Ambrosetti La Paya
Ambrosetti La Paya
Ambrosetti La Paya
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UMASS
BOSTON
slg.i 902.03 AMB exp
Tít.; Exploraciones arqueológicas
Aut.: Ambrosetti, Juan Bautista (
Cód.: 8913709 R: D2 Hispanoameric
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OCULTAD DE F I L O S O F I A Y L E T R A S
CAMPAÑAS DE 1 9 0 6 Y 1 9 0 7
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JUAN B. AMBROSETTI Ù á m W k
Divector del Museo E t n o g r á f i c o
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BUENOS AIRES
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EXPLORACIONES ARQUEOLÓGICAS
RP.PtTBt ARGENTINA..
FIG. I M A P A D E L A R E P Ú B L I C A CON L A S I T U A C I Ó N R E L A T I V A
DEL LUGAR DE LAS EXPLORACIONES •
á las ruinas se resistan á la faena de excavación de se-
pulcros, que ellos suponen, y nauclias veces con razón, sean
de sus antepasados.
T e m e n la cólera de éstos que se manifiesta según ellos,
por graves enfermedades y aún por la muerte de los pro-
fanadores ó por fenómenos meteorológicos de sequías y he-
ladas que afectan y destruyen sus cosechas.
Casi todos los objetos son femeninos y entre ellos abundan los
torteros ó fusaiolos de madera. Nros. 1117 á 1125. Una tableta de
ofrendas N". 1106. Un escarificador N". 1107. Una figurita de madera
N". 1126. Un alfiler de hueso N". 1127. Varias horquetas de madera
para atar los paquetes fúnebres Nros. 1108 á 1114. Varios otros
útiles de tejer y quizá de agricultura como los cuchillones y la pala
que se ven debajo 1 3 tam. nat.
Gracias á la proligidad del trabajo y la buena voluntad de los
peones sé ha podido conseguir este conjunto y como éste muchos
otros.
Esta tumba contenía ocho cadáveres y era sumamente pobre en
alfarería.
DHmJu del señor Eduardo A. Holmberg (h.j
ANTECEDENTP:S
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entrar á esa Isleta donde tuvimos que permanecer más de una hora
esperando que las aguas pasasen.
En la quebrada no llovió, ni cerca de ella, y nosotros que venía-
mos bajo un calor sofocante producido por el sol de las tres de la
tarde y la arena caldeada del plan de la quebrada, sentimos minu-
tos después de producirse la creciente que llenó de golpe toda la
quebrada transformándola en un caudaloso río, la impresión de un
brusco descenso de temperatura.
A los cincuenta metros antes de llegar á la isleta del Monte Re-
dondo, recien sentimos el ruido de esta creciente, bastante confuso
pero que nuestro vaqueano reconoció al instante, haciéndonos apu-
rar á los gritos de aviene río de arriba!!
La cabeza de la creciente según la frase gráfica de mi compañero
el señor Salvador Debenedetti, semejaba á un enjambre de serpien-
tes color chocolate que avanzaban retorciéndose y saltando entre
los surcos de la playa ó por encima de las piedras de que está sem-
brada; otras más gruesas se golpeaban contra la base de los cerros
y se escurrían friccionándola con el material de transporte que
arrastraban.
En un atropellamiento confuso se aumentaba el caudal con las
sucesivas que se encimaban ó se entrechocaban formando torbellinos
de un líquido denso que movía las piedras, las arrastraba ó desba-
rrancaba pedazos de tierra ó ripio siguiendo una carrera desenfrena-
da y vertiginosa mezclando á su masa plantas y palos que se per-
dían de vista en un abrir y cerrar de ojos.
La altura del agua alcanzó en algunos puntos á más de un metro.
Crecientes como esta se repitieron varias durante el mes de Ene-
ro, sobre todo de noche y el ruido que producían al volcarse en el
valle lo percibimos desde nuestro campamento de la Puerta de la
Paya situado frente á Rancagua y poco al sud de la desembocadura
de esta quebrada.
m á s lejana; es Caclii Adentro, la finca principal de este
lugar, que se halla en el interior de un anfiteatro de ce-
rros, un par de l e g u a s al Oeste y un centenar de metros
m á s alto.
E l río Calchaquí, que h a y que vadear, es ancho; como
p l a y a tendrá frente á Cachi unos ciento cincuenta metros
y generalmente el grueso de sus a g u a s se halla dividi-
d a s en dos canales.
No estando crecido se pasa fácilmente, pues tiene
entonces ochenta centímetros de altura término medio,
pero á poco crecer el vado se hace imposible.
E l pueblo de Cachi se halla á 2.300?iuetros sobre el ni-
v e l del mar; para los que no están acostumbrados se siente
a l g u n a p u n a al caminar por las calles.
Es m u y pintoresco, posee u n a j b u e n a Iglesia, edificios
bien construidos, amplios y cómodos; su población se cal-
cula en seiscientos habitantes.
E n otro tiempo fué más importante y era asiento de
un gran número de familias principales de Salta, cuyos
nombres han f i g u r a d o en la historia y administración de
esa provincia aún Nacional.
Hoy con la disminución del tráfico de arrias con Bo-
livia, el arriendo de las principales fincas y m u c h a s otras
razones que no es del caso detallar aquí^ pero que h e
dado y a en otro trabajo (i), el b l o c k de familias prin-
cipales h a quedado m u y reducido 3' ese pueblo, como mu-
chos otros del valle Calchaquí; h a n perdido la importancia
que tuvieron, y arrastran una v i d a precaria, lo que es una
lástima, y, lo qtre es peor, sin remedio por ahora, á no ser que
n u e v a s g e n t e s }' capitales le inyecten otra v i d a fijen
otros rumbos á la actividad de sus actuales pobladores,
quienes como elemento de trabajo h a n sido siempre y son
excelentes.
LA CIUDAD PREHISTORICA
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'•FIG|. 18 Muralla de sostén de una casa grande, en esta fotografía
puede verse el sistema indicado de aprovechamiento de un desnivel
del terreno completado con la escavación para formar esas especies
de- habitaciones semi-sótanos.
La 'piedra aquí utilizada es en su mayor parte rodada.
(Fotografia del señor Salvador Debenedetti)
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describí en el trabajo citado; estos trajeron peones de otros
l u g a r e s y febrilmente trabajaron con el objeto de dejar
terminado en el día el anhelado descubrimiento del tesoro
escondido que a v a l u a b a n en v e i n t e c a r g a s de plata y oro,
más ó menos una tonelada, é i m a g í n e s e el lector como
volaría la tierra y los f r a g m e n t o s de las primeras piezas
de alfarería que encontraron suponiéndolas llenas de mo-
nedas, y g r a c i a s á que la presencia de los esqueletos allí
enterrados los pocos objetos de oro que les acompaña-
ban les hicieron comprender que se trataba de sepirlcros
indios y no de un tesoro del tiempo del R e y ; para que aun-
que tarde se apercibieran del error y pensando que, de los
males h a y que tomar el menor, trataron de remediar el
d e s e n g a ñ o recogiendo los objetos sanos que pudieron con
la esperanza de resarcirse los gastos ocasionados, con su
v e n t a (i).
L o s vecinos de L a Pa^^a despechados con esta invasión
de g e n t e s extrañas á sus. dominios, esa t a r d e se reunieron
y resolvieron correrlos haciendo a l g u n o s tiros al aire,
los que bastaron para alejarlos llevándose el botín; pero
ellos con el campo libre y a niimiéndose de v e l a s esa
noche penetraron á la Casa Morada y concluyeron la obra
de los primeros recogiendo otros objetos que fueron m á s
tarde adquiridos por el Sr. Manuel D e l g a d o y que se pu-
do conseguir después ingresaran también al Museo Na-
cional.
E n t r e las piezas figuran, entre otras: una cabeza h u m a -
na de barro cocido que los v e c i n o s le pusieron el nom-
bre de retrato del cacique, (fig. 27) una f i g u r a represen-
tando un tigre (fig. 28) y otras que se reproducen aquí
debido á la gentileza del Sr. Director del Museo Nacional
de Buenos A i r e s Dr. Florentino A m e g h i n o á qüien agra-
dezco como merece.
FIG. 26. Puntas de flecha de hueso. Unicas encontradas hasta ahora en La Paya
Colección 3Iueeo Nacional
LA D E C O R A C I Ó N D E L O S PLATOS
FIG. 36 FIG. 3 7
FIG. 42. Vasp pseudo apodo de fa- FIG. 43. Vaso pseudo apodo
bricación local, hallado en la Casa importado, hallado en la Casa
Morada. Morada.
Colección Museo Nacional Colección Mtiseo Nacional
(1) Loe. cit. pág. 31. Las líneas á que he hecho referencia po-
drían también relacionarse con las que menciona y dibuja el Profesor
Outes (fig 18) que se hallan en la parte posterior del bello Vaso
apodo de la plancha III, fig. 2 hallado en Cafayate N". 917 de la Co-
lección del Museo de La Plata.
(2) Cuando publiqué "El sepulcro de La Paya" no tuve á mi dis-
posición sinó un fragmento de este vaso que describí en la fig. 28;
posteriormente, y muy empeñado en ello, pude conseguir los demás
fragmentos junto con otros, que fueron entregados en un cajón y
ellos permitieron restaurarlo en su casi totalidad, así como también
otras piezas por ejemplo el plato fig. 41.
E n el interior del borde presenta ese dibujo caracte-
rístico de espirales que nacen de un triángulo. D e b a j o del
gollete la composición de climanskistrones y a conocida y
debajo la línea ondulada, clara, sobre fondo n e g r o propias
de estos vasos.
Pero en el centro la decoración v a r í a siendo de dos ban-
das horizontales superpuestas, la superior con cinco ani-
males que parecían, á primer golpe de vista, algo así
como pescados; tanto más que presentan ciertos caracteres
en la disposición de las aletas, propias
de esos animales, lo m i s m o que su
movimiento.
E s t a f i g u r a h a s t a ahora es única en
alfarería del v a l l e Calchaquí, lo que
nos h a c e suponer con m a y o r razón
FIG. 53. Y u r i t o d e f a - que este vaso t a m b i é n h a sido i m p o r -
bricadón local, hallado , , , ^ ^ . ^
en la Casa Morada. tado de la" c o s t a d e l P a c i f i c o j u n t o
Colección Museo Nacional con los anteriores.
Ea segunda serie de f i g u r a s es de avestruces estiliza-
dos del m i s m o tipo de los de otro y u r i t o ó v a s o de asa
transversal fina, s e g u r a m e n t e también importado, proce-
dente de la Cochinoca, p r o v i n c i a de J u j u y (i).
Como decoración es uno de los vasos más e l e g a n t e s
que conozco.
LA D E C O R A C I Ó N DE LOS YURITOS
(1) Con este objeto nos ha parecido mejor darles una numeración
corrida según el orden en que estaban sobre el terreno, aún cuando
éste no sea el número de su hallazgo, porque habiéndose distribuido
el personal en la forma indicada, se trabajó en diversos puntos den-
tro y fuera de la ciudad simultáneamente y á medida que las exca-
vaciones tocaban á su fin se le daba un número, cada cual el de su
serie, número que se repetía sobre cada una de las piezas y paque-
tes de objetos que se extraían, á fin de evitar confusiones, anotán-
dose al mismo tiempo el inventario de la tumba con todos los demás
datos que podían referirse á la excavación.
Como el trabajo de catalogar las piezas del material recogido for-
zosamente tuvo que ser previo, no solo para asegurar su proceden-
cia sino también para formar la ficha correspondiente que nos sirviera
para ordenar los hallazgos, en el catálogo se asentaron con el número
primitivo y como no ha habido tiempo material para proceder á la ano-
tación del nuevo número y porque también así conviene por tantos
otros motivos, creemos que aquel número debe incluirse aquí y para
diferenciarlo del nuevo, lo expresamos al lado de éste entre parén-
tesis y en cifras romanas.
Ochenta y dos hallazgos nos proporcionó el recinto de la
ciudad, entre ellos sesenta y dos tumbas, de éstas cincuenta
y tres bien estudiadas y nueve en las que no se pudieron
comprobar algunos datos, por ejemplo el número de cadá-
veres, etc.; á estas últimas hemos asignado una media de
tres esqueletos, los que unidos á los ciento veinte y n u e v e
bien controlados de los cincuenta y tres sepulcros mencio-
nados, resultaría que nosotros habríamos removido ciento
cincuenta y seis cadáveres de adultos.
N o sería aventurado suponer una cifra igual de cadáveres
removidos en las excavaciones efectuadas anteriormente á
las nuestras; revisando en el terreno los pozos dejados se v e
que en diversas épocas y por distintas personas se ha hecho
un trabajo casi igual al nuestro, sin el ]Drovecho, ni el
cuidado, se entiende.
D e manera, pues, que hasta la fecha, dentro del períme-
tro de la ciudad se habrían removido unos trescientos cadá-
veres más ó menos.
L a mayoría de las tumbas (23) contenía un solo cadáver;
trece, dos; seis, de tres á cuatro; siete, de cinco á seis; y
cuatro, de ocho á nueve, etc.
L a s tumbas en su gran mayoría son pozos de forma
circular de un metro ó metro y medio y excepcionalmente
de dos metros de diámetro y de profundidad variable dentro
de las cifras indicadas. L a s paredes se hallan revestidas
con pirca de piedra rodada, formando algo así como el brocal
de un pozo.
Estos pozos se cubrían con lajas de piedras, pizarras ó es-
quistos pizarrozos, extraídos de los cerros cercanos, for-
mando una especie de bóveda; como fueron cubiertas
después con tierra, dejaron alrededor de las mismas al-
gunas piedras y a sea rodadas ó lajas formando círculo, á
objeto seguramente de "reconocer en cualquier tiempo su
ubicación.
Otras veces estos signos exteriores fueron sustititidos
por una simple laja c l a v a d a de p u n t a en el centro y por
fin desapareciendo todos ellos la erosión del terreno se
lia e n c a r g a d o m u c h a s veces de señalar el perímetro de
la pirca y c a v a n d o allí se dá con ellas (fig. 57).
N o siempre es indicio s e g u r o esto; m u c h a s escavaciones
nos han resultado infructuosas engañándonos algunos
círculos de piedra cuyo objeto ignoramos ó algunos de
(1) Hemos conservado para algunas piezas los nombres con que
ya las iiabíamos bautizado en otras publicaciones, como ser el de
escarificadores y tabletas de ofrendas, por cuanto ya son conocidas
así en nuestra literatura y porque hasta la fecha no hemos hallado
dato alguno que nos haga modificar esas denominaciones.
Véase mis Datos Arqueológicos sobre la Provincia de Juju^ y
Apuntes sobre la Arqueología de la Puna de Atacama y ROBERT
LEUMANN NITSCHE. Catálogo de las antigüedades de la Provincia de
JujuY, conservadas en el Museo de La Plata.
N o solo fueron tumbas las que se encontraron en n u e s t r a s
escavaciones dentro de la ciudad sino también no pocos
hallazgos de urnas funerarias conteniendo esqueletos de
niños, en su m a y o r parte totalmente destruidos por el
tiempo y que solo podrán reconocerse por a l g u n o s p o c o s
restos que aún se conservaban.
E l total de h a l l a z g o s fué de diez y siete, de una ó m á s
urnas cada uno.
E o s tipos son todos especiales de esta región y si bien
DENTRO DE EA CIUDAD
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FI6. 60. Ajuar fúnebre del Sepulcro N". 15 (XXXVIL). Compuesto
en su mayoría por torteros de madera de formas y decoración muy
variados Nos. 1154 á 1160; un pequeño mate N". 1161 ; un collar de
cuentas de malaquita N°. 1162; un fragmento de goma N". 1164 y un
mazlo de maíz. 1 2 tam. nat.
Dibujo de Eduardo A. Holmberg (h).
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FIG. 64. Gran urna globular cubierta por un puco pintado corres-
pondiente al hallazgo N°. 29 ( X L V ) .
Este es uno de los tipos especiales de La Paya.
(Fotor/rafia del señor Eduardo Adhemar).
E x i s t e cal, a l g o de m a g n e s i a y fosfatos.
32. S e p u l c r o ( E I V ) situado al N o r o e s t e de la Casa Mo-
rada, cerca de la m u r a l l a de circunvalación.
L a pirca tenía u n m e t r o y o c h e n t a de diámetro y u n
metro de profundidad.
Contenía seis esqueletos á los que acompañaban tres
p u c o s negros, Nros. 866, 867 y 868.
D o s p u c o s pintados, de zona superior v e r t i c a l 3' o r e j a . d e
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C. Z O N A DEL CENTRO
FIG. 77. Detalles del gran ídolo antropomorfo (a) y del palillo del
tambor (b y c) de la figura precedente.
1/2. tam nat.
[Fotografía del Sr. Agustín Nicolás Matienzo)
Seis frutos de nogal silvestre (Jiigians Ansfralis) recor-
tados en forma de cascabel, fueron recogidos cerca del tam-
bor y no es difícil que lo hayan adornado para aumentar
el ruido de ese instrumento, N''. 1368.
U n vaso de madera de base circtdar (nueve centímetros
de diámetro) y paredes altas y salientes hacia afuera
(quince centrímetros de altura por cinco milímetros de
espesor). Muestra aún rastros de haber estado enteramente
cubierto por pintorescos dibujos blancos, rojos y amarillen-
tos; entre ellos se notan aún ciertos cuadrados, cinco en
número, colocados rinos dentro de otros, encerrando en el
centro dos triángulos rectángulos unidos por sus vértices
y colocados verticalmente.
E s t e precioso vaso N". 1357, fué salvado á duras penas;
tal era el estado de descomposición. Varios otros objetos
de manera se extrajeron:
U n fragmento de cuarenta y siete centimetros de largo
por tres y medio de diámetro, perteneciente á una especie
de bastón cilindrico, cu\'a extremidad superior es redon-
deada y la inferior destruida, N". 1358.
Otros fragmentos más cortos y delgados, Nros. 1363,
1364 y 1365, no presentan nada de particular, salvo dos
de ellos que muestran una de las superficies planas.
E l N". 1362 es m u y delgado, de madera resistente y
pesada y tiene un centímetro y medio de ancho: parecería
la hoja de un antiguo espadín si no fuera de madera.
Dado este conjunto de objetos me resisto á creer que
sea un útil de tejer.
D e igual modo no sabría á qué atribuir las piezas de
madera, Nros. 1359, 1360 y 1361, la "primera de ellas com-
pleta.
T o d a s son delgadas, comprimidas y de un ancho mayor
de tres centímetros.
Dos tablitas, Nros. 1366 y 1367, delgadas, de once y me-
dio centímetros de largo por ocho de ancho la mayor y la
otra m á s angosta; no m e explico qne podrán ser, sólo que
h a y a n servido para formar una especie de cartera dados unos
a g u j e r o s perforados en uno de sus bordes, que recuerdan
u n a pieza a n á l o g a p u b l i c a d a por el Dr. R o b e r t o L e h m a n n
Nitsche, hallada en J u j u y (i).
E n t r e estos objetos recojimos también restos de im cesto
ó plato de B a s k e t e r í a del tipo Cóiled.
Pero la pieza m u y i m p o r t a n t e e x t r a i d a de este sepulcro
es un g r a n ídolo de m a d e r a c u y a parte inferior se halla
destruida (fig. 77 a).
L a pieza que l l e v a el N". 1354, m i d e en total v e i n t e y
tres centímetros de largo, de los cuales catorce correspon-
den á la cabeza, cuatro y m e d i o al cuello y el resto á lo que
debería ser el cuerpo.
E s t e ídolo ofrece la particularidad de presentar dos ca-
ras opuestas de modo que f i g u r a una especie de Jano.
El tipo de la escultura es lo m á s sobria y tosca, quizás
la r e g i ó n de los ojos e s t u v o o c u p a d a por dos cuentas de
m a l a q u i t a , lo que le daría m a y o r expresión.
S i se considera el conjunto de objetos extraídos de esta
tumba, no sería difícil que pudieran referirse al contenido
de u n a Sliirina que h u b i e r a servido, á su vez, de sepultura
ó que esta última, como y a dije, perteneciera á u n sacerdote
ó i m p o r t a n t e m i e m b r o de a l g u n a fraternidad.
7 3 — A l O e s t e de la t u m b a (72), se h a l l ó otro g r u p o de
sepulcros bastante interesantes, sepai'ados entre sí por poca
distancia, y entre ellos un p e q u e ñ o depósito de alfarerías
y otros objetos, también pircado.
S e p u l c r o ( X V I I I ) , de las dimensiones comues; contenía
cuatro c a d á v e r e s dispuestos de O e s t e á Este, (fig. 78).
E n el centro se hallaba la curiosa urna N°. 983, sin con-
tenido alguno; m i d e esta pieza cincuenta y mi centímetros
de alto por 69 centímetros de diámetro en el vientre.
D. Z O N A D E L SUR
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desarrollado.
E n la parte N o r t e de la
necrópolis las t u m b a s casi
desaparecieron y sólo hici-
mos, á excepción de uno, al-
g u n o s h a l l a z g o s de urnas
funerarias de niños; otros
FIG. 84. Situación de un sepul- sepulcros en cambiq fueron
cro aislado, N" 158, descubierto al descubiertos m á s al N o r t e
pié de un Cactus (C.-reus).
sobre otro f r a g m e n t o de la
(Fotografía del Sr, S. Debenedetti)
meseta, pero del otro lado
de la quebradita seca que rodea la ciudad por esa parte
y estos son los números 169 á 171.
T a m p o c o nos f u é permitido, por las razones antedichas,
e x p l o r a r ese lugar.
E l h a l l a z g o de urnas funerarias de tipos m u y diversos,
a l g u n a s de las cuales denotaban una remotísima anti-
g ü e d a d , á j u z g a r por lo destruidas que estaban y las raíces
q u e l a s e n v o l v í a n ( i ), se efectuó en la m i s m a necrópolis.
A l l í las h a l l a m o s d e s p a r r a m a d a s por todas partes, cerca
y lejos de las tumbas, así, en medio de un g r u p o de
sepulcros encontramos a l g u n a s ó en otros punto de á dos,
c o l o c a d a s á corta distancia u n a de otra, al m i s m o n i v e l
pero de tipos m u y distintos. ;
T a l es el caso de las urnas (fig. 85) que constituyen el
hallazgo N°. 143, en el que, al lado de una'espléndida,
.pintada de colores v i v o s y colocada en posición inclinada,
se h a l l a b a otra n e g r a de f o r m a casi globular, sin g o l l e t e y
enterrada verticalmente.
Curioso es el caso del h a l l a z g o N". 113, en que, á m á s de
u n m e t r o de profundidad, se e x t r a j o u n a u r n a incompleta,
sin fondo y sin la parte superior del cuerpo, colocada b o c a
abajo, sin que c o n t u v i e r a n a d a en su interior.
E s t a s t i m a s no se hallaron en pirca sinó simplemente
enterradas.
A n t e r i o r m e n t e h a b l a m o s de los m o u n d s artificiales que
se h a l l a n f u e r a de la m u r a l l a y al pié de la necrópolis ; el
m á s i m p o r t a n t e es uno a l a r g a d o , c u y o eje m a y o r corre m á s
ó m e n o s de N o r t e á Sur, compuesto de ripio, fragmentos
d e alfarería y h u e s o s de animales, sobre todo de l l a m a ( mt-
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de comer la carne asada no era común en estos indios; por
otra parte la costumbre de comer la carne en puchero, cor-
tada con los huesos en fragmentos de tamaño reducido, se
conserva hasta hoy entre los habitantes de esos lugares,
esto naturalmente tiene sus ventajas, pues le permite apro-
vechar hasta la más pequeña partícula y es curioso ob-
servarlos comer y ver como arrojan l u e g o los huesos lim-
pios que los escuálidos perros se contentan con roer.
Ivos huesos presentan las aristas de fractura intactas y
esto nos hacc suponer también que esos indios no poseye-
ron perros, por otra parte en n i n g u n a de las tumbas he-
mos hallado restos de ese animal.
E l hallazgo de estos restos de cocina nos indica que los
viejos pobladores de E a P a y a eran prolijos y practicaban
cierta forma de higiene, acumulando en lugares dados los re-
sidttos de sus casas.
E n un extremo del mound y bastante pi'ofundo hicimos,
los hallazgos de dos sepulcros interesantes, N°. i 6 i y 163
y fuera de él, á su pié, el más interesante aún, N°. 164.
E a construcción de estas tumbas, dada su ubicación, pa-
rece haber sido anterior á la formación del mound artifical
y si esto fuera exacto, i-esultaría que el tiempo transcurri-
do entre ambas cosas debió ser de a l g u n a consideración,
pero los objetos del ajuar fúnebre, precisamente en este
caso y sobre todo los de los sepulcros 161 y 163, son de lo
más adelantado y por consiguiente tendrían más parecido
quizás con los que se hallan dentro de la ciudad que con
los de la mayoría de la necrópolis misma, si se exceptúan
alguno que otro sepulcro con los que parece tener cierta
afinidad, como por ejemplo, el N°. 116 con el 161, que
también se halló á casi igual profundidad, poseyendo am-
bos conchas marinas del género Pecten, lo que demostraría
que las relaciones con la costa; del Pacífico, y por consi-
guiente la importación de objetos de alfarería de tipo pe-
imano, son de data relativamente antigua.
L o exploración c o m p l e t a del m o u n d no f u é p o s i b l e ha-
cerla; t r a b a j a m o s en v a r i a s zanjas de e x p l o r a c i ó n sin re-
sultado t u v i m o s que a b a n d o n a r nuestras i n v e s t i g a c i o n e s
por lo a v a n z a d o de la estación y las g r a n d e s dificultades
que nos oponía la constitución m i s m a de su material, com-
iZÍ^
FIG. 90. Conjunto de ofrendas del Sepulcro N" 95 (CIII) 1.-2 tamaño
natural.
{Dibtijo del señor Eduardo A. Holmberg (h).
FIG. 92. Conjunto de las piezas de alfarería del Sepulcro N° 106 (II)
fsJ
1 1 4 — S e p u l c r o ( C X C V I ). E n rm p e q u e ñ o pozo p i r c a d o
y a c í a n tres esqueletos orientados como de costumbre (fig. 96).
A la cabecera de éstos, y entre dos cráneos, h a l l a m o s u n
p u c o n e g r o de b u e n a pasta, núm. 1537 que contenía u n
vaso asimétrico pequeño núm. 1538, y del otro lado frag-
mentos de una pequeña horqueta y de un palito cuyo uso
no se puede explicar á causa de su deterioro.
115—Sepulcro (CXCVIII), de casi dos metros de diá-
metro por uno y medio de profundidad, bien pircado;
contenía seis esqueletos bastante confundidos, por lo que
se dedujo que habían sido colocados en diversas épocas;
sin embargo primaba la orientación Oeste Este.
D e esta fosa exti'ajimos un vaso asimétrico, grande,
núm. 1547, que se hallaba volcado. T r e s pucos negros de
buena pasta, dos grandes y uno mediano, núms. 1544 á 46
y tres pucos convexos: uno con asas de dos puntos, nú-
mero 1548, con la decoración externa de la serpiente de
cuerpo formados por óvalos reticulados; y otras zonas con
dibujo geométrico.
E l segundo, núm. 1619, más alto, de asas trenzadas
verticales, posée decoración externa de líneas formando
ángulos, y en el interior, sobre fondo rojo obscuro, mues-
tra la silueta de un guanaco y unos trozos ondulados que
quizás podrían ser representaciones de una serpiente.
E l tercero es mucho más ancho, de veintitrés y medio
centímetros de diámetro; tiene asas en forma de mano de
cuatro dedos; su decoración exteiior es bastante grosera }'
mal conservada; predomina el tipo geométrico, pero el in-
terior, de un bello rojo vivo, se halla dividido por una cruz
formada por tres líneas, cruzadas por m u c h a s rectas que
le dan un aspecto reticulado.
E o s campos que dejan libres los brazos de la cruz se
hallan ocupados por un dibujo formado por un ankistrón
que nace de dos líneas onduladas y paralelas, más largas
que aquél. Estas, en tres de las figuras, se unen en sus
extremos y en una de ellas una recta ocupa el centro.
Como decoración es m u y elegante, el borde mismo está
de trecho en trecho también pintado de negro como su-
cede en una de estas alfarerías, núm. 1620.
A d e m á s , h a l l a m o s a l g m i o s trozos de obsidiana y de pin-
t u r a roja.
i i 6 — S e p u l c r o ( C X C I X ) . E s t a es u n a de las t u m b a s m á s
interesantes que se han e s c a v a d o en toda nuestra c a m p a ñ a
a r q u e o l ó g i c a y en cuj-a exploración, que nos interesó sobre
m a n e r a desde el primer momento, pusimos particular cui-
l^iG. 101. Ajuar funerario del Sepulcro N ' 128 (CCXVI) completo.
(Fotografia del señor Eduardo Adhemar)
- 1«-
V.-
FIG. 107. Gran urna pintada FIG. 108. Gran urna negra N» 1878
N" 1877 del hallazgo N° 143 hallada al lado de la anterior fig 107.
(CCXXXII). Muy reducida. Muy reducida.
FIG. 115. Conjunto del ajuar fúnebre del Sepulcro N° 163 (CCXLI)
(Fotoi/i-afia del señor Eduardo Adhemar)
A—EN EA P L A Y A D E L RÍO
( 1) Véase fid. 5
m o de costumbre, á los que acompañaban: un vaso asi-
métrico grande, núm. 1891.
U n puco de paredes convexas }- asas de dos puntos, de-
corado exteriormente en negro y rojo con el motivo muy
estilizado y mal dibujado de las serpientes de dos cabezas
retorcidas en S.
E n el interior se notan algunos pájaros volando, estili-
zados en la i e r m a común ; parecen haber sido cuatro, co-
locados en grupos de á dos, frente á frente, núm. 1892,
pero no se v e n más que tres.
Con estas piezas de alfarería se recojieron fragmentos
de un canasto de paja y un grueso peine de madera de
los que supongo han servido para cardar lana, núm. 1985.
1 9 6 — S e p u l c r o ( C E X X X V ) . Muy curioso, porque, además
de la pirca parece que fué cubierto, á falta de piedras lajas,
con madera y tierra.
S e hallaba completamente lleno de cadáveres : cinco
adultos y tres niños, y dentro de un reducido espacio de
un metro cincuenta de diámetro por un metro de profun-
didad; no se pudo observar bien la posición de los huesos.
E s t e sepulcro, según la frase de los ¡Deones, estaba taqueado,
•es decir, bien lleno.
Contenía seis pucos, de los cuales sólo pudimos recoger
tres de buena pasta, números 1974 á 76, uno de ellos
roto.
Restos de una urna negra.
Dos pucos de paredes convexas, uno con asa de dos
p u n t o s }• otro de trenza horizontal, núms. 1978-1979, con
la ornamentación perdida, uno de ellos á causa de haber
sido sometido al fuego, pero sin embargo en éste se nota
la decoi-ación de la serpiente con cuerpo de óvalos re-
ticulados.
A m b o s son de tamaño pequeño, alrededor de quince cen-
tímetros de diámetro.
U n a bella ollita pintada, de diez }• ocho centímetros de
alto, decorada con dibujos geométricos y el simbolo de la
mano, en negro, sobre el color propio de la misma, nú-
mero 1977.
S e halló completamente aplastada pero pudo restaurarse
íntegramente.
U n a palita de madera núm. 1994; un cuchillón núm. 1995;
varios fragmentos de obsidiana, núm. 1993; pintura roja;
fragmentos de útiles de tejer, de madera; un tortero del
tipo estrellado, ntim. 1992.
U n estttche de madera, ntim. 1990, de corte cuadrangular
y terminado, en el extremo, cerrado, con la cabeza de
mamífero.
Contenía éste ttna substancia blanca que parece ser creta
para pintarse.
E n este sepulcro hallamos también uno de esos moldes
de peine, ntim. 1991, de terracota, como los de la f i g u r a
69, qtte describimos oportunamente.
E s t e último hallazgo es importante porque nos demues-
tra que esa especie de rito ó costumbre era generalizada.
197—Septtlcro ( C C X E V U I ) . Pircado, de un metro de
diámetro por uno y veinte de profundidad.
Cotitenía tres esqueletos al Oeste y m u c h o s fragtrientos
de alfarería; entre ellos pudo reconstruirse la mitad de un
bello puco de zona superior vertical, de tipo conocido,
asas de dos puntos salientes, zona superior de dibujo geo-
m é t r i c o é inferior de óvalos reticulados, núm. 1912.
Se hallaron tatiibién guijarros, restos de madera, de
m a í z quemado y un f r a g m e n t o de cincel de bronce con
su m a n g o correspondiente, ntim. 2015, que se describirá
en otro lugar.
ig8—vSepulcro (IX). Pircado, contenía cuatro cadáveres
mtt}' destruidos; de esta tumba sólo pudieron extraerse: un
puco negro fragmentado, ntim. 772; un puco de paredes
convexas, corroído por el salitre, pero que se v e fué deco-
rado por los grandes óvalos reticulados, núm. 771, y un
g r a n vaso campanuliforme con decoración exterior carac-
teristica, núm. 770.
1 9 9 — H a l l a z g o (XI). Á un metro de profundidad f u é
encontrada una gran urna negra, quemada exteriormente,
de forma casi ovoidal, de un metro de alto más ó menos,
núm. 982.
Dentro de esta urna que estaba quebrada, pero que de-
bió haber contenido el cadáver de un niño, se halló un
pequeño yuro ó jarrito, núm. 773, de pasta fina, sin borde
ni asa, de color rojo y superficie pulida, decorado cuidadosa-
mente en el estilo de las alfarerías de la Casa Morada.
E l hecho de hallarse en las condiciones indicadas con
esos desperfectos, nos indicaría que se trata de un objeto
reputado precioso.
200—Sepulcro (XIX). S e g ú n el señor Guido, que lo ex-
ploró, resulta que es la fosa mejor pircada que ha}'a visto,
pero le extrañó el no hallar dentro de ella resto h u m a n o
alguno, ni siquiera un hueso.
E n cambio, reconoció alguiios fragmentos de torteros de
madera, recogió varios trozos de obsidiana y los siguientes
objetos de alfarería que parecen tener todos el aspecto de
nuevos:
U n pequeño vaso asimétrico, núm. 799.
U n puco de paredes convexas, asa mliy pequeña, de
trenza vertical, pintado exteriormente, sobre fondo blanco,
con una serie geométrica y otra de óvalos reticulados,
cuyo orden se invierte en la otra mitad, ntmi. 801.
Otro puco más cerrado y alto que el anterior, de asa de
herradura, con decoración externa, sobre fondo claro, mo-
dalidad no común de los de este lugar, interviniendo aquí
el elemento ajedrezado ó de lozanges, propio más bien de
las urnas que de los pucos.
¿Esta tumba no representará hasta cierto punto, el simu-
lacro de una inhumación, á causa de que el niüerto, á quien
estaba destinada, no pudo ser conducido hasta ella?
3 0 I — S e p u l c r o (CXIII). Pircado, contenía u n solo cadá-
v e r , s e g u r a m e n t e de mujer, por a l g u n o s restos de torteros,
de m a d e r a en m a l estado que se h a l l a r o n y no se reco-
gieron, lo m i s m o q u é un p u c o negro.
E n cambio, esta t u m b a proporcionó dos piezas de alfa-
rería pintada, u n a de ellas m u j ' interesante por ser del
m i s m o tipo del de los p u c o s adornados con cabezas de ani-
males, núms. 1899 y 1900 del sepulcro 182 ( C X C I I ) .
E s t a pieza, n ú m 1331, tiene dos cabezas de monstruos,
pero m á s g r a n d e s y m e j o r hechas, y en cuanto á su de-
coración es del m i s m o tipo con los m i s m o s símbolos.
E l otro puco, m á s ó m e n o s del m i s m o tamaño, n ú m e r o
1337, es de asas de trenzas horizontales y p a r e c e haber
tenido la m i s m a d e c o r a c i ó n ya. m u y p e r d i d a por efecto del
salitre.
2 0 3 — S e p u l c r o ( C E X X I ) . E s t e no f u é e x p l o r a d o p o r nos-
otros sinó por uno de los peones, días antes de llegar
nosotros á la P a y a .
E s t e h o m b r e era u n o de n u e s t r o s b u e n o s t r a b a j a d o r e s y
nos cedió los objetos sin e x i g i r n o s remuneración.
N o s a s e g u r ó que en la tumba, cercana á l a anterior, no
h a b í a m á s que u n c a d á v e r y las dos piezas de alfarería
que paso á describir : U n p u c o negro, a l g o tosco, n ú m e r o
2060, 5' u n p u c o pintado, núm. 2059, del tipo del anterior,
núm. 1331, m á s tosco q u e aquél, con u n a sola cabeza mons-
truosa en el b o r d e y u n asa de h e r r a d u r a en la parte
opuesta.
S o b r e f o n d o blanco, está decorado de rojo y n e g r o con
climaxankistrones y triángulos reticulados. Ea forma
difiere de los otros p o r ser de p a r e d e s c o n v e x a s .
E s t a l a r g a e n u m e r a c i ó n de h a l l a z g o s termina aquí. E s
u n c o n j u n t o de h e c h o s del q u e no podía prescindirse de
•acuerdo con lo que h o y e x i g e la a r q u e o l o g í a moderna.
L a descripción de las condiciones de yacimiento de los
objetos recogidos debe ser previa al estudio detallado de
los mismos sólo el conjunto de ambas cosas es lo que
nos puede llevar á conclusiones lo más aproximadas po-
sibles á la verdad.
Y expreso esto porque no pretendo decir la última pa-
labra al respecto, siendo probable que no encare las cues-
tiones desde su verdadero punto de vista; por eso es que
en este trabajo he dado tanta importancia á esta primera
parte, en la cual se ha descripto el material someramente
¡Dara formar, por decirlo así, el catálogo de las colecciones
reunidas, con el cual podrán siempre emprenderse estudios
y a generales ó esiDeciaks sobre la arqueología de esa zona,
que presenta no pocas características.
A h o r a nos toca la tarea de describir el material, ya sea
estudiándolo en series ó e n ' sus relaciones entre sí, á fin
de que nos permita llegar á a l g u n a s conclusiones y esto
seráfobjeto de la segunda parte de nuestro trabajo.
EXPLORACIOKES ARQUEOLÓGICAS EN LA CIUDAD PREHISTÓRICA DE " L A P A Y A '
( V A L L E CALCHAQUI - PROVINCIA DE SALTA)
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