El estructuralismo surge en los años 1960 como una corriente filosófica que adopta una postura antihumanista. Claude Lévi-Strauss aplica el método estructuralista de la lingüística de Saussure a la antropología para estudiar las culturas como sistemas de signos. Lévi-Strauss considera que la mente humana construye realidades simbólicas de forma inconsciente, tanto en sociedades modernas como en las llamadas primitivas. Critica el mito del progreso de las sociedades modernas.
0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos)
30 vistas5 páginas
El estructuralismo surge en los años 1960 como una corriente filosófica que adopta una postura antihumanista. Claude Lévi-Strauss aplica el método estructuralista de la lingüística de Saussure a la antropología para estudiar las culturas como sistemas de signos. Lévi-Strauss considera que la mente humana construye realidades simbólicas de forma inconsciente, tanto en sociedades modernas como en las llamadas primitivas. Critica el mito del progreso de las sociedades modernas.
El estructuralismo surge en los años 1960 como una corriente filosófica que adopta una postura antihumanista. Claude Lévi-Strauss aplica el método estructuralista de la lingüística de Saussure a la antropología para estudiar las culturas como sistemas de signos. Lévi-Strauss considera que la mente humana construye realidades simbólicas de forma inconsciente, tanto en sociedades modernas como en las llamadas primitivas. Critica el mito del progreso de las sociedades modernas.
El estructuralismo surge en los años 1960 como una corriente filosófica que adopta una postura antihumanista. Claude Lévi-Strauss aplica el método estructuralista de la lingüística de Saussure a la antropología para estudiar las culturas como sistemas de signos. Lévi-Strauss considera que la mente humana construye realidades simbólicas de forma inconsciente, tanto en sociedades modernas como en las llamadas primitivas. Critica el mito del progreso de las sociedades modernas.
Descargue como PDF, TXT o lea en línea desde Scribd
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 5
Sánchez Cornejo Alan Yair 3EV2
“Antihumanismo filosófico” (resumen)
El estructuralismo y C. Lévi-Strauss Una de las corrientes de pensamiento que más decididamente adoptan una posición antihumanista es el estructuralismo. Se trata de una tendencia filosófica que surge en los años Sesenta especialmente en Francia. No es posible atribuir al estructuralismo las características de una Escuela ni las de un movimiento homogéneo. Es, como otros han ya señalado, un "estilo de pensar" que reúne personalidades muy diferentes entre sí, activas en los más diversos campos de las ciencias humanas, tales como la antropología (C. Lévi-Strauss), la crítica literaria (R. Barthes), el psicoanálisis freudiano, la investigación historiográfica (M. Foucault), o pertenecientes a corrientes filosóficas específicas como el marxismo. Este heterogéneo grupo de estudiosos comparten, sin embargo, una actitud general de rechazo de las ideas de subjetivismo, historicismo y humanismo, que son el núcleo central de las interpretaciones de la fenomenología y del existencialismo. Utilizando un método en neto contraste con el que adoptaban estos últimos, los "estructuralistas" tienden a estudiar al ser humano desde afuera, como a cualquier fenómeno natural, «como se estudia a las hormigas» y no desde adentro, como a una conciencia. Independientemente del objeto de estudio, la investigación estructuralista tiende a hacer resaltar lo inconsciente y los condicionamientos en vez de la conciencia o la libertad humana. Es necesario aclarar que el concepto de estructura y el método inherente a él llegan al estructuralismo no directamente desde las ciencias lógico-matemáticas ni de la sicología (la escuela de la Gestalt), en las que ya se encontraban operando desde hacía tiempo, sino por otra vía: la lingüística. En tal sentido, se ha dicho que el estructuralismo nace de una exorbitancia, de un "exceso" de las teorías del lenguaje. El lingüista ruso R. Jacobson cumplió con el importante rol de conectar los diversos componentes históricos del estructuralismo y de transferir el método interpretativo estructural de la lingüística a las demás ciencias humanas. En efecto, en Jacobson se entrecruzan las más variadas líneas del desarrollo del estructuralismo: partiendo de la experiencia del formalismo ruso –del cual propagó las ideas estéticas–, desarrolló las ideas de Saussure, al principio en el Círculo lingüístico de Praga –del que fue uno de los fundadores– y más tarde en América. Fue precisamente en Nueva York –donde se había refugiado para escapar de la guerra– que Lévi-Strauss entro en contacto directo con el estructuralismo lingüístico gracias a su amistad con Jacobson. Para Saussure el lenguaje, una facultad común a todos, no se puede concebir simplemente como la suma de los actos del hablar (sean estos pasados o futuros) que los individuos efectúan para comunicar entre sí. La lengua (langue) «es un sistema de signos que expresan ideas»3[3] y «es la parte social del lenguaje, exterior al individuo, quien por sí solo no puede ni crearla ni modificarla; no existe más que en virtud de una especie de contrato establecido entre los miembros de la comunidad».4[4] El habla (parole) es un acto único de comunicación verbal efectuado por un individuo para expresar un pensamiento personal. El primer concepto indica el sistema de reglas que están a la base de cada acto del hablar y que, siendo bagaje común de toda la comunidad, existe independientemente del sujeto. Si no se conoce este sistema de reglas –que el individuo hace suyo a través del aprendizaje– ningún acto del hablar sería posible. Saussure efectúa una segunda distinción básica entre el significante y el significado de un signo lingüístico. En un primer análisis, Saussure define al signo lingüístico como la unión entre un concepto y una “imagen acústica” (es decir un sonido, no en el sentido estrictamente físico, material, sino un sonido en la dimensión de la percepción Sánchez Cornejo Alan Yair 3EV2 “Antihumanismo filosófico” (resumen) auditiva).5[5] Más tarde Saussure propone, a fin de evitar posibles ambigüedades, dar el nombre de significado al concepto y llamar significante a la imagen acústica. Pero el punto clave que surge del análisis de Saussure es el siguiente: el nexo que une a los dos componentes de un signo lingüístico es arbitrario. Es evidente que el lenguaje cambia con el tiempo, pero para una comunidad lingüística lo que cuenta es su situación presente, que es la que permite la comunicación entre las personas. Es más. Un idioma no sólo produce un conjunto singular de significantes, dividiendo y organizando el espectro sonoro de un modo que es al mismo tiempo arbitrario y específico, sino que se comporta de la misma manera en el espectro de las posibilidades conceptuales. Los significantes y los significados, precisamente por el hecho de ser divisiones arbitrarias de un continuo pueden ser definidos solamente a partir de sus relaciones, o sea, en función del sistema de diferencias recíprocas, siendo cada uno de ellos lo que los demás no son. Falta aún considerar una última distinción fundamental que Saussure describe entre sincronía y diacronía. Todos hemos experimentado que el lenguaje cambia continuamente. Los signos lingüísticos no son estáticos: se transforman incesantemente. Este hecho admite una verificación inmediata en lo que respecta a los significantes, pero vale del mismo modo para los significados. s estudiar el lenguaje en una dimensión diacrónica, es decir histórica, siguiendo las transformaciones de los signos lingüísticos, o en un particular momento histórico, en otras palabras, en su dimensión sincrónica. Esta última es la única que importa a quienes utilizan el lenguaje. Recordemos que el Curso es una reconstrucción del pensamiento de Saussure que hicieran sus alumnos en base a los apuntes tomados durante las lecciones y que fue publicado en 1915, luego de la muerte del maestro. Con el término estructura se designa en general el modo de organización de un sistema en base al rango, el rol, las relaciones, etc. de sus partes. Y es con este sentido que la palabra fue luego utilizada por el estructuralismo lingüístico, apareciendo por primera vez en el Círculo lingüístico de Praga donde se habla de “estructura del sistema lingüístico”. De todo lo que hemos dicho resulta que el lenguaje, en el análisis de Saussure, posee algunas propiedades singulares: por una parte, está compuesto de signos totalmente arbitrarios y por otra parte presenta una rígida estructura impersonal, externa y que precede al individuo, quien no puede crearla ni transformarla. Esta estructura funciona como una suerte de a priori social: aunque no se perciba conscientemente, ella ejerce una influencia fundamental sobre los que la aprenden y la usan. En efecto, las personas asimilan el lenguaje mucho antes de poder "pensar por sí mismas"; es más, tal aprendizaje constituye precisamente la base para que eso suceda. De este planteo deriva que no existe un momento perceptivo distinto de un momento posterior en el cual la percepción es articulada conscientemente en el lenguaje: pareciera existir un único momento de percepción-interpretación que en gran medida elude al "sujeto". Lévi-Strauss, que puede ser considerado el "padre" del estructuralismo, no era un lingüista; era un antropólogo. Después de su encuentro con Jacobson, el enfoque adoptado por el estructuralismo lingüístico se le presenta como el mejor instrumento para indagar en lo profundo de los fenómenos socio-culturales. Así, adoptando el método del estructuralismo lingüístico, Lévi-Strauss propone reducir la antropología a una semiótica, es decir, estudiar las culturas humanas como estructuras de lenguajes verbales y no verbales. Sánchez Cornejo Alan Yair 3EV2 “Antihumanismo filosófico” (resumen) La diferencia entre nosotros, hombres modernos, y los "primitivos" no consiste entonces, para LéviStrauss, en una capacidad mental diferente, sino en un área diversa de aplicación de la misma energía mental. La mente primitiva es exactamente la misma mente moderna y su funcionamiento devela el funcionamiento de ésta última: ambas construyen sus propias realidades y las proyectan sobre cualquier realidad que encuentran a su alrededor, aunque esta operación no sea consciente en ninguno de los dos casos. En síntesis, lo que surge es una función simbólica, estructurante, de la mente humana que existe siempre, en todas partes, en toda sociedad, aunque se presente bajo diversas formas. Lévi-Strauss es un crítico severo y amargo del hombre y de la sociedad moderna, a la que define "un cataclismo monstruoso" que amenaza con deglutir a todo el planeta, y en este sentido anticipa muchos de los temas de los movimientos ecológicos que surgirían más tarde. Para él, el así llamado "progreso" ha sido posible sólo a costa de la violencia, la esclavitud, el colonialismo, la destrucción de la naturaleza; es sólo una ilusión etnocéntrica de nuestra civilización, un mito, y como tal tiene el mismo valor de arbitrariedad y la misma función de "verdad social" que aquellos productos del pensamiento primitivo. El progreso no existe porque tampoco existe la historia como sucesión objetiva de eventos. La historia no es otra cosa que un sistema de signos que, por definición son injustificados y determinados por otras realidades no históricas. Está claro que el pensamiento de Lévi-Strauss no podía evitar el choque con el de Sartre, su perfecta antítesis. Para él la historia posee una propia inteligibilidad: son los hombres los que la construyen. Más aún, el pensamiento de Sartre, en cuanto humanismo, tiende a demostrar que el significado, la continuidad y el objetivo atribuidos a la acción humana colectiva son componentes intrínsecos de la comprensión histórica. La historia, por lo tanto, no puede ser reducida a un fenómeno simplemente natural, biológico. Para Lévi-Strauss, así como no existe un sujeto individual, no existe tampoco un sujeto colectivo, una humanidad que crea la historia y que da una continuidad consciente a los acontecimientos. En la base de la idea moderna de historicidad está el hecho de que nosotros vivimos en una sociedad “caliente”, es decir una sociedad que genera constantemente, a través de una dialéctica interna, el cambio social y, por lo tanto, continuas tensiones y conflictos. Es una sociedad que funciona como una máquina termodinámica, que produce un alto nivel de orden a costa de un gran consumo de energía y de desigualdades internas. En este punto se ve claramente una de las tantas paradojas de la filosofía de Lévi- Strauss: luego de haber emitido un juicio tan áspero y negativo de la sociedad industrial, uno se esperaría que repudiase la ciencia o, más en general, la "mirada científica" que objetiviza la naturaleza, que la transforma en cosa. El dice: Creemos que el fin último de las ciencias humanas no es constituir al hombre, sino disolverlo. El valor eminente de la etnología es el de corresponder a la primera etapa de una acción que comporta a otras: más allá de la diversidad empírica de las sociedades humanas, el análisis etnográfico quiere llegar a invariables ... Sin embargo, no basta con reabsorber las humanidades particulares en una humanidad general; esta primera empresa esboza otras ... que incumben a las ciencias exactas y naturales: reintegrar a la cultura en la naturaleza y, finalmente, a la vida en el conjunto de sus condiciones fisicoquímicas». Michel Foucault Para Foucault, uno de los obstáculos más graves con los que se enfrenta el pensamiento actual es la idea de "humanismo". Por ello, una de las tareas principales de su obra es la Sánchez Cornejo Alan Yair 3EV2 “Antihumanismo filosófico” (resumen) de depurar el campo filosófico de tal idea. En las palabras de Foucault, «Los descubrimientos de Lévi-Strauss, de Lacan, de Dumezil ... borran no sólo la imagen tradicional que se tenía del hombre, sino que, a mi juicio, tienden todas a convertir en inútil, para la investigación y para el pensamiento, la idea misma de hombre. La herencia más gravosa que hemos recibido del siglo XIX –y de la que ya es hora de desembarazarse– es el humanismo». Foucault revierte la interpretación normal y optimista que presenta a la siquiatría como a una disciplina en continua evolución y crecimiento; el libro constituye una suerte de contra-historia de esta disciplina. Así, en el Renacimiento, durante el cual a los locos se los deja a menudo libres, de alguna manera la locura "habla" a los sanos de otro mundo a donde la razón no llega, o, como en la combinación del rey-bufón, la locura desafía a la razón mostrando la demencia que hay en ella y presentándole sus proprias razones. Mientras que, en la sucesiva edad del racionalismo, la locura está separada de la razón y deviene la no-razón: se confina a los locos en lugares cerrados junto a los pobres, los vagabundos, los criminales, es decir junto a aquéllos que no tenían trabajo y que podían constituir una amenaza para la sociedad. Este grupo heterogéneo está unido por el hecho de divergir del comportamiento que en aquella época se consideraba conforme a la razón. Como ya hemos visto, para Foucault, la actividad cognoscitiva en cualquier período histórico no es libre, sino que se da dentro de ciertos canales ya delineados, dentro de ciertas formas de conocimiento dadas, que son simultáneamente anónimas, inconscientes e ineludibles. Él llama a estas formas episteme (esta palabra, de origen platónica, se usa comúnmente en filosofía con el significado de "conocimiento verdadero", "ciencia"). La episteme constituye “a priori sociales” que delimitan, en la totalidad de la experiencia posible, un espacio cognoscitivo específico y determinan tanto los modos de ser de lo que se conoce en ese espacio, como los criterios según los cuales se construye un discurso "verdadero". Una episteme es ineludible porque, como dice Foucault, cualquier ordenamiento de las cosas o de los conceptos, «cualquier similaridad o distinción, aún para una percepción no entrenada, es siempre el resultado de una precisa operación y de la aplicación de un criterio preliminar». La primera episteme es el del Renacimiento que se caracteriza por la semejanza. Para el hombre del Renacimiento, todos los seres están envueltos en una apretada red de semejanzas y correspondencias. Cada uno de ellos conduce a otro, al cual está ligado por invisibles hilos, por sutiles analogías. El lenguaje del Renacimiento es, como dice Foucault, la "prosa del mundo". Sus signos no son arbitrarios, sino que reconducen a la esencia misma de las cosas: entre significante y significado existe necesariamente una relación, algún tipo de semejanza que el estudioso debe descubrir. El conocimiento es fundamentalmente interpretación, exégesis, del gran libro del mundo que Dios ha escrito para los hombres, es búsqueda de los signos, de las signaturas, es decir de los trazos que la mano de Dios ha dejado, como una firma, en la naturaleza. En todos los campos, las cosas son medidas, ordenadas, tabuladas, colocadas en serie, en columnas, en estructuras. En todos los campos, el análisis substituye a la analogía. En el lenguaje, el nexo de similitud, la conjunción entre significado y significante desaparece: la relación entre ambos deviene simplemente convencional, pero al mismo tiempo se la entiende como una relación clara e inequívoca. Las palabras y las cosas pertenecen a dos órdenes paralelos. Es la naturaleza misma de la conciencia humana, así como ha sido creada por Dios, la que permite esta relación transparente entre cosa y concepto de la cosa, entre cosa y palabra. Sánchez Cornejo Alan Yair 3EV2 “Antihumanismo filosófico” (resumen) Esta episteme desaparece abruptamente hacia finales del siglo XVIII. Comienza ahora la época moderna propiamente dicha, cuya episteme se caracteriza por la historicidad y, como dice Foucault, por la aparición del hombre. el ser humano que emerge luego del colapso de la episteme racionalista es, por una parte, un ser natural y finito, sujeto a toda una serie de limitaciones y determinaciones que las "ciencias" de la economía, la biología y la lingüística muestran con sus leyes. Es un ser que habla un lenguaje que no es suyo, en el que se han sedimentado las palabras de infinitas generaciones, un ser que entra en un mundo de producción ya organizado y dotado de reglas internas propias, un ser que tiene un cuerpo sujeto a todas las leyes químicas y físicas... Un ser que nace en una sociedad con una organización y con valores ya dados y cuyo proceso cognoscitivo está sometido a una serie de mecanismos y determinismos, un ser marcado por una no-trasparencia original, un inconsciente, es decir, un "otro" dentro de sí que no podrá jamás ser absorbido en ese sí, como las nuevas ciencias humanas de la sicología, la sociología y el sicoanálisis demostrarán más adelante. Es en el sentido descrito hasta aquí que para Foucault el hombre nace sólo al inicio del siglo XIX. Él utiliza entonces el término hombre para designar esta construcción intelectualista y circular (autorreferente), pero que –para quien piensa desde el interior de la episteme moderna– es simplemente el hombre. Esta extraña figura ha podido nacer, dice Foucault haciendo referencia a Nietzsche, sólo con la muerte, o, mejor dicho, con el asesinato de Dios, cuyos atributos ha tratado, poco a poco, de absorber. Éste ha sido también el acto que ha dado origen a las ciencias humanas. Y así, para Foucault, el acto que mató a Dios anuncia también la muerte de su asesino: «... dado que él ha matado a Dios, él mismo deberá dar una respuesta a su propia finitud; pero dado que es en la muerte de Dios que habla, piensa, existe, este asesino está destinado a morir; nuevos dioses, los mismos dioses, están ya encrespando el océano futuro; ¡el hombre desaparecerá!» Si el hombre no es una constante del pensamiento humano, sino una creación reciente, que surge desde el interior de una episteme particular de la cultura europea, entonces será cancelada «como un rostro dibujado en la arena a orillas del mar»32[32] cuando esta episteme, así como los que lo han precedido, se derrumbará. Según Foucault el poder no está concentrado en un "lugar" específico, en el Estado, como creen los comunistas: el poder es omnipresente. En las diferentes instituciones sociales el poder está ligado a un saber específico junto con el cual se ha ido constituyendo históricamente. El poder-saber dispone de técnicas y estrategias disciplinarias, constructivas y no solamente represivas, por medio de las cuales se reproduce e interioriza, es decir, se transforma en acciones que el individuo termina creyendo libres. El "sujeto" deviene así un producto de la dominación, un instrumento del poder. El poder, por lo tanto, no solamente reprime, sino que forma, entrena y construye: objetos, estructuras organizativas, rituales de verdad e individuos "disciplinados". Las técnicas disciplinarias son comunes al Occidente capitalista y al Oriente comunista, y no desaparecen cuando el poder pasa de una clase a otra, o de un grupo político a otro.