40 DBY ELdlF4 - Exilio
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Traducción: Nedara
Revisión: Yhori
Maquetación de portadas: Hass_Dardo
Maquetación: Bodo-Baas
Versión 1.0
09.01.14
Base LSW v2.1
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Declaración
Todo el trabajo de traducción, revisión y maquetación de este libro ha sido realizado por
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¡Que la Fuerza te acompañe!
El grupo de libros Star Wars
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Aaron Allston
agradecimientos
Mi agradecimiento va para mi editora, Shelly Shapiro. Para Keith Clayton de Del Rey.
Para Sue Rostoni y Leland Chee de Lucas Licensing, por atar los cabos sueltos y
desenredar los nudos de los problemas de las tramas. Para mi agente, Russell Galen. Y
para mis ojos de águila (Chris Cassidy, Kelly Frieders, Helen Keier, Bob Quinlan,
Roxanne Quinlan y Luray Richmond).
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
dramatis personae
Agitador; droide astromecánico R2
Alema Rar; Jedi Oscura (mujer twi’leko)
Ben Skywalker; aprendiz Jedi (humano)
Booster Terrik; capitán del Ventura Errante (humano)
Cha Niathal; almirante de la Alianza Galáctica (mujer mon calamari)
Corran Horn; Maestro Jedi (humano)
Han Solo; capitán del Halcón Milenario (humano)
Iella Antilles; operativa (humana)
Jacen Solo; Caballero Jedi y Comandante de la Guardia de la Alianza Galáctica
(humano)
Jagged Fel; operativo (humano)
Jaina Solo; Caballero Jedi (humana)
Kiara; niña (humana)
Lando Calrissian; empresario (humano)
Leia Organa Solo; Caballero Jedi y copiloto del Halcón Milenario (humana)
Luke Skywalker; Gran Maestro Jedi (humano)
Lumiya; Señora Oscura de los Sith (humana)
Mara Jade Skywalker; Maestra Jedi (humana)
Matric Klauskin; almirante commenoriano (humano)
Mirax Terrik Horn; operativa (humana)
Myri Antilles, operativa de inteligencia (humana)
Uran Lavint; capitán de una nave contrabandista (humana)
Wedge Antilles; almirante corelliano (humano)
Zekk; Caballero Jedi (humano)
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capítulo uno
No era exactamente la culpabilidad lo que mantenía despierto a Jacen noche tras noche.
Más bien, era la comprensión de que debía sentirse culpable, pero no se sentía así, más o
menos.
Jacen se inclinó hacia atrás en una silla lo bastante cómoda para dormir, con el cuero
tan suave como la mantequilla, y miró a las estrellas.
Los escudos de impacto estaban retraídos de la ventana de observación
exageradamente grande de su oficina privada y la propia habitación estaba a oscuras,
dándole una vista del espacio sin ningún obstáculo.
Su oficina estaba en el lado de babor, con la proa orientada hacia el sol Corell, y la
popa apuntando hacia Coruscant, así que estaría mirando hacia Commenor, Kuat, el
Cúmulo de Hapes, al tramo de la Ruta de Comercio Perlemiana… Pero no intentó
distinguir estas estrellas individualmente. La astronomía era una ocupación de por vida
para gente que malgastaban su existencia en un único planeta.
¿Cuánto más duro debía ser tal estudio para alguien como Jacen, que había viajado de
estrella a estrella durante su vida?
Dejó que sus párpados se cerraran, pero su mente continuó corriendo, como lo había
hecho todos los días desde que él y su grupo de asalto habían rescatado a la Reina Madre
Tenel Ka del Consorcio de Hapes de una insurrección, instigada por las traicioneras
nobles hapanas ayudadas por la flota corelliana.
En mitad de todos esos acontecimientos, creyendo que Han y Leia Solo habían sido
parte del complot, Jacen había ordenado a los turboláser de largo alcance del Anakin Solo
que se concentrasen en el Halcón Milenario. Más tarde, había oído poderosas evidencias
de que sus padres no habían tomado parte en el complot.
Así que, ¿dónde estaba la culpabilidad? ¿Dónde estaba el horror que debía haber
sentido ante un intento de parricidio y matricidio? ¿Qué clase de padre podía ser para
Allana si podía hacer esto sin remordimientos?
No lo sabía. Y estaba seguro de que hasta que lo supiera, el sueño continuaría
eludiéndolo.
Detrás de su silla, un sable láser se encendió a la vida con su característico chasquido-
siseo, y de repente la oficina estaba bañada de luz azul. Jacen estaba en pie antes de que
la hoja del intruso estuviese completamente extendida, con su propio sable láser en la
mano, encendiendo su hoja a la vida, y haciendo un gesto con su mano libre para dirigir
la Fuerza para apartar su silla fuera de su camino.
Cuando la apartó, pudo mirar a la intrusa. Era lo bastante bajita para que la silla la
ocultase por completo, a excepción de la punta de su brillante arma.
Al otro lado del escritorio estaba su madre, Leia Organa Solo. Pero no llevaba su
propio sable láser.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
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Sintió el aire salir rápidamente de sus pulmones, un estertor de muerte que nadie pudo
oír. Sintió el dolor en su cabeza, detrás de su frente, en sus ojos mientras se hundían y se
preparaban para reventar.
Y durante todo ese tiempo la boca de Leia se movía como si aun estuviese hablando.
Durante un improbable momento él se preguntó si ella hablaría eternamente,
reprendiendo a su hijo mientras giraban, muertos, durante toda la eternidad.
Entonces, como en esos últimos segundos sabía que debía hacer, despertó, de nuevo
sentado en su cómoda silla, de nuevo mirando las estrellas.
Un sueño. ¿O algo que le habían enviado?
—¿Eras tú? —preguntó en voz alta.
Y esperó, medio esperando que Lumiya respondiera, pero ninguna respuesta llegó.
Giró la silla y encontró su oficina tranquilizadoramente vacía. Con un mando en el
escritorio, cerró los escudos de impacto sobre su ventana de observación.
Finalmente, consultó su crono.
Habían pasado quince minutos desde la última vez que lo había comprobado. Había
tenido como mucho diez minutos de sueño.
Colocó los pies con las botas puestas encima del escritorio, se inclinó hacia atrás y
trató de ralentizar el rápido latir de su corazón.
Y de dormir.
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Y a través de la Fuerza podía sentir la emoción del día. Crecía desde el Nébula
Escarabajo y sus alrededores. El dolor radiaba de los huesos rotos y muñones quemados
que habían estado una vez conectados a miembros orgánicos. El dolor flotaba desde los
recuerdos de cómo se habían conseguido aquellas heridas y cómo los amigos se habían
perdido para siempre en la batalla.
Pero más que eso, había sentimientos de alivio y felicidad. La gente volvía a casa de
la batalla, aquí para descansar y recobrarse. Eran veteranos de la extraordinaria batalla
espacial que había tenido lugar tan recientemente en el sistema hapano. Algunos de los
veteranos conocían el orgullo por sus papeles en la batalla, algunos conocían la
vergüenza o el arrepentimiento, pero todos estaban contentos de que se hubiese acabado.
Todos estaban contentos de estar aquí.
Y durante unos cuantos tranquilos momentos, Kyp se relajó, dejando que las
emociones de la otra plataforma le inundaran como una corriente fría y refrescante en el
verano. La sorda naturaleza de los sonidos de bienvenida de esa plataforma, del tráfico
aéreo de Coruscant no demasiado lejano, del transporte y el comercio del almacén
adyacente, le permitía sentirse cómodo, desconectado.
Entonces sintió nuevas presencias en la Fuerza, presencias específicas que había
estado esperando.
Apartó la vista del almacén y levantó la vista, hacia el origen de la sensación, y vio a
la Sombra de Jade en un ángulo de aproximación directo hacia él.
La nave se aproximó al almacén a una velocidad ligeramente más rápida de la que era
segura, luego deceleró rápidamente y cayó en un aterrizaje sobre suaves repulsores
encima de la plataforma, a meros metros de Kyp. Él sonrió. Quien quiera que estuviera
pilotando, probablemente Mara, había hecho juguetona o maliciosamente una
aproximación tan intimidante como fuera posible, para asustarle para que se retirase de
repente. Desde luego, él no se había movido. Movió una mano a las formas del interior de
la cabina, indistinguibles tras los ventanales, y esperó.
Bastante pronto la rampa de abordaje bajó y Luke Skywalker y Mara Jade Skywalker
bajaron trotando. Iban vestidos simplemente, Luke de negro, Mara, por una vez, con los
ropajes Jedi estándar de dos tonos de marrones.
Kyp ofreció una sonrisa y extendió una mano hacia Luke.
—Gran Maestro Skywalker.
Luke la estrechó.
—Maestro Durron.
—Y Maestra Skywalker.
Mara le dirigió un asentimiento en señal de saludo, pero Kyp detectó un rastro de
irritación o impaciencia.
—Maestro Durron.
—Esta es una mano nueva, creo. —Kyp le soltó la mano—. He oído lo de tus heridas.
¿Cómo es en comparación con la antigua?
Luke levantó su mano derecha y miró a su palma.
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—La matriz neural es más sofisticada, así que se siente incluso más como de carne y
hueso. Pero… ya sabes, como un droide cuya memoria nunca se borra tiende a volverse
más individual, más idiosincrática.
Kyp asintió.
—No estás sugiriendo que una mano protésica hace lo mismo. No tiene suficiente
memoria.
Luke se encogió de hombros.
—No sé lo que estoy sugiriendo. Tal vez a través de la Fuerza mi cerebro desarrolló
una familiaridad con la vieja que excede a lo normal. Por lo tanto, ésta todavía no se
siente bien.
—Lo que significa —dijo Mara— que ha pasado de ser el más consumado artista de
sable láser de la galaxia a, bueno, a ser todavía el más consumado, sólo que un poco
menos de ahora en adelante.
—¿Tía Mara? Ups. Hola, Kyp. Maestro Durron.
La voz era de Jaina y Kyp levantó la vista para ver a la diminuta Jedi en lo alto de la
rampa.
—Jaina.
Kyp le dirigió un asentimiento de cabeza amistoso. Dirigió sus pensamientos hacia un
tiempo, años atrás, cuando se había colgado por ella, cuando ella era todavía una
adolescente, cuando él era un hombre más joven y más autocentrado que no había
reconocido que su interés en ella tenía más que ver con la soledad y la autoaprecición que
con ninguna otra cosa.
Aquí, hoy, pretendió que ella nunca había significado más para él de lo que la hija de
su más viejo amigo superviviente debía significar. Ella, tal vez, no tenía que pretenderlo.
Dirigiéndole a Kyp una breve sonrisa, ella devolvió su atención a Mara.
—¿Entonces puedo llevar ya a Zekk y a Ben al Templo?
Mara asintió.
—Eso creo. Kyp, ¿alguna razón para retrasarlo?
—No. —Él miró hacia la izquierda, donde el cercano Templo Jedi era claramente
visible más allá de la popa de la Sombra de Jade—. A menos que quieras cuidar tus
motores. Puedo simplemente cogerte y dejarte allí.
Él alargó su mano, con la palma hacia arriba, en un gesto extremadamente dramático,
y la Sombra de Jade vibró durante un momento, moviéndose bajo la presión que él
ejerció con la Fuerza.
Jaina le dirigió una mirada reprobadora. Ella se giró, y la rampa se elevó hasta
colocarse en su lugar, ocultándola.
—¿Cómo está Zekk? —preguntó Kyp.
Mara no pareció preocupada.
—Se recuperará completamente. Las cirujanas de Hapes fueron muy buenas. Pero
estará fuera de la acción durante un tiempo. —Su expresión se volvió preocupada—.
¿Cuánta gente sabe cómo ocurrió?
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—Sólo yo, por el momento. —Kyp hizo un gesto hacia el lado más alejado de la
plataforma, adyacente al depósito—. Mi deslizador está por aquí. —Una vez que todos se
movieron en dirección al vehículo, continuó—: Fui asignado a esta investigación.
Todos los accidentes de sable láser que causaban cualquier daño a un ser vivo tenían
que ser revisados, y cualquier Maestro que estuviese de guardia en el Templo podía ser
asignado a la investigación al azar.
La cara de Mara se endureció.
—Todos los que fueron testigos dijeron que fue un accidente.
Kyp asintió.
—Desde luego, y el informe de Luke deja bastante claro lo que ocurrió. Así que,
¿debería deshacerme de nuestras costumbres, no investigar nada y tomarme el día libre?
Llegaron al borde de la plataforma y al deslizador aéreo de Kyp, un estrecho vehículo
Ion amarillo con asientos cómodos en la parte delantera y un asiento trasero que parecía
como si estuviese preparado para niños. Kyp saltó sobre el asiento del piloto y extendió
una mano galante a Mara.
Ella le dirigió una mirada admonitoria y saltó más allá de él al asiento del
acompañante.
—No, desde luego que no. —Ella se sentó—. Sólo estoy un poco susceptible, creo.
Mi hijo tuvo un accidente con el sable láser. De repente siento los ojos de todos los Jedi
de la galaxia sobre mí.
Luke entró en el asiento trasero y se colocó tras Kyp.
—¿Entonces de qué va todo esto?
Kyp se encogió en el asiento del piloto, activó el deslizador, lo llevó hacia atrás en un
giro veloz que le llevó a unos metros del flujo más cercano de tráfico que cruzaba.
—No quieres sentarte justo detrás de mí. Confía en mí.
Viró de manera que apuntara en la dirección en que viajaba el flujo de tráfico y
aceleró, como si estuviera jugando en un simulador del Halcón Milenario, para emerger
con el flujo.
—¿Por qué no…? Oh.
Atrapado por el viento, el pelo de Kyp fue arrancado de donde descansaba dentro de
la capucha de su capa Jedi. Alargado en toda su longitud, sus puntas se azotaban a meros
centímetros delante de los ojos de Luke y ocasionalmente le rozaban la nariz.
Luke se deslizó lateralmente hasta el centro del asiento.
—Te lo has dejado crecer.
Kyp alargó la mano para darle a su pelo un golpecito indulgente y luego sonrió ante
su simulada demostración de vanidad.
—He estado viendo a una dama que le gusta largo. Y no le importa todas las canas
que hay en él.
—Enhorabuena. Así que de nuevo, ¿de qué va todo esto?
—El Jefe Omas y la almirante Niathal querían verte a tu regreso de Hapes. Me
pidieron que te trajera. Puedes optar por no ir si el momento no es bueno.
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—¿Ojalá qué?
—Que no me debieras medio año.
Él cambió su pantalla principal para seguir el progreso de la batalla que ahora
continuaba a todo alrededor de ellos.
En el Salón de Mando del destructor estelar Anakin Solo, Jacen Solo estaba en pie
mirando a través de los ventanales delanteros. Podía ver los últimos parpadeos y
centelleos del fuego láser mientras este combate espacial inútil terminaba.
Eligió no seguir los sucesos más de cerca en las pantallas fácilmente disponibles del
ordenador. En su lugar se abrió a la Fuerza, evaluando las naves y vehículos que podía
ver, buscando extrañeza, discrepancia, tragedia.
No encontró ninguna. Los contrabandistas, engañados y superados en número,
abandonaron casi hasta la última nave. Unos cuantos vehículos ágiles escaparon,
haciendo el salto a la velocidad de la luz antes de que las naves de guerra de la fuerza de
ataque de Jacen pudieran deshabilitarlos, pero la mayoría no lo consiguió. La mayoría de
los contrabandistas flotaban, indefensos, con sus motores destruidos por el fuego láser o
sus sistemas electrónicos convertidos en inertes por los cañones de iones. Las lanzaderas
se movían ahora de nave a nave, recogiendo a las tripulaciones contrabandistas, dejando
al personal que traería a los vehículos capturados de vuelta a las instalaciones de la AG,
directos hacia los rayos tractores. En otra hora o dos esta sección del espacio estaría vacía
de todo excepto de unas pocas nubes de escombros que una vez habían sido carcasas del
motor.
—A nuestra agente le gustaría hablar con usted —dijo Ebbak.
Una mujer humana de pelo oscuro con la piel del color de la arena del desierto, era
baja y de apariencia poco remarcable pero le había sido de considerable ayuda desde que
a él le habían asignado el Anakin Solo. Siendo una empleada civil a bordo de la nave,
asignada a análisis de datos, había demostrado un talento natural para saber qué clase de
información necesitaría Jacen y cuándo y para proporcionársela en momentos útiles. Él
estaba considerando si a ella le interesaría cambiar su puesto civil por un rango dentro de
la Guardia de la Alianza Galáctica. Él podría beneficiarse de alguien con sus habilidades
si ella demostraba ser tan leal como obediente.
Ella no se había materializado precisamente a su lado (él la había sentido llegar
caminando), pero su aproximación había sido silenciosa. Quizás también demostraría ser
adepta al trabajo encubierto.
La petición enfadó a Jacen. Su mente estaba ocupada por los detalles de la captura de
la flota contrabandista y necesitaba empezar a pensar en su próxima reunión con el
representante corelliano.
—¿Por qué querría yo hablar con ella? Y por favor, no la llame nuestra agente.
Traicionó a sus compañeros por dinero. Es nuestra empleada temporal.
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—Y exactamente la clase de nave que necesita una contrabandista que empieza una
nueva carrera.
—Nuestro acuerdo…
—Nuestro acuerdo era que recibirías una suma de créditos. Ebbak, ¿le mostró las
pruebas de la transferencia y le dio los datos para reclamarla de la cuenta en Bespin? Sí.
Y que se te permitiría marcharte en tu nave, menos su carga. El acuerdo no especificaba
cuál iba a ser tu nave. —Fijó en Lavint una mirada impasible—. ¿Ahora te importaría no
malgastar más mi tiempo?
La mirada que ella le dirigió era asesina. Él entendió porqué. Acababa de quitarle su
nave, su amado negocio y su amado hogar y le había dado un cuchitril en su lugar. Su
padre, Han Solo, se habría sentido del mismo modo.
Pero Uran Lavint no era Han Solo y a Jacen no le preocupaba que ella pudiera volver
algún día para causarle problemas. Su archivo dejaba claro que ella no tenía metas ni
ningún otro impulso aparte de la adquisición de créditos. Ella no era nada.
Lavint se volvió, con su lenguaje corporal rígido, y marchó hacia la puerta, con su
hombre de seguridad tras ella. Entonces, mientras las puertas se abrían, se detuvo.
—¿Cómo es eso de haber sido un héroe? —preguntó con voz tranquila sin volverse.
Entonces se fue y la puerta siseó al cerrarse tras ella.
Jacen se sintió enrojecer. Forzó la furia a marcharse. No tendría sentido dejar que un
insecto como Lavint le preocupara. Pero claramente, un castigo adicional era apropiado.
Se volvió hacia Ebbak.
—Mi padre solía tener infinitos problemas con el Halcón Milenario. El hipermotor
fallaba todo el tiempo y él le decía al universo que no era culpa suya y luego lo arreglaba
y seguía con sus asuntos. —Asintió hacia la puerta cerrada—. Entreténgala en su viaje
hasta las bahías del hangar. Haga que el hipermotor del Durabasura sea ajustado de
manera que falle catastróficamente después de un salto.
—Sí, señor. —Ebbak lo consideró—. Dado que es una contrabandista, no va a ir a
ninguna parte con un único salto. Su primer salto será siempre a algún punto lejos de
sistemas planetarios o líneas de tráfico. Estará varada.
—Es correcto. Y se volverá íntimamente familiarizada con su hipermotor.
—Podría morir.
—Y si no lo hace, será una persona mejor gracias a la experiencia. Más educada,
probablemente.
—Sí, señor. —Ebbak se movió hacia la puerta. Esta se abrió para ella—. Señor, su
reunión con el almirante Antilles es en una hora.
Jacen consultó su crono.
—Así es. Gracias.
—Y, coronel, si puedo hacer una observación personal…
—Adelante.
—No tiene buen aspecto.
Él le dirigió una sonrisa sin humor.
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capítulo dos
Exactamente una hora después, Ebbak volvió, escoltando al almirante Wedge Antilles de
Corellia. El maduro oficial militar, de postura recta y moviéndose tan fácilmente como un
hombre con la mitad de su edad, llevaba un uniforme de gala de un oficial de la Fuerza de
Defensa Corelliana y una expresión grave que ocultaba sus sentimientos como una
máscara.
Incluso a través de la Fuerza, Jacen sólo pudo captar un poco de lo que Wedge estaba
experimentando: un estado de alerta, confianza que podría ser o no ser forzada y una
paciencia nacida del autocontrol.
Jacen se levantó tras su escritorio para estrechar la mano de Wedge. Hizo un gesto
para que Ebbak se fuera y ella se marchó sin hablar. Jacen volvió a sentarse en su sillón e
hizo un gesto hacia su doble cómodo y de alto respaldo al otro lado del escritorio, situado
allí sólo para esta conferencia.
—Siéntate.
—Gracias.
Wedge se sentó, con una postura perfecta, y Jacen sintió un pequeño destello de
enfado. Wedge tenía que saber en este punto que Corellia estaba vencida.
Podría haber tenido la decencia de no pretender lo contrario.
—Sé que no te gusta perder el tiempo —continuó Jacen—. Así que, ¿tienes una
declaración de actitud para mí?
Ahora, al fin, Wedge parecía confundido, aunque sólo débilmente.
—¿Una declaración de actitud?
—Como en: «Está claro que la posición corelliana es desesperada, así que estoy
aquí para alcanzar un acuerdo».
Wedge se rió.
—Yo estoy aquí porque sugeriste una reunión con un representante de alto nivel del
ejército o el gobierno corelliano. Tú estás aquí porque, habiendo conseguido una victoria
militar en Hapes, una victoria que ha sido espectacularmente cubierta por los medios, y
déjame añadir mi enhorabuena por eso, quieres aprovechar tu ventaja y cerrar un acuerdo
de paz con Corellia para darle a tu brillante carrera política un empujón más.
Jacen sintió un centelleo de furia y le puso freno instantáneamente. Las palabras de
Wedge habían dado cerca del blanco. Si Jacen pudiera negociar una paz aquí en los
próximos días, todo el mundo saldría beneficiado: Corellia, la Alianza Galáctica y el
propio Jacen.
—No estás en una buena posición para hacer acusaciones sobre los motivos y la ética
de otra gente. No después de refrendar el intento de golpe de estado en Hapes.
Sabía que la furia en su voz era real.
Wedge se mantuvo en silencio durante un largo y helado momento.
—Debido a que creo que necesitas saberlo, te diré algo que constituye un secreto del
gobierno corelliano.
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Yo no sabía nada del complot contra Hapes. Ya deberías saber que yo no tuve nada
que ver con su planificación.
—¿Cómo sabría yo eso?
—Porque falló.
Jacen casi preguntó si la arrogancia beligerante era parte del patrón genético de todos
los corellianos, pero resistió la urgencia. Su propio padre era el corelliano arquetípico y si
la arrogancia beligerante fueran créditos, los Solo serían la familia más rica de la galaxia.
Jacen le dirigió a Wedge una mirada condescendiente.
—Aun no necesitas ofrecer una defensa. Los juicios por crímenes de guerra todavía
no han empezado. Y si tu negociación es particularmente hábil, podrían no llegar a
ocurrir. Así que volvamos al asunto.
Almirante, tu posición es desesperada. El sistema corelliano está rodeado, bajo un
bloqueo. A pesar del hecho de que numerosos planetas declararon su apoyo cuando
Corellia tomó su posición de desafío, ni uno se ha revelado en apoyo de Corellia. No
tenéis amigos. Y os estáis quedando sin suministros cruciales. El convoy contrabandista
que esperabais hace una hora o así no llega tarde. Está enteramente en nuestras manos,
con todo su bacta y todas sus municiones ayudando ahora a la causa de la AG.
Wedge sonrió.
—Primero dices que no tenemos amigos y luego dices que algunas personas han sido
arrestadas intentando llevarnos bienes esenciales.
—Eran contrabandistas, no amigos.
—A veces los contrabandistas se convierten en amigos. Tu padre y yo fuimos
contrabandistas que nos unimos a la causa de la Alianza Rebelde. Y ahora, dado que te
has hecho con esas cargas en vez de pagar por ellas, puedes estar seguro de que menos
contrabandistas se convertirán en amigos de la Alianza Galáctica. ¿Estás diciendo que la
AG no necesita amigos? ¿O sólo que no necesita amigos como tu padre o como yo?
—Otra vez estás cambiando de tema.
—Es verdad. —De repente Wedge parecía desanimado, reflexivo—. Seré honesto.
Me gustaría ver a Corellia unida otra vez con la AG. Si no es así, ocurrirá algo muy malo.
—Ahora estás hablando.
—Si Corellia no vuelve a unirse a la AG, si la guerra realmente estalla… yo podría
perder mi pensión de la AG.
—Wedge…
—Me gané esa pensión. Fueron décadas de servicio.
—Sé serio…
—Vale, lo seré. —Cuando desapareció todo el humor, Wedge fijó su mirada en
Jacen—. Estás tratando con un gobierno de coalición que todavía no se ha asentado.
Thrackan Sal-Solo no lleva muerto mucho tiempo y las larvas todavía se retuercen bajo
su roca. Necesitamos tiempo para aplastarlas. No necesitas darte prisa. No necesitas
nuestra respuesta hoy, mañana o la semana que viene, y cualquier respuesta que
provoques en un corto periodo de tiempo es una respuesta que hará infeliz a todo el
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mundo. Siéntate, sé paciente, negocia de buena fe y tengo todas las razones para creer
que Corellia se volverá a unir a la AG.
—Así que volverás y recomendarás a Corellia se rinda a nosotros.
Wedge negó con la cabeza.
—Ni en mil años.
—¿Entonces de qué estás hablando?
—Recomendaré que Corellia se vuelva a unir a la AG. Una total aceptación de los
términos de admisión planetaria estándar de la AG, pero sin compensaciones. Nada de
medidas de castigo, nada de tarifas extra, nada de actividades ilegales contra los
corellianos, y un intento genuino para deshacer el esfuerzo de socavar la reputación
general de los corellianos que ha estado teniendo lugar en la población de la AG. ¿Puedes
negociar hacia esa clase de resolución?
—Yo… sí podría. Pero si sufrimos alguna otra catástrofe como una bomba en
Coruscant, todas las apuestas desaparecerán.
—Entendido. —Wedge se ablandó sólo un poco y algo de su rigidez dejó su cara, su
postura—. Así que, ¿qué vas a hacer cuando se acabe toda la agitación?
¿Quedarte con tu fuerza de policía planetaria o volver a corretear por la galaxia y
rescatar cachorros de los árboles? Solías ser bastante bueno en eso.
Jacen enmascaró un tic de enfado encogiéndose de hombros.
—Una combinación del trabajo de la Guardia de la Alianza Galáctica y reasumir mis
estudios, espero.
—Hmmm. ¿Entonces te ha mordido el gusanillo de la política? ¿O simplemente te
gusta como te queda el uniforme?
Jacen suspiró, exasperado.
—Ahora estás bromeando otra vez. Y creo que hemos hecho todo lo que podíamos
con este encuentro.
—Eso creo yo también. —De nuevo serio, Wedge se puso en pie—. Jacen, ¿puedo
decirte algo no como oficial o negociador, sino como un viejo amigo de la familia?
Jacen también se puso en pie.
—¿Algo extraoficialmente, quieres decir? Desde luego.
—No, no. Oficialmente, extraoficialmente, no importa. Como un viejo amigo de la
familia. ¿Puedes escucharme como a un viejo amigo?
Todavía un poco confundido, Jacen asintió.
—Otro viejo amigo mío, Wes Janson, el hombre menos serio de la galaxia, excepto
cuando está matando al enemigo o está intentando aclarar algo, me dijo algo una vez. «La
auténtica señal de que alguien se ha convertido en un fanático», me dijo, «es que pierde
completamente su sentido del humor sobre alguna faceta importante de su vida. Cuando
su humor se va, significa que ha perdido la perspectiva». Jacen, has perdido tu sentido del
humor sobre, bueno, sobre todo, y estás haciendo cosas que nunca habrías hecho cuando
eras más joven. ¿Qué significa eso?
Jacen negó con la cabeza.
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criaturas que podían sentir la Fuerza, criaturas que habían perseguido y reclamado las
vidas de numerosos Jedi antes de que esta misión los destruyera.
Pero Anakin había sido fatalmente herido en esta misión. Había muerto.
Los hijos de Han Solo y Leia Organa Solo de repente habían pasado de tres a dos. De
repente habían dejado de ser invencibles, invulnerables, inmortales.
De repente no había sitio en su vida, no había sitio en el universo para el humor. Y
desde ese momento en adelante, todos los animales habían parecido tener las caras de los
voxyn. Ya no eran sus amigos.
Jacen había sido capturado, había terminado en las manos de los yuuzhan vong.
Había terminado bajo la tutela de Vergere que era a veces Jedi, a veces Sith y a veces
ninguna de las dos cosas. Ella le había enseñado mucho, incluido cómo separarse a sí
mismo del dolor o a abrazarlo, cómo sobrevivir cuando se ahogaba en la Fuerza o a
desaparecer de ella y cómo ser humano o yuuzhan vong o ninguno de los dos.
Ella le había enseñado a distanciarse de todo, cuando lo necesitara.
Y ahora, más de una década después de aquellos sucesos, después de la muerte de
ella, él podía ver otra razón para ello. Sólo la separación ofrece perspectiva. Toda
enseñanza se beneficia de la perspectiva. Por lo tanto toda enseñanza se beneficia de la
separación.
Lo que no explicaba porqué los comentarios de la contrabandista y de Wedge le
habían molestado.
Estás haciendo cosas que nunca habrías hecho cuando eras más joven.
Tales como disparar contra el Halcón Milenario.
Esa idea le llegó como una acometida, como uno de los ataques del sable láser de
Luke, y Jacen fue incapaz de esquivarla, desviarla o pretender que no había ocurrido.
Varios días antes había ordenado que los turboláseres del Anakin Solo dispararan
contra el Halcón Milenario.
No estaba seguro de que fuera el Halcón. La designación de su transpondedor era
Disparo Lejano.
—Lo sabías.
La primera voz era la suya. La segunda voz era un poco como la suya, pero un
susurro… más parecida a la de Vergere, quizás.
Yo… sabía que era el Halcón. Sabía que estaba disparando contra mi madre y mi
padre. Pero pensé que se habían convertido en enemigos. Pensé que nos habían
traicionado a mí, a Tenel Ka y a nuestra hija.
—Así que, por eso, ¿decidiste matarles?
No… Sabía que el Halcón podía soportar un impacto de turboláser o dos. No estaba
intentando matarles.
—Sí, lo estabas intentando.
Jacen suspiró, derrotado por la implacabilidad de su propio análisis. Sí, lo estaba
intentando. Estaba intentando matarles. A causa de lo que pensé que ellos habían
intentado hacerle a Allana.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
capítulo tres
CORUSCANT, EDIFICIO DEL SENADO DE LA ALIANZA GALÁCTICA, OFICINA DEL JEFE OMAS
Esta vez era una reunión pequeña y privada: Luke, Mara, el Jefe Omas, la almirante
Niathal y Kyp. Los hombres y mujeres de la seguridad del gobierno esperaban fuera en la
sala de recepción y, si Luke conocía a los de su clase tan bien como pensaba, estarían
inquietos, infelices por no estar cerca para proteger a los líderes del gobierno en caso de
que los Jedi decidieran causar problemas.
Luke sonrió ante eso. La posibilidad de que los Jedi causaran problemas en una
situación como esta era aproximadamente igual a que Cal Omas y la almirante Niathal se
proclamaran los nuevos Emperador y Emperatriz. Entonces se puso serio.
Históricamente, la última vez que algo como eso ocurrió, no había ido tan bien para los
Jedi.
—Entiendo las demandas de su tiempo —estaba diciendo el Jefe Omas. Con el pelo
blanco y entusiasta, la personificación deliberada de la simpatía y la buena voluntad del
gobierno, estaba sentado frente a Luke, con las manos unidas sobre la mesa que había
entre ellos—. Así que seré breve. Yo, representando a muchas voces en el gobierno de la
AG, quería darle la oportunidad de hacer un grandísimo favor a ese gobierno.
Luke asintió.
—Al elevar a Jacen Solo al rango de Maestro Jedi.
El Jefe Omas dudó. Su expresión no cambió, pero Luke tuvo la impresión distintiva
de que el hombre había sido cogido por sorpresa.
Luke evitó mirar a Kyp. Así que el comentario de antes de Kyp era o un secreto o una
suposición… y dado que Omas de repente no sospecha de Kyp,
Kyp no ha traicionado un secreto. Una suposición, entonces. Interesante.
—Bueno… sí —concedió el Jefe Omas—. Estos son tiempos inestables, Maestro
Skywalker. El coronel Solo es un héroe del pueblo, alguien hacia quien todos los
miembros de la Alianza Galáctica pueden volverse en busca de liderazgo. Al darle el
mando de la Guardia de la Alianza Galáctica, el gobierno ha mostrado una tremenda fe en
sus habilidades y su lealtad y él ha demostrado que se merece esa fe y que continuará
ganándosela. Jacen también puede servir ahora como un potente ejemplo de la
cooperación entre el gobierno secular y la orden Jedi… si tan solo los Jedi demostraran
una fe similar en él.
La voz del Jefe Omas era tan controlada como siempre, sus modales igual de
persuasivos, pero a través de la Fuerza, Luke pudo sentir que el hombre no tenía interés
personal en esta discusión. Claramente, tenía que estar haciendo esta proposición ante la
petición de otros, quizás devolviendo algún favor debido a otro político, a uno de los
protectores de Jacen. Luke echó una rápida ojeada a la almirante Niathal, la política más
altamente situada en la Alianza Galáctica que también era una ansiosa partidaria de
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Jacen, pero la mon cal estaba bajo control, sin ofrecer emociones para que él las
detectase.
—Bueno, hay un problema. —Luke miró a sus compañeros Jedi. Mara tenía una cara
pétrea, sin ofrecer expresión alguna para que la leyeran los políticos, aunque Luke podía
sentir, a través de su vínculo de la Fuerza que les ayudaba a estar unidos, su irritación con
Omas. Kyp estaba sentado desgarbadamente en su silla, sonriendo débilmente, y Luke
pensó que podía detectar que Kyp se lo estaba pasando en grande—. En mi estimación,
Jacen carece de la madurez emocional que necesita para ser un Maestro.
El Jefe Omas le dirigió una mirada dudosa.
—Muchos Jedi, en la Antigua República y en la era moderna, se convirtieron en
Maestros a su edad o más jóvenes.
Luke se encogió de hombros.
—No es una cuestión de edad.
—Y —continuó Omas— él ha demostrado que posee habilidades y poder que ni
siquiera la mayoría de los Maestros confirmados pueden igualar.
Mara suspiró y finalmente se inclinó hacia delante para unirse a la conversación.
—Tampoco es una cuestión de poder. Si el poder fuera el criterio que cree que es,
entonces un niño de ocho años con un detonador termal estaría cualificado para enseñar
al nivel de la universidad. ¿Cierto?
Frente a ella, la almirante Niathal también se inclinó hacia delante, como si se
posicionara como un crucero mon cal para contrarrestar el destructor estelar que
representaba Mara. Habló con los tonos graves que eran comunes en los mon calamari.
—Quizás el poder, la edad y la sabiduría no son las únicas consideraciones aquí. —
Sus ojos bulbosos miraron a su alrededor para fijarse en Mara y luego en Luke por
turnos—. Si Jacen es el maestro de la Guardia y un Maestro entre los Jedi, eso borra las
líneas entre aquellos que han jurado obedecer al gobierno y aquellos que meramente
aceptan un deber y una responsabilidad vagos para con el gobierno. Una pérdida
inquietante de autoridad personal para el Gran Maestro de la orden Jedi. ¿No es así?
Luke dejó que un poco de hielo se colara en su voz.
—El deber que he aceptado durante cuarenta años es cualquier cosa menos vago.
Niathal asintió.
—Precisamente. Así que no tiene nada que temer.
—Y esa no es la cuestión. —Luke le dirigió a la almirante un pequeño fruncimiento
de ceño, un mensaje de que sus esfuerzos para llevar la conversación del campo de la
lógica al campo de ponerse a la defensiva no tendría éxito—. Jacen no está preparado.
Está tomando demasiadas decisiones desafortunadas. Necesita guía y se niega a buscarla.
—En ustedes. Encuentro que es muy receptivo a mi guía.
Luke no respondió. Dejó que el silencio entre ellos se alargara durante largos
segundos.
Finalmente Niathal se volvió para mirar a Kyp.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
—Maestro Durron, tengo bien entendido que aboga por elevar a Jacen Solo al rango
de Maestro.
El propósito de la presencia de Kyp finalmente tuvo sentido para Luke. Meses antes,
en una reunión del Consejo Jedi, Kyp había propuesto elevar a Jacen al rango de ellos.
Obviamente, la noticia de eso de alguna manera se había escapado de las Salas del
Consejo y había llegado a los oídos y membranas timpánicas de Omas y Niathal y Kyp
había sido traído para reforzar su argumento.
Kyp pareció sorprendido, pero Luke no detectó ninguna emoción genuina de sorpresa
en él.
—¿Disculpe?
Niathal le miró.
—Usted propuso que Jacen Solo fuera elevado.
Kyp asintió, un poco inseguro.
—Es una manera de hablar.
La sospecha crepitó en la voz de Niathal.
—¿Qué manera?
Kyp continuó pareciendo incómodo.
—Bueno, claramente no está familiarizada con el papel del taras-chi en los debates
del Consejo Jedi.
—El taras…
—… chi. Sí. Una especie de oponente del debate ritual. —Kyp miró a Luke y Mara
como si buscara confirmación—. En ciertas tradiciones Jedi, cualquier grupo de
discusión o su moderador, elige un taras-chi. El propósito del taras-chi es lanzar ideas que
van en contra de la sabiduría predominante. Esto es así de manera que todas las ideas
sean puestas a prueba… a veces hasta la destrucción. La idea que promociona el taras-chi
no es la que se pone a prueba. La idea que promociona es la que pone a prueba la idea
que actualmente está bajo discusión. Es como una larva que sólo come carne muerta.
Colóquela en una herida y sólo devorará lo que no puede sobrevivir de ninguna manera.
La carne viva, como una idea sólida o un razonamiento válido, no sufrirá daño alguno por
ella. —Kyp pensó durante un momento—. Supongo que los equivalentes más cercanos
que tienen en el mundo del gobierno serían los bufones de corte o la prensa libre.
El Jefe Omas y la almirante Niathal intercambiaron una mirada. Omas parecía
ligeramente confundido. La postura de Niathal sugería que estaba irritada.
Omas se aclaró la garganta.
—No veo…
—La discusión en aquella reunión —continuó Kyp— era sobre las actividades de
Jacen Solo y si eran apropiadas para un Jedi. Así que en el espíritu del taras-chi, no sólo
hablé con un apoyo sin crítica de ellas, propuse darle la recompensa más grande que los
Jedi pueden conceder. Como prueba a la idea principal de la discusión.
Ahora había un pequeño escalofrío en la voz de Niathal.
—Así que está diciendo que nunca apoyó la elevación de Jacen Solo.
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capítulo cuatro
CORONITA, CORELLIA
Un bunker siempre era como un bunker, reflexionó Wedge. No importaba que esta sala
estuviera decorada para el entretenimiento con pantallas montadas en las paredes
mostrando escenas de la ciudad de Coronita y sus alrededor en colores auténticos, no
importaba que estuviera decorada con mesas abastecidas de vajillas concordantes con la
compañía formal y bandejas con refrescos, con sillas elegantemente curvadas hechas a
mano y sofás cómodos e inmaculados en los estilos más placenteros. Era un bunker,
profundo bajo el suelo, y los hombres y las mujeres que estaban reunidos allí, políticos
del planeta Corellia y los zánganos que trabajaban para ellos, se sentaban todos un poco
encorvados, como si pudieran sentir las toneladas de mampostería y suciedad que se
acumulaba protectoramente sobre sus cabezas. Políticos de los otros cuatro planetas
ocupados del sistema corelliano, representados por hologramas, debían haber estado en
edificios por encima del suelo donde estuvieran. Sus posturas no eran encorvadas.
Wedge también se sentaba derecho, por costumbre y para hacer enfadar a los otros, y
aceptó la taza de caf de uno de los zánganos, este un hombre pálido y ligeramente joven
con un uniforme de SegCor.
Wedge esperó hasta que el zángano se hubiera retirado antes de volverse de nuevo
hacia el otro hombre del sofá.
—Así que la conversación no consiguió mucho políticamente… excepto que creo que
el coronel Solo recomendará a favor de que la Alianza Galáctica nos dé más tiempo.
El hombre al que se dirigía, Dur Gejjen, el Primer Ministro de los Cinco Mundos y
Jefe de Estado Corelliano, guapo, más joven de lo que su agudeza política podía sugerir,
de piel oscura y cabello oscuro, dejó su propia taza de caf en una mesa cercana y frunció
el ceño.
—«Nos dé más tiempo» —repitió—. Eso suena mucho como un vencedor haciéndole
un favor al vencido.
—Obviamente, ellos no son los vencedores aquí —dijo Wedge—. Pero igual de
obvio es que tienen la posición más fuerte. Unas cuantas semanas o meses más de
bloqueo y matarán de hambre a nuestra economía más allá del punto de resistencia. Solo
tenía razón cuando dijo que estábamos solos. A menos que sus comunicaciones con los
bothans hayan tenido un repentino avance que usted no ha mencionado.
—Suena derrotado, almirante.
El que habló era el holograma de un hombre bajo de hombros anchos. La transmisión
de su forma sentada estaba sobreimpuesta en una silla a la derecha de Gejjen. El que
hablaba tenía el pelo ralo y una cara idealmente adecuada para la beligerancia. Su nombre
era Sadras Koyan y era el Jefe de Estado del planeta Tralus y un miembro del Partido
Centralia, la fuerza minoritaria dentro del nuevo gobierno de coalición del sistema
corelliano.
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—Jefe Gejjen, ese resultado es muy superior a morir de hambre hasta la sumisión y
luego ser forzados a volver a la AG bajo los términos dictados por Cal Omas y la
almirante Niathal.
—Así que no podemos ganar.
—No sin sistemas planetarios ricos y poderosos uniéndose a nuestro bando.
—Lo que estuvimos a un centímetro de conseguir —gruñó Koyan—, hasta que Jacen
Solo y sus padres convirtieron nuestra acción en un lío en el Consorcio Hapano.
Wedge se mordió la lengua para no responder.
Asesinar a una buena gobernante, como la Reina Madre Tenel Ka, de manera que una
gobernante engañosa, traidora y pro-corelliana pudiera ocupar su lugar podría ayudar a
ganar una guerra, pero la paz que seguiría sería frágil, incierta, incluso malvada.
Sin embargo, decir tal cosa ante este grupo de hombres y mujeres no le haría ningún
bien.
Gejjen pareció leer la réplica de Wedge en su expresión y miró a uno de sus
ayudantes.
—Traiga a la almirante Delpin. —Devolvió su atención a Wedge—. Almirante
Antilles, tenemos un problema y es que no creo que esté dispuesto a ganar a cualquier
precio.
—No lo estoy —dijo Wedge—. Y tampoco lo está usted.
—Yo sí —dijo Gejjen.
—¿Si ganar significara que el sistema corelliano fuera el único centro de civilización
que sobrevive a la guerra?
Gejjen frunció el ceño.
—Eso es un ejemplo ridículo y extremo.
—Exactamente —asintió Wedge—. Pero apuesto a que constituye un ejemplo de
victoria que usted no estaría dispuesto a aceptar. Lo que significa que no está dispuesto a
ganar a cualquier precio. Simplemente tenemos que establecer, para este cuerpo
gobernante, cuál es la consecuencia máxima en la victoria que estamos dispuestos a
aceptar.
Gejjen lo intentó de nuevo, demostrando un nivel de paciencia e incluso de respeto
que Wedge encontró sorprendente.
—Almirante, no se le informó de la decisión de, eh, ajustar la política hapana porque
estaba claro para el resto de nosotros, basándonos en su historial de funcionamiento, que
nunca aprobaría esto en su forma final.
—Podría tener razón.
—Pero ya hemos estado de acuerdo en que sacrificar a la dictadora de un gobierno
distante está bien dentro de las consecuencias máximas de victoria que estaríamos
dispuestos a causar.
La puerta de la habitación se abrió y una mujer con un uniforme de gala de almirante
de la Fuerza de Defensa Corelliana, el mismo uniforme que llevaba Wedge, entró. Tenía
la altura de Wedge y tenía una constitución musculosa, la clase de mujer que
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probablemente pasaba todo su tiempo libre en un gimnasio. Su pelo, cortado corto, era
oscuro y tenía reflejos azules de las barras luminosas del techo alrededor de la habitación.
Tenía alrededor de la edad de Wedge y era guapa. No había ni rastro evidente de
maquillaje en sus rasgos.
Había, sin embargo, un rastro de compasión en ellos mientras miraba a Wedge. Ella
se detuvo delante de la silla de Gejjen, con su gorra metida con estilo militar debajo de su
brazo izquierdo.
—Almirante Genna Delpin, presentándose como ordenó.
Wedge la conocía. Era una estrella de ascensión rápida en las fuerzas armadas
corellianas y había liderado la flota en el desastroso intento de golpe de estado en el
Consorcio de Hapes. Su derrota no había sido reflejo de su habilidad sino de factores bien
lejos de su control, tales como la interferencia de los Jedi y de fuerzas armadas
inesperadas.
Gejjen la recibió con un asentimiento de cabeza y entonces de volvió de nuevo hacia
Wedge.
—Almirante, lo que consiguió en la liberación de Tralus deja claro que no podríamos
haber elegido a un líder mejor para nuestras fuerzas armadas unidas. Pero los tiempos
cambian y su código de conducta personal, creo, va a convertirse en un impedimento
mayor al tratar con las necesidades de su gobierno. La almirante Delpin tiene una
comprensión más clara de su papel y sus deberes para con el gobierno y tiene sus
habilidades al mover y motivar a los subordinados. Por esta razón, y compréndalo, no es
nada personal y seguimos teniéndole en la más alta estima, le ceso del puesto de
Comandante Supremo de las fuerzas armadas de Corellia. —Volvió su atención hacia la
recién llegada—. Almirante Delpin, la nombro para ese puesto.
—Gracias, señor. Acepto.
Su voz era suave y controlada.
Wedge se puso en pie. Lo hizo lenta y cuidadosamente, como la mejor máscara de lo
que estaba sintiendo. A pesar de lo inevitable que este momento podría haber sido, a
pesar de lo inflexiblemente que podía ser la ética que había hecho que ocurriera, ser
aliviado del mando todavía era como recibir un golpe de almádana en las entrañas y no
quería que nadie en este grupo viera cómo se sentía. Suavemente saludó.
—Enhorabuena, almirante.
Ella le devolvió el saludo.
—Gracias, almirante. Después de las noticias de esta reunión salgan a la luz, quizás
podríamos tomar una taza de caf y discutir las cosas.
Wedge limitó su reacción a una débil sonrisa. Sabía en qué consistiría esta
conversación: Lo siento, esto tenía que ocurrir. Espero que no haya malestar entre
nosotros. Le necesitamos…
No, no le necesitaban. Pero esa comprensión de lo que tenía que hacer a continuación,
hizo que el estómago de Wedge se retorciera incluso más.
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***
Mientras Han y Leia comían, lentamente y apenas sin saborear su comida, le contaron a
Lando lo que había ocurrido. Jacen era la figura central de casi todos los elementos de la
historia.
Jacen apoyando leyes para concentrar y encarcelar a los corellianos en Coruscant.
Jacen interrogando a una prisionera hasta que murió, la hija de Boba Fett. Jacen creyendo
que Han y Leia conspirarían contra Tenel Ka y disparando como castigo contra el
Halcón… cuando sus propios padres, su hermana y su primo estaban a bordo. Cakhmain
y Meewalh, los guardaespaldas noghri de Leia, asesinados en aquel ataque. No sólo
asesinados, sino incinerados, exterminados instantáneamente hasta que no quedó nada
que enterrar.
Mientras su recuento de los sucesos continuaba, Lando negó con la cabeza, casi poco
dispuesto a creer lo que estaba oyendo.
—Lo siento. He estado pendiente de las holonoticias. Sabía de su promoción a jefe de
la Guardia de la Alianza Galáctica, pero todo esto… No sé qué decir.
Finalmente Han levantó la vista de su plato.
—¿Puedes ayudarnos a arreglar el Halcón?
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Lando asintió.
—Considéralo hecho. Este lugar es una vieja estación de reparaciones que yo, que
nosotros, conseguimos en una fusión corporativa. No es eficiente para cubrir los costes,
así que hemos transferido a la mayoría del personal a otras localizaciones y vamos a
cerrarla. Mantendré abierto este muelle de reparaciones lo suficiente para hacer que el
Halcón esté listo. Mejor que nuevo. —Se encogió de nuevo—. Aunque llevará algo de
tiempo.
Han y Leia intercambiaron una mirada.
—También necesitaremos un transporte rápido mientras tanto —dijo Leia—. Algo
que pueda llevarnos a través de la zona de exclusión corelliana si necesitamos hacerlo. Y
algo que no grite «Los Solo han vuelto» cada vez que se vea.
—Os tengo cubiertos.
Estuvieron en silencio durante varios momentos.
—¿Y cómo lo llevas tú, Lando? —preguntó entonces Leia.
—No quiero decíroslo.
Eso consiguió la atención de Han y Leia.
—¿Por qué? —preguntó Han.
—Porque todo es bueno.
Leia se las arregló para poner una pequeña sonrisa.
—Aprecio que no quieras hacernos sentir peor al regodearte. Sabemos que no es eso
lo que vas a hacer. Podríamos necesitar algunas buenas noticias.
De verdad.
—Oh. Bien, entonces. —Lando dejó escapar un suspiro—. Tendría que decir que
todos mis deseos de cuando era un hombre joven se han hecho realidad en gran parte.
Soy rico. Puedo viajar a donde quiera y hacer lo que quiera. Estoy casado con una mujer
inteligente y bella que no se preocupa por dónde estoy a cada segundo del año. Puedo
visitar un antro de juego y perder una fortuna y no acalorarme. Tendra sabe que en algún
momento ganaré otra fortuna o una patente o un planeta y recuperaré las pérdidas. Armas
Tendrando no es tan grande como lo fue durante la Guerra Yuuzhan Vong y justo
después, pero lo está haciendo bien al vender a las fuerzas de seguridad en el sector
privado y nos hemos diversificado. Estamos bastante saneados.
Leia frunció el ceño.
—Suenas casi… triste.
Lando hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas.
—No… pero no hay riesgo en mi vida. Los años no son lo que va a hacerme viejo,
sino estar sentado por ahí teniendo éxito, siendo popular y responsable. —Frunció el
ceño—. ¿Sabéis cuánto tiempo ha pasado desde que un cazador de recompensa vino tras
de mí?
Leia le ofreció una sonrisa débil.
—Para nosotros, no hace tanto.
Lando se puso en pie.
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Jacen estaba sentado con las piernas cruzadas en su camarote, flotando a un metro por
encima del suelo, tranquilo.
Por una vez, estaba totalmente abierto a la Fuerza, dejando que fluyera a través de él,
sustentándole, sosteniéndole en el aire. Dejó que la Fuerza hiciera lo que quisiera,
mostrándole imágenes, moviendo pequeños restos de pensamientos y emociones a través
de él… y durante todo ese tiempo él buscaba, mirando como si la totalidad de la Fuerza
fuera un océano y él quisiera encontrar una cara distante y familiar entre sus olas y
corrientes.
La encontró. Muy lejos, pequeña en la distancia, pero demostrablemente todavía
viva… Lumiya.
Y de repente ella estaba más cerca, mucho más cerca. Apareció ante la visión física
de él también, a no más de dos metros de él. Parecía como si ella fuera algo
bidimensional que casi hubiera estado en el ángulo adecuado para la línea de visión de él,
luego de repente se diera la vuelta y se volviera a plena vista.
Como había hecho en años pasados, llevaba pantalones oscuros y una túnica vestido y
sobre su cabeza llevaba el tocado envuelto. Una porción de este ocultaba su nariz y su
boca, terminando en un punto afilado orientado hacia su pecho y otras dos porciones
radiaban de su frente como si ocultara los cuernos de un devaroniano, dándole a su
cabeza una apariencia extrañamente triangular.
Estaba tendida sobre el costado como si descansara en un sofá. No había sofá a la
vista. Flotaba en el aire como hacía Jacen. Su cabeza estaba levantada y sus ojos estaban
desenfocados. Les llevó un momento orientarse hacia él.
—¿Jacen?
Su voz era distante, con eco como si estuviera en una sala grande con paredes duras.
Durante un momento él se quedó sin pulso. Había conocido la habilidad de ella para
proyectar fantasmas de la Fuerza realistas desde su hogar, un asteroide cargado con
energía de la Fuerza concentrada.
Pero no había imaginado que ella utilizara la técnica para la simple comunicación. Él
le envidió la técnica.
Tal vez algún día ella le mostrara cómo lo hacía.
—Lumiya —dijo él—. Me alegro de saber que has sobrevivido.
—Gracias. —Ella bajó la cabeza de nuevo, como si la descansara en una almohada.
Sus movimientos sugerían extenuación, incluso dolor—. Me estoy curando. Aquí puedo
reunir mis fuerzas. Tu tío me hizo daño.
—Sin embargo no suenas enfadada.
Ella se rió. El ruido era débil.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
—Estoy acostumbrada a ello. Cada vez que nos encontramos, espero que él me haga
daño. Probablemente seguirá haciéndolo hasta que yo muera… o hasta que tú y yo
hayamos ganado y se vea forzado a comprendernos.
—Estoy en estado de espera por el momento, Lumiya. Esperando a que las
negociaciones con los corellianos den sus frutos. Pensando adónde necesitan llevarme
mis estudios.
—Ah. —Ella guardó silencio durante un largo momento. Jacen miró la respiración de
ella. Parecía ser un esfuerzo para ella—. Has estado considerando tu sacrificio. Sacrificar
lo que amas. Amar lo que sacrificas.
—Sí. Me estoy volviendo… más preparado.
—Bien. ¿Y has estado buscando un aprendiz?
—Ben es mi aprendiz. Aunque comprendí no hace mucho que puedo sacrificarle si
tengo que hacerlo.
—Ben es tu aprendiz Jedi. No tu aprendiz Sith.
—Todavía no soy un Sith completo y por lo tanto no puedo tener un aprendiz Sith.
El suspiro de ella sonó exasperado.
—Te estás quedando atascado. No sabes si él será adecuado para convertirse en un
aprendiz Sith. El tiempo de descubrirlo es ahora, no cuando te reveles.
Debes ponerle a prueba.
—Ha vuelto con sus padres y ellos no quieren que me vea.
Lumiya se quedó tendida allí, en silencio, siendo de poca ayuda. Le miró y esperó.
—Así que… —consideró él—. Debo separar a Ben de Luke y Mara y ponerle a
prueba.
Lumiya asintió.
—Si lo deseas, yo coordinaré la prueba. Pero debes decidir cuál será.
—De acuerdo.
—Y debes decidir qué hacer con él si falla.
—Sí.
—Si falla, ¿le querrás menos?
Jacen hizo una pausa antes de dar su respuesta.
Tuvo que mirar en lo más profundo de sus propios sentimientos para imaginar qué
sentiría por Ben si el chico fallaba.
—Creo… inicialmente no marcaría ninguna diferencia. Pero pronto nos separaríamos.
—Así que si falla, ya no será adecuado para tu sacrificio. Ten eso en mente.
—Lo haré.
Lumiya giró de nuevo, alejándose de él, y desapareció.
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capítulo cinco
Luke y Mara mantenían un apartamento lejos del Templo Jedi, pero también mantenían
sus habitaciones en el propio Templo. Eran habitaciones austeras para aquellas veces en
que las reuniones del Consejo a hora tardía de la noche u otros deberes hacían que fuera
más práctico caminar unas docenas de metros y tenderse que subir a un deslizador y volar
durante kilómetros para hacer lo mismo.
Algunas veces aquellas habitaciones del Templo servían para un propósito adicional,
tales como cuando los Skywalker se encontraban al mando de un hijo Jedi arisco y
desafiante que estaba seguro de la «injusticia» que era que un poder de la Fuerza y sus
padres le controlasen.
El silencio y el frío que radiaban de la habitación del chico, una puerta más abajo en
el pasillo común, era formidable. Luke, caminando de un lado a otro, estaba seguro de
que podía sentirlos como el aire soplando a través de la despensa de un wampa. Se volvió
a mitad de un paso para mirar a su esposa.
—¿Cómo es que yo me siento culpable?
Sentada en la cama, Mara levantó la vista de su cuaderno de datos.
—Te estás sintiendo culpable, nosotros nos estamos sintiendo culpables, porque él es
infeliz. Y va a seguir siendo infeliz hasta que dejemos de difamar y perseguir a Jacen, el
Jedi perfecto, héroe del pueblo y modelo masculino para los uniformes negros. O hasta
que crezca lo suficiente para revisar su modo de pensar con respecto a su primo. —Ella
suspiró—. ¿Crees que podemos emparedarle en esa habitación hasta que crezca?
—Tentador.
Luke reasumió su paseo.
—¿Cuánto te llevó dejar de ser un chico cabezota que tomaba tantas decisiones
buenas como malas?
Luke se encogió de hombros a mitad del paso.
—No lo sé. Desde la época en que el tío Owen y la tía Beru fueron asesinados hasta
el momento en que empecé a llamarme Maestro a mí mismo. Alrededor de cuatro años.
—Entonces pondré en marcha el cronómetro. Debería llegar a cero cuando esté a
punto de cumplir dieciocho. Entonces podemos comprobarlo y ver si siguió tu ejemplo.
Eso provocó una risita seca.
—De acuerdo. Necesitamos descubrir qué hacer ahora con él. Le tenemos en el
Templo, donde docenas de ojos Jedi pueden echarle un ojo cuando no estemos cerca. Lo
que está unido a hacer que se vuelva más paranoico y enfadado. ¿Qué hacemos para
hacerle aprender?
—Darle un proyecto. Algo relevante. Como escribir una historia y un análisis de la
caída de su abuelo al lado oscuro.
Luke se detuvo otra vez para mirar a su esposa.
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Han describiendo el encuentro que Leia y él habían tenido en la Estación Telkur—. Jag
Fel —dijo—. Han dijo que había vuelto. En cuanto a un sable láser plateado…
Las hojas plateadas eran raras entre los sables láser y una mujer que una vez tuvo uno
de ellos había sido recientemente objeto de seria preocupación para Luke, aunque el
nuevo sable láser de ella tenía la hoja de diferente color.
—Alema Rar —dijo Mara.
—Correcto. —Luke volvió a conectar el comunicador—. Dile a nuestro visitante que
vamos para allá.
El visitante sólo era un poco más alto de la estatura media pero se erguía tan recto que
parecía mucho más alto. Vestido con un traje de vuelo negro y envuelto en una capa de
viajero gris oscuro, con la cara oculta en sombras, parecía más una figura amenazante de
una fábula infantil que un visitante pacífico.
La oscuridad del amplio Recibidor del Templo, con la mayoría de las barras
luminosas apagadas a causa de lo tardío de la hora y con las sombras reuniéndose en cada
esquina, reforzaba sus modales sombríos.
Seha, la aprendiz de guardia en la recepción, se inclinó ante Luke y Mara mientras
entraban. Enrollaba un mechón de cabello pelirrojo alrededor de sus dedos nerviosos.
Ante un gesto de Luke, salió al corredor principal.
Luke y Mara se aproximaron al visitante. Luke podía leer muy poco de él: ninguna
sensación de amenaza, pero tampoco una de amistad. Quizá un resto de furia,
profundamente enterrada.
—Coronel Fel —dijo Luke.
Jag se inclinó y le ofreció un pequeño golpe de talones.
—A su servicio —dijo.
Se echó hacia atrás la capucha, revelando los rasgos que Luke recordaba. La suya era
una cara esbelta con unos ojos asombrosamente brillantes y verdes y una cicatriz que
subía desde su ceja hasta la línea del pelo. Su cabello todavía era oscuro, un poco más
largo que el corte militar que había llevado típicamente, con un mechón que le colgaba
hasta casi el ojo derecho. Donde su cicatriz entraba en la línea del pelo, un mechón de
pelo era blanco. La barba y el bigote pulcro y elegante eran nuevos y le daban un
parecido incluso mayor con su padre, el famoso Soontir Fel.
Luke caminó hacia delante para alargarle la mano.
—¿Por qué el secretismo? Podrías habernos visitado oficialmente, con tus
credenciales.
—No hay credenciales. —Jag estrechó la mano de Luke y luego la de ella cuando se
la ofreció—. Ya no soy coronel y ya no soy embajador. Ya no soy un ciudadano de los
chiss y ya no soy ni siquiera un miembro de la casa de mi padre. Técnicamente, eso
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sugiere que ya no soy ni siquiera Jagged Fel. Soy tanto Soles Gemelos Tres como soy
cualquier otra cosa.
—Ah. —Luke lo consideró. Jag no estaba lleno de autocompasión y no estaba
buscando simpatía con sus palabras. Simplemente estaba dejando que Luke supiera lo
que el Maestro Jedi necesitaba saber—. Y si lo entiendo correctamente, tu misión aquí
tiene algo que ver con Alema Rar.
—Tiene todo que ver con ella.
—Da un paseo con nosotros —dijo Mara.
Caminaron a través de los salones del Templo, que estaban principalmente oscurecidos y
poco transitados a esta hora, y Jag le contó a los Maestros Jedi, con un tono sin emoción,
los sucesos de sus últimos años. Cómo, durante las misiones del Nido Oscuro, había
avalado de palabra a Lowbacca, cómo Lowbacca había violado esa palabra, cómo el daño
causado por Lowbacca y sus amigos Jedi se había convertido en la responsabilidad de la
familia Fel… cómo Jag se había exiliado de esa familia, como una cuestión de
consecuencia y honor. Cómo Jag había sido derribado en el planeta Tenupe y había
sobrevivido allí, llevando una existencia pobre y peligrosa, durante dos años. Cómo
Alema Rar, loca como un insecto medio aplastado y llevando en su mente el doble
imperativo de recrear el Nido Oscuro y de vengarse de Luke y Leia, también había
sobrevivido y también había escapado.
—En aquellos dos años —concluyó Jag—, pensé mucho en Alema Rar, en lo que era,
lo que podría hacer. Después, continué buscándola… e investigando maneras de
contrarrestar sus habilidades killik. Puede eliminarse de la memoria a corto plazo de la
gente, lo que significa que puedes tropezarte con ella y, si sobrevives, momentos después
del encuentro no tienes el recuerdo de haberte encontrado con ella. Eso la hace
terriblemente difícil de seguir. Sus habilidades killik y los restos de sus poderes Jedi la
convierten en extremadamente peligrosa para usted y para su hermana… y para la
galaxia.
—Así que has venido a avisarme —dijo Luke—. Eso lo aprecio.
—Más que eso, he venido con regalos.
De un bolsillo interior de la túnica Jag sacó dos objetos. Uno tenía la forma y el
tamaño de una gran moneda de crédito, pero era plateado y no tenía rasgos distintivos.
Ningún héroe muerto hacía mucho ni tirano que mereciera morir adornaba sus caras,
aunque un pegote de alguna sustancia blancuzca estaba adherido a un lado. El otro objeto
era una tarjeta de datos comunes.
Él le entregó la tarjeta a Mara.
—Esto es un intérprete gráfico y un programa de comunicaciones —dijo—. Opera en
concierto con la mayoría de programas de holocámaras de seguridad encontrados en
instalaciones gubernamentales, naves capitales y en cualquier edificio seguro.
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Aaron Allston
Básicamente, evalúa cada figura humanoide que la cámara ve, las compara con una base
de datos sobre las inusuales características físicas de Alema Rar y cuando encuentra una
coincidencia, lo notifica al departamento de seguridad y envía un mensaje en clave a
cualquier archivo de datos que ustedes especifiquen. Si pueden hacer que instalen esto en
suficientes sistemas, tal vez podamos seguir sus movimientos y encontrar su paradero
antes de que haga más daño.
—Eso podría no ser tan útil como crees —dijo Luke—. Alema probablemente conoce
la técnica del centelleo de la Fuerza, un método por el cual un Jedi puede causar una
interferencia en las holocámaras, incluso en aquellas de las que no es consciente, para
evitar que le graben.
Jag frunció el ceño, pero no pareció desalentado.
—Esta técnica… ¿la hace invisible?
Mara negó con la cabeza.
—No. Crea una pequeña estática en la grabación. Causa una especie de pequeño
tropiezo en el crono.
—Eso no es tan malo —dijo Jag—. Parte del código está relacionado con analizar
incidencias de progresión a lo largo de una secuencia de holocámaras siguiendo un
objetivo identificado. Si extendemos su análisis a esos «tropiezos» y le asignamos una
probabilidad que indique un único individuo usuario de la Fuerza, el código todavía
podría seguir sus movimientos en las áreas observadas.
—Eso también podría ser útil para detectar a Lumiya. —Mara se metió la tarjeta en el
bolsillo—. Gracias.
—También en esa tarjeta están los planos completos para esto, de manera que puedan
reproducirlo. —Jag le entregó el objeto parecido a una moneda a Luke—. Utilice el
material adhesivo para fijárselo al cuello o a un lugar afeitado de su cráneo. Actívelo
diciendo «Alema». Desactívelo dándole dos golpecitos con una uña. —Lo demostró,
dándole los golpecitos mientras estaba en la mano abierta de Luke—. Desde que se active
hasta que sea desactivado, envía descargas eléctricas a través de su sistema nervioso a
intervalos de un minuto estándar.
Luke sonrió.
—Eso es útil. ¿Me has traído también un broche que me pellizque la piel de vez en
cuando?
—La descarga —continuó Jag sin humor— está muy atenuada precisamente al
sistema nervioso humano. No he tenido los recursos para determinar la frecuencia exacta
necesaria para otras especies. El dolor específico generado ayuda a causar que cualquier
cosa que esté en su memoria a corto plazo se transfiera a su memoria a largo plazo.
—Ah. —Luke miró más de cerca al aparato—. Lo que significa que Alema… —El
disco empezó a vibrar en su palma. Precipitadamente le dio dos golpecitos y este dejó de
vibrar—. Lo que significa que ella no puede escaparse de tu memoria otra vez.
—Eso es correcto.
Mara frunció el ceño.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
—¿Sabes?, deberíamos ser capaces de duplicar ese efecto con el uso de la Fuerza.
Luke asintió.
—Merece la pena investigarlo. Preferiría una técnica de la Fuerza a pasar a través de
algo como el entrenamiento para obediencia de un bantha de circo. Pondré a la Maestra
Cilghal a ello. —Metió el disco en un bolsillo del cinturón—. Fel, gracias. Lo digo en
serio. ¿Hay algo que podamos hacer por ti?
—Yo… —Al fin Jag sonó inseguro—. Dudo en pedirlo.
—No lo hagas —dijo Mara—. Quiero decir, no dudes.
—No tengo nada que hacer —dijo Jag, y su voz se volvió curiosamente hueca,
vacía—, excepto perseguir a Alema hasta hacerla caer y entonces asegurarme de que no
puede hacer más daño. Pero no tengo muchos recursos. Nada de transporte, pocos fondos.
—Se rió—. Es tan extraño estar viviendo en el sector privado. En el ejército, nos daban
una misión y cualquier recurso que pudieran ofrecer, a veces demasiado pocos, a veces
demasiados… y eso se repite hasta que te retiras o mueres. Fuera del ejército, todo es tan
complicado.
Luke le dio unas palmaditas en la espalda.
—Yo te daré los recursos. Empezando por algunas habitaciones…
—No. Tengo una habitación. La dirección, y mi código y mi frecuencia de
comunicador, están en la tarjeta de datos. Yo… preferiría no quedarme aquí.
—De acuerdo.
—Ahora me iré. Puedo encontrar la salida.
Con una inclinación de cabeza final ante los Maestros Jedi, Jag se volvió
correctamente hacia la entrada principal del Templo, según notó Luke, a pesar de los
muchos giros y revueltas que habían dado durante el paseo, y se marchó a grandes
zancadas, subiéndose la capucha mientras caminaba.
Mara le miró irse y negó con la cabeza.
—Ese es un hombre que no tiene suficiente por lo que vivir.
—Se recuperará —dijo Luke—. Es joven. —Tocó el aparato que Jag le había dado—.
Vamos. Veamos si Cilghal aun está levantada.
Volviendo al Templo de una misión tardía, Jaina pasó junto al solitario Jedi haciendo la
guardia en la entrada principal completamente abierta del edificio y caminó por el
corredor principal.
Justo yéndose estaba un hombre envuelto en una capa oscura. Él se mantuvo en el
lado izquierdo del corredor, lejos de ella, sin ni tan siquiera parecer fijarse en ella. Ella
dudó mientras se acercaban el uno al otro, pero la postura recta, el porte militar y la
arrogancia inconsciente del paso de él hicieron que una señal sonara en su memoria.
Cuando él estuvo un paso más allá, ella se detuvo y volvió la cabeza para mirarle.
—¿Jag?
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Aaron Allston
Con las manos en las caderas, Han estaba en el salón del vehículo ahora aparcado junto al
Halcón Milenario.
—Tienes que estar de broma.
—Si me disculpa, capitán Solo —dijo C-3PO—, el manierismo vocal del amo
Calrissian, aunque carente de humor, no sugiere que su tesis básica sea una broma.
Han miró al droide de protocolo de tonos dorados y después devolvió su atención a su
alrededor.
El salón era, si no algo bello, un testimonio al detalle obsesivo. Las paredes y el techo
estaban cubiertos con un tupido material aterciopelado azul oscuro que igualaba la
profunda alfombra del suelo.
Apliques plateados para las barras luminosas, pulidos hasta alcanzar un nivel de
reflexión mareante, salían de las paredes y techo a intervalos adecuados para el buen
gusto. La decoración incluía cuatro cómodos sofás, cada uno con cortinas de privacidad,
semitransparentes y montadas en el techo que se deslizaban hasta su posición o se
retraían ante el toque de un botón. Los controles para ajustar la temperatura y la vibración
de los sofás estaban montados en paneles plateados en el terciopelo de las paredes.
Sillas colgantes de tejido de caña vegetal, revestidas con una superficie plateada,
estaban suspendidas del techo, brillantes mesas se erguían cerca para soportar el peso de
bandejas de comida y una fuente de agua reproduciendo, en miniatura, una famosa
cascada del planeta Naboo burbujeaba en el centro de la sala.
Leia, al lado de Han, asintió.
—Es incluso más craso que el Dama Afortunada.
Lando, mirándoles de frente desde la otra punta de la habitación para ver su primera
reacción de la zona de recreo, sonrió afectadamente.
—Se parece un poco al Dama. Es un modelo más viejo, un yate SoroSuub Veinte-
cuatrocientos. Su dueño, su antiguo dueño, vivió tiempos difíciles y se volvieron más
difíciles cuando decidió recuperar sus fortunas en una partida de sabacc en la que yo
estaba sentado. —Se encogió de hombros—. Tenemos mucho en común, incluido el
gusto por los yates de lujo, pero sin incluir el hecho de que él bebe mientras juega. Le
gané su nave y un contrato de un año por sus servicios como vendedor. Ahora está
comercializando mis droides en el Borde Exterior… y, convenientemente, el yate está
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
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Una hora más tarde, con las posesiones transportadas a bordo y las listas de
comprobación completadas, Han, sentado ante la consola del navegante, estaba un poco
más favorablemente dispuesto hacia el Comandante del Amor.
A pesar del nombre del yate y su misión orientada al placer, a pesar de su pintura
exterior azul cielo y verde que giraba y alteraba los nervios, el vehículo no era una mala
elección para sus actuales necesidades. Con cincuenta metros, tenía casi el doble de
longitud que el Halcón pero no pesaba mucho más, teniendo un diseño largo y liso con
dos vainas de propulsión proyectadas hacia fuera, una a cada lado, y cada una llevando
componentes de motor de iones subluz y de hipermotor. Los hipermotores no eran nada
especial, pero los motores de iones habían sido reconstruidos y sobreconstruidos, dándole
al yate una considerable velocidad en situaciones subluz.
Tampoco es que estuviera desarmado, aunque a primera vista lo parecía. Una torreta
emergente oculta tras una placa de acceso artísticamente escondida en la parte superior
del casco tenía un turboláser. En el morro y bajo el puente había un puerto de misiles de
impacto ocultos tras un disco falso en un hueco para el sensor. Y el yate tenía escudos,
aunque el generador de escudos, aparentando ser una escotilla auxiliar, descansaba
plegado contra la parte superior del casco cuando no se utilizaba y llevaría unos segundos
elevarlo hasta su posición y volverlo activo.
Ahora, con Leia en el asiento del piloto, por insistencia de Lando, ya que Han no
estaba totalmente recuperado, y Lando en la enorme y absurdamente cómoda silla del
capitán en la parte trasera de la cabina de mando, el Comandante del Amor se elevó
pesadamente de su atracadero, retrocediendo sobre los repulsores para alejarse del
Halcón, y se dirigió directo hacia el vacío.
—¿Adónde, navegante? —preguntó Lando, activando el masaje vibratorio de su
silla—. A algún lugar interesante, espero.
—Debería ser suficientemente interesante. —Han terminó de introducir su curso en el
ordenador de navegación—. A Corellia. Vamos a pasar muy deprisa a través de la zona
de exclusión, riéndonos de los vehículos de los piquetes de la Alianza que intenten
hacernos estallar. Entonces vamos a bajar hasta la superficie del planeta y a determinar si
el Primer Ministro Dur Gejjen estaba actuando solo cuando ordenó atacar a Tenel Ka, lo
que probablemente significa que tendremos que sacarle una confesión a golpes, y luego
decidiremos si le perdonamos o le secuestramos a él y a sus co-conspiradores y los
llevamos ante la justicia.
—Oh —preguntó Lando—. ¿Qué vamos a hacer en el segundo día?
A pesar de sí mismo, Han resopló, divertido.
—Ya se nos ocurrirá algo.
—Bueno, despiértame cuando lleguemos allí, como te llames.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
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Lavint alcanzó la puerta, encontró palpando el control de las luces y lo activó. Las
luces sobre su cabeza se encendieron, brillantes, cegándola.
Y entonces, mientras sus ojos se ajustaban, vio a su visitante. Y supo que no estaba
loca, porque sus experiencias acumuladas y sus neuronas nunca inventarían un ser como
el que veía.
Su visitante era una mujer twi’leko azul de un tamaño no inusual. Estaba vestida con
una capa oscura de viajero y ropas negras. Sus rasgos eran bonitos, pero obviamente
había sido víctima de una catástrofe en algún momento de su vida. Su hombro izquierdo
era más bajo que el derecho, con su brazo izquierdo colgando de tal modo que Lavint
sospechaba que no funcionaba y su cola cerebral derecha había sido cortada alrededor de
la mitad.
Y ahora, mientras caminaba hacia delante, cojeaba.
Este no era un monstruo en la noche o un fantasma de la imaginación. Lavint miró,
incrédula.
—¿Quién eres?
—Somos Alema.
—Alema. ¿Y qué estás haciendo aquí?
—Somos un polizón.
Lavint miró a Alema durante unos cuantos momentos más y entonces ocurrió. La risa
salió burbujeando de ella como un chorro de saniespray a alta presión. La risa se
convirtió en un aullido doloroso.
La estremeció y siguió viniendo.
Mareada, Lavint se inclinó para descansar las manos en las rodillas y descansó su
trasero contra el mamparo. De otro modo, se habría caído. Finalmente la risa se
desvaneció, dejando su garganta enronquecida y su cuerpo fatigado.
La expresión de Alema no cambió, excepto para volverse ligeramente curiosa.
—¿Por qué te ríes?
—Porque eres la peor polizonte de la galaxia, en toda la historia —Lavint se
enderezó—. Porque escogiste la peor nave posible para colarte como polizón. El Héroe
de la Alianza Galáctica saboteó mi hipermotor.
—Esto lo sabemos. Vimos hacerlo a sus agentes.
Eso sacó de golpe a Lavint de su humor maniaco.
—¿Los viste?
—Sí.
—Y subiste a bordo de todos modos.
—Sí. —Alema sonrió—. No, no deseamos morir. Nos colamos como polizón después
de asegurarnos de lo que los agentes habían hecho… y después de adquirir las piezas
necesarias para reparar el motor.
Lavint dio un involuntario paso hacia delante.
—¿Puedes arreglarlo?
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capítulo seis
CORONITA, CORELLIA
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veinte metros de largo sin lugar alguno tras el que agacharse si los enemigos entraban tras
él y empezaban a disparar.
A su lado, los deslizadores ocasionalmente frenaban para permitir que los pasajeros
los abordaran o se marcharan. Podía saltar en uno de aquellos vehículos, hacerse con el
mando y huir en él. Pero eso no era discreto y era probable que le identificaran.
Podía echar a correr, ver si eso dejaba al descubierto sus perseguidores de manera que
Iella pudiera tratar con ellos.
Su decisión le fue impuesta. Su comunicador crujió con la voz de Iella, con su grito
de «¡Abajo!». Él se lanzó hacia la acera, la golpeó con fuerza y sintió calentarse el aire
por encima de su espalda. Delante, un deslizador haciendo un giro a la derecha en el
cruce entre Wedge y el hangar del parking recibió un disparo láser, un disparo de un rifle
láser, en el lado de estribor. Aquel panel de plastiacero y la ventanilla de transpariacero
por encima de él se oscurecieron y se combaron hacia dentro y un momento después el
deslizador se perdió de vista, detrás del edificio del que había partido Wedge hacía meros
momentos.
Wedge rodó hacia la calle a su izquierda, liberando la pistola láser de su bolsillo antes
de que estuviera completamente sobre su espalda. Tomó nota rápidamente del deslizador
aéreo naranja que ahora se dirigía hacia él desde una altitud proscrita por encima del
flujo, comprendiendo que, por el ángulo del disparo dirigido a él, el deslizador no podía
haber sido su fuente, y siguió rodando, invirtiéndose mientras lo hacía, quedándose de
cara al lugar del que había venido mientras rodaba por la línea de tráfico.
Eso no era tan peligroso como podría haber sido de haber incluido el tráfico vehículos
terrestres. Por el momento, todos eran deslizadores aéreos y los que se dirigían hacia él
hacían un viraje o ganaban un poco de altitud cuando sus pilotos comprendían que había
un hombre revolcándose por la carretera.
No viraban o subían particularmente bien. Tres pasaron sobre él en el espacio de un
segundo, pero sólo sus pulsos repulsores le golpearon, empujándole con fuerza contra el
duracreto de la carretera. Y al pasar sobre él, le proporcionaron un poco de cobertura
contra los deslizadores aéreos que se acercaban, dándole tiempo para buscar.
Allí estaban en la acera, dos hombres con capas de viajeros, ¿o capas Jedi? Uno
llevaba un rifle láser.
El otro, un tubo plateado que Wedge pensó que tenía que ser un sable láser sin
encender. No había peatones entre la posición de ellos y la de Wedge. Eso no era una
sorpresa, ya que obviamente habían esperado a que la pasarela se despejara antes de
disparar.
Él devolvió el fuego, apretando el gatillo tan rápidamente como podía, utilizando el
paso por el aire de cada disparo para que le mostrara cómo cruzarlos. Sabía que el
atacante Jedi encendería su sable láser y desviaría los disparos en el aire, pero quizás su
rociada salvaje de fuego causaría que el francotirador se rindiera al pánico.
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Así que se necesitaban mayores esfuerzos. Se había esparcido por todas las áreas
expuestas de la piel unos polvos cosméticos que le volvieron de un tono amarillento y las
puntiagudas mitades de su bigote falso, de haber continuado más arriba de su nariz,
habría formado una v perfecta.
—Al mismo sitio que hace cinco minutos, capitán —dijo—. Directos hacia Corellia.
Directos desde Coruscant. A lo largo del corredor más patrullado de la zona de exclusión.
—Bien, bien. —Lando asintió benignamente—. Me alegro de que no te las hayas
arreglado para liarte en cinco minutos.
Han flexionó su hombro experimentalmente. Estaba lo suficientemente recuperado
para no necesitar el cabestrillo la mayor parte del tiempo, pero todavía no estaba en forma
para manejar el pilotaje en situaciones extremas.
—Cuando esté mejor, voy a estrangularte.
—Bien, bien.
Leia sonrió y se volvió hacia su panel de control.
Ella era la de apariencia menos dramática de los tres.
Vestida con un pesado mono marrón relleno aquí y allí para hacerla menos
interesante visualmente para los machos observadores, llevaba maquillaje que disminuía
su belleza en vez de incrementarla, con su pelo en un estilo indescriptible y metido dentro
de su gorra, era poco excepcional en todos los sentidos.
Entonces, mientras su atención caía sobre la pantalla del sensor, sus ojos brillaron.
—Tenemos un punto que se acerca. Todavía no hay telemetría, excepto que es más
grande que un caza estelar y más pequeño que una nave capital.
—Bien, bien.
—Deja de decir eso —murmuró Han.
—Allá vamos.
Leia conectó el panel de comunicaciones a los altavoces sobre sus cabezas.
—Nave entrante, aquí el Pez Hilador, de la Segunda Flota de la Alianza Galáctica.
Paren sus motores sublumínicos e identifíquense inmediatamente.
La voz era masculina, lacónica y también intentaba forzarse a un tono de barítono.
Ante el asentimiento de Lando, Leia apagó los impulsores de iones. Lando giró la
pantalla de nuevo y la activó.
Ante él estaba la imagen de un joven, sucintamente ataviado con un uniforme de
teniente de la Flota de la Alianza. Estaba bien afeitado, con una cara angular, con
modales severos y oficiales. Tras él había sillas de cabina organizadas en una
configuración que Lando reconoció. Una lanzadera armada, se dijo a sí mismo. ¿No nos
merecemos por lo menos una corbeta?
Pero puso su sonrisa más amistosa y moduló su voz con los tonos más ricos.
—¡Hola! Soy Bescat Offdurmin, dueño del yate privado Comandante del Amooooor.
¿Qué es un pez hilador?
El teniente abrió la boca como si fuera a responder, pareció confundido durante sólo
una fracción de segundo y pensó que no debía responder.
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—Comandante del Amor, está entrando en espacio restringido. Tiene que dar la
vuelta y partir del sistema corelliano.
—Oh, no, hijo, voy a estar aquí por lo menos un mes. Estoy aquí para jugar.
—Jugar… señor, ¿cuál es su planeta de origen?
—Eso sería Coruscant.
—Entonces tiene que ser consciente de que la Alianza Galáctica y el sistema
corelliano están actualmente en un estado de guerra.
—No me diga. ¿Qué tiene eso que ver con jugar?
—Quiere decir que no puede visitarlo.
—Hijo, no veo que jugar tenga nada que ver con nada de eso. Que yo juegue en
Corellia no alterará el curso de la guerra ni un milímetro. Quiero decir, no es como si
tuviera un puñado de compartimentos para el contrabando llenos de bacta u ofertas de
ayuda de Commenor, ¿verdad?
La boca del teniente se movió durante un momento.
—Comandante del Amor, prepárese para ser abordado e inspeccionado.
Lando sonrió agradablemente.
—Ahora, esa es la clase de cosa que me gusta oír. Decisión. Tripulación, activen la
escotilla superior y prepárense para ser abordados.
El teniente y dos oficiales de seguridad vinieron a bordo. Han llevó a los hombres de
seguridad en una gira por el yate mientras el teniente fue a la cabina de control, con su
cuaderno de datos en la mano y preguntas en la mente. Se sentó en el asiento del
navegante mientras Leia pretendió ignorarle.
—Capitán Offdurmin, ¿sabe cuáles son las penas por ofrecer ayuda y consuelo al
enemigo en tiempo de guerra?
—Imagino que son bastante brutales —dijo Lando—. Es algo bueno que no estemos
haciendo eso.
—Es algo bueno que no estemos haciendo eso —repitió bajito Leia, haciendo un
pequeño gesto con dos dedos estirados.
—Así que es algo bueno que no estén haciendo eso —dijo el teniente.
Comprobó algo en su cuaderno de datos.
—No —continuó Lando—, lo que realmente estamos haciendo es otra cosa. Algo
vital para el esfuerzo de guerra de la Alianza.
—Vital —dijo Leia.
El teniente asintió, solemne, interesado.
—Vital.
—Así que tenemos que llegar a Corellia.
—Así que tenemos que llegar a Corellia.
—Bueno, entonces, obviamente tienen que llegar a Corellia.
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capítulo siete
Hoy tenía que ser maquillaje, los buenos y anticuados polvos y pigmentos y accesorios de
pseudopiel.
Lumiya se sentó ante un espejo brillantemente iluminado y se puso a trabajar.
Era doloroso, desde luego. No hacía mucho, Luke Skywalker le había disparado cinco
veces con una pistola láser. Dos de aquellos disparos impactaron en miembros protésicos,
con un dolor simulado que podía ser apagado instantáneamente y un daño que podía ser
reparado en unos minutos. Pero tres de aquellos disparos habían encontrado carne y a
pesar del hecho de que se curaba a una velocidad antinaturalmente alta, por los trances
basados en la Fuerza y por las alteraciones hechas a su cuerpo décadas antes por la
ciencia del emperador Palpatine, estaba lejos de recuperarse. Estaba dolorida.
Y eso era por lo que hoy tenía que ser maquillaje. Cuando meramente intentaba
ocultar sus rasgos con cicatrices, normalmente llevaba un pañuelo que ocultaba la
identidad envuelto alrededor de la parte inferior de su cara. Podía levantar una ilusión de
la Fuerza de rasgos normales si se veía obligada a revelarse. Pero tan distraída como
estaba ahora por las heridas, su control podría escapársele, permitiéndoles a los que la
veían distinguir un destello de sus auténticos rasgos de debajo.
La pseudopiel apropiadamente aplicada no se escapaba.
La pseudopiel maquillada eliminaba la red de líneas de la edad en los rabillos de sus
ojos y en las comisuras de su boca. Pequeñas almohadillas fijadas en la parte interior de
sus mejillas le daban a su cara una apariencia más redondeada. Un punto de fluido que
causaba que la piel se contrajera o incluso encogiera convincentemente le proporcionó
unos hoyuelos. Accesorios de pseudopiel cubrieron sus cicatrices y le dieron a su
mandíbula un perfil más suave, menos angular. Una aplicación de la base de maquillaje
suavizó todas las discrepancias de textura o tono… y encima añadió colorete, un
espectacular color de labios rojos y el perfilador de ojos. Al final se puso la peluca,
cubriendo sus cabellos pelirrojos con canas con una masa que caía en largos rizos
dorados.
Cuando terminó, parecía ser una mujer de treinta, apenas de la mitad de su auténtica
edad, y poseía la belleza y muchas de las características de la variedad racial de una
mujer del Consorcio de Hapes.
Recurrió a la Fuerza para mitigar su dolor mientras se levantaba y se vestía con un
vestido verde y un pañuelo de cuello a juego, ambos cubiertos con un bordado con hilo
de oro y encima con demasiada pedrería zafiro, todo ello apropiado para una rica mujer
hapana.
Era importante mitigar el dolor. Si sentía demasiado dolor, transpiraría y su
maquillaje se desharía.
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información. Información gratis y útil. —Ella moduló su voz, haciéndola más baja, más
sensual—. Favvio, transmite el paquete.
La voz del ordenador respondió.
—Al momento, Señora.
—Los archivos que llegan ahora a su pantalla —continuó Lumiya—, son de los
archivos internos de la Guardia de la Alianza Galáctica. Incluyen detalles de los
asesinatos que mencioné hace un momento. Con detalles, quiero decir detalles que los
servicios de holonoticias nunca tuvieron. Horas, lugares y métodos de asesinato exactos.
Objetos personales que llevaban las víctimas. Lo que las víctimas estaban haciendo antes
de ser asesinados, incluyendo grabaciones de sus conversaciones y transmisiones. Cosas
que sólo los asesinos y sus superiores podrían poseer.
El pelo onduló en el hocico de K’roylan, sólo durante un momento. Podría no haber
sido más que un picor. Lumiya admiró su auto control. A pesar de la sangre fría que
tenían los bothans para ciertos asuntos, K’roylan bien podría haber perdido a amigos en
este desenfreno de asesinatos y probablemente era así.
—Aparte de sus declaraciones previas sobre la actividad militar bothan imaginaria —
dijo él—, si estos archivos resultan ser precisos, se ganará nuestro agradecimiento. Serán
de lo más útiles cuando juzguemos al asesino o asesinos.
—De nada. —Lumiya le dirigió un asentimiento, pura condescendencia hapana—.
Ahora me encargaré de otros deberes. El último archivo transmitido tiene la información
de cómo y cuándo contactar conmigo… de necesitar hacerlo.
El bothan abrió su boca para replicar, pero su holograma desapareció repentinamente.
El ordenador de Lumiya, preparado para enviar la transmisión cuando ella hiciera una
declaración específica, lo había hecho.
Lumiya se encogió en su silla. Su postura recta había puesto presión sobre su
abdomen y había sido una carga durante la segunda parte de la conversación mantener el
dolor bajo control. Ahora podía asumir una pose más cómoda y concentrarse en
controlarlo.
Pero no tenía todo el tiempo del mundo. Los bothans comprobarían sus archivos, que
serían verificados. Después de todo, ella había matado u organizado las muertes de la
mayoría de aquellos bothans. Los detalles que tenía sobre aquellos asesinatos eran
exactos.
Y los bothans aceptarían su ayuda adicional. Tenían que hacerlo.
Ahora era hora de ofrecer a Jacen una pequeña ayuda.
—Transmite el paquete Syo a Coruscant y a Jacen —dijo ella.
—Al momento, Señora.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
La inserción en Corellia no había sido una tarea tan difícil como Leia y los otros habían
temido.
Habían mantenido una órbita alta cerca de un cúmulo de naves de la Alianza,
esperando nerviosamente a que su autorización de inteligencia se revelara como falsa
hasta que hubieron detectado a una pequeña fuerza de ataque formando. Consistía en una
lanzadera pesada de sensores, varios cazas y un par de bombarderos, obviamente
pretendiendo hacer una pasada o más de reconocimiento sobre la superficie del planeta.
Aprovechando su autorización de inteligencia, Han había llamado, pidiendo permiso para
acompañar a la fuerza de ataque abajo a la atmósfera.
—Claro —había llegado la réplica del comandante de la misión—. Pero si les hacen
pedazos, no puede esperar que volvamos y recojamos los trozos.
Así que habían volado en la parte de la cola de la fuerza de ataque, habían esperado
hasta que un escuadrón de cazas TIE corellianos hubiese caído sobre la fuerza y se habían
alejado, utilizando el vuelo que seguía el terreno, tan terrorífico con Leia a los mandos
como lo habría sido con Han haciendo los honores, hasta que estuvieron bien lejos de la
zona de enfrentamiento y persecución.
Ahora, horas más tarde, esperaban en un hangar que costaba una fortuna alquilar pero
que venía con la pobre protección ofrecida por un contrabandista cuando le arrendaba
algo a otro. Los viejos contactos de Han seguían dando frutos, siempre y cuando Lando
estuviera dispuesto a pagar.
Esperaron a la caída de la noche y el manto oscuro que traería, tan ligero como podía
serlo en el corazón de la ciudad y revisaron las recientes emisiones de noticias.
Una que era repetida a menudo mostraba a Wedge Antilles en el anuncio de su retiro.
—Él nunca se retiraría en un momento como este —dijo Leia—, así que le están
forzando a irse.
Lando se acarició su barba falsa.
—¿Pero le están forzando a irse porque no aprobó el ataque contra Tenel Ka o porque
era su plan y falló?
Han resopló.
—Puso su carrera en peligro para recuperar Tralus con un mínimo de bajas. Todo ese
lío en Hapes no pudo haber sido su plan. No funcionó del modo en que piensa él.
—Pero sabrá quién es responsable —dijo Lando—. Creo que deberíamos preguntarle.
Han y Leia intercambiaron una mirada.
—Podría no ser así de fácil —dijo Leia—. Ya hemos intentado ponernos en contacto
con él por el comunicador. Todo lo que conseguimos fue un mensaje grabado diciendo
que su familia y él estaban celebrando su retiro yéndose de vacaciones. No adónde, ni
durante cuánto tiempo, ni información sobre cómo ponerse en contacto con él.
—¿Quién lo sabría?
—Sus mejores amigos están en el otro bando —dijo Leia—. Tycho y Winter Celchu.
Han frunció el ceño.
—Está dejando Corellia.
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Leia y Lando le miraron. Lando parecía confuso, como si Han hubiera estado
utilizando piedras de apoyo para cruzar un torrente y Lando no pudiera ver las piedras
para seguirle.
—¿Cómo sabes eso? —preguntó Lando—. Su hogar está aquí.
Han hizo un gesto irritablemente para dejar de lado esa idea.
—Su hogar es el ejército. Para él, Corellia es sólo un buen lugar en el que estar
retirado. Ni siquiera creció en el planeta. Creció en una estación de repostaje que ya no
existe. No, va a salir del planeta. Está en desgracia con sus antiguos jefes, jefes que
asesinan, y no va dejar a su familia vulnerable ante ellos. —Lo consideró durante un
momento—. Ahora se estará escondiendo. Lo que tendríamos que hacer es descubrir
cómo va a salir del planeta, asumiendo que no lo haya hecho ya, y reunirnos con él. Y eso
sería mucho trabajo.
Leia asintió.
—Podríamos querer olvidarnos de él e ir directos a por Dur Gejjen o Denjax Teppler
en su lugar.
Como había ocurrido con repeticiones previas, las emisiones de noticias de Coronita
llegaron a la historia de los asesinos Jedi.
—En sucesos relacionados, el misterio rodea el salvaje ataque callejero por parte de
los Jedi de la Alianza Galáctica contra ciudadanos desconocidos de Coronita poco
después del anuncio del retiro del almirante Antilles.
La imagen de la holocámara cambió para mostrar a un joven alto de constitución
fuerte, vestido con un abrigo de agricultor desgastado por el sudor, con una gran sonrisa
aterrorizada que ocultaba parcialmente su apariencia de «bantha bajo los focos».
—El primer rodder simplemente le disparó al primer Jedi —dijo él, con su voz
marcada por el distintivo tono nasal de los pueblos agrícolas que rodeaban Coronita—. El
segundo rodder pateó al segundo Jedi y le dejó fuera de combate. Toda la cosa duró dos
segundos. —La sonrisa de repente fue de nerviosa a genuinamente complacida—. Los
Jedi no son tan duros. Más tarde, un puñado de nosotros vamos a ir a cazar Jedi.
Leia hizo una mueca de dolor.
—¿Jedi falsos? ¿O toda esta historia es falsa?
—No es nuestro problema —dijo Han—. Dur Gejjen es un reptil y no pretendo
meterme en su nido. Denjax Teppler puede no tener poder, pero ha sido amistoso antes y
puede saber algo. Veamos si podemos cogerle.
CORONITA, CORELLIA
En las horas más tranquilas de la mañana, los tres se apiñaban alrededor de una pequeña
mesa en la clase más privada de cantina.
La privacidad no venía por lo alejada que estaba.
Situada en una vía pública importante cerca del espaciopuerto principal de la ciudad,
estaba bien transitada durante el día y la noche. Debido a que servía a tantos extranjeros y
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Aaron Allston
—Encantado de conocerle. Aunque creo que escogió un mal momento para volver del
retiro.
—Justo como usted eligió un mal momento para entrar en la política.
—Cierto. —Teppler se volvió de nuevo hacia Han y Leia—. Entonces, ¿por qué estoy
aquí?
—El ataque contra la Reina Madre Tenel Ka —dijo Leia.
—Ah.
—Primero —dijo Han—, ¿tuvo usted algo que ver con eso?
Teppler negó con la cabeza.
—¿O sabía algo de ello?
—No hasta que estuvo en marcha.
—Han y yo estuvimos en el lugar del intento de asesinato —dijo Leia—. Debido a
eso y por algunas otras razones, la AG sospecha que estuvimos involucrados y porque
transmitimos una advertencia a Tenel Ka, los corellianos nos culpan de arruinarles el
plan. Así que estamos interesados en limpiar nuestros nombres.
—Y en darles una paliza a las partes responsables hasta que sean sacos de piel llenos
de picadillo de carne —añadió Han.
Leia miró a su marido, con su mirada de «eso no fue enteramente útil». Ella devolvió
su atención a Teppler.
—Ahora, sé que hacer lo que le pedimos le coloca en un dilema. Si acepta,
técnicamente estará traicionando actos secretos de su gobierno, una ofensa de traición.
Pero también sé que se opone a mucho de lo que ocurre. Thrackan Sal-Solo está muerto,
pero su espíritu continúa viviendo en porciones del nuevo gobierno. Y quien quiera que
ordenara el ataque contra Tenel Ka se ha convertido en nuestro enemigo. Nuestros
enemigos no tienden a sobrevivir muy bien y haremos todo lo que podamos para hacerle
caer a él o a ella. Así que asumo que si no nos dice quién ordenó esa misión, es sólo
porque fue alguien que usted quiere que siga en el poder.
Teppler guardó silencio durante un largo momento, sin mirar a ninguno de ellos. El
camarero se acercó rodando durante su pausa y le puso su bebida. Teppler le entregó al
droide un par de monedas de créditos y luego tomó un sorbo del whiskey hasta que el
droide estuvo fuera del alcance de sus voces.
—Ya no existe la traición, ¿lo sabía? —dijo finalmente.
Han y Leia intercambiaron una mirada confusa.
—¿Cómo crees eso, niño? —preguntó Han.
—Todo lo que haces ayuda a alguien. Todo lo que haces daña a alguien. Todo lo que
haces viola una ley mientras apoya una ética o viceversa. La única diferencia es si haces
las cosas por egoísmo o por altruismo. Y altruismo sólo significa «Estoy haciendo esto
para crear un mundo mejor, como yo defino mejor». Y si ya no existe la traición,
tampoco existe la lealtad. ¿Saben lo que quiero decir?
Levantó de nuevo el vaso y cuando lo bajó estaba vacío.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Mirándole, Han sintió una pequeña punzada de comprensión. Los ojos de Teppler
parecían vacíos de vida.
—Creo —dijo Han— que cuando dejemos Corellia, debería venir con nosotros.
Teppler se rió.
—No puedo irme.
—Podemos sacarle del planeta, no hay problema —dijo Han—. Tenemos un buen
transporte.
—Lo sé. Está en el puerto Elmas, ¿correcto?
La mano de Han cayó automáticamente sobre la culata de su pistola láser enfundada.
Echó un vistazo rápido a su alrededor, pero nadie más aparte del droide camarero parecía
estar prestándoles ninguna atención. Él mantuvo su voz baja y bajo control.
—¿Cómo lo supo?
—¿Dónde más estarían? Son contrabandistas.
El crimen organizado (los del sindicato, quiero decir) controla Puerto Pevaria y la
Inteligencia de la Alianza Galáctica tiene sus tentáculos por todo ese lugar. Si fueran
ciudadanos más honrados de la AG, tendrían contactos allí con los que atracar. Y es allí
donde SegCor está buscando principalmente al misterioso transporte que aterrizó hoy
más temprano.
Pero los contrabandistas, los de la vieja escuela, los autónomos, tienen la mayoría de
sus contactos en Elmas, como los han tenido durante generaciones.
Si SegCor tuviera alguna idea de que fue Han Solo quien aterrizó, allí es donde
estarían justo ahora, en masa.
—Oh. —Han se sentó hacia atrás y se forzó a relajarse… un poco—. Pero eso apoya
mis razones.
Podemos sacarle del planeta.
—No soy bueno con una pistola láser —dijo Teppler.
Lando frunció el ceño.
—¿Sabe?, normalmente hablar con usted es de lo más confuso, incluso para ser
político.
—No soy un combatiente cuerpo a cuerpo —continuó Teppler— y soy un piloto
indiferente. No tengo afinidad con el equipamiento mecánico. Pero escuchar a la gente,
discernir la verdad de las mentiras, adivinar sus motivaciones, manipular a la gente,
animarles, manejarles… ahí es donde soy fuerte. Ya saben, la política.
—Todavía no lo pillo —dijo Han.
Leia habló.
—Está diciendo que la política es su campo de batalla y le estás animando a huir de la
batalla.
—Oh. —Han pensó en ello—. Sí, le estoy animando a huir.
Teppler le dirigió una expresión triste pero ceñuda.
—¿También anima a todos sus amigos a huir de sus luchas?
Han negó con la cabeza.
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Aaron Allston
—No desde hace mucho tiempo. No desde que llegué a conocerles y comprendí que
tenían una oportunidad de ganar. Usted, niño, no tiene esa oportunidad. Si se queda aquí,
va a morir.
—Sí, probablemente. —Teppler miró a las profundidades de su vaso de whiskey—.
Mi ex mujer fue a su última misión diplomática sabiendo que podría morir. Y lo hizo.
¿Soy yo mucho menos que ella?
Los otros se miraron entre ellos, por una vez sin palabras, pero Teppler fue el primero
en hablar.
—Dur Gejjen —dijo él.
—Frases completas, por favor —dijo Lando.
—Dur Gejjen fue el jefe planificador, y firmó, en la misión para matar a la Reina
Madre, Tenel Ka.
Leia asintió.
—¿Y fue una misión de asesinato? ¿No un intento de secuestro?
—Si la hubieran cogido, la habrían matado.
Leia continuó presionando.
—¿Wedge Antilles?
—No sabía nada de esto. Se le ordenó dar un paso atrás porque no apoyaba hacer una
guerra tan sucia.
Teppler levantó su vaso, una señal al droide camarero para que lo volviera a llenar.
Leia sintió un pequeño picor de alarma, pero parecía remoto, no dirigido a ella.
Cerrando sus ojos, extendió su consciencia a través de la Fuerza hasta áreas más allá de
su alrededor inmediato, a través del techo y los suelos, las paredes a todos los lados…
Fuera de la puerta y la pared delantera, encontró furia. Alguien queriendo entrar, pero
al que se le impedía. Más de un alguien. Una masa gradualmente creciente de cuerpos…
Ella abrió los ojos. El droide camarero acababa de llegar rodando.
—¿Qué hay inmediatamente debajo de nosotros? —le preguntó ella al droide.
—Eso es las salas del almacén y la licorería, mi señora —dijo el camarero, con su voz
culta como la de C-3PO pero no tan cantarina—. Ya no hacemos visitas a nuestra
microdestilería, pero el piso está disponible para alquilarlo para fiestas privadas,
grabaciones de holodramas…
—Silencio —dijo Leia—. Han, Lando, la puerta.
La puerta delantera se abrió de golpe y dos agentes de SegCor, con armadura de
batalla, llevando rifles láser, fueron los primeros en entrar.
La pistola láser de Han dejó su cartuchera y Lando volcó la mesa hacia los intrusos,
proporcionando cobertura.
Han le disparó al primer intruso en la armadura del pecho. El disparo no penetró, pero
el impacto hizo caer al hombre hacia atrás sobre una nueva oleada de refuerzos de
SegCor que intentaban entrar por la puerta.
Teppler se agachó tras la mesa, cambiando su vaso a su mano izquierda y sacando su
pistola láser oculta con su derecha. Disparó sobre el borde de la mesa. Su disparo impactó
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
contra el brillante cartel de calle sobre la puerta, incinerándolo y haciendo que llovieran
chispas sobre los intrusos atrapados allí.
Leia encendió su sable láser. Giró para agacharse tras la mesa y luego clavó la
brillante hoja en el suelo.
Empezó a arrastrarla en un círculo ancho.
El segundo intruso disparó a la única figura recta en las inmediaciones. El disparo de
su rifle láser alcanzó al droide camarero alrededor de la altura de la rodilla y cortó
limpiamente el cilindro allí. Con un grito que de alguna manera sonaba poco convencido
de «Digo», el droide se derrumbó de lado. La bandeja de bebidas y vasos vacíos que
había estado llevando se estrelló contra el suelo. Una oleada de cristal roto, hielo miedo
fundido y contenedores de transpariacero irrompible se derramó por la mesa, la silla y las
piernas de los clientes.
Lando sacó su pistola láser de debajo de los pliegues de su capa por la cadera. La
levantó en paralelo con la de Han y disparó, alcanzando al visor del intruso que le había
disparado al droide. Ese hombre también se tambaleó hacia atrás y hacia abajo,
añadiéndose a la congestión de la puerta.
Leia terminó su barrido con el sable láser y un círculo áspero del suelo de un metro y
medio de diámetro cayó en la oscuridad, resonando sobre una superficie dura un
momento después.
—Vamos —dijo ella, haciendo que sonara como una sugerencia y se dejó caer por él.
Su sable láser iluminó sus nuevos alrededores. Estaba en un corredor oscurecido y
estrecho.
Lando miró a Han.
—Tú primero.
Lanzó otro disparo a la puerta, alcanzando a un soldado de SegCor en la segunda fila
justo en la rótula.
Han hizo un gesto para que fuera Lando.
—La edad tiene preferencia sobre la belleza.
—Idiotas.
Teppler se dejó caer a través del agujero, con la pistola láser en una mano y el vaso en
la otra, aterrizando torpemente tras Leia.
Las filas traseras de los invasores sacaron al tapón de soldados aturdidos o heridos
fuera de la puerta. Cuatro estaban tendidos en el bar, más atascaban la puerta. Han
disparó de nuevo y alcanzó a uno en sus entrañas con armaduras, enviándole al suelo
girando. Los otros volvieron el fuego y Han, preparándose detrás de la tapa de la mesa,
miró con alarma cómo trozos enteros de su superficie de madera artificial eran
arrancados, sin impedir por los menos los disparos láser.
A su lado, Lando se deslizó a través del agujero.
Evitó que su bastón chocara con algo, pero su capa hasta la cintura se enganchó en el
borde del agujero y fue arrancada de sus hombros. Aterrizó grácilmente y levantó su
mirada hacia su prenda traicionera.
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capítulo ocho
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—Han y Luke son dos hombres extraños. —Wedge miró a su alrededor a la gente
reunida ante él. Sólo Iella todavía estaba en horizontal. Descansando en su camastro bajo
las alas-S del ala-X de Wedge, se había puesto la almohada sobre la cabeza para
amortiguar todo el ruido de las conversaciones—. En un par de minutos, cuando hayan
tenido tiempo de relajarse, enviaremos a alguien.
—A mí —dijo Myri—. Soy la única de nosotros cuya cara no está por todo SegCor o
en las guías de «disparar en cuanto se les vea» de los asesinos.
Corran le dirigió una pequeña sonrisa melancólica.
—Eso no va a pasar, niña.
—Tío Corran, si vas a darme la misma vieja explicación de «eres demasiado
joven»…
Corran la acalló con un gesto y negó con la cabeza.
—Escucha.
Todos lo hicieron. Pudieron oír el bullicio de los impulsores y los repulsores. Wedge
encontró curioso que no pudiera identificar el deslizador por el ruido de su motor.
Entonces comprendió porqué. No estaba escuchando un deslizador cercano, sino
varios más alejados, con el ruido de sus motores y sus impulsores uniéndose y
retumbando fuera de las paredes del hangar. Y el ruido se estaba haciendo más alto, más
cercano.
—¡Iella! —llamó Wedge.
Su mujer se quitó la almohada de la cara y le miró, de mal humor pero alerta.
—Todo el mundo, preparaos para una evacuación inmediata.
Iella salió de su camastro y empezó a luchar con sus botas. Llamó la atención de
Wedge y luego miró en dirección al camastro y las botas de él.
Por el acceso, desde la dirección que Leia y sus acompañantes habían venido, un río
de deslizadores de SegCor, con las luces naranja y azules parpadeando para señalar su
estatus oficial, rugió hacia ellos, cada uno deteniéndose delante de un hangar diferente.
Los oficiales de SegCor empezaron a golpear la puerta del refugio de Wedge.
Corran suspiró.
—Gracias, Leia.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Leia elevó el Comandante del Amor sobre sus repulsores y se deslizó hacia delante.
Los agentes de SegCor se apartaron de su camino. En la puerta de entrada al hangar, ella
empujó hacia un lado delicadamente al TIE oruga, «delicadamente» en el sentido de que
ningún vehículo fue dañado por el impacto, aunque Lando se encogió ante el sonido del
metal chirriando y arañándose mientras pasaban, y entonces se volvieron hacia la estela
de los dos alas-X.
Inmediatamente las pantallas del sensor se iluminaron y empezaron a pitar. Lando
activó su pantalla y consiguió una imagen de visión nocturna, toda en tonos verdes, de la
imagen de la holocámara de la parte delantera del Comandante del Amor. Vio poco
excepto una línea de deslizadores de SegCor aparcados en el acceso.
—Recibo un vehículo, con un tamaño que concuerda con el de un yate personal,
saliendo de un hangar detrás de nosotros —dijo Han—. Creo que es el Raya de Púlsar.
Lando cambió su pantalla a la imagen de la holocámara trasera. Saliendo de un
hangar a sólo dos edificios de distancia estaba un yate largo y bajo, formado como un
ejemplo de forma de vida submarina que se deslizaba del planeta acuático de Mon
Calamari. Esencialmente un ala voladora con dos vainas de impulsores gemelos en la
parte de atrás, tenía líneas gráciles que tenían una forma aerodinámica orgánica desde el
morro.
Han continuó.
—Tenemos un despegue vertical desde el área de lanzamiento principal del puerto,
creo que es un transporte balístico, saliendo. Y… fierfek. Parece como una nave pequeña,
por lo menos una clase de corbeta, dirigiéndose hacia nosotros.
—Id a los puestos de batalla —dijo innecesariamente Lando.
Los escudos ya estaban levantados y había visto a Han encender las armas del yate
sin autorización un momento antes.
—Sí, capitán.
—Intenta abrir un canal con nuestros escoltas.
—Sí, capitán.
Han le frunció el ceño a Lando y entonces devolvió su atención a sus panelas.
Leia elevó al Comandante del Amor tras los alas-X. Lando se sintió presionado contra
su asiento mientras los compensadores inerciales del yate no pudieron estar
completamente a la altura con las demandas de la aceleración del vehículo.
—Comandante del Amor a la escolta de alas-X, respondan.
—Comandante del Amor, aquí el Raya de Púlsar. —Era una voz femenina y una que
Lando no reconoció—. Preparaos para recibir una transmisión por línea de visión de un
código encriptado. Tres, dos, uno, enviando. ¿Lo tenéis?
—Lo tenemos —dijo Han—. Ejecutándolo… ahora Hubo un estallido de estática y
luego la voz de la mujer volvió.
—Encriptación activada. ¿Podéis recibirme todavía?
—Te oímos bastante bien —dijo Han—. Voy a ponerte con nuestro capitán. Voy a
tener que dispararle a las cosas bastante pronto y él no tiene nada que hacer.
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Presionó un botón.
La imagen de la holocámara se desvaneció de la pantalla de Lando y fue reemplazada
por la cara de una chica, joven, bonita, con mechones de pelo azul con líneas amarillas.
Parecía familiar.
—Aquí Myri Antilles —dijo ella—. Improvisada oficial de comunicaciones del Raya
de Púlsar.
De repente Lando se sintió como si tuviera diez mil años. La última vez que había
visto a Myri, había sido una niña pequeña. Forzó una sonrisa.
—¡Myri! Soy tu tío Lando.
—¡Lando! ¡Hey! El pelo y la barba blancos te sientan realmente bien. ¿Son
auténticos?
—No, desde luego que no. Es una peluca y maquillaje.
—Auuu. ¿Has perdido todo tu pelo?
—¡No! Mi pelo es negro. Bueno, negro y gris.
Simplemente no es este. Todavía tengo todo el pelo.
—Claro, seguro —susurró Han.
Lando apretó los dientes.
—Myri, cariño, ¿tiene tu papaíto un vector de salida?
—Claro. Primero, le disparamos a la corbeta…
—No, no, no, necesitamos alejarnos de la corbeta…
—La corbeta está completamente sola en el océano y en todas las demás direcciones
hay múltiples cazas y naves de ataque viniendo hacia nosotros. Y asumiendo que
podamos aplastar a la corbeta, deberíamos llegar a la órbita sin problemas. Pero entonces
nos tropezamos con las naves del bloqueo de la Alianza. Ahí es donde llega el problema.
De repente Lando se sintió joven y útil otra vez.
—Ah, eso no es problema.
—¿No?
—No. Un joven teniente del bloqueo me dio un código de paso el otro día.
—Oh, bien. Ups… estaremos a la distancia de disparo extrema en diez segundos,
nueve…
Mientras Myri contaba hacia atrás, Lando cambió su pantalla a la imagen de una
pantalla del sensor.
Su fuerza de ataque en miniatura estaba ahora lejos de Coronita, sobre el agua y
todavía ganando altitud. Había numerosos contactos sobre la ciudad, pequeñas unidades
de naves de ataque dirigiéndose hacia ellos. Afortunadamente, Han estaba monitoreando
su tráfico de comunicaciones y evitando que saliera por los altavoces de la cabina de
control.
El Comandante del Amor y el Raya de Púlsar estaban ahora lado a lado, separados
sólo por un par de cientos de metros, y los dos alas-X estaban unos cuantos kilómetros
más adelante. En la distancia hubo el centelleo de una pequeña nave capital y, mientras la
distancia disminuía, una designación apareció en la pantalla: CORBETA CIC 1177 SILABAN.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Lando hizo una mueca de dolor por simpatía hacia Leia. Cuando ella era sólo una
senadora adolescente del planeta Alderaan, su transporte principal había sido una corbeta
corelliana, la Tantive IV. Larga y estrecha, con un morro parecido a la cabeza de un
martillo pesado vuelto hacia el lado y una popa rectangular que era poco más que bancos
apilados de impulsores, la Tantive IV había ocupado un lugar especial en sus afectos y
tenía que ser perturbador tener una nave casi idéntica intentando derribarla ahora.
La cuenta atrás de Myri llegó a uno. Lando abrió su boca para ordenar a Han que
abriera fuego, pero Han lo abrió antes de que pudiera hablar. Lando vio las lanzas láser
del yate ir hacia un objetivo distante, a las que se unieron las del Raya de Púlsar, y vio el
brillo mientras los escudos de la Silaban se sumergían en la andanada láser.
Los dos alas-X subieron por el plano relativo de la batalla, ejecutando su maniobra
evasiva al unísono, tan cerca que se registraban como un único punto en los sensores.
Lando frunció el ceño por ello.
—¿Qué están haciendo? Van a chocar y entonces todo habrá acabado para ellos.
Había olvidado que su canal de comunicaciones todavía estaba abierto.
—¿A chocar? —La voz era la de Mirax Horn—. Ven aquí, Lando, y yo chocaré
contigo.
—Cálmate, cálmate. —Esta era Iella—. Esto es por lo que a los hombres sólo se les
debe poner al mando de cazas de un único piloto. En una nave más grande, tienen
demasiado tiempo en sus manos, así que hablan demasiado.
—Hey —protestó Lando.
El Comandante del Amor se bamboleó mientras los rayos de los cañones turboláseres
gemelos de la corbeta pasaron rozando sus escudos. Lando empezó a decir algo sobre
más maniobras evasivas, pero Leia de repente puso el yate en unos movimientos y giros
tan tortuosos que el estómago de Lando se revolvió. Él cerró la boca con fuerza y se
concentró en no perder la cena.
A través del ventanal, pudo ver los turboláseres inferiores de la corbeta disparando
contra el Comandante del Amor y el Raya de Púlsar y los turboláseres de la parte
superior de la nave intentando fijar a los alas-X. Mientras se acercaban a la corbeta, los
alas-X de repente se separaron, ambos quedándose por encima del plano relativo de la
batalla pero uno trazando un arco hacia babor y el otro hacia estribor.
Ambos grupos de turboláseres siguieron inicialmente al mismo ala-X (el de Wedge,
según la pantalla del sensor), entonces ambos cambiaron para abrir fuego contra el de
Corran.
Para entonces ambos alas-X estaban más allá de la popa de la corbeta. Lando pudo
ver algunos puntos brillantes en la popa de la nave corelliana, puntos donde el fuego de
los turboláseres de los alas-X habían impactado. Ahora ambos alas-X hicieron un
tirabuzón para orientarse hacia los motores y el comandante de la corbeta, reconociendo
tardíamente que los dos cazas guardaban más poder de fuego que los yates que todavía se
dirigían hacia ellos, intentó girar hacia ellos y proteger sus motores.
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Pero los alas-X llegaron disparando, con sus enfadados fuegos láser rojos debilitando
gradualmente los escudos de la popa, concentrándose en el mismo área de motores, y
luego penetrándolos. Lando vio la luz roja envolver la popa de la corbeta y una explosión
iluminó el océano de más abajo.
No, la corbeta no había explotado. Sólo había perdido una parte de su compartimento
del motor.
Pero la nave empezó a perder altitud y se volvió para alejarse del área del conflicto.
Los alas-X se volvieron hacia los yates espaciales.
Y finalmente, debido a que él tenía el billete para salir de este planeta y de este
sistema, Lando pudo ponerse al mando de nuevo.
—Raya de Púlsar —dijo— y alas-X de la escolta, formad sobre el Comandante del
Amooooor. Nos dirigimos hacia la órbita.
—¿Y luego adónde? —preguntó Han.
Finalmente la voz de Wedge crujió por el comunicador.
—A una reunión de viejos amigos —dijo.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
su objetivo. La segunda bola pasó disparada e inofensiva más allá de él, pero conectó con
la tercera y la cuarta, enviándolas lejos de él. Sus exteriores relucientes recibieron el
contacto momentáneo con la hoja de luz coherente sin fundirse o deformarse.
Entonces más bolas vinieron vertiéndose de los brazos del droide. Ponk, ponk, ponk,
ponk, ponk…
El droide varió su blanco, disparando a los pies de Ben, al pecho, a la cabeza, a los
brazos, apuntando a posiciones cercanas a Ben en el caso de que los movimientos le
llevaran a sus caminos.
Él no las desvió todas. Una se estrelló dolorosamente contra su rodilla izquierda. Otra
le rozó la mejilla. Pero su radio de éxito era bastante alto.
Pudo sentir las bolas moviéndose alrededor de él a lo largo del brillante suelo de la
dura madera de apocia. Se separaron en dos flujos, rodeándole de vuelta hacia el droide,
controladas por los impulsos magnéticos que este estaba enviando. Mientras Ben miraba
y desviaba dos bolas más, las primeras que habían sido enviadas contra él llegaron a la
base del droide, volaron para flotar por encima de la cabeza del droide y cayeron en el
hueco que había allí. De nuevo en el lanzador, podían ser disparadas de nuevo hacia él.
Por impulso, Ben eligió una de las bolas que ahora se aproximaban al droide y la
cogió a través de la Fuerza. Dio una patada con el pie, mostrando físicamente el modo en
que quería dirigir su ataque y la golpeó con la energía de la Fuerza.
La bola se aplastó, convirtiéndose en un disco más ancho que antes pero de alrededor
de la mitad de alto de lo que había sido antes. Esta todavía voló para flotar sobre la
cabeza del droide… y cuando cayó hacia el hueco, Ben le dio algo de energía extra.
Golpeó el agujero y medio se dobló, atascándose en el sitio.
Apartando a golpes las siguientes cuatro bolas, Ben vio como media docena más
caían en la cabeza del droide, rebotando sobre la pelota arruinada, cómo caían al suelo y
rodaban para colocarse al final de las dos líneas de bolas que esperaban ser recuperadas.
Ninguna bola más salió del droide. Ben esperó, mirando, mientras las bolas
expendidas de las dos líneas volaban sobre el droide, rebotaban, caían al suelo y volvían
de nuevo a la línea.
Entonces esa acción también cesó. Liberadas del control magnético, la mayoría de las
bolas se quedaron ahora donde descansaban. Unas cuantas rodaron un palmo en una
dirección u otra antes de detenerse.
Ben sintió el más débil de los tirones de su sable láser. Lo agarró con fuerza justo
antes de que intentara arrancarse de su mano. Este luchó con él, intentando volar hacia el
droide, pero él puso su mano izquierda encima también y lo sostuvo con firmeza.
Lo desactivó y sonrió al droide de práctica.
Finalmente, también el sable láser dejó de moverse por sí mismo.
—¿Me has saboteado? —dijo el droide.
—Sí —dijo Ben—. En el, uh, espíritu de derrotar a un enemigo.
—Entonces archivaré tu acción bajo «tácticas».
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Designo este ejercicio completo. La última serie tiene un radio de éxito del noventa y
cuatro por ciento, la última serie terminó con un veintidós por ciento de bolas expendidas
debido al sabotaje táctico. Retención del arma del aprendiz exitosa.
El droide rodó hacia la puerta de la Sala de Entrenamiento y las bolas, volviendo
ahora a sus formaciones de líneas rectas, rodaron tras él.
Marchándose, el droide pasó junto a otra aprendiz de Jedi que esperaba junto a la
puerta. Debía de haber entrado mientras Ben estaba en medio del último ejercicio y él
admitió con un pequeño centelleo de vergüenza que no la había detectado. Había estado
demasiado concentrado en su tarea.
Ella era varios centímetros más alta que él, tres o cuatro años mayor y pelirroja, con
su largo pelo con un tono más cúprico que el de la madre de él. Ella se acercó hacia
delante mientras las bolas continuaban saliendo de la sala.
—Hola.
—Hola.
Ben devolvió su sable láser al gancho de su cinturón.
Ella extendió una mano.
—Soy Seha. Seha Dorvald.
—Lo sé. —Él tomó su mano para estrecharla—. Te he…
Había algo en la mano de ella, algo pequeño y rectangular, una tarjeta de alguna
clase. Pero su expresión no cambió. Ella no mostraba que le acabara de dar algo.
Un pequeño estremecimiento recorrió a Ben. Él sabía porqué. Primero, ella era
realmente guapa y estaba hablando con él. Segundo, ella simplemente acababa de hacer
algo encubierto. Él se preguntó qué había en la tarjeta. ¿Instrucciones para reunirse con
ella en algún lugar? ¿Una comunicación del gobierno de Corellia, rogándole su ayuda
para resolver la crisis militar? ¿Una oferta de soborno? Acababa de ser llevado de una
patada de una sesión de práctica directo hasta un holograma y sintió agudamente la
transición.
—Te he visto por ahí —terminó él, intentando no balbucear—. Soy Ben Skywalker.
—Lo sé. —Ella retiró su mano, dejando la tarjeta en la de él—. Sólo quería decirte
que…
¿Me guardo la tarjeta ahora? No, si alguien está vigilando, eso podría llamar la
atención sobre el hecho de que ella me dio algo. Y si ella me está dando algo de esta
manera, cree que alguien está vigilando.
Ben dejó que su mano cayera a su lado y esperó que su postura tuviera un aspecto
natural.
—… pensé que la cosa de aplastar la bola fue muy imaginativa y me estaba
preguntando…
Él tenía que ir a sus habitaciones y descubrir qué había en la tarjeta. Aunque también
le gustaría quedarse aquí y mirarla durante un par de días. Era muy duro para él
concentrarse en las palabras de Seha.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Hizo una pausa para darle tiempo a Ben para que absorbiera la gravedad de sus
palabras.
Ben sintió aquél estremecimiento otra vez. Esto es real, es importante. Y… ¡esto
significa que Seha está trabajando con Jacen! ¡Es una aliada!
—Necesito enviarte en una misión —continuó Jacen—. A ti específicamente, porque
tiene que ser alguien con los intereses de la GAG, mis intereses, en mente, alguien que
sea sensible a la Fuerza y alguien que haya demostrado que puede operar solo.
Eso sólo nos deja a ti o a mí y yo no puedo dejar mis deberes en este momento.
Siento interrumpir tu entrenamiento y siento más todavía que esto pueda causar fricción
entre tú y tus padres, pero les haré entender que todo esto es cosa mía.
»Aquí está el núcleo esencial de la misión. Recuérdalo, de manera que si algo va mal
con los detalles operacionales que te doy, recuerdes qué es lo más importante. Tienes que
conseguir el Amuleto de Kalara y traérmelo a mí secretamente.
La imagen cambió a una pantalla de datos planetaria estándar con el nombre ALMANIA
en la parte superior.
—El Amuleto está en el planeta Almania —continuó la voz de Jacen—, en las
oficinas planetarias de Armas Tendrando. Se encuentra en un expositor en el piso
doscientos quince de su edificio de oficinas.
La seguridad del edificio no es nada especial, dado que lo comparten cientos de
compañías diferentes y la seguridad del expositor también es pobre, porque el propietario
no sabe lo que posee.
La imagen cambió a una imagen de cerca de una joya que colgaba de una cadena de
plata. La joya era un óvalo gris, con su superficie abultada y con textura más que lisa. En
el centro de la cara había una barra vertical de alguna gema parecida a un rubí,
flanqueada por lustrosas piedras negras semipreciosas. El efecto era bastante parecido a
mirar al ojo plateado de un felino con una pupila roja y aguda.
—Este es el Amuleto de Kalara —continuó Jacen—. Ahora lo importante. Ben, si
esto cae en las manos de un sensible a la Fuerza que conozca los secretos de su
activación, todos tendremos problemas. Porque mientras que tal persona lo tenga
activado, será invisible en la Fuerza. Incluso su utilización de la Fuerza es invisible para
otros usuarios de la Fuerza.
»Piensa en lo que eso significa. Será como uno de los guerreros yuuzhan vong, pero
puede ser una persona normal: humano, rodiano, bith, lo que sea.
Sería un peligro tremendo para tus padres, para la orden, para mí, para todo el mundo
y para todas las cosas.
»Si encuentras el amuleto en su expositor, maravilloso. Vamos a darte una copia para
que la dejes en vez de la cosa real. Misión completada.
»Pero si alguien pone sus manos en él… —La imagen cambió de nuevo a la cara de
Jacen y era incluso más grave que antes—. Tienes que asumir que conoce su secreto y
que es un poderoso Jedi Oscuro u otro sensible a la Fuerza y que puede activarlo en
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cualquier momento. Ben, tienes que eliminarle antes de que él te elimine a ti. Lo siento
pero es verdad.
Un peso se posó en el fondo del estómago de Ben.
Lo que Jacen estaba sugiriendo sonaba como si, bajo las circunstancias adecuadas,
pudiera ser asesinato.
Pero si el amuleto era lo que Jacen decía, tenía que ser puesto en las manos
adecuadas. Tenía que serlo.
—Entonces. En algún momento de las próximas dos noches, necesitas visitar el
vestuario del cuarto nivel de ejercicios del Templo. Abre la taquilla más a la izquierda,
combinación seis-ocho-seis y recoge el paquete de ropas y artículos que hay…
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
capítulo nueve
Vestido con unos ropajes ordinarios de color rojizo y un impermeable de viajero verde
con capucha que no le recordaría a nadie las capas Jedi, Ben cerró la taquilla, pulsó el
botón para volver a echarle la llave y dejó caer su sable láser en un bolsillo del cinturón.
Forzó a sus hombros a bajar. Había estado tenso desde que había entrado en la sala,
preocupado de que alguien entrara andando mientras se cambiaba, pero no había
ocurrido. Había elegido la hora más tranquila de la noche y había elegido correctamente.
Fue hasta el agujero de carga del conducto de la lavandería. Era lo bastante grande
para acomodar las bolsas de ropa llenas de ropa sucia, etiquetada con los nombres de sus
propietarios, que era entregada a las instalaciones de la lavandería. Eso significaba que
era lo bastante grande también para niños.
Había rumores de que los niños no podían pasar a través de los conductos hasta las
instalaciones automatizadas de la lavandería, pero cómo exactamente se les evitaba que
descendieran era un misterio. Los aprendices que lo habían intentado contaban historias
mutuamente contradictorias de conductos engrasados, defensores robot con apéndices
para electrocutar o para hacer cosquillas en sus brazos, salas en forma de cañones que
hacían girar a los infractores hasta que se ponían enfermos, charlas severas y conductos
extra.
Ben tiró de la palanca, abriendo el cilindro en el que se colocaban las bolsas y se
metió dentro. Era muy estrecho. A los trece, casi catorce, era físicamente sólo un poco
grande para tal hazaña. Utilizó el peso de su cuerpo para hacer rodar el cilindro hasta que
se cerrara, lo que abrió el acceso al conducto inmediatamente bajo él. Sujetándose con
brazos y piernas para no caer, sacó una barra luminosa y miró a las profundidades.
—Eso es un conducto, desde luego —dijo.
Era un agujero de plastiacero cuadrado que llevaba a las profundidades del Templo.
Maniobró para entrar con los pies por delante en el conducto y los sujetó contra las
paredes. Entonces concentró su atención en lo que estaba haciendo, llamando a la Fuerza
para que le permitiera dictar la cantidad exacta de fricción que sus pies experimentarían
contra los lados del conducto.
Y cayó.
No fue tanto una caída como un descenso al resbalar controladamente. Mientras
descendía, pudo ver los bordes de los paneles individuales de plastiacero que formaban el
conducto.
Pasó un sensor. ¿Qué estaría detectando?, se preguntó. En este momento nada. Seha o
algún otro de los aliados de Jacen lo habría deshabilitado.
Bajo él, vio parches descoloridos a lo largo de los lados del conducto. Incrementó la
fricción para frenar y descendió más allá de ellos al paso de un insecto que se arrastraba.
En un lado había un panel con una bisagra en la parte de abajo. Le dio con la punta
del dedo mientras pasaba y este se abrió libremente y luego se cerró de nuevo.
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Pero ninguna llegó. Seha había hecho bien su trabajo. La puerta se abrió suavemente
hacia un corredor de permacreto muy corto, sin iluminar, y había una puerta idéntica en
la parte más alejada, a cinco metros de distancia.
Ben cerró responsablemente la primera puerta tras él, asegurándose de que encajaba
en su lugar.
Podría estar desobedeciendo los deseos de su padre, pero eso no era excusa para
exponer al Templo Jedi a la posible intrusión de un enemigo. La orden tenía enemigos,
como la mujer que su padre seguía mencionando, Lumiya.
La segunda puerta también se abrió sin activar una alarma, pero el sonido envolvió a
Ben de todas maneras, junto con el aire cálido y pesado. Estaba lloviendo, con las gotas
individuales rebotando en una superficie por encima de su cabeza. En los momentos
anteriores a que sus ojos se adaptaran pudo ver las luces de los ríos de tráfico a su
derecha, pero estaban rotas, desconectadas de alguna manera. Apagó su barra luminosa y
cerró también esta puerta.
Cuando sus ojos se ajustaron, descubrió que estaba en una extraña estructura, larga y
estrecha como un corredor. El suelo y el techo eran de láminas de metal, pero los lados
eran principalmente barras de metal verticales con huecos muy estrechos entre ellas. A
través de los huecos hacia la izquierda, pudo ver sólo piedra decorada, probablemente el
exterior del Templo. Hacia la derecha había oscuridad y el paisaje de Coruscant.
Silenciosamente, se movió hacia el final de su pseudocorredor y pudo sentir que se
hundía ligeramente bajo sus pies. Y en esta punta, su propósito se volvió evidente. Allí
encontró un grupo de controles mecánicos para alguien erguido: varios grupos de ruedas
para girarlas. Sólo le llevó unos momentos descubrir sus funciones.
Esto era un acceso telescópico. Una rueda causaría que se alargara hasta su longitud
máxima y, mientras se extendía, las barras de metal a lo largo de toda su longitud se
separarían. Otras ruedas permitían al controlador cambiar el ángulo en el que estaba
unido al Templo: arriba, abajo, a la derecha o a la izquierda. Un uso inteligente de los
controles le permitiría al operador colocar la punta en algún nivel inferior del edificio del
Templo o alargarla hacia una línea de tráfico, permitiendo que los deslizadores de rescate
recogieran a aquellos que huían del edificio en momentos de fuego o invasión.
Ben giró la rueda que abría la puerta del final.
Se quedó en la rampa de salida y miró hacia abajo.
Por debajo estaba la pared exterior del Templo, casi sin rasgos en este punto,
inclinada ligeramente hacia abajo en dirección a las profundidades de la Ciudad
Galáctica.
Todo lo que tenía que hacer era descender, encontrar transporte hacia un
espaciopuerto menor a cuatrocientos kilómetros de distancia, presentar la documentación
falsa que le había esperado con sus nuevas ropas en la taquilla y abordar un transporte de
excursiones de poca monta con destino a Almania.
Fácil.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
—Cada vez que un DEI servía como nave insignia para una fuerza de ataque o flota
—continuó Han—, el almirante al mando estaría a bordo, con sus propias habitaciones y
su propio hangar privado.
Que se llamaba el hangar insignia.
—Ah. —Lando asintió sabiamente—. Entonces, Han, ¿cuánto tiempo ha pasado
desde que tu educación en la Academia resultó útil?
—Ahora —dijo Han—, voy a dispararle.
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teníais razón. Si va a estar haciendo cosas como esta, puede no ser lo bastante maduro
para ser mi aprendiz. Al menos todavía no.
Luke y Mara intercambiaron una mirada rápida. Parecía como un intercambio neutral,
pero Jacen pudo leerlo como si fuera un gran titular en texto de las noticias: estaban
confusos por la admisión de él de que ellos podrían haber tenido razón todo el tiempo. Se
regocijó en su poder para posicionar las emociones de ellos.
—¿Se ha comunicado en el último par de días? —dijo Mara.
Jacen negó con la cabeza.
—Recibí un mensaje de texto de él explicándome algunas maneras que había
planeado de hacer que Luke «moviera sus pies» en los entrenamientos. Eso fue lo último
que oí de él. Desde luego —añadió—, si se ha escapado de casa y puede encontrar un
modo de salir del planeta, probablemente vendrá aquí. Hasta mí. Si eso pasa, asumo que
queréis que le envíe directo de vuelta.
—Correcto —dijo Mara—. E incluso si no aparece por ahí, si descubres cualquier
cosa sobre donde podría estar…
—Os lo transmitiré instantáneamente —prometió Jacen.
—Gracias, Jacen.
Luke hizo un gesto hacia algo fuera del alcance de la imagen de la holocámara y
Mara y él desaparecieron.
Jacen sonrió. Provocar que la gente pensara y sintiera lo que él quería, incluso sin
depender de la Fuerza, se estaba volviendo más y más fácil… incluso con sujetos difíciles
como el todopoderoso Luke Skywalker.
El Comandante del Amor siguió al Raya de Púlsar al Hangar Insignia, con los dos alas-X
cerrando la formación. Esperando en las puertas que llevaban fuera del hangar estaba
Booster Terrik.
El anciano ciertamente no estaba atenuado por la edad, decidió Han. Corpulento y
con la barba canosa, flotaba en una silla flotante tan grande como la parte delantera de un
deslizador aéreo. Pero se puso en pie mientras la rampa de entrada del Raya bajó y Mirax
se lanzó por ella. Podía ser demasiado viejo para caminar largas distancias, pero con
certeza no iba a ser pillado sentado por una reunión con su hija.
Lando, Han y Leia estaban al final de la línea de saludos. Wedge, Iella y Myri
también abrazaron al anciano. Han y Leia le estrecharon la mano. Corran, el yerno de
Booster, fue el último en acercarse e hizo lo mismo, con su expresión pesarosa sugiriendo
que todavía no se había perdonado completamente a sí mismo por dejar que Booster
llegara a gustarle.
Booster finalmente volvió a sentarse y fijó una mirada en Corran.
—Pero no trajiste a mis nietos.
Corran cruzó los brazos.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Se instalaron en una sala de conferencias privada sólo a unos pocos pasos del Hangar
Insignia. El brillante aparador negro había sido preparado con comida para comer con las
manos, bebidas alcohólicas y no alcohólicas y barajas de sabacc cerradas con las
imágenes holográficas del Ventura Errante en la parte trasera de las cartas. La mayoría
de los presentes se conformaron con la comida y los brebajes libres de alcohol, pero Myri
cogió una baraja de sabacc y practicó el barajar, cortar la baraja y esconder las cartas
subrepticiamente. Leia miró las sofisticadas técnicas para hacer trampas a las cartas
durante unos momentos antes de devolver su atención a los otros.
—Entonces —dijo Booster y apuntó a Han y Leia—. Todo el mundo en la galaxia
quiere arrestaros a los dos. Excepto los hapanos, algunos de los cuales quieren
investigaros y algunos de los cuales sólo quieren mataros. ¿Vais a hacer que exploten el
Ventura?
—¿Qué pasa? —preguntó Han, con su voz desafiante—. ¿No hay comprensión para
alguien a quien todo el mundo está persiguiendo?
Booster resopló.
—Buena respuesta.
Leia sabía que él había sido contrabandista antes de que ella naciera y había sido
perseguido por sus crímenes por la Seguridad Corelliana y por el Imperio. El padre de
Corran, el agente de SegCor Hal Horn, le había arrestado y el hombre había pasado años
en la prisión minera de Kessel. Estos días se había reformado, legitimado… casi tanto
como Han Solo.
—De acuerdo —continuó Booster—. ¿De qué va todo esto?
—Estoy seguro de que conoces todos los hechos públicos sobre la guerra Corellia-
AG —dijo Wedge—. Estoy igualmente seguro de que estás dirigiendo las apuestas.
Booster asintió.
—Cuando fue emitida tu ceremonia de retiro, las apuestas fueron de treinta y siete a
uno por la conquista total de Corellia, a menos que los bothans entren, en cuyo punto va a
catorce a uno por una conclusión negociada, con los bothans vendiendo a los corellianos
y consiguiendo la parte del rancor del trato.
La cara de Wedge se crispó.
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—Exacto. De todas maneras, los archivos públicos no hablan acerca del hecho de que
hay apuestas, variables inexplicadas trabajando aquí. Las presiones que han provocado
esta guerra son poco ambiguas, fáciles de identificar. Pero hay tensiones adicionales en
marcha que son más difíciles de sacar a la luz.
—Tales como —dijo Lando— esfuerzos por parte de diferentes grupos que sacarían a
Han y a Leia de la ecuación. Tomemos los asesinatos de los políticos bothans en
Coruscant. Si fueron hechos por corellianos para traer a los bothans a la guerra, ¿por qué
esos agentes no han fijado sus miras en figuras mayores como Cha Niathal para privar a
la AG de algo de su fortaleza estratégica, o Jacen Solo como venganza por todos los
prisioneros corellianos que ha arrestado? Las cosas no encajan.
—Mis instintos me dicen —dijo Wedge— que si apuestas a que todas las fuerzas que
hacen cola para mantener a los bothans fuera de la guerra fallan, conseguirás algo bueno
a cambio de tu apuesta.
—Espera —dijo Booster. Habló hacia el brazo derecho de su silla—. Graba esa
información.
—Grabada —dijo la silla, con la voz de un droide de protocolo femenino.
—Y luego está todo el asunto con los fantasmas que se aparecen y persuaden a gente
previamente racional de que hagan cosas malas —dijo Leia—. Eso sugiere fuertemente
un usuario de la Fuerza. Un seguidor del lado oscuro, con toda probabilidad, si la meta es
ayudar a que ocurra la guerra.
—Si hay alguien añadiendo presión —dijo Han— ese rodder está probablemente en
Corellia o Coruscant. Ahí es donde la mayoría de las marionetas están bailando. Y estoy
hablando de gente como Cal Omas y Dur Gejjen siendo marionetas.
—De alguna manera nos colamos en secreto en la reunión de los Antilles-Horn
contigo, Booster —dijo Leia—. Pero en el viaje hasta aquí —ella miró a Han—, llegamos
a la conclusión de que el Ventura Errante sería una increíble fuente para reunir
información. Apárcalo en el sistema corelliano, donde hay miles de seres inquietos del
personal militar, proporciónales juego y entretenimientos… la gente se emborracha, habla
más libremente…
—Y no es que fuera a haber una gran pérdida financiera —añadió Han—. Miles de
seres inquietos del personal militar, como dice Leia.
Booster resopló.
—¿Creéis que soy demasiado viejo para no darme cuenta ya de las oportunidades
financieras? Princesa, presenté una solicitud para acceder a la zona de exclusión
corelliana el día que fue establecida. La AG ha estado sentada sobre mi solicitud desde
entonces.
Leia resistió la urgencia de ofenderse. De alguna manera, cuando Booster utilizaba la
palabra «Princesa» lo hacía como un comentario sobre una caprichosa niña pequeña más
que como una aceptación de su antiguo título. Pero ella se negó a morder el anzuelo.
Simplemente asintió.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
—Me alegro de que no tengas objeciones. Así que ahora todo lo que tengo que hacer
es hacer que aprueben tu solicitud.
Booster le dirigió una mirada dudosa.
—¿Porque a ti y al capitán Marcasdesangre de ahí se os quiere tan bien en el gobierno
ahora?
Leia igualó su mirada.
—No. Porque Jacen Solo blande un gran sable láser con las fuerzas del bloqueo. Y si
Luke Skywalker le dice que dejar que el Ventura Errante se coloque allí es una idea muy,
muy terrible, Jacen probablemente acelerará su aprobación tan rápidamente que creerás
que él le ha pegado un motor de hiperespacio.
Dolía hablar tan a la ligera de los poderes de pensamiento crítico de su hijo, pero
había sido obvio desde hacía algún tiempo que Jacen no era enteramente lógico cuando se
trataba de su relación con Luke. Jacen estaba resentido con su tío y rechazaba el consejo
de Luke. Siendo tan doloroso como era, Leia ahora encontraba útil aprovechar el hecho.
—Huh. —Booster lo pensó durante un segundo y entonces se distrajo con más de la
prestidigitación de Myri—. De acuerdo, niña, puedes parar. Estás contratada.
Myri se quedó congelada a medio barajar y le miró con los ojos muy abiertos.
—¿Huh?
—Te estabas presentando para un trabajo. ¿Verdad?
Ella negó con la cabeza, desconcertada.
—Estaba practicando. Mamá dice que es un área donde soy débil.
Booster volvió su mirada hacia Iella.
—¿Significa que eres mejor en eso que tu hija?
Ambas mujeres asintieron.
—De acuerdo, entonces —dijo Booster—. Iella, tú también estás contratada.
Iella sonrió.
—Sólo si conseguimos la aprobación para Corellia.
Pero si lo hacemos, Myri y yo trabajaremos gratis.
—Hey —protestó Myri.
—Bueno, por las propinas.
—Hecho —dijo Booster. Se volvió de nuevo hacia Leia—. Y hecho. Pásale la
información a tu hermano. Y mientras esperamos a la aprobación sobre la que estás tan
confiada, poneos algo de pintura o de pelo falso en esas caras vuestras demasiado
famosas y disfrutad a bordo del Ventura Errante. —Sonrió benignamente—. Gastad
profusamente. Dad buenas propinas a vuestros anfitriones y anfitrionas.
CORUSCANT
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El hombre neimoidiano le dirigió una media reverencia, apropiada para una admisión
en Coruscant pero insultantemente deficiente en planetas donde los ángulos precisos de
tales gestos hablaban mucho sobre las intenciones y las actitudes de uno.
—Estoy absolutamente seguro —dijo él, con su discurso sazonado con la musicalidad
de su lengua nativa—. Como siempre, coopero completamente con la orden Jedi, con la
Guardia de la Alianza Galáctica, con…
—Con cualquiera que pague —dijo Luke—. Y se le ha pagado bien.
—Se me ha prometido que se me pagará bien —respondió el neimoidiano—. No se
me ha pagado mucho todavía.
—Entonces muéstrenoslo —dijo Mara.
El neimoidiano presionó una secuencia de botones en el panel de control del
turboascensor. Su pantalla de estado cambió de ESPERAR a 1. Entonces los números
empezaron a subir mientras lo hacía el turboascensor. Mara sintió acelerar a la cabina,
pero los turboascensores en los edificios de habitaciones tan lujosos como este tenían
pequeños compensadores de inercia para hacer que los ascensos y descensos rápidos
fueran cómodos.
—Cuando contactaron conmigo —dijo el neimoidiano—, preguntaron por archivos
de comunicación de las habitaciones de su sospechosa y por otras anomalías en los
registros de seguridad.
Mara asintió. Semanas antes, un meticuloso trabajo policial siguiendo la pista desde
el sitio del asesinato de la Maestra Jedi Tresina Lobi había llevado hasta este edificio y a
la comprensión de que la Señora Sith Lumiya era una de las asesinas.
Incluso menos bienvenido fue el hecho, obtenido del examen de las habitaciones, de
que Lumiya tenía fuertes vínculos con la Guardia de la Alianza Galáctica. La revelación
había lanzado más sospechas sobre Jacen, el comandante operacional de la Guardia.
—Los investigadores y la GAG se lo llevaron todo de sus habitaciones —dijo el
neimoidiano. El turboascensor se detuvo en el piso 288º. Sus puertas se abrieron hacia un
ancho pasillo lleno de paredes que brillaban como gemas aplastadas. El neimoidiano salió
y los Jedi le siguieron—. También se llevaron los archivos de la oficina de seguridad:
archivos, cuadernos de datos de propiedad privada, pistolas láser legalmente registradas y
aparatos de retención, un droide sirviente, comida a medio comer…
—Sí, sí. —Luke no sonaba impaciente, pero no habría interrumpido si no lo
estuviera—. Pero usted encontró algo de todas maneras.
—Desde luego. Tenemos copias de seguridad de los archivos de seguridad. Y
descubrí que las comunicaciones más frecuentes de la sospechosa a través del sistema de
comunicaciones del edificio eran consigo misma, desde una unidad instalada a una
segunda unidad instalada.
Mara se encogió de hombros.
—Una práctica común en los círculos de inteligencia. Tendría sensores conectados a
su comunicador, medidores de ruido, resistencia y todo eso, para determinar si la unidad
o las líneas de comunicación estaban pinchadas.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
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pequeña que la estándar, más una carga explosiva, justo lo suficiente como para destruir
el cuaderno de datos y hacerte estallar la mano. —Tardíamente, sintió una pequeña
punzada de compasión y bajó la mirada hacia su marido—. Ups, lo siento, granjero.
Luke miró a su nueva mano.
—Eso suena como una carga pequeña para alguien tan dedicada a aniquilar como
parece ser ella.
—Lo es. —Ella devolvió su atención al aparato—. Eso es por lo que está respaldada
por veneno. Trihexalon debajo de una fina capa de impermeabilizado rociado. Qué bien
que yo no lo tocara. Yo estaría muerta, la bomba estallaría, el resto del veneno se volvería
gaseoso, la explosión rompería el conducto del aire, el conducto absorbería el gas hacia…
—Económico.
—Lo tengo. Desactivado. Ahora… —Colocó a un lado el paquete con el veneno y los
explosivos y entonces rápidamente lo conectó a su propio cuaderno de datos. Después de
un breve análisis dijo—: Es un simple interceptar y redirigir. Comunicaciones del
trescientos siete doce alfa al tres cientos siete doce beta son interceptadas y redirigidas, al
negativo tres cuatro trece.
—¿Al nivel de los cimientos tres? ¿Está eso en el nivel del lecho de rocas?
—Sí, o cerca de él. —Mara desconectó su cuaderno de datos, volvió a colocar el
panel sobre el cuaderno de Lumiya y colocó el paquete de explosivos y veneno en un
contenedor que se autosellaba. Entonces, con las herramientas y el contenedor en la
mano, se dejó caer al suelo—. Creo que necesitamos ver otro grupo de habitaciones.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
capítulo diez
Las habitaciones a nivel del lecho de roca eran mucho menos impresionantes que
aquellas de los pisos superiores. Las paredes del pasillo eran de plasticreto pintado de un
azul neutral y aparte de eso, sin decoración. Los techos eran bajos. Las puertas eran de
metal con aspecto de plastifino con huecos para la entrega de paquetes grandes al lado de
ellas. Había un olor en este nivel, un olor del que no se podía escapar a agente químico
desinfectante, que sugería un intento del encargado por combatir una fuga de agua
residuales o de una escorrentía industrial.
Mientras Mara llevaba a cabo su comprobación de la electrónica en la puerta de las
habitaciones de la sospechosa, Luke vio a dos seres, un gamorreano y un humano,
dejando otras habitaciones. Ambos estaban vestidos con los monos azules adornados con
el logo de la torre de apartamentos Casa Zorp. Ellos apenas miraron a los Jedi antes de
dirigirse hacia los turboascensores.
—Parece que este piso es principalmente de viviendas para los trabajadores del
edificio —dijo Luke.
Mara asintió.
—Principal o enteramente. Lo que me hace preguntarme cómo consiguió Lumiya una
casa aquí. ¿Forjó una ID y archivos, lo que con certeza está dentro de sus capacidades, o
sobornó al encargado del edificio y eso es sólo un pequeño detalle que él ha olvidado
convenientemente? Oh, aquí vamos, échate para atrás.
Ella se apartó de la puerta y aunque no sintió ninguna presencia de peligro, Luke hizo
lo mismo.
La puerta se deslizó hacia un lado con un ruido de roce sugiriendo que necesitaba ser
realineada sobre sus raíles. Los Jedi esperaron un momento para que las trampas saltaran
y entonces entraron cuidadosamente.
Este grupo de habitaciones no era un cuchitril, pero era primitivo. La habitación
principal, de cuatro metros por cinco, se abría por vía de una puerta cubierta con una
cortina a un pequeño pasillo. Las puertas a las que se accedía desde allí eran dos
dormitorios, una cocina con instalaciones mínimas y un baño. Las paredes y el techo era
del mismo azul que los pasillos de fuera y el suelo estaba cubierto por una moqueta
blanca rota delgada y elástica, llena de rozaduras aquí y allí pero limpia. No había más
muebles que un camastro para dormir en un dormitorio y una silla en la sala principal.
Luke y Mara se movieron cuidadosamente de habitación en habitación,
inspeccionando cada taquilla y armario, dándole la vuelta a la silla y desatornillando
paneles de las paredes para ver si había algo oculto.
En el armario de un dormitorio había dos monos de la torre de apartamentos Casa
Zorp de la talla de Lumiya. Mara se detuvo mientras miraba a través de ellos. Luke vio
abrirse las aletas de la nariz de ella y entonces ella sacó las ropas del armario, las tiró al
suelo y se inclinó hacia delante para estudiar el fondo del armario.
—¿Hay algo? —preguntó Luke.
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—Un panel oculto que esconde un mecanismo de una cerradura. Creo que todo el
fondo del armario es una puerta. ¿Y tú?
—El diodo de alerta del hueco para la entrega de paquetes estaba desconectado. Algo
fue entregado desde la última vez que ella estuvo aquí: una tarjeta de datos.
—Adelante y ábrela. Yo voy a necesitar un minuto o dos.
Luke deslizó la tarjeta sin nombre en su cuaderno de datos y vio aparecer en su
pantalla una petición de contraseña y un par de líneas de análisis de texto.
—Encriptada —dijo él—. Necesitaremos abrirla en un ordenador con algunos
músculos de desencriptación.
La réplica de Mara sonó como si murmurara juramentos en huttese.
Luke no sabía si ella estaba reaccionando a su declaración o a la persistente falta de
disposición de la cerradura en la que estaba trabajando a ser abierta.
—Y hablando de encriptación —continuó—, mientras estaba recogiendo la tarjeta de
datos, se me envió un mensaje desde el sistema de comunicaciones del Templo. Una
grabación encriptada de Leia.
Mara le miró con las cejas levantadas.
—¿Cómo está?
—Así, así, creo. No mencionó que Jacen disparara desde el Anakin Solo y matara a
sus guardaespaldas. Sí mencionó que Han estaba volviendo a la normalidad del disparo
láser que sufrió.
—Bien.
—Y me pidió que hiciera algo.
En pocas palabras, esbozó la petición de Leia sobre decirle unas palabritas a Jacen al
oído sobre el Ventura Errante.
Mara devolvió su atención hacia el mecanismo de la cerradura mientras lo
consideraba.
—Suena como una buena táctica. Pero si lo haces, estarás conspirando con una
enemiga de la AG. Sé cómo te gusta mantener limpia tu nariz.
Luke le ofreció un pequeño y desdeñoso sorbido por la nariz.
—Han y Leia no son enemigos de la AG. Son sospechosos en una investigación. Si
alguna vez son capturados y se presentan cargos, serán exonerados.
—Eso es cierto. Nuestro sistema de justicia es particularmente justo y racional estos
días.
—También conseguir la verdad es siempre una buena idea… sin importar cuánto
duela. Además, si alguna vez andas corta de créditos, siempre puedes entregarme por la
recompensa.
Mara se volvió de nuevo para sonreírle.
—Luke, siempre sabes qué decir.
—Sí.
Ella se volvió de nuevo e hizo un ajuste final al mecanismo de la cerradura.
—Ah, aquí vamos.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Hubo un débil rugido del armario y Mara abruptamente se inclinó hacia atrás, tan
flexible como una gimnasta, y detuvo su caída con la palma de una mano sobre el suelo.
Un dardo, si es que a una lanza de un metro de largo de duracero pulido se le podía
llamar un dardo, voló desde el armario, pasando sobre ella a la altura de la cintura y
enterrándose en la pared opuesta.
El tono de Luke era exactamente el que habría utilizado para pedir una comida que no
estaba interesado en comerse.
—Ten cuidado, una trampa.
—Gracias.
Mara se levantó.
La puerta en el fondo del armario se abrió a la negrura y admitió el aire cálido, acre
con los olores de la ciudad inferior de Coruscant: vida vegetal nativa y yuuzhan vong,
agua estancada, plasticreto tan viejo que se estaba haciendo polvo en algunos lugares,
distantes aguas residuales.
Luke y Mara iluminaron las barras luminosas y entraron. El acceso llevaba a un túnel
utilitario y de reparaciones. Los Jedi lo exploraron durante treinta metros en una
dirección y veinte en la otra, justo lo suficiente para confirmar que sus conexiones con
túneles más grandes y más transitados estaban bloqueadas por nuevos tapones de
plasticreto que parecían sólidos pero que mostraban escotillas de apariencia astuta para
que se parecieran a los materiales que las rodeaban.
—Sus propios medios privados para entrar y salir del edificio —dijo Luke—.
Principalmente como ruta de escape, probablemente, dado que sabemos que no la utilizó
cuando volvió aquí después de matar a la Maestra Lobi.
—Pero saber eso no nos ofrece nada. —Mara sonaba enfadada—. Será mejor que la
tarjeta de datos nos dé algo. O visitaremos al neimoidiano y recuperaremos nuestro
dinero.
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Zekk podía recurrir a la Fuerza para aumentar sus reservas de vitalidad, pero era más
alto y, aunque delgado, más pesado que Jag. Le llevaba un poco más de esfuerzo hacer
cada flexión. Y todavía se estaba recuperando de sus heridas. La cirugía, el bacta, las
técnicas de curación Jedi y el simple descanso habían hecho maravillas, dejando una
cicatriz ancha que cubría su torso como única evidencia visible de su herida, pero el daño
no se había curado enteramente.
Jag, más bajo y más compacto, estaba en mejor forma, con sus músculos más
claramente definidos y, aunque no podía recurrir a la Fuerza, podía recurrir a la
testarudez por la que sus ancestros, los clanes Fel y Antilles, eran ambos conocidos.
Jag se detuvo con los brazos estirados en medio de una flexión.
—Entonces. El tiempo ha pasado y no hemos visto ni rastro de Alema. Hemos
añadido nuestro programa de monitoreo a los sistemas de seguridad del Templo, a las
porciones del Edificio del Senado que lo permitirían, al edificio donde los Skywalker
tienen sus habitaciones civiles y a otros lugares donde se les ve ocasionalmente y no
hemos visto moverse ni una bandera. Zekk, estamos haciendo todo esto mal.
—¿Deberíamos estar haciendo abdominales en su lugar?
Jag frunció el ceño, luego se bajó y empezó otras diez repeticiones.
—Humor Jedi. No, no es eso lo que quiero decir.
—Quiere decir —dijo Jaina— que el tío Luke no es el objetivo actual de Alema. De
lo contrario, la habríamos detectado. Lo que significa que mamá es el objetivo.
—Ah. —Zekk terminó su serie, entonces se dejó caer al suelo y alargó la mano hacia
una toalla—. Así que seguimos a tu madre.
Jaina negó con la cabeza.
—Si fuera tan fácil, Alema ya lo habría hecho.
Jag, gruñendo mientras hacía un grupo más de diez que le pondría, notó Jaina, exacta
y deliberadamente diez por delante de Zekk, asintió, terminó su serie y cayó al suelo.
—Necesitamos hacer que el software de monitorización se instale en lugares donde
sus padres podrían aparecer. Paraísos de contrabandistas, casinos y lugares donde hay
problemas. Aquí, por toda la galaxia, incluso en Corellia. —Hizo una pausa mientras
consideraba esa última posibilidad—. Me pregunto si Inteligencia de la Alianza Galáctica
podría conseguir eso.
Una corriente del conducto de ventilación de la pared más alejada le llevó el aire a
Jaina y ella arrugó la nariz.
—No hará falta Inteligencia para descubrir de dónde viene ese olor. Los dos
necesitáis ir de cabeza al baño para una saniducha. Para no ponerlo demasiado
delicadamente, apestáis.
Jag miró a Zekk y le hizo un gesto hacia la puerta.
—Después de ti.
—No, después de ti.
—Soy más pequeño, así que apesto menos. Un cálculo lógico. Después de ti.
LSW 108
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Zekk frunció el ceño pero, viendo obviamente que no había modo de sobrepasar la
testarudez y el rango superior de Jag, envolvió la toalla alrededor de su cuello y se fue.
Jaina suspiró para sí misma. Zekk había declarado que había terminado con ella, pero
mientras se recuperaba, se había vuelto crecientemente poco dispuesto a dejarla sola en
compañía de Jag. No necesitaba preocuparse. Jag claramente la toleraba sólo porque era
su trabajo. Le había dicho eso claramente a ella el día que Luke se la asignó.
Y sin embargo, desde la incomodidad de su primer par de encuentros, él se había
vuelto menos frío y sus palabras menos punitivas. Ella se preguntó si él había empezado a
perdonarla por su papel en costarle… bueno, todo. Casi las únicas cosas que él todavía
poseía eran su cuerpo y sus habilidades…
…no es que ella no hubiese admirado siempre ambas cosas…
Aplastó aquella idea impertinente como si fuera un bicho en la cocina. Las cosas con
Zekk se habían acabado excepto por la amistad, el compañerismo.
Las cosas con Jag se habían acabado excepto por la cooperación profesional… y,
esperaba ella, un respeto que algún día doblegaría el resentimiento que él sentía.
Había acabado con los hombres. Afortunada en la guerra, desafortunada en amores. Y
era la Espada de los Jedi. Podría llevarle una vida descubrir qué significaba, cuál era su
destino, y no podía permitirse perder su concentración sólo porque estuviera tentada de
saltar a otro asunto amoroso condenado.
Fue consciente de que Jag todavía estaba en pie, esperando.
—¿Había algo más, coronel?
Para sus adentros, se encogió. Incluso para sus propios oídos su tono sonaba
desdeñoso. Y se había dirigido a él por el rango militar que le había sido arrebatado,
como si hubiera sido su intención frotar sal en una herida.
Jag envolvió su toalla alrededor de su cuello, con su acción igualando la de Zekk, y le
mostró una sonrisa forzada.
—Coronel. Supongo que no, Jedi Solo.
Se volvió y salió a grandes zancadas de la habitación.
Ella se levantó para seguirlo y entonces se detuvo a sí misma. No había pretendido
aguijonearle. Había heredado la lengua afilada de su madre pero carecía de las
habilidades diplomáticas que Leia utilizaba para mantenerla bajo control cuando era
apropiado.
Pero quizá era mejor de este modo.
Necesitaba mantenerle alejado. Pero no quería hacerle daño. No sabía cómo
conseguir ambas metas.
Ni siquiera sabía si quería conseguir ambas metas, o ninguna. A veces quería hacerle
daño. A veces no quería mantenerle alejado.
Maldito él por conseguir sobrepasar su armadura.
LSW 109
Aaron Allston
La holotransmisión era la imagen de una mujer, una mujer bella, con los rasgos
aristocráticos y refinados del modo innato hapano, casi hasta el punto del anonimato. Es
una hapana genérica, se dijo a sí mismo Fyor Rodan, y la alarmante idea le hizo
sospechar más de ella.
—Sus Ministros de Guerra e Inteligencia discuten y se retrasan —estaba diciendo la
mujer. Negó con la cabeza con triste compasión, moviendo sus rizos dorados—.
Sabiendo que su flota será exterminada por las fuerzas de la Alianza Galáctica si dan un
mal paso. Y eso sería catastrófico. Pero retrasarse también será desastroso. Corellia caerá
pronto y entonces atacar será suicida. Pronto la AG volverá su atención hacia Commenor,
hacia lo que percibe como traición de Corellia y ustedes también caerán.
Rodan resopló.
—Claramente es buena en pasar a través de las capas de desinformación con las que
nos rodeamos para evitar que la gente como usted nos roben demasiado tiempo, pero eso
no hace que tenga razón en sus asunciones. Sí, el gobierno de Commenor ha hablado
contra la agresión de la Alianza y a favor de la independencia corelliana. Eso no es un
acto de guerra, como lo sería preparar una flota.
La mujer sin nombre le dio una sonrisa ligeramente superior.
—Para ser un hombre, ha hecho un gran trabajo instituyendo en Commenor la clase
de gobierno por el que abogó en la Nueva República. No hay turbocañones sueltos como
la orden Jedi rodando por sus cubiertas. Pero la misma precaución que le convenció de
mantener alejados a los Jedi podría condenarle ahora. Aunque no creo que lo hará. Es
usted inteligente.
—Para ser un hombre —añadió él en tono de broma.
—Para ser un hombre. —La réplica de ella fue seria—. Voy a hacerle dos favores.
Ahora estoy transmitiendo un paquete de datos que he obtenido de mis fuentes dentro de
la Guardia de la Alianza Galáctica. ¿Favvio?
La siguiente voz pertenecía a alguien que no estaba en la imagen de la holocámara.
—Transmitiendo, Señora.
Rodan se forzó a no fruncir el ceño. Imaginó que el que hablaba era un zángano
hapano, con un cuerpo perfectamente mantenido por los regímenes de ejercicios para el
placer de la que él llamaba Señora y con su mente embotada por la vida consentida que
llevaba.
—Estos son los planes con los que la AG conquistará Commenor —continuó la
mujer—, exactamente un mes después de la caída de Corellia.
—Ya veo —dijo Rodan, manteniendo su voz neutral.
—Su gente los analizará y confirmará su autenticidad —continuó ella—.
Estableciendo mi autenticidad. Entonces, en unos pocos días, le transmitiré los horarios y
movimientos de otras flotas que se moverán contra Corellia. Flotas que, por sí mismas,
quizás no pueden prevalecer. Flotas que, con la ayuda de Commenor, deben prevalecer.
—Gracias por su transmisión, mi lady —dijo Rodan.
Ella sonrió. Su imagen se apagó.
LSW 110
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Lumiya esperó hasta que su droide médico estuviera colocado al lado de su silla
reclinatoria. Se estaba curando bien. Debería estar preparada para volver a las actividades
físicas en unos días. Sin embargo todavía estaba débil y quería que hubiera cuidados
disponibles instantáneamente si esta tarea hacía que se derrumbara.
Cerró los ojos y dejó que el poder del lado oscuro que inundaba el asteroide rodara
sobre ella, a través de ella.
Entonces empezó a buscar, a través de la Fuerza, a un objetivo distante, a una mente
que había tocado muchas veces y había rehecho durante esos contactos, una mente que se
había vuelto tan familiar y distintiva que podría encontrarla incluso a media galaxia de
distancia.
Le ayudó saber en qué planeta se iba a encontrar la mente, pero incluso así pasaron
largos y afanosos minutos antes de que la encontrara. En su ojo interno era un distintivo
brillo amarillo, rodeado por chispas rojas. Menos chispas que antes. Los esfuerzos del
enemigo por disminuir su influencia aparentemente habían tenido éxito en parte.
Pero sólo en parte. Lumiya sonrió. Las técnicas del enemigo no eran ni de cerca tan
efectivas como las suyas.
Se aproximó a la mente hasta que esta llenó su visión y ella se plantó a sí misma allí,
haciendo de su localización un punto de anclaje para la consciencia de ella.
Ahora a por la segunda fase de esta elaborada técnica Sith. Se retiró de su mente
objetivo, buscando otras mentalidades en el área. Y allí estaban, brillos de varios tonos,
ninguno de ellos, tristemente, decorados con las chispas rojas de su influencia.
LSW 111
Aaron Allston
Probó cada mente por turnos. La mayoría estaban firmemente despiertas, más
resueltas que las que ella podía afectar en la distancia. Otras estaban demasiado
fragmentadas. Cuando las tocaba tendían a hacerse brillos más pequeños e incoherentes y
ella supo que estas eran las mentes de los internos… los pacientes.
Entonces encontró una que era firme, con los pies en el suelo, pero no tan resistente a
su toque. Su dueña estaba dormida. Lumiya la probó más y descubrió que era la mente de
una mujer quarren.
Como un parásito espectral, se fijó a esa mente, forjando una conexión, extrayendo
energía de ella y del cuerpo que la sustentaba. No podía arrastrar esa energía hasta sí
misma, aunque ahora necesitaba desesperadamente sustentación. Podía sentir su propio
cuerpo empezando a sacudirse por el esfuerzo.
Pero podía, y lo haría, utilizar la energía.
Finalmente fluyó dentro de la mente distante de la quarren, fluyó a través de sus
recuerdos de lo que la rodeaban… y ella pudo ver.
Flotó sobre la quarren. La mujer anfibia estaba vestida con las anchas ropas médicas
y estaba inclinada sobre un escritorio, durmiendo allí. Esta era una pequeña oficina llena
de pantallas de ordenador e iluminada únicamente por ellas. Una ventana miraba hacia
fuera sobre una fachada de edificios enfrente y, por una vez, no había ríos de tráfico a la
vista. Una puerta, entreabierta, llevaba a un corredor brillantemente iluminado.
Lumiya se puso a trabajar. En la mente dormida de la mujer, ella susurró.
—Abre los ojos. Ponte en pie. Tenemos trabajo que hacer. Archivos que leer.
Instrucciones que impartir.
Y la quarren se levantó, con los ojos vidriosos y los tentáculos de su cara
estremeciéndose.
Minutos más tarde Lumiya devolvió a la quarren a su escritorio y a su auténtico sueño
y entonces dejó la sala para encontrar a alguien. A alguien muy útil.
LSW 112
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Era Edela. Por supuesto que era Edela. Su tratamiento aquí tenía todo que ver con su
mujer. Ahora ella le sonrió, paciente y adorable como siempre.
Esta noche ella llevaba un vestido brillante de sintoseda de color borgoña.
Había perdido peso, disminuyendo desde la mujer bonita pero distintivamente pasada
de peso que había sido la última vez que la había visto a una figura que él podía describir
como «agradablemente regordeta». El gris también había desaparecido de su pelo y él
comprendió tardíamente que ella no sólo estaba más delgada, estaba más joven y tenía el
aspecto que había tenido cuando habían pasado unos meros cinco o diez años desde su
matrimonio.
—Hola, querida —dijo él—. Te das cuenta de que estás muerta.
La sonrisa de ella se ensanchó.
—Desde luego que estoy muerta. He estado muerta desde hace años. Pero eso no
significa que no exista.
—Bueno, esa es la cuestión, ¿verdad? Todos los doctores dicen que no existes, que tu
misma existencia descansa sólo en mi mente. Pero dicen que me estoy poniendo mejor.
—No existo sólo en tu mente. Existo de hecho.
Los fantasmas de la mente no pueden abrir una puerta y liberarte, ¿no es cierto?
Klauskin miró de nuevo a la puerta. Permanecía resueltamente abierta.
—Eso sólo significa que estoy soñando de nuevo.
Realmente no está abierta.
—Lo está, como descubrirás en un momento. —La voz de ella se volvió urgente—.
Querido, te han mentido, nos han mentido a todos. Los corellianos han tenido razón todo
el tiempo y nosotros hemos traicionado a nuestro propio pueblo al oponernos a ellos.
Klauskin frunció el ceño. Sabía que sus pensamientos estaban hechos un lío, pero no
podía ver cómo le estaba haciendo daño a su planeta natal de Commenor al oponerse a
Corellia. Era verdad, el gobierno de Commenor había ofrecido palabras de ánimo a
Corellia, pero eso era sólo la política en marcha.
—Commenor y Bothawui van a entrar en la guerra en el bando de Corellia —
continuó Edela—. Y tú, querido, has sido encarcelado aquí y convencido de que estás
enfermo… justo de modo que la Alianza pueda evitar que ayudes a nuestro planeta.
Klausking suspiró. La verdad era un concepto tan resbaladizo estos días que
encontraba difícil confiar.
Incluso en su esposa muerta.
—O estás aquí o no lo estás.
Había un poco de curiosidad en la voz de Edela.
—Cierto.
—Y yo soy un prisionero o un paciente.
—Cierto.
—Y Commenor y Bothawui están en guerra o no lo están.
—Cierto.
LSW 113
Aaron Allston
—Tengo que saber la verdad y la verdad es lo que puede ser verificado. Lo siento,
querida. Voy a atravesar esa puerta abierta y luego me despertaré. Si no despierto,
entonces lo que dices es verdad.
—No te disculpes, Matric. Sé que estos son tiempos difíciles para ti.
Klauskin se levantó. Sus pies desnudos estaban fríos sobre las baldosas del suelo.
Caminó a través de la puerta, mirando por el corredor arriba y abajo en las otras puertas.
Todas estaban cerradas. Edela le siguió y se reunió con él.
Klauskin levantó su mano hasta sus labios y mordió la piel entre su pulgar y su
índice. Dolía. Siguió subiendo la presión, mordiendo más profundamente, y saboreó la
sangre. Mantuvo el bocado hasta que no pudo soportar más el dolor y finalmente dejó que
su brazo colgara de nuevo a su lado.
—Estoy convencido —dijo cansado.
—Bien. Porque tienes mucho que hacer. Voy a sacarte de esta prisión. Fuera, un
amigo te dará ropas, transporte y documentos. —Su expresión se volvió de simpatía—.
Has sido un héroe de la Alianza durante tanto tiempo. Pero se volvieron contra ti y es
hora de ser de nuevo un héroe de Commenor.
Lumiya le dio a Klauskin un último beso dulce mientras él estaba en la pasarela fuera del
hospital mental. Las sacudidas que su cuerpo real estaba experimentando casi se
reflejaban en el temblor de los brazos de Edela, pero ella mantuvo un control cruel.
Entonces dejó que Edela se desvaneciera en la nada. Su consciencia rugió de vuelta a
su propio cuerpo.
Fue entonces cuando el dolor y la debilidad la golpearon con dureza. Tuvo espasmos,
sentándose derecha, y casi se cayó de su silla reclinatoria. Se forzó a tenderse de nuevo.
Se quedó allí acostada, con sus miembros estremeciéndose. Incluso los artificiales.
—¿Mi señora? —preguntó el droide médico—. ¿Puede oírme?
—Ssssí.
Débilmente, ella movió los dedos en dirección a él, intentando disuadirle de la
conversación innecesaria.
Esta sesión había durado más que la mayoría y había sido peor que la mayoría. Le
llevaría más recuperarse. Se preguntó qué habría pasado si hubiese continuado hasta el
punto de su propio colapso. ¿Habría muerto? ¿O habría estado atrapada en Coruscant, en
el cuerpo fantasmal de la esposa muerta hacía mucho de un militar, revoloteando para
siempre alrededor de un hombre que ella había vuelto loco deliberadamente?
No conocía la respuesta y no importaba. Había tenido éxito y Klauskin ahora iría
obedientemente a cumplir sus planes.
La Alianza Galáctica había sido tan circunspecta sobre encubrir los detalles del
derrumbamiento mental de Klauskin. Pensaban que estaban siendo compasivos. Que si
Klauskin era capaz de llevar a cabo una recuperación, algún día podría reasumir el
LSW 114
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
mando, incluso uno menor. Su archivo oficial decía sólo que estaba de permiso
administrativo, lo que podía resultar por una herida física o por un problema familiar
urgente. Todavía mantenía su rango de almirante y su calificación de mando.
Y al no informar a la flota de que Klauskin sufría peligrosamente de alucinaciones, se
habían condenado. Se habían condenado.
Con esa idea se quedó dormida.
LSW 115
Aaron Allston
LSW 116
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
—Lo retiro.
—¿Qué retiras?
—Mi disculpa. Me disculpé, pero usted no la aceptó. Simplemente la utilizó como
excusa para seguir siendo maleducada. Tiene los modales de un bantha con problemas de
digestión. Si tuvo hijos, espero que fueran criados por escarabajos-piraña de modo que
sean más amables que usted.
La mujer surgió amenazadoramente sobre él, con su cara desfigurada por la furia, y
Ben vio en la mente de ella su intento de abofetearle con algo de lo que ella consideraba
cortesía.
Pero él intensificó su mirada y añadió un pequeño empujón con la Fuerza. Inténtelo,
casi dijo él. Veremos en qué me convierto.
Un poco de gris se coló en la comprensión de ella y dio un involuntario paso atrás. Se
volvió rígidamente para apartarse de Ben, entregando su bolsa a su oficial de
inspecciones y miró a todo excepto a Ben, murmurando para sí misma.
El oficial de inspecciones de Ben le devolvió su bolsa. También le ofreció una sonrisa
silenciosa y un gesto con los pulgares levantados.
Sorprendido, Ben le ofreció a cambio una sonrisa tímida. Se volvió y trotó hacia la
puerta para salir de la instalación de aduanas.
Ahí está, se dijo a sí mismo. Así es como Jacen lo habría hecho si tuviera mi edad.
Cuando llegó a la puerta, dejó caer su sable láser en sus manos y luego salió al aire
nocturno.
LSW 117
Aaron Allston
capítulo once
En la luz plateada del amanecer, Ben estaba bajo la marquesina de un café en la acera
junto a una calle de la ciudad casi desierta y miraba hacia arriba en dirección al Hábitat
Comercial Cruce de Rutas que se elevaba por encima de la media. Era feo en extremo,
una columna verdosa que se extendía ochocientos metros hacia el cielo, con estructuras
decorativas amarillas y blancas como anillos planetarios situadas cada cinco pisos. Al
menos Ben esperaba que fueran decorativos. Cuál podría ser su función aparte de esa
estaba más allá de él. ¿Podrían deslizarse arriba y abajo por el exterior del edificio como
enormes turboascensores al aire libre?
La tarjeta de datos que Seha le había dado incluía un archivo de datos sobre Drewwa,
incluyendo una mención al edificio Cruce de Rutas como una de las pocas aceptaciones
del sistema de que había vida fuera de Almania. Robóticas Trang, una de las industrias
más grandes del sistema, vendía un número tremendo de sistemas de ordenadores y
droides a la Alianza, los chiss y otros grandes colectivos de planetas y culturas, pero los
locales en general ignoraban el hecho de que algo existía más allá de su sistema estelar.
Las compañías ocasionales como Cruce de Rutas parecían existir principalmente para
restregarles en la cara tales noticias mal recibidas a los almanianos.
El edificio albergaba las oficinas locales de cientos de compañías extranjeras mientras
intentaban, normalmente con éxito, organizar tratos de compra ventajosos a compañías
tecnológicas locales o intentaban, normalmente sin éxito, vender sus propios bienes en
este sistema.
A esta hora tan temprana había un torrente de trabajadores entrando por las puertas a
nivel del suelo del edificio de Cruce de Rutas. La mayoría le parecían a Ben como si
fueran extranjeros como él.
En algún punto tendría que unirse a ellos, subir al piso 215, encontrar y abrir el
expositor, reemplazar el Amuleto real de allí con el falso que llevaba en su bolsillo y salir
sin que le detectaran.
No, eso era demasiado, decidió. Por una vez, fue la voz de su madre y lo la de Jacen
la que susurró en su oído.
—El primer paso en una operación de inteligencia —le había dicho ella más de una
vez—, es reunir información. Reúnes suficiente información para trazar tu plan. Si haces
planes sin información, estás haciendo planes para fallar.
—Pero así no es como los Jedi hacen las cosas —había protestado Ben—.
Simplemente van allí y resuelven el problema.
Ella le había dirigido una sonrisa astuta.
—Que es por lo que son famosos, ¿cierto?
—¡Cierto!
LSW 118
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
LSW 119
Aaron Allston
Los kioscos bancarios resultaron no ser de ayuda. Dos veces insertó su tarjeta de crédito
en sus huecos e intentó acceder a su cuenta, pero todo lo que recibió fue una críptica
pantalla de CUENTA NO ENCONTRADA. Intentó enviar un mensaje al establecimiento, pero
LSW 120
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
incluso una pequeña pregunta de datos costaría dinero si se enviaba por una conexión de
holocomunicador y él no tenía dinero al que recurrir.
Bueno, eso tenía que cambiar. Tenía que, como su madre lo había expresado tantas
veces, conseguir recursos. Y en esta situación, eso significaba… robar.
Dudó ante esto. Robar estaba mal. Seguro, todo el mundo en su familia había robado
naves en un momento u otro, pero esos siempre eran emergencias. Nadie robaba los
créditos para el desayuno.
Pero esto no era sólo por los créditos del desayuno. Estaba en una misión, una misión
que estaba orgulloso de que le hubieran asignado, una misión que era importante y podría
salvar las vidas de Jedi y Guardias… ¿no la convertía eso en una emergencia?
Decidió hacerlo.
Caminó sin rumbo por la calle hasta detenerse cerca de las puertas del edificio Cruce
de Rutas. Quizás alguien sacaría un momento una tarjeta de créditos, Ben vería dónde se
la guardaba y podría seguir al propietario…
¿Y qué? No tenía las habilidades de su madre.
No podía limpiar los bolsillos de alguien sin que esa persona lo sintiera. Podría seguir
a su objetivo hasta un corredor o un callejón solitario, golpearle en la cabeza… pero el
estómago ya irritado de Ben se reveló contra esa idea. De repente era un asaltante,
hiriendo o posiblemente matando a alguien en un esfuerzo por obtener unos pocos
créditos.
Negó con la cabeza. Golpear a alguien en la cabeza por los créditos del desayuno
sería un error y no podía permitirse cometer un error justo ahora.
La respuesta le llegó un momento después. Un deslizador aéreo de transporte público,
con líneas rojas y amarillas para hacerlo incluso más sospechoso que la señal luminosa
que decía PARA ALQUILAR en la capota, fue a aterrizar delante del edificio y su conductor
saltó fuera para abrir un compartimento de carga delantero y descargar el equipaje. El
pasajero salió y esperó en la pasarela, con una pequeña cartera de cuero negro simulado
de nerf abierta en su mano. Y metidas en muchos de los numerosos bolsillos pequeños de
esa cartera, Ben vio que había tarjetas de crédito. Algunas eran tarjetas de crédito de
instituciones bancarias, de la clase que necesitaban la validación de la institución para
acceder a los fondos, pero otras estaban timbradas para indicar que llevaban su propio
valor en la memoria.
Ben supo qué podía hacer. Deambuló para acercarse.
Cuando el conductor hubo terminado y tres piezas de equipaje descansaban en la
pasarela, el pasajero le entregó una de las tarjetas institucionales. En aquel momento, Ben
hizo un gesto con un dedo y se esforzó a través de la Fuerza. Una de las otras tarjetas, de
las menores, saltó de la cartera y revoloteó hasta la calle.
Ben se acercó y pegó la tarjeta al suelo con su esfuerzo mental. Un momento después,
el conductor le entregó la otra tarjeta al pasajero, entró en el compartimento del
conductor y aceleró al alejarse.
LSW 121
Aaron Allston
Unos cuantos minutos con su cuaderno de datos comunicándose con una terminal de
datos públicos le dio algo de la información que necesitaba.
Armas Tendrando tenía alquilados del piso 212 al 215. Eso le sugirió a Ben que el
piso que quería, el 215, era donde los empleados más importantes tenían sus oficinas. Su
madre le había dicho en numerosas ocasiones que una de las maneras en las que a la
gente le gustaba sentirse importante era sentarse encima de sus subordinados y el modo
práctico de hacer eso era tener sus oficinas en los pisos superiores.
Dado que el edificio tenía sus anillos planetarios decorativos cada cinco pisos,
empezando en el sexto piso, entonces el 215 tenía que estar justo debajo de uno de esos
anillos. Ben investigó el directorio del edificio y encontró que Innovaciones Lyster tenía
alquilados los siguientes tres pisos, del 216 al 218. Los archivos públicos de
Innovaciones Lyster indicaban que la compañía empleaba a especialistas de calidad y
«generadores de ideas» que visitaban a otras compañías y les decían cómo hacer sus
trabajos mejor.
Ben frunció el ceño ante eso, dudando, pero decidió que descender desde el 216
podría ser el modo más fácil de entrar en el 215 sin que le vieran.
Se ocupó durante otra hora de investigar las oficinas locales de Armas Tendrando e
Innovaciones Lyster y luego pasó el resto de la mañana y parte de la tarde comprando
cosas: comida y líquidos embotellados que no se deteriorarían rápidamente, veinte metro
de cable delgado, flexible y fuerte, herramientas mecánicas básicas, una caja de
bombones, un trozo de lazo rojo y una gran mochila. Los últimos créditos de la tarjeta
que había robado se fueron al comprarse un almuerzo caliente.
Mientras el día de trabajo llegaba a su fin y los trabajadores empezaron a salir del
edificio Cruce de Rutas en anticipación del cambio de turno, Ben entró en el edificio, con
la mochila a la espalda y la caja de bombones envuelta con el lazo en la mano, y cogió el
turboascensor hasta el 216.
Las puertas se abrieron a una jungla. Ben miró a los árboles sanos que crecían desde
un suelo oscuro y de aspecto húmedo, olió el aire cálido y pesado de una selva tropical,
LSW 122
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
vio la distante luz solar a través de los árboles que era de un tono más blanca que la del
sol de Almania. En algún lugar en la distancia, el agua salpicaba. No había sonido de
industria, de trabajadores estresados, de terminales sobrecargados.
Salió al suelo de la jungla y las puertas del turboascensor se cerraron tras él. Se volvió
para mirarlas y sólo vio una escarpada fachada de roca. Era una ilusión perfecta.
Cuando intentó examinarlo a través de la Fuerza, pudo sentir muy poco. Los árboles
no resonaban con vida. No pudo detectar movimientos de insectos a través del aire o por
debajo del suelo.
Sonrió hacia los árboles.
—Todo es mecánico —se dijo a sí mismo.
—Así es. —La voz, masculina, vino de sólo unos cuantos metros más adelante—.
Sigue el camino, por favor.
El camino, con el suelo y las hojas bajo sus pies convincentemente suaves y elásticos,
llevaba hacia delante y luego giraba hacia la derecha, revelando un claro que debería
haber sido visible desde el turboascensor pero que no era. La mitad derecha del claro
estaba dominada por un estanque rodeado de piedras aparentemente natural, en el que
salpicaba el agua de una cascada adyacente. A su lado había un escritorio hecho
aparentemente de piedra negra.
Cuando apareció a la vista, el hombre que se sentaba tras él, joven y de piel pálida,
bajó sus botas de piel de lagarto de encima del escritorio y se sentó hacia delante en una
pose más normal. Su mono, aunque aparentemente era de tela, tenía el mismo color y
textura que las botas.
—Bienvenido a Innovaciones Lyster —dijo—. ¿Puedo ayudarte?
—¿Qué es todo esto? —preguntó Ben, haciendo un gesto a su alrededor.
—Cultura corporativa. —El hombre le ofreció a Ben una sonrisa grande y practicada
que iba con sus palabras grandes y practicadas—. Una de las cosas que hacemos es
mostrarle a las compañías cómo establecer y mantener sus propias identidades culturales
a través de diseños ambientales. Aquí en nuestra área de recepción, el suelo, las paredes y
los pilares decorativos están hechos o recubiertos con nuestro material de recubrimiento
de camaleón patentado, que permite lo último en versatilidad decorativa.
Con sólo unas pocas palabras, puedo establecer un nuevo tono, un nuevo ambiente de
trabajo. Por ejemplo… Decoración, Pureza.
Apenas había terminado la segunda palabra cuando un cambio onduló a través de la
sala. Los árboles se enderezaron, volviéndose verticales, absolutamente simétricos, con
sus ramas plegándose hacia arriba sobre sus lados. El suelo se aplastó hasta un plano
perfecto y Ben, equilibrándose, pudo sentir que se endurecía bajo sus pies.
La mayoría de los objetos se desvanecieron hasta una suavidad blanca, con los
árboles volviéndose sin rasgos y brillantes. Incluso las ropas del hombre se transformaron
desde su textura verde y escamosa hasta un blanco puro. Su escritorio se volvió plateado
y el borde de piedras alrededor del estanque se convirtió en un banco plateado para
sentarse.
LSW 123
Aaron Allston
Ahora Ben pudo ver las auténticas dimensiones de la habitación. Para ser un área de
recepción, era grande, alrededor de veinte por veinte metros, pero ya no parecía
prolongarse infinitamente en todas direcciones. Paneles plateados en las paredes-puertas
supuso que mostraban dónde estaban los límites.
El hombre le estaba mirando atentamente y Ben no necesitó depender de la Fuerza
para sentir que quería que Ben estuviera impresionado. Vive para la alabanza, pensó
Ben. Y Jacen dice que cuando le das a la gente lo que quieren, pueden ser más
cooperadores.
—Guau —dijo Ben—. Quiero decir, guau.
—Por supuesto que guau. —El hombre sonrió, aparentemente satisfecho—. Entonces,
¿estás buscando a alguien en particular?
—Oh, sí. —Ben pretendió consultar su cuaderno de datos—. Tengo algo para, um,
Gilthor Breen.
—Yo soy Gilthor Breen.
Eso lo sé, pensó Ben. Tu cara y tu nombre están en la página pública de la compañía
y toda una larga lista de tus gustos y de lo que no te gusta.
—Entonces esto es para usted.
Puso la caja con el lazo encima del escritorio.
Gilthor miró intensamente a Ben y luego sometió a la caja al mismo escrutinio. Tiró
de la punta del lazo para soltar el nudo, luego abrió la caja y le dirigió una sonrisa breve e
insegura cuando vio la variedad de dulces en el interior.
—Uh, ¿hay una nota?
Ben volvió a comprobar su cuaderno de datos.
—No hay nota. Ella simplemente dejó un corto mensaje. «Dos días».
—«Dos días». Ella. ¿Quién es ella? ¿Cuál es su nombre?
Ben se encogió de hombros.
—No dejó ninguno. Pero era muy bajita, con el pelo largo y negro y los ojos negros.
Y mona, realmente mona.
Esta era una descripción de Aliniaca Verr, una joven actriz de holodrama actualmente
en boga. Era del planeta Balmorra, como el propio Gilthor, y era la actriz favorita de él,
tres hechos que Ben había encontrado en la página personal de Gilthor. Ben no iba a
intentar persuadir a Gilthor de que su admiradora era la propia Verr. Sólo le pareció
razonable que si Gilthor admiraba a Verr, también estaría interesado en una mujer que se
pareciera a ella.
Aparentemente había adivinado correctamente.
Gilthor prácticamente empezó a vibrar en su silla.
—Dos días —dijo—. ¿Hasta qué? Tal vez se volverá a poner en contacto. Eso es. —
Repentinamente consciente de que Ben todavía estaba presente, rebuscó en un bolsillo y
sacó una moneda de créditos—. Gracias.
—No hay de qué. Um, ¿puedo usar su baño?
—Desde luego, desde luego. Decoración, baño.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Ben se levantó en uno de los cubículos, escribiendo a mano un cartel que decía NECESITA
REPARACIONES. MANTENIMIENTO HA SIDO AVISADO. REPARACIONES PROGRAMADAS PARA
MAÑANA. Este lo colocó delante del cubículo y mantuvo sus sentidos de la Fuerza y sus
sentidos más ordinarios alerta, esforzándose por oír o sentir a alguien que pudiera
aproximarse a este baño. Pero nadie lo hizo y pudo sentir a Gilthor fuera, sentado en su
escritorio. También pudo sentir un flujo constante de vida moviéndose arriba y abajo por
el turboascensor, principalmente hacia abajo mientras las oficinas se vaciaban por lo
tardía de la hora. Pero nadie vino a este baño antes de que Ben hubiera terminado.
Con sus herramientas, Ben desatornilló un panel del ventanal de la pared y llevó todo
su equipamiento a través de él para que descansara en la estructura del anillo planetario
de más allá. La penumbra se estaba reuniendo fuera y desde aquí Ben podía ver todas las
luces de la ciudad, la mayoría de ellas de un azul pálido, un verde pálido o blanco,
teniendo una notable diferencia con los cielos nocturnos de Coruscant en toda su
espectral belleza.
El anillo decorativo resultó estar hecho de plastiacero, montado robustamente sobre el
exterior del edificio. No se movía para nada bajo la brisa ocasional. Un hueco de
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Aaron Allston
alrededor de diez centímetros lo separaba del borde del edificio y a través del hueco Ben
pudo ver los puntales de montaje separados regularmente que unían el anillo al exterior
del edificio.
Aunque en la creciente oscuridad Ben no creía que pudiera ser visto, mantuvo sus
movimientos al mínimo mientras reposicionaba el panel de transpariacero que había
quitado y cuidadosamente lo colocó de nuevo en su lugar.
Entonces hizo nudos en el cable que había comprado a intervalos de un metro. Lo ató
más o menos por la mitad alrededor de uno de los puntales de apoyo visible alrededor del
hueco. Pasó una mitad a través del hueco, lanzando la otra sobre el borde.
Cuidadosamente se bajó sobre el borde y escaló hacia abajo por el cable.
Esto le colocó directamente frente a uno de los ventanales de las oficinas de Armas
Tendrando. Sólo estaba débilmente iluminada y, colgando allí, Ben pudo ver que estaba
decorada principalmente con armarios de pie de aspecto recio tan altos como un hombre.
Armarios de armas, imaginó él, dado que Tendandro era una compañía fabricante de
armas, y se preguntó si debería conseguirse un arma o dos.
Pero negó con la cabeza. No se suponía que los Jedi necesitaran nada aparte de sus
sables láser, excepto cuando pilotaban naves de guerra, por supuesto.
Descendió unos cuantos metros más por su cable, llevándole frente al piso 214 y
empezó a cambiar su peso, provocando que se balanceara hacia la pared del edificio y
hacia la otra mitad del cable que colgaba allí. Después de unos momentos, sus bamboleos
le llevaron lo bastante cerca de ese cable como para cogerlo. Dejó ir el primero,
dejándole colgando al lado de la pared del edificio, y volviendo a escalar hasta el 215.
Inclinándose cerca del ventanal, pudo ver el control mecánico que abría el ventanal
desde dentro.
Parecía, desde este ángulo, ser una simple manivela manual, pero el mango estaba
ahora doblado contra su eje y el propio control estaba encajado cómodamente dentro de
un pequeño cilindro de transpariacero con una cerradura mecánica uniendo el cilindro al
aparato.
Ben lo estudió durante unos momentos y decidió que entendía su funcionamiento.
Con el mango levantado contra el eje y el suave cilindro de transpariacero en medio, la
sujeción de una persona ordinaria probablemente no podría desarrollar la torsión
necesaria para abrir la ventana.
Medio cerró sus ojos y se concentró en el aparato. Se abrió a él a través de la Fuerza,
sujetándolo como sujetaría la empuñadura de su sable láser para tirar de este hacia él y lo
giró.
Aquel no se movió.
Lo intentó en la otra dirección. Ahora se movió, en un arco de unos cuantos grados.
Frunció el ceño, concentrándose más, y la manivela empezó a rotar, muy lentamente. Era
un trabajo duro.
Mientras se movía, un pequeño hueco apareció en la parte superior del ventanal y se
ensanchó, un centímetro, dos. La sujeción de Ben se le escapó y él cayó.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Ben se agarró frenéticamente, envolvió un brazo alrededor del cable y sintió sus nudos
golpeándole al pasar más allá de su codo con suficiente fuerza como para dejarle
moratones. Endureció su sujeción, agarrándose con su mano libre y con la Fuerza, y
detuvo su caída, con el impacto de su parada tirando de sus brazos hasta su total y
dolorosa extensión.
Tragó aire durante unos momentos y luego miró hacia abajo.
Había caído sólo dos pisos. Todavía había más cable bajo él. No había agarrado la
mismísima punta. Y dos pisos más abajo estaba el siguiente anillo decorativo. De haber
perdido completamente el cable, habría golpeado eso. Posiblemente ni siquiera con la
fuerza y el ruido suficientes para alertar a todos los oficiales de seguridad en un kilómetro
a la redonda. Posiblemente.
Medio temiendo que pudiera ser visto, miró por el ventanal donde se encontraba
ahora, esperando ver las caras alarmadas de los trabajadores de la oficina, pero en su
lugar vio una sala desocupada, una combinación de comedor y cocina.
Tragó aire unas cuantas veces y luego volvió a subir, furioso consigo mismo. Su
concentración en la Fuerza había sido tan grande que había perdido la concentración en
sus manos. No podía permitirse hacer eso. Se mataría.
Cuando volvió a llegar al ventanal, pasó unos momentos enrollándose el cable a la
cintura, con un nudo que pudiera soltar con sólo un tirón, y luego volvió al trabajo.
En un par de minutos, el ventanal estaba lo bastante abierto para dejarle entrar. Se
arrastró a través de él, tiró del trozo de cable para soltarse y cayó al suelo.
Estaba contento. Podía relajarse durante un momento y todo lo que tenía que hacer
desde este punto era hacer una búsqueda secreta de las oficinas, encontrar el expositor,
cambiar el amuleto y abrirse camino otra vez hasta el suelo. Fácil.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Dos minutos después de la partida de Ben, el droide de protocolo del área de recepción
volvió a la vida.
Sus ópticos se encendieron y su cabeza giró para mirar al expositor. La imagen que
recogieron sus sensores visuales fue comprimida y enviada por una frecuencia específica
de comunicador.
A kilómetros de distancia, en el Espaciopuerto Drewwa, un carguero pesado de cien
metros de largo descansaba en uno de los hangares periféricos.
En los días que había estado en el puerto, la nave de aspecto ofensivo había atraído
poco la atención, con su tripulación mínima llevando a cabo un desinteresado comercio a
pequeña escala de droides de líneas suspendidas.
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Pero la nave robusta e inelegante habría atraído más interés de haber subido alguien a
bordo para examinarla. Los inspectores habrían encontrado que la mitad de las bodegas
de carga habían sido convertidas en bahías para cazas y que los cazas negro y bronce eran
bien conocidos en las líneas espaciales como vehículos piratas.
El nombre de los archivos del carguero era falso.
Su transpondedor indicaba que era el Marea Alta, mientras que su tripulación, y sus
víctimas, lo conocían como el Reunión en el Cementerio.
El ordenador del panel de comunicaciones recibió el mensaje del distante droide, lo
interpretó y mostró un mensaje de texto en la pantalla de su capitán, cuyo nombre era
Byalfin Dyur. Dyur, un bothan de aspecto famélico con un adorable pelo color bronce,
apartó la mirada de su holodrama y leyó en voz alta para los otros miembros de la
tripulación en el puente.
—Trenza roja en movimiento. Localizador activado. Confirmen entrega.
Se sentó hacia atrás y suspiró, contento de que la escala en esta luna donde las leyes
se cumplían demasiado no se fuera a prolongar.
Hirrtu, su oficial de comunicaciones, artillero de cola y cocinero, un rodiano que
gastaba todos los créditos que le sobraban en tener una quinta parte de las escamas de su
cuerpo teñidas desde el verde claro al azul oscuro, dándole una apariencia curiosamente
moteada, farfulló una pregunta.
—Sí, responde —dijo Dyur—. «El capitán y la tripulación del Reunión en el
Cementerio reconocen que tu parte segura y poco exigente en esta aventura llega a su fin
y acepta la entrega de la responsabilidad. Duerme sin preocuparte y que sepas que los
grupos mucho más interesados que tú llevarán esta antorcha para siempre». ¿Lo tienes?
Hirrtu le miró durante unos momentos. Entonces tecleó entrega aceptada en su panel
de comunicaciones y envió el mensaje.
Dyur suspiró y devolvió su atención al holodrama.
—No hay una chispa de inmortalidad en ti.
Hirrtu asintió, como admisión de que el capitán tenía razón.
—Sigue al chico. Quiero saber dónde está a cada minuto del día.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
capítulo doce
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a la acción, van a hacer lo que sea que haga falta para evitar que las fuerzas de la Alianza
descubran el hecho… hasta que sea demasiado tarde.
»Pero no vamos a dejar que eso ocurra. Me proporcionará una lista de todos los
oficiales bajo su mando y yo le indicaré cuáles son los traidores.
Reorganizaremos sus cambios de deberes para dejar a cada uno de ellos sin
observación y desprotegidos en momentos específicos, en cuyo momento los
capturaremos o los eliminaremos. Entonces nosotros, por lo que me refiero a la
Shamunaar, tomaremos la zona de observación que ellos habrían estado cubriendo y
llenaremos el agujero que sus ausencias dejen.
—Entendido. Pero, señor, conozco a muchos de esos oficiales muy bien. No son
traidores.
—Estoy seguro de que aquellos por los usted personalmente responde son
completamente leales. Cuando me dé la lista de oficiales, asegúrese de indicar de cuáles
está seguro. —Klauskin se inclinó hacia delante para darle a Biurk una comprensiva
palmadita en el hombro—. Sé que esto le llega como una sorpresa, hijo. Pero lo
arreglaremos, muy silenciosamente, y no se reflejará en su hoja de servicios.
—Gracias, señor.
Ben pasó la mayor parte de dos días planeando su viaje a Ziost. En ese tiempo, llevó a
cabo su técnica de robar tarjetas de crédito dos veces más y se complació al descubrir que
se volvía más fácil, más refinado y menos detectable cada vez.
Hizo algunas investigaciones en las bases de datos planetarias para descubrir si
alguna lanzadera correo o servicio de excursiones hacía viajes a Ziost.
La respuesta era un definitivo e inequívoco no dado que Ziost no aparecía en ninguna
base de datos pública. Sin embargo, sus coordenadas estaban en los archivos que Jacen le
había dado.
Ni tampoco había, hasta donde podía determinar, mucha actividad contrabandista allí.
No había nada que sugiriera que propietarios de naves desesperados, como lo había sido
su tío Han hacía tantos años, acecharan en todas las tabernas, dispuestos a llevar a
jóvenes aspirantes a Jedi a donde necesitaran ir.
Bueno, entonces, simplemente tendría que robar un vehículo.
Sabía que no sería tan simple como colarse a escondidas en alguna línea de vuelo,
saltar a un ala-B y despegar. Los vehículos tenían códigos de seguridad que hacía que
robarlos fuera difícil.
La seguridad alrededor del espaciopuerto no era exactamente laxa, pero tampoco
estaba preparada para detener a un Jedi. El peligro principal de la detección al que se
enfrentaba descansaba con los pequeños droides de seguridad utilizados por toda la base:
de la mitad de la altura de un humano, larguiruchos, con cabezas/paquetes de sensores
cónicos encima de una configuración de brazos y piernas humanoides. Un montón de
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
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Volveré a casa mañana. Me gustaría realmente que mi ala-Y estuviera listo cuando
llegue allí. Por favor, haga un encendido, una comprobación de mantenimiento
estándar y un análisis de astromecánico del ordenador, particularmente del
ordenador de navegación, y añada su tarifa estándar a mi cuenta.
Era esta última parte la que Ben pensaba que convencería a los encargados del
espaciopuerto de hacer esta tarea. Todo el mundo decía que a la gente le encantaba hacer
tareas de última hora a sus precios estándar, porque los precios estándar de última hora
eran siempre tres o cuatro veces lo que serían los precios estándar si se organizaban con
mucho tiempo.
Ben envió el mensaje desde el ordenador de la puerta del hangar, el que
plausiblemente podría haber recibido y entregado el mensaje del auténtico Barkid. Sacó
su holocámara de bolsillo, la que había estado llevando desde su misión con Jacen a
Adumar, y la fijó a las vigas, apuntándola hacia el panel de acceso de seguridad del ala-
Y, y luego se aseguró de que aceptaría las órdenes transmitidas desde su cuaderno de
datos. Finalmente volvió a colocar la manta de ambiente encima del ala-Y, igualó el
polvo tanto como pudo y se encontró un agujero oculto detrás de algunas cajas de
plastiacero dejadas de lado para esperar.
No llevó mucho tiempo. Tres horas más tarde, la puerta del hangar se abrió y dos
formas entraron: una mecánica humana con un mono amarillo estándar y un
astromecánico R2.
El corazón de Ben se hundió. Había asumido, basado en lo automatizadas que estaban
las cosas por aquí, que una operación tan simple como la comprobación de rutina de un
vehículo sería llevada a cabo por un droide mecánico. Había planeado esperar hasta que
el droide hubiera terminado con su tarea y luego cortarle la cabeza, evitando que se fuera
con el R2.
Pero no podía cortarle la cabeza a la mujer.
Bueno, técnicamente sí podía. Simplemente no debía. Aunque si se llegaba a una
cuestión de hacer eso o fallar en esta misión, una misión importante, ¿qué haría? Frunció
el ceño, luchando con la respuesta.
La mujer, de unos treinta y tantos, musculosa y con el cabello oscuro recogido debajo
de una gorra amarilla, le quitó la manta ambiental del ala-Y, enviando una tremenda
cantidad de polvo al aire. Inmediatamente empezó a estornudar. Su unidad R2 le trinó.
Mientras el polvo en el aire llegaba hasta Ben, él también sintió como si fuera a
estornudar. Sostuvo un dedo bajo su nariz y le frunció el ceño a la mujer.
Mientras la mujer se acercaba a la cabina, Ben activó la holocámara. La unidad R2
trinó de nuevo, girando la parte superior de su cuerpo parecida a una cúpula, con sus
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
sensores obviamente buscando algo. Ben se agachó más, como si eso le hiciera incluso
más invisible.
—No seas tonto, Agitador —dijo la mujer—. ¿Qué te apuestas a que el dueño tiene
colocados los sensores antiladrones? Probablemente hemos hecho saltar uno de ellos.
Apaciguado, la unidad R2 trinó de nuevo y devolvió su atención a su compañera.
En cuestión de minutos la mujer introdujo el código de seguridad en el panel lateral,
levantando la cubierta y luego utilizó la grúa magnética del hangar para elevar al
astromecánico y bajarlo en su lugar detrás de la cabina. Ben miró mientras ella abría los
paneles a lo largo del fuselaje del ala-Y y conectaba su propio cuaderno de datos enorme
en ellos, uno a uno, comprobando lecturas mientras pasaba. Cuando el R2 realizó su
propia serie de comprobaciones y análisis, la mujer dejó el hangar durante unos cuantos
minutos. Volvió detrás de los controles de un pequeño tanque de combustible y procedió
a repostar el caza estelar.
La ansiedad empezó a crecer en Ben. La mujer y el astromecánico tenían que estar
llegando al final de su tarea. Pronto ella sacaría al R2 de su hueco detrás de la cabina.
Ben necesitaba decidir ya qué iba a hacer respecto a la mujer.
Bueno, con toda certeza no le cortaría la cabeza.
Pero tendría que incapacitarla. Cuando ella y la unidad R2 estaban mirando para otro
lado, Ben saltó hacia arriba hasta las vigas, se abrió camino hasta donde estaba sujeta su
holocámara y la recuperó, entonces se abrió camino hacia un lugar directamente sobre la
puerta del hangar y esperó. Cuando pareció que la mujer y el droide tenían su atención
fija en otro lugar, se dejó caer silenciosamente hasta el permacreto y utilizó ese impulso
para rodar fuera del hangar.
Entonces caminó justo de vuelta, con el cuaderno de datos en la mano. El
astromecánico estaba todavía detrás de la cabina. La mujer estaba ahora preparando el
vehículo de repostaje para llevárselo.
—Hola —dijo Ben.
La mujer le miró.
—Hola. ¿No eres un poco joven para ser un trabajador del puerto?
—Aprendiz. —Ben hizo que su voz sonara triste—. Todo para lo que soy bueno es
para entregar mensajes, creo. Y tengo uno para usted.
—Adelante.
—El dueño del ala-Y dice que su astromecánico sufrió un feo derrumbamiento de
programación y le están borrando la memoria. Así que necesita otro temporalmente. Le
gustaría alquilar el que sea que se utilizara para la calibración del ordenador del vehículo.
Ella se limpió las manos en un trapo y se encogió de hombros.
—¿Entonces por qué me lo estás diciendo a mí?
—Para que pueda dejar el droide aquí.
—Oh, va a llegar aquí tan pronto.
Ben asintió.
Ella miró hacia atrás por encima de su hombro hacia el droide.
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—Parece que vas a ir de vacaciones por el sistema solar durante el resto del día,
Agitador. Rodder afortunado. —Lanzó el trapo a un lado y devolvió su atención a Ben—.
¿Tienes el código de autorización para eso?
Ella recuperó su cuaderno de datos del asiento delantero del tanque de repostaje y lo
alargó hacia él.
—Justo aquí. Prepárese para recibir. —Entonces Ben le frunció el ceño a su cuaderno
de datos—. Maldición. La luz de mi pantalla se ha apagado. Tenemos que hacerlo a la luz
del sol.
Con un suspiro (si por la confianza de otros en aparatos inferiores o por la
inconveniencia de tener que caminar diez pasos, Ben no lo sabía), la mujer se dirigió
hacia Ben y hacia la puerta que llevaba fuera.
Él abrió la marcha y se volvió hacia la izquierda una vez pasada la puerta,
deteniéndose donde estuviera justo fuera de la vista de la unidad R2. En el segundo que
tuvo disponible antes de que la mujer llegara hasta él, echó un vistazo a su alrededor. La
persona más cercana, un trabajador con un mono, estaba en otro hangar a más de
cincuenta metros de distancia. Eso era bueno.
—De acuerdo —dijo la mujer—. Trasmítelo.
Ben presionó un botón en su cuaderno de datos, aunque había apagado el aparato.
—Transmitido. ¿Hay algo que necesite saber para preparar al droide?
—Sólo hay que quitarle el cerrojo de seguridad. Y eso lo haré yo. Hey, no conseguí el
código.
Frunciendo el ceño con pretendido enfado, Ben presionó de nuevo el botón.
—¿Qué tal ahora?
—No.
Él se acercó más y ahora estaba al alcance de un brazo de ella.
—Una vez más —dijo él y lanzó su puño contra el plexo solar de ella.
Los ojos de ella se abrieron mucho, con todo el aire escapando de ella en un
«Oooosh» que sonaba doloroso e involuntariamente se inclinó hacia delante.
Esta vez él golpeó hacia arriba, con un golpe con la palma abierta que la alcanzó en la
barbilla. Él sintió como la mandíbula se rompía bajo el impacto.
Ella cayó tan floja como una bolsa de ropa llena de forraje para banthas, con su
cuaderno de datos rebotando contra el duracreto junto a ella.
Él se sintió mal, incluso con nauseas, durante un breve momento, y luego la euforia
reemplazó esa sensación. Ya está, se dijo a sí mismo. No mucho daño. Jacen me habría
perdonado si te hubiera matado y ni siquiera he hecho eso. Moviéndose rápidamente, la
levantó hasta una posición sentada y luego la arrastró hacia arriba y sobre sus hombros,
una manera básica de llevar de los rescatadores que se les enseñaban a todos los
aprendices Jedi.
La llevó hasta el lado del edificio, hasta el estrecho callejón entre dos hangares y la
dejó allí. Entonces volvió hasta la parte delantera del hangar, recogió el cuaderno de
datos de la mujer y volvió tras los controles del tanque de repostaje.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
En los pocos momentos que le llevó familiarizarse con los controles, el droide le
trinó.
—Todo está arreglado —le aseguró Ben a la unidad R2—. Ella se está encargando de
los últimos detalles y me pidió que moviera esto.
Encendió el vehículo, luego cuidadosamente volvió hacia detrás del hangar y aparcó
inmediatamente el tanque donde bloquearía cualquier línea de visión de la mujer
inconsciente.
Entonces tuvo un golpe de suerte. La mujer aparentemente había abierto su cuaderno
de datos del archivo de trabajo para la tarea de mantenimiento del ala-Y. Todos los datos
que necesitaba, incluyendo las especificaciones completas de mantenimiento para el ala-
Y y los datos de la unidad R2, estaban allí.
Así que estaba silbando cuando volvió al hangar.
Utilizó las propias herramientas de la mujer para quitar el cerrojo de seguridad del
droide.
—Se supone que tengo que llevar al ala-Y en una prueba de vuelo —le dijo al R2—.
De ese modo, si estalla, el dueño no se incomoda.
El droide le silbó y le trinó, con sus tonos musicales sugiriendo que le era indiferente
el cambio de planes pero que estaba más que contento con ir.
—Bien. Déjame coger mi mochila y podemos empezar las comprobaciones de
prevuelo.
En los primeros días después de que el Ventura Errante fuera autorizado a proporcionar
sus servicios para el personal militar de la Alianza en el sistema corelliano, sus casinos y
otros entretenimientos hicieron grandes negocios. Booster Terrik, el Gran Anciano de la
operación, aunque estaba teóricamente retirado de los deberes del día a día, era visto a
menudo en los casinos, moviéndose en su silla flotante, saludando a los clientes y
animando a los trabajadores, con sus ojos iluminados de un modo en el que sólo podía
iluminarlos el comercio.
Sus nuevas trabajadoras que no cobraban tampoco hacían daño.
Iella y Myri trabajaban como crupiers. Iella llevaba suficiente maquillaje para
disfrazar su auténtica identidad. Myri no necesitaba esa precaución, pero cambiaba el
color del pelo de tono y combinación con espray cada día, sólo porque era su estilo. Dos
mujeres atractivas separadas por una generación, conversadoras hábiles y crupiers,
atraían a multitudes de buen tamaño a sus mesas cada día y sus propinas eran lo bastante
grandes como para hacer que Myri se preguntara si la inteligencia era la carrera que
quería después de todo.
Lando y Han también trabajaban en los casinos, pero no como repartidores de cartas.
Cada día se colocaban, en diferentes casinos, en las mesas de sabacc.
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Lando resopló.
—¿Un chico? ¿De cuánto, doce, trece años?
La mirada de Wedge no vaciló.
—Más o menos de su edad. Y un piloto. Hay dos tipos de pilotos machos. Los buenos
hombres, tales como aquellos a los que yo nunca intenté destruir o echar de mis
escuadrones, a los que les dispararía antes de confiarles jamás a mi hija. Y los hombres
peores, a los que les dispararía si les pillo mirando a mi hija.
—Treinta segundos —dijo Corran— y ya nos hemos desviado de la conversación. La
guerra, ¿verdad? ¿La gente todavía está interesada en la guerra y los que manejan los
hilos?
Wedge suspiró y volvió su mirada hacia la mesa.
—Sé que esto va a sonar extraño —dijo Leia—, pero no he encontrado ninguna
indicación de que esta guerra se precipitara por fuerzas exteriores. He estado revisando
los informes de las noticias, los análisis históricos, todos los datos que tenemos a mano y
parece que el conflicto central entre Corellia y la AG era la conclusión inevitable de sus
respectivas direcciones políticas.
—En menos sílabas, por favor —dijo Lando—. Recuerda que tu marido está en la
mesa.
Han le dirigió una mirada débilmente divertida de «tú eres el próximo» y luego
devolvió su atención a su esposa.
—¿Así que eso significa que no hay nadie manejando los hilos?
Ella negó con la cabeza.
—Significa que la propia guerra no es el plan original del que maneja los hilos, o al
menos no es culpa suya. Pero las manipulaciones que creemos que hemos detectado
significan algo. Podemos ver una relación causa-efecto… simplemente tenemos que
descubrir el motivo.
Iella abrió su cuaderno de datos.
—Sucesos como la emboscada corelliana a la Flota de la AG que vino a intimidarla.
¿El resultado?
Corellia permaneció independiente un poco más. Si no hubiera permanecido
independiente, otro mundo probablemente se habría convertido en el punto focal del
movimiento independentista. Bothawui o Commenor sería probables candidatos, pero
Corellia tenía algo que ellos no tenían.
Wedge asintió.
—La Estación Centralia y una flota de asalto secreta.
—Correcto —dijo Iella—. Entonces tenemos al almirante Klauskin, con quien está
bastante claro que interfirieron, si tenemos razón sobre que estas manifestaciones de
fantasmas de la Fuerza son evidencias de quien está moviendo los hilos. ¿El resultado de
esa interferencia? La situación aquí empeoró, la Alianza fue vista bajo una luz mala y
Corellia recibió mucha simpatía.
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—Acelerando los procesos por los que otros mundos consideraron entrar en el bando
de Corellia —dijo Leia—. Luego está toda la situación de la Estación Toryaz y la muerte
de la Primera Ministra Saxan. Eso causó un cambio en el liderazgo corelliano,
permitiendo que Thrackan Sal-Solo se impulsara de Ministro de Guerra a Presidente. Y
con los preparativos para la guerra acelerándose, tuvo que colocar su flota secreta en la
lista de recursos.
Con voz baja, como si dudara decir algo entre esta compañía exaltada, Myri habló.
—Y también dispersó a los Jedi.
Leia frunció el ceño.
—¿Qué?
Myri pareció incómoda.
—Bueno, no dispersó a los Jedi, en realidad.
Quiero decir, el Consejo Jedi de Coruscant no se vio afectado. Pero si miras a los
lazos familiares, que han marcado tanta diferencia a lo largo de los años con la extensa
familia Solo-Skywalker, un minuto estabais todos juntos y entonces, boom, estabais
dispersos por la galaxia. Algunos de vosotros en conflicto.
Fue como una granada secreta.
Leia y Han intercambiaron una mirada sospechosa e Iella miró a su hija con interés.
—Esa es una interpretación interesante —dijo Leia. Su tono sugería precaución,
reserva—. No había considerado eso como un factor.
Myri, al no tener a su idea hecha pedazos por los ases acumulados, empezó a parecer
más cómoda.
—En la escuela, nos enseñaban a seguir el principio. Sigue al dinero. Sigue al
amante. Sigue los recursos. El truco está a veces en identificar los recursos.
Corran había estado asintiendo desde que la primer palabra «seguir» dejó los labios
de Myri.
—Estás diciendo que el clan Solo-Skywalker es un recurso significativo y que ha sido
eliminado.
—Sí.
Leia no fue capaz de evitar que un poco de furia apareciera en su voz.
—No hemos sido eliminados.
—No como individuos, no. —Corran le dirigió una mirada compasiva pero no
cedió—. Pero como familia… dime que puedes enviar una llamada, como podrías haber
hecho hace seis meses, y concentrar la atención y las habilidades de toda tu familia al
completo en un único problema o enemigo. Dímelo.
Leia pensó en ello y entonces pareció languidecer.
—No puedo.
—Habéis sido eliminados del panorama. Como una fuerza unida. —Corran le dirigió
a Myri un pequeño asentimiento de respeto—. Buen trabajo, niña.
—Gracias. —Myri pareció complacida e incómoda con la alabanza—. Así que quizás
asumimos que hacer que tu familia se haga pedazos que no encajen nunca más fue una de
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las metas principales de quien maneja los hilos. Porque a largo plazo, si la historia
galáctica reciente es una evidencia, eso marcará una diferencia muy, muy grande.
—Y tienes que volver a reunir ese clan otra vez —dijo Lando.
Han no pudo mantener el dolor lejos de su cara o de su voz cuando habló.
—No estoy seguro de que eso sea posible. No estoy seguro de que algunas de las
piezas vuelvan a encajar jamás.
—Sin embargo, Lando tiene razón. —La expresión de Leia se volvió decidida,
determinada—. Han, hemos estado concentrándonos en las cosas equivocadas. En probar
nuestra inocencia, en descubrir cuál de los asociados de Dur Gejjen necesitan caer cuando
él lo haga… nada de eso es realmente importante, no comparado con arreglar las cosas.
Creo que necesitamos dejar de lado a los conspiradores corellianos…
—Al menos —interrumpió Wedge—, hasta los juicios de guerra.
—Exacto. Dejar de lado a los conspiradores, relegar a quien mueve los hilos a un
segundo plano y concentrarnos en resolver los problemas reales. Reunir a los Skywalker
y a los Solo en escena como un frente unido.
—Claro, ¿por qué no? —Han le ofreció una sonrisa torcida—. Todo lo que Luke y
Mara tienen que hacer es conseguir que también les exilien. Y entonces podemos viajar
por las rutas espaciales como una gran familia feliz.
Pero algo en sus ojos sugería que había dejado algo sin decir y Lando estaba bastante
seguro de que sabía qué era: Excepto por Jacen.
Docenas de cubiertas por debajo, una pequeña nave de carga se elevó hasta la bahía del
hangar principal del Ventura Errante.
No era un vehículo bonito. De alrededor de cuarenta metros de largo desde el morro a
la popa, tenía una parte delantera, su casco principal de carga, que era tan elegante y
aerodinámico como un grueso filete de nerf cortado en forma rectangular y puesto de
canto sobre el bordo. Tras eso, constituyendo alrededor de una tercera parte de la longitud
de la nave, estaba el eje de maniobras, un cilindro bajo que albergaba los impulsores
principales y los servos que las aletas de maniobras, superficies largas y parecidas a alas
que se alargaban lateralmente desde el eje.
En resumen, parecía como el vástago mutante de un pájaro y un ladrillo, rediseñado
por los verpines para que volara hacia atrás.
Este ejemplo de la línea YV 666 tenía abolladuras, cicatrices de disparos y parches
oxidados por todo el casco, haciéndolo especialmente feo.
En la porción delantera de la cubierta superior, la capitán Uran Lavint maniobró
cuidadosamente la nave torpe hasta el hangar y luego siguió al brillante droide esférico
sobre un rastro de luces parpadeantes en el suelo del hangar hasta su amarradero
designado.
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capítulo trece
Mara se inclinó hacia delante, con los codos sobre la mesa a cada lado del cuaderno de
datos recogido en las habitaciones de Lumiya, y descansó su barbilla en sus manos.
Desde el otro lado de la mesa, Luke la miró.
—¿Rompiste la encriptación de la tarjeta de datos?
—Finalmente.
—Pero no pareces contenta.
—No necesitas un vínculo de la Fuerza para decir eso, granjero.
—Dime.
—Algo de esto es una factura. El que la envía parece haber sido un caza recompensas
trabajando para Lumiya y la factura es una lista detallada de los gastos: horas trabajadas,
combustible gastado, disparos maestros recibidos. La parte principal, sin embargo, es el
estado de una misión y un informe de sucesos. Incluso desencriptados, es difícil
comprenderlos. Se refiere a todo con palabras clave. Pero asumiendo que estoy poniendo
los nombres adecuados a algunas de esas palabras en clave, la información es…
interesante.
—¿Cómo qué?
—«Confirmado que la hija de la Señora sucumbió a las heridas infligidas por el Nieto
Tres-dos-siete-cero-siete» —recitó Mara—. «Por favor informe si la misión de la Señora
cambió de inserción/observación a venganza».
Luke frunció el ceño ante eso.
—La Señora tiene que ser Lumiya. Solía llamarse a sí misma la Señora Oscura de los
Sith… después de que el Emperador y mi padre ya no estuvieran por aquí para
abofetearla por su presunción.
—Estoy de acuerdo. Y si el mismo contexto temporal es la base para más de uno de
esos nombres clave, Nieto tendría que ser por lo tanto uno de los nietos de Vader,
¿correcto? Jacen o Ben.
—Tres-dos-siete-cero-siete —dijo Luke—. Espera un segundo. —Sacó su propio
cuaderno de datos, lo conecto remotamente al ordenador del Templo y fue en busca de un
informe que había rellenado Ben semanas antes—. Aquí está. Be-eme-equis-tres-dos-
siete-cero-siete. Un sistema estelar inhabitado cerca de Bimmiel. Así es donde la mujer
Syo llevó a Jacen y a Ben, donde Jacen derrotó a alguna clase de usuario del lado oscuro
de la Fuerza dentro del asteroide bajo el hábitat.
—Donde murió Nelani. —Mara pareció confusa—. ¿Nelani era la hija de Lumiya?
—No. Los padres de Nelani tienen archivos en la base de datos de la orden y Nelani
se parece, se parecía, mucho a su madre. Además, Nelani murió el mismo día que Jacen y
Ben llegaron al hábitat. Tu archivo sugiere que «la hija de la Señora» tardó un poco más.
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—Luke frunció el ceño—. La otra mujer que estuvo allí, Brisha Syo. Brisha podría ser un
anagrama de Shira B. Shira Brie.
—El nombre auténtico de Lumiya.
Luke asintió.
—No hice la conexión en aquel momento, porque entonces habían pasado años desde
que habíamos oído algo de Lumiya. —Una idea creció dentro de él y junto con ella, una
preocupación, una grande—. Digamos que Lumiya tiene una hija. Llama a su hija Brisha,
un autotributo, y Brisha trabaja con ella. Brisha atrae a Jacen y a Ben a una emboscada.
Ella y el misterioso Sith que clama que está viviendo en sus cimientos (él quizá es
sólo un Jedi Oscuro que contrató, quizás es el aprendiz Sith de Lumiya) van a matar a
Ben, un acto de venganza por todo lo que le he hecho a Lumiya. O quizás van a
capturarlo, a entrenarlo para que sea un Sith. Lo que es una venganza igual y el doble de
malvada.
—Yo también le hice una cosa o dos.
—Exacto. Venganza contra los dos. Pero Nelani también está allí e inclina las
posibilidades. El seguidor del lado oscuro y Nelani son asesinados, Brisha resulta
gravemente herida, Ben recibe un golpe en la cabeza y olvida lo que pasó y Jacen
presumiblemente nunca descubre que Brisha era una de los tíos malos.
Jacen y Ben se van… y semanas más tarde, Brisha «sucumbe a sus heridas».
—Y su madre… —Mara se encogió—. Su madre querría venganza. Contra Jacen.
Está consiguiendo un buen recuento de cuerpos contra las hijas de peligrosos oponentes
nuestros.
Luke negó con la cabeza.
—No sabemos que Jacen hiriera a Brisha. ¿Cómo podría él haberlo hecho y luego
dejar el hábitat sin pensar en ella como en una enemiga? Ben debe haberlo hecho, durante
uno de los periodos de tiempo que no cubre su memoria. Lo que convertiría a Ben en su
objetivo.
Su estómago empezó a retorcerse. Además de ser un adolescente arrogante solo en
una galaxia en guerra, Ben podría ser ahora el objetivo de una de las asesinas más
mortales de la galaxia: una mujer que había luchado con Luke hasta no poder más meras
semanas antes.
—Tu teoría me asusta, granjero. Porque responde a muchas de las preguntas que
hemos estado haciendo. ¿Por qué Lumiya se habría infiltrado en la Guardia de la Alianza
Galáctica? Para reunir información sobre Jacen o Ben y preparar la venganza si
necesitaba hacerlo. ¿Por qué habría estado por aquí tanto tiempo como sabemos que ha
estado pero no te atacó hasta hace unos cuantos días? Porque fue entonces cuando recibió
la noticia de la muerte de su hija. —Su fruncimiento de ceño se hizo más profundo—. ¿Y
qué pasa si esta es la causa de todas las malas decisiones de Jacen? ¿Qué pasa si Brisha o
el aprendiz Sith en el planetoide le cogieron y le afectaron? ¿Si le infectaron de alguna
manera?
—Entonces lo que sea que le está aquejando podría ser fácilmente curable.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
El universo no estaba cooperando y Alema Rar se estaba volviendo impaciente con él.
Había un Jedi, aparte de sí misma, a bordo del Ventura Errante. Estaba segura de
ello. Mientras acechaba en los pasillos oscurecidos y los casinos llenos de sombra,
mientras deambulaba, envuelta en ropajes que ocultaban su desfiguración lo suficiente
como para permitirle entremezclarse con jugadores y parranderos borrachos,
ocasionalmente sentía pequeños pulsos y remolinos en la Fuerza que eran característicos
de la presencia Jedi.
Pero nunca vio al Jedi. Para la lógica que ella empleaba en sus cálculos, eso
significaba una cosa: el Jedi estaba ocultándose, ocultándose de ella, y por lo tanto era
Leia.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
En los archivos y en las hojas de asignación, una gruesa pantalla de cazas estelares y
lanzaderas armadas equipadas con sensores de largo alcance guardaban la parte del borde
del sistema solar que iba al Borde. Si las flotas que estaban reunidas, haciendo maniobras
y juegos de guerra, disparando sus láseres a lo más profundo del sistema, fueran a
dirigirse en dirección al Borde Exterior (hacia, digamos, Kamino, directamente en la
dirección opuesta que tomaría una flota que lógicamente se dirigiera hacia Corellia), esta
pantalla la detectaría y transmitiría esa información a la Shamunaar para que la
transmitiera a la Segunda Flota. Los bothans no serían capaces de llevar su fuerza de
ataque hasta Corellia por sorpresa.
En teoría.
En la realidad, el almirante Klauskin había identificado a un número de los pilotos y
oficiales de esta fuerza de ataque como traidores. Había tenido mucho cuidado de dejar
fuera a aquellos a quienes el capitán Biurk ya había elogiado por varias razones
disciplinarias y de evitar a aquellos en quienes Biurk confiaba implícitamente. Entonces
Klauskin había asignado a cada uno de ellos a la pantalla del Borde Exterior.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Los ojos de Biurk se abrieron mucho como si pensara que el gesto del almirante era
una broma no demasiado divertida sobre las medidas disciplinarias.
Klauskin le disparó en el pecho.
Biurk cayó sobre su espalda, con el impacto haciendo que los paneles del suelo
resonaran. El humo se elevó del parche quemado sobre su esternón y un poco de sangre
se filtró de la carne quemada.
Él intentó hablar, de alargar la mano hacia su comunicador, pero Klauskin negó con
la cabeza tristemente y le disparó dos veces más.
Ahí estaba. Una terrible tarea quitada de en medio.
Utilizando los códigos que acababa de oír utilizar a Biurk para abrir y activar el
puente auxiliar, Klauskin se aseguró de que las puertas no se abrían de nuevo.
Entonces se movió hasta el panel de comunicaciones. Activó una línea hasta el puente
principal y habló.
—Teniente Siro. Estoy cortando todas las comunicaciones externas. Desde este punto
en adelante, cualquier comunicación que haga realmente irá al programa de sim. Si tiene
un mensaje de la flota para que lo anule, estará acompañado por un parpadeo rojo que
indique «yo soy auténtico». ¿Entendido?
—Sí, señor.
Klauskin pulsó los controles que deshabilitarían todas las antenas de comunicaciones
a bordo de la fragata. Todas menos una, que se reservaba para uso de su propio panel de
comunicaciones.
Se movió hacia el ordenador principal e insertó una tarjeta de datos en su hueco. El
ordenador aceptó el programa y lo activó.
Por toda la nave, cada puerta o escotilla interna controlada por un servo se deslizó y
se quedó fijamente abierta. Klauskin imaginó a los oficiales del puente mirando con
perplejidad a las puertas mientras las comunicaciones internas de la nave empezaban a
zumbar con preguntas.
La puerta de este puente permanecía resueltamente cerrada, desde luego. No le haría a
Klauskin ningún bien morir con los otros, aunque incluso si moría, su misión principal
todavía sería un éxito.
La pantalla del ordenador principal se iluminó con un mensaje de texto indicando que
todos los protocolos de seguridad concernientes a las escotillas exteriores habían sido
anulados. Klauskin asintió. Todo lo que tenía que hacer ahora era esperar, aunque tenía
diez segundos en los que podía abortar esta secuencia.
No lo hizo. Y cuando se descontó el décimo, las luces de advertencia y los timbres de
las alarmas empezaron a llenar el aire.
Klauskin cambió la pantalla principal de una imagen a otra. Primero fue el interior de
la pequeña bahía de los cazas estelares de la fragata, donde el campo de fuerza que
contenía la atmósfera acababa de disiparse. La atmósfera se precipitó hacia fuera a través
del gran agujero por el cual normalmente se lanzaban o aterrizaban los cazas y algunos
cazas en la bahía se bambolearon ligeramente. Una solitaria mecánica que estaba
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demasiado cerca de la abertura trastabilló, empujada por las corrientes de aire que
escapaban al espacio, y fue arrastrada al vacío. Sus brazos se movían mientras giraba
hacia la descompresión explosiva y la muerte.
La siguiente imagen mostraba al personal en la confusión de la nave. Estaban en pie,
mirando a su alrededor con ojos salvajes, mientras empezaban a jadear en busca de aire.
Algunos empezaron a correr hacia los paneles de control de emergencias y hacia los
paneles de comunicaciones de las paredes. Otro se volvían a un lado y a otro, buscando la
fuente de sus problemas.
Por toda la fragata, era lo mismo. Cada escotilla o portal exterior estaba abierto y
estaba vertiendo la preciosa atmósfera a un vació que se lo bebería hasta que no quedara
nada. Sólo el puente auxiliar estaba a salvo y Klauskin podía sentir el aire frío soplándole
en el cuello desde una rendija sobre su cabeza y entonces cambió la pantalla a la imagen
del puente. La imagen de la holocámara del puente estaba dominada por la cara del
oficial de comunicaciones humano. Estaba tan cerca de la holocámara que sus rasgos
estaban distorsionados. A cada lado de él, había otros oficiales del puente, gritando y
agarrándose las gargantas.
Esto no llevaría mucho. Y cuando hubiera acabado, sería un héroe de Commenor. De
alguna manera la idea, tan tranquilizadora durante los últimos días, no aligeró la pesadez
que sentía en su pecho.
Regresó hasta el panel de comunicaciones e introdujo una frecuencia y entonces la
activó.
—Klauskin a K’roylan, por favor, responda.
Un momento después la cara de un bothan negro y marrón claro apareció en la
pantalla.
—Aquí K’roylan.
—El ojo está cerrado y la Shamunaar está lista para una tripulación de primera clase.
Será represurizada para cuando lleguen aquí.
K’roylan sonrió.
—Y exactamente a tiempo, almirante. Admiro su puntualidad. —Entonces su
expresión se volvió de preocupación—. ¿Se encuentra bien?
—Sí, desde luego. ¿Por qué?
—Parece estar… llorando.
Klauskin levantó su mano. Sus dedos encontraron lágrimas en sus mejillas. Eso le
sobresaltó, pero no le haría ningún bien que este bothan le viera desconcertado.
—Ah, sí. Un resultado de los cambios de presión atmosférica a bordo.
—Desde luego. —La sonrisa regresó—. Mi tripulación estará allí pronto. K’roylan
fuera.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Leia y Luke se abrazaron durante un largo momento, sin importarles que estuvieran
rodeados de observadores. Aquellos observadores eran familia y amigos. Y aunque la
sala de conferencias privada que Booster había reservado para sus invitados secretos no
era exactamente tan cómoda como las suites más suntuosas de la nave, su falta de confort
no importaba.
Luke se apartó de su hermana y siguió el ejemplo de Mara en estrechar manos u
ofrecer abrazos a todo su alrededor: Han, Lando, Wedge, Corran, Mirax.
—Me alegro de veros —dijo.
Las palabras eran simples, pero salían de su corazón. Le desconcertó sentir este nivel
de alivio al ver a gente en persona cuando ya sabía que estaban vivos y bien. Pero,
supuso, el corazón no siempre creía lo que la mente sabía que era cierto.
—Nosotros también —dijo Han y fue aparente que la distancia que se había
desarrollado entre los dos hombres, cuando se había hecho claro que Han apoyaba la
independencia corelliana mientras Luke permanecía leal a la Alianza, se había cerrado
finalmente—. Aunque estamos bastante sorprendidos de veros aquí.
—Estábamos en el barrio —dijo Mara—. No es una broma. Estábamos en el sistema
corelliano para ver si podíamos pillar a Jacen y conseguir algunas respuestas de él. Ben
ha desaparecido. —A Leia no se le escapó el pequeño centelleo de dolor visible en la cara
de Mara y detectable a través de la Fuerza—. No creemos que Jacen sepa dónde está,
pero tiene información que podría llevarnos hasta Ben.
—Entonces habéis elegido un buen momento para visitarnos —dijo Wedge—. Jacen
está aquí. A bordo del Ventura Errante.
Luke le dirigió una mirada dudosa.
—¿Jacen, jugando?
—No. —Corran negó con la cabeza, claramente enfadado—. Está dando vueltas de
un lado a otro, inspeccionando las cosas. Quizás ha llegado a la misma conclusión que
nosotros: que el Ventura Errante es una herramienta muy útil para reunir datos. Parece
algo muy propio de la GAG para que se le ocurra. O quizá quiere asegurarse de que la
nave no constituye una fuga de seguridad que ayudará a los corellianos.
En cualquier caso, está aquí, así que aquellos de nosotros a los que conoce estamos
teniendo que mantenernos incluso más fuera de la vista.
—No más juego, incluso disfrazados, hasta que él se vaya —añadió Han.
—Hay algo más —dijo Leia—. Algo que he estado sintiendo a través de la Fuerza
durante los últimos días. Hay una presencia a bordo de la nave, alguien o algo que no
puedo identificar… pero está aquí. Vigilando.
—Lo tendré en mente —dijo Luke—. No os ofenderéis si Mara y yo vamos a pillar a
Jacen con algunas preguntas dentro de unos minutos.
Leia negó con la cabeza.
—Sólo tened cuidado.
—Cuenta con ello. —Luke pareció dudar antes de continuar—. Mientras tanto hay
algunas cosas en las que necesitamos poneros al día.
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—Tales como Alema Rar o Lumiya, Señora Oscura de los Sith —dijo Mara—. Y
ahora tenemos una pequeña técnica de la Fuerza, desarrollada por la Maestra Cilghal, que
nos ayudará a contrarrestar el modo en el que Alema interfiere con la memoria. Os lo
enseñaremos.
Jacen se detuvo a unos pocos metros de una de las mesas del Casino de las Fauces. Como
tantos de los antros individuales en esta nave, este llevaba el nombre de un planeta o
región del espacio en particular y estaba decorado en consecuencia. Como las Fauces era
un área donde se acumulaban agujeros negros rodeando una región oculta, tragándose
toda la luz, el Casino de las Fauces era oscuro, con las paredes negras. Sus mesas
plateadas estaban rodeadas por débiles barras luminosas y no había luces por encima de
las cabezas. Los camareros y otro personal del casino llevaban ribetes, joyas y adornos
que brillaban.
La decoración hacía que el casino fuera íntimo, un lugar donde las conversaciones
podían ser casi privadas, donde las citas se podían organizar o llevarse a cabo con poco
miedo a ser descubiertos.
La mesa en la que Jacen se detuvo a mirar era una mesa de apuestas de luchas con
microdroides.
Insertadas en la brillante superficie de la mesa había numerosas pantallas. Varias
mostraban combates teniendo lugar en otras salas a bordo de la nave, combates entre
droides que no tenían más de diez centímetros, droides diseñados y programados por
aficionados cuya ocupación principal era hacer competir sus diseños los unos contra los
otros. Otra pantalla mostraba las apuestas que se hacían a favor de los combatientes. En
el duelo que estaba teniendo lugar actualmente, un droide con forma de un escarabajo-
piraña con cadenas intercambiaba fuego con uno que tenía la forma de un reptador de las
arenas de Tatooine. Estaban separados por unos cuantos metros de terreno artificial que
se parecía al alto bosque de Kashyyyk.
Pero no fue la lucha de droides lo que atrajo la atención de Jacen. Era la mujer que le
miraba de frente desde el centro del largo borde de la mesa.
Él conocía su cara y nunca había esperado volver a verla.
Rodeó la mesa de manera que no estuviera entre ellos y se acercó junto a ella.
La capitán Uran Lavint levantó su mirada de sus apuestas y su bebida para asentir en
dirección a él.
—Coronel Solo.
—Capitán Lavint. ¿Cómo llegaste aquí?
—Esa es una pregunta estúpida, ¿no? Llegué aquí en el vehículo de carga que me
diste. —Ella levantó su bebida, inclinó el contenedor hacia él en un saludo y tomó un
sorbo—. Por favor, perdóname por no darte las gracias antes. El Durabasura se ha
convertido en un amuleto de buena suerte para mí.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Mis fortunas han estado creciendo desde que asumí su mando. He hecho tres rutas de
carga, todas con tremendas ganancias.
—¿No has tenido ninguna dificultad con él?
—Bueno, es viejo. Me gasté parte de tu paga en hacerle unas reparaciones. Pero nada
catastrófico.
Jacen miró hacia abajo en dirección a ella, perplejo. Los Jedi a menudo podían decir
cuándo alguien estaba mintiendo y Lavint claramente estaba reteniendo información,
pero no manifestaba ninguna de las emociones que deberían acompañar a las mentiras
que él esperaba. Si su hipermotor hubiera fallado, ella debería estar enfadada con él. No
lo estaba. Si estuviera encubriendo el hecho de que él había arruinado sus fortunas
financieras, ella debería radiar resentimiento. No lo radiaba. Algo había ido mal con las
instrucciones finales de él respecto a ella.
Pero descubriría eso con sus siguientes preguntas.
Entonces sintió un ligero parpadeo en la Fuerza.
Miró hacia una punta para ver a Luke y Mara de pie justo dentro de la entrada del
casino, mirándole.
Él le dirigió a la capitán una sonrisa puramente artificial.
—Nos pondremos al día más tarde.
—Lo espero con impaciencia. Puedes invitarme a una bebida.
Empujando a Lavint fuera de su mente, se aproximó a Luke y Mara, ofreciéndole a
cada uno un apretón de manos civilizado.
—Maestros Skywalker. Deberíais haberme dicho que ibais a venir a Corellia.
—¿Dónde habrías estado si te lo hubiéramos dicho? —preguntó Mara.
Jacen parpadeó ante la pregunta.
—A bordo del Anakin Solo, probablemente.
No añadió: Y siendo capaz de limitar el tiempo que tendría que pasar con vosotros.
Luke le dirigió una sonrisa alegre.
—Bueno, es bueno que pudiéramos encontrarte cuando tienes más tiempo para
socializar. Consigamos una mesa y pidamos unas bebidas.
Sin esperar a una réplica, se volvió y abrió el camino hacia el grupo de mesas
pequeñas más cercanas al bar. Eligió una vacía que parecía haberse limpiado
recientemente (su superficie brillante y lustrosa todavía estaba húmeda) y se sentó.
Mara y Jacen se reunieron con él. Jacen tuvo que luchar sólo un poco para evitar que
su enfado apareciera en su cara. Este encuentro era inconveniente. La camarera, una
mujer bothan con el pelo gris plateado, sin que gran parte de él estuviera cubierto por su
abreviado vestido negro, se materializó para recoger el pedido de sus bebidas.
Una vez que se hubo ido, Luke se inclinó para acercarse.
—Jacen, esto es importante. Necesitamos saber exactamente qué pasó en el asteroide
cerca de Bimmiel.
Jacen mantuvo sus emociones bajo un control férreo e intentó no proyectar nada más
que enfado adicional. Pero en su interior sintió alivio, un regreso de la confianza. Luke y
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Mara obviamente ya habían encontrado las pistas que la gente de Lumiya habían dejado.
Todo lo que tenía que hacer era continuar directamente con los detalles que ella le había
enviado.
—Es cierto que no he tenido tiempo para escribir un informe. Mi mando de la
Guardia llegó demasiado pronto tras nuestro regreso a Coruscant. ¿Pasaba algo malo con
el informe de Ben?
—Bueno, es incompleto —dijo Mara—. No cubre qué ocurrió mientras estaba
inconsciente o qué te pasó a ti mientras estuviste separado de él.
—Oh. Desde luego. —Jacen frunció el ceño como si intentara sacar a la luz recuerdos
enterrados bajo toneladas de sucesos más recientes—. Bueno, concentrémonos en esos
dos periodos, entonces. Brisha Syo, Nelani, Ben y yo abordamos una especie de tren que
nos llevó al interior del asteroide. Un pulso de energía de la Fuerza arrancó a Ben y a
Nelani del vagón. Después de un momento, Brisha fue arrancada de un tirón. El vagón se
detuvo en una caverna profunda y allí fui atacado por un usuario de la Fuerza que radiaba
orientación del lado oscuro y llevaba tu cara, Luke.
Luke asintió.
—Al mismo tiempo, yo estaba luchando con una proyección de la Fuerza con tu
apariencia. Una apariencia alterada. Y Mara y Ben estaban luchando con versiones
distorsionadas del otro.
—Es correcto. —La mente de Jacen repasó los detalles que Lumiya le había
proporcionado tan recientemente mientras intentaba encontrar el mejor orden para
presentar la información—. Mi duelo terminó cuando el falso Luke me lanzó algunas
piedras y yo me invertí en un giro con mi sable láser. Ambos conectamos. Recibí el
impacto de una roca en la cabeza y estuve inconsciente durante un rato. Pero cuando
desperté, mi oponente estaba en dos pedazos y una vez que encontré su cabeza, a varios
metros, pude ver sus auténticos rasgos. Un devaroniano. No llevaba una tarjeta de
identidad. Su sable láser había desaparecido.
—¿Desaparecido? —Mara frunció el ceño—. Así que alguien vino mientras estabas
inconsciente y lo recogió.
Jacen se encogió de hombros como si el detalle no tuviera importancia.
—Probablemente sólo fue volando hasta una grieta en algún lugar y no pude
encontrarlo. Era un ambiente de gravedad muy baja. Podrías lanzar la empuñadura de un
sable láser a un kilómetro si lo intentaras.
—¿Y Ben? —preguntó Luke.
—Le encontré en una caverna más arriba —dijo Jacen—. Inconsciente. Brisha Syo
estaba cerca. Había perdido un brazo y había recibido una herida en la cabeza y una
herida muy mala en el pecho, todas infligidas por un sable láser. La estabilicé. Ella
parecía estar bastante segura de que los droides médicos de su hábitat serían capaces de
curarla. Dijo que había encontrado a una pelirroja de aspecto malvado, su descripción
igualaba a la «malvada Mara» de Ben, preparándose para decapitar a Ben y que interfirió.
Fue malherida pero hizo que la falsa Mara se retirara.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
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Jacen se puso en pie y corrió hacia la puerta que llevaba fuera del Casino de las
Fauces. Rozó a la camarera bothan que volvía, haciéndola girar, enviando tres bebidas
llenas a la alfombra.
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capítulo catorce
A través de la oscurecida sala del casino, en una sombra causada por la disposición de la
habitación, pero profundizada por sus propias habilidades, Alema Rar dudó mientras
Jacen Solo se lanzaba a por la salida.
Se había dado cuenta de la entrada de Jacen y había seguido sus movimientos con
plácido desinterés.
Después de horas de merodear por bahías de hangar seguras sin signo alguno de que
el Halcón Milenario apareciera, había buscado a la capitán Lavint para ayudar al éxito en
el juego de la mujer. Había visto a Jacen hablar con Lavint y luego moverse hacia la
puerta para acercarse a dos personas silueteadas allí.
Un minuto después un pequeño tirón en la Fuerza la convenció de acercarse y echar
una ojeada a los compañeros de conversación de Jacen, que fue cuando reconoció a Luke
y Mara.
Ese reconocimiento envió tal descarga de adrenalina a través de ella que tuvo que
pasar varios momentos calmándose. Sacó su cerbatana mientras saboreaba la oportunidad
que el destino le había regalado.
Luke Skywalker estaba aquí. Y si él estaba aquí, subían las posibilidades de que Han
y Leia Solo también estuvieran aquí, o lo estuvieran pronto. Era posible que Alema
pudiera terminar su misión, que pudiera acabar con Han y Mara ante los ojos incrédulos
de sus seres queridos, provocándoles a Luke y a Leia la angustia que devolviera el
Equilibrio al universo, a su alma.
Metió la cerbatana bajo su brazo malo y tanteó en busca de sus dardos. Sólo unos
pocos segundos más y escupiría veneno hacia Mara.
Pero la perturbación que había sentido obviamente había irritado a Jacen y tenía que
haber hecho que Luke y Mara estuviera alertas. Mara estaba sacando un comunicador,
pero Luke estaba vigilante, mirando detrás de Jacen y luego alrededor del casino. Un
intento de asesinato ahora era probable que fuera detectado. ¿Pero cuándo tendría ella una
oportunidad mejor?
Sujetó el dardo en su mano, lo colocó en la boca de su cerbatana y justo estaba
levantando el arma hasta sus labios cuando Luke se puso en pie y miró directamente
hacia ella.
Ella se quedó helada. Posiblemente él no podía verla, no en estas condiciones. Pero si
ella atacaba ahora, cuando los sentidos de él obviamente estaban en su punto álgido,
posiblemente él no podía fallar en detectar el ataque.
Los comunicadores por todo el casino empezaron a pitar y a sonar. El personal militar
se levantó de sus mesas, de sus bebidas, muchos de ellos ahora en la línea directa de
fuego entre Alema y Mara. Ella siseó, enfadada.
Necesitaba acercarse. Se movió hacia delante, todavía cubierta por las sombras
naturales de la sala.
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Entonces Mara se levantó, diciendo algo, y Luke y ella corrieron hacia la salida. El
personal uniformado también empezó a apiñarse hacia ese lado, la mayoría de ellos
escuchando o hablando a sus comunicadores.
Alema aligeró el paso, pero fue ralentizada por la multitud, por el hecho de que uno
de sus pies, poco más que un muñón, hacía que cojease. Empujó a los jugadores fuera de
su camino, utilizando la Fuerza y añadiendo un poco de fortaleza a sus esfuerzos.
Pero todavía, pasaron largos y frustrantes segundos antes de que pasara por la salida,
en mitad de un grupo de hombre y mujeres militares. Al no ser una persona alta, saltaba
arriba y abajo, buscando a lo largo del corredor de acceso en ambas direcciones a sus
objetivos.
Allí estaba ella, con Luke a su lado, corriendo a toda velocidad en la dirección de la
proa, casi fuera de los límites del alcance de la cerbatana. Alema se llevó el arma a los
labios, se detuvo medio segundo para calmarse, elevó la punta del arma para darle a su
dardo una trayectoria que lo llevaría cerca del techo del corredor y disparó.
El dardo se perdió de vista en el momento en que dejó la cerbatana. Saltó un par de
veces más para mantener una línea de visión sobre la espalda de Mara que se retiraba. El
dardo debe alcanzarla justo…
Luke y Mara pasaron la entrada de un corredor que cruzaba y se volvieron hacia la
izquierda en él.
Un ortolano, de pelo azul, grandes huesos, achaparrado, con enormes orejas
encorvadas y una trompa nasal que le llegaba a la mitad del pecho, salió trotando de ese
corredor, volviéndose hacia el Casino de las Fauces. Entonces el ortolano trastabilló y
cayó bocabajo sobre el suelo del corredor.
Alema gruñó. Su dardo había encontrado al objetivo equivocado.
La multitud que se movía se había hecho tan espesa que sin esforzarse
completamente, y muy obviamente, a través de la Fuerza, podría hacer poco progreso a
través de la masa de personal militar que se dirigía hacia las bahías de vehículos del
Ventura Errante. Para cuando llegó al corredor que cruzaba, no había ni rastro de los
Jedi.
Un hombre humano que emergía del corredor lateral chocó con ella. Tenía la piel
oscura, era guapo, con grueso cabello blanco y una barba y un bigote blancos y
acicalados. Llevaba un bastón de punta plateada y su centelleante capa de seda se
deslizaba sobre los cuerpos de todos los que pasaba, incluida Alema.
Alema estaba a veinte metros por el corredor lateral abajo antes de darse cuenta de
quién era él.
Lando Calrissian.
Casi gritó donde estaba. Si Lando estaba aquí, no habría dudas sobre Han y Leia. Se
volvió de un lado a otro, intentando decidir si seguir a Lando o a los Skywalker y
finalmente se volvió hacia atrás para perseguir a Lando.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
—Llame a todos los exploradores —gritó la almirante Tarla Limpan. La piel gris verdosa
y los ojos rojos de sus ancestros duros la convertían en una figura impresionante en el
puente de un destructor estelar, un beneficio para ella ahora, en el corazón de una
batalla—. Lance los escuadrones en cuanto estén listos. ¡Estimación de amenazas! ¿A
qué estamos mirando?
Finalmente, un holograma esquemático del espacio directamente alrededor de
Corellia saltó a la existencia por encima de la pasarela del puente. La almirante Limpan
estaba realmente dentro del holograma. Dio dos pasos hacia atrás para salir de él. En el
esquema, la esfera de Corellia era de cuadriculas de líneas azules. Las naves de la
Alianza eran pequeños símbolos verdes, los vehículos corellianos de la superficie del
planeta o dentro de su atmósfera eran amarillos y los desconocidos eran rojos. Había
montones de desconocidos, algunos de ellos bajando ya a toda velocidad hacia la
atmósfera en la parte más alejada del planeta desde el Dodonna. Demasiados se estaban
aproximando al Dodonna a lo largo de vectores orbitales.
Aunque el coronel Moyan, su coordinador de cazas, no estaba en el puente,
permanecía en la sala de control de cazas, un compartimento cercano, su voz gruñona
retumbaba por el sistema de altavoces del puente.
—Tenemos a dos cruceros, una fragata y un mínimo de doce escuadrones de cazas
dirigiéndose hacia nosotros. Eso son sólo los recién llegados. Hay al menos las mismas
unidades de cazas elevándose desde la superficie de Corellia. Esto es un golpe general.
Nuestros despliegues en la Estación Centralia y en los otros cuatro planetas están
informando de conflictos similares.
Limpan levantó la mirada, hacia los altavoces altos, como si Moyan estuviera allí
arriba.
—¿Quiénes son?
—Son cruceros de asalto bothan, almirante.
Ninguna expresión cruzó su cara, pero Limpan sintió una punzada de compasión por
Moyan. Él era bothan.
—De acuerdo —dijo ella—. Navegante, trace un rumbo hacia la Estación Centralia.
Ordene a nuestras fuerzas allí que ataquen la estación con tanta dureza como puedan.
Negársela a los corellianos es nuestra principal prioridad. El Dodonna se unirá a esa
acción. —Si todavía estamos funcionales cuando lleguemos allí, añadió ella
silenciosamente. Y asumiendo que lo estemos, podemos conseguir una sensación de si
necesitamos quedarnos allí y seguir golpeando, o huir con el rabo entre las patas—.
¿Dónde está el Anakin Solo?
Ese destructor estelar, asignado a Jacen Solo y a la Guardia de la Alianza Galáctica,
no respondía ante ella y no siempre conocía su localización o su tarea actual.
Su operador de sensores habló.
—Estaba en su puesto de costumbre, justo fuera de la órbita de Soronia, en la
aproximación directa de Coruscant. Ahora se está acercando.
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Aaron Allston
—Pídale que se reúna con nosotros en Centralia. —Limpan pudo sentir los sutiles
cambios en la gravedad artificial de la nave, y vio la proa a través de los ventanales,
mientras el Dodonna giraba lentamente para apartarse de su órbita y se orientaba lejos de
la superficie del planeta—. ¿Cuántos escuadrones de cazas tenemos de guardia?
—Tres, almirante.
Limpan negó con la cabeza, pesarosa. Iban a recibir una paliza. De hecho, una mera
paliza era lo mejor que podían esperar.
Como si leyera sus pensamientos, una de los oficiales de bajo rango habló, con su
tono justo lo bastante alto como para que llegara a los oídos de Limpan.
—Estamos jodidos.
—Cazas enemigos llegando ahora a nuestro alcance máximo de fuego —dijo Moyan.
—Abran fuego —dijo Limpan—. La orden es disparar a voluntad.
VENTURA ERRANTE
Wedge y Corran giraron al entrar en el Hangar Insignia, cada uno de ellos derrapando
mientras hacían el giro cerrado desde el corredor. Sus astromecánicos habían hecho un
encendido preliminar y las cubiertas de ambos cazas ya estaban abiertas. Wedge fue el
primero en llegar a su vehículo, pero Corran, más que subir por la escalera que colgaba
de su cabina, saltó con ligereza hasta su asiento del piloto. Wedge hizo un juramento al
Jedi en voz baja y subió por la escalera.
—¿Qué tenemos, cielito?
La voz de Iella crujió por su comunicador.
—Fuerzas desconocidas atacando a cada posición principal de la Segunda Flota en el
sistema. Espera, desconocidas no. La fuerza de ataque de Centralia está informando de
marcas commenorianas en las fuerzas de asalto. Las fuerzas del bloqueo de Tralus y del
corelliano están informando de marcas bothan.
Nosotros tenemos una pequeña fuerza, una fragata y un escuadrón de cazas,
dirigiéndose hacia nosotros.
Y el Dodonna ha ordenado al Ventura Errante que no entre en el hiperespacio hasta
que todos los vehículos de lucha preparados para el espacio que haya a bordo sean
lanzados.
Wedge se tambaleó ágilmente para entrar en su cabina. La orden del Dodonna
significaba que Booster tendría que jugar a un juego de cálculos cuidadosos.
Si saltaba antes de que el personal militar a bordo hubiera sido lanzado
completamente, se arriesgaba a un castigo seguro de la Alianza Galáctica: penas
financieras aplastantes que podrían llevarle a la bancarrota. Si no lo hacía, y las fuerzas
que se dirigían hacia aquí eran demasiado fuertes, se arriesgaba a perder el Ventura, y su
propia vida, y las vidas de miles de empleados e invitados mientras el destructor estelar
poco armado era vaporizado.
Wedge arrancó la escalera de su fuselaje de un tirón y la dejó caer al suelo del hangar.
Se deslizó en el asiento, se puso el casco y cerró la cubierta.
La voz de Corran le llegó por los altavoces del casco.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
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ESPACIO CORELLIANO
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
rica en proteínas, hablaba con un acento coruscanti que había disminuido por décadas de
servicio pasadas entre muchas especies y clases sociales.
—Nos estamos preparando para mover a los láseres de largo alcance para que
apunten a las cañoneras.
—Detenga eso —dijo Jacen—. Utilícelos para reforzar el fuego del Buzo Azul contra
la estación.
Twizzl frunció el ceño.
—¿Matar a más tropas enemigas antes que preservar las vidas de las nuestras?
Coronel, eso es una mala elección bajo estas circunstancias.
—Es nuestra única opción. ¿No puede ver lo que está pasando? La almirante Limpan
no habría ordenado el ataque contra la estación si no estuviera segura de que las fuerzas
enemigas podrían echarnos del sistema. Y si nos echan del sistema y dejamos una
Estación Centralia intacta detrás…
—Sí, coronel. —Twizzl no sonó convencido, pero se volvió hacia el oficial de
armas—. Apunte a un nuevo objetivo: la Estación Centralia. Fuego continuado. Inflija
tanto daño como sea posible.
Su voz era renuente.
VENTURA ERRANTE
Bien lejos de las áreas públicas frecuentadas por la clientela y los invitados del
Ventura Errante, Lando salió de un pasaje ensombrecido hasta un pequeño
turboascensor. Sus puertas se cerraron tras él y su programa de servicio habló.
—Cubierta, por favor.
—Submando Tres.
—Por favor, presione una huella, un ojo u otro identificador individual contra el
sensor.
Lando levantó una mano para hacerlo, pero las puertas sesearon al abrirse de nuevo y
una mujer con una capa oscura con capucha cojeó hasta quedarse en la parte más alejada
del ascensor.
Lando le dirigió un asentimiento de cabeza educado. Sería sospechoso y maleducado
ordenarle que saliera del turboascensor, así que dejaría que el ascensor la llevara hasta su
destino, luego lo cerraría para evitar que alguien más entrara y volvería con su grupo del
centro de operaciones en la sala de conferencias.
—Cubierta, por favor.
La recién llegada ignoró el programa de servicio.
Apartó la capucha de su cara, revelando los rasgos y los lekku, uno de ellos un
muñón, de Alema Rar.
—Hola, Lando.
Lando retrocedió contra la pared del turboascensor y desenfundó su pistola láser
oculta, pero antes incluso de que la hubiese sacado de su bolsillo oculto ella alargó la
mano hacia la pistola. El arma voló de la mano de él hasta la de ella.
Alema miró a la pistola láser antes de dejarla caer al suelo tras ella.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
ESPACIO CORELLIANO
Luke tuvo que estar de acuerdo en que el plan improvisado de Wedge era bueno, o lo
sería, si funcionaba.
Pero entonces, decidió, eso era así con todos los planes: en retrospectiva, sólo eran
tan buenos como exitosos resultaban, sin importar lo brillantes que hubieran parecido
antes de su ejecución. Mara y él estaban a muchos kilómetros por delante de Wedge y
Corran y a unos cuantos kilómetros hacia un lado de la línea de aproximación directa que
estaba tomando la fuerza enemiga. Tan pronto como sus sensores detectaron la fragata
que se acercaba, Mara y él apagaron todos los sistemas activos y se quedaron muertos en
el espacio, meramente girando. Desde este punto hasta que se reunieran con Wedge y
Corran, no utilizarían sus sistemas de comunicación. Su vínculo de la Fuerza,
indetectable por los sensores, sería su único medio de comunicación.
Los sensores pasivos mostraron que Wedge y Corran se aproximaban a la fuerza
enemiga y mostró a los cazas enemigos desplegándose delante de la fragata como una
pantalla defensiva. Luke asintió. Estas eran tácticas básicas e inteligentes.
La fragata y la pantalla de cazas sobrepasaron las posiciones de Luke y Mara y los
sensores de Luke mostraron que la fragata era una Nebulon-B con forma de hacha.
Los Jedi esperaron allí y vieron como empezaba la batalla. Wedge y Corran,
manteniéndose tan cerca el uno del otro que a veces eran un punto en los sensores, se
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
El Dodonna vertió daño sobre la Estación Centralia, cavando una trinchera latitudinal de
metal fundido y haciendo una incisión para igualar la longitudinal que había tallado el
Buzo Azul. Pero los cazas perseguidores bothan y corellianos, al no estar bajo control por
una pantalla de cazas estelares suficiente, continuaron golpeando al transporte de batalla.
El Buzo Azul se separó de la estación para seguir a la nave insignia, utilizando sus
baterías para eliminar tantos cazas perseguidores como pudo, pero era como un novicio
Jedi intentando proteger una pata de carne de sangre caliente de un enjambre de
escarabajos-piraña.
Finalmente el Dodonna saltó, seguido de cerca por el Buzo Azul y los cazas de apoyo
equipados con hipermotor. El Anakin Solo fue el último en entrar en el hiperespacio.
Llegando a Punto Vacío, las tres naves capitales maniobraron para acercarse unas a
otras, lo mejor para intercambiar ayuda y apoyo con campos superpuestos de fuego de
armas pesadas.
Pero ninguna nave enemiga les siguió al salir del hiperespacio. Tuvieron tiempo de
evaluar los daños, comunicarse con Coruscant y reunir datos.
No pasó mucho tiempo antes de que la Holo-Red se agitara con informes de noticias
de Corellia.
El Primer Ministro Dur Gejjen casi brillaba con la victoria de «liberarse del yugo de
la opresión de la Alianza Galáctica» y ofreció un alabanza a las fuerzas de Bothawui y
Commenor y a su propia coordinadora de batalla, la almirante Delpin, a la que alabada
visiblemente por hacer «lo que el almirante Antilles no pudo hacer», como si ella tuviera
algún papel en traer a los bothans y a los commenorianos a la mesa.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
capítulo quince
ZIOST
Desde una órbita alta, el planeta de Ziost no parecía como un lugar de maldad.
Era un planeta típicamente azul y verde, con una buena mezcla de masas de tierra y
agua abierta, hielo en los polos y formaciones de nubes blancas, incluyendo la
característica espiral de un huracán sobre uno de los océanos. Las masas de tierra del
ecuador parecían casi enteramente verdes, graduándose del verde al blanco a través de las
zonas templadas y volviéndose blanco puro poco después, dándole al planeta grandes
bolsas polares. No había ni rastro de desierto o de ningún terreno aparte de bosques y
tundra.
Era, de hecho, un lugar bonito, si uno miraba sólo con sus ojos.
Pero Ben tenía otros sentidos y a través de la Fuerza pudo sentir algo más, algo
malevolente acerca del planeta. Parecía estar mirándole a él, como si fuera un ojo
moteado perteneciente a alguna cara horrenda y llena de odio que no podía distinguir
completamente.
Ben miró a Ziost y Ziost miró a Ben. Ben tragó.
—Agitador, ¿recoges alguna cola de impulsores? —preguntó Ben.
Realmente no esperaba mucha ayuda en eso. Las colas de emisiones de los
impulsores desaparecían rápidamente y dado que el tráfico de vehículos y naves de un
planeta era alto, todas las colas tendían a emborronarse unas con otras.
El astromecánico trinó un ruido afirmativo y líneas de texto aparecieron en una de las
pantallas de la cabina del ala-Y:
UNA PESADA COLA ORBITAL INDICA UNO O MÁS VEHÍCULOS EN UNA ÓRBITA ESPECÍFICA
DURANTE UN TIEMPO CONSIDERABLE.
EL VEHÍCULO (O VEHÍCULOS) DEJÓ LA ÓRBITA HACE APROXIMADAMENTE OCHO HORAS
ESTÁNDAR E HIZO UN DESCENSO PLANETARIO.
La pantalla del sensor de la cabina cambió de una imagen en vivo del sensor a un
diagrama de la superficie del planeta, con líneas de puntos mostrando la órbita
abandonada y el camino de descenso.
Ben sintió una oleada de alivio. Desde luego, Ziost era un mundo muerto, en términos
de civilización planetaria. Eso cambiaba la perspectiva de encontrar un único vehículo en
un área del tamaño de una superficie planetaria de «locura» a «posible».
Cambió los datos de la unidad R2 a su ordenador de navegación y trazó su propio
descenso.
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Desde una altitud de unos cuantos kilómetros, viajando lo bastante lentamente para que el
ala-Y no causara estallidos sónicos ni dibujara estelas visibles desde el suelo, Ben estudió
el vehículo que debía haber traído a Faskus de vuelta a Ziost.
Era un transporte ligero Corelliana YT 2400, con forma de disco, como el venerable
Halcón Milenario del tío Han, pero con la cabina en la punta de la proyección de estilo
estabilizante en el lado de estribor.
Al menos una vez había sido un YT 2400. Ahora era un montón achicharrado de
duracero doblado, ennegrecido en numerosos lugares por el fuego. El humo todavía se
elevaba hacia el cielo de los lugares donde el casco se había roto. La cabina y su tubo de
acceso se habían separado del cuerpo principal del transporte y habían rodado, o habían
sido lanzados hacia abajo por una suave pendiente, colocándolos a veinte metros del
casco principal. Una ligera nevada bajaba a la deriva a través de las porciones principales
de la nave destruida.
¿Se había estrellado? Ben incrementó el aumento de su pantalla visual y negó con la
cabeza. No, los patrones quemados de las porciones del casco mostraban claros signos de
bombardeo con turboláser.
Al transporte le habían disparado múltiples veces y luego había ardido.
Ben volvió rápidamente a sus sensores principales, pero no había rastro de otro tráfico
aéreo en esta área. El atacante se había ido hacía mucho.
Ben hizo una espiral para bajar para aterrizar en el mismo claro que Faskus había
elegido. Posó el ala-Y bien lejos de los restos quemados y luego investigó a pie.
Porciones del transporte estaban lo bastante frías para aproximarse y fue incluso
capaz de entrar en un lugar o dos donde las escotillas había volado o se habían abierto
agujeros en el casco lo bastante anchos para dejarle pasar. No había nada dentro excepto
humo persistente y el olor a plástico y pseudo-cuero quemados.
Buscando más pistas, se abrió a la Fuerza… y se estremeció. La sensación de que le
estaban mirando era más fuerte aquí de lo que lo había sido en la órbita. Intentó dejar de
lado esa sensación, para sentir a su alrededor y más allá de ella, y no pudo detectar rastros
de muerte. No pensaba que el piloto hubiera muerto en el transporte.
¿Dónde estaba entonces? Ben no era un rastreador consumado. No creía que pudiera
seguir a un objetivo, particularmente a uno al que le habían disparado recientemente y
probablemente era precavido y estaba alerta, a través de un bosque profundo.
Y entonces lo sintió, justo en la periferia de sus sentidos de la Fuerza, un pequeño
rastro de malvada alegría, justo como la que había sentido en el expositor en Drewwa.
La alegría permaneció fija, aunque distante, mientras volvió a su ala-Y.
—Agitador, voy a ir extravehicular durante un tiempo. Tal vez días —le dijo al
astromecánico.
Agitador le ofreció una interrogación musical.
Ben no necesitó sacar su cuaderno de datos y leer el texto transmitido para
entenderlo. ¿Qué quieres que haga?
LSW 172
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Lo pensó. En este mundo hostil, los sensores, las herramientas y las otras capacidades
de una unidad R2 podrían ser muy útiles, asumiendo que el pequeño droide no se quedara
atrapado en un pantano o algo. Pero Ben no tenía la grúa necesaria para sacar a Agitador
de su hueco en el ala-Y. Algunos astromecánicos tenían modificaciones que les permitían
liberarse y hacer un descenso seguro, pero Agitador parecía ser un modelo común y
corriente, sin modificaciones de alguna consecuencia.
Aun así, Ben tenía a la Fuerza disponible para él.
Simplemente no estaba seguro de que pudiera arreglárselas para hacer una proeza
precisa de telequinesis con algo tan pesado como una unidad R2.
—Espera un momento, amiguito.
Ben cerró sus ojos y se concentró.
A través de la Fuerza, pudo sentir la masa del ala-Y tomando forma, incluso pudo
trazar sus contornos. Y allí también estaba Agitador, pero no podía separar al droide en
su mente del caza. No quería levantar todo el caza, no podría incluso querer intentarlo.
Entonces Agitador hizo un ruido de curiosidad y de repente el droide era distinto del
caza, con sus propias líneas claramente definidas. Ben sonrió y se concentró en el
astromecánico.
Suavemente empujó hacia arriba, como si intentara extraer una clavija de un motor.
La clavija demostró ser testaruda, así que empujó con más fuerza.
El repentino graznido de alarma de Agitador casi rompió la concentración de Ben,
pero él frunció el ceño y la mantuvo, y pudo sentir al astromecánico elevándose en el aire
y flotando libre del ala-Y. Ben hizo un gesto lateral y Agitador se movió hacia un lado.
Cuidadosamente, Ben bajó al droide hasta el suelo y abrió sus ojos.
—Creo que vas a venir conmigo —dijo bamboleándose un poco, cansado por el
esfuerzo.
El droide gorjeó, con sus tonos sugiriendo alivio.
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sintió que la alegría que estaba persiguiendo se volviera más distante. En todo caso,
Agitador y él parecían estar acercándose, muy lentamente, a su presa.
Entonces oyó sonidos de la dirección por la que habían venido. Los sonidos eran
lejanos, amortiguados por la distancia y el bosque opresivo, pero Ben pensó que
reconocía el chillido de los motores de iones, el thoom del fuego láser.
Agitador empezó a trinar un mensaje complicado. Con un mal presentimiento, Ben
sacó su cuaderno de datos y lo abrió. Una serie de informes de diagnósticos rodaron por
la pantalla demasiado rápido para leerlos, pero el mensaje se detuvo.
La última línea decía:
Ben se hundió para sentarse en la nieve polvo que cubría el suelo del bosque. Los
enemigos de Faskus habían vuelto y habían destruido su transporte, el único modo que
conocía para volver a salir del planeta.
Los archivos que tenía sugerían que nadie estaba seguro de que quedara algún ser
inteligente en Ziost.
Podría no haber nadie para que le ayudara a salir del planeta, jamás… y nadie a quién
él le importaba sabía que estaba aquí. Iba a morir solo en Ziost.
Se forzó a enderezarse. Tanto si moría como si no, tenía una misión que terminar. Y
una vez que estuviera hecho, tenía una segunda misión, una personal.
Castigar a la gente que había intentado exiliarle en este mundo solitario.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
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Pero para estar seguros, os pido a los Maestros que habléis si alguno pensáis que nos
estamos comportando inapropiadamente. Seré el primero en admitir que necesitamos
depender de vuestros juicios más objetivos en este asunto.
—Y otros asuntos de apegos, si se me permite —continuó Cilghal—. Maestro Horn,
¿el asunto de tu familia está resuelto?
Corran asintió.
—Todos los Jedi excepto los que ayudan a las fuerzas armadas de la Alianza en
reunir datos de inteligencia están fuera de Corellia, igual que mi mujer.
Aunque ella podría divorciarse de mí, dado que me fui sin darle un beso de
despedida.
Cilghal no ofreció la declaración que había afirmado su pregunta. Los Jedi deberían
abandonar el apego. Había sido un dogma básico de la filosofía Jedi en la era de la
Antigua República y en tiempos anteriores. Luke, como un experimento a través de los
años, lo había relajado, describiendo a sus estudiantes su papel en la historia Jedi pero sin
insistir en que fuera observado por las modernas generaciones Jedi. Habiendo elegido él
mismo una vida con esposa e hijo, difícilmente podría denegarle eso a otros y estos días
muchos estaban formalmente casados y a menudo criaban a sus propios hijos, con una
variedad de grados de apropiado desapego Jedi. Él tenía que admitir que en tales casos,
incluso en el suyo propio, el auténtico desapego podría a veces ser casi imposible.
Cilghal no era probable que ofreciera esa crítica, porque ella nunca había indicado
que creía en el mérito absoluto de la vieja tradición. Pero obviamente se estaba tomando
su papel como taras-chi muy seriamente.
—También en mi agenda —dijo Luke— un informe sobre Leia. Todos habéis sido
pacientes y de amplias miras al permitirle permanecer con Han. Y yo continúo pensando
que esto sirve a los intereses de la orden Jedi y de la Alianza Galáctica al permitirnos
echarle un ojo a otras perspectivas y a hechos que de otro modo no estarían disponibles
para nosotros. Mara y yo la vimos durante nuestra visita al espacio corelliano. Quería
proponer la idea de que continuemos haciéndolo y que no le ofrezcamos censura alguna
por oponerse aparentemente a las metas de la Alianza… incluso cuando la Alianza
continúa insistiendo en medidas de castigo.
Esta vez fue Kyle Katarn quien presentó la probabilidad de discusión. Ligeramente
barbudo, unos cuantos años mayor que Luke, realmente parecía un poco más joven
porque no había adquirido una impresionante colección de cicatrices faciales.
—¿Estás seguro de que tu apego hacia tu hermana no influencia el modo en el que
estás manejando este asunto?
Luke asintió.
—A diferencia de la situación con mi hijo, estoy tranquilo con este asunto, cómodo
con todas mis decisiones.
—La Alianza Galáctica tiene razones válidas —dijo Katarn—. No necesariamente un
caso recubierto de duracero, pero razones válidas. No nos están pidiendo que la traigamos
ante la justicia encadenada.
LSW 176
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Pero si la orden Jedi apoya a la Alianza y una Caballero Jedi está apoyando
activamente al enemigo, su argumento es que la Caballero Jedi en cuestión debe ser
expulsada de la orden.
—Quizás deberíamos hacerlo —dijo Mara—. Una vez que un juicio justo haya
demostrado que ella ha ayudado al enemigo. No se ha demostrado todavía. Su presencia
con Han en varios sucesos ha sido notada, sí. Pero ni siquiera Tenel Ka, la pretendida
víctima de su supuesto intento de asesinato, cree que sean culpables.
—Y —añadió Kyp—, está la cuestión de si ellos pueden tener un juicio justo en el
ambiente actual.
Katarn hizo un gesto para apartar sus comentarios.
—Considerándolo desapasionadamente —dijo—. ¿Qué cambiaría si Leia Solo fuera
expulsada de la orden? Ella continuaría con Han, continuaría proporcionándote
información crucial (no dejaría de ser tu hermana, después de todo) y podríamos
readmitirla una vez que el juicio decretara su inocencia.
—Y por consiguiente hacer feliz al gobierno de la Alianza —dijo Luke—. ¿Pero
estaría bien, Maestro Katarn? ¿Expulsarla por tomar la iniciativa e investigar cosas que
ella ve que nadie más ve? ¿Quién de nosotros no ha hecho eso? —Nadie levantó una
mano y él continuó—. ¿Realmente estás abogando por eso, o estás asumiendo el papel de
Cilghal como oponente de debate honorífico durante un momento?
Katarn sonrió, mostrando los dientes blancos.
—¿Importa? La proposición tiene mérito, o carece de mérito, por sí misma, sin
importar si yo creo en ella.
—Tiene razón —dijo Cilghal—. Necesitamos analizar la propuesta por su propio
mérito y analizar la respuesta del Gran Maestro de igual modo.
—Bien, aquí está mi respuesta —dijo Luke—. Si le arrebatamos a Leia su Caballería
Jedi debido a alegaciones y al hacerlo evitamos que la Alianza nos imponga penas, penas
que podrían reducir nuestra efectividad, entonces estaríamos haciendo un pequeño mal
para evitar un mal mayor potencial. Pero no es la misión de la orden Jedi hacer el mal.
Nuestro trabajo es identificar las cosas que están mal y ponerlas en marcha. Incluso si eso
nos cuesta nuestros recursos, o nuestra felicidad y nuestras vidas. Eso es lo que propongo
que hagamos.
Katarn asintió como si estuviera complacido con la respuesta. Se volvió hacia Corran.
—Maestro Horn, me he dado cuenta de que no has dicho mucho.
Corran había estado sentado con su ceño fruncido durante la mayor parte de la
discusión. Ahora asintió.
—Tenía la impresión de que el taras-chi era alguna clase de bicho de Kessel. Booster
dijo que sabían como el cieno saliendo de un motor mal mantenido.
Mara le dirigió a Corran un fruncimiento de ceño que casi decía: Ahora no, so idiota.
Kyp bajó su cara hasta su palma de la mano.
—Hablando de desviarse del tema —dijo.
Corran se relajó, con su expresión volviéndose más neutral.
LSW 177
Aaron Allston
—De acuerdo. De vuelta al tema. Todos hemos estado hablando sobre el análisis
desapasionado en este asunto. Ahora, apruebo lo del análisis desapasionado.
Así es como se coge a los criminales y se les encierra. Pero también somos Jedi y se
nos anima a confiar en nuestros sentimientos. Sólo pasé varios días en la compañía de
Leia y, amiga o no, volví convencido de que ella no estaba apoyando a Corellia, no más
de lo que está apoyando a la Alianza. Quiere encontrar la verdad. La verdad detrás de la
guerra, la verdad detrás de las decisiones cuestionables de su hijo, que también
desacreditan a la orden, a pesar del hecho de que son aprobadas por el gobierno, podría
añadir. Ella está intentado identificar el mal y maniobrar para colocarse frente a él. No
creo que debamos desanimarla por eso, incluso con una reprimenda que algunos de
nosotros consideramos irrelevante. Creo que deberíamos confiar en nuestros
sentimientos.
Todos guardaron silencio durante un momento y Luke quiso vitorearle.
—Soy probablemente el Maestro presente que tiene menos conexiones de familia o
amistad a largo plazo con Leia Solo —dijo finalmente Katarn—, y recomiendo
formalmente que no llevemos a cabo acción alguna contra ella de ahora en adelante.
Los otros estuvieron de acuerdo.
—Esa es mi agenda —dijo Luke—. ¿Alguien más?
—Yo tengo algo —dijo Cilghal—. La guerra, tan limitada como lo ha sido hasta
ahora, ha incrementado el número de heridos Jedi… y, tristemente, de muertos. No
hemos tenido problemas tratando con el incremento de nuestros recursos disponibles.
Pero ahora la guerra se está propagando…
ZIOST
LSW 178
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Una hora más tarde, estaban al borde de otro claro, mirando a un campamento. Había una
tienda, improvisada con varias mantas rojas de emergencia y cordel amarillo. Había un
fuego, tan miserable como el del propio Ben la noche previa. Había una enorme mochila,
improvisada de un enorme saco de carga, unos cuantos palos de duracero indudablemente
sacados del condenado YT-2400 y más cordel amarillo.
Y había un hombre.
Dejando atrás a Agitador, Ben se arrastró hacia delante, manteniéndose agachado
detrás de los montones de nieve. Cuando estuvo lo bastante cerca para echar un buen
vistazo al hombre, sintió una sensación de decepción.
Faskus de Ziost no se parecía mucho a un protector de artefactos Sith. Era un humano
de piel pálida con una barbilla que estaba justo dos pasos por debajo de ser adecuada y un
grueso bigote negro rizado que sólo enfatizaba lo inadecuado de su barbilla.
LSW 179
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Llevaba unos ropajes grises que eran el colmo del anonimato. Se movía lentamente,
añadiendo ramas a su fuego y hablando para sí mismo, palabras que Ben no podía oír.
Y la primera vez que se volvió en la dirección de Ben, para añadir otro puñado de
ramitas al fuego, Ben pudo ver que llevaba el Amuleto de Kalara con su cadena alrededor
del cuello.
Ben se quedó helado. Si Faskus sabía que él estaba allí, el hombre podría
desvanecerse de sus percepciones, podría seguirle y matarle con poco esfuerzo.
Ben tenía que obtener el amuleto sin alertar a Faskus.
Y eso significaba esperar una oportunidad…
No. Ben tenía hambre ahora y sólo tendría más.
Y tendría más frío, ya que el ejercicio era contraproducente cuando un agente estaba
intentando evitar que le detectaran. Si esperaba, o se volvería tan débil y agarrotado que
no podría completar su misión, o se congelaría hasta morir.
Así que la situación significaba que tendría que atacar… y atacar pronto.
Y atacar sin misericordia. Cualquiera que pudiera robar el amuleto y blandir su poder
tenía que ser formidable.
Cuando Faskus le volvió la espalda de nuevo, todavía murmurando para sí mismo,
Ben se arrastró hasta más cerca. Una depresión en el terreno le permitió aproximarse a
diez metros de la tienda. Pudo oír algunas de las palabras de Faskus.
—… preocupes por nada… tiene que ser un refugio… no es tan malo como parece…
Ben se levantó para mirar por el borde de la depresión. Faskus tenía de nuevo su
espalda hacia él.
Ben se lanzó hacia delante, empujándose a través de la Fuerza, dándole a su salto una
distancia extra, una altitud extra. En mitad de su arco, levantó su sable láser. Mientras
empezaba su descenso, lo encendió.
El sonido alertó a Faskus, que empezó a volverse.
Y en el cuarto de segundo final antes del impacto, Ben vio, más allá de Faskus,
sentada en las mantas delante de la tienda, mirándole con ojos maravillados, a una niña
pequeña.
Iba a cortarle la cabeza al hombre delante de esta niña pequeña.
Ben aterrizó sobre sus pies, enviando de un golpe a Faskus hacia atrás al otro lado de
la niña. Aterrizando a horcajadas sobre el hombre, oyó el gruñido de dolor de Faskus y
oyó el grito apagado de la niña.
El sable láser de Ben cortó la manta superior de la tienda, prendiéndole fuego a los
bordes. Él apagó el arma.
Entonces puso su mano libre sobre el amuleto y tiró. La cadena no cedió y tampoco
cedió el cuello de Faskus. Ben juró y tiró hacia arriba, sacando la cadena de quien la
llevaba. Sólo entonces se retiró, gateando hacia atrás desde la boca de la tienda y dejó
caer el amuleto en su bolsillo.
La niña pequeña se apretó para salir de debajo de las piernas de Faskus y miró a su
alrededor con los ojos muy abiertos. Tenía el pelo oscuro cortado corto y los ojos azules.
LSW 180
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Podría tener unos seis años estándar y llevaba unos ropajes que eran la copia infantil de
un mono naranja de ala-X. Cuando ella vio a Ben, gritó de nuevo. Alargó el brazo hacia
abajo y su mano volvió con unas cuantas ramitas y hojas, que lanzó a Ben. Una ramita
voló hasta el pie de él.
El resto de los escombros se quedaron cortos.
—Cállate —dijo Ben.
La niña se lanzó sobre Faskus.
—Papaíto, despierta. Papaíto…
—¿Papaíto?
Ben se levantó y se movió de nuevo hacia delante.
La niña se volvió y cogió más escombros del interior de la tienda para lanzárselos a
Ben. Esta vez era una cacerola para cocinar de duralimin. Él la apartó a un lado, sin
detener el paso y entró en la tienda.
—Para eso.
—No le hagas daño a papaíto.
Ella alargó la mano hacia algo más: una pistola láser. Ben, repentinamente alarmado
de nuevo, tiró de ella a través de la Fuerza y esta voló hasta su mano.
Era ligera, demasiado ligera. La examinó. Era un juguete de niños, una copia en
miniatura de la pistola láser clásica DL-44, como la que su tío Han llevaba normalmente.
Ben la lanzó fuera a través de la abertura.
—Deja de tirarme cosas. Lo digo en serio.
La niña se congeló, con la mano levantada con un tenedor en ella.
Manteniendo un ojo en ella cuando podía, Ben miró a Faskus. El hombre estaba
inconsciente. Era extraño, dado que Ben no creía que le hubiera golpeado tan fuerte. Pero
eso ayudaría. Ben devolvió su sable láser a su cinturón y luego cacheó a Faskus.
La pistola láser en la cartuchera del cinturón de Faskus era real. Como lo era la
pequeña que tenía en las botas y en la pequeña cartuchera bajo su manga derecha. Como
lo era la vibrocuchilla en la vaina de su manga izquierda. Ben se apropió de todas las
armas y luego miró a su alrededor.
Había un rollo de cordel amarillo en una esquina de la tienda. Ben lo recogió. Luego
le dio la vuelta a Faskus, descubriendo otra pistola láser en una cartuchera en la base de
su espalda, y apropiándose de ella, y poniéndose a trabajar en atarle las manos.
El tenedor le golpeó en la mejilla, clavándose por un momento y luego cayendo.
—¡Le estás haciendo daño!
Ben se frotó la mejilla. Sus dedos volvieron con una mancha de sangre.
—No. No se lo estoy haciendo. Sólo le estoy atando.
—Ya estaba herido, sólo lo estás empeorando.
Ben terminó con las manos de Faskus y se puso a trabajar en los pies del hombre.
—¿Dónde?
—En su estómago.
Ben volvió a darle la vuelta a Faskus y subió la túnica gris del hombre.
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células de energía extra, raciones de comidas, posiblemente para una semana, una
cantidad de cordel, la mochila, el contenido de los bolsillos de Faskus, incluyendo un
cuaderno de datos, numerosas monedas de créditos, tarjetas de datos y tarjetas de
identidad, y las ropas del hombre si las quería. Pero no las quería.
Cuidadosamente desmontó la tienda, exponiendo a la niña y a su padre a la primera
nevada del día, y dobló las mantas excepto las que constituían el suelo, en las que Faskus
y Tiara todavía estaban tendidos. Los ojos de Faskus todavía estaban abiertos, pero ya no
hablaba y Ben no podía sentirle a través de la Fuerza.
El astromecánico vino tambaleándose desde su posición oculta mientras Ben dividía
todos sus nuevos bienes entre su propia mochila y la mochila más grande que Faskus
había hecho.
—Buenas noticias, Agitador —dijo Ben—. Varias células de energía. Si tienes
adaptadores, podemos mantenerte funcionando durante mucho tiempo.
Pero la respuesta de Agitador no sonó feliz. El droide mantuvo sus receptores ópticos
apuntados hacia Kiara y Faskus, trinando una nota discordante.
—Sí —dijo Ben—. Es triste.
Incluso más triste era lo que tenía que hacer en un minuto. Pero su deber estaba claro.
Tenía que llevarle el amuleto a Jacen. Y eso significaba no correr riesgos con los
suministros.
Pensó en pedirle a Kiara que se moviera de manera que pudiera reclamar las dos
mantas finales, pero decidió que tal petición era innecesaria. Cuatro mantas serían
suficientes sólo para él.
Pasó unos cuantos minutos utilizando más cordel para atar la gran mochila a la cúpula
de Agitador y entonces empezó a caminar.
No oyó a Agitador siguiéndole. Se volvió para ver al R2 todavía en su lugar. Su
sensor óptico se movía de delante a atrás, mirándolo primero a él y luego a Kiara.
—Vamos, Agitador.
El astromecánico empezó a tambalearse en su dirección. Ben imaginó que podía
sentir reticencia en su paso, pero apartó la idea. Agitador nunca se había encontrado antes
con esta gente y por lo tanto no podría tenerles cariño.
—¡Hey! —Kiara se sentó. La nieve se estaba acumulando en su pelo y las lágrimas se
estaban congelando en sus mejillas—. No puedes irte. Papaíto dijo que ibas a cuidar de
nosotros.
—Lo siento —dijo Ben—. Pero yo no dije que lo haría.
—¡No puedes dejarle! ¡Los animales se lo comerán!
—Lo siento.
Volverle la espalda a la niña una segunda vez requirió un acto de voluntad, pero el
reconocimiento de su deber le dio la fortaleza para hacerlo. Empezó a caminar de nuevo,
lentamente, y Agitador le siguió.
El droide trinó, una comunicación larga y complicada. Ben abrió su cuaderno de
datos y este había recibido el mensaje de Agitador.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
—Le eché un vistazo al cuaderno de datos de Faskus. —Ben le dio unos golpecitos a
su bolsillo para asegurarse de que el cuaderno todavía estaba allí—. Hay información
sobre Ziost que yo no tengo.
Como las coordenadas donde se suponía que se tenía que posar, la cueva donde se
suponía que tenía que dejar el amuleto (creo que abandonó esa parte del plan después de
ser herido) y muchas localizaciones marcadas como ruinas. Apuesto a que donde sea que
hay ruinas, hay cosas que encontrar. Tal vez incluso gente. Quizás incluso la base de
donde es ese caza TIE. Nos dirigíamos a las ruinas más cercanas.
Apuesto a que Faskus también se dirigía allí.
***
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Una hora después, mientras cruzaban una cadena montañosa con poco bosque, el
cuaderno de datos de Ben pitó. Pero Agitador no había hecho ningún sonido indicando
que estuviera intentando comunicarse. Ben se detuvo y abrió su cuaderno de datos.
Las imágenes de sus padres giraron hasta quedarse fijas en su diminuta pantalla.
Ambos estaban sonriendo.
—Ben —dijo Mara—. En caso de que no te hayas dado cuenta… ¡tienes catorce
años!
—Enhorabuena por otro cumpleaños —dijo Luke—. Así que cualquier tortura que tus
profesores, incluyéndome a mí, tuviéramos preparada para ti hoy… olvídala. Preséntate a
mí para recoger algunos créditos de cumpleaños y el resto del día es tuyo para que lo
disfrutes.
Sus imágenes se desvanecieron en la negrura.
Agitador llegó hasta Ben y esperó con la paciencia de un droide.
Extrañamente, Ben se sentía como si no hubiera nada dentro de él, como si de repente
se hubiera convertido en un globo con la forma de Ben lleno de gas.
El gas no podía pensar y tampoco podía él, durante un largo momento.
Ellos tenían que haber grabado esto poco antes de que él empezara esta misión.
—Hola, mamá —dijo él—. Hola, papá. En mi decimocuarto cumpleaños, maté a una
niña pequeña.
Se sentó, con la parte inferior de su espalda descansando contra el astromecánico. Se
inclinó hacia delante, envolviendo sus brazos alrededor de sus rodillas.
Y empezó a llorar.
Kiara apuñalaba el suelo con el cuchillo. Era un utensilio de comer, no una vibrocuchilla
y cuando golpeaba el suelo, hacía un ruido metálico. A veces raspaba un poco del suelo
endurecido por el hielo. A veces no. Después de una hora cavando, puntuada por
estallidos de sollozos, había cavado un agujero un poco más grande que su mano.
Pero seguía cavando. Su padre estaba muerto y ella tenía que ponerle en el suelo para
que los animales no vinieran y se lo comieran.
A través de la nevada, pudo ver que había unos pies con botas delante de ella.
Levantó la mirada hasta la cara de Ben Skywalker. El tambaleante astromecánico estaba
entrando en el claro desde la parte más alejada.
Ben no dijo nada durante unos momentos. Entonces echó un vistazo a su alrededor.
—Creo —dijo— que necesitamos envolverle en una de las mantas y luego apilar
rocas encima de él.
Eso mantendrá alejados a los animales.
—¿No se lo comerán?
—No se lo comerán. Yo le envolveré y encontraré las rocas. Tú ponte la otra manta a
tu alrededor y ve a sentarte con Agitador.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Kiara hizo lo que le habían dicho. Sus lágrimas no dejaron de fluir, pero ahora supo
que su padre estaría a salvo bajo las piedras.
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capítulo dieciséis
CORUSCANT
Las semanas después del desastre militar de Corellia no abogaron por una rápida
resolución del conflicto.
Fondor, un planeta bien conocido por sus astilleros orbitales, un planeta cuya
economía se había irritado por las restricciones de producción militar de la Alianza,
anunció su dimisión de la Alianza y firmó artículos de amistad con Corellia y sus aliados.
Era sólo un planeta, incrementando el tamaño de la Confederación (ya no se referían
a ella como la Confederación Corelliana ante la indignada insistencia de Bothawui y
Commenor) de tres sistemas a cuatro. Pero de aquellos cuatro, dos, Corellia y Fondor,
poseían astilleros de construcción de naves que eran críticos para el desarrollo militar de
la Alianza. La pérdida de Fondor iluminó a los servicios de holonoticias. Poco después,
Bespin, con sus cruciales instalaciones de producción de gas Tibanna, y Adumar, con su
industria de municiones, también se unieron a la Confederación.
Y otros planetas estaban dudando. Los mundos del espacio hutt no guardaron el
secreto de su preferencia por la Confederación, o su disposición a permanecer siendo
amigos fieles y cálidos de la Alianza, mientras recibieran privilegios especiales de
comercio y ayuda que vertieran riqueza en sus cuentas.
Varios planetas del Remanente Imperial, incómodos desde hacía mucho con ser parte
de la Alianza, sugirieron que favorecían a la Confederación, pero el Consejo Moff
continuaba acatando sus tratados con la Alianza. El gran almirante Pellaeon, retirado
recientemente y que había vuelto al planeta Bastión, participando en el proceso actual de
reconstruir y repoblar el planeta capital del Imperio, habló abiertamente y a menudo de la
necesidad del Imperio de permanecer asociado con la Alianza.
Durante estas semanas hubo sólo enfrentamientos esporádicos entre la Alianza y la
Confederación. La fuerza de ataque de la almirante Limpan en Corellia hizo frecuentes
ataques contra los astilleros corellianos, la Estación Centralia todavía intacta y las
instalaciones industriales en los otros planetas aliados con Corellia, aunque tuvieron
principalmente resultados dudosos. Las fuerzas de la Confederación en el sistema
Bothawui tuvieron éxito, con un esfuerzo mínimo, en hacer que los vehículos de
observación de la Alianza se retiraran.
Ningún bando presionó un asalto. Los planetas de la Confederación se sentaron
cruzados de brazos, fortalecieron sus defensas, enviaron diplomáticos con ofertas de
amistad a una gran cantidad de sistemas y aumentaron su producción de naves a niveles
épicos. La Alianza trajo fuerzas militares de vuelta de puestos y patrullas distantes,
reunió información y mejoró la seguridad. La mayor parte de la guerra se luchó en las
transmisiones de noticias, con los analistas prediciendo dónde se lucharía la siguiente
acción mayor, quién la empezaría y cómo terminaría.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
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donde estaba almacenado ese archivo indicó que la única vez que se ha accedido a él en
los años recientes fue cuando un programa de copia de seguridad automatizado lo renovó
y lo comparó con copias estáticas almacenadas. Los programadores militares no pudieron
encontrar otros signos de intrusión, así que pedí ayuda a Inteligencia, lo que reveló el
método utilizado…
Los murmullos activos de otros oficiales le acallaron. Tycho miró impasiblemente
alrededor de la mesa. Niathal sabía que el general estaba en desgracia con sus colegas por
traer ayuda exterior. Ella también lamentaba que el general Celchu hubiera expuesto un
fallo de seguridad a los de fuera, pero también aplaudía el hecho de que hubiera resuelto
el problema.
—Con Inteligencia en este caso —dijo Niathal—, quiere decir su esposa.
—Sí.
La esposa de Tycho, Winter, era una operativa desde hacía mucho. Había sido una
agente de campo cuando la Nueva República había sido un ideal más que una realidad.
Había ayudado a criar al hijo más popular de la Alianza, Jacen Solo. Solo era uno de los
oficiales en la mesa y escuchaba desapasionadamente, sin reaccionar cuando Winter fue
mencionada.
Tycho continuó.
—Winter descubrió que el código de la copia de seguridad había sido reemplazado.
Todavía estaba haciendo su trabajo, pero adicionalmente estaba enviando esos archivos a
una localización exterior. Una vez que supimos qué buscar, encontramos programas
similares haciendo copias de seguridad en otros bancos de datos. Este programa era
autoreplicante y podría haberse extendido a través de nuestra red militar al completo,
pero lo cogimos a tiempo. Ha accedido sólo a archivos más antiguos y algunos
inventarios de equipo militar.
—¿Y sus acciones?
—Anulamos el código maligno y le entregamos los detalles pertinentes a Inteligencia
Militar, Inteligencia de la Alianza Galáctica y la Guardia de la Alianza Galáctica.
Podríamos haber utilizado su intrusión para propósitos de desinformación, pero todo esto
habría sido una tarea enorme. El enemigo presumiblemente se habría dado cuenta si su
código hubiera dejado de expandirse a través de nuestra red, así que mantener el secreto
habría requerido construir toda una segunda red, llena de una combinación de datos falsos
y datos genuinos no críticos, y actualizarla a la misma velocidad a la que se actualiza la
red autentica.
Niathal asintió. Tal operación era posible ejecutarla, pero habría sido un agotamiento
tremendo de recursos.
—¿Sabemos cómo fue violado nuestro sistema?
—En parte —dijo Tycho—. Archivos verificables sugieren que el pirateo inicial del
código tuvo lugar durante una petición de datos de rutina utilizando una contraseña de la
GAG.
Eso atrajo la atención de Jacen.
LSW 190
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
—Ridículo —dijo.
Tycho le miró tranquilamente.
—Pero verificable.
—Nadie con un acceso a un nivel lo bastante alto para hacer peticiones significativas
a la red militar es un riesgo de seguridad. —Jacen mantuvo su voz dura—. Además de
todas las medidas de seguridad que empleamos, soy un Jedi. Sería casi imposible que
alguno de mis oficiales superiores me engañara de ese modo.
—Casi imposible —dijo Tycho— no es imposible.
—Dame la clave —espetó Jacen.
—Tres siete nueve hache cero ele cuarenta y cuatro barra baja be nueve dos uno —
dijo Tycho recitando de memoria.
Jacen sacó su cuaderno de datos y accedió a un archivo. Lo pasó durante unos
momentos. Entonces su expresión fue de meramente enfadada a enfadada y confundida.
—Sin asignar —dijo—. Hacia la parte inferior de la lista sin asignar.
—Le sugiero —dijo Niathal— que haga comprobaciones de los otros códigos sin
asignar para asegurarse de que no han sido también utilizados.
Jacen cerró el cuaderno de datos de golpe.
—Lo haré.
—E informe de lo que encuentre.
—Sí, almirante.
Claramente furioso, Jacen se apartó y evitó el contacto visual.
—¿Hay algo más? —preguntó Niathal.
—Sí. —La que habló fue una mujer de piel oscura y cabellos oscuros vestida con un
sombrío vestido civil más que un uniforme. Era Belindi Kalenda, la directora de
inteligencia de la Alianza Galáctica desde el final de la Guerra Yuuzhan Vong—. Tengo
un asunto relativo al ejército. Me ha llegado información que sugiere que la
Confederación está teniendo problemas crecientes, igual que crecientes dificultades,
mientras más planetas se unen a ella, con coordinar sus respectivas fuerzas militares.
Niathal inclinó su cabeza en dirección a la directora.
—La única parte sorprendente respecto a eso es que no hayan elegido ya a un
Comandante Supremo.
—No es la única parte sorprendente. Almirante, lo que estoy oyendo es que los
bothans han demandado que el Comandante Supremo sea elegido en una reunión cara a
cara de representantes de cada planeta de la Confederación.
Tycho silbó, Jacen asintió y otros oficiales empezaron a murmurar entre ellos.
—Eso suena muy propio de los bothans —dijo Niathal—. Cara a cara, más que
comunicándose por la HoloRed, pueden influenciar el resultado.
—Incluso más que eso —dijo Kalenda—, parece que la Confederación está utilizando
esto como un complot de reclutamiento, diciéndoles a los planetas que están dudando:
«Uníos ahora y tendréis una oportunidad de enviar delegados a la reunión de elección.
Vuestro candidato podría ser nuestro Comandante Supremo».
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—Creo que te estás tomando todo eso de la «Espada de los Jedi» demasiado en serio —
dijo Zekk.
En respuesta, Jaina se lanzó hacia delante, levantando su sable láser sostenido
horizontalmente. Empezó un corte alto en barrido, visualizando su ataque mientras lo
hacía. Pero el suyo era una finta y, al contrario que su visualización, hundió la punta de
su hoja bajo la maniobra de bloqueo de Zekk, golpeándole a lo largo de sus costillas
derechas.
El arma hizo un sonido de zap. Al ser un sable de práctica, le dio a Zekk una descarga
eléctrica en vez de una nueva cicatriz quemada que igualara la que se había ganado no
hacía tanto. Él retrocedió, frotándose donde la espada le había tocado.
—Hey. Hiciste trampa.
Jaina asintió.
—Me basé en el hecho de que te anticipas a mí todo el tiempo. Porque tú dependes
demasiado a menudo de anticiparte a mí.
—Quizás sea así.
—Y no me estoy tomando la designación de Espada de los Jedi demasiado en serio.
¿Cómo puedo hacerlo cuando ni siquiera sé qué significa? Ni siquiera el tío Luke sabe
realmente qué significa.
Nunca ha estado completamente seguro de porqué lo dijo. Tal vez fue la Fuerza
hablando a través de él.
Zekk preparó de nuevo su sable de práctica.
—Tal vez significa que eres la nueva Elegida.
Jaina se encogió de hombros y luego se puso de nuevo en guardia.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
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Zekk suspiró, paciente y alargó una mano. Jaina le pasó su sable de práctica. Zekk se
dirigió formalmente hacia el estante donde se almacenaban las armas de práctica.
Jag le ofreció a Jaina una mirada de disculpa.
—No estoy seguro de que tenga una perspectiva aparte de lo que acabo de decir. Pero
puedo especular.
—Por favor.
Ella se acercó para sentarse en la esterilla frente a él, duplicando su postura de piernas
cruzadas.
—No soy más apropiado para analizar la Fuerza de lo que lo soy para componer
música ultrasónica, dado que no puedo experimentar ninguna de las dos. Sólo sé
pequeñas cositas que he oído y eso ha sido mayormente ampliado desde que he venido
aquí. Pero si la Fuerza estaba hablando a través del Gran Maestro cuando te nombró la
Espada de los Jedi y si la Espada es algo como el Elegido, entonces hay cierta clase de
desequilibrio que necesita que se arregle.
Y eso parece apuntar a Lumiya.
Jaina asintió.
—Quizás nuestra fuerza de ataque necesita perseguirla a ella en lugar de Alema Rar.
—O además de Alema, dado que las dos estaban cooperando claramente contra los
Skywalker en el Depósito Roqoo. —Zekk volvió para quedarse de pie sobre los dos—.
No creo que los tres seamos rivales para Lumiya. Luchó con el Gran Maestro hasta el
final. Tiene el nivel de un Maestro. Nosotros somos dos Caballeros Jedi y un piloto
espacial ciego para la Fuerza.
Jaina le frunció el ceño.
—Zekk, eso fue innecesario.
—Sólo estoy explicando, correcta y lógicamente, que Fel no es un activo cuando se
trata de asuntos de la Fuerza.
—¡Zekk, para!
Implacablemente, Zekk continuó.
—Y esta clase de análisis es algo de lo que Fel sabe mucho. —Volvió su atención a
Jag—. ¿No le dijiste tú una vez a Jaina que yo no era un piloto lo bastante bueno para
unirme a su escuadrón? ¿No fue eso un análisis frío y sensato?
Jaina se encogió. Ese suceso había tenido lugar durante la Guerra Yuuzhan Vong, en
Borleias. Y Jaina se había dejado convencer por las razones de Jag, incluso aunque había
sabido que no debía.
La expresión de Jag no cambió, pero se tomó mucho tiempo para formular una
respuesta.
—No —admitió—, eso no era un análisis. Eso era yo siendo un amante celoso,
intentando quitarte de en medio.
Zekk pareció sorprendido. Obviamente, candor no era lo que había esperado.
Jag hizo un gesto hacia Zekk.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
—Eso es algo de lo que tú lo sabes todo. Los celos de un amante. De otro modo no
revolotearías como un murcilhalcón preocupado cada vez que me acerco a preguntarle a
Jaina la hora.
Jaina se sintió enrojecer.
—Jag…
—Siempre sabes la hora. Sólo estás buscando excusas para hablar con ella.
—Chicos, me estáis haciendo enfadar…
Jag empezó a pitar. Más bien, algún aparato electrónico en su persona pitó y los
pitidos eran un giro complicado de tonos musicales, como los de un astromecánico
intentando recitar una poesía, una señal más elaborada que la que alguno de los Jedi
habían oído de alguna pieza de equipamiento de Jag.
Pareciendo sobresaltado, Jag sacó su cuaderno de datos de un bolsillo.
—Un flash de tráfico de alta prioridad. —Abrió el aparato, leyó unas cuantas líneas…
y entonces empezó a leer en alto—. Del ordenador central del Ventura Errante. El
reconocimiento y código de análisis de la holocámara del Templo Jedi asigna un noventa
y cuatro por ciento de probabilidad de coincidencia con el objetivo Alema Rar para la
secuencia adjunta.
Con la discusión olvidada, Zekk se sentó junto a Jaina.
—Ponla en la pantalla grande.
Jag orientó el cuaderno de datos hacia la pantalla que dominaba la pared opuesta a la
entrada de la sala. Presionó un botón y un momento después la pantalla brilló al
encenderse, reproduciendo una grabación de holocámara.
Parecía ser de una holocámara de seguridad montada en el techo. Mostraba a una
multitud de gente, la mayoría de ellos con el uniforme del personal militar de la Alianza,
corriendo hacia una puerta.
En mitad de ellos había una mujer humanoide bien envuelta, definitivamente de piel
azul y posiblemente twi’leko, pero su cara no era suficientemente grande en la imagen
para que Jaina la reconociera.
Entonces el código de Jag se activó. Mientras formaba su postura, líneas más
pequeñas se alargaron desde partes del cuerpo (pie, hombro, cabeza) y las palabras y
números de porcentajes centellearon demasiado rápidamente como para leerlos. La forma
de las líneas se adaptó más, acortando un pie a la mitad de su longitud, provocando que
su hombro izquierdo cayera de un modo que sugiriera un daño fisiológico permanente.
Esa secuencia terminó y otra empezó. Pareció seguir poco después de la primera. La
imagen de la holocámara mostraba el ancho pasillo de una nave.
Personal uniformado entraba en él desde una sala más grande. Sus movimientos
estaban restringidos por sus números. La mujer azul estaba hacia el centro de la masa de
ellos, saltando arriba y abajo. Esta imagen de holocámara se acercó y mantuvo quieta la
escena.
Los rasgos de la mujer todavía eran muy parecidos a los de Alema, los de la Alema
del Nido Oscuro.
LSW 195
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Jag puso un tercer archivo, pero no era una secuencia de una holocámara. Era una
anotación de identificaciones de fallos imprevistos en las grabaciones de las holocámaras
recogidas a bordo del Ventura Errante, en las áreas donde los planos de la cubierta no
estaban especificados, a ningún nivel.
Las anotaciones citaban cientos de incidencias y un gráfico las trazó a través de
aquellos planos de cubiertas, mostrando patrones definidos de progresión a lo largo de
corredores, a través de conductos de aire, a través de casinos y centros comerciales.
Claramente, Alema Rar estaba en el Ventura Errante, o al menos lo había estado
cuando los toscos datos de este informe fueron reunidos, no más de unos cuantos días
antes.
Y el Ventura Errante estaba ahora en el sistema Coruscant, habiéndosele concedido
el permiso para llevar a cabo sus negocios aquí después de haber huido de Corellia.
Jag se levantó tan rápido que podría haber sido puesto en pie por muelles invisibles.
—La caza está en marcha.
Inexpresivo, corrió hacia la salida de la Sala de Entrenamiento.
LSW 196
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Lavint alargó la mano hacia su pistola láser oculta y la estaba alineando para disparar,
o al menos para amenazar, cuando el extraño se la arrancó de la mano. Él no le apuntó.
Simplemente la sostuvo, con el cañón hacia abajo.
Lavint le miró, alarmada y sospechando, durante el segundo que le llevó concentrarse
en su cara. Entonces le reconoció y se rió.
—Coronel Solo —le dijo—. ¿Estás aquí para matarme?
Él negó con la cabeza y le entregó la pistola láser.
—No, te necesito.
—Bueno, no estoy en mi mejor momento ahora mismo, pero estaré a la altura si tú lo
estás.
Una expresión de disgusto cruzó la cara de él.
—No es lo que quiero decir.
—No pensé que lo fuera. Sólo lo estaba comprobando.
Ella reemplazó su pistola láser en su funda oculta, al tercer intento, y luego sacó su
cuaderno de datos de su bolsillo y lo utilizó para abrir la puerta del camarote. Más allá
había una pequeña sala, con una decoración mínima, y ninguna Alema, a menos que
estuviera bajo la cama o por encima en algún lugar del techo.
Lavint llevó a su visitante dentro e inmediatamente se sentó en la única silla de la
sala, dejando a Jacen que decidiera si ocupar la cama o quedarse en pie. Él eligió
quedarse en pie.
—Tengo necesidad de tus servicios.
—No lo creo. —Empezó a negar con la cabeza pero, cuando el movimiento hizo que
el camarote girara violentamente, pensó que no debía hacerlo y paró—. Recuerdo
distintivamente que dijiste: «Yo nunca prolongaría una relación de negocios con alguien
que vende a los falleens».
—Que vende a sus compañeros —la corrigió Jacen. Parecía enfadado—. Las
circunstancias cambian.
—Y la ética con ellas. ¡Enhorabuena! Eso te convierte en contrabandista.
Él estuvo en silencio un momento, como si apaciguara sus emociones y luego
continuó.
—Son tus servicios como contrabandista los que necesito. La mayoría de la gente
conectada con la cultura del contrabando o se están manteniendo lejos de la guerra o
alineándose con la Confederación.
—Y con buenas razones. Tú quieres sacarnos del negocio.
—No, quiero que todos tengáis un negocio legítimo. Y si tú me ayudas, yo te ayudaré
a ti a hacer justamente eso.
—Sigue hablando.
—Va a haber una reunión de naves de guerra de la Confederación en unos cuantos
días. De diferentes sistemas. Sus líderes se reunirán, elegirán a un líder conjunto y se
lanzaran contra un objetivo común.
LSW 197
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Necesito estar en el lugar de la reunión para descubrir quién está allí… quién es un
conspirador.
—Justo para emboscar a la flota y descubrirlos cuando estén muertos.
El hizo un gesto para dejar de lado la sugerencia de ella.
—¿Cuánto me costará que me lleves allí?
—No lo haré. No se puede confiar en ti. Saboteas hipermotores.
Un centelleo de furia cruzó la cara de él.
—Tu hipermotor falló.
—Desde luego que falló. Y pasé varias horas muy, muy largas pensando que iba a
morir sola en el espacio. Considerando que encima de eso mi nave fue robada, por ti, no
fue un buen día. De verdad que no lo fue.
—Arruiné a dos buenos hombres porque me mentiste la última vez que hablamos.
Lavint se encogió de hombros.
—No eran buenos hombres. Eran saboteadores.
Y saboteadores incompetentes también, dado que finalmente arreglé el motor que
ellos sabotearon. Eran escoria. Como yo, ¿recuerdas? Un buen chico como tú no debería
depender de la escoria.
Jacen cerró los ojos y pareció estar contando. Finalmente los abrió.
—Sea cual sea el precio que acordemos, lo entregaré completamente, por adelantado.
A ti o a un agente de tu elección. Irremediablemente.
—De acuerdo. —Lavint no tuvo que pensar durante mucho tiempo—. Quiero el
Respira Mis Humos de vuelta.
—No puedo hacer eso en el tiempo que tenemos. Ha sido reacondicionado,
recomisionado y puesto en servicio como transporte de la AG. Llevaría semanas o meses
liberarlo del servicio, traerlo aquí y arreglar los archivos de propiedad. —Lo pensó
durante un momento—. ¿Qué tal un transporte medio de Astilleros Gallofree, de doce
años, aprehendido en Corellia, recientemente reacondicionado y reparado en los astilleros
de Coruscant pero no asignado todavía? Puedo reclamarlo para la GAG y entregártelo a
ti. Propiedad gratis y limpia.
—Estoy de acuerdo. Asumiendo que tenga el tanque completamente lleno, esté
armado, aprovisionado… y no haya sido saboteado.
—Entendido. ¿Qué más?
—Voy a necesitar dejar algunos créditos por ahí para comprar la información que
necesitas. Quince, veinte mil.
—Hecho.
—Y quiero que obtengas un mensaje de tus padres para mí.
—¿Qué?
—Puedes hacerlo, ¿no?
—¿Qué mensaje?
—Quiero que me envíen un modo de ponerme en contacto con ellos. Cuando me
venga bien. Sólo para una transmisión.
LSW 198
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
—¿Les conoces?
—No.
—¿Entonces por qué…?
—No es de tu incumbencia. Te lo juro. No te involucra a ti. No te hará ningún daño.
Ella le miró tranquilamente.
Él lo consideró.
—De acuerdo —dijo entonces—. Encontraré un modo.
Ella le sonrió.
—Eso es todo.
—Esperaba que me pidieras mucho más que eso. Por los sentimientos heridos.
—El truco de las negociaciones —dijo ella—, que deberías saber si tu padre te
hubiera criado bien, es no pedir nunca demasiado de manera que el otro grupo prefiera
matarte antes que cumplir con el trato.
Jacen consideró eso, mirándola, durante un largo momento.
—Gracias —dijo entonces simplemente y se fue.
Todavía sonriendo, Lavint se estiró en la cama.
Ahora tenía que descubrir justo qué había conseguido. Si Alema estuviera aquí,
entonces esa última parte de la negociación iba a hacer que mataran a los Solo y liberaría
a Lavint, a menos que Alema decidiera también matarla a ella, lo que Lavint esperaba
completamente que hiciera la twi’leko loca. Pero si Alema no había oído esta
conversación, aquellas negociaciones probablemente matarían a Alema, lo que era el
resultado que Lavint prefería.
—Hey, chica loca —dijo—, ¿estás aquí?
No hubo respuesta. Lavint se relajó.
Sus ojos se cerraron y en menos de dos minutos estaba roncando.
LSW 199
Aaron Allston
capítulo diecisiete
ZIOST
Cada mañana Ben despertaba con el recuerdo de las voces en sus oídos. Alguna parte de
su mente intentaba escucharlas, descubrir qué estaban diciendo.
El resto de él trabajaba para evitar comprenderlas.
Sabía, en lo más profundo, que si las escuchaba lo suficiente para comprenderlas,
querría hacer lo que ellas le dijeran y lo que ellas le dijeran sería muy, muy malo.
Así que el sueño no era apacible para Ben, incluso en las noches en las que su fuego
ardía durante todas las horas de oscuridad y Kiara se acurrucaba junto a él, triste pero
confiada.
Durante aquellas noches, a menudo despertaba con una sensación de preocupación o
con un pitido de Agitador para ver ojos brillantes desde el otro lado del fuego. Predadores
nocturnos, como los habría llamado Jacen, y Ben podía sentirlos en la Fuerza. Eran
presencias grandes y poderosas allí, envueltas con energía… y maldad. Podía sentir que
eran retorcidos como los árboles infectados de este lugar.
Hasta ahora no habían atacado, pero Ben se aseguraba de que Kiara nunca estaba a
más de un paso o dos de él excepto cuando alguno de ellos necesitaba hacer algún
negocio privado en los árboles. Entonces se aseguraba de que Agitador estaba cerca de la
niña. La presencia del droide no parecía violar el sentido de privacidad de ella.
También había otra presencia. El día después de que Ben encontrara a Kiara,
alrededor de mediodía, se habían parado para una comida rápida de raciones enlatadas.
Ben estaba sentado, consumiendo algún producto de carne lleno de grasa, y comiendo
con rapidez de manera que no saboreara la cosa. Vigilando por las bestias salvajes que
todavía no había visto, tenía su consciencia física y de la Fuerza expandidas hasta sus
límites y de repente estuvo seguro de que alguien le estaba mirando.
Se puso en pie, mirando a su alrededor, y cogió su sable láser, pero nada se aproximó.
Y después de unos pocos momentos la sensación se desvaneció.
Al día siguiente, de nuevo al mediodía planetario, ocurrió una vez más, esta vez
mientras llegaban a los restos de lo que una vez debía haber sido una carretera. Ahora los
árboles sobresalían de ella, pero había largos tramos donde permanecía plana y nivelada y
Agitador podía hacer un tiempo mucho mejor. El astromecánico simplemente había
asumido su configuración de trípode con ruedas para una mayor velocidad cuando Ben
sintió de nuevo los ojos sobre él. Una vez más, después de menos de un minuto, la
sensación se desvaneció.
El siguiente día a mediodía, estaba esperando a la sensación y esta no le falló. En los
pocos segundos que tenía, buscó al que le miraba a través de la Fuerza.
Y tuvo éxito. Quien quiera que le estuviera mirando lo estaba haciendo directamente
desde arriba.
Ben miró a través de la cubierta de ramas sin hojas.
LSW 200
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Pero no había nada para que él lo viera, sólo el sol brillando débilmente a través de
una capa de nubes.
—Agitador —dijo—, sólo sensores pasivos, mira directamente hacia arriba.
El astromecánico trinó una afirmación.
De nuevo la sensación se desvaneció. Ben sacó su cuaderno de datos.
—¿Viste algo?
CORRECTO.
Así que la persona que había hecho estallar el YT 2400 y el ala-Y les estaba
siguiendo. ¿Pero por qué? Y, justo igual de importante, ¿cómo?
Ben pasó parte de la tarde desmontando y comprobando cada pieza de equipamiento
que había cogido del campamento de Faskus, especialmente los aparatos electrónicos. No
encontró misteriosos transmisores en o sobre ellos.
Por supuesto estaba el cuaderno de datos de Faskus y este, como el de Ben, era un
transmisor de corto alcance. Para determinar si estaba transmitiendo a su sombra, Ben
tendría que cogerlo haciéndolo. Su programación podría causar que transmitiera un único
pulso de reconocimiento a grandes intervalos y Ben tendría que hacer que Agitador
escuchara en todas las frecuencias de comunicación todos los tonos para detectarlo.
Pero en su lugar podía simplemente quitarle la batería al aparato, restaurándola en
aquellas ocasiones en las que necesitara consultar sus archivos. Eso hizo. Entonces, no
más informado que antes, abrió el camino hacia delante, a través de la nieve y los árboles
retorcidos.
LSW 201
Aaron Allston
Las órdenes que ella había diseñado con Jacen no especificaban qué debía hacer Ben
en tal caso.
Y mientras que rescatar a una niña pequeña podría darle inicialmente una cálida
sensación de satisfacción, continuar protegiéndola tenía que ser una carga considerable
para su atención y energías. Llevársela no era pensar en la supervivencia, no era pensar
en el éxito de la misión, no era pensar como un Sith.
Y el chico debía saberlo. Simplemente se parecía demasiado a su padre.
Y eso significaba que nunca sería buen material Sith.
—Mátales —dijo ella.
—Considérelo hecho.
—Lo consideraré hecho cuando informes de que está hecho. ¿Algo más?
—No, mi señora.
Lumiya hizo un gesto sutil con sus dedos, lo que estaría por debajo de la imagen que
Dyur tenía de ella, y el holograma desapareció.
Ella hizo una pequeña mueca, aunque sus droides sirvientes no serían capaces de
verlo bajo su velo facial. Acababa de ordenar la muerte del hijo de Luke Skywalker. Una
razón más para que él la matara si lo descubría.
Ah, bueno. Quizás nunca lo descubriría. Incluso si lo hacía, esto se trataba todo de
Jacen y ahora Jacen no tendría que cargar con un aprendiz con una mente confusa y
sentimental.
ZIOST
LSW 202
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
NO.
Ben miró a la hora en la esquina de la pantalla del cuaderno de datos. Había dos allí,
una la hora local y una la de Coruscant, y la hora local era exactamente una hora estándar
antes del mediodía.
¿Podría estar traicionándole su propio cuaderno de datos? ¿O algún otro objeto de su
equipamiento? Rápidamente sacó todo de ambas mochilas, segregando los objetos en dos
montones: todo lo que había examinado antes y todo lo que no había examinado. Atacó la
segunda pila, inspeccionando minuciosamente cada objeto.
Probablemente podría descubrir al día siguiente si su cuaderno de datos era el aparato
de seguimiento. Asumiendo que las comunicaciones estaban teniendo lugar a la misma
hora cada día, colocaría a un lado su cuaderno de datos antes del mediodía y Agitador y
él se apartarían varios metros. Si el cuaderno de datos enviaba una señal, Agitador podría
determinar que era el aparato y no alguna otra cosa en la persona de Ben.
Metódicamente comprobó también todos los otros objetos, hasta el punto de sacudir
los bolsillos de su cinturón sobre la pila de bienes para asegurarse de que estaba vacío.
No lo estaba. Nada más cayó, pero el fondo del bolsillo se plegaba extrañamente en
su mano. El bolsillo parecía pesar más de lo que debía, aunque sólo fraccionalmente.
Volvió el bolsillo de dentro a fuera y encontró el aparato de seguimiento.
Parecía como un pequeño trozo de metal veteado, aunque con patas de araña
larguiruchas que estaban ensartadas en la tela del bolsillo, agarrándose con seguridad en
su lugar. Una pata se alargó hasta una longitud de seis o siete centímetros.
Ben lo miró, perplejo. ¿Cuándo le habían plantado esto? O, más exactamente, dado
que parecía como una unidad móvil, ¿cuándo se había subido a su bolsillo? Podía haber
sido en cualquier punto entre el Templo Jedi y su llegada al campamento de Faskus. Las
palabras de su madre sobre los espías consiguiendo sus tareas sin que nadie ni siquiera se
diera cuenta volvieron a Ben y él sonrió.
—Buen trabajo, espía —dijo.
Entonces sintió de nuevo los ojos en el cielo. Comprobó su cuaderno de datos.
Mediodía exactamente.
Excepto que esta vez, la sensación de ser vigilado no se desvaneció después de unos
pocos segundos.
Se intensificó y Ben pudo sentir algo con ella, emociones de malvada diversión y un
deseo de cometer destrucción.
LSW 203
Aaron Allston
LSW 204
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Entonces negó con la cabeza. ¿Una pistola láser contra un caza blindado? No tenía
exactamente ninguna posibilidad de dañar a su oponente. Necesitaba armas mayores.
Necesitaba a la Fuerza. Era un Jedi, después de todo, incluso si sólo era un aprendiz,
y la Fuerza era su mayor arma, su mayor blindaje.
Miró a su alrededor en busca de un misil y entonces comprendió que estaba rodeado
por ellos. Cerró sus ojos y se concentró como había hecho el otro día, cuando liberó a
Agitador del ala-Y.
Oyó jadear a Kiara mientras la piedra que acababa de caer se elevaba unos cuantos
centímetros en el aire.
El caza TIE se acercó. Ben no podía tanto sentirlo como sentir al piloto en el corazón
de su cabina en forma de bola. Sintió la piedra, sintió al piloto… e intentó enviar a la una
contra el otro.
Perezosamente, la piedra se elevó hasta el camino del caza TIE. Ben oyó el grito de
los láseres disparando de nuevo y abrió los ojos a tiempo para ver un disparo verde
alcanzando la pared más lejana a su izquierda, el otro alcanzando a la piedra flotante justo
en el centro, rompiéndola en mil pedazos.
El caza TIE viró pero no pudo evitar completamente la nube de escombros. Ben oyó
los klunks y pings de tonos altos cuando la pantalla solar izquierda golpeó los fragmentos.
El caza TIE de repente ganó mucha altura, trazó un círculo una vez y luego subió de
nuevo hasta que estuvo fuera de la vista.
Ben volvió a bajar la mirada hacia Kiara.
—Ahora estamos bien —dijo él.
—El hombre malo se fue.
Ella asintió, medio creyéndole.
—En realidad no. —Él hizo una pausa, intentando pensar en qué decir para
convencerla. Entonces se inclinó hacia abajo y la abrazó, sintiéndola temblar—. No pasa
nada. No pasa nada.
La réplica de ella estaba amortiguada.
—¿Volverá?
—Sí, volverá. Pero la próxima vez estaré preparado para él.
—¿Por qué quiere dispararme a mí?
—¿Dispararte a ti? —Ben se retiró para mirarla—. No quiere dispararte a ti. Quiere
dispararme a mí.
Ella negó con la cabeza, solemne.
—No. Disparó al Colmillo Negro mientras yo estaba dentro. Así es como papaíto fue
herido. Papaíto dijo que ellos querían dispararle a él, pero ahora quieren dispararme a mí.
Quieren que me muera.
—No, no quieren que te mueras.
—Tú lo querías.
Su tono ni siquiera era acusador, sólo herido.
LSW 205
Aaron Allston
—No, no lo quería. Yo sólo… —Ben hizo una pausa para intentar organizar sus
palabras—. Estoy en una misión importante y pensé que dejándote, incluso dejándote
morir, haría que las cosas funcionaran mejor.
—¿Cambiaste de idea?
—Sí. Estaba equivocado.
De repente Ben se sintió mareado. Se sentó en la piedra al lado de Kiara.
—¿Qué pasa? —preguntó ella.
No podía decírselo a ella, aunque lo había comprendido. Había hecho justo lo que
Jacen había estado haciendo, decidiendo que una cosa era más importante que otra, que
una meta era más importante que una vida y que había estado dispuesto a sacrificar una y
no había estado lo bastante dispuesto a intentar proteger ambas.
Había estado equivocado. Quizás, a veces, también Jacen había estado equivocado.
Ben negó con la cabeza. No, Jacen tenía más del doble de la edad de Ben. Era más
mayor, más sabio, más poderoso. No cometería esa clase de error, jamás.
A menos que fuera humano.
La pregunta trinada de Agitador arrancó a Ben de sus pensamientos.
—Estamos bien —dijo—. Estaremos contigo en un minuto.
LSW 206
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
LSW 207
Aaron Allston
El sol de Gyndine vino a la vista, sin ser eclipsado ya por el planeta y los ventanales
de la cabina se polarizaron dramáticamente, haciendo inútil la visión. Los sensores
mostraron el cúmulo principal de los astilleros orbitales, mucho menos numerosos que
los de Kuat o Corellia pero bien respetados, en una órbita más baja.
Estaban pasando directamente sobre aquellos astilleros cuando la fuerza de ataque
enemiga apareció.
Los sensores de amenazas del Halcón aullaron cuando una tremenda masa apareció
directamente en su camino de vuelo. Han tiró hacia atrás de la palanca de control, una
maniobra dura que los presionó a él y a su tripulación contra sus asientos, y se encogió
mientras oía algo arañar la parte inferior del Halcón.
—Escudos, hemos rozado sus escudos —murmuró Leia.
Su nuevo curso no era mucho mejor. El Halcón pasó como un rayo a través de un
escuadrón de cazas estelares, en ángulo recto con el curso de ellos, demasiado
rápidamente para que Han tuviera algo excepto una vaga impresión de ellos.
—Levanta los escudos —gritó Han—. ¿Qué diablos está pasando?
Leia permaneció fría.
—Los sensores dicen que es un crucero de asalto bothan y seis escuadrones de
Mensajeros de Aullidos.
Y el escuadrón a través del que había volado Han estaba volviéndose hacia la cola del
Halcón. Los artilleros de la nave capital, indudablemente cogidos por sorpresa por la
proximidad del Halcón cuando llegaron, empezaron ahora a disparar sus baterías de
turboláseres. Han envió al Halcón en una espiral mareante de maniobras evasivas.
—Cariño, Lando, odio pediros…
Leia se soltó las correas.
—Sí, iremos a derribar a la gente mala y peluda por ti.
Entonces ella y Lando se fueron.
Los primeros disparos de los Mensajeros de Aullidos que les perseguían golpearon
sus escudos traseros y Han gruñó. Había tenido un Halcón Milenario bellamente
restaurado en sus manos durante diez minutos antes de que alguien estuviera intentando
dispararle de nuevo hasta hacerlo pedazos.
—¡Trespeó! —gritó—. Sube aquí y opera los sensores y el panel de comunicaciones.
—Sí, capitán Solo. —El droide de protocolo, oscilando salvajemente de atrás a
delante cuando las maniobras de Han casi le hacen caer, se las arregló para deslizarse en
el asiento que Leia había dejado vacante. Muy prudentemente se abrochó las correas—.
Si puedo preguntar, señor…
—No lo hagas.
Han rodó noventa grados a estribor y trazó un arco alrededor hacia un curso
directamente fuera del planeta. El fuego láser de los perseguidores se acercó al Halcón,
fallando por metros. Pero ahora podía oír los propios turboláseres del Halcón disparando.
—… ¿qué está pasando, señor?
LSW 208
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
—Los bothans han enviado una fuerza de ataque para destruir o capturar los astilleros
aquí —dijo Han—. Deben de haber saltado directos a Gyndine y haber dejado que el
pozo gravitatorio del planeta les sacara del hiperespacio. Eso es por lo que aparecieron
tan cerca.
—Sus perseguidores son diez, no, nueve. Alguien parece haber hecho un impacto y
uno de ellos se dirige en una dirección diferente.
Distantemente, Han pudo oír el grito de Lando de «¡Buen disparo!». Sonrió. Esa era
su chica, siempre haciendo explotar a la gente que pretendían causarle pena a él.
—Y —añadió C-3PO—, está recibiendo un mensaje.
—De la nave bothan. Demandando la rendición.
—Bueno… no, en realidad. Es de una capitán, Ural Lavint.
Han hizo una mueca de dolor. Jacen había enviado recientemente, a través de medios
tortuosos por vía de Winter Celchu, vía Iella Antilles, todo porque ya no tenía ningún
medio directo de acceder a una comunicación con sus padres, un mensaje de que esta
Lavint quería ponerse en contacto con ellos.
Han había oído hablar de ella, una vieja contrabandista de mal genio del Sector
Corporativo, pero nunca la había conocido.
—Dile que no puedo hablar ahora.
—Oh, no es en directo. Está grabado. Lo estoy guardando en el ordenador del Halcón
y en mi propia memoria. Creo en la redundancia.
—No me digas. —Algo se le ocurrió a Han con retraso—. Comunícate con el
personal de la estación de reparaciones y diles que salgan, que salten a la vaina de escape
más cercana y bajen a la superficie del planeta.
—Oh, ya he hecho eso, señor. El amo Lando me comunicó esas instrucciones a través
del intercomunicador de la nave. Por cierto, le quedan siete perseguidores. Si lo calculo
correctamente, eso son uno dañado y dos destruidos.
Han envió al Halcón en otra serie de movimientos de un lado a otro. El martilleo que
sus escudos traseros estaban recibiendo bajó, pero él pudo ver la cabeza del droide de
protocolo moviéndose adelante y atrás sobre su cuello de metal.
—Señor, el amo Lando solicita un poco más de estabilidad.
—¿Sí?
—Bueno, eso es lo que interpreto del lenguaje bastante florido que está empleando.
Seis perseguidores. Dos dañados, dos destruidos. Yo… ¡Vaya! ¡El resto se está
separando!
Han miró a la pantalla del sensor. C-3PO tenía razón: el medio escuadrón de
Mensajeros de Aullidos que quedaba se estaban separando, volviendo hacia el planeta.
—Nosotros no somos su misión —dijo—. Pero corrimos cuando aparecieron y como
neks, nos persiguieron. Hasta que su comandante descubrió que éramos una pérdida de
tiempo. —Se niveló—. ¡Leia! Ven a trazarme un curso. Salgamos de este sistema.
La voz de Leia era artificialmente dulce.
—¿Te llevo también una botella de cerveza? ¿Tal vez tus zapatillas?
LSW 209
Aaron Allston
Mientras estaba en el hiperespacio, Han revisó el mensaje que Lavint le había enviado y
luego lo puso en una de las pantallas grandes para que todo el mundo lo viera.
Parecía haber sido grabado por la variedad más barata de holocámaras de bolsillo. La
imagen de la cara correosa de la mujer, cuando se alargó para llenar la pantalla grande,
estaba muy pixelada.
—Saludos —dijo—. Les estoy enviando este mensaje para hacerles un gran favor y
espero que ustedes me hagan uno a mí a cambio.
—Economía contrabandista —susurró Leia.
—Estoy en el Ventura Errante bajo mi propio nombre. También hay alguien más
aquí. Una twi’leko bajo el nombre de Alema Rar.
Han miró a Leia. La cara de ella se fijó con duras líneas.
—Ella tiene planes para ustedes y no creo que sean agradables. Así que les estoy
enviando este mensaje. Apuesto a que ella también me matará, cuando yo ya no le sea de
utilidad. Así que espero que ustedes se lo hagan a ella primero. Dice que es una Jedi, de
otro modo lo habría intentado por mí misma… pero en mi experiencia, no tiene
recompensa intentar dejar inconsciente a una Jedi.
»Y tengo un favor que pedir. Hay rumores de que hay una reunión importante
planeada para los peces gordos de la Confederación. Por razones personales, realmente
necesito llevar a alguien allí. No sé cuáles son las afiliaciones de ustedes, y no me
importan, pero no planeo hacer nada para interrumpir el encuentro.
»Ustedes son unas de las personas con mejores conexiones en la galaxia. Si pudieran
hacerme saber dónde y cuándo, lo apreciaría.
»Por favor, borren este mensaje una vez que lo hayan revisado. Un montón de gente
me mataría si supieran que lo he enviado.
El mensaje terminó, desvaneciéndose hasta el negro.
—Huh —dijo Han. Él miró a Leia—. ¿Qué crees?
—Es difícil de decir con un mensaje de baja resolución —dijo Leia—. Necesitaría
hablar con ella en persona para tener una sensación real de si está diciendo la verdad.
Pero su historia tiene sentido. Eso explicaría la presencia que sentí a bordo del Ventura
Errante.
Después de nuestra última charla con Luke, he estado preguntándome si podría haber
sido Alema, o Lumiya.
Han asintió.
—Volvamos al Ventura Errante.
Lando sonó herido.
—¿No me estás preguntando mi opinión?
LSW 210
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Han suspiró.
—Lando, ¿deberíamos volver a la empresa móvil más grande de juego y tiendas de la
galaxia?
—¿Qué clase de pregunta estúpida es esa?
LSW 211
Aaron Allston
capítulo dieciocho
ZIOST
Ben soñó con ojos rojos girando alrededor del fuego que él había hecho y el sueño era tan
poderoso, tan inmediato, que despertó en mitad de una patada.
Su pie conectó con algo muscular. Su golpe lo desvió en el aire, pero Ben recibió
suficiente fuerza del impacto como para rodar hacia atrás, lejos de su manta.
Agitador estaba trinando sonidos de alarma. Ben pudo ver las luces del droide y
débiles brillos donde el fuego moría. Nada se levantó. Había oscuridad por todas partes.
Sacó su sable láser de su cinturón y lo activó, lanzando un suave brillo azul a su
alrededor.
Kiara todavía estaba envuelta en sus mantas, despertándose justo ahora, con sus ojos
muy abiertos.
Dos metros más allá, entre ella y el árbol más cercano, una forma luchaba por ponerse
en pie y darse la vuelta para enfrentarse a Ben.
Era extremadamente ancho de pecho, con cuatro patas regordetas que terminaban en
pies de tres dedos. Su cuello estaba protegido por una placa ósea o una cresta que lo
rodeaba como un collar y su cabeza estaba dominada por una gran mandíbula llena de
dientes triangulares y puntiagudos. Se parecía mucho a los holos que Ben había visto de
neks, pero no había complementos cibernéticos a la vista y este ejemplar estaba cubierto
por un pelo gris corto.
El pelo no lo hacía parecer como un peluche. Se agachó y le rugió a Ben, un rugido
que retumbó desde varias direcciones, fuera de la luz lanzada por el sable láser.
Cuando rugió, Kiara se volvió involuntariamente para mirar. La criatura la miró y, en
vez de saltar a por Ben, se lanzó hacia ella.
Ben saltó hacia delante, pero sus reflejos estaban embotados por el sueño y el
agotamiento. No pudo llegar hasta ella a tiempo.
El brazo del que salía el arco soldador de Agitador tocó el costado del nek. Hubo un
centelleo de luz y la bestia aulló. Se revolvió, mordiendo a Agitador, arrancándole el
brazo extendido con un chasquido de sus mandíbulas.
Y entonces Ben lo alcanzó. Con un duro golpe hacia abajo de su sable láser, cortó a
través de la armadura del nek y en su cuello. Sólo cortó la mitad, pero eso fue suficiente
para cortarle la espina dorsal.
La bestia se derrumbó, dejando a otros allí fuera en la oscuridad, cerca. Él pudo oírlos
moviéndose, pudo oír sus pequeños gruñidos y ladridos.
Se estaban comunicando.
El estallido inicial de rabia de Ben empezó a desvanecerse y empezó a pensar.
Se abrió a la Fuerza, buscando a sus enemigos.
LSW 212
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Los encontró, seis en total, dando vueltas. Sintió que ellos estaban esperando un
momento de falta de atención de su parte, esperando a que el sable láser se apagara.
Comprendían que sólo podía morderles cuando ellos estuvieran cerca de él.
Él les ofreció la sonrisa Jacen Solo de «me habéis subestimado». Con la mano
izquierda, sacó la pistola láser de Faskus. Apuntando a través de la Fuerza, disparó.
Hubo un aullido de dolor en la oscuridad y él pudo oír y detectar a través de la Fuerza
que el nek herido se alejaba cojeando.
Eligió otro objetivo, sin preocuparse ni siquiera de mirar en aquella dirección y
disparó una segunda vez. El resultado fue el mismo: un animal herido y que huía.
El resto se volvieron y se desvanecieron en el bosque que les rodeaba. Un silencio
comparativo cayó sobre el campamento. Lo único que se oía era el zumbido del sable
láser de Ben. Ahora el frío empezó a carcomerle de nuevo y él se estremeció.
—¿Se han ido? —preguntó Kiara.
Ben enfundó la pistola láser, sacó su barra luminosa de su bolsillo y la encendió y
apagó el sable láser en el mismo momento.
—Sí. Pero vamos a pasar el resto de la noche en un árbol, para estar seguros. —Miró
a Agitador. El droide había retraído el muñón de su brazo y había cerrado la placa de la
cubierta sobre él. El resto del brazo del arco del soldador descansaba en la nieve—. Lo
siento, amiguito —dijo Ben—. Lo hiciste bien.
Agitador le dirigió un trino que sonaba complacido.
Minutos después, una vez que Kiara y él estuvieron acurrucados juntos en el árbol, lo
bastante alto, esperaba él, para que estos neks no pudieran alcanzarlos, Ben tuvo tiempo
de pensar de nuevo.
No habría sido tan ignorante de la llegada de los neks, pero había estado
profundamente dormido. Se escaba cansando más cada día y no dormía tan ligeramente
como solía hacerlo, tan ligeramente como un Jedi o un Guardia de la Alianza necesitaba
hacerlo.
Y había estado soñando.
En el sueño, las voces que se presionaban cerca por todos lados finalmente habían
aprendido su nombre.
—Ben, Ben, Ben, Ben —habían salmodiado y era muchísimo más difícil ignorar su
propio nombre.
No podía, de hecho, y una vez que supieron que él las estaba escuchando, aprendieron
a decir otras cosas.
—Protege a la niña —susurraron—. Protege a la niña.
Eso parecía tan extraño, que en este lugar famoso entre los Jedi por acciones
malvadas, las voces fantasmales ofrecieran un mensaje tan positivo. ¿Era porque les
importaba?
¿O porque sabían que escucharía un mensaje como ese?
Con esa idea, se durmió de nuevo y las voces volvieron.
—Ben… Ben…
LSW 213
Aaron Allston
Esta vez había una especie de electricidad en la conversación, como si todo el mundo
involucrado supiera que estaban unos pasos más cerca de su meta. Lo interesante, notó
Wedge, era que hubiera tantas metas, pero todo el mundo estaba haciendo progresos.
—Así que Lando y yo hemos estado reclamando de viejos favores —estaba diciendo
Han—. A veces de favores muy viejos. Y resulta que la capitán Lavint tiene razón. Hay
una gran reunión de la Confederación que se está organizando. Y no es sólo para elegir a
su señor de la guerra. Las noticias que están saliendo con cuentagotas de todo ese lío
sugieren que están reuniendo una flota en el lugar de la elección y desde allí el nuevo
señor de la guerra liderará alguna clase de acción de la flota. Pero nadie sabe dónde o
contra qué.
—Astilleros.
Wedge y Jag dijeron la palabra al mismo tiempo y se miraron el uno al otro.
—Kuat, Coruscant —empezó Wedge.
—Sluis Van, Thyferra, otra cantidad de lugares. Pero astilleros —dijo Jag.
Zekk frunció el ceño.
—¿Cómo lo sabéis?
Wedge se había dado cuenta de que Zekk fruncía el ceño justo cada vez que Jag
hablaba y Jag fruncía el ceño cada vez que hablaba Zekk.
—El patrón de los ataques y asaltos de la Confederación de los últimos días —dijo
Wedge—. Principalmente contra instalaciones orbitales donde se construyen naves. Su
estrategia clara es disminuir la producción y reparación de naves de guerra de la Alianza.
De ese modo, a pesar del hecho de que la Confederación tiene menos mundos que la
Alianza por orden de magnitud, se acercarán a la paridad en recursos de construcciones
de naves.
—Lo que suena —le interrumpió Jag— como si tuvieran un claro plan militar en
marcha. Me preguntó porqué necesitan un comandante militar supremo si ya cooperan
tan bien.
—Esa cooperación no durará sin un comandante que acepten —dijo Leia—. Ahora,
¿volvemos a Alema?
Wedge sonrió.
—Lo siento.
Jaina le dio la vuelta a su pantalla sobre la mesa de manera que todo el mundo
pudiera verla. En ella estaba el plano triangular de un nivel de cubiertas entero del
destructor estelar.
—Le hemos añadido a nuestra muestra las grabaciones de seguridad del Ventura
Errante de los últimos días y Booster autorizó que los ordenadores le dieran prioridad
máxima a sus análisis. Y nos dio un grupo más completo de planos de la nave con los que
compararlos. Podemos confirmar un patrón en los movimientos de Alema. —Empezó a
darle golpecitos en la pantalla y, cada vez que lo hacía, se mostraba un nivel diferente—.
LSW 214
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Aquí, por ejemplo. Casinos y tiendas. Rastros débiles, muy separados. Estaba buscando.
Y no encontró nada.
Volvió a dar un golpecito.
—Unos cuantos casinos donde pasó mucho tiempo. No creo que sea una jugadora o
que esté intentando construirse una nueva vida social. Lavint aparece mucho en las
imágenes de la holocámara durante la presencia de Alema, así que es probable que esté
vigilando a su compañera.
Otro golpe y aparecieron los planos de pequeñas habitaciones de pasajeros. Había un
punto brillante en un área, sugiriendo viajes frecuentes de Alema, y rastros de
movimiento que salían en todas direcciones.
—El compartimento de Lavint —dijo Jaina—. No hay ninguna sorpresa ahí. Pero
aquí hay una.
Cambió la imagen a un diagrama de áreas de la nave lejos de los lujos que disfrutaban
los pasajeros.
—Justo antes de la rotura bothan-commenoriana del bloqueo corelliano, empezó a
aventurarse en las partes de la nave de la tripulación.
Mirax, silenciosa hasta ahora, se puso de pie de un salto y se movió para colocarse
directamente frente al monitor.
—El puente, centros técnicos… las habitaciones de mi padre. ¡Mis habitaciones! ¿Ha
estado en mi habitación?
Con su mejor voz de investigador de SegCor, Corran hizo una pregunta.
—¿Te has dado cuenta de algo que sugiera que alguien ha utilizado tus cosméticos y
se ha probado tu ropa?
Mirax le dirigió a su marido una mirada sin diversión.
—¿Aparte de ti?
—Aug. —Corran levantó las manos—. Me rindo.
—No tiene gracia, Corran.
Mirax se apartó de la pantalla. Volvió a su asiento, claramente nerviosa.
Jaina cruzó la mirada con Leia.
—Mamá, puedes haber salvado la vida de Booster al volver cuando lo hiciste.
Cuando Alema dejó de ser capaz de sentirte, probablemente pensó en llegar a ti a través
de papá, a través de la vaga red de contrabandistas. Y Booster es un objetivo obvio.
—Bueno, asegurémonos de que no tiene otra oportunidad contra Booster —dijo
Leia—. O contra ninguno de nosotros. Vamos a perseguirla y a eliminarla como
problema. De la manera fácil, si coopera o de la manera difícil si no lo hace. Y eso
significa Jedi.
Han le dirigió una mirada incrédula.
—No voy a quedarme mientras tú…
Ella le dirigió una mirada que sugería que este no era una cuestión para el debate.
—Creo que no deberías. Alema es una Jedi que piensa como una asesina. ¿Cuánto
entrenamiento has tenido contra una combinación como esa?
LSW 215
Aaron Allston
Alema estaba excitada. Sólo una hora antes había detectado la presencia de la Fuerza, la
que decía que Leia probablemente estaba de nuevo a bordo.
—Tenías razón —le dijo a Lavint.
Se puso la capa negra con capucha y tanteó con su mano que funcionaba para estar
segura de que todas sus armas y herramientas estaban fácilmente disponibles.
—Normalmente la tengo —dijo Lavint. Se levantó de la cama, se movió hasta el
pequeño armario del compartimento y seleccionó una chaqueta de vestir que era toda
sintoseda púrpura pirata y grandes botones dorados—. Creo que iré a jugar mientras tú
estás fuera matando a gente. Hey, el trato todavía es el trato, ¿correcto? Pones los ojos
sobre alguno de los Solo y he cumplido con los términos de nuestro contrato.
—Desde luego —le aseguró Alema.
La verdad era mucho más compleja que eso, naturalmente. Si Alema posaba sus ojos
en Han pero no le mataba, podría elegir matar a Lavint para asegurar que la capitán no
sería capturada por los Solo.
Lavint sabía demasiado sobre los movimientos de Alema. Pero si Han moría, lo que
Lavint sabía no sería tan crítico, así que podría dejar que la capitán viviera bajo esas
circunstancias.
Seguro que Lavint entendía eso.
ZIOST
LSW 216
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
—Tengo que sacarla del planeta —murmuró Ben en su sueño—. Necesito una nave.
—¡Nave!
—Ben nave.
—Aprende nave.
—Ben aprende nave.
—Ya sé cómo pilotar una nave —protestó Ben.
Luchó contra la sujeción que el sueño tenía sobre él, pero algo le recordó que no
debía moverse en este momento. Si se movía, él… ¿qué? Se caería.
—Aprende nave.
La voz era inusualmente rotunda y en la mente de Ben apareció una imagen: la
imagen de una nave con forma de bola.
Era extrañamente orgánica, con una textura irregular en la superficie roja. En el
centro de la esfera frente a él había una escotilla o cubierta transparente.
Mástiles rojos se estiraban hacia arriba y hacia abajo desde la nave. Parecían
articulados, parecidos a insectos. Pero este vehículo no era algo vivo, no como una nave
yuuzhan vong. Ben sintió que era maquinaria, pero maquinaria que era consciente de él,
que le esperaba.
Despertó con la luz del sol, rota por las ramas de encima, fluyendo hasta su cara y
supo dónde estaba la nave roja.
O más bien, sabía la dirección a tomar para encontrarla.
Si era real.
El caza TIE no les encontró a mediodía. Eso era porque Ben cortó la larga pata del
aparato de seguimiento de su bolsillo, asumiendo que era la antena de la unidad. Debía
haber tenido razón. Empezando una hora y media de antemano y esperando hasta algún
tiempo después de mediodía, Kiara, Agitador y él descansaron en un pequeño
desfiladero, un lugar donde los rastros infrarrojos serían más difíciles de detectar desde
cualquier ángulo excepto directamente desde arriba. Distintivamente sintió al ojo en el
cielo, pero este no se acercó a él.
Si alguna vez lo necesitaba, podría volver a unir la antena. Eso era un buen resultado
del día. Otros sucesos no eran tan prometedores.
Su comida estaba empezando a acabarse. Tenían dos latas de raciones preservadas,
que durarían hasta que ellos eligieran alargarlas. Ben podría haberse comido encantado
ambas latas en una sentada.
Había agua en gran cantidad. Todo lo que tenían que hacer era meter nieve en la
cantimplora de Faskus y llevarla contra sus cuerpos para fundirla, lo que era frío e
incómodo, pero simple. Ocasionalmente cruzaban un torrente helado. Aquellas veces,
Ben utilizaba su sable láser para cortar a través del hielo y darles acceso al agua.
LSW 217
Aaron Allston
Se preguntaba, sin embargo, por la nieve y el agua de este planeta. Ahora había visto
unas cuantas criaturas parecidas a pájaros. Sus alas eran palmípedas más que
emplumadas y a menudo estaban desfigurados, con una pata más grande que la otra o
poseían un pico deforme. ¿Había algo en el agua que causar altos niveles de mutación?
Por el bien de Kiara y por el suyo, esperó que no.
Lo peor de todo, estaba seguro de que los neks les estaban siguiendo. Se quedaban
fuera de la vista, pero podía sentirlos cruzándose con Kiara y con él de derecha a
izquierda, siguiendo sus rutinas.
Kiara y él eran comida para los neks, lo sabía. No le gustaba mucho ser considerado
comida. Esperaba tener suficiente fortaleza para hacer algo respecto a ello cuando llegara
el momento.
En uno de los grandes vestíbulos de la nave, donde las luces eran brillantes y los
visitantes se mezclaban bien lejos de las caras atracciones de casinos y tiendas, pero no
lejos de las caras atracciones de varios bares en las inmediaciones, Alema pasó varios
minutos en un kiosco de datos, descargando las últimas listas varias de las llegadas
recientes.
Desde luego, no todo el mundo que venía al Ventura Errante consentía en ser puesto
en una lista.
Pero muchos lo hacían, de manera que un código de búsqueda automática detectaría
sus nombres y anunciaría sus llegadas a sus amigos.
Había inspeccionado varios cientos de nombres, sin reconocer a ninguno, cuando
sintió un centelleo en la Fuerza.
Entonces fue más que un centelleo. Era una luz, una señal. Miró hacia su fuente.
Entrando en el gran vestíbulo había un hombre humano, inusualmente alto, de piel
clara, con su largo pelo negro recogido en una cola de caballo. Llevaba unas elegantes
ropas civiles: pantalones sueltos negros y botas, una túnica azul oscura con líneas
amarillas que formaban ángulos sobre el pecho, un chaleco y un cinturón negro.
Alema le reconoció al instante. Una vez había sido un Unido, una vez había
pertenecido a un nido killik. Era Zekk.
Pero sus acciones le confundían. Él se movía lentamente a través del vestíbulo,
sonriendo y asintiendo a todo el mundo que pasaba, hablando brevemente con varias
personas, especialmente con mujeres jóvenes. Mientras pasaba, unas cuantas de ellas se
volvieron tras él, moviéndose para mantenerlo a la vista.
Alema pensó que lo comprendía, pero no tenía más sentido que antes. Zekk estaba
radiando vitalidad y poder a través de la Fuerza, de un modo que sería atractivo para
simplemente casi cualquiera excepto las más ciegas a la Fuerza. Y si había algunas
sensibles a la Fuerza en la multitud, podrían sentirse atraídas de un modo especialmente
fuerte hacia él.
LSW 218
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Ella se quedó con la boca abierta. Él estaba utilizando sus habilidades Jedi para atraer
mujeres. Eso apenas parecía posible. Él siempre había sido tranquilo y reservado. Eso sin
mencionar que estaba patéticamente enamoradísimo de Jaina Solo. Alema se preguntó
qué había causado el cambio.
También se preguntó si debía matarle. Él no tenía nada que ver con sus planes
actuales. Pero era inevitable que cuando Alema matara a Han, Jaina jurara venganza o al
menos la buscara, pretendiendo que era sólo un deseo desapasionado de justicia. Y si
Jaina venía a perseguirla, Zekk vendría con ella. Si Alema le eliminaba a él ahora, eso era
algo menos de lo que preocuparse.
Ella también fue hacia Zekk.
Se detuvo a veinte metros de él, toqueteando su cerbatana y todavía sin decidirse.
Zekk y dos nuevas amigas se habían parado para ver a un devaroniano comedor de fuego
hacer su actuación para los clientes del vestíbulo cuando fue consciente de otra presencia,
esta mucho más cercana.
Volvió su cabeza para ver a un hombre de pecho ancho, con una barba acicalada que
encanecía y con unos sorprendentes ojos verdes. Estaba a dos metros de ella, mirándola,
sonriendo. Llevaba ropajes Jedi.
—Horn —dijo ella.
—Diré esto una vez —dijo Corran—. Abandona ahora.
Ella levantó su cerbatana y disparó.
Horn cogió el dardo en el aire. Abrió un cuaderno de datos, dejó caer el dardo en la
pantalla y cerró del golpe el aparato.
Eso le dio tiempo a Alema para encender su sable láser. Corran desenvainó y siguió
su ejemplo, con su espada plateada contrastando bruscamente con la espada negro
azulada de ella.
Alema fue consciente del aplauso. Corran también miró a su alrededor, sin mover la
cabeza.
Los clientes del Ventura Errante se estaban retirando de las poses de ellos, pero no
muy lejos.
Muchos estaban aplaudiendo. Algunos estaban haciendo apuestas. Alema vio a
Corran ofrecer silenciosamente una maldición ante la estupidez de ellos.
Y ahora Zekk se estaba moviendo hacia los dos, con la empuñadura de su sable láser
en la mano.
Esto era una trampa y Alema maldijo su propia estupidez.
Y entonces se desarmó. Lanzó su sable láser alto en el aire, dándole un toque a través
de la Fuerza para dirigir su vuelo, para mantener la espada encendida.
Corran y Zekk siguieron el progreso del arma durante el segundo que le llevó llegar al
techo y cortar los puntales que sostenía en su lugar a una enorme y elaborada lámpara de
araña. Esta cayó hacia la multitud de abajo, con sus luces empezando a desvanecerse,
para hundir al vestíbulo en una comparativa oscuridad.
LSW 219
Aaron Allston
Alema se volvió y corrió tan rápidamente como podían su pie mutilado y su cuerpo
dañado. Dejó que su sable láser se apagara pero continuó tirando de él y un momento
después su empuñadura golpeó su mano extendida.
Sintió un incremento masivo en la Fuerza tras ella: Zekk abriéndose hacia la lámpara
de araña, deteniendo su caída. Ella miró por encima de su hombro, esperando ver a
Corran viniendo tras ella, pero estaba sola. Él debía haberse quedado atrás, tirando de la
gente para ponerles a salvo desde debajo de la instalación que caía. Ella sonrió. Sus
enemigos no estaban funcionando como un equipo. De haberlo hecho, Corran la habría
atacado mientras Zekk cogía la instalación lumínica. Ella tenía una oportunidad después
de todo.
Fragmentos de transpariacero de la lámpara de araña dañada llovieron sobre la
multitud y gritos de sorpresa y dolor se unieron a la ruidosa confusión tras ella. La última
de las luces se apagó. Ahora el vestíbulo estaba iluminado sólo por los brillos de los bares
circundantes. Alema alcanzó la salida y dobló la esquina, deteniéndose un momento para
sacar su cerbatana de debajo de su brazo izquierdo y recargarla.
El ancho corredor donde se encontraba estaba bien iluminado y el pánico de dentro
del vestíbulo no había infectado todavía los torrentes de tráfico peatonal aquí. Así que se
dio cuenta rápidamente de la figura en la distancia delante de ella, corriendo hacia ella
con una velocidad y un propósito inusuales.
Era Leia. Leia Solo, mirándola directamente.
Alema pudo sentir un centelleo de furia de ella a través de la Fuerza. Fue repetido por
un centelleo similar desde detrás, por el pasillo abajo en la otra dirección.
Alema frunció el ceño. Esto no estaba bien. Han debería estar aquí. Alema mataría a
Han, Leia sufriría y Alema escaparía.
Pero ahora, con dos Jedi tras ella y una en cada dirección de escape, Alema tendría
que ser instantánea y letalmente eficiente si iba a conseguir marcharse. Conseguir
marcharse era lo más importante en este momento. Tendría que abandonar la justicia a
favor del sentido práctico. Tendría que matar a Leia.
Alema levantó la cerbatana hasta sus labios.
Leia levantó una mano.
Alema sintió tirar bruscamente de la cerbatana.
Y el dardo de su interior salió disparado hacia atrás, directo a su boca.
Alema se quedó congelada durante un momento largo y terrible.
Pero no estaba muerta. La punta envenenada no había bajado sobre su lengua.
Con infinito cuidado, Alema volvió la cabeza hacia un lado y escupió el dardo.
Entonces, mientras el miedo frío se arrastraba por su corazón, corrió.
Había demasiados para tratar con ellos y la premura de la trampa que le habían puesto
la ponía nerviosa. Tenía que llegar a un lugar seguro, para recuperar su compostura.
Cincuenta metros delante de ella, caminando hacia delante a grandes zancadas y con
confianza, radiando furia, venía Jaina Solo.
Alema gritó, un ruido de frustración sin palabras.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
***
Minutos más tarde, estaba en una bahía de carga, lanzándose entre altas pilas de
contenedores de plastiacero unidas, continuando moviéndose tan rápidamente como
podía, segura de que los Jedi que la perseguían estaban a sólo un instante detrás de ella.
Tenían que estar utilizando el sistema de holocámaras de la nave. Alema no lo
entendía. Pensaba que sus técnicas lo derrotarían.
El enemigo debía tener nuevas técnicas.
Una puerta en el mamparo de delante de ella siseó al abrirse y un hombre pasó por
ella. Llevaba una prenda de un material azul brillante que lo cubría todo y un casco, más
estrecho y más cerrado que el de un piloto. Su visor era transparente y, a través de él, ella
reconoció los rasgos de Jagged Fel.
Él extendió una mano vacía.
—Alema, ríndete. Te garantizo…
Ella levantó su cerbatana y le disparó. Él se tiró hacia delante.
No. Él se arrodilló hacia delante. Estaba sacando su pistola láser enfundada antes de
que ella comprendiera que él no estaba muerto, que no se estaba muriendo. Una
armadura, él tenía que llevar una armadura.
Él levantó su pistola láser y le disparó a ella.
El disparo la golpeó en el hombro izquierdo, haciéndola girar, lanzándola al suelo. El
dolor la atravesó. El dolor y una comprensión de que él le había roto la clavícula, de que
él la había mutilado más.
Ella rodó hacia un lado mientras él disparaba de nuevo. El disparo falló. Ella le atacó
de repente con la Fuerza, barriéndolo hacia un lado, lanzándole a lo más profundo de una
LSW 221
Aaron Allston
masa de cajas de carga. La pared de cajas, unida por una red resistente, se plegó sobre sí
misma como si devorara a Jag.
Ella se levantó y corrió, tambaleándose más que nunca, a través de la puerta por la
que había entrado Jag.
Leia fue la primera de los perseguidores en alcanzar la bahía del hangar utilizada por los
clientes del Ventura Errante que había alquilado compartimentos para más de un día. Las
puertas principales en el suelo estaban abiertas y un destartalado carguero ligero YV 666
se estaba hundiendo a través de ellas en el espacio.
Alema Rar estaba en la cabina. Leia intercambió miradas que prometían violencia o
muerte con ella durante un segundo y luego el transporte estuvo fuera de la vista.
—Han, ¿por qué no sellaste esas puertas?
La voz de Han era angustiada.
—Lo intenté. No pude. El ejército de la AG tiene un programa de sobrecontrol que
evita que el Ventura Errante u otras instalaciones encierren naves espaciales militares. Si
hay un saltador celeste Te-dieciséis piojoso a bordo que pertenece a las fuerzas armadas,
las puertas permanecen abiertas.
Leia pudo oír la voz de Wedge de fondo.
—¿Cómo pirateó los códigos de acceso a un transporte tan rápido?
LSW 222
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
—¡Ella robó mi nave! —Lavint sujetó su cabeza entre sus manos como si intentara evitar
una explosión. Giró a su alrededor como si buscara algún rincón de su pequeño camarote
donde pudiera encontrar refugio de la verdad—. Mi nave.
Han miró a Leia y se encogió de hombros.
—En realidad, se lo está tomando mejor de lo que esperaba.
Leia le dio palmaditas torpemente al hombro de la capitán.
—Sé que debe haberle tenido cariño a su nave…
Lavint estuvo tranquila de repente.
—En realidad, la odiaba. Pero todavía valía algo. —Se encogió de hombros—. Oh,
bueno. Tengo otra en camino.
—Hablando de por lo que ha venido…
Han sacó una tarjeta de datos y la sostuvo ante ella.
Ella alargó la mano para cogerla, pero él la mantuvo fuera de su alcance y ahora ella
le miró con sospecha.
—¿Qué es?
—La localización de la reunión de la Confederación de la que me habló —dijo Han—
. Lugar y hora.
Los ojos de Lavint brillaron.
—Entonces entréguemela. Yo cumplí con los términos de nuestro contrato.
Leia negó con la cabeza, sonriendo sólo con un poco de malicia.
—Eso no era un contrato. Usted hizo peticiones, ¿recuerda?
—Cierto. —Lavint no parecía demasiado decepcionada—. Pero ustedes la obtuvieron
y trajeron la información. Así que debe estar sobre la mesa.
—Lo está —dijo Han—. Pero entre otras cosas, queremos saber para qué es. Me
costó muchos favores conseguirla.
—Oh. —Lavint lo consideró y miró entre ellos—. Voy a dársela a un hombre. Por
una nave y para sacarme de su vida. De su consideración.
—¿Es probable que él se la entregue al gobierno de la Alianza Galáctica? —preguntó
Leia.
Lavint asintió instantáneamente.
—Yo pondría la probabilidad en alrededor del cien por cien.
—No creo que podamos… —dijo Leia.
Pero Han le entregó a Lavint la tarjeta.
Leia terminó la frase suavemente.
—… protestar demasiado, después de toda la ayuda que usted nos dio. —Le lanzó a
Han una mirada confusa—. ¿Hemos terminado aquí?
—Eso creo. —Han le dirigió a Lavint una sonrisa agradable y profesional y llevó a
Leia hacia la puerta—. Intente mantenerse lejos de los problemas.
—Pronto, pronto —dijo Lavint—. Encantada de conocerles al fin.
—De acuerdo —dijo Leia fuera en el corredor—, estoy completamente confusa.
Tanto como has apoyado la causa corelliana…
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
capítulo diecinueve
ZIOST
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—Das miedo.
Él consideró su respuesta. Tengo que ser de este modo a veces. Es como estoy
aprendiendo. Imaginó a Jacen diciéndoselo, cuando estaba empezando a aprender los
caminos de la Fuerza, cuando la Fuerza le había asustado.
Espera un minuto. ¿Cómo puede saberlo? ¿Y qué está sintiendo? Intentó aclarar sus
pensamientos, algo que no había sido capaz de hacer en realidad desde mucho antes de
que hubiera tenido hambre y se hubiera quedado así.
Porque ella caminaba detrás de él, tenía que estar sintiendo algo en el cambio del
lenguaje corporal de él. O eso, o ella estaba sintiendo algo a través de la Fuerza. Quizás
era sensible a la Fuerza.
Y si ese era el caso, entonces probablemente se estaba asustando por las
manifestaciones del lado oscuro. En él.
De nuevo, dejó de lado las nociones del lado oscuro y del lado luminoso. Todo estaba
en qué hacía uno con el poder.
Y sin embargo, desde que había estado aquí, había estado rodeado por una
malevolencia insinuante que no venía de nada vivo. Era energía a la que se le había dado
forma y dejado allí por cientos de generaciones de Sith y de sus seguidores. Y si la
energía tenía una forma definida, incluso cuando no era generada por los vivos, ¿no era
eso el lado oscuro?
Tomó aire profundamente e intentó apartar a las voces, para limpiar sus
pensamientos. Lo hizo gradualmente y sintió un alivio de espíritu. El silencio vino a sus
oídos, roto sólo por el roce ocasional del viento sobre las ramas muertas tras ellos, por la
respiración de Kiara y por los pequeños lloriqueos de los servos de Agitador.
Finalmente volvió a mirar a Kiara.
—¿Mejor?
Ella asintió, complacida.
—Mejor.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
LSW 227
Aaron Allston
Pero los gustos cambian y la breve era en la que la apreciación artística podría servir
como todo lo necesario para las vacaciones de una familia rica terminó. Y con ella los
años de utilidad del sistema Gilatter. El último satélite de vacaciones había cerrado hacía
un siglo y medio y la estimación de Jacen era que el complejo vacacional probablemente
sería el lugar de la reunión que estaba por venir.
El Paso Uno de su plan era enviar cazas InvisiblesX pilotados por Jedi al sistema,
dándole al ejército de la Alianza información sobre las fuerzas de la Confederación que
ya estaban allí, particularmente de las plataformas de sensores.
El Paso Dos involucraba traer fuerzas elegidas de flotas y fuerzas de ataque que ya
estaban en esa área de la galaxia, eligiéndolas cuidadosamente para evitar que alguna
unidad perdiera demasiada fortaleza, y derrotando la habilidad de los espías y analistas de
determinar adónde estaban yendo esas naves reasignadas.
El Paso Tres tenía a los observadores Jedi dirigiendo a las fuerzas de la Alianza hasta
el interior del sistema, evitando la observación de sensores o las patrullas de exploradores
y colocándolas dentro de la atmósfera de Gilatter VIII. La atmósfera brillante y radiante
era tan débil en sus capas superiores, a penas más densas que el espacio vacío en un
sistema solar estándar, que los vehículos y naves de todas las variedades podían
estacionarse allí. Tal planeta tendía a emitir niveles más altos de radiación
electromagnética, haciendo que las comunicaciones entre vehículos fueran más difíciles
pero también haciendo que la detección fuera más difícil. El Paso Tres continuaría hasta
que el comandante de la misión concluyera que ya no era posible meter a más fuerzas a
hurtadillas en la atmósfera de Gilatter VIII. E incluso entonces, las naves capitales más
grandes podían reunirse en un punto fuera del sistema y estar preparadas para saltar
dentro.
En el Paso Cuatro, los observadores de los InvisiblesX señalarían cuándo había
empezado la reunión… y todas las fuerzas de la Alianza se moverían contra las fuerzas
de la Confederación.
Niathal y sus analistas evaluaron el plan de Jacen y, durante un día, consideraron y
descartaron otros varios. Al final aceptaron el de Jacen. Tendría que ser modificado y
detallado, pero serviría como patrón.
En su siguiente reunión, Niathal informó a Jacen de su decisión.
—Yo lideraré esta misión personalmente —dijo.
Él asintió, aparentemente complacido.
—También quiero estar allí.
—¿Con el Anakin Solo?
—Sí.
—Bien. Considérelo autorizado.
—Mi opinión no cuenta mucho con mi tío estos días —admitió Jacen—. Para
conseguir la intervención Jedi, probablemente no debería mencionar mi papel en esto.
—Tendré la intervención Jedi. Todo lo que hace falta es dar una orden.
Jacen sonrió.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Cuando salió del Edificio del Senado, Jacen sintió una presencia familiar. No reaccionó
visiblemente mientras la mujer alta y envuelta en ropajes anónimos, con la parte inferior
de su cara cubierta por un pañuelo, caminó a su lado.
—¿Cómo estás? —preguntó él.
—Bien —respondió Lumiya—. Totalmente curada.
—¿Te interesa ir en una expedición?
—Sentí que ibas a entrar en un periodo problemático. En mucho peligro. Eso es por
lo que vine.
—Me tomaré eso como un sí. —Jacen cambió de tema—. ¿Alguna noticia de Ben?
—No. Los que le monitorean han perdido temporalmente su rastro. —Una nota de
preocupación entró en su voz—. Puede no haber sobrevivido.
—Creo que yo lo habría sentido si él hubiera muerto.
—Tal vez no, donde está.
Jacen no preguntó.
—Tengo fe en él.
—Claramente —dijo ella.
ZIOST
Ben pensó en suspirar pero no quería malgastar la energía. Agitador estaba siguiendo
en marcha con una carga absorbida de la célula de energía de la última pistola láser. Si
Ben quería darle más tiempo al droide, tendría que sacrificar la célula de energía de su
sable láser.
—¿Cuánto tiempo puedes estar despierto con la carga que tienes, si no te mueves?
LSW 229
Aaron Allston
—De acuerdo. Apágate ahora. Te despertaré cuando haya encontrado una fuente de
energía.
El droide le dio una secuencia de pitidos complaciente y sus luces se apagaron.
Ben se volvió de nuevo hacia Kiara, tambaleándose por un mareo repentino… y el
nek de pelo gris saltó hacia él.
La rampa que llevaba a la ciudadela estaba en alto y la criatura debía haber estado
siguiendo el camino de ellos de manera paralela desde justo después del acantilado. Los
reflejos de Ben, embotados por la falta de comida y sueño, le habrían dejado tirado, le
habrían permitido convertirse en la siguiente comida del nek, pero no estaba en campo
abierto. Se apartó de Agitador, tambaleándose de vuelta hacia Kiara y tropezando con
ella, y el nek falló.
Este aterrizó grácilmente y se volvió. Ben se levantó sobre piernas temblorosas y
encendió su sable láser.
El nek le miró, con la cabeza baja, obviamente considerando si atacar, y entonces se
lanzó para alejarse, desapareciendo sobre el borde más alejado del camino.
—Van a comernos —dijo Kiara.
Ben apagó su sable láser.
—No, no van a comernos.
—Ya no estoy asustada.
Estaba claro para él que ella estaba asustada.
Pero sabía que ella lo había dicho para asegurarle que no sería tan malo. Que él no
estaría fallándole.
—Si uno te traga, yo saltaré por su garganta y nos abriremos camino hacia fuera
cortando juntos —le prometió él.
—¿Qué pasa si mastica?
Esta vez él suspiró.
—Eres demasiado lógica.
Les llevó la mayor parte de cuatro horas subir a la cima de la pila de escombros que
bloqueaba la entrada principal a la ciudadela. Desde lo alto, Ben pudo ver el agujero
parecido a una trinchera entre las porciones de la pared exterior que no se habían caído y
la pared interior alta y más intacta de la propia ciudadela. Pudo ver cielos gris azulado y
bosques cubiertos de blanco que se alargaban hasta el horizonte. Todo era tan bello que él
quería quedarse para siempre.
Y se le ocurrió que si mataba y se comía a la niña pequeña, recuperaría sus fuerzas
con rapidez. Tal vez incluso la engañaría primero.
LSW 230
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Pero ella le estaba mirando cuando llegó la idea y el modo en el que ella se apartó
lentamente de él le recordó que la idea no era suya propia. Forzó a alejarse a la idea y le
dirigió a ella una pequeña sonrisa, una sonrisa genuina de Ben.
Las puertas de piedra más allá de la pila de rocas estaban bajadas y les llevó mucho
menos tiempo descender a la gran sala más exterior de la ciudadela.
Las únicas luces disponibles para él eran pequeños centelleos de la luz del sol que
entraba por las ventanas cerca del techo. Ellas le dejaron ver que no quedaban muebles en
la sala. Ni siquiera restos andrajosos y enmohecidos. Había sido despojada de bienes
hacía mucho. Todo lo que quedaba eran las entradas a negros pasillos y escaleras curvas
de piedra que subían o bajaban.
Él quería descender desesperadamente. Sabía que la nave con forma de ojo estaba en
algún lugar por debajo, oculta, esperándole. Llamándole.
Pero no tenía fuerzas y sabía que si iba a convertirse en el dueño de la nave, tendría
que conquistarla.
—Acamparemos aquí —le dijo a Kiara.
Ella miró a su alrededor dudando, pero no dijo nada.
Ben durmió y soñó que, en la hora más oscura de la noche, algo se soltó del techo muy
por encima.
Parecía como tres bolas gigantes, con la central ligeramente más grande y unida a las
otras dos por pivotes. Un grupo de cinco patas salieron de cada bola del extremo y
trabajaron juntas para permitir que la cosa caminara lentamente por la pared abajo.
—Vete —dijo él en su sueño.
no
esta es ahora mi casa
los de tu clase se han ido
te comeré
—Te mataré.
Aquello se detuvo a medio camino por la pared.
dame el pequeño trozo de comida
te dejaré tranquilo
—Te mataré.
Aquello empezó de nuevo su descenso.
—Fuera —dijo Ben—, hay neks. Persiguiéndome.
No pude obligarme a mí mismo a comerme el primero. Ahora deseo haberlo hecho.
Pero tú puedes. Ve fuera y caza a los neks. Estarán cerca.
La cosa se detuvo de nuevo y esperó un minuto entero. Entonces cambió de curso,
moviéndose hacia la parte superior de la pila de roca. Las rocas bajaron rebotando de la
pila mientras aquello se apretaba a través de la abertura.
LSW 231
Aaron Allston
—Cómete a la niña.
—Hazte fuerte.
Las voces se desvanecieron cuando Ben despertó.
Precipitadamente miró a su alrededor.
Kiara, pareciendo pálida, con sus rasgos afilándose por la tensión y el hambre,
todavía estaba dormida a su lado.
El techo estaba mejor iluminado. Alrededor de sus bordes había muchas formas
extrañas: balconadas curvas, estatuas rotas y otras formas que no pudo identificar. Se
preguntó si algunas de ellas podrían convertirse en la cosa que había visto en su sueño.
Despertó a Kiara con un golpecito.
—Vamos. Tenemos trabajo que hacer.
—¿Vamos a despertar a Agitador?
—Eso espero.
Como su último acto de preparación, Ben volvió a conectar la pata-antena cortada del
localizador a su cuerpo principal y entonces ató el bolsillo con un lazo alrededor del
muñeco que había construido.
No era exactamente un muñeco, sólo una pila de piedras cuidadosamente construida
con mantas rojas envueltas a su alrededor. Pero tal vez serviría. Estaba situada en un
lugar donde las paredes exteriores todavía estaban en pie y la base de la pared interior
estaba llena de las piedras que habían caído de grandes alturas. El bolsillo estaba colgado
de su cuello.
Con Kiara siguiéndole, Ben se retiró más allá del cuerpo arrugado y congelado del
nek que habían descubierto al salir esa mañana. Encontraron un lugar oculto entre dos
caminos de piedra tallada y esperaron. Ben estaba tan alerta como su falta de
concentración inducida por el hambre le permitiría estarlo.
LSW 232
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
—Con nadie.
—Cómete a la niña.
¿Por qué eran las voces diferentes ahora? Eso era un misterio y Jacen siempre había
dicho que los misterios siempre deben ser resueltos, porque entonces se convertían en
información que se podía usar.
Intentó mirar racionalmente a la sugerencia de las voces. Tenía sentido a un nivel
puramente lógico.
Si mataba, cocinaba y se comía a Kiara, tendría comida para varios días. Su mente
intentó apartarse de esa línea de pensamiento. El canibalismo casi siempre había sido
discutido en su presencia en fábulas de supervivientes varados de accidentes y de gente
que se había vuelto loca. Pero él se forzó a considerar el asunto.
—Cómete a la niña.
—Hazte fuerte.
Si mataba y se comía a la niña, nunca le atraparían, nunca le castigarían. Incluso si se
lo confesaba a Jacen, su mentor analizaría los datos y determinaría que era la elección de
supervivencia correcta.
De hecho, casi todos los argumentos lógicos que se le podían ocurrir a Ben sugerían
que comerse a Kiara era la acción más apropiada. El plan que Ben acababa de poner en
marcha podría no funcionar.
Podría llevarles días el completarlo. Él estaría muerto para entonces.
Cada argumento lógico.
Ben frunció el ceño. Pero no todos los argumentos tenían que ser lógicos. Kiara era
una niña pequeña y acababa de perder a su padre. A su papaíto.
No importaba que su papaíto hubiera parecido ser un criminal insignificante y que
hubiera muchas posibilidades, apoyadas por los archivos de datos que Ben había visto en
los ordenadores de la Guardia, de que Kiara creciera para ser una criminal insignificante
u otro tipo de escoria de la sociedad. Podría crecer para inventar una medicina mejor que
el bacta o para escribir canciones o para actuar en holodramas que harían que las cosas
fueran mejores para la gente. O podría tener hijos que hicieran esas cosas o enseñar a
niños que hicieran esas cosas.
Pero no si moría ahora.
Él ni siquiera estaba seguro de que ella le gustara.
No habían tenido suficiente energía para hablar muy a menudo en su larga caminata.
Se sentía tonto por ella, se sentía protector.
Sentía.
Y le pareció que ni pensar ni sentir necesitaba ser el jefe del otro. En un Jedi, debían
mezclarse, ser compañeros. Se preguntó si ese era el caso también con un guardia.
Nada de eso respondió a la pregunta de porqué las voces habían empezado por sugerir
que protegiera a Kiara y ahora insistían en que se la comiera.
Pero la respuesta, una posible respuesta en cualquier caso, se le ocurrió.
LSW 233
Aaron Allston
Ellas le habían dicho que la protegiera porque eso era lo que él había decidido hacer y
él no había sabido cómo. Al sugerir que ellas podían sacar a Ben y a Kiara de este planeta
vivos, habían conseguido que Ben las escuchara. Él había empezado a comprenderlas… y
entonces había empezado a pensar del modo que ellas pensaban. Y ahora podían sugerir
cosas diferentes. Podían sugerir lo que habían querido todo el tiempo.
Él sintió un estallido de furia, pero lo suprimió.
No tenía la energía para estar enfadado justo ahora.
Se dio cuenta de que las voces se habían callado.
No mucho después, Ben sintió el ojo en el cielo. Levantó la mirada hacia las nubes y
colocó su capa para todos los climas incluso con más fuerza alrededor de ellos.
—¿Está él aquí?
—Sí, lo está.
Este piloto no era sutil. Envió el caza TIE en una zambullida chillona que terminó con
el vehículo a unos meros veinte metros sobre el suelo. Entonces tuvo que frenar y trazar
un círculo, porque el muñeco de Ben no era visible desde los espacios abiertos alrededor
de la ciudadela. Tuvo que subir y luego dejarse caer en el hueco entre las paredes exterior
e interior… y entonces alineó sus láseres hacia el muñeco de Ben.
Ahora. A través de la Fuerza, Ben se esforzó contra las piedras en lo alto de la pared
interior, a todo lo largo del curso de la pared sobre el caza estelar.
Era difícil seguir. Se sentía tan cansado y era casi imposible concentrarse. Pero una
comprensión de que esto podría ser la diferencia entre la vida y la muerte, por el frío o el
hambre o la momificación, le impulsó y vio las piedras muy por encima empezar a
tambalearse y luego caer sueltas.
El caza TIE disparó y el muñeco de Ben cayó, con las mantas ardiendo.
El caza TIE se deslizó hacia delante lentamente sobre los repulsores. Ben sabía
porqué. El disparo de un cañón láser impactando en un ser humano no destruiría
necesariamente su cuerpo al completo, pero convertiría una parte tan grande del cuerpo
en vapor que la víctima parecería explotar. No caería simplemente. El piloto tenía que
sentir curiosidad sobre lo que acababa de pasar.
El caza TIE estaba a unos meros cinco metros del muñeco ardiente cuando la primera
piedra, no más grande que una cabeza humana, golpeó su casco.
LSW 234
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Ben le dijo a Kiara que subiera a un árbol mientras él examinaba los restos. Cuando vio
lo que quedaba del piloto, un chev de piel pálida con un uniforme color bronce, se alegró
de habérselo dicho.
No le llevó mucho abrir la escotilla de la pequeña bodega de carga del caza. Su
contenido se había soltado de la red de tela que lo sujetaba, pero aparte de eso estaba
intacto: raciones para dos días para un hombre adulto, un kit médico, células de energía,
un comunicador de largo alcance, una balsa autoinflable, pastillas para la purificación de
agua… Lo cogió todo y cogió otros bienes del cuerpo del chev. Entonces, tan
rápidamente como pudieron arreglárselas, Kiara y él corrieron desde el sitio donde se
había estrellado hasta la dudosa seguridad de la ciudadela.
A Ben no se le ocurrió sentir pena por el ser cuya vida acababa de tomar.
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Aaron Allston
ZIOST
Ben y Kiara descansaron el resto del día y desde la cima de la pila de rocas, justo dentro
de la entrada de la ciudadela vieron a la lanzadera.
Descendió desde las nubes menos de quince minutos después de que Ben, Kiara y el
revitalizado Agitador llegaran a la entrada. Era una lanzadera vieja, con alas plegables y
una pintura color bronce, y no aterrizó. Trazó círculos sin fin alrededor del lugar, luego
despegó hacia los cielos una vez más.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Ben sintió curiosidad por eso. ¿Tenían miedo los miembros de la tripulación de
posarse en Ziost? Eso realmente tenía sentido.
A pesar del hambre que tenían, Ben insistió en que no se comieran más que la mitad
de las raciones que habían sacado del caza TIE. El resto podían comérselas en los
siguientes tres o cuatro días. Quizás para entonces serían capaces de encontrar más
comida o de encontrar un modo de salir del planeta.
Durmieron bien aquella noche, con Agitador manteniendo sus sensores alerta en
busca de movimiento nocturno. Pero no hubo ninguno.
Por la mañana, con las barras luminosas enganchadas a nuevas células de energía, fueron
a buscar.
No llevó mucho tiempo. Todo lo que Ben tuvo que hacer fue abrirse a las voces. Ellas
le llevaron hacia abajo varios niveles, hacia donde los suelos de los corredores estaban
revestido de fango antiguo, hasta un largo pasadizo lateral que les llevó lejos de la
ciudadela propiamente dicha. Les llevó hasta una sala circular sin iluminar. Sus paredes
estaban decoradas con dieciocho nichos, cada uno lo bastante grande para albergar una
estatua a tamaño natural de un humano normal, pero vacío.
—Se ha ido —dijo Kiara.
Ben negó con la cabeza. Las imágenes en su mente eran claras. La nave estaba aquí.
—Sal —dijo.
Oyó reírse.
Kiara también pareció sentirlo. Se retiró para colocarse junto a Agitador y miró a todo
su alrededor, buscando la fuente.
Ben frunció el ceño. Sus instintos, y lo que las voces le habían susurrado cuando sólo
medio entendía sus palabras, le decían que las emociones eran la clave. Ninguna emoción
amable, suave o de bienvenida serviría.
Hizo su voz más profunda y puso algo de furia en ella.
—¡Sal!
De haberlo intentado el día antes, cuando había estado más débil por la falta de
comida, indudablemente habría fallado. Pero ahora hubo un rugido en el suelo y una
grieta apareció en el fango medio seco del suelo, una grieta tan recta como un rayo láser,
cortando la sala en dos.
Agitador, cuyas patas estaban a horcajadas sobre la grieta, dio un trino de alarma y
rápidamente se movió hacia un lado. Kiara se reunió con él.
El agujero se hizo más ancho más rápidamente en el centro de la habitación hacia los
bordes. Allí se convirtió en circular y desde él, inadecuadamente iluminado por la barra
luminosa de Ben, llegó un brazo segmentado de metal de varios metros de largo… y
luego las partes superiores del cuerpo principal de un vehículo esférico. Su ventanal
LSW 237
Aaron Allston
central circular, iluminado desde atrás y brillando con un amarillo enfermizo, parecía ser
un ojo mirándoles.
La esfera tenía unos diez metros de diámetro, la mitad de él saliendo por encima del
nivel del suelo. Un agujero de tres metros separaba el borde del suelo de la parte más
cercana del casco del vehículo.
Ben se tambaleó, por su debilidad y por el alivio.
El vehículo estaba aquí, era real… y si la presencia que sentía dentro, un grupo
malevolente de emociones detectables a través de la Fuerza, era una indicación,
funcionaba, incluso después de siglos en tierra.
—Ábrete —ordenó.
Después de un momento, una línea vertical apareció bajo el ventanal y se bajó como
una escotilla, con su punta cercana llegando al borde del suelo.
Ben salto por ella y subió al vehículo.
Pero si había anticipado encontrar un asiento de control, una palanca de control, del
hiperespacio y un control de armas para el piloto, fue decepcionado. El interior, que
podría haber ocupado sólo una fracción del volumen del vehículo, era una única sala en
forma de disco, de cuatro metros de largo y dos y medio de alto. El canal del corredor
hacia la rampa era la única salida. Las paredes parecían como piedra pómez naranja,
brillando como si fueran finas sábanas sobre lava fundida y el interior del vehículo era
muy cálido.
Cuando llegó al centro de la sala en forma de disco, Ben se volvió a un lado y otro,
buscando los controles. No encontró ninguno.
Y ahora incluso las voces se habían ido. En su lugar había una poderosa expectación,
una sensación de espera.
Ben cerró los ojos e intentó conseguir una sensación de este lugar, de este vehículo…
y lo consiguió.
Durante un momento vio a una mujer de piel roja con ropajes de tonos volcánicos
arrodillada, con su arma dorada en el suelo junto a ella.
Así era, entonces. El piloto tenía que comunicarse con el vehículo a través de la
Fuerza. Rápidamente se arrodilló donde había estado la mujer de su visión.
Ordena. La voz, masculina, rica en malicia expectante, habló directamente en su
mente.
Ben bajó la mirada hacia la rampa y llamó por señas a Kiara y Agitador.
—Hora de irnos.
La niña pequeña negó con la cabeza. El astromecánico le trinó a ella.
—Kiara, tenemos que irnos.
—No quiero entrar en esa cosa —gimió ella—. Va a comerme.
Ben le dirigió una sonrisa tranquilizadora.
—¿Y si te come?
A ella le llevó un momento responder.
—Saltarás por su garganta y nos abriremos camino hacia fuera cortando juntos.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
—Eso es.
Todavía de mala gana, ella fue hacia delante, dando su primer paso tentativamente
por la rampa y luego entró corriendo en la habitación. Se dejó caer para sentarse junto a
él. Un momento después, Agitador rodó hasta su lugar a su otro lado y fijó sus ruedas.
—Ciérrate —ordenó Ben y la rampa se elevó.
Ahora venía la parte de la que él no estaba seguro.
—Lanzamiento —dijo.
Durante largos momentos no pasó nada y Ben se preguntó cuántas palabras tendría
que repasar antes de que encontrara la orden correcta. Pero aparentemente la intención
era suficiente. La intención y visualizar lo que quería que pasara.
La luz de fuera del vehículo se hizo más brillante.
De repente, cegadoramente blanca, alcanzó a todos los nichos de la pared. Ben
levantó la mirada, viendo sólo el techo sobre él. Entonces cerró de nuevo los ojos e
intentó ver lo que veía el vehículo.
Y lo consiguió. El techo de por encima del vehículo se había retirado en dos piezas y
la luz del sol bajaba brillando a la sala. El vehículo empezó a temblar como un animal
salvaje preparándose para correr.
—Preparaos —dijo Ben—, creo que va a…
La nave aceleró directa hacia arriba, con su movimiento presionando a Ben y a Kiara
contra el suelo.
LSW 239
Aaron Allston
capítulo veinte
La mayor recompensa viene del mayor riesgo, había dicho Jacen y Lumiya había estado
de acuerdo con él.
—Mientras evalúes acertadamente la recompensa y los riesgos —había añadido ella.
Y entonces se había ofrecido voluntaria para acompañarle en esta expedición para
infiltrarse en la ceremonia de elección de la Confederación.
Reclamar esa posición había sido bastante fácil.
Había sido Inteligencia de la Alianza Galáctica quien había descubierto que habría
representantes del Consejo de la Herencia del Consorcio de Hapes, las conspiradoras que
habían colaborado con Corellia para matar a Tenel Ka, en la reunión. Y la almirante
Niathal había sido la primera en plantear que grupos independentistas autentificados,
incluso de los planetas más devotos de la Alianza Galáctica, podrían conseguir la
admisión.
No había sido demasiado trabajo para Jacen persuadir a Niathal de que él sería el
agente de la Alianza Galáctica asignado para asistir a la reunión. Su estatus como el Jedi
con los vínculos más cercanos al ejército le garantizaba ese derecho. Manipular las cosas
de manera que Lumiya pudiera acompañarle había sido más difícil, pero ella admitió que
mantenía un número de identidades falsas totalmente detalladas que soportarían el
escrutinio de la división de inteligencia de cualquiera de los lados y una de ellas, la de la
contrabandista Silfinia Ell, tenía el registro de nacimiento de un planeta que encajaría con
el perfil de las necesidades de la Alianza. Así que Jacen había arreglado los documentos
para él mismo y para «Silfinia» del gobierno de Ession y ahora, con sus rasgos muy
disfrazados bajo un color de piel oscuro de espray y una barba, llevaba una tarjeta de
identidad que mostraba que era miembro del partido más violento y revolucionario de
Ession. Trabajando a través de la capitán Lavint y sus misteriosos contactos, había sido
capaz de pelear por la admisión en la ceremonia… pero no de conseguir un voto.
Eso estaba bien. No estaba allí para votar. Estaba allí para anotar caras e identificar
traidores y para distraer a todos los presentes, tal vez matándoles a todos, cuando la
batalla empezara.
Y Lumiya estaba a su lado, actuando como refuerzo en caso de problemas. Sus rasgos
llenos de cicatrices estaban ocultos bajo su maquillaje aplicado expertamente y ella ahora
tenía una piel oscura y un cabello oscuro como los de él.
Jacen guió la fea lanzadera con forma de disco, de fabricación corelliana, hasta el
vector de aproximación que la voz estricta del panel de comunicaciones le había
asignado.
—Una fuerza impresionante —dijo.
A través del ventanal y en la pantalla principal del sensor, pudo ver cruceros de asalto
bothan, cruceros y fragatas corellianas, un destructor estelar clase Imperial y otras
LSW 240
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
LSW 241
Aaron Allston
—Me vendría bien algo de eso —dijo Jacen y oyó a Lumiya reprimir una risita.
Jacen y Lumiya se separaron una vez dentro, como la mejor forma de conseguir
información a través de un área más grande.
La sala principal del complejo vacacional, con la cúpula de encima limpiada
recientemente para proporcionar una imagen sin obstáculos de Gilatter VIII, estaba
decorada con largas mesas llenas de comida y bebidas. Los delegados se movían de una a
la siguiente, o de un pequeño grupo en pie al siguiente. No había urgencia ni animosidad
a la vista entre ellos.
Eso era… curioso. Dada lo crítica que la elección de un comandante supremo de
guerra debía ser, Jacen había anticipado más ansiedad.
Y más notoriedad entre los asistentes. Hasta ahora, no había reconocido ni una sola
cara.
Jacen aceptó una bebida de una camarera, una mujer alta y de pelo claro con un
vestido blanco que parecía como si datara del final de la Antigua República pero que
probablemente estaba en boga en algún planeta perdido.
—¿Entonces dónde está el coordinador? —preguntó él, haciendo que la pregunta
sonara inocua.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
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Aaron Allston
—Es una trampa —gritó Luke en su comunicador—. Está visualizando minas. Repito,
minas.
—Recibido, Invisible Uno —le llegó la voz del oficial de comunicaciones del
Viajero—. Tenga cuidado, con esa transmisión, su posición está comprometida.
—No me diga. Invisible Uno fuera.
Luke cambió su panel de comunicaciones a la frecuencia del escuadrón.
—¿Y ahora qué? —preguntó Mara.
—Vamos a entrar —dijo Luke. Podía oír la reticencia en su propia voz—. Y a
rescatar a Jacen.
Por el intercomunicador del ala-X, R2-D2, directamente tras Luke, ofreció un trino
melancólico.
Cada oficial en el puente del Viajero Galáctico esperó a la orden que estaba por llegar, la
orden de tomar una nueva dirección, para circunnavegar la red de minas delante de ellos.
Eso no es lo que obtuvieron.
—Continúen todos adelante lentamente —ordenó Niathal—. Todas las posiciones de
armas delanteras de todas las naves de delante, abran fuego con un patrón de barrido
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
directamente hacia delante. Las naves capitales de la segunda fila y los cazas estelares
todavía en formación, colóquense detrás de las naves capitales. Dé la orden al Anakin
Solo y a todas las naves lejanas de que salten.
Hubo el más breve de los retrasos y entonces la tripulación del puente se volvió hacia
sus nuevas tareas.
El comandante del Viajero Galáctico, un quarren llamado Squirm, avanzó
ligeramente hacia Niathal.
Los tentáculos de su cara estaban inmóviles con una calma forzada, pero una pregunta
ardía en sus ojos.
Niathal la respondió. Tuvo que hablar más alto cuando las baterías de armas del
Viajero empezaron a disparar.
—Si no hubiéramos conseguido la advertencia de Solo, capitán, ¿qué habría pasado?
—Habríamos avanzado hacia el campo de minas.
—¿Hasta?
—Hasta que nuestras naves delanteras empezaran a golpear las minas.
—¿Y entonces?
La comprensión floreció en la expresión del quarren.
—Habríamos trazado un nuevo rumbo, un rumbo lateral. Hacia más minas que
habrían sido colocadas en su lugar mientras nosotros estábamos esperando aquí.
Niathal asintió.
—Minas que no podríamos detectar debido a la atmósfera más espesa a nuestro
alrededor y debajo de nosotros. Minas que continuarían cerrándose sobre nosotros. De
este modo, vamos a ser martilleados, pero con el menor número de martillos que tienen
actualmente para lanzar contra nosotros.
—Entendido.
El capitán Squirm se alejó lentamente de nuevo.
LSW 245
Aaron Allston
El holograma de Turr Phennir había aparecido tan cerca de Alema que estaba,
inicialmente, de manera parcial dentro de la pierna derecha de él. Se apartó lentamente,
desapareciendo en la multitud.
Llegar a esta reunión había sido más fácil para ella que para cualquier otro infiltrado,
pensó. Después de todo, los recuerdos de su presencia se desvanecían de las mentes de
aquellos con los que se encontraba meros minutos después de que se marchara. Eso, y sus
habilidades Jedi, hacían que fuera un juego de niños para ella pasar junto a guardias, oír
conversaciones a escondidas y no dañar nunca las mentes de aquellos cuyos recursos
utilizaba.
A menos que ella quisiera que la recordaran, como la capitán Lavint.
Ahora esperaba que no llamara la atención mientras se abría camino desde la sala
principal. No creía que la llamara. Jacen Solo estaba haciendo un trabajo demasiado
bueno atrayendo la atención de todo el mundo.
Se alzaba solo, con un semicírculo de guardias de seguridad de fuerzas diferentes
bloqueándole el paso y ella les vio abrir fuego. Él saltó por encima del torrente de
disparos láser, encendiendo su sable láser mientras se elevaba, y bajó detrás de sus
enemigos.
Él giró y dos de ellos de repente no tenían cabeza. El resto se retiró de él, disparando
mientras se volvían.
Todo lo que Alema tenía que hacer era huir de este desastre, unirse a las multitudes
de actores que ahora se movían en una retirada aterrorizada hacia las salas de acceso a las
lanzaderas.
Entonces sintió a su presa. Leia estaba cerca, enviando consuelo a través de la Fuerza.
A Jacen. Tenía que ser a Jacen. Ese mensaje con certeza no iba dirigido a ella.
Pero ahora no podía irse. Tenía que esperar para ver si Han estaba con Leia.
LSW 246
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
Apartándose de su camino de escape, se abrió camino hasta una pared y se unió con
las sombras allí.
ZIOST
Hirrtu, el rodiano, le farfulló a Dyur a bordo del Reunión en el Cementerio, esta vez
claramente sorprendido.
—¿Condiciones de lanzamiento?
Dyur conectó la pantalla del sensor.
Esta mostraba una nave espacial que se acercaba, con su punto de origen a sólo unos
cuantos cientos de metros de donde el chev, Ovvit, había muerto.
—Encontró un modo de salir —dijo—. Chico listo. Por cierto… puestos de batalla.
Todo era tan extraño. A través de la piel del vehículo, Ben pudo ver el suelo y las
estrellas. Incluso pudo reconocer algunas estrellas.
Y pudo ver a un carguero pesado y de apariencia torpe cambiar su órbita para
aproximarse al punto hacia el que él se elevaba.
Su corazón se hundió. Posiblemente no podía ganar un enfrentamiento en un vehículo
que apenas sabía cómo volar, que o no tenía sistemas de armas o tenía unos sistemas que
eran más viejos que la mayoría de los gobiernos planetarios modernos.
—¿Cuáles son mis armas? —preguntó.
Aparecieron en el ojo de su mente. El brazo en la parte inferior del vehículo podía
doblarse en una base de aterrizaje o podía permanecer extendido y dirigir un ataque láser.
El brazo en la parte superior del vehículo podía alinearse con los oponentes y dispararles
bolas de metal.
—Cañón. —Casi escupió la palabra—. Cañón físico.
Para su sorpresa, el vehículo respondió con indignación a sus palabras. Su imagen
mental se acercó al arma montada en la parte de arriba. Vio como una bola de metal del
tamaño de su cabeza rodaba, impulsada por el magnetismo, desde un tubo hasta la base
del brazo articulado.
Y entonces desapareció, emergiendo por el lado más alejado del brazo como un
borrón, sin sonido de propulsores que acompañaran la acción.
Miró con más atención y la secuencia se proyectó de nuevo, más lentamente, en su
mente. La bola estaba allí… y el mismo magnetismo que la había hecho rodar hasta su
lugar la aceleró a lo largo del brazo, aumentando su velocidad a cada centímetro que
viajaba hasta que dejó el final del arma.
Un acelerador magnético. Ben había oído hablar de tal cosa, un arma verpine, pensó,
aunque ese era un aparato mucho más pequeño. Nunca había odio hablar de uno
construido a escala de caza.
LSW 247
Aaron Allston
LSW 248
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
El carguero estaba ahora girando, intentando levantar su casco inferior para recibir o
desviar el disparo. Pero Ben se aplicó a través de la Fuerza y vio a la bola cambiar su
arco, elevándose para evitar la parte inferior del carguero, casi ignorando los escudos,
lanzándose directa hacia el hangar abierto, trazando un arco hacia la popa.
La bola emergió a través del lado de estribor, llevando con ella una nube de
escombros que había sido una vez atmósfera y componentes de impulsores.
El curso y la velocidad del carguero estaban descontrolados. Al hacerle un agujero, la
bola había comunicado un poco de su propia energía cinética al objetivo y al principio
pareció no haberle hecho ningún daño de consecuencia. Pero entonces el carguero giró y
empezó un descenso inmediato hacia la atmósfera.
Ahora Ben dejó que su nave abriera fuego con el láser. Rayos rojos se abrieron
camino irregularmente hasta el casco superior del carguero, pasando suficiente energía a
través de los escudos para chamuscar la pintura y cortar una antena de comunicaciones.
Ben negó con la cabeza, ordenándole a su nave que cesara el fuego, y se orientó hacia
el espacio. Se relajó, sentándose en lugar de estar de rodillas.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Kiara.
—Ganamos.
Ahora todo lo que tenía que hacer era encontrar el camino a casa: utilizar una nave
espacial que no tenía ordenador de navegación, y podría no tener hipermotor, para llegar
al sistema estelar civilizado más cercano, probablemente de nuevo Almania.
Coruscant era esperar demasiado para…
En el ojo de su mente, Coruscant se hizo más grande y pudo verla simultáneamente
como un brillo distante en el mar de estrellas. ¿Puedes llevarnos allí?
Supo que el vehículo podía.
¿Antes de que nos hagamos viejos y muramos?
El vehículo no tenía una comprensión precisa del tiempo humano, pero Ben podía
sentir que el viaje llevaría horas o días, no vidas.
Así que envió la orden.
En la sombra donde estaba escondida, Alema vio a dos figuras entrando a la fuerza a
través de los ríos de actores intentando escapar.
Eran Luke Skywalker y Mara Jade Skywalker, vestidos con monos negros con los
complementos de los pilotos de ala-X y Alema casi se desmayó de alegría. Luke estaba
aquí y vería morir a Mara, Leia todavía venía… el universo estaba a punto de
experimentar algo del tan necesitado Equilibrio.
Dejó de saltar arriba y abajo lo suficiente para encontrar su comunicador. Habló por
él.
—Activa y ejecuta aproximación dos.
LSW 249
Aaron Allston
En el Durabasura, que ahora flotaba con todas las otras naves de llegada dirigidas al
área de aparcamiento por personal de seguridad del complejo, el ordenador de
navegación estaría cargando y ejecutando un grupo de maniobras simples. El Durabasura
se movería hasta una posición directamente por encima de la cúpula del complejo
vacacional, a unos cuantos kilómetros de distancia y entonces empezaría a acelerar.
—¿Qué estás haciendo, bailarina?
La voz era fría, divertida, familiar y congeló las entrañas de Alema.
Apartó su atención de la pelea, donde Jacen estaba afrontando a un número siempre
creciente de agentes de seguridad y miró a la derecha. La mujer de piel oscura que se
había dirigido a ella no parecía familiar… excepto por su constitución y sus ojos verdes.
—Lumiya —dijo ella.
—Te hice una pregunta.
Alema le dirigió un encogimiento de hombros de un solo hombro.
—Estamos aquí para matar a Mara Jade Skywalker, que está aquí, y a Han Solo, que
viene para aquí. ¿Y tú?
—Estaba a punto de lanzarme a la lucha y ayudar a Jacen.
—No hagas eso. —Alema negó vehementemente con la cabeza—. Si le rescatas,
Luke y Mara se irán y Leia y Han no vendrán. Deben estar aquí.
Lumiya lo consideró.
—Entonces saltemos a la lucha juntas. El que nosotras estemos aquí evitará que los
Skywalker y los Solo se vayan. ¿No crees?
—Sí, lo creemos.
Lumiya alargó la mano hacia abajo y desgarró una larga abertura en su vestido,
liberando sus piernas para maniobrar. Soltó el pañuelo decorativo que llevaba como
cinturón, revelando el látigo láser debajo de él y volvió a atarse el pañuelo alrededor de la
parte inferior de su cara y su pelo, dándole el aspecto de Lumiya tan familiar para Alema
y para otros. Entonces sacó su látigo láser.
—¿Preparada?
Alema levantó su sable láser.
—Lo estamos.
Estaba más contenta de lo que lo había estado en mucho, mucho tiempo.
Luke y Mara hicieron una aproximación misericordiosa. Aterrizaron en mitad del grupo
más grueso de oficiales de seguridad. El sable láser de Luke centelleó en un círculo,
cortando cinco o seis cañones de pistolas láser, y Mara hizo un gesto con la Fuerza para
empujar a un lado a media docena de agentes.
Luke desvió un disparo láser de una oportunista mujer de SegCor.
—Vamos, Jacen. Tu transporte está esperando.
Jacen golpeó, cortando a un tirador bothan en dos.
LSW 250
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
—No necesito vuestra ayuda. —Entonces miró más allá de Luke y su expresión se
endureció todavía más—. Oh, no.
Luke miró hacia aquel lado. Han y Leia estaban entrando en la sala principal a todo
correr.
—Y tu otro transporte está aquí.
Entonces oyó el siseo de advertencia de Mara, más a través de la Fuerza que con sus
oídos, y cuando se volvió, Lumiya estaba ante él.
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Aaron Allston
LSW 252
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
—Cariño.
—¿Y ahora qué?
—Aproximándose.
Leia dio una voltereta hacia atrás para alejarse de su enemiga y a mitad de su rotación
vio que la imagen de Gilatter VIII estaba parcialmente bloqueada.
La misma nave en la que había visto desaparecer a Alema sólo días antes se dirigía
directamente hacia ellos.
Mientras aterrizaba, vio que Alema había apagado su sable láser y estaba poniéndose
un casco ceñido y flexible con un visor transparente: un casco de descompresión de
emergencia. Alema le sonrió.
LSW 253
Aaron Allston
Luke saltó hacia la salida. Mara estaba delante de él. Él vio al efecto ondulatorio del
impacto lanzar hacia arriba cuerpos y vio a la nave de carga, con su velocidad
difícilmente detenida, continuar moviéndose rápida y descontroladamente hacia el suelo,
haciendo un agujero dentado a través del axis de la estación espacial. Más allá, pensó que
vio azotarse a las puntas reencendidas del látigo de Lumiya… ¿contra qué? ¿Un
enemigo? ¿Una pared para proporcionarle un camino de escape? De repente el látigo se
oscureció ante una nube de escombros que se expandía impulsada por el impacto del YV
666.
La atmósfera de la estación, con dos enormes agujeros entre los que elegir, empezó a
escapar al espacio, arrastrando a Luke mientras se iba.
De aquellos que huían hacia la salida, Leia iba en la retaguardia, con Han justo delante de
ella. La onda de choque del impacto contra el suelo detrás de ellos hizo caer a Han. Ágil
y determinado, estaba en pie de nuevo antes de que Leia incluso llegase hasta él.
En pie, pero moviéndose lentamente. Crecientemente, para los ojos de Leia, los pies
de Han no querían encontrar agarre mientras él corría.
Ni tampoco querían los de ella. No era por la atmósfera que escapaba. La gravedad
artificial de la estación tenía que haber experimentado un fallo completo. Cuando sus
oídos crujieron y el dolor creció en su cabeza y sus ojos, Leia supo que no había manera
de que pudieran alcanzar la salida.
No había ninguna manera de que ambos pudieran alcanzarla.
Se abrió a través de la Fuerza y empujó la espalda de Han, impulsándole hacia delante
por la puerta que Luke y Mara acababan de alcanzar.
Leia dio tres pasos más. Pero ahora, aunque sus piernas seguían moviéndose, no
podía hacer ningún avance. Sus pies se levantaron completamente del suelo. No tenía
impulso hacia delante, ninguna manera de alcanzar la salvación.
Cerró los ojos, determinada a estar en paz en sus últimos momentos.
Algo se envolvió alrededor de su tobillo.
Bajó la mirada. Unida a su pierna había una línea con un pequeño gancho y cuerda: la
pieza de estúpido y absurdo equipamiento de granjero de Luke, que él había llevado de
un lado a otro desde antes de que ella le conociera. Él estaba en el extremo más alejado
de la cuerda, agarrado contra la puerta, tirando con todas sus fuerzas y, mientras Leia
miraba, Han se unió a él.
En momentos la habían arrastrado a través de la puerta y al interior de la bahía de
acceso de lanzaderas adonde habían llegado minutos antes. Han selló la puerta.
Débilmente, en la presión atmosférica reducida, ella pudo oír las sirenas de advertencia
aullando. Leia se quedó en el suelo, jadeando.
—Gracias —dijo.
LSW 254
Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
SISTEMA GILATTER
En la lanzadera que había confiscado, Jacen se lanzó hacia el Anakin Solo, transmitiendo
su identidad mientras iba, demandando actualizaciones de la batalla.
Podía ver cómo iba progresando. Las naves de la Confederación habían estado
preparadas para la fuerza de ataque de la Alianza. Pero no habían estado preparadas para
que las naves de la Alianza se abrieran camino a base de músculo a través de la red de
minas, quitándose de encima las estimaciones de tiempo y arruinando las maniobras de
flanqueo cuidadosamente planeadas. Lo que había resultado era un enfrentamiento a
golpes y, a sus ojos, las cosas estaban igualadas.
Necesitaba más que sus ojos. Incluso consiguió los datos del Anakin Solo, estos sólo
era tan buenos como los instrumentos de la nave podían proporcionar, tan buenos como
los oficiales hostigados y sobrecargados podían analizarlos.
Vio a un crucero de asalto bothan perder energía en sus baterías de estribor. Una
respuesta instantánea por parte de los escuadrones de caza de la Alianza podría haber
explotado la situación, lo que podría haber resultado en la destrucción del crucero.
No pasó.
Vio escuadrones de cazas dando vueltas, buscando un enemigo, malgastando
preciosos minutos hasta que el Viajero Galáctico pudiera redirigirlos hasta un objetivo
digno.
Vio una fragata de la Alianza ceder terreno porque su comandante obviamente sentía
que la nave estaba incapacitada, sin ser consciente de que la corbeta corelliana homóloga
estaba incluso más severamente dañada.
Él maldijo y golpeó los brazos de su asiento de piloto.
Finalmente encontró una oportunidad de abordar el Anakin Solo.
No mucho después, Lumiya se puso en contacto con él por su canal de comunicador
privado, informando que también ella se había hecho con un vehículo, el transporte
privado de alguien, poco más que un deslizador aéreo equipado con motores mejorados y
un casco contenedor de atmósfera, y necesitaba una autorización para aterrizar en el
Anakin Solo. A regañadientes, porque sabía que ella hablaría con él y él no deseaba
hablar con nadie, le proporcionó el código que ella necesitaba.
En el análisis final, la Batalla de Gilatter VIII fue una retirada, con ambos bandos
retirándose del campo después de sufrir pérdidas moderadas.
La Confederación pregonó que había sido una clara victoria para Turr Phennir, su
nuevo Comandante Supremo de cabeza fría.
La Alianza hizo notar el hecho de que, incluso con posibilidades superiores y la
ventaja de una emboscada traicionera, la Confederación no había conseguido nada.
LSW 255
Aaron Allston
Luke estaba tendido en el pequeño sofá en las pequeñas habitaciones que les habían
asignado a Mara y a él, mirando al techo. Era de azul claro neutral, sin rasgos excepto por
los grupos de barras luminosas alrededor de los bordes, y el color pacífico ayudaba a
apaciguar sus pensamientos.
Necesitaban que los apaciguaran.
—Estás muy quieto —dijo Mara.
Ocupaba la única silla de la sala.
—Todavía no hay nada nuevo de Ben. —Luke le ofreció un ligero fruncimiento de
ceño—. Y las acciones de Jacen me preocupan.
—¿Quieres decir el abandonar a Han y Leia?
Él asintió.
—Deberían. Creo que él se está volviendo incluso peor.
Mara devolvió su atención a su cuaderno de datos.
La continuada ausencia de Ben y las acciones de Jacen pesaban mucho sobre Luke,
pero mentirle a Mara añadía peso a la carga que sentía y esperaba que ella no detectara
esas mentiras a través de su vínculo de la Fuerza. Luke no consideraba que las acciones
de Jacen representaran cobardía, pero Jacen claramente consideraba que el peligro que
experimentaban sus padres era menos importante que su necesidad de influenciar la
escena mayor de la batalla de la AG y la Confederación. Y esa era una elección de mucha
sangre fría para que la hubiera hecho Jacen.
Pero eso no era lo que pesaba sobre la mente de Luke justo ahora. Luke también
ponderaba el significado de las palabras de Lumiya hacia él, la dulzura con la que le
había tocado. No había sido hostil o vengativa. Sus instintos sobre la gente, su habilidad
para distinguir la verdad de las mentiras a través de la Fuerza se lo decía.
Entonces sintió algo nuevo. Se sentó y Mara le miró de cerca.
—¿Qué pasa?
Él sonrió por primera vez desde que habían dejado el sistema Gilatter.
—Puedo sentir a Ben —dijo.
Jacen estaba sentado en su oficina privada. Las barras luminosas estaban apagadas y
la única iluminación venía de los rayos de luz del hiperespacio que giraban fuera de su
ventanal.
Con un suspiro silencioso, el panel oculto en la esquina de su oficina se retrajo y se
abrió. Lumiya entró, con su cara vacía de maquillaje pero envuelta contra los ojos
curiosos.
—Puedo sentir tu furia desde mis habitaciones —dijo ella.
—¿Me estás amonestando o lo estás aprobando?
—Apruebo la furia, desde luego. Te fortalece y necesitas fortaleza. Pero si yo puedo
sentirla…
—No hay otro Jedi a bordo del Anakin Solo.
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Star Wars: El legado de la Fuerza 4: Exilio
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Aaron Allston
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—Mentiroso —dijo ella. Antes de que él pudiera formular una respuesta, ella se
levantó y volvió al pasaje secreto—. Estaba equivocada —dijo ella—. No estas bastante
preparado. No te conoces a ti mismo tan bien como debes. Encuéntrate a ti mismo, Jacen.
Entonces haz tu sacrificio y toma tu nombre Sith. Estaré esperando.
Ella se marchó y la puerta se cerró tras ella.
Jacen miró tras ella, sintiéndose enfermo. Enfermo por tener una debilidad, por que
Lumiya la hubiera detectado, por estar confuso. Y ahora ni siquiera podía empezar a
procesar la elección de su sacrificio hasta que supiera dónde residía su corazón.
Hasta que supiera si quería a sus padres.
De un modo, sin embargo, ambas respuestas a esa pregunta eran similares. Si les
quería, debía sacrificar a uno, y matar al otro para evitar la represalia.
Si no les quería, debía considerar eliminarlos a ellos y al problema potencial que
representaban. En cualquier caso, la galaxia y él estarían mejor sin ellos.
—Adiós, mamá —dijo—. Adiós, papá.
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