La Vida Aristocrática
La Vida Aristocrática
La Vida Aristocrática
Se considera comúnmente a Wells como uno de los pioneros del género mal llamado
«ciencia-ficción» y no es éste el lugar de discutir lo atinado o rechazable de tal
imputación. Pudiera definirse la «ciencia-ficción» como aquella rama de la literatura
fantástica que juega con la extrapolación de las posibilidades actuales que presenta la
tecnología moderna; pues bien, de modo semejante podríamos decir que La investigación
sublime es una novela de moral-ficción o ética-ficción, ya que extrapola las posibilidades
de uno de los más radicales y firmemente implantados proyectos éticos. «Por aristocrática
entendía algo muy distinto de la cualidad inherente a un príncipe ruso, por ejemplo, o a un
par inglés. Entendía una intensidad, una claridad... La nobleza consistía para él en
arrancar algo de su existencia individual: una llama, una joya, un resplandor, algo más
fácil de comprender que de expresar.» Benham quería que su vida alcanzase
permanentemente el nivel de excelencia que atisbamos de cuando en cuando como por
súbitos deslumbramientos. «Decidimos que, en lugar de aspirar a esa manera de ser
gloriosa e imposible, nos gustaría aparecer ante nuestros propios ojos como tipos alegres,
o zorros astutos, u hombres lúcidos, sanos y capaces, o personas afortunadas: cosas, en
fin, practicables.» Lo peculiar y «fantástico» de la historia de Benham es que él no estaba
dispuesto a renunciar. Tropezó por supuesto en seguida con numerosos obstáculos,
avanzó en ciertos aspectos y retrocedió en otros, tuvo momentos de ímpetu y de
abandono, pero no cejó.
Benham. En primer lugar, su amigo y antiguo compañero de estudios Billy Prothero, con
quien mantuvo sus conversaciones de adolescente sobre todo lo divino y lo humano y que
fue enterado antes que nadie del extraordinario proyecto. Prothero era un hombre de
clase humilde que carecía de la disponibilidad económica de Benham, por lo que en
varios momentos de su vida vivió a expensas de éste.
El amigo de Benham reivindica frente a éste la superioridad de la simple humanidad sin
pretensiones, plebeya e igualitaria, que desconoce o desconfía del arrogante sueño de la
excelencia. «No puede haber aristocracia, ¿sabes? ---dice Prothero en una ocasión-
porque todos los hombres son ridículos.» Y, naturalmente, el más ridículo de todos es el
que pretende superar esa inevitable condición. Benham se preocupaba por asistir a las
primeras convulsiones que debían desembocar en la revolución de octubre, Prothero se
entregó a una aventura sensual y melancólica con una prostituta de hotel; en China, en
lugar de mantener esclarecedoras conversaciones con mandarines eruditos y liberales
como Benham, se dedicó a los placeres del opio.
La otra persona determinante en la vida de Benham fue Amanda, su mujer. Amanda era
muy joven y estaba rodeada de un halo románticamente inconformista: su padre se había
suicidado al verse condenado a varios años de cárcel por estafa y ella se movía en
círculos vagamente fabianos y socializantes. Desafiando la convención y los avisos en
contra de su madre, se casó con Amanda.
A través de Suiza, Tirol, Italia y la costa del Adriático, Amanda buscaba el retozo y la
alegría de vivir, mientras que Benham pensaba a cada momento en su misión aplazada;
ella amaba lo pintoresco y la diversión, él lo significativo y la disciplina. Benham quería a
su mujer, quería su vitalidad y su ternura; sabía que era sensible, inteligente y que podía
discurrir animadamente sobre los más diversos temas: pero «aquella pasión por hacer
converger todas las cosas a un fin aristocrático, aquella restricción de propósito, aquel
deseo imperioso de enfocar que formaban la estructura esencial del espíritu de Benham,
faltaban en absoluto en ella». «La Amanda que él había amado con más ardor era aquella
Amanda de armadura que había caminado con él a lo largo del camino de Chichester...,
pero esa Amanda no volvió a él nunca más.» Instalados de retorno en Londres, a Benham
le urge proseguir su exploración universal en busca del nervio secreto de la actitud noble
y decide partir hacia los lugares donde en aquel momento supone que se debate la suerte
del mundo contemporáneo: India, Rusia... Separación, cartas entusiastas o melancólicas,
esporádicos retornos, nuevas partidas, insaciabilidad gnóstica de él, aburrimiento y
soledad de ella...
Benham es para su madre un desequilibrado que desaprovecha absurdamente la
posibilidad de alcanzar una buena posición social, fuera en el campo que fuere; es un tipo
ridículo para Prothero, por intentar ir más allá de la humildad carnal y tibia del hombre; un
pedante intransigente que abandona a un amigo en peligro y condena a la mujer que le
quiere a la soledad y el extravío por seguir unos principios de los que nadie logra
comprender más que la férrea exigencia. Pero también está seguro de que hay ciertas
cosas que sólo se pueden intentar a favor del desequilibrio, la ridiculez, la pedantería y la
misma culpabilidad; y que esas cosas deben ser intentadas. ¿Qué es lo que pretende
Benham? En una ocasión confiesa: «Quiero ser rey del mundo.» Pero tal pretensión no
tiene nada que ver con conseguir poder personal , ni puede cristalizar en una carrera
política regular en cualquier parlamento civilizado. Se trata de una opción sumamente
dura y ascética, agresivamente masculina y hasta con ribetes misóginos: «La
Vida Aristocrática tal como yo la concibo..,. prefiere salvarse en pro de la verdad que
sacrificarse románticamente en defensa de un amigo.
justifica la vivisección, si con ella se gana para siempre el conocimiento. Apoya a Bruto ,
el romano que mató a sus hijos. Prohíbe la devoción a las mujeres, el cortejo amoroso y
toda esa decadencia de la idea caballeresca. Y renuncia a muchísimas cosas a las que no
renunciaría ningún hombre de espíritu común. Su intención es superior a esas cosas.
Mantendría en todo el mundo la justicia, el orden, una noble paz; y haría esto sin
indignación, sin resentimiento, sin nauseabunda ternura, ni individualizado entusiasmo, ni
reina alguna de la belleza.» Pudiera pensarse --en ciertos momentos el propio Benham lo
supone así- que este proyecto aristocrático no es más que un individualismo elitista y
paternal, más preocupado por los aspectos disciplinarios y conservadores que por alentar
la revolución
Pero esto no es cierto más que superficialmente, tal como cierto joven americano le reveló
al mismo Benham durante una discusión.
Sostenía nuestro investigador sublime que la misión fundamental del aristócrata es
despertar el ímpetu de realeza que hay en cada hombre y para ello fomentar la
insumisión, pues los hombres están demasiado domesticados para atreverse a ser
nobles. «La usurpación es un crimen al que son incitados los hombres por la dirigibilidad
humana. Hay reyes, tiranías e imperialismos debido simplemente a la falta de realeza de
los hombres. Y así concluyó la discusión:
«-Esta es la idea radical de la aristocracia --dijo Benham.
-Nunca he oído expresar tan profundamente el espíritu subyugante de la democracia, la
verdad real de la democracia ---dijo el joven
americano.»
Pero su anhelo no logra concretarse. Benham recorre el mundo, asiste a las convulsiones
históricas, habla con los sabios más dispares, anota cuidadosamente todo lo que
aprende, indaga en la economía, en la antropología... Tropieza con la inacabable
complejidad de la mediación. A veces se dice a sí mismo, con la reprochadora voz de sus
seres queridos: «Todo esto es intelectualismo. Nos sacrificaste a todos a las tenues cosas
del espíritu. No hay gobierno alguno del mundo ni ninguno que un hombre como tú pueda
asir El gobierno del mundo es un resultado fortuito de fuerzas de una diversidad
incalculable. Pero a todos nosotros podías habernos hecho más felices.
La entrega al albur de las fuerzas que gobiernan el mundo, la vida determinada por la
tradición y la credulidad, la inmediatez instintiva de lo que aterra o seduce, en una
palabra, el dulce y usual abandono, no basta. Además de la complacencia en lo
irremediable e incluso de la complicidad con ello, está lo libre y su decisión creadora '.
Pero lo libre quizá no sea sino otro juguete más de 1o irremediable, nos susurran -nos
susurramos- a veces... Para quien busca la nobleza, esta reserva «lúcida» no es sino
pereza y abandono, entrega. La debilidad de Benham es no entender el sent ido de la
debilidad sino como obstáculo a vencer, ni lograr ver en cada obstáculo el complejo
camino de la mediación, sino debilidad y nada más. Es por ahí por donde su fuerza,
emparentada con la más auténtica y legítima nobleza, fracasa en su intento de ilustrarse a
sí misma.
ANTECENTES DE LA BIOGRAFIA
Para iniciar con el quehacer filosófico es conveniente preguntarnos: ¿Cuál es el origen de
la Filosofía?, ¿Cuáles son las condiciones históricas que la hicieron posible? La filosofía
en principio es una creación del genio helénico; ¿Qué queremos decir con esto?. La
filosofía no tiene su origen en alguna otra cultura, sino precisamente en la cultura
griega, es una filosofía que se fundamenta en la razón . Sin embargo, en el siglo XX, y
aún antes la filosofía ya no es patrimonio de algún pueblo en particular, la cultura, la
ciencia y la filosofía se han universalizado.
En las ciudades griegas, de estos cambios nacerá una nueva clase de comerciante, que
por su poder económico desplazó a la nobleza terrateniente. Una vez desplazada la
aristocracia como forma de gobierno, la democracia ganó terreno y en consecuencia la
sociedad griega abre sus puertas al desarrollo de la filosofía, de la ciencia y de las artes
Un objeto problemático. La filosofía comenzó por ser la madre de todas las ciencias, pero
al paso del tiempo las filosofías se multiplicaron. Las ciencias, por el contrario, al
desprenderse de la filosofía, observamos que delimitan su objeto de estudio, es decir, se
fijan por así decirlo un campo específico de análisis sobre el cual recae su
investigación. Con respecto a la pregunta sobre cual es la filosofía correcta, señalamos
que no hay filosofías verdaderas ni filosofías falsas.
Son simplemente diversos modos de hacer filosofía porque los objetos de análisis o
reflexión se han venido modificando en el desarrollo de la historia. En este sentido, vemos
aparecer varios modos de hacer filosofía, o dicho de otro modo diversas maneras de
reflexión filosófica. Ciertamente la filosofía no se ha quedado sin objeto de estudio, ni
tampoco se podría concluir, es una reflexión que borda en el vacío. La filosofía no es ya
saber de lo absoluto ni sustituye a una ciencia particular, ni es tampoco una ciencia
suprema en relación con las demás.
EL MÉTODO DE LA FILOSOFÍA.
El método ha venido a significar algo distinto a lo largo de la historia de la filosofía y en
particular para los filósofos.
Sin embargo, en la medida en que las ciencias se van desprendiendo de la filosofía, sus
objetos de estudio cambian y sus métodos se especializan o particularizan.
Es importante señalar que no existe entre los filósofos y científicos un acuerdo sobre
cómo debiera clasificarse los diferentes métodos, o bien si en la actualidad existe un solo
método aplicable a todas las ciencias o método particular según el objeto de cada una de
ellas.
LA MAYEUTICA.
La se define como el arte de dialogar. Sócrates inicia este método preguntando a sus
interlocutores sobre la virtud, la justicia, la belleza, entre otros conceptos y problemas
fundamentales. La mayéutica es, pues, el método mediante el cual se interroga y se
busca dar respuesta a las preguntas planteadas.
Sócrates creía en el poder de la palabra hablada por eso su arte u oficio es semejante al
de su madre : Sócrates tiene como oficio dar luz al conocimiento. Porque está convencido
de que mediante el método, se llega a una idea de las cosas y a una doctrina moral que
oriente y regule la convivencia social de la polis griega.
Y en su obra la REPÚBLICA señala que la opinión no es otra cosa que la facultad de
juzgar lo aparente, es decir, la facultad de percibir las cosas tal como éstas aparecen ser
según los sentidos.
Pero la ciencia, señala Platón, no es opinión, sino conocimiento verdadero . ¿Cómo se
pasa o se da el salto de la doxa a la episteme, o bien de la opinión al conocimiento
verdadero
LA DIALECTICA.
Platón desarrolla con mucha amplitud que su maestro Sócrates la idea de método. El
conocimiento comienza por ser mera opinión . Y en su obra la REPÚBLICA señala que la
opinión no es otra cosa que la facultad de juzgar lo aparente, es decir, la facultad de
percibir las cosas tal como éstas aparecen ser según los sentidos.
Platón en El Banquete nos habla de una fuerza dialéctica que nos lleva a desear el
conocimiento verdadero, para ir así de la opinión al feliz cumplimiento de la sabiduría.
Así el amor, deseo de conocimiento y conocimiento de lo que es bello, viene a contemplar
el método dialéctico.
Un maestro, ¡qué alma tan sublime! Es una cosa verdaderamente cierta que para formar a
un hombre se debe ser padre, o más que hombre. Haría falta que el preceptor hubiera
sido educado para su alumno y los criados para el amo; que todos cuantos a él sacerquen
hubieran recibido las impresiones que le deben comunicar, y de educación en educación
fuera necesario remontar hasta no se sabe dónde. ¿Cómo puede un niño ser bien
educado por quien no ha sido bien educado?
Contemplando lo que debe realizar, nos daremos cuenta de lo que debe ser.
Aspiran a librarse el uno del otro, y careciendo de cariño mutuo, el uno pondrá poca
vigilancia y la docilidad del otro quedará disminuida. Pero si se consideran como
obligados a pasar juntos la vida, les interesa hacerse amar uno del otro, y se aman de
verdad. Cuando niño, el alumno no siente ninguna vergüenza de seguir al amigo que ha
de tener durante toda su vida y cuando sea hombre, y el ayo pone todos sus afanes en el
cultivo de su alumno, cuyos frutos ha de recoger. De esta manera, pone a interés para su
ancianidad un fondo, que no es otra cosa que el mérito que da a su alumno.