Articulo Ciudadanía Ascenso Docente IV
Articulo Ciudadanía Ascenso Docente IV
Articulo Ciudadanía Ascenso Docente IV
• Introducción
111Docente de Carrera e investigador de la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP). Administrador Publico
e Historiador. Magister en Estudios Políticos y Relaciones Internacionales. Magister en Psictoanálisis, Subjetividad y
Cultura. Candidato a Doctor en Estudios Políticos y Relaciones Internacionales.
y defender las libertades e intereses de los individuos (Schuck, 2002). En su lugar,
para el pensamiento republicano, a través suyo se debe edificar y construir la “cosa
pública” -común a todos-, como también, lograr el compromiso de los ciudadanos
y garantizar su influencia en el gobierno (Dagger, 2002). Por su parte, para el
pensamiento comunitario, con ella debe de conservarse las tradiciones, identidades
y valores que soportan la sociedad, como también, los posibles derechos
diferenciados que se desprenden de grupos o minorías con diferencias étnicas,
culturales o sociales (Delanty, 2010). Para el pensamiento marxista, con la
ciudadanía, o bien se busca, construir un manto ideológico para ocultar la
desigualdad y lucha entre clases sociales al tiempo que reproducir la dominación
y explotación (Holloway, 1982), o así mismo, a través de ella se pretende lograr
un compromiso logrado mediante el Estado que permita a clases sociales
enfrentadas el reproducirse (Tischler, 2001).
Sea que se trate de una controversia del mundo público o de la teoría política, cabe
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decir, no existe un consenso, menos aún, claridad, respecto a qué significado pueda
darse a la noción, al concepto o a la realidad de la ciudadanía. Para avanzar en su
comprensión, este escrito propone como aporte, desde una aproximación histórica,
generar una serie de reflexiones respecto a qué es, qué componentes la integran,
cómo se construye, qué finalidades persigue y qué especificidades asume en las
sociedades modernas. Tal aproximación, tiene por ventaja el fundamentarse en
realidades fácticas, antes que, en convicciones personales, filosóficas o
doctrinales. Terrenos estos donde cada quien es “rey y señor” de sus creencias,
preferencias o anhelos; no así, en el mundo de los hechos y procesos sociales de
carácter histórico y colectivo.
En búsqueda de generar dicho aporte, los argumentos que alimentan este escrito
auscultan cómo se constituyó la ciudadanía en el occidente moderno. Caracteriza
los principales elementos que llegaron a conformarla y dinamizarla, posicionando
en primer plano, las dinámicas provenientes de la sociedad, como así mismo, las
derivadas del Estado. Sitúa el importante e imprescindible papel jugado por éste
con su institucionalidad, en lo que respecta, a estructuración y prolongación. Pone
de presente, los fines contradictorios que con ella se buscó, y en ese marco,
caracteriza cómo la democracia como sistema político se configuró en un camino
de solución para dirimirla. En un aporte por comprenderla en nuestras realidades
sociales, evidencia cómo en América Latina ella asume continuidades y
diferencias frente a su génesis europea. En particular, presenta que, en la
actualidad, en nuestra región, se vivencia una intensa “disputa política” en torno a
la fijación de sus sentidos, contenidos y alcances. Cuestión esta que, en Europa a
la fecha cuenta con un relativo consenso y estabilidad en torno a ella.
Acorde a Charles Tilly (2004), la ciudadanía moderna fue el producto de las luchas
protagonizadas por grupos organizados de la sociedad, pero también, por efecto de
las acciones de los Estados. Bajo la línea argumentativa del autor en cuestión,
emergió porque en el contexto europeo miembros relativamente organizados de la
población, durante siglos, conflictuaron y negociaron con las autoridades estatales.
Dicha dinámica tuvo su origen, en que estas últimas requerían extraer recursos a
diferentes grupos sociales para ir o continuar la guerra con otros Estados; por su
parte, los grupos sociales en cuestión, demandaban a dichas autoridades que
limitaran sus imposiciones, o les solicitaban, que apoyaran sus intereses. En ese
marco de conflicto y negociación, la ciudadanía moderna se constituyó en el
arreglo político edificado para dirimir y mediar las aspiraciones y reivindicaciones
enfrentadas de las partes. Y que para mantenerse y ser respetadas en el tiempo, las
plasmaron en un régimen legal de deberes y derechos legales.
Bajo el arreglo en cuestión, las partes enfrentadas que le dieron lugar, quedaron
atadas indisolublemente a una serie de obligaciones y contraprestaciones mutuas.
Grupos y miembros de la sociedad pudieron invocar con éxito el auxilio o
intervención del Estado para que fueran satisfechas ciertas reivindicaciones
exigidas. A la par, éste último se vio autorizado a imponer de manera coactiva
cargas y extraer recursos a distintos grupos organizados y miembros de la
sociedad. Esa exigibilidad mutua, hizo que la ciudadanía moderna se instaurara 5
Integrando las perspectivas hasta ahora abordadas en este escrito, puede afirmarse
entonces que, la ciudadanía moderna históricamente ha obedecido a procesos de
conflicto y de negociación, de una parte, entre los grupos organizados de la 7
Así, para el primer grupo de ellos, el sociólogo Marshall ve que a los derechos
civiles correspondió la creación de los tribunales de justicia que permitieron
hacerlos exigibles. Para el segundo grupo, los derechos políticos, divisa que le
correspondió la creación de instituciones como el voto popular, los consejos de
gobierno local y los parlamentos. Para el tercer grupo, los derechos sociales, asume
que se crearon instituciones de servicios sociales y de educación. Con esta visión
de T.H Marshall, se pone de presente que la construcción de ciudadanía moderna
históricamente supuso la configuración e intervención de toda una
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institucionalidad estatal. Sin los tribunales, los órganos colegiados de
representación y la administración pública constitutiva del Estado, no habría sido
posible la existencia de los derechos relacionados con ella. En otras palabras, sin
el Estado Moderno históricamente ella no hubiese llegado a existir.
2Ligados al derecho a la vida, la libertad de expresión, la libertad de pensamiento, la libertad de culto, la libre
movilidad-
3Referidos al derecho para participar en la conformación y elección de sus autoridades políticas.
4Relacionados con la provisión de bienes y servicios a diversos sectores de la sociedad.
inversa es igualmente cierta: la formación del Estado moderno y del
sistema de Estados no puede entenderse aparte de la aparición e
institucionalización de la ciudadanía” (Brubacker, pág.71,2005).
Desde otra arista, para el Estado, y para la misma ciudadanía como institución, fue
importante su construcción como identidad política. Sin esa dimensión, no hubiese
llegado a conformarse en su forma de Estado Nación abarcante de un gran
territorio y población, e incluso, como Estado Democrático, si bajo ella, no se
hubiese dado unas movilizaciones ideáticas y afectivas que adscribieran a los
5 No obstante, las diferencias entre países a lo largo del siglo XIX, por norma, tales criterios identitarios se vieron
teñidos de requisitos excluyentes y discriminatorios en común. Para adquirirla ciudadanía, sin importar el país de
procedencia, debían cómo mínimo ser hombres, ser blancos, ser propietarios, ejercitar la lengua oficial, saber leer y
escribir, y hasta, mostrar su lealtad por los gobiernos o regímenes de turno .
pobladores a su orden político. Sin dicho sustrato, no se hubiera dado en torno al
Estado adscripción y lealtad de grupos y personas de distintos territorios y
procedencias que, hasta el orden medieval o antiguo, se hallaban separadas y
adscritas a distintos tipos de vínculos particularistas -estructurados estos en grupos
familiares, territoriales, estamentales y/o gremiales- (Habermas, 1999). Tampoco
hubiese obtenido validez y aceptación el orden social y político del Estado entre la
población, y las instituciones y autoridades que lo soportaban. En fin, sin el
sustrato cultural e identitario que aportó la construcción de ciudadanía como
identidad política, no se hubiera contado con esa fuerza integrativa que dio lugar
a una comunidad política nacional de ciudadanos.
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Y que dicho sea de paso, de no cumplirlas, serian en última instancia sancionadas por ley y el Aparato de Estado
(Brubacker,1994).
Varias libertades se inauguraron con la instauración de la ciudadanía moderna. Se
abrió la posibilidad para que grupos excluidos dejaran de contar con restricciones
legales y coactivas que les impedían ejercer determinados oficios o actividades
económicas. Restricciones que, hasta entonces elevaban dicho derecho económico
de actividad de manera monopólica a favor de ciertos grupos, gremios o
estamentos. También con la instauración de la ciudadanía, se empezó a derrumbar
las barreras legales instauradas para asegurar que la selección de autoridades
políticas y/o gobernantes solo recayera en ciertas élites o familias7. Con este nuevo
derecho político, la elección de autoridades y gobernantes se abrió a la
participación cada vez más amplia de distintos sectores, grupos o clases sociales.
Con la ciudadanía moderna, así mismo, en cierto momento histórico, en particular
en el siglo XX, determinados sectores llegaron a recibir bienes, ayudas,
protecciones y servicios (educación, salud, seguro de desempleo, etc.) por parte
del Estado. 17
7Estas últimas, por cierto, daban por natural su derecho a gobernar en tanto inculcaban en las demás su deber de
obedecer.
A todas esas potestades coactivas entregadas a las instituciones del Estado, los
ciudadanos paulatinamente la asumieron como deberes legales que les cabía
cumplir y acatar -so pena, de ser sancionados o castigados de no hacerlo-. De
mencionar es que, desde el siglo XVII hasta el siglo XX, los deberes ligados a la
ciudadanía moderna llegaron hasta el extremo de conceder a los Estados la
potestad de disponer de la vida de sus ciudadanos. La primera y la segunda guerra
mundial, evidencian bien, hasta donde llegaron los deberes en cuestión. Los
Estados Nación obligaron a la mayoría de hombres a participar en ellas. Millones
de ellos cayeron en las trincheras al prestar la obligación del servicio militar
(Hobsbawn, 2009). Al respecto, es importante señalar que en las democracias
modernas liberales el servicio militar es percibido como parte de las mínimas
obligaciones que tienen los ciudadanos con el Estado, a cambio de, recibir iguales
derechos cívicos, políticos y sociales (Sasson-Levi, 2002). En la actualidad, en
diversos países, sectores de la población excluidos para ganar la nacionalidad y los
derechos ciudadanos ligados a ella, en particular minorías migrantes, se alistan en 18
Atendiendo lo señalado hasta ahora en este apartado, puede decirse entonces, que
la ciudadanía moderna tuvo una constitución histórica bifronte y hasta
contradictoria. En ella se articuló al mismo tiempo la protección y la dominación,
ya que, así como entrega bienes, libertades y apoyos a los ciudadanos, también, el
Estado les exige y extrae otros de manera obligada y coactiva. Tal contradicción
llegó o intentó resolverse a través de la transformación de los Estados nacionales
en sistemas políticos democráticos. En estos, si bien existe una relación y ejercicio
de dominación hacia las sociedades, a su vez supone, que dicho ejercicio de
mando- obediencia se construye con un consentimiento de los ciudadanos.
Cómo fue que históricamente esa dominación del Estado quedo atada
históricamente a un poder democrático, se expresa en los análisis hechos por
Charles Tilly (2007). La tesis general de este estudioso, es que los Estados para
conseguir el consentimiento de la población en la extracción de recursos a sus
integrantes, les entregó derechos. Tilly divisa el proceso de creación y de
nacionalización de los derechos de la ciudadanía moderna para Europa en tres fases
históricas. Una primera, estuvo dada por la creación de los ejércitos nacionales de
masas, que para reclutar a los integrantes de la población a sus filas, llevó a los
Estados a negociar y hacerle concesiones. Una segunda, estuvo dada por una 19
Saskia Sassen (2012) realiza una visión coincidente con la de Charles Tilly, en
relación a la apertura y ampliación del gobierno hacia el grueso de la población
conseguida con la ciudadanía moderna, sin embargo, con un mayor énfasis en una
perspectiva de clase. Al centrar su análisis en el caso Ingles en los siglos XVIII y
XIX, muestra cómo la burguesía en contraprestación a sus aportes monetarios a la
corona, pero también, en su pretensión de lograr influencia política, empezó a
ganar derechos de representación política en el parlamento. No solo ganó más
cupos dentro del parlamento, sino éste como institución, comenzó a asumir un
poder creciente frente a la monarquía y el pleno de la sociedad. Con sus acciones
en la institución parlamentaría, la burguesía se formó como un sujeto de derechos
que creo un sistema de protecciones privadas que la habilitaban para realizar
operaciones nacionales y globales. Desde dicha institución, la burguesía aseguró
la libertad del comercio y de la producción, además, la libertad de pagar el trabajo
en su nivel más bajo y de defenderse de las alianzas y revueltas de los trabajadores.
Concluye Sassen. Con el parlamento se llegó a la primera formulación de un
estado y ciudadanía liberal, para ella, un legítimo sistema de leyes y regulaciones
que privilegiaban los propietarios de capital productivo.
como Dinamarca, Finlandia, Francia, Alemania, Grecia, Hungría, Italia, Países Bajos, Noruega, Austria, Portugal,
Rumania, Rusia, España, Suecia, Suiza, Reino Unido, Egipto, Australia, Japón, Nueva Zelanda, Argentina, Bolivia,
Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, República Dominicana, Ecuador, Honduras, México, Panamá,
Perú, Estados Unidos y Uruguay.
geografía de su extensión llegando a continentes como Asia, India y África11.
Finalmente, a manera de epílogo, Tilly propone un difuso cuarto periodo
acontecido después de 1979 hasta la actualidad donde evidencia una
democratización del voto. Primero, en Europa del Este con el colapso del régimen
socialista en 1989; segundo, en América Latina con el tránsito de regímenes
autoritarios a democráticos; y tercero, en Asia y África con procesos de
independencia nacional y descolonización.
11Aparece la extensión del voto en países como India, Israel, Líbano, Corea del Sur, Tailandia, Turquía, Egipto,
Marruecos, Zambia, Portugal, España Colombia, Costa Rica, El Salvador, República Dominicana, Guatemala,
Nicaragua, Paraguay, Perú y Venezuela.
mismas. Por lo tanto, las decisiones que ellas llegaran a tomar, gozaban de la
pretensión de validez, gracias a que fueron autorizadas por los mismos ciudadanos
quienes con sus votos habían delegado quienes las podían tomar. A través de sus
votos por una autoridad y/o programa político, podían plasmar las preferencias por
las cuales debería orientarse las autoridades en la dirección del Estado.
Uno de los autores que mejor expresa esta lógica legitimadora de validez de la
dominación entre clases o sectores sociales conseguida a través de la ciudadanía,
es T.H Marshall. Para este estudioso, resulta fundamental entender el cómo fue
posible que dos instituciones orientadas por principios opuestos, como lo son la
ciudadanía y el capitalismo, llegaran a florecer al mismo tiempo y aparecieran
aliadas. La contradicción la encontraba Marshall en el hecho que mientras una
promovía la igualdad general, la otra, apalancaba la desigualdad de clases. La
respuesta que da a dicha pregunta, es que si la primera define una igualdad entre
los ciudadanos, no por ello se plantea como un mecanismo para abolir a su
contraria, la desigualdad de clases. Con ella, antes que buscar una arremetida al
sistema de clases del capitalismo, más bien, se buscó hacerlo menos vulnerable a
posibles ataques por efecto de sus más nocivas consecuencias.
bajar los pisos superiores de un edificio, sino más bien, se trataba de subir los pisos
más bajos hasta cierto nivel. En búsqueda de dicho logro, unas clases debían
transferir rentas a otras a través del Estado -vía impuestos-, que terminaban por
traducirse en la provisión de ingresos o bienes que coadyuvaban a su protección.
Siguiendo la interpretación propuesta por Marshall, puede afirmarse entonces que
la ciudadanía moderna busca organizar que se haga posible una dominación
legítima entre clases sociales. En términos políticos, la ciudadanía valída que
exista una desigualdad social entre clases sociales que es aceptada por ellas gracias
a ciertos recursos que se transfiere de unas a otras.
12Es de advertir, que con esta contrastación entre realidades de Europa y América Latina, no se quiere generar una
idealización de la ciudadanía moderna tal como se llevó en Europa, sugiriendo que debería seguirse el mismo camino.
Solo quiere resaltarse, que su transposición e implantación en la región cambio las trayectorias, consecuencias y
resultados con la que fue creada en Europa en su proceso y contexto histórico.
se vio limitada. Los requisitos legales impuestos tales como ser hombre, blanco,
propietario, vecino reconocido, con manejo de la lectura y de la escritura llevaron
a restringir la posibilidad de elegir a los gobernantes solo a unos pocos integrantes.
También dicha elección fue condicionada o truncada por la primacía de las
influencias, sumisiones y sociabilidades vecinales y hacendatarias que impusieron
las lógicas colectivas sobre las preferencias autónomas e individuales de cada uno
de los ciudadanos.
Esas herencias del pasado colonial en América Latina, no solo han traído
gramáticas sociales excluyentes, sino también, han alimentado culturas políticas
ciudadanas de signo patrimonialista, caudillista y clientelar (Assies, 2012). Bajo
tales culturas, los derechos y deberes se vieron vinculados a lógicas particularistas,
que llevaron a que su cumplimiento dependiera menos de las leyes y autoridades
adscritas al Estado Nacional, y más, de las pertenencias y lealtades personales a
determinados grupos familiares, territoriales, políticos o sociales. Dichas lógicas,
llevaron a que los derechos ciudadanos en la práctica fueran más bien asumidos
como favores o contraprestaciones personales, en lugar que, a obligaciones 27
reciprocas adquiridas entre el Estado y los ciudadanos. Así mismo, condujo a que
los deberes fueran más bien asumidos, como cuestiones circunstanciales y
diferenciales que debían cumplirse según se perteneciera a determinado apellido,
clase, condición racial o ubicación territorial.
Las realidades y herencias del pasado colonial terminaron por truncar, mutar o
condicionar la ciudadanía moderna en América Latina. Sin embargo, las
comentadas no son las únicas particularidades o especificidades de cómo ella se
instauró en la región de manera diferencial a lo acontecido en Europa Occidental.
En la región, al momento actual, ella se constituye en un “terreno político en
disputa” donde se vivencia una intensa conflictividad respecto a la definición de
sus sentidos, contenidos, prácticas y alcances (Mariani, 2008).
Si en Europa los siglos de conflictos y negociaciones que llevaron a su instauración
condujeron a un relativo y estable consenso en torno a los sentidos y contenidos
que a través suyo debe buscarse y garantizarse, en la región latinoaméricana, no
hay uno en torno a qué debe buscarse a través de ella, y se reporta una intensa
competencia y conflictividad de lo que debe edificarse a través suyo. Así para los
movimientos sociales, la ciudadanía, se constituyó en un poderoso vínculo entre
iniciativas distintas que evitó que su acción fuera aislada y fragmentada
(Dagnino,2007). En contraste, para agentes del pensamiento neoliberal, la misma
fue promovida y asumida básicamente como la integración del individuo al
mercado, al mismo tiempo, que como una noción vaciada de derechos. Para
representantes del denominado tercer sector, por su parte, la ciudadanía fue
comprendida esencialmente como filantropía y caridad para mejorar situaciones
de pobreza.
historia de discriminación y opresión por la que han pasado los pueblos indígenas,
como también, la creación de un compromiso por transformar su situación.
• A manera de conclusiones
Con las reflexiones que integraron tácita o explícitamente este escrito se quiso
hacer pedagogía política y democrática. Entre ellos, dos mensajes quisieron
posicionarse: 35
• Referencias
Berzeni, M. (2001). Emotions and Political Identity. Mobilizin Afecction for the
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Poggi, G. (2003). Citizen and the State. Retrospect and Prospect. En State and
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