acerca de todas las cosas.
Creo que en ciertos aspectos, posees una mente original y
audaz. Actuaste muy bien en lo concerniente a la confirmación y la
sagrada comunión. Ese es el Ben real. No tratabas solo de ser original:
era una actitud deliberada y perfectamente sensata o un gesto de
reflexión. Ahora que ya te preocupa menos lo que piensan Hanbury,
Sevelode o Tiddliumpty, debes empezar a ocuparte de lo que piensa
Ben.
Querido hijo, me alegro de que te aburras menos en Eton y te
sientas más feliz. Busca las cosas con las que disfrutas y olvídate de
las que detestas. Empiezas a comprender que tu independencia no
deriva de que seas raro, sino de que seas una persona. Otro tanto les
está ocurriendo a tus compañeros. Continúa siendo el mismo, solo que
con una sonrisa en los labios. Es posible que se burlen de ti, pero en el
fondo te respetarán. Ser «raro», ser «diferente», es señal de
individualidad. Nos expone, cuando somos jóvenes entre otros
jóvenes, a las mofas del rebaño. Pero los del rebaño se hacen mayores
como tú. Llegarán a mirarte haciéndose «vagas conjeturas» (¿o eran
«conjeturas desenfrenadas»?). Empezarán a preguntarse si, después
de todo, este Nicolson no es sino Benedict Nicolson, una persona que,
a pesar de los muchos sufrimientos, se las ha arreglado para emerger
como individuo de la cruel maquinaria, la aplastante uniformidad, los
ideales de los niños de clase baja. Tal vez descubras que la actitud que
has adoptado, que al principio les pareció tan rara, les parece ahora
algo más bien audaz, algo mucho más hermoso que su sometimiento
al curso de la corriente.
Te lo repito: sé amable con los chicos de clase baja. Sé que eso
dará pie a malentendidos, y no deseo que alardees de tu amistad con
los muchachos de catorce años más apuestos. Pero te ruego que, si
hallas a una persona tan tímida e infeliz como lo eras tú hasta hace
poco, le dirijas una mirada de afecto, una palabra de comprensión. Me
dirás: «Papá, tú no sabes cómo es Eton». Te contesto: «Sí, lo sé».
Exactamente igual que Wellington en mis tiempos. La naturaleza
humana no cambia. Y sé que en mi caso, cuando me encuentro en una
posición análoga a la tuya, la oportunidad de ser amable ante las
pequeñas tristezas compensa todas las amarguras y crueldades que he
padecido yo mismo.
Los jóvenes suelen ser insensibles. Tú eres demasiado sensible.
Una palabra o un acto bondadoso de tu parte te compensará todas las
burlas de las personas indignas que se rieron de ti en el pasado. Trata
de hacerlo. Te aportará un sentimiento de calidez, en lugar del frío
resentimiento que conoces.
Que Dios te bendiga, querido hijo. Tu querido,
H.G.N.
***