Sweet Soul
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Sweet Soul
Kuami
GigiDreamer
Índice
Prólogo Capítulo 10
Capítulo 1 Capítulo 11
Capítulo 2 Capítulo 12
Capítulo 3 Capítulo 13
Capítulo 4 Capítulo 14
Capítulo 5 Capítulo 15
Capítulo 6 Capítulo 16
Capítulo 7 Epílogo
Capítulo 8 Capítulo extra
Capítulo 9 Sobre el autor
Sinopsis
Una tímida alma perdida.
Un solitario corazón silencioso.
Un amor para salvarlos a ambos.
La vida nunca ha sido fácil para Levi Carillo de veintiún años de edad. El más
joven de los chicos Carillo, Levi no es nada parecido a sus hermanos mayores. Él no es
oscuro en apariencia o intimidante para todo que le conoce. De hecho, es todo lo
contrario. Atormentado por una timidez paralizante y los trágicos acontecimientos de
su pasado, Levi pasa sus días con la cabeza enterrada en sus libros, o entrenando con
ahínco para su equipo de fútbol americano universitario. Demasiado tímido para
hablar con las chicas, Levi se queda tan lejos como es posible y completamente solo...
hasta que salva la vida de una guapa rubia conflictiva, una rubia muy preocupada que
podría ser simplemente la excepción a su regla.
Elsie Hall es una indigente. O al menos eso es lo único que todos ven. Cada día
es una lucha por la supervivencia en las frías calles de Seattle, todos los días una lucha
por encontrar comida y mantenerse caliente. Sola en la vida, una vida que es peligrosa
y cruel, su voluntad de seguir adelante es una batalla constantemente perdida. En su
mundo de silencio, Elsie ha perdido la esperanza de que su vida vaya a contener
cualquier cosa, salvo lucha y dolor constante... hasta que el hermoso muchacho al que
ella ha ofendido gravemente viene a su rescate, precisamente en el momento
adecuado.
La lluvia caía con fuerza. Levanté un poco el cuello de mi chaqueta para cubrirme
más. Al llegar a la puerta del almacén, la desbloqueé con la llave que había copiado en
secreto de la llave maestra de Axel, con mi cálido aliento formando una niebla blanca
mientras colisionaba con el aire frío.
Un trueno retumbó en el borde lejano de un cielo gris oscuro. Cuando la
cerradura se abrió, me metí en la seca construcción. Encendí las luces en el techo,
revelando una masa de estatuas cubiertas. Mis ojos recorrieron el interior del almacén,
deteniéndose inmediatamente en la parte posterior del gran espacio. Una escultura,
envuelta en algodón blanco, destacaba al ser más alta que el resto. Mi corazón dio un
vuelco. Incluso antes de que me moviera un centímetro, mis ojos comenzaron a arder
con la amenaza de las lágrimas.
Respirando hondo, obligué a mis pies a avanzar. El suelo de madera crujía bajo
mis zapatillas Converse mientras me movía lentamente hacia la escultura. No lo había
visto en más de nueve meses. Pero pensaba en ella todos los días. Tenía que pensar en
ella: los recuerdos de la verdadera mujer que inspiró la escultura empezaban a
desvanecerse. Para mi horror absoluto, empecé a olvidarla. Ella comenzó a esfumarse
de mi mente. Día a día, hora a hora, desaparecía hasta ser polvo. Y no podía hacer
nada para detenerlo.
Levantando una mano, agarré la sábana y la quité del mármol blanco de Carrara
escondido debajo. Lanzando la sábana al suelo, levanté la cabeza y allí estaba; brillante
e inocente como el ángel en que se convirtió, lo sabía. Parpadeé para alejar la humedad
de mis ojos mientras miraba su rostro sonriente.
Acercándome, puse mis dedos sobre la mejilla de frío mármol, absorbiendo sus
rasgos —sus ojos y nariz— y el largo cabello castaño. Cerré los ojos, perpetuando cada
detalle intrincado en mi memoria. Nunca quise olvidar esos detalles. No podría
soportar olvidarme otra vez.
Esta escultura, este rostro de mármol, era lo único que me quedaba.
La lluvia afuera se intensificó más mientras el cielo se agitaba con nubarrones,
las pequeñas ventanas que bordeaban el techo del almacén estaban inundadas.
Entonces el brillante destello de un relámpago bañó la habitación. Instintivamente
metí la mano en mi bolsillo. Mi mano envuelta alrededor de la cadena de cuentas
marrones, saqué el rosario, levantándolo hacia mi boca para besar la antigua cruz de
plata. Mi mandíbula se apretó cuando me obligué a mirar la cara del ángel de nuevo.
Y justo cuando lo hice, el sonido de un trueno rugió por encima.
Como si fuera un niño una vez más, extendí la mano y sostuve la del ángel en la
mía. Sintiendo los dedos frágiles tan pequeños en mi palma, seguí apretando y caí al
suelo con fuerza.
Y respiré.
Respiré por el dolor de la pérdida que revivía todos y cada uno de los días. Respiré
por el temor de que, en poco tiempo, todos los recuerdos de ella se desvanecerían a la
nada, dejándome con un vacío negro donde su cara solía estar.
Cuando otro rayo iluminó el suelo, sostuve la mano del ángel más fuerte; este
simple acto de envolver sus dedos en los míos, calmó la tormenta en el interior, incluso
mientras la tormenta afuera rugía en el cielo.
Recostado contra las piernas del ángel, seguí sujetando su mano y llevé el rosario
a mi pecho. El trueno retumbó ruidosamente.
Cerrando los ojos, dejé que los recuerdos del ángel me invadieran…
Los truenos rugían en el cielo y me desperté sobresaltado en mi cama. La lluvia
golpeaba el techo de estaño y las paredes y temblé de miedo, las gotas sonaban igual que
las balas que los Heighters disparaban afuera.
Contando hasta diez, aparté rápidamente el fino edredón de mi cuerpo y salté de
la cama. Un relámpago iluminó mi habitación, sólo unos segundos más tarde, un fuerte
trueno retumbó en el cielo sacudiendo nuestro remolque.
Mis pies corrieron hacia adelante, con mi corazón latiendo rápido. Entré en la sala
de estar, pero estaba vacía. Austin y Axel seguían con los Heighters, pero sabía que mi
mamma estaría aquí. Ella nunca me dejaba solo. Trabajaba muy duro en sus tres
empleos, pero cuando Austin y Axel salían para ganar algo de dinero, la mamma siempre
se quedaba cerca.
Eran mis noches favoritas, cuando mi mamma me leía en la cama. Acariciaba mi
cabello, y cantaba —amaba su bonito canto. Cuando cantaba, yo sonreía. No sonrío a
menudo. De hecho, ninguno de mis hermanos ni mi mamma sonríe mucho.
Pero lo hacía cuando cantaba. Cuando me mecía en sus brazos.
Un rayo se iluminó de nuevo, y corrí por el estrecho pasillo hacia la habitación de
mi mamma antes de que el trueno explotara. Al llegar a la puerta, giré en silencio la
perilla. La habitación de la mamma estaba muy oscura, pero había una pequeña vela
encendida a un lado de la habitación, junto a uno de los frascos de luciérnagas que
hicimos ayer, cuando la mamma no pudo pagar para mantener las luces encendidas. Me
deslicé en el interior y detrás de la puerta, de rodillas junto a la cama, se hallaba mamma.
Rezaba.
Lo hacía un montón.
Cuando el trueno estalló de nuevo, corrí directo hacia la cama. La mamma levantó
la cabeza.
Y entonces me sonrió.
—Mia luna, vieni qua. —Se puso de pie y abrió sus brazos. Corrí hacia adelante, y
en el momento en que envolví mis brazos alrededor de su cintura, me sentí mejor. La
mamma siempre me hacía sentir mejor.
—Mamma —dije en voz baja—, el trueno. Es demasiado fuerte, lastima mis oídos.
Estoy… estoy asustado.
—Shhh… —susurró y presionó un beso en la cima de mi cabeza—. Sólo son los
dioses romanos mostrándole al mundo que siguen aquí.
Me alejé y fruncí el ceño.
—¿Dioses romanos? Pero tú crees en un solo Dios, mamma.
Me bajó para sentarme a su lado en la cama y se rió.
—Así es, mia luna. Pero tu nonna solía decir que no se le debía temer a los truenos.
Que simplemente era los antiguos dioses romanos asegurándose de que nadie se
olvidara de ellos en los cielos. —Se rió y me abrazó más fuerte—. Solía imaginarlos
teniendo una fiesta. Tomando demasiado vino y pisoteando.
Me reí, imaginando a todos los dioses gigantes sentados alrededor de una mesa,
riendo y bebiendo —emborrachándose. La mamma me apretó, y esta vez, cuando el
trueno retumbó por encima de nosotros, ya no sentía miedo. Porque sólo eran los dioses
romanos haciéndole saber al mundo que seguían aquí.
La mamma se movió en la cama y se acostó, metiéndome a su lado. Su mano
comenzó a pasar por mi cabello desordenado y su rosario colgaba de la otra mano. Me
quedé mirando el rosario con perlas de color marrón con la gran cruz de plata, mientras
flotaba delante de mi cara.
—¿Por qué rezabas, mamma? Cuando entré, ¿por qué estabas rezando?
Mamma se paralizó a mi lado y la oí contener la respiración. Sus brazos se
apretaron a mí alrededor y cuando levanté la mirada, vi lágrimas cayendo por sus
mejillas. Eso hizo que mi estómago se revolviera. A mí… no me gustaba.
—¿Mamma? —susurré, mi voz quebrada al ver las lágrimas—. ¿Qué pasa?
Ella sollozó, mirando a lo lejos, finalmente me volvió a mirar.
—Nada, mia luna.
Me levanté aún más y presioné mi mano en su cara. Sus mejillas estaban húmedas.
—Pero estás llorando. Tú no lloras por nada.
El rostro de la mamma cayó, y me aplastó contra su pecho.
—Rezaba, mia luna —dijo después de minutos sin decir nada—. Le rezaba al
Señor, a la Virgen María, para que nos ayude y se me pusieron los ojos llorosos. Porque
he descubierto algo hoy que me ha molestado e incluso me hizo sentir un poco asustada.
—¿Qué te hizo sentir molesta y asustada? —pregunté, sintiendo mi estómago
retorcerse.
Mamma sonrió contra mi cabeza y acarició mi cabello.
—Nada por lo que tengas que preocuparte, mia luna. Esta es mi carga, no la tuya.
Eres mi pequeño, mi chico valiente de siete años.
Mi estómago se retorció de nuevo y mi corazón se aceleró. Ella no sonaba bien.
Entonces volví a notar el rosario, balanceándose en su mano.
Moviendo mi mano, pasé los dedos sobre las perlas marrones.
—¿Por qué sostienes esto, mamma? Siempre lo tienes contigo. En este momento,
los aprietas con mucha fuerza.
Mamma suspiró y sacó el rosario de su pecho.
—Lo utilizo para rezarle a la Madre María. Ella me da fuerza, mia luna. Le ruego
por fuerza. —Su voz se quebró de nuevo y traté de pensar mucho. Traté de pensar por
qué necesitaba fuerza.
Parpadeando, un pensamiento me llegó y pregunté:
—¿Es por Austin y Axel? ¿Rezas por ellos? ¿A causa de los Heighters?
La mamma suspiró y pasó el dedo por mi mejilla.
—Siempre, mia luna. Siempre rezo por ellos. Por lo que hacen cada noche por esa
pandilla.
Sacudí la cabeza, sabiendo que había algo más.
—Pero que…
—Shhh —susurró mamma. Luego levantó el rosario y lo puso en mi mano. Curvó
su mano alrededor de la mía y apretó las cuentas en mi palma.
—Levi, tómalo ahora. Quiero que lo tengas. Quiero que lo guardes para que te dé
fuerza. Para la fuerza que necesitarás algún día pronto.
Fruncí el ceño y sacudí la cabeza.
—No, mamma. Es tuyo. Soy fuerte contigo cerca. No lo necesito.
Mamma dejó caer la cabeza y suspiró.
—¿Mamma? —pregunté. Actuaba muy extraño.
Se secó las mejillas y una sonrisa triste se extendió por sus labios.
—Va bene, mia luna. Las guardaré por ahora. Grazie. Siempre pensando en tu
mamma. Pero un día, cuando… cuando yo no esté aquí, tú te quedarás con este rosario.
Quiero que recuerdes que es tuyo. Tú no eres como tus hermanos, Levi. Eres amable y
tímido, no eres rudo y escandaloso, listo para luchar contra el mundo. Tú eres mi
pequeño tranquilo. Mi dulce, dulce alma.
—No soy débil —dije enfurruñado, odiando no ser como mis hermanos. Axel y
Austin eran fuertes y resistentes. Quería ser igual que ellos.
Mamma me dio un beso en la frente.
—Nunca, Levi. Eres un chico Carillo después de todo. Pero eres diferente de Austin
y Axel. Ellos se parecen en muchos aspectos, ambos impetuosos y fuertes, duros en el
exterior hasta que te dejen entrar. Tú eres el tímido, el hermano gentil, por dentro y por
fuera. Eres el único que lleva su corazón en la mano. Eres el que observa en silencio desde
lejos y ama con toda su alma.
La Mamma jadeó y dijo:
»Con quien sea que termines, mi hijo, quien reclame tu corazón, será una chica
muy especial. —Su dedo acarició mi mejilla—. Tanto amor, mia luna. Amas con todo tu
ser y será para siempre. No podría amar de ninguna otra manera.
Fruncí el ceño ante su triste voz.
—Y tú la conocerás, mamma. También la amarás. ¿Sí? Amarás a la chica con la
que me case.
Ella apartó la mirada, y vi sus ojos llenarse de lágrimas de nuevo. Parpadeó muy
rápido. Cuando me miró, colocó sus manos en mi cara y me miró directo a los ojos.
—Ti voglio bene1, Levi. Es tarde. Es hora de dormir ahora.
Me tumbé en la almohada junto a la mammá, mirando las luciérnagas saltar en el
frasco sobre la mesita de noche, emitiendo su luz. Cerré los ojos cuando no pude
mantenerlos abiertos más tiempo, aunque no podía dejar de pensar en lo que había dicho
la mamma. ¿Qué pasaba? ¿Qué la puso tan triste?
Sabía que la mamma pensó que me dormí, porque la oí empezar a llorar. Contuve
la respiración, cuando de repente me besó en la mejilla, y susurró:
—Quiero el mundo para ti, mia luna. Y ruego que la chica que reclame tu tierno
corazón sea tan dulce como tú. Alguien que cuide de tu alma frágil. Alguien que aprecie
el gentil regalo que eres, cuando yo ya no esté aquí para seguir haciéndolo…
Cuando otro trueno sonó, me sacudí de mi pasado. Miré hacia el techo. Con un
susurro ronco y los ojos borrosos, repetí las palabras de mi mamma:
—Sólo son los dioses romanos mostrándole al mundo que siguen aquí.
Sostuve la mano del ángel tan fuerte como pude.
Solo durante un rato más.
1
Ti voglio bene: Te quiero, es la manera que los italianos dicen que aman a su familia. No a la
pareja que sería Ti amo.
Capítulo
LEVI
2
Mia Luce: en italiano significa mi luz.
Rome sacudió su cabeza y me miró de nuevo. Me encogí de hombros y lancé un
pedazo de la etiqueta arrancada en el suelo.
—Supongo que hay una fiesta.
—Y no quisiste ir… de nuevo —afirmó Austin, bajando sus cejas con su habitual
ceño preocupado.
Pasé mi mano a través de mi cabello y sacudí mi cabeza.
—Saben que esas cosas no me van. Y que quería ver a Axe y a Ally.
—Lev, no has estado en una sola fiesta desde que llegamos aquí —dijo Austin
con exasperación.
Me retorcí en mi asiento, sintiendo toda su atención centrada en mí.
—Lo sé. —No ofrecí mayor explicación.
Casi como sincronizado, mi teléfono vibró en la mesa junto a mí y apareció el
nombre de Ashton.
¿Vienes o qué? La pelirroja sexy está preguntando por ti.
Me estiré por mi teléfono para borrar la notificación, pero antes de poder
alcanzarlo, Axel ya había visto el mensaje. Rápidamente deslicé el celular en mi
bolsillo. Axel se puso de pie.
Me miró.
—Vamos.
Abrí mi boca para discutir, cuando caminaba en dirección a la puerta trasera y
hacia la entrada.
Austin se inclinó hacia adelante.
—Ve con él, Lev. Necesitas empezar a vivir tu vida, hermanito. Necesitas forzarte
a salir de tu caparazón.
Los nervios me sofocaron, pero me levanté de todas formas y corrí dentro de la
casa de la piscina para agarrar mi dinero y las llaves de la casa. Dos minutos después,
estaba saliendo por la puerta trasera y deslizándome en el asiento de El Camino de
Axel.
No hubo música reproduciéndose. Nada fue dicho. En silencio, Axel salió de la
entrada y hacia la carretera. Miré hacia el otro lado para observar a mi hermano mayor:
su rostro era como una roca, sus ojos oscuros casi negros estaban duros y tensos. Podía
ver el enojo tomando el control.
Como sintiéndome observando, su mirada volvió hacia mí y suspiró:
—Es mi jodida culpa que seas así. Así de… introvertido. Tan tímido. Cerrado.
Mi estómago se hundió y me giré para mirar por la ventada, para mirar hacia los
árboles formando una borrosa línea verde. Podía sentir el dolor y la culpa radiando en
espesas ondas desde Axel.
—¿Chico? —presionó y mi cabeza se movió contra la ventana.
—Es solo que no es lo mío, Axe. No es por ti. Solo es que soy así.
—No lo es. Sí, siempre has sido callado, pero que te empujara a la pandilla
demasiado joven, haciéndote disparar a la gente cuando todavía eras un niño. Esa
mierda te hizo introvertido. Luego al ser encarcelado, no ser el hombre de la casa para
ti. Alguien para cubrir tu espalda, guiarte, jodidamente criarte. —Tragó y añadió—:
Ni estar ahí cuando murió mamá, jodidamente te hizo cerrarte, Lev. Puedo haber sido
un hermano de mierda, pero te conozco lo suficiente para entender esto. Eras
malditamente joven para pasar por todo lo que pasaste. De lo que te hice hacer. Tenías
siete años cuando ella enfermó y dejé que crecieras solo para así poder estar en esa
maldita pandilla. Todo eso. Te lastimó, chico. Te hice mucho daño.
No respondí nada, porque tan crudo como sonaba, casi todo era verdad.
—Dime, Lev. ¿Alguna vez has tenido novia?
Mi cuerpo se tensó ante la pregunta de Axel.
—No —susurré, con mis mejillas ardiendo de vergüenza.
Escuché las manos de Axel apretándose en el volante y añadió:
—¿Alguna vez te han besado? ¿Alguna vez has invitado a salir a una chica?
¿Alguna vez hablaste con alguna que te gustara?
No me molesté en contestar. ¿Qué sentido tenía? Sabía la respuesta. Era un
Carillo. Tenía veinte años y ni siquiera me habían besado. Nunca había siquiera
sostenido la mano de una chica. Ni siquiera había tenido una cita.
—Joder —escuché decir a Axel por lo bajo y rodé mi cabeza para enfrentarlo.
—No soy como tú, Axe. O como Aust. Es solo que… solo que no sé cómo hablarles
a las chicas. Nunca he conocido a ninguna para siquiera encontrar el coraje para
querer hablarle.
Axel mantuvo sus ojos en el camino, luego dirigiéndome una mirada fugaz, dijo:
—Tienes un maldito gran corazón, chico. Tal vez demasiado grande. Y sé que las
cosas han sido una mierda durante la mayoría de tu vida, pero están mejor ahora.
¿Verdad? ¿Por favor di que hemos hecho las cosas mejor para ti en cierta forma?
—Sí —contesté honestamente—. Están mejor.
Axel exhaló con alivio y entramos en modo silencioso, de nuevo. Cuando
llegamos a la autopista, y mientras miraba por la ventana hacia afuera aun, Axel dijo—
:
Austin me dijo que te robaron el rosario de la mamma en los vestidores.
Girando mi rostro para mirar a mi hermano, me miró los ojos brevemente y luego
se concentró de nuevo en la carretera.
—Sí —contesté.
—Eso te hizo pedazos —dijo como una suposición, no preguntando.
Asentí de alguna forma.
»No es ella —dijo bruscamente—. El rosario es solo una cosa. No es la mamma.
Viscosidad llenó mi garganta.
—Lo era para mí. —Me moví en mi asiento, y jugando con mis manos, confesé
de mala gana—. Ya apenas recuerdo cómo era su rostro, Axe. Yo… yo —tomé una
profunda respiración, luchando contra el dolor en mis entrañas continué:
»Las cuentas del rosario eran como mi ancla en ella. Porque ella las sujetaba en
sus manos. Cuando to también las tenía entre las mías, sentía como que todavía podía
verla y sentirla conmigo, de alguna manera. Porque se está desvaneciendo de mi
memoria, Axe. No estuve con ella tanto tiempo como tú y Austin. Me está resultando
realmente muy difícil mantenerla viva en mi corazón.
Axel no respondió nada, pero unos segundos después, sacó el auto en un área de
descanso y apagó el motor. Y nos sentamos ahí. Nos estuvimos ahí, ambos mirando
por la ventana. Hasta que el brazo de mi hermano mayor se envolvió alrededor de mi
cuello y tiró de mí hacia su pecho.
Las lágrimas se agolparon en mis ojos ante este simple gesto y sostuve
fuertemente la camiseta de mi hermano.
—No sé qué mierda he de hacer para hacerte sentir mejor, Lev —soltó Axel,
mientras exhalaba un lento suspiro, tratando duramente de controlar mis emociones.
No contesté, solo esperé hasta que pude levantar mi cabeza sin desmoronarme.
Me desplomé en mi asiento.
—Sé que la extrañas, chico. Yo también lo hago, pero tienes que intentarlo y
vivir. Estudias, juegas futbol americano. Estoy tan malditamente orgulloso de ti que
podría explotar. Eres listo, eres el mejor de nosotros, pero tienes que intentarlo, Lev.
Solo intentarlo y vivir. Intentar ser feliz. O de lo contrario, ¿cuál es el maldito objetivo?
Escuché sus palabras y gesticulando asentí. Sabía que estaba en lo cierto, pero
no sabía cómo hacerlo. Sabía con certeza que ir a las fiestas de la fraternidad y
emborracharme como una cuba no lo haría. Pero no quería que Axel se preocupara.
Todo lo que hacía era preocuparse por mí y aun cuando había cometido una tonelada
de errores en nuestras vidas, no se merecía responsabilizarse de mí.
—Lo intentaré. —Luego me obligué a decir—: Lo giuro.
Axel suspiró con alivio.
—Eso está bien, chico. Eso está jodidamente bien. —Puso en marcha el motor—
. Ahora, ¿dónde diablos está esa casa de fraternidad? Conozco la zona, pero necesito
la dirección.
Le pasé la dirección y llegamos frente a la casa unos minutos después. Mientras
el auto se detenía, Axel dijo:
—Pasa un buen rato, ¿sí?
Obligándome a sonreír, dije:
—Sí, nos vemos más tarde, Axe. —Y salí del auto.
La casa grande estaba repleta de estudiantes, la mayor parte del equipo borracha
vomitando sobre el césped. Continué adelante hasta que Axel estuvo fuera de mi vista.
Luego, mientras miraba la muchedumbre, mis pies se pararon en seco.
Esto no era para mí en absoluto.
Quería demostrarle a Axel y Austin que podía hacer esto, pero mientras más
observaba a los estudiantes besándose, los barriles abiertos y destrozados mientras
todos se tambaleaban por el césped, supe que no podía entrar.
Mi teléfono vibró en mi bolsillo, sabía que sería Ashton, de nuevo. Tomando una
decisión en un segundo y antes que me vieran, levanté mi capucha sobre mi cabeza y
salí a la calle. Me eché a correr, mi velocidad de receptor pronto me llevó lejos de la
casa de la fraternidad. Disminuyendo la velocidad hasta correr, Después gradualmente
hasta caminar, metí mi mano en mis bolsillos y simplemente continué caminando.
Todavía no podía regresar a casa, así que caminaría.
Caminaría hasta que hubiera pasado suficiente tiempo que mis hermanos se
dejaran engañar al pensar que al menos lo había probado. Intentado ser el chico
normal que sabía que nunca sería.
p
Un par de horas después, me encontraba cerca de un grupo de bares. Había
caminado sin rumbo, calle tras calle, solo pasando el tiempo. Las personas estaban
dejando los bares cercanos. La música sonaba a todo volumen fue fuera de un pub en
una esquina. Observé los numerosos grupos de estudiantes riendo a carcajadas. El olor
a cigarro y alcohol flotaba en el frío ambiente nocturno.
Viendo un Starbucks más adelante, metí mis manos en los bolsillos de mi
sudadera y me dirigí a cruzar la calle. Estaba a punto de aproximarme a la puerta,
cuando escuché el sonido de una voz masculina procedente del callejón entre la
cafetería y una tienda de delicatesen.
Al principio lo deseché como un hombre borracho dando tumbos alrededor en
la oscuridad, hasta que escuché un choque sordo y un amortiguado grito adolorido de
una mujer. Inmediatamente retrocedí de la puerta y llegué a la boca del callejón.
Estaba completamente oscuro, excepto por la tenue luz de una farola en el otro lado
de la pared del callejón. Un movimiento rápido inmediatamente me llamó la atención.
La voz masculina gruñó bajo de nuevo. Esta vez, el grito femenino fue alto y claro.
Sin pensar, corrí a través del callejón, rápidamente captando la visión de un
hombre sujetando a una chica contra una pared de ladrillos. No podía escuchar lo que
le estaba diciendo, pero podía adivinar lo que trataba hacer.
Sin pensarlo me lancé contra el hombre, agarrando sus hombros y lanzándolo al
suelo en un solo movimiento. Su cuerpo golpeó el suelo con un ruido seco y giré para
verlo tratando de levantarse. Obtuve una buena vista de sus rasgos hinchados por el
alcohol, su ropa sucia y su piel asquerosa. Apretando mi mano en un puño, lo clavé
directamente en su rostro.
Escuché a la chica angustiada gritar una vez más. Girando mi cabeza en redondo,
la vi enroscada en forma de bola en la esquina más alejada de la pared del callejón.
Podía escuchar su intensa y entrecortada respiración, luego empezó a toser con una
tos áspera y grave.
Escuché el eco de unos por el callejón y cuando miré al atacante ebrio, lo vi correr
hacia la concurrida acera. Estaba a punto de correr tras él, cuando la chica de la
esquina comenzó a toser de nuevo, solo que esta vez no pudo detenerse.
Centrándome en la chica, cuidadosamente me aproximé y me agaché
lentamente detrás de ella.
—¿Estás bien? —Me obligué a preguntar. La adrenalina aplastó cualquier
timidez que sentía.
La chica no respondió. Estirándome lentamente, coloqué mi mano sobre su
espalda. La chica gritó y trató de apartarse más hacia la esquina.
—Está bien —dije y retiré me mano—. Se ha ido. El tipo que te atacó se fue. No
te haré daño.
A pesar de actuar amigablemente, la chica no parecía darse cuenta que no era
una amenaza. Me senté, esperando pacientemente para asegurarme que estuviera
bien. Solo entonces me concentré finalmente en ver cómo estaba vestida la chica,
vaqueros negros desgarrados, chaqueta de cuero, mechones de desaliñado cabello
rubio.
Era ella.
Como si sintiera mi reconocimiento sobre quien era, la chica lentamente se giró
y sus ojos se abrieron cuando me vio ante ella. Eran de un color azul brillante y
perfectamente redondos. También me reconoció, pude verlo escrito por todo su
rostro.
La chica movió rápidamente sus ojos alrededor del callejón, buscando
frenéticamente en cada centímetro.
—No está aquí —repetí.
Pero parecía no escuchar lo que había dicho. Su cuello se estiró, sus ojos amplios
continuaron moviéndose alrededor de nosotros, cuando coloqué mi mano en su
brazo. Sus ojos se movieron rápidamente hacia los míos.
—Se fue —dije de nuevo, más lento esta vez.
Sus grandes ojos de ciervo estaban fijos en mis labios.
La chica se paralizó, después liberó un largo y entrecortado suspiro.
Me quedé ahí, observando. Saber que ella e había robado el rosario de mi
mamma debería haberme enfurecido como el infierno. Pero verla aquí, tan pequeña y
asustada, acurrucada contra la pared del callejón, escondiéndose bajo el borde
inclinado del techo, hizo desaparecer cualquier odio que pudiera albergar. Su capucha
cubría su cabeza, escudando la mayor parte de su rostro. Pero pude ver, incluso en la
oscuridad del callejón, que su piel estaba cubierta de mugre. Incluso a través de esa
suciedad, pude ver que su piel estaba pálida.
Demasiado pálida.
La preocupación superó a mi timidez y le pregunté:
—¿Estás enferma?
Como si contestara a mi pregunta, la chica se inclinó hacia adelante y tosió como
si sus pulmones estuvieran fallando. Tosió y tosió hasta que el sonido de su tos fue
ronco y sibilante.
Apreté mi puño, resistiendo la necesidad de poner mi mano sobre su brazo.
Estaba demasiado delgada y frágil, envuelta en unas mantas mojadas, vanamente
tratando de mantenerse caliente. Su ropa estaba hecha pedazos y completamente
destrozada. Mientras la miraba, envolvió su brazo alrededor de su cintura como si
intentara enderezarse. Inclinando mi cabeza para mirar hacia la lluvia torrencial. Sentí
el creciente viento frío soplando en el estrecho callejón. Sabía que no podía dejarla
aquí, no de esta manera.
Necesitaba ayuda y la necesitaba rápido.
Moviéndome alrededor hasta que estuve justo enfrente de ella, bajé mi cabeza
hasta que pude ver sus ojos bajo la capucha de su sudadera. Un raído pañuelo negro
le cubría medio rostro; sus apagados ojos azules apenas eran visibles. Mientras su
ataque de tos cambiaba a un profundo silbido severo, le dije:
—Por favor, escúchame.
Pero sus ojos no se elevaron con mi comentario. Se quedaron grandes y
aturdidos, con las pupilas dilatadas, centrados en el suelo bajo nuestros pies.
Mi preocupación se profundizó.
Moviéndome más hacia adelante, hice señas con la mano delante de su rostro.
La chica se sobresaltó de nuevo, pero sus párpados se movieron hasta que, finalmente,
su atención se centró en mí.
Asegurándome de que podía oírme, le expliqué:
—Te voy a ayudar.
Inmediatamente pensé en Lexi y supe que iba a acudir en ayuda de la chica.
Podríamos llevarla a Kind. Podríamos llevarla a un médico, a un lugar donde pudiera
quedarse.
Metí la mano en el bolsillo para sacar mi celular, pero cuando apreté la pantalla
estaba muerto. Suspiré de frustración.
Los ojos de la chica miraban mis labios.
—Voy a pedir ayuda. —Mientras decía esas palabras, su rostro decayó y ella
negó. Usando sus manos en el suelo empapado, se empujó más hacia atrás contra la
pared.
—Está bien —le dije y levanté mis manos—. Cálmate.
La vi acercarse, su cuerpo retorciéndose como si fuera una niña pequeña:
aterrorizada y con miedo. Mientras lo hacía dejó caer el pañuelo, dejando al
descubierto su rostro. Algo en mi corazón se rompió y se quebró en dos.
Parecía que podría ser bonita. Pero su rostro estaba hundido, con ojeras sombrías
como manchas de carbón alrededor de los ojos. Sus manos estaban unidas aferrando
su pecho con fuerza. Cuando moví lentamente la manta que la cubría, me di cuenta
de que le temblaba. O estaba aterrorizada o congelándose. Mientras miraba su
angustiado rostro ceniciento, pensé que podría ser por ambas cosas.
Su mirada en ningún momento se apartó de la mía.
—Por favor. Deja que te ayude. No estás bien y necesitas ayuda.
La vi agitar lentamente la cabeza en negativa. Pero mientras lo hacía, vi las
lágrimas acumularse en sus ojos y su labio inferior temblar.
Aparté la vista, con creciente frustración en mi pecho.
»Por favor —le susurré, sintiéndome impotente.
Cuando me enfrenté a la chica de nuevo, sus ojos vidriosos estaban de vuelta
mirando al suelo y su respiración sibilante había empeorado. Su cabeza se había
movido a un lado y había tirado de la manta mojada hasta su barbilla, en busca de
calor.
La lluvia caía más intensa.
Dándome cuenta de que necesitaría más de mí que simplemente mi ayuda, me
puse de pie. La chica ni siquiera se inmutó. Miré por el callejón, estaba limpio.
Volviéndome a la chica, le dije:
—Vuelvo en dos minutos. Te conseguiré algo de comida y un café. —Esperé una
respuesta, pero no llegó; su cabeza permaneció firmemente hacia abajo.
Sin vacilar, corrí hasta el final del callejón y me dirigí rápidamente a la entrada
de Starbucks. Tiré hacia atrás de mi capucha y me sacudí la lluvia. Me acerqué a la
camarera, viendo al instante una joven morena, de mi edad. Ella sonrió cuando me
acerqué al mostrador.
—Dos venti3 oscuros con crema —pedí, entonces vi el estante de pastelería.
Agarré un par de botellas de agua y un montón de bocadillos. Los coloqué sobre el
mostrador—. Esto también. Y algunas de esas galletas de chocolate.
Metí la mano en el bolsillo para sacar un poco de dinero. Cuando levanté la vista,
la morena me sonreía. Su ceja estaba elevada de una manera que había llegado a
reconocer. Quería hablar conmigo. Le gustaba. En el momento en que se rió, pude
sentir mis mejillas inundarse de calor.
—¿Tienes hambre o algo así? —preguntó con voz divertida, señalando toda la
comida.
Esperó a que respondiera. En cambio pasé la mano por mi cabello, manteniendo
mi atención en el mostrador y sacudí la cabeza. Me moví sobre mis pies mientras ella
pasaba los sándwiches por la registradora. La morena se inclinó hacia delante.
—¿Quieres que caliente estos sándwiches? —asentí.
Oí otra risa coqueta salir de la boca de la camarera, entonces mi estómago rodó
cuando ella se inclinó para descansar sus codos sobre el mostrador. Se asomó hacia
mí y esta vez, no tuve más remedio que mirarla a los ojos. Ella sonrió de nuevo.
—¿Cómo te llamas? —Carraspeé. La camarera alzó las tazas y añadió—: Es para
tu pedido.
—Levi —le respondí en voz baja y le entregué uno de cincuenta. La chica lo
tomó. Antes de que pudiera hablar de nuevo, le dije:
—Quédate con el cambio.
Mientras me daba la vuelta para esperar al final de la barra, vi su rostro decaer
por mi obvio rechazo, pero mi culpa fue mínima mientras pensaba en la chica en el
callejón. Pensé de nuevo en su ropa, en sus mantas empapadas y delgadas. El dolor
estaba de vuelta en mi pecho de lo que estaba viviendo. Esta existencia era su vida.
Inhalando una respiración profunda, miré por la ventana e inmediatamente vi la
luz en una tienda barata Seahawks abierta a través de la carretera. Volviendo con la
camarera, coloqué mi mano sobre el mostrador.
—Regreso en cinco minutos.
Ella frunció el ceño, pero se encogió de hombros.
Lanzando la capucha hacia atrás por encima de mi cabeza, salí de la cafetería y
corrí al otro lado de la calle. Tan pronto como entré en la abarrotada tienda, busqué
alrededor a ver que podría conseguir. Camisetas, sudaderas y tazas de mal gusto que
decían "12th Man Pride" cubrían el espacio.
Revisé entre los percheros y estantes de ropa. Agarrando tres anodinas sudaderas
de las más pequeñas, me precipité entonces hacia una sección de la esquina Seahawks
3
Venti: Café solo del Starbucks elaborado con cerveza
de mantas de lana. Agarré dos y después llevé todo a la caja. Pagué y poco después
había recogido, los cafés y la comida.
Agachándome por el callejón, busqué por todas partes alguna señal de que el
atacante había vuelto. Había un silencio sepulcral. Impulsándome hacia adelante,
entrecerré mis ojos tratando de adaptarme a la oscuridad cuando vi a la chica, todavía
agachada en la esquina contra la pared. Incluso desde esta distancia podía ver su
pequeño cuerpo convulsionarse.
Estaba empeorando.
—Soy yo, estoy de vuelta —le dije en voz alta mientras me acercaba, tratando de
no asustarla.
La chica no se movió y por un minuto, el terror se apoderó de mis venas de que
algo estuviera muy mal. Pero cuando mis pies se detuvieron ante ella, se sobresaltó,
un grito ronco salió de su garganta. Di un paso atrás, mientras esos enormes ojos
azules se fijaban en los míos. Su respiración era irregular. Las gotas de sudor corrían
por sus mejillas.
—Lo siento, te grité que era yo. No me oíste.
La chica débilmente se sacó el pañuelo de su cuello, la piel debajo estaba
enrojecida y ardiendo. Cuando miró el puñado de cosas sus ojos se abrieron. Tomando
mi oportunidad de explicarle, me agaché y le tendí el café con crema y azúcar. La
frente de la chica se frunció, provocándome a instarla:
—Es para ti.
Ella tragó y mis mejillas se calentaron con nerviosismo ante la mirada de gratitud
pura en su rostro. Era evidente que no estaba mintiendo, luchó para enderezar su débil
cuerpo y se sentó aún más contra la pared. Resistí el impulso de ayudarla mientras
luchaba por respirar. Pero me quedé atrás. Acababa de ser atacada. No quería mi
toque, aunque fuera amable.
La mano de la chica se levantó. Pensé que tomaría su café, hasta que su mano se
posó en su gran capucha y lentamente tiró de ella hacia atrás para revelar su rostro.
Mantuvo los ojos bajos y se pasó la lengua por los labios rotos. Mi respiración se
atoró en mi garganta, hasta que levantó la vista y solté el aliento reprimido. Me di
cuenta de que no era tan joven como parecía. Algo en sus ojos me dijo que era
aproximadamente de mi edad, rápidamente me di cuenta de que eso haría imposible
conseguirle ayuda. No era menor de edad. No podía obligarla ir a ninguna parte que
no quisiera.
El silencio entre nosotros convirtió en denso y estancado. Adelanté la taza con
interés hacia su mano. La chica, tomó la taza como si fuera un salvavidas, estiró
lentamente la mano y la tomó en su débil agarre. Por un momento pensé que podría
dejar caer la gran taza y cuidé de la parte inferior para que no se derramara.
Mientras mi mano equilibraba el café, pude sentir la magnitud de su temblor.
Colocando mi café en el suelo, me arrastré hacia adelante para ayudarla a llevar el café
a sus labios. A medida que el primer contacto con el líquido alcanzaba sus labios, sus
ojos se cerraron y respiró con dificultad.
—¿Estás bien? —le pregunté en voz baja. La chica abrió los ojos. Su cabeza se
inclinó hacia un lado, estudiando mi cara. No me había oído. Aclarándome la garganta
de nuevo, repetí—: ¿Estás bien?
La chica miraba mis labios, y cambiando su concentración de nuevo a mis ojos,
asintió suavemente.
Mientras la ayudaba a bajar el café hasta su rodilla doblada, fui hacia atrás, a la
bolsa de comida. Me di cuenta de que estaba mirando fijamente mi boca cuando
levanté la bolsa y deliberadamente dije:
—Sándwiches y galletas. —Mis mejillas ardían bajo su atención, y mi estómago
se apretó con nervios. Esto era lo más que alguna vez le había dicho a una chica en mi
vida, y parecía que ella era aún más introvertida que yo.
Finalmente, saqué las mantas y la sudadera con capucha. Los pasé hacia donde
estaba sentada. Señalando la manta húmeda que cubría su cuerpo, le pregunté:
—¿Puedo?
La chica se quedó inmóvil y sus ojos comenzaron a estrecharse. Tomé el borde
inferior de la manta mojada en ruinas entre mis manos y la levanté para que la viera.
»Esto no te está manteniendo caliente. —Una sensación de empatía me recorrió
el cuerpo—. Está haciendo que te enfermes.
La chica no se movió. La solidaridad que sentía rápidamente se transformó en
frustración, hasta que ella se movió en el suelo. Poco a poco, y por lo que pareció
dolorosamente, levantó la mano y el café de la tela empapada.
Exhalé con alivio. Avancé hasta que mi cara estuvo a tan solo unos centímetros
de la suya. Mi corazón estaba retumbaba en mi pecho al estar tan cerca. Y cuando miré
hacia arriba, me quedé sin aliento. La chica me miraba con mucha atención. Sus ojos
apagados parpadeaban junto a mí, tratando de absorber cada movimiento que hacía,
cada parpadeo en mi cara, cada palabra de mi boca.
Su difícil respiración brincaba por tenerme tan cerca y esta vez, sabía que no
tenía nada que ver con el frío.
Estaba aterrorizada.
Esta chica, esta monada de chica abandonada en este callejón, estaba
aterrorizada de mí. La forma en que sus enormes ojos me seguían, la impotencia y la
enfermedad que le vi me recordó como mi mamma se rompía en su pequeña cama y
a Lexi cuando ella estaba enferma, muy débil y sola, ingresada en el hospital. Fue por
eso me vi obligado a quedarme. Eso y el deber humano básico. Esta chica me había
robado, lo más preciado que tenía, vi claramente por qué lo hizo, esta era su vida. Este
maldito pozo negro de callejón era toda su vida.
Agarré la manta apretándola más en la mano, luchando contra la rabia de por
qué algunas personas en este mundo sólo se recibían la mano de mierda, cuando otros
cisnes lo hacían sin preocuparse. La rabia era tan intensa que mi mano comenzó a
temblar. Me concentré en mi mano, sabiendo que estaba a punto de perderme. De
repente sentí un roce frío, congelado, en mis dedos y moví los ojos.
La chica... su pequeña mano enguantada estaba medio acostada sobre la mía.
Tragué y después una vez más me obligué a mirarla a la cara. Sus ojos azules me
miraban y cuando finalmente nuestros ojos se cruzaron, me detuve mientras su cabeza
caía hacia abajo.
Me estaba dando las "gracias".
Mi ira al instante se evaporó. No me moví hasta que la chica retiró la mano.
Mientras lo hacía, quité la manta mojada de sus piernas. Grandes rasgaduras cubrían
sus vaqueros, sólo que no era por moda. La rabia casi regresó cuando vi que el primer
botón de sus vaqueros había sido arrancado. Una pulgada de su estómago desnudo se
mostraba, y estaba sangrando ligeramente de un rasguño reciente.
El tipo. El chico que había visto atacarla lo habría hecho. Si no hubiera llegado
cuando lo hice...
De repente, la chica apartó su capucha para ocultar su arañazo. Sus mejillas
ardían rojas. Sabía que era de vergüenza, lo que me molestó aún más. No tenía nada
de qué avergonzarse.
Obligándome a mantener la calma, tomé las dos mantas que había comprado y
las puse sobre ella. Observé con gran expectación, cuando sus ojos se cerraron y su
mano pasó lentamente sobre la esponjosa tela. Pensé que mi corazón iba a atravesar
mi pecho cuando sus labios se curvaron en una sombra de sonrisa.
Una manta seca. Eso fue todo lo que necesitó. Para esta chica, una manta seca
era como acariciar el cielo.
Me quedé agachado, sólo observando su momento de felicidad, hasta que una
ráfaga de viento frío azotó a nuestro alrededor. El frío se filtró en mis huesos. Ya estaba
empapado y congelándome. No podía imaginar cómo se sentiría esta chica después de
estar aquí durante Cristo sabía cuánto tiempo.
Bajé mi café al suelo y me senté delante de ella. Cuando levanté la vista, la chica
estaba acunando su café en sus manos, la taza de tamaño venti parecía empequeñecer
su diminuto cuerpo. Igual que antes, su atención estaba firmemente fijada en mí.
Arrastrando los pies sobre duro suelo, le dije:
—Conozco a alguien que te puede ayudar.
Mientras hablaba conté las grietas del asfalto bajo mis pies.
—No puedes quedarte aquí. No es seguro, y estás enferma.
Sin embargo, sólo hubo silencio.
Miré hacia arriba. El triste rostro de la chica era todo lo que podía ver. Mi
estómago cayó. Pude ver por la mirada en su cara que no iría a ninguna parte.
Sintiendo mi mirada, negó suavemente. Mi mandíbula se tensó mientras lo hacía, y
rogué:
—Por favor. No me quedaría con la conciencia tranquila si te dejo así…—Hice un
gesto alrededor del callejón—…aquí.
Pero la chica simplemente bajó la cabeza y tomó un sorbo de su café. Sin pensarlo
toqué su pierna, lo que la hizo saltar. Su mirada se estrelló con la mía. Lo intenté una
última vez:
—Por favor.
Con los ojos abiertos, la chica miró hacia otro lado. Grandes voces de pronto
llenaron la boca del callejón. Echándome hacia atrás, vi un montón de lo que parecían
chicos de fraternidad meando. Estaban borrachos y se tambaleaban alrededor del
contenedor de basura.
Sacudí mi cabeza. Ella no debería estar alrededor de esto. No era seguro.
Aferrando mi café, me puse de pie. La muchacha volvió rápidamente la cabeza
hacia mí. Bajé la vista hacia ella y mi corazón se tensó al ver sus grandes ojos azules
mirándome interrogantes, con incertidumbre.
Moviéndome hacia adelante, señalé el lugar a su lado contra la pared. La chica
miró hacia abajo, y luego hacia arriba, con expresión de asombro en su rostro. Pero no
me dijo que no. De hecho, pareció dar un suspiro de alivio.
Poco a poco y con cuidado, bajé a su lado y envolví mis brazos alrededor de mí
mismo para mantener el calor. Hacia muchísimo frío.
El brazo de la chica rozó el mío. Un escalofríos recorrió por mi espalda y supe
que no tenía nada que ver con el frío. Nunca había estado tan cerca de una chica,
nunca. Me reí desde por dentro, porque era la primera vez que me sentaba al lado de
una chica, que estaba sin hogar, y a la que estaba tratando de mantener a salvo. Jake y
Ashton se habrían reído con esta imagen. Estoy seguro de que esto no era lo que Axel
había planeado para mí esta noche tampoco.
Sintiendo unos ojos en mí, me di la vuelta para ver a la chica mirándome con las
cejas levantadas con confusión. Sus ojos se posaron en mis labios y dije:
—Me voy a quedar aquí un rato. No es seguro.
Su bonito rostro me dio a entender que no comprendía. No le di más detalles,
sino que simplemente le dije:
—Duerme. Voy a mantenerte a salvo.
Los ojos azules de la muchacha se llenaron de lágrimas. Vi, con el corazón
apretando firmemente como una lágrima caía por su mejilla, sólo para salpicar la
manta que acababa de comprar para ella.
Incapaz de verla llorar, me incliné hacia adelante y pregunté:
—¿Estás cansada? —La chica dudó en responder, hasta que a regañadientes
asintió.
Lamiendo mis labios secos, poco a poco me acerqué hacia delante y dije:
—Duerme. Nadie va a hacerte daño.
Como si gravitara hacia el calor de mi cuerpo, la chica se desplomó contra mi
brazo, con su cabeza cayendo sobre mi hombro. Todavía agarraba su café en la mano.
Su cuerpo se curvó contra el mío y miré su cabello rubio sucio contra mi brazo. Parecía
tan perdida.
No sabría decir cuánto tiempo pasó con ella durmiendo apoyada de mi brazo,
pero cuando su respiración se estabilizó, supe que era mi oportunidad de conseguir
un teléfono.
Lo más lento posible, levanté a la chica de mi brazo y la coloqué contra la pared.
Mientras me levantaba, miré su cuerpo acurrucado abajo. Su piel era pálida, su
delgado cuerpo se estremeció y mi estómago se contrajo. No quería dejarla. Pero tenía
que hablar con Lexi. No estaba seguro de cuánto tiempo más podría durar aquí en el
estado en que se encontraba.
Asegurándome de que las mantas escondieran donde yacía, salí del callejón y
comencé a buscar en la calle un teléfono público. Me tomó cuatro calles y demasiado
tiempo hacer la llamada a Lexi, quien respondió al tercer timbrazo.
—¿Lex? —le dije al minuto que contestó el teléfono—. Necesito tu ayuda.
Lexi accedió a reunirse conmigo en el Starbucks. Mientras corría de nuevo hacia
el callejón, una oleada de culpabilidad se extendió por mí. Le había dicho a Lexi que
había estado en la fiesta toda la noche. Que había encontrado a la chica cuando la
fiesta se trasladó al bar.
Mientras corría, pensaba en mi mamma. Ella habría hecho esto por esta chica.
Nunca habría permitido a nadie en problemas estar sin su ayuda.
Y necesitaba esto. Necesitaba ver a otro más débil lograrlo.
Llegué al callejón y, en un segundo, corrí a la parte posterior. Pero cuando llegué,
todo lo que me recibió fue una taza de café vacía, la comida desechada y la vieja manta
que había sido echada al suelo.
Moviendo mi cabeza por todo el callejón, busqué en cada milímetro por la chica,
pero la verdad era tan clara como el día: se había ido.
Mi cuerpo se llenó de decepción. Agachándome, cerré mi mano y golpeé contra
la taza de café vacía en el suelo. Pasando la mano por mi rostro, vi un pedazo rasgado
de papel tumbado sobre la manta, bajo la protección seca del techo inclinado.
Frunciendo el ceño ante lo que podría ser, lo recogí. Una simple palabra estaba
garabateada en bolígrafo azul en la parte central de la página. "Gracias".
Me quedé mirando esa simple palabra, y me quedé petrificado en el lugar. Esas
eran las únicas palabras que la chica me había trasmitido en toda la noche, gracias.
Sentí un hoyo en mi estómago al pensar en ella estando en las calles, a solas.
Pensé en esos enormes ojos azules llenos de lágrimas, cuando le dije que me gustaría
quedarme y mantenerla a salvo. Que podría dormir sin miedo.
Sintiéndome más que derrotado, me encaminé por el callejón. La busqué tanto
como pude. Miré hacia cada callejón, en cada portal y calle cercana. Pero se había ido
y no tenía ni idea de dónde. Corriendo hacia el teléfono público, llamé a Lexi y le dije
que la chica no necesitaría nuestra ayuda después de todo.
Tomando un taxi, me fui a casa. A la mansión de Austin y de Lexi. A las
comodidades que me rodeaban, mientras la chica de los grandes ojos azules
deambulaba por las calles, enferma y sola.
Cuando me deslicé en el asiento trasero del taxi, mi cabeza cayó para descansar
en la ventana, con la nota de la chica escrita a mano sujeta firmemente en mi mano.
Capítulo
LEVI
p
Mi pierna se movió mientras estaba sentado en el sofá mirando al vacío. Había
estado mirando el reloj en la pared de la sala, el minutero parece arrastrarse mientras
hacia su tortuoso camino alrededor de los números romanos negros. El doctor estaba
con la chica en una de las habitaciones de huéspedes desde más de una hora.
Suspirando porque estaba tardando mucho, me incliné hacia adelante, apoyando
los codos sobre mis rodillas. Sintiendo unos ojos sobre mí, levanté la mirada y vi que
Austin estaba observándome desde el otro lado del sofá.
—¿Qué? —pregunté.
Austin se inclinó imitando mi postura. Sus ojos oscuros se entrecerraron.
—Es sólo que jamás te he visto así antes.
Mi estómago dio un vuelco. Odiaba ser el centro de atención. Me encogí de
hombros, pero mi mente volvió al rostro perdido de la chica mientras me sentaba
frente a ella en ese callejón. Pensé en el ligero toque de su mano sobre la mía y cuando
le había dado el café y las mantas, cuando le dije que me quedaría. Cuando me senté
a su lado y su cabeza cayó contra mi brazo mientras se dormía.
Como un carbón encendido en el bolsillo de mis pantalones, pude sentir su nota
garabateada, gracias, quemando a través del cuero de mi billetera. No tenía ni idea de
por qué la guardé y por qué significaba tanto para mí. Ahora que estaba aquí, en mi
casa, en nuestro cuarto de huéspedes, de alguna forma se sentía conmovedor.
—¿Lev? —insistió Austin.
Manteniendo mi cabeza gacha, contesté:
—Deberías haber visto como vivía, Aust. Estaba sola, empapada por la lluvia,
acurrucada contra una pared oscura en un apestoso callejón. Sólo después de haber
detenido a este idiota de atacarla. —Sacudí mi cabeza y me pasé las manos por el
cabello—. No tiene nada, Aust.
Levanté mi cabeza e hice un gesto hacia ambos.
»Si no hubiera sido por ti, por el fútbol americano, podríamos haber sido
cualquiera de nosotros. Éramos pobres. Y sin la mamma; si no hubieras sido reclutado,
¿qué demonios hubiera sido de nosotros? —Moví mi barbilla en dirección al cuarto de
huéspedes sobre de nosotros—. Ella está viviendo la vida que fácilmente pudo haber
sido la nuestra.
Un nudo se construyó en mi garganta, y me recliné.
»Y está enferma. Sus ojos, lo débil que está, su silencio… —Me aclaré la garganta
y dije con voz ronca—: Me recordó tanto a la mamma que no pude dejarla. Indefensa,
¿sabes? Así que tuve que ayudarla. Necesitaba hacerlo, algo dentro de mí me obligaba
a eso.
—Mierda, Lev. ¿Por qué no me lo dijiste? —inquirió Austin.
Me encogí de hombros.
—Cuando regresé después de llamar a Lex, se había ido. La busqué durante los
últimos días después de clases y del entrenamiento, pero no encontré nada.
—¿Hasta esta noche?
—Hasta esta noche —concordé.
El silencio se instaló entre ambos durante varios minutos, hasta que escuché un
murmullo de voces. Me giré en dirección a las escaleras. Lexi y el doctor bajaban. Sin
ser capaz de esperar más, me levanté mientras entraban en la sala de estar.
Los ojos de Lexi cayeron sobre mí y sonrió.
—¿Está bien? —pregunté.
Lexi miró al doctor y él habló primero.
—La chica tiene neumonía. —Mi corazón se hundió cuando dijo esas palabras,
luego comenzó a golpear como un tambor. El doctor continuó—: Por el momento, no
es tan grave como para hospitalizarla. Le he dado una dosis inicial de fuertes
antibióticos y he dejado una receta para una semana, para que los tome oralmente. Y
también he arreglado que traigan una intravenosa para hidratarla.
Dejé salir el aliento aliviado, pero entonces Lexi dio un paso al frente. Mis ojos
se dispararon a ella.
—El doctor Bell encontró algo más, Levi.
El alivió que sentí fue aplastado.
—¿Qué? —pregunté con temor.
—La chica es sorda de su oído izquierdo, con sólo una pequeña fracción de su
función auditiva en el derecho —explicó el doctor.
Mis cejas se fruncieron. De repente, imágenes de ella mirando a mis labios y su
silencio fluyeron en mi mente.
—¿Cómo supo eso? —interrogué.
El doctor apuntó a su oreja derecha.
—Tenía un pequeño audífono en su oído derecho, pero no funciona. El
dispositivo no es el mejor, es de los más básicos y por la forma en que ha estado
viviendo parece que ha cesado de darle la ayuda que pueda haber proporcionado.
El frío llenó mi cuerpo.
—¿Quiere decir que ha estado viviendo en las calles sin poder escuchar?
El rostro de Lexi mostraba la compasión que estaba sintiendo. El doctor asintió.
—He hecho un par de pruebas simples, pero he organizado con un amigo, un
otorrino, para que se pase mañana. Como le expliqué a Lexi, será costoso reemplazar…
—Pagaremos lo que sea que valga —dije, interrumpiendo al doctor.
Una sonrisa se extendió en sus labios.
—No te preocupes, hijo. Lexi ya ha organizado ese tipo de cosas.
—¿Y ahora qué? —pregunté.
El doctor tomó su maletín.
—Tomará un par de semanas para que recupere su fuerza. Está, más que nada,
hambrienta y severamente deshidratada. Afortunadamente, la hará dormir la mayor
parte del tiempo. Los momentos en que está despierta son incoherentes. Trataremos
eso también, de momento va a consistir en ayudarla a recuperarse.
Miré a Lexi, quien asintió ante mi pregunta silenciosa.
—Puede quedarse, Lev. Después de que se sienta mejor, lo que podría tardar
unas semanas, tenga su audición y recupere sus fuerzas, puede decidir lo que quiere
hacer. Parece tener unos dieciocho años, más o menos tu edad, supongo. Ya sea que
quiera nuestra ayuda o no, dependerá de ella. Ya sabes cómo son las cosas.
Parpadeé y luego parpadeé de nuevo, sabiendo que haría lo que sea que pudiera
para hacerla quedarse, para conseguir la ayuda que desesperadamente necesitaba.
—¿Puedo subir y verla?
El doctor asintió.
—Está durmiendo. La medicación que le he dado la mantendrá sedada, sólo en
caso de que se despierte y se asuste por el entorno extraño. No te escuchará tampoco,
hijo. Pero sí, puedes verla.
Asentí hacia el doctor en agradecimiento, luego pasé junto a ellos para subir las
escaleras. Mientras aumentaba la velocidad, Lexi me gritó:
—La limpié un poco. Tanto como pude. La meteré en la ducha en cuanto esté
más fuerte.
Me detuve cuando Lexi habló.
—Gracias —dije, y rápidamente me dirigí al cuarto.
En silencio, abrí la puerta. El cuarto estaba a oscuras con excepción de la tenue
luz de una lámpara. Mis ojos de inmediato se dirigieron en la cama en el centro del
cuarto. Mi corazón se hinchó al ver a la chica luciendo tan pequeña bajo las sábanas
blancas. Luego, casi salió disparado de mi pecho cuando me detuve junto a la cama y
la vi realmente.
Un aliento se atascó en mi garganta. Lexi había hecho un muy buen trabajo
limpiando toda la suciedad de su rostro. Su cabello había sido peinado y Lexi le había
quitado su ropa húmeda y puesto un pijama color crema.
Y no podía dejar de mirar.
Había pensado antes que podría ser bonita, pero acostada en esa cama, su rostro
tranquilo por el sueño, limpio y cálido, parecía un ángel.
Las manos de la chica estaban sobre su estómago mientras dormía. Dos amplios
brazaletes plateados estaban envueltos alrededor de sus muñecas y un collar de oro
rodeaba su garganta. Todavía podía escuchar su pecho sibilante con el fluido de sus
pulmones, pero parecía tranquila. Después de ver lo incómoda que se encontraba en
el camino a casa, esto estaba bien.
El cuarto estaba en silencio mientras dormía y me dejé caer en el asiento al lado
de la cama. La chica no se movió, pero mi corazón retumbó en mi pecho. Abrí mi boca
para hablar, pero inmediatamente la cerré cuando recordé que no podía escuchar.
Ladeé mi cabeza mientras la miraba. Sus ojos aletearon bajo sus parpados cerrados.
Me pregunté sobre qué estaría soñando.
Mis cejas se fruncieron cuando mientras me preguntaba lo que era para que ella
vivir en un mundo de silencio. Con el audiófono escuchó el mundo, pero solo Dios
sabe cuánto tiempo había estado viviendo sin ese dispositivo. Vagando por las calles,
hambrientas, sin hogar y con el sonido de Seattle apagado.
Debió haber estado aterrorizada.
No sabía por qué, pero mientras su dedo se movía en su regazo en su sueño, me
encontré extendiendo la mano y sosteniendo la suya frágil y fría. Tragué y parpadeé
ante la visión.
Era la primera vez en mi vida que le sujetaba la mano a una chica.
La hermosa chica que vivía en el silencio.
A la que quería salvar.
Por la que esperaba a su lado que despertara.
Capítulo
ELSIE
p
Me desperté durante la noche y un profundo malestar se apoderó de inmediato de mí.
La habitación estaba completamente oscura. No me gustaba la oscuridad. Sentí los
hilos de ansiedad tejiéndose en mi pecho y extendí la mano para alcanzar la lámpara
junto a la cama. Mi mano cayó sobre la mesita auxiliar de madera, hasta que encontré
un cable y al final, un interruptor. Lo pulsé y una leve luz brillante inundó la
habitación. Respiré hondo, sosteniendo mi pecho.
Odiaba la oscuridad.
Las voces venían en la oscuridad. Las crueles palabras de Annabelle me atacaban
en la noche, cuando estaba más vulnerable, cuando los recuerdos hacían el peor daño.
Me senté. El reloj de la mesita de noche indicaba que era pasada la medianoche.
Me toqué la cabeza, estaba húmeda y pegajosa. Mis ojos se dirigieron hacia el cuarto
de baño y, antes de darme cuenta, mis piernas me llevaban hacia la enorme ducha. No
quería despertar a nadie, pero Lexi me había asegurado que nadie me molestaría en
esta habitación.
Cuando el baño estuvo lleno de vapor caliente, me quité el pijama y mi piel se
puso de gallina ante la idea de darme una ducha. Una ducha. No había tenido una en...
no sabía cuánto tiempo. El suficiente para haberme olvidado completamente de cómo
se sentía. En las calles, me colaba en los baños públicos y me lavaba antes de que
cerraran, antes de que personajes desagradables de la noche comenzaran a caminar
por las calles.
Me metí en la ducha y cerré los ojos, simplemente me quedé allí de pie bajo el
chorro de agua caliente y limpia. Lexi había dejado todo tipo de champús,
acondicionadores, jabones líquidos y maquinillas de afeitar para que usara. Fue la
ducha más larga de mi vida. Cuando salí y me envolví en la suave toalla colgada en un
gancho, me sentía humana de nuevo. Era curioso cómo ser una don nadie en las calles,
que algunas personas te ignoraran como si no estuvieras allí, te quitaba la convicción
de que realmente eras alguien. Que también importabas.
Que eras humana.
Estuve en el baño durante una hora o más, dándome el gusto de usar un secador
de cabello y envases de crema hidratante. Cuando estaba a punto de salir, vestida con
un nuevo pijama que Lexi había puesto en un armario, capté mi reflejo en el espejo
hasta el suelo del baño. Me detuve en seco. Observé fijamente a la chica que me
devolvía la mirada.
No la reconocí. Su cabello rubio parecía tres tonos más claro de lo que
recordaba… el resultado de estar limpio. Su piel era clara, no apagada o pálida. Sí, me
di cuenta de que todavía estaba enferma, pero su piel era suave y había un poco de
color en las mejillas.
Incluso cuando mi mamá y yo habíamos vivido en uno de nuestros numerosos
apartamentos temporales, rara vez habíamos tenido agua caliente. Si la hubiéramos
tenido, no nos podríamos haber permitido el champú, acondicionador y gel de baño
para lavarnos apropiadamente. Un destello momentáneo de dolor me asaltó cuando
pensé en mi madre, pero lo ahuyenté y entré en el enorme dormitorio.
Y me quedé allí. Ya no estaba cansada, pero no tenía ni idea de qué hacer. Lexi
me había enseñado cómo usar la televisión, pero no tenía ningún interés en verla.
Envolviendo mis brazos alrededor de mi pecho, me encontré dirigiéndome a la
gran ventana que daba al río. Aparté las pesadas cortinas. Mi boca se abrió de par en
par cuando apareció ante mí una noche perfectamente clara. Había llovido casi todos
los días durante todo el tiempo que podía recordar, pero ahora que tenía un techo
sobre mi cabeza, el tiempo era claro y seco. Me reí sin humor.
Típico.
Me senté en la amplia cornisa y me quedé mirando el reflejo de la luna plateada
brillante sobre el río tranquilo. Suspiré pensando que parecía una pintura al óleo,
antes de que mis ojos saltaran a la casa de la piscina del otro lado del enorme patio.
Mientras miraba al edificio, mi estómago se volteó al imaginar quién estaba dentro.
Como si todavía pudiera sentir su tacto, levanté mi mano y la llevé a mi pecho.
Pensé en su rostro y su voz. Esa voz. Siempre oía voces. La mayoría de la gente que
había conocido miraría los ojos, labios y otras características faciales. Pero ser sorda
desde niña provocó una fascinación con las voces. Creía que podía decir mucho sobre
una persona con sólo escuchar su tono y la inflexión. O tal vez estaba fascinada porque
elegí no hablar. Tal vez estaba fascinada con las voces porque odiaba mucho la mía.
Porque me había despedazado y cruelmente ridiculizado por mi voz, a tal punto que
casi me destrozó. Rota por algo que no podía controlar.
Dejé caer mi mano de mi pecho antes de que más malos recuerdos salieran a la
superficie, antes de que su voz golpeara mi corazón. Anhelaba escribir, expresar mis
pensamientos y sentimientos en palabras, en el papel.
Miré alrededor de la habitación y recordé que Lexi dijo que había lavado mi ropa
y puesto mis cosas en el armario. Me acerqué al armario y sobre la estantería estaban
mis ropas gastadas y sin valor. Mi pluma y libreta se encontraban al lado. Extendí la
mano para sacar mi chaqueta de cuero y encontré el bolsillo con cremallera que estaba
buscando. Exhalé de alivio cuando mi mano sintió el collar de cuentas de madera vieja
y la foto antigua. Cuando dejé mi chaqueta de cuero, miré el rosario que había
guardado de la billetera que robé.
La billetera de Levi Carillo.
La vergüenza me recorrió. Había robado su billetera, un hecho que estaba segura
de que sabía. Sin embargo, aun así me había ayudado. No me lo había reprochado,
sino todo lo contrario.
Me dirigí a la enorme ventana, apretando el rosario y la foto en mi mano. Me
preguntaba qué significaba para él.
Merecía tenerlo de vuelta.
Me quedé de pie, con los ojos fijos en la casa de la piscina, hasta que decidí
devolvérselo. Me puse las nuevas botas forradas que Lexi me había comprado. Me
aseguré de que mi audífono estuviera firmemente en su lugar y me escabullí de mi
habitación, bajé por las escaleras y salí al patio por la puerta de la cocina. Cuando el
viento de la noche me rodeó, sentí de inmediato un escalofrío recorriendo mi columna
vertebral. Envolví mis brazos alrededor de mi cintura y corrí por el patio hasta la casa
de la piscina. Aunque las luces estaban apagadas, en silencio probé con el pomo de la
puerta y, para mi alivio, se abrió.
Estaba acostumbrada a andar a hurtadillas; años de práctica robando comida y
dinero me sirvieron de mucho. Entré y rápidamente cerré la puerta. Una casa de la
piscina, pensé, sorprendida por su gran tamaño. Esta casa de la piscina era la típica de
una familia.
Cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad de la habitación, cayeron en
una enorme cama en el centro. Mi corazón se aceleró. Levi. Levi, dormido en medio
de la cama, una sábana cubriendo su mitad inferior. Su amplia y musculosa espalda
estaba desnuda.
Me quedé cautivada por su mitad superior desnuda y los nervios empezaron a
asaltar mi cuerpo. Podía escuchar mi propia respiración. Sonaba como un trueno en
mi oído. Y ver la fuerte espalda de Levi, desencadenó una instantánea repetición de su
voz sureña susurrando mi nombre.
No estaba muy segura de cuánto tiempo me quedé en la puerta tratando de
recuperarme. Pero cuando la cadena del rosario comenzó a deslizarse de mi alcance,
me moví hacia delante. Caminé lo más silenciosamente que pude hacia el borde de la
cama. Traté de mantenerme centrada hacia delante, pero mi curiosidad acerca de este
chico forzó a mis ojos a bajar y estudiarlo más de cerca.
Junté mis manos con fuerza mientras lo observaba dormir. Su rostro estaba
apuntando en mi dirección y sus brazos musculosos acurrucados debajo de la
almohada. Incluso en esta tenue luz, incluso con su cabello rubio adorablemente
desordenado a causa del sueño, pude ver cuán perfecto era realmente este chico.
Hermoso y amable… mi madre siempre me había dicho que no existía tal cosa.
Después de mi vida en las calles, después de estar en esa casa, me había sentido
inclinada a estar de acuerdo... hasta que conocí a este chico. Levi Carillo… el chico con
un corazón puro.
Inhalando profundamente, mis mejillas se sonrojaron cuando aspiré su picante
y cálida esencia. Mientras lo hacía, las mariposas revolotearon en mi estómago y supe
que tenía que irme.
Desenrollando el rosario de mi mano, extendí la mano para colocarlo en su
mesita de noche. Tan silenciosamente como me fuera posible, puse las cuentas de
madera y la foto sobre la mesa. Pero cuando estaba alejando mi mano, unos dedos
gentiles se envolvieron alrededor de mi muñeca. Al bajar la mirada, me encontré con
un par de soñolientos ojos grises como el color de una tormenta chocando con los
míos.
Estaba despierto.
Me quedé helada. No pude hacer nada salvo quedarme aquí, paralizada por su
mirada. El rostro de Levi buscó el mío, hasta que sus ojos se desviaron a la mesita de
noche y el rosario y la foto que ahora se encontraban allí. Esta vez, al ver a esas cuentas,
esa imagen, su expresión me dijo todo lo que estaba sintiendo, con el movimiento de
su nuez de Adán mientras tragaba y el revoloteo de sus imposiblemente largas
pestañas negras cuando parpadeó para alejar las lágrimas.
El momento se rompió y suspendió. Mientras observaba a este hermoso chico,
me quedé sin respiración cuando me miró a los ojos con timidez. Se humedeció los
labios secos con la lengua y susurró:
—Gracias.
Pensé que iba a soltar mi muñeca, así poder correr a mi habitación, pero sus
dedos seguían reteniéndola. En cambio, su pulgar se movió tímidamente y recorrió la
parte de atrás de mi mano. Esperé, ansiosa y nerviosa, luego murmuró:
—Elsie.
Estaba segura de que mi corazón se quebró en un millón de pequeños
fragmentos. Estaba segura, ya que la sensación en mi pecho era casi demasiado para
soportar.
Capítulo
LEVI
El frasco era la cosa más bonita que había visto jamás, pero lo que este chico
había hecho por mí, que Levi Carillo se hubiera tomado el tiempo para hacerlo para
mí, era la más bonita de todas.
Se había preocupado lo suficiente para traerme a este cobertizo y hacerme está
luz, para que no tuviera miedo. Así no le tendría miedo a la oscuridad. No lo
entendería, pero nadie, nadie, había hecho algo como esto por mí en años.
En este momento, me alegré de no hablar con la gente. La obstrucción de mi
garganta significaba que las palabras no iban a salir, incluso aunque quisiera. Así que
había "conversado" utilizando unos cuantos elementos del lenguaje de signos que
pensé que entendería. Se merecía mi agradecimiento en su estado más puro, de la
forma más sincera.
Miré a Levi de pie detrás de mí. Estaba mirándome, con la cabeza baja. Su cabello
rubio desordenado había caído para protegerse los ojos y sus manos colgaban a los
costados.
La calidez se extendió dentro de mí mientras miraba a este chico alto, bien
fornido, y hermoso tan tímidamente de pie a mi lado. Me pregunté ¿cómo era su vida?
El calor en mi interior se enfrió en cuanto un pensamiento cruzó por mi mente: ¿tiene
novia? Me lo imaginé en la universidad, conduciendo su Jeep de lujo. Jugaba al fútbol,
tenía dinero, y parecía nada menos que perfecto. De repente me sentí segura de la
respuesta a mi pregunta: sin duda tendría novia.
No debería estar aquí con él, me dije.
Agarrando el frasco firmemente en mis manos, me puse de pie. Me dirigí hacia
la puerta, manteniendo la cabeza baja mientras pasaba a Levi. No dijo nada cuando
llegué a la puerta. Necesitaba irme, pero todavía sentía un atisbo de tristeza, sabiendo
que nuestra improvisada reunión había terminado. Le había gustado hablar conmigo.
Me había gustado verlo tropezar con timidez sobre sus palabras. Eso conmovió mi
corazón.
Oí a Levi murmurando algo para sí mismo, pero fue demasiado bajo como para
escucharlo. De repente, lo sentí detrás de mí y me detuve en seco. Inhalé y exhalé para
no perder el equilibrio y luego me volví hacia él. Sus puños estaban apretando a los
costados, y su rostro estaba sonrosado.
Me tendió la mano y, en la palma había varios palillos luminosos.
—Para rellenar el frasco cada noche.
Tomé suavemente los palillos y los guardé en el bolsillo de la sudadera con
capucha. Levi mantuvo la cabeza baja, con las manos una vez más a los costados.
Captó mi mirada fija y exhaló lentamente.
»Te quieres ir.
No me había hecho una pregunta, había asumido que era lo que quería.
Centrándome en la luz, que seguía brillando en la oscuridad, me encogí de hombros.
Se acercó más.
»Es muy tarde, pero…
Dejó la frase suspendida en el aire, sin terminar, pero estaba desesperada por
escuchar el resto. Levi se pasó la mano por la nuca y luego espetó: Te acompañaré
hasta la puerta de la cocina.
La decepción me aplastó, pero salí por la puerta hacia la noche fría, agarrando el
tarro brillante contra mi pecho. Mientras caminábamos hacia la puerta de la cocina,
le sonreí al frasco en mi mano. Era brillante contra la oscuridad de la noche. Quería
decirle a Levi que me encantó, que atesoraría este regalo porque era de su corazón.
Representaba una bondad que había faltado en mi vida.
Pero aún más, quería que me hablara sobre su infancia, sobre la captura de
luciérnagas en el bosque detrás de su casa. Necesitaba decirle que también quería
verlo algún día, quería ver este frasco lleno de luciérnagas, persiguiendo la oscuridad.
Pero las ganas de hablar, la desesperación por abrir mi boca y dejar las palabras libres
se mantuvieron cautivas en mi garganta. Las burlas de Annabelle amenazaron con
regresar, y la advertencia de mi madre resonó en mi cabeza:
Se reirán de ti, niña. No hay lugar para la gente como tú y yo en este mundo. Somos
un hazmerreir. Nunca hables, protege tu corazón. Oculta siempre tu voz.
Como si pudiera sentir físicamente las palabras reunidas en mi boca, las tragué
para que no pudieran pasar a través de mis labios. Las cicatrices en mis muñecas se
sintieron más calientes en mi piel, en mis puños, recordándome que ella había estado
en lo cierto.
Tenía que esconder mi voz. Tenía que proteger mi corazón. No podía pasar por
todo de nuevo. No podía dejar que otra, como Annabelle, volviera a ganar.
Al llegar a la cocina, Levi se aclaró la garganta nerviosamente. Su fuerte brazo se
extendió sobre mí para abrir la puerta. Mirando hacia atrás, sorprendida por tal gesto
caballeroso, asentí y gesticulé:
—Buenas noches.
Levi abrió la boca, luciendo como si quisiera decir algo, pero su expresión decayó
y simplemente respondió:
—Buenas noches, Elsie. Que duermas bien.
A medida que su dulce acento sureño se envolvía alrededor de mi nombre, como
un abrazo, quise decirle cuánto me encantaba su acento y la forma en que se enroscaba
alrededor de mi nombre. Pero, por supuesto, no lo hice.
Atravesando la cocina, oí la puerta cerrarse detrás de mí. Con mis pies plantados
en el suelo de baldosas, me concentré en respirar. Mi corazón latía fuerte. Mis manos
estaban temblando, y mis ojos perdieron el foco en la oscuridad. Necesitaba un minuto
para comprender lo que había hecho. Acababa de pasar un rato con un chico. No, más
que eso, había encontrado un alma dulce y amable.
Mi pecho se llenó de luz y me obligué a mí misma a moverme, agarrando de
cerca el tarro de luciérnagas hecho a mano contra mi pecho. Estuve en silencio
mientras me dirigía a mi habitación. No fue hasta que estuve a mitad del camino por
las escaleras que el aroma de Levi llegó a mi nariz.
Me detuve, recordando de pronto que todavía llevaba su sudadera. Llevando mi
nariz hacia el cuello, respiré hondo, sintiendo un aleteo en mi corazón. No queriendo
mantener algo más de él, me di la vuelta en los escalones y rápidamente me dirigí de
nuevo a la casa de la piscina.
Corrí a través del patio y llegué a su puerta. El pomo de la puerta aún estaba
abierto y entré. Esperando que estuviera de vuelta en la cama, me sobresalté cuando
vi a Levi sentado en su escritorio, una pequeña lámpara era su única luz. Tenía una
pluma en la mano y los libros estaban esparcidos sobre la mesa. Sin embargo, no
estaba trabajando. Estaba recostado en su silla, mirando al vacío, sacudiendo un
bolígrafo en su mano.
Claramente al escucharme regresar a la casa de la piscina, giró la cabeza en mi
dirección. Sus ojos grises estaban entrecerrados, hasta que vio que era yo. A
continuación, se ampliaron. Levi saltó de su silla y se puso de pie.
—¿Elsie? ¿Estás bien?
Asintiendo, entré lentamente en la habitación, hasta que llegué casi adonde Levi
estaba esperando. Coloqué el frasco en el escritorio, saqué mi bolígrafo y la libreta y
escribí.
“Se me olvidó que llevaba tu sudadera”.
Levi leyó la frase cuando se la mostré; y la tensión pareció filtrarse de su cuerpo.
—Quédatela, Elsie.
Negué con un gesto, moviéndome para sacarla por encima de mi cabeza, de
repente él estaba delante de mí, sosteniendo mis brazos hacia abajo a ambos lados. Lo
miré a los ojos, incapaz de averiguar lo que había en sus profundidades. Oí su
respiración intensificarse y sus manos se tensaron brevemente sobre mis brazos.
También respiré, respiraciones suaves y simples, hasta que Levi retrocedió,
apuntando a la sudadera de nuevo y aseguró:
—Quédatela.
Deje caer el dobladillo de la camiseta y fui a recuperar mi frasco, cuando la
lámpara sobre la mesa me llamó la atención. Eché un vistazo a los libros sobre la mesa,
y tomé posesión de mi libreta.
"¿No quieres dormir?"
Escribí y se la tendí a Levi.
Levi leyó las palabras, y luego sacudió la cabeza, no. Sintiendo que no iba a decir
nada más sobre el asunto, me asomé a la página que estaba abierta en su escritorio.
En la página aparecía la imagen de un cuadro. Parecía una vieja pintura. Necesitando
acercarme, la curiosidad controló mis pies. Me detuve justo delante de la imagen y me
incliné para inspeccionar los detalles.
La imagen mostraba agua, imágenes de personas que se ahogaban bajo las olas
de la tormenta: varias imágenes de hombres y mujeres. Examiné los hombres y las
mujeres más cercanas: me di cuenta que todas las imágenes de los hombres eran del
mismo hombre, y las imágenes de las mujeres eran todas de la misma mujer. Mi
corazón dio un vuelco ante tal triste retrato, sobre todo porque la imagen mostraba
sus cuerpos cayendo en una fuerte corriente, cada imagen mostraba una fase de su
lucha. Más triste aún, trataban de alcanzarse el uno al otro, pero no pudieron acercarse
lo suficiente para sostener sus manos.
Estaban siendo separados
Me dolió el pecho. Sin embargo, me quedé paralizada ante la página; el
ahogamiento de los amantes tratando desesperadamente de aferrarse el uno al otro,
pero fallando en sus esfuerzos. Por un momento había olvidado que Levi estaba en la
habitación, demasiado perdida en la trágica escena.
—Hero y Leander. —La voz ronca de Levi me sacó de mi trance. Volví la cabeza
y se había trasladado justo al lado de mí, con el brazo sólo a una fracción de tocar el
mío. Lo miré a la cara, y señaló la pintura—. Peter Paul Ruben, “Hero y Leander”. Fue
pintado en el siglo XVII.
Me quedé mirando a este chico, este hermoso chico, y me aferré a cada una de
sus palabras. La mano de Levi se alejó de la página y se apartó de la mesa. Parecía
avergonzado de lo que me había dicho.
Alcanzando mi boli y papel, dudé en escribir mi pregunta, sin querer parecer
estúpida. Como si sintiera mi preocupación, Levi golpeó la página donde flotaba mi
pluma sin tocarla y dijo:
—Por favor, pregunta cualquier cosa que quieras.
Anulando mi vergüenza, escribí.
"¿Quiénes son Hero y Leander?"
Cuando Levi leyó la pregunta, sonrió y sus tormentosos ojos grises se iluminaron.
Pero no estaba riendo; Pude ver que mi pregunta había despertado algo en su corazón.
Levi miró hacia atrás, luego caminó a un lado de la habitación. Agarró una silla
y la llevó a la mesa, justo al lado de la silla en la que estuvo sentado cuando entré en
la casa de la piscina.
Levi sostuvo la silla y movió la cabeza para que me sentara. Aferrando el bolígrafo
y el papel en mi pecho, me senté en la suave silla, y Levi se deslizó en la silla a mi lado.
Estaba tan cerca, que podía oler el picante y la calidez de su aroma, el olor me
trajo consuelo y paz. Suspiré de satisfacción ante el rápido cambio de, estar aquí en la
calidez y a salvo con este chico, en comparación con el lugar donde había estado unos
pocos días antes.
Levi se removió en su asiento, llamando mi atención. Se inclinó hacia delante y
estiró del libro más cerca del borde de la mesa. Mis ojos buscaron la pintura en la
página, y esperé con impaciencia a que hablara.
Levi movió su mirada hacia mí desde la esquina de sus ojos antes de volver a
señalar la página.
—Hero y Leander —comenzó en voz baja. Pude oír los nervios en su voz, un
hecho que sólo encontré entrañable—. Son amantes, que se encuentran en la
mitología griega. —Levi se detuvo, me miró a los ojos, y luego explicó—: Es lo que
estoy estudiando en la universidad. Mitología, es mi especialidad.
Asentí, muy abrumada por todo lo que estaba descubriendo acerca de este chico.
Era un misterio para mí. La primera vez que lo vi en la universidad ese día, supuse que
era sólo otro típico atleta. Interesado sólo en el deporte y las chicas. Teniendo en
cuenta su aspecto, era una suposición fácil de hacer. Pero al estar en su compañía unos
pocos minutos, pude ver que no era como parecía en apariencia. Había mucho más de
él que lo que jamás hubiera imaginado.
»De todos modos —continuó—, en este momento, en la clase, estamos viendo
la historia de Hero y Leander.
En mi papel, pregunté.
“¿Qué pasó con ellos? Esta pintura se ve triste”.
Levi leyó la página y asintió.
—Lo es. Es triste. Se les conoce como los amantes condenados. La historia es una
verdadera tragedia.
Mi bolígrafo se cernía sobre el papel mientras me debatía sobre qué preguntar.
Teniendo la oportunidad, pregunté:
“¿Podrías contarme eso?”
El labio de Levi se curvó en una sonrisa tímida y respondió:
—Claro. —Le devolví la sonrisa, y mi corazón latió más rápido al ver el toque de
rojo florecer en la piel aceitunada de sus mejillas. Nervioso bajo mi mirada, comenzó
la historia—. Hero. —Señaló a la mujer ahogándose—. Era una sacerdotisa de la diosa
Afrodita, y vivía en la isla de Sestos. —Hizo una pausa y preguntó—: ¿Sabes quién es
Afrodita?
“Sí”, escribí. “Es la diosa del amor, ¿verdad?”
Levi leyó mi respuesta y asintió.
—Sí. —Tomando un sorbo del agua en su escritorio, lo dejó y continuó—: Hero
servía a Afrodita, y como tal, tenía que permanecer virgen. —En cuanto Levi terminó
esa frase, el toque de rojo en sus mejillas estalló en un color carmesí vibrante y bajó la
cabeza.
Escondí mi sonrisa, más afectada por su evidente timidez de lo que jamás estaría
si fuese descarado. Este musculoso, hermoso chico era tan tímido como un ratón de
iglesia.
»Cuando Hero fue a un festival en Sestos, visitando a un hombre. —Señaló al
hombre ahogándose—. Leander la vio y se enamoró.
Me quedé mirando la foto, ahora envuelta en su historia. Levi se había detenido,
así que lo miré, asintiendo hacia él para que continuara. Levi sumergió sus ojos de
vuelta en la página y continuó:
»No pasó mucho tiempo antes que Hero se enamorara de Leander. Pero Hero
era una sacerdotisa, y como tal, se le prohibió enamorarse o estar con un hombre.
Me arrastré hasta el borde de mi asiento, mi corazón latiendo rápido con la
emoción de la historia, pero también con miedo de cómo iba a terminar. La mano de
Levi dio un golpecito en la parte inferior de la página donde había un mapa. Señaló
dos islas en un mar. Con el dedo en una isla, explicó:
—Leander vivía aquí, en Abydos. —Señaló la otra isla—. Y Hero vivía aquí en
Sestos, donde había sido en festival. —La punta de su dedo trazó el tramo de agua
entre las dos islas—. Estaban separados por Helesponto, un tramo de agua.
Levi se detuvo, y me preguntó:
»¿Te estoy aburriendo? Puedo parar si todo esto es demasiado aburrido. Como
que me dejo llevar y olvido que a la mayoría de la gente no le importan estas historias.
Mi mano se posó en mi pecho y negué con la cabeza, no.
“Por favor”, escribí. “Quiero saber el resto”.
Los ojos de Levi brillaron de felicidad, y continuó:
—Debido a que estaban enamorados, sabían que tenían que verse, a pesar del
peligroso viaje que uno de ellos tendría que tomar. Leander y Hero tramaron un plan
en el que Leander, al caer la noche, nadaría a través de Helesponto para ver a Hero,
así podrían estar juntos por la noche. —Mis ojos cayeron en la imagen de nuevo, en
las olas, y la pareja que luchaba por vivir. Mi estómago se hundió—. Hero vivía en una
torre alta, y cada noche, encendía una lámpara y la ponía en su ventana, por lo que
Leander sabría dónde estaba la orilla, dónde estaba su amor. —Levi resopló una risa
tranquila y señaló al frasco de luciérnagas—. Algo así como una versión antigua de
eso, supongo.
Seguí su dedo apuntando hacia el frasco y la emoción estalló dentro de mí.
Encontrándome sonriendo también, asentí y acerqué el frasco imaginándolo asentado
en la torre de Hero.
—Esa luz en la torre de Hero era la guía de Leander a la mujer que amaba.
Durante noches y noches atravesó ese pedazo de mar y fue feliz con Hero, mientras
ella lo fue con él. Entonces…
La voz de Levi se desvaneció al silencio, y miró hacia abajo entre los dos. Cuando
también miré hacia abajo, me di cuenta que había puesto mi mano en su brazo,
agarrándolo con fuerza, en vilo por el inevitable final de la historia.
Avergonzada por mi reacción, iba a alejar mi mano, cuando Levi extendió la suya
y la mantuvo presionada en su brazo. Me detuve con los ojos muy abiertos y el
atronador ritmo de mi corazón. Levi también se congeló, pero no movió la mano.
Escuché su respiración, y el simple acto de nuestras manos tocándose, nos llevó a un
lugar desconocido, sin embargo, mutuamente acogedor.
Esperé. Esperé, ansiosa a que Levi hablara, sólo para sentir mi corazón
derritiéndose cuando dijo con voz áspera.
—Puedes dejar tu mano ahí. —Tragó saliva y, sin mirarme a los ojos, añadió—:
Si quieres.
Cuando dijo la última parte, su acento se había fortalecido, profundizado por los
nervios. Apreté su brazo y dejé mi mano derecha donde estaba. Las fosas nasales de
Levi se ensancharon cuando no alejé mi mano. Mi corazón dio un vuelco cuando su
mano tampoco se movió.
Tocando la página, con un dedo de mi mano, lo insté, en silencio, a que
terminara la historia. Comprendiendo lo que quería, Levi tomó una respiración
profunda y relató:
—Entonces en una noche todo cambió para los amantes. —Inclinándome,
escuché tan concentrada como pude—. Leander partió para nadar, al igual que lo
hacía cada noche. Mientras nadaba, la lámpara de Hero brillaba en su ventana,
guiándolo a la orilla, cuando de repente una tormenta se desató en Helesponto. —Mi
mano apretó el brazo de Levi; y él mantuvo una retención igual de apretada en mi
mano.
—Leander nadó más rápido, tratando de llegar a Hero, de repente las ráfagas de
viento apagaron la lámpara. El viento era demasiado fuerte para que la luz
permaneciera encendida. Hero tuvo que ver, cómo Leander, sin una luz por guía, caía
bajo las olas y se perdía en la oscuridad. —La frialdad recorrió mi espina dorsal por el
cuento triste. Levi miró de nuevo la página con la pintura y señaló a las imágenes de
la pareja ahogándose—. Hero, incapaz de soportar perder al hombre que amaba tan
profundamente, se arrojó a las aguas tormentosas para unirse a él.
Levi se detuvo, se volvió hacia mí y dijo:
»Hero y Leander, ambos se ahogaron en Helesponto. Su luz lo guió a ella todas
las noches, pero cuando se extinguió, también lo hicieron sus vidas. —Levi se sonrojó
y terminó diciendo—: Pero su amor nunca se extinguió. Pasó a la historia al
convertirse en una leyenda. —Se encogió de hombros y sonrió tímidamente—. Por lo
menos lo hizo en la mitología, inspirando a los artistas a pintar su historia, y a los
poetas para inmortalizar en palabras.
Mi cabeza se sacudió ante la mención de los poetas, y Levi lo advirtió. Arqueó
sus cejas, y preguntó:
—¿Te gusta la poesía?
Sin escribir una explicación, simplemente asentí.
Levi me apretó la mano, y con la mano libre, movió las páginas de su libro, hasta
que se detuvo en un poema. Señalando la página, explicó:
—Este es el más famoso, Hero y Leander por Christopher Marlowe. —Estiré mi
cabeza para leerlo.
Levi, al ver mi interés, movió el libro hasta que estuvo delante de donde estaba
sentada. Sin esperar, mis ojos recorrieron la página, devorando la prosa poética.
En Helesponto, culpable de la sangre del amor verdadero,
En vista, opuestas dos ciudades de pie...
El poema era largo y muy detallado, cada palabra mezclada con perfección y
belleza despampanante. Fui cautivada por todas y cada línea, la historia de los dos
amantes perdidos hecha realidad, su intenso amor ardiendo en mi corazón.
Sin aliento, terminé la última línea, y una lágrima rodó por mi mejilla. No me
había dado cuenta que había estado tan afectada hasta que el suave pulgar de Levi
limpió la lágrima de mi mejilla.
Me bañé en la suave mirada de Levi y me embelesé. Su pulgar todavía estaba en
mi mejilla, cuando preguntó suavemente:
—¿Te gustó?
Una risa nerviosa burbujeó por mi garganta y asentí. La mano de Levi cayó e
inclinó su cabeza hacia un lado. No tenía idea de lo que estaba pensando.
Girando mi cabeza, miré el poema una vez más. Giré la página y examiné la
pintura, luego seguí hojeando el libro, leyendo fragmentos al azar de varios mitos.
Después del octavo fragmento, me recosté en la silla y miré a Levi quien me observaba
con fascinación. Le devolví la mirada a este chico, y tomando mi boli, escribí en mi
libreta.
“Eres muy inteligente”.
La sostuve para que Levi pudiera leer y observé el tinte rosado en su piel. Levi se
recostó en la silla y se encogió de hombros. Escribí de nuevo.
“Me refiero a que eres realmente inteligente. Lo eres”.
A medida que la luz se desvanecía del rostro de Levi, pensé que había dicho algo
malo. El pánico por haberlo disgustado corrió a través de mí, hasta que confesó:
—No soy muy bueno en hablar con la gente, Elsie. No salgo mucho o hablo
mucho. —El rubor en su rostro descendió hasta cubrir el cuello y la parte superior de
su pecho.
Giré mi mano en su brazo y enrosqué mis dedos con los suyos. Levi vio nuestros
dedos unidos, entonces con mi mano libre señalé a mi pecho y levanté dos dedos.
—Tú también. —Levi tradujo lo que quería decir y asentí.
Levi señaló el libro de mitología y dijo:
—Supongo que soy muy inteligente; Siempre disfruto estudiando. Pero sé más
que la mayoría, porque no voy a fiestas o salgo mucho con mis amigos. Tiendo a estar
aquí y estudiar cuando no estoy en el campo de fútbol.
Antes que supiera lo que estaba haciendo, había escrito.
“¿No tienes novia?"
Esta vez, las mejillas de Levi, se volvieron completamente escarlata y sacudió la
cabeza. No dijo nada en respuesta, pero entendí que, al igual que yo, no se mezclaba
mucho con el sexo opuesto.
Apretando su mano hasta que me miró, repetí la acción de apuntar a mí misma,
y levanté dos dedos. Levi exhaló con alivio, y susurró a sabiendas:
—Tú también.
Sonreí con una sonrisa de comprensión, y los dos nos quedamos en silencio. No
tenía idea de qué hacer a continuación, y pude ver a Levi pensar en algo, cualquier
cosa, que decir.
—¿Elsie? —Me miró a los ojos cuando finalmente encontró algo que decir—.
¿Terminaste la escuela secundaria?
Sintiendo que la sangre abandonaba mi rostro, actué por instinto y traté de
ponerme de pie y salir de la habitación. Pero Levi mantuvo el agarre en mi mano.
—Elsie, espera —pidió, y sostuvo suavemente mi brazo. Avergonzada, me volví
hacia él y me explicó—: No lo pregunté para hacerte sentí mal.
Se levantó, y dijo:
»Pregunté porque creo que eres demasiado inteligente. Y... —Contuvo el aliento
y con voz áspera continuó—: Y creo que te mereces más de la vida de lo que has tenido
hasta el momento.
Cada parte de mí se tensó, pero sólo vi sinceridad en su expresión. Con los
hombros caídos, mantuve la cabeza baja, pero lentamente sacudí la cabeza. No había
terminado la escuela secundaria, había huido antes de poder hacerlo.
La mano de Levi liberó la mía, y dio un paso más cerca, tan cerca que su olor
especiado envolvió mis sentidos. Vi sus dedos abriéndose y cerrándose, entonces
levantó una mano temblorosa, sólo para ponerla suavemente debajo de mi barbilla.
Guió mi cabeza hacia arriba, hasta que mis ojos chocaron con los suyos, y dijo:
—No hay ninguna razón para avergonzarse, Elsie. Todos tenemos demonios. —
Hizo una pausa como si necesitara un minuto, y añadió—: Créeme, tengo toda una
tonelada en mi pasado. Pero no tienes que tener ninguna vergüenza, no delante de
mí. Entiendo que a veces la vida puede interponerse en el camino.
Uno a uno, mis músculos se relajaron, hasta que me apoyé en su mano sobre mi
rostro. Su toque me reconfortó y pasé unos minutos con su mano tocando mi piel,
hasta que di un paso atrás, ante la necesidad de escapar. Esta noche, todo ella, había
habido mucho para asimilar, y estaba cansada.
Di un paso atrás, y me di cuenta que Levi sabía que me iba. Caminando hacia el
escritorio, garabateé.
“Gracias por esta noche. Me encantó la historia de Hero y Leander”.
Levi leyó por encima de mi hombro.
—De nada.
Recogiendo mi frasco, me encaminé hacia la puerta, cuando Levi gritó mi
nombre.
—¿Elsie?
Mirando por encima de mi hombro, vi a Levi sosteniendo un libro en la mano.
Fruncí el ceño, preguntándome qué era. Cuando tomé el libro, Levi explicó:
—Es un libro de poemas. —En cuanto las palabras salieron de sus labios, mis
ojos se encontraron con su mirada. Se metió las manos en los bolsillos de sus
pantalones—. Tomé una clase de poesía el año pasado. Ya no lo necesito y pensé que
si te gustan los poemas, y todavía necesitas estar en cama y descansar... —Se detuvo,
mordiéndose la esquina inferior de su labio.
No sabía cómo reaccionar. Sostuve el libro con fuerza en mi mano, y me moví
hacia adelante hasta que me miró desde su altura. Su rostro era aprensivo. Incapaz de
hacer otra cosa, tímidamente me levanté de puntillas y le di un casto beso en la mejilla.
Lo oí inhalar bruscamente. Sintiendo mi rostro arder, me lancé hacia la puerta.
Cuando abrí la puerta y salí al exterior, Levi me siguió hasta el patio y dijo:
—Observaré, para asegurarme que llegues segura. Veré que estás en la
habitación cuando esté delante de la ventana.
Sonriendo un “buenas noches”, me apresuré a través de la casa. Al entrar en la
habitación en la que me estaba alojando, coloqué el libro de poesía y el frasco en la
parte superior de la cómoda, y me acerqué a la ventana para mostrarle a Levi que
estaba dentro y segura. Mientras caminaba, me detuve y un pensamiento me vino a la
cabeza.
Mi corazón latía en conjunto con mis rápidos pasos mientras regresaba a la
cómoda y sostuve el frasco de neón en mis manos. Cuando llegué a la gran ventana, vi
a Levi de pie en la sombra. Mis manos temblaban mientras miraba hacia abajo;
entonces, con una lentitud meticulosa, coloqué el falso frasco de luciérnagas en el
alfeizar de la ventana. Su luz todavía brillaba.
Esperé para ver qué haría Levi. Cuando entró en el camino de la luz de la luna,
con una expresión suave y gentil, pude ver que entendía.
Este frasco era mi luz.
En cuestión de minutos estuve en cama y dormida. El resplandor del frasco
mantuvo todos los recuerdos inolvidables alejados de mi mente, y las pesadillas
alejadas de mi sueño.
Era la primera noche que había dormido bien en años.
Capítulo
LEVI
p
Llamé a la puerta del dormitorio de Elsie, y esperé a que respondiera. Había
podido dormir un par de horas para el momento en que finalmente cerré los ojos, pero
no me importaba. No habría cambiado el tiempo leyendo y releyendo su poema por
todo lo que tenía.
Con cada palabra leída, podía verlo sólo a él...
Contaba los días hasta su regreso a casa...
Estas frases, estas dos líneas tenían mi cabeza dando vueltas. Había puesto el
poema en mi cajón, para que esté seguro, nunca lo tiraría a la basura.
La puerta de Elsie se abrió de repente. Abrí la boca para decir “Hola", pero mi
voz se perdió al momento en que la silenciosa chica estuvo enmarcada en la puerta.
Mis ojos se posaron sobre su aspecto, y estaba estupefacto, jeans azules
ajustados, una camiseta sin mangas blanca con un lindo suéter rosado que abrazaba
su delgado cuerpo. Llevaba botines de cuero negro en sus pies, y sostenía un anorak
negro en sus manos. Pero fue su cabello lo que acaparaba mi atención, o más bien la
forma en que lo llevaba. Tenía el cabello en una trenza francesa, unos pequeños
pendientes de plata en forma de corazón colgando en sus orejas. Siempre se veía
hermosa, pero parecía aún más hermosa porque tenía todo el cabello apartado de su
rostro. Su hermoso rostro quedó al descubierto para disfrutarlo, ya no se ocultaba
detrás de la cortina de hebras rubias que normalmente la protegían del mundo,
ocultando su timidez.
Entonces mi corazón se hinchó cuando pensé que yo podría ser la razón por la
que ya no estaba escondiéndose. Que podría ser quien la había ayudado a salir de la
oscuridad.
Invisible a todos, una sombra errante en la oscuridad...
Él le devolvió su fe, con su auténtico corazón noble...
En cuanto esas líneas pasaron por mi cabeza, me di cuenta que había quedado
de pie en silencio mirando. Elsie estaba inmóvil mientras me miraba observándola.
Dando un paso adelante, con valentía pasé mi dedo por su suave mejilla. Un rubor
floreció a su paso, y susurré:
—Eres realmente muy bonita, Elsie.
Los ojos de Elsie se ampliaron; La había impactado con mis palabras. Luché
contra el instinto de apartar mi mano y agachar mi cabeza. Pero después de lo que me
había dado, después del poema que había escrito para mí, mantuve mi cabeza elevada
y mostré convicción en mi expresión. Podría haber estado temblando de nervios en el
interior, pero esta chica merecía oír lo hermosa que realmente pensaba que era.
Elsie miró hacia abajo a su ropa, y encontrándose con mis ojos, su boca articuló:
“Lexi".
Asentí en comprensión.
—Lexi lo compró para ti.
Elsie asintió y presionó su mano sobre su corazón, estaba agradecida.
Tomando audazmente su mano, la estreché con la mía, sonreí por dentro cuando
Elsie sonrió la más amplia de las sonrisas por nuestro toque.
—¿Estás lista? —pregunté con voz ronca. Asintió y pude ver la emoción en su
rostro, una excitación que ya estaba circulando en mí.
Guiándola para bajar las escaleras hasta el vestíbulo, rápidamente solté su mano.
—Necesitarás esa chaqueta, afuera hace mucho frío.
Elsie se puso la chaqueta, pero antes, tomé la cremallera y la cerré envolviéndola
para mantenerla calentita. La oí inhalar rápidamente mientras mis dedos pasaban
sobre su pecho, pero lo ignoré y retrocedí, retomando su mano en la mía.
—Vamos —dije y conduje a Elsie hasta mi Jeep.
No dijimos nada mientras nos dirigíamos a la ciudad, pero el silencio era
cómodo. La única molestia que sentía, provenía del no saber cómo decirle que me
encantó el poema, de lo mucho que sus palabras significaron para mí. Nadie había
hecho algo así por mí antes, dar palabras como regalo.
En la radio sonaba música country mientras llegábamos a Pike Place. Mientras
Amos Lee cantaba "Black River", Elsie miraba por la ventana, tratando de captar todo
con sus ojos.
Estacioné el Jeep, salí y caminé hasta su lado del auto para ayudarla a salir. El
viento soplaba a nuestro alrededor, así que tomé su mano enguantada y la sostuve en
la mía.
—El Starbucks original4 —anuncié, luego la llevé al mercado Pike Place. El olor
a pescado y el aire salado de inmediato nos rodeó.
Caminamos por la calle, llena de turistas, entonces llegamos a nuestra primera
parada. Señalé la pequeña cafetería, y los aromas del café caliente llenaron nuestras
narices.
—La tienda original —dije, y señalé al gran cartel arriba. Elsie me sonrió y
pregunté—: ¿Quieres un café? Creo que deberíamos verla ya que estamos aquí.
Asintió y se incorporó a la fila dentro de la tienda. Le pedí un café con crema sin
azúcar. Caminamos mientras bebíamos nuestro café. Paseando de la mano hasta que
llegamos a un muelle.
Podía ver a Elsie mirando a nuestro alrededor, hasta que me miró con el ceño
fruncido. Casi en el momento justo, sonó la bocina de un barco y comenzó a acercarse
a nosotros. La mano de Elsie apretó la mía y dije:
—¿Qué mejor manera de ver Seattle que en un barco? —Elsie tragó mientras el
barco se acercaba—. ¿Alguna vez has estado en un barco? —Negó con un gesto.
—Te gustará —dije, y pedí a Dios que esto no fuera a arruinar esta cita.
La primera cita que cualquiera de los dos ha tenido.
4
Starbucks original: Llamado así porque es el primer establecimiento Starbucks, que se creó
en 1971 en el mercado Pike Place en el centro de Seattle.
Capítulo
ELSIE
Me sentía como en un sueño. Cada parte de este día, se sentía como si fuera un
sueño. El barco, paseando agarrados de la mano, y todo gracias a Levi.
Pasaron horas y horas, Levi me llevó a dar un paseo por la ciudad. Comimos sopa
de pescado sentados en un banco con vistas al Sound, y ahora estábamos en la cima
de Space Needle5, desde donde se divisaba la gran ciudad de Seattle.
Levi permaneció detrás de mí mientras absorbía la vista panorámica. Mis manos
estaban en la barandilla de seguridad y Levi me daba sombra con sus musculosos
brazos a cada lado de la baranda y su pecho duro presionado contra mi espalda.
Cada parte de mi cuerpo se sentía viva con él así de cerca, y su cálido aliento
junto a mi oreja. Y todo el día me había tratado como si fuera lo más preciado para él.
Asegurándose que estaba bien, sin esperar a que dijera nada en respuesta. Todos
siempre habían querido que hablara. Todos se habían frustrado con mis notas, con mi
miedo atroz a hablar. Pero este chico no lo había hecho.
Había visto a las chicas mirándolo mientras caminábamos, chicas hermosas con
confianza en sus sonrisas. Pero él parecía no notarlas. Si lo hizo, las ignoraba.
Pero a mí sí. Me colmaba con su atención. Atención que estaba segura no
merecía.
La mano fuerte de Levi súbitamente aterrizó en mi brazo, devolviéndome al
presente. Sentí su aliento en mi oreja derecha antes de escuchar su suave voz:
—Mira en la distancia, Elsie. ¿Ves la montaña?
Centrándome en lo que estaba delante de mí, me quedé boquiabierta cuando, en
la distancia, el pico de la montaña traspasaba las nubes blancas que la rodeaba. La
visión de esta belleza me hizo perder el aliento. Con Levi, inmediatamente detrás de
mí, mi corazón brincó a toda velocidad, y las mariposas se abalanzaron en mi
estómago.
—La montaña Rainier, Elsie.
Cuando me quedé mirando a la montaña, me llené de felicidad; tanta felicidad
que, por un momento, se apagó cuando pensé en mi vida. Esto no me pasaba a mí. Mi
5
Space Needle: Aguja Espacial. Es una torre construida en 1962 en el centro de la ciudad de
Seattle. Cuenta con una plataforma de observación a 160 metros, una tienda de regalos y el restaurante
giratorio SkyCity a 152 metros de altura.
vida no tenía estas cosas. Yo no tenía esta ropa y ciertamente, no tenía estas
experiencias. Mis días no eran así. Esta no era yo.
Por un momento, los pensamientos negativos me abrumaron, tanto que mis
manos resbalaron del barandal y me retorcí para escapar de la protección de Levi. Me
aferré a mi pecho, sintiendo como si pudiera sentir el abrazo de mi madre y sus ojos
tristes diciéndome que nadie nunca nos entendería, que siempre estaríamos solas. A
Anabelle diciéndome que nadie nunca me querría, que en el momento en que abriera
la boca y hablara, me verían como la retrasada que era.
No podía respirar.
Empujando al pasar a las personas que inundaban la plataforma del Needle,
busqué al ascensor, desesperada por regresar a la planta baja.
—¡Elsie! —Escuché a Levi diciendo mi nombre, pero tenía que escapar…
Necesitaba un descanso de todo esto.
Alcanzando el ascensor, me detuve al final de la fila para esperar a abordar. El
ascensor llegó a los pocos segundos y entré, justo cuando la mano de Levi se posó en
mi brazo. Quería gritar para decirle que me dejara ir. Pero a medida que me presionaba
contra la pared del ascensor, me envolvió en sus brazos.
Escuché a la gente seguirnos, pero Levi me abrazó fuerte, hasta que mis brazos
se envolvieron alrededor de su cintura. El ascensor empezó a descender y me aferré a
él como si fuera mi salvavidas. Escuchando la puerta abrirse, le permití llevarme
afuera. Lo dejé llevarme lejos, hasta que sus fuertes brazos se aflojaron y levanté mi
cabeza para sentir el viento. Respiré, respiré y respiré, hasta que mi corazón acelerado
empezó a reducir la velocidad.
Una de las manos de Levi permaneció en mi espalda, y giré, registrando la
preocupación en su rostro. Inclinó su cabeza hacia un lado y preguntó:
—Elsie, ¿estás bien?
Negué con la cabeza, luchando contra las lágrimas que pinchaban en mis ojos.
Miré a la multitud de personas en la distancia y levanté el brazo para sujetar
firmemente mi relicario.
Niña, no somos tan afortunadas como otras personas en esta vida. No hay lugar
para nosotras. Ellos se reirán; siempre se ríen…
Apretando mis párpados cerrados, contuve el aliento y me encontré presionada
en la comodidad del pecho de Levi.
—¿Quieres ir a casa? —preguntó, con su voz tan suave como una pluma.
Inhalé su cálido aroma y negué con gesticulando. No quería regresar a la
mansión donde él vivía. Yo… no sabía dónde quería estar, a dónde quería ir.
Levi mirándome, colocó su dedo debajo de mi barbilla y preguntó:
—¿Te puedo llevar a un lugar más? —Lanzó su mirada a nuestro alrededor y
dijo—. Está oscureciendo, y hay un último lugar que quiero que veas.
No lo sabía, no estaba segura…
—Estaremos sólo nosotros dos cuando lleguemos allí. Podemos… podemos estar
solos, lejos de las multitudes. —La dulzura de su voz calmó mi pánico, y su aceptación
por mi comportamiento significaba que lo seguiría felizmente a donde fuera.
La aprensión se apoderó del rostro de Levi, y no pude soportarlo. Después de
todo lo que había hecho por mí, quería ver únicamente felicidad en su rostro.
Bajando mi mano, tomé la suya y asentí. Levi exhaló un largo suspiro de alivio e
inclinándose, presionó su frente contra la mía. Por un momento pensé que iba a
besarme. Quería que me besara. Pero no lo hizo, simplemente dijo:
—Está bien.
La tensión en mi pecho se alivió en un instante. Dos palabras, dos simples y
cotidianas palabras me rescataron de los pensamientos oscuros; dichas por el chico
más dulce que jamás había conocido.
En silencio, Levi tomó mi mano y me llevó al monorraíl que nos llevó de regreso
a la ciudad. Con cada minuto que pasaba la luz del día se desvanecía. Me mantuve
apretada a Levi, hasta que nos dirigimos de nuevo hacia el paseo marítimo. De repente,
una enorme noria apareció a la vista, y permití que la emoción fluyera a través de mis
venas. Nunca antes había estado en una, aunque las había visto, envidiando a los niños
cuyos padres los llevaban a la feria.
Apretando mi mano, Levi me llevó a la parte delantera de la cola después de
pagar. El trabajador de la noria, nos llevó a un módulo y cerró la puerta para nosotros.
Levi se sentó a mi lado y deslizó sus dedos a través de los míos. Me quedé mirando el
cristal y la noria empezó a moverse.
Mi estómago dio un vuelco cuando empezamos a ascender. Estaba fascinada por
el bosque de luces de colores, gradualmente me sentí intimidada por la escena que se
desarrollaba cuanto más alto subíamos. Sentí a Levi moviéndose en su asiento a mi
lado y lancé una mirada sutil en su dirección. Cuando lo hice, él estaba mirando por
el lado opuesto de la cápsula. Su rodilla estaba rebotando arriba y abajo y su mano
libre estaba golpeteando su muslo. Había visto muchos lados de Levi desde que lo
había conocido, avergonzado, tímido, amable y suave, pero en este momento estaba
frustrado, un lado de él que era nuevo.
Me di la vuelta, preocupada por lo que había hecho mal, cuando de repente Levi
se dejó caer de rodillas ante mí, alarmándome. Su rostro tenía una expresión seria,
pero pude ver sus nervios burbujeando por debajo. Eso me asustó más que nunca.
Se veía consternado.
Se veía derrotado y afligido.
Odiaba verlo de esta forma.
Levantando mi mano, la presioné contra su mejilla. Levi nunca parecía afeitarse,
su piel aceitunada siempre llevaba una ligera barba incipiente. Tan pronto como mi
mano tocó su piel, sus ojos se cerraron y acarició mi mano. Me dejó sin aliento al verlo
de esta manera. Cuando levantó su mano para ponerla sobre la mía, mi corazón
parecía romperse justo por la mitad.
Me arrastré hacia adelante y sus ojos se abrieron de golpe, abrasando los míos.
Antes que pudiera hacer cualquier cosa para calmarlo, dijo en tono angustiado:
—Tengo miedo de estar solo. —Me congelé mientras esas palabras dejaban sus
labios—. Tengo miedo de dejar entrar a cualquier persona, porque cada vez que lo
hago, parecen dejarme o decepcionarme. —Tragó saliva, y habló con voz ronca—.
Lucho todos los días tratando de ser normal, era mi mayor deseo, ser capaz de hablar
con la gente con facilidad, pero estoy cansado. Había renunciado a pensar que había
alguien por ahí como yo, con quien pudiera hablar sin miedo… Hasta que te conocí.
Dejé de respirar, entonces un auténtico pánico se arraigó cuando reveló.
»Ahora, mi mayor deseo es escucharte hablar. Decir cualquier cosa.
La petición de Levi provocó que la sangre desapareciera de mi rostro. La cápsula
se quedó inmóvil, meciéndose con el viento, y me removí en mi asiento.
Quería salir. Tenía que salir, pero estaba atrapada. Desesperada por espacio,
traté de retroceder en mi asiento, pero Levi me sostuvo fuerte, negándose a dejarme
ir.
—Lo entiendo —susurró en voz baja. El dolor cortó mi corazón ante la tristeza
en su tono. Estaba decepcionado. Me concentré en respirar cuando dijo—. Nunca te
juzgaría. Solamente quiero que sepas que si alguna vez quieres hablar, estaré dispuesto
a escucharte. Estoy esperando escucharte. Te… te conté mis mayores temores porque
creo que esto es tuyo. Quería que supieras que no estás sola, que yo también tengo
miedos paralizantes.
Sacudí la cabeza, manteniéndome inmóvil por el auténtico pánico. Levi se acercó
un poco más. Quitando mi mano de su rostro, la llevó a su pecho.
Sobre su corazón.
—No sé por qué no hablas, puede que no quieras decirlo. Pero me gustas, Elsie.
Más que eso. Eres la única chica con la que he sido capaz de hablar. —Tomó una
respiración profunda—. Y me encantaría conocerte más.
Sacudió su cabeza, suavizando sólo un poco su mirada.
»He leído tus palabras en papel, Elsie. Y tu poema me mató. —Se detuvo y vi su
hermoso rostro ruborizarse mientras buscaba las palabras que decir. Su mano libre
pasó a través de su cabello rubio, y su corazón se aceleró bajo mi mano—. Me
encantaría escuchar algunas palabras de tus labios también.
Odiaba verlo tan roto. Odiaba verlo tan molesto, luchando con su alma al
descubierto, para explicar por qué quería que hablara.
Esconde tu voz, niña. Protege tu corazón…
Las palabras de mi madre circulaban en mi cabeza, burlándose de mí y robando
mi voz. Ella me había advertido, toda mi vida, que la gente se burlaría. Me había
advertido que se reirían, que siempre sería una incomprendida.
Y tenía razón. Insoportablemente cierto.
Los vellos en mi nuca se erizaron y las cicatrices en mis muñecas picaban como
si se hubieran despertado por mis lóbregos pensamientos. Quisiera o no, los recuerdos
dolorosos inundaron mi cabeza y apreté mis ojos cerrados, y el cruel fantasma de
Anabelle tomó las riendas…
Nunca hablé sobre esto. Nunca se lo conté a nadie aquí, en Seattle, sobre mi
pasado. Nunca le dije a nadie, ni siquiera a mis hermanos, que hice esto. Que vine
aquí. Axel ni siquiera sabía que había copiado sus llaves.
Pero estaba llevando a Elsie. Estaba mostrándole a Elsie. Compartiendo mi
secreto con ella, como ella había compartido los suyos conmigo.
No estaba negando la gravedad de lo que esto significaba.
Cuando ella me había mostrado ese relicario. Cuando me había mostrado a su
madre y vi el dolor en sus ojos, quería que supiera que no estaba sola. Siempre estaba
sola. Mi silenciosa chica a solas con sus pensamientos. Ninguna voz para compartir su
dolor, ninguna persona para decirle que estaba bien que estuviera triste.
Repetí su suave voz en mi cabeza, su impresionante pequeña voz, un poco más
alta del tono en que normalmente sería para una persona oyente, el tono ligeramente
menos expresivo, pero apenas. Y volví a recordar cuán avergonzada se había sentido,
lo avergonzada que estaba mientras hablaba, como si la encontrara menos atractiva a
causa de cómo sonaba. Como si fuera a hacerle callar.
Imposible.
Mi corazón se astilló tratando de pensar en qué le habría dicho en su pasado para
hacerla pensar eso, en cuales fueron las burlas que la gente le había hecho para hacerla
encerrarse. Luego vi esa foto de su mamma, pero más que eso, vi lo que le había
costado mostrármela. La emoción que no podía contener, cuando vi lo que era una
versión más mayor de sí misma, sonriendo a la cámara. Tenía muchas preguntas, pero
pude ver que estaba destrozada mientras sostenía el relicario en sus pequeñas manos
temblorosas.
Cuando lloró en mi pecho, sabía que la iba a traer aquí. No sabía por qué, pero
mientras Elsie lloraba en mis brazos, pude ver a mi mamma en mi mente. Ella le habría
echado un vistazo a Elsie, quebrándose con tanta fuerza y le habría dado un hogar de
inmediato. Mi mamma habría abrazado a Elsie fuerte, manteniéndola a salvo.
Mientras pensaba en esto, sabía de un lugar que necesitaba que Elsie viera. Ella
era la primera persona que me había hecho querer compartir esto, ambos, la belleza y
el miedo.
Sólo a unas pocas millas de la bodega, la lluvia comenzó a golpear en el
parabrisas, las gruesas gotas golpeaban más y más fuertes cuanto más cerca
llegábamos. Estacionando en el almacén, metí la mano en la guantera del Jeep y saqué
la llave.
Elsie observaba todos mis movimientos, pero no hizo ninguna pregunta. Ella
confiaba en mí. Oyendo el retumbar de un trueno construyéndose en la distancia, salí
del Jeep, corriendo alrededor de la parte frontal para abrir la puerta de Elsie. La lluvia
estaba cayendo con más fuerza ahora. Al no querer que Elsie se mojara mientras aún
estaba un poco enferma, nos precipitamos hacia el almacén, desbloqueando
rápidamente la puerta y entrando. El gran almacén estaba frío y oscuro. Sentí la mano
de Elsie agarrando la parte trasera de mi chaqueta e instantáneamente recordé que
ella odiaba la oscuridad.
Deslicé mi mano en mi bolsillo y saqué mi celular. Presioné el icono de la linterna
y la sostuve delante de nosotros hasta que llegamos al interruptor de la luz. Tan pronto
como las luces principales se encendieron, oí a Elsie exhalar de alivio, seguido
rápidamente por un corto gemido agudo. Elsie soltó su mano de mi espalda, y cuando
me quedé quieto, ella se movió alrededor de mí.
Deteniéndose a mi lado, vi como los ojos de Elsie absorbían la gran sala. La
habitación estaba llena con una gran cantidad de estatuas cubiertas, pero, por
supuesto, ella no sabía lo que había debajo.
Las cejas rubias de Elsie bajaron, y cuando me miró, preguntó:
—¿Qué es este lugar? —Cualquier temor que sentí al revelar la estatua
desapareció al oír a Elsie, llenándose valor para hablar sin que se lo pidiera. Como si
estuviera leyendo mi mente, ella agachó la cabeza y en voz baja dijo—. Tú no me haces
temer.
Estas palabras encendieron algo dentro de mí. Giré para detenerme frente a ella,
agarrando su bonito rostro, y la atraje hasta mis labios. Esta vez el beso fue más largo,
nuestros labios unidos más cerca. Este lugar, lo que estaba a punto de mostrarle, un
secreto que guardaba para mí mismo y la pesadez que venía con su vínculo a mi
pasado, me hizo necesitarla mucho más. Elsie suspiró contra mi boca cuando mi mano
corrió lentamente a la parte posterior de su cabeza.
Apartándome, tomé una respiración fuerte. Los ojos de Elsie estaban cerrados
apretados como si no quisiera que el momento se acabara. Bebí de su rostro; la piel
suave, sus llenos labios rosados. Momentáneamente, me sentí aturdido.
—No tengo miedo… de hablar contigo —susurró Elsie, entonces parpadeó sus
ojos para mirar directamente a los míos.
—Está bien —dije con voz áspera, y me obligué a dar un paso atrás.
Me volví, inhalando por la nariz. Me quedé así durante un maldito minuto,
tratando de calmarme. Cuando estuve controlado, abrí los ojos. La estatua que se
había convertido en mi faro estaba directamente a la vista. Cuando di un paso
adelante, el estruendo de un trueno resonó por encima y mi corazón saltó.
Prepárate, pensé, que una tormenta puede venir.
Mostrándole a Elsie a quien yo había perdido. Mostrándole la razón de que mi
vida se volviera de patas arriba y cayera en picado, dejando un agujero de forma
permanente en mi corazón.
De repente, sintiendo una pequeña mano tomar la mía, miré hacia abajo para
ver a Elsie mirándome.
—¿Qué es este sitio?
Apreté su mano y la llevé hacia delante, despejando la emoción de mi garganta.
—No sé lo que Lexi podría haberte dicho acerca de mi familia, sobre lo que hacen
mis hermanos.
—Fútbol —respondió Elsie, mientras llegábamos a detenernos delante de la
pieza más alta cubierta.
Volviéndome para enfrentar a Elsie, asentí.
—Juego fútbol en la universidad, y por supuesto Austin juega fútbol para los
"Hawks". —Suspiré y añadí—. Pero tengo un hermano mayor también, Axel, y él,
bueno, él es escultor.
La cabeza de Elsie se movió revisando el enorme espacio, abriendo sus ojos
enormemente.
—¿Todas estás? —preguntó, apuntando con su mano a las muchas estatuas.
Ahora ella estaba hablando más, pude oír un tono ligeramente diferente en su
voz que no había captado antes. Mi corazón se rompió cuando pensé en lo
avergonzada que se sentía al respecto. Ahora que estaba oyéndolo más, pude sentirlo.
Era notable. Podía escuchar la ligera inflexión que la había mantenido aparte. Pero
creía que era algo más que entrañable. Esta pequeña rubia, mi chica, había sobrevivido
a las calles, siendo sorda, y Cristo sabe qué más.
Pero había sobrevivido.
Al igual que yo había sobrevivido.
Elsie dio un paso atrás y se volvió para caminar entre las sábanas blancas. Parecía
que estaba perdida en un sueño, su pequeño cuerpo entretejiendo su camino entre las
imponentes esculturas de mármol.
Cuando ella regresó a mí, preguntó:
—Tu hermano, ¿él creó lo que está debajo de todo esto?
Asentí con un gesto y me dirigí hacia la escultura de la Stidda de los Heighter, el
signo de la pandilla, una estrella siciliana, perforando un corazón. Con Elsie mirando,
aparté la sábana, el impresionante mármol quedó al descubierto.
Elsie se acercó más, inclinando su cabeza para observar la escultura. Yo sabía que
ella no entendería esta pieza, ¿cómo podría? ¿Cómo diablos podía saber lo que
nuestras vidas habían sido antes? La basura que estaba arrastrando… las cosas que yo
había hecho. La pandilla en la que había estado plenamente inmerso.
Elsie llegó a tocar la escultura, pero luego rápidamente se apartó de nuevo. Me
miró como si hubiera hecho algo malo, pero le aseguré:
—Está bien, puedes tocarla.
Con la punta de sus dedos pasó la mano por encima del corazón sangrante,
tragando fuerte mientras admiraba la pieza. Un sentimiento de orgullo me llenó, al
verla tan intimidada por algo que mi hermano creó. Pero al mismo tiempo, estaba
atemorizado de decirle de que se trataba todo. Estaba tan preocupada por hablar,
porque sentía que sería juzgada con dureza. Me preocupaba que lo que yo había hecho
en mi pasado, reflejara el ser alguien que no era. Y por un momento, me pregunté si
debía decirle algo de eso. Ella todavía podría ser la única en alejarse.
Sintiendo la necesidad simplemente de hacer esto, me acerqué a la estatua que
me partió en dos. Podía oír el repiqueteo de los pies de Elsie detrás de mí. Arrastré la
sábana del mármol e inmediatamente me alejé. No escuché nada de Elsie durante
varios minutos. No me volví hasta que sentí dedos suaves sobre mi hombro. Dedos
suaves que fueron guiándome para enfrentar mi pasado.
Hice lo que ella quería, e inmediatamente encontré sus ojos acuosos. Mi corazón
se disparó esperando censura, por disgusto o algo peor; en cambio, Elsie se puso de
puntillas y presionó su mano contra mi mejilla.
—¿Ese eras tú, de pequeño? —preguntó ella, buscando mi rostro, con sus ojos
azules llenos de simpatía.
—Sí —dije con voz ronca.
Elsie regresó a la escultura. Era yo, de niño, sosteniendo una pistola, con Axel
detrás de mí. La mano de Elsie pasó por la cara del niño, las lágrimas cayendo en
cascada por su mejilla.
Algo en mí se quebró.
Se rompió.
Se destrozó.
Porque allí estaba ella, viendo al verdadero yo. Estaba llorando por mí.
Quebrando su corazón por mí.
Mi respiración se detuvo mientras la veía mirar fijamente a mi rostro joven de
mármol. Luego colocó su mano en las mejillas del chico y pasó su pulgar a lo largo de
la lágrima de sangre debajo de su ojo.
—Estabas tan asustado… —dijo ella, leyendo la imagen correctamente, y retiró
su mano para agarrar su pecho. Su voz ya suave se quebró y ella susurró—. Levi, ¿qué
has estado pasando?
Sentí esa pregunta rasgar a través de mi alma, y callé una bien practicada
respuesta.
—El infierno.
Elsie se quedó inmóvil, mi cabeza cayó con la vergüenza. El estruendo de un
trueno sonó por encima de nosotros. Apreté mis ojos cerrados. Son sólo los dioses
romanos dejando saber al mundo que todavía están aquí, me recordé a mí mismo,
persiguiendo los recuerdos desgarrados que el sonido del trueno evocaba. Pero mis
pecados estaban siendo descubiertos en esta habitación llena de estatuas, a la única
chica con la que he sido capaz de hablar, la única que tal vez, sólo tal vez, podría ser
capaz de entender.
La oí respirar frente a mí primero, entonces sentí sus dedos entrelazándose a
través de los míos. Pero no abrí los ojos. No podía. Algo sobre ella parada ahí, la mano
en el corazón, entristecida por esa escultura, me había deshecho. Me había roto en
pedazos.
Infierno, oí el eco de mi voz repetir en mi cabeza, eso es por lo que yo había
pasado.
Sentí la boca de Elsie en mi oído.
—He visto el infierno también.
Esta vez mis ojos se abrieron, y Elsie envolvió sus brazos alrededor de mi cuello.
Ella no preguntó nada más. No preguntó a quién le había disparado. No preguntó
quién era el hombre mayor, el que me presionó para disparar.
Ella sólo… me abrazó, sin preguntas, sin condiciones.
Un resplandor de un relámpago iluminó la habitación, seguido por el más fuerte
sonido del trueno. Pero abracé a Elsie con fuerza, negándome a dejarla ir. La abracé,
y por primera vez, sentí algo dentro de mí empezar a unirse. Sentí el peso de mi pasado
disminuir en algo. Sentí la pesadilla de estar en esa pandilla, de vivir en ese tiempo,
levantarse un poco, a causa de esta chica en mis brazos.
Aspiré el aroma de coco del cabello de Elsie; dentro y fuera, dentro y fuera, hasta
que ella suavemente se echó hacia atrás, pasando sus manos suaves por mi pecho.
Podía ver que ella no tenía ni idea de qué decirme.
Pero aún quedaba una última cosa que decirle o mostrarle. Agarrando sus
muñecas, suavemente la empujé de vuelta y la guie hacia la escultura final, la única
por la que la traje aquí, para que la viera.
Elsie se quedó en silencio, por supuesto que sí. Pero sabía que esta vez era porque
ella podía sentir el peso total de mi dolor. Sintió lo que significaba para mí mostrarle
esta escultura.
Liberando mi agarre en una de sus muñecas, puse mi mano en mi bolsillo y saqué
el rosario que Elsie había tomado por error, pero que me había devuelto. Pasé las
cuentas de madera a través de mis manos y de inmediato sentí la frialdad de nuestro
viejo remolque, pero también las cálidas y amorosas manos de la mamma cantándome
en su perfecto tono de soprano, acariciando mi cabello y meciéndome para dormir.
—¿Levi? —La ronca y dulce vocecita de Elsie me trajo de vuelta, y me di cuenta
de que había estado allí de pie inmóvil, clavado en el suelo. Me di cuenta de que mis
manos estaban temblando. Me di cuenta de que mis ojos se habían llenado de
lágrimas.
Miré hacia abajo a Elsie y vi la compasión en su rostro. Levantando mi mano, la
pasé por su suave mejilla, y dije:
—Te pregunté qué pensabas que era la cosa más hermosa en tu mundo. —Mi
mano cayó al relicario alrededor de su cuello y pasé la punta de mi dedo sobre el
delicado objeto. Elsie tragó e inhaló un corto y doloroso aliento—. Era tu mamma —
dije.
Los ojos de Elsie se apretaron y ella asintió.
»No sé cómo la perdiste, Elsie, pero sé cómo se siente perder demasiado joven a
la única persona que es tu mundo. —Asentí—. Sé lo que es sentir un pedazo de tu
alma romperse… Sé lo que es tener un agujero en tu corazón, y que nunca se selle
porque no tuviste tiempo con ella. Traicionado al no poder llegar a conocerlos como
adulto.
Las lágrimas de Elsie cayeron por sus mejillas; retrocedí. Ante el espectáculo
pirotécnico de luz de la naturaleza, y su banda sonora de truenos, aparté la sábana,
oyendo a Elsie jadear detrás de mí.
No miré hacia arriba. No estaba seguro de que pudiera en este momento.
Elsie pasó por delante de mí. La vi en mi visión periférica. Levantó la vista hacia
el ángel, lo único que me había quedado de mi mamma.
Inhalé repetidamente, esperando por la fuerza para levantar mis ojos. Pero no
estaba seguro de poder hacerlo. No estaba seguro de poder encontrar el valor alguna
vez. Las cuentas del rosario se enterraban en mi piel con la fuerza que las sostenía. De
repente, Elsie estaba delante de mí. La expresión en su cara jamás había visto ante. La
mano de Elsie cayó hacia la mía y enganchó un solo dedo alrededor de mí.
Bajé la mirada hacia esos dedos, y susurró:
—Tu madre era hermosa.
El dolor cortó a través de mí y luché para verla saludable en mi cabeza. Pero los
recuerdos no vinieron. Los únicos recuerdos que se filtraron en mi mente fueron los
de ella recostada paralizada en cama, con sus tristes ojos oscuros mirándome con
impotencia mientras nuestras vidas se derrumbaban. Todo lo que recordaba era el día
que llegué a casa con la Stidda en mi mejilla izquierda, la marca más alta confirmando
que había dado mi primer disparo a un rival King, y el dolor que hizo eco en su mirada
rota. Esa era la mirada que se reproducía en mi cabeza cada noche. Eso y…
—¿Qué pasó, Levi? —preguntó Elsie en voz baja.
Mi respiración se entrecortó, mientras Elsie me soltaba. Caminó junto a la
escultura de ángel que vio a mi madre rota y perdida, su cuerpo muriendo, su rostro
atormentado por el dolor. Pero lo que más me destrozó fue Elsie dejándose caer de
rodillas frente a las manos ahuecadas de mi mamma, con ceniza negra en sus palmas,
señalando el tirón insistente de la muerte.
La visión de la chica por la que estaba perdiendo el corazón, arrodillada ante la
mujer con el corazón ya destrozado, comenzó a superarme. Elsie estiró su mano
temblorosa y acunó la frágil mejilla de mi mamma. El labio inferior de Elsie tembló,
entonces su mirada cayó hacia mí.
—ELA6 —dije ahogado, ahora superado por la emoción ante la escena
desplegándose—. Murió lenta y dolorosamente. Murió ante nuestros propios ojos, día
a día, minuto a minuto, pero…
—¿Qué? —insistió Elsie, con sus ojos de regreso a mi mamma.
Me acerqué, y lo más todavía, sintiendo como si un imán estuviera acercándome
a la dulce chica silenciosa que había entrado a mi vida como un huracán.
Me dejé caer en el suelo y bajé la cabeza de la vergüenza. Elsie pasó delante de
mí. Reconfortándome con el dulce aroma a coco de su cabello. Pero la vergüenza, la
culpa que su pregunta había suscitado, rompió el dique que había creado en mi
interior.
—Levi…
—Quedó inconsciente, sola. Estaba en el remolque, se suponía que yo debía de
estar en su cuarto cuidándola, era mi turno, pero…
Esta vez Elsie no me presionó. Apreté mis ojos cerrados, recordando esa noche;
la última noche que mi mamma abrió sus ojos. Abrí mi boca. Como si estuviera
luchando por dejarlo escapar, rotando el rosario en mi mano, admití mi mayor
pecado…
6
ELA: Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) es una enfermedad neuromuscular que cursa con
una degeneración selectiva de las motoneuronas, las encargadas de innervar los músculos implicados
en el movimiento voluntario.
Me sonrojé, no me gustaba ser el centro de atención de nadie. Acercándome
hasta que estuve justo frente donde estaba acostada, sonreí y le dije:
—¿Estás bien, mamma? —Los parpados de mi madre se cerraron, como
últimamente hacía para decir "sí", pero pude ver algo más en su mirada. Y
me asustó. Sus ojos estaban apagados y la luz que siempre se asentaba en
sus profundidades había menguado.
Pasé mis ojos por su cuerpo, notando lo delgada que se había quedado en las
últimas semanas. Un nudo se formó en mi garganta, pero lo tragué, sin
querer nada más que un milagro sucediera y que ella pudiera levantarse y
caminar.
Un suave sonido salió de su boca, y pasé mi mano por su rostro. Estaba fría.
Extremadamente fría. Mi estómago dio un vuelco, sin gustarme lo helada que
estaba.
Viendo el rosario de cuentas al lado de su cama, lo coloqué en su mano,
entrelazando sus dedos a través de las cuentas y poniéndolas en su sitio.
—Ahí tienes mamá —dije—. Ahora tienes el rosario contigo. —Los ojos de
la mamma se abrieron, y sabía que esa era su señal para que me quedara, y
hablara.
Aclarándome la garganta, tomé mis notas de la escuela y dije.
—Estamos estudiando los dioses romanos, mamá. Eso te gustaría. Mi
sonrisa se desvaneció y el papel se me cayó al suelo. Un trueno resonó por
encima, e inconscientemente me acerqué más a mi mamma, presionando mi
mano sobre la suya. Sus ojos siguieron cada uno de mis movimientos,
estremeciéndose cuando el trueno retumbó.
Forzando una sonrisa, dije:
—No te preocupes, mamá. Son sólo los dioses romanos diciéndole al mundo
que aún están aquí. —Esperé, queriendo atrapar algo de humor, o incluso
alguna señal de reconocimiento en los ojos de mi mamma. Pero no había
felicidad. En cambio había una cansada tristeza. Agotamiento total.
Una lágrima cayó de su ojo, apuñalándome como un cuchillo. Observé la
lágrima rodando por su mejilla. Luego cayó otra. Y otra. El rostro de la
mamma empalideció y mi pulso se aceleró, un profundo miedo tomó el
control. Me pregunté que estaba sucediendo. Luego, en sus ojos marrones, vi
lo que pensé que era…
El sonido de un auto estacionándose fuera captó mi atención. Incapaz de
lidiar con esa mirada en sus ojos, mirada que me provocaba más miedo que
cualquier vida en la pandilla o las calles, me levanté de un salto, dejando el
rosario en su mano. Tomando aire, corrí hacia el oscuro parque de
autocaravanas, bajo la torrencial lluvia, sólo para ver a Romeo Prince, el
mejor amigo de Austin, parado delante de su camioneta.
Y corrí hacia él. Corrí hacia él y él tiró de mí contra su pecho. Mi corazón
martilleaba y luché contra las lágrimas amenazando con derramarse. Quería
quedarme ahí afuera, tenía demasiado miedo de volver a dentro.
Tenía demasiado miedo de ver lo que parecía como la última despedida en
sus ojos. De mirar su cuerpo que ya no tenía la fuerza para continuar,
Pero Austin me ordenó regresar dentro para cuidar a la mamma. Era mi
deber esta noche. Asintiendo hacia Austin, regresé dentro del remolque. Tan
pronto como la puerta del remolque se cerró, el silencio obstruyó el aire.
Obligando a mis pesados pies a ir a la habitación de mi madre, empujé la
puerta abriéndola, para ver el rosario en el suelo, la mano laxa de mi mamma
colgando sobre el borde de la cama. Sus ojos estaban cerrados y avancé
corriendo, cayendo de rodillas.
—No —susurré, y tomé su mano en la mía—. Mamma, abre los ojos —rogué,
sin estar preparado para ese momento, sin creer que ese momento pudiera
ser verdad.
—Mamma, por favor —susurré, pero no se movió. Me senté, paralizado,
mirando fijamente su pecho que apenas se movía.
Sacudí mi cabeza. No estaba lista. No estaba listo para que se fuera. Axel se
había ido. Austin no podía encargarse… era demasiado joven. No podía… no
podía.
Pero supe que eso era todo. Sabía que estaba muriéndose. Mi mamma estaba
dejándonos para siempre…
p
Me sentía como si estuviéramos temblando mientras estábamos sentados en el
palco en el Estadio de los Husky, decenas de miles de aficionados al fútbol estampando
sus pies, rugiendo con emoción, esperando a que el equipo apareciera. El sonido era
ensordecedor para mí, demasiado fuerte, mi corazón frenético en su ritmo. Nunca
había oído nada igual. Nunca había visto tantas personas congregadas en un solo
lugar.
Agarré el brazo de mi asiento, cuando otro fuerte rugido de la multitud me hizo
encogerme. Levanté mi mano hacia mi oído derecho, protegiéndolo del sonido. De
repente, todo el mundo en nuestro palco se puso de pie, bloqueando mi vista del
campo. Me quedé abajo, cubriendo mi oído, hasta que sentí los ojos de alguien sobre
mí.
Cuando miré hacia un lado, Axel me observaba. Sus oscuras cejas hacia abajo,
luego repentinamente se acercó a la puerta que daba a un balcón exterior. Había
estado abierta. Axel la cerró, reduciendo el sonido a un punto donde podía soportarlo.
Axel regresó a su asiento sin decir una sola palabra. Vi el entendimiento aparecer en
los rostros de todos cuando me uní con ellos al ponerme de pie, justo a tiempo para
ver a Levi entrar en el campo.
La gran pantalla en la zona de anotación mostraba su hermoso rostro. Mi
estómago se retorció al verlo en el campo. Sentí una capa de rubor cubrir mis mejillas
cuando levantó la mirada hacia el palco en la que estábamos sentados. Observé,
mientras levantaba su mano para indicar "hola".
Mientras resistía mi sonrisa ante el flujo de sangre en mi cabeza, encontré a Axel
y le dije:
—Gracias.
La expresión severa de Axel no movió, pero intercambió el asiento con su novia
junto a él y dijo:
—Me ha estado diciendo toda la jodida semana que ibas a estar en este partido
para verlo jugar. Era justo que pudieras verlo.
La música fuera repentinamente se calmó y escuché el débil sonido de un silbato.
Mis ojos fueron atraídos hacia el campo y vi a los dos equipos apresurarse hacia
adelante. Casi de inmediato, busqué la camiseta de Levi, el "Número 84". Mi pulso se
aceleró cuando Levi recibió el balón y me encontré estirando el brazo, agarrando
fuertemente el brazo de Lexi.
—Acostúmbrate, cariño. —Escuché decir a Lexi—. Nuestro chico se dirige
directamente a la NFL. —Señaló hacia el estadio lleno—. Éste es solo el comienzo.
Dos sentimientos chocaron dentro de mí cuando Lexi dijo estas palabras. Uno
de ellos fue un inmenso sentido del orgullo que Levi pudiera lograr tal gloria en el
deporte que amaba. Pero el otro vino del temor que yo sentiría ante el centro de
atención que sería él. No sabía qué sería de Levi y de mí, pero sabía que no podía tener
esto, y más, como mi vida. No sería capaz de hacerle frente. Solo…
—¡Vamos, hermanito! —Escuché gritar a Austin y mis ojos se movieron
rápidamente de nuevo hacia el campo.
Levi iba corriendo a lo largo del campo sosteniendo la pelota, su increíble
velocidad, demasiada para los demás persiguiéndolo detrás. Axel se inclinó hacia
adelante mientras su hermano menor corrió hacia la zona de anotación, clavando el
balón en el suelo. La multitud, y su familia, enloquecieron. Cubrí mi oído, el increíble
sonido demasiado penetrante. A pesar del sonido demasiado fuerte, me moví hacia el
cristal que llegaba hasta el suelo y presioné mi mano libre sobre el cristal del panel de
la ventana.
Observé, con asombro, mientras este chico tímido que me estaba robando el
corazón, mantenía su cabeza baja mientras sus compañeros se abalanzaban sobre
felicitándolo. Observé como mantuvo su cabeza baja mientras el público vitoreó su
nombre. Entonces observé, con mi corazón derritiéndose, mientras se quitó su casco.
Sus ojos encontrándose con los míos desde abajo en el campo y presionó su mano
sobre su corazón, bajando su cabeza. Batallé por respirar cuando temblorosamente
levanté mi mano e imité el movimiento; mi acción de gracias y su reconocimiento de
que estaba aquí en la multitud. Me había separado de las decenas de miles de fans.
—Increíble. —Escuché a alguien decir y observé a un lado para ver a Molly con
sus ojos sobre mí. Me sonrojé y bajé mi cabeza.
—De alguna manera creo que hoy podría obtener MVP7 del partido —dijo
Austin, y me guiñó un ojo cuando miré hacia su sonriente rostro.
Me sonrojé de nuevo, justo cuando sonaba el silbato.
Tres horas más tarde, para el final, los Huskies habían ganado. Y, como predijo
Austin, Levi fue galardonado con el MVP del partido. Si pensaba que el estadio había
estado ruidoso antes, el sonido de la multitud cuando sonó el último silbato fue
devastadoramente atronador. En cuestión de minutos, la multitud empezó a
dispersarse. Lo camareros trajeron comida y bebida al palco privado y todos se
sentaron alrededor y esperaron.
Tomando su ejemplo, me senté en la mesa tomando un café. Miré a todos en la
habitación y sentí una enorme sensación de pérdida ceder en mi pecho. Levi, estaba
perdido y solitario, como yo. Pero mientras observaba a estas personas, su familia,
quienes se había reunido hoy por él, para observarlo lograr sus sueños, me preguntaba
si ¿se daba cuenta de lo verdaderamente afortunado que era? Lo amaban. Todas y cada
una de estas personas lo adoraban.
Solo me hizo darme cuenta de que cuán verdaderamente sola estaba.
Tomé otro sorbo de mi café para bajar el nudo que estaba creciendo en mi
garganta, cuando alguien se sentó en la silla a mi lado. Una mano comenzó
inmediatamente a trazar la parte superior, una mano densamente tatuada que todavía
llevaba restos de los que parecía polvo blanco "Axel".
Me moví en mi asiento, nerviosa de estar tan cerca de este duro y peligroso
hombre. Cuando su mano se detuvo y dijo:
—No sé qué te ha contado acerca de su vida, pero ha sido una malditamente
dura. —Me paralicé, mis manos sujetaron la taza fuertemente. Axel se aclaró la
7
MVP: Siglas en inglés Most Valuable Player /Jugador Más Valioso
garganta suavemente—. Le he hecho daño, Elsie. Malditamente hice que ese niño, y
era un niño, hiciera cosas que era jodidas y erróneas.
Incluso con mi ochenta por ciento de audición podía escuchar el cambio en el
tono de voz de Axel, mientras admitía sus errores con Levi. Pensé en la escultura del
chico siendo forzado a disparar. Cerré mis ojos con fuerza.
»La guinda llegó cuando nuestra mamma murió y me enviaron a la cárcel. —Por
primera vez, miré en su dirección, la cruz negra tatuada en su mejilla derecha captó
mi atención—. Cumplí cinco años, Elsie, y digamos simplemente que Levi sufrió
jodidamente a través de todos ellos. Mierda, el chico ha estado sufriendo desde que
tenía siete años.
Mi pecho dolió al escuchar el dolor en la voz de Axel, e imaginando a Levi
estando perdido todos aquellos años. Dejando mi taza, junte mis manos. Axel se
inclinó hacia delante, pasando sus manos por su largo cabello negro
—Ese chico es mi hermano y tiene el corazón más noble que jamás haya
conocido. Pero no habla mucho, no hace mucho más que centrarse en sus estudios y
el futbol.
Mantuve mis ojos bajos, hasta que añadió.
»Pero ha cambiado malditamente desde que te conoció. —Mi mirada se cruzó
con la suya—. No te conozco, Elsie, espero que eso cambie. Creó que tú tampoco o
tuviste fácil, y mierda, realmente lo siento si tu vida ha sido parecida de algún modo
a la de Lev. Pero solo te pido una maldita cosa. —Esperé, en ascuas, por lo que diría,
cuando susurró—. Por favor no rompas su jodido corazón. Ver a ese chico tan cerrado,
me dolía cada maldito día. No quiero verlo destruido por la primera persona que deja
entrar.
Pensé que lloraría ante la petición ante la profunda e intimidante voz del
hombre, pero lo empuje a un lado para inclinarme y replicar.
—Nunca podría hacerle daño. Yo…—agité mi cabeza y bajé mis ojos—. Él
significa mucho para mí
—Bien —soltó Axel, sentándose atrás en su asiento.
Viendo a todo el mundo todavía hablando entre ellos, me forcé a decir:
—Tus esculturas son hermosa. El ángel… —inhalé, pensando en cómo poner su
belleza en palabras, pero la atención de Axel se centró en mí.
Tosió, entonces preguntó:
—¿Lev te las ha enseñado?
Asentí, esperando no haber dicho algo que no debería. Sabía que no lo había
hecho cuando los ojos de Axel se cubrieron.
—Significaba el mundo para él.
—Va mucho por allí, —expliqué—, a tu almacén. Él… él tiene miedo de olvidarla
si no lo hace.
—Mierda —juró Axel—. Juro que este chico me va a matar.
Sonreí, cuando de repente, escuché decir el nombre de Levi desde la parte de
atrás de la habitación.
Dándome la vuelta, vi a Levi entrando por la puerta, Austin fue el primero en
saludar a su hermano pequeño.
—Lev, un infierno de partido, fratello —dijo mientras abrazaba a Levi entre sus
brazos.
Levi sonrió, escondiendo su cabeza, y observé mientras, uno por uno, su familia
le felicitaba por su victoria. El abrazo de Axel duro justo un segundo más que el del
resto. Vi un poco de confusión aparecer en la cara de Levi, preguntando por qué, pero
se pasó en el momento en que me vio al final de la sala.
Dejando su bolsa en el suelo, Levi vino rápidamente hacia mí, con una suave
sonrisa tirando de sus labios cuanto más se acercaba. Mis piernas se sintieron como
gelatina mientras se aproximaba, pero me quedé allí de pie, la bella expresión en su
rostro haciendo que fuera imposible que hiciera cualquier otra cosa.
Levi se detuvo delante de mí, viéndose más que guapo con el uniforme del
equipo. Su cabello rubio estaba mojado de la ducha, y tenía dos arañazos en la cara en
dónde fue golpeado durante el partido.
Froté mis labios, esperando a ver qué iba a hacer, cuando ahuecó su cálida palma
en mi mejilla y dijo suavemente
—Feliz cumpleaños, Elsie.
Volví mi mejilla contra su cálida palma, y repliqué:
—Gracias.
—¿Es su cumpleaños? —escuché que susurraban por detrás.
—Lev dijo que ella no quería que nadie lo supiera —alguien susurró de vuelta,
pero no les presté atención, estaba paralizada por Levi cuyos labios estaban
acercándose a los míos.
Como siempre, mi corazón latía como un tambor, hasta que su suave boca estuvo
sobre la mía y pensé que podía explotar. Cerré mis ojos, sin aliento por su beso, cuando
se separó y sonrió.
—¿Estás lista para salir? —preguntó, y fruncí el ceño confusa—. Por tu
cumpleaños, —añadió.
Inmediatamente me sentí aterrorizada con lo que haríamos, con quién y dónde.
No pensé que todo estaba planeado.
Levi se acercó más y aseguró.
—Solos, tú y yo. En ningún lugar que odies. Ningún sitio que te ponga nerviosa.
—Miró tímidamente alrededor de la habitación, después de vuelta a mí—. Créeme. Te
tengo.
El alivio extinguió mis nervios, y miré hacia la preocupada cara de Levi a través
de mis pestañas.
—¿Quieres salir conmigo, para mi cumpleaños? —pregunté, asegurándome que
lo había entendido. Asintió lentamente y me balanceé sobre mis pies—. Nadie me ha
llevado a ningún sitio para mi cumpleaños.
Levi tragó, pude ver la simpatía en su cara, pero aún más que eso, podía ver que
quería esto. Que quería desesperadamente hacer esto por mí.
—Sí.
—Vale —murmuré, la excitación iba creciendo en mi estómago.
—¿Sí? —me preguntó Levi
—Sí. —sonreí.
Agachándose, Levi tomó mi mano en la suya y nos giramos hacia su familia. La
mano de Levi apretó la mía cuando todos nos estaban mirando.
Como si viera nuestra incomodidad, Austin dijo:
—De acuerdo, chicos, creo que esa es nuestra señal para irnos.
Todos salimos de la cabina, Levi todavía sosteniendo mi mano, sólo soltándola
una vez para hablar rápidamente con Austin. Cada persona de la familia de Levi nos
abrazó para despedirse y nos fuimos al Jeep.
Habíamos llegado a la puerta, cuando una voz gritó por detrás.
—¡Alabama! ¡Espera!
—Mierda —juró Levi por lo bajo.
Fruncí el ceño, confusa por lo que fuera que lo tenía tan molesto. Seguí los ojos
de Levi hacia dos chicos de más o menos su edad que estaban corriendo hacia
nosotros, una chica rubia y una pelirroja les seguían de cerca.
Levi se acercó más a mí, lanzando su brazo alrededor de mis hombros
acercándome más. Vi sorpresa en la cara de los chicos mientras lo hacía.
—Alabama. —El rubio de delante dijo, después me miró—. Te lo has tenido
callado. ¿Qué demonios? ¿Tienes una chica y no nos lo dijiste?
Levi se encogió de hombros, después dijo:
—Elsie, este es Jake. Ashton es el moreno de detrás. —Jake y Ashton levantaron
sus manos para saludar. Les di una pequeña sonrisa.
Las dos chicas llegaron y se pararon al lado de los chicos, y mientras los ojos de
la pelirroja caían sobre mí, sentí como Levi me acercaba un poco más. En un instante
entendí por qué, porque una vez sus ojos me habían inspeccionado, se centraron en
Levi, y ni siquiera una vez después de eso dejaron de mirarle. Jake, el rubio, inclinó su
cabeza en dirección a la chica rubia y dijo:
—Esta es mi novia, Stacey. —Se volvió hacia su novia—. Stace, esta es Elsie, la
chica de Alabama.
—No sabía que tenías novia, Levi —dijo Stacey.
El agarre de Levi se paralizó, pero después se relajó cuando dijo.
—Sí, la tengo.
Una ligereza llenó mi corazón mientras les decía, orgullosamente, que le
pertenecía. Su novia.
Suya.
—Soy Harper —dijo la pelirroja, y tendió su mano para que se la diera. Miré a
Levi, pero entonces ofrecí mi mano cuando el asintió que estaba bien. Con su mano
todavía en la mía, preguntó—. ¿Cuál era tu nombre de nuevo?
Esperó por mi respuesta, pero mi garganta había perdido todo su uso, ninguna
palabra salió. Retiré mi mano, el pánico y la ansiedad como el veneno por mis venas.
Era demasiado parecida a aquellas chicas, se parecía demasiado a Annabelle.
—Elsie —dijo Levi, salvándome de mi ahogamiento—. Se llama Elsie.
Me volví hacia Levi. Viendo una tranquila sonrisa torcida en sus labios. Me
derretí en su pecho, inhalando profundamente, llenando mi nariz con su especiada
esencia. Levi plantó un beso en mi cabeza, y supe lo que ese simple beso significaba:
me tenía.
—¿Entonces vendrás a la cena de dentro de dos semanas, Elsie? —preguntó
Ashton.
Manteniendo mi mejilla presionada contra el pecho de Levi, me encogí de
hombros. Ashton asintió, pero pude ver preguntas escritas por todo su rostro.
Jake se rio.
—Parece que has encontrado una chica que le gusta hablar tanto como a ti,
cuarenta y ocho. Es perfecta para ti.
Mi corazón se desplomó, sintiendo que estaba avergonzando a Levi, cuando dijo.
—Habla mucho, hombre, sólo es que es tímida conociendo a gente nueva, eso es
todo. —Sentí el latido de Levi acelerarse, mi oreja derecha en sus pectorales, cuando
añadió—. Pero sí, es bastante perfecta para mí, eso es cierto.
Levi asintió, después exhaló una profunda respiración.
—Nos tenemos que ir, chicos. Voy a salir con mi chica.
Jake dio un paso atrás, pero preguntó:
—Probablemente sea un no, pero damos una fiesta esta noche y… —Jake paró.
Levi se rio.
—No, hombre. Pero gracias. La próxima semana.
Levi abrió inmediatamente la puerta del pasajero de Jeep y entré. Antes de
moverse al lado del conductor, se inclinó para darme un gentil beso en los labios.
Mientras se alejaba, le di una mirada interrogante. Ese familiar enrojecimiento cubrió
sus mejillas y dijo:
—Simplemente me gusta llamarte mi chica, eso es todo. Sonaba realmente bien
en mis labios.
Levi estaba en el asiento del conductor antes de que me diese cuenta que se había
movido. La verdad era que, me gustaba que me llamara su chica también. Me gustaba
ser suya.
La chica de Levi.
p
Levi nos llevó a un restaurante en el puerto. Era un pequeño italiano, muy
retirado y privado. Sostuvo mi mano mientras el camarero nos condujo a una mesa
exterior desde la que se podía ver el Puget Sound. Había estufas encima de la mesa
haciendo cómodo el sentarse fuera con el aire seco de la noche.
Nos acabábamos de sentar cuando un hombre salió sonriendo, caminando
directamente hacia Levi.
—Ciao, ¿come stai, Levi? —dijo el hombre, obviamente hablando italiano.
Mi corazón se detuvo. Casi estalló cuando Levi se levantó viéndose hermoso en
su traje del equipo y le dio la mano.
—Bene, Caro, ¿et tu?
Mi boca se abrió mientras escuchaba a Levi hablar en un italiano fluido con el
gerente, su suave y tímida voz valiente y colorida mientras su lengua se enredaba
alrededor de las consonantes y las vocales.
El hombre debía haber preguntado algo de mí, mientras Levi me sonría,
asintiendo.
—Sí —replicó, bajando su cabeza con timidez.
—Lei é la mia ragazza.
El hombre le dio una palmadita a Levi en el brazo, y replicó:
—Ah, é bella.
Esta vez, cuando Levi me miró a través de los caídos mechones de su cabello,
algo dentro de mí se incendió. Me quedé mirando, esperando desesperadamente que
respondiera, justo para oír esa hermosa lengua, cuando dijo.
—Sí, Carlo. Bella mia.
Levi se mordió el labio inferior en su boca y no pude evitar enrojecer. Carlo se
movió hacia mí, tomándome de mi mano. Le dio un beso en el dorso y dijo:
—Buon appetito.
Asentí para agradecerle, mientras Carlo se alejaba y nos dejó solos. Levi se sentó
pero no levantó su cabeza. Me estiré a través de la mesa para agarrar su mano que
estaba encima. Levi inhaló profundamente y se encontró son mis ojos.
Sacudí mi cabeza.
—¿Hablas italiano?
Una sombra pareció pasar a través de los ojos de Levi y asintió.
—Sí, —fue todo lo que dijo. Le apreté la mano haciéndole saber que quería más,
cuando su mano libre se movió por su rostro—. Mi mamma era italiana, de Florencia.
Se trasladó aquí para estar con mi padre. —Levantó la mirada, volvió a bajarla y
añadió—. Realmente solo nos hablaba en italiano. Austin nos trae aquí muchas veces.
Por eso es por lo que conocemos al gerente.
No me di cuenta de cuán fuerte estaba agarrando la mano de Levi hasta que mis
dedos comenzaron a doler. Acercándome más a la mesa, llevé nuestras manos unidas
a mi cara y rodé su mano por mi mejilla, para terminar en mis labios para poder darle
un beso en su cálida piel. Levi miró cada uno de mis movimientos. Tragó mientras me
quedé quieta. Pero había dicho todo lo que tenía que decir con ese beso, el entendía.
—Así qué —soltó Levi, con ronca emoción en su voz—. ¿Qué pensaste del
partido?
Moví mi cabeza mirando la luna llena reflejándose en el agua.
—Fue surrealista —repliqué, el agua se agitaba con la gentil brisa. Miré de nuevo
a Levi y continué—: Estaba tan lleno de gente, gente coreando tu nombre, y mirándote
como si fueras un Dios.
La expresión de Levi era cautelosa mientras hablaba. Miró afuera el agua
también, pero pasó su pulgar por el dorso de mi mano y preguntó:
—¿Es algo… podría ser algo a lo que llegaras a acostumbrarte?
Su pulgar se paró encima de mi mano, esperando mi respuesta.
Me encogí.
—Yo… —paré y sacudí mi cabeza—. No estoy segura de poder estar ahí todo el
tiempo. —Levanté mi mano hacia mi oreja derecha—. Los sonidos eran
ensordecedores.
Casi me reí por la ironía de esa declaración, pero dije:
»Había tanta gente allí. Nunca había visto tanta gente en un solo lugar antes. —
Inhalé—. Fue abrumador.
Levi no dijo mucho en respuesta, pero parecía herido y mi corazón se partió.
Nunca quise que saliera herido, pero esa situación, para mí, parecía insoportable.
El camarero se acercó en ese momento, y Levi ordenó nuestra comida. Comimos
la cena principalmente en silencio, hasta una hora después, Levi pagó la factura y se
puso de pie. Suspirando, estiró su mano. Miré su mano ofrecida, preocupada de que
todavía estuviera decepcionado de mí. Levi la extendió más en mi dirección y no pude
evitar deslizar mi palma contra la suya. La agarró con fuerza mientras me levantaba.
Su mano libre se enredó en mi cabello y me atrajo hacia sí. Alcé la mirada a sus ojos
brillantes, el gris luciendo plateado a la luz de la luna, luego presionó sus labios con
los míos, tomando posesión de mi boca.
Gemí cuando su lengua empujó contra la mía. Soltando mi mano, ahora colocó
ambas en mi cabello, su duro pecho rozándose contra mis senos. Los escalofríos
bajaron por mi espalda cuando Levi gimió en un sonido bajo. Se acercó tanto como
podía, tan cerca que pude sentir su dureza empujando contra mí. El calor dio vueltas
en mi estómago y viajó hacia mi núcleo.
Cuando Levi se gimió de nuevo, retrocedí, jadeando por aire. Mis palmas estaban
planas sobre el pecho de Levi. Podía sentir su corazón corriendo, y cuando miró a mis
ojos, estaban cargados de lujuria y encendidos con fuego.
Levi cerró sus ojos y dejó caer su frente contra la mía. Inhaló y exhaló en
profundas y constantes respiraciones, hasta que dijo:
—Tenemos que irnos. —Mi estómago dio una voltereta, preguntándome que
quería decir, cuando explicó—: Hay una cosa más que necesito que veas.
Necesitando también un minuto, dejé que mis manos se deslizaran en sus
muñecas y dije:
—Bien.
Aunque no nos movimos. Nos quedamos bajo la luna llena, junto al agua, en
completo silencio, pero manteniéndonos cerca. Como la brillante luna encima, sabía
que habíamos acabado de pasar a una nueva fase. Y nunca había estado ahí con un
chico antes. Nunca me habían tocado antes de Levi. Y si tenía razón, este chico tímido
con un corazón de oro, tampoco había estado ahí con nadie.
Mi sangre corrió a través de mi cuerpo cuando me di cuenta de que lo deseaba.
Quería entregarme a él. Quería entregarme a mí misma a él de cada forma que
pudiera. Mis mejillas ardieron mientras buscaba las palabras que pudieran darle vida
a mi deseo, pero no había ninguna. Nunca sabría cómo decir que lo deseaba.
Simplemente no tenía las palabras.
—Elsie. —La voz ronca y tensa de Levi me llamó, y alcé la mirada hacia él a través
de mis pestañas. Sus manos en mis mejillas se tensaron mientras lo miraba, sabiendo
que había hambre en mis ojos, pero dijo—. De verdad debemos irnos. Quiero… —Se
detuvo para no terminar la frase, y se movió hacia atrás, uniendo nuestras manos, para
salir al puerto, a través del restaurante a la calle.
Estaba desesperada por saber qué iba a decir.
Soltando mi mano y pasándola por encima de mis hombros, me acercó más y me
llevó hacía el grupo de bares al frente. Mientras más lejos íbamos, más personas se
arremolinaban; la noche del sábado se hacía más ajetreada mientras más oscuro se
hacía.
Giramos más abajo en un pequeño callejón, y llegamos a un pequeño café. No
era uno de las grandes cadenas que cubrían las calles de Seattle, sino una pequeña casa
independientes, lleno de lujosos sofás y bonitos colores.
Levi nos guió a través de esta, la mayoría de los sofás estaban ocupados, con
excepción de uno rojo de dos plazas junto al fuego. Nos acercamos al sofá y nos
sentamos, un camarero inmediatamente se acercó para tomar nuestro pedido. Cuando
nos dejó, dejé que mi mirada pasara por el cuarto. Había personas de todas las edades,
vestidos de toda clase de formas. Personas sentadas solas, en parejas o grupos, todas
sus sillas mirando hacía el escenario. Un solo micrófono estaba en el escenario,
cortinas de terciopelo rojo vestían el telón de fondo.
Confundida, me giré hacía Levi para encontrarlo observándome. La chaqueta de
su traje estaba puesta sobre el respaldo del sofá, su corbata metida en el bolsillo. Los
dos botones superiores de su camisa estaban abiertos cuando se recostó, con los ojos
en mí.
Apunté alrededor del cuarto, y me encogí de hombros preguntando. Levi se
movió hacía adelante en el sofá, y dijo:
—Oí hablar sobre esta mujer y quería que la escucharas. —Su respuesta no había
hecho las cosas más claras. El camarero dejó nuestros cafés y se alejó. Levi apuntó al
escenario y continuó—: La primera hora es micrófono abierto. La gente puedo leer sus
propias cosas. Luego Sarah Carol sube, para leer sus trabajos.
Mi pulso se aceleró cuando me di cuenta que era ese lugar, lo que íbamos a ver.
Luego una mujer caminó hacia el micrófono, sosteniendo un folleto en la mano. Le
dio unos golpecitos al micrófono para asegurarse de que estaba encendido. Un chillido
agudo sonó desde los altavoces provocándome una mueca. Al momento en que se
calmó, estuve cautiva por el ajuste.
La mujer abrió su libro, y comenzó a leer las palabras.
—El amor como una cuerda, un beso venenoso…
Escuché con atención cada palabra, la mujer desnudando su alma para que el
mundo la escuchara.
Cuando terminó, la multitud aplaudió y un hombre subió al escenario. Y así
mismo continuó; personas, unas tras otras, subieron el escenario, compartiendo sus
poemas. Algunos eran graciosos, otros eran serios, algunos era tan descorazonadores
que las lágrimas cayeron por mis mejillas.
Levi se sentó en silencio a mi lado con su mano sobre mi pierna mientras me
quedaba completamente enganchada de cada frase dicha en voz alta valientemente.
Cuando la última persona dejó el escenario, el camarero repuso nuestros cafés, y me
giré hacía Levi. Me estaba mirando fijamente.
—¿Ellos simplemente pueden subir y leer sus frases?
—Sí —dijo y apartó el cabello de mis ojos—. Es un club de poesía, tienen lecturas
la mayoría de las noches, pero los sábados son para grandes poetas, personas que
tienen libros publicados, que van de gira por el país.
Mis ojos se abrieron y dije:
—Es sábado. ¿Vamos a ver a alguien?
Levi asintió.
—Sí, pero quería que vieras el micrófono abierto primero. Quería mostrarte que
las personas comparten sus poemas. Que hay lugares para hacerlo, si alguna vez
quieres. —Sonrió y sacudió su cabeza—. Sólo he escuchado algunos de tus poemas,
Elsie, pero eres mejor que la mayoría de estos que hemos acabado de escuchar.
Una calidez embriagadora y alegría me rociaron ante la frase de Levi, solo para
ser reemplazada por un completo y total terror. Sacudí mi cabeza. Observando hacía
el escenario de reojo, me giré para mirar el solitario micrófono en medio del escenario,
bajo el brillo de un reflector.
—No podría —susurré, petrificada por el miedo ante el simple pensamiento de
abrir mi boca para que las personas escucharan mi voz.
Por no hablar de mis poemas, lo que también me provocaba ansiedad ante
compartirlos. Pero el pensar que la gente escuché mi voz, abriéndome a mí misma a
esa clase de ridículo, escuchar sus palabras cortantes, sus risas y maldad…
—Shhh —me tranquilizó Levi, tirando de mí para recostarme contra el sofá.
Acunó mi cabeza contra su pecho.
Envolviendo mi brazo alrededor de su cintura, me obligué a tranquilizarme.
Levi pasó sus dedos a través de mi cabello y dijo:
—No tienes que hacer nada que no quieras. Sólo quería mostrarte este lugar. —
Tragó con fuerza y dijo—: Es tu pasión por lo que puedo decir. Quería mostrarte que
hay personas como tú, quienes pueden hacer magia de las palabras también.
Y con sus palabras, mi corazón cayó por el precipicio en que había estado
balanceándose desde que conocí a este chico. Incliné mi cabeza para mirar a Levi.
Quería decir demasiado. Quería expresarle como me hacía sentir, como me hizo sentir
con lo que me dijo —tan amable y tan puro— pero no pude encontrar las palabras.
Mis palabras fueron robadas en el momento en que quería expresar mis sentimientos.
De repente, las luces se atenuaron y una mujer, de unos treinta y tantos, subió al
escenario. La cafetería cayó en un silencio y la mujer cerró sus ojos, su voz era
poderosa, pero no tan poderosa como sus palabras.
—¿Quién soy? La chica en calle. ¿Quién soy? El subhumano a sus pies…
Mientras más hablaba la mujer, cada frase atada con daño y dolor, sentí como su
hubiera sido golpeada en mi interior. Levi, claramente sintiéndolo, me sostuvo más
cerca, besándome la cabeza cuando mis lágrimas cayeron.
Escuché durante una hora lo que podría haber sido mi vida. Esta mujer no había
tenido hogar. Había sido ignorada, pero más que eso, más conmovedor para mí, ella
había experimentado lo mismo que yo también. Había sentido la bofetada de las duras
palabras. Había sido el blanco de la crueldad… ella entendía. Entendía lo que era ser
destrozada por la gente, como esas chicas que me habían desgarrado en pedazos, que
me humillaron hasta que no fui nada más que una cascara… quienes envenenaron mi
mundo hasta que se convirtió en uno en el que no quería vivir más.
Sabía que Levi me había traído a verla porque al igual que ella había salido de la
oscuridad y las vacías calles de ser una vagabunda. Él no podía saber que ese también
había sido mi pasado. No podía saber lo cerca que estuve al borde de dejar que su
crueldad me consumiera por completo.
Levi movió su brazo, dejando mis hombros. Me giré para agradecerle, para
besarlo y expresarle mi gratitud por el mejor regalo que había recibido alguna vez,
cuando metió su mano en el bolsillo y sacó un libro de tapa dura rojo. El sonrojo de
sus mejillas casi hacía juego con el pigmento de la portada del libro, y me lo entregó,
con un delicado lazo atado alrededor de este.
Con manos temblorosas, lo recibí y leí el título. "Pruebas". Era de Sarah Carol, la
mujer que habíamos acabado de escuchar.
—Feliz cumpleaños, Elsie —añadió amorosamente.
—Levi —susurré en respuesta, con un nudo obstruyendo mi garganta. Tragué,
pero me las arreglé para decir—. Tú… ¿me regalaste las palabras?
Levi se encogió de hombros, nerviosamente pasándose los dedos por el cabello.
—Las tienes dentro de ti, en tu corazón, incluso si no te gusta decirlas en voz
alta. Sin embargo las has compartido conmigo. Pensé que te regresaría el gesto.
No podría detenerlas aunque lo intentaba, las lágrimas aparecieron en mis ojos.
No las dejé caer. Parpadeé alejándolas. Inclinándome hacía adelante, besé la mejilla
sin afeitar de Levi. No podía hablar ahora mismo. Levi sonrió y apuntó al escenario.
—Está firmándolos, Elsie —seguí su mano, pero sacudí mi cabeza.
—No podría, no podría pedir…
—¿Puedo hacer que lo firmen si quieres?
Mi cabeza se inclinó hacía un lado, y dije:
—No te gusta hablar con extraños tampoco.
—Pero lo haría por ti. Seré tu voz cuando no puedas hablar.
Levi tomó el libro de mi mano y se puso de pie. Rápidamente me puse a su lado,
deslizando mi brazo por su cintura. Levi bajó la mirada, y dije:
—Entonces no estás solo para esto tampoco.
Sus ojos grises se llenaron con una emoción para la que no estaba segura que
estuviera lista, pero no dijo nada, en cambio me condujo hacia la poeta con su brazo
alrededor de mis hombros. Esperamos en la fila hasta que fue nuestro turno.
La poeta sonrió, y bajé mi mirada.
—¿Disfrutaron la lectura? —preguntó.
Levi se aclaró la garganta.
—Sí.
Pude sentir los ojos de la mujer sobre mí, cuando preguntó:
—¿Entonces, a cuál de los dos le gusta la poesía?
Levi me apretó con más fuerza, y contestó:
—A mi chica, Elsie. Escribe también.
Los nervios abordaron mi cuerpo. Escuché a la mujer garabatear su firma en la
página, cuando Levi dijo:
—Es un poco tímida. No habla demasiado.
Alcé la mirada y la mujer me observó.
—Solía ser igual, pero encontré la fuerza para expresar mi voz a través de las
palabras. Con eso y por medio de la mujer de la que me enamoré.
Sabía lo que era acosada por ser gay, quedarse sin hogar por ser homosexual, por
lo que sus palabras no fueron ninguna sorpresa. De hecho, eran como un bálsamo para
mí. Porque ella había sido sanada.
Me entregó el libro, estiré la mano y lo toqué. Inclinándose, ella me dijo:
—Finalmente, algo o alguien vendrá a tu vida y te mostrará que lo que las otras
personas piensen no importa. Encontrarás la fuerza para no dejar que lo que las
personas digan te afecte de la misma forma.
Miré a la poeta y tímidamente le sonreí. Estirando la mano detrás de ella me dio
un librito negro, y dijo:
—Mira, para cuando la inspiración llegue.
Tome la libreta negra en blanco de ella y la llevé contra mi pecho.
—Gracias. —Levi habló por mí, y fuimos hacía la puerta.
Cuando nos golpeó el frío aire de la noche, alcé la mirada hacia Levi e hice que
se detuviera. Se giró, con la confusión en su rostro, cuando me levanté en las puntas
de los pies y lo besé con toda mi alma. Deposité todo mi agradecimiento en ese beso,
guardando mis atesorados libros contra mi pecho. Cuando me retiré. Levi estaba sin
aliento, pero sus ojos estaban fijos en mí.
—Gracias —susurré—. Ha sido el mejor cumpleaños con que pude haber soñado
alguna vez.
Esa sonrisa tímida que adoraba tanto se extendió en el rostro de Levi y deslizó
su mano con la mía.
—Vamos a casa, bella mia.
Casa, pensé mientras comenzábamos a caminar hacia el jeep. Sabía que Levi
estaba refiriéndose a la casa de Austin y Lexi, pero sólo lo entendí como él y yo. Porque
estaba muy segura de que mi hogar estaba únicamente con esta dulce alma, donde sea
que eso pudiera ser.
Capítulo
LEVI
Algo había cambiado entre nosotros. Pude sentir la tensión en el aire mientras
Elsie ponía su mano sobre la mía en su muslo. Era más consciente de ella ahora. Su
mano se sentía de manera diferente en la mía, y cuando la besé, no quise detenerme.
Sacudí mi cabeza ante el pensamiento de eso, porque nunca pensé que llegaría
a este punto con alguien. Nunca pensé que estaría lo suficiente cómodo con alguien
para hacer el amor, o aunque fuera querer hacerlo.
—¿Estás bien? —Miré a Elsie a mi lado, estaba mirándome verdaderamente
preocupada.
Sacudí mi cabeza de nuevo.
—Estoy bien, sólo cansado eso es todo.
—Tuviste un día muy largo.
Sonreí, sabiendo que todavía no había terminado. Sólo esperaba que Austin
hubiera hecho todo lo que le pedí.
Entrando en la casa, estacioné cerca a la entrada trasera. Esperé a que Elsie se
me uniera para guiarla por el jardín. Cuando estábamos a punto de llegar a la puerta,
Elsie tiró de mi mano. Sus libros estaban cerca a su pecho, lo que me hizo sentir tan
orgulloso, que pude estallar.
Su cabeza estaba gacha, cuando dijo:
—Sólo quiero decir gracias, Levi, por hoy. Ha sido… —Su voz suave se
desvaneció, terminando la frase con un suspiro. La acerqué más, sus ojos abriéndose
cuando enredé mi mano en la parte de atrás de su cabello.
—No ha terminado —jadeé, entonces abrí la puerta de la casa de la piscina.
Escuché a Elsie jadear detrás de mí cuando contempló los globos y las flores que
llenaban la casa de la piscina.
—Levi —susurró, y revisé todo el cuarto.
—Espera aquí —dije, y fui a la habitación de invitados del fondo. Cuando entré,
vi que ahí estaba el pastel de cumpleaños que había comprado. Arrojando mi chaqueta
sobre la silla, encendí la vela del pastel y hacia el cuarto de delante.
Elsie estaba tocando el capullo de una rosa cuando me acerqué. Se giró cuando
me escuchó, y dije:
—Tanti auguri, Elsie. Feliz cumpleaños.
Elsie se paralizó, después soltó los libros sobre la mesa. Sus manos fueron a su
boca. Di un paso más cerca y más cerca hasta que me detuve delante de ella, mirándola
mientras ella observaba el pastel de cumpleaños, con las lágrimas llenando sus ojos.
—Es redondo, rosa y mi nombre está escrito sobre el —susurró. Un suspiro salió
de su garganta—. Levi… —llorando me miró a los ojos.
Me encogí de hombros, sintiendo cada onza de su sorpresa; pero no estaba
seguro de si había hecho lo correcto.
—Quería que hoy fuera de verdad especial. —Agaché mi cabeza, pensando que
de verdad lo había arruinado—. Dijiste que tu cumpleaños favorito tuvo un pastel. Un
pastel rosa que era redondo, y que tenía tu nombre encima. Quise recordarte cuando
tu vida no era tan difícil.
—Mi vida siempre ha sido difícil, Levi. Cada día de mi vida.
Hice una mueca sabiendo que esto había sido demasiado. Era un idiota,
haciendo mucho esfuerzo para hacerla feliz. Me giré para alejarme, cuando Elsie me
agarró del brazo.
—Hasta que te conocí —confesó, casi en un susurro. Su pequeña voz hizo que
mis pies se plantaran en el suelo y el calor ascendiera por mi pecho. Sentí un beso en
mi omoplato, y a ella diciendo—. El día que te conocí, incluso en ese callejón, con una
simple taza de café, me mostraste más amabilidad de la que había recibido en años,
tal vez desde siempre.
Su frente cayó sobre mi espalda.
»Me has dado mi voz, sin juicio. Me has dado aventuras y besos. Me has dado
seguridad y comodidad… y me has dado las palabras. Me has dado palabras -la escuché
resoplar una risa- y me diste la luz en un frasco para alejar la oscuridad. —Sentí su
temblor, cuando añadió, dolorosamente—. ¿Y qué te he dado yo para ganarme todo
esto? ¿Para ganarme tu confianza?
Inhalé con fuerza y me di vuelta. La cabeza de Elsie estaba inclinada. Colocando
el pastel sobre la mesa, sin que la cera cayera de la vela, dije:
—Me has dado… a mí.
Mi voz era suave y rasposa, pero necesitaba que me mirara. Coloqué un dedo
bajo su barbilla y levanté su cabeza. Sus largas pestañas claras estaban aleteando en
sus mejillas. La enderecé.
—Nunca tienes que esconder tu rostro de mí. Nunca tienes que ser tímida, no
conmigo.
Los ojos de Elsie se levantaron, y sus irises azules quemaron los míos. Aparté una
hebra de su largo cabello rubio detrás de su oreja. Sus mejillas todavía estaban
sonrosadas por el frío de fuera, y juré que no había nadie en el maldito planeta más
hermosa que esta chica. Al menos no para mí.
—He estado perdido, Elsie. Perdido y ahogándome desde que era un niño.
—Como Leander. Ahogándose. Perdido en la marea —añadió.
No pude evitar sonreír.
—Como Leander —estuve de acuerdo, y tragué con fuerza—. Entonces te vi. Te
vi y me trajiste de regreso. —Tomé su hermoso rostro en mis manos y dije:
»Tú, la hermosa chica sin voz, me dio una voz de nuevo. Elsie, me trajiste a la
vida. —Besé su frente, moviendo mi mejilla para que descansara con la suya. Con mi
boca cerca a su oído, le aseguré—: Es por eso que te mereces todo esto. Porque eres
una dadora de vida. Una silenciosa y resistente dadora de vida.
Las lágrimas cayeron de sus mejillas, y las limpié con las yemas de mis pulgares.
—Levi —susurró con la voz rota.
—Ahora, ven y sopla tu vela.
Elsie se rio, su sonrisa aguda sonó como el cielo en mis oídos. Levanté el pastel
y caminó para sentarme en la cama. Elsie se subió por el lado contrario y se sentó sobre
sus rodillas. Asegurándome de estar junto a la lámpara de la mesa de noche, coloqué
el pastel sobre el cubrecama. Elsie se movió hacia este.
—Cierra los ojos y pide un deseo —le dije.
Mientras Elsie sopló la única vela, apagué la luz. El frasco de insectos iluminando
brillo a su lado.
Observé mientras Elsie abría los ojos, cuando rápidamente miró alrededor,
observando el cuarto a oscuras. Miró hacia mí mientras dejaba el pastel en la mesa de
noche.
Cubrí su mano con la mía y le dije:
—Mira hacia arriba.
Elsie frunció el ceño, pero hizo lo que le pedí. Sus labios se abrieron cuando un
jadeo de sorpresa dejó su boca. No alcé la mirada, en su lugar la observé. No quería
apartar la mirada mientras veía una sonrisa dibujarse en su rostro. No podía apartar
la mirada mientras miraba el techo de estrellas.
—Levi —susurró entre lágrimas—. ¿Qué has hecho? ¿Qué le estás haciendo a mi
corazón y a mi alma?
Por una vez fui con las palabras que derramaba de mi boca.
—Estoy enamorándome de ti.
La sangre corrió a mis mejillas, mis nervios encendidos con al rojo vivo. Pero lo
que había dicho fue suficiente para arrancar la atención de Elsie de las estrellas de
plástico neón y centrarse en mí. En silencio se acercó más y más, hasta que sus labios
cayeron sobre los míos, su boca nerviosa y tímida, antes de hacerse más atrevida y
fuerte.
La besé de regreso. La besé de regreso con todo mi ser, envolviendo mis manos
alrededor de sus hebras doradas. Elsie gimió en mi boca mientras la bajaba para
recostarla sobre la cama. Nos besamos y besamos hasta que, sin aliento, Elsie
retrocedió para mirarme a los ojos.
—Levi, tú… tú me haces querer entregar mi corazón.
Y eso fue todo lo que se necesitó. Eso fue todo lo necesario para enamorarme por
completo de mi chica callada, mi hermosa chica.
Bella mia.
—Elsie —gruñí, separándome de su boca.
Viendo su cuello desnudo, la piel iluminada que tenía que besar, moví mis labios
sobre esta, rozando a lo largo de la suave carne.
Elsie gimió y se retorció bajo mi toque. La piel sabia tan dulce como las
manzanas. Cuando mis labios pasaron sobre su pulso, lo sentí latiendo con fuerza
"demasiada fuerza".
De repente me aparté cuando la espalda de Elsie se arqueó, y me senté sobre mis
talones. Mis manos estaban enroscadas sobre mis muslos mientras contenía lo que
quería hacer. Algo que no tenía ni idea de cómo comenzar.
La sensación de la punta de un dedo pasó sobre mi mano, pero mantuve los ojos
cerrados. Estaba excitado, estaba intentando como el infierno calmarme.
—Levi —Elsie iba a hablar, pero la interrumpí.
—Lo siento —dije, mi voz tensa de necesidad—. Me moveré. Sólo… sólo necesito
un minuto.
Elsie no dijo nada en respuesta, inhalando repetidas veces. Entonces, de repente,
sentí un beso contra la parte baja de mi garganta. Mis ojos se abrieron de golpe para
ver a Elsie sentada ante mí. Nuestras miradas se encontraron, ella mantuvo mis ojos
en trance. Levanté su mano a mi rostro. Sus dedos trazaron el borde de mi frente,
deslizándose hacia mis mejillas y a lo largo de mis labios. Los froté juntos cuando
cosquillearon, pero Elsie no se detuvo ahí.
Sus manos continuaron por mi garganta, hasta mi pecho, sólo para detenerse
donde los botones de mi camisa estaban aún abrochados.
Su cálido aliento vagó sobre mi garganta, y a la luz del frasco, vi sus pupilas
dilatarse. Me congelé, sin ser capaz de moverse y sin ser capaz de hablar, entonces
Elsie deshizo el resto de los botones de mi camisa.
Mi sangre corrió a través de mis orejas, y miré el rostro sonrojado de Elsie. Sus
ojos estaban fijos en los míos mientras sus dedos deshicieron uno, luego dos, tres y
cuatro botones. Mis pantalones se abultaron más mientras más lejos sus manos iban,
mi piel se sonrojó mientras ella la tocaba.
El silencio se extendió hasta que mi camisa estuvo abierta. Esperé por lo que
haría después. Tenía que dejarla tomar el control. No esperaba que empujara mi
camisa sobre mis hombros, cayendo a tela hasta mis muñecas. Tomé aire con fuerza,
poniéndome tan duro que apenas y podía soportarlo. Luego Elsie se movió y besó la
piel de mi pecho.
—Mierda —siseé, la sensación de su boca sobre mi provocó que mis músculos
se tensaran. Elsie se detuvo, pero cuando agaché la mirada, besó mi pecho. De nuevo
beso tras beso a lo largo de mis pectorales. Apreté mis ojos cerrados, sus caricias eran
una dulce tortura.
Sus suaves labios aterrizaron a un lado de mi cuello, subieron más hasta que su
boca se detuvo en mi oreja, y susurró:
—Hazme el amor.
Mis ojos se abrieron y mi respiración se detuvo.
La respiración de Elsie era entrecortada mientras esperaba por mí. Su cabeza se
movió después hasta que sus ojos azules aparecieron a la vista, sus ojos azules estaban
llenos de deseo… por mí.
Ella me quería.
Yo la quería… demasiado.
—Elsie —gemí, llevando mis dedos a su cabello. Empujé mis dedos entre las
gruesas hebras y la vi cerrar sus ojos, entonces se lamió los labios—. Elsie… —murmuré
y rocé mi mejilla contra la suya—. ¿Estás… estás segura?
Elsie se quedó inmóvil, pero no habló. Esperé y esperé hasta que la sentí moverse
hacia atrás. Se movió de mi agarré y lejos de donde estaba sentado. Mi corazón se
desplomó cuando pensé que había cambiado de idea.
Exhalé, listo para bajarme de la cama y buscar algo de aire, cuando Elsie comenzó
a subirse la camiseta sobre su cabeza, lanzándola al suelo, quedando sólo con su
sujetador rosa.
Mis manos se apretaron cuando contemplé su belleza, su increíble cuerpo, su
piel blanca como la leche. Luego se avanzó hasta que estuvo frente a mí. Hasta que su
piel desnuda estuvo a mi alcance.
Podía sentir que mi rostro estaba en llamas.
—Elsie —susurré de nuevo, sintiéndome completamente fuera de mi elemento.
—Hazme el amor —repitió y lentamente colocó sus brazos alrededor de mi
cuello. Con lágrimas en los ojos, añadió—. Bajo las estrellas que me regalaste. Hazme
el amor.
Mi corazón golpeó contra mi pecho. Tuve que admitir.
—Nunca he hecho esto antes. —Bajé la mirada—. Y nunca he esto nada como
esto antes.
La vergüenza me agarró, hasta que Elsie presionó su mano en mi pecho, mi
corazón latía con fuerza.
—Tampoco yo.
Levantando mis ojos, miré su bonito rostro, el cual me miraba fijamente, y jadeé.
—Eres tan hermosa.
Las mejillas de Elsie se sonrojaron, y antes de que pudiera hacer algo más, besé
sus suaves labios y me quité mi camisa. Pasando mis manos por sobre su suave piel,
nos puse sobre la cama, dejándola sobre el cubrecama. Perdido en el beso, me moví
sobre su cuerpo, cubriéndola con el mío. Elsie gimió dentro de mi boca mientras sus
manos bajaban por mi espalda. La sensación disparándose directamente en mi pene,
enviando escalofríos sobre mi piel sonrojada.
Gemí dentro de su boca. Rompiendo el beso, me moví por su garganta hacia su
pecho. Me detuve en sus senos. Elsie se paralizó bajo de mí, y miré hacia sus ojos.
Ella asintió, permitiéndome tocarla. Tragándome mis nervios, pasé mi manos
por sobre su sujetador, su espalda arqueándose y sus suaves gemido llenando el
cuarto. Animado por sus alentadores sonidos, bajé las tiras de su sostén, bajándola
con las manos temblorosas hasta que sus senos fueron liberados.
Mi respiración se entrecortó ante la vista, moví mis dedos tímidamente sobre su
pecho, luego sobre el tenso pezón rosado que estaba endureciéndose bajo mi toque.
Elsie gritó cuando la yema de mi dedo jugueteó con el duro brote. Me congelé ante el
sonido y pregunté.
—¿Estás bien?
Podía escuchar los nervios en mi voz, y mientras Elsie inhalaba por su nariz,
asintió con la cabeza. Entendí que no la había lastimado o provocado dolor, sino que
le había gustado.
—Levi —gimió sin aliento, y pasó su mano por mi cabello. Mis ojos rodaron por
su contacto. Pero entonces su mano estaba bajando mi cabeza, empujando mi cabeza
hacia su pezón. Gruñí, necesitaba probarla. Tomando su lleno pecho en mi mano,
saqué mi lengua y con vacilación lamí sobre la caliente piel. La mano de Elsie se apretó
en mi cabello, encendiendo un fuego dentro de mí. Apartando mi lengua, tomé a Elsie
en mi boca, un jadeó agudo se derramó de sus labios.
—Levi —gritó—, por favor.
Alentado por su suplica, solté su pecho y regresé a su boca, sus ojos y pestañas
cerrados. Las manos de Elsie cayeron de mi cabello y soltaron su sostén, descartando
la tela en el suelo.
Su respiración era pesada cuando nuestros ojos se encontraron, y bajé mi boca,
empujando mi lengua dentro para deslizarse contra la de ella. Elsie me atrajo más
cerca, tan cerca que nuestros pechos desnudos se encontraron, arrancándonos un
gemido a ambos.
Acunando mis brazos sobre la cabeza de Elsie, tomé su boca, ambos más
atrevidos con cada minuto. Con cada toque nuestra timidez y aprehensión
desaparecía, hasta que sólo estuvimos nosotros. Sólo nosotros sin inseguridades, sin
contenciones.
Las caderas de Elsie se levantaron, presionando su muslo contra mí. Eché mi
cabeza hacia atrás y apreté mis dientes. Abriendo mis ojos, la atención de Elsie estaba
fija en mí. Su pálida piel estaba sonrojada y húmeda, su cabellera rubia extendida sobre
la almohada como un halo.
—Levi, por favor —rogó de nuevo.
Tragándome mis nervios, me senté, moviendo por la cama, hasta que estuvo
enfrentando los jeans de Elsie. Sin ser capaz de resistir, pasé mi manos por encima de
su vientre plano, sin nada en su parte superior, con excepción de los brazaletes que
siempre usaba alrededor de sus muñecas y el collar de oro que yacía en su pecho.
Dejando caer mi mano sobre sus jeans, Elsie se detuvo cuando mis dedos
gentilmente abrieron el botón, moviéndome para bajar la cremallera. Mi corazón
estaba golpeando por lo que estaba sucediendo entre nosotros. Pero no podía
detenerme. Deseaba mucho a esta chica. Quería tocarla. Quería hacerla mía en cada
forma posible.
Tomando agarre de la pretina, deslicé hacia abajo los pantalones de Elsie, sus
bragas rosas de encaje bajándose con este. Sacando los pantalones por sus piernas, me
quedé quieto mientras miraba a mi hermosa chica desnuda sobre la cama, su húmeda
piel brillando bajo el brillo neón del frasco de vidrio. Tragó mientras me veía
observarla, luego extendió los brazos, y no pude contenerme. Me moví para ir hacia
ella cuando, de repente, ella se sentó. Me detuvo cuando sus manos aterrizaron en mi
pecho, luego con delicadeza bajaron la cintura de mis pantalones.
—Elsie —jadeé y mi frente cayó sobre la de ella. Coloqué mis manos en la parte
posterior de su cabeza y traté de respirar mientras sus dedos abrieron el botón
superior y bajaron el cierre.
—Elsie —gemí. De repente ella se detuvo.
—¿Lo estoy haciendo bien? —preguntó, claramente nerviosa en su voz.
Noté que su tono de voz ligeramente diferente se había engrosado cuando los
nervios aparecían, sus palabras salían más difíciles. Entonces se me ocurrió que ella
debía tratar evitar que su voz sonara diferente. Mi corazón se resquebrajó cuando me
di cuenta de que cada palabra que dijo, debió haberla pensado antes, para tratar de
disimularlas entre las demás.
—Levi —insistió, recordándome su pregunta. No pude evitar estrellar mi boca
contra la de ella. Las manos de Elsie se aflojaron sobre mis pantalones, y retrocedí para
asegurarle—: Está perfecto, Elsie, nada de lo que hagas puede estar mal.
Elsie dejó caer su mirada y bajó mis pantalones, liberando mi dureza. Mi cabeza
cayó hacia atrás cuando su mano vagó sobre mi pene. Sus ojos se abrieron y se
enrojeció con aprehensión. Queriendo probarlo, pero apunto de arder en llamas no
tenía más, bajamos de nuevo sobre la cama, finalmente quitándome mis pantalones,
los dos desnudos.
Elsie se recostó sobre su espalda y la besé. Mi mano pasó sobre su cuello, y bajó
por sobre su pecho, mis nervios aumentaron mientras más me acerqué a sus muslos.
Detuve mi mano sobre su vientre, tomando aire profundamente, preguntándome que
hacer después, cuando Elsie levantó su cabeza para besar mi mejilla y dijo:
—Quiero que me toques, Levi. —Sonrió tímidamente, luego dijo—: Te necesito.
—Podría hacer algo mal.
La mano de Elsie fue hasta mi mejilla, obligándome a mirarla.
—No podrías —dijo, haciendo eco de mis palabras.
Me incliné hacia su mano.
—Quiero que sea bueno. No quiero arruinarlo.
—No podrías.
—¿Por qué?
—Porque eres tú. Y soy yo. Nada significa más en el mundo que esto. Que
nosotros.
—Elsie —gemí.
—Tómame —ordenó—, sólo… olvidémonos de los nervios esta noche. Sólo
dejemos ir todo.
Exhalando un lento suspiro, agaché la mirada para centrarla en mi mano,
mirándola mientras se deslizaba entre sus piernas, hundiéndose en su centro. Elsie
gimió sin aliento cuando mis dedos se deslizaron entre sus pliegues. Y caí. Me dejé
caer por completo del acantilado en que había estado colgando durante años,
sintiendo finalmente que el agujero en mi corazón comenzaba a sanar.
Estaba tan húmeda y caliente mientras mis dedos entraban y salían. Los gemidos
de Elsie se hicieron más y más fuertes mientras mis dedos más exploraban, sacudiendo
su cuerpo mientras frotaba sobre su clítoris.
—Levi —siseó. Sus caderas se levantaron cuando mi dedo bajo más, buscando
que volviera a subir.
Sin ser capaz de aguantar lo hermosa que se veía, me incliné, besando a lo largo
de la parte inferior de su cuello, lentamente rodeando su clítoris con mis dedos. Las
piernas de Elsie se abrieron mientras movía mi boca hacia sus senos. Tomé su duro
pezón en mi boca, su mano aferrando mi cabeza al lugar mientras lamía alrededor de
la tensa piel.
Mis dedos se movieron más rápido, y con cada círculo, la respiración de Elsie se
hizo más sonora. Manteniendo mi pulgar sobre su clítoris, bajé mis dedos, deslizando
uno en su entrada. Gruñí por cómo se apretó alrededor de mi dedo, sus manos
comenzaron a tirar de mi cabello.
Me levanté de su seno, sólo para ver los ojos azules de Elsie, acristalados por
como la estaba haciendo sentir.
—Elsie —jadeé—. ¿Esto está bien?
Elsie asintió cuando otro gemido salió de entre sus labios.
—Levi —susurró—. Necesito más, necesito…
Corté su suplica con mi boca, mis caderas comenzaron a rozar sobre el colchón.
Mi polla dolía, necesitando sus caricias, necesitando estar en ella, pero quería hacerla
correrse primero.
Mi lengua empujó en su boca, tragándome sus gritos. Trabajé mi pulgar con más
fuerza en su clítoris, empujando otro dedo dentro de ella. Elsie gritó, arrancando su
boca de la mía, y pude escuchar el cambio en su respiración, pude sentir su pasaje
comenzando a tensarse, agarrando mis dedos.
—Levi —gritó Elsie. Su pecho subiendo y bajando en movimientos erráticos—.
Se siente… siento… —La cabeza de Elsie de repente cayó hacia atrás, y golpeó su mano
alrededor de mi muñeca mientras se corría, un grito agudo salió de su garganta.
Observé, fascinado mientras se venía abajo, el rubor cubriendo su pálida piel.
Sus labios llenos se abrieron mientras respiraba y sus ojos se cerraron con fuerza.
Desaceleré mi pulgar sobre su clítoris, hasta que se sacudió bajo mi mano, apartando
el pulgar. Mantuve mis dedos lentamente empujando dentro de ella, hasta que sus
ojos aletearon abriendo y colisionaron directamente con los míos.
Fue la primera vez que no vi nada de timidez en su mirada. Sólo había
aceptación; aceptación, y lo que parecía ser felicidad.
Apartando mi mano, me coloqué encima de Elsie, cubriendo su cuerpo con el
mío. Perdiendo la cabeza ante la expresión satisfecha en su rostro, aplasté mi boca con
la suya. La besé y la besé, nuestras lenguas acariciando y los labios rozándose, cuando
de repente sentí los delicados dedos rozando la longitud de mi pene. Mis labios
cayeron de los suyos al instante y la sentí tocándome. Sus ojos estaban observándome
mientras mi mandíbula se apretó.
Abrí mi boca para gemir su nombre, cuando sus dedos se envolvieron alrededor
de mi longitud, atrapando mi voz dentro de la garganta. Jadeé mientras tímidamente
comenzó a mover su mano de arriba abajo. Mis brazos temblando mientras contenía
todo mi peso para evitar que cayera sobre el suyo, y mi cabeza se metió en el hueco de
su cuello.
Mis caderas se balancearon hacia delante y detrás, aumentando la velocidad, mis
testículos comenzaron a tensarse mientras los escalofríos subieron por mi espalda. Mi
respiración era fuerte y fatigosa y sentí una presión edificarse entre mis muslos.
Sabiendo que estaba a minutos de correrme, retrocedí, montando los muslos de
Elsie, tratando de recuperar el aire. Dejando caer mi mano, la coloqué sobre su mano
moviéndose, haciéndola detenerse.
Podía sentir humedad en mi piel; podía sentir el calor inundando mi rostro.
—Bella mia —gemí, el termino italiano para "hermosa mía" se deslizó de mi boca
inconscientemente—. Debemos parar o voy a… —Me detuve, con el corazón tronando
contra mi pecho.
La mano temblorosa de Elsie me soltó y siseé mientras miraba su cuerpo
desnudo bajo el mío. Tuve que obligarme a mí mismo a no correrme simplemente
mirando su largo cabello rubio alborotado y brillante, su hermoso rostro mirándome
con adoración. Sus senos llenos, su piel blanca…
Mis brazos me atraparon cuando caí hacia adelante necesitando sus labios sobre
los míos. Elsie acunó mis mejillas sin afeitar y presionó mi frente en la suya.
—Elsie —dije voz baja—. Quiero… yo…
—Quiero me hagas el amor también —respondió por mí.
Los músculos de mis brazos dolieron por lo fuerte que apretaba la almohada.
—¿Sí? —pregunté, asegurándome.
Una pequeña sonrisa se extendió en sus labios.
—Necesito esto, Levi. Necesito entregarme a ti.
Mi estómago dio un vuelco por sus palabras, y dije:
—Tengo protección, en mi cajón.
Elsie tragó y asintió. Pasaron casi treinta segundos antes de moverme por encima
de su cuerpo y sentarme en el borde de la cama. Abrí mi cajón y saqué un condón, mis
manos temblaron cuando mi mano se llenó con el paquete dorado.
Vamos, Levi, pensé para mí mismo, hablándome para moverme.
Pero estaba paralizado con los nervios, aterrorizado de hacer esto mal, de
lastimarla o hacer que no quisiera quedarse. De repente, sentí una mano detrás de mí
y los labios de Elsie besar mi espalda. Un escalofrío se extendió por mi piel y tomé aire
con fuerza.
—Quiero esto, Levi —me aseguró la voz incontrolablemente dulce de Elsie.
Miré por sobre mi hombros para ver su cabeza en la almohada mirándome.
—Estoy bastante enamorando de ti, bella mia —admití, mis palabras
paralizándola donde estaba. Con mi mano vacía, pasé mi pulgar por sobre sus
hinchados labios rojos y confesé—: No tengo ni idea de lo que estoy haciendo, y quiero
que esto sea especial para ti. Quiero que esto sea bueno.
Su mano se presionó sobre la mía y ella movió su rostro para poder besar mi
palma.
—Todo es especial contigo, Levi. Porque… estoy enamorándome de ti también.
Cerré mis ojos ante sus palabras, cuando sentí la cama hundirse. Elsie estaba de
rodillas, tomó el paquete de mi mano. Con la cabeza gacha, rompió el paquete y sacó
el condón.
Me giré, con las manos plantadas en sus muslos mientras Elsie se inclinaba y
rodaba el condón sobre mi punta.
—Mierda —siseé mientras me escudaba en la goma, mis dedos enterrándose en
su piel.
Elsie se inclinó y besó la comisura de mi boca, retirándose sólo para decirme.
—Estoy lista.
Me puse en acción ante sus palabras, la empujé hacia adelante y tomé su boca
con la mía, mientras la empujaba sobre la cama. La besé, la adoré, pasando mis dedos
por su cabello. Las manos de Elsie se extendieron en mi espalda, sus cortas uñas
rozando a lo largo de mi piel.
Me metí entre sus piernas, pasando mis manos por su muslo. La besé en el cuello,
bajando a sus senos, antes de levantarme apoyándome en mis brazos, necesitando
estar dentro de ella más de lo que necesitaba el aire.
Sus manos fueron a mis bíceps, y nos detuvimos un momento, ella mirándome
y yo a ella.
—¿Estás lista? —pregunté suavemente, asegurándome una vez más.
Elsie se movió debajo, abriendo sus piernas, hasta que estuve abrazado en su
entrada. Un rubor floreció en sus mejillas ya sonrosadas, y asintió:
—Sí.
Tragando, rogando para no la lastimara, me empujé dentro, centímetro a
centímetro con una lentitud meticulosa. Elsie estaba tan tranquila como la noche
debajo de mí, dándome con sus expresivos ojos todo lo que sentía.
Sus iris azules eran brillantes mientras la llenaba, mi mandíbula se apretó con
fuerza ante la increíble sensación de penetrar en su interior. Elsie hizo una mueca y se
paralizó.
—¿Qué pasa? —pregunté, sintiendo mi punta empujando contra algo dentro de
ella.
Ella controló su respiración y admitió:
—Está comenzando a doler.
Comencé a retirarme rápidamente cuando sus piernas se engancharon alrededor
de mis muslos y me detuvo. La miré sorprendido mientras acunó mi mejilla.
—Soy virgen, Levi. Esto siempre va a ser doloroso al principio… —tomó aire con
fuerza—, pero quiero. Sólo tenemos que seguir hasta la siguiente parte.
Sacudí mi cabeza.
—No quiero lastimarte.
Su cabeza se inclinó hacia un lado y sonrió:
—Es por eso que quiero hacer esto más que nunca. —Sus pestañas aletearon
contra sus mejillas—. Porque te preocupas lo suficiente como para detenerte ante la
idea de provocarme dolor. Porque, incluso aunque puedo ver lo desesperadamente
que quieres estar dentro de mí, estas frenándote, asegurándote de que estoy a salvo.
—Porque eres mi chica —contesté.
Los ojos de Elsie brillaron ante mi declaración.
Empujando en la parte posterior de mis muslos con sus piernas, Elsie me guió
hacia adelante, presionando para atravesar de su virginidad y asentarme
completamente en el interior. Jadeé mientras la llenaba hasta la empuñadora,
sintiendo a Elsie estremecerse contra mi pecho.
Me detuve, esperando hasta que su respiración se estabilizara. Exhaló y dijo:
—Muévete, estoy bien, ahora.
Deposité un beso después de otro en sus mejillas húmedas.
—¿Segura?
La mirada de Elsie se suavizó y rodó sus caderas, mordiendo su labio con sus
dientes. Pero no fue de dolor. La visión de ella, la sensación de ella, girando contra mí,
deslizándose a lo largo de mi duro pene me provocaba instintivamente empujar hacia
adelante, luego retirarme, sólo para empujar dentro de ella una vez más.
—Ah —gimió a mi oído. Mi aliento temblaba mientras comenzaba a aumentar
la velocidad, con la sensación de tomar lo que era mío, de hacerle el amor a mi
hermosa chica. Consumiéndome por completo.
Mi pulso se aceleró y mi corazón resonaba mientras mis caderas empezaban a
coger velocidad. Mis brazos estaban tensos, mi espalda ardiendo mientras las uñas de
Elsie se hundían en mi piel. Los suaves gemidos que salían de su boca hacia mi oreja
y sus pezones se endurecían y frotaban contra mi pecho.
—Levi —murmuró, y me aparte hacia atrás para mirarla. Su boca estaba abierta,
y sostuve su mirada mientras mis empujes ganaban velocidad, el canal de Elsie me
apretaba con fuerza.
—Elsie —gruñí—. Te sientes tan bien.
—Levi, —murmuró, su voz fue cortada por un jadeo, un jadeo que se metió en
mi alma—. Se… —murmuró—. Se siente tan bien.
Apretando mis dientes, me liberé de mi moderación. Empujé hacia adelante,
llenándola con todo lo que tenía. Gruñí, mi respiración descontrolada. Dejé caer besos
por su hombro desnudo, sus mejillas y labios, con cada roce, la presión crecía desde la
parte de inferior de mi espalda. Sabía que estaba cerca, el sentimiento era demasiado
bueno para describirlo.
Los jadeos de Elsie se incrementaron hasta que su canal se empezó a contraerse
y su frente cayó contra mis hombros mientras gritaba para liberarse, apretándome tan
fuerte que la luz quemaba detrás de mis ojos. Me vine, me corrí tan fuerte que rugí al
liberarme, llenándola mientras metía mi cabeza en su cuello.
Su dulce esencia llenó mi nariz mientras inhalaba, mi cuerpo húmedo mientras
me estremecía dentro de ella. Sus manos agarraron mi cabello, tirando de los
mechones con sus dedos.
Me estremecí lentamente dentro de ella, seguro que nunca llegaría al final
cuando las piernas de Elsie se separaron de mis muslos, liberando sus manos de su
agarre en mi cabello.
Respiré. Respiré y calmé mi corazón acelerado, antes de levantar mi cabeza y ver
los ojos de mi chica cerrados fuertemente. Tragué, viendo su rostro enrojecido y
acalorado. Moviendo una de mis manos, acaricié su mejilla, sus ojos se abrieron de par
en par.
—Hola —dije y vi cómo me leía los labios, un hábito que todavía tenía que
romper.
Elsie sonrió tímidamente y replicó:
—Hola.
—¿Estás bien? —solté, mi voz ronca y entrecortada.
Elsie volvió su cabeza para arrimarse a mi mano. Exhaló y asintió, con su
respiración caliente sobre mi rostro. Cautelosamente inclinándome, besé sus labios y
suspiré contra su boca cuando Elsie me besó también. Fue suave y lento, y fue
diferente. Diferente porque lo sabía todo de ella.
Conocía su cuerpo. Conocía su corazón, todo lo que me faltaba por reclamar era
su alma.
Apartándome de su boca, giré sobre mi lado, gentilmente saliendo de ella. Elsie
contuvo la respiración mientras me retiraba, sacando el condón y lanzándolo a la
basura. Volviéndome hacia Elsie, que estaba mirando el techo, vi relucir su hermoso
rostro.
—Tu sei bella —susurré.
Elsie giró su cabeza hacia mí. Sonrió y alargó su mano para llegar a la mía. Tan
pronto como nuestros dedos estuvieron enlazados me empujó hasta que estuvimos
compartiendo la misma almohada.
Elsie me dio el más suave de los besos y preguntó:
—¿Cómo se dice beso en italiano?
Sus ojos se centraron intencionadamente en mi boca, y dije con claridad:
—Bacio.
—Bacio —repitió, su boca saboreando el desconocido lenguaje. Sonreí al ver su
rostro tan excitado, tan brillante, cuando pregunto—. ¿Cuál es tu palabra italiana
favorita?
Fruncí el ceño, entonces casi me parto con la idea cuando Elsie se rio, con su risa
tan adorable y sacudió su cabeza.
—¿Probablemente piensas que estoy loca?
Me reí y sacudí mi cabeza.
—Simplemente nunca me había preguntado cuál era mi palabra favorita
anteriormente, en ninguna lengua.
Eso no pareció detener a Elsie y pensé acerca de lo que había preguntado. Sonreí
cuando una palabra vino a mi mente.
—¿Tienes una? —sospechó.
Asentí.
—Me gusta la palabra farfalle, supongo. Recuerdo que cuando era pequeño
buscaba cualquier excusa para decírsela a mi mamma o a mis hermanos.
Elsie se acercó más.
—Farfalle. ¿Qué significa?
Me encogí.
—Mariposa.
Me respondió con una sonrisa que podría haber iluminado la maldita habitación
y me encogí de hombros.
—¿Qué? —preguntó
—Creo… Creo que mi frase favorita ahora tendría que ser "bella mia". —Cambié
de postura, avergonzado, entonces traduje—. Mi bella.
Elsie se detuvo en seco, desapareciendo todo el humor en su expresión. Sacudí
mi cabeza.
—Eso probablemente fue jodidamente cursi.
—Shhh —me interrumpió Elsie, su mano en mi mejilla. Miré hacia arriba y
dijo—. Fue bello, Levi. Nada que salga de tu boca será nunca erróneo o "cursi", como
dices. —Me callé, esperando a que acabara, cuando dijo—. Eres el alma más amable y
más dulce que jamás haya conocido. Nada de lo que dices contiene otra cosa que no
sea honestidad y gentileza. —Bajó sus ojos—. Porque tú eres, la persona más amable
que existe.
Mi corazón se hinchó mientras decía eso, deslicé mi brazo alrededor de sus
hombros, acercándola a mi costado. La cabeza de Elsie se apoyó en mi hombro y se
quedó mirando las estrellas. Yo también.
Después de unos minutos de silencio, preguntó:
—¿Cómo se dice estrellas en italiano?
—Stelle —repliqué y sentí su cabeza asentir contra mi piel.
Se quedó en silencio otra vez, hasta que su mano agarró la mía y confesó.
—No pude mirar las estrellas durante años después de que mi madre muriera.
El hielo pasó corriendo por mis venas ante la tristeza en su voz. Apuntó hacia las
estrellas de plástico.
—Cada vez que miro hacia ellas, me siento pequeña, insignificante… y
completamente sola. Las miraba y me preguntaba dónde estaba, me preguntaba si
incluso había un cielo. —Sacudió su cabeza—. Mi madre hizo tantas cosas malas, Levi.
Quizás no malas, pero imprudentes. Las drogas, no tener nunca una casa para
nosotras.
—¿Dónde vivías? —pregunté, mi voz ronca llena de comprensión ante el dolor
en el que se encontraba.
Suspiró y replicó:
—Generalmente en las calles. —Me miró—. Es todo lo que he conocido. Y estar
aquí ha sido… —inhaló y exhaló—. Divino.
No había nada que decir, así que la abracé acercándola más. No dijo nada más
sobre su madre y no quería que se sintiera más triste de lo que ya estaba, así que le
pregunté.
—¿Por qué te gusta tanto la poesía?
Esta vez suspiró, aunque no de pena.
—Realmente no lo sé. Siempre me he sentido fascinada por las palabras, cómo
suenan, su estructura, su significados —se detuvo y después dijo—. Cómo pueden
usarse para el bien… o usarse para el mal.
Fruncí el ceño, preguntándome a qué se refería cuando se giró sobre su estómago
y puso sus manos sobre mi pecho. Deslicé mis dedos por su cabello, completamente
obsesionado con todo lo que decía.
—¿Para el mal? —cuestioné, cuando Elsie inmediatamente palideció—. ¿Qué?
—pregunté, mi mano a media caricia en su cabello.
Elsie sacudió su cabeza.
—Nada.
—¿Estás segura? —la presioné, pero sonrió y asintió e inhalando, dijo:
—Supongo que me comenzaron a fascinar las palabras porque viví sin ellas o sin
sonido hasta que tuve ocho años.
—¿Ocho?
—Sí —replicó—. Heredé mi sordera de mi madre, quién era sorda de ambos
oídos. —Apuntó hacia su oído derecho—. Tenía poca audición en este oído. Cuando
tuve ocho, encontramos algo acerca de una nueva técnica quirúrgica que podía
restaurar la audición de mi oído derecho. —Sus ojos cayeron—. Mi madre no tenía
dinero. De alguna manera consiguió el suficiente para pagar mi cirugía, no sé cómo.
Pese a que puedo adivinarlo.
Llevé su mano a mi boca y la besé, un rubor cubrió sus mejillas.
—Cuando me desperté de la cirugía, me habían hecho una corrección auditiva.
Podía oír, no mucho mejor, pero sonaba como un trueno comparado con lo poco que
oía antes. Me acuerdo de estar confundida con los sonidos a mí alrededor. A la gente
hablándome. —Deslizó sus dedos sobre mis labios—. Los escuchaba y emparejaba los
sonidos con los movimientos de sus labios. Mi madre no hablaba, no podía hablar.
Cuando lo intentaba, a veces su pronunciación era demasiado difícil de entender. Así
que tuve que aprender yo sola. Tenía que escuchar y aprender. Aprendí y me obsesioné
con las palabras. —Se encogió de hombros—. Supongo que nunca lo he dejado de
hacer.
—¿Y la poesía?
Los ojos de Elsie se volvieron más brillante y apuntó al techo.
—Hice una pequeña rima acerca de esas estrellas de plástico. Encendió algo
dentro de mí… algo que me ha ayudado cuando pensaba que no podía seguir.
No dije nada más, y Elsie apoyó su mejilla en mi pecho.
—Cuando mi madre murió, pensé que nunca escribiría poesía, de nuevo. Pensé
que nunca miraría las estrellas, de nuevo.
Mi corazón me dolió al comprender, cuando soltó:
—Pero las palabras venían igualmente y simplemente tenía que escribirlas. —
Giró su cabeza hacia mí, una lágrima rodando por su mejilla—. Traté de pararlas, pero
el pensamiento de como a mi madre le gustaba leer mis poemas… cuando pensaba con
claridad… tenía que escribirlos. No tenía opción. Llenaban mi cabeza hasta que tenía
que purgarlas en una página.
—¿Sobre qué tratan? —pregunté suavemente.
—Sobre muchas cosa, pero… sobre todo acerca de ella. Como era mi vida sin ella,
qué haría si solamente pudiera verla una vez más.
Un nudo se formó en mi garganta e imágenes de mi propia mamma me vinieron
a la mente. Podía sentir el dolor de Elsie, porque yo también lo sentía. El silencio se
apoderó, entonces pregunté:
—¿Puedo escuchar alguno?
Elsie se quedó parada.
Me moví y aseguré.
—No importa si no quieres.
—No es eso —dijo—. Es sólo que… nadie los ha escuchado desde lo de mi madre.
Jamás los he pronunciado en voz alta.
—Está bien —murmuré y vi como Elsie se relajaba.
Cerré mis ojos, sintiéndome agotado y cansado, cuando escuché:
—Escribí éste después de que mi madre muriera. Cuando estaba en acogida, en
el orfanato, y sin nadie con quien hablar.
Mis ojos se abrieron de par en par mientras millones de preguntas flotaban por
mi mente. ¿Acogida? ¿Orfanato? Pero todo ello se alejó cuando empezó a recitar su
poema.
—La Puerta del Cielo —anunció. Sus ojos no estaban centrados mientras las
desgarradoras palabras salían.
Elsie siguió, quebrando su voz al final. Mientras estaba sentado aquí en silencio,
asombrado en silencio, mis mejillas se llenaban de lágrimas.
Elsie parpadeó, volvió a parpadear y apretó mi mano. No le dijo nada; no le dije
nada, pero nos quedamos sentados, abrazándonos el uno al otro, ambos destrozados
por sus palabras.
Los minutos pasaron, hasta que Elsie cambio de postura y se tumbó en el cojín a
mi lado. Sus ojos brillaban, completamente vulnerable. Hablé antes de pensar.
—Quédate —susurré, con mi mano en su mejilla—. Quédate conmigo, aquí.
Elsie contuvo el aliento y apretó mi muñeca.
—Levi.
—Por favor —le rogué, sabiendo que me rompería si se fuera—. Quédate aquí.
Conmigo. Simplemente se mi chica.
—¿Qué haré? —susurró, sus atemorizados ojos buscando en los míos.
—Ya he hablado con Lexi. Quiere enseñarte su centro de tratamiento. Quiere
ver si puedes ayudarla en algo… si estás preparada. Sólo si estás preparada.
—¿Su centro de tratamiento? —preguntó. La esperanza creció en mi corazón al
escuchar el interés en su voz—. No lo entiendo.
—Lo sé —repliqué—. Pero quiero que Lexi te lo enseñe, que te explique por qué
abrió un lugar así… y por qué te quiere allí.
Sus ojos parecieron llamear con la misma esperanza que había en mi pecho,
entonces sus ojos cayeron, cuando murmuró:
—Levi, hay cosas que no sabes de mí… cosas que me han hecho ser quien soy.
Que no te he contado, que me acechan.
—Lo sé —dije entendiéndola—. Pero si simplemente con el tiempo, si te quedas,
quizás un día lo sabremos todo acerca del otro. Quizás seremos el único para el otro.
Paró, entonces exhaló, asintiendo con su cabeza. El alivio fluyó a través de mí y
aplasté mi boca contra la suya. Cuando me retiré, Elsie estaba sin aliento y susurró:
—Estás robándome el alma, Levi. Como un ladrón, estás llevándote mi alma y
haciéndola tuya.
Sentí mi corazón elevarse hasta mi rostro mientras decía
—Creo que tú ya tienes la mía. —Sentí como Elsie se paralizaba cuando dije—.
En realidad creo que son gemelas.
Me besó otra vez y la envolví entre mis brazos. Mientras cerraba mis ojos,
susurré:
—Bella mia.
—Tus nuevas palabras italianas favoritas —Elsie murmuró, medio adormilada.
Mi todo favorito, quería añadir. Pero ambos nos dormimos "juntos" antes de que
pudiese decirlo.
Capítulo
ELSIE
8
LDS: Lenguaje de los signos
amigos, que a su vez la enviaron a sus amigos, y cuando fui a la escuela al día siguiente,
casi todos los estudiantes me habían visto... desnuda.
La chica se cubrió los ojos, con su voz llena de dolor.
»No podía alejarme de todo. Me llamaron puta, zorra. Pintaron mi casillero, el
auto de mi madre que había llevado a la escuela. Todo estaba en Facebook, y eso nunca
desapareció.
—Tómate tu tiempo, Charlotte. —La tranquilizó el hombre.
Charlotte respiró hondo.
—Pasaron semanas y semanas y nunca desapareció. Seguí pensando que lo
olvidarían, que algo iba a pasar que me quitaría la atención de encima, pero no fue así.
Mis mejores amigas se distanciaron de mí. No tenía a nadie con quien sentarme en el
almuerzo. No tenía a nadie con quien hablar, en quien confiar... y no pude aguantarlo
más.
Mis músculos se paralizaron mientras esperaba lo que vendría después, pero ya
lo sabía. Ya que me había sucedido a mí también. Sospeché que cada joven en la sala
sabía exactamente lo que vendría después; solo los detalles más ínfimos serían
diferentes.
»Era tarde, y sabía que mis padres estarían durmiendo. Así que tomé la cuerda
que había robado del cobertizo de mi padre y la até a la parte superior del respaldo de
la cama. —La chica tomó aire, mientras otra chica a su lado le frotaba la espalda en
apoyo. Ese acto de bondad hizo que mis ojos picaron con lágrimas, y luego la chica
continuó—. Mi padre había estado preocupado por mí, me lo dijo... después. Fue a ver
cómo estaba y me encontró colgando. Me desperté en el hospital y me trajeron aquí.
Charlotte se quedó en silencio, y el hombre comenzó a hablar. No escuché a las
demás, el ardor en mi pecho era demasiado para soportar.
Girando tan rápido como pude, corrí hacia una salida, empujando las puertas
hasta que el aire frío se apoderó de mi rostro. Respiré profundamente, dejando que el
frío del invierno llenara mis pulmones. Me quedé allí, al borde del jardín, tratando de
calmarme.
No estaba segura de cuánto tiempo había pasado, pero cuando me di vuelta, vi
un par de ojos oscuros mirándome a través del cristal del invernadero: Clara.
Agaché mi cabeza mientras me miraba, viéndose tan pequeña y frágil en una
gran silla marrón. Abrí y cerré mis manos, aflojando mis dedos, cuando me obligué a
mirar a Clara a los ojos e hice señas:
“Hola”.
Vi la sorpresa en su rostro. Vi que se sentaba más reta y se movía hacia el borde
de su asiento. Entonces la vi levantar sus manos y responder tímidamente con su
propia señal.
“Hola”.
Sonreí. Sonreí de cuan tímida parecía. Como un reflejo, pensé, como mirarme en
un espejo.
Clara se echó hacia atrás en su silla, pero su atención no se apartó de mí.
Concentrándome en tranquilizarme, moví un pie adelante, luego otro, y antes de
darme cuenta, estaba caminando de regreso al interior de la casa, avanzando hacia el
invernadero.
Los ruidos de las sesiones de terapia se desvanecieron en el fondo mientras
entraba en la gran sala de cristal abovedada. Las sillas vacías estaban colocadas
alrededor de ese gran espacio, pero solo una estaba ocupada por Clara, con vista al río
que fluía al otro lado del jardín.
Mi pánico se fue desvaneciendo mientras más me acercaba a la niña, y se evaporó
cuando me senté ante a ella. Es bonita, pensé, mientras examinaba su piel clara y
cabello largo y castaño. Movió sus ojos en mi dirección, unos ojos marrones que
podrían haber sido bonitos si no estuvieran llenos de tanto dolor. Es extraño como los
ojos pueden mostrar tanto. Estuve de acuerdo con el dicho, los ojos son la ventana del
alma. Y el alma de Clara estaba rota, pude ver que estaba destrozada en pedazos.
Clara bajo su mirada, después se concentró de nuevo en la ventana. Estrechando
las manos, las moví en el aire e hice señas:
“Hola Clara”.
Clara volvió su cabeza hacia mí mientras movía mis manos. Su mirada se dirigió
a mis ojos. Por un momento me pregunté si habría hecho los signos mal, o si no me
quería aquí. Me preocupaba el estar invadiendo su espacio.
Pero unos segundos después, levantó sus manos e hizo señas:
“Hola”. —Hizo una pausa y luego añadió—. “¿Quién eres?”
“Elsie”. —Hice señas—. “Soy amiga de Lexi. Vine aquí hoy para ver el
centro”. —Señalé alrededor del invernadero—. “Es hermoso”.
“Es bonito aquí”. —Clara hizo señas de nuevo, y señaló a la ventana.
Asentí y le pregunté:
“¿Te gusta el agua?”
“Es relajante. Tranquilo” —dijo con señas.
Deslicé mi silla frente a ella, colocándome cuidadosamente en su línea de visión.
Me quedé mirando el agua también, ahora capaz de oír la corriente fluir
suavemente a través de la ventana abierta por encima de mí. Debí haber movido mi
cabeza en alto para que mi buen oído lo escuchara. Clara frunció sus cejas con
confusión.
“¿Puedes oír?” —Hizo señas mientras miraba la línea de su frente.
Sacudí mi oreja derecha.
“Tengo un poco de audición en este oído”. —Giré la cabeza para mostrarle
la ayuda que me daba el audiófono.
Clara se inclinó hacia delante, miró, y luego retrocedió. Dirigiendo sus ojos
atormentados al río. Preguntó:
“¿Cómo suena?” —Seguí la dirección que señalaba con el dedo y me quedé
mirando el río fluyendo.
“¿El río?” —Hice señas.
Asintió. Cerré los ojos, preguntándome cómo explicarle el sonido a una niña
atrapada en el silencio. Al abrir los ojos, me incliné hacia adelante y tracé mi dedo por
su brazo. Curvé la línea invisible que estaba haciendo hasta que toqué su muñeca.
—“Así”. —Hice señas—. “Solo imagina varios dedos aumentando el volumen”.
Clara miró su brazo y repitió el camino que acababa de trazar con mi dedo. Cerró
los ojos y mi corazón se derritió cuando vi una pequeña sonrisa formarse en sus labios.
Sus pestañas revolotearon contra sus mejillas y, cuando sus párpados se
abrieron, sus ojos marrones no estaban tan tristes como antes. Inclinó su cabeza hacia
abajo, cuando sus manos preguntaron:
“¿Siempre pudiste oír?”
Negué.
“Tenía una pequeña cantidad de audición, solo alrededor de un siete por
ciento. Principalmente eran solo pequeños sonidos, pero nada era claro. Tuve una
operación cuando tenía ocho años y de repente pude oír. Fue extraño al principio, pero
tuve que aprender a lidiar con eso de forma rápida”.
“No puedo oír nada” —divulgó—, “mi madre tampoco podía”.
Recordé que Lexi dijo que su madre había muerto, y respondí:
“Mi madre era totalmente sorda también”.
Su expresión se relajó, luego se transformó en tristeza.
“Mi madre murió”. —Hizo señas—. “El año pasado. De cáncer”.
Un dolor profundo se situó en mi pecho porque entendí lo que estaba pasando.
Extendí la mano y tomé la suya, apreté sus pequeños dedos para darle apoyo. Entonces
retrocedí, y le confié:
“Mi madre también murió. Hace cinco años”.
Sus ojos brillaron.
“¿Tienes padre?”
Negué.
“Éramos solo nosotras. Cuando murió… —Extendí mis manos, y
rápidamente hice señas—… Me llevaron en un hogar de acogida”.
Clara suspiró, y pregunté:
“¿Tienes padre?”
Asintió.
“Mi padrastro. Es agradable, pero en realidad no me entiende. Puede oír, y puede
hacer señas, y quería a mi madre con todo su corazón. Pero... pero nos mudamos desde
California cuando mamá murió. Consiguió un nuevo trabajo y dijo que necesitaba
comenzar de nuevo”. —Clara dejó de hacer señas y pude ver la angustia revolotear a
través de sus ojos—. “Empecé en una nueva escuela, pero nunca encajé”.
Me di cuenta de que sus manos habían empezado a temblar, y lo supe. Solo sabía
lo que vendría después. Lo sabía porque lo había vivido.
—No hay problema —murmuré cuando tomé su mano.
Leyó mis labios y tiró sus manos hacia atrás. Me senté hacia delante mientras
miraba por la ventana.
“Fueron dos chicas principalmente”. —Se apartó el cabello del rostro. —
“Fui a una escuela de sordos, así que no fue a causa de mi falta de audición”. —
Alzó sus cejas—. “No sé por qué, pero nunca pude pensar en una razón de por qué
me eligieron a mí, aunque no les caía bien casi desde el momento en que llegué”.
Mi estómago se quejó de dolor, con simpatía.
Parpadeó para contener las lágrimas, pero no dijo nada más. Pude ver que estaba
perdida en el recuerdo, en el dolor con el que todavía vivía cada día. Estirándome hacia
adelante, tomé su mano y nos quedamos así durante un rato, las dos mirando el caudal
del río frente a la casa.
Una señora entró en el invernadero rompiendo nuestro silencio. Miré hacia
arriba para verla con una bandeja. Dos bebidas y unos aperitivos estaban en la bandeja.
Los puso delante de nosotras. Le sonreí en agradecimiento, y nos quedamos solas.
Capté a Clara mirándome.
“¿Estás bien?” —Le hice señas, dejando caer mis manos solo para colocar
su bebida delante de ella.
“Eres la primera persona con la que he podido hablar desde que llegué aquí.
Tengo que escribirlo todo, pero no me gusta. Las palabras reflejadas me duelen
demasiado”.
Me tragué el nudo de mi garganta e hice señas:
“Bueno, ya estoy aquí”.
Me sonrió y preguntó:
“¿Vas a estar mucho por aquí?”
“¿Quieres que lo esté?”
Asintió, con rubor en sus mejillas.
“Será agradable tener a alguien con quien hablar con signos”. —Tomó una
respiración profunda—. “Lo he... extrañado”.
Tragué.
“Entonces voy a estar por aquí casi todos los días. Podemos hablar con
signos”.
Clara asintió y bebió un trago de jugo. No dijo nada más mientras los minutos
pasaban. Pero yo tampoco. Oí la voz de Lexi antes de entrar en la habitación, y me di
vuelta para verla llegar a la puerta, con una sonrisa vacilante en su rostro.
—¿Estás lista para irnos, cariño? —preguntó.
Asentí, y apoyé la mano en el brazo de Clara. Se volvió hacia mí, e hice señas:
“Tengo que irme ahora. Pero estaré de vuelta mañana”.
Clara asintió.
Me puse de pie, preparándome para moverme, cuando me detuve e hice señas:
“Sé cómo te sientes, Clara. Entiendo cómo se siente. Cómo te sientes al ser
víctima del odio. Ser herida por los demás sin razón”. —Di unas palmaditas con
mi mano sobre mi pecho e hice señas de nuevo—. “Lo entiendo. Puedes hablar
conmigo”.
Sus se llenaron de lágrimas, y bajó la cabeza, pero capté su suave asentimiento.
Poniendo mi mano en su hombro, hice señas:
“Adiós”.
Caminé hacia Lexi, quien me llevó hasta el auto estacionado.
Cuando estuvimos dentro, no podía sacar a Clara de mi mente. No podía sacar
de mi cabeza lo sola que debía sentirse. No podía librar mi mente de la profunda
tristeza de su mirada, y no pude librarme del miedo, de la desesperanza en sus
palabras.
—¿Estás bien, cariño?—preguntó Lexi. Parpadeé para eliminar la imagen
borrosa de mis ojos dándome cuenta que ya estábamos en la carretera, conduciendo
hacia casa.
Asentí, y luego dije:
—Ella estaba muy triste, Lexi. Ella... estaba tan herida y dolorida. —Puse mi
mano sobre mi estómago—. Me causó dolor verla tan herida.
Lexi suspiró.
—¿Cariño?
Levanté la mirada hacia Lexi.
—¿Sí?
—Es como tú.
Mi corazón se aceleró, latiendo demasiado rápido.
—¿Qué quieres decir?
—Tienes la misma tristeza en tus ojos que Clara cuando te miró. Pareces estar
llevando el mismo dolor dentro de ti como ella.
Sus palabras me apuñalaron como dagas. La expresión perdida de Clara llenó mi
mente. ¿Yo era así? Me pregunté. Pensé en la vacilación de Clara mientras hablaba, la
oscuridad que se cernía sobre ella como una nube de lluvia. Y supe, que en el fondo,
era como ella.
Me retorcí en mi asiento, el constatarlo me hizo sentir incómoda.
—¿Cómo… —Me aclaré mi densa garganta—… cómo trató de suicidarse?
Lexi se tensó.
—¿Cómo sabes que trató de suicidarse?
Sin pensármelo inconsciente, pasé la mano por encima de mi muñeca izquierda,
sobre el amplio brazalete de plata que nunca me quitaba, y admití:
—Pude verlo en sus ojos.
—La primera vez fueron pastillas…
—¿La primera vez? —interrumpí.
Lexi asintió tristemente.
—Sí. La segunda, trató de matarse con gas. Su padrastro la encontró en su garaje
con el auto encendido, con la puerta del garaje cerrada y el tubo de escape en la
ventana de la puerta. —Lexi sacudió su cabeza—. Le había dejado una nota explicando
como no podía volver a la escuela, que no podía enfrentar ser el blanco de sus
acosadores ni un día más. —Lexi se volvió hacia mí cuando paramos en un semáforo
en rojo—. Fue la primera vez que supo que estaba siendo intimidada. La escuela no
había dicho nada. Ni siquiera lo sabían. Y ese es el problema que estamos enfrentando
la mayoría de los días, el hecho de que las escuelas no pueden ver todo lo que está
pasando ante sus propias narices, y que los que son ofendidos y atormentados cada
día rara vez le dicen a nadie lo que está pasando. Puede ser que sea por vergüenza, por
pena o miedo, pero la mayoría de nuestros niños en el centro nunca le dijeron ni a una
sola alma que estaban pasando por un infierno. Simplemente sufrieron solos, hasta
que no pudieron aguantar más.
—Lo sé. Igual que yo —susurré. Lancé una mirada de preocupación a Lexi
mientras empezaba a conducir de nuevo.
Exhaló por la nariz, pero no respondió nada. Colocó su mano sobre la mía y la
mantuvo allí hasta llegar a casa. Sin juicio o preguntas... simplemente estaba allí para
mí.
Cuando el auto se detuvo, preguntó:
—¿Volveré allí mañana a las ocho, quieres venir y ver a Clara de nuevo?
—Sí —respondí de inmediato.
Lexi asintió y justo cuando estaba a punto de dejar el auto, dijo:
—Te encontré en el registro de personas desaparecidas, Elsie. —Toda la sangre
dentro de mí se heló y mi mano se congeló en la manija de la puerta—. En el momento
en que descubrimos tu nombre, te busqué y encontré una entrada para Elsie Hall de
Portland, Oregón.
Inhalé una respiración forzada.
—Anuncié que fuiste encontrada, pero por lo que se puede deducir, no tienes
familia. El informe de personas desaparecidas fue hecho por una tal Susan Addison,
que dirige una casa de acogida para chicas en las afueras de Portland. Se hizo un par
de meses antes de que cumplieras los diecisiete años. El caso seguía abierto cuando te
trajimos aquí. Fue presentado cuando huiste del hospital, para no volver jamás.
Todo mi ser temblaba de miedo, con el temor de que Lexi conociera mi pasado.
Una mano presionó mi espalda sobresaltándome. Aun así no me di vuelta. No podía.
Estaba paralizada por el miedo.
—No se lo he dicho a Levi. No me corresponde a mí decírselo a nadie. —Lexi
respiró hondo y continuó—. Tengo una idea de lo que pasaste, Elsie. De todas formas,
puedo reconstruir lo que pudo haber ocurrido en tu pasado. He visto los informes de
cuando fuiste atendida, y por qué. Ese es tu sufrimiento y es cosa tuya encontrar el
camino para hallar la paz. —Movió la mano—. Pero tienes a un chico en esa casa de
la piscina que creo que ya está locamente enamorado de ti, incluso si no se lo ha dicho
a sí mismo. Y si no me equivoco, creo que lo amas también.
Cerré mis ojos y resistí el torrente de emoción que brotó a la superficie.
Lexi suspiró.
»Él lo entendería, Elsie. Créeme. No sé qué sabes del pasado de Levi, o de
cualquiera de nosotros, pero lo entendería. Habla con él, utiliza esa hermosa voz que
mantienes oculta para confiar en él. Créeme cuando te digo, por experiencia personal,
que en el momento en que dejes libres tus demonios, no te perseguirán tanto. Y el
amor ayuda; no es una cura, sino el comienzo del camino hacia la curación.
Lexi se quedó en silencio, y me obligué a dar la vuelta para mirarla. Me sonreía
y pude ver la bondad en su corazón brillar a través de sus ojos verdes.
—No puedo... No puedo afrontar hablar de todo eso, Lexi —susurré.
Inclinó su cabeza hacia un lado con comprensión.
—Lo sé, cariño. Pero con la confianza y el tiempo, espero que podamos ayudarte
a superarlo. Esperemos que algún día puedas ver el arco iris después de la tormenta.
Inclinada sobre el asiento, Lexi me dio un beso en la cabeza. Un movimiento en
la puerta principal me llamó la atención, y vi salir a Austin con camiseta y vaqueros,
con su hijo dormido en sus brazos. Vi la expresión de Lexi derretirse cuando vio a su
marido de pie allí, esperando para darle la bienvenida a casa.
—Nos curamos mutuamente —dijo Lexi, sin quitar la atención de su marido—,
los dos estábamos perdidos y derrotados, pero salimos con fuerza, y juntamos las
cenizas de ambos. Eso me trajo mi arco iris, Elsie. —Resopló una carcajada amorosa y
dijo:
—Me trajo las estrellas.
No sabía lo que significaba esa referencia, pero podía sentir la magnitud de lo
que significaba para ella. Lexi se deslizó fuera del auto y lo hice también. Me acerqué
a la puerta de atrás, permaneciendo fuera de vista. Miré hacia atrás, viendo a Austin,
con sus tatuajes de pandillero y una estatura intimidante, sosteniendo a Lexi en sus
brazos y presionando un suave beso en sus labios.
Me trajo las estrellas...
Caminé por el sendero del jardín hasta la casa de la piscina, abrumada,
repasando de nuevo en mi mente la imagen de Lexi demasiado delgada y enferma, de
Clara tan asustada y pequeña en la gran silla, y de mí tan encerrada y temerosa de que
el mundo alguna vez dejara que alguien viera mi verdadero yo, que escuchara mi voz.
Mi voz diferente, pero mi voz que estaba empezando a entender que debía ser oída,
no obstante.
Abrí la puerta de la casa de la piscina, viendo a Levi, sentado en su escritorio,
estudiando arduamente. Su cabello rubio estaba revuelto y desordenado. Y sabía que
me estaba enamorando de él más allá de lo que jamás creí posible... me llevó a la luna.
Rompiendo su intensa concentración, Levi levantó la cabeza, esa hermosa
sonrisa tímida iluminó su hermoso rostro.
—Bella mía —dijo con voz áspera, mi corazón se fundió de ternura.
Levi se levantó de su escritorio. Estaba vestido con un suéter blanco que se
aferraba a sus músculos, y vaqueros azules que le quedaban a la perfección en sus
piernas. En segundos estaba conmigo, atrayéndome con sus fuertes brazos hacia su
pecho. Envolví mis brazos alrededor de su espalda y lo abracé con fuerza.
Levi se apartó y preguntó:
—¿Estás bien?
Asentí, tan abrumada por cómo me sentía, ante el recuerdo de estar unida a él
en la cama. De puntillas, le di un beso en sus suaves labios. El beso fue tan hermoso
como él.
Rompí el beso y le dije:
—Iré a la ducha.
Levi me miró de forma extraña, pero simplemente pasó el pulgar por mi mejilla
y dijo:
—Está bien. Pedí una pizza para la cena. Podremos comer cuando salgas. Me
puedes contar cómo fue tu día.
Asintiendo, me dirigí al baño, cuando vi mi frasco de conservas brillar más fuerte
que ayer por la noche. En el bote de basura junto a la cama vi un tubo fluorescente
recién vaciado. Sonreí; rellenó el frasco. Mantuvo la luz fuerte.
Me duché lo más rápido que pude, los potentes chorros calientes
inmediatamente me hicieron sentir mejor. Me lavé el cabello, el champú de coco se
llevó la tensión del día.
Me sequé y me envolví en la bata que Levi me había traído. Después de peinar
mi cabello mojado, entré en la habitación principal y Levi estaba en la cama, con un
libro en sus manos. Sonrió cuando me vio entrar. La pizza ya estaba en la cama. Me
quedé mirándolo desde la puerta, y me apresuré a sus brazos cuando los tendió para
que fuera con él.
Me subí a la cama y caí contra su pecho, sus brazos fuertes y cálidos me
mantuvieron a salvo.
—¿Tienes hambre? —preguntó.
Negué.
—Todavía no.
—Está bien —respondió, y pasó los dedos por mi cabello—, coco —dijo con voz
áspera—, me encanta ese olor en ti.
Sonreí contra su pecho, cuando preguntó:
—¿Cómo estuvo tu día? ¿Cómo estuvo el centro? —Detecté la aprensión en su
voz, porque sabía que quería que me encantara. Sabía que era porque pensaba que me
haría querer quedarme. Lo que no había notado aún era que no necesitaba el centro
para quedarme, él era razón suficiente.
—Fue un cambio de vida —dije en voz baja. Me impulse sobre mis brazos. Levi
me miró atentamente—. Lexi me habló de su pasado. Me mostró su foto, de cuando
estaba enferma.
Levi tragó y su piel aceitunada palideció un poco.
—¿Sí? —preguntó.
Asentí.
—Me contó que estuvo a punto de morir, y sobre como Austin la ayudó a sanar.
Levi desvió la mirada, luego se volvió hacia mí.
—Estuvo realmente cerca, Elsie. Estuvo tan enferma, como mi mamma. Pensé
que Aust y yo íbamos a perder a las dos en la misma semana. —Inhaló. En su
exhalación dijo—Pero perdimos solamente a la Mamma, Lexi se resistió. Todavía
lucha cada día... por Aust, por Dante...
—Por ti —añadí—, ella me lo dijo.
—Por mí. —Suspiró y apoyé mis manos en su pecho.
—Me llevó a Kind y conocí a Celesha.
Levi asintió.
—Te gustará. Es realmente buena con los niños. Y con el personal. Tiene un
corazón realmente puro.
—¿Vas allí? —pregunté, y Levi asintió.
—La mayoría de los domingos, antes de conocerte. Estoy allí cuando Austin no
está jugando. Algunos días de la semana también. No soy bueno realmente hablando
con ellos, pero ayudo a algunos en la oficina y lanzo la pelota por ahí con aquellos a
los que les gusta el fútbol. —Recorrió mi rostro con su dedo—. Odio verlos tan
despedazados como están. Malditos acosadores, ¿sabes? Idiotas que hacen a la gente
triste —maldijo. Pude escuchar claramente la ira en su voz.
Mi confesión estaba en la punta de mi lengua. Las cicatrices del pasado tratando
de salir imponerse, de liberarse. Pero algo me impedía hacerlo. No sabía qué era,
suponía que no podía volver a revivir ese momento todavía. Tenía miedo de no ser lo
suficientemente fuerte como para enfrentar los demonios que se desatarían.
Me recosté sobre su pecho.
—Hablé con signos hoy.
Se quedó inmóvil.
—No sabía que podías hablar con signos.
—Sí. Estuve en una escuela para sordos hasta que tuve ocho años, después de la
operación y fui reincorporada. Querían que estuviera entre los niños que oían. No soy
muy buena, pero hay una chica allí, en el centro, Clara. Es sorda, Lexi y Celesha
necesitaban a alguien que hablara con signos, para animarla a hablar.
—¿Y lo hizo? ¿Habló contigo, quiero decir?
—Sí un poco. Ha tenido momentos difíciles. —Cerré mis ojos al sentir los dedos
de Levi en mi cabello. Suspiré, contenta y completamente segura—. Voy a volver
mañana para hablar con ella un poco más. Yo... quiero ayudarla. Está tan triste. Puedes
verlo en sus ojos. Tiene un montón de dolor en su interior. Está completamente
perdida.
—Eso es realmente bueno, bella mía —dijo y sonreí, amando como hablaba
italiano conmigo, amando que me llamara su bella.
Cerré los ojos, sintiéndome más segura de lo que jamás había estado, cuando la
conversación que había tenido con Lexi me vino a la mente. Abrí mis ojos cuando ese
pensamiento después derivó hacia mi madre, y cómo se sentiría si me hubiera visto
así... feliz... enamorada.
Las lágrimas ardieron en mis ojos, y me sentí diciendo:
—Mi madre me dijo que ocultara mi voz del mundo. —Sentí a Levi tensarse
debajo de mí, pero no me moví de su regazo. No podía mirar esos ojos grises sin perder
el control. No podía ver su hermoso rostro y la comprensión que sabía iba a encontrar
cuando hablara de ella. Acerca de esa noche... el día que me dieron la noticia.
—Mis primeros recuerdos son de mi madre advirtiéndome que no hablara con
nadie más que con ella. Me dijo que la gente no nos entendería, que no había lugar en
este mundo para nosotras.
—Elsie —dijo cuándo me detuve—, mírame, bella mía.
Negué mientras aferraba mis manos a su suéter.
—No puedo, Levi. No puedo mirarte mientras te cuento esto... solo déjame
decírtelo. Si miro tu rostro no podré seguir.
No respondió de inmediato, pero luego dijo:
—Está bien. —Me relajé tanto como me fue posible.
—Sé que te dije que mi madre tuvo una vida difícil, que nunca se le dio una
oportunidad. Era mi madre y la quería con todo mi corazón. Sentía lástima por ella
todos los días mientras luchaba por aguantar hasta el siguiente... siempre que tuviera
sus medicamentos. Hasta que se inyectó heroína... hasta que no pudiera recordar. —
Aspiré el fuerte olor del aroma picante de Levi, tomando la fortaleza que me daba.
—Estuvimos mayormente en las calles. Vivíamos en callejones o portales, a veces
con algunos de los amigos de mi madre, a veces por nuestra cuenta. De vez en cuando
teníamos un apartamento o una habitación cuando mi madre conectaba con algún
nuevo hombre o traficante, pero eso nunca duraba mucho. Toda nuestra ropa y
posesiones mundanas estaban en una bolsa pequeña.
Levi dejo caer su mano y acarició ligeramente arriba y abajo mi espalda. Aspiré
profundamente.
—Y esa era mi vida, cada semana viviendo en un lugar nuevo, escondiéndome
del mundo que era la realidad de nuestra vida. Mi madre siempre se las arreglaba para
conseguir un lugar el tiempo suficiente para tener una dirección y cobrar su
discapacidad, pero nunca tuvimos un hogar.
—Fui a la escuela, mantenía mi cabeza baja y me preocupaba por mi madre,
quien, la mayoría de las veces, ni siquiera se daba cuenta de que estaba allí. Hasta que
lo hacía, cuando me hacía sentir como la chica más afortunada del mundo por tener
una mamá como ella. Me dolía el corazón al ver cuán dañada había terminado por la
vida. Sus padres la rechazaron, ocultándola de sus presuntuosos amigos. Se le impidió
de recibir los recursos necesarios para ayudarla a vivir. En muchos aspectos fue la niña
y yo el adulto.
Me aclaré la garganta cuando noté que empezaba a desmoronarme, y Levi
envolvió su brazo alrededor de mi cintura. No me atrajo hacia él, pero sabía que me
estaba diciendo que me tenía... que me sostenía.
—Una semana en la escuela, pude ver a un maestro mirándome. Nunca hablaba
en voz alta a menos que me viera obligada a hacerlo, por lo que nunca le pregunté qué
pasaba. Tenía catorce años, pero no tenía amigos, no tenía a nadie con quien hablar o
pedir ayuda. Ese mes mi madre estaba teniendo un momento muy difícil. Verás, lavé
la ropa, robé nuestra comida... y medí su heroína.
—Maldición, Elsie —murmuró Levi.
Me quedé inmóvil, sabiendo lo mal que sonaba.
—Lo necesitaba, Levi. Lo necesitaba. Podía medir las cantidades que sabía que
podía manejar.
—¿Qué pasó después?
Respiré a través del dolor desgarrador creciendo en mi interior. Respiré y
continué.
—La maestra se había dado cuenta de que no me bañaba. Estaba en muy mal
estado y no había entregado mis tareas. Nos habían echado de otro apartamento. La
maestra informó a servicios sociales, les dijo que estaba preocupada de que estuviera
siendo descuidada. —Tomé una respiración entrecortada—. Cuando nos encontraron,
estábamos en un callejón, sin hogar, y estaba midiendo la dosis nocturna de mi mamá.
—Resoplé una risa incrédula—. Ella estaba aturdida, necesitando sus medicamentos
cuando me alejaron de ella.
Esta vez sentí las lágrimas caer en el suéter de Levi.
—Grité, Levi. Cuando me alejaron de ella, grité, y los enfrenté. Le grité a mamá
pero estaba drogada, sus agujas estaban junto a ella. Ni siquiera vio que estaba siendo
arrancada de sus brazos. —Volví mi rostro hacia Levi, necesitando verlo. Su expresión
era tan desgarrada como me sentía. Extendí la mano a la suya. Envolvió su gran mano
alrededor de la mía y la sostuvo como si estuviera salvando mi vida.
—Me llevaron a un hogar de acogida, Levi. Y la dejaron allí, en ese callejón. —
Apreté mis ojos cerrándolos, viéndome en la escuela al día siguiente—. Estaba sentada
en mi aula, en Química, cuando hubo un golpe en la puerta. Vi al director mirándome
a través del cristal de la puerta, y lo supe. Sabía que iban a venir por mí. Sabía que era
mi madre.
Un sollozo salió de mi garganta, mis ojos se perdieron en el recuerdo.
»Salté de la silla mientras el director y los trabajadores sociales entraron en la
sala. Retrocedí, tratando de escapar de lo que sabía estaban a punto de decirme. Pero
todo lo que hice fue estrellarme contra la pared… no tenía a donde ir. Recuerdo haber
visto a los otros estudiantes mirándome mientras gritaba. Mirándome mientras me
llevaban a la oficina del director, donde me dijeron lo que ya sabía, que estaba muerta.
De una sobredosis. Había tomado demasiado. —Miré los ojos brillantes de Levi y
susurré—: No estuve allí para medirla para ella, Levi. Tomó demasiado y había muerto
en otro callejón en el que acababa de tropezar. Murió sobre el frío suelo, sola, atrapada
en su mundo de silencio.
Los sollozos cayeron y cayeron. Mientras me venía abajo, Levi me levantó en sus
brazos y me acunó contra su pecho. Me abrazó, meciéndome hacia adelante y atrás
hasta que mis lágrimas se acabaron. Hasta que mi garganta estuvo cruda y mi piel con
manchas.
Parpadeé con los ojos hinchados y tomé una respiración larga y profunda. Levi
tiró de mí hacia atrás de donde estaba hasta que pudo ver mi rostro.
Comprensiblemente, permaneció en silencio.
—No fue culpa tuya.
Mis labios temblaron.
—No estuve allí. Me necesitaba. Y no estuve allí.
—Lo sé, bella mía, pero no te correspondía a ti cuidar de ella de esa manera. Era
adicta a las drogas y murió de una sobredosis.
—Yo era todo lo que ella tenía, ella era todo lo que tenía yo. Nunca llegué a
decirle adiós, Levi. Nunca llegué a poner mi mano en su rostro como ella lo hizo
conmigo y juntar nuestras frentes. Nunca llegué a decirle a nuestra manera te quiero.
—Sostuve mi relicario en mi mano—. Todo lo que tengo es su collar. Esta foto de su
rostro sonriendo. Es todo lo que se me ha quedado.
Levi limpió las lágrimas de mi rostro y continúe:
—Después me dejaron en la casa de acogida. A mí y a otras cinco chicas. Y… yo…
era…
Mi voz se cortó cuando la desolación me desgarró, cuando estos recuerdos
tenebrosos empezaron a invadir mi mente, robando mi voz y cualquier compostura
que me quedaba.
Levi se encargó, dándome vuelta sobre mi espalda y acunando mi rostro en sus
manos.
—Elsie —me llamo, mientras intenté dejar de ver sus rostros en mi mente, no
escuchar sus palabras, no sentir sus acosos—, Bella mía —dijo firme—, mírame.
Vi su rostro y me centre en esos ojos verdes. Me centre en esas mejillas sin afeitar
y su bonita piel morena. Mi tembloroso corazón ralentizó. Levi respiró hondo; respiré
en sincronía.
Aferré mis manos a sus fuertes bíceps mientras poco a poco me trajo al presente,
su mirada manteniéndome segura. Parpadeó, sus largas pestañas rozando sus mejillas.
Solo esta vez, mi dificultad para respirar fue por lo profundo me había enamorado de
este chico. Este chico con el corazón de oro, y tonos de plata en los ojos.
Levanté mi mano para acariciar su rostro. El silencio era ensordecedor y la
tensión muy alta. Es mi arco iris, pensé, escuchando las palabras de Lexi en mi cabeza,
y…
—Me trajiste a la luna —me escuché decir. Por una vez, no me preocupe por
como sonaba. No pensé demasiado las palabras, o me esforcé para pronunciarlas
correctamente. Simplemente hablé… sin miedo, mi verdadera voz apenas llegando a
sus oídos.
Levi exhaló, una maravillosa sonrisa en sus labios.
—Entonces tú me has traído la luz. —Cuando respondió con su áspera voz, bajé
sus labios hasta los míos esperando y se fusionaron en un beso. Me sentí más y más
fuerte a medida que su lengua se deslizaba contra la mía, y entregué mi corazón.
Levi desató mi bata y deslizó sus manos sobre mi desnudo estómago, apartando
la tela a un lado. Jadeé cuando bajó su cabeza, besando mi piel, siguiendo el camino
de sus manos.
Arqueé mi espalda cuando mis senos fueron liberados. Levi desplazó su dedo
alrededor de mis pezones, mis ojos cerrados aletearon. Sus suaves labios estuvieron
en un momento en los míos y me fundí en su beso.
Le quité el suéter y deslicé hacia abajo sus calzoncillos y vaqueros. Nos besamos
en la manera más hermosa. Cuando se deslizó dentro de mí, nuestras miradas se
encontraron y nunca las apartamos. Era dulce, era lento y expresaba todo lo que sentía.
Me dio todo lo que necesitaba en el momento. Era cariñoso y me demostró lo mucho
que le importaba. Se preocupaba por mí más de lo que nadie alguna vez lo había
hecho.
Ahora lo sabía.
Gemí, sintiendo el placer creciendo entre nosotros, y mientras me rompí en
pedazos, susurrando su nombre, observé la boca de Levi abrirse mientras se dejaba ir
también.
Cayó en mi cuello, nuestros cuerpos presionados juntos, resbaladizos y húmedos
de hacer el amor. Me mantuve apretada a su cuerpo, sujetándolo con mis brazos
alrededor de su espalda.
—Haces fácil olvidar todo lo malo —susurré en su cuello, sintiéndolo tensarse
en mis brazos.
Levi se echó atrás hasta que su rostro se cernió sobre el mío. Me miró dándome
un suave beso y después dijo:
—Haces fácil ver solo lo bueno.
—Levi —susurré y se movió para descansar a mi lado. Cuando me tumbé a su
lado, caliente en sus brazos, supe que necesitaba ser valiente. Necesitaba darle más de
lo que me había dado. Tenía que ser la novia que se merecía, orgullosa en sus brazos,
no la que tenía que ocultarse, escondiendo su voz del mundo.
Deslicé mi mano arriba y abajo por el brazo de Levi y dije:
—¿Levi?
—¿Mmm? —murmuró adormilado.
—¿Aquella cena de fútbol?
—¿Si? —respondió, su voz un poco más despierta.
—¿Quieres que vaya contigo?
Contuve la respiración esperando su respuesta. Levi se levantó en sus codos y
buscó en mi rostro. Sus cejas estaban levantadas.
—¿Quieres venir?
Tragué.
—Si me quieres ahí… si me quieres a tu lado, estaré ahí.
Tomó una respiración profunda, luego perdí la mía cuando una enorme sonrisa
iluminó su rostro.
—Sí. —Asintió, bajándose para presionar tres besos arriba y abajo en mi
mejilla—. Te quiero ahí —dijo y pude sentir la felicidad en su voz—, realmente te
quiero ahí.
Me sonrojé, esquivando mi mirada.
—Entonces ahí estaré.
Levi acarició su rostro en mi cuello y tiró de mí para acurrucarme con él. Cerré
mis ojos y sentí algo del peso que siempre había aguantado, disminuyendo.
Le conté la mitad de mi historia pero no toda. El rostro de Clara me vino a la
mente y supe que iba estar en el centro tanto como pudiera.
Tal vez, pensé, solo tal vez, ayudándola a superarlo, pueda finalmente encontrar
la fuerza, encontrar mi fuerza, para contarle todo.
Completamente.
Abiertamente.
Sin que esté matándome por dentro.
Tal vez.
p
Había pasado una semana y media. Los días que no pasé con Levi, fui al centro y
estuve con Clara. Cada vez perdía más y más la esperanza. Si había una personificación
viviente de un alma perdida, esta era Clara. Se sentaba en la ventana, mirando el río,
y yo a su lado. Hacía conversaciones inteligentes, a veces sonreía pero estaba
convencida que todo estaba forzado.
Nada de lo que dije o hice pareció sacarla de su depresión. Empezaba a
desolarme el no poder darle esperanza. Lexi y Celesha me dijeron que no debía
desanimarme, no renunciar, sino que siguiera intentándolo. Estaba derrotada; parecía
que su luz interior se estaba desvaneciendo con cada día que pasaba.
La lluvia caía con fuerza cuando entré en el invernadero, con las pesadas gotas
rebotando en el techo de cristal. Tomé mi viejo cuaderno en mi pecho, y tomé mi
acostumbrado asiento al lado de Clara.
“Hola Elsie” —articuló, sin mirar hacia donde yo estaba.
Sus ojos estaban de nuevo en el río, mirándolo irrumpir por la fuerte corriente,
crecido por las fuertes lluvias.
Coloqué mi cuaderno en la mesa junto a nosotras, y me moví en su línea de
visión.
“¿Cómo estás hoy?” —articuló.
Clara levantó sus manos e hizo señas:
“Bien”.
Suspiré. Era la misma respuesta que había dado todos los días. Era la respuesta
que daba a la mayoría de las preguntas, bien. Fue tan frustrante como “está bien” o “de
acuerdo”. Mis nervios aumentaron mientras miraba el cuaderno en la mesa. No había
hablado con Clara sobre mi temporada en el hogar de acogida; no hablé con nadie. No
había hablado con nadie, no había dado a conocer mi horror personal y vergüenza.
Sin embargo había abierto mi corazón y volcado mi alma a algo, aquel bloc de notas.
Después de días de ser incapaz de explicar o ayudar, o decirle que iba a estar
bien, porque no estaba segura que lo estaría, no estaba segura de que alguna vez lo
fuera a estar, sabía que tenía que intentar algo diferente. No tenía palabras para que
ella escuchara, mi lenguaje de señas estaba demasiado oxidado para expresar lo que
quería que supiera, que entendiera. Todo. Lo comprendí todo.
Las palabras que venían de mi corazón eran mi mejor oportunidad de ayudarla,
salvarla de la creciente oscuridad. Miré a Clara cuya cabeza estaba descansando en la
silla, y moví la mano para llamar su atención. Su mirada triste y vacía giró hacia mí.
Levanté mis manos.
“Sé que probablemente lo has escuchado un millón de veces, pero quiero
decirte que te entiendo”.
Clara no reaccionó, pero seguía mirándome. Esto era un progreso.
Toqué con mi dedo en el cuaderno e hice señas.
“Tenía catorce cuando me llevaron bajo protección social. Y tenía dieciséis
cuando empezó el acoso”. —Clara se movió un centímetro adelante. Este solitario
centímetro me dio la esperanza para animarme—. “Al igual que tú, no hablaba,
pero escribía. Escribí todos mis sentimientos en poemas y prosa”. —Me detuve—
. “Tuve que hacerlo, o no habría sido capaz de hacer frente tanto tiempo como lo
hice”.
Clara frunció el ceño. Señalé el cuaderno de nuevo.
“Léelo”. —Hice señas—. “Estos son poemas de mis tiempos oscuros. Como
me sentía cuando estaba sola, cuando no tenía a nadie a quien acudir y ningún
sitio adonde ir. Cuando sentía que no podía seguir adelante”.
Salí sintiendo como si estuviera dejando una gran parte de mi alma detrás. Pero
mantuve un pie moviéndose delante del otro, rezando a Dios que algo de ese cuaderno
la pudiera ayudar. Algo del infierno por el que yo había pasado le enseñara que no era
la única.
Caminé y caminé; no podía parar. Caminé atravesando las aglomeradas salas,
esquivando a los adolescentes que estaban buscando ayuda y sanando sus almas. Salí
a la terraza cubierta y me senté. Estuve sentada tanto tiempo como me fue posible.
Me quedé mirando el río fluyendo, acunando mis manos alrededor de mi cintura
mientras el viento azotaba mi cabello. Me pregunté qué lo hacía tan fascinante para
Clara. Me pregunté si me fascinaría también, si nunca hubiera tenido el don de oír.
¿Me hubiera pasado horas preguntándome cómo sonaba? ¿Me hubiera perdido también
en su ritmo?
Mi pierna empezó a rebotar, y ya no podía seguir sentada ahí. Poniéndome de
pie, suponiendo que habrían pasado unos buenos noventa minutos, me dirigí de
nuevo en el invernadero para ver el cabello castaño de Clara cayendo en la silla.
Me aproximé lentamente y con cuidado, más por miedo de lo que hubiera leído
en mis poemas que a cómo ella se sentía. Entonces escuché sorber. Me volví para estar
de frente a Clara sentada en su silla, y mi corazón se partió en dos cuando vi que sus
mejillas estaban húmedas y tenía los ojos enrojecidos.
Mi libreta estaba pegada a su pecho, abierta en una página.
“¿Clara?” —Hice señas—. “¿Estás bien?”
Miró mis manos y después asintió. Me senté ante ella y bajó la libreta,
apoyándola en su regazo.
“Este”. —Señaló, luego palmeó con su mano encima del corazón—. “Soy
yo” —añadió, con una lágrima cayendo de sus hinchados ojos—, “este poema es
sobre mí”.
Bajé la mirada rápidamente hasta el poema, y me quede inmóvil. Es el que más
solía leer. El que me desgarraba. El que escribí en las peores burlas de Anabelle. El que
escribí justo cuando sucumbí a sus crueldades.
“Corazón desgarrado” —vocalicé mirando el título garabateado del
poema. Clara asintió y la observé cuando estaba empezando a leer desde la
primera línea.
Inhalé profundamente por la nariz mientras miré los ojos de Clara dejar la página
y trazar sus dedos por encima de las palabras, la crueldad triunfa, sin esperanza… la
crueldad triunfa, sin esperanza… la crueldad triunfa, sin esperanza…Trazó las palabras
tres veces, después se señaló. Mi piel se erizó con una sensación, la de saber. Sabía lo
que aquella línea significaba. He vivido esto. Todavía estaba viviéndolo, al igual que
ella.
“Crueldad”. —Hizo señas—. “Esto es lo que hicieron. Usaban la crueldad
para hacer daño, hasta que toda la esperanza se desvaneció”.
—Pero puedes luchar contra ello —señalé y Clara inclinó su cabeza a un lado.
—"¿Has luchado? ¿Lo has vencido?" —preguntó y deje caer mis manos.
Sonrió tristemente, después señaló de nuevo las últimas dos palabras… sin
esperanza…
Clara miró ese poema tan intensamente que tomé la libreta y arranqué la página.
Abrió sus ojos marrones sorprendida cuando coloqué el papel en su regazo. Negó, e
intentó levantar sus manos. Las detuve, con mis manos sobre las suyas. Se centró en
mi boca.
—Es tuyo —dije, y la vi leer mis labios.
Bajó su mirada y dijo:
—Gracias… —Mi corazón se llenó de luz cuando los sonidos la monocorde
tartamudez de su voz llenó mi oído.
—Con gusto —gesticulé de vuelta y apreté su mano.
Escuché el sonido de los tacones de Lexi llegando por el pasillo para llevarme a
casa, para que pueda vestirme para la cena de esta noche.
Sentándome de nuevo, le hice señas:
“¿Estás bien Clara? Me tengo que ir”.
Tomó respiración profunda después sonrió. Sonrió. Y no era fingido ni tampoco
pequeño. Sonrió enseñándome sus dientes y asintió.
Levantó el poema en su mano, luego volvió a bajarlo e hizo señas:
“Esto me da esperanza. Gracias”.
Vi a Lexi entrar por la puerta y me puse de pie. Por primera vez desde que había
empezado venir aquí, había llegado a Clara.
Mi dolor le había ayudado. Mis palabras le habían enseñado que no estaba sola.
Su reacción me enseñó que no estaba sola.
“Te veré mañana Clara, ¿de acuerdo?
Clara se estiró y tomó mi mano, apretando mis dedos. Asintiendo, presioné un
beso en lo alto de su cabeza, después caminé hacia Lexi quien estaba sonriéndome con
orgullo.
Caminamos por el pasillo y cuando estábamos en el automóvil, Lexi se giró hacia
mí.
—¿Has tenido un avance? —preguntó.
Asentí sonriendo.
—Fue uno de mis poemas. La ayudó.
Lexi inclinó su cabeza a un lado.
—¿Escribes poemas?
Vacilé, no me había dado cuenta que había dejado un secreto salir, pero contesté
sinceramente.
—Sí.
—Eres una chica bastante remarcable, Elsie —declaró Lexi y palmeó mi pierna—
, me alegro que hayas visto un progreso con Clara, esto ayuda para que se animen a
hablar. Es el primer paso Elsie. Deberías estar contenta.
Nos fuimos a casa y todo el camino sentí cambios en mi interior. Ayudé a alguien
ver que no estaba sola. Incluso los nervios que estaban amenazando elevar la
inquietud de esta noche, no podían robarme esta sensación positiva.
Tal vez pensé, tal vez después de todo hay un sitio para mí en este mundo.
Capítulo
ELSIE
¡Aquí viene ella, chicas! ¡Idiota! Por favor— se burló Annabelle, sus
manos juntas en posición de oración mientras me enfrentaba—, no
hables, ¡sálvanos del sonido! ¡Nuestros oídos no pueden soportarlo!
Las otras chicas se rieron. Se rieron y rieron hasta que mi cabeza
estuvo rodeada con tan solo su sonido. Y yo no podía soportarlo. Yo estaba
muy sola, cansada y asustada. No podía soportarlo…
Elsie,
Al final, fue agradable saber que alguien me entendía.
Pero llegaste demasiado tarde.
Gracias por intentarlo. Simplemente ya no puedo seguir oyendo sus voces.
Clara x
Lo dejé caer al suelo mientras leía las palabras y gritaba. Gritaba desde mi
garganta hasta que estaba tan en carne viva que los gritos se negaron a continuar.
Unos brazos cálidos se envolvieron alrededor de mí, y pregunté:
—¿Qué le pasa a la gente? ¿Qué le pasa a la gente que nos lastiman hasta que
preferimos morir antes que vivir en su mundo? ¿Qué pasa con nosotros? ¿Qué pasa
con ellos? No lo entiendo, porque jamás podría lastimar a alguien así. Es imposible
para mí sentir otra cosa que repugnancia ante la idea de lastimar a alguien de esa
manera.
Levanté mis muñecas, y todo el mundo vio mis cicatrices.
—No podía soportarlo más. Quería morir, pero me encontraron. Me
encontraron cuando no quería que lo hicieran. Me encontraron cuando todo lo que
quería hacer era irme. Para finalmente sacar sus voces de mi cabeza. —Golpeé mi
pecho—. Para eliminar el dolor de aquí.
—Elsie, por favor —dijo Levi. Levanté mi cabeza para verlo parecer, tan triste, a
mis ojos. Dejó caer su frente en la mía—. Bella mia, por favor. Déjame cuidar de ti.
—¿Por qué lo hacen, Levi? ¿Por qué? —susurré.
—No lo sé, pequeña, pero tú me tienes a mí. Nos tienes a todos nosotros. Y no
deseamos lastimarte o causarte dolor.
Me desplomé contra su pecho, y recogiéndome en sus brazos, me puso de pie.
—Lev, necesitas ayuda…
—No —cortó las palabras de Lexi—. Ella es mi chica. Yo me encargaré de ella.
Me necesita.
Me sostuve un poco más fuerte mientras cruzábamos el patio. Levi me colocó en
la cama con un beso en mi frente, luego escuché el agua correr en el baño. Solo
parecieron segundos antes que Levi me quitara la ropa, luego se quitó la suya. Nos
sentó en la gran bañera, en el agua caliente envolviéndonos con calidez. Sus brazos
envueltos alrededor de mis hombros y atrajo mi espalda para que yaciera contra su
pecho, atrapándome en su abrazo con sus fuertes muslos.
Cansada e insensible, mi cabeza cayó hacia atrás contra su hombro. Levi suspiró
en mi cabello, envolviendo su antebrazo alrededor de mi pecho. Miré hacia adelante,
concentrándome en una mancha en la pared blanca del baño. Mis ojos picaban por lo
irritados que estaban, aun así mis lágrimas se habían secado. No era porque sintiera
menos dolor, sino porque mis conductos lagrimales estaban exhaustos.
Estaba exhausta.
Había estado exhausta durante dos años.
Y había terminado.
—Bella mia —dijo suavemente y besó mi hombro—. ¿Cómo te encuentras?
—Cansada —respondí. Apretando su brazo alrededor de mi pecho y levanté mis
manos para envolverlas alrededor de su muñeca. Necesita sentir que realmente estaba
aquí conmigo. No quería estar sola. Estaba cansada de estar sola—. Estoy cansada de
todo.
—¿De qué, cariño? —preguntó Levi, con cautela.
—De todo. —Hundí los dedos en su brazo—. De porque algunas personas hacen
de su vida la misión de destruir a otros. De porque algunas personas solo viven para
hacer sufrir a lo demás. De esas personas nunca entienden lo que se siente al estar en
el lado receptor, estar viviendo en una constante pesadilla provocada por ellos, dan
rostro y su voz al demonio, que atentan como dagas en el corazón.
Con su mano libre, Levi retiró un mechón de mi rostro. Tomando una esponja
para pasarla sobre mi cuerpo, la sensación del agua goteando sobre mi piel fría, calmó
algo del dolor.
Parpadeé para alejar las lágrimas de mis ojos, y dije:
—Mi madre fue el producto de las personas que deliberadamente la mantuvieron
hundida. Era la causa de que necesitara la droga. Por qué se convirtió en drogadicta.
Para adormecer el dolor. Porque no es un dolor que se pueda aliviar con las pastillas.
Este dolor existe muy profundo, es tan inalcanzable como intratable. Existe en su
propio plano y solo si eres afortunado puedes enfrentarte a él. —Suspiré—. Mi madre
no era una de esas personas. Ella no siquiera lo intentó.
Levi pasó la esponja por mi brazo, llevándola a mis manos en sus muñecas. Sentí
su pecho tensarse contra mi espalda, y entendí porque tomó una de mis manos y la
alejó. La dejé colgando donde él la puso, y con la esponja, la pasó por el interior de mi
muñeca con el agua caliente recorriendo mi cicatriz.
Sentí su respiración cambiar, entrecortarse y con una voz triste y cortada,
preguntó:
—¿Qué sucedió, Elsie? ¿Qué te pasó que te hizo ser así? Querer terminar con tu
vida.
Salpicó besos por mi cuello, e instintivamente, incliné mi cabeza hacia un lado
para darle más acceso. Sabía que estaba intentando ayudarme, mostrarme de puro
corazón que estaba aquí por mí, que se preocupaba por mí, pero su pregunta me
devolvió los recuerdos que había tratado de mantener escondidos, encerrados. Su
pregunta los liberó todos.
Como si pudiera sentir físicamente la oscuridad que esas chicas trajeron a mi
vida, mi cuerpo se tensó cuando escuché sus risas inundar mi mente, y sus palabras
atravesar mi alma.
Apreté el brazo de Levi y el me empujó tan cerca cómo pudo.
—Su nombre era Annabelle Barnes y llegó a mi vida cuando tenía dieciséis años.
—Me detuve, con su nombre arrastrando con dificultad los sentimientos con él.
—¿Cuándo estabas en el hogar de acogida? —preguntó Levi.
Asentí, mientras el acariciaba repetidamente el cabello de mi frente. Se sentía
bien.
—Me llevaron al hogar de acogida cuando tenía catorce, después de que mi
madre muriera. No había más sitio en los hogares adoptivos, así que nos llevaron a
cinco de nosotras y nos pusieron en el hogar de acogida. La mujer que cuidaba de
nosotros era buena, y las otras chicas… —Me encogí de hombros—. No hablaba. No
hablaba con ninguna. La única vez que hablé fue cuando un miembro del personal me
pidió que les respondiera. La mayoría de mis notas estaban bien, así que podía
mantener mi voz oculta. Ellos no me juzgaron, las chicas me ignoraban, y yo me
mantenía apartada. Era una vida solitaria, una que no me gustaba, pero tampoco
odiaba. Extrañaba mucho a mi madre, ahogándome en un mundo de poca audición y
sin propósito, pero estaba siguiendo adelante. Estaba pasando por ello.
Me estremecí, recordando el sonido de Annabelle entrando por la puerta ese
primer día. De ella poniendo sus cosas en la cama contigua en la habitación. De sus
ojos enojados y su rostro atormentado.
—Luego cuando tenía dieciséis años —expliqué—. Annabelle vino a la casa y mi
vida cambió. —Me moví contra el pecho de Levi, pero me sostuvo más cerca.
—Te tengo, bella mia. Te tengo.
Cerré mis ojos y exhalé por la nariz.
—Desde el momento en el que llegó estaba enojada. No sé qué le sucedió en su
casa original. Nunca lo descubrí, nunca habló de ello, pero la amargaba. Asquerosa.
La hacia cruel… y me convertí en su objetivo. —Me encogí de hombros—. Fue una
elección fácil, supongo, Yo era cayada. Me quedaba en mi habitación, leía y escribía
poesía, mientras las otras chicas en la casa quisieron ser sus amigas inmediatamente.
Creo que era el miedo que ellas sentían lo que las tenía haciendo lo que ella decía.
Su mano dejó de moverse en mi cabeza, y podía sentir su pesada respiración.
Prácticamente podía sentir la ira irradiando de su cuerpo. Pero ahora que había
empezado, quería que entendiera. Era la última parte de mí que estaba escondida y
era la parte más importante.
»Al principio sentía sus miradas mientras uno de los miembros del personal nos
llevaban a la escuela. Se sentaba en el lado opuesto a mí y me observaba, en silencio,
sin expresión en su rostro hasta que me ponía nerviosa. Eso rápidamente pasó a
susurros con las otras chicas, señalándome y riendo, pero siempre donde el personal
no pudiera verlas. Nunca se lo hubiera dicho, solo creía que eso empeoraría las cosas.
—Elsie —murmuró Levi—. Yo…
—De todos modos no importó, porque solo empeoró. Muchísimo. —Mi voz
tembló, y Levi giró mi cabeza para enfrentarlo con sus dedos bajo mi barbilla.
—No tienes que decírmelo aún, si no estás lista.
—Tengo que hacerlo —susurré, incapaz de detener mi flujo de palabras aunque
quisiera.
Levi no me cuestionó u interrogó, me dio un simple beso y se alejó. Descansé mi
cabeza en su hombro.
—Comenzó lentamente, empezó a buscarme en la escuela, en los baños o fuera
en el patio. Siempre estaba cerca mí, sin dejarme jamás fuera de su vista. Las otras
chicas de la casa hacían todo lo que ella decía. Pero era peor en casa. Mis cosas
comenzaron a desaparecer. Destruía mi tarea frente a mí, sonriendo mientras la
observaba hacerlo. Intentaba hacerme hablar, intentaba meterme en sus discusiones,
pero yo me quedaba en silencio.
»Luego tuvimos una nueva cuidadora, Abbie. Ella era cariñosa, pero quería más
de mí. Sabía que estaba intentando ayudar, pero en lugar de dejarme escribir mis
preguntas y respuestas a los otros en la casa, quería que hablara. Había leído mi
archivo, sabía que podía y creyó que estaba ayudando alentándome a hablar. Pensó
que estaba afianzando mi confianza, su buena intención hizo lo opuesto, provocando
mi propia destrucción. —Tragué y mi pecho ardió cuando pensé en el día que
finalmente hablé—. Estábamos sentados alrededor de la mesa de la cocina, y Abbie
me preguntó cómo me había ido el día. Saqué mi cuaderno para responder, cuando
puso su mano sobre la mía y negó.
—Habla—dijo.
Entré en pánico y miré alrededor de la mesa viendo a Annabelle sonreír,
triunfante. Era el momento que había estado esperando y supe tan solo con una
mirada, cuando mi voz salió de mis labios, que le había dado la munición que
necesitaba para atacar.
—Más tarde esa noche en mi habitación cuando me acosté para dormir, la
escuché riendo en su cama. Recuerdo congelarme, la vergüenza surgió de mis venas,
porque sabía que era de mí. Apreté mis ojos, cuando comenzó a hacer sonidos
extraños. Entonces me di cuenta lo que significaban esos sonidos… yo. Mi corazón se
aceleró mientras intentaba ignorarla, luego sentí la cama hundirse. Presionando sus
brazos sobre el colchón a cada lado de mi cuerpo. Estaba paralizada de miedo. Pero
no me lastimó como creí que estaba a punto de hacer. Abrí mis ojos mirándola y ella
me miraba a mí.
—¿Cómo es ser tonta? —preguntó, y mi corazón se hundió—. Eso es lo que eres,
¿no? ¿Cuándo hablas como una retardada? ¿Tonta? Sorda y tonta, porque suenas
malditamente estúpida cuando hablas —levantó la voz, y obstruyendo su garganta para
sonar como yo—. Soy Elsie Hall, y soy una jodida retardada” —se burló.
Me di la vuelta contra el colchón. Su mano estaba de pronto en mi cabello y tiró
mi cabeza hacia atrás, apretando mis mejillas en su mano.
—No te alejes de mí hasta que yo te lo diga, idiota. Se detuvo y comenzó a reír—.
Idiota, esa eres tú, idiota. —Saltó fuera de mi cama, dejándome aterrorizada, con
lágrimas en mis ojos.
—Que perra maldita —dijo Levi, pero sentí pánico al revivir ese momento.
—Solo se puso peor. En la escuela ella hacia sonidos “sordos” cuando pasaba y
todos reían. En casa, venía a mi cama cuando todos estaban durmiendo y me imitaba
hasta que lloraba. Cuando lloraba ella reía. No podía dormir. Era todo el día, todos los
días. Finalmente, no pude soportarlo más. Pero el colmo fue cuando entré a mi
habitación y vi a Annabelle y a las otras chicas en mi cama…con mi cuaderno, el
cuaderno que tenía toda mi poesía, y supe que iba a ser malo. —Las lágrimas esta vez
pincharon mis ojos, luego corrieron por mis mejillas cuando pensé en el poema que
las tenía riéndose de mí—. Era el poema que había escrito para mi madre…
—¿La puerta del cielo? —adivinó Levi, y asentí.
—Cuando Annabelle me vio en la puerta, se puso de pie, imitando mi voz, leyó
el poema en voz alta. Y cada preciosa palabra de la que se burlaba y contaminaba con
su crueldad. Ese poema era mi tributo a mi madre, mi pequeño adiós, mi alma volcada
en una página. Y ella lo mancilló, lo destruyó en segundos. Luego se acercó a mí
mientras terminaba al poema. Estaba allí de pie, con lágrimas cayendo por mi rostro,
sintiendo como si ella escupiera dentro de mi corazón expuesto, cuando preguntó:
—Dime, idiota, ¿era tu mama drogadicta una estúpida retardada también?
Y en ese momento, después de un año de abuso incesante y tortura psicológica,
fui hacia la cocina en el piso de abajo, fingiendo que estaba haciéndome un aperitivo,
metí el cuchillo más afilado que pude encontrar en mi bolsillo y me fui al baño.
Levi se puso rígido.
—Me preparé un baño, igual que este, y me metí. —Sacudí mi cabeza—. Tenía
gracia, porque sabía lo que iba a hacer, pero me sentí más en paz sentada en esa bañera
enfrentando mi propia muerte, desde que mi madre había muerto, que enfrentando a
Annabelle todos los días. Tan calmada cómo fue posible, tomé el cuchillo, hice dos
cortes a través de mi muñeca. Me recosté y dejé que la vida se drenara de mis venas.
Sentí a Levi limpiar sus ojos, pero estaba perdida en el momento. Tenía que
terminar.
»Miré el cielo en todo momento y recuerdo sonreír. Sonreí porque sabía que
estaría en paz en cualquier momento. Sonreí porque sabía que vería a mi madre otra
vez, pronto, sin dolor, sin drogas, feliz y en el Cielo. Sonreí mientras recitaba mi
poema, el poema del que se burlaron tan brutalmente:
Revisaría el mundo buscando Las Puertas del Cielo, sobre montañas y valles,
cada orilla arenosa.
Encontraría la escalera, surcando las nubes, subiría cada escalón, sin hacer
ruido.
Llegaría a las puertas de un dorado brillante, me deslizaría sin ser percibida,
sin agitar un alma.
Jadearía ante su belleza, ante sus ríos y árboles.
Me alejaría de los caminos, me escondería entre las hojas.
Iría de puntillas sin ser vista, bajo el sol y el cielo azul, buscaría en cada
esquina hasta encontrarte.
Atraparía una lágrima, vislumbraría tu cabello, mientras bailas y das
vueltas, sin ninguna preocupación.
Sonreirías y reirías, como un pájaro serias libre, intentaría no llorar, estás
allí sin mí.
Contendría mi mano para no tocar tu rostro, decir tu nombre, sentir tu
abrazo.
Abrirás tu boca y tu voz sería pura, atesoraría el sonido, no soportarías más
dolor.
Me quedaría hasta el atardecer, cuando tuvieras que irte, un dolor en mi
corazón, mi espíritu en pena.
Te soplaría un beso, dejándolo a la deriva en el cielo, susurraría “te amo” y
me despediría.
Atravesaría la puerta, descendería sin ser vista. Sabiendo que un día, hoy,
estaría otra vez contigo.
Abrí mis ojos, mi cabeza palpitando como si hubiera sido atropellada por un
camión. Me quedé mirando la pared a mi lado en la cama y de inmediato sentí que mi
estómago se hundía. Casi no había dormido en toda la noche, estando demasiado
ocupado manteniendo a Elsie en mis brazos y mi mente dando vueltas a lo que ella
me había contado, cómo se había abierto... y me sentí avergonzado. Avergonzado de
no haber visto las cicatrices, ni preguntar por qué llevaba siempre esos brazaletes en
sus muñecas.
¿Y esas chicas en la cena? Esas hijas de putas tan crueles...
Apreté los dientes con mi sangre hirviendo de rabia. Inhalé profundamente, y
me volví en la cama, estirando mi brazo para acercar a Elsie. Fruncí el ceño cuando
sentí su lado de la cama vacío. Me incorporé cuando sentí la sabana debajo de mi
palma fría. Quitándome de encima el edredón, la busqué en la habitación con los ojos.
—¿Elsie, bella mia? —la llamé, pero no hubo respuesta.
Miré al reloj en la pared, y mis ojos se abrieron cuando vi que era casi mediodía.
Me había quedado dormido. Suspiré. Elsie probablemente estaba con Lexi. Después
de perder Clara me pregunté si ella había ido al centro.
Me puse una sudadera de los Huskies, pantalón de chándal, mis zapatillas y salí
corriendo través del patio. El día estaba seco, completamente diferente al de la pasada
noche.
Entré en la cocina por la puerta de atrás, solo para ver a Lexi con Dante y Austin
sentados a la mesa con los cafés. Rápidamente miré a la habitación del frente.
—¿Estás bien, Lev? —preguntó Austin.
—¿Elsie está aquí?
Lexi y Austin miraron entre sí con miradas interrogantes.
—No —dijo Austin y se levantó.
Mi pulso se aceleró. Miré a Lexi.
—¿Podría estar en el centro? —Lexi bajó la cuchara con la que alimentaba a
Dante.
—Acabo de estar allí, Lev. He estado con Celesha toda esta mañana atendiendo
la familia de Clara y ayudando con todos los trámites.
—¿Y ella no estaba allí? —afirmé, el terror llenando mi pecho.
Lexi sacudió la cabeza y me pasé los dedos por el cabello.
—¿No la encuentras? —preguntó Austin.
—No está en mi habitación. Me quedé dormido. No dormí la noche anterior
después de ayudar a Elsie... —Negué—. Toda la mierda que me contó... por lo que ha
pasado. —Miré a mi hermano, a continuación, Lexi que se había levantado y estaba al
lado de su marido—. Ayer por la noche, lo que le hicieron esas chicas y Clara también.
Ha vivido eso. Ella, estuvo a punto de morir, Lex.
—Lo sé —dijo en voz baja Lexi y todo mi aliento salió de mis pulmones.
—¿Tú lo sabías?
La cara de Lexi cayó.
—Lo comprobé en sus registros, Lev. Ella era una fugitiva. Salió corriendo de una
casa de acogida después de que hubiera estado en el hospital por intentar suicidarse.
Vi las cicatrices la primera noche que nos la trajimos de vuelta aquí cuando la limpié.
—¿Por qué no me lo dijiste?
—No era mi historia que contar. Ya sabes lo que siento al obligar a alguien a
hablar de su pasado. Normalmente se hace más daño que bien. Sé esto de primera
mano. —Austin pasó el brazo sobre los hombros y la atrajo hacia sí. Dante se retorció
en sus brazos y lo besó en la regordeta mejilla—. Lev, yo no sabía qué problema tenía,
si era algo de lo que ya se había recuperado o si todavía estaba luchando con él.
—Es una lucha —dije con voz áspera, pensando de nuevo en su adormecimiento
la última noche, de su mirada embrujada y triste voz cuando me habló de Annabelle
y su intento de suicidio—. Una verdadera lucha. Y después de anoche...
Me di la vuelta, lleno de pánico.
»Ella no estaba bien. Me contó que trató de suicidarse y que había preferido
morir. —Me tranquilicé—. ¿Y si lo de anoche trajo todo de vuelta? ¿Qué pasaría si...?
Me callé incapaz de terminar la frase. Austin agarró mi brazo.
—No lo hagas, Lev. No lo hagas, maldición. —Me empujó hacia la puerta y de
nuevo a la casa de la piscina—. La encontraremos, vamos.
Alentados por las palabras de Austin atravesé corriendo el patio, deteniéndome
brevemente en el cobertizo de Lexi. Estaba vacío.
Cuando regresé a la casa de la piscina, corrí al cuarto de baño, la búsqueda tuvo
el mismo resultado, nada. El siguiente fue el armario. La mayor parte de su ropa estaba
allí, pero vi que la chaqueta, bufanda y el gorro habían desaparecido, al igual que sus
botas forradas. Y mi sudadera con capucha. La sudadera con capucha que le había
dado aquella primera noche en que ella entró en mi habitación, para devolver el
rosario que me robó. Había desaparecido del gancho en la puerta.
—¿Nada? —preguntó Austin mientras permanecía el centro de la sala principal.
Negué con un gesto, preguntándome a dónde diablos podría haber ido mientras
miraba a su mesita de noche.
—No —dije en voz baja, cerrando mis ojos mientras la realidad golpeaba.
—¿Qué? —Austin instó y me encontré con los ojos de mi hermano.
—Su tarro no está.
La expresión de Austin era de confusión.
—¿Tarro? —interrogó.
—Su tarro de luciérnagas, igual que el de la habitación de Dante. —Sentí el rubor
de mi rostro—. Le hice uno. No le gustaba la oscuridad, y le hablé sobre la mamma y
cómo solía hacérnoslo de verdad.
—Joder, Lev —Austin me hizo callar y se acercó para tirar de mi cabeza en sus
brazos.
—Se ha ido, Austin. ¿No es así? Se ha largado. —Me alejé de mi hermano a ver
en la pequeña olla donde los palillos de neón para su tarro, ya no estaban.
Desparecieron todos.
—La encontraremos. ¿Sabes dónde ella solía ir antes de venir aquí? —Cerré el
cajón y asentí. Austin me dio una palmada en la espalda—. Probablemente sólo
necesitaba un poco de aire, Lev. Mierda, tuvo que pasar mucho anoche. Ella no se ha
ido. No te habría dejado.
Ya no estaba tan seguro. Agarrando mis llaves de mi escritorio, miré hacia la
mesita en su lado y fui corriendo a su cajón. Cuando lo abrí, encontré su libro de poesía
había desaparecido, junto con el libro que le había regalado para su cumpleaños, una
parte de mí lo sabía, simplemente sabía que no había salido justo para tomar el aire.
Se había ido para siempre.
—¿Lev? —Austin se adelantó, esperando junto a la puerta—. Vamos.
Le seguí fuera de la puerta, mientras mi mano en mi bolsillo tocaba el rosario de
madera que llevaba siempre conmigo. Y recé, recé en cada una de las cuentas para
encontrarla y para que ella no hubiera hecho nada para lastimarse a sí misma.
Subí en mi Jeep y salí a la carretera. La tensión en el coche era densa. No podía
tranquilizarme. Continuaba viendo sus ojos torturados. Pude sentirla desfallecer en
mis brazos mientras la lavé y la abrazaba en el baño.
Había sabido que fue herida, quebrada, pero nunca pensé que la hubiera
afectado tan profundamente. Nunca imaginé que la intimidación podría ser tan
destructiva para el alma hasta que Lexi abrió el centro. Me hizo dar cuenta de cómo
de crueles pueden llegar a ser las palabras de algunas personas.
Austin miró por la ventana mientras conducía hacia el callejón donde la
encontré.
—¿Alguna vez has visto a alguien ser víctima de intimidación, Aust? ¿De manera,
realmente grave?
Austin se encogió de hombros.
—Vi chicos recibir una paliza o siendo maltratados, pero creo que el tipo de
intimidación por la que Elsie pasó es de las que nadie ve, ¿verdad? ¿Del tipo que jode
tu mente?
—Sí —resollé, recordando mientras me contaba como Annabelle la acorraló, la
imitó y se rió en su cara.
—¿Cree que su voz es diferente? La de Elsie, ¿cuando habla? —Me removí en mi
asiento.
Podía sentir los ojos de Austin estrecharse.
—Ella suena diferente, Lev, eso es un hecho. Pero joder, no es nada de qué
avergonzarse. No es demasiado visible. E incluso si lo fuera, ¿a quién le importa una
mierda? —Austin se detuvo—. ¿Por qué? ¿Crees que es malo?
—¡No! —espeté, la ira me llenaba—. Yo ni la oigo. No veo por qué a la gente le
molesta. Y a nuestra edad también. Nunca pensé que la gente hiciera toda la mierda
del acoso después de la secundaria.
—Creo que puedes ser intimidado a cualquier edad, Lev. La edad no tiene nada
que ver con que esos idiotas inseguros acosen a los demás para sentirse mejor.
Sacudí la cabeza.
—Es sólo que no oigo su voz diferente. Me encanta. Me encanta nada más que
escuchar su risa y como habla... decir mi nombre en voz alta.
—Es porque la amas, Lev. No ves sus imperfecciones y si lo haces, la amas más
por eso.
—Yo... yo... —tartamudeaba, con mi rostro ardiendo.
—Está bien, chico —dijo Austin en voz baja—. Está bien admitir que la amas.
Está bien abrirse para permitirse amar. Has luchado para acercarte a alguien durante
mucho tiempo. Elsie jodidamente maltrecha atravesó esa pared —resopló—. Es
curioso que alguien tan tímido y tranquilo, que alguien que no hace ruido, finalmente
se abra paso a través de tu corazón.
Me quedé callado, con mi corazón latiendo muy rápido.
—Sólo quiero que regrese sana y salva. No estoy seguro de querer saber cómo
vivir sin ella.
La mano de Austin se posó en mi brazo mientras estacionábamos cerca del
callejón.
—Vamos a encontrarla. Veamos.
Austin pagó el parquímetro mientras yo corría por el callejón, impulsando mis
pies sobre el pavimento y mis ojos buscando cada centímetro. La esperanza surgió en
mi pecho cuando vi a alguien encorvado en el rincón más alejado.
—Elsie —la llamé y tomé velocidad. —Oí a Austin entrar en el callejón, y me
agaché, reconociendo las mantas que le había comprado—. Elsie —llamé de nuevo,
poniendo la mano en su cuerpo. El brazo de la persona se estremeció y se despertó, el
rostro de un anciano me miró con ojos temerosos.
Salté hacia atrás, enderezándome con las manos en el aire.
—Lo siento —me disculpé—. ¿Ha visto a una chica joven, diecinueve años, con
el cabello rubio en este callejón?
—Vete a la mierda —se quejó el hombre.
Cerré los ojos, perdiendo la fe, sin tener idea de adónde había ido. Metiendo la
mano en el bolsillo, saqué algo de dinero y lo puse ante el hombre. Él me lo arrebató
de mis manos y me alejé.
Austin sacudiendo su cabeza dijo:
—¿Ella no está aquí?
—No —le respondí, saliendo del callejón y dirigiendo mi mirada sobre la
concurrida calle—. No tengo ni idea de adónde podría haber ido.
—Tú la trajiste a pasar el día hace un tiempo, ¿no?—interrogó Austin—. Sí,
paseamos todo Seattle.
—Entonces vamos a reconstruir la ruta. ¿Tal vez ella está siguiendo esos pasos?
—Austin se colocó delante de mí—. Vale la pena mirar, Lev. Vamos a seguir buscando
a tu chica.
Asentí, decidimos comenzar en el Starbucks. Ella no estaba allí. No estaba en el
crucero en barco, no estaba en la aguja del espacio. Ni en la noria, o el restaurante
italiano, ni incluso en la cafetería de poesía. Buscamos durante horas, hasta que
oscureció y pensé que ella podría estar agotada en cualquier lugar dónde sea que
hubiera ido.
Sin otro lugar a dónde ir, conduje hasta casa en el Jeep en silencio total. Estaba
cansado y dolorido de caminar por la ciudad, pero más que eso, estaba devastado,
desolado porque en mi corazón sabía que ella se había ido. Pero lo peor de todo, es
que no sabía si ella simplemente había escapado o si había hecho algo peor, algo de lo
que no podía salvarla. Me imaginé las cicatrices en sus muñecas y no podía respirar.
¿Qué haría yo si ella finalmente había seguido adelante con eso?
Estacioné fuera de la casa y cuando Austin iba a hablar. Busqué la sombría y
preocupada mirada de mi hermano y negué.
—No… —dije con voz áspera—. Simplemente no puedo, Aust.
Austin suspiró y se pasó la mano por el rostro mientras me bajaba del auto y
entraba por la puerta de atrás. Recé con la última perla de mi rosario para que ella
estuviera sentada en la cama, esperándome mí. Cuando abrí la puerta no había nadie
allí.
Sólo oscuridad.
No había luces encendidas en la habitación, pero miré hacia arriba y las estrellas
de plástico brillaban, pero no el frasco, no la luz de Elsie. Me estaba ahogando,
malditamente ahogando en la preocupación.
En el dolor.
Después de mirar el lateral de la mesa desnuda, sin el resplandor del maldito
palo de neón, me volví sobre mis talones, necesitaba alejarme como de infierno de allí.
Corrí. Eche a correr tan rápido como pude hacia mi Jeep, ignorando los gritos de
Austin desde la puerta principal, haciendo caso omiso de mi celular cuando trató de
llamarme.
Tenía un lugar en el que quería estar. El único sitio en el que me sentía en paz.
Necesité veinte minutos. Veinte minutos y el inicio de la lluvia para llegar al
almacén. Sujetando el rosario en la mano, entré en el almacén, encaminándome
directamente al ángel. Mi respiración me quedé sin aliento, como siempre pasaba,
cuando miré el resplandeciente rostro, el lateral del ángel donde ella había resurgido
de las cenizas.
Las lágrimas pinchaban mis ojos y levanté rosario a su rostro.
—Ciao, mamma —le dije, con mi voz demasiado fuerte en la enorme sala—.
Tengo tu rosario conmigo.
Deposité las cuentas a través de sus dedos de mármol. Suspiré profundamente y
me dejé caer al suelo, con la espalda apoyada en sus piernas.
Aspiré y luchando con mis sentimientos, dije:
—La encontré, mamma. —Suspiré y miré a la cara feliz de ángel de mi mamma—
. La que siempre dijiste que encontraría, la chica que querías para mí. La encontré.
Cerré mis ojos, recordando de nuevo ese día en la caravana, el día en que el
trueno y el relámpago me hicieron ir corriendo a la habitación de la mamma...
—Ella lo hizo —le susurré a mi madre en la sala vacía—. Estuvo aquí y te conoció,
mamma. Te quiso. Tocó tu mejilla y te amaba, podía verlo en sus ojos. —Sonreí
débilmente—. Tú también la hubieras amado. La habrías querido mucho, mi chica
silenciosa. Bella mia.
Parpadeé a través de la neblina de lágrimas, y miré el rostro de mi mamma.
Apreté mi rosario con fuerza y pregunté:
—¿Por qué todos me dejan, mamma? ¿Por qué tiene que ser todo tan difícil?
¿Para todos? ¿Por qué tuvimos que tener el padre que tuvimos? ¿Por qué tenías que
enfermarte? ¿Por qué Axel tenía que ir a prisión? ¿Por qué Lexi casi murió? ¿Por qué
Austin tuvo que cuidar de mi cuando él era prácticamente un niño? ¿Y porque no supe
lo que hicieron mis hermanos? ¿Por qué moriste antes que pudiera concerté y que me
conocieras a mí? —Mis lágrimas cayeron por mi rostro—. ¿Y por qué mi Elsie tuvo
una vida de mierda? Porque ella es perfecta, mamma. Muy hermosa. Ha pasado por
mucho, aun así tiene el corazón más amable que he conocido. Pero esas chicas la
destrozaron. ¿Cómo puede alguien destrozar a alguien tan frágil? ¿Mi Elsie, mi chica?
Mi garganta se obstruyó y susurré:
—¿Y por qué me dejó? ¿A dónde ha ido? Yo…yo la amo, mamma. Tanto. La amo
demasiado…
Dejé caer mi cabeza y acerqué el rosario a mi cabeza inclinada, rezando y
rezando por que estuviera a salvo.
No escuché el sonido de los pies hasta que dos personas se sentaron junto a mí.
Limpié mis ojos, solo para ver a Austin y Axel sentados a mi lado.
Mi rostro ardió con vergüenza por lo que quizás escucharon, por verme
derrumbarme. Pero no dijeron nada. Austin descansó su cabeza contra el ángel y de
pronto me encontré contra el pecho de Axel, con su gran mano en mi cabeza mientras
presionaba un beso en mi cabello.
Intenté alejarme, pero me mantuvo allí junto a él. Mi hermano mayor no iba a
soltarme. Dejando salir todo, apreté su suéter y malditamente me rompí. Los brazos
de Axel me abrazaron con fuerza y no se dijo nada mientras dejaba salir todo lo que
me había guardado durante años. Todo el maldito dolor. Pero más que nada, el dolor
en el corazón que estaba matándome sin Elsie.
Cuando mis ojos dolieron y mi garganta ardió, giré mi cabeza, respirando el aire
frio, y dije con voz ronca:
—Gracias, Axe.
Besó otra vez mi cabeza.
—Te oí, Lev. Ambos lo hicimos y ahora déjame decirte algo, chico, los mejores
días de tu vida están delante de ti, solo tienes que esquivar toda la mierda para llegar
allí primero.
Las palabras de Axel tranquilizaron algo en mi interior, pero dije:
—Ella se ha ido, Axe. No sé dónde demonios esta.
—Entonces, ¿vas a rendirte?
Me senté más derecho, alejándome del pecho de Axel.
—No, no voy a rendirme, ¿pero adónde voy desde aquí?
La mano de Austin aterrizó en mi rodilla doblada, cuando vi algo en el suelo
frente a nosotros. Mi corazón se hinchó viendo ese bonito rostro mirándome.
Me volví hacia Axel.
—Lo terminaste —declaré, de vuelta en la realidad por el perfecto parecido.
—Hoy —dijo Axel—. Fui para dártelo y cuando lo hice, te vi saliendo del camino
de entrada —señaló a Austin—. Aust me contó lo que pasó con la pequeña Els y supe
dónde encontrarte.
Cerré los ojos y respiré por la nariz. Cuando abrí mis ojos, dije:
—Es el único lugar que me calma cuando estoy perdido. Yo… hice una copia de
tus llaves hace tiempo.
Axel asintió y dijo:
—Lo entiendo, Lev, de verdad. Pero esta no es la mamma, esas cuentas de rosario
no son la mamma. Tienes que empezar a vivir adecuadamente, no en el pasado, sin
estos tributos, estas posesiones, sin un santuario de todo lo que has perdido. Tienes
que superar el dolor, Lev. La mama quería que vivieras. Todo lo que siempre quiso
para nosotros era que fuésemos felices.
—No puedo seguir adelante, lo he intentado —dije con voz ronca—. Estoy harto
de que todos me dejen. La mamma, tú, ahora Elsie. Ella se ha ido y siento como si no
pudiera respirar con solo pensar en dónde estará y que le sucedió.
—Entonces encuéntrala —dijo Axel, como si no hubiera estado buscándola todo
el día.
—Hemos estado en todos los lugares que pudimos pensar, Axe —respondió
Austin por mí—. No está en ningún lado.
—Está en algún lugar, todos van a algún lado cuando están rotos —dijo y me
miró—. Tú estás aquí, chico, con esta escultura de la mamma, es donde siempre
vienes. ¿A dónde iría Elsie? ¿Dónde se siente más tranquila?
Negué, sin tener ni ida, cuando vi la escultura de mármol que Axel acababa de
terminar y me enderecé.
—Creo que sé dónde está —dije, y me puse de pie de un salto. Metí la mano en
mi bolsillo buscando las llaves y volví a mirar a mis hermanos—. Tengo que ir y
encontrarla.
Axe sonrió y se puso de pie también. Me empujó hacia su pecho y dijo en mi
oreja:
—Quizás no seas como Aust y yo, Lev, pero aun así eres un maldito Carillo. Te
levantas cuando es importante. Ve a buscar a tu chica.
—Gracias, Axe —dije con voz ronca, luego abracé a Austin.
Axel tomó la escultura.
—Llevaré esto a la casa de Austin.
Me di la vuelta para irme, cuando Austin preguntó:
—Entonces, ¿dónde crees que estará?
Moví mis ojos hasta la estatua del ángel y respondí:
—En Portland.
Dejé el almacén, con la adrenalina palpitando en mi corazón. Llamé a Lexi
mientras iba a mi auto, respondiendo con voz preocupada al segundo timbre.
—¿Levi? ¿Estás bien, cariño?
—Estoy bien, Lex, o lo estaré. Necesito un favor.
—¿Está bien? —respondió dudosa.
—Necesito que busques a Joanie Hall. Es la madre de Elsie.
—Está bien, Joanie Hall. ¿Y qué tengo que buscar?
—Dónde está enterrada —dije, llevando mi auto hacia la carretera principal, en
dirección: Portland, Oregón.
p
Me tomó tres horas llegar al cementerio. El tráfico era un infierno, debido a las
obras de carretera y la lluvia que había caído. Estacioné mi auto y miré el gran
cementerio, la única luz llegaba desde unas pocas lámparas solares colocadas
alrededor de la entrada.
La puerta principal estaba cerrada, pero la pared era baja y trepé por ella, el
viento frio se arremolinaba entre los árboles sin hojas. Miré sobre el conjunto de
lapidas, pero no pude ver nada. Suspiré, dándome cuenta que no sería tan fácil como
creía. Pero sabía que Elsie tenía que estar aquí. Su madre fue la única casa que alguna
vez tuvo. Si ella estaba rota, si necesitaba alejarse, vendría aquí. Estaba seguro.
Caminé fila tras fila de tumbas, revisando la fila que venía después, esperando
atrapar un vistazo de cabello rubio. Pero la oscuridad era profunda. El cementerio
estaba en completo silencio, tan tranquilo que podía escuchar el sonido de mis pies
pisando el frio césped.
Caminé cerca de una hora, solo para recorrer otra zona de tumbas. Bajé la
cabeza, pensando que era una tarea imposible, cuando vi algo a mi izquierda, lejos en
la distancia. Entrecerré los ojos para tratar de entender qué era, cuando me quedé sin
aliento a ver que era un tenue resplandor de neón. Estaba del otro lado de las parcelas,
una minúscula cosa desde esta distancia, pero estaba ahí, como una pequeña
luciérnaga, una luz para guiarme hacia adelante.
Seguí el brillo de la luz a través de los árboles oscuros y las tumbas antiguas,
hasta que se hizo más brillante, hasta que mi corazón se estrelló en mi pecho y mi
cuerpo se relajó con alivio al ver ese tarro de luciérnaga casero encima de una sencilla
tumba negra... y un delgado cuerpo que yacía en la hierba junto a ella. Vi su cuerpo
ascendiendo y bajando, mi corazón se llenó al ver que vestía mi sudadera con capucha,
con el cuello levantado hasta su nariz.
Caminando lo más silenciosamente posible, me acerqué junto a la tumba y me
senté en el lado opuesto de la lápida, tomando el frasco en mi mano. El ruido del vidrio
rascando sobre la lápida o el cambio de la luz provocó que los ojos de Elsie se abrieran.
Vi el destello de miedo cruzar por su rostro antes que sus bonitos ojos azules se
centraran en mí y después al frasco en mis manos.
Viendo que me miraba, sostuve el frasco entre mis manos y dije:
—Uno de estos días tendré llevarte a un lugar para hacer uno de estos de verdad.
De luciérnagas de verdad para hacer un frasco luminoso.
—Levi —susurró Elsie entrecortadamente.
Y sin mirar su rostro, sabía que había lágrimas en sus ojos.
—Si regresas conmigo en julio te llevaré a Bama, algún día. Podemos ir al bosque
y podemos recolectarlas de verdad. —Sonreí todavía concentrándome en el frasco—.
Será divertido. Te encantará.
Reseguí líquido resplandeciente del palo de luz derramado recientemente con
mi dedo, cuando la mano enguantada de Elsie aterrizó sobre la mía. Me tensé, pero
no miré hacia arriba.
—¿Cómo me encontraste? —preguntó y sonreí levemente.
—He seguido tu luz. —Apunté hacia los otros dos campos—. Estacioné por allí.
Estuve buscando en la oscuridad y pensé que no te encontraría... entonces vi la luz del
frasco. —Suspirando, miré a los ojos de Elsie—. Me llevó directamente a ti.
Sus ojos resplandecían con lágrimas, cuando sonrió y dijo:
—No te ahogaste. Seguiste mi luz.
Resoplé una risa tranquila. Entonces la risa terminó rápidamente.
—Me he ahogado un montón desde que me desperté esta mañana para
encontrar que te habías ido, bella mia. Todavía no estoy seguro si estoy a salvo en
tierra firme o si me vas a dejar en la marea. Si vas a dejar que me ahogue.
La mano de Elsie tembló, pero la quitó de la mía para agacharse delante de mí,
su atención centrada en la lápida. Pasó sus dedos sobre la inscripción del nombre de
su madre, su fecha de nacimiento y de su muerte. Vi su rostro llenarse de tristeza y
me confió:
—Cuando escapé por primera vez, era aquí donde me gustaba venir. Me sentaba
junto a su tumba todos los días, luego me iba por la noche cuando las puertas estaban
cerradas. —Sonrió y vi una lágrima deslizarse por su rostro—. Esto —señaló alrededor
del cementerio—, fue mi casa durante mucho tiempo, que fue al único lugar al que se
me ocurrió venir.
Palmeó su pecho sobre el corazón.
»Mi corazón está destrozado. Toda la crueldad que sentí se me vino encima de
golpe, con esas chicas en la cena. —Tomó una respiración profunda—. Clara. Clara
estaba convencida que no tenía otra salida salvo suicidarse... rompió mi corazón y
necesité escapar. —Elsie inhala y exhala diciendo—: Necesitaba volver a casa.
Mi pecho dolió al escucharla llamar a este lugar su casa, que había necesitado
irse, escaparse, dejarme. De repente, la mano de Elsie estaba en mi rostro y su frente
se arrugó por la confusión. Se veía tan malditamente linda. Siempre lo hacía.
Cada vez que la miraba perdía el aliento. Mi corazón se aceleraba. No tenía ni
idea de lo que significaba para mí, lo mucho que quería ayudarla a sanar, simplemente.
Quería su amor.
Volví mi cabeza hasta que mi mejilla acarició su palma. Elsie se echó hacia atrás,
dejando caer su mano sobre la mía, quitándola del frasco para enlazar nuestros dedos.
Miró sus dedos y susurró:
—Pero cuando llegué aquí. Cuando me senté en la hierba, cuando tracé las letras
del nombre de mi madre, me di cuenta que esto ya no era mi casa.
Hice una pausa, completamente inmóvil esperando lo que diría a continuación.
Elsie me miró, fiándome donde estaba y confesó:
—Es contigo. Mi casa —apretó la mano libre sobre su pecho—, mi corazón... está
contigo, Levi Carillo. Tú.
Sintiendo como si un dique hubiera explotado en mi alma, me incliné hacia
adelante y tomé su boca con la mía. Los labios de Elsie instantáneamente se movieron
contra los míos, enredando su suave mano a través de mi cabello.
Me aparté, y cuando lo hice, sus párpados se abrieron. La miré fijamente sin decir
nada, solo feliz de tenerla de vuelta en mis brazos, segura y necesitándome como yo
la necesitaba a ella.
—Tuve que venir aquí, para darme cuenta que soy tuya.
Solté un suspiro, y luego tiré de ella hacia adelante, empujando el frasco hacia la
tierra, sosteniéndola en mis brazos. Ella me abrazó también y en este cementerio, con
mi hermosa chica en mis brazos, lo sentí.
Cerrarse.
Sentí ese agujero en mi corazón cerrarse, dejando algunas cicatrices perpetuas
en su superficie, pero estaba sanado. Por Elsie. Por nosotros. Por este momento.
Tirando de Elsie hacia atrás, le dije:
—No soy el tipo más especial del mundo. No soy el sueño perfecto de nadie. No
estoy seguro de que alguna vez haga algo extraordinario con mi vida. Siempre seré un
poquito torpe y ese poco demasiado tímido. Siempre me sonrojaré y agacharé mi
cabeza, pero si me lo permites, seré el que esté ahí para ti. Seré feliz sabiendo que te
tengo y que tú me tienes a mí. Eso es suficiente para mí, ser el único en quien puedes
apoyarte, ser el que le diga que eres hermosa todos los días. Y hablar. Adoraré cada
sonido que salga de tu boca. Seré quien te quiera como nadie en este mundo, bella
mia. —Me sonrojé con vergüenza, pero me las arreglé para decir con voz rasposa—: Si
me lo permites... si me amas.
Elsie sollozó un grito, con lágrimas cayendo por sus mejillas sonrosadas.
—Levi. Eres mi sueño hecho realidad, en todas las formas posibles. Eres la
persona más especial en mi mundo. Y adoro que te sonrojes, porque yo también lo
hago. —Secó sus mejillas—. Me encanta que seas tímido y… —su respiración se
enganchó—…adoro que te guste mi voz. Me gusta no tener que ocultar quién soy,
disfrazar cómo sueno. Porque estoy cansada de tratar de complacer a los demás.
—Bajó los ojos y casi me aplastó cuando dijo:
»Tú eres mi tipo más especial del mundo. Levi Carillo, eres la más dulce de las
almas.
La sonrisa de Elsie me emocionó, ella se levantó. Me quitó el frasco y luego me
ofreció su mano. La tomé en la mía, deteniéndome delante de ella. Juguetonamente
bajé la parte posterior de su gorro de lana gris y agarré el frasco. Ella me sonrió.
—Nunca lo voy a dejar ir. —Besé sus dulces labios y felizmente respondió—:
Pero quiero que me lo enseñes de verdad. Me gustaría ver los frascos con luciérnagas
de verdad algún día.
Una amplia sonrisa se extendió por mi rostro.
—Sucederá un día, bella mia. Algún día.
Asintió, luego me miró a través de sus pestañas.
—Pero por ahora ¿solo volvamos a casa?
Mi corazón se disparó contra mis costillas.
—¿Casa? —dije con voz rasposa.
Elsie colocó su mano en la mía y suspiró con satisfacción.
—A casa —me aseguró y comenzó a caminar para salir del cementerio.
Con cada paso mi tristeza y el dolor que había llevado durante demasiado
tiempo, se alejaba. Porque este era el gran amor de mi vida que regresó.
Y ella con su inocencia.
Devolviéndole su vida.
Capítulo
ELSIE
p
Dos meses más tarde…
Cuando se acabó el tiempo en el estadio, me llevé las manos a la boca con
decepción.
—¡Mierda! —Austin espetó y aplaudió de todos modos—. Buen partido, fratello.
Maldito buen partido.
Estábamos sentados en el estadio cuando el equipo de Levi jugaba los playoffs,
él había jugado increíblemente, pero lamentablemente habían perdido.
Me senté sobre el asiento, con mi corazón abatido por Levi. Pero sabía que él iba
a estar bien. Y siempre tendría el próximo año.
Me senté mirando hacia la multitud aplaudiendo y recordé la primera vez que
estuve aquí, la primera vez que conocí a todas estas personas y todo el ruido. Eso me
asustó. Me puso tan nerviosa que ni siquiera estaba segura de que podría regresar.
Pero lo hice, y lo hacía. A través de la terapia y el trabajo en el centro gradualmente
aumenté mi confianza, y me di cuenta de que no tenía que estar tan asustada ya.
Porque lo que me había sucedido no era vergonzoso ni me había debilitado. Fue cruel
y malicioso por parte de los acosadores. Pero no fue culpa mía, no hice nada, y mi vida
no iba a ser mejor hasta que aprendiera a reconocer que no era más que su víctima.
Que era más que las palabras que usaban para acabar conmigo.
Me merecía más, y día a día estoy luchando para conseguirlo.
Levi, algunos días después de llegar a casa, me ayudó a inscribirme para obtener
mi GED9. Trabajó conmigo todas las noches. Fue mi maestro en los temas que nunca
había hecho, y con cada cosa nueva que aprendí, crecía más la confianza en mí misma,
tan segura que sabía que quería llegar a ser una consejera. Y ahora sabía que iba a ser
buena en ello. Las semanas que pasé escuchando y hablando con los chicos de Kind
me habían mostrado que era una buena oyente. Mis años de silencio me dan la
habilidad que los niños vitalmente necesitaban, alguien que simplemente los
escuchara y entendiera.
Era a donde yo pertenecía.
Lexi se sentó a mi lado, y apoyó su cabeza en mi hombro.
—Pobre Levi, estará triste porque perdieron.
—Sí, pero va a estar bien —contesté y Lexi levantó la cabeza y sonrió.
—¿Cómo te sientes? —preguntó.
Respiré profundamente.
—Bien, creo.
Lexi apretó mi mano, pero la soltó cuando Ally y Molly se acercaron para hablar.
Charlamos sobre cosas triviales hasta que escuché a Levi entrar por la puerta del palco
privado. Esta vez, él vino a mí primero, su expresión decepcionada y desanimada.
—¿Estás bien? —le pregunté cuando me tomó en sus brazos.
—Sí. —Suspiró—. Sólo apesta.
—Jugaste bien sin embargo.
Levi me dio una personal sonrisa complaciente.
—Igualmente perdí, bella mia. Igual perdimos.
Levantándome, besé sus labios. Cuando me retiré, le dije:
—¿Eso lo hizo algo mejor?
Levi se rió y asintió.
—Siempre.
Levi saludó a su familia, después todos nos dirigimos a un restaurante. Comimos
y nos reímos, y cuando la noche se aproximó, Levi dejó de lado su decepción, donde
mis nervios sólo se fortalecieron.
Cuando salimos del restaurante, caminamos por la calle, y Lexi dijo de repente:
9
GED: Preparación para adultos. Equivalente a la escuela secundaria.
—¿Alguien quiere café?
Levi se detuvo y me apretó la mano.
—¿Seguro? —respondió, y luego miró a su alrededor.
Nosotros estábamos de pie delante de la cafetería a donde él me había traído
para escuchar a Sarah Carol, una cafetería a la que veníamos a menudo para escuchar
el micrófono abierto, o a los invitados especiales si podíamos.
—¿Este lugar está bien? —preguntó Lexi y caminó hacia la puerta con Austin.
—Sí —respondió Levi—. Elsie y yo venimos mucho por aquí.
—Genial —dijo y entramos.
En el momento en el que entramos, Lexi nos dirigió hacia un pequeño grupo de
sofás y todos nos sentamos.
—¿Poesía? —Rome Prince preguntó mientras miraba alrededor de la sala.
Levantando sus cejas como si cuestionara por qué diablos estábamos aquí.
—Ampliando tus horizontes, cariño —Molly le dijo a su marido y puso los ojos
en blanco.
—Por decirlo de alguna manera, primo. —Ally se sentó en la parte de adelante—
. No hay nadie aquí vaya a reconocerte a ti o a Aust y te aborde por autógrafos. ¡Creo
que en este lugar, estas personas y los jugadores de fútbol son similares al Anticristo!
Axel se echó a reír y tiró hacia sí a su prometida, justo cuando un camarero vino
a darnos las bebidas y el maestro de ceremonias anunció que el micro estaba abierto
para las lecturas.
Observé altavoz, por altavoz y me sentí completamente abrumada por los
nervios. El brazo de Levi estaba apretado alrededor de mis hombros, cuando preguntó:
—¿Estás bien, bella mia? Pareces tensa.
Asentí y sonreí.
—Estoy bien, solo cansada.
Levi me miró de forma extraña, pero bebí un sorbo de mi café, escuchando una
abertura en el escenario. Mi corazón latía en mi pecho, y mis manos temblaban de
nervios, pero de repente me obligué a levantarme. Nuestra familia y amigos todos se
detuvieron de sus conversaciones para mirarme, pero busqué a Lexi, que asintió y me
animó con una sonrisa.
—¿Elsie? —preguntó Levi y se sentó adelante.
Inclinándome, presioné un beso en su frente, su rostro confundido y luego giré
al escenario. Al micrófono solitario a pie bajo el resplandor del brillante proyector,
pero me moví hacia delante, obligándome a hacer esto.
Era algo que tenía que hacer.
Pisé el escenario, y del bolsillo de mis jeans, saqué un trozo de papel. Mis
palabras estaban escritas en mi habitual letra negra, y me aferré a ese papel
apretándolo, solo por hacer algo con mis manos.
Respiré profundamente, y cuando lo hice, miré hacia arriba. Levanté la mirada e
inmediatamente busqué a Leví, que estaba sentado en el borde de su asiento. Sus ojos
grises estaban enormes y su expresión era sorprendida mientras me miraba el
escenario.
La sala se quedó en silencio, esperando a que yo hablara.
Pasé mis ojos alrededor de la habitación, viendo que toda la atención estaba
sobre mí. El miedo paralizante se apoderó de mí. Mi respiración llegando más fuerte,
el sonido haciendo eco a través de la sala.
Cerré los ojos. Cerré los ojos y recordé por qué estaba aquí. Quería enfrentar mis
demonios. Quería dejar de ocultar mi voz. Necesitaba mostrarle al mundo que no
importaba cuán lejos me habían hundido, yo no sería una reprimida.
Me levantaría.
Y me gustaría ser escuchada, en mis propios términos.
Forzando mis ojos a abrirse, me centré en las baldosas del suelo y leí el título en
voz alta:
—Sweet Soul —dije, estremeciéndome internamente cuando las palabras
hicieron eco a través del micrófono.
Inhalé nuevamente, levanté mis ojos, y esta vez Levi estaba de pie. Pude ver que
estaba aterrorizado por mí, pero al mismo tiempo, pude ver el orgullo absoluto
brillando en sus ojos. Ese orgullo me hizo para bajar el papel.
Porque sabía que este poema de memoria. Era por él.
Todo esto era por él y por mí: