BIZANTINA

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ARQUITECTURA BIZANTINA

El pueblo bizantino, que heredó el gusto por la riqueza del arte imperial romano, al contacto con Oriente
acrecentó su necesidad de crear obras de intensa policromía y lujo ornamental. En su arquitectura
influyó el gusto por la escenografía de las ceremonias de la Corte, manifestado en forma de atención
a la perspectiva. Decía Procopio, escritor de la época de Justuniano, que el interior de Santa Sofía
produce la “ilusión de un maravilloso jardín lleno de flores con el azul del fondo y el verde del follaje de
los mosaicos que cubren sus paredes”. Por desgracia, no se conserva el Palacio Sagrado, pero por
descripciones del siglo X de las ceremonias que acogía, podemos suponer que su arquitectura
respondería a la fastuosidad de aquellas.

Para que nos hagamos a la idea, el emperador Constantino Porfirogeneta decía que, en las
recepciones, se presentaba al público en el Crisotriclinio, sobre un trono dispuesto sobre leones de
oro y bajo un plátano, de oro también. Además, explicaba que, al reunirse con embajadores, el trono
se elevaba entre nubes de incienso.

Volviendo a tierra, el estilo bizantino comenzó a gestarse ya en época de Constantino, pero no


alcanzó su plenitud hasta el siglo VI, cuando las grandes empresas artísticas de Justiniano, que
aprovecharon las enseñanzas de los edificios abovedados del Asia anterior, demostraron la existencia
de una arquitectura nueva. Podemos considerar ese periodo el siglo de oro justinianeo; después, la
arquitectura bizantina vivió sobre todo de lo creado hasta que, a raíz del fin del movimiento iconoclasta
bajo la dinastía macedónica, conoció una nueva etapa de florecimiento desde mediados del s. IX hasta
mediados del s. XI. En adelante, las novedades arquitectónicas fueron escasas, pero destacó la
articulación de una nueva provincia artística en el sur de Italia en la que el estilo bizantino se mezcló
con el árabe y el gótico. También ganó pujanza este arte en Rusia, donde pervivió siglo después del
fin de Bizancio como Imperio.

MOSAICOS, CAPITELES, CÚPULAS

Las principales novedades de la arquitectura bizantina atañen al uso de la cúpula, al capitel y su


relación con el arco y a la decoración, sobre todo a los mosaicos.

Por partes: la arquitectura bizantina, como la romana, es abovedada, pero su innovación con respecto
a aquella reside en el empleo sistemático de la cúpula valiéndose de las experiencias previas sirias y
sasánidas. Los bizantinos llegaron a construir cúpulas de proporciones tan gigantescas como las de
Santa Sofía de Constantinopla, de más de 30 metros de diámetro, resolviendo de forma admirable la
manera de contrarrestar los empujes, no solo mediante estribos o muros gruesos, sino oponiéndoles
otras bóvedas.
Para aligerar el peso de la media naranja y disminuir sus empujes laterales, se procuró emplear
materiales como tubos de barro unidos y dispuestos en espiral, que con su oquedad disminuyen
bastante su peso sin perjudicar la resistencia, o como los ladrillos de Santa Sofía de Constantinopla,
doce veces más livianos que los normales.

Al margen de asuntos prácticos, los constructores bizantinos se preocuparon por la decoración de las
cúpulas: más que cubrirlas de mosaicos, las decoraban con profundos gallones. Lo vemos en la iglesia
de San Sergio y Baco. En exterior, sobre todo en épocas avanzadas, después de la revolución
iconoclasta, se concede mucha importancia al tambor. Se le coronaba con una moldura que, al acusar
el trasdós de las ventanas abiertas en él, creaba una cornisa festoneada de lóbulos convexos.

Aunque se mantienen tipos de capiteles de origen clásico, en los típicos del orden bizantino las hojas
de acanto de los corintios terminan por perder su personalidad y, en vez de proyectarse al exterior, se
funden en una superficie vegetal continuada y uniforme que recubre el cuerpo troncocónico de
proporciones más o menos cúbicas que constituye el capitel, por eso llamado cúbico. A fines del s. IV
comienza a construirse el capitel teodosiano, en el que las hojas se labran con la técnica del trepano
y aparecen movidas lateralmente como mecidas por el viento. Son característicos del s. VI.

Si en este tipo de capiteles, el ábaco casi desaparece, sí adquiere un gran desarrollo el cimacio: un
segundo cuerpo en forma de pirámide truncada e invertida.

En Bizancio hizo construir Justiniano los templos de Santa Sofía, Santa Irene, los santos Sergio y Baco
y los Santos Apóstoles. Destaca entre ellos Santa Sofía, tanto que en su época se decía que un ángel
inspiraba a Justiniano al inspeccionar diariamente sus obras. Sus autores son dos griegos de Asia
Menor: Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto.

Este templo rompe con el esquema basilical: cuanta con una cúpula de más de treinta metros de
diámetro, contrarrestada en sus empujes laterales por dos bóvedas de cuarto de esfera cuyos empujes
son, a su vez, recibidos por otras menores de igual forma y por dos bóvedas de cañón, contrarrestadas
unas y otras a su vez por gruesos estribos donde se alojan las escaleras.

Desde el interior del templo, esta serie de bóvedas, ordenadas para lograr un equilibrio puramente
mecánico, al continuarse unas con otras y estar cubiertas de mosaico producen la impresión de una
gran bóveda única cuya parte central flota en el aire, suspendida sobre la faja de luz formada por sus
ventanas inferiores.

A ese efecto de ligereza contribuyen los dos pisos de arquería cabalgando sobre columnas que se
encuentran bajo los dos grandes arcos formeros de la nave del crucero y en las exedras secundarias
de la cabecera y de los pies.
Sobra decir que la planta es de cruz griega inscrita en un cuadrado. El edificio se completa con un
gran patio cuadrado, con una fuente en su centro, en forma de pila sobre doce columnas. En cuanto a
decoración y como en toda iglesia bizantina, el mosaico es fundamental. Revisten el templo altos
zócalos de mármol (sus columnas son también de ese material y en él están labrados los paños de
decoración vegetal de las arquerías).

Y, como decíamos, en Rávena, junto al Adriático, se levantan tres obras capitales del arte bizantino.
La iglesia de San Vital, construida hacia 530 por el arquitecto Juliano, es de planta octogonal,
característica que se aprecia al exterior. Las arquerías de planta semicircular se repiten en todos sus
lados, salvo el de la capilla mayor.

Además de por los efectos de perspectiva, este templo es bellísimo por la calidad de sus mosaicos,
que retratan a emperadores y altos dignatarios.
Las iglesias de San Apolinar in Classe y San Apolinar el Nuevo son de tipo basilical constantiniano, de
tres naves, pero están también enriquecidas con preciosos mosaicos. Los capiteles de la primera son
de modelo teodosiano, de hojas revueltas, y ambas presentan torres cilíndricas.

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