TESIS #13 El Bautismo

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TESIS Nº 13 El Bautismo

Concepto y prefiguración del bautismo. El origen del bautismo cristiano.


Fundamentos bíblicos. El desarrollo histórico y el desarrollo sistemático
del mismo.
a) Planteamiento del problema: ¿Cuál es la génesis del concepto? ¿Cuál es el origen
del bautismo cristiano? ¿Cuáles son los fundamentos bíblicos? ¿Cómo se da el
desarrollo histórico y sistemático?
b) Aclaración del término (concepto): El santo Bautismo es el fundamento de toda la
vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu ("vitae spiritualis ianua") y la puerta
que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del
pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos
incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión (cf Concilio de Florencia: DH
1314; CIC, can 204,1; 849; CCEO 675,1): Baptismus est sacramentum regenerationis
per aquam in verbo" ("El bautismo es el sacramento del nuevo nacimiento por el agua
y la palabra": Catecismo Romano 2, 2,5).
El nombre de este sacramento:
1214: Este sacramento recibe el nombre de Bautismo en razón del carácter del rito
central mediante el que se celebra: bautizar (baptizein en griego) significa “sumergir”,
“introducir dentro del agua”; la “inmersión” en el agua simboliza el acto de sepultar al
catecumenado en la muerte de Cristo, de donde sale por la resurrección con el como
“nueva criatura” (2 Co 5,17; Ga 6,15).
1215: Este sacramento es llamado también “baño de regeneración y de renovación del
Espíritu Santo” (Tt 3,5), porque significa y realiza ese nacimiento del agua y del Espíritu
sin el cual “nadie puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3,5).
1216: “Este baño es llamado iluminación porque quienes reciben esta enseñanza
(catequética) su espíritu es iluminado” San Justino, Apologia 1,168: CA 1,168(PG
6,421). Habiendo recibido en el bautismo al Verbo, “la luz verdadera que ilumina a
todo hombre” (Jn 1,9), el bautizado “tras haber sido iluminado” (Hb 10,32), se
convierte en “el hijo de la luz” (1 Ts 5,5), y en “luz” el mismo (Ef 5,8). (C.I.C)
Su signo esencial (materia y forma) es el lavado con agua (por inmersión, infusión o
aspersión) con las palabras: “Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo”. Su sujeto es todo ser humano no bautizado. Su ministro: obispos,
presbíteros y diáconos; en caso de necesidad, cualquier persona que realice el signo
sacramental previsto y tenga la intención de hacer lo que hace la Iglesia.
Iniciación: No es un término bíblico, sino que procede de las religiones mistéricas, es
un rito de entrada en el ámbito de lo sagrado o en la comunidad de salvación
espiritual.
Iniciación cristiana: Proceso por el que la persona se introduce al misterio de Cristo y a
la de la Iglesia.
Agua: significa purificación o perdón de los pecados.
“Ex opere operato”: Lo objetivamente obrado por el sacramento, la gracia
sacramental no depende de quien recibe o administra el sacramento; es la gracia
sacramental válidamente realizado; porque Dios es el origen primero de toda
justificación en el hombre.
“Ex opere operantis”: Lo que, en cuanto al efecto depende del comportamiento del
hombre.
Signación: Es interpretada por los Padres unas veces como la pertenencia a la Nueva
Alianza, otras como la configuración a Cristo, por el signo de la cruz, y otras como el
don del Espíritu Santo, porque tiene un carácter irrevocable e indeleble.
Carácter: sello espiritual impresa indeleblemente en el alma, configura con Cristo y
capacita para ciertos actos en la Iglesia.
c) Relación: Se ubica dentro de la Sacramentología, que forma parte de la dogmática.
Se relaciona con la Cristología, la Pneumatología, Gracia, la Antropología y la
Eclesiología y la Escatología.
d) Definición teológica: Es de fe divina y católica definida: está contenida en la
revelación, nos ha sido enseñada por el magisterio y fue proclamada: Ya en el IV
Concilio De Letrán 1215, definiciones contra los Albigenses y los Cataros (DH 802). La
materia del bautismo Concilio I de Lyon 1245 (DH 829- 830). Cree que hay una sola
verdadera Iglesia Santa, Católica y Aposólica, en la que se da un solo bautismo. Concilio
II de Lyon 1274 (DH 854- 855). La primera declaración doctrinal global sobre el
sacramento del bautismo se encuentra en el Decreto para los armenios del concilio de
Florencia de 1439 (DH 1314-1316; Dz 696). El concilio de Trento, en su sesión VII, del
año 1547, enunció 14 cánones o decisiones doctrinales sobre el bautismo. Las
enseñanzas de Trento: (DH 1614-1627; Dz 857-870).

I) PREFIGURACIÓN DEL BAUTISMO


a) Las prefiguraciones del bautismo en la creación (Gn. 1 y 2): las aguas primordiales,
principio del cosmos, aguas vivificantes, principio de vida (produce toda clase de seres
vivientes) y de fecundidad: todo en virtud del Espíritu; la creación del universo; la
creación del primer hombre; el paraíso. El primado de Cristo (Col 1,15). “De modo que
si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son
hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).
b) El diluvio (Gn 7), bautismo del mundo (Tertuliano): el tema bautismo-juicio, juicio
de condenación y salvación, nueva humanidad. Elementos accesorios que
complementan la presentación del bautismo: el arca (la Iglesia), la paloma (Espíritu
Santo). El Nuevo Testamento ve en el diluvio y en la salvación de Noé y los suyos la
salvación que viene por el agua del bautismo (1 Pedro 3,20-21). Y (2 Pedro 2,5ss).
c) La circuncisión (Gn 17; 11): los temas de la purificación (circuncisión espiritual), de la
incorporación al verdadero Israel, el sello de la alianza con Dios. “También en el fuisteis
circuncidado…” (Col 2,11), “Para El no hay griego o judío; circuncisión o incircunsicion,
bárbaro, escita, esclavo o libre, pues Cristo es todo y está en todos” (Col 3, 11).
d) La prefiguración del bautismo en el Éxodo (Ex 14; 15): el paso del mar Rojo fue un
bautismo (paso a través del agua): el tema del bautismo como liberación de la
esclavitud, como victoria sobre Satanás (Faraón). «Nos libertó del poder de las
tinieblas y nos trasladó al Reino de su Hijo amado» (Col 1,13); arrancados del poder de
las tinieblas, nos hace «esclavos de Cristo» (1 Co 7,22). Elementos accesorios: la
columna de nube; la columna de luz; vemos en 2 Cor 4,6; “Pues el mismo Dios que dijo
«Del seno de las tinieblas brille la luz» la ha hecho brillar en nuestras mentes, para
iluminarnos con el conocimiento dela gloria de Dios, que brilla en el rostro de Cristo”.
Como también en Ef 5,8-14.
e) Algunos acontecimientos acaecidos durante la travesía del desierto (Ex 15; 23): las
aguas amargas de Mará que se vuelven dulces en virtud del madero (la Cruz); el agua
que brota de la roca de Horeb (Ex 17) (las fuentes de aguas vivas; agua que apaga la
sed del pueblo; agua = Espíritu: Jn 4,14; 7,37-39). “De modo que todos quedaron
vinculados a Moisés al ser bautizado en la nube y en el mar. Además todos comieron el
mismo alimento espiritual y bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la
roca espiritual que les seguía; y la roca era Cristo” (1 Cor 10, 2-4).
f) La prefiguración del bautismo - (2R 5): la curación de Naamán (bautismo como
purificación y como regeneración). «Anda, bautízate y limpíate de tus pecados
invocando su nombre (el de Jesús)» (Hch 22,16), «lavados... santificados... justificados»
(1 Co 6,11). Baño purificador (Ef 5, 26). La primera carta de san Pedro (1,3.23) y la de
Tito (3,5-7) utilizan expresiones como «baño de regeneración y renovación», «re-
engendrado»

II) EL ORIGEN DEL BAUTISMO CRISTIANO


El bautismo de penitencia de Juan Bautista: En su condición de profeta del juicio final
ya a las puertas y del tiempo mesiánico a punto de llegar, Juan Bautista predicaba la
conversión de los corazones y el bautismo para el perdón de los pecados (Mc 1,4) que
libra del inminente bautismo de fuego, esto es, del juicio escatológico de la ira de Dios
sobre los pecadores (Mt 3,13; Lc 3,7-16; cf. Is 4,4; 29,6; 30,27; Esd 13,27).
a) Jesús y la primitiva Iglesia
Jesús no continuó la práctica del bautismo de Juan (Jn 3,22; 4,2). Sino a la proclamación
del Reino de Dios. En cierto modo, «bautizaba» mediante su llamada a la fe, a la
conversión, al seguimiento, con la que acercaba eficazmente el reino de Dios.
En los inicios de su vida pública mesiánica recibió el bautismo de manos de Juan
Bautista en el Jordán (Mc 1,9). El espíritu de Dios le reveló como el Hijo amado del
Padre y el mediador de la salvación que, en virtud de una función vicaria (y como
Cordero de Dios), «quita el pecado del mundo» (Jn 1,29; Jn 3,5; Is 53,7). En la muerte
violenta de Jesús se cumple la misión mesiánica revelada en el bautismo del Jordán. En
su pasión y muerte es bautizado con un bautismo y debe apurar una copa (Mc 10,38) a
través de los cuales lleva a cabo la redención de todos los hombres (Mc 10,45).
En virtud del bautismo de su muerte quiere consumar Jesús el reino de Dios. Por
consiguiente, sólo es posible acceder a este reino mediante una comunión de destino
con Jesucristo, el Kyrios crucificado y resucitado.
Jesús «bautizaba» (no ritual, sino realmente) en el Espíritu Santo (Mc 1,8; Lc 3,16; Hch.
1,5; 11,16). Culminaron sus actividades en el bautismo de su muerte; se ofreció como
víctima sin mancha al Padre por el poder del Espíritu (Heb 9,14), y por este mismo
poder fue resucitado de entre los muertos (Rom 1,4; 8,11; Hch. 13,33; 1Tim 3,16). Es el
Kyrios resucitado, que comunica el Espíritu y lo derrama con abundancia, en este
tiempo final, sobre todos los hombres (Joel 3,1-5; Zac 12,10; Ez 39,29).
La efusión del Espíritu lleva a su plenitud al pueblo escatológico de Dios, que tiene su
origen en la actuación, sustentada por el Espíritu, del Jesús terreno. El Espíritu capacita
a los discípulos para conocer la resurrección de Jesús (1Cor 12,3) y testificarla. En esta
condición de testigos, se saben enviados a agrupar al pueblo de Dios escatológico y a
ejercer el servicio salvífico de Cristo en medio de la Iglesia (Hch. 1,8).
En su sermón de Pentecostés confirma Pedro que Dios ha actuado poderosamente en
Jesús crucificado al resucitarle de entre los muertos y al derramar ahora sobre todos
los hombres el Espíritu prometido. A la pregunta de qué hacer ante este mensaje, el
apóstol responde: «Convertíos, y que cada uno de Vosotros se bautice en el nombre de
Cristo Jesús, para remisión de vuestros pecados, y recibiréis, el don del Espíritu Santo»
(Hch. 2,38; Lc 3,14; Mc 1,15).
El bautismo se celebra en el nombre de Jesús, a quien el Padre ha revelado, en el
Espíritu Santo, como la única vía de acceso a la salvación y a la comunión con Dios
(Hch. 4,12). El bautismo «en el nombre del Señor Jesús» (Hch. 2,38; 8,16; 19,5; Rom
6,3) se identifica con el administrado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo (Mt 28,19), porque el nombre de Jesús contiene en sí mismo la relación del Hijo
al Padre en el Espíritu Santo. (No hay aquí, por tanto, dos concepciones distintas del
bautismo; se trata del mismo y único).
b) El bautismo en la teología paulina
El bautismo y la fe son las fuentes inagotables de la vida cristiana. El bautismo agrupa a
la Iglesia en la unidad del cuerpo de Cristo: «Todos hemos sido bautizados en un solo
Espíritu para formar un solo cuerpo» (1Cor 12,13; cf. Ef 4,4-6).
El bautismo convierte en cierto modo a la multitud de los miembros de la Iglesia en
una sola persona de todos en Cristo (Gal 3,28: «... sois uno en Cristo...»). El Espíritu
supera las barreras que alzan los hombres entre sí. Lleva a los bautizados desde el
sometimiento a los poderes elementales a la libertad de los hijos de Dios (Gal 5,13). Ya
no viven bajo la ley del pecado y de la muerte, sino según la «ley del Espíritu y de la
vida en Cristo Jesús» (Rom 8,2).
La purificación de los pecados en el bautismo produce «la santificación, la justificación
en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios» (1Cor 6,11).
Quien vive en el Espíritu produce en la fe el fruto del amor (Gal 5,6.25) y cosecha la
vida eterna (Gal 6,8). Quien está en Cristo se convierte en nueva criatura (2Cor 5,17;
Gal 6,15) y es renovado según la imagen de Dios, su Creador, para conocerle (Col 3,10).
Vive en verdadera «justicia y santidad» (Ef 4,24), destinado a llevar a cabo en su vida
las buenas obras que Dios le ha preparado de antemano (Ef 2,10).
La teología bautismal paulina alcanza uno de sus puntos culminantes en la exposición
del bautismo en el contexto de la doctrina de la justificación (Rom 6,1-14; Col 2,11-15).
Así como en Adán todos fueron pecadores y cayeron en la muerte, así ahora todos son
justificados en Cristo y reciben en él la nueva vida en el Espíritu. Quien pertenece a
Cristo ha muerto al pecado. Vive para Cristo y comparte con él su existencia en favor
de los demás. En el símbolo de la inmersión en el agua muestra el bautismo una
imagen semejante a la muerte de Cristo.
También la acción simbólica de salir de ella proporciona una imagen semejante a su
resurrección o una participación en ella (Rom 6,5). Esta comunión personal con Cristo
fundamenta la participación por gracia en su relación filial al Padre en el Espíritu Santo.
El Espíritu del Hijo, que Dios ha enviado a nuestros corazones, clama en nosotros, o
nos hace exclamar; «¡Abba, Padre!» (Rom 8,11.15; Gal 4,6).
Los bautizados son hijos de Dios y comparten, por consiguiente, la naturaleza y la
figura del Hijo de Dios (Rom 8,29). La filiación divina del pueblo de Dios (Rom 9,4s.)
alcanza su consumación con la incorporación al cuerpo de Cristo que es la Iglesia (Col
1,18). Los creyentes y bautizados viven en comunión con todos los miembros del
cuerpo de Cristo y, de este modo, en la comunión vivificante con Dios Padre, Hijo y
Espíritu (Rom 12,4-21; Ef. 2, 11-22; 4,4-16).
c) El bautismo en la Primera Carta de Pedro
De modo parecido al de la teología paulina, también según la Primera Carta de Pedro
la muerte vicaria de Jesús inocente y su resurrección abre a los pecadores una vía de
acceso a Dios. Así como antiguamente fueron salvados unos pocos del agua del diluvio,
así ahora todos los hombres. Son rescatados por el agua del bautismo. No es un
bautismo que limpie a los cuerpos de las impurezas externas, sino que «suplica a Dios
una conciencia buena, por la resurrección de Cristo» (1Pe 3,20s.). El don del bautismo
obliga a una vida nueva en el Espíritu de Cristo. Los bautizados son elegidos por el
Padre y santificados por el Espíritu para obedecer a Cristo y ser rociados con su sangre
(1Pe 1,2).
Los bautizados son como hijos reengendrados, que crecen alimentados con la leche
espiritual del evangelio y han vuelto a renacer de un germen imperecedero: de la
palabra de Dios (1Pe 1,23; Jn 3,9).
El bautizado ha reconocido que Cristo es la piedra viva sobre la que se construye toda
la casa de Dios. En él todos sirven de piedras vivas para edificar una casa espiritual, un
sacerdocio santo, para ofrecer por medio de Jesucristo sacrificios espirituales
agradables a Dios (1Pe 2,5.9). Se destaca aquí claramente la conexión interna entre el
bautismo y la actuación sacerdotal de la Iglesia en sus miembros (LG 11).
d) El bautismo en el Evangelio de Juan y en la Primera Carta de Juan
En el prólogo del evangelio se dice que son «hijos de Dios» cuantos creen en su
nombre y han nacido de Dios (Jn 1,13; cf. 1Pe; 3.23; Tit 3,5). «Haber nacido de Dios»
significa no cometer ningún pecado, porque permanece en nosotros el «germen» de
Dios, es decir, su gracia y su Espíritu (Jn 3,9: 5,3). En su conversación con Nicodemo,
dice Jesús: «Quien no nace de agua y de Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
Lo nacido de la carne, carne es. Y lo nacido del Espíritu, espíritu es» (Jn 3,5).
El bautismo fundamenta la filiación divina (Jn 3,2). Dan testimonio en favor de Jesús el
Espíritu y el agua (en el bautismo del Jordán) y la sangre (en la cruz; cf. Jn 5,6-8). Surge
así espontáneamente la interpretación de los Padres de la Iglesia, que han establecido
una relación entre el flujo de agua y sangre del costado abierto de Cristo en la cruz y el
don sacramental de la salvación en el bautismo y la eucaristía (Jn 19,34).
Se interpretan asimismo a la luz de la teología bautismal; las secciones relativas al agua
viva que Cristo da a beber (Jn 4,14), así como la curación del paralítico en la piscina de
Betesda (Jn 5,1-15) y la del ciego de nacimiento en la piscina de Siloé (Jn 9,1-38).

III) SÍNTESIS DEL DESARROLLO BÍBLICO


En el NT existen varios testimonios sobre el bautismo:
El bautismo de Juan fue una preparación inmediata del bautismo que Cristo instituiría.
No confería la gracia, sólo era de conversión. Juan prepara el camino, prepara el Reino
de Dios (Mt 3,11).
El bautismo de Jesús en el Jordán. Los aspectos principales: la solidaridad de Cristo, La
entronización mesiánica de Jesús. La inauguración de su misión y la venida del Espíritu
Santo que cualifica y unge a Cristo para que lleve a cabo su misión (Mt 3,14ss).
El bautismo por mandato: Jesucristo ordena a sus Apóstoles a que bauticen a las
gentes (Mt 28,18-19).
El bautismo es necesario para la vida eterna: El mismo Jesús enseña a Nicodemo la
esencia y la necesidad de recibir el bautismo: “… quien no naciere del agua y del
Espíritu no puede entrar en el reino de los cielos” Jn 3,3-5.
El bautismo, salvación y condenación; “El que crea y sea bautizado, se salvara; el que
no crea, se condenara” (Mc 16,16).
• El bautismo significa “adhesión a Jesucristo”. Para vivir en la comunión de Dios, la
misma fórmula del mandato bautismal (Mt 28, 19), es decir el bautismo pertenece a la
Trinidad, en su nombre se bautiza, a ella se consagra y es la que le santifica.
(Dimensión Trinitaria).
• El hombre participa en el bautismo principalmente con la fe personal, es por eso que
en el NT, se afirma la necesidad de la fe para la salvación: “Sin fe es imposible agradar
a Dios” (Heb 11, 6), sin fe no hay justificación posible (Rm 3, 25 ss). Los apóstoles piden
y exigen la fe a quienes se bautiza (Hech 16, 30 ss). En las narraciones bautismales
encontramos siempre relacionados bautismo y fe, si no se menciona se presupone.
Se sigue generalmente este esquema: predicación, fe (más arrepentimiento y
conversión) y bautismo (Hech 2,41; 8, 12 ss; 10, 44 ss; 11, 17; 16, 14 ss; 18; 8; 19,
5ss)En los escritos paulinos, la fe aparece como “repuesta a la Palabra”, supone una
proclamación (Rm 10, 17), su escucha y su aceptación, y pide ser confesada (Rm 10, 9).
Relación bautismo –perdón de los pecados (perdona el pecado original, personal con el
arrepentimiento) Hch 2, 38; Jn 20, 23 (Dimensión antropológica).
• Santo Tomas de Aquino, indica que la gloria celestial es el fin de todos los
sacramentos, esta realidad escatológica es manifestada, de manera especial, por el
bautismo. El bautismo como “herencia”(Rm 8,17; Gal 4,7), y como arras hace pensar
en una especie de prenda, anticipo, entrada a la resurrecion futura, como una
participación anticipada de la glorificación final (Rm 8,23; Ef 1, 17; 2Cor 1, 22; 5,5).
También la marca (sphragis) (sello) del bautismo es como una protección para el final
(Ef 4,30). Desde ahora nos hacemos semejantes a él, para luego contemplarle
directamente (1Jn 3,2). El bautismo es necesario para la salvación (Mc 16,16). Por la
regeneración llevamos la garantía de la resurrección (Rm 6, 10 ss). (Dimensión
Escatológica).
La Iglesia como Madre aparece ya en Gál 4,26, la cual encontrará su posterior
desarrollo en la literatura patrística. Porque la Iglesia es Madre que engendra nuevos
hijos en el bautismo, se pasó a considerar la piscina bautismal (baptisterio) como seno
materno de la Iglesia. El origen remoto de ambas metáforas está en la concepción del
bautismo como nuevo nacimiento (cf. Jn 3,5; Tit 3,5). Este tema, de la Iglesia Madre,
aparece repetidas veces en la literatura patrística.1
El libro de los Hechos resalta el bautismo como agregación a la comunidad de los
creyentes, que así va creciendo no sólo en número, sino en extensión, en medio del
mundo (cf. Hech 2,41). Por el bautismo uno pasa a incorporarse como miembro del
Cuerpo de Cristo, en la unidad del Espíritu, en la diversidad de carismas, y en la tarea
de la común edificación.
El único Pueblo de Dios de la nueva Alianza que nace de las fuentes bautismales
trasciende todos los límites naturales y humanos de las naciones, culturas, razas y
sexos (cf. 1Cor 12). El agente principal de esta incorporación a la Iglesia, es el Espíritu:
“porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un
cuerpo” (1Cor 12,13).

1
Tertuliano, Cipriano y Metodio de Filipo, relacionan directamente la maternidad de la Iglesia con el bautismo. Los
bautizados son hijos de la Iglesia (Efrén). Tienen a Dios por Padre y a la Iglesia por Madre (Agustín, Cipriano). Clemente de Alejandría llama a la Iglesia
útero materno. S. Agustín afirma: “Los párvulos son presentados para que reciban la gracia bautismal…
Es la Iglesia Madre, presente en los santos, la que hace esto, porque es la Iglesia entera la que engendra a los cristianos y a cada uno
de ellos”
Lo que la circuncisión es para los judíos, es el bautismo para los cristianos: signo de su
incorporación y agregación al pueblo de la nueva Alianza. S. Tomás indica que por el
bautismo uno se hace partícipe de la unidad eclesiástica. Es una idea también recogida
por el Vat. II.
Los sacramentos edifican la Iglesia, y en especial el bautismo. En Ef 4,3-6, Pablo
presenta a la Iglesia unida por un solo bautismo, con un solo Espíritu, en un solo
Cuerpo. Por esta acción ha nacido la Iglesia, esposa de Cristo, purificada por la Palabra
y el bautismo. En adelante será no ya la circuncisión, sino el bautismo, el que nos hará
pertenecer al nuevo Pueblo, comprometiéndonos en su edificación por la unidad (Col
1,20; 2,11-13).
El Texto de 1Pe 2,2-10 compara la Iglesia con una edificación (edificio espiritual) y
manifiesta la dignidad sacerdotal del pueblo de Dios. Al bautismo, debe el pueblo de
Dios la existencia y la vida, la estructura y el crecimiento. El bautismo hace nacer y
crecer a la Iglesia en el mismo momento y por la misma acción por la que va
incorporando nuevos miembros al Cuerpo cuya Cabeza es Cristo. Si la Iglesia hace el
bautismo, el bautismo hace y construye la Iglesia.
En un solo bautismo de Ef 4,5 encontró eco en la tradición empezando por los
primeros símbolos de fe. La expresión ha sido interpretada en doble sentido: a) en la
Iglesia no hay más que un solo bautismo (unicidad); b) el bautismo sólo se recibe una
vez (ireiterabilidad). (Dimesión Eclesiológica).
• Desde los primeros testimonios del NT encontramos la relación bautismo – Espíritu,
al hablar de bautizar en el Espíritu Santo (Mt 3,11; Mc 1,8; Lc 3,16; Jn 1,33; Hech 1,5;
11,16).
En el bautismo recibimos al Espíritu Santo Hch 2, 38, en San Pablo encontramos que
el cristiano recibe el Espíritu Santo en el bautismo, Rm 5,5; 1Tes 4,8; 1Cor 12,13), y que
el Espíritu habita en el cristiano Rm 8, 9 ss; Gal 4,6. De tal modo que bautizar en el
Espíritu siempre se asoció con el bautismo cristiana. (Dimensión Pneumatológica)
El bautismo en el Espíritu supone una autocomunicación del mismo Espíritu que se nos
da como don operante y transformante. El Espíritu “hace” el bautismo, por la
mediación ministerial de la Iglesia y es a la vez fruto del mismo bautismo, y se auto
comunica en su obra transformadora bautismal 1Cor 6,11. Es por la acción del Espíritu
Santo que el bautismo comporta una comunión real con el misterio pascual de Cristo y
con la salvación plena escatológica.
• El bautismo nos incorpora al misterio pascual de Cristo Rm 6,3-6, El bautismo es el
medio decisivo para entrar en comunión con Cristo y su ministerio salvífico. La
celebración bautismal actualiza el misterio pascual, por lo que los bautizados unen su
existencia con la de Cristo en una muerte como la suya, y son sepultados con él en la
muerte y vivificados y resucitados juntamente con él, pasando de la muerte del pecado
a la vida.
La expresión de esta voluntad de Cristo está expresada en el mandato bautismal que
transmite a los apóstoles: “Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues,
y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo” (Mt 28, 18-19). La Iglesia bautiza porque Cristo lo ha querido así.
Determinó el bautismo como signo salvífico, signo de gracia del nuevo tiempo que Él
mismo instauró. No sólo ordenó su realización (Mt 28,18-19), sino también enseñó su
necesidad: “El que no nazca de agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de
Dios” (Jn 3,5; ver también: Hech 2,38; 8,16; 10,48; 22,16). El bautismo es acción de
Cristo en su iglesia.
El bautismo perdona los pecados: Hech 2,38 Pedro les contestó: “convertíos y que
cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para perdón de
vuestros pecados y para que recibáis el don del Espíritu Santo”.
El sumergirse en el agua, representado por el bautismo de inmersión, es morir con
Cristo y sepultarse con Él. Es morir al hombre viejo, a los vicios y concupiscencias. Salir
del agua, después de la inmersión, es resucitar con Él. Por eso, Pablo, aludiendo a este
rito de inmersión y emersión, dice: “por el bautismo fuimos sepultados con Él en la
muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio
de la Gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva” (Rm 6,4). El
bautismo es un con-morir y con-resucitar con Cristo.
Los textos bautismales paulinos expresan esta realidad que vive el bautizado, a la que
se asocia, o con lo que se hace una misma cosa (Rm 6,5). Por el bautismo, el hombre se
asocia al misterio pascual de Cristo, participa de la muerte y de la gloria de Cristo;
especialmente cuando asume como propia la fe de la Iglesia y la confiesa, aunque sea
de una manera puramente objetiva (en el caso del bautismo de niños). (Dimensión
Cristológica).

IV) EL DESARROLLO HISTÓRICO.


Siglos I y II
a) Según la Tradición apostólica de Hipólito (hacia el 215), la solemne iniciación tenía
lugar al cabo de un catecumenado de tres años de duración. Comprendía el bautismo y
concluía con la celebración de la eucaristía. El bautismo tenía lugar mediante la
inmersión en el agua, a una con la confesión de fe en tres pasos (trinitarios) y en forma
dialogante («administración interrogativa del bautismo»). Tras el bautismo, el
sacerdote daba una unción (postbautismal) al bautizado y a continuación el obispo le
imponía las manos, lo signaba en la frente y lo ungía con el crisma. Entre los elementos
esenciales de la iniciación figuraban la celebración eucarística y las oraciones de la
comunidad por el bautizado.
Se insiste en la idea del renacimiento, del lavatorio de regeneración, de la nueva
criatura y de la remisión de los pecados.
b) La Didajé; une orgánicamente la iniciación ritual a la enseñanza moral y ofrece
algunas instrucciones para la liturgia del bautismo: alude al bautismo de inmersión y al
de infusión; al agua corriente y al agua ordinaria; a la fórmula trinitaria y al bautismo
en el nombre del Señor.
c) San Justino; recoge la idea de Consagración a Dios, y de Nueva Creación.
d) Clemente de Alejandría y Orígenes; aportan una rica visión teológica del bautismo,
al que llaman iluminación, perfección, baño y nuevo nacimiento. La eficacia plena del
bautismo se vincula a la colaboración del bautizado.
Los efectos bautismales, según Orígenes, son la resurrección con Cristo, la liberación
de la culpa, y la recepción del Espíritu Santo.
e) La teología de Tertuliano sobre el bautismo es muy rica en su dimensión
cristológica: su fuerza proviene de la pasión y resurrección de Cristo.
Dimensión pneumatológico: el bautismo no concede el Espíritu, solo dispone para
recibirlo mediante la imposición de las manos. Eficacia salvífica para el bautismo es la
fe como elemento.

Siglo III “Contra los herejes” (Bautismo de los herejes)


➢ San Cipriano
Las primeras cuestiones sobre las que se emitieron decisiones magisteriales
eclesiásticas vinculantes giraban en torno a la validez del bautismo de los herejes. El
papa Esteban I defendió, el año 256, esta validez frente al obispo Cipriano de Cartago,
en la llamada controversia del bautismo de los herejes (DH 110s; Dz 46). Según
Cipriano, los herejes no tienen el Espíritu Santo y por tanto, no pueden darlo. Cristo
confió los sacramentos a su Iglesia; fuera de ella no hay sacramentos válidos.
Los herejes no tienen la fe íntegra de la Trinidad ni pueden actuar según la intención
del Señor.

➢ Aparece la práctica de bendecir o consagrar el agua bautismal (testigos principales:


Tertuliano en Occidente y Basilio en Oriente), que se llevaba a cabo en virtud de la
expulsión del Maligno y la santificación del agua mediante una epiclesis.
La imposición de las manos siguió siendo derecho reservado a los obispos. En la liturgia
romana, esta imposición iba unida a una segunda unción postbautismal, también
reservada al obispo.
El primer testimonio de la separación entre el bautismo y la imposición de las manos,
junto con la signación en la frente, reservadas al obispo, aparece ya en Novaciano. Esta
separación se vio, por supuesto, impulsada por la práctica de bautizar a los niños. Tuvo
gran importancia una carta del papa Inocencio I, en el año 416, al obispo de Gubbio
(DH 215; Dz 98). En ella se permite a los presbíteros ungir a los bautizados con el
crisma, a condición de que éste haya sido consagrado por el obispo, pero se les
prohibe, en cambio, signar la frente con el mismo óleo: «lo cual corresponde
exclusivamente a los obispos, cuando comunican el Espíritu paráclito.» Se rompía así
claramente la unidad del acontecimiento bautismal y nacía el sacramento de la
confirmación. Este proceso quedó definitivamente sellado cuando la reforma
carolingia aceptó la liturgia romana.
Ya desde los tiempos de Tertuliano, en el siglo III, se han registrado siempre duras
críticas a la costumbre de bautizar a niños pequeños, incapaces de culpa. Pero esta
praxis fue también siempre defendida por las autoridades eclesiásticas, por ejemplo
por Inocencio III, en 1201 (DH 780; Dz 410) y 1208 (DH 794; Dz 424), que se apoyaban
para ello en la doctrina del pecado original: del mismo modo que una persona incurre
en el pecado original sin su personal consentimiento, puede verse libre de él, también
sin su consentimiento, en virtud de este sacramento del bautismo. Se enseñaba
asimismo, en este contexto, que era contrario a la religión cristiana obligar a nadie a
abrazar el cristianismo; si alguien es bautizado contra su voluntad y nunca lo acepta,
no recibe los efectos ni el carácter del sacramento (Inocencio III, en 1201: DH 781; Dz
411).

➢ Siglo IV “Contra los donatistas”


En el siglo IV aparece de nuevo el mismo problema del rigorismo, esta vez de la mano
de los donatistas, para los que sólo la comunidad pura de los santos constituye la
Iglesia real, y por tanto, solamente un sacerdote sin mancha puede administrar los
sacramentos, los bautismos celebrados en la iglesia universal son inválidos y el
converso debía ser rebautizados. San Agustín; solucionó el problema desde el punto
de vista teológica mediante la conocida doctrina del signum, que liga intrínseca y
necesariamente el verbum AL Evangelium (historia salvadora en Cristo y a la fe expresa
en la Trinidad). Explicita el santo que el ministerio del bautismo es solo instrumento
visible de Cristo y, aunque el instrumento sea indigno, el signo es siempre acción de
Dios. Silvestre I prohibió, en el 314, rebautizar a los donatistas que volvían a la madre
Iglesia, siempre que hubieran sido bautizados en el nombre de la Trinidad (DH 123; Dz
53). Nicolás I, en una respuesta del año 886 a Bulgaria, donde habían ocurrido algunos
casos, afirmó que no se debía proceder a rebautizar, siempre que el bautismo hubiera
sido administrado en el nombre de la Santa Trinidad o en el nombre de Cristo (DH 644-
646; Dz334a-335).

➢ En la disputa con el pelagianismo y en la cuestión del bautismo de los niños, San


Agustín tiende a acentuar el hecho objetivo de la redención por Cristo y la virtualidad
del signo sacramental, previo a toda insuficiencia humana.
▪ Para Agustín, los ritos de la iniciación cristiana abarcan el bautismo por inmersión
con la unción del óleo consagrado, el sacramento de la crismación o confirmación con
la imposición de las manos y la signatio.
▪ San Ambrosio; enumera las diferentes fases de la celebración, entre ellas, la unción
con el myrom (crisma).
▪ San Cirilo; desarrolla el rito de la unción con el myrom por el que se recibe al mismo
Espíritu Santo pero llama bautismo a toda ceremonia de iniciación que lleva consigo el
perdón de los pecados, el nuevo nacimiento y la comunicación de del Espíritu.
▪ El concilio de Riez (439) y el primero de Orange (441); utilizan términos confirmatio
para los ritos posbautismales administrados por el obispo.
▪ Gregorio de Niza; afirma que el bautismo produce la gracia, no en virtud de la
naturaleza del agua, sino en virtud de la presencia del Espíritu. La fórmula indicativa
«yo te bautizo», que se explica fácilmente en el marco del bautismo de los niños, está
testificada por vez primera en la liturgia romana a finales del siglo VIII.
▪ La nueva doctrina sobre el pecado original creó tal ansiedad por la salvación que ya
no parecía prudente ni aconsejable administrar el bautismo sólo por Pascua.

➢ Edad Media
En la Edad Media encontramos a Hugo de San Víctor quien plantea la problemática de
la relación entre la eficacia objetiva del sacramento y la cooperación subjetiva del
hombre, mediante la fe. Exige que el ministro del bautismo tenga la recta fe cristiana.
Santo Tomás de Aquino: dice que la eficacia santificadora del bautismo se debe en
primer lugar a la Santísima Trinidad, que es la causa principal; la pasión de Cristo es la
causa instrumental. El ministro y el sacramento mismo son causa instrumental
secundaria. El bautismo es el sacramento de la fe, sin el cual nadie puede salvarse. Los
efectos: perdón de los pecados, remisión de la pena, incorporación al cuerpo místico y
orientación a la gloria.
En la teología sacramental de la Iglesia Católica hay dos proposiciones que sobrepasan
el mero enunciado teológico y ocupan el lugar propio de los artículos de fe.
Se trata de la doctrina que enseña de los sacramentos que causan la gracia ex opere
operato y que alguno de ellos imprimen carácter. Estas dos afirmaciones (ex opere
operato e imprimen carácter), fue calificado por Lutero de diabólico. Para Lutero, el
bautismo es el sacramento fundamental de la vida cristiana pero, al acentuar la
importancia de la palabra, el bautismo aparece ante todo, como una forma particular
de la palabra de Dios. Es más, para Lutero, el verdadero bautismo es la fe (entendida
en sentido protestante).
Para S. Buenaventura el bautismo se relaciona especialmente con la Iglesia: es
sacramento de la Iglesia y extrae su eficacia de la fe de la Iglesia.
Fausto de Riez dice que en el bautismo nacemos a la vida, después del bautismo
somos fortalecidos para la lucha: en el bautismo somos lavados, después del bautismo
somos robustecidos.

V) DESARROLLO MAGISTERIAL
Concilio IV de Letrán
Definiciones contra los Albigenses y los Cataros, la fe Católica 1215, (DH *803).
“En cambio, el sacramento del bautismo (que se consagra en el agua por la invocación
de Dios y la indivisa Trinidad, es decir del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo)
aprovecha para la salvación, tanto a los niños como a los adultos fuere quienquiera el
que lo confiera debidamente en la forma de la Iglesia. Y si algunos, después de recibido
el bautismo, hubiera caído en pecado, siempre puede reparase por una verdadera
penitencia….”
Concilio de Lyon
Concilio I de Lyon 1245 - La materia del bautismo
“Como quiera que, según por tu relación hemos sabido, a causa de la escasez de agua
se bautiza alguna vez los niños de esa tierra con cerveza, a tenor de lo presente te
respondemos que quienes se bautizan con cerveza no deben considerarse
debidamente bautizado, puesto que, según la doctrina evangélica, hay que renacer del
agua y del Espíritu Santo (Jn 3,5)”. (DH 829)
“Tampoco importa que bauticen con agua fría o caliente, pues se dice que afirman que
en una y en otra tiene el bautismo igual virtud y efecto”. (DH 830,3).
Concilio II de Lyon 1274.
“Cree que hay una sola verdadera Iglesia, Santa, Católica y Apostólica, en la que se da
un solo bautismo y verdadero perdón de todos los pecados”. (DH 854)
“Sostiene también y enseña la misma santa Iglesia romana que hay siete sacramentos
eclesiástico, a saber: uno el bautismo del que arriba hablamos”. (DH 855)
Concilio de Florencia
La primera declaración doctrinal global sobre el sacramento del bautismo se encuentra
en el Decreto para los armenios del concilio de Florencia de 1439 (DH 1314,
1315,1316; Dz 696):
a) El sacramento primero y fundamental es el santo bautismo, que convierte a los
fieles en miembros del Cuerpo de Cristo….
b) Forma parte del signo visible por el que se invoca a la Trinidad, la causa instrumental
es el ministro humano.
c) El ministro ordinario es el sacerdote, en caso de necesidad cualquier persona que
realice el signo sacramental previsto y tenga la intención de hacer lo que hace la
Iglesia.
d) Sus efectos: la remisión de toda culpa, la original y pecados actuales, la entrada en
el Reino de Dios y la expectativa de la visión de Dios.
Concilio de Trento
El concilio se ocupó del bautismo en diferentes ocasiones: en la sesión V (1546), con
ocasión del pecado original; en la sesión VI (1547), al dar la doctrina sobre la
justificación; en la sesión XIV (1551), cuando trató del sacramento de la penitencia, y,
más expresamente, en la sesión VIII (1547), que dedicó a la doctrina sobre los
sacramentos y, en particular, sobre el bautismo. Los pronunciamientos conciliares
estuvieron condicionados, de un lado, por las negaciones de los reformadores, y, del
otro, por la doctrina de los escolásticos (y por las declaraciones del Decretum pro
Armenis). Los damos en orden sistemático:
— En términos generales, se vindica como buena la doctrina sobre el bautismo que
propone la Iglesia romana (DH 1616). El bautismo es sacramento en sentido verdadero
y propio (DH 1601), superior al de Juan (DH 1614).
— El sacramento del bautismo y el sacramento de la penitencia son dos sacramentos
distintos; se diferencian en la materia, en la forma, en el ministro y en los frutos (DH
1671-1672, 1702; cf. también DH 1542-1543).
— El bautismo no es libre, sino necesario para la salvación (DH 1618; cf. DH 1672),
como único remedio contra el pecado original (DH 1513-1515) y única causa
(instrumental) de justificación (DH 1524 y 1529), aunque lo puede suplir el votum
baptismi (DH 1524). Por tanto, los niños deben ser bautizados (DH 1514; cf. DH 1625-
1627).
— Las disposiciones requeridas en el sujeto para la justificación sacramental son la fe,
el arrepentimiento y detestación de los pecados personales, la esperanza, el deseo del
bautismo y el propósito de iniciar una vida nueva (DH 1526-1527).
— Al ministro se le pide la intención de hacer lo que hace la Iglesia y se afirma la
validez del bautismo conferido por herejes (DH 1617).
— El bautismo ejerce una causalidad instrumental real ex opere operato (DS 1529; cf.
DH 1606, 1608).
— El bautismo borra el pecado original tanto en los adultos como en los niños, aunque
no la concupiscencia (DH 1513-1515); no los hace inmunes al pecado (DH 1619). Borra
los pecados actuales personales (DH 1672; cf. DS 1515 y 1526-1530). Condona todas
las penas temporales debidas al pecado (DH 1543; cf. Decr. pro Armenis: «... de suerte
que, si mueren antes de cometer algún pecado, alcanzan de inmediato el reino de los
cielos y la visión de Dios»: DH 1316).
— Por el bautismo el hombre es renovado interiormente, justificado, revestido de
gracia santificante, positivamente santificado, convertido en hijo adoptivo de Dios,
incorporado a Cristo, hecho amigo de Dios, sin que nada quede en él que pueda odiar
Dios (DH 1515, 1523, 1524, 1528).
— El bautismo confiere las virtudes infusas de fe, esperanza y caridad (DH 1530).
— El bautismo es puerta de entrada en la Iglesia; hace miembros del Cuerpo de Cristo
(DH 1671; cf. Decr. pro Armenis: DH 1314); somete a los bautizados a las leyes de la
Iglesia (DH 1620- 1621).
— Por fin, el bautismo imprime carácter en el alma, es decir, una señal espiritual e
indeleble por cuya razón no puede repetirse el bautismo (DH 1609; cf. DH 1624).
Concilio Vaticano II
Vaticano II: entiende el bautismo como inserción en el misterio pascual de Cristo:
como configuración con la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Sitúa el bautismo
dentro del plan salvífico. El bautismo es fuente y fundamento de toda la vida cristiana,
que debe crecer y florecer en santidad y apostolado. El bautismo incorpora a los
creyentes a la Iglesia y por el carácter sacramental al culto cristiano.
La Constitución sobre la sagrada liturgia (SC 7) y la Constitución sobre la Iglesia (LG 7)
entienden el bautismo como inserción en el misterio de pascua y, con ello, como
configuración con la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
«Los fieles, incorporados a la Iglesia por el bautismo, quedan destinados por tal
carácter al culto de la religión cristiana y, regenerados como hijos de Dios, tienen el
deber de confesar delante de los hombres la fe que recibieron de Dios por medio de la
Iglesia» (LG 11).
En virtud del bautismo comparten todos los creyentes la esencia y la vida sacramental
de la comunidad eclesial y la misión salvífica sacerdotal de la Iglesia. Ejercen su
sacerdocio en la recepción de los sacramentos, en la oración, en la acción de gracias,
en el testimonio de una vida santa y en la negación de sí del amor activo al prójimo (LG
10).
El bautismo y la confirmación son las bases sacramentales del apostolado de los laicos,
que realizan, a su propia manera, la esencia apostólica y el encargo dado a la Iglesia:
«Los cristianos seglares obtienen el derecho y la obligación del apostolado por su
unión con Cristo, Cabeza. Ya que, insertos por el bautismo en el Cuerpo místico de
Cristo, robustecidos por la confirmación en la fortaleza del Espíritu Santo, son
destinados al apostolado por el mismo Señor… La caridad, que es como el alma de
todo apostolado, se comunica y mantiene con los sacramentos, sobre todo de la
eucaristía. El apostolado se ejercita en la fe, en la esperanza y en la caridad, que
derrama el Espíritu Santo en los corazones de todos los miembros de la Iglesia» (AA 3;
cf. LG 31).
El bautismo es también el fundamento de un vínculo sacramental de todos cuantos lo
han recibido entre sí y con Cristo (LG 14). De ahí que no sea completa la separación de
las Iglesias y las comunidades cristianas ni entre sí ni respecto de la Iglesia católica. A
través del bautismo se da un primer nivel de unión sacramental y de realización
existencial sacramental de la única e indivisible Iglesia de Cristo. Por tanto, debe
entenderse el bautismo como el fundamento sacramental de todos los movimientos
ecuménicos (UR 22).
El concilio admite, con toda la tradición cristiana, que el verdadero y auténtico ministro
del bautismo es Cristo (SC 7). Con un cierto distanciamiento respecto de la tradición se
dice que, además de los obispos y los sacerdotes, también los diáconos pueden
administrar el bautismo solemne (LG 29; cf. el CIC de 1983, canon 861). En el Decreto
para los armenios del concilio de Florencia únicamente se menciona a los primeros
como ministros ordinarios. Según este documento, el diácono sólo podía administrarlo
en caso de necesidad y como ministro extraordinario (DH 1315).

VI) LOS EFECTOS DEL BAUTISMO.


1: Perdón de los pecados: La conexión estaba ya presente en el precedente del
bautismo cristiano, es decir, en el bautismo de Juan: que era conversión personal con
vistas a la purificación de los pecados Lc 3,3. Lc 3,16: “os bautizará en Espíritu Santo y
fuego”- con esto el Bautista le atribuye el carácter de purificación de los pecados. Gal
5,1: como liberación “para ser libre nos liberó Cristo”.
2: Nuevo nacimiento, filiación divina, divinización:
Una vez eliminado el obstáculo del pecado, el bautismo infunde un principio de vida
nueva. Nacidos de Dios los bautizados tienen derecho a hablar de una filiación divina,
son hijos de Dios.
Nuevo nacimiento: Texto capital: Jn 3,3-7 de Jesús a Nicodemo “necesidad de nacer
del agua y del Espíritu”. Nacer del agua y nacer del Espiritu viene a ser sinónimo de
nacer de Dios.
Filiación divina: 2 Pe 1,4: habéis sido hechos participes de la naturaleza divina. Ef 1,5:
hijo adoptivo. No es filiación jurídica sino la comunicación real de una vida nueva. Esta
filiación capacita al cristiano para vivir en Dios. La filiación es iniciativa de Dios, la
filiación es obra del verbo y el Espíritu es la mano que modela a la nueva creatura en la
Iglesia.
La divinización: Clemente alejandrino dice que el bautismo, al hacernos partícipes de
la inmortalidad, nos deifica; hacerle a uno hijo de Dios equivale a divinizarlo. Al
participar de la filiación natural de Cristo, participamos de la plenitud divinitatis que
reside en él.
3: Renovación (nueva creación) San Pablo en Tit 3,5 define el bautismo como lavado
de restauración y renovación. Resultado de la transformación bautismal surge la nueva
creación 2 Cor 5,17. Se trata de una elevación del orden natural al orden sobrenatural,
un hombre más brillante que el anterior.
4: Santificación, justificación, consagración:
En Rom 8,30 se dice que Dios a los que llamó justificó. A los bautizados se les llama
santos. La santidad recibida en el bautismo dará derecho a los bautizados para
participar de la Eucaristía. La santidad deriba de Cristo al creyente por el bautismo. El
Espiritu Santo es el que santifica, por el bautismo se participa de la misma santidad del
Espíritu Santo.
5: Iluminación: El NT concibe como una iluminación la vocación al cristianismo 2 Cor
4,6 y llama a los cristianos luz Ef 5,8. En el bautismo la luz divina penetra
profundamente en el ser del cristiano transformándolo en luz en el Señor.
6: Vida en Cristo:
El bautismo inaugura una nueva vida en Cristo, que presenta distintas facetas:
a). El tema de la incorporación a Cristo en virtud del bautismo está insinuada en la
expresión bautizarse en Cristo: 1 Cor 12,13 hemos sido bautizados para formar un solo
cuerpo.
b). El bautizado pasa al dominio de Cristo, a ser su propiedad: “vosotros sois de Cristo”
Gál 3,29, esto significa al mismo tiempo que queda bajo el amparo y la protección del
Señor.
C. Por esta comunión os configuramos con Cristo muerto y resucitado.
d). Revestidos de Cristo Gál 3,27. Esto es participación en la gloria del resucitado.
e). También se da un pacto, una alianza entre el bautizado y Cristo.
7: Sello y carácter:
Significa que en el bautismo el bautizado queda como marcado por una impronta.
2 Cor 1, 21,22: quien ungió marcó también con sello.
Gen 4,15 y Ez 9,4: como garantía de la protección divina. Rom 1,4 la circuncisión como
figura del bautismo cristiano.
La función del sello parece ser la de asegurar la protección de Dios y la de manifestar la
pertenencia a Dios y a la Iglesia. Es un carácter indeleble impreso en el alma.
La marca divina, es ante todo signo de elección, protección de Dios y manifestación de
la irreiterabilidad del bautismo.
Agustín: ve en este carácter una consagración, que nos incorpora al cuerpo de Cristo
(la Iglesia). Es una marca indeleble impresa por Cristo.
8: Sacerdotes, Reyes y Profetas:
Ex 19, 6 e Is 61,6: sacerdocio santo para ofrecer sacrificios espirituales.
1 Pe 2,5.9: sacerdocio real para anunciar las alabanzas de Dios.
El bautismo capacita para las tres funciones, el Espiritu Santo es la unción con que son
ungidos los cristianos, los prepara y capacita.
S. Juan Crisóstomo: fuimos hechos, rey por la victoria sobre todas las malas acciones y
la destrucción de los pecados; sacerdotes por la ofrenda de ti mismo a Dios, por la
inmolación de cuerpo y de tu persona; profeta por el conocimiento del porvenir
gracias a la inspiración.
Los bautizados deben su condición de sacerdotes, reyes y profetas al bautismo,
principalmente porque los incorpora a Cristo sacerdote, rey y profeta, y también
porque los hace miembros de la Iglesia, cuerpo de Cristo.
LG 31: los cristianos están incorporados a Cristo por el bautismo, forman el pueblo de
Dios y participan de las funciones de Cristo Sacerdote, Profeta y rey. Realizan, según su
condición, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo.
9: Seguridad y optimismo:
Vivir en la alegría y en la intimidad con Dios, una vida sin miedos, en franca libertad.
1. La parresía del bautismo; En el lenguaje cristiano significa la seguridad de que
goza el cristiano en relación con Dios (confianza y familiaridad), con los
enemigos de su salvación (inmunidad y valentía), con el testimonio de su fe
(libertad y osadía), con su suerte última (garantía y tranquilidad).
2. La alegría del bautizado; En el bautismo Dios y la Iglesia engendran para la felicidad,
la alegría y la vida. El Espíritu de Dios convierte en alegría todo cuanto toca. Hay alegría
en la Madre Iglesia ante el nacimiento de nuevos hijos.

VII) LAS EXIGENCIAS ÉTICAS DEL BAUTISMO


El bautismo no es solo una experiencia momentánea; sino que está proyectado hacia
la vida futura del bautizado, incluida su consumación a la Gloria. Las exigencias del
bautismo van en una doble dirección: 1 en orden a asegurar el debido desarrollo de las
virtualidades contenidas en el Bautismo, con vistas a la autorrealización del cristiano. 2
y en orden a las responsabilidades que derivan del Bautismo en la Iglesia y en el
Mundo.
1: CONSERVAR EL BAUTISMO: La primera exigencia de este don, es la de no perderlo,
sino conservarlo intacto, consigna casi obsesiva en los primeros documentos
bautismales.
2: EL COMBATE CRISTIANO: La participación sacramental en la muerte y resurrección
de Cristo, significó para el bautizado la victoria sobre Satanás y la liberación de la
esclavitud del pecado. Pero es sólo el inicio; el combate para los cristianos, debe
continuar porque el enemigo sigue al acecho. El bautismo inaugura para el cristiano
una vida de lucha que sólo acabará con la muerte. El ideal del bautizado es vivir sin
pecar.
3: VIVIR EN CRISTO: La experiencia del misterio de Cristo en el bautismo deja una
impronta cristológica en la persona, toda su vida, su espiritualidad tendrá como
referencia central a Cristo y a su acontecimiento.
4: VIVIR SEGÚN EL ESPÍRITU:Desde el Bautismo, ya que fuimos bautizados en el
Espíritu, y por esto habitados como templos por él, pasamos a vivir bajo la Ley del
Espíritu. Santo Tomás enseña que la nueva Ley es la gracia del Espíritu Santo, él no solo
propone norma de conducta sino que ayuda a cumplirla.
5: VIVIR EN IGLESIA (PARA LA IGLESIA): El bautismo nos hizo miembros del cuerpo de
Cristo, la Iglesia, cada uno con una función original, insustituible e indeleble, para el
bien de todos. La primera obligación de todo miembro de la Iglesia es: mantener viva
la conciencia de su pertenencia a ella.
6: COMPROMETIDOS EN LA MISIÓN DE CRISTO Y DE LA IGLESIA: El Bautismo al mismo
tiempo que capacitación al servicio, es una llamada al servicio, a participar activa,
consciente y plenamente (SC 14) en las funciones mesiánicas de Cristo y de la Iglesia,
no solo como sujetos pasivos sino como protagonistas de esas acciones. El origen de
este llamado está en su condición de miembro de Cristo Sacerdote, Rey y Profeta, y de
la Iglesia pueblo de sacerdotes, reyes y profetas.
7: LA LEY DEL CRECIMIENTO: El bautismo es el primer sacramento de iniciación, por el
cual inicia la historia de la salvación y este estado germinal invita a una progresión y
una maduración, pone a la persona en camino de tensión, en la vida cristiana, le hace
desear una posesión más plena de los dones recibidos, a lo largo de toda la vida.
8: TENSIÓN ESCATOLÓGICA: El bautismo coloca la vida cristiana desde sus comienzos
en tensión escatológica, al situar su meta y su ideal en el más allá. Nos invita a vivir
anticipadamente como bienaventurados, a obrar como conviene a la ciudadanía del
Cielo, conformar nuestra conducta a las costumbres que rigen en el Cielo

VIII) DIMENSIÓN PASTORAL

- Acentuar que el bautismo no es un rito tipo mágico cuya aplicación basta. No


quedarse en los preparativos externos o festivos.
- Acentuar la dimensión del don del bautismo, en especial en los niños. Es un don que
es tarea para la Iglesia, y la Iglesia más cercana son los padres y padrinos, pero la
comunidad no está exenta.
- El bautismo es un inicio y no un final.
- Enfocar sobre el bautismo de adultos teniendo como base a RICA y la IVC
- Preparar bien a los padres para la recepción del bautismo, que se haga por amor y no
por otras motivaciones ya sea psicológicas, sociales, etc.
- Preparar los encuentros prebautismales con responsabilidad y descubrir la función
importante del bautismo.
- Mencionar en las homilías que la eucaristía es el fin de toda vida cristiana, que
comienza con el bautismo. La espiritualidad brota del bautismo.
- Preparar bien los ritos bautismales de tal manera que sea educativo para todos los
fieles y se viva con fe.
- Utilizar siempre los signos que hagan referencias al bautismo recibido, agua
(aspersión), luz… en las celebraciones cuaresmales, la vigilia pascual y las promesas
bautismales para mantener viva la conciencia bautismal.
- Acogida pastoral: no burocrática, que dialogue sobre vida y de fe, disposiciones.
- Encuentros(s) personales: Uno o varios, que profundicen en las actitudes y motivos.
- Encuentros comunitarios: El número debe concretarse según circunstancias. Pero lo
más importante es la calidad, el contenido, el dialogo, la participación.
- Discernimiento: Momento de revisión de actitudes, de decisión por el bautismo, de
petición formal, de aceptación de responsabilidades.
- Preparación inmediata: Momentos dedicado sobre todo a la catequesis mistagógica,
el conocimiento de los símbolos del bautismo, la preparación y participación en la
celebración, la oración.
- Celebración participada: Con una actitud activa y gozosa, agradecida a Dios y abierta
a la participación de la comunidad.
- Continuidad: En un seguimiento de los padres y por medio de una pastoral familiar
adecuada, que no abandone a los padres en su tarea educativa e iniciadora, sin que les
ofrezca las ayudas necesarias para su cumplimiento.

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