Entendiendo El Caos U Alicante

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Entendiendo el caos

por
Clementa Alonso González, Universidad de Alicante

1. Introducción
No vayan a decirme ustedes que no es éste un título comercial. Ya sea porque
a la vista está que el mundo anda cada vez más loco, o bien porque el carácter
de inmanejable que acompaña a cualquier fenómeno que se desarrolle de manera
“poco ordenada”, no hace prever que explicarlo científicamente vaya a ser una
tarea precisamente sencilla.
Empecemos por el principio: si buscamos en nuestro diccionario el significado
exacto de la palabra caos, encontraremos además de la acepción común de con-
fusión y desorden, que esta palabra se utiliza para designar el estado indefinido
y amorfo que se supone anterior a la ordenación del cosmos, definición directa-
mente heredada de la mitología griega: espacio vacío e infinito anterior a todas
las cosas del que nacieron Erebo y la Noche, padres del Eter y el Día y que se
corresponde también, bajo el prisma judeo-cristiano, con la confusión inicial que
reinaba en el Universo antes de la creación. Leyendo esta definición, me aterra
pensar en el compromiso al que me obliga mi título; entender origen del univer-
so, ¡casi nada!. Es un alivio comprobar que aparece un significado más, y que
se refiere al ámbito de las matemáticas y de la física y dice del caos que es el
comportamiento errático e impredecible de algunos sistemas dinámicos aunque
su formulación matemática sea en principio determinista.
Sería interesante hacer un ejercicio de reflexión y pensar que la aparición de
semejante definición en nuestro diccionario de la Real Academia Española de-
ja constancia de que las confluencias de esta rama de las matemáticas con otras
ciencias no deben ser, ni escasas, ni inventadas. En efecto, la llamada Teoría del

111
112 Un Paseo por la Geometría

Caos se nutre sobre todo de los intentos de comprensión de fenómenos muy com-
plicados que provienen de la física, la meteorología, la economía, la biología,
las ciencias sociales...y todos estos intentos apuntan siempre a la búsqueda de un
punto de vista abstracto y globalizador. Esta es la razón esencial por la que el
descubrimiento y formalización de esta teoría haya sido y sea competencia de las
matemáticas.
Además del apasionante desarrollo de la misma, en el que han intervenido
muchas personas provenientes de los más diversos campos, descubrimos que no
menos apasionantes resultan los múltiples conceptos y ejemplos particulares que
constituyen el corazón matemático del caos, la mayor parte de ellos, con amplia
resonancia geométrica: los billares, la herradura de Smale, los atractores extraños,
los fractales...sería muy ambicioso pretender presentar en profundidad cada uno
de estos objetos en estas notas, así pues, humildemente, nos limitaremos a situar
algunos de ellos en el lugar que ocupan “dentro del caos”.

2. Pero...¿qué es este caos?


En palabras de Stephen Smale (medalla Fields 1966), Caos es una nueva cien-
cia que establece la omnipresencia de la impredecibilidad como rasgo fundamen-
tal de la experiencia común.
Nos resultará útil bucear un poco en la historia para comprender lo que esta
definición lleva consigo. Situémonos en los siglos XVI y XVII, durante los cuales
tiene lugar un cambio sustancial de la concepción que el hombre tenía de sí mismo
y del lugar que ocupaba en el cosmos. Este cambio es debido en gran parte a los
descubrimientos y teorías sobre la estructura del Sistema Solar y la comprensión
científica de algunos fenómenos elementales y cotidianos como la caída de los
cuerpos y la sucesión de los días y las noches. Estamos ante un proceso conoci-
do como revolución copernicana. Las observaciones y teorías desarrolladas en-
tre 1550 y 1700 por Copérnico, Giordano Bruno, Tycho Brahe, Kepler, Galileo,
Newton,...daban explicación a los movimientos de los planetas usando leyes sen-
cillas que además permitían explicar la existencia de las mareas, la caída de los
cuerpos y multitud de fenómenos antes aparentemente desconectados. Newton es-
cribió en sus Principia: “Las leyes que hemos explicado abundantemente sirven
para dar cuenta de todos los movimientos de los cuerpos celestes, y de nuestro
mar”. Producto de estas teorías fue una inmensa confianza en el saber objetivo
y el reconocimiento del Universo como materia en movimiento regido por leyes
naturales. Así, como consecuencia de esta revolución, el pensamiento científico
permaneció dominado durante dos siglos por una fe ciega en el determinismo: “el
estado presente del mundo determina de manera precisa cualquier estado futuro ya
que su comportamiento obedece a leyes cognoscibles y es, por tanto, predecible”.
Entendiendo el caos 113

Este credo estaba basado en ciertas leyes de la física, en las ecuaciones newto-
nianas del movimiento, que pueden describir las variaciones de la naturaleza con
el paso del tiempo. Estas ecuaciones tienen la propiedad matemática de que las
condiciones iniciales determinan la solución para cualquier tiempo considerado.
Sobre estos principios físicos y matemáticos descansa la filosofía determinista,
una de cuyas manifestaciones es el rechazo total a la libre voluntad e incluso res-
ponsabilidad humana.
Pero hoy, aquellos esfuerzos generalizadores que caracterizaron a la revolu-
ción copernicana han perdido fuerza; lejos de pensar que existe una relación trans-
parente y lineal causa-efecto que gobierne todos los fenómenos naturales, desde
diversos ámbitos y disciplinas, se vislumbra la necesidad de estudiar más bien los
aspectos inestables, no predecibles, desordenados, caóticos, de los mismos [1].
A principios del siglo XX, con la llegada de la mecánica cuántica y los resul-
tados obtenidos por los científicos alemanes, Heisenberg, Planck y Schrödinger,
resulta evidente constatar que el determinismo era sólo una ilusión. Al menos
al nivel de los electrones, protones y átomos, se comprobó que la incertidum-
bre dominaba. Las ecuaciones del movimiento de la mecánica cuántica producen
soluciones que son probabilidades que evolucionan con el tiempo.
A pesar de esta nueva visión de la mecánica cuántica, las ecuaciones de New-
ton siguen describiendo el movimiento del péndulo, el comportamiento del sis-
tema solar, la evolución del tiempo y muchas situaciones de la vida cotidiana. La
revolución cuántica deja intactos muchos postulados deterministas, y después de
la segunda gruerra mundial, todavía muchos científicos albergaban la esperanza
de que si aumentase la capacidad de los ordenadores, sería perfectamente factible
hacer predicciones meteorológicas a largo plazo.
En los años 70 la comunidad científica reconocía otra revolución llamada
teoría del caos, que acabaría con el paisaje newtoniano y laplaciano del deter-
minismo: es necesario tratar con la incertidumble para comprender la experiencia
común. El reclamo: sensibilidad respecto de las condiciones iniciales se establece
como distintivo de la nueva ciencia, que va mucho más allá de la impredecibili-
dad. El conocimiento profundo de las dinámicas caóticas ha tenido implicaciones
en cada rama de la ciencia, desde el análisis de un electrocardiograma, pasando
por la hidrodinámica, hasta la construcción de recursos computacionales.
Un aspecto novedoso es que la teoría del caos no se desarrolla con el des-
cubrimiento de nuevas leyes físicas, sino con el análisis profundo de las ecua-
ciones que subyacen a la física newtoniana. El caos es una revolución científi-
ca basada en Matemáticas. La metodología es deducción más que inducción. La
teoría del caos toma las ecuaciones de Newton, las analiza con matemáticas y usa
este análisis para establecer la impredecibilidad que acompaña a los fenómenos
descritos por dichas ecuaciones. Vía matemáticas, se establece la fragilidad del
determinismo newtoniano usando...¡las propias ecuaciones de Newton!.
114 Un Paseo por la Geometría

3. Descripción matemática del caos


El desorden lleva consigo la variación y el cambio. A nuestro alrededor, la
política, el clima, la economía... todo se encuentra en permamente evolución.
Todo fenómeno natural experimenta cambios constantemente. Algunos de estos
cambios son de fácil percepción: el día y la noche, las fases de la luna, las esta-
ciones... Otros son infinitamente más complicados: las enfermedades, la evolución
económica, el clima... Para poder organizar y sistematizar todas estas formas de
cambio con el objetivo de estudiar y predecir, sería deseable poder realizar repre-
sentaciones de los cambios de manera comprensible, poder clasificar y entender
los distintos tipos de cambio así como disponer de métodos para identificarlos, en
definitiva, poder controlar este universo cambiante. Es aquí donde las matemáti-
cas, y en particular la rama de los sistemas dinámicos, ofrecen vías eficaces que
permiten realizar este tipo de análisis. Para trasladar el estudio de cualquier fenó-
meno al ámbito matemático es necesario realizar un proceso de modelado que
consiste esencialmente en:
Detectar las variables que influyen en un fenómeno dado.
Analizar su comportamiento relativo, es decir, determinar cómo influyen
unas sobre otras y cómo se comportan a lo largo del tiempo.
Como resultado, obtendremos un modelo matemático del fenómeno, que podrá
ser una ecuación diferencial, si se logran estudiar variaciones instantáneas, o una
transformación iterativa si las variaciones son discretas. Esto nos permitirá mirar
con “ojos matemáticos” desde el movimiento de los planetas, las moléculas de un
gas o las bolas de un billar hasta los latidos del corazón o las variaciones de los
precios en la Bolsa.
Una vez conseguido el modelo matemático, en particular, las fórmulas o ecua-
ciones que lo regulan, es posible estudiar su evolución en el tiempo e incluso hacer
previsiones. Si además hemos conseguido aislar el fenómeno que nos interesa de
los efectos del resto del universo...¡podremos prever su evolución con total se-
guridad!...este es el punto de vista determinista o laplaciano. ¿Qué lugar ocupa
entonces el azar, el desorden, el caos?. La respuesta es que a pesar de poder cono-
cer perfectamente la evolución de cada elemento, el movimiento global puede
ser muy desordenado, es decir, dos sujetos que en un determinado momento es-
tén infinitamente próximos, pueden estar muy lejos en un instante posterior. Esta
es, grosso modo, la definición matemática de caos. (Es interesante observar que
este término “caos” aparece por primera vez en 1975, en un artículo de L. Li y
J. Yorke titulado Period three implies chaos, aunque el fenómeno que los autores
estudiaban no se corresponde con la definición actual de caos).
Cualquier proceso en el que hay movimiento, variación a lo largo del tiempo,
puede ser considerado como un sistema dinámico. De manera formal llamaremos
Entendiendo el caos 115

sistema dinámico a una terna (M, T, φ) donde M será un espacio topológico, métri-
co o una variedad con alguna estructura diferencial que llamaremos el espacio de
fases o espacio de estados, un conjunto de tiempos T (generalmente un subgrupo
aditivo de R) y el flujo del sistema (proceso) φ que es una aplicación de M × T en
M con las propiedades siguientes:

1. La aplicación φ es continua.

2. φ(0, x) = x para todo x ∈ M.

3. φ(t, φ(s, x)) = φ(t + s, x) para todo t, s ∈ T y todo x ∈ M.

Si T = N ó T = Z tendremos un sistema dinámico discreto y si T = R+ ∪ {0} ó


T = R, un sistema dinámico continuo.
Si aplicamos la transformación φ (solución del sistema dinámico) a un punto
inicial (condición inicial), al punto resultante se le vuelve a aplicar φ, y así sucesi-
vamente, obtendremos una sucesión de puntos ordenados que llamaremos órbita
o trayectoria del punto inicial bajo la acción de φ. Uno de los principales objetivos
es describir el comportamiento asintótico de las trayectorias, es decir, el modo en
el que éstas evolucionan en tiempos prolongados. Conocidas las propiedades de
casi todas las trayectorias de un sistema dinámico, estaremos en condiciones de
decir algo sobre el comportamiento asintótico de todo el sistema, es decir, de su
evolución global (como un todo), y de manera más particular, de saber si hay varia-
ciones sustanciales que dependan de las condiciones de partida. Cuando el com-
portamiento asintótico de las trayectorias de un sistema dinámico sea inestable en
el sentido de que unas se comportan independientemente de las otras, diremos que
el sistema dinámico es caótico. Aunque no hay una definición matemática de caos
universalmente aceptada, en un conocido artículo de R.L. Devaney [4], se aislan
tres propiedades esenciales del caos: Consideremos un sistema dinámico continuo
dado por un sistema de ecuaciones diferenciales

ẋ = f (x) donde f ∈ Cr (Ω), Ω abierto de Rn

llamemos φ(t, x) al flujo asociado (recordemos que φ(t, x) recoge toda la infor-
mación del sistema). Diremos que ẋ = f (x) es caótico en un conjunto compacto
A ⊂ Rn ivariante por φ(t, x) si se dan las condiciones siguientes:

1. Existe sensibilidad respecto de las condiciones iniciales en A , es decir, si


existe  > 0 (una constante de sensibilidad) tal que para cada x ∈ A y cada
entorno U de x, existe y ∈ U y t > 0 tales que |φ(t, x) − φ(t, y)| > .

2. El sistema es topológicamente transitivo en A, es decir, si para cada pareja


de abiertos no vacíos V, W ⊂ A, existe t > 0 tal que φ(t, V) ∩ W , ∅.
116 Un Paseo por la Geometría

3. El conjunto de los puntos periódicos de φ es denso en A.

Para más detalles sobre esta definición, ver [4], [3]. Observemos que un sistema
dinámico lineal nunca podrá ser caótico. La no linealidad es una condicón nece-
saria, aunque no suficiente para obtener caos.

4. ¿Una partidita de billar?


Aunque parezca llamativo, quizás una buena forma de comprender este caos
matemático sea echando una partida de billar. ¿Jugamos?. Comencemos por con-
siderar una mesa de billar, es decir, rectangular, con bordes, y en cuyo centro
vamos a colocar un círculo (ver figura). Supongamos ahora que disponemos de
una bola de masa despreciable, un punto, que se puede mover sobre nuestra mesa
sin ningún tipo de rozamienzo y rebotando sobre los bordes de la mesa, es decir,
los lados del rectángulo y el borde circular del centro con la particularidad de que
el choque con los bordes es elástico: el ángulo de salida debe ser igual al ángulo
de entrada. Así, al empujar la bola con nuestro palo de billar, podremos predecir
con exactitud la trayectoria que seguirá, ya que cada vez que tropiece con los bor-
des sabremos exactamente cómo continuará el movimiento, que será casi siempre
eterno pues no existe rozamiento. Las únicas trayectorias que no continuan son
las que van a parar a las esquinas del rectángulo, una cantidad despreciable en
relación al total. Así las cosas, nuestro juego resulta ser un modelo determinista,
porque dada una posición y velocidad inciales para la bola de billar es posible
saber con exactitud dónde se encuentra después de cualquier intervalo de tiempo.

Figura 1: Billar de Sinai

Ahora bien, una observación detallada del nuestro sistema del billar nos revelará
que hay trayectorias muy diferentes. Si golpeamos nuestra bola perpendicular-
mente desde el punto P, trazará una trayectoria periódica entre las bandas superior
e inferior. Hay dos tipos de trayectorias especiales, como hemos dicho, las que se
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clavan en los vértices y no continúan y las que salen de los vértices y no tienen
pasado. Las trayectorias más interesantes, que a su vez son las que describen un
movimiento más complicado, son las que rebotan en el borde circular del centro.
Observemos que la mayor parte de las trayectorias son de este tipo, porque casi
todas acabarán chocando con el círculo antes o después dependidendo del ángulo
de salida. Observando el comportamiento de este tipo de trayectorias se llega a la
conclusión de que estamos ante un sistema dinámico caótico, ya que dos trayec-
torias que llegan muy cercanas al choque con el disco central, se separan mucho
después de la colisión con este obstáculo (también les sucede esto a algunas que
tiene un ángulo de salida ligeramente diferente desde el borde rectangular).
Este sistema que hemos descrito se conoce con el nombre sistema dinámico
del billar de Sinai, por haber sido Jakob Sinai (1935-) matemático y físico ruso,
el primero en estudiar este tipo de sistemas en la década de los 70. Propiedades
análogas en lo que se refiere a la inestabilidad de las órbitas satisfacía el billar
estudiado anteriormente por Hadamard (1868-1963), que es más bien un billar
alabeado en el que se sustituye la mesa usual por una superficie con curvatura
negativa en todos sus puntos.

5. Las raíces encubiertas del Caos


Desde las más antiguas civilizaciones hasta los tiempos de la teoría de la re-
latividad general, el sistema dinámico por antonomasia ha sido el cosmos y el
encontrar su dinámica, uno de los problemas que más interés ha suscitado. A par-
tir de Newton, el estudio de la dinámica celeste, y en especial, la predicción de
los movimientos del sistema solar, constituyeron la ocupación central de físicos
y matemáticos. De entre todos los problemas que obsesionaban a los científicos
del siglo XIX merece especial atención el de determinar las posiciones y veloci-
dades de tres cuerpos que se mueven por influencia de la mutua atracción gra-
vitatoria, más conocido como problema de los tres cuerpos. Este problema está
directamente relacionado con las estabilidad del sistema planetario y el material
matemático disponible en aquella época no permitía predecir si alguna conjunción
de planetas podía dar lugar a una colisión o tal vez a la expulsión de uno de el-
los del sistema. Semejante preocupación llegó a tener tanto alcance, que el rey de
Suecia instituyó un premio para quien resolviese el problema.
El premio fue a parar a uno de los matemáticos más importantes del momento,
Henry Poincaré (1854-1912), a pesar de que el problema sigue abierto en nuestro
días. Poincaré creyó haber encontrado la solución al problema de los tres cuerpos,
sin embargo, él mismo se percató de que no era así. Como producto de su búsque-
da muchos caminos nuevos se abrieron para las matemáticas, entre ellos, el de la
topología, que luego tomaría rumbos propios, y el descubrimiento de los puntos
118 Un Paseo por la Geometría

homoclínicos, concepto precursor de los modernos estudios del caos.

W
Punto de
corte

Figura 2: Punto homoclínico

Según Poincaré en el modelo dinámico de los tres cuerpos existen puntos fijos
cuyas las variedades estables e inestables se cortan. Estos puntos de intersección
son los puntos homoclínicos y las órbitas que pasan por un punto homoclínico
se denominan órbitas homoclínicas. Cualquiera de estas órbitas tiende hacia el
punto de equilibrio cuando el tiempo avanza y cuando retrocede. Esta definición,
aparentemente inofensiva, tiene consecuencias sorprendentes: Poincaré descubrió
que las órbitas próximas a un punto homoclínico tienen un comportamiento muy
complicado; vuelven a cortarse una y otra vez... El propio Poincaré escribiría en
1889:
“Cuando uno intenta visualizar la figura formada por estas dos cur-
vas y su infinidad de intersecciones, [...] éstas forman una suerte de
red, telaraña, tejido infinitamente entrelazado; [...]. Uno queda asom-
brado por la complejidad de esta figura que ni tan siquiera me atrevo
a dibujar”
Independientemente de sus implicaciones en el estudio del movimiento pla-
netario, los puntos homoclínicos se han convertido en el distintivo del caos; es
posible detectarlos en cada sistema dinámico caótico.
En la primera mitad del siglo XX, los trabajos de Poincaré en topología y
en dinámica tuvieron mucha repercusión en el desarrollo de las matemáticas de
los Estados Unidos. El matemático americano G.D Birkhoff (1884-1944) estuvo
fuertemente influenciado por los resultados de Poincaré en sistemas dinámicos.
En sus trabajos, desarrolló muchas de sus ideas, especialmente las propiedades de
los puntos homoclínicos.
Desgraciadamente, los fenómenos no lineales que Poincaré había comenzado
a vislumbrar con el descubrimiento de los puntos homoclínicos no encontraron
eco suficiente en la comunidad científica del momento, demasiado absorta en la
física atómica y la relatividad general, y a pesar de ser ideas importantes lanzadas
por uno de los mejores matemáticos de la historia, no se insertaban dentro de
los temas de vanguardia y permanecieron relegadas y olvidadas durante mucho
tiempo.
Entendiendo el caos 119

6. Una herradura en las playas de Río de Janeiro


Sería necesario esperar hasta la década de los setenta para ver el renacer de la
dinámica no lineal. En esta ocasión, sin ninguna inspiración en la física, sería por
primera vez de la mano de un matemático puro: Stephen Smale.

Figura 3: Stephen Smale

En en año 1959, Smale, especialista en topología, realizaba una estancia post-


doctoral en el recién creado Instituto de Matemática Pura y Aplicada de Río de
Janeiro. Como consecuencia de una conjetura que aparecía en uno de sus traba-
jos en dinámica correspondientes a esta época, se deducía que el caos no podía
existir. Sin embargo, los trabajos de dos matemáticos ingleses, Mary Cartwright
(1900-1998) y J. L. Littlewood (1885-1977), sobre ciertas ecuaciones relacionadas
con las ondas de radio (ecuaciones del oscilador de Van der Pol), detectaban un
comportamiento inusual en la solución de las mismas que hacía prever precisa-
mente lo contrario. Finalmente, analizando estos resultados, Norman Levinson
(1912-1975) llegó a un resultado que constituía un contraejemplo a la conjetura
de Smale. Semejante conclusión llevaría a Smale a trabajar día y noche (palabras
textuales) para interpretar los argumentos de Levinson en términos cualitativos e
intentar comprender, por fin, lo que verdaderamente sucedía.
Sus esfuerzos no fueron vanos y le llevaron a descubrir, como producto de
su reflexión en las maravillosas playas de Río (palabras textuales de nuevo), la
famosa aplicación de herradura que lleva su nombre y que es una consecuen-
cia natural de mirar de una manera geométrica las ecuaciones de Cartwright-
Littlewood-Levinson. La herradura de Smale constituye el modelo paradigmático
de sistema caótico y rescata la esencia geométrica y topológica de la trayectoria
homoclínica de Poincaré.
Esta aplicación, que denotaremos por M, se resume esencialmente en dos sen-
cillos movimientos: estirar y plegar. Para describirla, consideremos un cuadrado.
Aplastemos el cuadrado uniformente en la dirección vertical, al tiempo que lo
120 Un Paseo por la Geometría

estiramos en la dirección horizontal, también de manera uniforme. El siguiente


movimiento consiste en plegar “en forma de herradura” el cuadrado deformado,
tal como muestra la figura.

Figura 4: Aplicación de la herradura de Smale

La dinámica de la herradura está descrita por el movimiento de un punto


del cuadrado hasta un punto de la herradura siguiendo el proceso anterior. Ca-
da movimiento completo (estirar y plegar) corresponde a una unidad de tiempo.
Imaginemos que nuestro campo de visión es exactamente el cuadrado original.
Cuando un punto cae fuera del cuadrado por el proceso descrito, no consideramos
el movimiento. En las franjas verticales coloreadas en el cuadrado original están
representados los puntos que no abandonan el cuadrado en una unidad de tiempo
y sus imágenes respectivas son las líneas horizontales del mismo color.

Figura 5: Aplicación inversa de M

Si repetimos el proceso un número finito de veces y visualizamos sobre el


cuadrado todos los puntos que permanecen en él después de realizar todos los
Entendiendo el caos 121

movimientos, obtendremos el conjunto invariante por la transformación de la he-


rradura de Smale. Para M y M −1 , en dos iteraciones, serán los conjuntos que apare-
cen en la siguiente figura.

M1
_

_
1
M
M

Figura 6: Aplicamos dos veces M y M −1

Observemos que en cada nueva iteración (para un tiempo positivo o negativo)


sustraemos un franja central de cada una de las franjas (horizontales o verticales
respectivamente) del paso anterior. Es decir, al iterar el proceso de manera in-
definida para tiempo positivo y negativo, obtenemos un conjunto invariante que es
intersección de las franjas horizontales y verticales, cada vez más finas, que va-
mos obteniendo. Este conjunto, por construcción, es un conjunto de Cantor dentro
del cuadrado, y es invariante por la aplicación de la herradura de Smale y por su
inversa.
1.0 1.1 11.01 11.11

0.0 0.1

Figura 7: Conjunto invariante

Hasta aquí se puede decir con toda seguridad que esta transformación sigue un
proceso absolutamente determinista. Sin embargo, y esta fue la visión especial de
Smale, cada una de las regiones que constituyen este conjunto invariante puede ser
“etiquetada” con una sucesión de 0’s y 1’s; en otras palabras, el conjunto Λ se co-
rresponde con el conjunto de los resultados que se obtienen al lanzar una moneda
al aire sucesivamente y anotar el resultado, ¡cara o cruz!. Y...¿no es este experi-
mento el paradigma del azar puro?. El etiquetado se hace asignando a cada punto
122 Un Paseo por la Geometría

x ∈ Λ un número binario x de la siguiente forma: (índices horizontales).(índices


verticales) x ≡ ...s−2 s−1 .s0 s1 s2 ..., donde si será 1 ó 0 si la imagen M i (x) está en
la mitad superior del cuadrado o en la mitad inferior respectivamente.
Más aún, Smale demostró que la aplicación que resulta de lanzar una moneda
al aire e ir anotando los resultados de cara o cruz es conjugada a una aplicación
de la herradura (ver [5]). Estamos ante un sistema dinámico determinista que se
comporta como un experimento cuyo resultado es impredecible: ¡Esto es el caos!.
El comportamiento caótico que caracteriza a la transformación de la herradura
de Smale se debe a que en el junto invariante Λ aparecen puntos homoclínicos; de
nuevo Poincaré.

7. Marchando una de hojaldres


Es posible obtener caos por un procedimiento mecánico. Basta extraer la esen-
cia de la construcción de la herradura de Smale, más concretamente, estirar y
doblar, estirar y doblar...¿quién iba a pensar que a la búsqueda de caos íbamos a
terminar en la cocina?...
Este proceso (más conocido como Transformación del Panadero) está descrito
de una forma muy gráfica en el libro de Roberto Markarian [1]: Tomemos masa
de pan. Trataremos de hacer un hojaldre con ella. Para ello, tomamos el rodillo de
amasar y lo pasamos por encima del bloque rectangular obteniendo una primera
placa de masa (¡tiene que caber en la bandeja del horno!). Pasamos el rodillo otra
vez y obtenemos una placa del doble de longitud y la mitad de espesor. Ahora
doblamos y colocamos una mitad sobre la otra, de manera que obtengamos la
longitud y espesor originales. Y repetimos este proceso una y otra vez: esta es la
transformación que se itera.

Figura 8: Transformación del panadero


Entendiendo el caos 123

Nos interesa seguir el camino de cada partícula del bloque original: cada vez
que pasamos el rodillo, se fue separando de las otras partículas próximas a ella,
pero al doblar...los puntos que están cerca de la línea de plieque se vuelven a
aproximar, mientras los que están del mismo lado del doblez mantiene la distancia
duplicada. Es decir, casi todos los puntos se desordenan. La expresión analítica de
esta aplicación s si se define en el cuadrado unidad [0, 1] × [0, 1] es la siguiente
(
(2x, y/2) x ∈ [0, 1/2)
s(x, y) =
(2 − 2x, 1 − y/2) x ∈ [1/2, 1)

8. ¡Qué extraña forma de atraer!


Casi de manera simultánea al descubrimiento de la herradura de Smale, pero
en otro frente bastante distinto, se abre otra brecha que resucita el interés por
la dinámica no lineal. En el año 1961 un meteorólogo americano del Instituto
Tecnológico de Massachussetts, Edward N. Lorenz, andaba interesado en com-
prender un poco mejor la dinámica del clima como resultado de los movimientos
de la atmósfera. Más concretamente, se preocupaba por los fundamentos de la
predicción atmosférica a largo plazo. Para ello, intentaba conocer en profundidad
el fenómeno de la convección atmosférica: las capas inferiores de la atmósfera se
calientan como consecuencia del calentamiento del suelo por el sol, así pierden
densidad y al ser más ligeras se desplazan hacia arriba, mientras que las capas
superiores desciencen por encontrarse más frías. La convección puede ser lenta,
estacionaria, o más rápida dando lugar a torbellinos que tienen cierta periodicidad
y que resultan más interesantes desde el punto de vista meteorológico. Pensando
en el aire como un fluido, se podría intentar predecir el tiempo si fuese posible
hacer un análisis de las ecuaciones que regulan los movimientos de los fluidos.
Conviene ahora situarse en el tiempo; estamos hablando del comienzo de los
años sesenta, y en esta época, gracias a la aparición de los primeros ordenadores
electrónicos, el análisis numérico de las ecuaciones gozaba de cierta popularidad.
Sin embargo, la capacidad de cálculo era aun bastante discreta, y el número y
la complejidad de las ecuaciones del modelo que se pretendiese estudiar resulta-
ban cruciales (es importante resaltar que el cálculo computacional constituirá el
principal catalizador del desarrollo de la teoría de caos).
Después de hacer intentos con varios ejemplos, Lorenz decidió probar con
las ecuaciones de B. Saltzman que sirven para describir el flujo de un fluido que
interviene en una situación de convección térmica. Haciendo una truncación de
las ecuaciones hasta ciertos órdenes, consiguió un modelo muy simplificado, casi
ridículo, del fenómeno natural que pretendía estudiar. El modelo estaba dado por
124 Un Paseo por la Geometría

el sistema de tres ecuaciones diferenciales con parámetros:

x = σ(y − x)
 0


y = ρx − y − xz

 0

 z0 = xy − βz

Para los valores σ = 10, ρ = 28 y β = 8/3, Lorenz se encontró con un re-


sultado absolutamente sorprendente que en principio no produjo el más mínimo
interés entre los matemáticos y meteorólogos de aquel momento. Para obtener
soluciones numéricas del sistema anterior, Lorenz recurrió al método de Runge-
Kutta de cuarto orden, es decir, realizando pasos sucesivos de integración se con-
struyen trayectorias que satisfacen “aproximadamente” la ecuación diferencial a
partir de cierta posición inicial. El hecho crucial fue la decisión de Lorenz de estu-
diar más profundamente una solución particular, para lo cual repitió los cálculos
considerando como valor inicial un valor intermedio de los que tenía impresos
en los cálculos anteriores. Los resultados eran completamente diferentes. En un
primer momento, pensó que esto se debía a errores de la máquina, pero com-
prendió que la razón era que los valores con los que trabajaba el ordenador no
eran exactamente los que él tenía impresos, sino que, para apurar las cosas, im-
primía tres dígitos de los seis que se obtenían en los cálculos. Era este error en
las diezmilésimas el que producía semejante divergencia. La pequeña diferencia
inicial se multiplicaba en cada paso de la integración y llevaba a que las dos solu-
ciones fuesen completamente diferentes a medida que transcurría el tiempo.
Desde luego, si los fenómenos atmosféricos se comportasen más o menos co-
mo el modelo anterior, ¡las previsiones meteorológicas a largo plazo serían im-
posibles!.
La sorpresa no iba a quedarse aquí, al representar las trayectoras de las partícu-
las, independientemente de sus condiciones iniciales, Lorenz observó que se acer-
caban, cuando el tiempo tendía a infinito, a un objeto de naturaleza “extraña” pero
perfectamente visible.

Figura 9: Atractor de Lorenz


Entendiendo el caos 125

Los objetos de esta naturaleza se denominarán atractores, ya que existe una


parte del espacio donde transcurre el sistema que en su evolución es atraída por
dicho conjunto. Un atractor es un conjunto de puntos, él mismo constituído por
trayectorias, alredededor del cual se acumulan todas o casi todas las trayecto-
rias que parten de puntos cercanos a él. Dependiendo del sistema dinámico en
cuestión, un atractor puede llegar a ser, desde un punto, una curva cerrada o un
esfera, hasta un objeto de naturaleza extremadamente complicada como en el caso
del atractor de Lorenz.

Es preciso preguntarse ahora en qué consiste su condición de “extraño”: re-


sulta que si bien las trayectorias se acercan siempre al atractor, no lo hacen de la
misma manera, más precisamente dos trayectorias muy próximas en un determi-
nado instante, se separan mucho con el paso del tiempo, a pesar de continuar cerca
del atractor; esto imprime rasgos muy azarosos en el futuro del sistema. Y...¿no
era este el distintivo de los fenómenos caóticos?. Se llamarán atractores extraños
a aquellos en cuyas proximidades el sistema dinámico se comporte de manera
caótica, es decir, cuando presente sensibilidad a las condiciones iniciales. Este ex-
presión aparecía por primera vez en 1971, en un artículo de F. Takens (1940-) y
D. Ruelle (1935-) titulado “Sobre la naturaleza de la turbulencia”.

Hay muchas otras observaciones interesantes sobre las maravillosas “rarezas


geométricas” de estos objetos:

Podríamos decir que en las cercanías del atractor, el sistema dinámico tiene
un efecto desintegrador: en la dirección transversal atrae a las órbitas mien-
tras que en la dirección tangencial éstas tienden a separarse.

El atractor tiene una estructura fractal. Desde luego, no son curvas o su-
perficies lisas, sino que suele tratarse de objetos de dimensión de Hausdorff
no entera. Es decir, si miramos con una lupa cada vez de mayor aumento,
focalizándola en regiones cada vez más pequeñas, observamos que la cur-
va descrita por las trayectorias se autorrepite. En otras palabras, el atractor
tiene una estructura geométrica muy complicada e invariante por escala.

El atractor permanece si se realizan pequeñas perturbaciones del sistema.

Para ilustrar algunas de las propiedades anteriores, incluimos una figura de otro
atractor extraño muy conocido, estudiado por el astrónomo M. Hénon.
126 Un Paseo por la Geometría

Figura 10: Atractor de Hénon

Merece la pena insistir un poco más sobre la propiedad de dependiencia de


las condiciones inciales para extraer algunas conclusiones interesantes: Pensemos
de nuevo en el bellísimo atractor de Lorenz, si consideramos dos partículas que
están en la cuenca de atracción, con el paso del tiempo ellas se irán acercando al
atractor. El hecho de estar trabajando con un sistema dinámico continuo podría
llevarnos a pensar que deberían permanecer próximas a medida que se acercan al
atractor. Error. En el caso de este sistema particular y de muchos otros que presen-
tan un atractor extraño, estas dos partículas se separarán todo lo posible dentro de
las dimensiones de la región considerada. Y se volverán a aproximar y de nuevo
a separarse. Esta danza consiste en dos pasos: un movimiento de acercamiento
global y otro simultáneo de desintegración local [1] y es conocida como efecto
mariposa, apelativo acuñado por Lorenz y cuya esencia se condensa en el hecho
de que el simple aletear de una mariposa en una parte del mundo (por ejemplo en
Brasil, donde son muy hermosas) puede provocar tal vez un huracán en otro punto
alejado del planeta. Él mismo escribió:

“La persona común, viendo que somos capaces de prever las mareas
con mucha exactitud y para varios meses, preguntaría: ¿por qué no
podemos hacer lo mismo con la atmósfera?. Apenas es un sistema
diferente, las leyes son igualmente complejas. Pero comprendí que
cualquier sistema físico que se comportase de manera no periódica
sería imprevisible.”

Llegados a este punto, se plantea la cuestión de compatibilizar orden y caos.


¿No parecen conceptos contrapuestos?. Los fenómenos caóticos no están despro-
vistos de leyes o teoremas. Existe un orden en el caos. Y este orden se refiere entre
otras cosas a buscar la armonía que existe dentro de la irregularidad. Los encar-
gados de estudiar el caos se preocupan por detectar cuando un sistema dinámico
presenta sensibilidad a las condiciones iniciales (los exponentes de Lyapunov son
parámetros que sirven para detectar esta característica) a comparar cuando hay
más o menos caos, a medirlo (entropía), medir la velocidad en la que el caos
Entendiendo el caos 127

es detectable o a buscar propiedades probabilísticas satisfechas por los sistemas


caóticos.
El atractor de Lorenz no es el único atractor extraño que se conoce, existen
otros muy famosos, provenientes de diversos ámbitos y con nombre propio, co-
mo el de Rössler (química), o todos los que proporciona el circuito electrónico
llamado circuito de Chua (representaciones de estos atractores y muchos otros se
pueden encontrar en http://hypertextbook.com/chaos/).
La descripción de los atractores es uno de los problemas clave en la teoría de
sistemas dinámicos, ya que, si los hay, la mayor parte de las trayectorias tiende
hacia ellos y, por tanto, en su comportamiento está resumido el comportamiento
a largo plazo del sistema. Por otro lado, la comprobación de que un determinado
sistema posee un atractor extraño es muy complicado y de hecho, se conocen
muy pocos ejemplos en los que la existencia de tales objetos se haya comprobado
de manera rigurosa. La existencia de la mayor parte de los atractores extraños
que se conocen ha sido sugerida empíricamente. Por tanto, probar la existencia
de atractores extraños constituye uno de los problemas cruciales de esta teoría
del caos, por la cual hemos intentado, humildemente, como advertí al principio,
pasear un poco.

Bibliografía
[1] R. Markarian, La dimensión humana de la matemática, Correo del Maestro.
Ediciones La Vasija, Méjico, 2003.
[2] R. Markarian y R. Gambini, Certidumbres, incertidumbres, caos, Ediciones
La Vasija y Ediciones Trilce, Méjico, 1999.
[3] J. Banks, J. Brooks, G. Cairns, G. Davis and P. Stacey, On Devaney’s Defini-
tion of Chaos, American Mathematical Monthly 99 (4), 332-334, 1992.
[4] R.L. Devaney, An introduction to chaotic dynamical systems, Addison-Wesley,
1989.
[5] S. Smale, Finding a Horseshoe on the Beaches of Rio, Mathematical Intelli-
gencer 20 (1), 39-44, 1998.
[6] L. Perko, Differential Equations and Dynamical Systems, Springer, 2001.
[7] A. Katok and B. Hasselblatt, Introduction to the Modern Theory of Dynamical
Systems, Cambridge University Press, 1995.
[8] J. Guckenheimer and P. Holmes, Nonlinear Oscillations, Dynamical Systems
and Bifurcation of Vector Fields, Springer, 1998.
[9] R.V. Solé y S.C. Manrubia, Orden y Caos en Sistemas Complejos. Fundamen-
128 Un Paseo por la Geometría

tos, Ediciones UPC, 2001.


[10] D. Ruelle, Azar y Caos, Alianza, 1993.

Clementa Alonso González


Universidad de Alicante
Departamento de Estadística e
Investigación Operativa
Apartado de Correos 98, 03080 Alicante
e-mail: clementa.alonso@ua.es

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