Biblioteca Pp. 36-80 NAP Vol I.
Biblioteca Pp. 36-80 NAP Vol I.
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El maestro lector
La biblioteca interior
Había una vez un payaso plin plín vieja virueja de pico picotueja de
que estaba sentado en un verde li- Pomporerá y ni bien pronuncia
món y veía a Hansel y Gretel frente estas palabras se drume drume
a la casita de chocolate y caramelo. negrito entre las olas y el viento
–¿Qué llevas en la canastita?, zucundúm zucundúm, pero Juan y
preguntaba el lobo y se sube al Pinchame se fueron al río, Juan se
tren qué tren qué tren hasta el jar- ahogó, ¿quién quedó? La bandera
dín del viejo jardinero que cuidaba azul y blanca, jirón del cielo (¿o
con esmero del vergel y rosas ni sería tirón del cielo?) donde vuela
ortiga cultivo, cultivo una rosa el pajarito que este cazó, este lo
blanca. Blanca y radiante va la saló y este pícaro gordito se fue a
novia que se casa con el mocito de la murga murguera de la esquina
enfrente que la tiene loca de amor de la casa donde mi papá me
y es una muchacha ojos de papel llamaba bichito de luz y cerraba
con zapatito de cristal hacendosa las puertas para que no entrara
y trabajadora como pocas, dice la el hombre de la bolsa.
111
ces sin darse cuenta, y que se movilizan y afloran cuando se relacionan con pa-
labras, situaciones, otros textos. “Estos textos constituyen el piso para que la li-
teratura se convierta en un objeto de uso cotidiano, el lugar en el que se puede
hacer pie para dar el paso natural hacia la lectura en el sentido más creativo.
Cuando llegue el momento, hacer crecer lo que se tiene, poco o mucho”, tal co-
mo dice Laura Devetach en El vaivén de los textos.
Todos estos textos interiores provienen de una circunstancia que los rodeó, de
un lazo afectivo con un momento de nuestra vida. Es importante tomar concien-
cia de este bagaje personal que puede provenir de muchos circuitos diferentes,
a veces cargados de palabras que no son las reconocidas por el discurso estable-
cido. Y es con este bagaje con el cual vamos hacia los libros e inevitablemente
relacionamos sus significados con los nuestros, entremezclándolos y dándoles
un sentido necesariamente personal.
Retomemos a Laura Devetach: “La realidad nos dice que muchas veces,
encerrados dentro de nuestros distintos roles profesionales, no tenemos idea
muy clara de nuestra textoteca. Muchos de nosotros no sabemos leernos, y
cuando queremos leer literatura lo hacemos desde esta carencia y desde el rol”.
Al poner en movimiento nuestra textoteca: “tomamos conciencia de que tuvimos
un camino de palabras, de textos, en el que se puede hurgar y al que se puede
seguir construyendo. A fuerza de escuchar y realizar distintas lecturas se nos
configuró un piso en el que tanto lo que se incorpora como la forma en que se
incorpora van determinando las variables del crecimiento lector”.
Y los lectores se comunican, se buscan e inevitablemente se encuentran, de
a dos, de a tres, en grupos, y forman una comunidad de lectores que se ofrecen
unos a otros como interlocutores válidos en el develamiento de las palabras que
precedieron al texto, de las diferentes capas de significados que los textos en-
cierran, en la pluralidad de significaciones que despliegan, en la apertura y la
confianza en la construcción de hipótesis.
La escuela, la sala, el aula, es un lugar privilegiado en la construcción de
esta comunidad lectora, es decir, un espacio para deslegar los diferentes lazos
y significaciones que genera cada texto.
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La comunidad de lectores
Muchas veces decimos que leemos por placer; se habla del placer de la lectura
y se considera deseable que nuestros alumnos puedan sentir lo mismo. Pero,
¿cómo se enseña el placer de la lectura?
Se trata de abrir el silencio de la lectura –que también puede ser muy placen-
tero en ciertos momentos– y de que los significados atribuidos sean escuchados
y validados aun cuando parezcan alejados de la interpretación más explícita y di-
recta de un texto. Esto es dar voz a nuestra lectura, donde la construcción de sen-
tido se vuelve visible. Dice Graciela Montes que no existen analfabetos de signi-
ficación, que nadie se acerca desnudo a un texto, que somos todos constructores
de sentido.7 Y en este camino, la lectura y la escritura comienzan en la oralidad,
desarrollo privilegiado del Nivel Inicial. Porque, si bien una de las condiciones bá-
sicas para un lector es tener libros, esto sólo no garantiza una posición de lector.
6
En palabras de Jean Hébrard, durante la conferencia “El aprendizaje de la lectura en la escuela:
discusiones y nuevas perspectivas”, dictada en la Biblioteca Nacional (en la Ciudad de Buenos
Aires), en el año 2000.
7
Montes, Graciela, op. cit.
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114 Nivel Inicial: Narración y biblioteca
Somos nosotros, los maestros, como mediadores, los que podemos ofrecer
referentes para que esas “dificultades” que aparecen en los textos dejen de ser
obstáculos y sean puntos de superación y crecimiento. Es interesante que nos
animemos a presentar textos que rompan los esquemas conocidos de las pa-
labras o de los giros, de los inicios, de las ilustraciones, de las secuencias. Es
interesante probar junto con los chicos textos que desordenen las estrategias,
la comodidad conocida para leerlos. En ese sentido, a través de nuestro traba-
jo como mediadores y del de los chicos como lectores, se generarán nuevos re-
cursos para nuevas lecturas palpitantes, desafiantes y visibles.
8
Registro de la maestra Ana María Pérez Arce, “Tender puentes”, en: Trabajo de Evaluación final
del Postítulo de Literatura Infantil y Juvenil, Buenos Aires, CePA, 2004.
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Es interesante que nos animemos a correr riesgos con los textos. El hecho de
que a los chicos, a los lectores, les queden dudas, desvíos, preguntas “picando”,
como nos pasa a todos los lectores con nuestras lecturas, puede generar un sa-
ludable regreso al texto, una relectura interesante y llena de sentido que, a su
vez, genere otros interrogantes. Cuando un cuento no se entiende, no se aban-
dona, aunque a veces parezca que sí. En realidad, abre preguntas, crea una zona
de duda y búsqueda. Ya volverá a aparecer. Vale la pena, entonces, que nosotros,
siempre como mediadores, también corramos el riesgo de presentar textos dis-
tintos y de dejar respuestas pendientes. Se trata de probar...
Además, cuando elegimos algo para leer a nuestros alumnos o cuando vamos
a leer algo elegido por los chicos, es importante que tratemos de leerlo previamen-
te, no porque vayamos a equivocarnos (seguramente, a esta altura de nuestra
vida, de nuestras experiencias y de nuestras lecturas podemos leer correcta-
mente a primera vista), sino para conocerlo, para descubrirle los matices, para
prever los momentos de sorpresa y acompañarlos con nuestro tono de voz. Pa-
ra no traicionar al texto y desplegar el juego.
Escribe Julio Cortázar en “La inmiscusión terrupta” (Último round, 1972):
>
Biblioteca 117
tono diferente de otros, bajo una cierta luz. Hay una clave para que uno de ellos
sea agudo y vociferador, mientras que el otro sea grave e íntimo. La lectura pre-
via que hacemos del texto, este “ensayo” si se quiere, es para descubrir esa
clave del texto y así hacer una lectura en voz alta interesante para los chicos.
Mediante los tonos, los matices, los gestos, muchas veces el lector repone por sí
mismo el significado de una palabra desconocida, de un dato más escondido.
9
Registro de la maestra Cristina Caballero, “Definición de cuento fantástico según los
vanguardistas de 4 años: ‘Un cuento fantástico es un cuento espectacular’”, en: Trabajo de
Evaluación final del Postítulo de Literatura Infantil y Juvenil, Buenos Aires, CePA, 2004.
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Así como sucedió en la clase cuyo registro reprodujimos más arriba, realizada
a partir del libro Willy el mago (de Anthony Browne), suele suceder que, cuando
leemos en voz alta, los chicos preguntan, comentan, recapitulan, “salen con cual-
quier cosa”. Sentimos la tentación de hacerlos callar porque tal vez creemos que
pierden la hilación, que el cuento contesta sus preguntas más adelante, que se
corta el clima creado. Pero si nosotros vemos que los chicos están entusiasma-
dos, metidos en la historia, realmente comprometidos, ¿por qué interrumpen?
¿Por qué ellos mismos cortan un clima que están disfrutando?
Muchas veces necesitan recapitular la historia, porque algún detalle, algún indi-
cio no les quedó claro. Si no permitimos que esta recapitulación suceda, algo en la
trama puede quedar perdido y los chicos podrían quedar fuera del texto; entonces,
ya no habría una lectura. También nosotros, lectores adultos, necesitamos volver
atrás en las novelas de muchos personajes, para ver quién era quién y así, una vez
asentados estos personajes en su espacio, retomar la lectura.
Veamos otro ejemplo:
10
Registro de la maestra Silvia Rodríguez, en: Trabajo de Evaluación final del Postítulo de
Literatura Infantil y Juvenil, Buenos Aires, CePA, 2004.
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Veamos este registro de clase, tomado por la propia maestra mientras leía
con sus chicos Detective John Chatterton, de Yvan Pommaux.
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Doble página
del libro
Detective John
Chatterton,
de Yvan Pommaux.
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Muchas veces la ilustración del libro convoca a los chicos a leerla, a detenerse
en uno u otro detalle, a reponer (en el caso del libro-álbum que desarrollaremos más
adelante) lo que el texto no dice, a ampliar la lectura, la construcción de sentidos de
esa lectura. Aquí vemos dos fragmentos de un registro de clase alrededor de la lec-
tura de Yo, el Gran Fercho y el ladrón, un relato de Marjorie Weinman.
11
Registro de la maestra Graciela Graziano, en: Trabajo de Evaluación final del Postítulo
de Literatura Infantil y Juvenil, Buenos Aires, CePA, 2004.
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El libro a leer es Yo, el Gran Fercho y –A mí, no, me gustan los de terror.
el ladrón. La propuesta de la lectura Relacionan con series y películas.
de un cuento es festejada por el Una vez leída la primera página,
grupo. Comienzo el relato frente a muestro la imagen que la acompaña;
una audiencia sumamente interesada esto causa extrañeza:
y expectante; anunciar que el –¡Pero es un chico!
Gran Fercho es detective provoca La idea de detective fue asociada
expresiones de asombro: con un adulto; en algunos de ellos
–A mí me gustan los cuentos se observa desengaño, en otros en
de detectives. cambio, complacencia.12
12
Registro de la maestra Graciela Graziano, op. cit.
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13
Registro de la maestra Graciela Graziano, op. cit.
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>
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Tapa Contratapa
14
Registro de la maestra Silvia Rodríguez, op. cit.
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Más que gustar, un texto “impacta” por placer o displacer, por encuentro, de-
sencuentro o descubrimiento, por duda o por certeza. Es interesante entonces
generar el comentario de estos impactos de lectura16 en donde puede salir no
sólo lo que les gustó, sino también lo que no les gustó, lo que entendieron y lo
que no entendieron, lo que relacionaron con sus experiencias, lo que se pregun-
tan, lo que los emociona y lo que los aburre, angustia o divierte. En síntesis, sus
15
Registro de la maestra Cristina Caballero, op. cit.
16
Impacto de lectura: concepto elaborado por Laura Devetach a lo largo de sus talleres. También
en: Devetach, Laura, “La construcción del camino lector”, en: Escuelas que hacen escuela II,
Buenos Aires, Cuadernos de Iberoamérica, Organización de Estados Iberoamericanos para la
Educación, la Ciencia y la Cultura, 2003.
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Biblioteca 127
lecturas. Este impacto, además, no termina en el texto sino que se extiende a las
otras partes del libro: a sus tapas, a sus ilustraciones, por ejemplo. Es en este
momento y a través de aquello que los chicos piensan, elaboran, leen, que va-
mos retomando el libro de diferentes maneras.
Probablemente, necesitemos abrirlo otra vez, permitir que los niños busquen
ciertas partes. Probablemente tengamos que volver a contar entre todos la se-
cuencia, acción que cobra sentido porque surge de la necesidad de profundizar
una lectura, plantear los personajes, analizar los comienzos, las diferentes for-
mas de decir, y relacionarlos con lecturas anteriores. Podemos remitir a otros li-
bros, contraponer versiones y pensar cómo se va desarrollando este texto. En
síntesis, permitir que el libro circule, se modifique y nos modifique, permitir que
llame a otros textos, a otras obras.
No siempre somos nosotros quienes les leemos a nuestros alumnos. A veces,
hay madres, padres, abuelos que prestan su voz a las historias y a los libros.
Otras, hay hermanos u otros chicos mayores que se disponen a leerles a los más
pequeños. Puede ocurrir en la sala, como un intercambio, una invitación. Puede
ser que esta lectura no se haya producido concretamente en la sala pero que lle-
gue, como un eco a través de los alumnos, cierto matiz, cierta voz, cierto énfasis
puesto en uno u otro lugar de una historia. Y hasta hay chicos que ya pueden leer-
les a otros. La mayoría de las veces pueden mirar los libros solos o en grupos y
efectuar otra lectura. Vemos, entonces, que se cuentan entre ellos los cuentos a
partir de las ilustraciones, que reponen sentidos y voces, que retoman giros y
palabras específicas de la lengua escrita. Son todas experiencias distintas. Leer
solo, mirar libros, escuchar historias narradas, escuchar historias leídas, leer en gru-
po son vivencias de lectura diferentes que generan distintas aproximaciones im-
portantes. En ocasiones, sucede que la lectura en voz alta funciona como una je-
rarquización del libro leído: muchos chicos quieren mirar ese libro a pesar de que
ya se leyó varias veces, de que ya lo “conocen”. Pero, al acercarse a mirarlo por sí
mismos, están propiciando un acercamiento diferente, una nueva intimidad, otras
construcciones que probablemente quedarán en secreto.
Es así: no podemos controlar todo en todo momento. Sin embargo, si noso-
tros como maestros mediadores hemos favorecido el encuentro de las llaves
para que se ponga en marcha la construcción de sentidos, para que los chicos
puedan relacionarse con un texto en forma autónoma y personal, tanto más
autónoma y personal cuantas más oportunidades y confianza tengan nuestros
alumnos para hacerlo, entonces ellos van a poder responder cada vez más a la
llamada y a la provocación que el texto les hace como lectores.
Porque, como decía Umberto Eco en Lector in fabula (1981), un texto quie-
re que alguien lo ayude a funcionar.
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Biblioteca 129
localizar una información que se necesita, para elegir algo para leer en el momen-
to o para llevarse un libro a casa. Pero, fundamentalmente, porque los maestros
enseñamos a leer en la escuela porque es necesario leer fuera de la escuela.
Los niños del Nivel Inicial ya establecen cierto tipo de lecturas del paratexto
en tanto hayan tenido oportunidad, mínimamente, de manipular algunos libros.
Construyen hipótesis a partir de las imágenes sobre los protagonistas de los
cuentos; leen una secuencia de ilustraciones encadenando una historia; pueden
reconocer la página en la cual comienza el cuento diferenciándola de las pági-
nas de portada. La exploración del paratexto, su lectura, da pistas y señales
sobre lo que el libro es. Va afinando un proceso de búsqueda que genera hipó-
tesis y anticipaciones sobre el contenido de un libro. Por eso, cuanta más expe-
riencia se tenga sobre la lectura del paratexto, tanto más nos dirá este sobre el
libro. Es interesante que los chicos puedan familiarizarse poco a poco con esta
exploración y descubrir otras lecturas posibles. Entonces, refresquemos un po-
co la memoria y miremos algunos libros para pensar qué aspectos del para-
texto pueden ser interesantes para los niños del Nivel Inicial.
Comencemos por la tapa: título, ilustración, autor, editorial, probablemente co-
lección e ilustrador. Reconocer el nombre de un autor, del que ya leímos parte
de su obra, nos da una idea de lo que podemos esperar de una historia escrita
por él. Y es interesante si también ofrece un margen ancho de sorpresa. Hay
ciertos tonos, personajes, ritmos, estilos, reconocibles de texto en texto del mis-
mo autor, al cual se puede volver fre-
Cortesía editorial Sudamericana
>
130 Nivel Inicial: Narración y biblioteca
Mercedes Mainero
y Mercedes Palacio
fueron las
recopiladoras de
Cortando vientos.
El libro está ilustrado
con imágenes
pertenecientes al
patrimonio artístico
de la civilización
chacosantiagueña.
>
Biblioteca 131
integrada por aquellos libros de tapa amarilla que constituían una colección de
novelas. O de la Serie Blanca y la Serie Negra, de Libros del Quirquincho, se-
ries de libros de cuentos y novelas de humor y misterio, respectivamente. En la
actualidad, existen colecciones de libros-álbum cuyos ejemplares tienen tamaños
y diagramaciones diferentes entre sí. Estas diferencias responden a la historia
que se desarrolla en cada libro y, a pesar de ellas, la colección no pierde su unidad.
Estas obras, La
escalera de Pascual,
Los pájaros de
Joaquín y La
regadera del sol,
de María Rosa Mó,
con diseño de
Istvansch, forman
parte de la colección
Ocho lados de
ediciones del
Cronopio Azul.
Puede verse que
tienen un formato
bien definido
e identificable.
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Algunos libros-álbum de la colección de Ediciones del Eclipse: Un rey de quién sabe dónde,
con texto e ilustraciones de Ariel Abadi; La hormiga que canta, de Laura Devetach, con
ilustraciones de Juan Lima; Circo, con texto e ilustraciones de Fernando González; El ratón más
famoso, texto e ilustraciones de Istvansch; ¡Poc! ¡Poc! ¡Poc!, texto e ilustraciones de Gustavo
Roldán (h) y Mamá del Cosmos, con texto e ilustraciones de Sergio Kern.
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Biblioteca 133
Doble página de
Los viejitos de
la casa, relato
de Iris Rivera con
ilustraciones de
Tania de Cristóforis,
de Ediciones EDB.
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>
Biblioteca 135
Página ampliada de Mascotas, que forma parte de la colección Abre tus ojos,
de Editorial Sigmar.
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136 Nivel Inicial: Narración y biblioteca
Solapa y contratapa
de ¡Poc! ¡Poc! ¡Poc!,
texto e ilustraciones
de Gustavo Roldán (h).
>
Biblioteca 137
138
El mundo en papel
139
van desarrollando los intentos de Filotea, mientras los lectores nos preguntamos
quién es y por qué tiene que tomar esa decisión. No presenta los personajes, sino
que el inicio es una situación en un momento decisivo. Hasta que en el final de es-
te cuento corto nos enteramos de que Filotea es una hoja en otoño.
También pueden leerse con los chicos poemas que desarrollan miradas dife-
rentes y transforman lo cotidiano en una imagen nueva, como en el poema
“Media luna”, de Federico García Lorca: “La luna va por el agua./ ¡Cómo está el
cielo tranquilo!/ Va segando lentamente/ el temblor viejo del río/ mientras que
una rama joven/ la toma por espejito”.
Hay novelas que nos desafían, a veces mediante el humor, a ver de otra ma-
nera lo que damos por sentado. Cambian el punto de vista y desde ahí produ-
cen una lectura diferente. Por ejemplo, el sapo de Sapo en Buenos Aires, de
Gustavo Roldán, les cuenta a sus amigos del monte cómo es Buenos Aires...
leída con sus ojos de sapo, y nos propone que nos corramos para volver a mi-
rar, con una mirada nueva, lo que, tal vez, ya no vemos.
Frecuentemente, los libros para niños son ilustrados. Es importante considerar
que la ilustración en los libros no sea un simple adorno, sino que también esté
cuidada como para entrar en el juego de las significaciones múltiples. La ilustra-
ción puede no ser la simple representación de lo que está escrito. Puede agre-
gar, variar, potenciar los sentidos de un texto. En algunos casos, las ilustraciones
acompañan literalmente el texto, es decir, representan con puntualidad lo que el
texto dice. Esas ilustraciones cumplen escasa función e incluso son prescindibles.
Otras, en cambio, potencian la dimensión de la lectura. Aun en los libros en los
que el texto se impone a la imagen y puede relatar solo, sin ayuda, una ilustración
hábil y cuidada puede enfatizar ciertos gestos o agregar determinados toques, sin
que esto varíe la historia; incluso agranda la lectura y la multiplica.
Los libros-objeto
Muchos textos arman un despliegue particular en el espacio y se transforman
en objetos con características y finalidades propias. Así, el libro entero y no só-
lo el texto cobra dimensión de objeto de arte; la historia se corporiza a través
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Biblioteca 141
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142 Nivel Inicial: Narración y biblioteca
Un punto, de
Gustavo Roldán (h)
se presenta como
una cajita de fósforos.
En su interior nos
sorprende una tira de
cartulina de más de un
metro de largo, doblada
en zigzag que, a
modo de páginas, va
desplegando el texto
y las ilustraciones,
que extienden la idea
desde un punto ínfimo.
Este libro tiene una
tirada de 100
ejemplares, pintados
uno a uno por su autor.
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144 Nivel Inicial: Narración y biblioteca
La colección Abrecuentos, de editorial Kapelusz, ha sido ideada por Graciela Montes, autora de
los textos, y diseñada por Oscar Díaz. En ella, el texto y la ilustración se relacionan mutuamente
sin contradecirse ni repetirse. Uno da paso al otro, mediado por la acción de “abrir” la puerta
ventana y descubrir otra lectura en la ilustración. La última ventana se abre a un fragmento de un
cuadro, invitando al lector a “abrir” sus propias puertas y ventanas. Tal como dice allí mismo: “En
cuanto la abras, van a entrar galopando las imágenes y las palabras. Y cuando las juntes a todas,
vas a encontrar un cuento, un cuento propio, un cuento todo tuyo”.
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Los piojemas del Piojo Peddy, de David Wapner, viene acompañado por una lupa para leer
los poemas escritos en la letra pequeña del piojo.
>
146 Nivel Inicial: Narración y biblioteca
Los libros-álbum
Entre los libros ilustrados se encuentran los libros-álbum, que son aquellos libros
cuya ilustración, además de generar sentidos y ampliar la lectura, funcionan en
forma inseparable con el texto para construir una historia que quedaría inconclu-
sa sin las imágenes.
Por ejemplo, en la ya citada Caperucita Roja... de Pescetti, lo central de la
obra es el modo en que el texto –que mayormente es el cuento de Caperuci-
ta Roja– se pone en relación con las imágenes que contienen los globos don-
de se muestran los distintos imaginarios del niño y del padre, atravesados por
la diferencia generacional.
El cuento de Caperucita es usado como un punto de partida común, como lo
que todos creemos que va a ser entendido de una sola forma. Y muestra, con el
recurso del humor, las diferentes experiencias culturales que generan nuevos ar-
quetipos que son aplicados por el lector a la interpretación de los textos.
Pescetti, Caperucita roja..., Buenos Aires, Alfaguara, 2005
En Caperucita Roja
(tal como se la
contaron a Jorge),
de Luis María Pescetti
con ilustraciones
de O’Kif, la imagen
construye, junto con
el texto, el relato.
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Biblioteca 151
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152 Nivel Inicial: Narración y biblioteca
Muchos libros-álbum, como muchos otros libros de distinto tipo que les
acercamos a nuestros alumnos, sufren de atemporalidad, en el sentido de que
no hay un momento de la vida para el que sean más adecuados.
Aceptan lecturas y lectores múltiples, apela a nuestros saberes, citan per-
manentemente otros textos que se van develando en sucesivas lecturas, po-
nen en evidencia la multiplicidad de sentidos que un mismo libro puede gene-
rar en distintos lectores. Cuanto más apelemos a nuestra experiencia, cuanto
más sepamos, más los disfrutaremos.
La organización de la biblioteca
Sabemos que los materiales de los que disponemos, ya sean revistas, diarios, li-
bros, cajas, carpetas, libros-objeto necesitan –sean muchos o pocos–un espa-
cio con características particulares.
Lo interesante de este espacio, de esta biblioteca en la sala, es organizarlo
de manera que la presencia de sus materiales genere lecturas por sí mismo, es
decir que convoque, que llame, que se ofrezca. Por lo tanto, y para que nosotros
y los chicos la conozcamos y tengamos confianza con ella, podemos organizar-
la a partir de acuerdos grupales, basados en las necesidades que tenemos de
disponer del material. Se trata de hallar una organización variable, dinámica, en
la que a veces agruparemos, por ejemplo, de acuerdo con un tipo de material o
con un género, pero que otras veces dé lugar a agrupamientos por temáticas, en
función de algún proyecto, por ejemplo.
Por supuesto –y esto también lo sabemos bien–, las bibliotecas pueden ar-
marse de muchas maneras: desde la estantería clásica hasta las cajas, carritos
y canastas, bolsilleros o cuerdas de donde colgar algunos de los libros con bro-
ches. Podemos combinar varias de estas formas, de acuerdo con los criterios de
clasificación y necesidad que se hayan acordado y según los recursos disponi-
bles. Lo que es importante es que ese orden sea claro; esto es, que los libros
estén realmente a mano y que se los pueda ubicar fácilmente. Para esto pode-
mos usar la información que algunos libros traen en el lomo, siempre que esté
visible. No sería conveniente, entonces, que en una caja, por ejemplo, los libros
estén mezclados y superpuestos ya que no les permite a los chicos una búsque-
da rápida y alentadora de un material preciso. Ello sin descontar que otras ve-
ces presentemos un grupo de libros en una canasta, por ejemplo, mezclados a
propósito, para que los chicos “metan la mano”, revuelvan, hurguen y de este mo-
do se multipliquen los encuentros inesperados entre libros y lectores.
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Biblioteca 153
Tal vez contemos con material que hemos armado con los chicos: libros de
cuentos, una novela, una caja con poemas, una carpeta de recetas. Podemos po-
ner estos materiales juntos o distribuirlos con el mismo criterio que los otros. Ca-
da una de estas formas de agruparlos tendría un objetivo distinto. Para los niños
es muy estimulante que veamos con ellos todas sus producciones juntas. A par-
tir de recorrerlas, releerlas, recordarlas, hablar sobre ellas, los chicos pueden
tomar conciencia del camino recorrido y de sus aprendizajes. Cuando juntamos
estos materiales con los otros de la biblioteca, estas producciones entran en el
circuito de las lecturas disponibles y se jerarquizan a los ojos de los niños.
Esta tarea de organización del material no puede estar totalmente a cargo de
los alumnos. Tanto para buscar como para ordenar, es importante que nosotros
estemos también a mano como mediadores, guiando búsquedas, leyendo las
palabras que aún no pueden leer, recordando los acuerdos de organización,
mostrando los diferentes caminos de encuentro con los libros.
Es interesante que los chicos sepan que pueden disponer de todo el material
visible, más allá del tipo de letras con el que esté escrito, más allá de que toda-
vía no puedan leerlas, hay otras lecturas posibles.
A veces, el material de la biblioteca varía. Puede pasar que devolvamos
material que nos hayan prestado o que podamos agrandar la biblioteca de la
sala con compras o préstamos. Quizás ocurra que tengamos la posibilidad de
elegir libros para esta biblioteca de la sala.
En ese caso, esta elección puede ser compartida. A veces no es fácil co-
nocer las preferencias lectoras de los chicos de nuestra sala. Con frecuencia,
tenemos que prestar especial atención a sus comentarios y reacciones frente
a determinadas temáticas o autores. Seguramente, ante la posibilidad concre-
ta de tener nuevos libros, nos dedicaremos a aclarar y conocer entre todos lo
que queremos y necesitamos de la biblioteca. Muchas veces coincidiremos
con los gustos de los chicos y otras muchas veces, no.
Es interesante que los niños entren en contacto con los libros entre los que
pueden elegir. Podrán desplegar sus diferentes formas de acercarse a ellos,
de probarlos, de conocer sus propios gustos, preferencias, intereses, hipóte-
sis, sus lecturas. Y es una buena oportunidad para que nosotros intervenga-
mos en esta selección, proponiendo intercambios de opiniones, acercándoles
los libros que les sean desconocidos, ofreciéndoles alternativas que los apar-
ten de lo acostumbrado en cuanto a géneros e ilustraciones; en síntesis,
ampliándoles su universo lector.
Puede ser que podamos buscar estas oportunidades de elegir libros a tra-
vés de la biblioteca de la escuela o de las escuelas cercanas. Y que, para am-
pliar nuestra selección, podamos ir con los chicos a un biblioteca de la zona;
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