TEMA 17 Opos
TEMA 17 Opos
TEMA 17 Opos
LA
UTILIZACION DEL SUELO. LA CONTAMINACION DEL SUELO.
METODOS DE ANALISIS DEL SUELO.
1. INTRODUCCION
El suelo no es un cuerpo estático sino que mantiene un equilibrio dinámico con el medio
que Le rodea, por lo que continuamente se está formando y destruyendo. Su destrucción
está provocada por los fenómenos erosivos, cuya intensidad natural es similar a la de su
formación, una vez alcanzado el equilibrio, y el espesor máximo que desarrolla se ha de
corresponder con su situación natural. Desde este punto de vista, el suelo es un recurso
natural renovable, pero La realidad es diferente. En La actualidad el suelo se ha convertido
en un recurso no renovable por la forma en que hemos incrementado la velocidad de
destrucción, mientras que la deformación permanece invariable.
El suelo es, en definitiva, el sustento de muchas de Las actividades que se desarrollan por
parte de La género humano, por lo que éste está sujeto a contaminaciones procedentes, en su
mayoría, del uso y de La utilización de Los diferentes tipos de suelos.
Por último, es fundamental un correcto análisis de los diferentes suelos existentes en una
región, ya que determinará las características del tipo de suelo analizado y el grado de
contaminación que en él exista. Con esto se podrán establecer los métodos correctivos más
adecuados con objeto de preservar y/o corregir la degradación que pudiese existir en dicho
suelo.
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resultante de la interacción prolongada de la atmósfera, la litosfera y la biosfera sobre los
depósitos residuales procedentes de la meteorización.
Desde el punto de vista agronómico, suele destacarse que el "suelo" es el material que
soporta el crecimiento de la vegetación terrestre.
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Roca madre
La roca madre es un factor determinante del tipo de suelo. Así, por ejemplo, un suelo
desarrollado sobre la caliza será calcáreo; un suelo desarrollado sobre una cuarcita será
silíceo y un suelo desarrollado sobre una pizarra será arcilloso. No obstante, debe tenerse en
cuenta que las transformaciones que se producen en la meteorización química (alteración
geoquímica y bioquímica) pueden alterar profundamente la composición original del
material.
Clima
Dentro del clima hay que considerar íos factores estacionales que están, en parte,
condicionados por el relieve y el drenaje local, y que pueden conducir a variaciones en
pequeñas distancias. La influencia de estos factores es más apreciable en los suelos de
evolución rápida que en los de evolución lenta.
Organismos
El papel de los organismos presenta una relación estrecha con el clima, ya que éste
condiciona la fauna y la flora existente en una región, por lo que es más apropiado hablar
de factores bioclimáticos. El papel de la vegetación es más apreciable en suelos de ciclo
corto que en los ciclo largo. En los primeros, cuando la cubierta vegetal es del mismo tipo,
la humificación puede dar lugar a suelos similares independientemente de la roca origen;
esta similitud disminuye en los horizontes inferiores. En consecuencia, se denominan
"suelos análogos" a los formados sobre materiales de diferente tipo, pero bajo el mismo
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tipo de cubierta vegetal, estando caracterizados por presentar un mismo tipo de humus.
Este concepto ha permitido, a pesar de ías variaciones locales de vegetación, definir los
suelos zonales, que son característicos de grandes áreas y que permiten establecer una
distribución mundial de suelos en función de dos factores climáticos básicos: la
temperatura y el grado de humedad. Del mismo modo, en muchas áreas montañosas es
posible establecer una zonación del suelo en función de la altitud, que es paralela a la
correspondiente zonación de la vegetación y que responde esencialmente a la disminución
de la temperatura con la altitud.
La acción del hombre representa actualmente un importante factor en la evolución del suelo.
La deforestación puede dar lugar a la erosión en zonas de pendientes elevadas, y el
desarrollo de cultivos y de otras actividades, como por ejemplo el pastoreo, pueden dar
lugar a cambios profundos en la evolución de los suelos.
Pendiente
En general, las características del drenaje y de ia erosión de una región varían con la
topografía, lo cual determina que los suelos pueden variar a lo largo de una pendiente
aunque el tipo de material de origen sea el mismo, originándose así las cadenas de suelos
(caleñas o toposecuencias). Esta variación se complica cuando a lo largo de una ladera
afloran distintas rocas, en cuyo caso la sucesión de suelos recibe el nombre de "topolito
secuencias".
Desde un punto de vista práctico, pueden cartografiarse los distintos elementos de una
región que caracterizan los factores determinantes de la evolución del suelo. En
consecuencia, pueden cartografiarse: la litología del sustrato, los depósitos superficiales,
las pendientes, la vegetación potencial y los usos del suelo, y los regímenes térmico e
hídrico. La consideración conjunta de todos estos caracteres permite definir unos índices
de potencialidad edáfica en cada punto del terreno y elaborar mapas de síntesis con
significado edáfico. En estos mapas se representan unos suelos potenciales que pueden ser
luego contrastados mediante análisis de los perfiles de los suelos reales y clasificarlos
según los criterios que se exponen a continuación.
Un suelo está caracterizado por la presencia de unos horizontes, que son niveles de distinta
composición, aproximadamente paralelos a la superficie del terreno. que aparecen como
resultado de los procesos implicados en su desarrollo. Dichos horizontes caracterizan lo
que se denomina "perfil del suelo", es decir, el corte en la vertical realizado a través de
éste. Los horizontes reflejan el distinto grado de meteorización de la roca y/o de actuación
de los procesos biológicos y se diferencian principalmente por su color, por su composición
química y mineralógica y por el tamaño de grano, dividiéndose a menudo en subhorizontes.
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Si recorremos el perfil de un suelo tipo desde su zona superior a la inferior, los principales
horizontes que podremos observar son los siguientes:
- Horizonte O: representa la parte superior del suelo, cubierta por materia orgánica
fresca o parcialmente descompuesta, bajo unas condiciones aeróbicas. Es
característico de suelos formados en áreas forestales. En él pueden distinguirse a
veces dos niveles: horizonte O¡ (u horizonte L o A00), en el que las formas
originales de los restos de plantas aún son reconocibles; y horizonte O2 (u
horizonte A0 ), en el que la forma de tales restos no es reconocible. Cuando la
acumulación de materia orgánica tiene lugar en un medio saturado de agua, por
ejemplo en turberas, se habla de horizonte H.
- Horizonte A (u horizonte eluvial): es un nivel de color oscuro constituido por
materia orgánica mezclada con material detrítico y en el cual la arcilla, los
carbonates, el hierro y el aluminio son mayoritariamente eliminados y
transferidos por eluviación y lixiaviación hacia horizontes más profundos. Entre
la materia orgánica presente en este horizonte destacan los humus y las raíces
vegetales. A veces se subdivide en: horizonte A , caracterizado por un dominio de
la materia orgánica; horizonte A 2, en el que aparece una concentración de cuarzo
u otros minerales resistentes, como consecuencia de la eliminación de materia
orgánica y las substancias más solubles (este horizonte, de color claro, ha
recibido también el nombre de horizonte E); y horizonte A3, que es la transición
al horizonte subyacente (horizonte B).
- Horizonte B (u horizonte lluvial): está caracterizado por un enriquecimiento en
arcillas, hierro y aluminio, mediante iluviación o precipitación; también
presenta humus, que a menudo se encuentra finamente dividido. En él, las
características de la roca original no son aún observables. A veces se divide en
tres subhorizontes: el B! y B3, que representan la transición a los horizontes
adyacentes (aunque más afines a B que a los horizontes A y C respectivamente),
y el B2, que presenta las características típicas del horizonte B. A menudo, se
utiliza la notación (B) para designar un horizonte B incipiente y mal
desarrollado.
- Horizonte C: está situado por debajo de la zona de mayor actividad biológica.
Mantiene características de la roca madre, que se encuentra fracturada, alterada
por oxidación o, a veces, vuelta a cementar por carbonato, yeso, óxidos de
hierro u otros materiales solubles.
- Horizonte R: representa la roca subyacente consolidada a partir de la cual se ha
originado el suelo, por lo cual no es propiamente un horizonte del suelo, aunque
a veces sea considerado como tal.
Los constituyentes del suelo pueden dividirse en tres partes bien diferenciadas; fracción
mineral, fracción orgánica y fracción acuosa.
Fracción mineral
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- Constituyentes primarios: son sustancias heredadas de la roca original (por
ejemplo el cuarzo y los fragmentos de roca), y que no han sufrido
transformaciones.
- Constituyentes secundarios: se han originado por transformación bioquímica de
los constituyentes minerales de la roca (por ejemplo, las arcillas, que aparecen
principalmente como partículas coloidales). El conjunto de los minerales
secundarios de un suelo recibe el nombre de "complejo de alteración", mientras
que el conjunto de coloides del suelo, dotados de carga eléctrica negativa, recibe
el nombre de "complejo absorbente". Como resultado de estas transformaciones,
aparecen en el suelo abundantes iones, tales como Hh, Al31, Ca2+, Mg2+, K4 y Na+.
De estos, los dos primeros generan acidez en el suelo, mientras que los cuatro
últimos generan basicidad y son fácilmente intercambiables. Además, el suelo
contiene una cierta proporción de fluidos, entre los que podemos destacar agua,
aire y CO2.
Fracción orgánica
La fracción orgánica del suelo evoluciona a partir de una materia orgánica fresca, que está
constituida por restos vegetales y animales de naturaleza muy diversa, y cuya
descomposición da lugar al "humus", mediante un proceso denominado "humificación", y a
compuestos orgánicos. La humificación está causada por los organismos vivos que forman
la "biomasa microbiana" del suelo, la cual está constituida por la "microflora del suelo"
(bacterias y hongos, principalmente) y por la "fauna del suelo" (microfauna,
principalmente protozoos, y macrofauna). La naturaleza y la cantidad de la materia
orgánica fresca dependen de que se trate de suelos con vegetación permanente o de suelos
de cultivo. La evolución de esta materia orgánica depende de la relación de contenidos en
carbono y nitrógeno (C/ N), de modo que cuanto más baja es esta relación de contenidos ,
más rápida es la descomposición de la materia orgánica fresca. La relación C/N determina
además el tipo de descomposición; así, cuando la proporción C/N es baja se favorece la
mineralización de la materia orgánica, mientras que cuando la proporción C/N es elevada
se favorece la humificación (Duchaufour, 1987). La reacción C/N desciende a lo largo del
proceso de descomposición de la materia orgánica y se estabiliza en un valor que es
característico del tipo de humus formado. Dentro de los humus se distinguen dos tipos
básicos:
- Humus poco activos o mor: están constituidos por materia orgánica poco
transformada, con un grado de humificación débil.
- Humus activo o mull: implica una descomposición muy rápida de la materia
orgánica y, por tanto, una humificación importante. Su composición depende
de la naturaleza del sustrato, pudiendo ser: mull ácido, mull carbonatado y mull
ándico (sobre cenizas volcánicas).
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Fracción acuosa
La fracción acuosa se conoce como "agua del suelo" y si, en principio, su origen está
determinado por el agua procedente de las lluvias o de los niveles freáticos más elevados,
una vez en contacto con la fracción sólida se incorporan al agua del suelo sustancias en
solución y en suspensión, ambas procedentes de aquella. Es en esta fracción acuosa en la
que se desarrollan los procesos de formación y evolución del suelo, siendo de especial
importancia los relativos la interfase sólido-líquido. También actúa como vehículo de
transporte de sustancias, ya sea dentro del suelo como desde el exterior.
El suelo es uno de los recursos que la naturaleza pone a nuestra disposición para proveernos
de nuestras necesidades más básicas. Del suelo obtenemos todos los productos de origen
vegetal. Algunos pueden servirnos directamente de alimento y otros permiten la
alimentación de los animales, de los que no solo obtenemos nutrientes sino otra serie de
productos como vestidos, calzado y diversos enseres que facilitan nuestra vida.
Los suelos, que en ocasiones dan lugar a yacimientos minerales, como tónica general
constituyen el soporte de la biosfera y por tanto de la agricultura, de las reservas forestales,
así como de la ganadería. Por ello el equilibrio entre su uso y mantenimiento es la garantía
de la riqueza de una región.
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Un cambio climático puede llevar a la desaparición de la cobertera vegetal y a la
progresiva denudación de los suelos. Sin embargo, durante los últimos siglos ha sido el
hombre, en su gran expansión agrícola, ganadera y minera, un factor de desequilibrio y
transformación, con un ritmo muy superior al de cualquier cambio climático. Aunque
también puede argumentarse que, posiblemente, a dicho impacto se ha superpuesto una
progresiva acidificación del clima, que está haciendo más difícil la recuperación del habitat
anterior.
En regiones con relieve alomado, la deforestación por talas o incendios conlleva una rápida
erosión del suelo por la escorrentía superficial, más acentuada en un régimen de
precipitaciones torrenciales, como las que se producen en los paisajes mediterráneos. Tal es
el caso de una gran parte de la Península Ibérica, en la que a lo largo de los últimos siglos
ha desaparecido la inmensa mayoría del bosque autóctono (encinares y robledales) en
detrimento de unas tierras con unos suelos que, al ser labrados para su cultivo, han ido
desapareciendo por escorrentía superficial.
Los pinares con los que se han repoblado algunas áreas montañosas no desarrollan el mismo
soporte edáfico que las especies anteriores. Por otro lado, también son mucho más
vulnerables a los incendios, fortuitos o provocados, cada vez más numerosos. Todo ello
constituye el último eslabón de una serie de actuaciones contrarias al normal equilibrio
entre la biosfera y el sustrato que podría sustentarla.
La pérdida de suelo es un parámetro o valor que puede cuantificarse. Basta con medir la
cantidad de sedimentos que transportan los cauces de una red fluvial o de drenaje. No
obstante, como dichas medidas constituyen un proceso muy laborioso, también pueden
realizarse estimaciones de la pérdida de suelo en función de factores como la litología del
sustrato, tipo y densidad de la vegetación, usos del suelo, régimen de precipitaciones, etc.
Paralelamente a los usos inadecuados del suelo también se realizan numerosos intentos para
su conservación. Así, en áreas de cultivo, la roturación siempre se ha realizado siguiendo
líneas horizontales (curvas de nivel) para dificultar la escorrentía y favorecer la
infiltración. En zonas con pendientes importantes se han venido realizando, desde la
antigüedad, bancales que mejoran notablemente los cultivos, acentúan la infiltración y
detienen la erosión.
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crecerán junto con la siembra. Por otro lado se produce una mayor frecuencia de plagas y
enfermedades que obligan a un uso más intenso de pesticidas y que, finalmente, terminan
por contaminar las aguas superficiales y subterráneas.
También la ganadería puede alterar el equilibrio entre la cobertura vegetal y los suelos que
la soportan, especialmente cuando los pastizales son utilizados de manera prolongada.
Muchas regiones subdesérticas, como las situadas al sur del Sahara, han ido convirtiéndose
en zonas totalmente desprovistas de vegetación, al superponerse los efectos de las sequías,
cada vez más acusadas, con los del pastoreo indiscriminado de sus escasos recursos
vegetales.
Reforestación con especies autóctonas, prevención y lucha contra los incendios, agricultura
biológica y ganadería transhumante son las únicas alternativas que pueden frenar la
progresiva desaparición de la delgada cobertura que sirve de soporte a la biosfera.
Los yacimientos residuales se forman bajo climas cálidos y muy lluviosos, debido a la fuerte
lixiviación y evacuación de la mayoría de los componentes de las rocas. incluida la sílice.
Sin embargo, la mayor parte del hierro precipita en su forma oxidada, dando lugar a
minerales, como la hematites (Fe2O3) o la goethita (FeO2H) que se concentran en el nivel
superior de los profundos suelos tropicales (de hasta varias decenas de metros de espesor)
constituyendo los horizontes de "lateritas".
Las lateritas ricas en níquel se desarrollan sobre rocas ultrabásicas (peridotitas y rocas
afines) con una proporción de níquel que puede alcanzar el 1,5%. En un yacimiento de este
tipo, como los existentes en Nueva Caledonia o en Cuba, sobre la roca fresca se desarrolla
un horizonte de peridotitas parcialmente alteradas, y directamente sobre un nivel con una
concentración de níquel que varía entre el 3 y el 10%. Por encima, y hasta la superficie, se
sitúa un suelo laterítico rico en hierro, pero deficitario en níquel, el cual fue lavado y
precipitado hacia niveles inferiores en forma del hidrosilicato garnierita
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4. LA CONTAMINACIÓN DEL SUELO
Contaminación natural
La actividad volcánica puede cubrir las áreas próximas con sus emanaciones ya sean
sólidas, en forma de cenizas, o gaseosas, con aportes de diversos compuestos oxidados de
azufre, que generan una fuerte acidez del suelo. En este caso, más que la contaminación por
el elemento aportado puede producirse otra inducida, que eleva la solubilidad de algún
elemento preexistente.
En zonas costeras, los fuertes vientos generan aerosoles con diminutas gotas de agua que
pueden alcanzar a extensas franjas costeras, en las que elevan la salinidad. Este efecto
adquiere una especial relevancia en las zonas áridas o semiáridas, en las que la lluvia es
insuficiente para provocar el lavado de las sales añadidas.
Por último, puede aparecer una contaminación gaseosa, que si bien puede considerarse
inducida porque el desprendimiento de gases suele ser de origen antrópico, su distribución
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es natural pues no siempre se produce en el lugar en que se origina, sino puede alcanzar
zonas lejanas debido al régimen de vientos dominantes.
Contaminación antrópica
Durante los últimos siglos, el desarrollo progresivo de las actividades agrícola, ganadera e
industrial está acarreando efectos similares o quizá más complejos y perjudiciales que los
propios de un cambio climático. Los plaguicidas que hoy dominan el mercado son
compuestos de síntesis artificial, aplicados a cultivos para impedir la proliferación de
parásitos en las plantas. Si bien subsisten plaguicidas de base mineral, su uso está
prácticamente abandonado. El mayor riesgo ambiental se asocia a los plaguicidas en base a
el CO, pues los factores de deterioro, especificidad de acción, fuerte toxicidad para
mamíferos superiores y prolongada persistencia ambiental, manifiestan una máxima
expresión favoreciendo su acumulación y un máximo potencial de biomagnificación, En
general, el riesgo aumenta según la siguiente secuencia: organoclorados - organofosforados
- carbamatos - piretroides sintéticos.
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En las zonas intertropicales, el intento de transformar la selva en áreas de pasto y
producción de carne está poniendo de manifiesto el delicado equilibrio que representa la
selva intertropical. En ella la vegetación se sustenta exclusivamente del nivel superficial,
donde la materia vegetal se recicla continuamente. Por debajo, el horizonte B es un nivel
laterílico generado por precipitaciones de los óxidos de Fe. La destrucción del nivel
superior hace añorar las costras ferruginosas, de forma que una zona con vegetación
exuberante puede llegar a transformarse en un paisaje semidesértico.
Existen otra serie de actividades en las que el suelo contaminante no es tan evidente como
las anteriormente descritas, como sucede con la caza, que deja grandes cantidades de
plomo y otros metales utilizados en los cartuchos. Las áreas urbanas son otra gran fuente de
contaminación por la enorme producción de residuos, así como las vías de comunicación
debido los gases desprendidos por los motores de explosión de los vehículos que por ellas
circulan. En este sentido, hay que tener cada vez más en cuenta el intenso tráfico aéreo, que
deja gran cantidad de residuos en la atmósfera y que, indefectiblemente, terminan en el suelo.
Se ha de recalcar que para que exista contaminación es necesario que existan agentes
contaminantes, entendiendo por tales a aquellas sustancias o acciones que producen
contaminación del suelo. Existen diversos tipos de agentes contaminantes cuya procedencia es
muy variada. No todos son activos sino que existen muchos pasivos, cuyo papel principal es
provocar una dilución de los elementos que proporcionan la fertilidad del suelo. Este es el
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caso de las sustancias inertes que llegan al suelo procedente de escombreras, que generalmente
no contienen elementos nocivos para las plantas ni para los microorganismos presentes en los
suelos, pero que diluyen los nutrientes existentes en éstos. En este apartado hay que incluir los
depósitos de gravas procedentes de explotaciones de materiales sólidos o de canteras y minas
sin efecto contaminante al no contener restos de los minerales extraídos.
Al suelo llega también una apreciable cantidad de metales pesados procedentes de los
deshechos industriales, residuos domésticos y de las muy diversas actividades humanas. Los
aportes no suelen ser importantes en algunos casos, como los residuos urbanos, pero su
continuidad en el tiempo puede terminar ocasionando graves perturbaciones ambientales.
Un agente muy común en la contaminación del suelo es la lluvia acida, que modifica el pH del
suelo y pueden incrementar la concentración de elementos nocivos, presentes ya de por sí en el
suelo pero inmovilizados por su falta solubilidad. El efecto de las lluvias acidas es muy
importante en las áreas industriales, pero se produce en todas las zonas con mayor o menor
intensidad. Estas proceden de la oxidación en la atmósfera de diversos óxidos de nitrógeno y
azufre que en contacto con el agua atmosférica, generan grandes cantidades de ácidos
sulfúricos y nítricos preferentemente. Además de las emisiones industriales colaboran en este
fenómeno el consumo de combustibles fósiles de los vehículos terrestres y aéreos, así como la
propia desnitrificación del suelo.
El uso del suelo conlleva, a veces, la aportación de fertilizantes de forma excesiva que también
modifica las condiciones naturales del mismo, si bien el máximo grado de contaminación lo
ejercen los pesticidas.
Desde el punto de vista microestructural, un suelo está constituido por un armazón sólido,
un plasma o masa en la que no se distinguen los componentes individuales, y unos espacios
vacíos o poros. El volumen de los poros, expresado como porcentaje del volumen del suelo,
define la porosidad total del suelo, que puede ser dividida en dos partes:
- Porosidad no capilar: está definida por los poros gruesos (diámetro superior a 10 mm),
en los cuales el agua es capaz de circular y descender bajo la acción de la gravedad,
pudiendo quedar ocupados por aire una vez el agua ha pasado a zonas más profundas
del suelo o del subsuelo.
- Porosidad capilar: está definida por los poros finos (diámetro inferior a 10 mm), en los
cuales el agua puede moverse por capilaridad bajo fuerzas asociadas a la tensión
superficial.
La microestructura de los suelos puede ser suelta, como sucede en suelos arenosos, o puede
ser coherente, en cuyo caso existe un cemento que puede representar una microestructura
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de origen biológico (un buen ejemplo son los cementos húmicos-arcillosos generados por
las lombrices) o bien presentar un origen químico, como son muchos de los cementos de
carbonates, óxidos, hidróxidos o sílice. Además, son frecuentes en los suelos estructuras o
micro estructuras debidas a la fragmentación que se producen como consecuencia de los
cambios de volumen (retracción o expansión) asociados a la variación de humedad del
suelo a lo largo del tiempo. Todas estas microestructuras pueden transformarse a lo largo
del tiempo en función de la variación de las condiciones climáticas.
Una característica importante para el correcto análisis de los suelos es su clima interno o
edafoclima, que puede describirse en función de los regímenes térmicos y de humedad
presente en los suelos. Para el estudio de estos regímenes se realizan perfiles térmicos e
hídricos del suelo, los cuales informan sobre la temperatura y el grado de humedad de los
mismos en función de la profundidad y durante un determinado período de tiempo. En la
tablas 1 y 2 se muestran los nombres utilizados para los regímenes térmico e hídrico de los
suelos, según el Soil Survey de los Estados Unidos para la clasificación de dichos suelos.
Los métodos de análisis fundamentales en edafología para el estudio de los suelos son los
siguientes:
- Determinación de los elementos finos. Son los materiales que pasan a través de
tamices de determinadas aberturas de luces de malla, realizándose un porcentaje de
cada fracción arenosa con objeto de clasificar dicho suelo en función de estos
elementos.
- Determinación del pH en los suelos.
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- Porcentaje de materia orgánica en los suelos.
- Calcimetría. Se comparan los volúmenes de CO2 desprendidos con respecto a
volúmenes procedentes de pesos conocidos estándar, así como de carbonato
calcico, en las mismas condiciones de temperatura y presión.
- Caliza activa en suelos.
- Determinación de nitrógeno total en suelos.
- Determinación de cloruros o volumetría de precipitación.
- Pasta saturada del suelo y separación del extracto.
- Determinación de calcio, sodio, potasio, magnesio y fósforo en el suelo.
- Determinación de la conductividad eléctrica de los suelos
Estos métodos de análisis determinan las características de cada suelo analizado con objeto
de clasificar y determinar, en la mayoría de los casos, su productividad, así como saber el
grado de contaminación de dicho suelo.
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