LOS PADRES-Los Primeros Maestros
LOS PADRES-Los Primeros Maestros
LOS PADRES-Los Primeros Maestros
Elena de White
Los padres y las madres deben comprender su responsabilidad. El mundo está lleno de
trampas para los jóvenes. Muchísimos son atraídos por una vida de placeres egoístas y
sensuales. No pueden discernir los peligros ocultos o el fin temible de la senda que a
ellos les parece camino de la felicidad. Cediendo a sus apetitos y pasiones, malgastan
sus energías, y millones quedan perdidos para este mundo y para el venidero. Los
padres deberían recordar siempre que sus hijos tienen que arrostrar estas
tentaciones. Deben preparar al niño desde antes de su nacimiento para
predisponerlo a pelear con éxito las batallas contra el mal.—El Ministerio de
Curación, 287. CN 21.2
Los padres necesitan a cada paso una sabiduría más que humana a fin de comprender
cómo educar mejor a sus hijos para una vida útil y feliz aquí, y para un servicio más
elevado y un mayor gozo en el más allá.—The Review and Herald, 13 de septiembre de
1881. CN 21.3
Muchos que profesan ser seguidores de Cristo descuidan tristemente sus deberes
domésticos; no perciben la sagrada importancia de la responsabilidad que Dios ha
encomendado en sus manos, de moldear los caracteres de sus hijos de tal modo que
posean una fibra moral que les permita resistir a las numerosas tentaciones que
entrampan los pies de la juventud. —Pacific Health Journal, abril de 1890. CN 22.1
Juan les había nacido a una edad avanzada, era hijo de un milagro, y los padres pudieron
pensar que tenía una tarea especial que realizar para el Señor y que el Señor lo cuidaría.
Pero los padres no razonaron en esa forma; se retiraron a un lugar alejado, donde su hijo
no estuviera expuesto a las tentaciones de la vida ciudadana, o fuera inducido a alejarse
del consejo y la instrucción que ellos como padres le darían. Cumplieron su parte en
desarrollar en el niño un carácter que en todo sentido satisfaría el propósito para
el cual Dios lo había traído a la existencia. . . . Cumplieron sagradamente su
obligación.—The Signs of the Times, 16 de abril de 1896. CN 23.1