Luis Alfredo Garavito
Luis Alfredo Garavito
Luis Alfredo Garavito
colombiano de Génova, donde se crió con seis hermanos (él era el mayor) y con
un padre, Manuel Antonio, del que jamás recibió afecto alguno. Todo lo
contrario, las palizas fueron la tónica habitual. Incluso sufrió toda clase de torturas:
quemaduras con velas, cortes con navajas de afeitar, golpes con palos mientras lo
ataba a un árbol, etc.
Estas vejaciones no fueron el único trauma que Luis Alfredo tuvo en la infancia.
Un amigo de la familia lo violó con trece años y, tiempo después, el muchacho
trató de vengarse contratando unos sicarios. A partir de entonces, la víctima se
convirtió en verdugo y desarrolló una personalidad agresiva, iracunda, psicótica y
paranoica, sumada a una fuerte atracción sexual hacia los niños.
Así fue cómo, durante los siguientes cinco años, Garavito perpetró cientos de
asesinatos movido por un “impulso”, según él. “Todo sucedía de repente” y sin
planificación. Pero la realidad era otra. El pederasta planeaba cada asalto y
tortura con sumo cuidado. Para evitar ser descubierto, cambiaba continuamente
de aspecto y se disfrazaba de sacerdote, granjero, anciano, vendedor
ambulante, profesor… Después, elegía a menores entre seis y dieciséis años,
que vagaban por las calles en busca de comida o simplemente de cariño, y se
acercaba ofreciéndoles alimentos, regalos, o prometiendoles dinero.
Una vez que captaba su atención y se ganaba su confianza, los animaba a dar un
paseo hasta cansarlos, mientras él se iba bebiendo una botella de brandy. Cuando
estaba lo suficientemente ebrio, los arrastraba hasta un lugar apartado e
iniciaba una tanda de torturas.
También lograron hacer un croquis de sus movimientos en los últimos años y que
coincidían con las fechas de los asesinatos: viajes en autobús, estancias en
hoteles, denuncias por altercados en estado de embriaguez… Pero los agentes
siempre llegaban tarde,
Ninguno de estos indicios hicieron que el pederasta se viniese abajo. Solo sucedió
cuando un miembro de la científica le puso delante un estudio detallado de la
forma en la que mataba a los niños. Ver y escuchar en boca ajena sus propios
actos criminales lo derrotaron y no paró de hablar en las siguientes doce horas.
“Pido perdón a Dios, a ustedes y a todos aquellos a quienes yo haya hecho sufrir”,
espetó durante la confesión. Y aunque aseguró que no tenía “ninguna
perversión sexual” y que tampoco era “homosexual”, Garavito confirmó ser el
“responsable de la muerte de 140 niños”. La absoluta frialdad con la que describió
cada ataque, sin temblarle la voz siquiera, conmocionó a los presentes.
“Cada vez que yo tomaba [bebía alcohol] me daba por ir a buscar un niño”, relató.
Aquella “fuerza extraña” que decía dominarlo por completo, le llevaba cada
noche a cazar a nuevas víctimas y a practicar ritos satánicos con sus cuerpos.
“Hice un pacto con el diablo”, soltó para justificar las macabras vejaciones,
además de resaltar los presuntos malos tratos recibidos por su padre.
Todo ello llevó a los psiquiatras forenses a elaborar un perfil psicológico claro: “Es
un hombre muy peligroso, que finge emociones que no siente, se excita con
el riesgo y al que le encanta la sensación de dominio y de ejercer un papel
superior”. La excusa del alcohol no tuvo cabida para los expertos que le
examinaron porque “era consciente de lo que hacía”.
Con una personalidad desinhibida, que jamás frenó sus impulsos asesinos, el
detenido también presentaba tendencia a la depresión y al suicidio, aparte de
poseer un carácter fácilmente irritable. De ahí que, hasta la celebración del juicio,
permaneciera en una celda de alta seguridad, en la prisión de Villavicencio.
Querían evitar que Garavito acabase con su vida.
Finalizado el juicio en diciembre de 2001, el tribunal lo condenó a 1853 años y 9
días de prisión por el asesinato de 138 víctimas. No obstante, gracias a su
colaboración a la hora de localizar los cuerpos y a que la ley colombiana establece
penas máximas de 60 años, el asesino vio reducida su pena a 40 años. Así,
cuando tenga cumplidas las tres quintas partes, y si sigue manteniendo su buen
comportamiento, podrá optar a la libertad condicional. Todo apunta a que
ocurriría en el 2023.
Él mismo reconoció, ya estando entre rejas, que “cometí una serie de conductas
que infringen las normas penales y las morales” pero “soy un ser humano igual
a cualquier otro, con fallas pero no me considero peligroso”. Así se lo
explicaba a Jon Sistiaga, en el capítulo ‘Infancias robadas’ del programa ‘Tabú’,
donde Garavito insistió en haber cometido “una cantidad de errores de los cuales
estoy bastante arrepentido y estoy pagando una pena, esto es duro”.
Pero aquel testimonio no correspondía con la realidad: fue una retahíla de excusas
que incluso hicieron temblar al periodista español. “Ahora entiendo que esa
mirada sin vida fuera capaz de hipnotizar a todos aquellos niños, de
bloquearles. Porque esa mirada da miedo”, decía Sistiaga. Y es que cuando ‘La
Bestia’ se despidió, le sonrió y le dio recuerdos para sus hijos.
VICTIMAS
Rasgos comunes de las víctimas Llano 7 días Los niños que Luis Alfredo Garavito
aseguró haber asesinado eran hijos de familias humildes, de sexo masculino y de
estatura más baja a la del promedio para su edad.
Por el contexto general del hecho se puede pensar en una manera de muerte
violenta y homicida para todos los casos, pues en varios de los cuerpos se pudo
establecer evidencia de lesión por arma cortante a nivel de falanges, vértebras y
huesos de miembros superiores y costillas.
Otros hallazgos cerca a donde fueron encontradas las víctimas son botellas de
licor, tapas de brandy, uñas y cabello. Así mismo, recipientes con vaselina,
cabuyas o nylon de color amarillo y azul. Algunos de los niños tenían cabuyas
alrededor de las muñecas y los tobillos.
NOMBRES DE VICTIMAS