Trabajo Sindrome de Alineacion Parental - Familia

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CARATULA

DEDICATORIA

INTRODUCCCION

CAPITULO 1 EL SINDROME DE ALIENACION PARENTAL: MARCO TEORICO.

Según manifiesta el psiquiatra norteamericano Richard Gardner, los niños afectados por el
síndrome de alienación parental presentan conductas antisociales, dificultad de ajuste escolar,
tendencia a la manipulación y agresividad.

-El síndrome de alienación parental es un tipo de maltrato infantil ocasionado por el titular de la
tenencia, quien busca obstruir el vínculo afectivo que este mantenía con el otro padre. Esta forma
de maltrato, que se traduce en ocho síntomas observables, desencadena un conjunto de
consecuencias negativas sobre el menor de edad, los cuales en muchos casos serán irreversibles.

- El juez, en los procesos de tenencia y régimen de visitas, debe estar preparado para poder
detectar los indicios del síndrome de alienación parental; para ello, será necesario una conferencia
con el menor de edad. De este modo, el juez tendrá la posibilidad de pronunciarse, por lo que
tendrá que emplear las máximas de la experiencia sobre el diagnóstico de la patología psicológica
padecida por el niño, niña o adolescente.

- Al no existir una regulación sobre las consecuencias jurídicas que ocasiona la conducta del
progenitor alienador; proponemos una ley que tipifique las conductas alienadoras, en función del
principio del interés superior del niño, en donde además tendrán que señalarse las sanciones y
pautas correctivas dirigidas a contribuir al restablecimiento de los vínculos afectivos paternos-
filiales.

- Por la sintomatología y consecuencias dañosas del síndrome de alienación parental, este debe
ser tipificado como una forma de maltrato infantil, en la modalidad de violencia psicológica.

El SAP, definido por tanto como síndrome médico y trastorno infantil, surgiría de la concurrencia
de ocho síntomas presentes en el niño:

1. Una campaña de denigración.

2. Racionalizaciones débiles, absurdas, o frívolas para la desaprobación.

3. Ausencia de ambivalencia.

4. El fenómeno del «pensador-independiente».

5. Apoyo reflexivo al padre alienante en el conflicto parental.

6. Ausencia de culpa sobre la crueldad y/o explotación hacia el padre alienado.

7. La presencia de escenarios prestados.

8. Extensión de la animosidad hacia los amigos y/o familia extendida del padre alienado
CAPITULO2: LEGISLACIONJ NACIONAL Y COMPARADA.

En nuestra legislación actual a nivel mundial, el síndrome de alienación parental se encuentra en la


normatividad de la mayoría de los países de Europa y angloparlantes, así también en varios
Estados de la República Mexicana (Querétaro, Puebla, Aguascalientes, Morelos entre otros) y
países de Latinoamérica como Argentina, Brasil, Puerto Rico con el objeto de proteger a los niños y
adolescentes de la alienación parental, poniendo como ejemplo algunos de ellos:

Brasil:

Ley N° 12.318/10. En agosto del año 2010 aprobó una ley que prevé sanciones al progenitor que
causar impedimentos a la convivencia del (los) hijo(s) con el otro responsable. La nueva ley trae
determinaciones con relación a la actuación de psicólogos en el examen de supuestos casos de
alienación parental, mostrando también los aspectos emocionales observados en estas
situaciones.

España (Código Civil Español) El artículo 94° del Código Civil Español, señala que: "El progenitor
que no tenga consigo a los hijos menores o incapacitados gozará del derecho de visitarlos,
comunicar con ellos y tenerlos en su compañía. El Juez determinará el tiempo, modo y lugar del
ejercicio de este derecho, que podrá limitar o suspender si se dieren graves circunstancias que así
lo aconsejen o se incumplieren grave o reiteradamente los deberes impuestos por la resolución
judicial."

Argentina

En el mes de noviembre de 1993, se aprobó la Ley 24270, que sanciona y tipifica como delito,
donde será reprimido con prisión de un mes a un año el padre o tercero que, ilegalmente,
impidiere u obstruyere el contacto de los niños/as con sus padres no convivientes. Si bien no se
denomina directamente como síndrome de alienación parental, la conducta desarrollada en esta
ley, se refiere a ello, asimismo se modificó el Código Penal en su artículo 72.

Puerto Rico:

Cámara de Representantes P. de la C. 1309 DECRÉTASE POR LA ASAMBLEA LEGISLATIVA DE


PUERTO RICO: Artículo 1.- Se añade al nuevo inciso (x), y se redesignan los subsiguientes, en el
Artículo 3 de la Ley 246-2011, según enmendada, para que se lea como sigue:

"Articulo 3.- Definiciones A los efectos de esta Ley, los siguientes términos tendrán el significado
que a continuación se expresa: (a) ... (x) "Maltrato por Alienación Paren tal" — se refiere a la
obstaculización por parte de uno de los progenitores, abuelos o personas custodios de las
relaciones filiales de sus hijos y/o hijas menores de edad, con el otro progenitor, o abuelos o
personas que no ostente la custodia, mediante el uso de diferentes estrategias, con el propósito
de transformar y/o adoctrinar la conciencia de sus hijos y/o/hijas a los fines de denigrar, obstruir o
destruir sus vínculos con el otro progenitor, abuelos o personas que no ostente la custodia...."

México

Estado de Querétaro:
"...Artículo 323 Septimus.- Comete violencia familiar el integrante de la familia que transforma la
conciencia de un menor con el objeto de impedir, obstaculizar o destruir sus vínculos con uno de
sus progenitores. La conducta descrita en el párrafo anterior, se denomína alienación pare ntal
cuando es realizada por uno de los padres, quien, acreditada dicha conducta, será suspendido en
el ejercicio de la patria potestad del menor y, en consecuencia, del régimen de visitas y
convivencias que, en su caso, tenga decretado. Asimismo, en caso de que el padre alienador tenga
la guarda y custodia del niño, ésta pasará de inmediato al otro progenitor, si se trata de un caso de
alienación leve o moderada....

Estado de Puebla (Código Civil)

El Código Civil de Puebla de México en su artículo 608, inciso final señala que "(...) en
consecuencia cada uno de los ascendientes debe evitar cualquier acto encaminado a producir en
los menores, rencor o rechazo hacia el otro progenitor".

Estado de Aguascalientes (Código Civil)

"Art434. En relación entre ascendentes y descendientes debe imperar el respeto y la


consideración mutuos, cualquiera que sea su estado, edad y condición. Quien ejerza la patria
potestad, debe procurar el respeto y el acercamiento constante de los menores con el otro
ascendiente, en consecuencia, cada uno de los ascendientes deberá evitar cualquier acto de
alienación pare ntal. Se entiende por alienación pare ntal la manipulación o inducción que un
progenitor realiza hacia su menor hijo, mediante la

LEY N° 27337, ACERCA DE LA VARIACION DE LA TENENCIA DE LOS HIJOS.

CAPITULO3: JURISPRUDENCIA

El SAP se ha introducido y aplicado en los juzgados de nuestro medio bajo el argumento de


tratarse de un nuevo trastorno clínico.
«El síndrome de alienación parental (SAP) es un trastorno infantil que surge casi
exclusivamente en el contexto de disputas por la custodia de los niños. Su manifestación
primaria es la campaña de denigración del niño contra un padre, una campaña que no tiene
justificación. Ello resulta de la combinación de una programación (lavado de cerebro) de
adoctrinamiento parental y de las propias contribuciones del niño para el vilipendio del
padre objetivo. Cuando un “maltrato/abuso sexual” está presente, la animosidad puede estar
justificada y así la explicación del síndrome de alienación parental para la hostilidad del
niño no es aplicable»

EL SÍNDROME DE ALIENACIÓN PARENTAL


4.1. Definiendo al SAP
En 1985, el psiquiatra estadounidense Richard Gardner45 creó la teoría del “Síndrome de
Alienación46 Parental” –cuya sigla en español es SAP47– para referirse al trastorno
psicológico por el cual un menor de edad, a causa de la programación recibida por el padre
titular de su tenencia, insulta y denigra al progenitor que no convive con él, sin que existan
razones objetivas que justifiquen su comportamiento.
Para Aguilar Cuenca (2006, p. 27) es un conjunto de síntomas que son el producto del
proceso por el cual un padre transforma la razón de su hijo, mediante diferentes maniobras,
a fin de devastar el vínculo afectivo que mantiene con el otro progenitor, hasta volverla
opuesta con lo que debería esperarse de su posición.
Otros autores consideran que su definición debe ser abordada desde la forma en la que se
comporta el alienador. Al respecto, Walter Howard (2014, p. 134) reflexiona que el
síndrome de alienación parental está formada por una serie de conductas obstructivas
ocasionadas por el papá o mamá que ejerce la tenencia, quien dificulta o no permite que su
hijo mantenga una vinculación afectiva con el otro padre (o su familia extensa); vulnerando
de esta manera el derecho de ambos a mantener una adecuada comunicación y relación. En
consecuencia, se entiende que el síndrome de alienación parental
4.2. Dinámica
El síndrome de alienación parental genera una relación triangular conflictiva –esta, según
Patricia Arés (2016, p.87), viene a ser la base sobre la que se desarrolla su dinámica– entre
el padre alienador (conviviente o programador), el menor de edad alienado (programado) y
el padre rechazado (no conviviente, alejado o alienado).
Así, según Lucía Rodríguez (2011, p. 77) afecta, al menos, en tres direcciones: 1) el hijo
alienado sufrirá por el alejamiento del padre rechazado, 2) el progenitor alienado padecerá
por la conducta de rechazo del menor de edad alienado y 3) el papá o mamá alienador
termina por sobrecargarse, ya que normalmente el otro padre se aleja del hijo.
De esta manera, según Onostre Guerra (2009, p. 106) surge una situación conflictiva y
abusiva que hace “huérfanos” a los niños, niñas y adolescentes, a pesar que su padre (el
alejado o alienado) todavía está vivo.
4.3. Origen
El escenario perfecto para que se origine y desarrolle el síndrome de alienación parental es
cuando los problemas intrafamiliares han sido trasladados a los fueros judiciales49. En este
sentido, Delia Pedrosa y José María Bouza (2008, p. 96) consideran que el referido
síndrome es una patología de naturaleza jurídica; es decir, un ejercicio abusivo de la
tenencia exclusiva, por lo que se vincula a los procesos en los que la tenencia se presenta
como pretensión principal o acumulada. Así, podrá ser identificado en los litigios sobre
divorcio, nulidad de matrimonio, separación de cuerpos, suspensión y pérdida de la patria
potestad, otorgamiento, reconocimiento y variación de tenencia y régimen de visitas.
De este modo, desde un enfoque técnico, solo existirá si el perito estableció una relación
causal entre el rechazo del infante a mantener cualquier tipo de contacto con su progenitor
no conviviente y la posición del otro padre en dicho rechazo (Muñoz, 2010, pp. 10-11).
En consecuencia, para que pueda ser empleado como sustento de una decisión adoptada en
un proceso, será necesaria la inexistencia de conductas que causen un perjuicio en la
integridad del menor de edad; por consiguiente, si el padre que no es titular de la tenencia
mantiene una relación abusiva o negligente con su hijo, el rechazo de este estará justificado.
Finalmente, es importante resaltar que la conducta del progenitor alienador desconoce la
calidad de sujeto de derecho de los infantes, afectando su proyecto de vida y dañando su
integridad psicológica y, en algunos casos severos, física. Incumpliendo, de esa forma, con
sus obligaciones morales y jurídicas, las cuales están encaminadas a lograr que su hijo se
desarrolle integralmente (Rodríguez, 2011, p. 68).
4.4. Diferencia con otros trastornos
4.4.1. SAP y Parentectomía
El síndrome de alienación parental se caracteriza porque el menor de edad alienado nunca
pierde de vista que el progenitor rechazado sigue siendo su papá o mamá. Es decir, no se
altera el vínculo filial a pesar de la inculcación maliciosa del padre conviviente y de la
campaña de denigración del hijo.
En cambio, en la parentectomía se perjudica la posición que ocupa la figura paterna, pues
se busca que el hijo reemplace a su papá por otro, reprimiendo el amor que siente hacia él
(Bouza y Pedrosa, 2008, pp. 180-181). Así, ello se dará por causas diferentes:
1) formación de una nueva pareja a la que es transferida el “lugar” y función paterna.
2) La necesidad de dañar y destruir al ex cónyuge a través del sufrimiento ocasionado
por su alejamiento del hijo.
3) La imposibilidad de establecer relaciones de cooperación entre los ex-cónyuges por
la dinámica de eliminación del lugar del padre (…)
4) Expresa un modelo materno excluyente y en el cual el intento del incluir al padre es
vivido como un ataque para la relación con los hijos. Es decir, un vínculo patológico de
la madre con los hijos. (Bouza y Pedrosa, 2008, p. 180)
4.4.2. SAP y Síndrome de Alienación Familiar
El síndrome de alienación parental se caracteriza porque solo uno de los padres inculca
maliciosamente a su hijo, a fin de que este se aleje, denigre y rechace al otro.
En cambio, cuando ambos progenitores y su familia extensa adoptan este proceder,
surge el denominado “Síndrome de Alienación Familiar”.
Cuando se presenta el síndrome de alienación familiar, ninguna de las familias podrá
hacerse cargo del menor de edad, pues ambas serán las causantes de dañarlo
psicológicamente.
En consecuencia, será el Estado el encargado de brindarle guarda al infante,
derivándolo a una persona o familia acogedora hasta que sus progenitores y demás
familiares puedan nuevamente hacerse cargo de su cuidado; es decir, que dejen de
alienarlo.
4.4.3. SAP y el Síndrome de Medea
El síndrome de alienación parental se genera principalmente en los litigios sobre la
tenencia, a tal punto que es considerado como una patología jurídica y un ejercicio
abusivo de la tenencia. Así, se sustenta en los conflictos familiares judicializados
basados en las desavenencias entre las expareja.
En contraste a ello, el síndrome de medea es un trastorno característico de estructuras
psicóticas estudiadas por la Psicología Forense; es decir, se presenta cuando una madre,
por una constitución patológica previa, puede ingresar en un estado psicótico en el
preciso instante en el que esté alumbrado o unas horas después (Bouza y Pedrosa, 2008,
p. 202).
De esta manera, la madre siente que su hijo es una extensión de ella que no puede ser
separado bajo ninguna circunstancia.
4.5. Condición necesaria para su existencia: la obstrucción del vínculo parental
La obstrucción del vínculo parental es la condición necesaria para que se originen los
síntomas observables del síndrome de alienación parental, ya que el padre alienador se
valdrá de la ausencia y aparente abandono del progenitor que no es titular de la tenencia
para inculcar maliciosamente a su hijo, logrando así que este inicie una campaña de
denigración en contra de aquel.
Desde un enfoque ligado a la Psicología, estaríamos frente a lo que se denomina
“divorcio parental”, lo cual es la consecuencia de la culpa de la expareja de no saber
diferenciar sus problemas de la relación parental; presentándose un daño colateral que
se ve reflejado en el alejamiento de uno de ellos (Rodríguez, 2011, p. 73).
La eficacia de la obstrucción dependerá de dos factores: la relación que mantenía el hijo
con el progenitor alejado antes que deje de convivir con él –si era muy cercano al no
tenedor; entonces, será más complicado que el obstructor pueda lograr su objetivo– y la
vulnerabilidad que el infante demuestra acorde a su etapa psicoevolutiva –mientras
menos edad tengan, se vuelve sencillo obstruir su vínculo con el padre que no es titular
de la tenencia– (Muñoz, 2010, p. 7).
Cuando se presenta, es imposible instaurar convenios, ya que el padre obstructor se
encuentra en una posición privilegiada, a diferencia del alejado, por la cual puede
abusar de la tenencia que detenta y hacer caso omiso a los acuerdos adoptados.
Es importante señalar que hay marcadas diferencias entre el impedimento causado por
el papá y la mamá. Cuando ellas son las obstructoras, en un gran número de casos,
existe un escenario litigioso, debido a que la intervención judicial es constante y el uso
de los infantes, como supuestas víctimas para formular una denuncia, es mayor. En
cambio, cuando ellos son los obstructores, mayormente es todo lo contrario, ya que el
litigio y el uso de denuncias son inusuales.
No obstante, esto no debe de influir en el juez, ya que deberá de descartar todo
razonamiento basado en estereotipos que puedan alejarlo de una decisión justa e
imparcial, desviada del interés superior del niño.
En referencia a los comportamientos clásicos de un padre obstructor, José Luis Oropeza
(2007, pp. 2-3) señala que son los siguientes: no permiten que el hijo reciba llamadas
del papá o mamá no conviviente, saturan al menor de edad con diversas actividades en
el tiempo que le corresponde al titular del régimen de visitas, reemplazan la figura
materna o paterna del obstruido, interceptan los correos enviados por el progenitor
alejado, insultan al no tenedor en presencia o en ausencia del infante, no comunican al
obstruido sobre las diligencias programadas y los eventos importantes en los que
participará el niño, niña o adolescente, toman decisiones que repercuten en la vida de su
hijo sin consultarle al no tenedor, tratan de desaparecer el vínculo filiatorio que vincula
al infante y al obstruido, critican todo lo positivo que pueda hacer el progenitor no
conviviente, amenazan con castigos a los menores de edad si han tenido o intentan tener
cualquier tipo de contacto con el otro padre, premian la conducta de los infantes
dirigidos a denigrar al otro padre, interponen falsas denuncias por abuso físico o sexual
e insertan falsos recuerdos en su niño, niña o adolescente.
4.6. Elementos fundamentales para su configuración
Luego de la prolongada obstrucción causada por el padre conviviente, es necesario que
se presenten dos elementos fundamentales para que se configure el síndrome de
alienación parental, estos son: la inculcación maliciosa y la campaña de denigración.
4.6.1. Inculcación maliciosa
La inculcación maliciosa es la serie de actividades que realiza el padre inculcador
(ejerce la tenencia) dirigidas a que su hijo (inculcado) empiece a tener una conducta
hostil frente a la presencia y todo lo relacionado con el progenitor que no convive con
él. Así, busca obstruir la relación afectiva que ellos mantenían cuando todavía vivían
juntos.
De esa forma, la inculcación maliciosa es una consecuencia directa del conflicto de una
expareja que no ha sabido separar sus desavenencias de la relación parental que
mantiene cada uno con su hijo (Bouza y Pedrosa, 2008, p. 70).
Para que exista la inculcación maliciosa será necesario que el alejamiento del papá o
mamá no conviviente haya sido involuntario; es decir, que su causa sean los
comportamientos obstruccionistas del otro padre.
Así, quien ejerce la tenencia53, desde una concepción psicológica, abusará del “poder”
que detenta, involucrando, de esta forma, no solo al otro padre, sino también a la
familia extensa, amigos y profesionales que evaluarán o comentarán su situación
conflictiva54; vulnerando al papá o a la mamá obstruida, a su hijo y a sí mismo (Bouza
y Pedrosa, 2008, p. 79).
En referencia a la relación entre la inculcación maliciosa y la obstrucción del vínculo,
Delia Pedrosa y José Bouza (2008, p. 91) consideran que sus fuentes son el mal
ejercicio de las tenencias exclusivas y su incorrecto otorgamiento. Por lo que es
necesario descubrir tempranamente la existencia de ambas, lo cual genera que la labor
de los jueces, psicólogos y trabajadores sociales se vuelva determinante.
A fin de identificar al padre inculcador, se pueden observar ciertas conductas que lo
caracterizan, estas son las siguientes: traslada e induce a los hijos su enojo hacia el otro
progenitor; no se interesa por las necesidades del infante, sino por los problemas no
resueltos con su expareja; hace intervenir a los niños, niñas o adolescentes en opiniones
y debates con relación al otro padre, ubicando siempre a este como victimario;
considera a su prole directa de primer grado de consanguinidad como propiedad y
desarrolla su vida basándose en el conflicto y al logro de conseguir que su hijo rechace
a su expareja.
Asimismo, entre los hechos usualmente ocasionados por el comportamiento del
inculcador, tenemos los siguientes:
- Convivencias inmediatas: producida la separación, el inculcador convive con otra
persona, la cual suele ser una expareja. Con ello busca sustituir la figura paterna o
materna de su expareja, reduciéndolo a un mero “donante” de gameto; es decir, se le
relega a tener con el hijo inculcado solo una conexión biológica.
- No separación de hermanos: a fin de fijar pautas de no separación de hermanos, el
inculcador decide tener un hijo con su nueva pareja, abusando del vínculo afectivo que
se forja entre este y el inculcado. Dicha relación crea un espejismo de familia real, feliz
y sin ningún problema. A esto se suma el hecho que los jueces usualmente, en los
procesos en los que se discute la tenencia de un menor de edad, deciden no separar a los
hermanos.
- Cambio de nombre: el inculcador suele cambiar de hecho los nombres de los
inculcados; es decir, sin que exista una sentencia que lo disponga, a fin de cortar las
raíces de identificación que el menor de edad mantiene con el progenitor que no
convive con él.
- Actitudes despreciativas de incitación a situaciones límites: el inculcador se hace pasar
como víctima, muestra sufrimiento a los hijos y manifiesta que el causante de todo su
malestar es el otro padre.
- La destrucción económica y laboral: el inculcador alude a que el progenitor no tenedor
es irresponsable y no cumple con sus obligaciones alimenticias; por lo que es usual que
a los hijos se les someta a privaciones innecesarias.
Finalmente, según la edad del hijo, se pueden identificar diferentes etapas en la
inculcación, así:
- Hasta los 4 años: mientras no esté presente el progenitor inculcador, los menores de
edad podrán relacionarse con su progenitor no conviviente, dando muestras de afecto
natural; no obstante, al primer impedimento del contacto, su conducta se caracterizará
por el máximo rechazo.
- De 4 a 6 años de edad: el menor de edad siente temor a estar lejos del progenitor
inculcador y a estar a solas con el progenitor no conviviente.
- De 6 a 12 años de edad: el menor de edad se vuelve cómplice del inculcador,
rechazando al progenitor no conviviente y a su familia extensa; asimismo, creen
firmemente en las palabras del obstructor.
- De 12 a 16 años de edad: ya en la adolescencia, el menor de edad, a raíz de una labor
constante del inculcador, ha reemplazado la figura materna o paterna del progenitor no
tenedor por las relaciones que mantiene con otros individuos. Así, se encuentra
firmemente decidido a rechazar la relación con el padre o madre impedido de contacto.
- De 16 a 20 años: los hijos inician una búsqueda de la verdad, si llegan a encontrarla,
rechazan al inculcador y buscan restablecer el vínculo afectivo que mantenían con el
progenitor no conviviente, aunque en la mayoría de casos, sin obtener resultados
positivos. Sin embargo, a pesar de poner fin a la inculcación, el daño psicológico que
han sufrido los inculcados terminó por afectar el normal desarrollo de su personalidad,
lo cual trae secuelas que estarán presentes a lo largo de su vida, especialmente en la
relación que mantendrán con sus descendientes directos de primer grado.
4.6.2. Campaña de denigración
Una vez que la obstrucción del vínculo y la inculcación maliciosa han producido el
distanciamiento entre el progenitor alienado y su niño, niña o adolescente, este empieza
a tener un rol activo, dinámico y sistemático en la campaña de insultos dirigidos a dañar
la moral de aquel.
En este proceso, el infante trata al progenitor que no convive con él como si fuese un
desconocido que odia sin ningún motivo valedero, apareciendo independiente del padre
que inició la campaña, lo cual significa que el proceso de inculcación ha finalizado,
debido a que el niño, niña o adolescente ya no requiere de ningún tipo de guía para
desplegar sus propias actividades de injuria (Aguilar, 2006, pp. 33-34).
Así, el progenitor no conviviente pasa a convertirse en la víctima y el hijo alienado en
el victimario, ya que este será el que lo denigre, a través de conductas y
comportamientos vejatorios dirigidos a causarle un daño psicológico, llegando incluso a
involucrar a su familia extensa, amigos y terceros para lograrlo.
4.7. Síntomas o comportamientos observables
El síndrome de alienación parental tiene ocho síntomas o comportamientos observables,
los cuales serán determinantes para diagnosticar su nivel de intensidad y fijar las
medidas judiciales necesarias para poner fin el daño psicológico que sufre el menor de
edad alienado.
4.7.1. Campaña de denigración
Es el primer síntoma en surgir, se caracteriza por el empleo de palabras repetitivas,
aprendidas del progenitor alienador. Por ello, es usual que los hijos alienados utilicen
términos desconocidos o cuyo uso no correspondan para alguien de su edad.
Surge cuando el alejamiento entre el infante y su progenitor no conviviente se ha dado
durante mucho tiempo, generando que el menor de edad sienta rencor hacia dicho
padre, por ser, supuestamente, el que lo ha abandonado.
Así, el rencor será el sentimiento que motivará el afianzamiento y dependencia del niño,
niña o adolescente con el padre alienador.
Este campaña trae consigo la presencia de una serie de dinámicas, las cuales han sido
denominadas como “la inculcación maliciosa” (Bouza, 1985), la “programación
parental” (Gardner, Jhonston), el Síndrome de Estocolmo por identificación con el
victimario57 y persuasión coercitiva58 (Bouza y Pedrosa, 2008, p.101).
4.7.2. Falta de ambivalencia
El menor de edad exterioriza dos comportamientos diferenciados; así, mientras que el
progenitor alienador es visto como el “bueno y perfecto”, el alienado es percibido como
totalmente “malo” (Bouza y Pedrosa, 2008, p.118); de tal manera que no se forma la
normal ambivalencia que tiene una persona sobre otra basándose a sus actitudes,
conductas, opiniones y demás formas en las que se presenta en sus relaciones
interpersonales (Husni y Rivas, 2007, p. 61).
Así, esta diferenciación no se sustenta en razones objetivas, sino meramente en criterios
subjetivos, por lo que no pueden dar una respuesta valedera al ser consultados sobre los
motivos que han motivado su postura (odiar a su progenitor alienado).
Se han podido encontrar casos en los que la sola posibilidad de considerar que el
progenitor alienado es también bueno, ha sometido a los hijos a un proceso de angustia
y culpa, ya que consideran que pensar de esa forma es atentar contra lo que desea,
piensa y siente el padre alienador.
4.7.3. Racionalizaciones frívolas, débiles o absurdas para el desprecio hacia el padre
alienado
Son las razones absurdas por las que el hijo justifica su rechazo, con la condición de
que el progenitor alienador las apoye como válidas (Bouza y Pedrosa, 2008, p. 120).
El menor de edad alienado no puede explicar detalladamente lo sucedido, pero dice
recordar hechos que sucedieron cuando ni siquiera, por ejemplo, había cumplido un año
de vida.
Cuando es interrogado sobre el progenitor alienador, sus respuestas solo se refieren a
los aspectos positivos; en cambio, cuando es preguntado por el padre rechazado, se
centra en decir todos los defectos, alegando que no encuentra nada positivo en él. Sin
embargo, si el profesional pretende hacerle entender que sus explicaciones carecen de
sentido, emprenden un diálogo circular, que no tiene fin (Aguilar, 2006, p. 36).
Finalmente, en este síntoma el niño, niña o adolescente alienado refiere que la actitud
de su progenitor conviviente es neutral, en el sentido que no impide el contacto, sino
que él decidió no ver al padre rechazado; no obstante, no da razones consistentes,
suficientes ni justificadas de su decisión.
4.7.4. Apoyo reflexivo al padre alienador
Si bien es normal que todo hijo defienda a sus padres frente a cualquier ataque, en la
dinámica del síndrome de alienación parental la protección solo está destinada al
progenitor alienador.
Precisamente, el niño, niña o adolescente alienado considera que la contienda con el
padre rechazado y las razones por las que debe de odiarlo son reales y lógicas, por lo
que lo apoya de manera consciente a su progenitor alienador (Aguilar, 2006, p. 42).
Así, cualquier “ataque” hacia este es vivido como un daño hacia sí mismo, de modo que
siente que debe de asumir la responsabilidad de su defensa ante el resto (Aguilar, 2006,
p. 42).
4.7.5. El fenómeno del pensador independiente
Este síntoma se caracteriza por ser la condición necesaria para confirmar la culminación
del proceso de alienación y, por consiguiente, valorar su intensidad (Aguilar, 2006, p. p.
40).
Así, el menor de edad alienado refiere que odia a su padre por sus propios motivos, sin
haber recibido ningún tipo de influencia por parte de su progenitor alienador.
La autonomía en el pensamiento llega a tal punto que el padre que aliena puede adquirir
un nuevo papel, ya sea como conciliador o inocente, solo para alejar las sindicaciones
que se han formulado en su contra. Es decir, como refiere José Manuel Aguilar Cuenca
(2006), este comportamiento observable “funciona de modo bidireccional, en tanto
libera al hijo de su alienador y al alienador de la supervisión como único papel,
enriqueciendo su aportación al proceso” (p. 41).
4.7.6. Ausencia de culpa
El hijo alienado no siente culpa de injuriar al progenitor rechazado. Pueden decir que
este los ha maltratado física o psicológicamente, pero contradictoriamente lo agreden
sin sentir o mostrar miedo (Bouza y Pedrosa, 2008, p. 130).
La ausencia de culpabilidad debe ser vista desde dos áreas disímiles: ante lo que pueda
sentir el padre no tenedor y en la campaña de denigración que sufre el progenitor
alienado (Aguilar, 2006, p. 43).
Las conductas de desprecio son normalmente públicas, el hijo alienado desconoce el
impacto que causará su actuar, debido a que todavía no es logra medir las
consecuencias de sus actos.
4.7.7. La presencia de escenarios imprecisos y borrosos
Al ser las alegaciones basadas en mentiras, el hijo alienado claramente no podrá
explicar detalladamente las circunstancias fácticas que han desencadenado su conducta
hostil; de tal forma que no determinará el espacio y tiempo en el que supuestamente se
han dado los hechos que configuran violencia.
Así, se dará la presencia de diálogos, escenarios y vivencias que el menor de edad
alienado siente como propios y reales, a pesar que nunca estuvo presente cuando
ocurrieron los hechos que sustentan sus alegaciones (Aguilar, 2006, p. 44-45).
4.7.8. Despliegue de animosidad en contra de los amigos o familia extensa del padre
alejado
No solo el progenitor no conviviente es el que sufre la inculcación y la obstrucción del
vínculo parental, sino también su familia extensa (abuelos, hermanos, primos, tíos, etc)
y demás personas que se relacionen con él (nueva pareja, suegros, etc.) verán mermada
la relación que tienen con el menor de edad alienado.
Así, “la animosidad se extiende a todo aquello que (…) pudiera tener una cierta relación
con el progenitor odiado, que pasa a ser objeto contaminado del que únicamente se
puede esperar algo negativo y al que hay que combatir” (Aguilar, 2006, p. 47).
4.8. Niveles de intensidad
Los niveles de intensidad del síndrome de alienación parental buscan la aplicación
adecuada de las decisiones judiciales, ya sea en lo que respecta a la titularidad de la
tenencia como a los mecanismos psico-jurídicos idóneos para reestablecer el vínculo
afectivo entre el progenitor rechazado y el niño, niña o adolescente alienado (Onostre,
2009, p.108).
Así, el juez deberá de basarse en ellas para determinar la manera en la que se efectuará
la variación de la tenencia, a fin de garantizar el interés superior de los menores de edad
alienados.
Ahora bien, es necesario tener en cuenta que el diagnóstico es realizado sobre la base de
las conductas, previamente examinadas, del niño, niña o adolescente, por lo que la
determinación del nivel de intensidad no se basará en la conducta ni animosidad
desplegada por el progenitor alienador.
En este sentido, los niveles de intensidad son: leve, moderado y severo.
4.8.1. Nivel leve
En el tipo leve, los conflictos producidos en las visitas del progenitor alejado son
ínfimas (Aguilar, 2006, p. 61).
La campaña de denigración a cargo del hijo alienado ha iniciado, pero las injurias son
escazas y no son de mucha magnitud (Aguilar, 2006, p. 62).
La culpa en el menor de edad, de adoptar dicho comportamiento, todavía está presente,
debido a que sigue existiendo el lazo afectivo que lo une al progenitor alienado
(Aguilar, 2006, p. 62).
El hijo alienado usualmente muestra un pensamiento independiente, aunque apoye
especialmente al progenitor alienador. Rara vez existe la presencia de escenarios
imprecisos o borrosos. Además, no hay un despliegue de animosidad en contra de los
amigos o familia extensa del padre no tenedor (Aguilar, 2006, p. 62).
Asimismo, el vínculo entre progenitor alienado y el hijo todavía no ha sufrido una
obstrucción prolongada o intensa (Aguilar, 2006, p. 62).
En estos casos, una intervención judicial oportuna sobre la tenencia resuelve la
presencia de estos síntomas (Aguilar, 2006, p. 62)
4.8.2. Nivel moderado
En el tipo moderado, los conflictos en las visitas del padre alienado, especialmente en el
momento de la entrega de los hijos, empiezan a ser frecuentes (Aguilar, 2006, p. 63).
La campaña de denigración se realza, ampliándose los ámbitos del descrédito y
haciéndose cada vez más frecuentes. Además, son usuales las justificaciones de los
hijos por haber adoptado dicha conducta (Aguilar, 2006, p. 63).
Las relaciones afectivas entre el progenitor alejado y su hijo van debilitándose cada vez
más rápido, siendo común que este apoye inconscientemente al otro padre, realzando
solamente sus cualidades positivas y refiriendo que no existen negativas; llegando
incluso a volverse dependientes, no resistiendo mucho tiempo la compañía del papá o
mamá alienado (Aguilar, 2006, p. 63).
Los sentimientos de culpa que sentían los menores de edad alienados han desaparecidos
o casi no existen. El hijo mayormente manifiesta un pensamiento independiente, por lo
que surgen los escenarios imprecisos, borrosos y prestados (Aguilar, 2006, p. 63).
Hay un despliegue de animosidad en contra de los amigos o familia extensa del padre
alienado (Aguilar, 2006, p. 64).
Igualmente, comienzan las interferencias de las visitas, especialmente por la
interposición de denuncias sobre abuso sexual (Aguilar, 2006, p. 64).
4.8.3. Nivel severo
En el tipo severo, la campaña de denigración es extrema, incesante y se ha expandido
hasta involucrar a los amigos, familia extensa y demás personas relacionadas con el
progenitor alienado (Aguilar, 2006, p. 65).
Prácticamente las visitas acordadas o establecidas son imposibles de realizar; a tal punto
que en el caso remoto que puedan practicarse, son culminadas abruptamente, ya que el
hijo suele reaccionar negativamente, ya sea llorando o sintiendo angustia, inquietud, y
en casos extremos, rabia e ira (Aguilar, 2006, p. 65).
Los ochos síntomas observables se muestran plenamente, por lo que el daño psicológico
causado ha llegado a tal punto que el hijo alienado odia intensamente al progenitor que
no convive con él, no sintiendo culpa de denigrarlo constantemente (Vallejo, Sánchez-
Barranco y SánchezBarranco, 2004, p. 102).
En estos casos, si es que no se varía la tenencia a favor del progenitor rechazado, la
alienación llegará a tal punto que el menor de edad alienado “desarrollará una
psicopatología de larga duración, e incluso una paranoia” (Onostre, 2009, p. 110).
4.9. ¿Qué no es SAP?
No todo rechazo del hijo hacia uno de sus padres debe ser considerado como un caso de
síndrome de alienación parental. Así, cuando se presenten críticas normales, sobre la
base de un raciocinio apoyado en criterios objetivos, no podrá argumentarse que existe
inculcación maliciosa por parte del progenitor tenedor.
Asimismo, tampoco será considerado como síndrome de alienación parental los intentos
fallidos del tenedor para inculcar a su hijo, ya que una de las condiciones necesarias
para que exista este trastorno psicológico es que el niño, niña o adolescente inicie una
campaña de denigración en perjuicio del padre que no vive con él; es decir, no basta la
inculcación maliciosa, sino también que el infante aporte su accionar con miras a dañar
al otro padre. Sin embargo, esta conducta deberá ser apreciada por el juez, cuando se
demande la variación de la tenencia, el aumento o reducción del régimen de visitas o la
pérdida o suspensión de la patria potestad.
Otro supuesto de inexistencia se presenta cuando el rechazo es temporal. Aquí ingresan
diversas situaciones conflictivas que no son de envergadura, por ejemplo cuando el hijo
no recibe el regalo que le había pedido al padre que no convive con él y que este
prometió comprarlo, cuando el progenitor que no ejerce la tenencia no se acuerda de
algún evento importante que el hijo le ha dicho en reiteradas ocasiones, etc. Finalmente,
no se presentará el síndrome de alienación parental cuando exista abuso, de cualquier
tipo, por parte del progenitor no tenedor en perjuicio del hijo. En este sentido, si aquel
insultó, golpeó o trato mal al menor de edad o a alguien que él considera importante en
su vida, el rechazo de este se encontrará plenamente justificado.
4.10. Críticas a las posturas que consideran a la teoría del síndrome de alienación
parental como una pseudociencia
4.10.1. No es relevante su reconocimiento en el CIE ni en el DSM
El síndrome de alienación parental no está recogido en la Clasificación Internacional y
Estadística de Enfermedades y Problemas Relacionados con la Salud (CIE) ni en el
Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM); por ello, los
críticos de la teoría de Richard Gardner consideran que no estamos ante un verdadero
síndrome.
No obstante, estos olvidan que las dos clasificaciones citadas no recogen un catálogo
cerrado e inmutable, sino que se caracterizan por ser todo lo contrario.
Así, como señala María del Carmen García (2009, pp. 226-227), la propia Asociación
de Psicólogos Americanos ha reiterado en diversas oportunidades que la no inclusión de
un trastorno al DSM no implica que no merezca ser estudiado. A ello se suma la
opinión de diferentes especialistas de considerar que el síndrome de alienación parental,
una vez sea incorporado al DSM, formará parte de la categoría abierta denominada
“otros focos de interés que pueden ser objeto de atención clínica”, y en específico, al
apartado “problemas de relación” de la sección “otros estados o problemas que puedan
ser objeto de atención clínica y que se relacionan con trastornos mentales descritos
previamente en este manual”.
En dicho apartado ingresan todos aquellos casos clínicamente significativos que se
caracterizan por el evidente deterioro de comunicación entre dos sujetos relacionados
(progenitor e hijo), debido a la patología que padece uno de ellos.
Por ello, esta ausencia en las referidas clasificaciones no es razón suficiente para
invalidar y restar cientificidad a la teoría de Richard Gardner, más si sus síntomas son
comunes y reflejan una forma de maltrato infantil y, por ende, de violencia familiar de
tipo psicológica.
En este sentido, atendiendo a los criterios doctrinarios de admisibilidad de la prueba
científica, como el test Frye, el juez, a fin de garantizar el interés superior del niño,
tendrá que tener en cuenta que la campaña de denigración y la inculcación maliciosa no
son elementos irreales ni fantástico, sino que su presencia es muy usual, en diferente
intensidad, en los conflictos sobre la tenencia de un menor de edad.
4.10.2. No es un instrumento para discriminar a las mujeres
Se criticó que la teoría de Richard Gardner sería empleada como una forma de
discriminación de género, debido a que se creó en el entendimiento de que solo la mujer
podría ser la alienadora.
Esta hipótesis entendía que la construcción del síndrome de alienación parental se
encontraba influenciada por una perspectiva patriarcal (Tapias, Sánchez y Torres, 2013,
p. 119).
No obstante, esta polémica es innecesaria, debido a que termina perjudicando a los
menores de edad, quienes se verán desprotegidos ante las conductas inculcadoras de
ambos padres (García, 2009, p. 218).
Es cierto que Richard Gardner en un inicio señaló a la mamá como la única que podía
tomar el rol alienador. Empero, con el pasar de los años pudo observar y analizar casos
en los que también los papás eran alienadores; por este motivo, reformuló su teoría y
explicó que cualquiera de los progenitores podía ser el alienador.
A pesar de ello, es necesario señalar que la razón por la que en un inicio solo se
identificó a la madre como la alienadora no se debe a una concepción que privilegiaba a
los hombres y discriminaba a las mujeres, sino a una cuestión cultural y social que
influye en los litigios, ya que en ellos la tenencia de los hijos mayormente es concedida
a la mamás.
Así, esta crítica, de encasillar la contienda desde un enfoque de género, impide
evidenciar, analizar y observar el verdadero conflicto (Bouza y Pedrosa, 2008, p. 11) y
el real objetivo de la incorporación del referido síndrome como una causal para variar la
tenencia: salvaguardar el interés superior del niño.
4.11. Su relación en las diferentes clases de tenencia
4.11.1. En la tenencia compartida
Para que el juez pueda disponer la tenencia compartida, será necesario que exista entre
los progenitores una relación armoniosa y comunicación constante, pues únicamente así
podría tener buenos resultados este tipo de convivencia alternativa para el hijo.
Así, parecería imposible que surja el denominado síndrome de alienación parental;
empero, si bien los casos son escasos, no es inverosímil que se den, pues las relaciones
humanas pueden ir deteriorándose con el transcurrir del tiempo y, por ende, es más
sencillo que se termine inculcado maliciosamente al hijo para que inicie una campaña
de denigración en contra del otro padre.
En estos casos, el juez deberá de variar la tenencia compartida, disponiendo que el
progenitor no alienante se encargue de la tenencia exclusiva del hijo (Avalos, 2017b, p.
162). Esta misma orientación comparte la Corte Suprema de Justicia, la cual, a través de
la Casación N° 3767-2015-Cusco, estableció que no debe de dictaminarse la tenencia
compartida cuando los progenitores no tienen una buena relación entre ellos; en caso
contrario, terminaría por afectarse física y psicológicamente a los hijos (Tenencia y
custodia de menor, 2016).
4.11.2. En la tenencia exclusiva
En la tenencia exclusiva es en donde se dan los mayores casos del síndrome de
alienación parental, por eso en la doctrina a esta patología psicológica se le ha
catalogado como un ejercicio abusivo de ella.
Por ello, Richard Gardner construyó su teoría bajo este tipo de tenencia, pues uno de los
presupuestos necesario para que surjan los síntomas observables de la referida patología
es que el hijo conviva más tiempo con uno de los padres y pierda contacto con el otro, a
fin de que la inculcación maliciosa se haga intensa y logre iniciar la campaña de
denigración.
Su tratamiento en la doctrina y en la jurisprudencia será desarrollado más adelante, en
el subcapítulo 5 del marco teórico, cuando se trate la variación de la tenencia ante la
existencia del síndrome de alienación parental.
4.11.3. En la tenencia conjunta
La tenencia conjunta se dará cuando los progenitores todavía conviven, por lo que es
poco probable que se presenten los síntomas observables del síndrome de alienación
parental, pues el hijo tendrá contacto constante con ambos padres.
No obstante, esto no significa que no puedan presentarse otras formas de maltrato
intrafamiliar como la violencia física, psicológica, económica, sexual, etc.
4.12. El derecho de los menores de edad alienados a ser escuchados u oídos y a opinar
En principio, antes de exponer el impacto del síndrome de alienación parental en el
derecho de los niños, niñas y adolescente a opinar y a ser escuchados u oídos, es
necesario explicar sucintamente estos derechos.
Así, el derecho de opinión, recogido en el numeral 1 del artículo 12 de la Convención
sobre los Derechos del Niño, es uno de carácter personalísimo e inalienable que
funciona como una garantía sustancial y que materializa el desarrollo constante que
tienen los menores de edad, por lo que es una obligación estatal velar por su adecuado
ejercicio y reconocimiento.
De este modo, mientras que el niño o niña debe ser escuchado, el adolescente debe ser
oído, pues se parte de la siguiente premisa: más edad es equivalente a mayor madurez
(Chunga, Chunga Chávez, L. y Chunga Chávez, C., 2016, p. 178; Villar, 2003, p. 148).
Ahora bien, en el caso que se presenten los síntomas observables del síndrome de
alienación parental, claramente la opinión del niño, niña y adolescente se trastocará,
pues no expresará de manera libre su verdadero sentir. En consecuencia, estos derechos
terminarán relativizándose, ya que el juez no se encontrará obligado a tener en cuenta lo
que digan, salvo para una valoración negativa con relación al comportamiento
obstruccionista del progenitor que ejerce la tenencia.
En esta misma orientación se encuentra la Corte Suprema de Justicia, la cual ha
establecido, en el vigésimo tercer considerando de la Casación N° 2067-2010-Lima,
que el síndrome de alienación parental es una patología psicológica que relativiza el
derecho de los menores de edad alienados a opinar (s.d., 2011).
4.13. Las medidas psicojurídicas para frenar sus síntomas
Las medidas psicojurídicas son aquellas decisiones que se adoptan con el propósito de
garantizar el bienestar de las personas que han sufrido una trasgresión a sus derechos
fundamentales.
Su fin es generar un mayor acceso para este grupo de sujetos de derecho, a fin de que
no pasen a ser meros objetos de tratamiento, sino que se les permita tener un rol activo
en las decisiones que se adopten sobre ellos.
Su empleo se centra a los procesos judiciales, pues es allí en donde se genera la mayor
vulneración a las necesidades de las víctimas.
Así, el juez tendrá que velar porque la víctima pueda sentirse segura con la decisión que
se adopte, por lo que requerirá del apoyo constante de los psicólogos, quienes velarán
por la estabilidad emocional, psicológica y afectiva de este sujeto de derecho.
En el caso específico del síndrome de alienación parental, las medidas psicojurídicas se
traducen en el empleo de la mejor intervención psicológica para mitigar o aquietar los
efectos negativos que produce esta patología en los menores de edad alienados. A
continuación se desarrollan algunas propuestas desarrolladas por la doctrina.
4.13.1. Terapia de revinculación asistida
El Poder Judicial es el único ente capaz de salvaguardar los derechos de los niños, niñas
y adolescente; de esta forma, frente al síndrome de alienación parental, en diversos
ordenamientos jurídicos –como España, Estados Unidos y Brasil– se ha creado una
nueva terapia psicológica ordenada por el juez para reestablecer el vínculo afectivo que
mantenía el progenitor rechazado con su hijo antes del proceso de alienación.
Esta viene a ser la denominada terapia de revinculación asistida, la cual tiene como fin
la participación conjunta del hijo y el padre alienado, sin la presencia del progenitor
alienador, para lograr identificar puntos de coincidencia a fin de conseguir un mayor
entendimiento entre ellos (Howard, 2014, p. 148).
Miguel Ángel Soto (2011, pp. 203-204) opina que viene a ser la forma en la que se
reestablecen las relaciones entre padres e hijos, creando un ambiente de paz y poniendo
fin al sufrimiento que ambos padecen; por lo que a diferencia de la conciliación,
mediación u otros mecanismos análogos, es realmente efectiva.
Para su adecuado desarrollo, será necesario que cada cierto tiempo el terapeuta
(psicólogo) remita la información al juez sobre la forma en la que está teniendo efectos
positivos la terapia. Asimismo, la presencia del progenitor alienador se deberá de dar
luego de haber logrado puntos de coincidencia entre el hijo alienado y el progenitor
alejado.
Finalmente, su éxito dependerá de la calidad profesional y personal del terapeuta; por
consiguiente, será indispensable que este actúe sin prejuicios y alejado de cualquier tipo
de estereotipos e ideologías, ya que un error en la forma en la que se desarrollará la
terapia será perjudicial para el niño, niña o adolescente (Bouza y Pedrosa, 2008, p. 87).
4.13.2. Visitas supervisadas
Esta se establece entre el progenitor alejado y el hijo alienado. Se caracteriza porque las
visitas del primero a los segundos se dan en presencia de un trabajador social adscrito al
Poder Judicial o a otra entidad estatal, quien deberá analizar la manera en la que se
desarrolla la convivencia entre ellos, a fin de comunicar al juez que ordenó dicha
medida si los vínculos afectivos se han restaurado (Álvarez, 2011, p. 230).
Las convivencias supervisadas no deben estar sometidas a ningún tipo de presión, por lo
que la presencia de algo o alguien que afecte la seguridad o integridad de los menores
de edad será razón suficiente para que deje de practicarse.
A mi criterio, esta opción será la más viable si es que todavía no existe alienación
parental, sino únicamente inculcación maliciosa, ya que en este escenario todavía es
posible obtener el apoyo del progenitor que ejercer la tenencia.
4.13.3. Intervenciones mediadoras, terapéuticas y legales
Lund (citado por Bolaños, 2002, p. 37) señala que el mejor remedio para enfrentar la
alienación parental es que el juez ordene la designación de un “gerente del caso” para
coordinar las diversas intervenciones mediadoras, terapéuticas y legales.
Así, los componentes esenciales de este tratamiento serían la celebración de sesiones
privadas entre el hijo alienado y su padre rechazado, buscando que se produzca una
interacción con menor intensidad emocional y más placentera; la terapia individual para
los progenitores, en el que se busque ayudar a recuperar su estabilidad emocional luego
de la ruptura y abandonar todo tipo de comportamiento 86 conflictivo; mediación entre
los padres, en el que tendrá que intervenir un mediador a fin de generar un diálogo
fluido y fructífero entre ellos, y la comunicación entre los terapeutas, a fin de manejar
su neutralidad y elaborar proyectos para obtener intervenciones coordinadas con
objetivos similares (Lund citado por Bolaños, 2002, pp. 37-38).
4.13.4. Mediación familiar flexible
Iñaki Bolaños (2002, p. 41) aborda el problema de la alienación parental desde los
factores que se ven involucrados: personales, familiares y legales. En este sentido,
explica que la mejor medida psicojurídica a adoptarse será el empleo de una mediación
familiar flexible.
Así, refiere que esta decisión va más allá de la básica facilitación del diálogo, pues se
construye teniendo en cuenta que se está ante un escenario litigioso. De este modo, se
otorga relevancia a la creación de un contexto familiar regulado por la cooperación
entre sus integrantes.
Precisamente, lo que busca esta mediación es desaparecer las causas del conflicto a
través de una labor retrospectiva, en donde los intervinientes puedan darse cuenta que
podían actuar de diferente manera frente al problema familiar (Bolaños, 2002, p. 41).
Para ello, esta medida parte del entendido que todos los familiares han aportado en
cierto grado para que el menor de edad sea alienado; por ende, cada uno de los
protagonistas del SAP participará en la mediación (Bolaños, 2002, p. 42).
Finalmente, Iñaki Bolaños (2002, p. 42) explica que la meta en la mediación familiar
flexible es que los progenitores, de manera conjunta, sigan ejerciendo las atribuciones y
facultades que se derivan de su relación paterno y materno-filial.
4.13.5. Niveles residenciales
Frente al nivel severo de intensidad del síndrome de alienación parental, Richard
Gardner (citado por Aguilar, 2006, p. 172) consideró que la mejor solución era
establecer tres niveles de residencia. Así, el primer nivel 87 sería el domicilio de un
familiar o amigo cercano, el segundo una comunidad u hogar de protección y el tercero
una institución hospitalaria.
Asimismo, consideró que cada nivel tenía que transitar por seis fases, las cuales estaban
dirigidas a demostrarle al niño, niña o adolescente alienado que el progenitor rechazado
no era tan peligroso como le habían retratado (Gardner citado por Aguilar, 2006, p.
172)
Según Richard Gardner (citado por Aguilar, 2006, p. 173), estas fases son las
siguientes:
- Fase 1: el menor de edad alienado es ubicado en una nueva residencia. En este periodo
se interrumpe el contacto con el progenitor alienador. Luego de unos días de haberse
adaptado al nuevo ambiente, el niño, niña o adolescente recibirá la visita del padre
rechazado, las cuales, atendieron a su respuesta, irán ampliándose.
- Fase 2: inician las visitas al domicilio del progenitor alienado, para después regresar a
la residencia puente. Las visitas se irán prolongando mientras que el contacto con el
padre programador seguirá suspendido.
- Fase 3: se procede a trasladar al menor de edad al domicilio del papá o la mamá
rechazada. Al principio de esta fase, el hijo seguirá sin tener contacto con su progenitor
alienador, pues ello será determinante para lograr demostrar que todo lo manifestado
sobre el padre alienado es falso.
- Fase 4: inicia el contacto con el progenitor alienador, pero con la supervisión
constante por parte de un profesional especializado en la materia. La comunicación irá
avanzando según el comportamiento que demuestre este padre.
- Fase 5: inician las visitas del padre alienador, las cuales siempre se darán de manera
supervisadas.
- Fase 6: en ciertos casos, aunque controlados y con la presencia constante del apoyo
judicial, las visitas del progenitor alienador se darán en el domicilio de su expareja.
4.14. El rol del juez ante la presencia del SAP
Si bien lo ideal es evitar judicializar el conflicto parental, pues ello provoca una carga
psicológica excesiva para todos los involucrados, especialmente para los niños, niñas y
adolescentes –en esta perspectiva, Arce, Novo y Carballal (2003) consideran que la
mejor solución es que el progenitor alejado intente comunicarse con el padre alienador
a fin de hacerle entender que su accionar está perjudicando irremediablemente al hijo
(p. 223)–, lastimosamente, en la gran mayoría de casos, las medidas auto compositivas
de resolución de conflictos no serán suficientes, por lo que solo la intervención del
Estado, a través de los jueces, empezará a poner fin a la vulneración de los derechos de
los menores de edad.
Es de esta manera que en los países de México, España. Estados Unidos y Brasil, por
ejemplo, se han preocupado por estudiar concienzudamente las diversas patologías que
se presentan a lo largo de un proceso judicial. Así, el síndrome de alienación parental,
como una patología psicológica que representa una manifestación del ejercicio abusivo
de la tenencia (en específico la exclusiva), empezó a ser aplicado para determinar con
quién vivirá el niño, niña o adolescente.
En el caso del Estado peruano, cada vez es más común que los jueces de familia utilicen
el referido trastorno psicológico para variar la tenencia, por ello es imperante que la
estudien y logren entenderla (Pérez y Andrade, 2013, p. 19). De este modo, se evidencia
un mayor número de casos en los que los juzgadores requieren que se realice un análisis
(pericia psicológica y visita de la trabajadora social) para determinar su presencia, a fin
de resolver el litigio y garantizar el interés superior del niño, debido a que su no
evaluación constituiría el primer y principal factor de generación y mantenimiento de
conflictos (Bouza y Pedrosa, 2008, p. 7).

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