TESIS #13 El Bautismo
TESIS #13 El Bautismo
TESIS #13 El Bautismo
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Tertuliano, Cipriano y Metodio de Filipo, relacionan directamente la maternidad de la Iglesia con el bautismo. Los
bautizados son hijos de la Iglesia (Efrén). Tienen a Dios por Padre y a la Iglesia por Madre (Agustín, Cipriano). Clemente de Alejandría llama a la Iglesia
útero materno. S. Agustín afirma: “Los párvulos son presentados para que reciban la gracia bautismal…
Es la Iglesia Madre, presente en los santos, la que hace esto, porque es la Iglesia entera la que engendra a los cristianos y a cada uno
de ellos”
Lo que la circuncisión es para los judíos, es el bautismo para los cristianos: signo de su
incorporación y agregación al pueblo de la nueva Alianza. S. Tomás indica que por el
bautismo uno se hace partícipe de la unidad eclesiástica. Es una idea también recogida
por el Vat. II.
Los sacramentos edifican la Iglesia, y en especial el bautismo. En Ef 4,3-6, Pablo
presenta a la Iglesia unida por un solo bautismo, con un solo Espíritu, en un solo
Cuerpo. Por esta acción ha nacido la Iglesia, esposa de Cristo, purificada por la Palabra
y el bautismo. En adelante será no ya la circuncisión, sino el bautismo, el que nos hará
pertenecer al nuevo Pueblo, comprometiéndonos en su edificación por la unidad (Col
1,20; 2,11-13).
El Texto de 1Pe 2,2-10 compara la Iglesia con una edificación (edificio espiritual) y
manifiesta la dignidad sacerdotal del pueblo de Dios. Al bautismo, debe el pueblo de
Dios la existencia y la vida, la estructura y el crecimiento. El bautismo hace nacer y
crecer a la Iglesia en el mismo momento y por la misma acción por la que va
incorporando nuevos miembros al Cuerpo cuya Cabeza es Cristo. Si la Iglesia hace el
bautismo, el bautismo hace y construye la Iglesia.
En un solo bautismo de Ef 4,5 encontró eco en la tradición empezando por los
primeros símbolos de fe. La expresión ha sido interpretada en doble sentido: a) en la
Iglesia no hay más que un solo bautismo (unicidad); b) el bautismo sólo se recibe una
vez (ireiterabilidad). (Dimesión Eclesiológica).
• Desde los primeros testimonios del NT encontramos la relación bautismo – Espíritu,
al hablar de bautizar en el Espíritu Santo (Mt 3,11; Mc 1,8; Lc 3,16; Jn 1,33; Hech 1,5;
11,16).
En el bautismo recibimos al Espíritu Santo Hch 2, 38, en San Pablo encontramos que
el cristiano recibe el Espíritu Santo en el bautismo, Rm 5,5; 1Tes 4,8; 1Cor 12,13), y que
el Espíritu habita en el cristiano Rm 8, 9 ss; Gal 4,6. De tal modo que bautizar en el
Espíritu siempre se asoció con el bautismo cristiana. (Dimensión Pneumatológica)
El bautismo en el Espíritu supone una autocomunicación del mismo Espíritu que se nos
da como don operante y transformante. El Espíritu “hace” el bautismo, por la
mediación ministerial de la Iglesia y es a la vez fruto del mismo bautismo, y se auto
comunica en su obra transformadora bautismal 1Cor 6,11. Es por la acción del Espíritu
Santo que el bautismo comporta una comunión real con el misterio pascual de Cristo y
con la salvación plena escatológica.
• El bautismo nos incorpora al misterio pascual de Cristo Rm 6,3-6, El bautismo es el
medio decisivo para entrar en comunión con Cristo y su ministerio salvífico. La
celebración bautismal actualiza el misterio pascual, por lo que los bautizados unen su
existencia con la de Cristo en una muerte como la suya, y son sepultados con él en la
muerte y vivificados y resucitados juntamente con él, pasando de la muerte del pecado
a la vida.
La expresión de esta voluntad de Cristo está expresada en el mandato bautismal que
transmite a los apóstoles: “Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues,
y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo” (Mt 28, 18-19). La Iglesia bautiza porque Cristo lo ha querido así.
Determinó el bautismo como signo salvífico, signo de gracia del nuevo tiempo que Él
mismo instauró. No sólo ordenó su realización (Mt 28,18-19), sino también enseñó su
necesidad: “El que no nazca de agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de
Dios” (Jn 3,5; ver también: Hech 2,38; 8,16; 10,48; 22,16). El bautismo es acción de
Cristo en su iglesia.
El bautismo perdona los pecados: Hech 2,38 Pedro les contestó: “convertíos y que
cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para perdón de
vuestros pecados y para que recibáis el don del Espíritu Santo”.
El sumergirse en el agua, representado por el bautismo de inmersión, es morir con
Cristo y sepultarse con Él. Es morir al hombre viejo, a los vicios y concupiscencias. Salir
del agua, después de la inmersión, es resucitar con Él. Por eso, Pablo, aludiendo a este
rito de inmersión y emersión, dice: “por el bautismo fuimos sepultados con Él en la
muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio
de la Gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva” (Rm 6,4). El
bautismo es un con-morir y con-resucitar con Cristo.
Los textos bautismales paulinos expresan esta realidad que vive el bautizado, a la que
se asocia, o con lo que se hace una misma cosa (Rm 6,5). Por el bautismo, el hombre se
asocia al misterio pascual de Cristo, participa de la muerte y de la gloria de Cristo;
especialmente cuando asume como propia la fe de la Iglesia y la confiesa, aunque sea
de una manera puramente objetiva (en el caso del bautismo de niños). (Dimensión
Cristológica).
➢ Edad Media
En la Edad Media encontramos a Hugo de San Víctor quien plantea la problemática de
la relación entre la eficacia objetiva del sacramento y la cooperación subjetiva del
hombre, mediante la fe. Exige que el ministro del bautismo tenga la recta fe cristiana.
Santo Tomás de Aquino: dice que la eficacia santificadora del bautismo se debe en
primer lugar a la Santísima Trinidad, que es la causa principal; la pasión de Cristo es la
causa instrumental. El ministro y el sacramento mismo son causa instrumental
secundaria. El bautismo es el sacramento de la fe, sin el cual nadie puede salvarse. Los
efectos: perdón de los pecados, remisión de la pena, incorporación al cuerpo místico y
orientación a la gloria.
En la teología sacramental de la Iglesia Católica hay dos proposiciones que sobrepasan
el mero enunciado teológico y ocupan el lugar propio de los artículos de fe.
Se trata de la doctrina que enseña de los sacramentos que causan la gracia ex opere
operato y que alguno de ellos imprimen carácter. Estas dos afirmaciones (ex opere
operato e imprimen carácter), fue calificado por Lutero de diabólico. Para Lutero, el
bautismo es el sacramento fundamental de la vida cristiana pero, al acentuar la
importancia de la palabra, el bautismo aparece ante todo, como una forma particular
de la palabra de Dios. Es más, para Lutero, el verdadero bautismo es la fe (entendida
en sentido protestante).
Para S. Buenaventura el bautismo se relaciona especialmente con la Iglesia: es
sacramento de la Iglesia y extrae su eficacia de la fe de la Iglesia.
Fausto de Riez dice que en el bautismo nacemos a la vida, después del bautismo
somos fortalecidos para la lucha: en el bautismo somos lavados, después del bautismo
somos robustecidos.
V) DESARROLLO MAGISTERIAL
Concilio IV de Letrán
Definiciones contra los Albigenses y los Cataros, la fe Católica 1215, (DH *803).
“En cambio, el sacramento del bautismo (que se consagra en el agua por la invocación
de Dios y la indivisa Trinidad, es decir del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo)
aprovecha para la salvación, tanto a los niños como a los adultos fuere quienquiera el
que lo confiera debidamente en la forma de la Iglesia. Y si algunos, después de recibido
el bautismo, hubiera caído en pecado, siempre puede reparase por una verdadera
penitencia….”
Concilio de Lyon
Concilio I de Lyon 1245 - La materia del bautismo
“Como quiera que, según por tu relación hemos sabido, a causa de la escasez de agua
se bautiza alguna vez los niños de esa tierra con cerveza, a tenor de lo presente te
respondemos que quienes se bautizan con cerveza no deben considerarse
debidamente bautizado, puesto que, según la doctrina evangélica, hay que renacer del
agua y del Espíritu Santo (Jn 3,5)”. (DH 829)
“Tampoco importa que bauticen con agua fría o caliente, pues se dice que afirman que
en una y en otra tiene el bautismo igual virtud y efecto”. (DH 830,3).
Concilio II de Lyon 1274.
“Cree que hay una sola verdadera Iglesia, Santa, Católica y Apostólica, en la que se da
un solo bautismo y verdadero perdón de todos los pecados”. (DH 854)
“Sostiene también y enseña la misma santa Iglesia romana que hay siete sacramentos
eclesiástico, a saber: uno el bautismo del que arriba hablamos”. (DH 855)
Concilio de Florencia
La primera declaración doctrinal global sobre el sacramento del bautismo se encuentra
en el Decreto para los armenios del concilio de Florencia de 1439 (DH 1314,
1315,1316; Dz 696):
a) El sacramento primero y fundamental es el santo bautismo, que convierte a los
fieles en miembros del Cuerpo de Cristo….
b) Forma parte del signo visible por el que se invoca a la Trinidad, la causa instrumental
es el ministro humano.
c) El ministro ordinario es el sacerdote, en caso de necesidad cualquier persona que
realice el signo sacramental previsto y tenga la intención de hacer lo que hace la
Iglesia.
d) Sus efectos: la remisión de toda culpa, la original y pecados actuales, la entrada en
el Reino de Dios y la expectativa de la visión de Dios.
Concilio de Trento
El concilio se ocupó del bautismo en diferentes ocasiones: en la sesión V (1546), con
ocasión del pecado original; en la sesión VI (1547), al dar la doctrina sobre la
justificación; en la sesión XIV (1551), cuando trató del sacramento de la penitencia, y,
más expresamente, en la sesión VIII (1547), que dedicó a la doctrina sobre los
sacramentos y, en particular, sobre el bautismo. Los pronunciamientos conciliares
estuvieron condicionados, de un lado, por las negaciones de los reformadores, y, del
otro, por la doctrina de los escolásticos (y por las declaraciones del Decretum pro
Armenis). Los damos en orden sistemático:
— En términos generales, se vindica como buena la doctrina sobre el bautismo que
propone la Iglesia romana (DH 1616). El bautismo es sacramento en sentido verdadero
y propio (DH 1601), superior al de Juan (DH 1614).
— El sacramento del bautismo y el sacramento de la penitencia son dos sacramentos
distintos; se diferencian en la materia, en la forma, en el ministro y en los frutos (DH
1671-1672, 1702; cf. también DH 1542-1543).
— El bautismo no es libre, sino necesario para la salvación (DH 1618; cf. DH 1672),
como único remedio contra el pecado original (DH 1513-1515) y única causa
(instrumental) de justificación (DH 1524 y 1529), aunque lo puede suplir el votum
baptismi (DH 1524). Por tanto, los niños deben ser bautizados (DH 1514; cf. DH 1625-
1627).
— Las disposiciones requeridas en el sujeto para la justificación sacramental son la fe,
el arrepentimiento y detestación de los pecados personales, la esperanza, el deseo del
bautismo y el propósito de iniciar una vida nueva (DH 1526-1527).
— Al ministro se le pide la intención de hacer lo que hace la Iglesia y se afirma la
validez del bautismo conferido por herejes (DH 1617).
— El bautismo ejerce una causalidad instrumental real ex opere operato (DS 1529; cf.
DH 1606, 1608).
— El bautismo borra el pecado original tanto en los adultos como en los niños, aunque
no la concupiscencia (DH 1513-1515); no los hace inmunes al pecado (DH 1619). Borra
los pecados actuales personales (DH 1672; cf. DS 1515 y 1526-1530). Condona todas
las penas temporales debidas al pecado (DH 1543; cf. Decr. pro Armenis: «... de suerte
que, si mueren antes de cometer algún pecado, alcanzan de inmediato el reino de los
cielos y la visión de Dios»: DH 1316).
— Por el bautismo el hombre es renovado interiormente, justificado, revestido de
gracia santificante, positivamente santificado, convertido en hijo adoptivo de Dios,
incorporado a Cristo, hecho amigo de Dios, sin que nada quede en él que pueda odiar
Dios (DH 1515, 1523, 1524, 1528).
— El bautismo confiere las virtudes infusas de fe, esperanza y caridad (DH 1530).
— El bautismo es puerta de entrada en la Iglesia; hace miembros del Cuerpo de Cristo
(DH 1671; cf. Decr. pro Armenis: DH 1314); somete a los bautizados a las leyes de la
Iglesia (DH 1620- 1621).
— Por fin, el bautismo imprime carácter en el alma, es decir, una señal espiritual e
indeleble por cuya razón no puede repetirse el bautismo (DH 1609; cf. DH 1624).
Concilio Vaticano II
Vaticano II: entiende el bautismo como inserción en el misterio pascual de Cristo:
como configuración con la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Sitúa el bautismo
dentro del plan salvífico. El bautismo es fuente y fundamento de toda la vida cristiana,
que debe crecer y florecer en santidad y apostolado. El bautismo incorpora a los
creyentes a la Iglesia y por el carácter sacramental al culto cristiano.
La Constitución sobre la sagrada liturgia (SC 7) y la Constitución sobre la Iglesia (LG 7)
entienden el bautismo como inserción en el misterio de pascua y, con ello, como
configuración con la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
«Los fieles, incorporados a la Iglesia por el bautismo, quedan destinados por tal
carácter al culto de la religión cristiana y, regenerados como hijos de Dios, tienen el
deber de confesar delante de los hombres la fe que recibieron de Dios por medio de la
Iglesia» (LG 11).
En virtud del bautismo comparten todos los creyentes la esencia y la vida sacramental
de la comunidad eclesial y la misión salvífica sacerdotal de la Iglesia. Ejercen su
sacerdocio en la recepción de los sacramentos, en la oración, en la acción de gracias,
en el testimonio de una vida santa y en la negación de sí del amor activo al prójimo (LG
10).
El bautismo y la confirmación son las bases sacramentales del apostolado de los laicos,
que realizan, a su propia manera, la esencia apostólica y el encargo dado a la Iglesia:
«Los cristianos seglares obtienen el derecho y la obligación del apostolado por su
unión con Cristo, Cabeza. Ya que, insertos por el bautismo en el Cuerpo místico de
Cristo, robustecidos por la confirmación en la fortaleza del Espíritu Santo, son
destinados al apostolado por el mismo Señor… La caridad, que es como el alma de
todo apostolado, se comunica y mantiene con los sacramentos, sobre todo de la
eucaristía. El apostolado se ejercita en la fe, en la esperanza y en la caridad, que
derrama el Espíritu Santo en los corazones de todos los miembros de la Iglesia» (AA 3;
cf. LG 31).
El bautismo es también el fundamento de un vínculo sacramental de todos cuantos lo
han recibido entre sí y con Cristo (LG 14). De ahí que no sea completa la separación de
las Iglesias y las comunidades cristianas ni entre sí ni respecto de la Iglesia católica. A
través del bautismo se da un primer nivel de unión sacramental y de realización
existencial sacramental de la única e indivisible Iglesia de Cristo. Por tanto, debe
entenderse el bautismo como el fundamento sacramental de todos los movimientos
ecuménicos (UR 22).
El concilio admite, con toda la tradición cristiana, que el verdadero y auténtico ministro
del bautismo es Cristo (SC 7). Con un cierto distanciamiento respecto de la tradición se
dice que, además de los obispos y los sacerdotes, también los diáconos pueden
administrar el bautismo solemne (LG 29; cf. el CIC de 1983, canon 861). En el Decreto
para los armenios del concilio de Florencia únicamente se menciona a los primeros
como ministros ordinarios. Según este documento, el diácono sólo podía administrarlo
en caso de necesidad y como ministro extraordinario (DH 1315).