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La Vida Aristocrática

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LA VIDA ARISTOCRÁTICA «¡Oh, Dios mío!

-exclamó Benham- ¿Cuándo querrán los


hombres ser príncipes y dominar la vida? ¿Cuándo la realeza que llevamos dentro
despertará y entrará en actividad ... El olvido literario describe a menudo meandros
curiosos: una obra puede ser ignorada porque su autor es un «maldito» solitario agobiado
por la incomprensión de editores y críticos, que no cuenta con otro respaldo que unos
pocos incondicionales, pero también porque ha sido escrita por un creador demasiado
célebre cuya fama se asienta en otros títulos. No deja de haber cierta justicia poética, sin
embargo, en que esta meditación sutil e irónica sobre la búsqueda de la excelencia no
haya logrado despertar más que un interés minoritario: a fin de cuentas, eso subraya la
tesis del libro, reafirma el necesario fracaso de Benham y a la vez hace aún más urgente
proseguir su inverosímil tarea.

Se considera comúnmente a Wells como uno de los pioneros del género mal llamado
«ciencia-ficción» y no es éste el lugar de discutir lo atinado o rechazable de tal
imputación. Pudiera definirse la «ciencia-ficción» como aquella rama de la literatura
fantástica que juega con la extrapolación de las posibilidades actuales que presenta la
tecnología moderna; pues bien, de modo semejante podríamos decir que La investigación
sublime es una novela de moral-ficción o ética-ficción, ya que extrapola las posibilidades
de uno de los más radicales y firmemente implantados proyectos éticos. «Por aristocrática
entendía algo muy distinto de la cualidad inherente a un príncipe ruso, por ejemplo, o a un
par inglés. Entendía una intensidad, una claridad... La nobleza consistía para él en
arrancar algo de su existencia individual: una llama, una joya, un resplandor, algo más
fácil de comprender que de expresar.» Benham quería que su vida alcanzase
permanentemente el nivel de excelencia que atisbamos de cuando en cuando como por
súbitos deslumbramientos. «Decidimos que, en lugar de aspirar a esa manera de ser
gloriosa e imposible, nos gustaría aparecer ante nuestros propios ojos como tipos alegres,
o zorros astutos, u hombres lúcidos, sanos y capaces, o personas afortunadas: cosas, en
fin, practicables.» Lo peculiar y «fantástico» de la historia de Benham es que él no estaba
dispuesto a renunciar. Tropezó por supuesto en seguida con numerosos obstáculos,
avanzó en ciertos aspectos y retrocedió en otros, tuvo momentos de ímpetu y de
abandono, pero no cejó.

La historia es narrada desde el punto de vista de un amigo de Benham que, tras su


muerte, trata de ordenar con vistas a su publicación los papeles que recogen sus apuntes
sobre la vida aristocrática. Benham era hijo de un modesto y limitado director de escuela,
obstinado en practicar poco eficaces y menos remunerativos métodos pedagógicos, y de
una emprendedora coqueta que pronto abandonó a su marido por una opción menos gris.
El nuevo amor de la dama, un rico y frágil joven llamado Nolan, murió antes de que
hubieran podido formalizar su relación, pero duró lo suficiente para dejar un importante
legado destinado a subvenir las necesidades del aún niño Benham;
A lo largo de su indagación sublime, Benham va conociendo por experiencia propia las
limitaciones humanas que se oponen al logro de la vida aristocrática. Todas ellas podrían
resumirse en una palabra: abandono. Ser noble consiste fundamentalmente en no
abandonarse, en ser capaz de crear unas reglas y sostenerlas. El miedo es el primero de
los obstáculos con que tropieza Benham en su propia carne, miedo a los animales
feroces, miedo al vértigo o a la oscuridad de la selva: sus primeros ejercicios prácticos de
aristocracia los realiza para intentar ir más allá del temor. El segundo consiste en la
complacencia en los placeres carnales, que nos obligan a aceptar lo que quisiéramos
rechazar y nos atan a lo que detestamos: Benham también tiene que afrontar esta
pegajosa ligadura de seda. En tercer lugar, estudia el esforzado aspirante a la nobleza la
limitación de los celos, de la cual va a tener una experiencia particularmente crucial y
dolorosa en su propia vida matrimonial.

Benham. En primer lugar, su amigo y antiguo compañero de estudios Billy Prothero, con
quien mantuvo sus conversaciones de adolescente sobre todo lo divino y lo humano y que
fue enterado antes que nadie del extraordinario proyecto. Prothero era un hombre de
clase humilde que carecía de la disponibilidad económica de Benham, por lo que en
varios momentos de su vida vivió a expensas de éste.
El amigo de Benham reivindica frente a éste la superioridad de la simple humanidad sin
pretensiones, plebeya e igualitaria, que desconoce o desconfía del arrogante sueño de la
excelencia. «No puede haber aristocracia, ¿sabes? ---dice Prothero en una ocasión-
porque todos los hombres son ridículos.» Y, naturalmente, el más ridículo de todos es el
que pretende superar esa inevitable condición. Benham se preocupaba por asistir a las
primeras convulsiones que debían desembocar en la revolución de octubre, Prothero se
entregó a una aventura sensual y melancólica con una prostituta de hotel; en China, en
lugar de mantener esclarecedoras conversaciones con mandarines eruditos y liberales
como Benham, se dedicó a los placeres del opio.

La otra persona determinante en la vida de Benham fue Amanda, su mujer. Amanda era
muy joven y estaba rodeada de un halo románticamente inconformista: su padre se había
suicidado al verse condenado a varios años de cárcel por estafa y ella se movía en
círculos vagamente fabianos y socializantes. Desafiando la convención y los avisos en
contra de su madre, se casó con Amanda.

A través de Suiza, Tirol, Italia y la costa del Adriático, Amanda buscaba el retozo y la
alegría de vivir, mientras que Benham pensaba a cada momento en su misión aplazada;
ella amaba lo pintoresco y la diversión, él lo significativo y la disciplina. Benham quería a
su mujer, quería su vitalidad y su ternura; sabía que era sensible, inteligente y que podía
discurrir animadamente sobre los más diversos temas: pero «aquella pasión por hacer
converger todas las cosas a un fin aristocrático, aquella restricción de propósito, aquel
deseo imperioso de enfocar que formaban la estructura esencial del espíritu de Benham,
faltaban en absoluto en ella». «La Amanda que él había amado con más ardor era aquella
Amanda de armadura que había caminado con él a lo largo del camino de Chichester...,
pero esa Amanda no volvió a él nunca más.» Instalados de retorno en Londres, a Benham
le urge proseguir su exploración universal en busca del nervio secreto de la actitud noble
y decide partir hacia los lugares donde en aquel momento supone que se debate la suerte
del mundo contemporáneo: India, Rusia... Separación, cartas entusiastas o melancólicas,
esporádicos retornos, nuevas partidas, insaciabilidad gnóstica de él, aburrimiento y
soledad de ella...
Benham es para su madre un desequilibrado que desaprovecha absurdamente la
posibilidad de alcanzar una buena posición social, fuera en el campo que fuere; es un tipo
ridículo para Prothero, por intentar ir más allá de la humildad carnal y tibia del hombre; un
pedante intransigente que abandona a un amigo en peligro y condena a la mujer que le
quiere a la soledad y el extravío por seguir unos principios de los que nadie logra
comprender más que la férrea exigencia. Pero también está seguro de que hay ciertas
cosas que sólo se pueden intentar a favor del desequilibrio, la ridiculez, la pedantería y la
misma culpabilidad; y que esas cosas deben ser intentadas. ¿Qué es lo que pretende
Benham? En una ocasión confiesa: «Quiero ser rey del mundo.» Pero tal pretensión no
tiene nada que ver con conseguir poder personal , ni puede cristalizar en una carrera
política regular en cualquier parlamento civilizado. Se trata de una opción sumamente
dura y ascética, agresivamente masculina y hasta con ribetes misóginos: «La
Vida Aristocrática tal como yo la concibo..,. prefiere salvarse en pro de la verdad que
sacrificarse románticamente en defensa de un amigo.
justifica la vivisección, si con ella se gana para siempre el conocimiento. Apoya a Bruto ,
el romano que mató a sus hijos. Prohíbe la devoción a las mujeres, el cortejo amoroso y
toda esa decadencia de la idea caballeresca. Y renuncia a muchísimas cosas a las que no
renunciaría ningún hombre de espíritu común. Su intención es superior a esas cosas.
Mantendría en todo el mundo la justicia, el orden, una noble paz; y haría esto sin
indignación, sin resentimiento, sin nauseabunda ternura, ni individualizado entusiasmo, ni
reina alguna de la belleza.» Pudiera pensarse --en ciertos momentos el propio Benham lo
supone así- que este proyecto aristocrático no es más que un individualismo elitista y
paternal, más preocupado por los aspectos disciplinarios y conservadores que por alentar
la revolución

Pero esto no es cierto más que superficialmente, tal como cierto joven americano le reveló
al mismo Benham durante una discusión.
Sostenía nuestro investigador sublime que la misión fundamental del aristócrata es
despertar el ímpetu de realeza que hay en cada hombre y para ello fomentar la
insumisión, pues los hombres están demasiado domesticados para atreverse a ser
nobles. «La usurpación es un crimen al que son incitados los hombres por la dirigibilidad
humana. Hay reyes, tiranías e imperialismos debido simplemente a la falta de realeza de
los hombres. Y así concluyó la discusión:
«-Esta es la idea radical de la aristocracia --dijo Benham.
-Nunca he oído expresar tan profundamente el espíritu subyugante de la democracia, la
verdad real de la democracia ---dijo el joven
americano.»

Pero su anhelo no logra concretarse. Benham recorre el mundo, asiste a las convulsiones
históricas, habla con los sabios más dispares, anota cuidadosamente todo lo que
aprende, indaga en la economía, en la antropología... Tropieza con la inacabable
complejidad de la mediación. A veces se dice a sí mismo, con la reprochadora voz de sus
seres queridos: «Todo esto es intelectualismo. Nos sacrificaste a todos a las tenues cosas
del espíritu. No hay gobierno alguno del mundo ni ninguno que un hombre como tú pueda
asir El gobierno del mundo es un resultado fortuito de fuerzas de una diversidad
incalculable. Pero a todos nosotros podías habernos hecho más felices.
La entrega al albur de las fuerzas que gobiernan el mundo, la vida determinada por la
tradición y la credulidad, la inmediatez instintiva de lo que aterra o seduce, en una
palabra, el dulce y usual abandono, no basta. Además de la complacencia en lo
irremediable e incluso de la complicidad con ello, está lo libre y su decisión creadora '.
Pero lo libre quizá no sea sino otro juguete más de 1o irremediable, nos susurran -nos
susurramos- a veces... Para quien busca la nobleza, esta reserva «lúcida» no es sino
pereza y abandono, entrega. La debilidad de Benham es no entender el sent ido de la
debilidad sino como obstáculo a vencer, ni lograr ver en cada obstáculo el complejo
camino de la mediación, sino debilidad y nada más. Es por ahí por donde su fuerza,
emparentada con la más auténtica y legítima nobleza, fracasa en su intento de ilustrarse a
sí misma.

1 En la concepción del mundo de Benham hay dos ausencias significativas: lo religioso y


el humor. Digo significativas porque ambas se refieren a los límites de la voluntad humana
y al alcance de sus decisiones. Pero Benham pudiera decir que es religioso, al menos del
modo militante así descrito por Martin Buber:
«¡Empresa necia y desesperada la del hombre que se aparta del camino de su Propia
vida para buscar a Dios! Aunque se hubiera apropiado toda la sabiduría de la soledad y
toda la virtud del recogimiento, no encontraría a Dios. El hombre que busca a Dios es más
bien comparable a aquel que, yendo por su camino, anhela que sea el buen camino: en la
fuerza de este deseo se expresa su aspiración.» En cambio, no hay rastro de humor en él.
Pero el humor revela lo ineficaz del excesivo agobio y pundonor; admitir de antemano la
demoledora e imprevisible jugada del azar, que puede aniquilar la decisión más enérgica
y vigilante, y agradecer -no con resignación, sino con júbilo- el absurdo que aporta, forma
parte de la virtud de generosidad que, junto con la de valor, son las dos esenciales del
héroe.

ANTECENTES DE LA BIOGRAFIA
Para iniciar con el quehacer filosófico es conveniente preguntarnos: ¿Cuál es el origen de
la Filosofía?, ¿Cuáles son las condiciones históricas que la hicieron posible? La filosofía
en principio es una creación del genio helénico; ¿Qué queremos decir con esto?. La
filosofía no tiene su origen en alguna otra cultura, sino precisamente en la cultura
griega, es una filosofía que se fundamenta en la razón . Sin embargo, en el siglo XX, y
aún antes la filosofía ya no es patrimonio de algún pueblo en particular, la cultura, la
ciencia y la filosofía se han universalizado.

Los poetas: Homero y Hesíodo.


Si alguna vez se puso en duda la existencia de Homero, hoy en día no hay ninguna duda
que lo ponga en entredicho.
Los poemas homéricos tienen su origen en antiguas leyendas y cantares que se
transmitían oralmente de una generación a otra y tenían como tradición viva siempre
presente en el pueblo.
El mito es una narración de algo fabuloso y se puede referir a hechos heroicos que hacen
alusión al origen del hombre, del universo o de la naturaleza. El mito tiene dos aspectos
fundamentales: lo ficticio y lo real.

Condiciones económicas y políticas de Grecia


Son las condiciones económicas y políticas las que de alguna manera permitieron el
surgimiento de las ideas filosóficas, particularmente en el mundo griego. Fueron estas
condiciones de libertad y democracia en la vida política de los griegos las que hicieron
posible el desarrollo libre de las ideas. De este modo, se entiende que un estado
democrático es aquel que garantiza la igualdad en derechos y obligaciones ante la ley. En
este estado de derecho, todos los ciudadanos pueden participar en los asuntos públicos y
en las diversas instancias del poder. En fin, son los grandes cambios económicos y
políticos posteriores a las guerras médicas los que permitieron en Atenas el florecimiento
de la filosofía y la cultura.

En las ciudades griegas, de estos cambios nacerá una nueva clase de comerciante, que
por su poder económico desplazó a la nobleza terrateniente. Una vez desplazada la
aristocracia como forma de gobierno, la democracia ganó terreno y en consecuencia la
sociedad griega abre sus puertas al desarrollo de la filosofía, de la ciencia y de las artes

Diversos conceptos de la filosofía.


Para el hombre sólo le es posible tener una aproximación a la sabiduría y que por lo
mismo nunca es total. Esto es, si el hombre no alcanzar la verdad en su plenitud no tiene
más remedio que ser un amante, un aspirante a la sabiduría.
De aquí se desprende la definición de la filosofía como amor por el saber.
Empero, el concepto de filosofía se ha venido modificando a través de la historia. "La
filosofía al igual que todas las creaciones del hombre , es histórica. No puede
comprenderse la filosofía si no se relaciona con el hombre y con las situaciones concretas
en que ésta se da. De hecho, no puede hablarse llanamente de filosofía ya que esto sería
demasiado abstracto. Sólo se puede hablar de filosofía griega, filosofía cristiana, etc, o
sea la filosofía dentro de una circunstancia determinada.
Un filósofo que habla de la historicidad de la filosofía es Guillermo Dilthey , explica el
carácter histórico del hombre y de la filosofía. Así los primeros filósofos llamados físicos o
presocráticos, plantean pues la pregunta fundamental que interroga por el origen del
cosmos. En toda la primera etapa la filosofía se trata de naturaleza . Aristóteles llama a
estos pensadores fisiólogos, los físicos hacen una física, un método filosófico. Frente a la
naturaleza, el presocrático toma una actitud que defiere enormemente de la de Hesíodo;
este pretende narrar como se ha configurado y ordenado el mundo, o la genealogía de los
dioses; hace una teogonía y cuenta un mito. La relación entre mito y la filosofía es
próxima como advirtió Aristóteles y constituye un grave problema, pero se trata de dos
cosas distintas. El filófoso presocrático se enfrenta con la naturaleza con una pregunta
teórica, pretende decir qué es. ¿Qué es esto? Esta pregunta no puede contestarse con un
mito, sino con filosofía.
Por ello para Sócrates la tarea de la filosofía consiste en un conocerse así mismo. Para
los sofistas Protágoras y Gorgias, contemporáneos de Sócrates, la filosofía tiene por
objeto de estudio al hombre quien se define como la medida de todas las cosas.
Platón es otro de los grandes filósofos de esta época griega, que han dado a la filosofía
una orientación importante.
Para este filósofo, la filosofía tiene por objeto la adquisición del conocimiento que no tiene
como base las cosas sensibles porque en éstas, dice, no se encuentra una verdad
segura. El verdadero conocimiento según Platón se encuentra en el mundo de las ideas,
pues las ideas son los modelos eternos y son las verdaderas esencias de las cosas. En
Aristóteles como Platón, la filosofía tiene una orientación hacia el conocimiento. La
filosofía es una ciencia que se ocupa de las causas y de los principios de las cosas. En
este sentido, para Aristóteles la filosofía es una ciencia o conocimiento verdadero de lo
universal y no de las cosas meramente particulares.

La filosofía: su objeto y su método.


Un objeto problemático.

Un objeto problemático. La filosofía comenzó por ser la madre de todas las ciencias, pero
al paso del tiempo las filosofías se multiplicaron. Las ciencias, por el contrario, al
desprenderse de la filosofía, observamos que delimitan su objeto de estudio, es decir, se
fijan por así decirlo un campo específico de análisis sobre el cual recae su
investigación. Con respecto a la pregunta sobre cual es la filosofía correcta, señalamos
que no hay filosofías verdaderas ni filosofías falsas.

Son simplemente diversos modos de hacer filosofía porque los objetos de análisis o
reflexión se han venido modificando en el desarrollo de la historia. En este sentido, vemos
aparecer varios modos de hacer filosofía, o dicho de otro modo diversas maneras de
reflexión filosófica. Ciertamente la filosofía no se ha quedado sin objeto de estudio, ni
tampoco se podría concluir, es una reflexión que borda en el vacío. La filosofía no es ya
saber de lo absoluto ni sustituye a una ciencia particular, ni es tampoco una ciencia
suprema en relación con las demás.

Así pues, de lo dicho no se concluye que la filosofía haya perdido su campo de


reflexión, aun cuando de ella se hayan desprendido las ciencias particulares o bien se
haya diversificado en múltiples campos u objetos de reflexión. La filosofía continua
esclareciendo la relación que guarda el hombre en el entramado de las relaciones
sociales, políticas, económicas e ideológicas, o bien, como afirma la filosofía
analítica, analiza los métodos y las teorías de las ciencias particulares. También pueden
asignarse como tareas propias de la filosofía los problemas relativos al arte, la
literatura, la política y la moral.

EL MÉTODO DE LA FILOSOFÍA.
El método ha venido a significar algo distinto a lo largo de la historia de la filosofía y en
particular para los filósofos.
Sin embargo, en la medida en que las ciencias se van desprendiendo de la filosofía, sus
objetos de estudio cambian y sus métodos se especializan o particularizan.
Es importante señalar que no existe entre los filósofos y científicos un acuerdo sobre
cómo debiera clasificarse los diferentes métodos, o bien si en la actualidad existe un solo
método aplicable a todas las ciencias o método particular según el objeto de cada una de
ellas.

LA MAYEUTICA.
La se define como el arte de dialogar. Sócrates inicia este método preguntando a sus
interlocutores sobre la virtud, la justicia, la belleza, entre otros conceptos y problemas
fundamentales. La mayéutica es, pues, el método mediante el cual se interroga y se
busca dar respuesta a las preguntas planteadas.
Sócrates creía en el poder de la palabra hablada por eso su arte u oficio es semejante al
de su madre : Sócrates tiene como oficio dar luz al conocimiento. Porque está convencido
de que mediante el método, se llega a una idea de las cosas y a una doctrina moral que
oriente y regule la convivencia social de la polis griega.
Y en su obra la REPÚBLICA señala que la opinión no es otra cosa que la facultad de
juzgar lo aparente, es decir, la facultad de percibir las cosas tal como éstas aparecen ser
según los sentidos.
Pero la ciencia, señala Platón, no es opinión, sino conocimiento verdadero . ¿Cómo se
pasa o se da el salto de la doxa a la episteme, o bien de la opinión al conocimiento
verdadero

LA DIALECTICA.
Platón desarrolla con mucha amplitud que su maestro Sócrates la idea de método. El
conocimiento comienza por ser mera opinión . Y en su obra la REPÚBLICA señala que la
opinión no es otra cosa que la facultad de juzgar lo aparente, es decir, la facultad de
percibir las cosas tal como éstas aparecen ser según los sentidos.
Platón en El Banquete nos habla de una fuerza dialéctica que nos lleva a desear el
conocimiento verdadero, para ir así de la opinión al feliz cumplimiento de la sabiduría.
Así el amor, deseo de conocimiento y conocimiento de lo que es bello, viene a contemplar
el método dialéctico.

VI. EL VERDADERO PRECEPTOR DEBE SER EL PADRE


Al cabo de seis o siete años entre mujeres, de las que el niño sale ya minado por su
debilidad pasa bajo la dirección de un preceptor, cuando solo el padre debería serlo.Más
los quehaceres, los asuntos, los deberes... ¡Ah, las obligaciones! Sin duda que la
obligación de padre es la última. No nos extrañe que un hombre cuya mujer ha
desdeñado la cría del fruto de su unión, desdeñe educarle. No hay pintura que sea más
encantadora que la de la familia, pero un sólo rasgo mal trazado desfigura todos los
demás.
Si a la madre le falta salud para amamantar a su hijo, al padre le sobrarán quehaceres
para ser preceptor.
Alejados y dispersos los hijos en pensiones, en conventos, en colegios, pondrán en otra
parte el cariño de la casa paterna o volverán a ella con el hábito de no sentir afecto por
nada. Los hermanos y las hermanas casi no llegan a conocerse. Cuando estén todos
reunidos ceremoniosamente, podrán ser muy corteses entre sí, mas su trato será como
entre extraños. Falta la intimidad entre los parientes, de tal modo que la sociedad familiar
no produce el dulzor de la vida, y recurre, para suplirlo, a las malas costumbres. ¿Qué
hombre es tan estúpido que no sepa ver la cadena de todo esto?
Un padre, cuando engendra y nutre a sus hijos, no cumple más que la tercera parte de su
misión. Él debe hombres a su especie, a la sociedad; hombres sociables y ciudadanos al
Estado. Todo hombre que puede pagar esta triple deuda y no lo hace es culpable, y más
culpable cuando solamente la paga a medias. Quien no pueda cumplir los derechos de
padre, carece del derecho de serlo.
No hay ni pobreza, trabajos ni respetos humanos que le dispensen de mantener a sus
hijos y de educarlos por sí mismo. Lectores, me podéis creer. Yo pronostico que a
cualquiera que tenga entrañas y abandone tan sacrosantos deberes, derramará durante
mucho tiempo amargas lágrimas por su error y jamás hallará consuelo.

VIl. EL MEJOR MAESTRO, EL PADRE.

Un maestro, ¡qué alma tan sublime! Es una cosa verdaderamente cierta que para formar a
un hombre se debe ser padre, o más que hombre. Haría falta que el preceptor hubiera
sido educado para su alumno y los criados para el amo; que todos cuantos a él sacerquen
hubieran recibido las impresiones que le deben comunicar, y de educación en educación
fuera necesario remontar hasta no se sabe dónde. ¿Cómo puede un niño ser bien
educado por quien no ha sido bien educado?
Contemplando lo que debe realizar, nos daremos cuenta de lo que debe ser.

VIII. EMILIO POSEE UNA INTELIGENCIA CORRIENTE.

Si sé debe elegir el ayo con tanto cuidado, éste tiene derecho a escoger a su


alumno, sobre todo cuando se trate de un modelo que proponer. Si me fuera posible
escoger, iría en busca de un entendimiento ordinario, igual al que imagino en mi alumno.
IX. CONDICIONES EN QUE ROUSSEAU SE HACE CARGO DE LA EDUCACIÓN DE EMILIO

Si escogemos a un rico estaremos seguros de haber hecho un hombre más, mientras que


un pobre logra muchas veces hacerse hombre por sí solo. Por tal motivo no me opondré a
que Emilio sea de ilustre cuna, puesto que siempre será una víctima sacada de las garras
de los prejuicios. Emilio es huérfano. Esta es la condición esencial, y todavía creo que es
tan indispensable el contacto entre el alumno y el ayo que ambos deberían ser
inseparables, y que el destino de su vida fuera siempre un objeto común entre ellos.

Aspiran a librarse el uno del otro, y careciendo de cariño mutuo, el uno pondrá poca
vigilancia y la docilidad del otro quedará disminuida. Pero si se consideran como
obligados a pasar juntos la vida, les interesa hacerse amar uno del otro, y se aman de
verdad. Cuando niño, el alumno no siente ninguna vergüenza de seguir al amigo que ha
de tener durante toda su vida y cuando sea hombre, y el ayo pone todos sus afanes en el
cultivo de su alumno, cuyos frutos ha de recoger. De esta manera, pone a interés para su
ancianidad un fondo, que no es otra cosa que el mérito que da a su alumno.

Este trato convenido de antemano, supone un parto feliz, un niño bien


conformado, robusto y spno. Yo no me encargaría de un niño enfermizo y achacoso
aunque pudiese vivir ochenta años. No quiero encargarme de un alumno siempre inútil
para sí y para los demás, el cual se ocupa únicamente en conservarse y cuyo cuerpo
perjudica a la educación del alma. Yo no sé el modo de enseñar a vivir a quien sólo
piensa en librarse de la muerte.

UN SER IMAGINARIO: EL HOMBRE-NIÑO

La educación del hombre empieza al nacer. Para poner demanifiesto la amplitud de


conocimientos del hombre más rústico. Rousseau imagina a un niño nacido con cuerpo
deadulto. Quizá no intentaría hacer él mismo el ensayo, y veríamos este cuerpo
grande, fuerte y robusto fijo en un lugar como una peña, o arrastrarse, al igual que los
cachorros de perro, por el suelo.

Aunque estuviese rodeado de alimentos, no existe ninguna comunicación inmediata entre


los músculos del estómago y los de los brazos y las piernas que le hiciera dar un paso
para arrimarse a ellos o alargar la mano para cogerlos, y como su cuerpo habría tomado
su incremento, y estarían completamente desarrollados todos sus miembros, carecería de
la inquietud y de los continuos movimientos de los niños, y pudiera muy bien morir de
hambre antes de moverse para buscar la comida.

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