Caballero de Las Highlands - V Serie Murray - Hannah Howell

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Highland Knight Hannah Howell

Highland Knight
Hannah Howell

05 Murray

Traducido por Cary

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Highland Knight Hannah Howell

Cuándo Cameron MacAlpin se entera de la identidad de la bella joven


lanzada a sus pies como pago de una deuda de juego, ¡no puede creer su
suerte! Avery Murray, es el arma perfecta para usar contra su hermano
Payton, quien deshonró a su única hermana. Sin embargo su plan de pagar
con la misma moneda el insulto contra su clan es amenazado por la propia
Avery, que lo induce a olvidar la venganza en favor de la pasión…
Avery se siente insultada ante las acusaciones de su captor contra
Payton. Aunque él no oculta que pretende usarla para vengarse, ella se siente
furiosa cuando jura tomarla por medio de la seducción, no por la fuerza. Y lo
que es peor, se siente muy atraída por el viril caballero. Con coraje y pasión, le
entrega por su propia voluntad lo que él pretende tomar… ¡su cuerpo y su
corazón!

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Francia
Primavera, 1458.

—¿Por qué trajiste a la muchacha?


Sir Bearnard, un hombre fornido, flexionó el corpulento brazo de modo
indolente, para coger con más firmeza a la joven desvanecida que había
capturado y, con mirada perezosa, miró a su señor, sir Charles Deveau.
—La capturé por sorpresa —respondió.
—No te envié a los Lucette para raptar mujeres. Existen muchas cerca
de mis dominios, ansiosas por satisfacer las necesidades de cualquier hombre.
—Hicimos todo lo que nos ordenó, milord. Encontré por casualidad a
esta muchacha cuando dejábamos las ruinas incendiadas del castillo de los
Lucette, y pensé que serviría como pago de una deuda que contraje.
—¿Qué deuda? —Con la mano izquierda, sir Charles se rascó la barbilla
afilada con los largos dedos cubiertos de anillos, intentando, sin éxito, ver mejor
a la cautiva de sir Bearnard.
—Una apuesta que perdí con sir Cameron MacAlpin —replicó el otro,
frunciendo el ceño ante la risa velada de su señor.
—Aparte de que esa muchacha es pequeña como una niña, está sucia y
con la piel arañada, debo recordarte que nuestro caballero escocés, MacAlpin,
hizo voto de castidad.
—Sí, noté que no quiere saber del sexo femenino, a pesar de ser acosado.
—Bien, haz como quieras, pero creo que sir Cameron preferirá recibir su
apuesta en dinero.
—Quizás si le ofrezco a las dos mujeres…
—¿Dos? Sólo veo una.
—La otra es aún menor que esta, y no pasa de ser una niña. Pero sir
Renford la tomó para sí porque es de su tipo.
—Entonces prueba tu suerte —replicó sir Charles, encogiéndose de
hombros—. Pronto Cameron MacAlpin nos dejará, y tal vez, esté dispuesto a ser
complaciente y negociar. Quien sabe, hasta pague por los favores de la joven.

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Pero recuerda, si ella nos causa problemas, serás tú quien acarreará con las
consecuencias, Bearnard.
Avery, la muchacha cautiva, sintió que su raptor hacía un leve gesto con
la cabeza, como para decir que comprendía. Estaba tan furiosa que necesitaba
esforzarse para mantenerse quieta y con los ojos cerrados, mientras sir
Bearnard dejaba la presencia del hombre de mirada fría, encaminándose a la
salida del gran salón.
Ese bruto, pensó Avery, ¡acababa de intentar destruir todo lo que le era
querido, y en ese momento pretendía usarla como pago de una deuda!
No podía creer como su visita a la familia de su madre, que había
comenzado de forma tan feliz, había terminado de manera tan trágica y
sangrienta. ¿Cuántos de sus primos habrían muerto bajo las espadas de los
hombres de Deveau? ¿Acaso todo fue destruido? ¿Y dónde estaría su prima
Gillyanne? No pasaba de ser una niña, apenas tenía trece años. Todas esas
preguntas estaban en la punta de su lengua, pero Avery estaba segura de que el
animal que la cargaba jamás las respondería.
Cuando, por fin, pararon al frente de una gruesa puerta y él golpeó,
Avery hizo una mueca de dolor. Cada brusco golpe aumentaba su terrible dolor
de cabeza. La puerta se abrió, y ella gimió levemente, mientras Bearnard la
arrastraba hacia dentro, sin delicadeza, haciendo que sus piernas chocaran
contra la pared.
Avery intentó observar el aposento donde habían entrado, pero sus
cabellos se lo impedían. Luego el grosero sir Bearnard la tiró al suelo, sobre una
espesa piel de carnero extendida delante de la chimenea. La brusca caída la
atontó, aumentando su dolor de cabeza de tal modo que temió desmayarse.
—¿Y qué tenemos aquí? —preguntó una voz profunda con fuerte acento
escocés.
—Una mujer —respondió sir Bearnard.
—Eso puedo verlo. ¿Pero por qué me la trajo?
—Para pagar mi deuda.
—Aunque estuviera dispuesto a aceptarla como forma de pago —dijo
con voz gélida y arrastrada— ella no parece valer ni la mitad de lo que usted me
debe.
Ante tal insulto dicho con una voz tan tranquila, Avery apretó los
dientes, y decidió que ya había fingido su desmayo por demasiado tiempo. Se
echó hacia atrás los cabellos despeinados, y casi soltó un grito. El hombre de pie
frente a sir Bearnard, que la miraba con ironía, parecía un gigante, y no porque
lo viera desde abajo, extendida como estaba sobre la piel de carnero.
El extraño usaba botas de suave cuero de ciervo, y sus pantalones de
lana marrón realzaban sus piernas largas y bien formadas. La camisa de lino
blanco estaba abierta, revelando el vientre duro y el ancho tórax. Su piel era
muy morena, y Avery pensó que incluso ella, con la tez dorada por el sol, parecía
pálida ante aquel dios musculoso.

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El rostro enjuto y oscuro no demostraba el menor rasgo de emoción,


enmarcado por una cabellera negra que caía en ondas suaves hasta un poco más
abajo de sus anchos hombros. Eran rasgos casi bellos, pensó Avery. El hombre
poseía una barbilla firme, quijadas pronunciadas, nariz larga y recta, y una boca
que, a pesar de estar severamente cerrada en ese momento, era muy sensual.
Sin embargo lo que realmente llamó la atención de Avery fueron los ojos
del extraño, los más oscuros que viera jamás, bajo un par de cejas bien
delineadas y espesas pestañas. Parecían negros y duros como trozos de carbón.
Avery concluyó que tenía escasa oportunidad de recibir misericordia o auxilio
por parte de aquel hombre. Por fin, dejó que él advirtiera su rabia, y recibió en
cambio un leve arqueó de sus cejas negras.
—Oí decir que en breve el señor y sus hombres nos dejarán, sir Cameron
—dijo Bearnard.
—Dentro de dos días —replicó el hombre moreno.
—Temo no tener tiempo para juntar la suma que le debo hasta esa
fecha.
—Entonces no debería haber apostado.
El deudor enrojeció como un tomate.
—Sí, fui precipitado. Pero podrá obtener algo por esta mujer. Úsela,
pida rescate o véndala.
—¿La capturó en el ataque contra los Lucette?
—Oui, justo a la salida de las puertas.
—De modo que puede ser una campesina y no valer ni un caudal de
rescate.
—Non, sir Cameron, vea su traje. Ninguna aldeana usa ropas así.
Cuando el hombre moreno se inclinó para examinar de cerca su vestido,
Avery dejó desbordar el odio que sentía. Con un gesto rápido, subió la pierna, e
intentó darle un puntapié, pero él fue más ágil, a pesar del tamaño. La cogió,
rodeándole la pierna con los largos y fuertes dedos. Las faldas subieron,
revelando su cuerpo y, mortificada, Avery se vio así expuesta por un largo
tiempo.
Tragó en seco, ultrajada, cuando, con un gesto súbito, el extraño le alzó
el vestido aún más, y miró bajo él, manteniendo una sonrisa en el rostro.
—Pantalones cortos… —murmuró.
Sir Bearnard también dio un vistazo, antes de que Cameron volviera a
bajar las faldas de Avery, y comentó:
—Extraña indumentaria para una mujer.
—¿Entonces no probó el presente que está ofreciéndome? —preguntó
Cameron.
—¡Non, lo juro! La capturé sólo para ofrecerla al señor.

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Sir Cameron continuaba agachado junto a Avery, manteniendo


levantada su pierna, que pasó por debajo del brazo izquierdo, dejándola aún
más airada con total inmovilidad. El hombre la trataba como si fuera un caballo
que deseara comprar. Sin embargo lo que tenía rígida y atemorizada no era su
modestia ofendida, sino el temor de ser descubierta. Un instante después los
dedos largos se deslizaron hacia arriba, rozando la daga apresada al muslo.
Avery maldijo, y cuando él la contempló con un brillo divertido en la mirada, no
bajó el rostro.
—Creo en lo que dice, sir Bearnard —susurró Cameron con su voz
arrastrada, mientras sacaba la daga de la vaina, soltaba la pierna de la joven, y
enderezaba el cuerpo.
—¡Maldición! —exclamó sir Bearnard, moviendo la cabeza con
desaliento—. Jamás pensé que tuviera que revisarla en busca de armas.
Finalmente, no pasa de ser una mujer.
En ese momento Avery intentó patear a su raptor, pero con rapidez él
también la esquivó, y ella se acomodó las faldas de un modo decente. Mientras
sir Cameron, con el ceño fruncido, examinaba la daga, un muchacho se
aproximó. Avery pensó que era de su edad, de dieciocho años o un poco menos.
Era pelirrojo, contrastando con la piel morena de Cameron, alto, y muy delgado.
El muchacho miró el arma, dirigiendo enseguida la mirada sorprendida
hacia Avery, y murmuró en inglés:
—Cameron, es una…
—Ya lo noté, Donald —interrumpió el otro, en el mismo idioma,
cortando la frase del muchacho.
Donald continuó mirando a la joven, y comentó:
—Tiene ojos de gata.
—Sí, y empiezo a creer que es arisca como los más salvajes felinos
—añadió Cameron, frunciendo el ceño cuando volvieron a golpear la puerta—.
De pronto me hice muy solicitado —murmuró en francés, mirando a sir
Bearnard.
—¡Bearnard, gordo bastardo! ¡Sé que estás ahí dentro! —bramó una voz
profunda.
—Alguien lo busca —comentó Cameron—. Es mejor ver lo que desean.
—¿Ya pagué mi deuda? —quiso saber Bearnard.
—Aún estoy pensándolo.
Sir Bearnard se apresuró a abrir la puerta, y un hombre grande, de
cabellos castaños, irrumpió en el aposento, no obstante Avery sólo tenía ojos
para la niña delgada que arrastraba.
—¡Gillyanne! —exclamó, intentando moverse sobre la piel de carnero,
pero siendo detenida por sir Cameron que, de un modo delicado pero posesivo,
colocó uno de los pies calzados con la bota sobre su pecho.

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—Puedes llevarte de vuelta a esta pequeña ramera —dijo sir Renford,


tirando a Gillyanne hacia Bearnard—. ¡Está enferma!
Sir Bearnard lanzó una rápida mirada en dirección de Gillyanne, y dio
un paso atrás, con las manos levantadas, como si evitara tocarla.
La niña ignoró a los dos hombres y corrió al lado de Avery, pero paró a
medio camino, soltando un grito agudo, cuando Cameron la apuntó con la
espada.
—¿Mataría a una niña? —preguntó Avery, con la voz embargada de
miedo.
—Ella está enferma —repitió Cameron.
Avery miró a su prima y comenzó a sonreír. La piel blanca de Gillyanne
estaba cubierta de manchas y ronchas, y los ojos ligeramente extraviados
estaban hinchados y rojos.
—¿Fresas? —preguntó a la niña—. ¿Te dieron fresas para comer?
—Sí... No… —tartamudeó Gillyanne—. Había fresas en los aposentos del
hombre, y cuando no estaba mirando, me eché algunas en la boca.
Cameron vaciló un segundo, y enseguida enfundó de nuevo la espada.
—Entonces fue un truco. —Al decirlo, retiró el pie de encima de Avery y
frunció el ceño cuando la niña se tiró en los brazos delgados de la muchacha—.
Una farsa. La niña es alérgica a las fresas y lo sabía. ¡Qué despierta!
—¿Cree que sería más honrada si permitiera que ese cerdo francés la
violase? —centelleó Avery.
—Es sólo una niña —murmuró Donald, lanzando una mirada de asco en
dirección de sir Renford.
—Así parece —replicó sir Cameron—. Creo incluso que esas dos vinieron
de Escocia.
—Los Lucette tienen parientes allá. ¿Cree que es correcto que esa niña
enferma toque a la muchacha?
—¿Por qué? ¿Su valor disminuirá? No tema. Lo que aflige a la niña
pequeña no es contagioso.
—¿Entonces acepta a las dos como forma de pago? —se apresuró a
preguntar sir Bearnard.
—¿Tengo otra elección? Si las dos no me trajeran provecho, lo buscaré,
Bearnard, ¿correcto?
Avery quedó un tanto sorprendida, al notar que sir Bearnard palidecía y
concordaba con un nervioso movimiento de cabeza.
—Dios lo proteja en su jornada a casa, sir Cameron.
—Un escocés —susurró Gillyanne, mientras sir Cameron conducía a
Bearnard hasta la puerta—. ¿Estamos a salvo ahora?

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—No estoy segura —replicó Avery en el mismo tono—. Él nos aceptó


como pago de una apuesta que el otro perdió. Eso no dice nada bueno a su
favor. Y tampoco me parece digno de mucha confianza. Además, hay algo en el
nombre MacAlpin que me inquieta, pero no logro adivinar qué. —La puerta se
cerró detrás de sir Bearnard, y Avery tocó ligeramente el rostro de su prima—.
¿Pasará luego?
—Sí. Sólo pica.
—Deja que yo hable —advirtió Avery, mientras sir Cameron volvía.
El muchacho miró a las dos jóvenes delgadas que acababa de recibir
como pago. Negociar mujeres era algo que lo disgustaba, pero hacía mucho que
había descubierto que era uno de los pocos hombres en pensar así. Había
probado tener pocas cosas en común con aquellos al lado de quienes había
luchado en los últimos tres años. Él y sus hombres se habían aislado cada vez
más de los otros caballeros, y eso le había traído problemas. Cameron sólo
rezaba para no tener más dificultades por el camino hasta alcanzar Escocia, su
hogar, y, si Dios lo permitiera, donde viviría en paz.
La presencia de la muchacha mayor lo hacía sentirse poco a gusto.
Estaba despeinada y sucia, y parecía valerosa, cualidad rara en una doncella.
Usaba pantalones cortos y traía una daga atada en el lindo muslo. Cameron la
consideraba hermosa y misteriosa al mismo tiempo, y eso lo alarmaba.
En los veintiocho años de su existencia, descubrió que las mujeres que
lo atraían siempre causaban problemas. No estaba satisfecho por descubrir que
la frágil muchacha de dorados ojos felinos despertaba en su interior la fiebre
que había conseguido mantener bajo control en los últimos tres años,
conservándose casto sin gran esfuerzo. Sin embargo, en ese momento eso
parecía bien difícil.
Examinándola con atención, intentó descubrir por qué se sentía
inquieto, con la sangre pulsando en sus sienes. Ella era pequeña y de pie, apenas
alcanzaría sus hombros. Era también muy delgada, en nada parecida a las
mujeres voluptuosas que lo atraían en el pasado. Los senos eran menudos pero
erguidos y firmes, además de tentadoramente redondos.
La cintura era estrecha y las caderas redondeadas. Cameron ya había
visto que poseía lindas piernas bien torneadas, y el leve tono dorado de su tez
combinaba con el color de los ojos. Donald tenía razón, reflexionó. Ella poseía
ojos de gata, del color del ámbar, levemente oblicuos, lo que aumentaba su
apariencia felina. El rostro en forma de corazón, con una nariz pequeña y una
boca carnosa. Todo eso enmarcado por cabellos castaños dorados con reflejos
rubios, que le llegaban hasta las caderas.
Cameron se pasó los dedos por sus cabellos negros, maldiciendo en su
interior. Era una mujer bella, desde la cabellera salvaje a los pequeños y
delicados pies. Imposible negar su belleza. Si pretendía ser fiel a los votos de
castidad, necesitaba permanecer alejado de ella, algo que era casi imposible,
pues viajarían juntos a Escocia.
—¿Quién eres? —preguntó por fin.

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Por un breve instante Avery pensó en mentir, pero inmediatamente


decidió que sería una tontería. Gillyanne jamás conseguiría mantener una farsa
por mucho tiempo, ya que era muy joven e ingenua.
—Soy Avery Murray, hija de sir Nigel Murray y de lady Gisele. Mi padre
es uno de los Murray de Donncoill. Esta es mi prima, Gillyanne Murray, hija de
sir Eric y de lady Bethia Murray de Dubhlinn.
Avery frunció el ceño al ver que, en cuestión de segundos, la expresión
de Cameron había cambiado de la sorpresa a la rabia.
—Cameron, no fue un Murray que…
—Sí, Donald —refunfuñó él, cogiendo a Avery del brazo y levantándola.
—¿Conoces a cierto sir Payton Murray, muchacha?
—Es mi hermano —respondió, preguntándose que podría haber hecho
Payton para causar tanta ira en aquel hombre.
Se alejó de él, sintiendo un frío en el corazón al verlo sonreír fríamente.
—Parece que el viejo Bearnard pagó su deuda muy bien, finalmente
—murmuró Cameron.
—Mi familia y la de Gillyanne lo recompensarán por devolvernos sanas
y salvas.
—Sin duda que pagarán. Parece que por fin el destino me sonrió. ¡Un
tonto al que vencí en los datos acabó por entregarme a la hermana del cobarde
bastardo que violó a mi hermana!
Avery miró al desconocido, atónita por la increíble acusación. Luego
una sensación de puro odio la poseyó. Soltó una maldición, alzó el puño, y le dio
un puñetazo en la boca. Cameron también maldijo, pero el ataque inesperado lo
hizo perder el equilibrio. Tropezó con una banqueta y se cayó de culo,
arrastrando consigo a Avery, que quedó sobre él, e inmediatamente lo agarró
por los cabellos, golpeando su cabeza en el suelo.
Enseguida se levantó de prisa e intentó huir, sin embargo él la retuvo
por las faldas. Con un grito, Avery volvió a caer, y comenzó a patalear, mientras
Cameron la cogía por las muñecas. Por el rabillo del ojo, la joven vio a Gillyanne
acercarse y, un instante después, los brazos finos de la niña cogieron a su
agresor por el cuello.
—¡Donald! —bramó sir Cameron—. ¡Sácame a esta niña infernal de
encima!
Si Donald no tuvo mucho trabajo para alejar a Gillyanne, Cameron tuvo
mucho menos al inmovilizar a Avery.
—¡Mi hermano no es un violador! —gritó ella.
—Mi hermana dice que sí —replicó Cameron.
—¿Y oyó esa mentira aquí, en los dominios de ese cerdo asesino,
Deveau?

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El tono de voz lleno de desprecio con que Avery pronunció el nombre de


su anfitrión intrigó a Cameron, pero alejó el pensamiento.
—Fue mi primo Iain quién me lo contó, y ahora estoy libre para volver a
casa e investigar ese asunto.
De pronto Avery recordó donde había oído por primera vez el nombre
MacAlpin. Mejor dicho, lo había leído en una carta enviada por su familia. Su
madre se había referido a un “pequeño malentendido” que debía ser aclarado
entre los Murray y los MacAlpin.
Avery estaba a punto de contestarle preguntando que “pequeño
malentendido” era aquel, cuando el ataque de Deveau había ocurrido. En ese
momento entendía por qué su madre había preferido que ella y su prima se
quedaran donde estaban. La violación de una joven de alcurnia era un grave
crimen que podría conducir a una larga y sangrienta guerra entre feudos.
—¿Ya conoció a mi hermano o a alguien de mi familia? —preguntó.
—Conocí a sir Balfour Murray en la corte —replicó Cameron, sacando
un par de esposas de un mueble, y tirándolas sobre la cama.
Avery fue esposada al lecho, pero estaba preocupada por Payton, y
preguntó:
—¿Y dónde fue que mi hermano cometió esa supuesta violación?
—En la corte. Iain y mi tía llevaron a mi hermana a fin de buscarle un
marido. Mi hermana no contó nada acerca de la violación hasta que volvieron a
Cairnmoor. Por fin reveló que ya no era pura y que tal vez estuviera
embarazada. Iain intentó solucionar el problema de un modo pacífico y discreto,
pero su hermano se niega a asumir la culpa y casarse con Katherine, mi
hermana.
—¿Por qué Payton robaría a la fuerza de su hermana lo que tantas otras
desean darle de buena gana?
—Creo que no conoce a su propio hermano y de lo que es capaz.
Mientras hablaba, Cameron agarró a Gillyanne de la mano y la condujo
a la puerta del cuarto.
—Ordenaré que le den un baño. —Miró a Avery por encima del
hombro—. Y daré la misma orden en cuanto a usted.
—¿Cómo podré tomar un baño y vestirme esposada?
—Parece ser una muchacha despierta. Estoy seguro de que encontrará
alguna forma.

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Avery miró el vestido cuando las dos criadas que la habían ayudado a
bañarse salieron del cuarto. Era azul oscuro, bordado y muy bonito, incluso al
haber sido rasgado a un lado para que se lo pusiera con la muñeca esposada. Se
preguntó donde el bárbaro Cameron había conseguido una prenda tan delicada.
Si lo había comprado para regalárselo a una amante o familiar, ahora estaba
arruinado, y eso le causó una ridícula alegría.
Miró la pesada esposa que la sujetaba a la cama, e intentó de nuevo
librar la muñeca, pero fue en vano. En aquel instante, Cameron entró en el
cuarto, y Avery imaginó la pieza de hierro rodeando el cuello de su verdugo y
apretando sin misericordia. Ese pensamiento la asustó porque no solía ser tan
cruel, pero en ese momento la rabia la hacía enloquecer.
—¿Dónde está Gillyanne? —preguntó al ver que él había entrado solo.
—La dejé con las otras mujeres.
—¿Qué mujeres?
—Existen algunas que viajan con mis hombres.
—¡Prostitutas! ¿Dejó a una niña con prostitutas?
—¡No son nada de eso! Dos ya están casadas y las otras en breve se
casaran también.
—Bien, quiero permanecer con mi prima. Gillyanne se va a sentir
preocupada y atemorizada si continuamos separadas.
La mirada que Cameron le lanzó la hizo ver que no lo había convencido.
—Las mujeres la mimarán, no se preocupe. Se quedaron felices con su
compañía.
Cameron se sentó en la orilla de la cama y se sacó las botas. No había
dudas de que Avery estaba furiosa, pensó. Los ojos dorados brillaban de rabia, y
las pequeñas manos estaban cerradas. Si estuviera en aquel instante en posesión
de la daga, lo degollaría, a buen seguro.
Cameron sopló la vela, y se acostó en la enorme cama, pasando los
brazos por detrás de la cabeza. Avery se había levantado y se mantenía en pie,
esposada a la cama.
—Acuéstese. —Ordenó él.
—¿A su lado? ¡De ninguna manera!

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—Muy bien. Quédese de pie ahí, indefensa, por el resto de la noche.


Poco me importa.
La palabra “indefensa” la hizo apretar los dientes. Si la cadena que la
prendía fuera un poco más larga, tal vez consiguiera usarla para golpear la
cabeza de su verdugo. Se deleitó con esa fantasía por un instante, y después
suspiró. Aunque pudiera hacerlo, Cameron no se quedaría quieto, esperando
que ella lo golpeara.
Sí, sin duda estaba indefensa. La idea de acostarse la tentaba, pero sabía
como los hombres podían transformarse en un segundo de respetuosos y
amigables en fieras amenazadoras.
Despacio, se sentó en el suelo y se recostó en el borde de la cama,
apoyando la cabeza en el colchón. Sería delicioso subirse al lecho y descansar su
cuerpo exhausto, sin embargo era una locura quedarse al lado de un hombre
extraño que, más encima, odiaba a su familia.
Avery observó el cuerpo musculoso de Cameron, y recordó que él no le
había dicho como pretendía usarla en la venganza contra su hermano. Aún no
había intentado violarla, a pesar de estar presa.
La idea de que acusasen a Payton de un crimen tan salvaje la hizo
estremecer. Era necesario probar que Cameron estaba equivocado. Volvió a
observar el cuerpo grande y fornido, concluyendo que a buen seguro era
peligroso, a pesar del apuesto rostro. No podía bajar la guardia, pensó.
—¿Qué pretende hacer conmigo? —preguntó por fin, sin conseguir
quedarse quieta, y ansiosa por obtener respuestas.
Cameron abrió los ojos y la miró, viendo sólo su cabeza surgir por el
borde de la cama. Parecía muy delicada e inocente, pensó, sintiendo en parte
remordimientos a causa de la venganza que planeaba. Y también continuaba
muy atraído por su belleza, por lo tanto venganza y deseo eran una combinación
peligrosa.
—Pretendo seducirla —respondió con tranquilidad.
Pero inmediatamente se sintió de mal humor al ver la expresión de
sorpresa en la mirada de Avery transformarse en burla.
—¿En serio? —dijo ella—. ¿Y cómo es tan fuerte y guapo cree que caeré
rendida a sus pies?
—Sería bueno que usara el sentido común, niña.
—Prefiero verlo muerto, pero no podemos tener todo que deseamos,
¿cierto?
—¡Cuánta violencia! Una joven delicada como usted debería reflexionar
más antes de decir palabras tan duras.
—Y añada mutilación a eso.
—Veo que necesita ser domada. Dejaron que se hiciera muy
voluntariosa. Haré que en breve sus palabras en cuanto a mí se tornen afables.
—¡No sea tan presuntuoso!

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Pero, con un gesto rápido, Cameron se volvió en la cama y la tiró por la


cadena. Avery luchó y se rebeló, en vano. Cuando se vio a su lado sobre el
colchón, intentó abofetearlo, sin embargo Cameron la cogió con fuerza.
—Tregua, gata salvaje —sugirió con una sonrisa maliciosa.
—No soy débil ni vulgar, y no me someteré a sus besos o halagos. En
especial cuando sé que sólo lo hará para humillar a mi hermano.
Mientras hablaba tuvo que admitir para sí misma que la sonrisa de
Cameron lo hacía aún más guapo, a pesar de la expresión arrogante.
—Fue su hermano quien me humilló.
—Payton jamás haría lo que alega. No fue él quien acarreó vergüenza a
su hermana.
—Ella ya no es pura.
—¿Y usted? ¿Es puro? Nadie parece escandalizarse por eso —chasqueó
Avery con mirada burlona.
Cameron la miró asombrado. ¿Cómo podía comparar a un hombre con
una mujer?
—No es lo mismo.
—Pero su razonamiento es que se puede forzar a una mujer a
entregarse, y después la castigan por ya no ser virgen. La hermana mayor de
Gillyanne, Sorcha, fue brutalmente golpeada y violada. Algunos enemigos de su
padre la cogieron, y pretendían hacer lo mismo con mi otra prima, Elspeth, pero
mis tíos Eric, Balfour y Fither lo impidieron. Pronto Sorcha se hará monja,
porque no soportó la vergüenza. —Tomó aliento, y miró a Cameron con
severidad—. Ante el horror de tal crimen, ¿cree que mi hermano infligiría tal
sufrimiento a una muchacha?
Cameron lo meditó, y después dijo:
—Tal vez mi hermana no se ha explicado bien. Puede ser que haya sido
seducida y no violada. No importa. Él le robó la inocencia y se niega a devolverle
su honra casándose. Así que tomaré su virginidad como venganza, mi joven.
—¡Qué romántico! —replicó Avery con ironía—. Me siento en el séptimo
cielo ante su propuesta tan tentadora y gentil.
Con un gesto exagerado y sarcástico, batió las pestañas, fingiendo
animación.
Sorprendido, Cameron sintió ganas de reír, pero se contuvo. Nada había
de gracioso en la hermana de sir Payton, y no era hombre de reír por todo. Lady
Avery era tan pequeña y frágil, que temía presionar su cuerpo con el suyo, en
tanto que poseía una lengua afilada y no dudaría en atacarlo físicamente si
pudiera.
Deslizó la mirada a sus labios y descubrió que deseaba besarla.
Comenzó a inclinar la cabeza en su dirección, y notó que ella se ponía tensa.

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—Diga que no pretende hacer eso —murmuró Avery en tono severo, a


pesar de desear el beso también.
—Lo pretendo. Y no piense en morderme. —Apoyó el peso del propio
cuerpo sobre Avery, y le cogió el rostro—. Quiero satisfacer mi curiosidad.
Antes que ella pudiera replicar, le besó la boca, haciéndola luchar contra
la ola de calor y deseo que la poseyó. Incapaz de resistir, entreabrió los labios y
permitió que el beso se hiciera más sensual.
Sentía un extraño alivio por estar presa a la cama. No quería que
Cameron descubriera el deseo que sentía de frotarse contra su pecho viril,
acariciar su espalda ancha y morena, y pasar los dedos por el rostro masculino y
guapo. Se esforzaba por mantener la respiración normal, pero su corazón latía
de modo desordenado.
Sin embargo, mientras la pasión crecía en su cuerpo, también el miedo
dominaba su mente. No conseguía entender lo que estaba sucediendo consigo
misma. Aquel hombre pretendía deshonrarla, y tirarla como una cáscara sin
valor de vuelta a su familia, con la esperanza de vengarse. Había acusado e
insultado a su hermano, así como a todo su clan. Era un completo extraño, y la
había aceptado como pago de una deuda de juego, por lo tanto los únicos
sentimientos que podía dedicarle eran de odio y desprecio.
Pero, había bastado un beso para hacerla arder en llamas impalpables y
poderosas. Ansiaba arrancarle las ropas, acariciarlo y besarlo, deseaba tenerlo
dentro de su cuerpo con tanta intensidad que le causaba dolor.
Cuando, por fin, Cameron alzó el rostro, Avery mantuvo los ojos
cerrados. Su madre siempre bromeaba con su padre, diciéndole que podía leerle
los pensamientos sólo por el hecho de mirarlo, y temía que el extraño notara la
pasión que le había despertado.
—Mírame, Avery —ordenó Cameron con voz ronca, cogiéndole la
barbilla.
Por su lado también se sentía atónito con la fuerza del deseo. Nada
había en Avery Murray que debiera atraerlo tanto. Era demasiada delgada,
impertinente y con un genio terrible. Aún así sabía que la deseaba con una
fuerza e impetuosidad extraordinarias.
La disculpa de no tener una vida sexual desde hacia tanto tiempo
parecía tonta. Avery le despertaba algo más profundo en su ser, además de una
mera lujuria momentánea. Ya había notado que sus ojos color ámbar revelaban
sus sentimientos, y quería mirarlos sin parar.
—Abre los ojos, pequeña.
—No puedo. Estoy demasiado enojada.
Cameron podría haberse ofendido mucho con esas palabras, sin
embargo el tono excitado con que fueron pronunciadas lo detuvo. A buen seguro
era una mujer muy obstinada y terca. Se alejó un poco, y miró hacia la puerta
del cuarto.

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—¡Oh, Donald! —exclamó, sin dejar de observar el rostro de Avery—.


¿Por qué trajiste a la otra niña aquí?
—¿Gillyanne? —Avery abrió los ojos deprisa, pero inmediatamente
percibió que era un truco—. ¡Bastardo mentiroso!
Cameron se sintió triunfante al observar el brillo de la pasión en la
expresión del bonito rostro. Pero había rabia también en los ojos dorados, y no
supo definir sí era odio por él o por sí misma, por el hecho de sentirse atraída.
De modo inconsciente, se alejó un poco más. Tanto deseo en una chica
inexperta podía ser peligroso, pensó. No quería complicaciones en su vida. Era
mejor ser cauteloso, sin embargo no conseguía desistir.
—Sí —murmuró con una sonrisa y la voz ronca—. Pero también soy el
hombre que deseas. ¿Por qué no dejas de luchar, pequeña?
Tanta arrogancia sorprendió a Avery. Sí, lo deseaba, aunque fuera difícil
de admitir. Cameron MacAlpin era un hombre extremadamente atractivo, muy
alto, fuerte y peligroso y, como diría su hermano Payton, ella ya estaba madura
para el amor.
Además, Cameron parecía ser muy experto en asuntos sexuales, y podía
alterar la mente de cualquier mujer con sus besos. Ese pensamiento la hizo
sentirse aún más furiosa. ¿Sería que se creía irresistible?
—¿Por qué no se arrastra de vuelta al alcantarillado de donde vino?
—acabó por decir con fingida dulzura.
—Y pensar que esas palabras salieron de la misma boca delicada que
acabo de besar.
—Se ilusiona conmigo, señor.
—No, eres tú quien se está engañando.
Cameron rodó hacia el otro lado del lecho, luchando contra el deseo de
permanecer al lado de Avery. Colocó los brazos por detrás de la cabeza y notó,
con una sonrisa, que ella no había intentado levantarse.
De pronto descubrió que lamentaba haberla conocido en circunstancias
tan ruines, y maldijo en silencio. Era un pensamiento peligroso que podía
alejarlo del camino de la venganza y de la soltería. Había aprendido a duras
penas cuan traidoras podían ser las mujeres, y no pretendía dejar que una
muchacha delgada con ojos de gata lo ilusionara. Por descontado un día
abandonaría la vida de castidad, pero no pretendía dejar que la pasión lo
dominara otra vez.
Contempló a Avery, que se había alejado tanto hacia el borde del lecho
que cualquier movimiento la haría caerse al suelo. Como si obedeciera a una
orden silenciosa, ella lo miró también.
La expresión sombría en el rostro masculino la dejó perpleja. Por
descontado él había notado que la había excitado, y debería sentirse muy
presumido, como cualquier otro lo estaría en esas circunstancias. Sin embargo
parecía muy molesto.

15
Highland Knight Hannah Howell

Por su lado, Cameron pensaba que no debía entregarse al deseo si


planeaba vengarse.
Por un breve instante, Avery se sintió tentada a transformar su flaqueza
en un arma, y seducirlo, pero inmediatamente notó que sería una estupidez.
Aunque no ignorara lo que sucedía entre un hombre y una mujer cuando
estaban en la cama, acababa de recibir su primer beso y no poseía la menor
experiencia en esa área. Suspiró y sólo trató de resistir.
—Si no deseas dormir, podemos volver a nuestro juego —la provocó
Cameron.
—No, gracias, estúpido. Acabaría vomitando.
—Deberías tener más cuidado con tu lengua.
—¿Es una amenaza?
—Puede ser.
—¡Ya! ¡Estoy temblando de miedo!
—No me provoques demasiado, pequeña, o…
—¿O qué? ¿Va a golpearme? Ya me encadenó, insultó, y planea
deshonrarme en un desafortunado intento de vengarse de mi hermano.
Perdóneme si más amenazas me dejan insensible.
Cameron la encaró sin nada decir, porque no tenía argumentos. Cerró
los ojos y decidió pensar en algo mejor para intimidar a Avery Murray. Se daría
el trabajo de descubrir alguna cosa creativa y diferente con que amenazarla.
Pero eso quedaría para la mañana siguiente.
Con un gesto brusco, se levantó de la cama y dejó el cuarto.

16
Highland Knight Hannah Howell

—¡Avery!
La voz de Gillyanne la hizo dejar de admirar la espalda de Cameron, que
se apeaba del caballo y se alejaba. Aunque estuviera muy feliz por volver a ver a
su prima que a buen seguro estaba bien, el alivio no fue muy grande.
Durante dos días había permanecido amarrada a la cama, y en ese
instante estaba atada por las muñecas a la silla de su verdugo. Si era así como
sería tratada hasta llegar a Escocia, deseaba que su clan fuera a Cairnmoor y
matara a todos los MacAlpin que encontrara en el camino. Ciertamente, lo
aplaudiría.
—¿Estás bien, Gillyanne? —preguntó.
La niña miró estupefacta las cuerdas que asían a Avery al caballo, y
después miró a Cameron furiosa. Aún tratándose de una niña frágil, era bueno
ver que alguien estaba de su lado, pensó Avery.
—Sí —replicó Gillyanne—. Las mujeres cuidaron bien de mí, pero sólo
me dejaron verte hoy. Permitieron que hiciera de todo, menos lo que estuviera
contra las órdenes de sir Cameron. Sin embargo conseguí oír algunas
conversaciones, y ninguno de los demás hombres, están de acuerdo con los
planes de su señor. Pero son unánimes en cuanto a que se venguen de Payton.
—Mi hermano no cometió ningún crimen —replicó Avery con
vehemencia.
—No necesitas defenderlo ante mí, Avery. Sé que es inocente. Siempre
fue uno de los pocos niños de nuestro clan que nunca se irritaba con nuestras
provocaciones y bromas. Un muchacho como Payton, que no se enfureció
cuando ensucié sus botas con excremento de cerdo, nunca maltrataría a una
muchacha.
Avery sonrió.
—Entonces fuiste tú, Gillyanne.
—Sí, aquel día estaba muy traviesa. —Ambas rieron, olvidando sus
aflicciones por un breve instante—. ¿Cómo te están tratando, Avery?
—Bien. ¿Notas como sir Cameron pasó un lazo de seda en las cuerdas
que me sujetan? A pesar de su cara enfurruñada jamás me maltrató seriamente.
—Pretende seducirte y arrojar vergüenza sobre nuestras familias.
—Tienes razón, Gillyanne. Pero no te preocupes porque aún no
concretizó su intento.

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Highland Knight Hannah Howell

—Bien, aguanta firme, hasta que seamos salvadas.


Muy simple, pensó Avery con un suspiro. No había contado a su prima
que Cameron estaba siempre provocándola de forma sensual, tocándola,
diciéndole palabras gentiles y seductoras, y robándole besos. El hecho de que
cada vez aceptara más esas caricias la perturbaba mucho. Por suerte, estar presa
en ese momento hacía que alimentara su odio. En caso de que Cameron dejara
de tratarla como a una prisionera, sería muy difícil resistirse a la tentación,
concluyó con desánimo.
—Hablando en serio, prima Gillyanne, no sé si tendré fuerzas para
resistir por mucho tiempo.
Sonrió al ver la expresión impresionada de la niña. Gillyanne carraspeó.
—Sí, sir Cameron es un hombre muy atractivo.
—Pero su alma es negra como el pecado, y está intentando hacerme
pecar también.
—Tienes casi diecinueve años, Avery. Ya debes haber pasado por
tentaciones y resististe con bravura.
—Creo que nunca fui tentada de verdad.
—¿Estás enamorada de Cameron MacAlpin?
—Gillyanne, el hombre me sujetó con cadenas a una cama, ahora me
amarró al caballo, y quiere usarme para vengarse de un supuesto crimen de mi
hermano, lanzando lodo sobre mi familia, y forzando a Payton a una boda
indeseada. ¡Estaría loca si lo amara!
—No tanto. Cameron cree en lo que su hermana le contó, y si no estás
enamorada, por lo menos te sientes atraída por él.
Avery suspiró.
—Tienes razón.
Gillyanne dio un golpecito en el hombro de su prima.
—Haz lo que puedas para resistir con bravura, pero no te culparé si
flaqueas. —Sonrió a Avery, sin embargo pronto volvió a ponerse seria—. Un día
él descubrirá que su hermana le mintió.
—Sí, y buscará remediar el mal que hizo —refunfuñó Avery.
—Bien, si en esa época tú lo amas en vez de sólo sentir atracción por él,
no sería nada malo que se casaran.
—Cállate, Gillyanne. Cameron está regresando.
MacAlpin notó la mirada que las primas intercambiaron y sonrió. Las
dos eran más valientes que muchos hombres que conocía. Y estaban ansiosas
por herirlo, concluyó un poco preocupado.
—Vuelva con las otras —ordenó a Gillyanne, sonriendo ante la mueca
que hizo la niña. Se dirigió a Avery—: Cuando crezca, esa niña causará muchos
problemas a los hombres.

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Highland Knight Hannah Howell

—Excelente —replicó la cautiva—. Será una joya rara a ser disputada, y


nadie la tendrá con facilidad.
—¿Del modo que yo te tengo a ti?
—Tienes razón. Fui tirada a tus pies como una mercancía. Obtuviste el
arma para vengarte de mi familia, sin embargo tendrás que luchar bastante.
—¿En serio?
Mientras hablaba, se acercó a ella, manteniéndola presa entre el caballo
y su cuerpo. La proximidad hizo que su sangre circulase caliente en sus venas, y
la mirada de Avery lo obligó a rezar para no estarse ilusionando. Ella también lo
deseaba, estaba seguro.
La traición femenina había hecho que se alejara del amor y lo había
dejado inseguro acerca de su propio juicio en relación a las mujeres. Muy
arrogante en el pasado, había pensado poder leer los corazones de sus amantes,
sin embargo se había engañado. Se había ilusionado diversas veces y, al buscar
el amor, había encontrado sólo decepción, hasta que su corazón había quedado
endurecido y ya no había conseguido sorprenderse o lastimarse, dándole la
espalda a los sentimientos más profundos.
Pero Avery Murray era diferente de todas las que había conocido. Tal
vez era el brillo de su mirada o su intransigencia en ceder.
Perturbada por su proximidad, Avery, murmuró:
—¡Bastardo!
—Deja de adularme con palabras cariñosas, pequeña —respondió
Cameron con sarcasmo.
Avery vaciló entre el deseo de reír y el deseo de darle una patada en la
pierna. Pero era la risa lo que más la preocupaba. Los hombres con presencia de
espíritu y réplicas de buen humor siempre la habían atraído. Sin embargo, antes
de que tuviera tiempo de pensar sobre eso, Cameron a alzó en sus brazos y la
colocó sobre la silla con delicadeza, montando enseguida.
Apenas fustigó el caballo, Avery notó que el viaje sería un tormento. El
cuerpo musculoso de Cameron la comprimía por detrás, y ella estaba anidada
entre sus piernas como si fueran amantes. Los brazos largos y fuertes la
rodeaban, mientras maniobraban las riendas, haciéndola sentir que era una
especie de abrazo, y tendría que sentirlo durante horas. Con cada movimiento
de la montura sus cuerpos se rozaban. Apenas habían transpuesto las puertas de
las propiedades de Deveau, y ya se sentía atontada de deseo.
Intentó alejarse un poco, pero Cameron la forzó a volver a la misma
posición, apretándola con delicadeza. Avery se quedó rígida, pero eso
aumentaba su incomodidad, y podía acabar cayendo del caballo, arrastrando a
Cameron en la caída.
La imagen de él tirado sobre una poza de lodo la divirtió, pero sería
peligroso. Estaba amarrada por las muñecas a la silla, y podría ser arrastrada a
galope.

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Highland Knight Hannah Howell

Sin embargo, la idea de ver a Cameron caerse del caballo continuó


divirtiéndola, y él lo descubrió.
—Veo que hoy estás de buen humor y eso me alegra.
—Estaba pensando cómo sería de divertido verte caer con el rostro en el
lodo —replicó Avery con fingida simpatía.
Cameron encontró mejor contener la risa, y trató de toser para
disfrazarlo. Ella era realmente muy audaz. A pesar de la suavidad del cuerpo
delicado contra el suyo, sabía que por dentro estaba hecha de acero. Sería una
larga y ardua batalla hasta hacerla admitir que lo deseaba también. Si la hiciera
ponerse de rodillas frente suyo, Avery se sentiría muy humillada, pensó. Y no
deseaba poseerla a la fuerza.
—Si caigo, te caerás conmigo —dijo, pero no se refería sólo al caballo.
—Lo sé. Por eso no intenté derribarte de la silla.
—Admirable de tu parte.
—También lo creo. Y hablando de eso, es bueno de vez en cuando dar un
vistazo hacia atrás. Puede haber enemigos al acecho.
—Sí, además de eso te tengo adelante, sin armas pero siempre un
peligro.
—Me refiero a Deveau, y no estoy bromeando. Desconfío de ese hombre.
—¿Ahora te preocupas por mi seguridad?
—¡No seas presuntuoso! Mi prima sigue atrás y quiero que llegue sana y
salva a Escocia. Además —añadió Avery con voz suave—, me gustaría ser libre
para atentar personalmente contra tu seguridad.
—Eres una mujer muy dura, Avery Murray. ¿Pero por qué odias tanto a
Deveau?
—Él y sus vasallos son unos cerdos asesinos. Ya deben haber matado a
muchos de mi clan.
—Tal vez sí, pero creo que su odio es muy antiguo.
Por un momento Avery deseó decirle que se preocupara de su propia
vida, pero desistió. La larga lucha entre los Deveau y los Lucette no era un
secreto, así como los problemas que los primeros habían infligido a sus
familiares en el pasado. Decidió que sería bueno contarle la historia, pues sabía
que los MacAlpin nunca se habían pasado al lado de esos asesinos, fuera cual
fuera la cuantía en oro que ofrecieran, y eso era bueno. Se sentía feliz de que
Cameron y su gente no estuviesen envueltos con aquella gentuza.
—Todo comenzó con mi madre, aunque antes de eso los Deveau ya
hubieran atormentado a mi familia. Siempre abusaron de los más débiles o con
menos fortuna. Por la paz y por dinero mi madre fue obligada a casarse con lord
Michael Deveau, a pesar de su pésima reputación. Y todo lo que se decía acerca
de ese noble era verdad. Cierta noche mi madre lo encontró mutilado y con el
cuello cortado. Horrorizada, ella huyó.

20
Highland Knight Hannah Howell

—¿Por qué? —quiso saber Cameron—. ¿Fue ella quien lo mató?


No había condena en su voz, y aunque Avery no entrase en todos los
detalles escabrosos de la primera boda de su madre, sabía que fue terrible. Y
Cameron debía conocer la brutal reputación de los Deveau.
—No —respondió—. Pero podría haberlo hecho si hubiese querido.
Nadie la condenaría porque sufrió mucho con ese matrimonio, y varias veces se
quejó que quería liberarse de aquel tormento. Mi padre la ayudó a huir a
Escocia, esperaron que pasara un año de su fuga, luego se casaron. Más tarde se
averiguó que habían matado a Michael Deveau para vengar la violación que
había cometido contra una muchacha, y mi madre quedó libre para siempre.
—Avery suspiró—. Pero la semilla del odio ya estaba plantada. No todos los
Deveau creyeron en la inocencia de mi madre, y su desastrosa boda sólo
intensificó la beligerancia entre las dos familias. —Sonrió con tristeza—. Tal
vez, en el fondo, no desearan la paz, sino sólo tener siempre a alguien para
detestar y luchar.
—Y quizás a los Deveau no les gustó ver a un pariente ser expuesto como
depravado y cruel.
—Sí, es posible. Y también detestaron que mi madre heredara una
fortuna como su viuda. Pero fue un premio pequeño para todo lo que sufrió.
Cameron sonrió.
—Quédate tranquila. Después de todo lo que me contaste, tengo ojos en
la espalda también.
Avery aprobó con un gesto de cabeza. Desearía saber lo que había
ocurrido con los hombres de su familia, después de la lucha. En los últimos dos
días había obtenido pocas informaciones, y parecía que la carnicería no había
sido muy vasta, finalmente. Rezaba para que alguien informara a su madre, pero
pasarían meses hasta que se contactasen. Avery cerró los ojos, intentando
olvidar el horror que había presenciado.
Pronto pararon para descansar. Ella ya no conseguía resistir la presión
de los recios muslos contra los suyos, y había estado a punto de capitular. La
única satisfacción que sentía era saber que Cameron tampoco era indiferente.
No bien sus muñecas quedaron libres de las cuerdas, corrió hacia un
lado para tener algo de libertad. Cameron fue a ocuparse de otras cosas, y había
dejado a uno de sus hombres, Rob, como guardián. Pero Rob era gentil, y Avery
no se sintió prisionera.
Después de respirar bastante aire puro, fue a buscar a Gillyanne. Casi
sonrió al ver a su prima surgir en medio de los árboles. De seguro había sentido
la misma necesidad de libertad, pensó. Un hombre corpulento llamado Colin
vigilaba a la pequeña, que parecía furiosa. Más divertido sin embargo era que el
hombretón parecía temer a Gillyanne.
—¿Quieres oír la conversación con mi prima? —chasqueó la niña,
encarando al pobre guardián.

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Highland Knight Hannah Howell

En ese momento Avery no contuvo la risa, al ver que Rob y Colin daban
un paso atrás.
—Sólo están cumpliendo órdenes, Gillyanne.
—Lo sé, y sólo por ese motivo aguanto todo como una dama, y no
intento golpearlo en la cabeza con un palo. —Respiró profundo, y después cruzó
las manos con delicadeza—. ¡Listo! Estoy tranquila.
—¿Respirar profundo ayuda?
—A veces, cuando no estoy furiosa de verdad. Como tú misma dijiste, no
es culpa de Colin, sino de aquel demonio que insiste en sujetarte a la baranda de
la cama y la silla de los caballos. Hablando de eso, ¿cómo te va, Avery?
La joven pasó el brazo por el hombro de su prima, y comenzó a caminar
a su lado.
—Bien.
—¿En serio? A mí me parece que estás muy preocupada.
—Eres una niña observadora, prima.
—Tía Maldie siempre lo dice. Sin embargo, tú también tienes tus dones.
Presentiste el peligro el día que los Deveau nos atacaron.
—¡Gran cosa! ¡No ayudé en nada!
—Estamos vivas. Y si hubiéramos sido cogidas totalmente
desprevenidas podríamos haber muerto también. Y alertaste a nuestros
hombres, aunque demasiado tarde. Sólo podemos rezar por las almas de los que
murieron.
—Espero que no hayan sido muchos —suspiró Avery.
—Necesitamos concentrarnos en los problemas actuales.
—Sí. Y en cómo mantener a Payton a salvo.
—Es cierto —replicó Gillyanne, lanzando una mirada perspicaz a su
prima—. Y como mantener tu corazón sereno. La pasión incomoda.
Avery sabía que no sacaba nada intentando evadir a su prima. A pesar
de ser muy joven, Gillyanne era sagaz.
—Mi único consuelo es que Cameron también sufre —replicó—. Pero
estoy al borde de capitular.
—¡Dios mío! Entonces es preciso que pensemos en un plan para hacer
que la victoria de nuestro raptor no sea muy dulce.
—Sólo deseo que Payton sepa que no fui deshonrada, y que me entregué
por mi propia voluntad.
—Sin duda eso disminuirá la alegría de sir Cameron.
En aquel instante el caballero se aproximaba a las dos chicas, y Avery no
pudo dejar de sentir el corazón acelerado. Hasta cierto punto era comprensible,
se justificó. Cameron poseía un físico maravilloso y, finalmente, era un hombre
muy guapo.

22
Highland Knight Hannah Howell

Con los dientes apretados, Avery susurró de modo que sólo su prima la
oyó:
—Primero haré que ese hombre sufra y me desee tanto que la última
cosa en la que quiera pensar sea en la venganza.

23
Highland Knight Hannah Howell

—Estamos tratables —comentó Avery a Gillyanne mientras paseaban


por el campamento de los MacAlpin.
—¿Sí? —La niña dejó de observar una pequeña flor azul—. Es una bella
época del año para ser benévolo.
—Cierto. Sin embargo parece que olvidamos que somos prisioneras, y
sobre los planes de Cameron acerca de Payton.
—Es difícil pensar en cosas desagradables cuando la primavera llena el
aire de belleza y alegría. Me admira notar tu frialdad, Avery.
—Es que él nos trata con tanta delicadeza y consideración que en verdad
es complicado acusarlo de algo. Y eso es lo que me preocupa. A veces me olvido
del porqué estamos con MacAlpin.
—Pensé que tu plan era hacer que se enamorara de ti. Por lo menos fue
lo que me dijiste hace tres días.
Avery suspiró.
—Creo que estoy confusa. El mal humor de Cameron se ha acentuado,
pero no sé si a causa de mis constantes provocaciones o porque es así. ¿Estará
nervioso por desearme o debido a la venganza contra mi hermano?
—Creo que es su deseo por ti.
Avery sonrió con tristeza.
—Pero para mí los sentimientos son más profundos que una simple
lujuria.
—Entonces actúa como la prima Elspeth.
—¿Perseguirlo hasta que se case conmigo? —Avery soltó una
carcajada—. No tengo la habilidad de Elspeth. Y no comprendo como puede
gustarme Cameron cuando él conspira contra Payton.
Gillyanne lanzó una mirada severa a su prima.
—Necesitas resolverlo e intentar conquistarlo a cualquier costo… De tal
modo que su único pensamiento seas tú. De lo contrario, el camino conducirá al
dolor y al sufrimiento. Creo que no podemos escapar de nuestro enemigo,
Avery.
—También lo pienso así. ¿Quien sabe sí una buena provocación sea
productiva?

24
Highland Knight Hannah Howell

Las dos se observaron con una sonrisa. Gillyanne miró sobre su


hombro, y comentó:
—Rob y Colin están muy entretenidos en su conversación. ¿Debemos
usar el sentido común o ser audaz?
—Vamos a ser audaces ahora. Voy a contar hasta tres, y después
huiremos hacia los bosques. —Sonrió levemente—. Es muy probable que seamos
capturadas otra vez, pero vale la pena irritar a Cameron.
Gillyanne afirmó, y se acomodó las faldas, mientras Avery hacía lo
mismo.
—¡Uno, dos, tres!
Y las dos primas salieron corriendo.

Cameron maldijo al oír los gritos en el campamento. Guardó dentro de


la camisa el mapa que examinaba con su primo Leargan, y se levantó deprisa. Lo
único que le preocupó al ver a las dos muchachas Murray intentando escapar,
fue cuánto podrían correr.
—¡Malditos Rob y Colin! —maldijo—. ¡Les dije que vigilaran de cerca a
esas dos!
—No puedes culparlos por todo —argumentó Leargan, acompañando a
su primo—. Las dos no pasan de ser unas niñas y estaban comportándose muy
bien.
—Lo que nos debía haber alertado.
Leargan rió.
—Hablas como si fueran mujeres peligrosas y expertas.
—La madre de Avery consiguió burlar a los vengativos Deveau durante
un año, y actuando casi siempre sola. Luego el padre de Avery consiguió sacarla
de Francia a pesar de la alta suma ofrecida para quién la capturara. Su prima
Elspeth acaba de casarse con sir Cormac Armstrong, un soltero empedernido,
¡por lo tanto las mujeres de esa familia son peligrosas, sí!
—¡Dios mío! —exclamó Leargan, impresionado—. Entonces tal vez las
muchachas hayan aprendido algunos trucos.
—Sí, y corren mucho también. ¡Sigue a la pequeña!
—Las dos son pequeñas, Cameron.
—Ve tras de Gillyanne. Perseguiré al otro foco de problemas.
Ignorando la risa de su primo, Cameron salió corriendo.

25
Highland Knight Hannah Howell

La fuga de Avery lo había enfurecido, porque parecía que la joven no se


sentía tan atraída por la relación entre ambos. O, pensó, lo deseaba tanto que
había decidido huir para no ceder a la tentación.
Una sonrisa le curvó los labios al perseguirla en medio del bosque. No
tenía la menor intención de dejarla escapar, en el momento en que se
aproximaba a la victoria. Cuando habían acampado allí para pasar la noche,
había notado como Avery evitaba su mirada y respiraba aceleradamente. Y
durante la cabalgata muchas veces ella había dejado escapar leves suspiros ante
su contacto.
No era el espíritu de venganza lo que lo hacía correr por el bosque en
ese instante, sino la determinación de no dejar escapar por entre los dedos el
objeto de su intenso deseo.
Avery hizo una señal a Gillyanne para que tomara la derecha, mientras
ella se dirigía más hacia la izquierda. Podían verse mientras corrían, pero así
forzaban a sus perseguidores a separarse. Lanzando una rápida mirada sobre el
hombro, Avery descubrió que sólo dos personas las seguían. Cameron y su
guapo primo Leargan, que perseguía a Gillyanne. Sintió un estremecimiento de
alegría al notar que Cameron tomaba la izquierda para continuar su rastro, pero
él tropezó con una piedra y perdió ventaja.
Entonces Avery, rápida como un rayo, cortó el frente de Leargan con un
movimiento decidido, haciéndolo caer al suelo. Con un gesto audaz, le retiró el
puñal de la cintura y lo apuntó en su cuello.
Los gritos de Gillyanne la hicieron alzar la cabeza y ver que su prima era
capturada por Cameron, luego gritó a todo pulmón:
—¿Hacemos un trato?
—No —replicó Cameron—. Y jamás verás de nuevo a tu querida
Gillyanne si hieres a mi primo.
—Eso espero —murmuró Leargan sintiendo el filo de la lámina en la piel
de su cuello.
Con un suspiro, Avery lo dejó libre. El muchacho se levantó
rápidamente.
—¿Puede devolverme el puñal, por favor, señorita?
Con los dientes apretados, obedeció, entregándole el arma. Cuando
Gillyanne corrió a su lado, acarició los cabellos de la niña con alivio. No estaba
muy preocupada por el castigo que recibiría, a pesar del aire furioso de
Cameron. A esas alturas ya sabía que el noble jamás la golpearía.
—¿En serio pensaste que conseguirías escapar? —preguntó él,
cogiéndola del brazo y conduciéndola de vuelta al campamento.
—Siempre se puede soñar —murmuró Avery con rabia.
—¿Y adónde pensabas llegar sin caballos y provisiones?
Era una buena pregunta, pero Avery no pretendía dar su brazo a torcer,
haciendo el papel de tonta.

26
Highland Knight Hannah Howell

—Pensábamos pedir refugio en la primera iglesia que encontráramos.


—Sí —apoyó Gillyanne.
—¿Esperas que crea eso? —la fulminó Cameron, sin obtener respuesta
de las dos fugitivas. Al aproximarse a los guardias, rojos de vergüenza, avisó—.
Son pequeñas y frágiles, pero no se ilusionen. Les gusta dar trabajo.
Cuando Avery y Gillyanne fueron llevadas a la tienda, murmuró a
Leargan:
—Son muy despiertas para pensar que esa fuga daría resultado.
—¿Entonces qué pretenden?
—Están sólo intentando irritarme.

—¿Crees que Cameron notó que queríamos enfurecerlo? —preguntó


Gillyanne, sentada con Avery en la tienda del líder, saboreando la comida
nocturna.
—Puede ser —replicó su prima mayor—. Pero creo que intentará
descubrir un motivo más oculto.
—Él no confía en las mujeres, ¿cierto?
—De ninguna manera.
—Entonces la victoria será mayor si consigues conquistar su corazón.
—En el caso de que Cameron tenga un corazón…
—Creo que sí, sólo lo esconde. Algunos hombres son así.
—Y algunos se niegan a entregarlo a cualquier mujer.
—Pero él te desea, Avery.
—La lujuria no es amor, Gillyanne, y los hombres sienten eso por
cualquier rabo con faldas. La atracción física nada tiene a ver con las cuestiones
del corazón o del alma.
—Espero que cuando me enamore sea de un hombre más flexible
—consideró la pequeña Gillyanne.
—Ruego por que así sea.
Mientras hablaba, Avery observó a Cameron pasear por el campamento,
conversando con sus hombres, y suspiró.
—Te confieso, prima, que lo único que me impide tirarme en los brazos
de ese bastardo es saber que él usaría esa flaqueza contra mi familia.
—¿Entonces sientes una atracción irresistible?

27
Highland Knight Hannah Howell

—Creo que sí. —Avery observó al objeto de sus pensamientos penetrar


en el bosque con su primo Leargan—. Varias veces hoy tuve ganas de tirarlo de
la silla, pero la verdad era porque deseaba caer sobre él, y en seguida…
—¡Entonces hazlo!
Avery miró a su prima con una sonrisa triste.
—Lo haría, pero sé que en el fondo él desea seducirme por venganza.
Gillyanne alzó los ojos hacia el cielo en un gesto de impaciencia.
—¡Créeme, prima! La última cosa en que él estará pensando cuando esa
hora llegue será en la venganza. No se acordará ni de la hermana ultrajada ni de
Payton. Sólo necesitas hacer que Cameron entienda que no te quitó nada, sino
que tú lo estás dando porque quieres. Deja que descubra que estás entregándote
porque así lo deseas.
—Es un juego peligroso —murmuró Avery, admirada por la experiencia
precoz de su prima.
—Sí, pero el premio valdrá la pena, ¿no? El fin de la venganza y tu
libertad.
—Tienes razón.
—¡Muy bien! ¿Cuándo pretendes entregarte a Cameron MacAlpin?
—No sé. Antes de que eso suceda, pretendo atormentarlo a más no
poder.
Las dos rieron con ganas.
—Están carcajeándose —comentó Cameron de mal humor, mientras
regresaba al campamento con Leargan.
El otro sonrió.
—Son dos niñas fuera de lo común.
—Son dos gatas salvajes que adoran atormentarme.
—Y tú deseas a la mayor con todas tus fuerzas.
—No dije eso, Leargan.
—No lo necesitas.
—Bien, por lo menos tengo un incentivo para perpetrar mi venganza
—replicó Cameron con expresión sombría, odiando admitir la verdad.
—¿No prefieres esperar hasta que lleguemos a casa para pensar con
tranquilidad?
—Hablas como mi tía e Iain. De nada sirve esperar. Payton Murray
pagará por el crimen que cometió, y hará de mi hermana una mujer honesta.
—Y si eso sucede, ¿tú también actuarás de modo correcto?
—¿Cómo es eso?
Leargan suspiró.

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Highland Knight Hannah Howell

—Pretendes seducir a Avery para obligar a Payton a hacer lo correcto


con tu propia hermana. Si él obedece, continuaremos teniendo a una joven
deshonrada sin marido. —Miró a Cameron con severidad—. Avery, una
muchacha que no hizo ningún mal.
—No quiero una esposa —bufó Cameron, resentido por la lógica
encerrada en las palabras de su primo.
—Sin embargo crees que sir Payton Murray necesita casarse aún contra
su voluntad. Eres una persona contradictoria, primo.
—Y tú serás un hombre muerto si no dejas este asunto, Leargan.
El otro se calló, no por miedo sino por prudencia, y eso dejó a Cameron
satisfecho.
Se aproximó a la tienda, y ordenó:
—Leargan, lleva a Gillyanne con las otras mujeres.
El otro obedeció, entrando en la tienda y retirando a la niña. Cuando su
primo se alejó con la prisionera, Cameron hizo a Avery salir también y se sentó a
su lado junto al fuego. Deseaba borrar de su mente las palabras de Leargan,
pero parecía imposible. No podía negar que su plan era injusto. Exigía que
Payton Murray restituyera la honra de su hermana, sin embargo pretendía
mancillar la de Avery. Trató de convencerse a sí mismo de que Payton se había
buscado su desgracia y que necesitaba pagar. Por su lado, no deseaba disponer
de una esposa.
Cuando Avery se levantó y entró de nuevo en la tienda, Cameron cogió
el odre de vino que ella había dejado allí, y tomó un gran trago, deseando
embriagarse. Eso haría que olvidara a Avery, y el sentimiento de culpa, por
algunas horas. Infelizmente tendrían un largo día más de viaje y sólo un tonto
desearía viajar con resaca, concluyó.
Por fin, se levantó y entró en la tienda también. La visión de la joven
acostada en su catre hizo que sintiera el calor del deseo. Quería arrancarse sus
propias ropas, acostarse a su lado, y poseerla con furia. Estaba loco por probar
cada centímetro de su cuerpo virginal y oírla gritar su nombre toda trémula.
Con el corazón latiendo fuerte y las manos sudadas, se lavó en un rincón
de la tienda, se acostó al lado de Avery y, como siempre hacía, amarró su
muñeca a la de ella con una tira de lino.
—No pensaste que podrías escapar hoy, ¿verdad? —le preguntó en tono
suave, sus hombros tocándose en la oscuridad.
Sonrió al sentirla estremecerse con su proximidad, y concluyó que no
sufría solo.
—Las oportunidades deben ser aprovechadas —replicó Avery.
Se sentía desesperada porque casi no conseguía moverse, y estaba
obligada a quedarse con el cuerpo pegado al de él.
—¿Sin comida, agua, mantas o caballos? —insistió Cameron.
—Encontraríamos lo que necesitáramos en el camino.

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Highland Knight Hannah Howell

Cameron ignoró la idea absurda.


—¿Y en tierras infectadas de tus viejos y poderosos enemigos?
—Parece que en Escocia tampoco estaré rodeada de amigos y aliados
—rebatió Avery con ironía.
Con un gesto brusco, Cameron rodó el cuerpo y se posó sobre ella.
—No soy tu enemigo.
—¡Claro que no! ¡Qué estúpida soy! Por amistad pretendes humillarme
y usar eso contra mi clan.
—¿Y si alguien hiriera a un miembro de tu familia, Avery? ¿Olvidarías el
mal, harías una plegaria por el trasgresor, y todo estaría zanjado?
—No usaría a inocentes para intentar castigar a los culpables. Y no estoy
diciendo con eso que mi hermano es un criminal.
Cameron suspiró y la besó. El modo en que ella le correspondió de
inmediato lo hizo estremecer de deleite. Avery arqueó el cuerpo y se arrimó al
pecho recio. Con un autocontrol sobre humano, Cameron se alejó y la miró.
Sabía que podría poseerla en aquel instante, y que ella se entregaría de buena
gana. Era una tontería continuar negándose ese placer, pero algo lo hacía
retroceder.
Quería que Avery se entregara de cuerpo y alma, y no sólo por deseo
físico.
—¿Por qué te niegas a admitir que estás loca por mí?
—Lo que existe entre nosotros es sólo el espíritu de venganza.
—No es la venganza lo que me hace temblar a tu lado, —confesó.
—Pues me siento muy tranquila y plácida como un lago en el verano.
—Avery ignoró la risa irónica de Cameron—. No me usarás para herir a mi
familia.
—Sólo contra un pariente tuyo. Payton.
—Lucharé con uñas y dientes para defender a mi hermano de igual
manera que luchas por tu hermana. Duerme bien, sir Cameron.
No obtuvo respuesta, y trató de cerrar los ojos. Pero inmediatamente
Cameron murmuró:
—Vas a ceder, Avery Murray… Lo que sientes por mí es demasiado
fuerte.
—Tal vez. Pero no dejaré que me uses contra mi hermano.
Aquel “tal vez” dejó a Cameron en estado de gracia. Era más de lo que
Avery le había prometido hasta entonces. Cerró los ojos e intentó calmar el
clamor de su sexo. Era preciso dormir. Por la mañana redoblaría los esfuerzos
para hacerla ceder y transformar el “tal vez” en “sí”.
Sólo esperaba no enloquecer antes de que eso sucediera.

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Highland Knight Hannah Howell

Sus manos estaban libres, y Avery apenas podía creer tanta suerte. Dos
noches atrás, ella y Gillyanne habían hecho que Cameron las persiguiera y,
como esperaban, él se había vuelto más alerta y determinado a seducirla. Dos
noches excitantes y largas, pero llenas de frustración también.
Los días tampoco eran mejores, y ambos estaban exhaustos por el
autocontrol al que eran obligados a entregarse. Por eso, pensó Avery, estaba en
ese momento sentada en la grupa del caballo de Cameron, las manos libres de
cuerdas, aunque fueran de seda o lino. Sin duda él estaba demasiado cansado
para recordar ese importante detalle, reflexionó.
Avery miró alrededor y vio a Gillyanne cerca de las otras mujeres. Si
consiguiera llamar la atención de la niña podrían huir de nuevo. Gillyanne sabía
montar muy bien, y esa vez partirían con provisiones. Avery sospechó por qué
continuaba allí sentada en la silla y no galopaba con su prima a lo lejos.
La respuesta a su indecisión podía ser resumida en una sola palabra,
para su espanto y disgusto: Cameron.
Como si lo hubiera conjurado, él surgió al lado del caballo. Colocó la
mano en su pierna y la acarició, pero la arrogancia y el aire de triunfo con que la
miró hicieron a Avery tomar una decisión.
Sonrió de modo lánguido a su raptor, y entonces lo golpeó en el rostro,
haciéndolo caer de culo en el suelo. Enseguida, fustigó la montura, que salió al
galope, y gritó el nombre de Gillyanne. Para su alivio su prima fue rápida, y
bastó hacer que el caballo redujera un poco la marcha para que la niña subiera
en la grupa con agilidad.
Mientras se distanciaban, Avery pudo oír, risueña, los gritos de
Cameron a su espalda.
El caballero MacAlpin se levantó maldiciendo. No estaba admirado por
ver como Avery conducía bien su montura o como la pequeña Gillyanne subía
con agilidad a la silla en movimiento. Nada que las dos hicieran podría
sorprenderlo, especuló, en especial si ellas supieran que iban a irritarlo.
Esperando no demostrar su desesperación, comenzó a dar órdenes a
diestro y siniestro, satisfecho por ver que Leargan ya corría a su lado con dos
caballos ensillados.
—¡No digas ni una palabra! —gruñó a su primo, subiendo en la silla y
saliendo al galope.
Leargan ignoró la amenaza, mientras seguía a su lado.

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Highland Knight Hannah Howell

—Creo que no conseguirás alcanzarlas. Su montura es la más veloz de


todas, y la muchacha es una excelente amazona.
—No conoce la región e ignora por donde seguir.
—Tal vez, pero sólo necesitan mantenerse fuera de nuestro alcance.
Y era eso mismo lo que Cameron temía. Como las dos no tenían un
destino cierto, no sabría localizarlas de inmediato. Eso significaba que tendría
que seguir pistas y rastros, proceso demoroso que daría a las fugitivas una gran
ventaja.
Lo peor era pensar que tal vez supieran como borrar pistas. Las jóvenes
Murray ya habían probado tener raras habilidades en personas del sexo débil.
Sin embargo Cameron estaba determinado a no dejarse derrotar por una par de
mujeres delgadas y pequeñas, aunque las tuviera que perseguir hasta las puertas
de Donncoill.

Pasaba del medio día cuando Avery decidió que ya estaban muy lejos y
podían descansar un poco. Ella y Gillyanne se apearon en un pequeño bosque
que habían descubierto y que era perfecto. Sombreado y fresco, con un riachuelo
y pasto blando para el caballo.
Gillyanne la ayudó a cuidar de la montura, y después ambas se dejaron
caer a la sombra de un árbol. Varios minutos pasaron hasta que tuvieron fuerzas
para examinar las bolsas amarradas en la silla, en busca de comida y bebida.
Para alegría de Avery, también encontraron el mapa de Cameron, y ella
lo estudió, mientras comía con su prima galletas de avena, y tomaba algo de
vino.
—Es difícil saber a donde ir cuando desconocemos donde estamos
—murmuró Gillyanne, apoyándose en el tronco del árbol y cerrando los ojos.
—Sí, pero después que descubramos nuestra localización, este mapa
será de gran ayuda —replicó Avery, relajándose a su lado.
—¿Crees que Cameron nos perseguirá por mucho tiempo?
—Más de lo que nos gustaría. Es un hombre terco.
—Y robamos su caballo preferido.
Avery sonrió ante el comentario.
—Es verdad. Sin embargo creo que nos perseguirá porque somos dos
muchachas que lo hicieron tonto.
—Eso sacude el ego masculino.
—Y Cameron MacAlpin es muy orgulloso.
—Me sorprendió tu repentina decisión de huir —comentó Gillyanne.

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Highland Knight Hannah Howell

Avery suspiró.
—No fue tan repentina. Vacilé, pero entonces él me lanzó aquella
mirada…
—¿Qué mirada?
—La que decía “puedo y venceré”. Luego lo empujé. —Gillyanne soltó
una carcajada, y Avery prosiguió—: Ese fue el gran error de Cameron. Si me
hubiera mirado de otro modo, con dulzura y humildad, tal vez aún estaría en el
campamento, sentada en el caballo, e intentando decidirme. Una parte de mí
deseaba quedarse, lo confieso, y sólo pensaba que, si conseguía huir, jamás lo
vería de nuevo.
—No seas tan dura contigo misma. —Gillyanne acarició la mano de su
prima—. Considerando tus sentimientos en relación a Cameron es natural que
no quisieras dejarlo, en especial para siempre. Payton comprendería.
—Sólo me arrepiento de no haberme entregado a él por lo menos una
vez.
—Estoy de acuerdo.
—¿En serio, Gillyanne?
—Sí. Una pasión tan fuerte es algo raro. Nuestros padres nos lo dijeron,
y Elspeth también. Es lo que todas buscamos. Pasión con amor y cariño. Quiero
vivir lo que nuestros padres vivieron, Avery. Y esa oportunidad ya apareció para
ti. —La niña guiñó un ojo de modo travieso—. Intenta pensar que fue culpa de
Cameron si no te entregaste.
—Sí, es culpa de ese estúpido y de su mentirosa hermana. Tal vez
nuestra fuga haya sido para mejor, porque perdería la cabeza si me viera delante
de la acusadora de mi hermano.
Mientras hablaba, Avery se levantó y arregló la falda.
—Es que mejor que prosigamos el viaje. Podremos ir más despacio
ahora.
—¿Estás segura? —preguntó Gillyanne, siguiendo a su prima—. No
hemos visto rastro de Cameron o Leargan hasta este momento.
Pero justo en aquel instante notó algo moviéndose entre los árboles.
—¡Maldición! ¡No puedo creer que nos encontraran!
Sin embargo, mirando con más atención, concluyó que debía ser sólo un
conejo corriendo entre los arbustos.
—No son ellos. —Suspiró aliviada.
Montaron, y Gillyanne rodeó la cintura de su prima. Atravesaron el
riachuelo y penetraron en la espesura del otro lado. Inmediatamente volvieron a
presentir movimiento.
—¿Quién será ahora, Avery?
—No sé. Parece el sonido de voces. Es mejor que nos escondamos.

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Highland Knight Hannah Howell

—¿No es preferible salir a galope?


—Están muy cerca y nos oirían —susurró la mayor, conduciendo el
caballo hacia un grupo de árboles grandes que proporcionaban mucha
sombra—. ¿Qué otros caballeros además de los MacAlpin pueden estar
rondando en el bosque por aquí?
Al hablar, se inclinó sobre la silla y, en medio del follaje, divisó un
pequeño ejército de hombres que daban agua a los caballos. Los escudos que
traían la hicieron estremecer. Eran las armas de los Deveau, y a buen seguro eso
les traería problemas.
—¿Avery? —murmuró Gillyanne en tono de pregunta.
—¡Quieta! Tal vez consiga oír algo de lo que dicen.
Pero rápidamente concluyó que había oído más de lo que necesitaba.
Deveau quería el dinero de Cameron, además de pedir rescate por ella y su
prima, y poco le importaba matar a cuántos MacAlpin fuera necesario. Fue una
estupidez pensar que tal hombre las dejaría escapar, así como al noble rico que
había alojado. Cameron había prestado servicios a los Deveau durante tres años,
pero en ese momento ya no les interesaba.
Avery sabía que su elección era difícil. ¿Debía continuar huyendo con
Gillyanne o volver al campamento y avisar a Cameron? Suspiró, percibiendo que
su corazón ya había decidido por ella.
—Los Deveau pretenden coger a los MacAlpin por sorpresa y matarlos
—dijo Gillyanne, leyendo sus pensamientos.
—Sí. Creo que fue una suerte estar aquí.
—¿Vamos a volver y alertarlos?
—No bien descubramos cómo hacerlo sin llamar la atención de los
Deveau.
Gillyanne cabeceó, comprendiendo.
—Estaba segura que harías eso.
Avery le lanzó una mirada irritada.
—¡¿En serio?! Finalmente Cameron nos quiere usar para vengarse de
Payton, pedir rescate por ti y deshonrarme. Él y sus hombres estuvieron
fraternizando con los Deveau, a pesar de que no eran aliados. —Respiró hondo,
contrariada consigo misma—. Deberíamos estar deseándole buena suerte a los
Deveau.
—Tienes razón, pero no es lo que haremos…
Avery fustigó al caballo en dirección del riachuelo, y gruñó.
—No. Vamos a poner nuestros cuellos a peligro, intentando salvar a
nuestros captores. Con todo Cameron y sus hombres no merecen la muerte a
manos de esa gentuza.
—¿Crees que podremos llegar al campamento antes que los Deveau?

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Highland Knight Hannah Howell

—Lo intentaremos. No parecen viajar con mucha prisa.


—Tal vez desconozcan la localización exacta.
Comenzaron a trotar en silencio. Avery rezaba para tener éxito. A pesar
de la situación en que Cameron MacAlpin la había metido y sus acusaciones
contra Payton, por descontado no deseaba verlo muerto o herido, ni a sus
compañeros. Sospechaba que haría lo mismo aunque no lo amara. Aunque
hubiese convivido poco con ellos, le habían llegado a gustar todos los MacAlpin
y no quería que cayeran en las manos asesinas de los Deveau.
Sin embargo todo que podía hacer en ese momento era mantenerse viva
con Gillyanne, y llegar a tiempo.

—¡Jesús! ¡Mira, Cameron!


La voz de Leargan había sonado sofocada, como si la sorpresa fuera
demasiado grande.
Cameron miró en la dirección donde su primo apuntaba, y maldijo.
Estaba radiante por ver a Avery y Gillyanne aproximándose, aún bastante lejos,
sin embargo se sentía confundido. Habían ejecutado una sorprendente fuga
borrando sus rastros. Él ya había admitido la derrota, sin embargo allí venían
las dos, galopando en dirección del campamento y de sus captores.
—¿Crees que se perdieron y anduvieron en círculos? —preguntó
Cameron dudoso.
—Mucho me temo que no es tan simple —replicó Leargan.
—¿Entonces por qué están volviendo?
—Tal vez porque hayan descubierto que de los males, el menor eres tú.
Están siendo seguidas, primo.
Cameron volvió a maldecir, y fustigó el caballo que comenzó a galopar,
al ver a los dos hombres que surgían persiguiendo a las muchachas. Sintió
alivio al oír a Gillyanne gritar, alertándolo. Hizo una señal para que Leargan
enfrentara al hombre de la izquierda, mientras se concentraba en el de la
derecha.
Avery sintió un nudo en la garganta cuando Gillyanne gritó la alerta.
Con una rápida mirada hacia atrás, vio a los dos caballeros de Deveau que se
aproximaban deprisa. Sería una carrera dura para saber quien llegaría primero
al campamento de los MacAlpin, y rezó por la victoria.
En aquel momento Gillyanne gritó de nuevo, haciéndola mirar hacia
atrás otra vez. Aterrada, observó que los dos caballeros ya estaban muy
próximos y podrían agarrar a su prima. Pero pronto se dio cuenta de los dos

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Highland Knight Hannah Howell

hombres que venían galopando en dirección contraria, y aunque deseara unirse


a ellos, encontró más prudente continuar dirigiéndose al campamento.
—Cameron y Leargan —anunció Gillyanne.
—Ya los vi —replicó Avery con entusiasmo.
—¿Podemos dejar de correr ahora?
—Claro que no. Los hombres de Deveau están más cerca de lo que
imaginé, y necesitamos darle una rápida explicación a Cameron… si él me deja
hablar.
—¿Cuánto tiempo más?
—Diez minutos, si continuamos a este paso.
—¡Bien! ¡Continúa galopando, prima!
—Es eso lo que estoy haciendo.
Cameron observó su espada traspasar al hombre de la derecha, que cayó
al suelo, y con un gesto hábil cogió las riendas del otro caballo. Miró a Leargan,
que había hecho lo mismo con el hombre de la izquierda. Cuando descubrió que
Avery continuaba en una carrera desaforada en dirección del campamento,
gruñó entre dientes, tirando al caballo capturado, mientras Leargan lo imitaba.
—¿Por qué continúa galopando? —se preguntó Leargan, persiguiendo a
Avery y Gillyanne al lado de su primo.
—Creo que la pregunta correcta sería por qué esos Deveau asesinos
están aquí —murmuró Cameron.
—¿Estás seguro de que eran hombres de Deveau?
—Absolutamente. Reconocí al que acabo de matar.
—¿Un ataque?
—Sospecho que sí.
Leargan maldijo, y después dijo:
—Las muchachas Murray están intentando salvarnos.
Cameron asintió, concordando. Eso iba a traerle problemas. Era obvio
que Avery y Gillyanne habían desistido de la fuga y de la libertad para alertarlo
del peligro, inclusive exponiéndose mucho. Sus hombres juzgarían que las dos
merecían una recompensa.
Mientras galopaba, Cameron intentó convencerse de que ese era el
único motivo que había impulsado a Avery a actuar como había actuado.
Libertad y una escolta de vuelta a casa. Sin embargo no lo consiguió. A pesar del
cinismo que lo acompañaba desde hacia tanto tiempo, se negaba a incluir a
Avery en el rol de tramposa.
Pero de cualquier modo pretendía seguir con su plan, pensó. Su
hermana necesitaba ser el resorte que lo impulsaba. Usar a Avery continuaba
siendo la mejor manera de retribuir el insulto sufrido por Payton Murray y

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Highland Knight Hannah Howell

hacer que el muchacho fijara la boda. Como mujer de familia noble, Avery
comprendería sus motivos y por qué no podía darle la libertad.
—¡Ataque! —gritó ella en aquel momento, irrumpiendo en medio del
campamento de los MacAlpin, y frenando el caballo, que se empinó con un
relincho—. ¡Los Deveau se están acercando para luchar!
—Pero… no son nuestros enemigos —dijo Rob.
—¡Ahora lo son! —replicó Cameron, irrumpiendo en el campamento—.
Quieren a las muchachas porque saben que valen mucho, y son enemigos de su
clan.
—¿Están muy cerca? —quiso saber otro.
Cameron miró a Avery.
—¿Los dos que cogimos eran emisarios?
—Sí. Gillyanne y yo vimos un pequeño ejército de los Deveau. Diría que
dentro de unos minutos llegarán todos.
—O menos —apuntó Gillyanne, apuntando hacia una nube espesa de
polvo que surgía cerca.
Avery y Gillyanne se vieron empujadas por las otras mujeres del
campamento, todas cargando cuánta comida y bebida podían. Tres pajes y dos
escuderos las acompañaron, trayendo a los caballos. Distanciándose del
campamento y refugiándose bajo los árboles, esperaron. Era su papel, como
miembros del sexo débil, observar de lejos y estar preparadas para huir, si sus
hombres perdían la batalla. Sólo uno de los pajes se quedaría allí, escondido,
hasta que todo terminara, para poder narrar el desenlace a los aliados y
parientes y dejarles saber sobre los heridos que recoger.
Mientras observaba al pequeño grupo de Cameron prepararse para
enfrentar a un número bastante mayor de caballeros, Avery comenzó a rezar,
pidiendo que los MacAlpin no tuvieran que pagar un precio muy alto por la
locura de combatir contra los Deveau, y que su y ella prima no cayeran en las
manos de los viejos enemigos de su clan.
La batalla fue ardua, pero Cameron hizo que sus hombres se apostaran
sobre la parte más alta del campamento, formando un círculo con arqueros en
medio. Pronto fue imposible para Avery observar todos los detalles, por lo tanto
focalizó la atención en Cameron, perdiendo la respiración con cada ataque de un
hombre de los Deveau.
Por fin vio algunos caballeros de los MacAlpin en tierra, y rezó por sus
almas. Parecía que muchas horas ya habían transcurrido, pero era probable que
fueran sólo minutos. Prontamente percibió que los MacAlpin estaban
venciendo, y que los enemigos comenzaban a caer como moscas. Vio a uno de
ellos socorrer a un herido y salir corriendo, seguido por los demás.
Cuando por fin todos los Deveau restantes desaparecieron, Avery
observó a Cameron caer de rodillas. Corrió en su dirección, seguida por las otras
mujeres, deseando que estuviera sólo cansado, y no herido.

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Highland Knight Hannah Howell

Con la mirada aún posada en la polvareda levantada por la huida de los


soldados de Deveau, Cameron se dejó caer despacio de rodillas. Aún tuvo
fuerzas para hacer una señal a uno de sus hombres para que siguiera a los que
escapaban para asegurarse de que no regresarían. Luego, cayó a tierra.
La batalla fue breve y feroz, pero se sentía exhausto, como si hubiera
luchado el día entero. A su lado, Leargan jadeaba, asegurándose con una mirada
que su primo estaba vivo, Cameron pensó que podría descansar un poco antes
de verificar las bajas de su pequeño ejército.
Un suave toque en el brazo lo hizo salir del estupor en que se
encontraba. Alzó los ojos y vio a Avery mirándolo con mirada sombría y
preocupada. En aquel momento la culpa lo dominó como zarpas feroces.
Debía su propia vida y la de sus hombres a aquella muchacha. Lo
correcto sería dejarla partir en paz, sin embargo en su interior sabía que no lo
haría. Su deseo por ella y el ansia de vengar a su hermana se lo impedían.
—¿Estás herido? —preguntó Avery sin dejar de mirarlo un solo segundo.
—No estoy seguro —replicó Cameron, examinando su propio cuerpo.
—Parece que sufriste sólo un corte profundo en el brazo.
—¿Y mis hombres?
—Uno murió, otro quedó gravemente herido, y tres podrán salvarse si
son bien cuidados. —Sin quebrarse con el relato rápido y preciso que le había
dado, Avery esparció ungüento sobre la herida de Cameron y comenzó a
tratarla—. Podría darte unos puntos si me dejas. Hará que te quede una
pequeña cicatriz.
—Deja la cicatriz.
Avery no se sorprendió con la respuesta. El mismo hombre que partía a
la batalla sin pestañear era el que temía llevar puntos en las heridas. Eso nunca
dejaba de ser motivo de sorpresa y diversión. Recogió los objetos de primeros
auxilios y se levantó para ir a ayudar a los otros heridos. Con un gesto
impulsivo, volvió a inclinarse y besó a Cameron suavemente en la boca. Su
mirada de completo estupor la hizo sentir que había hecho lo correcto. Salió
corriendo antes que él tuviera tiempo de recuperarse del choque.
—Parece que estás más cerca de la victoria de lo que pensé —murmuró
Leargan a su primo.

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Highland Knight Hannah Howell

Cameron parpadeó varias veces, intentando volver a la realidad, y


tartamudeó:
—¿Todavía estás ahí?
Leargan se levantó con un gemido, ayudando a Cameron a hacer lo
mismo.
—Avery a buen seguro es buena enfermera también —observó el líder de
los MacAlpin.
—Y Gillyanne no se queda atrás —añadió Leargan—. La pequeña Murray
ayuda a su prima con presteza y pericia.
—Comienzo a creer que no hay nada que una mujer Murray no sepa
hacer. ¡Es irritante! —comentó Cameron.
Leargan sonrió, pero inmediatamente se puso serio.
—Salvaron nuestras vidas. Fuimos alertados y así no nos tomaron por
sorpresa. Habría sido nuestro fin si eso no hubiese sucedido.
—Es verdad, primo.
—Las dos jóvenes Murray desistieron de una buena oportunidad para
huir.
Cameron soltó un suspiro resignado.
—Concuerdo con eso también. Sin embargo dos muchachas solas corren
el riesgo de encontrarse con graves peligros y problemas.
Leargan observó a Cameron con expresión seria, y después dijo, como sí
hablase consigo mismo:
—No vas a renunciar a tus planes.
—Es imposible.
—¿Por la honra de tu hermana?
—Sí. Avery Murray podría ser una santa o un ángel en la tierra y aún así
cumpliría mi deber. Necesito restaurar la honra de mi hermana, y Avery es mi
carta correcta. Sin embargo, pretendo ser más gentil.
—¿No intentarás deshonrarla?
—Es inútil prometerte eso.
—Y no pensé que lo fueras a hacer. Tu deseo por ella es muy fuerte, lo
sé.
—Muy bien, Leargan —bufó Cameron, mirando alrededor—. No
podemos quedarnos aquí mucho tiempo, pero no es conveniente que viajemos
lejos porque arriesgaríamos la recuperación de los heridos.
—Diré a los hombres que desmonten el campamento y busquen otro
lugar.
Cameron observó a su primo alejarse y después se concentró en su
gente. Los cuerpos de los soldados de Deveau ya habían sido despojados de

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Highland Knight Hannah Howell

todos los objetos de valor y estaban siendo arrastrados para ser dejados en el
bosque. Cameron se sentía orgulloso de sus hombres, y se dirigió a un rincón
donde había cuatro de ellos tirados en el suelo. Uno ya estaba cubierto por una
mortaja, el otro yacía pálido y quieto, y los demás maldecían y gemían mientras
las muchachas Murray cuidaban de sus heridas, haciéndolo tener la certeza de
que por lo menos aquellos se salvarían.
Volviéndose hacia el que estaba más grave, se arrodilló. Sintió un ahogo
en el corazón al ver cuan joven era. No podía haber tenido más de dieciocho
años. Era Peter, que había imaginado que un viaje a Francia le traería aventuras
y riquezas. Demasiado joven para pensar en la muerte, pensó Cameron, y la
batalla que acababan de librar no fue con reyes que defendían sus reinos, sino
con un asesino inmoral que se negaba a perder algún dinero.
—Aún puede sobrevivir —murmuró Avery, acercándose.
Cameron sintió el pulso del muchacho, y descubrió que era estable a
pesar de ser muy débil.
—No parece que aguante un largo viaje —comentó con voz triste.
—Por el momento no, pero aparentemente la herida provocó pocos
daños a los órganos internos y dejó de sangrar. Si no tiene fiebre y viaja sin
atropellos, podrá recuperarse deprisa —dijo Avery cómo buena enfermera.
—¿Y cuanto tiempo tendremos que esperar?
—Dos días, tal vez menos —respondió ella con seguridad.
—Nos cambiaremos a otro campamento no bien Leargan encuentre un
buen lugar.
Mientras hablaba, Cameron volvió la cabeza y miró la mortaja.
—¿Quién era?
—Las mujeres dijeron que se llamaba Adam.
Cameron sintió una punzada de remordimiento por la alegría que lo
invadió, pues no se trataba de un pariente o amigo.
—Un hombre que se unió a nosotros en el viaje, un mercenario que
pensaba obtener más dinero trabajando en grupo. —Se giró hacia Avery y
preguntó de manera inesperada—: ¿Por qué volviste?
La joven soportó la mirada con serenidad.
—Puedo desear mi libertad, pero no a costa de otros, mi señor.
—Y yo que pensé que fue por mis bellos ojos —replicó él con ironía,
escondiendo su emoción.
—El señor es tan bello como una noche sin luz de luna.
En seguida, Avery alzó a Peter hasta que el rostro del muchacho reposó
en su hombro. Luego, bien despacio, comenzó a darle agua, presionándole la
garganta para forzarlo a tragar.

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Highland Knight Hannah Howell

—¿Por qué estás haciendo eso? —chasqueó Cameron, sintiéndose


ridículo por los celos que lo habían asaltado.
—Coloqué algunas hierbas medicinales en el agua para fortalecerlo y
ayudar a recuperar la sangre perdida.
—No te vi hacer eso con los otros.
—Porque sus heridas son superficiales. Están maldiciendo y gimiendo
bien alto, señal de que todo va bien.
Cameron sonrió.
—¿Entonces cuando Peter comience a gritar vas a considerarlo
recuperado?
—Sí. —Con gentileza, Avery volvió a posar el cuerpo debilitado del
muchacho sobre la manta—. En general los hombres al borde de la muerte no se
quejan del dolor o de remedios malos. Cuando hablan algo es para intentar
recordar los pecados que cometieron y reconocer que tienen miedo de la
muerte.
—¿Viste a muchos hombres morir?
—Demasiados —murmuró Avery de modo sucinto, levantándose y
alejándose.
Una hora más tarde cambiaron de campamento. A poco más de una
milla había otro pequeño claro con un riachuelo y pasto para los caballos. Y una
colina al lado permitía montar guardia, de modo que los Deveau no
conseguirían aproximarse sin ser notados.
Cuando todas las tiendas fueron armadas, Cameron tomó un baño y
comió, sintiéndose listo para acostarse. Miró alrededor en busca de Avery, y se
irritó al ver que volvía con Gillyanne del riachuelo sin ninguna escolta.
Cuando la joven se dirigió al lugar preparado para los enfermos,
Cameron se aproximó a zancadas y la cogió por la muñeca.
Ignorando las miradas de desaprobación de sus hombres, la arrastró a
su tienda. Pero era obvio que había perdido el apoyo de todos para sus planes de
venganza, pensó. Para los demás Avery se había transformado en una mezcla de
heroína y buena samaritana, sin embargo Cameron no conseguía entender como
los demás hombres habían olvidado con tanta facilidad la deshonra de su
hermana que se había abatido sobre todo el clan.
No bien la hizo entrar en la tienda, fue en busca de vino, y Avery se
sentó sobre las pieles de animales que servían de cama, comenzando a quitarse
las botas.
—Presumo que esto significa que mi buena acción de hoy no valió de
nada —dijo con voz tranquila.
—Es imposible —replicó él escuetamente, sentándose por su parte en un
baúl—. Te necesito para que tu hermano note el mal que hizo.
—¿Por qué simplemente no intentas arrastrarlo hasta un sacerdote en
vez de usarme para tus propósitos?

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Highland Knight Hannah Howell

—Iain me dijo que intentó hacerlo, pero no dio resultado. Tu hermano


escapó de la trampa.
Avery no pudo dejar de reír.
—Te creo. Payton sabe huir de esos peligros.
—¿Entonces tiene como hábito seducir a muchachas indefensas y salir
sin castigo?
—No, tonto… —replicó ella con voz suave, desnudándose y quedándose
sólo con la ropa interior.
Por un instante había pensado en dormir completamente vestida, pero
estaba cansada de aquel juego que la hacía preservar la modestia. Las ropas
íntimas que ella misma se había hecho, de lino crudo, eran suficiente, concluyó.
El súbito silencio que recayó en la tienda la hizo percibir con
satisfacción que Cameron estaba sorprendido. Trató de acostarse y estirar la
manta hasta su barbilla.
Por su lado, Cameron se sentía estupefacto por ver que, quitándose la
ropa con tanta simplicidad, ella lo trataba como si fuera su padre, su hermano o
una simple doncella. Como un hombre que no representaba una amenaza a su
pureza, concluyó con irritación.
Hasta el momento había hecho un buen trabajo de seducción, pues
varias veces la hizo estremecer y gemir de deseo. ¡Avery tenía que sentirse poco
a gusto delante de él!
—Cierra la boca, controla la lengua, y deja de decirme tonto
—refunfuñó.
Pero las meras palabras “boca” y “lengua” lo excitaron.
—Pensé haberlo dicho en tono de broma —se justificó Avery.
Era verdad, reflexionó Cameron. Lo había llamado tonto con voz
aterciopelada y suave como miel. Decidió continuar hablando de su venganza,
porque así olvidaría el deseo físico que lo invadía. No pensaba seducirla esa
noche. Finalmente, después de lo que ella había pasado, sería demasiado
descaro. Era mejor darle una noche de descanso, pensó para sus adentros.
Pero, incapaz de darle tregua, la provocó:
—Ya a oí llamar a sir Payton de bello, galante, dulce, honrado, bravo,
inteligente… ¿Será que es un verdadero santo? ¿Un monje casto? ¿Nunca utiliza
tantas cualidades para atraer a las mujeres?
Percibió, satisfecho, que había conseguido enfurecerla, y eso le trajo una
alegría casi infantil.
—¡Mi hermano no necesita atraer a nadie! —chasqueó Avery—. ¡Al
contrario, a veces tiene problemas para sacar a las damas de su cama! ¡Ellas se
niegan a dejarlo!
—¡Sólo quiero ver a sir Payton arrodillado frente a un sacerdote,
casándose con mi hermana y restaurando la honra de mi familia!

42
Highland Knight Hannah Howell

—Y continúo afirmando que Payton nunca seduciría a una muchacha


contra su voluntad. Si de hecho hubiera dormido con tu hermana lo admitiría.
Cierta vez le dijo cara a cara a un Douglas que había dormido con su prometida.
Lo hizo para alertar al hombre sobre la falsedad de su amada y, de hecho,
descubrieron que ella ya se había entregado a una serie de caballeros. Eso
demuestra que mi hermano es una persona digna.
Pero Cameron creyó que fue un tanto ingenuo de parte de Payton. Un
hombre no salía contando que había dormido con la prometida de otro, en
especial a un Douglas, familia muy orgullosa. En ese momento quería irritar a
Avery al punto de hacerla quedarse lo más lejos posible y evitar la tentación.
—Esa historia sólo prueba que tu hermano no tiene consideración por
los demás. Si pretendías pintarlo con los colores de un santo no lo conseguiste.
Avery pensó que había una cierta lógica en las palabras de Cameron,
pero no daría el brazo a torcer.
—Payton no es un santo, sin embargo no suele aproximarse a las
vírgenes. Por descontado sabría que tu familia buscaba marido para tu
hermana, y no se metería con ella.
—Y yo estoy seguro de que se aprovechó de Katherine sin intención de
casarse.
A continuación, Cameron comenzó a desnudarse también, lo que hizo a
Avery perder el habla. Le era muy difícil resistirse a aquel físico masculino y
fuerte, pero los insultos no podían quedarse sin respuesta.
—¡Payton quiere una esposa, sí! No tiene objeción al matrimonio, con
tal de que no le sea impuesto con una espada en su cuello.
—Si no quería casarse con mi hermana, no debería haberla seducido.
Avery resistió la tentación de darle un puñetazo. En el fondo sabía que,
como hermano, era bonito de parte de Cameron demostrar tanta fe en la
muchacha. Sin embargo tenía la certeza de que ella había mentido. De súbito
percibió que toda aquella discusión era en vano. Cameron nunca cedería ni ella,
cada cual defendiendo su punto de vista y a su pariente querido. Sin embargo…
—¿Cuándo fue la última vez que viste a tu hermana? —preguntó a
quemarropa.
Cameron frunció el ceño.
—Hace dos años.
—Bien, vi a Payton hace pocos meses.
—¿Y qué?
—Creo que estoy más allegada a él que tú a tu hermana. Payton nada me
dijo sobre haber seducido a una muchacha y estar siendo presionado para
casarse. Tal vez Katherine le haya tendido una trampa porque se enamoró de él.
—¿Entonces crees que tu santo hermano es un premio y más, correcto?
—Es joven, fuerte, guapo y heredero de muchas tierras.

43
Highland Knight Hannah Howell

Cameron presintió que su plan de pelea no estaba dando mucho


resultado para su bien, y atacó:
—¡Perfecto! Será un excelente marido.
—¡Estúpido!
—No insultes a tu captor, pequeña
—También fui una estúpida al pensar que te sentirías agradecido por lo
que hice hoy por ti y tus hombres.
—En parte cambié de idea. No te usaré en mis planes de exponerte a la
vergüenza. Mantendré nuestras intimidades confidencialmente. Tu clan no
necesitará ser humillado, pues mantendré la boca cerrada y jamás revelaré que
te poseí.
—¡Cuán bondadoso eres! ¡Estoy emocionada por tanta generosidad!
No bien terminó, Avery le dio la espalda, en su interior aliviada por
saber que su familia no sufriría las consecuencias. Ahora sólo le restaba resolver
sí iba a entregarse por su voluntad y conquistar el corazón de Cameron
MacAlpin. Pero no sería aquella noche, percibió.
—Duerme bien, Avery —murmuró él, haciéndola estremecer.
—Qué tengas horribles pesadillas, MacAlpin —replicó ella con fingida
simpatía.
Cameron rió, mientras Avery cerraba los ojos con fuerza, intentando
dormir. Su futuro era incierto, pero el insomnio sólo la dejaría atontada e
incapaz de razonar con claridad. Necesitaba tomar una decisión sensata, y era
necesario para eso estar descansada a la mañana siguiente.

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Highland Knight Hannah Howell

La sangre hervía en sus venas, y todo porque unas manos fuertes la


acariciaban y unos labios ardientes la besaban. Una ola de intenso deseo físico la
poseía, y eso la hizo despertar. Avery asió al hombre sobre su cuerpo, gimiendo
de placer, mientras él le acariciaba los senos. Movió las caderas, haciéndolo
gruñir de deseo. El sonido profundo y ronco la excitó aún más. Cameron la
estaba seduciendo, y ella se entregaba con avidez y delicia.
Gran parte de su ser quería continuar con las caricias y besos, sin
embargo lo que le restaba de sentido común la hizo luchar. Permitir tirarse de
cabeza a la pasión no era la forma correcta de tomar una decisión que a buen
seguro la dejaría con el corazón hecho trizas.
Cogió las muñecas de Cameron, sintiéndose al mismo tiempo aliviada y
triste al verlo retroceder.
—No pasas de ser un astuto traidor, Cameron MacAlpin.
Su voz había sonado extraña, también ronca y vacilante, mientras
luchaba contra el feroz deseo que la dominaba.
—¿Estás diciéndome que pare, Avery?
—Sí.
—¿Por qué? Es evidente que me deseas.
Al hablar, deslizó un dedo por el pezón rígido y rosado de uno de los
senos blancos, y vio a Avery estremecerse.
—Arrogante —susurró ella con lo que le restaba de fuerzas para
resistir—. ¡Sal de encima de mí!
Cameron titubeó un segundo, y enseguida, maldiciendo, rodó hacia el
lado. Con gestos bruscos, desamarró los lazos que la asían, y salió del lecho.
Sabía que si no lo hacía sin tardanza, no conseguiría resistir y la tomaría por la
fuerza.
Seducirla mientras dormía ya fue un gesto innoble, pensó. No quería
caer aún más bajo para satisfacer su deseo.
Sin embargo no podía olvidarse de cómo, inconscientemente, ella había
retribuido con ardor sus caricias. Su corazón decía que en breve la escena se
repetiría.
Avery dejó escapar un suspiro de alivio al verlo vestirse, y trató de
calmar los latidos de su propio corazón, evitando demostrar aún más cuánto lo
deseaba. Cuando largos minutos pasaron sin que él dijera nada, preguntó:

45
Highland Knight Hannah Howell

—¿Estás molesto?
—Es mejor que salga inmediatamente de aquí si no te tomaré a la
fuerza.
—Incluso así te diría no.
—Puede ser que tu boca pronunciara la palabra, pero tu cuerpo, estoy
seguro, no respondería así. Vi como te comportaste hace poco.
—¡Estaba adormecida! No sabía lo que hacía.
En respuesta él volvió al lecho, la tomó por los hombros, y le dio un beso
para quitarle el aliento. Por fin, la miró con ojos oscuros de deseo.
—Tú me deseas, pequeña, y en breve descubrirás que tus negativas no
valen tanto sufrimiento.
Envainó la espada y dejó la tienda, haciendo a Avery suspirar una vez
más y levantarse para lavarse y vestir las ropas ya muy usadas y remendadas,
porque la aurora despuntaba. Estaba confusa y no sabía que hacer. No
necesitaba que Cameron, con su modo arrogante, le jugara en el rostro que ella
lo deseaba. Esa era una verdad con la cual convivía desde que lo vio por primera
vez; y su prima Elspeth le había confidenciado que existían hombres que sólo se
sentían tocados por el amor después de que probaban varias veces el cuerpo de
la mujer correcta.
Avery deseaba ver los ojos de Cameron brillar con algo más que simple
deseo. Ansiaba ver ternura y afecto en el rostro apuesto y viril. Si un día se
separaban, deseaba dejarle un recuerdo inolvidable, no sólo en el cuerpo sino en
el alma, que lo hiciera suspirar por lo que había perdido.
El problema era darle lo que deseaba sin que eso se transformara en una
completa victoria para el orgulloso MacAlpin. Una posibilidad sería seducirlo
ella, y no al contrario. Eso lo dejaría atónito y sorprendido, si veía que ella había
tomado la iniciativa en vez de sólo responder a sus avances.
Avery sonrió. Era un plan atrayente y, para comenzar, quedaría claro
que estaba concediendo lo que los dos deseaban, pero por iniciativa propia, y no
como un trofeo a ser conquistado.
Al dejar la tienda, Avery se encontró con Gillyanne y las otras mujeres,
preparando la primera comida para todos en el campamento, y corrió a unirse al
grupo. En breve se vio llena de trabajo, inclusive cuidando de los heridos.
Tres de las mujeres de los soldados de Cameron eran Joan, Marie y
Therese, muy parecidas entre sí, de baja estatura, rollizas y con cabellos y ojos
castaños. Sólo Anne, la esposa de Ranalds, uno de los más antiguos soldados de
Cameron, sobresalía del grupo. Era alta, morena, voluptuosa, decidida y un
tanto mandona.
Pero eso no dejaba de ser bueno, porque las otras tres, no muy
despiertas, necesitaban de alguien para liderarlas. Mientras cuidaba de Peter
con Anne, Avery oyó a las tres discutiendo acaloradamente, en una mezcla de
francés, gaélico e inglés con un fuerte acento, sobre quien hacía mejor los

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Highland Knight Hannah Howell

bizcochos de avena. Intercambió una mirada divertida con Anne, y percibió que
Gillyanne intentaba no perderse la discusión.
—No sé como una entiende lo que dice la otra —comentó Avery,
moviendo la cabeza con resignación.
Los ojos grises de Anne brillaron de modo burlón.
—Sólo cuando se sienten nerviosas graznan como una bandada de
gansas. Las francesas están aprendiendo inglés bastante rápido, y todas se
llevaran muy bien en Cairnmoor.
Viendo que Peter se había adormecido, Avery observó a Anne por un
instante, y después preguntó sin rodeos:
—¿Conoces a la hermana de Cameron?
—No muy bien. Soy sólo la esposa de un soldado.
Avery comprendió.
—¿Entonces ella es orgullosa?
—No debo hablar mal de la hermana del lord —replicó Anne con un
suspiro—. Sin embargo todos nosotros les debemos nuestras vidas a usted y a
Gillyanne. Ya que el lord no parece que quiera recompensarlas con la libertad,
tal vez sea justo que sepa lo que vas a encontrar en Cairnmoor. —Se levantó e
hizo que Avery la siguiera—. Vamos a coger algo de beber, sentarnos a la sombra
de un árbol y conversar.
No bien se instalaron bajo un gran roble, Avery preguntó:
—¿Existe algo que debo saber sobre la hermana de Cameron MacAlpin?
No sé como eso podrá mejorar mi situación.
—Tal vez no cambie mucho las cosas —concordó Anne—. Con todo
ayudará a entender un poco a la muchacha cuyas palabras la condujeron a su
situación actual.
—¿Quieres decir… sus mentiras?
Anne sonrió.
—No se debe andar por ahí llamando a la hermana del lord mentirosa.
Sin embargo muchos entre nosotros creen que ella es eso mismo, o que falseó
las acusaciones. —Lanzó una carcajada al ver que Avery alzaba los ojos al cielo
en señal de impaciencia—. La chica nunca tuvo madre, ya que murió en el parto.
El viejo lord también falleció cuando ella aún era muy niña. Está la tía Agnes,
pero esa es más ingenua que Joan, Marie y Therese juntas. Una señora dulce y
buena, sin embargo no consigue distinguir una mentira ni aunque esté bajo su
nariz. —Hizo una pausa, y después continuó—: Sir Iain, primo de lord Cameron,
es un buen hombre, pero no sabe educar a una niña, y sir Cameron también era
muy joven y nunca estaba en casa.
—Entonces Cameron fue padre y hermano, y a buen seguro se siente
culpable, imaginando que no cumplió su misión muy bien.

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Highland Knight Hannah Howell

—Eso mismo. Katherine, la hermana, fue echada a perder por los


mimos, y era una muchacha delgada como un espectro la última vez que la vi.
Apenas dieciséis años y tiene una verdadera corte a sus pies, todos listos para
satisfacer sus mínimos deseos.
—Y en este momento desea a mi hermano. —Avery frunció el ceño y
tomó un sorbo de vino—. Lo mimos necesitan dinero, y pensé que… Oí decir que
Cameron vendió una espada valiosa a los Deveau…
—¿Cree que él es pobre? No. Sólo quiso dejar Escocia por un tiempo.
Sufrió una desilusión amorosa, y por eso hizo voto de castidad.
Avery parpadeó varias veces, muy sorprendida, entonces se acordó de
las palabras oídas aquí y allá el día en que fue capturada.
—¿Cuándo fue que hizo ese voto?
—Hace casi tres años. Por lo que sé, se ha mantenido fiel a su promesa.
Después del primer choque, Avery se sintió frustrada. ¿Podría ser que
después de tantos años de abstinencia y teniéndola a su lado todo el tiempo,
Cameron sentía sólo la necesidad de poseer a una mujer? El instinto le decía que
no, pero su auto estima acababa de ser sacudida. Se llevó un susto cuando Anne
le golpeó la mano en un gesto de simpatía.
—No por eso por lo que nuestro lord la desea, muchacha.
—¿Estás segura?
—Sí. En estos tres años siempre fue frío con las mujeres, y algunas lo
intentaron bastante. Sin embargo, bastó mirarla y todos sus buenos propósitos
desaparecieron en un parpadear de ojos. —Sonrió con aire experto—. ¡Oh!
Siendo hombre debe pensar que es a causa del celibato por lo que se sintió tan
excitado, pero en su interior sabe que eso no es verdad. Le gusta por lo que es.
—Suspiró y prosiguió—: Pero dudo que cambie de idea sobre vengarse de su
hermano, a no ser que descubra la mentira de Katherine.
Avery se animó.
—¡Entonces la consideras una mentirosa!
—Ella hizo el tipo de acusación que no se puede aceptar sin pruebas, y
todos nosotros, mujeres y hombres del grupo, concluimos que el lord no sabe
toda la verdad. —Miró a Avery con simpatía—. Y conociéndola a usted y a
Gillyanne como la conocemos ahora, es difícil imaginar que defendería a su
hermano con tanta vehemencia, si fuera un rufián. Sin embargo, para lord
Cameron, sólo lo que Katherine dice tiene valor.
—Sí, y ahora comprendo por qué. Cree que nunca le dio suficiente
atención a su hermana. —Avery volvió sus pensamientos hacia el motivo por el
que Cameron había hecho voto de castidad—. Hablaste de una desilusión
amorosa del lord. Debe haber sido terrible.
—¡Sí! Lord Cameron ya lo superó, y no sé sí estaba enamorado de
verdad. Tuvo muchas desilusiones amorosas porque no supo escoger a sus
mujeres.

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Highland Knight Hannah Howell

Avery hizo una mueca.


—Conozco el tipo. Rubias de ojos azules y muchas curvas en el cuerpo.
De esas que sonríen, baten las pestañas y menean las caderas. Eso excita a los
hombres. —Anne soltó una carcajada, y Avery prosiguió—: El tipo que cree que
quiere todo y no concede nada de verdad. Pensé que Cameron era más astuto.
—Ningún hombre es inteligente para ese tipo de cosas, hasta que
descubre que la verdadera belleza está en el corazón. Y aún así, muchos
continúan lanzando miradas a otras. Un hombre bueno no traiciona a su amada,
sin embargo no está libre de las rubias de este mundo, con sus senos erguidos y
miradas lánguidas.
—Son unos estúpidos… —Avery suspiró, se levantó, y arregló las
faldas—. De vuelta al trabajo.
Fue el turno de Anne de hacer una pregunta directa.
—¿Pretende entregarse a lord Cameron?
—Una Murray nunca se entrega. Bien… no a menudo. —Guiñó un ojo a
Anne—. Pretendo dejar al lord confuso e inseguro.
—Creo que ya hizo un buen trabajo a ese respeto.
—¡Ah! Pero en breve daré la estocada final. Ahora que ya se acostumbró
a mis negativas e insultos, pretendo portarme bien y partir al ataque.
Se dirigió al campamento, dejando a Anne riéndose a carcajadas.
Por el resto del día Avery trató de no conversar con Cameron, y eso no
fue difícil. El lord pasó todo el tiempo ocupándose de los hombres para que el
campamento fuera bien vigilado. Por su lado ella ayudó con las comidas y cuidó
de los heridos. El joven Peter continuaba recuperándose a ojos vistas.
De a poco Avery fue descubriendo que todos en el campamento estaban
en contra de los planes de venganza del líder, y creían que ella y Gillyanne
merecían la libertad en recompensa por su auxilio y lealtad. Concluyó que
podría intentar huir de nuevo con Gillyanne, y que nadie se lo impediría.
El problema era que ya no deseaba hacerlo.
Esa renuencia la preocupaba, pues parecía una deslealtad con Payton.
Debería intentar escapar para que Cameron no la usara como instrumento de
venganza, obligando a su hermano a una boda sin amor. Necesitaba conquistar
el corazón de MacAlpin, pensó. ¿Pero y si no lo conseguía?
—¿Por qué tienes esa expresión preocupada? —preguntó Gillyanne,
sentándose con Avery frente a la tienda del líder—. Intento tener compañía
alegre para la cena.
Avery confidenció sus pensamientos a su prima.
—Estás enamorada de Cameron y tienes la oportunidad de hacer que te
ame también. Payton comprenderá y, al final, intentamos escapar. Pero hay un
detalle en lo que no pensaste.
—¿Cuál?

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Highland Knight Hannah Howell

—Somos sólo dos muchachas, y tendremos que enfrentar grandes


peligros, si huimos con éxito. Necesitaríamos llegar a un puerto en Francia,
coger un navío y después cruzar Escocia hasta llegar a Donncoill. Creo que a
Payton no le gustaría, sólo porque queremos librarlo de su boda con Katherine.
Imagina como se sentiría si algo malo nos sucediera.
La lógica del raciocinio de Gillyanne dejó Avery sin argumentos. ¿Pero
sería que no quería nada más estar de acuerdo porque amaba a Cameron? Por
fin, concluyó que su prima, con su poca edad pero mucho juicio, estaba en lo
cierto. A Payton no le gustaría que arriesgaran sus vidas. Quedaría devastado si
una desgracia se abatiera sobre las dos, sólo a causa de una boda.
Conociendo a su hermano como lo conocía, sabía que le gustaría
resolver el problema por su propia cuenta. Por fin encaró a Gillyanne.
—Tienes razón.
La niña rió, comiendo con placer.
—¡Este es un momento histórico! Concuerdas con las ideas de otra
persona.
—No seas impertinente —replicó Avery con fingida irritación,
conteniendo una sonrisa—. ¡Soy tu prima mayor!
Gillyanne ignoró la broma, y quiso saber.
—¿En serio amas a sir Cameron?
—Sí. A pesar de que a veces quiera sacudir su cabeza con una olla de
hierro. —Sonrió a su prima—. No es un amor ciego y tonto, Gillyanne. Y sé muy
bien que no todo será un mar de rosas sólo porque lo amo.
—Debería serlo. El amor es un bien precioso.
—Sí, pero sólo porque lo amo no quiere decir que él sienta lo mismo por
mí.
—Los hombres a veces son decepcionantes… —comentó Gillyanne—.
¡Quiero tanto que seas feliz!
—Y lo seré, querida, aunque sólo por poco tiempo. —Avery se encogió de
hombros—. Y si no consigo conquistar su corazón, por lo menos tendré
recuerdos que llevar por el resto de la vida y me sentiré feliz. Cuando las heridas
se curen, quedarán los recuerdos.
En aquel instante el objeto de la conversación, Cameron MacAlpin, se
aproximó con el ceño fruncido, y Gillyanne murmuró sin ser oída:
—A veces él no se parece mucho al tipo romántico.
Avery contuvo una carcajada, pero al observar que la diversión de las
dos lo irritaba aún más, trató de reír abiertamente. No conseguía dejar de
considerar divertido que un hombre tan fuerte y poderoso se sintiera inseguro
con ella y Gillyanne.

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Highland Knight Hannah Howell

Besó a su prima en el rostro, la vio alejarse, y se volvió hacia Cameron,


lanzándole una linda sonrisa. Percibió como se quedaba sorprendido y
perturbado.
—Este es sólo el comienzo —murmuró para sí misma, sin dejar de
sonreír.
A no ser que flaquease y Cameron tomara las riendas del juego que
pretendía jugar, planeaba dejarlo casi loco de incertidumbre. Se harían amantes
aquella noche, decidió, pero tomaría toda la iniciativa y haría valer su poder de
mujer. Cameron podría cantar victoria después, sin embargo siempre sabría que
no fue el verdadero vencedor.

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Highland Knight Hannah Howell

Cameron estaba seguro que Avery estaba tramando algo. Había un


brillo sospechoso en sus ojos, y su actitud era demasiada dócil. Ya que no había
ningún medio de escapar porque estaban en su tienda y a punto de acostarse, no
descubría cual era el juego, y eso lo tenía muy nervioso.
Tal vez Avery quisiera algo e iba a usar alguna estrategia femenina para
obtenerlo. La expresión de Cameron se tornó aún más sombría. Toda mujer
nacía sabiendo ciertos trucos, se recordó a sí mismo. Pero ella vería que no era
un imbécil.
Cuando Avery comenzó a quitarse la ropa con movimientos lentos,
como había hecho la noche anterior, lord MacAlpin sintió que la sangre
comenzaba a hervir en sus venas. Ella lo estaba provocando, a buen seguro.
Ninguna mujer sería tan ingenua para quitarse la ropa frente a un hombre sin
saber que despertaba su interés.
Después de los largos días y noches en que él la había provocado, Avery
por descontado conocía el efecto que producía en sus sentidos. Bien, pensó para
sus adentros, dos podían jugar aquel juego, y él iba a atormentarla de la misma
manera.
La joven tragó en seco al verlo empezar a desnudarse también. Iba a ser
difícil mantener el liderazgo en el juego. Admirando el físico duro y musculoso,
se espantó al recordar que siempre había visto a sus jóvenes primos y hermanos
en menos ropas, pero la reacción que tenía ante la vista de Cameron era
diferente. Apartó el rostro, enfadada. Era ella quién debía seducirlo, y sólo ella
iba a dominar la situación, pensó.
Sólo con su ropa interior, Avery pensó cual era el próximo paso a tomar.
No tenía idea de cómo seducir a un hombre. En verdad, pocas veces fue
asediada por muchachos, al ser muy delgada y de temperamento fuerte. Era
obvio que a los hombres les gustaban las carnes llenas y brazos rollizos, caderas
redondas y meneos provocativos. Avery sospechaba que ni en la edad madura
tendría esas formas, y saber que Cameron la deseaba de la misma forma,
delgada y con senos pequeños, la hacía temer aún más la situación.
Percibiendo que él la observaba, trató de desatarse la parte de arriba del
corsé, y comenzó a pasarse un paño húmedo en los brazos y senos, con gestos
lentos, canturreando en un murmullo.
—¿Quieres llevarme a la locura? —dijo Cameron de súbito con voz
ronca.

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Highland Knight Hannah Howell

Para una chica inexperta, Avery sabía muy bien como provocar, con
todo su cuerpo.
—Intento no irme a la cama sucia.
—No hueles mal.
—Entonces mi nariz es más sensible que la tuya.
—Tal vez sólo te quieres exhibir como una gata.
Con los senos surgiendo bajo el escote abierto, se volvió y lo encaró. Los
ojos negros del lord brillaban de deseo, su pecho recio subía y bajaba, y los
puños estaban apretados. La certeza de que podía dejar un hombre tan guapo y
atractivo en aquel estado de excitación era embriagante, y Avery necesitó
recordarse que el plan era seducir y no ser seducida.
—¿Exhibir? —replicó con voz suave—. Pero estoy tan quieta en mi
rincón…
—Ya dijiste más de lo necesario, muchacha, sólo con el lenguaje del
cuerpo. No puedes ser tan inocente para pensar que quitándote la ropa frente a
mí, de ese modo, permaneceré indiferente. Nadie sería tan tonta o ingenua.
—Inocente, tonta e ingenua. Estás describiéndome de un modo poco
halagador. Comienzo a pensar que fui maldecida.
—Creo que soy yo el maldecido.
Seducirlo no sería una tarea simple, meditó Avery consigo misma, ya
que Cameron la criticaba sin parar. Intentó escudriñar en su memoria lo que los
hombres de su familia más admiraban en las mujeres y, respirando hondo, se
aproximó y plantó las manos en el tórax fuerte.
Cameron observó los dedos pequeños y delicados, y después la miró con
ardor. Había una expresión de curiosa inocencia en el rostro de Avery,
entremezclada por un brillo de desafío en la mirada. ¿Querría provocarlo hasta
las últimas consecuencias para, en el último momento, decir no? Era un juego
que ya había tenido la oportunidad de experimentar. La estrategia femenina de
conceder un poco, esquivar, conceder de nuevo, negar… hasta obtener lo que
deseaba.
Sin embargo el instinto le decía que Avery no jugaría de esa manera
inescrupulosa, sólo porque no tenía ni idea de su poder sobre un hombre… más
claramente hablando, sobre él, Cameron MacAlpin. Y eso lo dejaba aún más
inseguro sobre sus intenciones.
—¿Sí? —dijo ella—. ¿Será que las brujas te lanzaron un hechizo?
—Comienzo a creer que sí —murmuró Cameron, no resistiendo la
tentación de tomar las manos pequeñas en las suyas—. Estoy viviendo un
verdadero tormento.
—Me han llamado de muchas formas, pero nunca tormento.
—Entonces los hombres de Donncoill son ciegos o idiotas.

53
Highland Knight Hannah Howell

—¿Es un cumplido, Cameron? Porque que sí lo es, este es un instante


inolvidable.
Con gesto indolente, deslizó la mano hacia la cintura de MacAlpin,
fingiendo una caricia, pero realmente intentando mantenerse en pie, porque sus
rodillas flaqueaban.
—Eres una joven impertinente. —Cameron se estremeció al sentir los
dedos acariciándole ligeramente la cintura—. Juegas con fuego, Avery, y debo
confesar que no comprendo cual es tu juego.
—¿Quién dijo que estoy jugando?
A continuación, le deslizó un dedo sobre el vientre duro y sintió que él
apretaba su otra mano con fuerza. Se quedó atónita al ver como era de fácil
excitarlo, pero contuvo la arrogancia. Era sólo un hombre de sangre caliente, y
cualquier otra en su lugar lo excitaría en aquel momento, pensó, intentando
mantener el buen sentido. Era preciso recordar que, hacía tres años, mantenía
celibato.
Sin embargo intentó convencerse que las palabras de Anne eran
verdaderas, y que él deseaba sólo a Avery Murray. Sí, pensó, sería la primera
mujer que él poseería después de un largo tiempo. Corrió el dedo alrededor del
ombligo de Cameron y lo sintió estremecer.
—Si continuas haciendo esas cosas, muchacha, podrás decir no o cuanto
quieras que haré oídos sordos —murmuró con voz ronca.
—Tal vez no diga nada.
Entonces, con un gesto súbito, él la tomó en sus brazos y la depositó
sobre el lecho de pieles, el cuerpo fuerte sobre el suyo. Era eso lo que deseaba,
pensó Avery, triunfante. Sentir el calor de aquellos brazos que la enloquecían, y
desaparecer bajo la fuerza de sus besos sensuales.
Sabía que lo había hecho perder su autocontrol, y que por más que se
felicitara cuando todo hubiera acabado, siempre recordaría que fue ella quien
había dado el primer paso.
Con un gemido angustiado, Cameron la besó. Fue un beso avasallador,
que demostraba todo su deseo. Avery le rodeó el cuello y respondió con pasión,
imaginando si tanta ferocidad sería conveniente la primera vez que haría el
amor. Entonces él le acarició los senos, haciéndola olvidarse de todo.
Cameron luchó para desatar los lazos del corsé, pero sus dedos
temblaban. Su único consuelo era que Avery parecía tan ansiosa como él. Por fin
lo consiguió, y le alzó la barra bordada de la ropa, siempre besándola con ardor.
Cuando los senos blancos surgieron, se quedó paralizado.
Tiró la última pieza de ropa hacia un rincón de la tienda, y después
cogió a Avery por las muñecas, impidiéndole hacer un gesto instintivo, e
intentar cubrirse. Poseía senos pequeños y perfectos, firmes y redondos como
manzanas, con pezones rosados que lo hacían desear besarlos toda la noche.
Luchando por mantener el control, Cameron admiró el resto del cuerpo
virginal, la piel dorada por el sol, y retiró el resto de la ropa que le impedía

54
Highland Knight Hannah Howell

admirarla en toda su belleza. Las caderas eran delicadas, las piernas largas y
bien formadas.
Gimió ásperamente, comprendiendo que tendría que esforzarse para
poseerla de manera gentil. Ansiaba ahogarse en el calor de sus prominentes
senos, y perderse entre sus piernas blancas y suaves, sin embargo Avery era
virgen, y debía ser preparada para su primera experiencia.
La abrazó con delicadeza, deleitándose con la suavidad de su piel firme.
Jamás se había sentido tan excitado con una mujer. Hasta el perfume que
emanaba de Avery, una mezcla de lavanda y piel limpia, lo enloquecía. La
contempló con mirada empañada, y ella volvió a rodearle el cuello.
El modo como Cameron la miraba la hacía vibrar de deseo y sentirse
bella y sensual, por primera vez en su vida. Aunque ansiaba ser poseída, quería
prolongar aquel momento de éxtasis.
Cameron le besó un seno con la delicadeza de las alas de una mariposa,
y el placer fue tan intenso que la hizo gemir y arquearse, sintiendo la excitación
del cuerpo masculino. De modo instintivo, deslizó los dedos, reteniendo entre su
mano el órgano recio pero, para su asombro, Cameron retrocedió con un
gemido ronco.
—No, muchacha, deja de hacer eso, sino terminaré sin que haya tenido
tiempo que aprovechar.
Avery no sabía sí había entendido bien esas palabras, pero trató de
obedecer. Permaneció quieta, mientras Cameron le acariciaba el vientre y los
muslos, lo que la dejó casi loca de deseo y atemorizada acerca de lo que vendría
a continuación.
—Estás húmeda como una flor llena de rocío —murmuró él a su oído.
—¿Vas a seguir hablando o a actuar? —lo provocó Avery con voz ronca y
entrecortada, buscando bromear para esconder su agitación.
Cameron sonrió, e hizo que ella entreabriera las piernas.
—Tal vez duela la primera vez, muchacha —avisó.
—Dolerá más si no sucede.
—Ya no hay oportunidad de hacer que me detenga. Ni en un millón de
años.
Avery aguantó la respiración, sintiéndolo invadir su cuerpo, y una parte
de su ser entró en pánico.
—Podemos juguetear así sin que te quite tu virginidad.
—¡No! —Ella le pasó una pierna por su cadera—. Me sentiría…
incompleta.
Con un gesto súbito, presionó su cuerpo con fuerza contra el de él, y un
dolor agudo la invadió, al sentir el himen desgarrado. Pero por fin estaban
unidos, de la manera más próxima que un hombre y una mujer podían unirse
físicamente. Olas de pasión volvieron a dominarla, y gimió.

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Highland Knight Hannah Howell

Cameron comenzó a moverse, murmurando palabras incoherentes a su


oído, y haciéndola abrazarlo con furia y seguir el mismo ritmo. Una extraña
tensión crecía dentro de su cuerpo, haciéndola desear más y más.
—Cameron…
—No luches, mi amor. Ven… Continúa…
Los dedos expertos la complacían, y Avery se estremeció. Sensaciones
deliciosas la invadían, y le apretó el cuerpo, mientras la tensión aumentaba. De
pronto Cameron quedó rígido, gritó su nombre, haciéndola gritar también y
penetrar en un mundo de deleites jamás imaginado.
Por fin él rodó su cuerpo hacia un lado, mientras Avery se sentía
demasiado débil para moverse. Después de unos momentos Cameron la
estrechó entre sus brazos, de modo gentil, haciéndola renacer y sonreír al
encuentro de su pecho musculoso.
De hecho, no había mantenido el autocontrol todo el tiempo, pero
estaba satisfecha consigo misma. Cameron jamás podría negar que fue ella
misma quien se había ofrecido y lo había seducido. Pasase lo que pasase desde
aquel momento en adelante, si tenían un futuro juntos o no, sabía que jamás se
arrepentiría de esa primera vez.
Aún era inocente de varias maneras, pero sabía, en el fondo de su
corazón, que esa era una pasión única y rara. Amor, concluyó consigo misma, y
suspiró con una pizca de melancolía, pues sabía muy bien que no era amada de
la misma forma. En aquel momento se prometió a sí misma que, aún sin ser
correspondida, mantendría los buenos recuerdos en su corazón.
Cameron sintió que Avery suspiraba, y lo invadió el remordimiento.
—¿Estás arrepentida?
—Es mejor que no discutamos ese asunto, porque existe una gran
oportunidad de decir algo que me enfadará.
Cameron la apretó con fuerza, determinado a hacer aquella noche
inolvidable.
—¿Entonces volverás a gritarme? —preguntó, alzando las cejas con una
sonrisa irónica.
—No. Te cortaré el cuello y tus soldados se irritarán.
Cameron rió, aún sorprendido por el fuego que existía en aquel cuerpo
de niña delicada, y Avery se sintió bien entre sus brazos.
Minutos después ella volvió a recostarse contra el pecho recio de modo
invitador y MacAlpin supo, con una pizca de amargura, que sería muy difícil
alejarse. Necesitaría esforzarse mucho para mantener el plan original y no
olvidarse de la ofensa cometida contra su hermana.
La pasión lo había atontado, y era más fuerte de lo que había sentido en
la vida. Se estremeció ante el contacto de los labios de Avery, que lo acariciaban
de forma delicada. Necesitaba demostrarle que no sería manipulado con

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facilidad, pensó. Sin embargo, cuando ella deslizó los dedos más abajo de su
cuerpo, creyó que sería una tontería no permitir que lo intentara.
—Descansa —murmuró, mientras se excitaba otra vez—. Mañana
estarás adolorida.
—Ya quedé con el cuerpo adolorido después de cabalgar el día entero, y
nada me impidió volver a la silla a la mañana siguiente.
Con un gesto rápido, Cameron la hizo ponerse sobre su cuerpo,
haciéndola reír.
—Para un hombre tan grande eres muy ágil. ¿Te gusta que te acaricie
así?
—Mucho —murmuró él, besándole los pezones rígidos, y haciéndola
serpentear el cuerpo con sensualidad.
Se besaron con pasión, y Avery reprimió el deseo de preguntarle si ya
estaban cerca del puerto y si la despediría. Necesitaba controlarse, pensó. No
quería desperdiciar el placer de aquella noche, y acabó prometiéndose a sí
misma que no permitiría que la pasión la volviese estúpida.

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Avery hizo una leve mueca de dolor al enderezarse, después de ayudar a


Peter a comer sus gachas. Estaba adolorida, y, a buen seguro, hacer el amor la
había obligado a ejercicios físicos diferentes de los que solía hacer. Necesitaba
un buen baño caliente, pero esperaría hasta la noche. Si decidiera bañarse en
aquel instante, tendría la impresión de que todos en el campamento sabrían el
motivo.
Cuando Anne le pidió que recogiera palos para el fuego, Avery aceptó de
buen grado y se dirigió al bosque. Eso impedía que tuviera la sensación de que
todos la observaban, sabiendo lo que había hecho con Cameron. Tenía la certeza
de que le llevaría algún tiempo acostumbrarse con la posición de amante, y
como todos sabían que no sería para siempre, eso la hacía sentirse muy violenta.
—¿Cómo te sientes ahora que eres una mujer completa? —preguntó
Gillyanne, aproximándose.
—¿Cómo sabes lo que hice? —replicó Avery un tanto irritada—. ¿Está
escrito en mi frente?
Gillyanne rió y movió la cabeza.
—No estás nada diferente, lo que me decepciona. Sólo que me revelaste
lo que pretendías hacer, y no puedo creer que Cameron te haya rechazado.
—Bien, no me rechazó, y me siento rara. No estoy avergonzada, sólo
inquieta. Me gustaría que nadie lo supiera.
—Va a pasar. Estoy segura de que nadie te menospreciará por saber que
te entregaste al jefe, porque la mayoría del campamento no está de acuerdo con
las ideas de venganza de Cameron.
—Eso no va a gustarle mucho.
—Tal vez lo haga razonar mejor.
—Esperemos que sí.
—¿Y qué deseas que él piense, Avery?
—Que será muy duro abandonarme ahora que somos amantes.
—Tal vez un golpe en la cabeza ayude.
Fue el momento de Avery de reír.
—Creo que sí.
Su prima la miró con seriedad.

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—¿Y qué harás si él no descubre que necesita de tu presencia y no puede


vivir sin ti?
Moriré, pensó Avery. Sin embargo, respondió:
—Sobreviviré.
Sintió alivio al ver que Gillyanne le daba la espalda e iba a ayudarla,
recogiendo algunos leños.

—¿Necesito preguntar por qué estás de tan buen humor? —comentó


Leargan, mientras ensillaba los caballos con Cameron, preparándose para cazar
y traer alimento al campamento.
—Existen asuntos que no son de tu incumbencia —replicó el líder,
apretando las cinchas de la silla.
—Bien, si no deseas que nadie por aquí lo descubra, deja de mirar a la
muchacha con tanta… animación.
—Pensé que hace días la estaba mirando así.
—Es cierto, pero de cierta forma tu mirada cambió. En este momento,
parece decir que sabes muy bien lo que te espera hoy en la noche.
Sin replicar, Cameron montó en el caballo y salió del campamento. Por
descontado su primo tenía razón, pensó. En vez de aparentar sólo ansiedad,
ahora se sentía ansioso y feliz. Debía estar irradiando felicidad, sabiendo que
encontraría por la noche unos brazos femeninos acogedores, y una mujer
deseable. Sí, deseaba a Avery Murray con todas las fuerzas de su cuerpo, y sólo
con mucha reticencia había logrado salir del lecho esa mañana, porque deseaba
permanecer en la tienda y hacer el amor el día entero.
Ciertamente, pensó, ni siquiera una semana de pasión intensa sería
suficiente para saciar su hambre, y sólo en pensarlo se sentía excitado.
Trató de mirar a su primo que cabalgaba a su lado, y respondió:
—Mis sentimientos no deben ser una sorpresa para nadie. Fue así desde
el principio y, finalmente, es un asunto que sólo nos concierne a mí y a Avery.
—¿Sí? A todos les gusta ella y su pequeña prima impertinente. Las
Murray salvaron nuestras vidas, ayudan a las otras mujeres, son buenas
enfermeras, y por eso el joven Peter va a ponerse bien. Tú eres el lord y te
seguirán sin dudar, sin embargo eso no significa que desistan de sus propias
convicciones. Rechazan la idea de que Avery sea usada, lanzada al lodo… y
después repudiada.
—¿Te olvidaste de la vergüenza que Katherine sufrió?

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—No, pero Avery Murray nada tiene que ver con eso. La validez de tu
plan terminó cuando descubrimos el tipo de persona que es ella. Ahora tu
venganza no tiene sentido. Deberías haber renunciado a seducirla y usarla sólo
para negociar el matrimonio de sir Payton.
—Sí, podría haberlo hecho. Sin embargo fue ella quien me sedujo ayer.
—Cameron sonrió al ver la expresión atónita en el rostro de su primo—. Es
verdad. Y no necesitó usar muchas artimañas, pues no es un secreto que la deseé
desde que la conocí. Pero por el momento estoy cuestionándome la validez del
plan. —Frunció el ceño—. De repente, no me gustaría que el deseo físico formara
parte de esta historia. Ayer llegué a intentar disuadirla, pero Avery quiso
entregarse.
—Bien, hiciste que la muchacha perdiera la cabeza. —Leargan sonrió,
bromeando con su primo, pero inmediatamente se puso serio—. Cásate con ella.
—Sería muy difícil y extraño negociar a un hermano por mi esposa.
—Intercambia a Gillyanne por Payton.
Sin embargo Cameron pareció no oírlo, y prosiguió:
—Si Avery fuera mi esposa, los Murray no creerían que fuese a
intercambiarla para concretizar mis propósitos. —Suspiró, irritado—. ¡Las
mujeres son unas plagas! Dulces y tiernas cuando quieren algo, pero rápidas
para apuñalarte por la espalda cuando encuentran campos más verdes. Por el
momento Avery es gentil, pero no sé por cuanto tiempo será así.
Leargan movió la cabeza como si no concordara.
—Estás desconfiando de la chica sin motivos. ¿Desconfías de todos los
hombres porque algunos son deshonestos? No. Sin embargo niegas la honra de
todas las mujeres porque algunas te traicionaron.
—Muchas —corrigió Cameron, pero la verdad contenida en las palabras
de su primo no podía ser olvidada—. Lo único que importa es hacer a Katherine
casarse con el hombre que la sedujo. Y si él la dejó embarazada, el niño necesita
de un padre. Sólo puedo conseguir reparación por medio de Avery y Gillyanne.
—Eres un hombre terco, primo.
—¿Por qué? ¿Sólo por ponerme del lado de Katherine? Avery actuaría
de igual forma si fuera para defender a su familia, y esperaría que yo lo
comprendiera.
—Eso implicaría que tiene sentimientos de honra y lealtad, por lo tanto
adviertes que tengo razón, y que no puedes incluir a todas las mujeres en el
mismo rol.
No bien acabó, Leargan espoleó su caballo y se alejó, poniendo fin a la
conversación. Maldiciendo, Cameron lo siguió. Comenzaba a descubrir que su
juicio sobre las mujeres tal vez fuera errado, pero el cinismo y la desconfianza
eran un escudo para protegerse de la atracción que Avery le despertaba.
Estaba contento con el fin de la discusión. La sugerencia de Leargan
para que se casara con ella lo asustaba. Era demasiado tentador, y ahora que

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había probado las delicias de su cuerpo, la tentación de tenerla siempre y


cuando deseara era aún mayor.
Para su asombro, podía imaginarse un futuro al lado de Avery, con un
montón de hijos. ¡No! Ella en breve tendría que partir. Lo que compartían en
ese momento era pasajero. Por su propio bien y el de Katherine, no podía
permitir que la aventura se hiciera permanente.

Avery suspiró con placer al entrar en el baño con hierbas aromáticas.


Había encontrado gracioso que Cameron viajara siempre con su enorme bañera
y las pieles que le servían de lecho, y parecía que sus hombres aprobaban esos
lujos como algo normal.
Mientras aprovechaba el agua caliente, con los ojos cerrados, imaginó
como debería tratar a Cameron. Ahora eran amantes, y sería difícil cambiar esa
situación. MacAlpin era muy terco y estaba decidido a usarla para ponerle las
manos encima a Payton y hacerlo desposar a Katherine.
Por otro lado, no confiaba en las mujeres. Eso la dejaba en la difícil
posición de hacerle ver que ella era leal y la mujer correcta. Finalmente, había
salvado la vida de todos en el campamento, trabajaba mucho para mantener a
los soldados bien alimentados y cómodos, y también cuidaba de los heridos.
Además, había pasado a calentar la cama del lord, y a buen seguro Cameron
estaba contento con eso.
Consideró la posibilidad de abrirle su corazón, pero desistió. Cameron
pensaría que era un nuevo juego o una treta, y su desconfianza sobre las mujeres
en general lo haría interpretar los gestos de cariño sólo como un medio para que
ella alcanzara sus objetivos. Eso la lastimaría mucho, reflexionó.
Entonces sólo le restaba compartir la pasión mientras durara. Aunque
Cameron no lo notara, pondría su corazón y su alma en cada beso y caricia.
Quien sabe, sí algún día, Cameron MacAlpin consiguiera entrever algo más que
el mero deseo físico.
Tal vez, pensó Avery, con los ojos cerrados, su actitud lo hiciera por lo
menos cambiar de idea acerca del carácter de las mujeres en general. Sería un
pequeño consuelo después que se separaran, pero valdría la pena.
De pronto sintió una presencia en la tienda, abrió los ojos, y vio a
Cameron al lado de la bañera, sonriendo y sin ropa. Sabía que debía exhibir una
expresión de asombro al verlo entrar en el baño también, pero todo había
sucedido demasiado deprisa. Había estado sumergida en sus propios
pensamientos de tal manera que ni había notado su presencia en la tienda.
—¿Estás seguro que esta bañera nos aguantará a los dos? —preguntó,
mientras él se sentaba con cuidado.

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—Sí, pero tal vez me arrepienta de este impulso. Mis hombres van a
creer que estoy muy perfumado. —Sonrió—. Bien, por lo menos no es esencia de
rosas, y pronto volveré a estar sudado y el aroma desaparecerá.
—¿Y como planeas quedar sudado? —inquirió Avery, aunque la mirada
ardiente que recibió la hiciera comprender muy bien.
— ¿Vas a luchar? ¿Entrenar a tus hombres?
—Luchar. Contigo. Toda la noche. Vuélvete que voy a lavar tu espalda.
Avery obedeció, pero murmuró abochornada:
—Estaba casi terminando el baño…
—Pero faltaba la espalda, ¿cierto?
Ella se calló, segura de que Cameron tenía más cosas en mente que sólo
frotarle la espalda. Se estremeció cuando sintió la mano fuerte sobre su piel, y se
irritó consigo misma. Aquel hombre tenía el poder de dejarla fuera de sí.
—Levántate, Avery —ordenó, haciendo lo mismo.
Aguantando la respiración, ella obedeció, mientras Cameron comenzaba
a lavarle las piernas, sin embargo el toque había cambiado y más parecía una
caricia. Cuando por fin se detuvo, Avery sintió una ola de alivio al pensar que el
tormento había acabado, pero casi soltó un grito ante el beso que recibió en la
nuca. Cerró los puños intentando resistir.
Se sentía expuesta, de pie en la bañera, como una esclava en una
subasta, sin embargo la mirada cargada de deseo en el rostro masculino la
frenaba de intentar esconderse. Como una estatua, continuó sintiendo los besos
y las caricias.
—Para, Cameron… —protestó con voz débil.
—No, Avery. No quiero parar.
Y ella se entregó al placer, relajándose para que continuara por horas.
Cameron la volvía loca de deseo, y casi gritó para que la tortura terminara
inmediatamente. Entonces, con un gesto súbito, él la hizo sentarse sobre su
cuerpo y la penetró, besándole los senos mojados. En breve Avery gritó de
verdad, alcanzando el clímax casi al mismo tiempo que su amante.
Varios minutos pasaron, hasta que él la levantó y la sacó de la bañera,
comenzando a secarla. Cuando terminó, fue el turno de Avery de arrancarle la
toalla de la mano, y secar las gotas brillantes del cuerpo fornido. Enseguida, con
instinto sensual, se inclinó y lamió las que restaban en su cuello,
mordisqueándole la piel. Pronto la excitación lo dominó de nuevo y, sin esperar,
la tomó en sus brazos, derribándola sobre el lecho de pieles.
Sin conseguir contenerse esa vez, Cameron volcó todo su deseo
poseyéndola con ferocidad, sin esperar que ella alcanzara el mismo pico de
delirio. Intentó disculparse pero, al penetrarla, notó que Avery ya estaba lista
para recibirlo, con la avidez de una mujer apasionada.
Le siguió un acto sexual frenético, que terminó con Cameron cayendo en
los brazos de Avery, con la respiración entrecortada. Sabía que era muy pesado,

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Highland Knight Hannah Howell

pero no conseguía moverse. Una sonrisa le afloró a los labios. Si continuaba con
aquella pasión desmedida, llegaría a Cairnmoor en camilla.
El recuerdo de su hogar lo hizo pensar que eso sería el fin de su
aventura con Avery, y trató de alejar la idea. Se negaba a pensar en la separación
cuando su cuerpo aún suspiraba por ella de manera sorprendente.
—Necesitamos tomar algunas providencias, muchacha —dijo,
depositándole un beso en la acalorada frente—. Si continuáramos
entregándonos así al deseo en breve no conseguiré montar a caballo.
—¿Estás haciéndote viejo? —jugueteó ella, deslizando un dedo por el
pecho duro.
—¡Qué gracioso! Deberías estar exhausta para hacer ese tipo de burla.
—Me recupero con facilidad. —Bostezó, sintiendo que el sueño la
invadía, y se apretó a él—. ¿Esto que está sucediéndonos es… normal?
Cameron rió despacio.
—¿Tienes miedo de ser excomulgada o algo así? —Incapaz de
contenerse, volvió a acariciarla—. No temas, Avery. Nada hicimos que muchos
hombres y mujeres no hayan hecho a lo largo de los siglos, y a buen seguro no es
el demonio quien te está poseyendo.
Sí, pensó Avery, si el amor conducía al infierno, la mayoría de los
hombres de su familia se quemarían después de la vida en la Tierra.
—Tenías razón cuando dijiste que ibas a sudar —bromeó en voz alta—.
También estoy toda mojada.
—¿Quieres que te frote la espalda otra vez? —se ofreció Cameron con
una sonrisa maliciosa.
Estremeciéndose un poco porque el agua ya estaba fría, Avery entró en
la bañera, y después se envolvió en la toalla, volviendo hacia la cama. Fue el
turno de que Cameron se lavarse, pero cuando regresó, la abrazó con furia.
—Cameron, estás muy frío —protestó.
—Entonces vamos a calentarnos.
Deslizó la mano por entremedio de los suaves muslos, y Avery gimió de
placer, haciéndolo admirar la disposición perpetua de la joven para el amor.
—A buen seguro ya me calenté —le susurró al oído con voz ronca.
Avery sintió un temblor recorrerle el cuerpo, ante la sensualidad
contenida en la voz masculina.
—Pensé haberte oído decir que necesitábamos refrenarnos un poco.
Pero en respuesta Cameron volvió a besarla.
—Esta vez iré más despacio —prometió con el timbre de voz que la
excitaba—. Saborearé cada centímetro de tu cuerpo sin prisas.
—Pero estabas preocupado por no poder montar.
—Puedo caminar, o haré que uno de los hombres me cargue.

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Deslizó la lengua sobre uno de los pezones tersos, haciendo a Avery


suspirar.
—¿Quieres llevarme a la locura, Cameron MacAlpin?
—Completamente.
—Oh, Dios mío…
Avery sospechaba que era la última cosa coherente que diría en las
próximas horas.

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Los Deveau otra vez. Incrédulo, Cameron miró a Leargan y ambos


maldijeron.
Aunque los dos primos hubiesen partido adelante de los demás para
garantizar que la ruta seguida estaba libre, ciertamente no esperaban encontrar
problemas. Estaban marchando muy bien en dirección al puerto donde
embarcarían, y los cuatro días en el campamento, aguardando que los heridos
mejoraran, no los habían perturbado. En ese momento lo último que deseaban
era encontrar a los Deveau de nuevo, pero ahí estaban sus enemigos,
acampando cerca.
—Después de todos los hombres que perdieron en el ataque, pensé que
habían desistido —comentó Cameron.
—Sí, no tiene mucho sentido —replicó Leargan—. Tal vez fuera bueno
espiarlos un poco más, quien sabe si en realidad no están tras nosotros.
Después de considerar la sugerencia por un instante, Cameron asintió.
Comenzaron a rondar cerca del campamento enemigo, después desmontaron y
amarraron los caballos. Escabulléndose entre los árboles, alcanzaron el final del
campamento y se quedaron agachados en las sombras. Cameron casi maldijo al
ver a una figura conocida dejar de pronto una tienda. Sir Charles Deveau, que
raramente viajaba con sus hombres.
Mientras observaban, vieron una pequeña mesa ser montada y cubierta
por un fino mantel de lino y una elegante vajilla. Por fin una silla tallada fue
colocada al frente, y sir Charles se sentó para degustar su comida. Con rabia,
Cameron imaginó que los hombres a su servicio no eran tan bien alimentados
como el lord.
Se quedaron aguardando, y cuando sir Charles ya iba en el tercer plato,
uno de los soldados se aproximó a la mesa.
—¿Dónde están los MacAlpin? —preguntó Deveau, limpiándose la boca
con una servilleta bordada.
—Aquí cerca, señor —respondió el hombre.
—¿Y el premio que busco?
—La suerte estaba con nosotros. Conseguimos atraparlo sin despertar
sospechas.
Un frío recorrió la espina dorsal de Cameron. Sabía que no hablaban de
monedas de oro, que estaban guardadas en el equipaje y jamás serían robadas

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Highland Knight Hannah Howell

sin que alguien diese la alarma, pues todo fue colocado bien en el centro del
campamento.
El malestar de Cameron aumentó, pues mientras rumiaba sobre todas
las posibilidades, continuaba pensando en sólo una. Deveau había enviado a sus
hombres a raptar a alguien, y sabiendo de la reyerta antigua con los Murray,
algo le decía quien era la víctima.
Observó a Leargan y notó el mismo aire sombrío que su rostro debía
estar revelando en aquel instante. A buen seguro su primo había llegado a la
misma conclusión. De manera sucinta pero comprensible, preguntó:
—¿Nos quedamos?
Leargan gesticuló que sí. Luchando por permanecer tranquilo, Cameron
aguardó, todo el tiempo rezando para estar equivocado.

Avery dejó el campamento por un segundo, a fin de tener algo de


privacidad. Casi sonrió al ver a dos de los guardias observarla, buscar a
Gillyanne con la mirada, y proseguir con su trabajo. Los hombres de Cameron
por descontado habían decidido que cuando las dos primas no estaban juntas,
no había riesgo de fuga. Avery se sintió tentada a huir sólo para provocarlos,
pero sabía que era infantil.
Deseosa de estirar las piernas después de galopar el día entero, caminó
despacio por el bosque, manteniéndose atenta para no perder la ruta hacia el
campamento. Hacía una semana que viajaban sin parar en dirección al puerto
donde embarcarían hacia Escocia.
Parecía que Cameron no daba tregua a nadie, y aunque Avery
comprendiera su necesidad de volver a casa, resolver los problemas con su
hermana y volver a ver a su querida Escocia después de tantos años, se sentía
lastimada con la prisa demostrada.
Estaba segura de que Cameron trataría de librarse de la relación entre
los dos no bien solucionara la cuestión con Payton, en Cairnmoor. A pesar de
repetirse todo el tiempo a sí misma que no debía ser tonta, era imposible dejar
de pensar en el sufrimiento después de la separación.
A menudo meditaba como podría ser resuelto el problema de Katherine
sin que Cameron las utilizase a Gillyanne y a ella. Si la hermana de Cameron
pudiera ser desenmascarada como la mentirosa que era, todo estaría resuelto.
Sin embargo Avery sabía que era una misión muy difícil. Había logrado pocas
informaciones acerca de Katherine, sin embargo lo cierto era que la chica sabía
muy bien como conseguir lo que deseaba, y quería a Payton. La única
posibilidad era que Cameron se enamorara de Avery Murray, y estuviera tan
ansioso por tenerla siempre a su lado que encontrara otra solución al problema

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Highland Knight Hannah Howell

de su hermana. Sin embargo Avery sabía que las probabilidades de que eso
aconteciera eran mínimas.
Unas moras maduras llamaron su atención, y se apresuró a recogerlas.
Serían un excelente postre en el campamento donde los platos principales eran
carne y gachas. Haciendo una especie de bolsa con la falda, comenzó a recoger
las frutas, pero algo la hizo sentir un escalofrío.
Miró hacia el bosque, sin embargo no vio nada. Cuando estaba a punto
de mirar hacia atrás, sintió que una mano poderosa le apretaba la boca.
Avery soltó su falda, haciendo que las moras rodasen para todos lados, e
intentó librarse de lo que parecía una barra de hierro sobre sus labios. Gimió al
sentir que agarraban sus muñecas por detrás de la espalda. La mano dejó de
presionarle la boca, pero inmediatamente una mordaza fue colocada en su lugar
y ni siquiera tuvo tiempo de recuperar el aliento o gritar por ayuda. A pesar de
sus esfuerzos, fue alzada con facilidad y tirada sobre un hombro musculoso. El
hombre que la cargaba salió corriendo alejándose del campamento de los
MacAlpin.
Momentos después, fue tirada sobre la silla de un caballo, y sintió que el
aire le faltaba. Mientras intentaba respirar, su raptor espoleó su montura,
partiendo a galope.
Avery se esforzó por no perder el sentido, intentando ver quién era el
hombre, y descubrió que eran tres caballeros, sus vestiduras y monturas
demostraban que debían ser nobles o, por lo menos, mercenarios bien
remunerados. Al llegar a otro campamento, sin embargo, Avery percibió la
importancia del problema. Aturdida, con dolor de cabeza y mareada, fue
arrancada del caballo y colocada de pie con rudeza.
Sólo entonces vio el estandarte de los Deveau. Fue llevada a una tienda,
mientras rezaba por no encontrarse con uno de sus enemigos, pero pronto se vio
frente a frente con sir Charles. Por descontado él ya sabía quien era ella.
Alguien la hizo tragar vino, y Avery lo agradeció, a pesar de la
brutalidad. Reuniendo todo su coraje, dijo en tono despreocupado:
—Eso se está tornando monótono. ¿Hay otra deuda que ser saldada? ¿O
cree que sir Cameron pagará por tenerme de vuelta?
—Sir Cameron no tendrá oportunidad de recuperarte —replicó sir
Charles, examinándola con atención.
—¿Por que? ¿Mi precio en el mercado aumentó tanto?
—A buen seguro que sí, mi querida. Usted es una Murray.
Avery luchó contra el pánico que la inundó y lo retribuyó con una
mirada de pura e inocente confusión.
—¿Quién, mi señor?
—No pierdas mi tiempo y el tuyo fingiendo. Tu clan del lado francés, los
Lucette, exigen tu vuelta y la de tu prima. Se niegan a creer que yo no las rapté.
—¿Y qué le importa lo que los Lucette piensen?

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Highland Knight Hannah Howell

—Nada, excepto que la preocupación mostrada me hace pensar que


serás muy útil.
—¿Cómo?
Avery rogó para que se tratase sólo de un rescate o de un intercambio
entre prisioneros, pero la respuesta hizo que su sangre se helara en sus venas.
—Aún no lo sé. Hasta ahora sólo pensé en robarte de las manos de sir
Cameron. Como eso ya fue hecho, necesito reflexionar sobre todas las
posibilidades. Creo que el escocés te sedujo, ¿correcto?
—Sir Cameron hizo voto de celibato, y pretendía devolverme a mi padre
y mi madre.
—¡Ah, sí! La asesina y su amante que la ayudó a escapar de la justicia.
—Mi madre no mató a nadie. Se probó que era inocente, y los
verdaderos asesinos fueron ahorcados.
—Por lo menos eso fue lo que los Lucette quisieron que creyéramos. Ya
no importa, es un crimen antiguo, aunque tu madre, lady Gisele, haya
aprovechado bien la fortuna que recibió. Sin embargo, me pregunto: ¿cuanto
estaría dispuesta a pagar para tener a su hija de vuelta?
—Creo que a su rey no le gustará su actitud, milord.
Sir Charles se levantó y, despacio, caminó hacia Avery, haciéndola
estremecerse al sentir que tocaba sus cabellos despeinados y, sin el menor
pudor, acariciaba uno de sus senos. Permaneció quieta, forzándose a no revelar
el disgusto que sentía, y continuó mirando al hombre frente suyo de modo frío y
sereno.
—Sigo pensando en como tu padre y tu madre se sentirán en caso de que
te envíe de vuelta a casa con un bastardo en el vientre —murmuró sir Charles,
regresando a su lugar y tomando un trago de vino.
—Entonces sugiero que recuerde como murió el primer marido de mi
madre.
—¿Piensas asesinarme?
—Si pudiera, lo haría en un parpadear de ojos.
—¡Qué audacia! Será interesante tener ese fuego en mi lecho. —Con
gesto lánguido, hizo señas al hombre que había traído a Avery—. Instálala en mi
tienda, Anton, y asegúrate que no haya objetos afilados alrededor.
Avery no luchó mientras era conducida a la tienda, sabiendo que sería
en vano. Encontró ridículo su interior, que más parecía la alcoba lujosa de un
castillo. El guardia le desató las muñecas, pero inmediatamente volvió a atarla al
pie de la cama.
No bien el hombre salió, Avery miró el fuego en el centro de la enorme
tienda sin ver nada. Necesitaba agarrarse a un hilo de esperanza para mantener
sus fuerzas. Cameron vendría en su busca, pero lo que la angustiaba era el hecho
de que lo haría no porque fuese su amaba, sino por la honra y porque la
necesitaba para realizar su plan.

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Highland Knight Hannah Howell

—No seas idiota, Avery —murmuró para sí misma—. Los motivos no


importan, con tal de que él venga.
Rezó para que eso no les costara muy caro a los MacAlpin, y que
llegaran antes que sir Charles la violara.

Cameron respiró hondo, intentando tranquilizarse. Había oído y visto,


junto a Leargan, cuando sir Charles había amenazado a Avery, y la rabia lo había
cegado por un momento. Si no fuera por su primo que lo detuvo con rapidez,
habría cometido un error fatal, irrumpiendo, desprotegido, en el campamento
de los Deveau, y mutilando la mano del rufián que había osado tocar a su
amante.
Ya más tranquilo, siguió a Leargan hasta los caballos.
—Necesito volver —dijo, al alcanzar su montura, apretando las riendas
con fuerza para mantener la serenidad.
—Claro que sí —concordó Leargan—. Me estoy imaginando como murió
Michael Deveau —murmuró, intentando animar al otro.
—Dicen que lo castraron y después lo degollaron.
—¿Y cómo lo descubriste?
—Pregunté el porqué Charles quiere atacar a los Lucette y supe mucho
sobre esa reyerta. Avery me contó la versión de su madre sobre la historia, que
es la correcta. A buen seguro existe mucha ganancia envuelta. —Cameron
montó, añadiendo—: Necesitaremos de más hombres.
Leargan lo imitó y, despacio, comenzaron a alejarse, antes de salir a
todo galope.
—La tienda de sir Charles fue colocada en un punto ridículo, en la orilla
del campamento —comentó Leargan.
—Entonces precisaremos algunos soldados para causar tumulto, y otros
para atacar la tienda del jefe.
—Eso mismo.
—Y necesitamos desarmar nuestro campamento y seguir. Es inútil que
nos quedemos sentados, esperando por una represalia de los Deveau. Creo que
tendré que matar a sir Charles —concluyó Cameron en un murmullo,
espoleando su montura antes que Leargan tuviese tiempo de replicar.
Encontraron a su gente sumergida en un gran tumulto. La desaparición
de Avery ya había sido descubierta, y Cameron no castigó a Rob, el encargado de
protegerla, porque el pobre hombre jamás había pensado que la joven tuviera
enemigos personales.

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Highland Knight Hannah Howell

Eso fue una necedad suya, pensó Cameron. Estaba al tanto del odio
entre los Deveau y el clan de Avery, y debería haber previsto que sir Charles
pensaría raptarla. Por lo menos Gillyanne estaba a salvo, pensó, al ver la mirada
inquieta de la niña.
—¿Está seguro que sir Charles Deveau sabe quién es Avery? —preguntó
Gillyanne con voz rota.
—Temo que sí, muchacha. Oí al propio sir Charles decirlo. Leargan y yo
estábamos muy cerca.
—¡Jesús! Él va a lastimarla —gimió Gillyanne.
—No lo creo —mintió Cameron, intentando calmar a la joven.
—Gracias por intentar consolarme. Sé que los hombres Deveau golpean
a sus mujeres. Sólo me pregunto como Avery no presintió el peligro.
—Sin duda la cogieron por sorpresa.
Gillyanne suspiró.
—Avery es muy buena para sentir la proximidad del peligro. Ya dio la
alarma antes de un ataque de los Deveau en nuestras tierras. Pero tal vez no
siempre da resultado.
—¿Avery presiente el peligro? —repitió Cameron, estupefacto.
—Sí. Parece sentir el olor en el aire. Su padre también. Sin embargo eso
sólo ocurre de tarde en tarde, y hoy no sucedió. —Gillyanne vio que los hombres
formaban un círculo alrededor de Cameron.
—¿Pretenden salvarla?
—Ese es el plan. Pero no creo que su vida esté en riesgo —añadió para
no asustar a la niña.
—Con tal de que Avery no intente matar a sir Charles…
Cameron condujo a sus hombres de vuelta al campamento de los
Deveau, intentando olvidar las últimas palabras de Gillyanne, pero en su
interior sabía que Avery no era mujer de aceptar con pasividad su destino. Por
lo menos, pensó, tenía la certeza de que ella no cargaba su puñal, y eso la
libraría de problemas.
—Tu plan es bueno. Salvaremos a la muchacha —dijo Leargan,
interrumpiendo sus pensamientos.
—Con tal de que ella no intente salvarse sola —gruñó Cameron.
—Lo dudo. Está bien custodiada. —Leargan rió—. Ya debe estar
acostumbrada a las esposas y las cuerdas.
Cameron trató de ignorar la indirecta de su primo. ¡Dios! Jamás osaría
maltratar a Avery o Gillyanne, aunque fueran sus prisioneras, y esperaba que lo
supieran.

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Highland Knight Hannah Howell

Dejando los caballos a una distancia segura con dos hombres montando
guardia, Cameron y el resto de los soldados se aproximaron al campamento
enemigo sin hacer ruido.
Al ver que sir Charles ya había entrado en la tienda, el líder de los
MacAlpin sintió un frío en la columna. Con gestos, ordenó a cuatro hombres que
se escabulleran hasta el otro lado del campamento, quedándose con Leargan,
Rob y Colin. Necesitaban esperar.
Cameron entrecerró los ojos, intentando ver lo que pasaba en la tienda,
pero era imposible avisarle a Avery que estaba allí para salvarla.
Sólo de pensar que sir Charles podría violarla lo enfurecía. Definía su
interés por Avery Murray como una enorme atracción física, y no deseaba que
otro hombre disfrutara lo mismo. Además, apreciaba su compañía. Era una
joven divertida y despierta, se justificó. ¿No era suficiente para intentar
salvarla?
Pero sus hombres cortaron el hilo de sus pensamientos, pues, conforme
el plan, habían prendido fuego a dos carretas al otro lado del campamento,
espantando a los caballos, que corrían de un lado a otro, causando un gran
disturbio entre los soldados.
Sonriendo, Cameron se dirigió a la parte trasera de la tienda de sir
Charles.

71
Highland Knight Hannah Howell

11

La mirada de sir Charles al entrar en la tienda atemorizó a Avery,


sintiéndose una víctima humana de algún sacrificio pagano, y deseando tener su
puñal. Por descontado, si mataba a Deveau, sin duda sería asesinada sin piedad,
pero valdría la pena, pensó.
—¿Es así que tu valeroso amante escocés te mantiene segura?
—preguntó el noble con ironía.
Avery replicó en francés:
—Él sólo amarra una de mis muñecas. Es más valiente que el señor…
Contuvo la respiración, al verlo desenvainar la espada.
—Debes tener más cuidado con las palabras, mujer, en especial en la
situación en la que estás.
—No pierda la paciencia, señor. Si me matara podría manchar sus
sábanas con mi sangre.
—Bien, es un punto a considerar.
A continuación, sir Charles se aproximó y comenzó a desatar los lazos
del corsé de Avery, haciéndola pensar que era tan insensible y depravado como
el primer marido de su madre. Trató de mantener la sangre fría, y preguntó con
tono de burla:
—¿Pretende devolverme desnuda a mi familia?
—No. Soy un caballero. Te devolveré con un fino vestido de prostituta.
Como el que mi primo dio a tu madre, hace muchos años.
Avery se mordió el labio para no rogar por clemencia. Jamás le daría esa
satisfacción a un Deveau. Sin embargo la falta de pasión o deseo en los ojos de
sir Charles la hacía sentirse más preocupada que si estuviera loco por poseerla.
Hacía todo aquello para humillarla, concluyó, y eso la hizo sentir muy
amedrentada.
Descubrió en aquel instante que Deveau jugaría con ella durante mucho
tiempo, hasta volverla loca de vergüenza y miedo, implorando por ser violada de
un solo golpe y terminar con el suplicio.
Sir Charles le abrió su camisola de lino y examinó sus senos blancos,
frunciendo el ceño.
—Son pequeños. Me gustan los senos grandes.
—Si lo hubiese sabido me habría esforzado por comer más y engordar.

72
Highland Knight Hannah Howell

Ignorando el sarcasmo, él continuó:


—Sin embargo poseen una cierta belleza. —En seguida, los acarició por
algunos instantes—. ¿Continúas fría, querida?
—¿Quiere una reacción? Aproxímese más que vomitaré en su rostro.
Avery contuvo un grito al recibir una bofetada. El gesto también fue frío
y tranquilo, como todo lo que sir Charles hacía, y eso la hizo pensar que estaba
soñando, una horrible y larga pesadilla.
Sin duda nadie podía ser tan indiferente como el hombre que la
acariciaba en aquel instante, pensó.
—¿Pensaste que las ropas te protegerían? —preguntó el lord, sacando un
puñal del cinturón.
Con un gesto rápido cortó el resto de las prendas de Avery de arriba a
abajo, dejándola desnuda.
—Tienes un bello cuerpo y pareces muy limpia. Me gusta eso.
—¡Voy a matarlo!
—¿Ahora? No creo que estés en posición de hacer amenazas.
—Soy paciente cuando es preciso. Esperaré. Mañana, más tarde, de aquí
a dos años… No importa. Cuando la oportunidad surja, y surgirá, lo mataré y de
tal forma que la muerte de su primo parecerá misericordiosa.
Antes de que sir Charles tuviera tiempo de responder, un tumulto del
lado de afuera de la tienda le llamó la atención.
—Necesito ver lo que esos estúpidos están haciendo. Cuando vuelva, sin
embargo, quiero divertirme oyendo todos los planes que pretendes urdir para
matarme.
Con un gesto íntimo, la acarició en medio de los muslos, haciéndola
estremecer, y después salió de la tienda.
Avery respiró hondo varias veces, a fin de reponerse. Se sentía mareada,
pero no sabía si debido al odio o a los dedos fríos que la habían tocado. Sir
Charles pretendía humillarla de forma atroz, y necesitaba mantenerse firme,
pensó.
De pronto Cameron y Leargan surgieron junto al lecho, y Avery se sintió
tan alegre y feliz que ni se preocupó por su propia desnudez.
—¿Dónde está sir Charles? —quiso saber el señor de los MacAlpin,
soltándola, mientras Leargan le daba la espalda discretamente.
—Salió para ver la causa del bullicio —replicó Avery, frotando las
muñecas adoloridas, mientras Cameron soltaba sus tobillos.
—¡Maldición! ¡Quería matarlo! Leargan, no pierdas de vista a ese
bastardo.
En seguida, Cameron cubrió a Avery con la blusa rasgada y después
arrancó la sábana de la cama, tirándola en su espalda como un manto.

73
Highland Knight Hannah Howell

—¿Él te violó?
—No. Creo que pretendía atormentarme por mucho tiempo antes de
poseerme.
—¡Jesús! Cuando le ponga las manos encima a ese hombre…
—No lo harás.
—Ahora es imposible, pero en breve…
—¡No! —replicó Avery—. Porque seré yo quien lo mate.
Con un gesto súbito agarró el puñal de encima del lecho con que
Cameron había cortado las cuerdas que la cogían, y corrió fuera de la tienda. Él
la cogió con dificultad, haciéndola patear como loca. Sin embargo el cuidado que
tomaba para no herirlo con el arma le hizo ver que no estaba fuera de sí del
todo.
Pero estaban perdiendo tiempo y desperdiciando la oportunidad de una
fuga bien hecha, y cuando Cameron ya pensaba en tomar medidas drásticas con
Avery, que no paraba de patear, Leargan regresó y, pidiéndole disculpas como el
caballero que era, le dio un puñetazo en el rostro.
Fue lo acertado para dejarla sin sentido y, con un suspiro, Cameron la
colocó sobre sus hombros.
—Discúlpame, primo —susurró Leargan con voz contenida.
—No teníamos elección —replicó Cameron, corriendo hacia fuera y
reuniéndose con los demás hombres—. Por cierto estaba a punto de hacer lo
mismo cuando llegaste. No había tiempo para hacerla razonar con claridad.
Aunque también desee matar Charles Deveau, es mejor que mantengamos la
cabeza fría, sino toda la familia de locos vendrá en persecución nuestra.
—Correcto. Ahora sólo tenemos que preocuparnos por la seguridad de
Avery. ¿Llegó a violarla?
—No —replicó Cameron, montando, y tomando a Avery de los brazos de
su primo que la había cogido—. Pretendía torturarla con constantes insultos y
amenazas. No me admira que Avery deseara matarlo con sus propias manos.
No bien todos los hombres montaron, Cameron espoleó su caballo
partiendo a galope, alejándose del campamento de los Deveau, que estaba en
auténtico alboroto.
Algunos soldados perseguían a los caballos aterrados por el fuego, otros,
tomados de sorpresa por los MacAlpin, luchaban en desventaja ante los
hombres bien armados de Cameron. Sir Charles había desaparecido.
Ahora sería una larga carrera hasta el puerto, porque Deveau no
aceptaría con pasividad la pérdida de su prisionera, en especial cuando le había
sido sustraída con tanta facilidad, haciéndolo parecer un tonto.
Dos horas más tarde el grupo de los MacAlpin se reunió con el resto de
sus amigos. Cameron envió algunos hombres a borrar las huellas, y tranquilizó a
Gillyanne y a Anne acerca de Avery. Viajarían sin parar por dos horas más,
decidió, y después acamparían para que Avery pudiera reposar un poco.

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Highland Knight Hannah Howell

Leargan no le había pegado con fuerza, sin embargo ella continuaba


inconsciente. Cameron había aceptado su palabra de que no fue violada, sin
embargo ella destilaba odio por todos los poros. ¿Qué le había hecho sir
Charles? La había encontrado desnuda, con las ropas cortadas por un cuchillo,
por lo tanto Deveau la había acosado de algún modo, pensó.
Cuando detuvieron la marcha por la noche, Avery ya había despertado
pero se sentía atontada. Cameron desmontó y ordenó que su tienda pequeña
fuera armada, con las pieles y más mantas. Dio instrucciones para que las
demás pertenencias permanecieran en la carreta, de modo que pudieran partir
rápidamente al amanecer.
—Necesito un baño —refunfuñó Avery, cuando Anne y Gillyanne se
aproximaron para saludarla.
Algo en su tono de voz hizo que Cameron notara que no debía
contrariarla, pero vaciló.
—No pretendía encender hogueras —explicó.
—No me importo si el agua está helada. Necesito un baño.
—Hay un riachuelo aquí cerca —dijo Anne—. Puede bañarse allá.
Gillyanne y yo la acompañaremos. —Avery accedió con un gesto de cabeza, y
Anne se volvió hacia la prima menor—. Llévala al riachuelo, niña. Las seguiré
con jabón, ropas secas y limpias. ¡Ve!
No bien las dos Murray se alejaron, Anne miró a Cameron.
—¿Fue violada?
—Dijo que sir Charles no abusó de su cuerpo, y lo creo, porque no tiene
marcas. Sin embargo estaba desnuda cuando la encontramos. Quería matarlo, y
luchó tanto por perseguirlo que Leargan necesitó darle un leve golpe. Parece que
aquel bastardo la atormentó mucho.
—La aterrorizó —resumió Anne con un suspiro.
—Estoy seguro que sí. ¿Pero eso la haría enfadarse tanto al punto de
querer matarlo?
—Puede ser.
Sin saber que decir, Cameron vio a Anne alejarse. Preocupado por la
violenta reacción de Avery y sus gritos de amenaza contra Deveau, llamó a Rob y
ordenó que la vigilara sin descanso.
En aquel momento Leargan se aproximó, y Cameron exteriorizó su
preocupación.
—A pesar de todas las amenazas y peleas, Avery nunca intentó matarme,
Leargan.
Su primo sonrió.
—Bien, ella no te tiene miedo.
—Muchas mujeres me temen y, de cierta forma, amenacé a su clan.

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Leargan dirigió una mirada grave a su primo, y comentó:


—Eres un hombre ceñudo, grande y fuerte, pero no asustas a Avery. Tal
vez sea preciso gruñir de tarde en tarde.
—¡Cierra la boca! —bromeó Cameron.
—Ya me callé. —Pero con expresión seria continuó—: Avery va a
necesitarte ahora, por lo tanto trata de ser más… dulce. —Se pasó los dedos por
los cabellos, un tanto incómodo—. No sé bien como se hace, pero sin duda sólo
un baño no la hará sentirse restablecida. Necesitará de simpatía para disipar su
angustia.
—Sorcha, la hermana mayor de Gillyanne, fue violada —dijo Cameron
en voz baja.
—Bien, eso puede explicar el terror de Avery.
—Sí. Buenas noches, Leargan. Tal vez no sepa como consolar a una
muchacha aterrada, pero no puedo dejarla sola.
—Claro que no.
—Finalmente, aún puede tener la idea fija de matar al hombre.

—¿Estás más tranquila, muchacha? —preguntó Anne, después de frotar


el cuerpo de Avery de arriba a abajo y vestirla con ropas limpias.
—Un poco. Aún quiero matar a ese bastardo, pero la locura terminó.
—Sonrió a Gillyanne, que comenzó a peinar sus cabellos aún mojados—. Y tengo
que vengarme de Leargan y de su golpe.
—Bastará gemir de vez en cuando y tocarte la barbilla con aire triste, así
Leargan se pondrá de rodillas, implorando tu perdón.
Avery rió levemente.
—No sé si deseo atormentarlo tanto. —Se estremeció levemente y se
pasó los brazos alrededor del cuerpo—. Pensé que un baño alejaría el recuerdo
del contacto de las manos de sir Charles, pero aún consigo sentirlo.
—Pobre muchacha. —Anne la abrazó.
—Deja de pensar en cosas desagradables. —aconsejó Gillyanne, al
acabar de trenzar los cabellos de su prima. Miró hacia la otra orilla del
riachuelo—. ¿Qué está haciendo ahí Rob?
—Creo que está vigilándome —murmuró Avery.
—¡Cameron no puede imaginar que intentarías huir después de todo lo
que pasó!

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Highland Knight Hannah Howell

—Sí, pero tal vez piense que agarraré una daga, y correré al
campamento de los Deveau para apuñalar a sir Charles. —Avery cogió las manos
de Gillyanne y Anne, feliz con la compañía segura de sus amigas—. Es mejor
volver a la tienda de Cameron y asegurarle que ya no tengo un ataque de furia.
Si hubiera matado a sir Charles, los bosques y carreteras de Francia estarían
ahora infestados de Deveau en búsqueda de venganza. Fue lo que sucedió con
mi pobre madre, y ella era inocente.
Gillyanne afirmó.
—Tal vez sí permites que Cameron te abrace esta noche, él pueda alejar
los malos pensamientos.
—Puede ser… Es mejor además que aquel grandulón tenga alguna
utilidad —bromeó Avery.
Las tres rieron con ganas.
Después de entrar en la tienda, descubrió que Cameron la observaba
con atención. Sólo vistiendo las ropas de la parte inferior, se volvió y la miró
acostado en la cama de pieles, con su maravilloso físico a la vista. Avery se sintió
contenta de que él no hubiera cambiado de actitud sólo por lo que le había
sucedido aquel día. Era el mismo hombre de las noches anteriores y, de cierta
forma, eso hacía que el trauma disminuyera.
—Si estás esperando que de pronto comience a soltar espuma por la
boca, agarrar tu espada y salir corriendo en medio de la noche, vas a perder tu
tiempo.
—Sería bien gracioso —replicó Cameron con una leve sonrisa.
Ella corrió a su lado.
—¿Lo encuentras divertido?
—¿Qué te hizo ese bastardo, Avery?
—¿Aparte de atarme a la cama, rasgar mis ropas de arriba a abajo con
un puñal, y amenazarme con colocar la semilla de un odioso hijo suyo en mi
vientre?
—Sí, aparte de eso, aunque con esa descripción que hiciste me dan
ganas de arrancarle el corazón a Deveau.
—Perfecto, con la condición de que me dejes ayudarte —replicó Avery,
comenzando a acariciarle el pecho de modo lento y sensual—. También me tocó,
y con tanta frialdad en su mirada, que fue peor que si lo hubiese hecho con
lujuria. Nunca antes logré comprender la extensión de la maldad de los Deveau
y lo que mi madre tuvo que afrontar.
—Sin duda es una mujer valerosa —replicó Cameron, tratando de
esconder el odio que sentía en el corazón contra sir Charles.
Avery le besó el pecho, pero Cameron luchó contra el deseo, imaginando
que sería insensible de su parte, después de lo que ella había pasado. Avery
comprendió, pero insistió. Necesitaba las caricias del hombre amado para
olvidar el trauma vivido.

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Highland Knight Hannah Howell

—¿No vas darme un beso de buenas noches? —pidió, frotando su


pequeño pie en la pierna musculosa.
—Si hago eso no podré parar. Ahora que conocí tu pasión, ya no consigo
controlarme.
Entonces Avery le pasó los brazos por el cuello, y murmuró:
—Acaba con el frío en mi cuerpo, Cameron.
Él a contempló por un instante, y después la besó, ambos entregándose
a las delicias del acto amoroso. Las caricias y gemidos inundaron la tienda, y
Avery parecía un náufrago agarrado a una tabla de salvación.
Cuando por fin Cameron se alejó, exhausto y sin aliento, ella se acurrucó
en sus brazos, sintiéndose a salvo y protegida.
—¿Eso ayudó, muchacha? —preguntó el lord, besándole la frente con
cariño.
—Sí. Ya no siento frío.
—Entonces descansa. Pronto amanecerá.
—¿Crees que tenemos que correr hacia el puerto? ¿Deveau nos
perseguirá? —Cuando sintió que él vacilaba, continuó—: Ni pienses en
mentirme. Sir Charles lo hará sólo porque desea tenerme para vengarse de mi
madre, ¿cierto?
—Existe esa posibilidad, pero no permitiré que ese bastardo vuelva a
ponerte las manos encima.
Avery encontró extraño que un hombre deseoso de usarla también como
venganza condenara a otro por los mismos motivos, pero se calló. Cameron no
actuaba por ganancia ni malicia, y jamás la lastimaría.
Tal vez lastimase su corazón, pero eso era otra cosa. Sin embargo sir
Charles sin duda haría todo para destruirla física y espiritualmente.
—Estamos a mano —murmuró él, ya tonto de sueño.
—¿Cómo?
—Salvaste mi vida y la de mis hombres, y hoy salvé la tuya. La deuda
está saldada, y todo vuelve a estar en cero.
Avery concluyó que estaba demasiado cansada para comenzar una
nueva discusión.

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Highland Knight Hannah Howell

12

Al aproximarse al río que necesitaban cruzar, Avery se sintió inquieta.


Miró alrededor sin ver señal de peligro. Los hombres que la rodeaban también
parecían no haber visto nada, sin embargo la sensación continuaba.
—¿Pasa algo malo, Avery?
La joven lanzó una mirada a Gillyanne sentada atrás, en la silla. Se
había sorprendido cuando Cameron las había despachado juntas en el mismo
caballo, sin embargo luego había observado como un grupo de hombres las
rodeaba en el viaje. No era una guardia para impedirles huir, pensó, sino para
protegerlas de los Deveau, por lo tanto, tolerable. Sin duda era la forma más
eficaz de mantenerlas seguras. Cameron sabía que Gillyanne también corría
peligro.
—El río parece profundo y sus aguas son bravas —observó Avery.
—Sí, pero podremos cruzarlo.
Avery miró a su alrededor.
—Me siento tan recelosa…
—Los Deveau quedaron atrás, prima.
—Tienes razón. Tal vez sea el hecho de que estemos huyendo hace tres
días lo que me tiene agotada, y veo sombras donde no existen. Y estamos
dirigiéndonos a Escocia muy deprisa. Luego llegaremos a Cairnmoor y mi
historia tendrá su desenlace.
—Estás perdiendo tiempo rumiando esos pensamientos sombríos, en
vez de intentar conquistar de una vez por todas a ese terco. Creo que te hiciste
muy importante para sir Cameron. Te salvó de las manos de sir Charles y se
preocupa por mantenerte a salvo.
—Necesita de nosotras dos para hacer que Payton se case con su
hermana.
—Sí, al principio sólo era eso, pero las cosas cambiaron, estoy segura.
Por lo demás, Cameron posee otros motivos para preocuparse tanto por ti…
Avery suspiró.
—A veces también pienso así, sin embargo no es lo que nosotras
pensamos lo que interesa, sino lo que Cameron desea.
En la grupa, Gillyanne afirmó, moviendo su cabeza con comprensión.

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Highland Knight Hannah Howell

—Los hombres tienen ideas diferentes, pero eso no significa que no


recobren el juicio antes de que sea demasiado tarde. A veces, es preciso que
pierdan algo para entender cuán valioso es.
Avery no dejaba de asombrarse con la perspicacia de su joven prima.
—Si Cameron siente que soy valiosa de algún modo, intentará alejarse
de cualquier manera. Es un hombre que guarda su corazón bajo siete llaves.
—Nadie consigue hacerlo para siempre.
—Bien, no podemos preocuparnos de eso ahora. —Avery frunció el ceño
al aproximarse con el resto del grupo a la orilla del río para cruzarlo—. Sería
bueno que hubiera un puente.
—¿Ese río te tiene muy preocupada, no?
—Tengo un presentimiento. —Miró a Donald, que colocaba algunos
bultos en la carreta, y se volvió a Cameron, que se había detenido a su lado—.
Tal vez fuera conveniente que el joven Donald atravesara a caballo.
—Está todo bien, Avery —replicó él, emocionado por la preocupación
que ella demostraba en relación a su gente—. La carreta aguantará bastante
peso.
—Tienes razón.
Aún así Avery se sentía tensa al ver el carro penetrar en el agua con Rob
adelante, intentando contener al nervioso caballo. Se volvió para hablar otra vez
con Cameron, pero descubrió que él ya se había alejado. Apretó los dientes, y se
volvió a observar la escena en el río. Comenzaba a admitir que era una tonta, y
fustigó su caballo para seguir a los demás, sin embargo su corazón se aceleró al
divisar que la carreta se caía ligeramente hacia un lado.
Por descontado la rueda derecha trasera había caído en un agujero y,
con el movimiento brusco, Donald soltó un grito y se hundió en el río, con la
fuerte corriente comenzando a arrastrarlo.
Nadie partió en su ayuda, haciéndola ver que no había nadadores entre
los MacAlpin. Algunos hombres penetraron en el río a caballo para salvar al
muchacho, pero la profundidad de las aguas dificultaba el avance de los
animales. Dos soldados casi consiguieron agarrar al desdichado, pero los
animales se negaron a proseguir.
Con un suspiro irritado, Avery espoleó su caballo, haciéndolo entrar en
las aguas.
—Coge las riendas —ordenó a Gillyanne, mientras se sacaba las botas y
el pesado manto.
Cameron ya había descubierto su intención y se aproximaba. Avery
sabía que intentaría impedírselo, pero ella era la única que podría intentar
salvar el muchacho. Montando de lado en la silla, se recogió las faldas, las pasó
en medio de las piernas, y se las amarró en la cintura. Cameron estaba a punto
de alcanzarla, cuando Avery penetró en las aguas frías, se sumergió, y nadó en
dirección de Donald.

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Highland Knight Hannah Howell

—Colin, has que todos rodeen las orillas —ordenó Cameron—. Leargan,
ven conmigo. Esa niña tonta va a matarse —gritó, galopando a lo largo del río,
sin perder a Donald y a Avery de vista.
—Mi prima nada muy bien —gritó Gillyanne para hacerse oír entre el
ruido de las personas, los caballos y de las aguas turbulentas, mientras seguía a
Cameron.
El líder de los MacAlpin maldijo al ver a la pequeña seguirlo, en vez de
acompañar a los demás. Respondió en el mismo tono:
—Ya lo noté, pero Donald tiene el doble de su tamaño.
No se sintió tranquilo al ver que Gillyanne se callaba.
No era fácil, pero Avery ignoró el intenso frío del agua, aunque
penetraba en sus huesos como un puñal. Las ropas empapadas le pesaban
mucho, dificultando sus movimientos. Sin embargo mantenía los ojos en
Donald, y continuaba nadando. El muchacho pataleaba, y eso era bueno, porque
lo ayudaba a permanecer en la superficie y posponer el descenso río abajo.
Cuando descubrió que era seguido, mostró un miedo aún mayor.
Con cautela, Avery se aproximó, sabiendo que un ahogado aterrorizado
podría llevarlos a los dos a la muerte.
—Donald —gritó, intentando convencerlo de que la dejara ayudarlo.
—Avery, no quiero morir ahogado —replicó el muchacho, tragando
agua.
—No morirás si haces lo que yo te ordene. ¿Comprendes?
—Sí.
—Tranquilízate. Estoy aproximándome, y no querrás darme con un
brazo, ¿cierto?
—No. Tengo frío, Avery.
—Lo sé. —Con un gesto rápido, se aproximó lo suficiente para pasarle
un brazo por detrás, rodeándole el pecho—. Acércate a mí, Donald. Relájate.
—Se quedó sorprendida al ver cómo él la obedecía sin dudar, depositando toda
su confianza en ella—. Sacude las piernas con calma… Así mismo. Más
despacio… ¡Eso es! —Distinguió algunos arbustos emplazados en varias rocas
más cerca que la orilla—. Voy a arrastrarte, y continúa moviendo las piernas.
Vamos a nadar hasta esos matorrales.
—¿No sería mejor que fuéramos directo a la orilla?
—Las piedras están más cerca y podremos cogernos hasta que tiren una
cuerda. Donald, eres muy pesado. Puedo mantenerte en la superficie, pero no
conseguiré arrastrarte por mucho tiempo.
—Estoy viendo a sir Cameron.
—Muy bien. Nos va a tirar la cuerda.

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Highland Knight Hannah Howell

No bien alcanzaron los arbustos en las piedras del río, Avery se cercioró
que el muchacho se había cogido bien, antes de soltarlo. Entonces trató de
agarrarse también a las ramas mojadas y, para su alegría, vio a Cameron,
Leargan y Gillyanne en la orilla. El jefe de los MacAlpin cogía una cuerda
gruesa.
—Voy a agarrar la cuerda cuando la tiren —Avery avisó a Donald—. No
dejes los arbustos, aunque te sueltes. No tengas miedo. Iré detrás de ti y las
ramas te mantendrán flotando.
—Pero vas a necesitar mi ayuda para amarrar la cuerda en tu cintura
—protestó Donald.
—Tú primero, y no discutas conmigo —advirtió, al ver que él se
resistía—. Sé nadar, Donald, por lo tanto tendrás que ser rescatado en primer
lugar.
Después de dos intentos, Avery agarró la cuerda que Cameron había
tirado. La piedra que había amarrado en la punta para que hiciera más peso le
había dado en el hombro y le dejaría un hematoma, pero ya estaba
acostumbrada a magullarse.
—Pasaré la cuerda por tu pecho y quiero que respires hondo —dijo a
Donald, rezando para que los dedos congelados consiguieran hacer los nudos—.
Cuando grite que estamos listos, toma aliento, porque podrás tragar agua pero
será rápido. ¿Entendiste?
—Sí, milady.
—E intenta flotar cuando sientas la cuerda estirada. Será más fácil.
—Avery respiró hondo y gritó—. ¡Ahora!
Tomando aliento, Donald soltó las ramas. Con rapidez fue tirado hacia
la orilla, y Avery aguardó que la cuerda fuera tirada de nuevo, sin embargo no
conseguía cogerla a causa de los dedos congelados, y comenzó a entrar en
pánico.
—¡Avery no consigue coger la cuerda! —gritó Gillyanne.
—Vamos a intentarlo una vez más —murmuró Cameron.
Pero Gillyanne ya comenzaba a quitarse sus propias ropas,
murmurando:
—Va a tener calambres cada vez peores.
—Niña, no puedes estar pensando en ir a rescatarla.
—Eso mismo pretendo hacer. —Mientras hablaba, Gillyanne se quedó
sólo con la ropa interior—. ¿Hay cuerda suficiente para amarrarme y dejar un
buen tramo para Avery?
—No puedo permitir que lo hagas.
—Es preciso. Ninguno de ustedes sabe nadar, y si las manos de Avery
están demasiado heladas para conseguir coger la cuerda, pronto tendrá que
soltar los arbustos.

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Highland Knight Hannah Howell

Maldiciendo, sin tiempo para idear otro plan de salvamento, Cameron


pasó la cuerda por la fina cintura de Gillyanne, y dejó un buen tramo libre para
Avery.
—Si creo que corres peligro, te tiraré de vuelta —avisó.
—Está bien.
En seguida, Gillyanne se zambulló en las aguas profundas.
—Dios mío —susurró Leargan, pasando una manta sobre la espalda del
pobre Donald, que temblaba como vara verde—. Necesitamos añadir a la lista de
cualidades de las jóvenes Murray que son excelentes nadadoras. —Observó, de
modo tenso, a Gillyanne moverse con fuertes brazadas en dirección a Avery—.
Necesitamos aprender a nadar también.
Cameron se limitó a concordar con un gesto de cabeza, los ojos fijos en
Avery. Sabía que ella había actuado con valor y generosidad, salvando a Donald,
y se sentía contento por el muchacho, pero si esa aventura acababa bien, se
prometió a sí mismo, que la estrangularía por ser tan osada.
Mientras, dentro del río, Avery murmuró:
—¿Gilly? No debiste arriesgarte tanto.
Pasando la cuerda por la cintura de su prima, la niña replicó:
—Ni tú.
—El agua es más helada de lo que imaginé.
—Sin duda tiene nieve derretida, ¿no pensaste en eso, tonta? ¿Estás
lista?
Inmediatamente, Gillyanne probó el nudo de la cuerda.
—Sí.
Avery apenas tuvo tiempo de tomar aliento, cuando Gillyanne ya había
hecho una señal a Cameron. Luego ambas fueron tiradas hacia la orilla con
rapidez. Al alcanzar tierra firme, dejaron escapar un largo suspiro.
Nada se dijo mientras las dos primas eran cubiertas por gruesas mantas.
A pesar del frío y del cansancio, Avery podía sentir la rabia de Cameron, que la
había apretado en sus brazos, mientras se reunían con el grupo.
Enfadada, pensó que debería estar agradecido por tener a salvo a uno de
sus hombres, pero trató de calentarse e ignorar su mal humor. Si pretendía
pelear, era mejor esperar hasta que descansara.
Casi durmiendo, se vio en las manos de Anne, que se apresuró, junto
con las otras mujeres, a secar y vestir con otras ropas a las muchachas Murray.
Por fin, siempre en silencio, Cameron las recibió y colocó en la carreta de los
equipajes, cubriéndolas con pieles. Avery podía oír a Donald conversando, y
percibió que todo estaba bien.
—No quiero descansar —protestó Gillyanne, mientras Cameron la
arropaba.

83
Highland Knight Hannah Howell

—Tu misión por el momento es ayudar a calentar a esa terquedad en


forma de mujer —chasqueó el jefe.
Avery entreabrió los ojos, y murmuró, mientras Cameron se alejaba:
—Tengo frío, Gillyanne.
La niña se acercó.
—Acércate a mí.
—Oí hablar a Donald, y sé que se recuperó.
—Sí. No siente frío como tú, o tal vez estuvo dando brazadas con tanto
vigor que la temperatura del cuerpo subió.
Avery dijo, entumecida de sueño y cansancio:
—¿Por qué será que Cameron está tan furioso?
—Tal vez porque su presa casi murió, o porque estuvo a punto de perder
a su amada y ni siquiera pensó en su hermana ultrajada. Está enfadado porque
te arriesgaste y él no estaba en condiciones de ayudar a Donald. Los hombres
detestan demostrar flaqueza.
—Mucha gente no sabe nadar —murmuró Avery, en medio del sueño
que la poseía.
Gillyanne movió la cabeza concordando, y bostezó también.
—Estoy exhausta igual que tú.
—No necesitas convencerme para que duerma, pues ya estoy
durmiendo.
Apenas terminó de hablar, Gillyanne le observó la respiración
acompasada. En aquel instante Cameron se aproximó y acarició la cara de
Avery, sintiéndose incómodo al percibir que la menor aún no dormía. Intentó
disfrazarlo.
—Ella dejó de temblar —comentó.
—Lo sé —replicó Gillyanne, abrigándose entre las pieles.
—¿Quién les enseñó a las dos a nadar tan bien?
—Familiares.
—De cualquier modo, fue muy valiente el rescate de Donald. ¿A quién se
parece Avery? ¿A su hermano?
—No, a su padre, que es mi tío Nigel. Payton es una mezcla de sus
padres. Muy guapo. Las mujeres se vuelven locas por él, a pesar de ser muy
flaco.
Cameron no consiguió ocultar la curiosidad.
—¿Y por qué es tan flaco?
—Tal vez porque la mayoría de la familia es así. Pero tiene cabellos
rubios y piel dorada como la de Avery. Es muy alto y elegante. Puedo imaginar
porqué su hermana se sintió atraída.

84
Highland Knight Hannah Howell

Por un instante Cameron la miró con severidad, y después murmuró:


—Avísame si sientes que Avery está febril.
Aún dando órdenes a los hombres y buscando un lugar seguro para
pasar la noche, Cameron no conseguía olvidar las palabras de Gillyanne. La
descripción que había hecho de Payton lo había perturbado.
¿Podría ser que Katherine lo había visto y se había enamorado de tal
forma al punto de mentir para conquistarlo? No negaba que su hermana era una
mimada, y que siempre conseguía lo que deseaba. Tal vez Payton no había
correspondido a su interés, y ella se había ofendido, acusándolo de algo que no
había hecho. Kate no había imaginado que su mentira tendría tanta repercusión,
y ahora no sabía como reparar lo que había hecho.
Cameron maldijo, creyendo que estaba siendo desleal con su hermana.
Si continuaba con aquella línea de pensamiento, acabaría considerándola una
mujer dispuesta a pasar por encima de todo y todos a fin de conseguir sus
objetivos. ¿Pero… y sí fuera eso?
Trató de pensar en Payton con más templanza. Ya dudaba mucho de la
violación, y comenzaba a no creer además en la seducción. Y todo eso porque
había llegado a conocer a las muchachas Murray muy bien. No podía creer que
Avery y Gillyanne, tan correctas y nobles, defendieran a la oveja negra de la
familia con tanta vehemencia.
Restaba la posibilidad de que sir Payton y Katherine hubiesen
mantenido un romance, y Cameron se encariñó con esa idea. A pesar de que
Avery había dicho que su hermano no se liaría con una virgen, Katherine podía
haberse embarazado y entrado en pánico.
Fuese como fuese, pensó, su hermana necesitaba un marido. Había
acusado a Payton, y todos lo sabían. No era posible que la joven hubiera
mentido sobre todo. Sir Payton la había seducido y necesitaba remediar la
situación.
Cameron sólo deseaba más informaciones acerca del hermano de Avery.
Eso lo ayudaría a madurar las ideas sobre lo que hacer al llegar a Cairnmoor.
Finalmente, no debía ofender o insultar al hombre que sería su cuñado.
Volvió al carro, y encontró a Gillyanne y Anne inclinadas sobre Avery.
—¿Pasa algo malo? —preguntó, intentando no parecer muy nervioso.
—Necesitamos dejar de viajar, milord —dijo Anne.
—¿Qué sucede con Avery?
Al mismo tiempo que hacía la pregunta, Cameron no deseaba oír la
respuesta, ante la mirada preocupada de Anne.
—Tiene fiebre, milord —respondió la mujer.
Cameron sintió un frío en la columna.

85
Highland Knight Hannah Howell

13

—Calor…
—Lo sé, pequeña. —Cameron volvió a humedecer el paño en el tazón de
agua fresca y, con mucho cuidado como venía haciendo los últimos tres días,
mojó el rostro de Avery, por milésima vez—. Va a pasar.
Avery entreabrió los ojos e intentó fijarlos en el dueño de aquella
profunda y conocida voz.
—¿Cameron? Estoy muy caliente.
—Es la fiebre. —Comenzó a mojarle los brazos—. La zambullida en el río
te hizo enfermar.
—Entonces voy a morir.
—¡No! Vas a vencer este obstáculo también.
—Estoy muy cansada. ¿Dónde están mamá y tía Maldie?
Cameron sintió oprimírsele el corazón al descubrir que ella no razonaba
con claridad como había imaginado. Le dio un poco del brebaje de hierbas que
Gillyanne había preparado e insistía que se lo diese a Avery, y la cogió por los
hombros, manteniendo la cabeza afirmada en su pecho.
Consideraba un milagro que una criatura tan frágil soportara la fiebre
por tanto tiempo.
—¿Fue tía Maldie quien lo hizo? —murmuró la joven, después de beber.
Cameron le acomodó la cabeza en la almohada.
—Tu tía no está aquí. Continuamos en Francia.
Avery pareció de súbito aterrada.
—¡Deveau! —susurró—. ¡No dejes que me toque!
Cameron le cogió las manos.
—Jamás, muchacha. ¡Juro que lo mantendré alejado! —Suspiró al ver
las lágrimas rodando de los ojos color ámbar—. Deveau nunca más te acercará
ni un dedo. No lo permitiré.
—Pero… pretendes dejarme.
—No, mi bien. Me quedaré a tu lado como un ángel de la guarda.
—Por el momento. Después me abandonarás. Y no tuve tiempo para
hacer que me desearas para siempre…

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Highland Knight Hannah Howell

Cameron le besó la frente acalorada.


—Pero ya te deseo. ¿No te lo demostré?
—Sólo en la cama, nada más. Necesito tiempo, y no tengo… No conseguí
hacer que me ames cómo yo te amo… No es justo… El amor debe ser
correspondido… No es justo…
Sin embargo Avery interrumpió su balbuceo, sumergiéndose en un
sueño profundo.
Despacio Cameron se levantó, se sirvió de un gran vaso de vino, y bebió
de un solo trago. Avery deliraba, se dijo a sí mismo. Estaba sumergida en un
mundo de sueños y recuerdos, y tal vez lo hubiera confundido con otro.
Quien sabe sí hablaba de un hombre que sólo existía en sus fantasías,
pensó. Pero sí Avery se refería a él, Cameron MacAlpin, eso representaba un
gran problema. Necesitaba devolverla a su familia bajo amenazas, y hacer que
Payton se casase con Katherine. Dudaba que, sabiendo eso, Avery lo amara.
—Si pretende aprovecharse de lo que ella dijo en un delirio, le corto el
cuello.
Cameron se volvió, nada sorprendido de ver a Gillyanne, aunque la
expresión fría en el bonito rostro lo sorprendiera.
—Tienes razón, tu prima está delirando, y dice cosas sin sentido. No
tomé en serio lo que oí.
Gillyanne sonrió con ironía.
—Si eso le hace sentirse mejor, no voy a discutirlo.
Cameron pensó que a veces era difícil creer que Gillyanne sólo tenía
trece años, pues actuaba como una mujer adulta.
La niña se aproximó y colocó la mano sobre la frente de su prima,
comentando:
—Parece que las hierbas no están haciendo efecto.
—Pero tampoco ha empeorado.
—Sí, sin embargo la fiebre ya debería haber cedido. Anne está
preparando un baño frío y vamos a sumergirla en el agua.
—¿Lo encuentras aconsejable?
—Mi tía Maldie suele recomendarlo a quienes tienen fiebre.
Cameron creyó mejor no discutir. No bien Avery había enfermado,
había descubierto que las recomendaciones de la tal tía Maldie eran sagradas.
Pero ya que las enseñanzas de la señora habían conservado a Avery con vida
hasta el momento, sin duda debía saber lo que hacía.
Simplemente le parecía extraño darle un baño frío cuando Avery había
enfermado a causa de las aguas heladas del río.
—Leargan está preparándose para buscar a Deveau —dijo Gillyanne,
observándolo con la mirada inteligente que siempre lo desconcertaba—. Está

87
Highland Knight Hannah Howell

esperando que vaya a su encuentro. Cuando vuelva ya habremos bañado a


Avery.
—Creo que a ella le gustará lavarse los cabellos.
Gillyanne sonrió ante el comentario.
—Sí. Nos ocuparemos de eso.
Temiendo comenzar a hablar lo que no debía en frente de la muchacha,
Cameron trató de salir al encuentro de Leargan. Dijo a sí mismo que era ridículo
sentirse tan confundido delante de una niña, sin embargo siempre tenía la
impresión de que Gillyanne leía sus pensamientos, y traspasaba cualquier
armadura interna que usara para despistar o protegerse. Se sentía tentado a
preguntarle lo que veía cuando lo miraba con tanta atención, sólo para saber si
su confusión mental se disipaba, porque tampoco conseguía, en los últimos
tiempos, analizar sus propios sentimientos.
Después de responder a su primo que deseaba saber sobre el estado de
salud de Avery, partió del campamento a su lado. La tarea de intentar saber sí
Deveau los había seguido y estaba cerca no lo hacía olvidarse de la enferma, y
cada vez se sentía más angustiado.
La mera posibilidad de que ella muriese lo desesperaba, pero se negaba
a analizar la razón de eso. La única cosa de lo que estaba seguro era que estaba
hechizado por su sensualidad, y no conseguía olvidar las noches de pasión. La
deseaba con una fuerza que jamás había imaginado fuese posible.
—El bastardo desistió de perseguirnos, o nos va a sorprender en los
muelles —dijo Leargan.
Volvieron hacia el campamento, y Cameron comentó:
—Necesitamos llegar al puerto de cualquier manera, pero con mucha
cautela.
—Y aún tenemos días de viaje por delante. Aunque la fiebre disminuya
por la mañana, Avery necesitará varios días de reposo hasta que se sienta lo
suficiente fuerte para proseguir el viaje, y aún así despacio para no fatigarla.
—Sí, pero eso dará mucho tiempo a Deveau para prepararse. Quien sabe
sí tendré el placer de matarlo por fin. Avery está aterrada y, aún delirando, teme
que el maldito se aproxime. —Cameron sonrió—. Gillyanne me dijo que quiere
salir en busca de Deveau y traer su cabeza cortada para dársela a su prima.
Leargan rió.
—Y estoy seguro de que habla en serio. Siempre que la niña menciona a
Deveau su rostro se endurece como una piedra, y sus ojos brillan de odio. Su
hermana fue violada, y parece que los Murray no sienten piedad por los
violadores.
Cameron concordó y confesó:
—Por eso comienzo a dudar que sir Payton haya violado a Katherine.
Creo que Avery y Gillyanne no lo defenderían sí fuera culpable.
—¿Y sí Katherine realmente mintió?

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Highland Knight Hannah Howell

—No sé. Necesito conversar con ella. Pero aunque hayan tenido un
breve romance, la honra de mi hermana fue mancillada, y Payton necesita
reparar el error. En especial si ella estuviera embarazada. Katherine precisa de
un marido.
—Si lo fuerzas a casarse perderás a Avery, y no creo que eso te deje
indiferente —replicó Leargan.
—Ningún hombre está listo para dejar a una mujer que calienta su lecho
con placer.
Apenas dijo las palabras, Cameron se avergonzó por hablar de ese modo
sobre Avery, pero se consoló diciéndose que era lo mejor, y que necesitaba
mantenerse indiferente.
—Tienes razón —replicó Leargan en tono irónico, dejando ver que no
había creído la explicación de su primo.
Eso irritó aún más a Cameron, y lo hizo continuar.
—Tanta actividad sexual después de tres años de castidad deja a un
hombre confuso. Cuando todo esté resuelto, voy a disponer de una amante
experta, a tiempo completo.
—Sí, una prostituta mercenaria es todo de lo que necesitas para
olvidarte de Avery.
Cameron lanzó una mirada feroz a su primo, molesto por la manía que
Leargan había adquirido de hacerse su conciencia.
—Y tú necesitas un garrotazo en la cabeza para mantener la boca
cerrada —gruñó.
Leargan sonrió pero se quedó quieto. Sin embargo Cameron sabía que
no silenciaría sus propios pensamientos. Lo último que deseaba admitir ante su
primo es que en los últimos días sentía un miedo terrible de perder a Avery.
Intentaba convencerse de que era sólo lujuria combinada con cariño por la
muchacha. Admitir que sus sentimientos iban más allá de eso era imposible.
Sería una tragedia.
Cuando penetraron en el campamento, vio a todos agrupados frente a
su tienda.
—Avery murió —murmuró, sintiendo un miedo horrible de desmontar y
enterarse de las novedades.
—O se recuperó —añadió Leargan—. Sólo hay un modo de saberlo,
Cameron.
Era lo último que el jefe de los MacAlpin deseaba hacer, sin embargo se
apeó del caballo, también, y se encaminó hacia el lugar.
Alguien cantaba con voz melodiosa y fuerte, y era eso lo que había
reunido a todos frente a la tienda. La canción era conocida, una balada francesa
sobre el amor, y Cameron siempre la había considerado tonta. Pero en aquel
momento no pensaba así, y perdonó a Rob al verlo llorar de emoción.

89
Highland Knight Hannah Howell

Cuando el último acorde terminó, una mano surgió por un breve


instante en la abertura de la tienda, desapareciendo a continuación, y luego las
personas comenzaron a alejarse, pero Cameron cogió a Donald por el brazo.
—¿Quién estaba cantando?
—Gillyanne —respondió el muchacho.
—¿La niña tiene esa voz? —exclamó Leargan, estupefacto.
—Sí, y no entiendo por qué no canta a menudo. Rob siempre llora
cuando la oye.
—¿Cómo nunca la oí antes? —quiso saber Cameron.
—Gillyanne sólo comenzó a cantar cuando Avery enfermó y milord está
ausente del campamento. Anne dice que eso calma a Avery. Gillyanne es tímida.
Por lo tanto resolvimos no insistir para que cantara. Anne nos hizo prometer
que no la incomodaríamos con eso, por lo tanto fingimos ignorarlo.
—Entonces fue la mano de Anne la que vi surgir en la hendidura. Estaba
avisando que había terminado, y que todos se alejaran. —Cuando Donald
gesticuló que sí, Cameron sonrió—. Ve a buscarme algo para comer y beber,
muchacho.
Cuando el soldado se alejó, Leargan preguntó a su primo:
—¿Crees que Gillyanne tiene conciencia de cuan bella es su voz?
—Creo que no. Debe considerarse buena cantante, pero no sospecha que
hace a un hombretón como Rob llorar de emoción.
—Bien, voy a acostarme y fingir que no oí a un ángel —dijo Leargan
alejándose.
Cameron sonrió, y entró en su propia tienda, cuando Gillyanne se
preparaba para salir. La niña se sonrojó, como sí sospechara que él la había oído
cantar, y eso lo sorprendió. ¿Cómo alguien podía avergonzarse de un don tan
maravilloso?
—¿Cómo está Avery? —preguntó—. ¿El baño frío funcionó? —Se
aproximó al lecho y pasó los dedos por el rostro de la joven—. Parece más fresca.
—Sí. Fue muy bueno. Lo haremos de nuevo, aunque a ella no le haya
gustado.
—¿Volvió en sí?
Gillyanne rió.
—¡Y cómo! Maldijo y llamó de demonios a todas la que la forzaron a
entrar en el agua fría.
Anne soltó una carcajada.
—La pequeña tiene un extenso vocabulario.
A continuación, pasó un brazo por el hombro de Gillyanne, llevándola
fuera de la tienda.

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Highland Knight Hannah Howell

—Es claro que está muy febril —parloteó Gillyanne, defendiendo a su


prima—. No se debe tomar en cuenta lo que una persona con fiebre dice,
¿verdad? Sería muy tonto.
Cameron resistió el deseo de darle una palmada a la niña sólo de broma.
Cuando creciera daría mucho trabajo a los hombres pensó, y le gustaría estar
cerca para presenciarlo. Suspiró, imaginando que eso jamás sucedería. Aunque
quisiera que Payton Murray se casara con su hermana, dudaba que un día
hiciera lo mismo y dispusiera de una esposa.
Cuando terminó la comida que Donald le trajo, se lavó y contempló a
Avery sobre el colchón de plumas que había mandado desenvolver sólo para
ella. Podría acostarse a su lado sí quisiera, pero desde que ella había enfermado
sólo dormitaba, siempre preocupado. Por fin, con cuidado, y el cuerpo molido
de cansancio, se estiró en el borde del colchón, mirándola. El rostro de Avery
estaba más fino, y los caldos que la hacían comer no eran suficientes para
reponerle las fuerzas.
—No morirás, Avery —murmuró, besándole el rostro. Aunque no
pudiera mantenerla a su lado, deseaba que fuera feliz. En verdad, no con otro
hombre, sino con su familia. No soportaba la idea de ver a Avery, tan llena de
vida, muerta y fría. Era injusto que falleciera antes de haber tenido tiempo de
vivir plenamente—. Dios, no permitas que esta maldita fiebre la consuma
—susurró—. Necesitaré saber que está viva y feliz en algún lugar, riendo,
discutiendo e insultando a alguien. Prefiero saber que estará con otro que
muerta. Por lo tanto, trata de vivir, Avery Murray, aunque sea sólo para no
verme desdichado.
Cameron le besó los labios calientes, apoyó la cabeza en la almohada,
cerrando los ojos. Necesitaba dormir un poco, sin embargo temía que,
adormecido, no la oyera pedir agua o gemir.
De pronto algo húmedo lo hizo abrir los ojos. La miró, y vio que sudaba
mucho. Le tocó la frente, y, emocionado, la sintió fresca.
Salió de la cama como un rayo, y fue llamar a Anne y Gillyanne. Las dos
pidieron que las dejaran a solas con Avery en la tienda, y él comenzó a pasearse
de un lado a otro, como una fiera nerviosa.
—Puede entrar ahora —llamó Anne, en el momento en que, impaciente,
él pretendía irrumpir en la tienda.
—Que gentileza la tuya invitarme a entrar —gruñó con sarcasmo.
—¡Silencio! —exigió Gillyanne poniendo un dedo sobre los labios.
Después apuntó a Avery, que dormía plácidamente. Cameron apenas
conseguía creerlo.
—¿Estás segura que la fiebre desapareció? —quiso saber.
—Sí. Le dimos algo de caldo y el remedio —dijo Anne—. Cambiamos su
ropa por otras más gruesas. Dormirá el resto de la noche. Lo peor ya pasó, estoy
segura. Buena alimentación y reposo es todo lo que necesitará.

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Highland Knight Hannah Howell

Cuando las dos salieron, Cameron volvió a acostarse y abrazó a Avery,


feliz por el frescor de su cuerpo.
—¿Cameron?
—No, soy el cuco —bromeó, intentando esconder la emoción que lo
invadía al oír su voz normal nuevamente.
—¿En serio? No sabía que el cuco era tan peludo —replicó ella con voz
pastosa.
—¡No lo soy! —replicó, fingiéndose ofendido, pero encantado al ver que
Avery había recuperado la vena irónica.
—¿Estuve enferma?
—Luchaste contra la fiebre por tres días, pero parece que venciste la
batalla.
—Entonces no proseguimos el viaje.
—Y nos quedaremos aquí algunos días más, hasta que puedas continuar.
—Entonces Deveau podrá alcanzarnos.
—No te preocupes por eso, muchacha. Descansa. Es todo lo que
necesitas. Podemos discutir sobre ese bastardo más tarde. Tal vez nos espere en
el puerto. Ahora, duerme.
—Me gustaría discutir contigo, pero estoy muy cansada.
Avery bostezó y se acercó a Cameron.
—Cuando te pongas más fuerte, me sentiré feliz de que riñamos de
nuevo —bromeó él.
Se sentía radiante como un niño al saberla fuera de peligro. Tal vez
fuera mejor dejar de pensar en el futuro, pensó, y gozar del presente en su
compañía. En breve ambos se durmieron.

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Highland Knight Hannah Howell

14

Avery sonrió débilmente al ver a Cameron lavarse antes de colocarse la


ropa. Sería el último día que pasarían en el campamento. Ella ya le había
costado una semana de atraso por la fiebre y la recuperación, pero había una
parte en su interior que ansiaba hacerse la enferma para continuar allí, al lado
del líder de los MacAlpin. Sin embargo eso era imposible.
Trató de pensar que el reposo la irritaba, así como los remedios amargos
que aún necesitaba tomar, y que una mujer enferma lo haría tornarse
indiferente. De forma despreocupada, admiró su torso, y la pequeña marca que
tenía junto al ombligo.
De pronto la imagen de un niño pequeño, de cabellos y ojos negros
surgió ante sus ojos. Se vio riendo y besando al niño llamado Alan y, cuando
Cameron la miró con desconfianza, volvió el rostro hacia otro lado.
—¿Está todo bien, Avery? Pareces nerviosa.
—No es nada. ¿Puedes llamar a Gillyanne?
—¡Claro!
Avergonzada, percibió que él imaginaba que quería a su prima para
ayudarla con sus necesidades personales, pero se aprovechó de eso para
disfrazar su ansiedad.
No bien Cameron se fue, llegó Gillyanne.
—¿Necesitas algo, prima?
—No. —Avery dejó la cama, rechazando la ayuda de la niña—. Dame un
minuto para lavarme, y después necesitamos conversar.
Gillyanne se sentó en la cama, mientras su prima desaparecía detrás de
la manta que había sido extendida para darle más privacidad.
—Está pálidas, Avery. ¿Estás mareada de nuevo?
—No, pero tuve un sobresalto.
En aquel instante Donald entró con su desayuno y, para disgusto de
ambas, el muchacho estaba conversador y decidió quedarse por algunos
minutos. Cuando finalmente salió, Avery se apresuró a encarar a su prima.
—Descubrí algo importante, Gillyanne, pero primero necesito hacerte
unas preguntas. ¿Te acuerdas del niño Alan, que Elspeth y su marido Cormac
encontraron solo en el bosque?

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Highland Knight Hannah Howell

—¡Sí, pobre pequeño! Abandonado para morir. Pero todo terminó bien,
porque Elspeth se ocupó de él.
—Y es un niño muy moreno.
—Sí, ojos y cabellos negros… —Gillyanne puso cara de espanto,
comprendiendo donde su prima quería llegar—. ¡No!
—¿Alan tiene una marca peculiar, cierto?
Gillyanne concordó.
—Una señal en forma de estrella junto al ombligo.
—¡Maldición! —Avery se recostó en las almohadas violentamente—.
Creo que descubrí quién es su padre.
—¿Cameron? ¿Estás segura?
En rápidas palabras Avery le contó sobre la marca del jefe MacAlpin.
—¿Estás segura que la señal de Alan era en forma de estrella?
—Sí. ¿Por qué? ¿Quieres que mire la marca de Cameron?
—No sé que pensar, Gillyanne.
—Él necesita saberlo.
—¿Pero y qué será de Elspeth y de Cormac? Aman al niño, y Alan ya
creció lo suficiente para considerarse un miembro de la familia.
—Sí, pero Elspeth y Cormac saben que Alan tiene un padre en algún
lugar, y creo que pensarían como yo sí supieran sobre Cameron.
Aunque Avery deseara discutir, sabía que Gillyanne tenía razón.
—Bien, ve a ver si aún está en el campamento y tráelo. Es mejor resolver
esto inmediatamente, antes de que pierda el valor.
—¿Crees que Cameron va a querer quedarse con el niño?
—Sí. Pero lo que me enfurece es que me traicionó, mintiendo sobre
tener un hijo. Volví a dudar de él y sólo puedo rezar para que me haga creer de
nuevo.
Cuando Gillyanne salió de la tienda, Avery tomó un trago de vino a fin
de tener fuerzas. Llegó a desear que su prima no encontrara a Cameron. Sin
embargo, minutos después, ambos entraron, y ella decidió ir directo al asunto.
—Vamos, Gillyanne —ordenó con voz serena.
La niña comenzó a desatar la camisa de MacAlpin, exponiendo su
vientre.
—¿Qué patraña es esta? —preguntó él, arreglándose la ropa con gesto
rápido.
—No seas recatado. Deseo que Gillyanne dé un vistazo a tu marca de
nacimiento.

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Highland Knight Hannah Howell

—Ya he visto el vientre de muchos hombres —corroboró la niña—.


Además de tus soldados, tengo primos y hermanos que están siempre con el
torso desnudo. Déjame mirar.
—Cameron, ¿puedes darme un voto de confianza? Es importante.
Ante las palabras de Avery, Cameron se quedó inmóvil, y Gillyanne
volvió a levantarle la camisa, observando la marca con atención.
—¿Es la misma? —quiso saber Avery.
—Idéntica —replicó Gillyanne con firmeza—. Hasta el color rojizo.
Las dos se observaron por un instante, y después miraron al líder del
grupo, con una mezcla de tristeza y sorpresa, haciéndole ver que tenían algo que
decirle y no era nada agradable. Tomó un trago de vino, y dejó que Avery le
llenara el vaso otra vez. La noticia debía ser realmente muy sórdida, pensó.
—Pretenden contarme algo que no me dejará contento, ¿acerté?
—Ambas gesticularon que sí, haciéndolo suspirar—. Entonces cuéntenmelo
inmediatamente.
—Primero necesito hacerte algunas preguntas —dijo Avery, bebiendo
para disipar el nudo en su garganta—. ¿Tuviste una amante llamada Anne
Seaton antes de dejar Escocia?
El rostro de Cameron se quedó rígido como sí fuera una estatua, y eso
fue suficiente para Avery.
—Sí —replicó él con voz ronca—. Fue mi amante por cierto tiempo antes
de mi partida a Francia.
—¿Mucho o poco tiempo antes?
Avery rezó para que él dijera mucho tiempo, porque imaginaba que
Cameron sería un buen padre para Alan. Pero si la respuesta era otra, entonces
se llevaría una gran sorpresa.
—Poco tiempo —replicó él finalmente—. La abandoné cuando la cogí
flagrantemente con otro hombre, y partí a Francia poco después.
—¿Y Anne Seaton vivía en un villa al borde de la carretera donde de vez
en cuando el rey pasaba con su comitiva?
—Sí, le compré una casa en los alrededores de la villa. ¿De qué se trata
finalmente, Avery?
—Por favor, Cameron, ten paciencia. —Suspiró profundo y prosiguió—.
¿Entonces la encontraste con otro hombre?
—Acababa de hacerle una breve visita aquella mañana y habíamos
hecho el amor, sí quieres saberlo. Después debía partir a la corte. El otro debía
estar a la espera, porque entró en la casa no bien salí.
—¿Tomaste ciertos cuidados antes de acostarse con ella? —preguntó
Gillyanne.
Cameron se quedó atónito por la pregunta directa de la niña. Sólo había
un motivo para tal interrogatorio, pensó. Con voz contenida respondió:

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Highland Knight Hannah Howell

—No. Anne me dijo que era estéril.


—Mintió, Cameron —replicó Avery con tranquilidad—. Ella tuvo un hijo
de ojos y cabellos negros, piel morena, y una marca de nacimiento parecida a
una pequeña estrella cerca del ombligo. La última vez que dormiste con Anne
Seaton fue… destacada.
—¿Cómo saben de todo eso? ¿Y cómo oyeron hablar de Anne Seaton?
—Sólo conocemos la historia. Fue nuestra prima Elspeth quién supo
sobre esa mujer, aunque todos ignoraban quién era el padre del niño. Parece
que sólo él, el hombre que compró la casa, y el otro con quien Anne lo traicionó,
sabían de su existencia, Cameron. Mi prima fue capturada una vez por sir Colin
MacRae y mantenida en aquella casa por un tiempo. —Avery cruzó los brazos
sobre el pecho—. Ahora, afírmate. Anne murió. Fue ahorcada y quemada por
brujería. Aunque eso fuese una mentira, la mujer era una asesina, porque en los
fondos de la casa encontraron enterrados los cuerpos de dos hombres y tres
recién nacidos. Parece que se había librado de los niños indeseables que tenía
con muchos hombres.
—¡Dios mío! —gimió Cameron, enojado al descubrir que fue íntimo de
una mujer tan perversa—. ¿Y ese niño de quién hablaste?
—Lo mantuvo vivo, a pesar de que nadie supo sí pretendía matarlo
luego. Anne se llenó de odio porque tú la abandonaste y, por venganza, no
bautizó ni dio un nombre al niño.
—¡Maldita! —gruñó Cameron.
—Hay más que contar, espera —prosiguió Avery, aliviada por
comprender que Cameron no había abandonado a su hijo, sólo había ignorado
su existencia hasta entonces—. Después que Anne fue ejecutada, el pueblo de la
villa dejó al niño en los bosques para morir. —El rostro de Cameron palideció, y
Avery sintió pena por su sufrimiento—. Elspeth y Cormac lo encontraron, lo
llevaron a su casa, y lo bautizaron con el nombre de Alan.
—Entonces pediré al niño también, cuando negocie a ustedes dos por
Payton.
La frialdad en la voz de Cameron, que hablaba como si ella fuera una
mercancía, casi hizo llorar a Avery, pero mantuvo el control. El orgullo le daba
fuerzas y necesitaba pensar en Alan. Era necesario convencer a Cameron que no
podría simplemente reclamar a su hijo y llevárselo lejos. Era preciso que
entendiera que el niño era muy pequeño y no podía ser apartado de la familia
que conocía, pues eso lo traumatizaría.
—No puedes hacer eso —replicó por fin, sin asombrarse con su reacción.
—¡Él es mi hijo! —bramó Cameron con rabia, tirando el vaso hacia una
esquina de la tienda—. No puedes decidir sobre su destino. No permitiré que
otra mujer me haga tonto otra vez. ¡Me quedaré con mi pequeño!
—Pero es imposible separarlo de Elspeth de repente —replicó Avery, la
rabia también surgiendo en sus palabras—. Intenta entender más allá de tus
propios intereses, Cameron. Alan es un niño pequeño. Cuando regreses a

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Highland Knight Hannah Howell

Escocia, él ya estará con Elspeth y su familia por más de un año. Es la única


familia que conoce.
—¡Yo soy su padre!
—Sí, pero Alan es muy pequeño para entenderlo. No puedes
simplemente irrumpir en su vida y exigir tus derechos sin pensar en los
sentimientos del niño.
—¿Y por qué tu prima desearía mantenerlo a su lado?
—¡No nos insultes! ¿Crees que Elspeth necesita a tu bastardo? Ya tiene
un hijo de su marido y su propia hija. Adoptó a Alan porque es bondadosa, como
su marido. Si el padre del niño nunca era encontrado, cuidarían de él toda su
vida, amándolo de todo corazón. —Lo miró con aire de súplica, y prosiguió—:
Pero no se olvidaron de que existía un padre en algún lugar, y saben que podrá
aparecer en cualquier instante, reclamando al niño. Sin embargo lucharán para
que no lo arranquen de sus brazos de un momento a otro. Esperan que entienda
que eso les causaría un gran sufrimiento a todos. Todo debe ser hecho con
cuidado y despacio.
—Y, claro, no verán que tienen un gran triunfo en sus manos cuando yo
intente obligar a sir Payton a casarse con Katherine —replicó Cameron con
sarcasmo—. ¿Cree que soy idiota?
—En este preciso momento, sí.
Cameron miró a Avery por un breve instante, y después salió de la
tienda, haciéndola recostarse en las almohadas. Gillyanne parecía inmersa en
sus propios pensamientos, y Avery aprovechó para meditar. Se sentía muy
lastimada. Cameron había usado palabras crueles todo el tiempo. Aunque
esperaba que toda la amargura y la rabia salieran a relucir, no sabía que sería
tan frío. Pensar que Cameron imaginaba que pretendía utilizar a Alan para sus
propios propósitos la enfureció. Sí, la pasión no era nada cuando se trataba de
auténticos sentimientos, pensó.
—Las cosas están mejorando —comentó con los dientes apretados,
cuando Leargan entró en la tienda con expresión furiosa.
—¿Qué le hiciste a Cameron, en nombre de Dios? ¡Salió de aquí como si
fuera perseguido por una legión de demonios!
—Cuéntale, Gillyanne. Voy a descansar un poco.
La niña no se hizo de rogar, y cuando terminó su relato, Leargan se pasó
las manos por los cabellos en un gesto de horror.
—Anne Seaton, esa maldita bruja, dejó la tumba para venir a asombrar a
mi primo —murmuró.
—¿Él la amaba? —quiso saber Avery.
—No. Bien, tal vez un poco, pero sólo por asuntos sexuales.
—Y Cameron creyó en ella.
Leargan concordó.

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Highland Knight Hannah Howell

—Cuando la vio con otro, horas después de haberla dejado, quedó


devastado. Pero Anne pareció divertirse con el hecho. Ya se había llevado a
muchos hombres a la cama, incluso amigos de Cameron. Era una mujer
malvada en todos los sentidos.
—Sí —acordó Gillyanne—. Creo que Cameron está avergonzado por
haber sido amante de tal arpía.
—Yo lo estaría —dijo Leargan—. Mi primo parecía estar repuesto de las
heridas del pasado, pero este descubrimiento hizo todo salir a la superficie. Lo
lamento mucho.
—Yo también. Pero ve a su encuentro. Cameron está muy perturbado
para quedarse solo —dijo Avery.
—El asombro no llevará mucho tiempo en disiparse. —Concordó
Gillyanne.
Leargan vaciló un instante, y después salió, refunfuñando:
—Voy a buscar a Cameron.
No bien salió, las dos primas se observaron.
—Las cosas no marcharon muy bien —comentó Gillyanne.
—Descubrir los crímenes de Anne Seaton dejó a Cameron desolado.
—Y fuera de sí.
—Bien, pasará. Pero fue la traición de Anne lo que lo hizo desconfiar
aún más de las mujeres, al punto de hacer voto de celibato.
Gillyanne frunció el ceño.
—Sin embargo todo eso sucedió hace tres años.
—Sí, pero es muy obstinado y, he descubierto que le gusta darle vueltas
a sus sufrimientos.
—¡Dios mío!
—Estoy de acuerdo.

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Highland Knight Hannah Howell

15

—¿Cameron aún está de mal humor?


Avery sonrió a su prima, que acababa de saltar dentro del carro y se
había acomodado a su lado. Después de casi una semana de viaje, la joven ya se
sentía apta para montar, pero fue forzada a permanecer en el carro, mirando la
espalda de Cameron, que pocas veces había regresado a la tienda, después de la
revelación sobre Alan. Había pasado el resto del tiempo merodeando el puerto,
junto a Leargan.
—Sí —respondió—. Sólo gruñe, y duerme con los soldados afuera de la
tienda.
—Le toca al pobre Leargan aguantar a su tozudo primo —bromeó
Gillyanne.
El día en que Avery le había contado sobre el niño, Cameron fue a
bañarse al río, y después Leargan lo había encontrado allá. Nadie sabía el
porqué, pero habían comenzado una pelea, y vuelto al campamento magullados
y sangrando. Parecía que los hombres descargaban parte de la tensión a
puñetazos, había pensado Avery.
Sin embargo Cameron continuaba pensativo, y el tiempo iba pasando,
dificultando la aproximación entre los dos.
—Tal vez debiera darle un puñetazo yo también —murmuró para sí
misma, con una sonrisa.
Gillyanne oyó y soltó una carcajada.
—Puede ser una buena idea. Parece que Cameron siente todo con mucha
profundidad, y eso lo irrita. Le gustaría ser frío como un pez, pero es muy
emocional.
—Sería bueno que encaminara las emociones hacia mí.
—¡Oh! Eso ya sucede. Pero lucha mucho para mantenerse alejado. Como
hombre, piensa que sí pone barreras entre ustedes dos contendrá los
sentimientos.
—A veces, Gillyanne querida, parece que juzgas a todos los hombres
unos niños tontos.
—Cuando se trata de emociones, amor y todos los asuntos del corazón,
son muy ciegos, sí, y tontos. Pero las mujeres también, tal vez con menos
frecuencia. Algunos miembros del sexo fuerte creen que el amor debilita, y eso
los atemoriza. Adoro a mi padre y a mis tíos, y creo que son brillantes, fuertes,

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Highland Knight Hannah Howell

cariñosos y mucho más. Sin embargo, por lo que he oído decir, les costó asumir
su amor por las mujeres de la familia. —Las dos rieron, y Gillyanne continuó—:
Piénsalo bien. Si Cameron se sintió tan herido porque una amante lo traicionó, a
buen seguro posee un corazón bien grande.
—Ya pensé en eso. ¿Y qué?
—No dejes que él te ignore, Avery. El tiempo se está acabando. No eres
traidora ni falsa, y Cameron necesita saberlo, aún más porque en breve tendrá
que enfrentarse a las mentiras de su hermana. —Posó un brazo en el hombro de
su prima—. No permitas que se olvide de cuan leal fuiste con el grupo, valiente
en el río y fiel a Payton.
—En otras palabras, ¿crees que debo insinuarme en su mente y nunca
más salir?
—Exactamente.
—Entonces lo haré, no bien regrese.
—¿Crees que los Deveau están al acecho?
—Estoy segura que sí.
—¿Presientes algún peligro?
—No —replicó Avery—. Y rezo para estar en lo cierto.

Cameron se aplastó al muro de uno de los edificios que formaban el


callejón oscuro donde se escondía con Leargan. Sabía que Charles Deveau
estaría a su espera, pero había conservado la tenue esperanza de que hubiera
desistido.
Sin embargo sus enemigos estaban esparcidos por la agitada ciudad
portuaria, y no sería fácil llevar a su gente a la embarcación donde había hecho
reservas: había encontrado al capitán de un gran navío dispuesto a llevarlos a
todos, y eso fue una gran suerte.
Dispuesto a pagar el viaje con generosidad, tenía la certeza de que el
capitán no alertaría a los Deveau, sin embargo la duda era saber cómo instalar a
su gente en el navío, así como a los caballos y el equipaje, antes de que zarpara.
—Necesitamos reducir el número de soldados enemigos —dijo Leargan,
arrinconado en el muro opuesto al de de Cameron.
—Sí. —Cameron frunció el ceño, mirando en dirección de la taberna
donde Deveau y sus soldados se congregaban.
—Pero no hay tiempo suficiente para que entres allí y le cortes el cuello
a sir Charles.
—Planeaba darle una muerte lenta.

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Highland Knight Hannah Howell

—¿Aún estás enfadado porque tocó a la joven Murray?


—Sí, pero concluí que hice mal en abandonar el celibato. En breve
estaremos en Cairnmoor y tendré que negociar a Avery por Payton, por lo tanto
fue mejor que termináramos inmediatamente con nuestro asunto.
—Si piensas así…
Cameron miró a su primo con irritación.
—No necesitas ser sarcástico.
Leargan se encogió de hombros.
—Creo que eres muy terco y cabeza dura, y perdí la paciencia. Si quieres
complicar tu vida por el pasado, hazlo. Sin embargo me reservo el derecho de
darte cuántos puñetazos quiera mientras no dejes de desconfiar de todas las
mujeres que no pertenecen a nuestro clan, sólo porque te liaste con prostitutas
en tu juventud.
—Es tu derecho —bufó Cameron—. Pero también me reservo el
privilegio de darte una paliza más tarde por meterte en mi vida.
—Trato hecho.
—Volvamos al campamento. Tenemos planes que hacer.
Angustiada, Avery oyó el relato de Cameron y Leargan sobre la cantidad
de hombres de sir Charles que plagaban la ciudad portuaria. El plan de eliminar
a algunos mientras el grupo de los MacAlpin entraba en el navío era muy
arriesgado. No podía dejar de pensar que Cameron se había hecho enemigo de
los Deveau por su causa. Cuando iba a abrir la boca para decir que la
devolvieran al hombre, Gillyanne murmuró:
—Necesitan distraerlos.
—Eso ayudaría, muchacha —concordó Cameron—. Pero como ya
usamos ese truco cuando rescatamos a Avery, sin duda Deveau está prevenido
ahora.
—Sí, pensando en estampida de caballos y fuego en carretas. Es preciso
inventar algo diferente para que no levante sospechas inmediatamente. Alguna
cosa que permitiera entrar con tus hombres y bultos en el navío bien bajo la
nariz de sir Charles.
Los ojos de Cameron brillaron.
—Eso es lo que quiero hacer.
—Muchos navíos admiten peregrinos que van a visitar lugares sagrados
en Inglaterra.
—Gillyanne, a veces me sorprendo con tu experiencia —comentó Avery,
haciendo a su prima sonrojar.
—Debe haber parte de tu gente que los Deveau no conocen —prosiguió
la niña, mirando a Cameron—. Esas personas podrían pasar entre el enemigo,
sólo escondidos por un manto.

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Highland Knight Hannah Howell

Animada, Avery apuntó:


—Un grupo pequeño, quien sabe una docena de personas y una carreta
bien llena, además de unos caballos. Gillyanne formaría parte.
—¿Yo?
—Sí. Un pequeño y modesto grupo de peregrinos no llamará la atención,
en especial sí en medio de ellos hay una niña que hizo votos de cantar himnos
sacros todo el tiempo de viaje. Eso despertará la atención del poblado.
Si Gillyanne cantase por el camino de la ciudad hasta los muelles,
llamaría tanto la atención que ciertamente los restantes del grupo no serían
notados. Sería la distracción perfecta, pensó Cameron. Sin embargo, podría
colocar a la pequeña en peligro.
—No puedo arriesgar la vida de la niña —dijo el líder, ignorando los
murmullos de frustración alrededor.
—Y tampoco puedo cantar en presencia de tanta gente —protestó
Gillyanne—. Además, ¿por qué creen que eso llamaría la atención de las
personas?
—Tu voz es maravillosa y la mayoría de los poblados no tienen la
oportunidad de oír un bello canto. —Avery se volvió a Cameron—. No creo que
Gillyanne corra gran peligro.
Con renuencia, el líder de los MacAlpin concordó, bajo la condición de
que algunos de los “peregrinos” fueran soldados jóvenes y fuertes.
Una vez todo resuelto, Avery fue a ayudar Anne, escogida para
componer el grupo junto a Gillyanne.
Ranald, el marido de Anne, y tres soldados más con apariencia discreta,
serían los demás “peregrinos”. Leargan comenzó a organizar el arreglo de las
carretas para que transportaran el mayor número posible de objetos. La gran
cantidad de equipaje de los peregrinos sería fácil de explicar. Dirían que
llevaban estatuas como pagos de promesas, velas y cirios.
—Estoy arrepentida por tener dado esa idea —gimió Gillyanne, mientras
Avery la arreglaba.
—Fue una inspiración —replicó su prima.
—Sí, pero lo hice porque percibí que ibas a sugerir que te entregaran a
aquel cerdo.
—Tienes razón. Sin embargo, por descontado, Cameron no aceptaría la
sugerencia.
—Bien, ahora tendré que cantar pasando por entremedio de un montón
de extraños. —Gillyanne frunció el ceño—. De hecho, ni siquiera sé como todos
sabían acerca de mi canto.
—Deja, niña —la reprendió Anne, acomodando el manto—. Mi papel
será más difícil, porque tendré que contener la risa al ver a mi hombre vestido
de cura.

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Highland Knight Hannah Howell

—Ranald conoce muchas plegarias y bendiciones —explicó Avery—. Y


habla francés sin acento.
Anne se encogió de hombros.
—Tiene un don para las lenguas, y retiene todo lo que oye, además de
ser buen imitador. Pero será divertido verlo hacer el papel de santo para variar.
Las tres rieron.
—Vamos pronto. Mientras más rápido mejor.
Avery fue a unirse al grupo que entraría en el poblado por el lado
opuesto. Los suministros habían sido amarrados en los caballos y en la espalda
de los hombres. Sería el grupo que daría más problema, pensó Avery, mientras
insistía en cargar un fardo en su espalda también. Un caballo no subía la rampa
de un navío con facilidad. El plan estaba bien preparado, pero aún así se sentía
inquieta.
Se sintió frustrada por no tener la oportunidad de hablar con Cameron,
porque él seguía con Leargan, Rob, Colin y otros dos hombres, con la misión de
silenciar al mayor número posible de soldados de los Deveau al entrar en la
localidad.
Sólo consiguió gesticular, y los grupos se separaron. A cada paso en
dirección al poblado, Avery rezaba para que todo saliera bien. Si fallaran,
volvería a las manos de sir Charles, sin embargo su corazón temía más por
Gillyanne.
Cameron soltó al hombre que acababa de matar, arrastrando el cuerpo
hacia un rincón oscuro del callejón. Detestaba terminar con una vida de esa
manera, atacando por detrás. Había dejado a la mayoría de los guardias de
Deveau sólo desmayados con un golpe en la cabeza, amarrados y amordazados.
Sin embargo ese hombre en particular había advertido a uno de sus soldados
dirigiéndose al navío e iba a dar la alarma. Fue necesario silenciarlo con rapidez,
aunque Cameron prefería una lucha limpia, frente a frente con el enemigo.
Entonces, como sí fuera para calmar su alma inquieta, la hermosa voz
de Gillyanne resonó en el aire. Sonrió al ver como todo el mundo parecía
silenciarse de pronto, y escuchó, extasiado, escondido en las sombras. Parecía
que hasta los perros se habían sentado en las patas traseras para oír. Sólo
esperaba que sus hombres no se quedaran embobados, como siempre se
quedaban, al oír a la niña cantar, pues había mucho trabajo que hacer. Su canto
era, de hecho, una especie de sortilegio que hechizaba.
Manteniendo al pequeño grupo de Gillyanne bajo su vista, Cameron
avanzó en dirección del navío. Ya había descubierto que varios de los suyos
rodeaban la nave, y rezó para que ya estuvieran a bordo cuando los “peregrinos”
llegaran. Vio una sombra aproximarse, se tensó, pero inmediatamente se relajó
al descubrir que era Leargan.
—Casi todos embarcaron —informó su primo—. Dentro de unos
minutos se encargarán de los caballos. La niña concentra la atención general
con su canto. Parece que están todos hechizados… Hasta el bastardo de sir
Charles.

103
Highland Knight Hannah Howell

A continuación, gesticuló en la dirección de la taberna.


Cameron siguió su mirada y maldijo. El modo como sir Charles
observaba a Gillyanne y su grupo lo puso nervioso. ¿Habría reconocido a
alguien? ¿Y sí decidía raptar a Gillyanne para tener su voz como diversión
particular?
Avery estaba al lado del capitán en la cubierta, apoyada en la
balaustrada del navío, envuelta en su manto, y oyendo a Gillyanne cantar. Todo
parecía estar marchando bien, pero la inquietud insistía en dominarla. En los
últimos tiempos dudaba de su habilidad para detectar el peligro, porque sus
emociones estaban fuera de sí. Cuando Gillyanne hizo una pausa, Avery sonrió
hacia el capitán que se enjuagaba una lágrima furtiva.
—¿Mi prima canta muy bien, no? Su padre, sir Eric Murray, lord de
Dubhlinn, está muy orgulloso de ella.
—¿Sir Eric? ¿Es pariente de MacMillans de Bealachan?
—Sí, son sus sobrinos. Dieron un pedazo de sus tierras a mi prima
porque la adoran.
—También soy un primo lejano.
El apellido del capitán era MacMillan, por lo tanto la revelación no la
sorprendió.
—Bien, me siento feliz al saber que un pariente nos guiará por las aguas.
—Suspiró y movió la cabeza con aprehensión—. Sólo espero que mi prima
embarque sana y salva.
—¿Y por qué no? ¿La niña corre peligro?
—No estoy segura, pero sir Charles Deveau podría intentar raptarla para
gozar de su bella voz siempre que desee.
—¡Bastardo francés! —silbó el capitán MacMillan, gesticulando hacia
sus hombres.
Sonriendo, Avery vio a los marineros armándose hasta los dientes. El
capitán ya había prometido protegerlos de los Deveau, pero ahora que sabía que
tenía parientes a bordo, se había vuelto más gentil.
Avery notó que Cameron y los demás hombres se aproximaban a la
embarcación. El líder y Leargan dejaron que los demás entrasen en el navío, y
ayudaron a las mujeres a tirar los carros y caballos rampa arriba. Gillyanne
permanecía en los muelles, cantando, mientras el “padre” Ranald bendecía el
mar y la embarcación.
Avery comenzaba a relajarse, cuando, de pronto, sir Charles salió
corriendo y agarró a la niña, manteniendo un cuchillo apoyado en su cuello.
Ranald los enfrentó, pero no podía usar la espada sin amenazar la vida de
Gillyanne. Cameron y Leargan, en el primer escalón de la rampa, permanecían
paralizados, sin poder hacer nada.
—¿Pensaste que me engañarías con esa broma, lady Avery? —gritó sir
Charles.

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Highland Knight Hannah Howell

—¿Cómo lo adivinó? —replicó ella con tranquilidad, revelando el rostro


bajo el manto.
—Sir Renford —apuntó hacia el hombre a su derecha—. Reconoció a la
niña. Un hombre siempre se acuerda de una mujer que quiso poseer y no lo
consiguió. Sugiero que desciendas hasta aquí sí deseas volver a oír esa
melodiosa voz.
Avery reconoció al depravado noble que había renunciado a Gillyanne a
causa de la erupción en su rostro, debido a las fresas, y se disponía a obedecer,
pero fue detenida por Rob, que la cogió por el brazo. Sin apartar los ojos de sir
Charles, Cameron hizo una señal a sus hombres. Luego los arcos y flechas
apuntaron al pecho de Deveau, que percibió que también moriría, si atentaba
contra la vida de Gillyanne.
—Suelta a la niña, Deveau —gritó Cameron en francés—. No hay como
vencer. ¿Creíste que esos “peregrinos” no tenían armas?
Lentamente sir Charles alejó el cuchillo de Gillyanne, y la tiró en
dirección de Ranald, que la cogió y corrió hacia el navío. Con una mueca irónica,
el lord gesticuló hacia Avery.
—Hasta la próxima vez.
—Si depende de mí eso no sucederá —respondió Avery desde la
balaustrada—. Estoy harta de Francia.
Cameron, Leargan y el resto de su gente entraron en el navío, que
inmediatamente zarpó.

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Highland Knight Hannah Howell

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—Bien, estoy viendo que este viaje no será el interludio romántico que
esperaba.
Cameron se volvió con el ceño fruncido, y encaró a Avery.
—Mis muñecas están amarradas a la balaustrada.
—Sí. —Avery se agachó a su lado, pensando que nunca había visto a un
hombre tan desmejorado—. Rob tuvo miedo que cayeras al mar a causa del
mareo.
—¿Y Leargan? —cuestionó Cameron, mirando de un costado a otro del
navío.
—Anne y Gillyanne ya lo desamarraron y llevaron a la cama.
—¿Y cómo eso puede ayudar a alguien con marejada? Los lechos
también se balancean todo el tiempo.
—Sí, pero tenemos una poción que ayuda a superarlo. Hicimos una
enorme cantidad, porque casi la mitad de tus hombres están sintiéndose mal.
Cameron la miró con atención, y vio que tenía la piel bronceada por el
sol y estaba fresca como una rosa.
—¿Has tomado tu propia poción?
—No.
Avery le limpió el sudor del rostro, pensando que necesitaba
administrarle una dosis más del remedio.
—¡Claro que no! —gruñó él, de mal humor—. ¡Debía haber imaginado
que una joven Murray también era excelente marinera! ¡Hacen todo bien!
Avery comenzó a desatarle las muñecas.
—En realidad, Gillyanne y yo nunca viajamos en barco, a no ser a
Francia.
—¡Perfecto! Significa que eres una privilegiada y no sufres de mareos.
—Deja de ser desagradable. Nadie tiene la culpa si tu estómago es débil.
—¿Hace cuanto tiempo que estoy amarrado aquí?
—Estamos al final del segundo día de viaje —respondió Avery,
pasándole un brazo por la cintura, ayudándolo a enderezarse, y conduciéndolo a
la cabina.

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Cameron recordaba de modo vago a alguien haciéndole tragar un


brebaje amargo, y notó que era la primera vez que se sentía mejor desde que
había embarcado.
—No necesitas quedarse tan cerca de mí —murmuró—. Debo apestar.
—Cierto, y ya te preparé un baño en mi alojamiento.
—¿Entonces no tengo una cabina?
—No. Son pocas, y el capitán se las dio a las mujeres, aunque en este
momento están abarrotadas de hombres sintiéndose mal. —Luchó para
escudarlo mientras abría una puerta—. Ahora te alojarás conmigo.
Cameron quiso protestar, pero se sentía muy atontado. Se equilibró
mientras Avery le daba un brebaje de hierbas y comenzaba a desnudarlo. Ese
arreglo iba a arruinar sus planes de mantenerse alejado de ella, pensó el jefe de
los MacAlpin, pero inmediatamente concluyó que estaba muy enfermo para
pensar en el sexo.
La poción tenía un gusto horrible, pero se la bebió toda y aceptó el vino
que Avery le ofreció para quitar el amargor de la boca. Se sumergió en el agua
tibia de la bañera con un suspiro de placer, volviendo a notar que ya no sentía
nauseas.
A pesar de horrorosa, la pócima había hecho efecto.
—Tu remedio es bueno —dijo, mientras Avery le lavaba los cabellos.
—Hace efecto a partir de la cuarta dosis —replicó ella, echándolo hacia
atrás y vaciando un jarro de agua en los cabellos negros—. Acabas de tomar la
sexta.
—Es tan malo que me sorprende que no haya aumentado el malestar.
Avery rió suavemente, y comenzó a frotarle la espalda. Dejarlo en la
cubierta por casi dos días fue difícil, pero Cameron había estado tan mal e
inmanejable que fue necesario tomar medidas drásticas, y hacerle tragar el
remedio de todas maneras. Sin embargo lo peor ya había pasado, y podría
reposar en la cabina limpia y aireada.
Continuó sonriendo, pensando que en aquel momento Cameron
MacAlpin estaba a su merced. Gillyanne tenía razón. Era una tontería
mantenerse alejada de él. El tiempo corría sin interrupciones, y aún deseaba
permanecer en sus brazos por un poco más. Si Cameron la despachaba cuando
llegaran a Cairnmoor, sólo habría tristeza en el futuro. No permitiría que la
despojara de las pocas horas de felicidad que le restaban.
Mientras frotaba sus piernas y pies, descubrió que él comenzaba a
excitarse. Aún me desea, pensó, y necesita dejar de negarse a sí mismo esa
pasión.
—Creo que puedo enjuagarme solo —dijo Cameron, saliendo de la
bañera.
Avery le entregó la toalla, y fue a atender a quien golpeaba la puerta de
la cabina. Dos hombres entraron, colocaron una bandeja con comida en una

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Highland Knight Hannah Howell

esquina, y cambiaron el agua de la bañera. Cuando salieron, Cameron ya estaba


vestido y sentado a la mesa, mirando la comida con cierto desánimo.
—Puedes comer un poco —dijo Avery, dirigiéndose a la bañera con agua
caliente y comenzando a quitarse sus ropas—. Pero ve despacio. Tu estómago
aún está débil.
Cameron contuvo el aliento al ver deslizarse su ropa interior a sus pies,
y comenzó a masticar un pedazo de pan. La visión del cuerpo delgado lo hizo
desearla con ardor. Sin duda que su salud había mejorado mucho, pensó,
tomando un trago de vino que no consiguió calmarle el ardor.
Avery actuaba como si aún fueran amantes, concluyó con el ceño
fruncido. No tenía sentido, porque hacía más de una semana que no la buscaba
y ella debería haber notado la frialdad y la clara señal de rechazo. Estaba claro
que la reacción de su cuerpo lo hacía ver que aún la deseaba, pero tal vez era
mejor decirle cara a cara y sin rodeos que la relación había terminado.
Cameron la observó mientras se vestía y se sentaba a la mesa también,
los largos y espesos cabellos dorados enmarcándole el rostro y cayendo hasta los
hombros. Avery sonrió de manera inocente, haciéndolo darse cuenta que
ignoraría la indiferencia de los últimos días. Se mantuvo rígido, intentando
dominar la atracción sexual que ella ejercía sobre su cuerpo.
—¿Cuál es tu juego ahora, muchacha? —preguntó de improviso.
—¿Juego? —Avery cruzó las piernas de modo lánguido, dejando el
albornoz abrirse y exhibiendo los muslos—. ¿Por qué lo dices?
Forzándose a no mirar las piernas bien torneadas, él la encaró con
fingida frialdad.
—Porque por del modo como te traté la última semana una joven
inteligente como tú intentaría olvidarme. Sin embargo, me cuidas, me bañas,
me alimentas, sonríes y provocas…
—Pensé que sólo estabas melancólico este último tiempo.
—No.
—¿Entonces qué fue?
—Estaba pensando en cuán traidoras son las mujeres.
No se sorprendió al ver un brillo de rabia en los ojos de Avery.
—Bien —replicó ella—, cuando sólo se convive con prostitutas y
adúlteras, es de esperarse tales pensamientos que niegan la honra y lealtad del
sexo femenino.
—Puede ser, muchacha. —En su interior Cameron sabía que existían
mujeres de valor en el mundo, sin embargo sentía una absurda necesidad de
agredirla—. Pero no todas las que conocí eran prostitutas o adúlteras. Una fue
mi prometida, joven nacida en cuna de oro, supuestamente casta y buena.
—¿Te casaste con ella?

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Highland Knight Hannah Howell

—No, el noviazgo terminó. Quince días antes de la boda, ella vino a


quedarse a Cairnmoor con mi madre, sus siervos y algunos soldados, incluyendo
un primo distante llamado Jordan.
Se hizo un silencio pesado, y Avery sacó sus propias conclusiones bien
deprisa.
—¿Ella y Jordan eran amantes?
—Sí, y no eran primos de verdad. El tal Jordan resultó ser el hijo de un
antiguo y gran enemigo de mi padre. Los dos planeaban usar la fiesta de bodas
para introducir a sus soldados en nuestra casa. Mi familia, los vasallos y yo
seríamos asesinados. Ya habían introducido una media docena de hombres
dentro de los muros del castillo, y ellos comenzaron a realizar el sucio plan.
Cameron respiró profundo, y continuó:
—Seis personas desaparecieron en el lapso de pocos días, y después
encontramos sus cadáveres en el fondo del foso.
Y te culpas por esas muertes, pensó Avery, deseando consolarlo. En voz
alta preguntó:
—¿Cómo descubriste lo que planeaban?
—Fui a los aposentos de mi prometida a resolver unos detalles de última
hora, vi a Jordan entrando de modo furtivo, y acerqué el oído a la puerta. Muy
simple.
Avery se estremeció.
—Y descubriste que hablaban de ti.
Cameron se rió de modo irónico.
—Sí. Oí sus planes y lo que había sucedido con los desaparecidos.
También supe que mi prometida estaba muy contenta porque no tendría que
consumar el matrimonio conmigo. Temía que yo, un bruto, tocara su piel
aterciopelada.
—Prefería a caballeros rubios y delgados que cortaban el cuello de los
que los recibían en sus hogares. —Avery se sintió feliz al verlo suspirar,
agradecido por el apoyo—. Es difícil ver quién miente bajo sonrisas gentiles y
gestos suaves. La lisonja es tan agradable que la tendencia es ilusionarnos. ¿Qué
hiciste, Cameron?
—Cerré las puertas, capturé a los traidores, y cuando el resto de su tropa
llegó, los cogí por sorpresa y ahorqué a todos.
Fue duro oírlo, pero Avery sabía que Cameron era más misericordioso
que muchos, que a buen seguro proporcionarían una muerte lenta y dolorosa a
sus enemigos.
—¿Y tu prometida? —quiso saber.
—La dejé vivir unos días más en Dairnmoor llena de miedo, y después
hice que volviera a su hogar cubierta de vergüenza. —Hizo una pausa sin dejar
de mirarla, y después preguntó a quemarropa—. ¿Y tú? ¿Quién te traicionó?

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Sorprendida por ver que Cameron había leído su alma, respondió:


—¡Oh! Un muchacho, un poco antes de ir a Francia. Mis padres me
llevaron a la corte, y creo que esperaban que encontrara marido. Para acortar la
historia, eso no se reveló una tarea fácil, pues no dejé a todos los hombres
postrados a mis pies. Sin embargo había un joven que demostró gran interés por
mí. —Sonrió avergonzada—. Como nunca había sido cortejada antes, confieso
que me dejé ilusionar. Se decía en secreto que era un conquistador y un
vagabundo, que prefería pasar el tiempo en los lechos de las mujeres en vez de
trabajar, pero me ilusioné pensando que siempre llega la hora en que un
hombre se enmienda y escoge esposa.
Cameron presentía como iba a terminar esa historia, y necesitó resistir
la tentación de pedirle que se detuviera, a fin de evitarle sufrimiento. No
conseguía imaginar como los demás hombres ignoraban la belleza de Avery y el
fuego que emanaba de su delicado cuerpo. De pronto sintió unas ganas enormes
e irracionales de encontrar a ese muchacho y darle una paliza memorable.
Después del incidente con sir Charles se sentía muy protector con Avery.
—¿Pero tu novio no pensaba en formar familia?
—Tal vez quería sentar cabeza, pero no conmigo. Mientras me cortejaba
mantenía una relación con una mujer casada, y acabé pillándolos a los dos en el
jardín, durante una fiesta. Después descubrí que su interés por esa muchacha se
basaba en el dinero. —Avery suspiró, encogiéndose de hombros—. Descubrí
entonces que lo que deseaba en la vida no estaba en la corte.
—Sin duda era rubio y muy guapo —comentó Cameron intentando
bromear.
Esta vez ella rió con ganas.
—Tenía cabellos negros, piel muy blanca, y ojos azules. Cuando volví al
salón de fiestas, el marido de la muchacha me preguntó si yo la había visto, y
Bien… digamos que descubrí esa noche que la piel muy clara tiende a producir
los peores hematomas.
Cameron alzó el vaso en un brindis.
—¡Muchacha perversa! El marido le dio una paliza a tu traidor novio.
—Sí, pero fue un error dejar que al orgullo hablar más alto. El marido
podría haberlos matado a los dos. El muchacho sólo se llevó una buena paliza
porque era un oportunista que no sabía luchar.
—¡Qué extraño! En general a las mujeres les gustan los hombres fuertes.
¿Por qué tu pretendiente era tan solicitado?
Los ojos de Avery brillaron con malicia.
—Parece que poseía otros atributos que agradaban el sexo débil, en
especial entre las cuatro paredes de un cuarto.
—¡Avery! — exclamó Cameron, fingiéndose escandalizado.
—No te preocupes. Sólo lo oí decir. No llegué a constatarlo.

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Highland Knight Hannah Howell

—Muy bien. Pero sólo quería decirte que creo que esos hombres estaban
locos por no prestarte atención. Eres delgada, sin embargo tu cuerpo está bien
formado, y tienes lindos ojos.
—Muchas gracias, milord —replicó ella en tono de mofa, pero en su
interior emocionada con el elogio espontáneo—. Y descubrí que tengo una
debilidad por los caballeros morenos y belicosos.
Guiñó maliciosamente.
Sin conseguir resistir por más tiempo, Cameron la agarró y la tiró hacia
si.
—¿Te sientes mejor, no? —preguntó Avery con voz ronca, mientras él le
acariciaba las piernas.
—Sí —replicó, besándola.
—¿No vas a ponerte melancólico de nuevo?
—Es imposible prometértelo, porque sé que tengo un hijo que su madre
no bautizó y que casi murió en el bosque.
Avery presintió que Cameron deseaba disculparse por la semana de
indiferencia, y esa era la mejor manera que había encontrado.
—Fue muy cruel, lo admito, en especial por parte de las personas que lo
abandonaron para morir.
—Porque era moreno como el demonio, de ojos y cabellos negros, y la
marca en su vientre probaba eso —murmuró Cameron con amargura.
Era eso lo que más lo lastimaba, pensó Avery. Cameron sabía que no era
el tipo mundano y elegante que agradaba a la mayoría de las mujeres. No sabía
elogiar ni halagar, solía ser mal humorado, y era posible que mucha gente se
sorprendiera al saber que ella lo amaba.
El caballero MacAlpin se había convertido en su ángel. Por su parte
concluyó que las demás eran unas entupidas por no distinguir la belleza
implícita en las formas masculinas y en los misteriosos ojos oscuros.
—Entonces soy una gran pecadora —dijo, finalmente—, porque siempre
deseo besar la marca que tienes junto al ombligo.
Cameron se estremeció y, con voz estrangulada, dijo:
—Nadie dirá jamás que no satisfago los deseos de una dama.
Sí, pensó Avery, besándolo con pasión. Era su dama la que no deseaba
perderlo y volver a Donncoill sola. Con gesto suave, le desató la túnica, besando
el pecho recio. Cameron soportó las caricias tentadoras lo más que pudo, y por
fin la cogió con furia, haciéndola sentarse en la silla, y comenzando a besar sus
senos blancos.
—Eres hermosa, Avery. Hecha de seda, oro y miel.
La acarició por todo el cuerpo, hasta hacerla gemir de placer. Avery lo
hizo comprender que deseaba mucho más que simples besos, entonces Cameron

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Highland Knight Hannah Howell

la acostó y la penetró de modo sensual, iniciando una cabalgata que concluyó


con ambos gritando y retorciéndose en el clímax del deseo.
Avery cayó en sus brazos, exhausta. Un pensamiento gracioso le cruzó
por la mente. Cada vez que hacía el amor parecía que después moriría de
cansancio, a la sazón ¿cómo es que sus padres aguantaban la vida de casados
hacía más de veinte años? ¡Era sorprendente que aún estuvieran vivos! Sin
embargo, tanta pasión había producido una enorme familia. Y lo mejor era que
continuaban intercambiando miradas cariñosas, aún después de tantos años.
Un golpe en la puerta de la cabina la hizo volver a la realidad y temer
que alguien los viera en aquella posición.
—Prima —dijo la voz de Gillyanne—. Ven a ver el cielo estrellado.
Después se oyeron los pasos de la niña que se distanciaba, haciendo a
Avery respirar aliviada y murmurar:
—Creo que acabo de ver las estrellas.
Cameron rió.
—Vamos, muchacha.
Ambos comenzaron a vestirse, y ella volvió a ser la servicial enfermera.
—Tendrás que continuar tomándote el remedio tres veces al día hasta
que lleguemos a tierra firme.
—¿Y tienes suficientes hierbas medicinales? Más de la mitad de mis
hombres están mareados.
—Se puede hacer una enorme cantidad de brebaje con un puñado de
hierbas, y no todos los soldados se enfermaron tanto como tú y Leargan.
Algunos sólo necesitarán un día más para acostumbrarse al balanceo del navío.
—Vamos a ver las estrellas —murmuró Cameron.
Con las manos unidas, dejaron la cabina. El señor de los MacAlpin había
vuelto a sentirse de buen humor, y Avery necesitó esforzarse para no
preguntarle si todo había vuelto a estar bien entre los dos. Su amor propio se
rebelaba por el hecho de haber sido dejada de lado y después aceptada de vuelta
como un dócil borrego. Se prometió a sí misma que si llegasen a estar juntos
algún día, le enseñaría a disculparse y dar explicaciones. No dolían a quien las
daba, pero lastimaban a quien no las recibía.

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Highland Knight Hannah Howell

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—No advertí cuánto añoraba Escocia —dijo Avery, de pie en la colina


pedregosa al lado de Gillyanne, mientras admiraba el campo a su alrededor—.
Juro que después de un día aquí ya me siento diferente.
—Hace frío —protestó su prima, apretando el manto alrededor del
cuerpo.
—No eres nada romántica, Gilly.
—Lo soy, pero detesto congelarme bajo el viento del norte.
—Lo que necesitas es más sustancia en los huesos.
—¡Mira quien habla! Una chica que puede ser derribada con el toque de
una pluma.
—Aún estoy de pie, a pesar de todo. —Avery se acomodó detrás de la
oreja un mechón de cabellos agitados por el viento—. Creo que gané algunos
kilos.
—Sí, si no supiera que tu menstruación no ha cesado, hasta diría que
estás embarazada.
—¿Sabes que si alguien se cae de esta colina puede lastimarse mucho?
—replicó Avery con los ojos semi cerrados, haciendo reír a su prima—. Me
gustaría ya estar en Donncoill —murmuró, mirando a los MacAlpin preparar el
campamento.
Gillyanne le cogió la mano, dándole apoyo.
—También lo pienso, pero primero iremos a Cairnmoor.
Avery afirmó y luchó contra las lágrimas que insistían en rodar por su
rostro.
—No conseguí hacerlo cambiar de idea.
—No podías. Cameron está convencido que su hermana es una mujer
deshonrada y que nuestro Payton es el responsable. A menos que su hermana se
case por voluntad propia, tendremos que asumir el compromiso. Nuestros
padres y hermanos harían lo mismo. —Hizo una pausa y suspiró—. El problema
es que la muchacha está mintiendo, estoy segura. Echará mano de la hombría y
carácter de Payton para hacerlo su marido. Detesto seguir insistiendo en estas
tristes teorías, pero trata de mantener esa idea en la cabeza si no sufrirás mucho
más.

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Highland Knight Hannah Howell

—¿Entonces por qué me esfuerzo tanto para hacer que Cameron me


ame?
—Porque estás enamorada.
—Todo esto me hará muy infeliz.
—Intenta pensar en la alegría que nuestros padres sentirán al volvernos
a ver.
—Y tú eres quien más lo merece, Gilly. Sólo me gustaría que no hubieras
pasado por tantas contrariedades.
—¡Oye! ¿Y cuándo la felicidad le ha llegado a alguien gratuitamente?

—¿Qué crees que están tramando allá arriba? —preguntó Cameron a


Leargan, mientras observaban a Avery y Gillyanne en la colina.
—¿Buscando una piedra bien grande para hacerla rodar encima de ti?
—conjeturó su primo, sonriendo ante la mirada molesta del otro.
—Desde que desembarcamos ayer has sido un pozo de bromas sin
gracia.
—No sabía cuánto deseaba volver a ver estas tierras. El brezo, las
colinas, las rocas…
—Los cardos, el frío, la lluvia…
Leargan rió y movió la cabeza.
—¡Oye, admítelo! Está feliz de haber vuelto. También sentías añoranza.
Cameron sonrió levemente.
—Es verdad. Va a ser bueno llegar a Cairnmoor.
Frunció el ceño, pensando en Avery y Gillyanne.
—No creo que esas dos estén tramando algo, Cameron. Tal vez también
sentían añoranza de Escocia.
—O se cuestionan de que lado queda Donncoill y si tienen parientes por
aquí cerca.
—¿Temes que sus planes nos lleven a una guerra de feudos?
—No, mientras tenga a las dos para negociar por Payton. Y no estoy
amenazando su vida, sólo quiero que se case con Katherine.
—Para algunos jóvenes eso es igual a una sentencia de muerte.
—Después de un momento, Leargan trató de enmendarse—: No estoy
refiriéndome específicamente a tu hermana.

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Highland Knight Hannah Howell

—Bien, no puedo imaginar a los Murray derramando sangre por esa


causa.
—Y el perfecto sir Payton será el marido ideal.
—La perfección puede ser irritante.
Leargan soltó una carcajada.
—Creo que tienes celos, primo.

Avery se sentó al lado de Cameron y lo observó dormir. Si el tiempo se


mantuviera estable y la carretera que seguían fuera plana y sin obstáculos,
podrían llegar a Cairnmoor dentro de cuatro días. Entonces, pensó con tristeza,
Cameron la intercambiaría por Payton, la mandaría a casa y destruiría su vida.
No sabía como iba a soportar tanto sufrimiento.
Podía comprender el asunto de la honra, orgullo y lealtad por su
hermana, pensó, pero ¿cómo Cameron lograba imaginar que obligando a Payton
a una boda daría felicidad a Katherine?
Además, después de tanto tiempo juntos, sabía que le había despertado
algún afecto. Pero tal vez fuera muy poco, y era lo que más temía. Estaba
preparada para ser negociada por Payton, sin embargo tenía miedo de que, a la
hora del adiós, lord MacAlpin la tratara con frialdad.
Con cautela, se levantó, se alejó de Cameron, y comenzó a vestirse. No
podía permitir que él destruyera la belleza de sus recuerdos, pensó. Necesitaba
tener el consuelo de poder recordar los momentos maravillosos, aunque breves,
que habían gozado juntos. Si pudiera evitar la mirada sin emoción de Cameron a
la hora de la despedida, todo estaría bien.
Después de guardar algunas ropas y provisiones en una bolsa, salió de la
tienda. Nadie montaba guardia cerca, pues no esperaban que huyera de nuevo.
Respirando hondo, Avery se sumergió en las sombras del bosque que rodeaba el
campamento.
Cuando ya se había escondido lo suficiente, miró hacia atrás. Le dolía
dejar a Gillyanne, pero sabía que su prima comprendería su gesto. No podía
arriesgar la vida de alguien querido en su fuga, pero tenía la certeza de que
nadie en el grupo de los MacAlpin le haría algún daño a la niña.
Se alejó bastante del campamento, imaginando hasta donde podría
llegar. A menos que Cameron despertara y notase su falta, sólo notarían que
había huido por la mañana. Por lo tanto, según sus cálculos, disponía de tres
horas, tal vez más. Si avanzaba en la dirección correcta, sería suficiente, pensó.
Cuando se reuniera con su familia, diría que Gillyanne estaba bien, y
que confiaba en la integridad del jefe de los MacAlpin. Cameron jamás
lastimaría a una mujer o un niño, estaba segura.

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Highland Knight Hannah Howell

Eso podría aliviar a Payton y darle la oportunidad de escoger que


camino tomar. Sólo esperaba que Cameron no entendiera su fuga como una
traición.

—¿Desapareció? ¿Qué quieres decir con eso?


Oyendo su propio grito resonar por el campamento, Cameron trató de
respirar profundo y calmarse. Cuando había despertado y no vio a Avery a su
lado, imaginó que había salido a tomar algo de aire. Aunque un tanto
decepcionado por no poder iniciar el día haciendo el amor otra vez, no había
sospechado nada.
Sin embargo, después de que se vistió y Donald le trajo el desayuno,
había comenzado a preocuparse. Había muchos peligros en el bosque y, en ese
momento, además de inquieto, se sentía receloso y enfurecido.
—Algunas de sus pertenencias desaparecieron —anunció Anne,
entrando en la tienda.
Cameron miró a Gillyanne.
—Ella no huiría sin ti.
La niña se encogió de hombros y no dijo nada.
Cameron insistió:
—¿Adónde iría?
—A Donncoill.
—No sabe como llegar allá.
—Avery tuvo una larga conversación con el capitán MacMillan. Creo que
puede haberse enterado del camino.
Cameron no había pensado en esa posibilidad y maldijo su propia
ceguera.
—No pareces muy preocupada porque Avery te haya dejado atrás
—comentó con mal humor, evitando los ojos observadores de Gillyanne.
—Sé que no me hará daño —replicó ella con seguridad—. No corro
peligro.
—Y Avery tampoco lo corría —chasqueó Cameron—. Jamás le haría
daño.
—No sé, no. Creo que la pobre Avery decidió no esperar a verle
estropear todo.
Cameron no tenía idea de lo que la muchacha quería decir con aquello,
pero antes que abriera la boca de nuevo, Leargan entró para avisar.

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Highland Knight Hannah Howell

—Los caballos están todos en el campamento. Avery salió a pie.


—Entonces será fácil encontrarla. —A continuación, Cameron salió del
lugar como un rayo y se dirigió a los caballos. Se detuvo al ver que Leargan lo
seguía—. Iré solo.
—¿Crees que es seguro?
En seguida, Leargan se aproximó para ayudarlo a arrear la montura.
—¿Quién sabe? Pero iré sólo. Asume el mando del campamento. Cuando
encuentre a esa muchacha tonta, volveré.
—¿Por qué no la dejas ir? ¿Qué diferencia hará?
—Si por algún milagro encuentra a su familia, revelará que Gillyanne no
corre peligro en mis manos, y perderé mi otro triunfo.
—Y sí la encuentras y llevas a Cairnmoor, romperás su corazón.
—Avery conocía mis planes desde el principio —murmuró Cameron,
montando en la silla—. Jamás mentí.
—Tal vez no con palabras, sin embargo…
Pero Leargan se cayó, movió la cabeza con desaliento, y se alejó del
caballo.
—Piensa en esto, Leargan. Son tres días de galope de aquí hasta
Donncoill, imagínate a pie. Una joven sola durante tanto tiempo corre muchos
peligros.
En seguida, Cameron fustigó el caballo, que salió a toda velocidad.
Tomó la dirección de Donncoill, esperando que Avery hubiera seguido las
indicaciones del capitán MacMillan. Cuando había huido en Francia, había
encontrado el campamento con facilidad, alertándolo a tiempo sobre el ataque
de los Deveau, por lo tanto era obvio que tenía sentido de orientación.
Pero sería difícil encontrarla en un bosque tan grande, con tantos
lugares para esconderse. Y en caso de que se perdiera…
“Si la encuentras y llevas a Cairnmoor, romperás su corazón”, había
dicho Leargan. Y Cameron no conseguía olvidar las palabras de Gillyanne. “Creo
que la pobre Avery decidió no esperar a verle estropear todo”. Comenzaba a
comprender. Avery Murray no era una viuda solitaria, esposa adúltera o
cortesana experta. Fue una virgen, y él la desfloró, hecho que siempre era muy
importante en la vida de una mujer. En la mayoría de los casos los romances
acababan con el termino de la pasión, sin embargo la relación de ambos era muy
peculiar.
A pesar de ser cínico a causa de las mujeres que habían pasado por su
vida, no podía dejar de pensar que la historia con Avery era diferente y bonita.
Entendía ahora por qué ella no deseaba ver todo acabar cómo él había planeado,
por lo tanto había huido para ahorrarse el sufrimiento.
Maldijo, recordando las palabras que Avery había murmurado en su
delirio febril. Había dicho que lo amaba pero que no había conseguido
conquistar su amor.

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Highland Knight Hannah Howell

Durante mucho tiempo había tratado de olvidar aquellas frases, pero


fue en vano. ¿Podría ser que aunque delirante Avery había dicho la verdad,
revelando sus propios sentimientos? Era fácil para una chica inexperta
confundir el deseo físico con amor.
Avery obraba siempre guiada por el corazón. Pero había también otra
explicación para su fuga. Deseaba salvar a Payton, y alertar a su familia que los
MacAlpin estaban alardeando, y que no iban a matar a su hermano en caso de
que no se casara con Katherine.
Sí, todo tenía sentido. Y podría inclusive alegar que Cameron la había
seducido, de modo que no tenía moral para juzgar a Payton.
Sin embargo movió la cabeza, negando la idea. A buen seguro, en caso
que Avery alcanzara a su familia, hablaría de sus planes, pero eso no la
transformaba en una traidora, pues tenía tanto derecho de proteger a su
hermano como él a Katherine.
En su interior sabía que Avery sólo impediría que Payton hiciera una
boda sin amor. Finalmente, si deseara perjudicarlo y a su clan, no habría dado la
alarma el día del ataque de Deveau al campamento.
Espoleando el caballo, alzó la cabeza y se dijo a sí mismo que lo único
importante por el momento era encontrarla. Los demás problemas se habían
tornado insignificantes. Avery era una joven frágil, sola en los bosques, y los
peligros en esas condiciones eran enormes e incontables. Necesitaba
encontrarla antes de que algo de malo le sucediera.
Era casi medio día cuando por fin la encontró. Ya estaba tan
desesperado que no sabía sí besarla o zurrarla. Al subir una pequeña colina, dio
con Avery sentada junto a un riachuelo, con los pies descalzos dentro del agua
cristalina, y una postura de descanso y alivio.
—Espero que esté llena de ampollas —bufó, disfrazando la alegría.
Teniendo cuidado de no llamar su atención, fue aproximándose.

Avery movió los pies en el agua. Le dolían mucho a causa de las


considerables horas de marcha, y temía llegar exhausta a Donncoill.
—Tal vez debería haber robado un caballo —murmuró.
—Entonces podría mandarte ahorcar como ladrona.
La voz profunda y fuerte a su espalda no la sorprendió, pues en su
interior había esperado volverlo a ver, porque lo amaba mucho. Sin volverse,
replicó:
—No podrías negociar mi cadáver por Payton.
Cameron decidió ignorar la respuesta petulante, e indagó con rudeza:

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Highland Knight Hannah Howell

—¿Te detuviste a pensar que me dejaste solo en la cama?


—¡Desgraciado! ¿Estás molesto por que no pudiste divertirte conmigo
por la mañana?
Dejó escapar un leve grito cuando él la cogió por el brazo y la hizo
levantarse, volviéndola hacia sí, mirándola a los ojos con una expresión airada.
—En primer lugar —silbó MacAlpin—, jamás volverás a llamar lo que
existe entre nosotros dos de “diversión”. —No sabía por qué eso era lo más
importante de decir en ese momento, sin embargo Avery lo volvía loco de
rabia—. Segundo, nunca más vuelvas a salir sola por los bosques.
—Me niego a volver contigo.
Cameron se controló para no sacudirla como un saco de harina.
—Vas conmigo, aunque tenga que amarrarte en la silla. ¡Fue un acto
muy estúpido! Pensé que eras una mujer inteligente. ¡Te llevaría una semana o
más llegar a pie a Donncoill, si llegaras! Además acabas de tener mucha fiebre y
el clima de Escocia es riguroso. —Lanzó una mirada a la bolsa caída sobre la
hierba—. Tampoco trajiste provisiones suficientes, y dentro de un día ya no
tendrías que comer. Los bosques están llenos de animales salvajes, y dudo que
las personas con quienes te encontraras fueran todas buenas y gentiles. —Tomó
aliento—. Finalmente, podrías herirte, y ya no conseguirías caminar. ¿Quién te
ayudaría entonces?
—Basta —susurró Avery con firmeza—. Tal vez no haya considerado
todas las posibilidades, pero tenía prisa.
Sabía que Cameron jamás entendería sus motivos para partir. Si no la
amaba, no comprendía su sufrimiento y cuánto deseaba alejar el dolor. Fue una
tontería huir durante la noche y emprender, sola y desprovista, una jornada tan
larga, pero la desesperación la había motivado.
Miró sus propios pies, y comentó:
—Están sucios de nuevo.
Cameron casi rió, a pesar de la preocupación y de la rabia. Avery parecía
una niña triste y enfuruñada al mismo tiempo. Bien, jamás le había prometido
amor eterno, pensó, y si ella no lo había entendido, la culpa era sólo suya.
Hizo que me sentara en la hierba y volvió a lavarle los pies. Desearía
poder aliviar su dolor moral también, pero Avery necesitaba entender sus
responsabilidades de jefe del clan.
Después de secarla con el borde de su propio manto, lo extendió en la
hierba y la hizo sentarse. Sus ojos se encontraron y, sin que necesitaran decir
una sola palabra, comenzaron a acariciarse y besarse con dulzura. Cuando, por
fin, sus cuerpos se unieron, Cameron murmuró:
—No vas a ponerte triste.
—¿Es la tercera orden? —replicó Avery, enlazándolo con las piernas.
—Sí.

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Highland Knight Hannah Howell

Cuando permanecieron acostados, jadeantes y cansados, Cameron


intentó hacerse entender mejor.
—Cambiaría las cosas si pudiera, pero debo actuar como la honra y el
deber me obligan.
Avery sólo afirmó con un gesto de cabeza, y su pasividad lo hizo sentir
una puntada fría en el corazón.

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Highland Knight Hannah Howell

18

El castillo de Cairnmoor era colosal. Avery lo miró, perdiendo el aliento,


mientras subían a caballo el camino que llevaba a las puertas. Un pequeño lago
rodeaba la propiedad a un lado, que se levantaba, majestuosa, de la roca en que
fue edificada. Un foso enorme circundaba los otros tres lados del castillo, y
Avery pensó que su familia tendría mucho trabajo para liberarlas a Gillyanne y
ella de aquel lugar, si fuera necesario.
Su atención fue desviada por los gritos de bienvenida que celebraban la
vuelta de Cameron y su grupo. Era evidente que todos apreciaban a su jefe. A
medida que se aproximaban, Avery pudo ver que las personas estaban bien
vestidas y con buena apariencia, lo que denotaba abundancia.
Cuando alcanzaron el patio interior del castillo y Cameron la ayudó a
apearse, Avery fue empujada hacia un lado por los vasallos que ansiaban saludar
a su líder, y cuando Gillyanne se aproximó, cogiéndole la mano, se sintió menos
sola. Un dolor agudo le inundó el corazón, porque deseaba volver a ver a su
propia familia, y las lágrimas en los ojos de su prima la hicieron reparar que
Gillyanne sentía lo mismo. A pesar de saber que volviendo a su clan le diría
adiós a Cameron, su añoranza no disminuía.
Un señor alto y elegante se aproximó con una sonrisa feliz. El cabello
canoso y algunas arrugas en el rostro eran los únicos rasgos que lo diferenciaban
de Cameron. Avery no se sorprendió al oír que era el primo Iain.
Se tensó cuando Cameron se aproximó con su familiar para presentarla,
pues no sabía lo que las personas en Cairnmoor pensaban de Payton.
—¡Bueno! ¿Por fin te casaste, muchacho? —preguntó Iain, besando las
manos de Avery y Gillyanne.
Contra su voluntad, Cameron se sonrojó como un camarón y, evitando
mirar las sonrisas irónicas de las dos, las presentó:
—Primo Iain, esta es lady Avery Murray y su prima, lady Gillyanne.
—¿Murray? —El señor frunció el ceño, pero no había odio en su
atractivo rostro—. ¿Parientes de sir Payton Murray?
—Sí —respondió Cameron—. Avery es su hermana.
—Bien, existe una historia que deseo oír, y Katherine está ansiosa por
verte, primo. ¿Las señoras desean ir a sus aposentos y, quien sabe, tomar un
baño caliente?

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Highland Knight Hannah Howell

—Gracias, milord —dijo Avery—. Paramos hace media hora para


refrescarnos, e imagino que todos los del clan desean alternar con los que
regresaron.
Los hombres afirmaron, y las dos jóvenes siguieron a Iain, Cameron y
Leargan al interior del castillo.
—Que lugar fabuloso —murmuró Gillyanne al oído de su prima—. Sin
duda es el lado rico de la familia.
Penetraron en el enorme vestíbulo y contemplaron las ricas tapicerías
en las paredes. Ocuparon lugares en la mesa principal a la izquierda de
Cameron, y frente a sir Iain y Leargan. Avery se sirvió pan, queso, frutas y
carnes frías, mientras Cameron contaba sus aventuras a su primo mayor, que,
con mirada penetrante, parecía leer entrelineas.
—Katherine.
Avery supo que estaba a punto de conocer a la mujer que había urdido
una emboscada a Payton. Observó a la joven que, con gestos graciosos, se
aproximó a la mesa y abrazó a Cameron.
Katherine era alta, con formas exuberantes, y cabellos negros como su
hermano. La piel era blanca como marfil, y sus ojos de un azul profundo. Avery
se estremeció al observar que la mirada en su dirección era curiosa, pero
también calculadora.
Asimismo, algo le decía que no había sinceridad en el abrazo que daba a
Cameron, y que todo formaba parte de una representación. Una rápida mirada a
Gillyanne le hizo saber que su prima pensaba lo mismo.
—Ven, hermana, siéntate a la mesa con nosotros.
Cameron se sentía inquieto porque el abrazo de Katherine no lo había
emocionado.
—Esa mujer está sentada en mi lugar —protestó Katherine, apuntando a
Avery.
Sorprendido por la grosería, Cameron la reprendió.
—Siéntate al lado de Leargan.
—Puedo cambiar de lugar —se ofreció Gillyanne—. A pesar de estar
exhausta por el viaje, no me cuesta levantarme un instante, y Avery hará lo
mismo, y lady Katherine podrá reposar su bello trasero en…
—¡Gillyanne! —interrumpió Cameron, fusilando a Leargan e Iain con la
mirada, porque los dos contenían la risa con dificultad—. Katherine se sentará
cerca de Leargan, y todos podremos conversar.
—Menos mal que no le pidió sentarse a mi lado —la niña dijo en voz
baja a Avery.
Su prima mayor trató de meterse en la boca un pedazo de manzana,
mientras vencía la tentación de darle una patada por debajo de la mesa a
Leargan, que parecía estallar de ganas de reír.

122
Highland Knight Hannah Howell

—¿Quiénes son estas mujeres? —inquirió Katherine, sentándose al lado


de su primo y mirando a Gillyanne.
Cameron hizo las presentaciones, y el modo frío como las tres
respondieron lo hizo suspirar, aprehensivo. La batalla parecía ya haber sido
declarada. Con gesto velado, estudió el semblante frío y petulante de su
hermana, y descubrió, asombrado, que ya no confiaba tanto en su palabra.
Katherine se había convertido en una extraña, una bella y joven mujer que no
conocía.
Esa idea lo dejó triste y frustrado. Y eso había sucedido por su propia
culpa, pensó. En Cairnmoor nunca había tenido tiempo para ella, y después se
fue a Francia, dejándola al cuidado de otros familiares. Quien sabe si ahora, que
había vuelto, podría rehacer el vínculo entre los dos.
—Entonces son parientes de mi Payton —dijo Katherine con seguridad.
—Avery es su hermana.
—¿Verdad?
Fue sólo una palabra, pero Avery comprendió que entrelíneas la otra
había querido señalar como una chica flaca y con ropas sucias podía estar
emparentada con un hombre tan atractivo y elegante como Payton Murray. Y
por el modo en que Cameron frunció el ceño, observó que él había entendido lo
mismo.
—¿Continúas afirmando que sir Payton Murray te sedujo? —preguntó su
hermano.
Katherine lo miró con arrogancia.
—Creo que la palabra que usé fue violación.
Por el rabillo del ojo Cameron vio que Avery cogía a Gillyanne por el
hombro, impidiéndole levantarse, y continuó:
—Es una acusación muy grave, muchacha. ¿Estás segura de eso?
Katherine lo miró un momento más, y después desvió el rostro, con un
encogimiento de hombros y un suspiro exasperado. Con gesto teatral cogió un
lienzo bordado del bolsillo de la falda, y se enjuagó los ojos. Después, con labios
trémulos y las largas pestañas negras encubriendo la mirada, murmuró:
—Tal vez no haya usado el término correcto. En mi desesperación por
haber sido tratada de un modo tan ligero y después abandonada, deseé herir a
Payton cómo él me hirió.
Un rumor a su izquierda hizo a Cameron desviar la mirada hacia las
primas. Avery golpeaba la espalda de Gillyanne.
—¿Qué pasó?
—Se atragantó con un pedazo de manzana.
Cameron volvió a mirar a su hermana.
—Lamento tu dolor, Katherine.

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Highland Knight Hannah Howell

—No es tu culpa —replicó Katherine, acomodándose las faldas sobre el


vientre—. Sin embargo temo que mi amante desleal me haya dejado
embarazada.
—¡Dios mío! —murmuró Gillyanne, mirando el vientre redondeado de
Katherine—. ¡Parece que por lo menos eso es verdad!
—Estoy de acuerdo —replicó Avery en el mismo tono—, pero por
descontado no fue Payton. Jamás negaría la paternidad, por lo tanto está claro
que se niega a desposarla porque sabe que el niño no es suyo.
—Entonces la pregunta es, ¿quién es el culpable?
—Primero necesitamos descubrir de cuántos meses es el embarazo y
cuando Katherine estuvo en la corte —susurró Avery a su prima—. Necesitamos
rezar para que los criados no le brinden una lealtad ciega, sino será difícil
descubrir la verdad.
—Señoras… —dijo Cameron, percibiendo la conversación furtiva—.
¿Algún problema?
—No —replicó Avery—. Gillyanne y yo sólo estábamos concluyendo
cuántas buenas mujeres son abandonadas por sus amantes.
Cameron se puso rojo al notar la sonrisa angelical de Gillyanne, y dijo a
su hermana:
—No sufrirás por esto, Katherine. —Se volvió a un criado—. Trae pluma
y papel. Escribiré a sir Payton.
—No servirá, Cameron —dijo la joven MacAlpin—. Él se niega con
frialdad a atender cualquier llamado.
Ignorando el comentario, Cameron tomó la pluma que el criado se había
apresurado a traer.
—Puedo forzar a tu amante a honrar el compromiso, Katherine.
Se interrumpió al ver a Avery y Gillyanne enderezarse con violencia,
muy lastimadas.
—Creo que deseo recogerme —dijo Avery sin mirar al anfitrión.
Cameron le tomó la mano.
—Entiende que estoy obligado a actuar así.
Avery se alejó con brusquedad.
—Lo sé, pero no esperaba tanta frialdad. ¿Dónde quedan mis
aposentos?
—Acomoden a lady Avery en el cuarto de mi madre —ordenó
Cameron— y a lady Gillyanne en el cuarto contiguo.
La niña permaneció un poco más, mientras Avery se alejaba y,
mirándolo con seriedad, dijo:
—Espero que esa pluma le arranque los ojos.

124
Highland Knight Hannah Howell

—Gilly —llamó Avery. Cuando la niña se aproximó, preguntó—: ¿qué


estabas haciendo?
—Agradecía a Cameron por la excelente comida.
No bien la puerta del salón se cerró y las muchachas Murray
desaparecieron, Cameron soltó un suspiro de alivio, mirando a Leargan con
ferocidad.
—¿Encuentras todo esto divertido?
Su primo apuntó hacia la carta.
—¿Eso? No, pero me divierto mucho con Gilly. ¡Es un demonio de niña!
Si no tuviera el doble de su edad intentaría esperar a que creciera un poco más
para hacerla mi esposa.
—Pero, Leargan —silbó Katherine—, ella es un poco tuerta y sus cabellos
parecen un nido de ratones.
—La personalidad vale más que la belleza —replicó Leargan, hablando
cómo si lo hiciera con un niño retardado mental. Se volvió hacia su primo—.
¿Cameron, mencionas a tu hijo en la carta?
—¿Qué hijo? —quiso saber su hermana—. ¿No me digas que la flacucha
te culpa de haberla embarazado?
—No insultes a lady Avery —murmuró Cameron entre dientes.
Katherine sonrió con malicia.
—¿La instalaste en el cuarto al lado del tuyo para vigilarla mejor? —De
pronto pareció pensar y, llevándose la mano al pecho, entrecerró los ojos—. ¡Oh!
¿Harías eso por mí, hermano? ¿Pretendes vengarte en ella por mi causa? ¡Qué
noble!
Aunque sabía que Katherine no estaba obligada a gustarle Avery,
Cameron sintió una rabia sorda.
—Lo que suceda entre lady Avery y yo no es de tu incumbencia, Kate. El
niño a quién Leargan se refiere es un bastardo de mi ex-amante. Por un golpe
del destino, la prima de Avery y su marido lo encontraron perdido y lo
acogieron.
—Bien, eso te libra de la responsabilidad y esa pareja merece tus
agradecimientos.
Cameron parpadeó, estupefacto por las insensibles palabras de su
hermana acerca de su hijo. ¡Finalmente, era su sobrino! Se volvió hacia Leargan,
que mantenía una expresión indescifrable.
—Mencionaré en la carta que Avery y Gillyanne me contaron sobre Alan
y que existe una fuerte posibilidad de que él sea mi hijo. Sin embargo dejaré
claro que ese asunto deberá ser analizado con tranquilad, y nada tiene que ver
con sir Payton.
—¿Pretendes acoger al niño? —preguntó Katherine con aire
sorprendido.

125
Highland Knight Hannah Howell

—Ve a descansar, hermana. Es obvio que las sorpresas del día te


asombraron. Conversaremos en el banquete de hoy por la noche.
Cuando Katherine se retiró del salón, Cameron se concentró en la carta.
Sabía que Leargan deseaba conversar, pero lo evitó. Por fin selló el sobre y lo
entregó a Rob y Colin para que lo llevaran a Donncoill.
Se recostó en la silla, tomó un trago de vino y se sorprendió al ver que
no se sentía satisfecho.
—Entonces está hecho —comentó Leargan.
Cameron no respondió. Debería sentirse triunfante por haber dado el
primero gran paso para salvar la honra de su hermana, pero un enorme vacío
yacía en su pecho.
—Tal vez debieras haber esperado un poco más —prosiguió Leargan.
—¿Por qué?
—Es evidente que Katherine está mintiendo. Un minuto dice que fue
violada, después alega que exageró…
—¿Dudas que sir Payton sea el padre de su hijo?
—Si ella ya admitió que tal vez no haya sido violación, también puede
haber mentido sobre el resto.
—Necesito creer en mi hermana. Ella está indudablemente embarazada,
y si no aceptó su palabra de que Payton es el padre, la avergonzaré ante todos.

—Tenía esperanzas de que lady Katherine estuviera mintiendo sobre el


embarazo —comentó Avery, acostándose en la enorme y confortable cama.
—Pero miente sobre el resto —replicó Gillyanne, sentándose en el borde.
—Lo sé. Payton se niega a asumir la responsabilidad, por lo tanto estoy
segura que no es el padre del niño. Cameron no conoce a mi hermano, y todo lo
que sabe sobre nuestra familia es lo que oyó decir, por lo tanto también tiene el
derecho de dudar de nuestra palabra, ya que somos parientes.
Aunque usaba la lógica, Avery sufría. Cameron había hecho
exactamente lo que había dicho que haría desde el principio. A pesar de la
pasión que le demostraba, no retrocedía un centímetro del plan de venganza.
Como si leyera sus pensamientos, Gillyanne murmuró:
—Podría haber pensado un poco en ti.
—Gilly, su única hermana está gestando un bastardo.
—No es justo para Payton, que debe haber dicho la verdad, y tampoco
para ti y Cameron, que se aman y tendrán que separarse. Todo porque la bella
Katherine se entregó a algún lacayo o algo así, pero desea un marido noble.

126
Highland Knight Hannah Howell

—Y Katherine transformará la vida de mi hermano en un verdadero


infierno, no lo dudo. No lo ama, y sólo desea satisfacer su orgullo herido.
En aquel momento Anne y Therese entraron en el cuarto, e
inmediatamente Gillyanne salió. Avery observó los trajes lujosos en verde y
dorado que Anne traía en los brazos.
—El lord los envía para que lo use en el banquete de hoy.
—¿Banquete?
—Para celebrar nuestro regreso. Son vestidos de lady Katherine.
—Ella es más gruesa que yo. Tengo los senos pequeños.
—Pero estos vestidos son de cuando aún era más delgada. —Anne se
sentó y suspiró—. Supe que lord Cameron envió una carta exigiendo la presencia
de sir Payton en Cairnmoor. ¡Es un tonto!
—No, Anne. Es un hombre atormentado por las quejas de su hermana.
Mis tíos y primos harían lo mismo en su lugar. El único problema es que
Katherine está mintiendo, y en ese punto creo que de hecho Cameron podría ser
más astuto, pero se deja ilusionar porque la ama.
—¿Esperaba que él solucionara el asunto sin mandarla de vuelta, Avery?
—Sí, sin embargo ahora que constaté que Katherine está en efecto
embarazada…
—Noté que el lord la instaló en el cuarto al lado del suyo.
—¿Crees que debo cerrar mi puerta?
—No. Haga el amor con él de tal manera que no la olvide jamás.
Avery sonrió.
—Es lo que pretendo hacer.
—¡Muy bien! Pruébese los vestidos y haré las reparaciones necesarias.
Avery se puso el vestido dorado y después el verde.
—Usará el segundo mañana. Lady Katherine fue muy generosa dándole
los vestidos. Por cierto, había ofrecido una ropa marrón horrorosa, pero su
doncella particular nos mostró donde guardaba los trajes que ya no usa, y
Therese y yo escogimos a gusto. Gillyanne también tendrá lindos vestidos. Son
nobles y se vestirán como las muchachas elegantes que deben ser.
—¿Para a impresionar a Katherine?
—Eso mismo. Y cuando esté a solas con lord Cameron, trate de usar su
encanto.

127
Highland Knight Hannah Howell

19

—¿Están vivas?
—Sí, mamá, sanas y salvas.
Payton sonrió, mirando a sus padres, tíos y tías. Las mujeres lloraban,
abrazándose las unas a las otras, y después aferrándose a los hombres, que
luchaban por controlar su propia emoción, evitando las lágrimas.
—¿Dónde están? —preguntó por fin el padre de Avery.
—En Cairnmoor, al cuidado de sir Cameron MacAlpin —replicó Payton.
—¿Por qué no las envió a casa? —quiso saber su madre.
—Porque desea algo a cambio.
—¿Un rescate? ¿De cuánto? —bramó sir Eric—. No suelo ceder a las
extorsiones, pero haremos todo para tener a nuestra Gilly de vuelta.
—Y a nuestra hija Avery —añadió sir Nigel, observando a Payton con
atención—. ¿Cuánto?
—No se trata de cuánto sino de quién —corrigió Payton con serenidad.
—¿Quién? —replicó su madre, frunciendo el ceño, e inmediatamente
entrecerrando los ojos con comprensión—. ¡Sí! ¡MacAlpin! ¡Esa joven terrible!
—¿Gisele, olvidaste contarme algo? —preguntó sir Nigel a su esposa, con
voz tranquila pero mirada feroz.
—Déjame explicarlo, mamá —atajó Payton—. La última vez que estuve
en la corte conocí a una muchacha que intentó conquistarme. Como era noble y
fue llevada con el fin de encontrar marido, hice lo máximo para evitarla. En
ciertas ocasiones su insistencia me obligó a ser más rudo de lo que deseaba, y
como es muy mimada, no le gustó mi actitud. —Sonrió de modo tranquilo—.
Pronto volví a casa y olvidé el episodio, pero luego recibí un mensaje de su
guardián, sir Iain MacAlpin, diciendo que la joven alegaba haber sido violada
por mí. —En ese punto Payton levantó la mano, pidiendo silencio ante las
protestas indignadas de sus parientes, y volvió a sonreír—. También exige que
vaya a Cairnmoor sin pérdida de tiempo y me case con la muchacha que, dice él,
arruiné, lady Katherine MacAlpin.
—Sí —murmuró lady Gisele—. Payton me contó el incidente pero pensé
que pronto la verdad sería descubierta.
—Comienzo a entender nuestro problema —gruñó Nigel.

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Highland Knight Hannah Howell

—Mi problema —corrigió Payton, continuando la historia—. Respondí


que Katherine mentía y desafié a su guardián a que me presentara a los testigos
que alegaban mi crimen.
—No fue muy conciliador de tu parte.
—Puede ser, pero me enfurecí. Enseguida fui informado que la
muchacha estaba embarazada. Está claro que negué la paternidad. Bien, las
quejas continuaron por cierto tiempo y después terminaron. Pensé que habían
descubierto la verdad en Cairnmoor, y olvidé el hecho, sólo lamentando que no
se hubieran disculpado conmigo. —Payton miró la carta que tenía en sus
manos—. Parece que el guardián de Katherine sólo estaba esperando el regreso
de sir Cameron.
—¿Y ahora sir Cameron te acusa de violación?
—Creo que tiene dudas, porque aún no lo ha hecho. Sin embargo
Katherine insiste en decir que soy su amante y padre del niño que trae en el
vientre. Si voy a Cairnmoor y accedo a ser su esposo, Cameron nos regresará a
Avery y a Gillyanne.
—¿Cómo fue que puso las manos en nuestras niñas?
—Parece que prestó algún servicio a un tal sir Charles Deveau. —Payton
sonrió al ver la expresión de aversión en el rostro de su madre—. Se negó a
atacar a algunos enemigos de los Deveau y se preparaba para partir, cuando las
conoció. El resto de la historia ellas mismas lo contarán, dice la carta.
—¡Bastardo! —maldijo sir Nigel.
—Pero tiene el cuchillo y el queso en la mano —comentó Gisele.
—¿Crees que lastimará a las niñas? —preguntó Bethia.
—No —replicó Payton—. Algo me dice, según su modo de escribir, que
no les hará ningún daño, sin embargo no las devolverá con facilidad.
—Entonces tal vez sea conveniente que vayamos hasta allá y que
traigamos a Avery y a Gillyanne de regreso —dijo Nigel.
—No —replicó Payton—. Iré solo a Cairnmoor.
Gisele cogió la mano de su hijo.
—Pero sir Cameron te hará desposar a esa muchacha y tú no la amas.
Además de eso tu primogénito no será sangre de tu sangre.
—Cierto, sin embargo no puedo dejar a mi hermana y a Gillyanne como
rehenes en Cairnmoor. ¿Y quién me dice que las amenazas no vendrán en breve
y que sir Cameron se queje con el rey? Iré, pero eso no quiere decir que me
casaré con Katherine. Intentaré arrancarle la verdad, y para eso necesito ir hasta
allá. Y sir Cameron menciona otra cosa más. —Paseó la mirada por sus
parientes—. Dice que Avery y Gillyanne manifestaron una fuerte posibilidad de
que él sea el padre de Alan.
—¡Oh, Dios mío! —exclamó tía Maldie—. Elspeth va a sentirse feliz y
triste al mismo tiempo.

129
Highland Knight Hannah Howell

—Pero sir Cameron escribe que el caso del niño es algo aparte y lo
discutirá después. Me sentí tentado a intercambiar a Alan por mi libertad, pero
eso rompería el corazón de Elspeth. No lo haré. Si sir Cameron es el padre del
niño, se pertenecen el uno al otro, pero el proceso de cambio deberá ser hecho
con mucho cuidado.
Sin embargo lady Gisele pensaba en su hijo.
—Katherine es una mentirosa, y tu boda con ella será un error, hijo.
Payton posó la mano en el hombro de su madre.
—Le arrancaré la verdad, con la ayuda de Avery y Gillyanne.

No bien las muchachas Murray dejaron el salón en Cairnmoor, Cameron


se recostó en la silla y tomó un gran trago. Su hermana se había retirado
enseguida, y aunque sospechaba que las tres mujeres iban a enfrentarse,
resolvió mantenerse fuera del asunto. Que ellas resolvieran sus problemas solas.
Sólo esperaba que no hubiera derramamiento de sangre, pensó con una sonrisa.
Hacía una semana que había exigido la presencia de sir Payton en
Cairnmoor, pero parecía una eternidad. La llegada del noble debería solucionar
el problema, sin embargo sería el fin de su relación con Avery, que actuaba de
manera muy extraña.
Desde que la había puesto en el cuarto contiguo al suyo, había esperado
encontrar siempre la puerta trancada, sin embargo cada noche ella lo recibía
con los brazos abiertos, y era una amante excepcional. Debía tener algún plan en
mente, dedujo por milésima vez, sólo que no conseguía descubrir que ganaría
con eso. Fastidiado, volvió a llenarse el vaso.
—¿Avery te transformó en un borracho, mi muchacho?
—Quien sabe, Iain. —Cameron sonrió a su pariente—. Cada vez que nos
reunimos en las comidas, estoy esperando que Katherine y Avery se lancen una
sobre la otra.
Iain gesticuló, con comprensión.
—Comer en este clima da indigestión.
—Es agotador.
—Sí, y pareces cansado, mi muchacho.
Del otro lado de la mesa, Leargan soltó una carcajada.
—No es sólo la pelea entre las mujeres lo que cansa a mi primo. Todas
las noches él…
—Leargan —protestó Cameron en tono amenazador.

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Highland Knight Hannah Howell

—¡Oye, primo! Sabes que jamás sería irrespetuoso con Avery. Pero
siento envidia. Daría todo por tener una muchacha tan tierna y apasionada a mi
lado.
—Es obvio que necesito ser más discreto —comentó Cameron,
frunciendo el ceño—. Pero creo que Avery está tramando algo.
—¿Y qué puede ser? —cuestionó Leargan con aire de burla—. ¿Dejarte
tan cansado que no logres poseer a otra mujer después de que la abandones?
Cameron decidió ignorar el sarcasmo.
—Avery está siendo demasiado dócil. Finalmente, pretendo mandarla de
regreso, quiero que su hermano se case a la fuerza con Katherine, y ella actúa
como si todo estuviera bien y no existiera resentimiento. Es orgullosa e irritable.
¿Por qué está actuando así?
—Bien, ciertamente no está siendo amable con Katherine —comentó
Iain.
—Tienes razón. A veces pienso en dejar a uno de mis hombres
vigilándolas para que no se maten.
—Tal vez Avery comprenda que no tienes elección.
—De vez en cuando pienso que esperaba verme encontrar otra salida
para el problema.
—Pero Katherine sin duda está embarazada.
—Embarazo que, según Avery, no es responsabilidad de su hermano
—recordó Cameron.
—Mientras Katherine necesita un marido y apunta el dedo hacia sir
Payton.
Cameron se volvió a Iain.
—¿Crees que mi hermana está mintiendo? Pasaste más tiempo con ella
que yo.
—De seguro Katherine es capaz de mentir, pero no puedo afirmar nada
—replicó Iain.
Cameron suspiró.
—Fallé en mis deberes de convertirla en una persona correcta.
—No te tortures. Todos nosotros la mimamos cuando era niña, pero
también le dimos buenos ejemplos. Katherine no es sólo malcriada, sino
también vanidosa, y poco gentil con los vasallos. Y eso nadie se lo enseñó.
—¡Claro que no! Ni el señor ni tía Agnes son esnob. —Cameron hizo una
pausa y después preguntó—: ¿Conociste a sir Payton?
—Superficialmente.
—Oí decir que es un pozo de perfección.
Iain sonrió.

131
Highland Knight Hannah Howell

—Me quedé boquiabierto por el modo en que las muchachas lo


perseguían, pero nunca oí ningún comentario que lo desacreditara. Algunas
palabras irónicas de hombres celosos, pero fue todo. Me quedé muy sorprendido
cuando Katherine lo acusó, sin embargo necesitaba creer. Al final, es de nuestro
clan.
—No tuviste elección —concluyó Cameron—. ¿Pero creíste en la historia
de la violación?
—No. En primer lugar, con la popularidad que disfruta, Payton no
necesitaba emplear tales métodos, y Katherine en ningún momento presentó el
aire devastado de quien ha sufrido un trauma tan terrible. Ahora creo que si
algo existió fue seducción, y con su consentimiento.
—Comienzo a pensar que Katherine planea conseguir al hombre que
desea, forzándome a ayudarla —dijo Cameron.
—Entonces no apresures la boda —aconsejó Leargan.
—Es imposible esperar demasiado.
—Una o dos semanas no harán mucha diferencia.
Cameron se removió en la silla incómodo.
—Detesto admitirlo, pero comienzo a dudar de Katherine. He observado
todo lo que dice y hace desde que volví, y estoy siempre pensando que es una
embustera
—Entonces deja que las muchachas Murray descubran la verdad.
—¿Crees que están intentando hacer que Katherine caiga en una
trampa?
—Seguro. Y trata de estar alerta también.

Katherine alzó los ojos del bordado que hacía, y fusiló a Avery y a
Gillyanne con una expresión airada.
—¿Ustedes dos no tienen otro lugar donde ir?
—No —replicó Avery, sentándose enfrente.
Paseó la mirada por la solana de las señoras del castillo. Era una
habitación adorable, en especial durante el día. Observó a la buena y regordeta
tía Agnes que, como siempre, dormitaba junto a la chimenea. Avery dudaba que
la gentil e ingenua señora hubiera sido una buena guardiana para la avispada
Katherine.
En aquel instante Gillyanne se sentó en el mismo asiento que Katherine,
y Avery sofocó una risa. Era típico de su prima aprovecharse del hecho de que
Katherine no la soportaba y se sentía inquieta a su lado.

132
Highland Knight Hannah Howell

—Oí decir que si una persona mentirosa bebe agua bendita su lengua se
pone negra, se pudre y se cae —dijo la niña, extendiendo un vaso a Katherine.
—Supersticiones de campesinos —bufó la otra sin aceptar el agua, y
dando un golpe en la mano de Gillyanne—. ¿Por qué está palpando mi
estómago?
—Para ver si no colocaste una almohada ahí —replicó Gillyanne con
toda tranquilidad.
—Cargo al hijo de sir Payton y ustedes lo saben.
—No.
Katherine lanzó una mirada de desprecio a las dos primas.
—¡Claro! No quieren admitirlo. Se niegan a imaginar que él pueda ser
un seductor sin corazón, y que usó a una muchacha de un modo horrible.
—Payton no es un santo —replicó Avery con voz suave, sabiendo que eso
irritaba a la otra—. Sin embargo no seduciría o violaría a una virgen para
después negarse a asumir las consecuencias.
—¿Estás diciendo que no era virgen cuando conocí a tu hermano?
—replicó Katherine, dejando el bordado de lado.
Avery pensó que la otra había puesto las palabras en su boca, pues ni
siquiera había pensado en esa posibilidad. Sin embargo, volviendo a mirar a la
anciana tía Agnes que dormía, concluyó que era bastante probable que
Katherine ya hubiese hecho de las suyas mucho antes de conocer a Payton.
—No —dijo en voz alta—. Sólo mantengo que tu amante no es Payton.
—¿Entonces por qué desearía casarme con él?
—Porque es guapo, rico y todas las mujeres te envidiarían. Sospecho que
el verdadero padre de tu hijo no tiene todas esas cualidades.
—¡Bueno! ¿Ahora estás acusándome de levantarme las faldas con un
pobretón cualquiera?
—Muchos caballeros dignos no poseen fortuna.
—Tengo una dote extraordinaria, y no necesito preocuparme por
casarme con un hombre rico.
—¿Entonces por qué no te casas con el hombre que te dejó embarazada
en vez de insistir en llevar a un inocente al altar?
—¿Encuentras imposible que tu hermano me haya deseado? —formuló
Katherine con una sonrisa sarcástica—. Ya puse al revés la cabeza de muchos
jóvenes.
—Creo que sí, porque eres muy bonita. De seguro Payton podría
admirarte, pero no te llevaría a la cama. Mi hermano no es tonto, y sabía que
estabas buscando marido. Payton aún no pretende casarse, y por descontado se
alejó de ti.

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Highland Knight Hannah Howell

—Tal vez la atracción que sintió por mí haya sido muy fuerte. —Miró a
las dos Murray con desdén—. Por lo menos tengo virtudes que atraen a los
hombres.
—Pero parece que no eres muy inteligente, pues crees que esta mentira
dará resultado —replicó Avery.
—No será preciso. Basta que pueda casarme con quién deseo. —Se
levantó de pronto y se aproximó a la señora dormida, despertándola con cierta
rudeza—. Vamos a recogernos, tía Agnes. —Se volvió hacia Avery—. ¡Y si
piensas que durmiendo con mi hermano Cameron vas a conseguir evitar esa
boda, está muy engañada!
No bien la joven se retiró con la anciana señora, Avery miró alrededor,
buscando algo para descargar su furia. Gillyanne se aproximó.
—Estoy absolutamente convencida de que Katherine miente sobre
Payton.
—¡Por supuesto! Cada día sus palabras lo revelan. Y el padre del niño
debe ser un hombre pobre.
—No podemos permitir ese matrimonio.
—Katherine debe haber tenido amantes en la corte. No aquí en
Cairnmoor, pues todos lo acabarían sabiendo, y ella no podría mentir.
—Payton llegará pronto, y podremos preguntarle si la vio con otros en
los bailes de la corte. Necesitamos conseguir un nombre. Creo que Cameron
también comienza a sospechar de Katherine.
—Aún así quiere obligar a Payton a esa boda.
—Porque no surgió otra posibilidad hasta el momento. Necesitamos
conversar con la doncella personal de Katherine.
Gillyanne siguió a su prima hasta la puerta.
—La mujer huye de nosotros.
—Entonces necesitamos la ayuda de Anne.
Al salir, tropezaron con Cameron y Leargan.
—Te veré más tarde —avisó Avery—. En este momento necesito
solucionar una cosa con Gillyanne.
Cameron acordó, y la observó alejarse. Después se volvió hacia su
primo.
—¿Vas a intentar convencerme de que las dos no están planeando algo?
—De ninguna manera. Coincido contigo.

134
Highland Knight Hannah Howell

20

—¿Alguien vio a Avery? —preguntó Cameron, entrando en la solana de


las señoras.
Paseó la mirada por la habitación, pensando que siempre le había
gustado aquel rincón, aunque en ese momento estuviera cargado con un clima
de tensión y furia. Gillyanne se sentaba al lado de Anne, fingiendo bordar, pero
encarando a Katherine todo el tiempo.
Cameron conocía esa mirada, que parecía desnudar todos los
pensamientos de una persona.
Anne conservaba el rostro plácidamente inclinado hacia el trabajo de
aguja, pero mantenía la vigilancia sobre las dos jóvenes. Al otro lado, tía Agnes
dormitaba, como siempre, ajena a lo que pasaba alrededor.
—¿Perdiste a tu concubina? —preguntó Katherine.
Cameron iba reprenderla con rabia, pero cambió de idea.
—Corrígeme si estoy equivocado, Katherine, ¿pero no eres tú quien está
ahí sentada, con el vientre hinchado por la semilla de un hombre? —Se calló al
verla enrojecer, y después prosiguió—: Entonces trata de tener cuidado cuando
hables de lady Avery. Y vuelvo a hacer la misma pregunta. ¿Alguien la vio?
—Está en los jardines —respondió Gillyanne—. ¿Recibió noticias de
nuestras familias?
—Sir Payton llegará por la mañana. No perdió el tiempo, ya que le envié
una carta hace ocho días. —Cameron abrió la puerta—. Voy a avisar a Avery.
—Cameron —dijo Katherine.
—¿Sí?
—Dile a esta niña insoportable que deje de mirarme de esa manera.
Lord MacAlpin sabía como esas miradas la perturbaban, y trató de
satisfacer a su hermana.
—Gillyanne, deja de mirar a Katherine.

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Highland Knight Hannah Howell

Avery arrancó unas malas hierbas, preguntándose por qué la jardinería


no parecía serenarla como siempre había ocurrido en el pasado. Acabó
concluyendo que antes no sufría por amor.
Si fuera inteligente, le cerraría su puerta a Cameron, que nunca le daba
esperanzas para el futuro, pensó. Tenía todo el derecho de darle la espalda, pero
sabía que no lo haría. De hecho, si lo expulsara de su lecho, iría contra el plan de
hacer que la amara tanto como lo amaba ella, y de hacerse imprescindible en su
vida. Sólo deseaba que Cameron le diese alguna pista para saber si estaba
consiguiendo su objetivo.
Suspiró y alzó el rostro hacia el cielo. Era hora de prepararse para la
cena y necesitaba tomar un baño. Se levantó para dejar el jardín, y casi chocó
con Cameron.
—¿Viniste a decirme algo o sólo a admirarme toda sucia de tierra?
—preguntó alegre.
Cuando él sólo la miró atentamente, Avery inquirió:
—¿Algo malo?
—No. Sólo estoy buscando un punto limpio en tu rostro para besarte.
Avery rió, pero el rostro de Cameron se puso serio.
—Tu hermano llegará al amanecer.
—¿Y entonces podré partir con Gillyanne?
—Sí, sí sir Payton acepta las condiciones.
—Me gustaría tener unos momentos a solas con Payton antes de dejar
Cairnmoor. No lo veo hace meses y sin duda continuaré sin verlo por mucho
tiempo después de mañana.
—Está bien.
Habían llegado al vestíbulo del castillo, y Avery se disponía a subir las
escaleras, cuando vio a Katherine desciendo los escalones.
—¿Rodaste con tu amante en el lodo? —preguntó la joven, mirando a
Avery de arriba a abajo con desaprobación.
De seguro ella nunca se ensuciaba, pensó la joven Murray, sonriendo
ante la tensión de Cameron. De pronto, rápida como un rayo, subió los
escalones que la separaban de Katherine, le tomó el rostro limpio entre las
manos, la besó en ambas mejillas, y le dio un abrazo apretado que dejó su
exquisito vestido manchado.
—Te voy a extrañar, Katherine —susurró, percibiendo la mirada furiosa
de la otra—. Pero no creo que sea mutuo.
Volvió a subir las escaleras, arreglándose las faldas, cuando Cameron
preguntó:
—¿Avery, quieres cenar conmigo en mis aposentos?

136
Highland Knight Hannah Howell

Sólo había una razón para tal invitación, pensó ella. Era la última noche
que pasarían juntos. En aquel instante supo que debía mandarlo al infierno,
pero respondió:
—Sí, estaré allá dentro de una hora. —Contempló su propio vestido
sucio, y corrigió—: Dos horas.

Avery permaneció envuelta en la toalla de lino y abrió la puerta a Anne


de modo distraído. Sería su última noche con Cameron… por algún tiempo. No
osaba ni pensar en la palabra “siempre”, aunque esa palabra quedara rondando
en su mente como un puñal erguido y pronto a herir su corazón. Necesitaba
mantener cierta esperanza en el futuro, o desperdiciaría su encuentro llorando
todo el tiempo.
Pensaba además que le gustaría usar algo especial, y Anne pareció leer
sus pensamientos, porque le arrancó de las manos la ropa interior habitual.
—¡Nada de eso! No esta noche.
—¿Y por qué no?
—Será la última que pasará en Cairnmoor… por algún tiempo.
—¡Cuánto optimismo!
Anne ignoró el comentario.
—Una cena especial fue enviada a los aposentos de lord Cameron.
Tendrán privacidad.
—Nada es muy privado en este castillo.
—En especial porque todos se interesan por su relación con el amo.
—Sonrió, satisfecha—. Nos gustan mucho los dos. ¡Póngase eso!
A continuación, exhibió lo que traía colgado en el brazo.
Avery contuvo la respiración al ver la transparencia de la camisola y de
la bata que parecían tener más encaje que tejido. Eran del color del oro con
encaje negro. Un escándalo, concluyó, algo digno de una cortesana de lujo.
—¿Dónde encontraste esa ropa vergonzosa, Anne?
—¿Recuerda haber dicho que dudaba que Katherine fuera la flor pura e
inmaculada que todos creen que es? Bien, creo que tiene razón. Estas no son las
ropas adecuadas para una joven casta.
—¡¿Katherine?! ¡Dios mío! ¡Encuentras las cosas más interesantes en
sus armarios! —Avery rió—. Sin embargo aún no has pillado a un hombre
escondido allí.
—Lo lamento. Si ella compartió el lecho con alguno de los jóvenes de
aquí, son muy discretos a ese respeto. ¡Vamos! ¡Vístase!

137
Highland Knight Hannah Howell

—Son hermosas, pero voy a sentirme desnuda. Además, le pertenecen a


Katherine, me quedarán muy anchas.
—Nada de eso. —Con un gesto rápido, Anne le puso la camisola—. Le
quedó perfecta, y la bata puede quedarle un poco ancha, no tendrá importancia.
Avery examinó el resultado, y rió.
—Continúo sintiéndome desnuda. ¿Qué irá a decir Cameron?
Anne soltó una carcajada.
—Se quedará tan sorprendido que no dirá nada.

Cameron bebía mientras se paseaba de un lado a otro. Parecía que sería


la primera noche con Avery, pero ya eran amantes desde hacía varias semanas, y
esa, bueno, era la última noche juntos.
Ese pensamiento lo hizo sentirse muy ansioso, y trató de no pensar en
es asunto. En aquel instante ella entró, haciéndolo volverse para mirarla y
quedarse inmóvil.
Las ropas que Avery usaba revelaban cada curva de su cuerpo de
manera más provocativa que si estuviera completamente desnuda.
—¿Dónde conseguiste esas prendas? —preguntó con voz ronca,
aproximándose y tocando uno de los senos blancos.
—Anne me las trajo.
—¿Dónde las habrá encontrado?
—Eso no viene al caso, ya que estás satisfecho.
—¿Cómo no lo estaría?
Avery se estremeció de placer. Cuando oía su voz profunda y llena de
pasión nada más le interesaba en el mundo.
—Quítate la bata —pidió Cameron sin alejar la mirada del cuerpo
perfecto que parecía brillar bajo el tejido dorado.
Avery se sonrojó.
—No hay mucha ropa debajo.
—Lo sé. Quiero admirarte mientras cenamos.
—¿Y por qué no te quitas tu túnica también?
—¿Quieres verme desnudo a la mesa?
—Tienes tus fantasías y yo las mías —replicó Avery en tono malicioso.

138
Highland Knight Hannah Howell

Poco hablaron mientras comían y, de vez en cuando, Avery colocaba una


cereza entre los labios de su amante, que la hacía beber vino de su copa.
—El modo como me miras, muchacha, me hace olvidar de que soy un
hombretón feo de piel muy morena y cejas tupidas y negras.
Avery se levantó y rodeó la mesa.
—¡Oh, Cameron! Eres un hombre muy guapo. —Se sentó en su regazo, y
le acarició los cabellos—. Tienes un físico fuerte y musculoso y ojos penetrantes
como brasas ardientes. Tus cicatrices hablan de supervivencia y victorias.
Con la sensualidad natural de una mujer apasionada, le besó el vientre
duro, haciéndolo gemir de placer.
—Será una noche inolvidable —murmuró, deslizando los labios por el
pecho musculoso—. Tendremos recuerdos para el resto de nuestras vidas…
—Porque mañana…
Avery colocó un dedo sobre su boca, haciéndolo callar.
—No digas nada. Vamos a ignorar el futuro y aprovechar el momento.
Luego, continuó acariciándolo hasta que Cameron cerró los ojos y se
esforzó por mantener el control un poco más. Por fin, con un gesto rápido, la
bajó de sus rodillas, y se sentaron en una butaca de respaldo alto. Situándose
entre sus piernas, la poseyó de modo lento y sensual, haciéndola echar la cabeza
hacia atrás, y sollozar de placer.
Le besó los senos blancos y majestuosos, y la danza del amor fue
intensificando el ritmo, hasta que sus cuerpos vibraron en la cúspide de la
pasión.
—Quiero ver tu deseo aumentar a cada instante, hasta el final —le
susurró Cameron al oído.
Avery se dejó llevar, siguiendo el clamor del sexo, porque aquella noche
no podían existir reservas o falsos pudores.
Más tarde Cameron tomó un paño de lino, y lo humedeció en una jarra
con agua. Después deslizó el tejido suavemente por el cuerpo de Avery,
enjuagándole el sudor, y haciéndola vibrar con los gestos sensuales y amorosos.
Le ofreció hidromiel, bebida fuerte que inmediatamente se le subió a la cabeza.
Le besó los largos cabellos dorados y murmuró:
—¿Qué deseas de mí, Avery? Pide lo que quieras. Esta es una noche
mágica.
¡Déjame quedarme contigo para siempre!, gritó su corazón, pero
respondió risueña:
—Estoy preocupada por sobrevivir después de tanto placer. Bésame sin
parar. Adoro tus besos.
—Termina tu bebida.
—Estoy mareada.

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Highland Knight Hannah Howell

—¡Perfecto! Ese es mi plan —replicó él, deslizando los labios por el


lóbulo de la oreja rosada, haciéndola estremecer y gemir.
—Besa todo mi cuerpo, Cameron, como sabes hacerlo.
—Nunca antes besé cada centímetro del cuerpo de una mujer.
Ella pareció muy sorprendida.
—¿En serio? ¡No puedo creerlo! Es un hombre tan experto cuando se
trata de sexo…
—Tal vez, pero siempre me relacioné con mujeres muy vividas que ya
habían pasado por centenares de experiencias, y eso me disgustaba un poco.
Pero tú, Avery, eres diferente. Te tomé virgen y soy tu primer hombre. Tu
cuerpo es una flor que se abrió bajo mis manos, delicioso, inocente y puro.
—Suspiró y volvió a besarla con deseo—. Siempre quiero acariciar cada parte de
tu piel, y nunca quedo satisfecho.
Ella rió con suavidad.
—¿Por eso me emborrachaste con hidromiel? ¿Para que estuviera
relajada y sin inhibiciones?
—Tal vez, pero no era preciso, pues tú siempre te entregas de manera
total y absoluta. Mi hambre es insaciable, como la de una fiera. Cada nuevo
contacto me hace estar anhelando el prójimo.
Tomó un jarro de mermelada de mora sobre la mesa, y la miró con un
brillo malicioso en la mirada, haciéndola comprender, aún sin palabras, cuáles
eran sus intenciones. De forma lenta y deliberada, esparció la mermelada sobre
su suave cuerpo.
—Creo que pasamos de la espontaneidad al libertinaje muy deprisa
—comentó Avery, cerrando los ojos y entregándose a las delicias.
—Bella palabra… libertinaje… —murmuró Cameron, muy ocupado en
deslizar los labios por sus senos henchidos.

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Highland Knight Hannah Howell

21

Fuertes golpes en la puerta y la voz de Leargan no era lo que Cameron


deseaba oír al despertar. Se arrimó al cuerpo suave de Avery y mantuvo los ojos
cerrados. Sonrió al notar que comenzaba a excitarse de nuevo, y eso era
inaudito, ya que habían pasado la noche haciendo el amor.
—¡Cameron! ¡Sal de la cama!
—¡Vete ya, Leargan!
Apenas hubo gritado, temió despertar a Avery, pero ella sólo refunfuñó
sobre el bullicio, continuando durmiendo.
—Un tal sir Payton aguarda en el salón principal.
Todo el calor abandonó el cuerpo de Cameron. Lentamente, se liberó de
los brazos de Avery, aunque ansiaba permanecer a su lado. Trató de recordar
que Katherine estaba embarazada y necesitaba un marido. Eso le dio fuerzas
para salir de la cama. El deber lo llamaba, golpeando a su puerta con alarde, y
estaba obligado a obedecer. No sólo era el hermano de Katherine, sino el señor
de Cairnmoor, y no tenía elección.
Entreabriendo la puerta del cuarto, informó a Leargan que descendería
en diez minutos. Luego hizo sus abluciones matinales, luchando por ignorar la
larga noche de placer que había disfrutado con Avery. Cuando acabó de vestirse,
ella despertó, y eso lo inquietó. Sabía que era una cobardía, pero le hubiese
gustado haber salido del cuarto en silencio. Finalmente, ¿qué quedaba por
decir?
—Payton llegó —dijo Avery, adivinando, y sentándose en la cama,
mientras se apartaba los cabellos del rostro.
—Sí, y me espera abajo en el gran salón —respondió Cameron, cerrando
los puños ante el deseo de tocarla una vez más.
Avery se enrolló en la sábana y dejó el lecho.
—¿Puedo hablar con él a solas antes de partir?
—Sí.
—Gracias. Iré a aguardarlo en mis aposentos.
Cameron la observó mientras se encaminaba a su cuarto, envuelta en la
sábana.
—¿Avery?

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Highland Knight Hannah Howell

—¿Sí? —Ella se detuvo junto a la puerta que conectaba ambos cuartos,


pero sin mirarlo—. No hay nada que decir.
—Creo que no. —Cameron se frotó el pecho, sin saber por qué se sentía
tan mal—. Espero que…
—También lo espero, Cameron, pero no sé si por la misma razón.
El sonido de la puerta cerrándose con un seco estallido lo hizo
estremecer. Trató de enfocar sus pensamientos hacia el próximo paso, y pensó
que mandaría a alguien a limpiar su cuarto de arriba a abajo, esa mañana. Así
esperaba ya no sentir el perfume de Avery.
Un grupo de mujeres se había formado cerca del gran salón, y cuando
vieron al señor del castillo, le abrieron paso, con un rumor de faldas.
Murmuraban sobre el recién llegado que, de pie al lado de Leargan, aguardaba.
De seguro sir Payton Murray era un hombre bonito, pensó Cameron con
cierta irritación. No muy alto o de físico conveniente, pero algo le decía que
podría manejar la más pesada espada con facilidad. Estaba bien vestido y cada
gesto denotaba nobleza y elegancia.
Era como Gillyanne lo había descrito, sin quitar ni poner, además de ser
muy joven.
—¿Cuántos años tiene? —le preguntó a quemarropa, aproximándose a
los dos hombres.
—Cumpliré veintiuno dentro de un mes —respondió Payton con
tranquilidad.
—¿Pero posee un título de nobleza hace varios años?
—Sí, el rey me premió por valor cuando tenía diecisiete años.
—Salvó al príncipe de morir ahogado —explicó Leargan con animación.
Cameron se sirvió vino, y observó a su primo, que sonreía sin parar.
—¿Tienes algo que decir, Leargan? Sino nuestro invitado pensará que
somos un bando de tontos sonrientes.
—Sir Payton, le presento a sir Cameron MacAlpin —lo presentó
Leargan, sin perder la calma.
—¡Payton, mi querido!
Tres pares de ojos se volvieron hacia la puerta, y vieron a Katherine,
pasando por entre el grupo de mujeres y correr en dirección del recién llegado.
Con gestos tranquilos, el muchacho evitó que la joven lo sofocara de abrazos y,
apartándose, le besó la mano educadamente.
La joven dama hizo una expresión de desagrado, sin embargo no escapó
a la mirada observadora de Cameron la ausencia de verdadera emoción por
parte de su hermana.
—Apártense, por favor —dijo una otra voz femenina en la puerta.
Ante el sonido, Katherine enrojeció, murmurando:

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Highland Knight Hannah Howell

—Pensé que la pequeña estaba durmiendo.


Payton desvió la mirada fría de la joven, y exclamó con una sonrisa:
—¡Gillyanne, mi amor!
Graciosa, la niña se tiró en los brazos de su primo. Después de
levantarla del suelo y besarla, él la hizo tocar con los pies las lujosas alfombras, y
observó:
—Estás muy bonita, Gilly.
—Sí. Los disturbios y problemas no lograron afectarme —bromeó.
—Tienes razón, querida. Sólo te hicieron transformarte en una joven
encantadora.
—¡Qué gentileza!
—Gracias. Intento ser siempre un caballero.
—Pensé que ya te ibas —interrumpió Katherine, interponiéndose entre
los dos primos que se divertían con el intercambio de bromas.
—¿Sentirás mi falta? —preguntó Gillyanne con expresión angelical, y sin
esperar respuesta, se volvió hacia Cameron—: supongo que no seré invitada a la
boda. A propósito, ¿cuándo será?
Cameron sabía que había más que simple curiosidad en la pregunta de
Gillyanne, y respondió:
—De aquí a una o dos semanas.
—Pero, Cameron… —protestó Katherine—. ¿Y mi hijo?
—¿Qué tiene él? No va a ir a ningún lugar.
La joven pareció agraviada con la respuesta, mientras Payton y Leargan
fijaron la mirada en sus vasos, intentando contener la risa. Gillyanne se acercó a
Cameron, que la estrechó con sus brazos.
—¡Quién diría! Tienes sentido del humor —dijo ella, sonriéndole.
—Debo tenerlo, porque aún no te he estrangulado.
—¿Siempre querida por todos, Gilly? —la provocó Payton.
—Por algunas personas, por lo menos —replicó la niña—. ¿Dónde está
Avery?
—Sí. ¿Dónde está mi hermana? —preguntó Payton, mirando a Cameron.
Analizando la mirada del recién llegado, Cameron tuvo la nítida
impresión que por detrás del rostro bonito y de las maneras elegantes, Payton
Murray era un león pronto a luchar por sus seres queridos y sus derechos. Hasta
el momento nada había visto de errado en el muchacho y, de forma extraña, eso
lo irritaba un poco.
—Avery desea un rápido encuentro con usted antes de dejar Cairnmoor
—dijo Cameron—. Lo espera en sus aposentos. Decidí liberar a su hermana y a

143
Highland Knight Hannah Howell

su prima inmediatamente, como un gesto de buena voluntad, esperando que


cumpla con su deber, sir Payton.
—Lo llevaré hasta ella —ofreció Gillyanne—. Después recogeré mis
pertenencias y las bajaré. Dile a Avery que la esperaré aquí.
—Será un encuentro breve, Gilly. Bowen dijo que aguardaría dos horas y
ya pasó una desde que llegué.
—Bien, si el plazo se agota iré hasta las puertas y le diré que espere un
poco más. —Gillyanne miró a Cameron y explicó—: Bowen es el capitán de
nuestra guardia y muy protector según yo.
No bien Payton y Gillyanne salieron, Cameron se volvió hacia Leargan.
—¿Cuántos hombres de los Murray están asentados afuera de mis
muros?
—Cerca de cuarenta. Tengo la impresión que el mensaje que nos
enviaron es que en caso que las muchachas no aparezcan dentro de dos horas,
los Murray desconfiarán de nuestras intenciones. Es mejor que nos
aseguráramos que tal cosa no ocurra.
—Sí —concordó Cameron—. Lo último que deseo es una batalla.
—Bien, jamás podrían tomar Cairnmoor con un puñado de soldados
—se entrometió Katherine—. No hay motivo de preocupación.
—Supongo que no deseas que mate a los hombres de sir Payton hasta
verte casada con él.
Su hermana apretó los labios demostrando aversión.
—Veo que volviste a estar de mal humor. Me retiro.
Cuando Katherine se alejó, Cameron se sentó en su silla favorita.
Apenas había despertado y la mañana ya anunciaba un día lleno de problemas,
pensó para sus adentros.

Avery estaba sentada en la cama, mirando su pequeño equipaje, y


contiendo las lágrimas. Anne y Therese acababan de visitarla en sus aposentos
para desearle un buen viaje, y ambas actuaban como si supusieran que en breve
volvería. Avery deseaba mucho creerlo, sin embargo todo en lo que conseguía
pensar en aquel momento era que Cameron jamás le había expresado su amor y
el deseo de que se quedara. Ni una vez, ni en el auge de la pasión, él había dado
a entender que no deseaba el fin del romance.
Levantó el rostro cuando la puerta del cuarto se abrió, y allí estaba
Payton, trayéndole alegría y dolor al mismo tiempo. Lo amaba con todo el
corazón, pero esa visita señalaba el inicio de su jornada de vuelta a casa, lejos de
Cameron MacAlpin.

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Highland Knight Hannah Howell

Controlándose, sonrió a su hermano, que miró a su alrededor y


comentó:
—Te dieron un bello cuarto. ¿Tú y Cameron son amantes?
—Una pregunta nada sutil, hermano.
—¿Lo son?
—Sí, pero no necesitas sentir antipatía. Me entregué de buena voluntad.
—¿Entonces Cameron no te sedujo para vengarse?
—Bien, al principio ese era el plan. Le dijeron que violaste a su hermana,
y sólo Gillyanne y yo estábamos ahí para defenderte. —Suspiró, resignada—. No
fuimos testigos muy confiables.
—Sin embargo Cameron ya lo no cree.
—Tienes razón. No sé muy bien cuando fue que cambió de opinión, pero
en efecto sucedió. Y sus planes en cuanto a mí también cambiaron. Desistió de
mancillar mi honra, y sé que me hubiese dejado en paz… si lo hubiese querido.
—¡Muchacha temible! —exclamó Payton, sonriendo, pero
inmediatamente poniéndose serio otra vez—. Lo amas.
—Desesperadamente —admitió Avery con sencillez.
—Sin embargo él te está enviando de regreso.
—Creo que no tiene alternativa. Quiere ver a su hermana casada
contigo, ahora que sabe que está embarazada.
—El niño no es mío.
—No necesitas decírmelo, Payton. En el momento en que Cameron me
dijo que habías renegado la paternidad supe que no eras el culpable. Por lo
tanto, sé también que jamás dormiste con Katherine.
—Pero MacAlpin insiste en casarme con su hermana, y espera que, con
su gesto de buena voluntad, permitiendo que ustedes dos partan a Donncoill, yo
me someta.
—Sí y no. Cameron tiene dudas, Payton. Gillyanne y yo lo sabemos.
Payton maldijo en voz baja, y comenzó a pasearse de un lado a otro.
—Aún así quiere forzarme al matrimonio.
—Tiene una hermana soltera y embarazada. Katherine admitió con
renuencia que no fue violentada sino seducida, sin embargo insiste que tú eres
el padre de su hijo. ¿Qué puede hacer el pobre Cameron?
—Nada, y comprendo su posición. Sin embargo eso no disminuye el
terror que siento de hacer a esa joven mi esposa.
Avery lo abrazó.
—¿Cuando será la boda?
—En una o dos semanas. —Payton examinó el rostro de su hermana—.
¿Por qué será que esta noticia te puso tan feliz?

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Highland Knight Hannah Howell

—Porque es una prueba de que Cameron duda de la palabra de


Katherine. —Se llevó las manos al pecho—. ¡Oh, hermano! Aún tenemos tiempo
de probar que Katherine es una mentirosa, y Cameron te dio una oportunidad
para librarte de ella, postergando la boda. ¿No te diste cuenta?
—Sí, pensé lo mismo, pero será difícil descubrir la verdad.
Avery hizo un gesto animado con la mano.
—Lo conseguiremos, no te preocupes.
—Me gustaría tener tu confianza, hermana.
—La tendrás.
Payton sonrió.
—No hay dudas de que tú y Gillyanne forman una pareja de cuidado.
¿Fue por eso que quisiste encontrarte conmigo a solas? ¿Para darme
esperanzas?
—Sí, y para asegurarme de que comprendas las razones de Cameron y
por qué me convertí en su amante. Eso no es un secreto en Cairnmoor, y pronto
te hubieses enterado, hermano. Además, Katherine va a llenarte tus oídos
intentando denigrarme. Amo a Cameron, y me entregué porque quise. Sólo
quería decírtelo cara a cara, Payton.
—¿Crees que cuando todo se arregle Cameron intentará traerte de
vuelta para casarte?
—No sé —respondió Avery, contiendo las lágrimas—. Todos creen que
volveré, pero Cameron no me da esperanzas. Nunca habla de amor, a pesar de
desearme e interesarse por mí. Es un hombre lleno de cicatrices morales,
Payton, y conozco su pasado para saber que es digno de comprensión.
—Movió la cabeza, suspirando—. Pero eso no importa. tu problema, hermano,
es el más grave en éste momento.
—Bowen está liderando a nuestros hombres y me dio dos horas para
entregarte a ti y a Gillyanne.
—¡Dios mío! —Avery cruzó los brazos sobre el pecho—. Bien, tengo
informaciones que darte y es preciso hablar deprisa. Oí rumores entre los
criados con respecto a que Katherine tuvo un romance secreto en la corte.
Necesitamos buscar a un noble rural, guapo, alto y fuerte. Pelirrojo, de ojos
castaños. Es pobre y tiene seis hermanos. —Avery observó la sorpresa de
Payton—. ¿Conoces a ese hombre?
—Sé que existe algo que debo recordar, pero no lo consigo. Vendrá con
el tiempo. Tengo dos semanas, y ya es un buen inicio. —Se inclinó y cogió las
pertenencias de Avery, cogiéndola por el brazo—. Necesitamos partir ahora,
antes de que Bowen intente derrumbar las puertas.

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Highland Knight Hannah Howell

—¡Gillyanne, si no dejas de mirarme te tiraré el mantel! —amenazó


Cameron, frunciendo el ceño.
La niña sólo rió.
—Te extrañaré, lord MacAlpin.
—Y yo soy lo suficiente tonto para decir que sentiré lo mismo, pequeña.
—Payton y Avery se aproximan, es hora de partir. —Gillyanne se
levantó, lo besó en el rostro, y murmuró—: No te sientas triste. Presta atención a
lo que oyes. Todo resultará bien al final, pero sólo deja de lado el pasado.
Del otro lado de la mesa, Leargan se levantó y acompañó a la niña a la
puerta.
—Mi joven, si fueras un poco más mayor y yo un poco más joven, no te
dejaría escapar. Haríamos una bella pareja.
—Acabaría volviéndolo loco, sir Leargan.
—Sí, pero sería una dulce locura. —La besó en el rostro y la hizo
aproximarse a Avery, que se había detenido en las puertas del gran salón—.
También sentiré su falta, mi bella Avery.
De modo inesperado, Leargan la tomó en los brazos y le dio un
profundo y largo beso. Se oyó algo estrellándose en el suelo, y cuando el beso
terminó, se volvió y vio que un paje levantaba la silla que Cameron había dejado
caer. Leargan sonrió con satisfacción y miró a Avery, que comentó:
—¿Te gusta arriesgarte, no, milord?
Se volvió hacia el dueño del castillo, le hizo una seña, y Cameron le
retribuyó con un frío saludo.
Llegaron a las puertas y Bowen abrazó a las jóvenes con emoción.
Cuando montaron, Avery luchó para no mirar hacia atrás.
—Cameron no dijo ni una sola palabra —se lamentó.

—¿Dónde está Leargan? —bramó Cameron.


—Fue a cazar —respondió Payton.
—¡Muy astuto! Está huyendo de mí.
—Fue sólo un beso.
—¡Pues debía haber impedido que hiciera eso con su hermana!

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Highland Knight Hannah Howell

—Avery no se incomodó mucho. Leargan sólo quiso despedirse.


—Payton se recostó en la silla y cambió de tema—. ¿Quiere realizar la boda
dentro de algunos días?
—Necesito encontrar un sacerdote y hacer los arreglos. Dentro de
quince días será mejor.
A continuación, le dio la espalda y salió del salón.
Payton movió la cabeza con tristeza. El dueño del castillo de Cairnmoor
luchaba contra sus propios sentimientos, pensó.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por Leargan, que surgió del
otro salón.
—¿Cameron ya fue?
—Sí.
El primo suspiró.
—¿No es el padre del niño de Katherine, cierto?
—No, pero puedo descubrir quién es. ¿Quiere ayudarme, sir Leargan?
—Claro. ¿Qué desea?
—Siempre que esté a solas con mi supuesta prometida, le pido que se
quede cerca para oír la conversación.
—¿Piensa hacer que admita su mentira conmigo como testigo?
—Sí. Necesito de alguien confiable. Mi palabra no bastará.
—¡Puede contar conmigo! —exclamó Leargan, extendiendo la mano.

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Highland Knight Hannah Howell

22

Contra su voluntad, Cameron se vio mirando la silla que Avery solía


ocupar en el cuarto. Hacía una semana no hacía otra cosa sino recordar los
momentos vividos a su lado.
Los dos primeros días había intentado beber para olvidar, pero cuando
había despertado de un sueño inquieto con dolor de cabeza y sentado en la
misma silla, había desistido. No quería ni imaginar lo que le habría dicho a
Leargan, que siempre lo llevaba a la cama cuando no conseguía andar.
Avery permanecía en sus sueños, con sus hermosos ojos, su voz, la
manera como lo miraba cuando hacían el amor. Era la única mujer que lo había
hecho sentirse atractivo y un gran amante, reflexionó, medio avergonzado.
Dejó el cuarto con violencia. Necesitaba hundirse en el trabajo y, al final
del día, sentirse exhausto para no pensar en la piel suave de Avery. Entró en el
gran salón donde Leargan y Payton comían y conversaban como dos grandes
amigos. Refunfuñando un saludo, iba a sentarse cuando vio un pote de moras, y
eso lo hizo recordar los momentos de locura que había vivido con Avery.
Irritado, agarró el pote, lo tiró a la pared, y dejó la sala.
Leargan contempló los fragmentos y murmuró:
—No quiero ni saber por qué eso lo puso tan furioso.
—Yo tampoco —concordó Payton.
—Cameron está empeorando.
—Bien, por lo menos dejo de beber.
Ambos soltaron una carcajada.
—No deberíamos reírnos. El pobre desgraciado está sufriendo.
—Sin duda, y sé el motivo de su sufrimiento.
—¿Lo aceptarás cuando se case con Avery? —preguntó Leargan con
seguridad.
—Confieso que no sé lo que ella vio en ese hombretón de cabellos y ojos
tan oscuros, pero en el fondo eso qué importa y, sí, lo acertaré perfectamente.
—¿Crees que por su parte Avery accederá a ser su esposa cuando
Cameron recobre la razón?
—Claro que sí. Nosotros los Murray solemos tener un solo amor en la
vida, y rezo para que mi hermana conquiste el suyo en breve.

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Highland Knight Hannah Howell

—¿Breve? —replicó Leargan—. ¿Entonces estás cerca de descubrir la


verdad, Payton?
—Sí. Conversé con todas las criadas en Cairnmoor, y todas fueron muy
cooperadoras. —Sonrió al ver la expresión maliciosa de Leargan, y prosiguió—:
También conversé con tía Agnes.
—¿Agnes? Es un amor de criatura y la amo mucho, pero no me parece
que puedas tener una conversación provechosa con ella.
—Es preciso separar la paja del trigo, Leargan. Descubrí cosas
interesantes en medio a su parloteo insustancial.
—¿Entonces crees ya saber lo suficiente para arrancarle la verdad a
Katherine?
Payton movió la cabeza de manera afirmativa.
—Y pretendo seguir un consejo que Gillyanne me dio antes de partir. Me
dijo que irritara a Katherine, porque ella no mide las palabras cuando se enfada.
Necesitaré rechazarla.
—Pero ya lo hiciste.
—Sí, pero Katherine piensa que ahora estoy en sus manos. Cree haber
ganado el juego y tenernos engañados a todos. Es hora de negarle todo lo que
piensa haber conseguido, incluso viajes a la corte.
—Va a ponerse furiosa.
—Lo sé. —Payton se levantó—. Y la provocaré para que me cuente su
éxito con los otros hombres.
—¿Y cuándo pretendes actuar? —quiso saber Leargan, levantándose
también.
—Hoy por la noche. Con un paseo en los jardines.
—Buena estrategia. Tendré muchos lugares donde esconderme.
—¡¿Qué suciedad es esa?! —exclamó Anne, entrando en el salón con
Therese—. ¿Mermelada? —Se volvió hacia Payton sin ceremonia—. ¿Fue el
señor quien hizo eso?
—No, señora. Fue su señor.
Anne movió la cabeza, confusa.
—No entiendo. Pensé que le gustaba la mermelada de mora, pero es la
segunda vez que hace eso.
—¿Segunda? —repitió Payton.
—El día que el señor llegó, encontré una jarra quebrada en los
aposentos de lord Cameron, y había mermelada de mora esparcida en su túnica
y en las sábanas, y…
Fue interrumpida por las carcajadas de Leargan y Payton, que salieron
del salón.

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Highland Knight Hannah Howell

—Los hombres son criaturas raras —refunfuñó Anne—. ¿Qué se habrán


imaginado cuando les conté la historia de la mermelada en el cuarto?
—¿Quien sabe sí lord Cameron la usó con propósitos… eróticos?
—sugirió Therese.
Anne pareció pensarlo.
—Bien, a mi marido y a mí nos gusta usar miel en nuestras bromas
nocturnas.
Fue el turno de que ellas soltaran unas buenas carcajadas.

Cameron miró hacia el vaso e imaginó si no sería bueno emborracharse


de nuevo. El trabajo no había resuelto su problema. Deslizó la mirada por los
demás presentes. Leargan y Payton continuaban conversando como grandes
amigos, Katherine estaba molesta por no recibir atención, y su primo Iain oía
con paciencia una de las largas y aburridas historias de tía Agnes.
Cameron suspiró. Añoraba a Avery y cada día la añoranza aumentaba.
—Hermano —dijo Katherine en voz bien alta, a fin de entorpecer la
conversación de Payton—. Los criados están robando alimentos y limpiando
descuidadamente el castillo.
—¿Por qué dices eso?
—Había mermelada esparcida por la sala y les llevó horas limpiarlo
todo.
Leargan lanzó a su primo una mirada maliciosa.
—Sí, hay personas que aprecian mucho la mermelada.
Cameron se removió en la silla, incómodo. Conocía a Leargan muy bien
como para saber que su secreto erótico de alguna manera había sido
descubierto. Payton lo salvó del enredo, diciendo:
—Una espléndida cena, sir Cameron, como siempre. —Hizo una venia y
se levantó—. Creo que daré un paseo en los jardines para hacer la digestión.
—¡Qué excelente idea! —exclamó Katherine, levantándose y situándose
al lado del muchacho.
Sin decir nada, Payton le abrió paso y salió inmediatamente detrás.
Observándolo, Cameron pensó que él poco hacía para agradar a su hermana. Se
volvió hacia Leargan para hacerle un comentario sobre eso, pero vio que su
primo también ya se había levantado y seguía a la pareja de modo sutil. Eso lo
hizo recelar.
—No necesitas acompañarlos al jardín —dijo tía Agnes—. Leargan los
vigilará.

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Highland Knight Hannah Howell

—¿Por eso los siguió?


—¡Oh, sí! Siempre los sigue. ¡Es un hombre tan protector y discreto!
Nunca deja que los dos tortolitos lo vean para dejarlos a su voluntad. Puedes irte
a dormir, Cameron. Trabajaste mucho hoy.
La anciana señora soltó un largo suspiro, lo que predecía al inicio de
una larga conversación, y Cameron se inquietó. No deseaba lastimar a su
sensible tía Agnes y dejar la mesa, sin embargo necesitaba saber lo que Leargan
y Payton tramaban. Fue entonces que Iain salvó la situación, preguntando a la
anciana señora sí había disfrutado del vino.
Ella dejó escapar otro gran suspiro, y Cameron aprovechó para salir
corriendo de la sala. Todos en el castillo sabían que siempre que le preguntaban
eso, la buena señora pasaba una hora comparando todos los vinos que conocía
desde los tiempos de su niñez.
Sabiendo que el pobre Iain quedaría atrapado por largo tiempo, se
prometió compensarlo en el futuro por la molestia, pero en aquel instante tenía
cosas más importantes de que ocuparse.
Buscando no hacer ruido, penetró en los jardines que ocupaban la parte
trasera del castillo, y que habían sido el orgullo de su madre. Luego vio a Payton
apoyado en la borde del pozo rodeado de canteros.
Katherine estaba frente a él, denotando irritación. En el lado opuesto y
un poco más distante, observó una sombra. Era Leargan.
Silenciosamente, Cameron rodeó el lugar donde Katherine y Payton se
encontraban, y se sentó en una piedra enclavada en medio de una glorieta
cubierta de follaje. Algo le decía que tal vez iba a oír una conversación
desagradable, pero se obligó a quedarse allí. Estaba seguro que Leargan también
estaba prestando atención.
—Vamos, Payton, querido —decía Katherine—. ¿No crees que ya fuiste
lo bastante frío conmigo?
—No —replicó el hermano de Avery—, continuaré protestando contra
esta intriga que creaste.
—¡Tonterías! ¿Por qué no piensas en todo lo que tendremos juntos?
Nuestra boda podrá traer buenos frutos.
—¿Cuáles?
—Bien, compartiremos el mismo lecho —murmuró Katherine con voz
sensual.
—No.
—¿Cómo que no? —La risa de la joven sonó trémula—. Seremos marido
y mujer. Por supuesto que dormiremos juntos.
—De ninguna manera. Me niego a dormir a tu lado hasta que tengas a
ese niño.
—¿Por qué? ¿Piensas que no será parecido a ti?

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Highland Knight Hannah Howell

—Ya que no soy el padre, es muy probable que así sea.


—¿Y qué ganarás si no duermes conmigo? Sin duda a estas alturas todos
saben que no soy virgen, pero es tu palabra contra la mía, y mantendré que
fuiste tú quien me sedujo. Iremos a la corte francesa porque sé que en breve
viajarás.
—Debes haber perdido mucho tiempo investigando mi vida, Katherine.
Estoy halagado. ¿Pero qué te hace pensar que te llevaré conmigo a Francia?
—Porque seré su esposa.
—Y yo tu amo y señor. No me atrae la idea de llevarte conmigo a todas
partes.
El silencio que se siguió fue tan denso que Cameron se estremeció.
Intuía lo que Payton intentaba hacer, y se quitaba el sombrero por su sagacidad.
Pero, desdichadamente, Katherine estaba demostrando que no era el amor o
una gran pasión lo que la hacían desear al muchacho como marido a toda costa.
Quería su prestigio y fortuna, viajar de corte en corte, regocijándose con la
envidia de las otras mujeres y la admiración de los hombres.
Cameron sabía que otras terribles verdades serían descubiertas, porque
Katherine estaba cada vez más furiosa con la actitud de Payton, y siempre
perdía el sentido común cuando era contrariada. Eso sabía sobre su hermana.
Katherine intentaría lastimar a Payton, e iba a revelarle como fue cogido en la
trampa, haciendo el papel de tonto.
—Seré tu esposa —repitió ella con voz trémula—. ¿Adónde iré cuando tú
viajes de corte en corte?
—Te quedarás aquí con tu hermano. Y también con mi familia.
—No puedes hacer eso.
—Puedo hacer lo que quiera —replicó Payton con voz fría y áspera—.
Como tú misma dices, serás mi esposa, y cuando el niño que cargas en el vientre
nazca, podré proclamar la verdad a los cuatro vientos.
—¡No harás eso!
—¡El hijo no es mío!
—Pero va a parecerse a mí y será mi primogénito. Mi hermano Cameron
se sentirá feliz, y no va a querer oír tus protestas.
—Sí, veo que planeaste todo muy bien —dijo Payton—. Pero sucede que
ya sé quién es tu amante y padre de tu hijo. Un muchacho pelirrojo de ojos
castaños que conociste en la corte, llamado Malcolm. Cometiste un grave error,
Katherine.
—¡No! Fuiste tú quien lo cometió. ¡Nunca debiste burlarte de mí! Mi
hermano no permitirá que me deshonres, y te obligará a casarte conmigo.
—Sólo si no consigo probar tus mentiras.
—¿Por qué insistes en decir que el niño no probará nada?

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Highland Knight Hannah Howell

—Porque Malcolm Saunders es pelirrojo de ojos castaños, y tiene una


marca de nacimiento en la espalda. Si el niño nace con esas características…
—¡Es mentira!
—Malcolm probará la verdad. Es un buen hombre, pero sólo lograste ver
que es pobre. Sólo quisiste usarlo para tu placer, y él formó parte de tu plan.
—¡Malcolm no tiene ninguna marca! —gritó Katherine—. Y, finalmente,
¿cómo puedes saberlo?
—Conversé con mi escudero, y Gil me dijo que nadó con Malcolm y vio
la marca. Sin duda, preocupada en seducirlo, no te fijaste en ese detalle,
Katherine. Entérate, de una vez por todas, que no pretendo dormir contigo, y
que la verdad será revelada.
—¡Maldito! Tal vez el bebé no tenga esa marca. Malcolm es el séptimo
hijo —proclamó Katherine, sin percibir que había caído en la trampa.
—Pero es el primogénito de la tercera esposa de su padre.
En la glorieta, Cameron se llevó las manos al rostro. Su hermana
mentía, y era probable que hubiera urdido el plan desde el principio para
conseguir un marido rico y favorecido en la corte. En los últimos tiempos había
comenzado a creer que Katherine no era sincera, sin embargo jamás había
imaginado que fuera tan maquiavélica y sórdida. Y por el bien de esa niña
mimada y egoísta, había mandado de vuelta al amor de su vida. Avery.
¡Sí! Esa era la verdad que intentaba sofocar en el pecho. Sin embargo, ya
no iba a negar sus sentimientos. Amaba a Avery con todo el corazón, y había
estropeado la relación a causa de una mentira. Lentamente, dejó el escondite en
la glorieta.
—No importa —decía Katherine, sin saber que era vigilada—. Mi
hermano siempre tomará partido por mí. No permitirá que me dejes, Payton.
—Estás equivocada —dijo Cameron, surgiendo en medio de los arbustos
densos que hasta aquel momento lo habían escondido—. Ahora yo también
quiero alejarme de ti.
Leargan se aproximaba por el otro lado y, viéndose desenmascarada,
Katherine suplicó:
—Payton me forzó a decir cosas que no son ciertas, Cameron. No es lo
que parece.
Pero dio un paso atrás al percibir la expresión furiosa de su hermano.
—Cállate. Tenía mis dudas, pero creía que amabas a sir Payton. Al
principio pensé que habías sido violada, después tú misma admitiste que fuiste
seducida y, por fin, comprendí que nada de lo que dijiste es verdad. Eres una
mujer sin corazón, Katherine.
—Déjame explicarte, hermano.
—¿Qué? ¿Qué no te importa a quien lastimas y haces sufrir con tal de
satisfacer tus deseos? Comenzaste esta historia acusando a Payton de violación,
y eso podría haberlo llevado a la muerte. —Suspiró hondo para calmarse—. Te

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Highland Knight Hannah Howell

mantendrás lejos de mi vista hasta que el joven Malcolm Saunders venga a


Cairnmoor y se case contigo.
—¡Pero… no es más que un pobretón! ¡Ya me pidió matrimonio, sin
embargo lo rechacé!
—Tendrá tu dote cuando se casen. ¡Vete ahora, Katherine, ya!
Se sintió aliviado cuando ella obedeció, pues temía perder el control y
abofetearla. Cuando su hermana desapareció dentro del castillo, se volvió hacia
Payton y Leargan.
—¿Los dos estaban planeando esto hace algún tiempo, no?
—Sí —respondió el hermano de Avery—. Mi hermana y Gillyanne
consiguieron algunas pistas antes de que partieran, pero, para ser franco, planté
verde para cosechar maduro cuando mencioné el nombre de Malcolm Saunders.
Tiré el cebo, y Katherine se entregó.
—Y debo suponer que no existe tal marca de nacimiento en la espalda
del muchacho.
—No.
Cameron descubrió que soltaría una carcajada si no estuviera tan
perturbado.
—Bien, sir Payton Murray, estás libre. En cuanto a ti, Leargan, ve a
buscar a Saunders inmediatamente, tráelo aquí, y que se case con Katherine.
Considerando que ya se siente atraído por la belleza de mi hermana, y con su
dote en tierras y fortuna, creo que el muchacho no pondrá objeciones.
—Cameron, necesitamos conversar —dijo Payton, cuando el señor de
Cairnmoor comenzaba a darle la espalda.
—¿Sobre qué?
—Avery.
Cameron movió la cabeza en desacuerdo.
—Creo que aguanté todo lo que podía por un día —murmuró con voz
cansada.
Así diciendo, se fue de vuelta al castillo.
—Pobre hombre —se lamentó Leargan—. Esta revelación lo devastó.
—Creo que ha sido una doble revelación, mi amigo.
—¿Qué quieres decir? ¿Eres como tu prima Gillyanne? ¿Lees la mente
de las personas?
—No, sólo pienso que la conmoción acerca de Katherine no fue tan
grande porque él ya sospechaba de su hermana. Estoy refiriéndome a otra
revelación… —Payton sonrió a Leargan y le dio un golpe amigable en el
hombro—. Vamos a buscar al feliz prometido.
—¿Me estás queriendo decir que la segunda revelación… significa que
Cameron descubrió su amor por Avery?

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Highland Knight Hannah Howell

—Sí, pero hasta ver a Katherine casada, dudo que desee hablar sobre
eso.

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Highland Knight Hannah Howell

23

Cameron alzó el rostro con cautela, mirando la poción que alguien había
colocado frente suyo. No podía creer que se hubiese sumergido en la bebida
durante cuatro días, sintiendo pena de sí mismo. Recordó que la boda de
Katherine ya había acontecido, así como la gran fiesta que le había seguido. Sólo
él, figura patética, Leargan y Payton, permanecían en el salón. Fue Payton quién
le ofreció la poción, y Cameron la bebió de un solo trago.
—¡Dios mío! —gimió—. ¿Por qué los remedios siempre tienen un gusto
tan asqueroso?
—Pienso lo mismo —dijo el hermano de Avery, colocando un pan frente
al anfitrión—. Come. Ayudará a hacer efecto.
—¿Qué haces aquí todavía?
—Tenía que asegurarme que Katherine estuviera casada y que el peligro
había desaparecido de mi vida.
—Bien, ella ya se casó, y ahora puedes partir. Leargan te procurará una
escolta de dos hombres para que llegues sano y seguro a Donncoill.
—¡Qué anfitrión tan atento! —bromeó Payton—. Pero aún no estoy listo
para partir.
—¿Katherine ya se fue, cierto?
—Dejó el castillo hace algunas horas, lamentando ir hacia tierras
distantes con su marido. Puedes dejar de beber.
Cameron se volvió hacia Leargan.
—¿Conversaste con el joven Malcolm?
—Sí. Es un buen muchacho, de genio dócil y educado, pero inteligente y
firme, de modo que Katherine pronto descubrirá que no podrá dominar a su
marido. Malcolm está muy feliz, pues la dote le permitirá una vida segura, se
hizo caballero, y tiene una bella esposa y un hijo en camino. Espero que
Katherine aprenda a dar valor a esas cosas.
—¿Cuándo fue que Malcolm se hizo caballero? —quiso saber Cameron.
—Cuando fuimos a la corte a recogerlo, paramos para comunicarle a su
padre las buenas nuevas —respondió Payton—. Sir Saunders, que es caballero, le
pidió al rey que le concediera el título al hijo. Malcolm resolvió mantenerlo en
secreto y sólo contarle la novedad a Katherine más tarde.
Cameron sonrió.

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Highland Knight Hannah Howell

—El muchacho parece saber cómo controlar a mi hermana.


—Y tendrá la ayuda de su antigua nodriza que lo adora, y de su tía
Grizel. Ambas son mujeres fuertes y enérgicas —dijo Payton.
—Y Grizel tiene cuatro hijas que la acompañan, además de los hermanos
de Malcolm, y sus esposas —añadió Leargan.
—¡Jesús! —exclamó Cameron—. ¿Podrá la propiedad que les di de
presente de bodas contener tanta gente?
—Katherine se quejó que no iba a conseguir dormir con tantas personas
alrededor, pero su marido le aseguró que la mantendría bien calentita y
tranquila bajo las pieles del lecho.
Los tres hombres rieron, y Cameron suspiró.
—Lástima que me perdí todo eso.
—Estabas borracho como una cuba —replicó Payton—. Katherine
aprenderá a ser una buena esposa con la ayuda de la nodriza y de la tía de
Malcolm. Llevará tiempo, sin embargo todo se arreglará. Fue una suerte que tu
hermana haya encontrado a Malcolm, que es un muchacho juicioso y
mantendrá sus tierras prósperas.
—Ya no quería ver a Katherine por aquí, pero no podía dejarla sin nada
—se justificó Cameron sin necesidad.
—Y será cuidada con cariño, aunque aún esté enfadada. En breve
aprenderá a dar valor a lo que realmente importa. Malcolm Saunders se hizo
caballero y propietario de buenas tierras que los hermanos lo ayudarán a
mantener. Por lo tanto, tuvimos un final feliz… a no ser por ti y mi hermana
—añadió Payton en voz baja—. Y ahora es el momento de que hablemos sobre
eso.
Cameron lo contempló, pensando que era muy joven, sin embargo
denotaba buen sentido y fuerza. Deseaba decirle que lo que había sucedido entre
Avery y él no era de su incumbencia, pero sabía que sería falso. Avery era
hermana de Payton, su sangre y carne. Aparte de eso había juzgado mal al
muchacho, y casi había arruinado su vida con una boda forzada, pensó. Luego,
aclarando la voz, comenzó:
—En realidad no hay mucho que decir.
—Lo hay. Todos en Cairnmoor conocen tu romance con Avery.
—Pero continúo vivo, y puesto que tu padre aún no ha amenazado echar
abajo las puertas de mi castillo, significa que ella ya no quiere saber de mí.
—¿Pero tú la quieres?
La pregunta directa obligaba a Cameron a una respuesta honesta.
—Sí, aunque eso no importa. La mandé de vuelta sin una sola palabra.
Debería…

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Highland Knight Hannah Howell

—No soy la persona correcta para oír tus confidencias —cortó Payton—.
Debes hablar con Avery. —Se inclinó y lo miró a los ojos—. ¿Deseas casarte con
ella?
—Sí.
El propio Cameron se quedó sorprendido por la rápida respuesta. Hacía
mucho había tomado la decisión de jamás casarse, a causa de la traidora
prometida que había tenido. Desde entonces ninguna mujer lo había hecho
retroceder un milímetro siquiera de esa decisión. Hasta conocer a Avery.
Había intentado sacarla de su pensamiento y corazón desde el momento
en que la había conocido, pero fue en vano. Durante los días después de su
partida había intentado convencerse de que sólo era atracción física, y que sólo
lamentaba la pérdida de su calor en el lecho, y qué, con el tiempo, sí
permanecieran juntos, la pasión se extinguiría.
Sin embargo esa idea había desaparecido el día en que había oído la
confesión de Katherine en los jardines, y había descubierto cuanto su engaño lo
haría sufrir. Y no podía hacer nada, porque había ofendido y lastimado a Avery
demasiado. Pero en aquel momento el hermano de su amada le ofrecía una
oportunidad para revertir sus acciones. Sería muy tonto si no aceptaba su
ayuda.
—Una última pregunta —dijo Payton—. ¿Amas a mi hermana?
Contemplando el vaso que mantenía en la mano, Cameron decidió que
no era hora de ser hipócrita.
—Sí —murmuró.
—Muy bien. —Payton se recostó en la silla—. Ahora oye mi plan.

—Estás melancólica.
Avery se volvió de la ventana y sonrió a su prima Elspeth. Se
encontraban en el aposento de la torre y trabajaban en las tapicerías. Elspeth
manejaba la aguja con serenidad, pero Avery aún no conseguía concentrarse, y
se había levantado para mirar por la ventana. No dejaba de pensar en Cameron,
que debería haber luchado para mantenerla a su lado. Sin embargo, no era bella
como Elspeth, por ejemplo, y los hombres sólo hacían locuras por las
muchachas lindas.
—¿Hice algo que te molestó? —quiso saber su prima.
Pensando que todos sus parientes eran personas muy preocupadas las
unas por las otras, se sentó en un taburete, y respondió:
—No. Estaba pensando en cuan bonita eres con tus cabellos negros y
ojos verdes. Te pareces más a mi madre que yo misma. —Sonrió—. Confieso que

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Highland Knight Hannah Howell

siento un poco de envidia por las personas bonitas. Poseo un hermano guapo,
primas bellísimas y…
—Eres hermosa también —cortó Elspeth—. Tal vez no tengas el tipo de
belleza que los poetas y trovadores loan, pero sí un tipo encantador. Creo que te
consideras muy flaca, pero eso te da la ligereza y elegancia de un hada. Tienes
cabellos lindos, ojos de un color único y una piel envidiable.
—Y buenos dientes también —bromeó Avery.
Elspeth rió.
—Sí. Avery, pocas mujeres corresponden a los ideales de los poetas. Por
otro lado, ¿ya notaste que la mayoría de los hombres tampoco se parece con los
descritos por los grandes escritores?
—Bien, Payton, tu marido Cormac y mi padre están bien prójimos de la
perfección.
—Pero los poetas idealizan mucho. ¿Y sabes lo que Cormac me dijo
acerca de la primera vez que me vio? Le gustó mi voz. Y siempre habla que
adora mis cabellos eternamente despeinados. Admira mis pies también. —Rió
con ganas—. ¿Te das cuenta? Nada de lo que la literatura precia atrajo a mi
marido de mí. Por lo tanto Cameron vio algo diferente en ti. No necesitas
disimularlo, sé que estás pensando en él.
—Y Cameron es el padre de Alan. Por eso vine aquí a visitarte, Elspeth.
Su prima suspiró.
—¿Él cuidará bien de mi Alan?
—Estoy segura que sí. Y es su derecho llevarse al niño.
—Sí. En su carta, Cameron convino en conquistarlo de a poco, lo que
demuestra sensibilidad. Aparte de eso, ¿no existe una oportunidad de que te
conviertas en la señora de Cairnmoor?
—No sé.
—Pero tuviste un romance con sir Cameron MacAlpin.
Entonces Avery se levantó, se apoyó en la pared, y le contó su historia de
amor a Elspeth. Explicó como todo había comenzado como una venganza, y la
obsesión de Cameron, que lo hacía desconfiar de las mujeres en general.
Por fin, Elspeth murmuró:
—¡Dios mío! ¡Tres años de celibato!
—Lo que puede explicar su deseo por mí. En su interior estaba loco por
volver a dormir con una mujer.
Elspeth movió la cabeza, discrepando.
—No. Si hubiese sido sólo lujuria, bastarían uno o dos encuentros para
hacerlo sentirse a disgusto consigo mismo y culparse por no haber cumplido el
voto de celibato. Por lo que me contaste, fue más que una simple atracción
física.

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Highland Knight Hannah Howell

—Me gusta pensarlo así, pues para mí fue mucho más. Y, cierta vez,
cuando llamé lo que existía entre nosotros una aventura, él casi me golpeó.
—¡Bueno, Avery! ¡Ahí está! Él también te ama.
—¿Lo crees?
—Sí, y en el fondo lo sabes, sólo tienes miedo de creer. Cuando a un
hombre poco le importa una mujer no le afecta lo que ella dice acerca de sus
encuentros amorosos. A lo sumo Cameron te diría alguna palabra elogiosa, sin
embargo no se pondría furioso.
—Pero, de cualquier modo, me mandó de regreso.
—Necesitaba hacerlo, y lo sabes. Había dado su palabra que te
devolvería a tus padres cuando resolviera el problema con su hermana, y Payton
ya se encontraba en Cairnmoor. Pero hacer que vuelvas… es otra historia, y un
enigma para Cameron.
—Payton continúa en Cairnmoor y tendrá que casarse con la falsa de
Katherine. Quien sabe sí a estas alturas ya está viviendo un infierno como su
marido.
Elspeth sonrió.
—Muy trágico. No te olvides que Cameron aplazó la boda por quince
días. ¿Quién sabe sí a estas alturas ya esté probada la inocencia de tu hermano?
—Deja de darme esperanzas, Elspeth.
Pero en su interior Avery se agarraba a la idea de que tal vez las cosas no
fueran tan terribles. Sin embargo no tenía noticias de Cairnmoor, desde que
había partido. Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando su prima la hizo
sentarse a su lado y la abrazó.
—¿Lo amas mucho, no?
—Sí. Parece que una parte de mí fue arrancada. Sin Cameron en mi vida,
nunca más seré feliz.
—Comprendo tus sentimientos. ¿Y Cameron es un buen amante?
—¿Quieres hacerme sufrir con los recuerdos, prima? —Avery sonrió con
triste ironía—. Creo que sí. Pero algo me dice que él ignora su propia
sensualidad. La última noche que estuvimos juntos confesó que hizo conmigo
cosas sobre las cuales sólo había oído hablar. Nunca fue tan íntimo y espontáneo
con otras mujeres. Sentí que yo lo hacía descubrir lo mejor de sí.
Elspeth gesticuló, concordando.
—Cormac también confesó haber tenido varias aventuras, pero que sólo
se realizó plenamente conmigo.
Avery miró la carta que tenía en las manos. Le había sido entregada
había una hora, y el mensajero le había pedido que la mantuviera en secreto.
Aún no había tenido el coraje de leerla. Era de Payton, y sentía una enorme
curiosidad por saber lo que él le decía.

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Highland Knight Hannah Howell

Después de una rápida comida, había vuelto a la torre con la misiva en


el bolsillo de la falda, sin embargo continuaba manteniendo el sobre cerrado.
Temía que las noticias de Cairnmoor la hicieran sufrir.
—¡Por favor, léela! —pidió Elspeth.
—No puedo contigo aquí.
—¡Oye! No le conté a nadie que recibiste esa carta, y sí lo deseas,
tampoco revelaré su contenido.
—¿Lo prometes?
—Sí. Tu hermano no corre peligro.
Avery ansiaba poder creerlo. ¿Podría ser que Payton escribía que,
finalmente, todo había terminado bien, que la mentira de Katherine fue
revelada y continuaba siendo un hombre libre? ¿Entonces por qué había
mandado una carta en vez de simplemente volver a casa?
—¿Tienes miedo de saber algo sobre Cameron que te lastime?
—preguntó Elspeth con suavidad.
—Sí, ¿pero por qué Payton me pidió que guardara secreto?
—¿Existe la oportunidad de que él esté corriendo peligro?
—La única amenaza era casarse con Katherine. Gillyanne le aconsejó
que la irritarla bastante, porque así tal vez la hiciera confesar la verdad.
—Quizás eso fue lo que él hizo, Avery.
—¿Crees que me escribe para que olvide a Cameron para siempre?
—También es una posibilidad. Si Payton de hecho se casó con Katherine
contra su voluntad, nuestra familia volverá la espalda a los MacAlpin. Por otro
lado, sí revela que Katherine mentía, Cameron tal vez se sienta muy
avergonzado y piense que tú nunca más desearás verlo.
—Dios mío… —suspiró Avery—. ¡Qué confusión! Culpa y vergüenza. Dos
sentimientos que los hombres odian.
—¿Quieres que te lea la carta? —se ofreció su prima.
Aún sabiendo que era una cobardía, Avery accedió, entregándole el
sobre. Cerró los puños, a medida que Elspeth leía primero en silencio. Pero los
minutos fueron pasando, y sintió que la ansiedad la dominaba. ¿Por qué su
prima no comenzaba la lectura en voz alta?
—¿Hay algo malo cierto? —preguntó por fin, sin contener la
impaciencia.
—Malo no, pero extraño. Payton quiere que vayas a encontrarlo, pero no
explica por qué. Dice que tiene que ver con la boda y con hechos que descubrió.
—¿Será que desea mi ayuda para descubrir la verdad?
—Tal vez, pero podría escribir eso sin rodeos. ¡Dios! —suspiró Elspeth—.
Sólo espero que no haya descubierto que el padre del niño es un hombre de

162
Highland Knight Hannah Howell

nuestro clan. Sin embargo, si así fuera, tendría motivos para intentar hablar
contigo a solas y resolver el asunto.
—Si tu hipótesis es correcta, entonces Payton debería salir corriendo de
Cairnmoor, porque la hospitalidad terminaría en el momento que Cameron
supiera de la verdad. —Pensó un instante, y continuó—: ¿Cómo espera que
llegue rápidamente al castillo de los MacAlpin?
Elspeth leyó.
—Escribe que te encontrará en una iglesia a medio camino de
Cairnmoor. Pide que partas esta noche sin hablar con nadie, y dice que habrá
hombres esperándote para llevarte hasta él al lugar del encuentro. Esos
hombres se llaman Leargan, Rob y Colin, además de su escudero Gil, y Jamie
Thomas.
—Los conozco a todos, pero no sé sí debo causar preocupaciones a mis
padres, desapareciendo otra vez —murmuró Avery.
—Aquí dice que Payton envió otra carta para ellos, para serenarlos
durante tu ausencia. Esa otra carta llegará mañana, después de que hayas
partido. —Elspeth apartó la mirada de la misiva y miró a su prima con una
sonrisa.
—Estaré aquí para calmarlos, no te preocupes. Avery, hace sólo una
semana que partiste de Cairnmoor, y la boda aún no debe haber ocurrido. No
pierdas las esperanzas.
—Lo intento, pero es difícil.
—Bien, primero necesitas descubrir lo que quiere Payton. —Elspeth se
levantó, cogiendo a Avery de las manos—. Te ayudaré a partir sin ser notada.
Luego, dependiendo de lo que tu hermano te cuente, podrás proseguir el viaje
hasta Cairnmoor y reencontrarte con Cameron. —Soltó una risa—. Y cuando lo
vuelvas a ver, déjalo hablar primero. No golpees con un candelabro la cabeza del
pobre hombre.

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Highland Knight Hannah Howell

24

Sir Nigel estaba sentado al borde de la cama y, molesto, observaba a su


esposa pasearse de un lado al otro por el cuarto. Era tarde y el señor deseaba
dormir un poco, pero sabía que sólo podría descansar cuando su esposa, Gisele,
se calmara. No estaba seguro de por qué estaba tan furiosa. Avery estaba a salvo.
Payton lo había asegurado en la carta que había llegado a sus manos, y había
escrito que su hermana amaba a sir Cameron MacAlpin, hecho de que sir Nigel
no dudaba.
Sin embargo las ideas de su esposa eran diferentes, porque bramó:
—¡Nos robaron a nuestra hija para que se case lejos de aquí! ¡Eso es lo
que Payton dice en la carta! Tal vez se case en Cairnmoor.
—Querida, Avery está bien.
—¿Cómo puedes decir eso? ¡Sir Cameron trabajó cierto tiempo para los
Deveau!
—Y pronto descubrió el error, y los dejó. Jamás luchó contra los Lucette
en Francia, ni contra los Murray en Escocia.
Lady Gisele no se dio por vencida.
—¿Quieres forzar a nuestro Payton a casarse con aquella… criatura
mentirosa?
—Esa “criatura” es hermana de Cameron, y él precisaba creerle. Haría lo
mismo en su lugar.
—Deseaba proporcionar a Avery una linda fiesta de bodas
—sollozó la madre, volviendo al otro punto.
Nigel le acarició el hombro.
—Podrás hacerlo en el bautizado de tu primer nieto.
—¡¿Mi Avery está embarazada?! —exclamó Gisele con los ojos abiertos
de par en par.
—No que yo sepa, pero nosotros los Murray somos una raza fértil, y
luego ella nos dará las buenas nuevas.
—Quiero ir a Cairnmoor y conocer a ese hombre.
—Dentro de quince días, querida.
—¿Por qué tanto tiempo?

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Highland Knight Hannah Howell

—Porque serán recién casados y necesitan estar a solas. Tuvieron, hasta


el momento, una relación atribulada, y necesitan limar las aristas. Además…
—Sir Nigel bajó el tono de voz—. Aún tengo ganas de darle una paliza porque sé
que Cameron MacAlpin sedujo a mi hija, y tú necesitas calmarte.
—¿Qué tal una semana?
—No. Quince días.
—Muy bien, como quieras. Pero no esperaremos ese plazo para partir.
Iremos el décimo día para que lleguemos allá el día quince, viajando tan
despacio como gustes.
—De acuerdo.
—Gracias.

—¿Estás seguro que tus padres no vendrán detrás de Avery gritando por
venganza?
Payton suspiró, se recostó en uno de los bancos de la minúscula capilla,
y observó a Cameron pasear de un lado a otro del altar como una fiera
enjaulada.
—Mi madre sí podría pensar en hacerlo, pero mi padre se lo impediría
—replicó con voz de tedio.
Cameron frunció el ceño.
—Pensé que tu padre era quien estaría ansioso por ponerme las manos
encima.
—Él ya sabe que vas a casarte con Avery, y sí llegaste a dormir con ella,
el matrimonio reparará la situación. Por lo demás, Avery debe estar gimoteando
por los rincones en Donncoill, y mi padre ya debe haber descubierto sus
sentimientos por ti.
A continuación, Payton se levantó y se dirigió a la puerta de la pequeña
iglesia de piedra, para echar un vistazo al camino, como había hecho ya una
docena de veces.
—¿Estás seguro de que Avery me ama? —refunfuñó Cameron a sus
espaldas.
También espió hacia afuera y vio al grupo de personas que aguardaban
por ella hacia más de una hora. Insistió con aire sufrido.
—Creo que la pregunta es pertinente ya que estoy a punto de desposar a
tu hermana.

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Highland Knight Hannah Howell

—Fue razonable la primera vez —replicó Payton con paciencia—. Y


acepté las doce veces siguientes que preguntaste lo mismo. Pero ahora ya es
demasiado.
Maldiciendo, Cameron se dejó caer en uno de los bancos de madera de
la capilla. Ansiaba estrechar a Avery en sus brazos, y había aceptado el plan de
Payton sin pestañear. Pero su incertidumbre había aumentado a medida que la
semana transcurría. Aunque no estuviera realmente raptando a Avery, porque
su hermano era cómplice, le estaba preparando una trampa y arrastrándola a un
compromiso que aún no había aceptado.
La única esperanza que lo mantenía firme era la pasión que Avery
siempre había demostrado, y la declaración de amor que le había hecho cuando
deliraba de fiebre. Sin embargo, con el pasar de los días, aquello ya no le parecía
una concluyente prueba de amor.
Sin embargo no desistiría del plan, pensó por millonésima vez.
Necesitaba de Avery como una planta precisa del sol y, a pesar de ya haber
admitido que la amaba, no se sentía feliz. Los días y noches sin ella eran un
tormento, y necesitaba finalizarlo de una manera o de otra.
Miró a Payton, que se había revelado como un hombre generoso y
gentil, muy comprensivo y de buen humor. Necesitaba casarse de todas maneras
con Avery, porque los papeles se habían invertido, y ahora era su hermano
quien exigía una reparación.
—Sé que los hombres siempre se ponen nerviosos antes de la boda
—comentó Payton con su eterna tranquilidad—, pero tú estás exagerando.
Dijiste que la quieres y la amas, ¿por lo tanto cuál es el problema?
—Conmigo está todo bien, pero tu hermana puede que no quiera
casarse.
—Fue tu amante.
—Eso es atracción física.
—Sí, pero las mujeres de mi clan no se entregan a no ser que amen de
verdad, y en general es el mismo hombre toda la vida. Avery me dijo que te ama.
—Tal vez sólo lo confesó para que no me enfrentaras en un duelo.
—¿Y quién garantiza que no me enfurecí desde el principio? —Payton
sonrió pero no esperó su respuesta, y continuó—: Avery no habría accedido a
ser tu amante si no te amara. Sé que las mujeres de mi familia no son las flores
delicadas y tímidas que los poetas aprecian, pero tienen mucho sentido de la
moral.
—Jamás dije que Avery fuera inmoral —replicó Cameron, temeroso de
que su futuro cuñado deseara comenzar una pelea.
Pero Payton continuó exponiendo sus ideas, sin incomodarse por los
comentarios.
—Avery durmió contigo varias veces porque decidió que eras el hombre
correcto.

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Highland Knight Hannah Howell

—¡¿El qué?!
—Mi hermana te escogió. Digamos que decidió que tú eras su hombre. Y
cuando una Murray escoge un compañero, es sorprendente lo que hacen para
mantenerlo a su lado. Porque, a menudo, los hombres no se dan cuenta
inmediatamente la suerte que tuvieron. Avery te escogió y te ama. Por lo tanto,
todo está dispuesto para que seas feliz.
—Me gustaría que hubiera conversado esas cosas conmigo —se quejó
Cameron—. Sólo habló de amor cuando ardía de fiebre, deliraba, y pensé que no
sabía lo que decía.
—Tendría más fe en sus palabras febriles sí fuera tú.
Cameron resolvió no replicar, pero considerando lo poco que le había
dado a Avery en pago de todo lo bueno que ella había hecho por su gente y por él
mismo, no se sorprendería si ahora se negara a desposarlo.
—Simplemente no quiero obligarla a hacer lo que no desea —acabó por
murmurar.
—Puede enfadarse, pero cederá. ¿No crees? Piensa que tendrás que
confrontar a mis padres.
—Es mejor hacerlo casado con Avery.
—Sin duda, y no te olvides de que continúas siendo el hombre que la
raptó para vengarse de mí y obligarme a casarme con Katherine.
Cameron miró a Payton con aire sombrío.
—Me pregunto sí todas las jóvenes que te encuentran irresistible saben
cuán irritante eres a veces.
Payton sonrió con ironía.
—Guardo esa cualidad para mis amigos varones
—Ese es un motivo para hacerme dudar de sí quiero ingresar en tu
familia. Tendré un cuñado irritante.
—¿Estás dudando?
Cameron suspiró y movió la cabeza negando.
—No puedo, aún sabiendo que te tendré a ti y a Gillyanne como
parientes.
—¡Oye! Aún no conoces al resto de la familia.
—¿Es grande?
—Sí, contando a los aliados y los parientes políticos. Tenemos a los
hermanos y hermanas de Cormac, el marido de mi prima Elspeth, y por el lado
del tío Eric, los MacMillan, que están siempre visitándonos, y…
Cameron levantó la mano.
—¡Detente! Mi familia es bastante pequeña. Leargan, Iain, tía Agnes y,
por supuesto, Katherine.

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Highland Knight Hannah Howell

Payton se puso serio ante la mención del nombre de la joven.


—¿Podrás perdonarla un día, Cameron? Yo ya la perdoné.
—Sí, sí demostrase que está de verdad arrepentida y cuida bien del
marido. Pero creo en milagros. Por lo menos la familia de Malcolm educará bien
a mi sobrino. —Bajó la cabeza con aire triste—. Fallé en la educación de mi
hermana.
—No me sentiría culpable si fueras tú, Cameron. Le diste lo que podías,
y Katherine tenía a Iain y a Agnes, y a muchas otras personas a su alrededor,
que le dieron buenos ejemplos. A veces una persona decide tomar un camino
errado y no hay nada que hacer, sin embargo siempre está a tiempo de volver
atrás y enmendarse.
—¿Y Alan? —preguntó Cameron, cambiando de tema con brusquedad—.
¿Vive feliz con Cormac y su esposa?
—Sí, y lo tratan como su hijo. Dios sonrió a ese niño cuando puso a
Elspeth en su camino.
Cameron suspiró, concordando con un gesto de cabeza.
—En parte me pregunto sí debo apartarlo de sus padres adoptivos.
Finalmente, si Avery me da un hijo, Alan no será mi heredero. Sin embargo es
sangre de mi sangre, jamás lo vi, pero lo quiero a mi lado, y lo haré un hombre
rico, con tierras y recursos.
—Claro que sí. Llevará tiempo, pero lo tendrás. Elspeth y Cormac están
tristes, sin embargo siempre supieron que existía un padre que podría reclamar
al niño algún día. Y se sentirán muy felices porque su nuevo hogar será junto a
Avery.
—Tu hermana y Gillyanne dicen que él se parece mucho a mí y tiene la
misma marca de nacimiento.
—Sí, pero no es mal genio como el padre —provocó Payton.
—Bien, quien sabe sí en breve estaré de mejor humor.
En aquel instante Anne surgió por la puerta de la capilla.
—Ella está llegando —anunció—. ¡Llamen al sacerdote!
Payton miró a Cameron con seriedad.
—Avery podrá irritarse por esta sorpresa y desear explicaciones.
¿Quieres continuar con el plan?
Cameron no dudó.
—No veo la hora de tener mi noche de bodas.

168
Highland Knight Hannah Howell

Avery frunció el ceño al aproximarse a la capilla. Fue un viaje largo,


pero agradable. El tiempo había permanecido bueno, y su escolta era simpática.
Sin embargo, a pesar de que conversaron sobre todo, los hombres nada dijeron
sobre lo que sucedería, y aún ignoraba por qué Payton la había llamado.
La visión de Anne y Therese junto a la entrada de la capilla la animó,
pero al mismo tiempo la hizo sentir más curiosidad. ¿Qué hacían allí? No
obstante, trató de sonreír al desmontar y corrió a saludarlas. Sedienta, aceptó la
bebida que Anne le ofreció.
—Es diferente —comentó después de un trago—. Parece hidromiel.
Anne concordó.
—Sí, en parte, sin embargo es más fuerte.
—Mucho, y necesito estar sobria cuando converse con Payton. ¿Dónde
está él?
En seguida, tomó un trago más de la extraña bebida. Era exquisita y
mataría su sed.
—Espera por usted en la iglesia.
Avery sonrió.
—Es bueno volverlas a ver. Las extrañé. —Frunció el ceño al ver que
Therese la rodeaba, quitando el polvo de sus ropas—. No te preocupes. A Payton
no le importará verme sucia del viaje.
—Necesita ponerse bonita —replicó Therese, retirándole el manto y
tirándolo en los brazos de Leargan, todo sonriente.
Avery no entendió muy bien el comentario, pero dijo:
—Tienes razón. Se debe entrar en una iglesia siempre con ropas limpias.
—Examinó su traje con mirada crítica, y añadió—: Tal vez fuera mejor que
Payton se reúna conmigo aquí fuera.
Pero, incentivada por Anne, terminó la bebida, y, sin ceremonias, tiró la
redoma hacia Leargan, sin saber por qué tomaba una actitud tan
despreocupada.
—Es mejor que conversen con privacidad allá dentro —dijo Anne.
A continuación, comenzó a arreglar los cabellos de Avery con gestos
rápidos.
—¿Dios quiere verme bien peinada también?
—Quedará más bonita con los cabellos sueltos y cepillados.
—Tiene sentido —murmuró Avery, en realidad sin entender nada, y
comenzando a sentirse ligera como una pluma, además de muy mareada. Por fin
Anne colocó una corona de flores en su cabeza.
—¿Estoy bonita ahora?
—¡Hermosa! ¿Se siente feliz?

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Highland Knight Hannah Howell

—Sí. El sol brilla y, como siempre, Leargan está sonriendo como un


tonto. –Paró de hablar y se llevó la mano a los labios—. ¿Yo dije eso? ¡Que falta
de educación de mi parte! ¡Miren! Leargan está entrando en la iglesia. Debo
haberlo ofendido.
—No, fue a hablar con Payton.
Avery se sentía cada vez más mareada y con gana de reír.
—Quiero oler las flores —dijo con un aire medio idiota.
—Después, querida. Ahora necesita hablar con Payton. Tenemos una
sorpresa para usted.
—¡Adoro las sorpresas! —exclamó Avery, aplaudiendo, y completamente
tonta con la bebida.
—¡Perfecto! Quien sabe sí así no se sentirá tan enfurecida con todos más
tarde —refunfuñó Anne, arrastrando a la recién llegada dentro de la capilla.
—Ella está lista —avisó Leargan, situándose al lado de Cameron en el
altar.
—¿Entonces no causará problemas? —quiso saber Payton.
—No, está alegre como un pajarito.
—Perfecto. Voy a volver para mi rincón para que ella no me vea al
entrar. Atontada como está, no podemos perder el tiempo.
Cameron se pasó la mano por los cabellos negros, haciendo una mueca.
—Prefería que la hubieran dejado consciente.
—Hubiese sido mejor —replicó Leargan—. Pero su hermano la conoce
bien, y sabe que podría causar dificultades, molesta por no haberle avisado de
los planes. Ya hizo el viaje llena de sospechas.
Entrando en la iglesia en aquel instante, Avery preguntó a Anne:
—¿Por qué tanta gente? ¿Todos van a hablar con Payton?
Cameron se tensó cuando ella lo vio. Avery dilató los ojos, y después le
saludó con una amplia sonrisa inocente, lo que lo llenó de remordimientos por
lo que iba a hacer.
—Hola, Cameron, mi caballero moreno —dijo ella, aproximándose al
altar—. Debería estar furiosa contigo.
Él la ciñó por los hombros y la besó levemente en los labios,
murmurando:
—¿Eso puede esperar, no, mi amor?
—¡Claro! No se pelea dentro de una iglesia. —Avery entrecerró los ojos
al ver a un sacerdote frente suyo—. ¡Dios mío! ¿Me hicieron viajar para asistir a
la boda de Payton y Katherine?
—No se trata de esa boda —murmuró Cameron, haciéndola arrodillarse
a su lado, frente al sacerdote.

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Highland Knight Hannah Howell

—Entonces aún puedo sentirme feliz.


—Espero que sí, muchacha. De todo corazón, así lo espero.
Avery frunció el ceño cuando el sacerdote comenzó a hablar. El discurso
era conocido, pero necesitaba esforzarse para concentrarse, pues su cabeza
giraba como un remolino. Se sentía flotando en una dulce neblina, y luego el
sacerdote le hizo una pregunta que no oyó muy bien.
—Di sí, Avery —ordenó Cameron.
Una irritante vocecita en su cerebro le decía que prestara atención, pero
Avery sabía que era imposible.
—Sí —respondió.
Las preguntas continuaron para ella y Cameron, y todas fueron
respondidas, mientras mantenía una sonrisa tonta en los labios, sin entender
muy bien lo que estaba sucediendo.
Cuando Cameron la hizo levantar, sintió un gran mareo y se abandonó
en el pecho fuerte del caballero. Él la besó ligeramente, y Avery intentó enlazarlo
por el cuello y prolongar el beso, pero fue frenada con un gesto rápido. En aquel
momento tuvo la certeza de ver a Payton sonriendo, al fondo de la capilla, pero
su hermano inmediatamente desapareció.
Miró a Cameron, intentando permanecer seria.
—Comienzo a no sentirme tan alegre.
—Bien, necesitamos mantener tu alegría.
—¿Cierto? ¿Trajiste mermelada de mora?
Avery oyó a alguien soltar una carcajada, y supo que era Leargan. Se
volvió para lanzarle una mirada de reproche, pero titubeó y casi se cayó.
Cameron la cogió a tiempo.
—Gracias —murmuró con la eterna sonrisa frívola. Enseguida se deslizó
hacia el suelo, y su marido la tomó en brazos.
Estaban casados, pensó él, y Avery no tenía ni la menor idea. Un motivo
más por lo cual darle explicaciones y pedir disculpas.
—¿Qué fue lo que Anne le dio? —quiso saber Leargan.
—Un brebaje que usa como analgésico —respondió Therese a su lado—.
Mezclado con hidromiel para disfrazar el gusto.
Cameron dirigió la mirada hacia la desfallecida novia.
—Espero que despierte pronto y sin dolor de cabeza. Estoy ansioso por
aclararlo todo y tener mi noche de bodas —gruñó.

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Highland Knight Hannah Howell

25

Avery abrió los ojos y miró alrededor. De seguro no estaba en su cuarto


en Donncoill. Su expresión se tornó sorprendida al dar con una silla muy
conocida. Entonces la memoria comenzó a volver. Se volvió para mirar al
hombre en pie al lado de la cama. Cameron no parecía muy a gusto. Mientras
más recuerdos bailaban en su mente, una furia enorme la poseyó.
—Me emborrachaste —dijo con voz fría, sentándose en el lecho de
manera abrupta.
—¿Borracha? No. Drogada. Anne te dio una poción analgésica —replicó
él, ofreciéndole un vaso con vino—. Necesitábamos que estuvieras… dócil.
Avery cogió el vaso y olió su contenido con aire desconfiado.
—No estoy segura de sí debo aceptar lo que me ofrezcas para beber de
hoy en delante.
—Quédate tranquila. Te quiero consciente para que conversemos.
Ella tomó un trago con cautela, y descubrió que no pasaba de simple
cidra. Lo bebió todo y sintió que los últimos resquicios de mareo desaparecían.
Cuando le devolvió el vaso vacío a Cameron, se acordaba de todo muy bien.
—¿Llegamos a arrodillarnos frente a un sacerdote? —preguntó con voz
insegura.
Cameron gesticuló que sí, sin perderla de vista. Por descontado Avery
había despertado completamente y razonaba con claridad… además de estar
furiosa. Cuando supiera que había dormido durante toda la fiesta de su propia
boda se sentiría aún más enfadada, pensó. Rezaba para que no se diera cuenta
de ese detalle hasta que hubieran conversado.
—¿Y por qué nos arrodillamos delante del sacerdote? —insistió ella.
—Estamos casados —respondió Cameron con simplicidad.
Era lo que Avery sospechaba. El asombro la dominó. Por un breve
instante se sintió inundada de alegría, y luego percibió que Cameron no le había
pedido matrimonio. Jamás le había dedicado una palabra de amor como
deseaba oír, y aún quedaba la posibilidad de que la hubiese desposado sólo por
la honra. Ya que había descubierto su error en relación a Payton, había
comenzado a sentirse culpable por que fueron amantes, y había resuelto hacer lo
que era correcto y digno.
—La expresión en tu rostro me dice que estás teniendo pensamientos
vengativos, querida.

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Highland Knight Hannah Howell

—¿Venganza? ¿Quieres gentilezas de mi parte cuando me preparaste


una trampa, me drogaste para despojarme de mi voluntad, y me desposaste sin
comunicármelo? ¡Fue una jugada infame! —Avery tomó aliento—. ¿Y Payton
formó parte de la historia, no? Recuerdo haberlo visto sonriendo en la puerta de
la capilla.
Cameron se sentó a su lado en la cama e intentó no demostrar dolor al
verla retroceder.
—¿No me querías como marido? Seré muy bueno contigo.
Luego, deslizó la mano por debajo del vestido suavemente, y la sintió
estremecerse ante su caricia. Eso le dio más seguridad.
Avery sintió que debería alejarse, pero no lo consiguió y, en vez de eso,
cubrió la mano fuerte con la suya. El calor de los dedos largos la hacía sentir un
intenso deseo y dejarla muy sofocada. Estaba loca por caer en sus brazos, pero
era desacertado, pensó.
Un matrimonio debía ser basado en algo más que la honra y la pasión, y
aunque supiera que lo amaba, Cameron necesitaba sentir lo mismo o las
oportunidades de sufrir desilusiones serían grandes.
—Te casaste conmigo por una cuestión de honra —dijo Avery, por fin.
—¡No!
Ella ignoró la negativa, y prosiguió:
—Sabías que no aceptaría una boda basada sólo en la expiación de algo
por lo que te sientes culpable. Entonces resolviste prepararme una trampa.
En respuesta, él la hizo acostarse de nuevo, y se posó sobre su cuerpo,
impidiéndole moverse.
—No. Me casé contigo porque así lo quise.
—¿Payton fue quien planeó todo?
—Sí.
—Porque creía que debías casarte con su hermana ultrajada.
—Muchacha, el que hayamos sido amantes en nada influyó en esta
boda. —Con cuidado, Cameron comenzó a soltarle los lazos del vestido—. No fue
por eso que te desposé. No hay dudas de que te deseo de vuelta en mi lecho…
Jamás quise que lo dejaras.
Ya que hablaba con franqueza, Avery permitió que continuara
desnudándola. Admitió para sí misma que el deseo que sentía era enorme, y no
le importaría si él la poseía con las ropas sobre el cuerpo. Pero sería sensato
interrumpirlo en ese momento. Temía que hablara con la voz profunda y ronca
que tanto la excitaba.
—Entonces, querías volver a satisfacerte conmigo —murmuró con voz
trémula, mientras él abría el corsé del vestido.
—¿No me añoraste también?

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Highland Knight Hannah Howell

Con un movimiento lento, se inclinó sobre uno de los senos blancos aún
cubierto por el tejido, y lo besó.
—Bien, sentí un poco —gimió Avery.
—Juro que no me casé contigo sólo por obligación. —Cameron presionó
el rostro sobre su pecho, y deslizó la mano hacia el muslo suave que tanto
deseaba acariciar—. Necesitamos conversar. Quiero contarte por qué hice
ciertas cosas e intentar explicarte mis sentimientos por ti. ¡Dios mío! Pero
también quiero poseerte otra vez.
—¿En este instante?
—Sentí mucho tu falta desde que partiste de Cairnmoor.
—¿Y después conversaremos?
—Sí.
—¡Entonces poséeme, Cameron, por favor!
Lo ayudó a sacar, con gestos ardientes, el resto de sus ropas. Cuando sus
cuerpos se encontraron, casi lloró de emoción. Sus labios y manos se recogían
mutuamente en un frenesí y ansiedad febriles. El deseo que sentían el uno por el
otro era indescriptible.
Avery dejó escapar un gemido de placer y victoria cuando lo sintió
penetrarla, pero lo miró, confusa, al percibir que no se movía.
—¿Cameron?
Le rodeó la cintura con las piernas, y lo hizo penetrarla aún más.
Cameron se estremeció.
—Sólo quería saborear la sensación de volver a poseerte. ¡Parece que
hacía un siglo! —Le rozó la boca con la suya, y murmuró—: Es cómo volver a
casa.
Había tanto sentimiento por detrás de esas palabras dichas con
simplicidad, que Avery perdió el resto del autocontrol, y se dejó llevar. El acto
de amor fue rápido, voraz, intenso y un tanto rudo, pero a ella no le importó, y
acompañó cada movimiento con alegría. Llegaron al clímax al mismo tiempo y,
mientras intentaba volver a la realidad, él la abrazó.
—Mi gata salvaje y bella —le susurró, recostado en su cuello—. ¿Me
amas un poco?
Avery suspiró y pasó los dedos por los cabellos negros de su marido. No
había como volver atrás. Estaban casados, y necesitaba ser honesta. Se sentía
muy feliz. Sin duda Cameron no le había ofrecido declaraciones de amor, pero
había cariño en la relación. Podía sentir eso en el toque de las manos fuertes, y
por detrás de las palabras que le murmuraba.
Tal vez, pensó, si era franca con él, Cameron retribuyera de la misma
manera. Podía aún no amarla, pero era importante que supiera que era muy
amado.

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Highland Knight Hannah Howell

—Sí —respondió por fin en un murmullo—. No sólo un poco, sino


mucho. Más de lo que mereces.
Cameron se estremeció, y antes de que Avery pudiera descifrar esa
reacción, volvió a besarla con furia, haciendo volver el deseo. Entonces, antes de
que tuviera tiempo de mirarlo, Cameron enterró el rostro en su cuello, como si
estuviera avergonzado.
—¿Cuándo supiste que me amabas? —preguntó, cubriéndole la piel
suave con rápidos besos.
—Un poco antes de permitir que me sedujeras.
—Si bien me acuerdo de aquella noche… y en realidad recuerdo cada
pequeño detalle… creo que fuiste tú quien me sedujo, muchacha.
—Entonces eso deja claro como estoy de loca por ti, y soy una completa
idiota.
—No, querida. —Cameron le acarició un pezón rosado con la punta del
dedo, y después con la boca—. No te consideres idiota por amarme. —Hizo una
breve pausa, y prosiguió—: Sé que hice cosas que te lastimaron…
—Sí, sin embargo nunca me pediste amor. No fue tu culpa sí llegué a
amarte.
—Tal vez no, sin embargo luego de empezar descubrí que no eras como
las otras mujeres con quienes me había relacionado en el pasado. Deseaba la
pasión y el placer que me proporcionabas, pero no quería sentir su falta
después. ¿Comprendes lo que quiero decir? Me mentí a mí mismo muchas veces
acerca de eso. —Con un gesto lento, comenzó a acariciarle el otro pezón—. Sólo
quería una breve relación, y después te enviaría de vuelta a tu familia, y
olvidaría el episodio.
—De hecho me mandaste de vuelta.
—Sí, y me arrepentí en el instante en que atravesaste las puertas de
Cairnmoor. Claramente intenté engañarme, diciéndome que estaba sólo
lamentando el fin de un romance placentero, porque aún te deseaba. Intenté
ilusionarme pensando que era natural sentir la falta de tu cuerpo. —La besó en
los labios, y prosiguió—: De tus senos, muslos… ¿Qué hombre no lo sentiría? De
los gemidos de placer y del modo como te entregabas…
Deslizó los labios por el vientre suave de Avery, haciéndola estremecerse
otra vez, e inició una serie de caricias que la llevaron de nuevo al clímax sensual,
pero en el último instante ella lo oyó murmurar tres palabras.
Después de algunos instantes, recobró el aliento, y lo miró a los ojos. No
quería admitir lo que había oído. Podía ser sólo una impresión, pero necesitaba
aclararlo.
—¿Oí bien? ¿Acabas de decir que me amas? —preguntó, sin dejar de
mirarlo.
—Sí —respondió Cameron, acariciándole los cabellos.

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Highland Knight Hannah Howell

Avery se sintió dividida entre las ganas de reír de alegría y permanecer


seria.
—¡No creo que dijeras eso!
—Desde que descubrí mi amor por ti soñé en decir esas palabras en mi
lugar preferido. El lecho.
Avery enrojeció y soltó una carcajada.
—¡Es un hombre terrible, Cameron MacAlpin!
Cogiéndole el rostro entre las manos, su marido la besó en los labios.
—Pero tú me amas, querida.
—Sí. De modo desesperado, loco y voraz.
—Del mismo modo que yo te amo.
—¿Cuándo? — ronroneó Avery, acariciándole la espalda.
—¿Cuándo qué?
Cameron rodó hacia el lado, se acostó de espaldas y dejó que ella lo
besara con suavidad.
—¿Cuándo supiste que me amabas?
—Al descubrir la verdad sobre Katherine. Me quedé sentado allí en el
jardín, oyendo a Payton arrancar esas horribles palabras de mi hermana, y la
única cosa en que lograba pensar era que había perdido a la mujer que amaba.
Lo peor es que en aquel momento parecía que jamás repararía mi error.
—Cameron cerró los ojos, deleitándose con las caricias que Avery le ofrecía—. Te
quiero a mi lado siempre, querida —murmuró con voz ronca, antes de penetrar
de nuevo en un mundo de delirio sensual.
Con la intuición de una mujer apasionada, ella le hizo sentir mucho
placer, hasta que Cameron rodó de nuevo el cuerpo sobre el suyo, y la poseyó,
manteniendo los ojos fijos en el bello rostro sonrojado y en la boca hinchada,
que murmuraba palabras incoherentes.
—Sí, Cameron… Sí…
—Juro que me despertaba bañado en sudor durante las noches en que
estuviste lejos, pensando en volverte a ver así, tu corazón latiendo junto a mi, y
después lloraba porque todo no había pasado de un sueño. —La acarició con
furia y pasión—. Te amo, Avery.
—Yo también te amo, mi caballero negro. Quiero ser tuya.
Cameron abrió los ojos y vio a su esposa aún acostada a su lado. La
acarició y sonrió, pensando que sería una larga noche que lo dejaría exhausto.
—Quiero hacer tantas cosas buenas por ti, Avery…
—Ya lo haces, Cameron. Cosas maravillosas.
—Gracias, pero no me refería al sexo.
Ella se apoyó en los codos y lo miró sonriendo.

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Highland Knight Hannah Howell

—Eso ya basta para dejarme contenta.


Con un gesto cariñoso, él le acomodó un mechón de cabellos detrás de la
oreja.
—Pretendo hacerte feliz siempre para que nunca te arrepienta de
haberte casado con tu demonio negro. Te regalaré trajes lindos y te daré todo lo
que una mujer desea.
Avery colocó un dedo sobre sus labios.
—Detente —murmuró—. Quiero sólo cuatro cosas de ti, Cameron
MacAlpin.
—¿Y cuáles son?
—Que me ames como yo te amo.
—Sí, mi amor. Soy el ser más feliz del mundo por eso.
—Y quiero que me necesites como yo te necesito.
—Necesito tu amor como las plantas necesitan el sol y el agua. —Pasó
los dedos por las caderas de su esposa—. Necesito verte cada mañana para
continuar vivo, y tenerte a mi lado por la noche, para poder dormir en paz.
—Siento lo mismo. Quiero que confíes en mí como yo confío en ti, y que
deposites en mis manos tu corazón, tu alma y tu vida.
Cameron presintió, por la tensión en el cuerpo de su amada, que su
respuesta era muy importante, y era fácil entender por qué. Siempre había
dejado bien claro que desconfiaba de las mujeres en general, y no había tenido
cuidados en revelárselo, lastimándola más de un vez con su brusquedad. Sin
embargo, en realidad había llegado a confiar en Avery mucho antes de amarla,
sólo que nunca se lo había revelado.
—Confío en ti, mi amor. Hace mucho tiempo.
Avery sintió ganas de llorar, tan grande era su alegría, pero pensó que
Cameron no entendería sus lágrimas, así que sólo sonrió.
—Y, por fin, quiero que me des hijos —dijo.
—Creo que ya comencé a empeñarme en tu pedido —replicó él con
malicia.
—Sí, y con mucho ahínco, por lo que observé. Quiero niños de cabellos y
ojos negros.
—Y yo deseo una o dos niñas hermosas como su madre. —La miró
rezando para no lastimarla nunca y siempre corresponder a su amor—.
¿Terminaron tus exigencias?
—Bien… —murmuró Avery, desperezándose con gestos felinos—. Creo
que un pote de mermelada no sería malo ahora…
—Mermelada de mora —sugirió Cameron, abrazándola.

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Highland Knight Hannah Howell

Epílogo

—¡Cameron!
El grito lo sorprendió, pues la tenue voz de Avery había salido del
cuarto, llegando hasta él en el gran salón. Salió corriendo y se apostó al pie de la
escalera hacia donde, en el mismo instante, corrieron sus primos Leargan y Iain,
también con expresión atemorizada. Cameron echó una mirada hacia atrás y vio
a Cormac sonriendo en lo alto de las escaleras.
—Jamás pensé que nuestra Avery pudiera gritar así —comentó
Cormac—. Gillyanne sí, pero no Avery.
—Tal vez deba subir y quedarme a su lado —sugirió Cameron.
—No creo que sea una buena idea —dijo Leargan.
—¿Por qué no? ¡Mi esposa está teniendo un bebé!
—Mi amada Gisele estaba en trabajo de parto cuando me persiguió con
un palo en la mano.
Cameron se volvió y vio que los padres de Avery habían llegado. Sin
preocuparse por los saludos, preguntó:
—¿Por qué su esposa hizo eso?
—Dijo que quería golpearme en el vientre para que supiera cuánto dolía
tener un hijo. Cometí el error de intentar consolarla con palabras idiotas. Tía
Maldie la llevo a la cama, y salí corriendo del cuarto.
—¿Necesitas contarle esa historia a todo el mundo? —bufó lady Gisele,
entregando el manto a Rob, nervioso como nunca—. Pensarán que soy un
dragón. Bonjour, Cameron. Ya que estás dándome un nieto para estropear de
mimos, creo que voy a perdonarte por todo lo que le hiciste a mi Avery.
—Es muy bondadosa, milady —murmuró Cameron, besándole la
mano—. Ella está…
—¿Mi madre ya llegó? —rugió Avery del piso superior.
—Como grita —comentó Gisele, respondiendo en el mismo tono—.
Estoy aquí, querida. Ya subo.
—Grandioso, mamá. ¿Y antes de subir, puedes hacerme el favor de
golpear a Cameron?
—Oye, Avery… —refunfuñó su marido, inmediatamente soltando un
grito—. ¡Ay! —Se frotó la barbilla y miró a la madre de su esposa, que sonreía

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Highland Knight Hannah Howell

con dulzura, y después lo besó en el rostro—. ¡No puedo creer que la señora me
golpeara!
—Se debe hacer de todo para mantener feliz a la parturienta, ¿no estás
de acuerdo? —A continuación, Gisele comenzó a subir las escaleras, gritando—:
¡Estoy llegando, Avery! —se detuvo en la puerta del cuarto donde estaba su hija,
abrió, y exclamó—: ¡Querida! ¡Ma petite! ¡Estás hermosa!
—Gorda y sudada —refunfuñó Avery, en medio a las contracciones.
—Bien, el sudor ilumina tu rostro. ¿Necesitas algo?
—Sí, un cuchillo enorme para matar a Cameron. Cuando todo esto
termine, voy a cortarlo de arriba a abajo, y…
En el salón, Cameron suspiró, aliviado, cuando la puerta al cerrarse
impidió que oyera el resto del desahogo de su esposa. Ordenó a Rob que buscara
comida y bebida, y acomodó a los hombres en la gran mesa. Deseaba estar con
Avery en aquel momento, dándole todo el apoyo que podía, mientras su esposa
luchaba por traer al mundo a su hijo, pero todo le hacía creer que, por la
armonía del matrimonio, debería permanecer alejado. Avery estaba con Anne,
Gillyanne, Elspeth y su madre para ayudarla. Podía quedarse tranquilo pues le
daban todo el apoyo necesario.
—No te aflijas, muchacho —dijo sir Nigel, sirviéndose vino—. La
mayoría de las jóvenes de nuestro clan prefieren quedarse con las mujeres en
ese momento. Y es mejor que los hombres permanezcan lejos.
—¿Avery está enojada contigo, papá? —preguntó Alan, quedándose al
lado de la silla de lord MacAlpin.
—Un poco —respondió Cameron, acariciando los cabellos negros del
niño—. Pero se le pasará. Tener un hijo duele, y ella necesita gritar, sólo es eso.
—Sí, sucedió lo mismo con mamá Elspeth —dijo el niño, muy alegre.
Cameron observó al niño aproximarse al pequeño Christopher, hijo de
Elspeth y Cormac, a un gato horroroso llamado Muddy, y la nodriza, y todos se
aglomeraron junto a la chimenea.
Estaba casado con Avery desde hacía nueve meses, y Alan ya los había
visitado tres veces, siempre con Christopher y su nodriza. El niño parecía tener
un sexto sentido refinado, e iba alejándose de a poco de la familia que conocía,
para unirse a Cameron. Pero sin duda deseaba pertenecer a las dos partes, y
Cameron dudaba que Alan consiguiera vivir sin su gran amigo Christopher.
Había un fuerte vínculo entre los dos niños.
Sin embargo, el simple hecho de que el niño lo hubiese aceptado como
padre hacía a Cameron muy feliz, aunque esa virtud fuera compartida con
Cormac. Ya que Elspeth y su marido habían salvado la vida del niño, y educado
y amado como sí fuera su hijo, Cameron jamás les negaría un lugar en la vida y
en el corazón de Alan. Ese cariño debería ser preservado para siempre. Pero las
visitas que el niño le hacía eran importantes. Esta vez se quedaría en Cairnmoor
por varios meses, y la relación entre padre e hijo tendría tiempo de florecer.
El pensar en hijos y familia lo hizo mirar hacia la escalera.

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Highland Knight Hannah Howell

A pesar de confiar en las Murray que ayudaban a Avery, no conseguía


dominar el miedo. Su esposa podía tener una fuerte personalidad, pero su físico
era delicado. Cameron intentó encontrar alivio pensando que Elspeth y Gisele
también eran de constitución delicada, y habían sobrevivido a los partos. Se
consoló pensando que sí Avery lo necesitase mandaría a llamarlo. No obstante,
como sentía temor de verla sufriendo o de aumentar su incomodidad, era mejor
que no lo mandaran llamar.

—Creo que debo disculparme con Cameron por todos los gritos que di y
amenazas que hice —dijo Avery, tomando a su hijo en sus brazos, entre las
sábanas limpias.
—No lo hagas —le aconsejó su madre, besando las mejillas de su hija y
de su nieto.
—Bien, creo que fui un tanto… precipitada.
—Es un precio pequeño que nuestros maridos pagan por el sacrificio
que hacemos —bufó Gisele—. Los hombres plantan sus semillas con placer, y
después lo olvidan, hasta que la pobre mujer comienza a sentir los dolores del
parto. —Sonrió a las otras mujeres presentes, y acarició la cabeza del recién
nacido—. Felicidades, querida. Nosotros, las esposas Murray, parimos bien. Sólo
recuerda que…
—Ya lo sé, madre. No concebir con mucha frecuencia. Creo que quiero
ver a Cameron ahora. Después dormiré —dijo la joven madre con una sonrisa
cansada.
Inmediatamente después que las mujeres salieron, Cameron entró en el
cuarto, casi corriendo. Se detuvo, contemplando a su esposa por un largo
tiempo. Después cerró la puerta, se apoyó en la pared, y respiró hondo, antes de
aproximarse a la cama. Avery hizo un gesto silencioso pidiéndole a su marido
que se sentara a su lado. Cameron obedeció con tanto cuidado que la hizo
sonreír.
—Tranquilízate, no tengo ningún cuchillo —dijo en tono de broma—.
Mira a tu hijo. —En seguida, apartó la manta que cubría el recién nacido—. ¿No
es el niño más lindo que hayas visto?
Cameron miró hacia el niño, deseando estar de acuerdo. Sin embargo,
ante sus ojos, el niño parecía una miniatura de un anciano arrugado. Un
viejecito moreno, con cabellos negros y espesos, y una minúscula marca en
forma de estrella en su suave vientre. Observó que tenía todos los dedos de los
pies y de las manos, y se enorgulleció de la evidencia de su masculinidad, allí
expuesta, aún sin las ropas bordadas que su madre le había preparado.
Levantó la mirada y vio que Avery sonreía.

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Highland Knight Hannah Howell

—En breve se pondrá bonito y gordo —dijo ella. Besó a Cameron en el


rostro, y volvió a envolver a su hijo en la manta—. El nacimiento es tan difícil
para el niño como para la madre. He visto muchos recién nacidos, y sé que el
nuestro es perfecto.
—Y, por supuesto, el orgullo materno nada tiene a ver con eso —la
provocó su marido irónico, acostándose a su lado.
—Claro que no. —Mientras cogía al niño, Avery se arrimó al pecho de su
marido—. Tiene los cabellos negros como tú, y estoy impaciente por saber cual
es el color de sus ojos.
—Son azules —dijo Cameron.
—Todos los recién nacidos tienen los ojos azules. Con el tiempo
cambiarán de color. —Avery lo miró atentamente—. ¿Ya decidiste que nombre le
daremos?
—Tormand, como mi padre, si no te importa, querida.
—No, es un bello nombre —Avery levantó la cabeza y besó a Cameron en
los labios—. Gracias por darme un hijo tan hermoso, querido esposo.
Cameron le ciñó el hombro y la acercó a su pecho.
—Soy yo quien te lo agradece. Finalmente, me quedé sólo con la parte
agradable de la concepción. Fuiste tú quien sufrió. ¿Estás segura de que estás
bien?
—Sí, sólo cansada. —Avery bostezó, pero continuó admirando a su
hijo—. Se parecerá a ti y a Alan.
—Pobre niño —bromeó Cameron.
—¡Entérate, marido mío! Las chicas adoran a los hombres de ojos y
cabellos negros.
—El amor te cegó, querida, pero se lo agradezco a Dios todos los días.
—La besó con pasión—. Te amo, Avery, mi gata salvaje.
—Y yo te amo, Cameron, mi caballero negro.
Él enterró el rostro en sus cabellos.
—¿Sabes lo que me gustaría hacer? —murmuró.
—Lo sé, pero sólo dentro de un mes.
Viéndola bostezar de nuevo, él la envolvió en sus brazos.
—¿Un mes?
—Sí —repitió Avery, cerrando los ojos—. Cuatro largas semanas.
—Bien, emplearé el tiempo para aumentar las reservas de mermelada de
moras.
Avery rió, adormilada.
Cuando por fin se durmió, Cameron se levantó despacio, y tomó al niño
de sus brazos, con mucho cuidado. Su esposa estaba en lo cierto, pensó,

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Highland Knight Hannah Howell

llevando a su hijo hacia la cuna. Era probable que Tormand se pareciera a él y,


ante tal pensamiento, un gran orgullo lo dominó.
El amor de Avery lo había redimido, y se sentía apuesto y poderoso
siempre que ella lo miraba.
—Te voy a contar un pequeño secreto, pequeño —murmuró, colocando
al niño en la cuna y cubriéndolo con la manta—. El secreto de la felicidad. Te
parecerás mucho a mí, y algunos idiotas dirán que una persona tan morena es
hijo del mal. Ignora esos comentarios estúpidos, y busca mucho, hasta que
encuentres a la mujer de tu vida. No te contentes con menos, pequeño.
Encuentra una muchacha que te ame cuando hagas el papel de tonto, y abrázala
durante las noches. Descubrirá que eres un caballero negro, fuerte y poderoso.
—Contempló a Avery en el lecho, mientras acariciaba los cabellos oscuros de su
hijo—. Ciertamente, acabarás sintiendo pena de los hombres que no son
morenos como tú, porque ellos no conocen el paraíso.

Fin

182

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