Kabala y Judaismo
Kabala y Judaismo
Kabala y Judaismo
INDICE
Capítulo.........................................................................................................Pág.
- Reseñas de libros:
Marcel Bulard, El escorpión, símbolo del pueblo judío...................................51
Emmanuel Malynski y León de Poncins, La guerra oculta..............................52
Léon de Poncins, La misteriosa Internacional judía.........................................53
Charles Marston, La Biblia ha dicho la verdad................................................53
Los Protocolos de los Sabios Antiguos de Sión...............................................55
Dion Fortune, La Cábala Mística.....................................................................57
Enel: A Message from the Sphinx....................................................................58
H. de Vries de Heekenlingen, El orgullo judío................................................60
Eliphas Lévy, La Clave de los Grandes misterios............................................61
Robert Ambelain, Adam, dios rojo...................................................................62
- Reseñas de Revistas
La Vita Italiana ................................................................................................64
Revue Juive......................................................................................................64
Hommes et Mondes..........................................................................................65
Cahiers d´Etudes Cathares................................................................................65
2
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
1.
3
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
Señalemos además, entre los derivados de la raíz adam, el nombre edom, que
significa “rubio” y que, además, no difiere del nombre Adam sino por los puntos
vocales; en la Biblia, Edom es un sobrenombre de Esaú, de donde el nombre de
Edomitas dado a sus descendientes, y el de Idumea al país que habitaban (y que, en
1
El aleph inicial, que existe en la raíz, desaparece en el derivado, lo cual es un hecho excepcional;
este aleph no constituye en modo alguno un prefijo con significado independiente como pretende
Latouche, cuyas concepciones lingüísticas demasiado a menudo son imaginarias.
2
Véase, sobre el simbolismo de estos tres colores, nuestro estudio L'Esotérisme de Dante.
4
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
hebreo, también es Edom, pero en femenino). Esto nos recuerda a los “siete reyes de
Edom” de que se trata en el Zohar, y la estrecha semejanza de Edom con Adam puede
ser uno de los motivos por los que ese nombre se toma aquí para designar las
humanidades desaparecidas, esto es, las de los precedentes Manvantaras3. También se
ve la relación que este último presenta con la cuestión de lo que se ha dado en llamar los
“preadamitas”: si se toma a Adán como origen de la raza roja y su tradición particular,
puede tratarse simplemente de las otras razas que precedieron a aquella en el curso del
ciclo humano actual; si, en un sentido más extenso, se lo toma como prototipo de toda la
presente humanidad, se tratará de esas humanidades anteriores a las que precisamente
aluden los “siete reyes de Edom”. En todos los casos, las discusiones que ha originado
esta cuestión parecen bastante vanas, pues no tendría que haber ninguna dificultad en
ello; de hecho, no la hay en la tradición islámica al menos, en la que hay un hadith
(dicho del Profeta) que dice que “antes del Adán que conocemos, creó Dios cien mil
Adanes” (es decir, un número indeterminado), lo cual es una afirmación tan clara como
es posible de la multiplicidad de los períodos cíclicos y las humanidades
correspondientes.
5
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
del estado sutil; y de ahí viene la prohibición de la sangre como alimento, pues su
absorción implica la de lo que de más grosero hay en la vitalidad animal, y que
asimilándose y mezclándose íntimamente con los elementos psíquicos del hombre,
puede traer efectivamente consecuencias bastante graves. De ahí también el empleo
frecuente de la sangre en las prácticas de magia, y también de brujería (por cuanto atrae
a las entidades “infernales”' por conformidad de naturaleza); pero, por otro lado, esto es
susceptible también, en ciertas condiciones, de una transposición en un orden superior,
de donde los ritos, religiosos o incluso iniciáticos (como el “taurobolio” mitríaco) que
implican sacrificios animales; como a este respecto se ha aludido al sacrificio de Abel
opuesto al de Caín, no sangriento, quizá volvamos sobre este último punto en una
próxima ocasión.
5
Esto aparece indicado en la relación que existe en árabe entre las palabras nûr, “luz”, y nâr, “fuego”
(en el sentido de calor).
6
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
2.
Publicado originalmente en Regnabit, julio-agosto de 1926. No retomado en ninguna otra
recopilación póstuma.
6
Se trata de las “columnas” del Arbol sefirótico: columna del medio, columna de la derecha y
columna de la izquierda (véanse nuestros artículos de diciembre de 1925, p. 292).
7
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
son los cuatro puntos cardinales, más el cenit y el nadir, y en fin, el centro mismo. Se
puede observar que la representación de las seis direcciones, opuestas dos a dos a partir
del centro, forma una cruz de tres dimensiones, tres diámetros rectangulares de una
esfera indefinida. Se puede notar además, a título de concordancia, la alusión que hace
San Pablo al simbolismo de las direcciones o de las dimensiones del espacio, cuando
habla de la “amplitud, la longitud, la altura y la profundidad del misterio del amor de
Jesús-Cristo” (Efesios, III, 18); pero, aquí, no hay más que cuatro términos enunciados
distintamente en lugar de seis, porque la amplitud y la longitud corresponden
respectivamente a los dos diámetros horizontales tomados en su totalidad, mientras que
la altura y la profundidad corresponden a las dos mitades superior e inferior del
diámetro vertical.
Por otra parte, en su importante obra sobre la Kábala Judía 7, Paul Vulliaud, a
propósito de los pasajes del Sepher Yetsiráh que acabamos de citar, añade esto:
“Clemente de Alejandría dice que de Dios, Corazón del Universo, parten las extensiones
infinitas que se dirigen, una hacia lo alto, la otra hacia abajo, ésta a la derecha, aquella a
la izquierda, una adelante y la otra hacia atrás. Dirigiendo su mirada hacia esas seis
extensiones como hacia un número siempre igual, él acabó el mundo; es el comienzo y
el fin (el alfa y el omega), en él se acaban las seis fases infinitas del tiempo, y es de él
de donde reciben su extensión hacia el infinito; tal es el secreto del número 7” 8. Hemos
tenido que reproducir textualmente esta cita, de la que lamentamos que su referencia
exacta no sea indicada; la palabra “infinito” que aparece tres veces, es impropia y
debería ser reemplazada por “indefinido”: Sólo Dios es infinito, el espacio y el tiempo
no pueden ser más que indefinidos. La analogía, por no decir la identidad, con la
doctrina kabalística, es de las más notables; y hay ahí, como se verá luego, materia para
otras comparaciones que son más sorprendentes todavía.
8
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
Eso, entiéndase bien, no concierne más que a nuestro mundo, el único cuyas
condiciones de existencia son directamente expresables en lenguaje humano; es el
mundo sensible el que está sometido al espacio y al tiempo, y sería preciso, para pasar al
orden suprasensible (pues se trata del Centro de todos los mundos), efectuar una especie
de transposición analógica en la cual el espacio y el tiempo no guardarían ya más que
una significación puramente simbólica; la cosa es además posible, pero no tenemos que
preocuparnos de ello aquí, y podemos limitarnos al punto de vista cosmogónico tal
como se lo entiende habitualmente.
9
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
espacios y la de los tiempos 9; ¿no hay ahí una similitud flagrante con el “Santo Palacio”
de la Kábala, situado también en el centro de los espacios y de los tiempos, y que es
efectivamente, según los términos mismos de Clemente de Alejandría, el “Corazón del
Universo”? Pero eso no es todo, y hay, en esta misma figura, algo que es quizá aún más
extraño, y que diremos seguidamente.
Volvamos a la doctrina cosmogónica del Sepher Yetziráh: “se trata, dice Paul
Vulliaud, del desarrollo a partir del Pensamiento hasta la modificación del Sonido (La
Voz), de lo impenetrable a lo comprehensible. Se observará que estamos en presencia
de una exposición simbólica del misterio que tiene por objeto la génesis universal y que
se relaciona con el misterio de la unidad. En otros pasajes, se trata del “punto” que se
desarrolla por líneas en todos los sentidos, y que no deviene comprehensible más que
por el “Palacio Interior”. Es en el inaprehensible éter (Avir), donde se produce la
concentración, de donde emana la luz (Aor)10. El punto es, como hemos ya dicho, (mayo
de 1926) el símbolo de la unidad: es el principio de la extensión, que no existe más que
por su irradiación (no siendo el “vacío” anterior más que pura virtualidad), pero no
deviene comprehensible más que situándose en esta extensión, de la cual es entonces el
centro. La emanación de la luz, que da su realidad a la extensión, “haciendo del vacío
algo y de lo que no existía lo que existe”, es una expansión que sucede a la
concentración; son las dos fases de aspiración y de expiración de las que se trata
frecuentemente en la doctrina hindú, y de las cuales la segunda corresponde a la
producción del mundo manifestado; y hemos ya notado la analogía que existe también,
a este respecto, con el movimiento del corazón y la circulación de la sangre.
Pero prosigamos: “La luz (Aor) brota del misterio del éter (Avir). El punto oculto
fue manifestado, es decir, la letra iod”11. Esta letra representa jeroglíficamente el
Principio, y se dice también que de ella son formadas todas las otras letras del alfabeto
hebreo. Se dice también que el punto primordial incomprehensible, que es el Uno no
manifestado, forma tres que son el Comienzo, el Medio y el Fin (como los tres
elementos del monosílabo Aum en el simbolismo hindú y en el antiguo simbolismo
9
El Sr. Charbonneau nos ha mostrado un curioso documento que ha encontrado desde la publicación
de su artículo; es una medalla de Antonino, acuñada en Egipto, y en el reverso de la cual figura Júpiter-
Serapis, rodeado parecidamente de los dos círculos planetario y zodiacal; la similitud es digna de
señalarse.
10
La Kabbale juive, tomo I, p. 217.
11
Ibidem, p. 218.
10
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
cristiano), y que esos tres puntos reunidos constituyen la letra iod, que es así el Uno
manifestado (o más exactamente afirmado en tanto que principio de la manifestación
universal), Dios haciéndose Centro del Mundo por su Verbo. Cuando esa iod ha sido
producida, dice el Sepher Yetsiráh, lo que restó de ese misterio o del Avir (éter) oculto
fue Aor (la luz)”; y, en efecto, si se quita la iod de la palabra Avir, resta Aor.
Paul Vulliaud cita, a este respecto, el comentario de Moisés de León: “Tras haber
recordado que el santo, bendito sea, incognoscible, no puede ser aprehendido más que
según sus atributos, (middoth) por los cuales Él ha creado los mundos, comencemos por
la primera palabra de la Thorah: Bereshith (la palabra por la cual comienza el Génesis:
in Principio). Antiguos autores nos han enseñado con relación a ese misterio que está
oculto en el grado supremo, el éter puro e impalpable. Este grado es la suma total de
todos los espejos posteriores (es decir, exteriores), ellos proceden por el misterio del
punto que es él mismo un grado oculto y emanando del misterio del éter puro y
misterioso. El primer grado, absolutamente oculto, no puede ser aprehendido.
Igualmente, el misterio del punto supremo, aunque sea profundamente oculto, puede ser
aprehendido en el misterio del Palacio interior. El “misterio de la Corona suprema
(Kether, la primera de las diez Sefiroth), corresponde al del puro e inaprehensible éter
(Avir). El es la causa de todas las causas y el origen de todos los orígenes. En ese
misterio, origen invisible de todas las cosas, es donde el punto oculto del cual todo
procede, toma nacimiento. Por eso se dice en el Sepher Yetsiráh: “Antes del Uno, ¿qué
puedes tener en cuenta?” Es decir, antes de ese punto, ¿qué se puede contar o
comprender? Antes de ese punto no había nada, excepto Aïn, es decir, el misterio del
éter puro e inaprehensible, así nombrado (por una simple negación) a causa de su
incomprensibilidad. El comienzo aprehensible de la existencia se encuentra en el
misterio del “punto” supremo. Y puesto que ese punto es el comienzo de todas las
cosas, es llamado “Pensamiento” (Mahasheba). El misterio del Pensamiento creador
corresponde al “punto” oculto. En el Palacio interior es donde el misterio unido al
“punto” oculto puede ser comprendido, pues el puro e inaprehensible éter queda
siempre misterioso. El “punto” es el éter tornado palpable en el misterio del Palacio
interior o Santo de los Santos. Todo, sin excepción, ha sido primero concebido en el
Pensamiento12. Y si alguien dijese: “Ved ¡Hay alguien nuevo en el mundo!”, imponedle
silencio, pues ello fue anteriormente concebido en el Pensamiento. Del “punto” oculto
emana el Santo Palacio interior. Es el Santo de los Santos, el quincuagésimo año
(alusión al Jubileo, que representa el retorno al estado primordial), que se llama
12
Es el Verbo en tanto que Inteligencia divina, que es el “lugar de los posibles”.
11
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
igualmente la Voz que emana del Pensamiento 13. Todos los seres y todas las causas
emanan entonces por la fuerza del “punto” de lo alto. He aquí lo que es relativo a los
misterios de las tres Sefiroth supremas”14. Hemos querido dar este pasaje entero, a pesar
de su longitud, porque, además de su interés propio, tendremos sin duda que referirnos a
él, en la continuación de estos estudios, para establecer comparaciones con otras
doctrinas tradicionales.
El simbolismo de la letra iod debe aún retener nuestra atención: hemos recordado
anteriormente (febrero de 1926) el hecho, ya señalado por el R. P. Anizan, que, en una
impronta dibujada y grabada por Callot para una tesis mantenida en 1625, se ve al
Corazón de Cristo conteniendo tres iod, que pueden considerarse como representando la
Trinidad. Por lo demás, antes hemos visto, la iod como formada por la reunión de tres
puntos, es ya por sí misma una imagen del Dios tri-uno; y sin duda las tres iod
representan muy bien las tres Personas de la Trinidad. Por otra parte, se ha hecho
observar a L. Charbonneau-Lassay que, en el corazón de Saint-Denis d´Orques, la
herida tiene la forma de una iod invertida; ¿es una semejanza puramente accidental o
hay que ver en esa forma algo querido? No osaríamos afirmar nada al respecto, y
admitimos incluso que aquel que traza un símbolo no es necesariamente consciente de
todo lo realmente incluido en él; sin embargo, el Cartujo que esculpió el mármol
astronómico ha dado prueba por otra parte de suficiente ciencia para que no sea
inverosímil que haya habido ahí una intención efectiva por su parte; y, en todo caso, esa
iod, querida o no, nos aparece plena de significado. Incluso su posición invertida no
carece de sentido: puede ser una alusión a la Encarnación, o, de modo más general, a la
manifestación del Verbo en el Mundo, considerada en cierto modo como un “descenso”
(tal es el sentido exacto del término sánscrito avatâra, que designa toda manifestación
divina). Por lo que hace a la iod misma, tiene el sentido de “principio”, como hemos
dicho antes, y también de “germen” (palabra que, digámoslo de pasada, es aplicada al
Cristo en diversos pasajes de la escritura): la iod en el corazón, es en cierto modo el
germen envuelto en el fruto. Es también la indicación de una relación muy estrecha
entre el símbolo del Corazón y el del “Huevo del Mundo”, al cual ya hemos aludido;
tendremos ocasión de volver sobre ello, y nos explicaremos entonces más ampliamente
13
Es también el Verbo, pero en tanto que Palabra divina: es primero Pensamiento puro, y después
Palabra en el exterior, siendo la Palabra la manifestación del Pensamiento (véase nuestro artículo de enero
de 1926), y la primera palabra proferida es el Iehi Aor (Fiat Lux) del Génesis.
14
Citado en La Kabbale juive, tomo I, pp. 405-406
12
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
sobre este punto, lo que es bastante importante como para merecer tratarse aparte; no
nos detendremos más por el momento.
He aquí ahora esa cosa extraña que antes anunciábamos: el corazón de Saint-Denis d
´Orques, con su herida en forma de iod, irradia la luz (Aor) 15 de tal modo que tenemos
aquí a la vez la iod y el Aor, es decir, los dos términos de la diferenciación del Avir
primordial. Además, esa iod y ese Aor están colocados respectivamente en el interior y
en el exterior del Corazón, así como conviene, pues la primera procede de la
concentración y el segundo de la expansión, y es de esta concentración y de esta
expansión sucesivas de donde nace la distinción misma del interior y del exterior. Por lo
demás, no afirmamos que todo eso haya sido querido expresamente por el escultor, pues
no tenemos ningún medio para adquirir la certidumbre de ello; pero se convendrá que, si
es involuntaria, hay ahí un encuentro inconsciente con la doctrina kabalística, y eso es
aún más extraordinario, que el Cartujo haya suplido la ciencia que le faltaba con una
intuición de las más sorprendentes; dejaremos a cada uno la libertad de escoger entre las
dos hipótesis.
Como quiera que sea, lo que es incontestable, es que el Corazón mismo, en esta
figuración tan notable, se identifica al “Santo Palacio” de la Kábala; es también ese
mismo Corazón, centro de todas las cosas, al que la doctrina hindú, por su lado, califica
de “Ciudad divina” (Brahma-pura). El “Santo Palacio” es también denominado el
“Santo de los Santos”, como hemos visto en la cita de Moisés de León; y, en el Templo
de Jerusalén, el “Santo de los Santos” no era otra cosa que una figura del verdadero
“Centro del Mundo”, figura muy real por lo demás, puesto que era también el lugar de
la manifestación divina, la morada de la Shekinah, que es la presencia efectiva de la
Divinidad.
Hay ahí, en la tradición hebrea, otro aspecto del simbolismo del corazón, por otra
parte, estrechamente ligado al precedente, y cuyo estudio será objeto de nuestro
próximo artículo.
15
Quizás hay también una intención simbólica en la alternancia de los dos tipos de rayos, rectos y
sinuosos, que pueden representar dos movimientos diferentes en la propagación de la luz, o incluso dos
aspectos secundarios de ésta.
13
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
3.
LA SHEKINAH Y METATRON
14
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
claramente en árabe la palabra baraka); pero, incluso limitándose a ver las cosas desde
este único punto de vista, sería posible explicarse la palabra de Elías Levita, que Paul
Vulliaud cuenta en su obra sobre La Kábala Judía: «Los Maestros de la Kábala tienen
en cuanto a esto grandes secretos».
La Shekinah se presenta bajo aspectos múltiples, entre los cuales hay dos
principales, uno interno y otro externo; ahora bien, hay además, en la tradición cristiana,
una frase que designa tan claramente como es posible estos dos aspectos: «Gloria in
excelsis Deo, et in terra Pax hominibus bonae voluntatis». Las palabras Gloria y Pax se
refieren, respectivamente, al aspecto interno, con relación al Principio, y al aspecto
externo, en consonancia con el mundo manifestado; y, si se consideran así estas
palabras, se puede comprender inmediatamente por qué son pronunciadas por los
Ángeles (Malakim) para anunciar el nacimiento del «Dios con nosotros» o «en
nosotros» (Emmanuel). También se podría, para el primer aspecto, recordar las teorías
de los teólogos sobre la «luz de gloria» en y por la cual se opera la visión beatífica (in
excelsis); y, en cuanto al segundo, encontramos aquí la «Paz», a la cual hicimos alusión
anteriormente, y que en su sentido esotérico está indicada en todas partes como uno de
los atributos fundamentales de los centros espirituales establecidos en este mundo (in
terra). Por otro lado, el término árabe Sakinah, que evidentemente es idéntico al hebreo
Shekinah, se traduce por «Gran Paz», lo que es el equivalente exacto de la Pax Profunda
de los Rosa-Cruz; y, de ese modo, se podría explicar, sin duda, lo que éstos entendían
por el «Templo del Espíritu Santo», igual que se podrían interpretar también, de una
forma precisa, los numerosos textos evangélicos en los que se habla de la «Paz» 17, tanto
más cuanto que «la tradición secreta que concierne a la Shekinah tendría alguna relación
con la luz del Mesías». ¿Es sin intención como P. Vulliaud, cuando da esta última
indicación18, dice que se trata de la tradición «reservada a los que seguían el camino que
llegaba al Pardes», es decir, como lo veremos más tarde, al centro espiritual supremo?
Esto nos lleva aún a una observación relacionada: Vulliaud habla de un «misterio
relativo al Jubileo»19, lo que se relaciona en cierto sentido con la idea de «Paz», y, a
propósito de esto, cita el texto del Zohar (III, 52 b): «El río que sale del Edén lleva el
17
Está claramente explicitado, en el Evangelio mismo, que de lo que se trata no es de la Paz en el
sentido que la entiende el mundo profano (San Juan, XIV, 27).
18
La Kabbale juive, tomo I, p. 503.
19
Ibidem , tomo I, págs. 506-507.
15
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
nombre de Iobel», así como el de Jeremías (XVII, 8): «Él extenderá sus raíces hacia el
río», de donde resulta que la «idea central del Jubileo sea la remisión de todas las cosas
a su estado original». Está claro que se trata de esta vuelta al «estado primordial» que
consideran todas las tradiciones y en la cual hemos tenido la ocasión de insistir un poco
en nuestro estudio sobre el Esoterismo de Dante; y cuando se añade que «el retorno de
todas las cosas a su primer estado marcará la era mesiánica», los que hayan leído este
estudio podrán recordar lo que allí dijimos sobre las relaciones del «Paraíso Terrestre» y
de la «Jerusalén Celestial». Por otro lado, a decir verdad, lo que se trata en todo esto
siempre es, en distintas fases de la manifestación cíclica, el Pardes, el centro de este
mundo, que el simbolismo tradicional de todos los pueblos compara con el corazón,
centro del ser, y «residencia divina» (Brahma-pura en la tradición hindú), así como el
Tabernáculo que es su imagen y que, por esta razón, es llamado en hebreo mishkan o
«habitación de Dios», palabra cuya raíz es la misma que la de Shekinah.
Desde otro punto de vista, la Shekinah es la síntesis de las Sefiroth; ahora bien, en el
árbol sefirótico, la «columna de la derecha» es el lado de las Misericordia y la «columna
de la izquierda» es el lado del Rigor 20; por consiguiente, debemos reencontrar estos dos
aspectos en la Shekinah, y podemos observar inmediatamente, para relacionar esto con
lo que precede, que, en cierto modo al menos, el Rigor se identifica con la Justicia, y la
Misericordia, con la Paz21.
«Si el hombre peca y se aleja de la Shekinah, cae bajo el poder de las potencias
(Sârim) que dependen de la Severidad, y entonces a la Shekinah se le denomina «mano
de Rigor»22, lo que recuerda inmediatamente al bien conocido símbolo de «la mano de
Justicia»; por el contrario, si el hombre se acerca a la Shekinah se libera, y la Shekinah
es la «mano derecha» de Dios, es decir, que la «mano de Justicia» se convierte pues en
20
Un simbolismo comparable está expresado en la figura medieval del «árbol de los vivos y de los
muertos», que tiene, además, una relación muy clara con la idea de «posteridad espiritual»; es preciso
señalar que el árbol sefirótico también está considerado como identificado con «el Árbol de la Vida».
21
Según el Talmud, Dios tiene dos sedes, la de la Justicia y la de la Misericordia; estas dos sedes
corresponden también al «Trono» y a la «Silla» de la tradición islámica. Esto divide, por otra parte, los
nombres divinos çifâtiyah, es decir, quienes expresan unos atributos propiamente dichos de Allah, en
«nombres de majestad» (jalâliyah) y «nombres de belleza» (jamâliyah), lo que responde una vez más a
una distinción del mismo orden.
22
La Kabbale juive, t. 1, p. 507.
16
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
«La Kábala da a la Shekinah un paredro que porta nombres idénticos a los suyos,
que posee en consecuencia los mismos caracteres» 27, y que naturalmente tiene tantos
aspectos diferentes como la misma Shekinah; su nombre es Metatron, y este apelativo es
numéricamente equivalente al de Shaddai28, «el Todopoderoso» (que se dice ser la
23
Según San Agustín y diversos otros Padres de la Iglesia, la mano derecha representa del mismo
modo a la Misericordia o a la Bondad, mientras que la mano izquierda, en Dios sobre todo, es el símbolo
de la Justicia. La «mano de Justicia» es uno de los atributos corrientes de la realeza; la «mano bendita» es
un signo de la autoridad sacerdotal, y ha sido tomado a veces como símbolo de Cristo. Esta figura de la
«mano que bendice» se halla en ciertas monedas galas, del mismo modo que la esvástica, a veces con
brazos curvos.
24
Este centro, o uno cualquiera de los que están constituidos a su imagen, puede describirse
simbólicamente a la vez como un templo (aspecto sacerdotal, correspondiente a la Paz) y como un palacio
y un tribunal (aspecto regio correspondiente a la Justicia).
25
Se trata de las dos mitades del ciclo zodiacal, que se encuentra frecuentemente representado en la
portada de las iglesias de la Edad Media con una disposición que le da manifiestamente el mismo
significado.
26
Todos los símbolos que enumeramos aquí exigirían ser largamente explicados; tal vez lo hagamos
algún día en otro estudio.
27
La Kabbale juive, tomo I, págs. 497-498.
28
El número de cada uno de estos nombres, obtenido por la suma de los valores de las letras
hebraicas del que está formado, es 314.
17
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
El pasaje a partir de “en tanto que símbolo... “ no aparece en la 1ª edición; en cambio, sí figura el
vocablo “orientales” agregado a “tradiciones”, el cual no aparece en la 2ª edición. N. del T.
29
La Kabbale juive, tomo I, págs. 492 y 499.
30
Ibid. , t. I, págs. 500-501.
18
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
31
Esta última observación recuerda naturalmente estas palabras:
«Benedictus qui venit in nomine Domini»; éstas son aplicadas al Cristo, que el pastor de Hermas
asimila precisamente a Mikael de una manera que puede parecer bastante extraña, pero que no debe
extrañar a quienes comprenden la relación que existe entre el Mesías y la Shekinah. Cristo también es
llamado «Príncipe de Paz» y es al mismo tiempo “Juez de los vivos y de los muertos”.
32
Este número se forma con el nombre de Sorath, «demonio del Sol», y como tal opuesto al ángel
Mikael; más adelante veremos otro significado.
33
Citado por P. VulIiaud, La Kabbale juive, t. II, p. 373.
34
Los dos aspectos opuestos están figurados especialmente por las dos serpientes del caduceo; en la
iconografía cristiana están reunidas en la «amfisbena», la serpiente de dos cabezas, representando una a
Cristo y otra a Satanás.
19
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
que cometen involuntariamente sin duda y por simple ignorancia (lo que es una excusa
y no una justificación) quienes creen descubrir un significado infernal en la designación
de «Rey del Mundo»35”
35
Señalemos una vez más que el «Globo del Mundo», enseña del poder Imperial o de la monarquía
universal, frecuentemente se encuentra colocado en la mano de Cristo, lo que muestra, además, que es el
emblema de la autoridad espiritual tanto como del poder temporal.
20
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
4.
QABBALAH
21
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
propiamente “lo que es recibido” o transmitido (en latín traditum) de uno a otro. Con
esta idea de transmisión, vemos aparecer aquí la de sucesión; pero hay que señalar que
el sentido primero de la raíz indica una relación que puede ser tanto simultánea como
sucesiva, tanto espacial como temporal. Esto explica el doble sentido de la preposición
qabal en hebreo y qabl en árabe, que significa a la vez “ante” (es decir “enfrente”, en el
espacio) y “antes” (en el tiempo); y el estrecho parentesco de las dos palabras “ante” y
“antes”, incluso en nuestra lengua, muestra bien que siempre se establece cierta analogía
estas dos modalidades diferentes, una en simultaneidad y la otra en sucesión. Esto
también permite resolver una aparente contradicción: aunque la idea más frecuente,
cuando se trata de una relación temporal, sea aquí la de anterioridad y, por consiguiente,
se refiere al pasado, también sucede, sin embargo, que derivados de la misma raíz
designan el futuro (en árabe mustaqbal, es decir, literalmente aquello ante lo cual se va,
de istaqbal, “ir hacia adelante”) pero ¿no se dice también en nuestra lengua que el
pasado está antes de nosotros y que el futuro está ante nosotros, lo cual es totalmente
comparable? En suma, basta en todos los casos que uno de los términos considerados
esté “ante” o “antes” con respecto al otro, ya se trate, por lo demás, de una relación
espacial o de una relación temporal.
Todas estas observaciones se pueden confirmar además con el examen de otra raíz,
igualmente común al hebreo y al árabe, y que tiene significados muy próximos a
aquellos, incluso podría decirse idénticos en gran parte, pues, aunque el punto de partida
sea claramente diferente, los sentidos derivados llegan a coincidir. Es la raíz QDM, que
en primer lugar expresa la idea de “preceder” (qadam), de donde todo lo que se refiere,
no sólo a una anterioridad temporal, sino a cualquier prioridad de orden. Así, para las
palabras que provienen de esta raíz, aparte los sentidos de origen y antigüedad (qedem
en hebreo, qidm o qidam en árabe), se encuentra el de primacía o precedencia, e incluso
el de marcha, avance o progresión (en árabe teqaddum) 38; y, también aquí, la
preposición qadam en hebreo y qoddâm en árabe tiene el doble sentido de “ante” y
“antes”. Pero el sentido principal, aquí, designa aquello que es primero, sea
jerárquicamente, sea cronológicamente; también, la idea más frecuentemente expresada
es la de origen o de primordialidad y, por extensión, de antigüedad cuando se trata del
orden temporal: así, qadmôn en hebreo y qadim en árabe, significan “antiguo” en el uso
corriente, pero, cuando se refieren al dominio de los principios, han de traducirse por
“primordial”39.
38
De ahí la palabra qadam, que significa “pie”, es decir, lo que sirve para la marcha.
22
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
39
El insânul- qadîm, es decir, el “Hombre primordial”, es, en árabe, una de las denominaciones del
“Hombre universal” (sinónimo de El-insânul-kamîl, que es literalmente el “Hombre perfecto” o total”; es
exactamente el Adam Qadmôn hebreo.
40
Es curioso observar que Cristo es llamado, a veces, Oriens; esta denominación puede relacionarse
sin duda con el simbolismo del sol levante; pero, a causa del doble sentido que aquí indicamos, es posible
que haya que relacionarlo también, o incluso sobre todo, con el hebreo Elohi Qedem, o expresión que
designa al verbo como “Anciano de los Días”, es decir, que es antes de los días, o el Principio de los
ciclos de manifestación, considerados simbólicamente como “días” por diversas tradiciones (los “días de
Brahmâ” en la tradición hindú, los “días de la creación” en el Génesis hebreo.
23
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
Ahora, podemos hacernos esta pregunta: ¿por qué motivo la tradición, en hebreo, se
designa con una palabra que proviene de la raíz QBL, y no de la raíz QDM? Se podría
estar tentado de decir, a este respecto, que, como la tradición hebrea no constituye sino
una forma secundaria y derivada, no podría convenirle una denominación que evoque la
idea de origen o de primordialidad; pero esta razón no nos parece esencial pues, directa
o indirectamente, toda tradición se vincula a los orígenes y procede de la Tradición
primordial, y nosotros mismos hemos visto en otra parte que toda lengua sagrada,
incluidos el propio hebreo y el árabe, se considera que representa en cierta forma la
lengua primitiva.
24
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
5.
Hemos insistido a menudo sobre el hecho de que las “ciencias sagradas” que
pertenecen a una forma tradicional dada forman realmente parte integrante de ella, por
lo menos a título de elementos secundarios y subordinados, lejos de no representar más
que una especie de añadiduras adventicias que se habrían vinculado a ella más o menos
marginalmente. Es indispensable comprender bien este punto y no perderlo nunca de
vista si se quiere penetrar, por poco que sea, el verdadero espíritu de una tradición;
llamar la atención sobre ello es tanto más necesario cuanto que bastante frecuentemente
en nuestros días, en quienes pretenden estudiar las doctrinas tradicionales, se observa
una tendencia a no tener en cuenta las ciencias de que se trata, ya sea a causa de las
dificultades especiales para su asimilación, o porque, además de la imposibilidad de
hacerlas entrar en el marco de las clasificaciones modernas, su presencia es
particularmente molesta para todo aquel que se esfuerza por reducirlo todo a un punto
de vista exotérico y por interpretar las doctrinas en términos de “filosofía” o de
“misticismo”. Sin querer extendernos otra vez sobre lo vano de tales estudios “desde el
exterior” y con intenciones completamente profanas, diremos, sin embargo, una vez más
—pues vemos lo oportuno de ello cada día, por decirlo así— que las concepciones
deformadas a las que inevitable conducen, son ciertamente peores que la simple y pura
ignorancia.
A veces incluso sucede que ciertas ciencias tradicionales desempeñan un papel más
importante que el que acabamos de indicar, y que, además del valor propio que poseen
de por sí en el orden contingente, son tomadas como medios simbólicos de expresión
para la parte superior y esencial de la doctrina, tanto es así que ésta se vuelve totalmente
ininteligible si se pretende separarla de ellas. Es lo que se produce particularmente, en lo
que concierne a la Kábala hebrea, con la “ciencia de los números”, que además, en ella,
se identifica en gran parte con la “ciencia de las letras”, como ocurre en el esoterismo
Publicado en “Le Voile d´Isis” , mayo de 1933. Retomado en Formes Traditionnelles et Cycles
Cosmiques.
25
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
islámico, y ello en virtud de la constitución misma de las lenguas hebraica y árabe, que,
como hacíamos observar últimamente, tan cercanas están una de otra en todos los
aspectos41.
26
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
lengua hebrea y que, por consiguiente, ha de haber estado ligado desde el origen a la
forma tradicional que se expresa por medio de ella.
Naturalmente, no es que se pueda discutir que haya entre los griegos una ciencia
tradicional de los números; como se sabe, incluso fue la base del Pitagorismo, que no
era una simple filosofía, sino que también tenía un carácter propiamente iniciático, y de
ahí sacó Platón, no sólo la parte cosmológica de su doctrina, como la expone en el
Timeo, sino incluso su “teoría de las ideas”, que en el fondo no es sino una
transposición, según una terminología diferente, de las concepciones pitagóricas sobre
los números considerados como principios de las cosas. Así pues, si realmente se
quisiera encontrar entre los griegos un término de comparación con la Kábala, habría
que remontarse al Pitagorismo; pero precisamente ahí es donde aparece más claramente
toda la inanidad de la tesis de los “préstamos”: nos encontramos verdaderamente en
presencia de dos doctrinas iniciáticas que de manera parecida dan una importancia
capital a la ciencia de los números; pero ésta se encuentra presentada en formas
radicalmente diferentes por una y otra parte.
27
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
parte, la forma especial con que se las habrá expresado aquí o allá (a reserva,
naturalmente, de ciertos modos simbólicos de expresión que, al ser los mismos en todas
partes, se ha de considerar que se remontan a la Tradición primordial). Además, las
diferencias de forma serán, en general, tanto más grandes cuanto más nos alejemos de
los principios para descender a un orden más contingente; y eso constituye una de las
principales dificultades en la comprensión de ciertas ciencias tradicionales.
Todo esto no nos aleja de nuestro asunto más que en apariencia y, volviendo a las
relaciones de la Kábala con el Pitagorismo, podemos plantearnos ahora esta cuestión: si
aquélla no puede derivarse directamente de éste, aun suponiendo que no le sea
43
Esto puede aplicarse particularmente a la semejanza de expresión que ya hemos señalado entre la Kábala y el
esoterismo islámico; y en lo que concierne a este último, se puede hacer a este respecto una observación bastante
curiosa: sus adversarios “exoteristas”, en el propio Islam, han tratado a menudo de quitarle valor atribuyéndole un
origen extranjero, y, con el pretexto de que muchos de los sufíes más conocidos fueron persas, han querido ver en él,
pretendidos préstamos hechos al Mazdeísmo, extendiendo esta noción incluso a la “ciencia de los números”: pues
bien, ninguna huella hay de nada semejante en los antiguos persas, mientras que, por el contrario, tal ciencia existe en
el Judaísmo en una forma completamente comparable, lo cual, por lo demás, se explica simplemente por las
“afinidades” a las que aludíamos, sin hablar de la comunidad de origen más lejana, sobre la cual hemos de volver;
pero, al menos, este hecho era el único que pudo dar algún viso de verosimilitud a la idea de un préstamo hecho a una
doctrina preislámica y no árabe, y parece haberles escapado totalmente.
28
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
realmente anterior, y aunque sólo fuese a causa de una diferencia de forma demasiado
grande, sobre la que hemos de volver enseguida de manera más precisa, ¿no se podría
considerar al menos un origen común a ambos, que, en opinión de algunos, sería la
tradición de los antiguos egipcios (lo cual, ni que decir tiene, nos transportaría esta vez
muy lejos del período alejandrino)? Es esta, digámoslo de inmediato, una teoría de la
que mucho se ha abusado; y, en lo que concierne al Judaísmo, nos es imposible, pese a
ciertas aserciones fantásticas, descubrir en él la menor relación con todo lo que de la
tradición egipcia puede conocerse (nos referimos a la forma, que es lo único que hay
que considerar en esto, puesto que, por lo demás, el fondo es idéntico necesariamente en
todas las tradiciones); sin duda habría lazos más reales con la tradición caldea, ya sea
por derivación o por simple afinidad, y en la medida en que es posible captar algo de
estas tradiciones extinguidas desde hace tantos siglos.
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RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
además, nos lleva directamente al punto más importante en lo que concierne a la ciencia
de los números y las formas diferentes que ésta ha tomado.
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RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
parte, al menos en ese aspecto y con ese desarrollo, si no es, como hemos dicho ya, en el
esoterismo islámico, es decir, en suma, en la tradición árabe.
Pudiera parecer asombroso, a primera vista, que las consideraciones de este orden
permaneciesen ajenas a los Griegos49, puesto que también entre ellos tienen las letras un
valor numérico (que, por lo demás, es el mismo que en el alfabeto hebreo y árabe para
las que tienen equivalente), y que incluso nunca tuvieron otros signos de numeración.
La explicación de este hecho, sin embargo, es bastante sencilla: y es que la escritura
griega, en realidad, no representa más que una importación extranjera (ya sea “fenicia”
como suele decirse, o bien “cadmea” es decir, “oriental” sin especificación más precisa,
y de ello dan fe los propios nombres de las letras), y que, en su simbolismo numérico o
de otro tipo, nunca formó cuerpo, si cabe expresarse así, con la lengua misma 50. Por el
contrario, en lenguas como el hebreo y el árabe, el significado de las palabras es
inseparable del simbolismo literal, y sería imposible dar de ellas una interpretación
completa en cuanto a su sentido más profundo, el que verdaderamente importa desde el
punto de vista tradicional e iniciático (pues no hay que olvidar que se trata aquí
esencialmente de “lenguas sagradas”), sin tener en cuenta el valor numérico de las letras
que las componen; las relaciones que existen entre palabras numéricamente equivalentes
y a las que a veces dan lugar son, a este respecto, un ejemplo particularmente claro 51.
Hay, pues, en ello algo que, como decíamos al comienzo, se debe esencialmente a la
constitución misma de estas lenguas, que está vinculada a ellas de una forma
propiamente “orgánica”, en vez haber venido a añadírsele desde el exterior y tiempo
después, como en el caso de la lengua griega; y como ese elemento se encuentra a la vez
en el hebreo y en el árabe, puede considerarse legítimamente que proceden de la fuente
49
Sólo con el Cristianismo puede encontrarse algo así en escritos de expresión griega, y entonces se trata
manifiestamente de una transposición de elementos fundamentales cuyo origen es hebreo; nos referimos, a este
respecto, principalmente al Apocalipsis; y probablemente también pudieran señalarse cosas del mismo orden en lo
que queda de los escritos que se vinculan al Gnosticismo.
50
Ni siquiera en la interpretación simbólica de las palabras (por ejemplo: el Cratilo de Platón), interviene la
consideración de las letras de que se componen; lo mismo ocurre, por lo demás, con el nirukta en lo que hace a la
lengua sánscrita, y si bien, no obstante, en ciertos aspectos de la Tradición existe un simbolismo literal, incluso muy
desarrollado, se basa en principios totalmente distintos de aquello de que se trata aquí.
51
Es esta una de las razones por las que la idea de escribir el árabe en caracteres latinos, emitida por algunos so
pretexto de “comodidad”, es totalmente inaceptable e incluso absurda (esto sin perjuicio de otras consideraciones más
contingentes, como la de la imposibilidad de establecer una transcripción verdaderamente exacta, precisamente
porque no todas las letras árabes tienen su equivalente en el alfabeto latino). Los verdaderos motivos por los que
ciertos orientalistas se hacen propagadores de esta idea son, por lo demás, completamente distintos de los que
esgrimen, y han de buscarse en una intención “antitradicional” en relación con preocupaciones de orden político; pero
esta es otra historia.
31
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
común de esas dos lenguas y de las dos tradiciones que éstas expresan, es decir, lo que
se puede llamar la tradición “abrahámica”.
52
Decimos “basada”, porque, efectivamente, estos simbolismos constituyen, en ambos casos, el “soporte”
sensible y como el “cuerpo” de la ciencia de los números.
53
Empleamos constantemente la expresión de “ciencia de los números” para evitar cualquier confusión con la
aritmética profana; quizá. sin embargo, pudiera adoptarse un término como el de “aritmología”; pero hay que
rechazar, a causa del “barbarismo” de su composición híbrida, el de “numerología”, de reciente invención, y por el
cual, además, algunos parecen querer designar sobre todo una especie de “arte adivinatoria” que casi ninguna relación
tiene con la ciencia tradicional de los números.
32
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
6.
Hasta hoy, para el estudio de la Kábala, no existía ningún trabajo de conjunto que
ofreciese un carácter verdaderamente serio; en efecto, el libro de Adolphe Frank, pese a
su reputación, mostraba hasta qué punto su autor, lleno de prejuicios universitarios y
que, además, ignoraba totalmente el hebreo, era incapaz de entender el tema que se
esforzó por tratar; en cuanto a ciertas compilaciones tan indigestas como fabuladoras,
como la de Papus, más vale no hablar de ellas. En ello, pues, había una lamentable
laguna por llenar, y nos parecía que el importante trabajo del señor Paul Vulliaud 54
habría debido estar destinado precisamente a tal fin; pero aunque este trabajo se haya
hecho muy concienzudamente y por mas que contenga muchas cosas interesantes,
hemos de reconocer que al leerlo hemos experimentado cierta decepción.
Esta obra, cuya lectura nos habría gustado poder recomendar sin reservas, no da lo
que parecía prometer su título muy general, y el contenido del libro dista mucho de
carecer de defectos.
La Kabbale juive, recensión aparecida en la revista “Ignis,” Roma, 1925, p. 116, traducida del italiano por
Gabriela Pirinoli. Retomado en Formes Traditionnelles et Cycles Cosmiques.
54
La Kabbale juive: historie et doctrine, 2 vol. in-8º de 520 y 460 páginas. (París, 1923). (Reeditado
en Editions d'Aujourd 'hui, París,197?. Nota del T.)
33
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
historia, y, luego, exponer al propio tiempo el método científico según el cual trabajan
autores en su mayor parte bien vistos” (tomo II, p. 206).
Así pues, para él no se trataba de seguir a los autores de que se trata ni de adoptar
sus prejuicios sino, por contrario, de combatirlos, de lo cual sólo podemos felicitarle.
Sólo que ha querido combatirlos en su propio terreno y en cierto sentido con sus propias
armas, y por eso se ha convertido, por decirlo así, en crítico de los críticos. En efecto,
también él se sitúa en el punto de vista de la pura y simple erudición; pero, por más que
lo ha hecho voluntariamente, cabe preguntarse hasta qué punto tal actitud ha sido
verdaderamente hábil y ventajosa. Vulliaud se defiende de ser kabalista, y se defiende
con una insistencia que nos ha sorprendido y no comprendemos muy bien. ¿Será, pues,
de esos que se glorían de ser “profanos” y que hasta ahora habíamos encontrado más
que nada en los medios “oficiales” y con respecto a los cuales él ha dado pruebas de
justa severidad? Llega a calificarse de “simple aficionado”; en eso queremos creer que
se calumnia a sí mismo. ¿No se priva así de parte de esa autoridad que le sería necesaria
frente a autores cuyas aserciones discute? Por lo demás, ese prejuicio de considerar una
doctrina desde el punto de vista “profano”, esto es, “desde el exterior”, nos parece que
excluye toda posibilidad de una comprensión profunda. Y además, incluso si tal actitud
sólo es fingida, no por ello será menos lamentable, por cuanto, aunque haya alcanzado
por su propia cuenta dicha comprensión, se obligará así a no dejar aparecer nada de ello,
y el interés de la parte doctrinal se verá por esto fuertemente disminuido. En cuanto a la
parte crítica, el autor más bien será considerado polemista que juez cualificado, lo que
constituirá una evidente inferioridad para él. Por lo demás, dos fines para una sola obra,
probablemente sean demasiados, y en el caso del Sr. Vulliaud, es bien lamentable que el
segundo de estos fines, de los que antes se indican, le haga olvidar demasiado a menudo
al primero, que sin embargo era, y con mucho, el más importante. Las discusiones y
críticas, en efecto, se siguen de un extremo al otro de su libro y aun en los capítulos
cuyo título parecería anunciar más bien un tema de orden puramente doctrinal; de todo
ello se saca cierta impresión de desorden y confusión. Por otra parte, entre las críticas
del Sr. Vulliaud, si bien las hay sobradamente justificadas, por ejemplo las que atañen a
Renán y Frank, así como a determinados ocultistas, y que son las más numerosas, hay
otras más discutibles; así, en particular las que conciernen a Fabre d'Olivet, con respecto
a quien Vulliaud parece hacerse eco de ciertos odios rabínicos (a no ser que haya
heredado el odio del propio Napoleón por el autor de La langue hébraique restituée,
pero esta segunda hipótesis es mucho menos probable). De todas formas y aun si se trata
de las más legítimas críticas, que pueden contribuir útilmente a destruir reputaciones
34
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
usurpadas, ¿no hubiera sido posible decir lo mismo más brevemente y, sobre todo, con
más seriedad y con un tono menos agresivo? La obra hubiera ganado ciertamente, en
primer lugar, porque no hubiera tenido la apariencia de una obra de polémica, aspecto
que presenta demasiado a menudo y que algunos malintencionados podrían utilizar
contra el autor y, lo que es más grave, lo esencial se hubiera sacrificado menos a
consideraciones que, en suma, no son sino accesorias y de interés bastante relativo. Hay
además otros defectos lamentables: las imperfecciones de forma a veces son molestas;
no nos referimos tan sólo a los errores de impresión, extremadamente numerosos, de los
que las erratas no rectifican más que una ínfima parte, sino de las demasiado frecuentes
incorrecciones que, aun con una fuerte dosis de buena voluntad, es difícil atribuir a la
tipografía. Así, hay distintos “lapsus” verdaderamente inoportunos. Hemos advertido
cierto número de ellos, y éstos, cosa curiosa, se encuentran sobre todo en el segundo
volumen, como si éste hubiera sido escrito más apresuradamente. Así, por ejemplo,
Frank no fue “profesor de filosofía en el Collège Stanislas” (p. 241), sino en el Collège
de France, lo cual es muy distinto. El Sr. Vulliaud escribe además Cappelle y a veces
también Capele, el nombre del hebraísta Louis Cappel, cuyo nombre exacto podemos
restablecer con tanta más seguridad cuanto que, al escribir este artículo tenemos ante
nuestros ojos su propia firma. ¿No será que P. Vulliaud sólo ha visto ese nombre en
forma latinizada? Todo esto no es gran cosa, mas, por el contrario, en la pág. 26, se trata
de un nombre divino de 26 letras, y, más adelante, se encuentra que ese mismo nombre
tiene 42; ese pasaje es realmente incomprensible, y nos preguntamos si no hay en él
alguna omisión. Indicaremos otra negligencia del mismo orden pero que es tanto más
grave cuanto que es motivo de una verdadera injusticia: criticando a un redactor de la
Encyclopedia británica, el Sr. Vulliaud acaba con esta frase: “No se podía esperar una
sólida lógica por parte de un autor que en el mismo artículo estima que se han
subestimado demasiado las doctrinas cabalísticas (absurdly over-estimated) y que, al
propio tiempo, el Zohar es un farrago of absurdity” (t. II, p. 418). Las palabras inglesas
han sido citadas por el propio Vulliaud; ahora bien, over-estimated no quiere decir
“subestimado” (que sería under-estimated), sino, muy al contrario, “sobreestimado”,
que es precisamente lo contrario, y así, sean cuales sean por lo demás los errores
contenidos en el artículo de ese autor, la contradicción que se le reprocha, en modo
alguno se encuentra allí en realidad. Claro, estas cosas no son más que detalles, pero
cuando uno se muestra tan severo para con los demás y siempre dispuesto a cogerles en
falta, ¿no debería esforzarse por ser irreprochable? En la transcripción de las palabras
hebreas, hay una falta de uniformidad verdaderamente fastidiosa; bien sabemos que
ninguna transcripción puede ser perfectamente exacta, pero al menos, cuando se ha
adoptado una, sea cual sea, sería preferible atenerse a ella de forma constante. Además
35
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
hay términos que parecen haberse traducido demasiado apresuradamente, y para los
cuales no hubiera sido difícil encontrar una interpretación más satisfactoria; daremos a
continuación un ejemplo bastante preciso. En la página 49 del tomo II está representada
una imagen de teraphim sobre la que está inscrita, entre otras, la palabra luz; el Sr.
Vulliaud ha reproducido los diferentes sentidos del verbo luz dados por Buxtorf
haciendo seguir cada uno de ellos un signo de interrogación, hasta tal punto le parecían
poco aplicables, pero no ha pensado que existía también el substantivo luz, que significa
por lo general “almendra” o “hueso de fruto” (y también “almendro”, porque designa al
mismo tiempo el árbol y su fruto). Pues bien, este sustantivo, en el lenguaje rabínico, es
el nombre de una pequeña parte corporal indestructible a la que permanece ligada el
alma después de la muerte (y es curioso advertir que esta tradición hebraica muy
probablemente inspiró ciertas teorías de Leibniz); este último sentido es el más plausible
y, por otra parte, lo confirma, a nuestro entender, el propio lugar que la palabra luz
ocupa en la figura.
A veces el autor hace mal en abordar incidentalmente temas sobre los cuales está
evidentemente mucho menos informado que sobre la Kábala, y de los que muy bien
hubiera podido dispensarse de hablar, cosa que le habría evitado ciertas equivocaciones
que, por disculpables que sean (dado que no es apenas posible tener la misma
competencia en todos los campos), sólo pueden perjudicar a un trabajo serio. Así,
hemos encontrado (t. II, p. 377) un pasaje en el que se trata de una supuesta “teosofía
china” en la que hemos tenido alguna dificultad en reconocer al Taoísmo, que no es
“Teosofía” según ninguna de las acepciones de la palabra, y cuyo resumen, hecho
basándose no sabemos demasiado bien en qué fuente (porque aquí precisamente falta la
referencia), es eminentemente fabulador. Por ejemplo “la naturaleza activa, tien= cielo”,
se pone en oposición a la “naturaleza pasiva, kuen = tierra”; ahora bien, Kuen nunca ha
significado “la tierra”, y las expresiones “naturaleza activa” y “naturaleza pasiva” hacen
pensar mucho menos en conceptos del Extremo Oriente que en la “naturaleza naturante”
y la natura naturata de Spinoza. Con la mayor ingenuidad se confunden aquí dos
cualidades distintas, la de la “perfección activa”, Khien, y la de la “perfección pasiva”,
Kuen (decimos “perfección” y no “naturaleza”), y la del “cielo”, tien, y de la “tierra”, ti.
Puesto que estamos hablando de las doctrinas orientales, haremos a este respecto
otra observación: después haber señalado muy justamente el desacuerdo reinante entre
los egiptólogos y los demás “especialistas” del mismo género, lo que hace que sea
36
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
imposible fiarse de su opinión, P. Vulliaud señala que lo mismo ocurre entre los
indianistas (t II, p. 363), lo que es exacto; pero ¿cómo no ha visto que este último caso
no era en modo alguno comparable con los demás? En efecto, tratándose de pueblos
como los antiguos Egipcios y los Asirios, que desaparecieron sin dejar sucesores
legítimos, no tenemos, evidentemente, ningún medio de control directo, y bien puede
uno experimentar cierto escepticismo en lo que atañe al valor de determinadas
reconstituciones fragmentarias e hipotéticas, pero, en cambio, para la India o para la
China, cuyas civilizaciones se han continuado hasta nuestros días y siguen vivas, es
perfectamente posible saber a qué atenerse; lo que importa no es tanto lo que dicen los
indianistas, sino lo que piensan los propios hindúes. El Sr. Vulliaud, que se preocupa de
no recurrir más que a fuentes hebreas para saber qué es verdaderamente la Kábala, en lo
cual tiene toda la razón, puesto que la Kábala es la propia tradición hebraica, ¿no podría
admitir que no se ha de actuar de otro modo cuando se trata de estudiar las demás
tradiciones? Hay otras cosas que el Sr. Vulliaud no conoce mucho mejor que las
doctrinas del Extremo Oriente y que, sin embargo, hubieran debido serle más accesibles
aunque sólo fuese por el hecho de que son occidentales. Así, por ejemplo, el
Rosacrucismo, sobre el que parece no saber mucho más que los historiadores
“profanos” y “oficiales” y cuyo carácter esencialmente hermético parece que se le ha
escapado; tan sólo sabe que se trata de algo totalmente distinto de la Kábala (la idea
ocultista y moderna de una Rosa-Cruz cabalística”, en efecto, es pura fantasía), mas,
para apoyar este aserto y no atenerse a una simple negación, también sería necesario
demostrar precisamente que la Kábala y el Hermetismo son dos formas tradicionales
totalmente distintas. Siempre en lo que concierne al Rosacrucismo, no pensamos que
sea posible “'procurar una pequeña emoción a los dignatarios de la ciencia clásica”
recordando el hecho de que Descartes haya tratado de ponerse en relación con los Rosa-
Cruz durante su estancia en Alemania (t. II, p. 235), pues tal hecho es más que notorio;
pero lo cierto es que no pudo lograrlo, y el propio espíritu de sus obras, tan contrario
como es posible a todo esoterismo, es prueba y explicación a un tiempo de ese fracaso.
Es sorprendente ver citar, como indicio de una afiliación de Descartes a la Fraternidad,
una dedicatoria (la del Thesaurus mathematicus) manifiestamente irónica y en la que,
por el contrario, se siente todo el desprecio de un hombre despechado que no había
podido obtener la afiliación que había buscado. Lo que todavía es más singular, son los
errores del Sr. Vulliaud en lo que atañe a la Masonería; inmediatamente después de
haberse burlado de Eliphas Lévi, quien efectivamente acumuló confusiones cuando
quiso hablar de la Kábala, Vulliaud, a su vez, al hablar de la Masonería, formula
también afirmaciones no menos divertidas. Citemos el siguiente pasaje destinado a
establecer que no hay ningún vínculo entre la Kábala y la Masonería: “Hay que hacer
37
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
Y esto, no menos curioso: ¿Cómo se explica esta anomalía (si se admite que la
Masonería es de inspiración kabalística): el francmasón Voltaire, que sólo tenía
desprecio por la raza judía?” (p. 324). ¿Ignora el Sr. Vulliaud que Voltaire sólo fue
recibido en la logia “Les Neuf Soeurs” (“Las Nueve Hermanas”) a título puramente
honorífico, y sólo seis meses antes de morir? Por otra parte, aun tomando un ejemplo
mejor, eso tampoco probaría nada, por cuanto a muchos masones, deberíamos decir la
mayor parte, incluso en los más altos grados, les es ajeno todo conocimiento real de la
Masonería (y en ellos podríamos incluir ciertos dignatarios del Gran Oriente de Francia
que el Sr. Vulliaud, sin duda dejándose impresionar por sus títulos, cita sin ningún
motivo como autoridades). Mejor inspirado hubiera estado nuestro autor invocando, en
apoyo de su tesis, el hecho que en Alemania y Suecia existen organizaciones masónicas
de las que se excluye rigurosamente a los judíos; hay que creer que lo ignoraba
totalmente, pues no hace la menor alusión a ello. Harto interesante resulta extraer de la
nota que termina el mismo capítulo (p. 328) las líneas siguientes: “Diversas personas
podrían reprocharme el haber razonado como si sólo hubiese una forma de Masonería.
No ignoramos los anatemas de la Masonería espiritualista contra el Gran Oriente de
Francia, pero, bien sopesado, consideramos el conflicto como una disputa de familia.”
Haremos observar que no hay sólo “dos escuelas masónicas”, sino que las hay en gran
número, y que el Gran Oriente de Francia, como el de Italia, no está reconocido por las
demás organizaciones porque niega determinados landmarks o principios fundamentales
de la Masonería, lo que, después de todo, constituye una “disputa” bastante seria
(mientras que entre otras “escuelas”, las divergencias distan mucho de ser tan
profundas). En cuanto a la expresión de “Masonería espiritualista” no corresponde
absolutamente a nada, puesto que no es más que una invención de ciertos ocultistas, de
aquellos cuyas sugestiones, por lo general, menos urgido está el Sr. VuIliaud aceptar. Y,
algo más lejos, vemos mencionados como ejemplos de “Masonería espiritualista” el Ku-
Klux-Klan y los Orangistas (suponemos que se trata del Royal Order of Orange), es
decir, dos asociaciones puramente protestantes, que sin duda pueden contar con
38
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
masones entre sus miembros, pero que, en sí mismas, no tienen más relación con la
Masonería que las sociedades del Congo de las que nos hemos ocupado antes.
Naturalmente, VuIliaud tiene derecho a ignorar todas estas cosas y otras muchas más y
no pensamos reprochárselo; pero, una vez más, ¿qué le obligaba a hablar de ello, dado
que estos asuntos estaban al margen de su tema y, por otra parte, sobre éste él no
pretendía ser totalmente completo? De todas formas, si tenía interés en hacerlo, menos
le habría costado, al menos en alguno de estos extremos, recoger informaciones lo
bastante exactas que buscar una gran cantidad de libros raros y desconocidos que se
complace en citar con cierta ostentación.
Por supuesto, todas estas reservas no nos impiden reconocer los méritos verdaderos
de la obra, ni rendir homenaje al esfuerzo considerable de que da prueba; muy al
contrario, si hemos insistido tanto en sus defectos, es porque estimamos que es hacerle
un favor a un autor el hacerle críticas en extremos muy precisos. Ahora hemos de decir
que P. Vulliaud, contrariamente a los autores modernos que le discuten (y entre éstos,
cosa extraña, hay muchos israelitas), ha establecido muy bien la antigüedad de la
Kábala, su carácter específicamente judaico y estrictamente ortodoxo; entre los críticos
“racionalistas”, en efecto, está de moda oponer la tradición esotérica al rabinismo
exotérico, como si éstos no fuesen los dos aspectos complementarios de una sola y
misma doctrina. Al propio tiempo, ha destruido buen número de leyendas demasiado
extendidas (por estos mismos “racionalistas”) y desprovistas de todo fundamento, como
la que quiere poner en conexión a la Kábala con las doctrinas neoplatónicas, la que
atribuye el Zohar a Moisés de León y hace así de él una obra que sólo data del siglo
XIII, la que pretende hacer de Spinoza un kabalista, y algunas otras más o menos
importantes. Además ha dejado perfectamente sentado que la Kábala no es en modo
alguno un “panteísmo”, como han pretendido algunos (sin duda por el hecho de que
cree poder vincularla con las teorías de Spinoza, las cuales son verdaderamente
“panteístas”); y muy justamente observa que “se ha hecho un extraño abuso de este
término”, que a diestro y siniestro se aplica a las más variadas concepciones con la
única intención de “tratar de producir un efecto de espanto” (t. I, p. 429), y también,
agregaremos nosotros, porque así quienes lo hacen se creen dispensados de toda
discusión posterior. Esta absurda acusación se renueva gratuita y muy frecuentemente
contra todas las doctrinas orientales; pero siempre produce efecto en algunas
mentalidades timoratas, aunque la palabra “panteísmo”, a base de ser utilizada
abusivamente termine por no significar ya nada; ¿cuándo se comprenderá, pues, que las
denominaciones que los sistemas que la filosofía moderna ha inventado sólo son
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RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
aplicables a éstos exclusivamente? El Sr. Vulliaud muestra además que una pretendida
“filosofía mística” de los judíos, diferente de la Kábala, es algo que nunca ha existido en
realidad; mas, por el contrario, comete el error de utilizar la palabra “misticismo” para
calificar la Kábala. Sin duda, eso depende del sentido que se dé a esta palabra, y el que
él indica (que la haría aproximadamente sinónima de “Gnosis” o conocimiento
trascendente) sería sostenible si no hubiera que preocuparse más que de la etimología,
pues es exacto que “misticismo” y “misterio” tienen igual raíz (t. I, págs. 124 y 131-
132); pero hay que tener muy en cuenta el uso establecido, que ha modificado y
restringido considerablemente su significado. Por otra parte, en ninguno de estos dos
casos nos es posible aceptar la afirmación de que “el misticismo es un sistema
filosófico” (p.126); y si demasiado a menudo en esta obra, toma la Kábala una
apariencia “filosófica” es ésta una consecuencia del punto de vista “exterior” en el que
ha querido situarse. Para nosotros, la Kábala es mucho más una metafísica que una
filosofía, mucho más iniciática que mística; algún día, por lo demás, tendremos ocasión
de exponer las diferencias esenciales que existen entre la vía de los iniciados y la de los
místicos (que, digámoslo de paso, corresponden respectivamente a la “vía seca” y la
“vía húmeda” de los alquimistas. Sea lo que fuere, los resultados variados que hemos
señalado, en lo sucesivo podrían considerarse como definitivamente adquiridos si la
incomprehensión de algunos pretendidos sabios no viniese siempre a ponerlo todo en
tela de juicio, refiriéndose a un punto de vista histórico al que P. Vulliaud ha concedido
(estaríamos tentado de decir que desgraciadamente, sin por ello desconocer su
importancia relativa) demasiado espacio con respecto al punto de vista propiamente
doctrinal. A propósito de este último, indicaremos como más particularmente
interesantes, en el primer volumen los capítulos que conciernen a En Soph y las Sefiroth
(cap. LX), la Shekinah y Metatrón (cap. XIlI), aunque hubiera sido deseable encontrar
en ellos más desarrollos y precisiones, así como aquel en que se exponen los
procedimientos cabalísticos (cap. V). En efecto, nos preguntamos si quienes no tienen
ningún conocimiento previo de la Kábala, se verán suficientemente esclarecidos por su
lectura.
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RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
Para terminar este examen del libro del Sr. Vulliaud, formularemos algunas
observaciones más a propósito de un asunto que merece particular atención, y que tiene
cierta relación con las consideraciones que ya tuvimos ocasión de exponer,
especialmente en nuestro estudio sobre Le Roi du Monde, nos referimos al que atañe a la
Shekinah y Metatrón. En su sentido más general, la Shekinah es la “presencia real” de la
Divinidad; lo primero que hemos de hacer observar es que los pasajes de la Escritura en
que se la menciona especialmente son sobre todo aquellos en que se trata de la
institución de un centro espiritual: la construcción del Tabernáculo, la edificación de los
Templos de Salomón y Zorobabel. Un centro tal, constituido en condiciones
regularmente definidas, había de ser, en efecto, el lugar de la manifestación divina,
siempre representada como una “Luz”; y, por más que el Sr. Vulliaud niega toda
relación entre la Kábala y la Masonería (aunque reconociendo, no obstante, que el
símbolo del “Gran Arquitecto” es una metáfora habitual en los rabinos), la expresión de
“lugar muy iluminado y muy regular” que la última ha conservado, parece realmente ser
un recuerdo de la antigua ciencia sacerdotal que regía la construcción de los templos y
que, por lo demás, no era particular de los judíos. Inútil es que abordemos aquí la teoría
de las “influencias espirituales” (preferimos esta expresión a la de “bendiciones” para
traducir el hebreo berakoth, tanto más cuanto que es el sentido que clarísimamente ha
conservado en árabe la palabra Barakah); pero aun considerando las cosas desde este
único punto de vista, sería posible explicar la frase de Elías Levita que el Sr. Vulliaud
refiere: “Respecto a eso, los Maestros de la Kábala tienen grandes secretos.” Ahora, el
asunto es tanto más complejo cuanto que la Shekinah se presenta bajo aspectos
múltiples: tiene dos principales: uno interior y otro exterior (t. I, p. 495); pero aquí, el
Sr. Vulliaud hubiera podido un poco más claramente de lo que lo hace, tanto más cuanto
que, pese a su intención de no tratar sino de la “Kábala judía”, ha señalado precisamente
“las relaciones entre las teologías judía y cristiana acerca de la Shekinah” (p. 493). Pues
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RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
bien, precisamente en la tradición cristiana hay una frase que designa con el máximo de
claridad los dos aspectos de que habla: Gloria in excelsis Deo, et in terra Pax hominibus
bonae voluntatis. Las palabras Gloria y Pax se refieren respectivamente al aspecto
interno, con respecto al Principio, y al externo, con respecto al mundo manifestado; y si
se consideran ambas palabras de esta manera, puede comprenderse inmediatamente por
qué motivo son pronunciadas por los ángeles (Malakim) para anunciar el nacimiento del
“Dios con nosotros” o “en nosotros” (Emmanuel). También sería posible, para el primer
aspecto, recordar la teoría de los teólogos sobre la “Luz de Gloria” en la cual y por la
cual se efectúa la visión beatífica (In excelsis); y para el segundo aspecto diremos
además que la “Paz” , en su sentido esotérico, se indica en todas partes como atributo
espiritual de los centros espirituales establecidos en este mundo (terra). Por otra parte la
palabra árabe Sakinah, que a todas luces es idéntica a la palabra hebrea, se traduce por
“Gran Paz”, que es el equivalente exacto de la “Pax Profunda” de los Rosa-Cruz y, de
esta forma, sin duda sería posible explicar lo que éstos entendían por el “Templo del
Espíritu Santo”. Igualmente, podrían interpretarse de manera precisa cierto número de
textos evangélicos, tanto más cuanto que “la tradición secreta concerniente a la
Shekinah tendría alguna relación con la luz del Mesías” (p.503). ¿Será sin intención,
pues, cómo el Sr. Vulliaud, al dar esta última indicación, dice que se trata de la tradición
“reservada a aquellos que siguen el camino que lleva al Pardes”, es decir, como hemos
explicado en otro lugar, al Centro espiritual supremo? Esto nos conduce ahora a otra
observación; un poco mas adelante, se trata de un “misterio relativo al jubileo” (p.506)
en cierto sentido está en conexión con la idea de “Paz” y, a este respecto, se cita este
texto del Zohar (III, “El río que sale del Edén lleva el nombre de Joyel, como el de
Jeremías (XVII, 8): “Extenderá sus raíces hacia el río”, de dónde resulta que la idea
central del Jubileo es el regreso de todas las cosas a su estado primitivo.” Está claro que
aquí se trata del regreso al “estado primordial” considerado por todas las tradiciones y
del que tuvimos que ocuparnos en nuestro estudio sobre Dante; y, cuando se agrega que
“el regreso de todas las cosas a su primer estado anunciará la era mesiánica” (p. 507),
los que hayan leído dicho estudio podrán recordar lo que dijimos a propósito de las
relaciones entre el “Paraíso terrenal” y la “Jerusalén celestial”. Por otra parte, de lo que
se trata aquí, siempre y en todas partes, en las diversas fases de la manifestación cíclica,
es del Pardes, el centro de este mundo, que el simbolismo tradicional de todos los
pueblos compara con el Corazón, centro del ser y “residencia divina” (Brahmapura en
la doctrina hindú), como el tabernáculo que es su imagen y que, por este motivo, es
llamado en hebreo mishkan o “habitáculo de Dios” (p. 493), palabra que tiene la misma
raíz que la palabra Shekinah. Desde otro punto de vista, la Shekinah es la síntesis de las
Sefiroth; pues bien, en el árbol sefirótico, la “columna de la derecha” es el lado de la
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RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
“La Kábala le da a la Shekinah un Paredro, que porta nombres idénticos a los suyos
y que, por consiguiente, posee los mismos caracteres” (páginas. 496-498), y que
naturalmente tiene tantos aspectos divinos como la dicha Shekinah; su nombre es
Metatrón, y tal nombre es numéricamente equivalente al de Shaddai, el
“Todopoderoso” que se dice es el nombre del Dios de Abraham”. La etimología de la
palabra Metatrón es harto incierta; a este respecto, P. Vulliaud refiere varias hipótesis,
una de ellas lo hace derivar del caldeo Mitra, que significa “lluvia” y que, además, por
su raíz tiene cierta relación con la “luz”. Si así es, por otra parte, la semejanza con el
Mitra hindú y con el zoroástrico no constituye motivo suficiente para admitir que el
Judaísmo haya tomado nada de doctrinas extrañas, como tampoco es un plagio el papel
atribuido a la lluvia en las distintas tradiciones orientales, y a este respecto señalaremos
que la tradición judía habla de un “rocío de luz” que emana del “Arbol de la vida”, por
medio del cual se efectuará la resurrección de los muertos (p. 99), así como de una
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RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
“efusión de rocío”, que representa la influencia celestial que se comunica a todos los
mundos (p. 465), y que recuerda singularmente al simbolismo alquímico y rosacruz.
“El término Metatrón incluye todas las acepciones de guardián, Señor, enviado y
mediador” (p. 499); él es el “Angel de la Faz” y también “el Príncipe del Mundo” (Sâr
ha-ôlam); él es “el autor de las teofanías, las manifestaciones divinas en el mundo
sensible” (p. 492). De buena gana diríamos que es el “Polo celestial” y, dado que éste
tiene su reflejo en el “Polo terrenal”, con el que está en relación directa según el “eje del
mundo”, ¿no será por ese motivo por lo que se dice que el propio Metatrón fue el
instructor de Moisés? Citemos además estas líneas: “Su nombre es Mikael, el Sumo
Sacerdote que es holocausto y oblación ante Dios. Y todo cuanto hacen los israelitas
sobre la tierra es llevado a cabo de conformidad con lo que sucede en el celestial. El
Gran Pontífice, en este bajo mundo, simboliza a Mikael, príncipe de la Clemencia... En
todos pasajes en que la Escritura habla de la aparición de Mikael, se trata de la gloria de
la Shekinah” (págs. 500-501). Lo aquí dicho de los israelitas puede decirse de todos los
pueblos que poseen una tradición verdaderamente ortodoxa; con mayor razón ha de
decirse de los representantes de la tradición primordial, de la que derivan todas las
demás y a la que todas están subordinadas. Por otra parte, Metatrón no tiene solamente
el aspecto de Clemencia, sino el de Justicia; en el mundo celestial es no sólo el
Sacerdote” (Kohen ha-gadol), sino también el Príncipe” (Sâr ha-gadol), lo que equivale
a decir que el principio del poder real se encuentra tanto en él como el del poder
sacerdotal o pontifical, al que corresponde igualmente la función de “mediador”. Hay
que observar asimismo que Melek, “rey”, y Maleak, “ángel” o “enviado” no son en
realidad sino dos formas de una sola y misma palabra, además, Malaki, “mi enviado”
(esto es, el enviado de Dios o “el ángel en el que Dios está”, Maleak ha-Elohim) es el
anagrama de Mikael. Es conveniente añadir que, si bien Mikael se identifica con
Metatrón, como hemos visto, sin embargo no representa de él más que un aspecto; junto
a la cara luminosa también hay una cara obscura, y tocamos aquí otros misterios. En
efecto, puede parecer extraño que Samael se llame también Sâr ha-ôlam, y nos asombra
un poco que el Sr. Vulliaud se haya limitado a mencionar este hecho sin el menor
comentario (p. 512). Es este último aspecto, y sólo éste, el que, en un sentido inferior, es
“el genio de este mundo”, el Princeps hujus mundi de que se trata en el Evangelio; y
esta relación con Metatrón, del que es como una sombra, justifica el empleo de una
misma designación en un doble sentido, y hace comprender al mismo tiempo por qué el
número apocalíptico 666 es también un número solar (está formado en particular por el
nombre Sorath, demonio del Sol, y opuesto en cuanto tal al ángel Mikael). Por lo
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RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
demás, el Sr. Vulliaud observa que según San Hipólito, “el Mesías y el Anticristo tienen
ambos por emblema el león” (t. II, p. 373), que es igualmente un símbolo solar; y la
misma observación podría hacerse para la serpiente y muchos otros símbolos. Desde el
punto de vista cabalístico, se trata también de las dos caras opuestas de Metatrón; de
manera más general, sobre este asunto del doble sentido de los símbolos, sería oportuno
desarrollar toda una teoría que todavía no parece haberse expuesto claramente. No
insistiremos, al menos por ahora, en este aspecto del asunto, que quizá sea uno de los
que, para explicarlo, mayores dificultades presente.
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RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
También de esta manera presenta Dante a Jerusalén como el “Polo espiritual”, como
hemos tenido ocasión de explicar, pero cuando uno sale del punto de vista propiamente
judío, esto se torna sobre todo simbólico y no constituye ya una localización en el
sentido estricto de la palabra. Todos los centros espirituales secundarios, constituidos
con vistas a las diferentes adaptaciones de la tradición primordial a unas condiciones
determinadas, son imágenes del centro supremo; Sión puede no ser en realidad más que
uno de tales centros secundarios y, pese a ello, identificarse simbólicamente con el
centro supremo en virtud de esta analogía, y lo que ya hemos dicho en otro lugar acerca
de la “Tierra Santa”, que no es tan sólo la Tierra de Israel, permitirá comprenderlo más
fácilmente. Otra expresión notabilísima, como sinónimo de “Tierra Santa”, es la de
“Tierra de los Vivientes”; se dice que “la Tierra de los Vivientes comprende siete
tierras”, y el Sr. Vulliaud señala a este respecto que “esa tierra es Canaán, en la que
había siete pueblos” (t. II, p. 116).
Sin duda, esto es exacto en sentido literal pero, simbólicamente, ¿no corresponderían
esas siete tierras a los siete dwîpas que, según la tradición hindú, tienen al Mêru por
centro común? Y, si así es, cuando los mundos antiguos o las creaciones anteriores a la
nuestra se representan por los “siete reyes de Edom” (el número está aquí en relación
con los siete “días” del Génesis), ¿no hay ahí una semejanza, demasiado fuertemente
acentuada como para ser accidental, con las eras de los siete Manúes, contados desde el
principio del Kalpa hasta la época actual? Damos estas pocas reflexiones tan sólo como
ejemplo de las consecuencias que cabe desprender de los datos contenidos en la obra de
Paul Vulliaud; desgraciadamente, es muy de temer que mayor parte de los lectores no
puedan percatarse de ello y sacar las consecuencias por sus propios medios. Pero, al
hacer que a la parte crítica de nuestra exposición siga una parte doctrinal, hemos hecho
un poco, en los límites a los que forzosamente hemos tenido que limitarnos, lo que
hubiésemos deseado hallar en la obra del Sr. Vulliaud.
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RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
7.
EL SIFRA DI TZENIUTHA
El Sr. Paul Vulliaud acaba de publicar, a modo de comienzo de una serie de “textos
fundamentales de la Kábala”, una traducción del Sifra di-Tzeniutha, precedida de una
larga introducción, mucho más larga que la propia traducción, e incluso que las dos
traducciones, pues en este volumen hay en realidad dos versiones sucesivas del texto,
una literal y otra parafraseada. Esta introducción parece sobre todo destinada a mostrar
que, aun después del Zohar de Jean de Pauly, tal trabajo distaba mucho de ser inútil; por
ello, en su mayor parte está consagrada a una reseña histórica detallada de dicha
traducción francesa del Zohar, que, según parece, contiene aproximadamente todo
cuanto es posible saber de la vida del traductor mismo, personaje harto enigmático en
verdad, y cuyos orígenes no están aún definitivamente aclarados. Toda esta historia es
muy curiosa, y para explicarse las lagunas e imperfecciones de aquella obra, no es
indiferente saber en qué condiciones se realizó y qué extrañas dificultades tuvo el editor
con el desafortunado Jean de Pauly, un tanto aquejado de manía persecutoria. Sin
embargo, nos permitiremos opinar que estos detalles ocupan aquí demasiado espacio;
por poco, al leerlos, se pondría uno a lamentar que P. Vulliaud no se haya dedicado a lo
que podrían llamarse los aspectos menores de la historia, pues sin duda hubiera aportado
a ello un verbo poco corriente; pero los estudios kabalistas hubieran perdido
enormemente.
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RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
escriturarios, “pasmosa” según los críticos; y Vulliaud agrega acerca de ello: “La
exégesis contemporánea se ha mostrado particularmente incapaz de analizar
convenientemente las “citas” de los Evangelios, porque se ha resuelto a ignorar los
procedimientos de la hermenéutica judía; hay que transportarse a Palestina, por cuanto
la obra evangélica se elaboró en aquella región”. Esto parece concordar, al menos en la
tendencia, con los trabajos de un jesuita, el P. Marcel Jousse; y es una lástima que a éste
no se le mencione, pues habría sido curioso ponerlo así frente a su colega... Por otra
parte, P. Vulliaud señala justamente que los católicos que hacen burla de las fórmulas
mágicas, o supuestamente tales, contenidas en las obras kabalísticas, y que se apresuran
a tildarlas de “supersticiosas”, debieran fijarse bien en que sus propios rituales están
llenos de cosas del mismo género. Igualmente, en lo que atañe a la acusación de
“erotismo” y “obscenidad” efectuada contra cierto tipo de simbolismo: “Los críticos
pertenecientes al Catolicismo deberían reflexionar, antes de unir sus voces a las de los
judíos y protestantes racionalistas, que la teología católica, como la Kábala, es
susceptible de ser tomada a broma fácilmente acerca de lo que nos ocupa.” Bueno es
que estas cosas las diga un escritor que hace profesión de Catolicismo; y, muy
especialmente, algunos antijudíos y antimasones fanáticos deberían sacar provecho de
esta excelente lección.
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RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
añadir que eso va mucho más allá del desciframiento de una especie de criptografía, que
es lo que sobre todo parece tener presente el Sr. VuIliaud cuando habla como acabamos
de ver. Eso también existe, sin duda, pero sigue siendo tan sólo un asunto de forma
exterior, que, por lo demás, dista mucho de ser despreciable, ya que hay que pasar por
ello para llegar a la comprensión de la doctrina; pero no habría que confundir los
medios con el fin, ni ponerlos en el mismo plano que éste.
Sea lo que fuere, bien cierto es que las más de las veces, los kabalistas pueden estar
hablando de algo muy distinto de lo que parecen estar hablando; y estos procedimientos
no son exclusivos de ellos, ni mucho menos, pues también en la Edad Media occidental
se los encuentra; tuvimos ocasión de verlo a propósito de Dante y los “Fieles de Amor”,
e indicamos entonces los principales motivos para ello, que no todos son de simple
prudencia como pueden estar tentados a creer los “profanos”. Lo mismo existe también
en el esoterismo islámico, y desarrollado hasta un punto que nadie en el mundo
occidental, creemos, puede sospechar; además, la lengua árabe, como la hebrea, se
presta a ello admirablemente. Aquí, no sólo se encuentra aquel simbolismo —el más
habitual— que Luigi Valli, en la obra de la que hemos hablado, mostró que era común a
Sufíes y “Fieles de Amor”; hay algo mucho mejor todavía: ¿es concebible, para mentes
occidentales que un simple tratado de gramática, o de geografía, incluso de comercio,
posea al mismo tiempo otro sentido que hace de él una obra iniciática de alto alcance? Y
sin embargo así es, y no son ejemplos dados al azar; estos casos son los de tres libros
que existen realmente y ahora mismo tenemos entre las manos.
Esto nos lleva a formular una ligera crítica en lo que concierne a la traducción que
Vulliaud da del propio título del Sifra di-Tzeniutha: escribe “Libro secreto”, “Libro del
secreto”, y los motivos que da de ello nos parecen poco concluyentes. Es ciertamente
pueril imaginar, como algunos han hecho, que “este título recordaba la huida de Simeón
ben Yohai, en el transcurso de la cual dicho rabí habría compuesto en secreto este
opúsculo”; pero no es en absoluto eso lo que quiere decir “Libro del secreto”, que en
realidad tiene un significado mucho más elevado y profundo que el de “Libro secreto”.
Estamos aludiendo al papel importante que, en determinadas tradiciones iniciáticas,
aquellas mismas que ahora nos ocupan, desempeña la noción de un “secreto” (sôd en
hebreo, sirr en árabe) que nada tiene que ver con la discreción o el disimulo, sino que es
tal por la naturaleza misma de las cosas; ¿debemos recordar a este respecto que, en los
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primeros tiempos, la propia Iglesia cristiana tenía una “disciplina del secreto”, y que, en
su sentido original, la palabra “misterio” designa propiamente lo inexpresable?
En cuanto a la traducción misma, ya hemos dicho que hay dos versiones, y no son
una repetición inútil, pues la versión literal, por útil que sea para quienes quieran
remitirse al texto y seguirla detalladamente, es ininteligible a menudo. Y además, como
hemos dicho en muchas ocasiones, siempre es así cuando se trata de los Libros sagrados
u otros escritos tradicionales, y si una traducción tuviese que ser necesariamente “al pie
de la letra” a la manera escolar y universitaria, habría que declararlos verdaderamente
intraducibles. En realidad, para nosotros, que nos situamos en un punto de vista
totalmente distinto que el de los lingüistas, es la versión parafraseada y comentada lo
que constituye el sentido del texto y permite comprenderlo, allí donde la versión literal
hace el efecto de una especie de “logogrifo”, como dice VuIliaud, o de divagación
incoherente. Tan sólo lamentamos que el comentario no sea más extenso y explícito; las
notas, aunque numerosas y harto interesantes, no siempre son “luminosas”, si así puede
decirse, y es de temer que no puedan ser entendidas más que por aquellos que tengan un
conocimiento más que elemental de la Kábala; pero sin duda hay que esperar la
continuación de estos “textos fundamentales”, que, esperémoslo, completará felizmente
este primer volumen. El Sr. Vulliaud nos debe, y también se lo debe a sí mismo, el
proporcionar ahora un trabajo similar en lo que atañe al Iddra Rabba y el Iddra Zuta,
que, con el Sífra di-Tzeniutha, como él mismo dice, en vez de ser simplemente “anexos
o apéndices” del Zohar, “son, al contrario, sus partes centrales”, las que encierran, en
cierto modo, en la forma más concentrada, todo lo esencial de la doctrina.
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RESEÑAS DE LIBROS
Marcel Bulard: Le Scorpion, symbole du peuple juif dans l´art religieux des XIV-
XVe , XVIe siècles. (E. de Boccard, París.)
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Publicada en Etudes Traditionnelles, julio de 1936. Retomada en Formes Traditionnelles et Cycles Cosmiques.
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Charles Marston, La Bible a dit vrai. Versión francesa de Luce Clarence (Librairie
Plon, París).
Este libro contiene ante todo, si cabe expresarse así, una excelente crítica de la
“crítica” bíblica, que hace resaltar perfectamente todo cuanto de parcial hay en sus
métodos y de erróneo en sus conclusiones. Parece además que la posición de tal crítica ,
que tan segura de sí misma se creía, esté hoy seriamente comprometida según el parecer
de muchos, pues todos los descubrimientos arqueológicos recientes no hacen más que
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RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
desmentirla; quizá es la primera vez que tales descubrimientos sirven al fin para algo
cuyo alcance sobrepasa al de la simple erudición... Ni que decir tiene, por lo demás, que
quienes verdaderamente saben lo que es la tradición, nunca han tenido ninguna
necesidad de este tipo de pruebas; pero hay que reconocer que, al basarse en hechos en
cierto modo “materiales” y tangibles, son particularmente apropiadas para impresionar a
la mentalidad moderna, que no es sensible más que a las cosas de este orden.
Observaremos especialmente que los resultados adquiridos van directamente en contra
de todas las teorías “evolucionistas” y muestran el “monoteísmo” en los orígenes
mismos, y no como resultado de una larga elaboración a partir de un supuesto
“animismo” primitivo. Otro punto interesante es la prueba de la existencia de la
escritura alfabética en la época de Moisés e incluso anteriormente; y textos casi
contemporáneos de éste describen ritos semejantes a los del Pentateuco, que los
“críticos” pretendían que eran de institución “tardía”; finalmente, numerosos hechos
históricos referidos en la Biblia y cuya autenticidad se discutía, se encuentran desde
ahora enteramente confirmados. Naturalmente, junto a esto, quedan todavía muchos
extremos más o menos dudosos; y lo que nos parece de temer es que se quiera ir
demasiado lejos el sentido de un “literalismo” estrecho y exclusivo, que, diga lo que se
diga, nada en absoluto tiene de tradicional en el verdadero sentido de la palabra. Es
discutible que pueda hablarse de “cronología bíblica” cuando nos remontamos más allá
de Moisés; la época de Abraham bien podría estar más distante de lo que se supone; y,
por lo que se refiere al Diluvio, la fecha que se le quiere asignar obligaría a reducir su
importancia a la de catástrofe local y muy secundaria, comparable a los diluvios de
Deucalión y Ogyges. También, cuando se trata de los orígenes de la humanidad, habría
que desconfiar de la obsesión por el Cáucaso y por Mesopotamia, la cual tampoco tiene
nada de tradicional y que ha nacido únicamente de interpretaciones formuladas cuando
determinadas cosas ya no se entendían en su verdadero sentido. No podemos detenernos
demasiado sobre ciertos puntos más particulares; señalaremos, sin embargo esto:
¿cómo, mientras se reconoce que “Melquisedec ha sido tenido por un personaje muy
misterioso” en toda la tradición, se puede intentar hacer de él simplemente el rey de una
pequeña ciudad cualquiera, que además no se llamaba Salem sino Jebus? Y, además, si
se quiere situar el país de Madián más allá del golfo de Akabah, ¿qué se hace con la
tradición según la cual el emplazamiento de la Zarza ardiente se encuentra en la cripta
del monasterio de Santa Catalina, al pie mismo del Sinaí? Pero, naturalmente, todo ello
no disminuye en nada el valor de los descubrimientos realmente importantes, que sin
duda irán multiplicándose todavía, tanto más que, a fin de cuentas, su comienzo se
remonta tan sólo a unos diez años; y no podemos menos que aconsejar la lectura de esta
exposición clara y concienzuda a todos aquellos que desean hallar argumentos la
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RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
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RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
E. Le Normant des Varannes (París, 1886, pp. 308-309), Sidney Vigneaux era, así como
este último, un amigo del Dr. Henri Favre, del cual hemos hablado anteriormente; se
trata de una extraña historia en la que igualmente aparece el nombre de Jules Favre,
quien por lo demás se encuentra mezclado en tantos asuntos del mismo género que es
difícil ver en ello una simple coincidencia... Se puede leer en Le Baron Jéhova (pp. 59 a
87) un supuesto “Testamento de Ybarzabal” que presenta similitudes absolutamente
notables con los Protocolos, pero con la importante particularidad de que los judíos
aparecen solamente como el instrumento de ejecución de un plan que no ha sido ni
concebido ni deseado por ellos. Se advierten además algunos rasgos semejantes en la
introducción al Joseph Balsamo de Alexandre Dumas, aunque no se trate aquí en
absoluto de los judíos, sino de una imaginaria asamblea masónica; añadiremos que esta
asamblea no deja de tener cierta relación con el “Parlamento” pseudo-rosacruciano
descrito, casi exactamente en la misma fecha, por el escritor americano George Lippard
en “Paul Ardenheim, the Monk of the Wissahickon”, extracto reproducido por el Dr.
Swinburne Clymer en The Rosicrucian Fraternity in America. Está claro que todos
estos escritos, en su forma más o menos “novelada”, extraen en suma su inspiración
general de una misma “corriente” de ideas, aprueben por otra parte o no sus autores
estas ideas, y que, además, según sus tendencias o sus particulares prevenciones,
atribuyen siempre su origen a los judíos, a los masones o a quien sea; lo esencial de todo
ello, en definitiva, y lo que constituye, podría decirse, su elemento de “veracidad”, es la
afirmación de que toda la orientación del mundo moderno responde a un “plan”
establecido e impuesto por alguna organización misteriosa; bien se sabe lo que nosotros
pensamos a este respecto, y a menudo nos hemos explicado ya acerca del papel de la
“contra-iniciación” como para no tener necesidad de insistir de nuevo. A decir verdad,
no era en absoluto necesario ser un “profeta” para darse cuenta de estas cosas en la
época en que fueron redactados los Protocolos, probablemente en 1901, ni tampoco en
aquella a la que se remontan la mayor parte de las demás obras a las que hemos aludido,
es decir, hacia la mitad del siglo XIX; ya entonces, aunque fuesen menos aparentes que
hoy en día, era suficiente una observación un poco perspicaz; pero ahora debemos hacer
una indicación que no hace honor a la inteligencia de nuestros contemporáneos: si
alguien se limita a exponer “honestamente” lo que comprueba y lo que lógicamente
deduce de ello, nadie le cree o ni siquiera le presta atención; si, por el contrario,
presenta las mismas cosas como emanando de una organización imaginaria, estas
adoptan rápidamente un aspecto “documental”, y todo el mundo se pone en
movimiento: extraño efecto de las supersticiones inculcadas en los modernos por el
demasiado famoso “método histórico” y que forman parte, ellas también, de las
indispensables sugestiones con vistas al cumplimiento del “plan” en cuestión. Debemos
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aún indicar que, según la “fabulación” de los propios Protocolos, la organización que
inventa y propaga las ideas modernas, para alcanzar sus fines de dominación mundial,
es perfectamente consciente de la falsedad de sus ideas; es evidente que, en efecto, debe
ser realmente así, pues demasiado bien sabe a qué atenerse; pero entonces parece que la
adopción de tal mentira no pueda ser, en sí misma, el verdadero y único objetivo que se
propone, y esto nos conduce a considerar otro punto que, indicado por Evola en su
introducción, ha sido retomado y desarrollado en el número de noviembre de la “Vita
Italiana”, en un artículo firmado por “Arthos” y titulado “Transformazioni del Regnum”.
En efecto, no solamente se encuentra en los Protocolos la exposición de una “táctica”
destinada a la destrucción del mundo tradicional, lo que constituye su aspecto más
negativo y corresponde a la fase actual de los acontecimientos; también se halla la idea
del carácter simplemente transitorio de esta fase y del posterior establecimiento de un
“Regnum” supranacional, idea que puede ser considerada como una deformación de la
del “Sacro Imperio” y de otras concepciones tradicionales análogas que, como recuerda
el autor del artículo, han sido expuestas por nosotros en Le Roi du Monde. Para explicar
este hecho, “Arthos” apela a las desviaciones que, constituyéndose incluso en una
verdadera “subversión”, pueden sufrir ciertos elementos, auténticamente tradicionales
en su origen, que se sobreviven en cierto modo a sí mismos, cuando el “espíritu” se ha
retirado de ellos; y cita, en apoyo de esta tesis, lo que nosotros hemos dicho
recientemente aquí con respecto a los “residuos psíquicos”; por otra parte, las
consideraciones que aporta sobre las fases sucesivas de la desviación moderna y sobre
la posible constitución, en tanto que último término de ésta, de una verdadera “contra-
tradición”, de la que el “Regnum” sería precisamente su expresión en el orden social,
podrán quizá contribuir a elucidar más completamente este aspecto de la cuestión que,
incluso totalmente aparte del caso especial de los Protocolos, no está ciertamente
desprovisto de interés.
En Etudes Traditionnelles, enero de 1938. Retomada en Le Théosophisme.
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RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
buena confirmación en él de lo que hemos dicho sobre el asunto hace algún tiempo: es
interesante subrayar primero a este respecto, la frecuencia con la cual la palabra
“ceremonias” aparece en este libro, mientras que la palabra “ritos” sólo aparece muy
raramente; a continuación, la confesión explícita de que “el ceremonial es pura
psicología”, y que está esencialmente destinado a “actuar sobre la imaginación del
operador”; esa es también nuestra opinión, puesto que justamente en ello difiere de los
ritos verdaderos, pero es evidente que nuestra apreciación sobre el valor de semejantes
procedimientos difiere enteramente de la del autor. La singular idea de designar como
“objetivo” y “subjetivo” lo que es respectivamente “macrocósmico” y “microcósmico”
es también bastante significativa en el mismo aspecto: si los resultados obtenidos por un
ser, en lo que concierne a su propio desarrollo, no deben ser más que “subjetivos”, ¡es
tanto como decir que son inexistentes! Se apela constantemente a la imaginación, y
también, lo que es más inquietante, al “subconsciente”, hasta tal punto que alaba no
poco las famosas teorías de Freud; he aquí, ciertamente, a la Kábala caída muy bajo... en
el fondo, todo eso no podría sorprendernos desde el momento que sabemos que la
autora ha pertenecido a la Golden Dawn antes de fundar su propia escuela con el
nombre de “Fraternidad de la Luz Interior”, y que la vemos citar como “autoridades”
principales a MacGregor Mathers, y... Aleister Crowley, a los cuales se añaden
accesoriamente diversos otros escritores teosofistas y ocultistas. Si la “Kábala cristiana”
que se formó ya en la época del Renacimiento, estaba ya muy lejos de la auténtica
Kábala hebrea, qué decir de la “Kábala ocultista” que vio la luz en el siglo XIX y donde
los escasos datos tradicionales que han subsistido a pesar de todo, están ahogados bajo
un amasijo de elementos heteróclitos y de proveniencia a veces muy incierta, de
correspondencias embrolladas mucho menos intencionalmente que por efecto de una
ignorancia manifiesta, todo reunido en un “sincretismo” que, digan lo que digan los
promotores de la sedicente “tradición occidental”, nada tiene absolutamente en común
con una síntesis?
Publicada en Etudes Traditionnelles, 1937. Retomada en Comptes Rendus.
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RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
casos de este género pueden muy bien explicarse por la necesidad, para evitar toda
mezcla ilegítima entre formas tradicionales diversas, de dar fuertemente a los adherentes
de cada una de ellas el sentimiento de una diferencia entre ellos y los otros hombres;
siendo la naturaleza humana lo que es, esta diferencia es naturalmente tomada por una
superioridad, al menos para el vulgo que no puede conocer su verdadera razón
profunda, lo que impulsa forzosamente, en éste, a la degeneración de ese sentimiento en
una especie de orgullo y es incluso comprensible que ello se produzca, sobre todo
cuando de trata de una colectividad rigurosamente “cerrada”, como aquella a la cual está
destinada la tradición judaica... Pero, de hecho, ¿¿por qué no se habla del “orgullo
europeo”, que es muy ciertamente el más insolente de todos y que, no podría encontrar
ni la sombra de una justificación o de una excusa en consideraciones de orden
tradicional? –añadiremos solamente una observación sobre un punto de detalle: el autor
cree equivocadamente (¡y no es ciertamente l único!) que el “Sello de Salomón”)
(llamado también “escudo de David”, pero no “sello de David” como él dice) es un
símbolo específicamente judío, mientras que, en realidad, pertenece tanto al Islamismo
y al hermetismo cristiano como al Judaísmo. Él señala, al respecto, que, en las armas de
la ciudad de Privas, tres flores de lys habrían sido reemplazadas recientemente por “tres
estrellas judías” (sic) de seis puntas”; no sabemos si el hecho es exacto, pero, en todo
caso, aquello de lo que sin duda está muy lejos de sospechar y que torna la cosa
verdaderamente divertida, es que los dos símbolos son casi equivalentes, estando
construidos uno y otro, lo mismo que el Crismón, sobre un mismo y solo esquema
geométrico, el de la rueda de seis radios; y ello muestra una vez más que haría bien
absteniéndose de tocar ciertas cuestiones ¡cuando no se poseen al menos algunas
nociones elementales de simbolismo!
Publicado en Etudes Traditionnelles , noviembre de 1938. Retomado en Comptes Rendus.
Eliphas Lévi. La Clef des Grands mystères. (Editions Niclaus, Paris). Nuestros
lectores saben cuáles reservas hemos de hacer sobre las obras de Eliphas Lévi,
conviene, por otra parte, no tomar lo que ellas contienen más que como la expresión de
“visiones personales”, pues el autor mismo no ha jamás pretendido reivindicar ninguna
filiación tradicional; ha incluso declarado siempre no deber nada más que a sus propias
investigaciones, y las afirmaciones contrarias no son sin duda más que leyendas debidas
a sus admiradores demasiado entusiastas. En el presente libro, lo que hay quizá de más
interesante son los detalles verdaderamente curiosos que da sobre ciertos “entresijos” de
la época en la cual fue escrito; aunque no fuese más que a causa de ello, merecería ser
reeditado. En otro orden, hay que señalar algunos de los documentos que se adjuntan en
apéndice, especialmente las figuras herméticas de Nicolás Flamel, de las que se puede
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RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
sin embargo preguntar hasta que punto si no han sido “arregladas” y la traducción del
Asch Mezareph del Judío Abraham; para esta última, es muy de lamentar que la
proveniencia de los fragmentos que se dan separadamente como complementos de los
ocho capítulos, no sea indicada expresamente, lo que hubiese sido garantía de su
autenticidad; la reconstitución del conjunto del tratado no es, por lo demás presentada
más que como “hipotética”, pero es bien difícil saber en qué medida los copistas que” lo
habrían troceado para tornarlo ininteligible” son en ello responsables y cuál es
justamente la parte de Eliphas Lévi mismo.
Publicada en Etudes Traditionnelles, febrero de 1940. Retomada en Comptes Rendus.
Robert Ambelain, Adam, Dieu rouge. Editions Niclaus, Paris. - El título de este
libro es bastante extraño, y tanto más cuanto que no se encuentra en suma nada que
explique o justifique la “divinidad” así atribuida a Adán; pero lo que todavía es quizá
más singular es que el capítulo por el que comienza está netamente en contradicción con
los siguientes, Este primer capítulo, en efecto, no es más que una exposición de las
opiniones más disolventes de la “crítica moderna concerniendo al Génesis, sin la menor
reflexión que pudiese hacer suponer al menos que el autor no las adopta enteramente;
ahora bien es evidente que esas opiniones implican necesariamente la negación formal
de todo esoterismo en la Biblia, mientras que, a continuación, él afirma al contrario la
existencia de este esoterismo, cualquiera que sea por otra parte la concepción que de él
se hace y la calidad de lo que presente como tal. Podría preguntarse si no hay ahí el
efecto de cierto “mimetismo” que permite al autor exponer indiferentemente no importa
qué como si se tratara de sus propias ideas; si fuera así, ello probaría en todo caso que
no tiene convicciones muy arraigadas... como quiera que sea, el esoterismo que aquí
enfoca es sobre todo el que atribuye a los Ofitas; pero, como no se sabe en suma nada
muy preciso sobre éstos, no más por otra parte que sobre la mayor parte de las otras
sectas denominadas “gnósticas”, ello le permite hablar un poco de todo a este respecto:
Kábala, hermetismo y muchas otras cosas aún, y también pretender relacionarlos directa
o indirectamente con todo lo que, en el mundo judeo-cristiano, se presenta con algún
carácter esotérico, desde los Esenios hasta los Rosa-Cruz! No intentaremos ciertamente
desembrollar este caos, lo que de él se desprende más claramente, es que en el
pensamiento del autor, se trata de una “doctrina luciferina”, que concibe aparentemente
como un dualismo, pues él afirma especialmente que “la creencia en dos dioses
adversos procede de un esoterismo real”; da por otro lado como “luciferinos” a
símbolos que no tienen de ningún modo tal carácter. Sería muy difícil adivinar cuales
han podido ser exactamente sus intenciones; pero lo menos que se puede decir es que
atestigua un gusto muy pronunciado por la heterodoxia, e incluso por las peores formas
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de ésta, puesto que llega hasta a esforzarse por encontrarlas allá mismo donde no hay de
ellas la menor huella. En la última parte, que se dice dedicada a la “doctrina
rosacruciana” no hay en realidad nada de específicamente rosacruciano; pero la idea
misma de querer establecer un lazo entre el Rosacrucismo y la doctrina “luciferina” nos
parece extremadamente sospechoso, así como ciertas reflexiones sobre la Masonería, o
la frecuente asociación de las palabras “luciferino” e “iniciático”, o tal frase sobre el
Islam donde reencontramos esta bizarra obsesión por el color verde que ya hemos
tenido ocasión de señalar, den presencia de semejantes cosas no se podría ser sin duda
demasiado desconfiado...
Etudes Traditionnelles, octubre-noviembre de 1947. Recopilada en Comptes Rendus.
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RESEÑAS DE REVISTAS
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ejercida sobre él por las concepciones de Rudolf Steiner, a quien llama “el fundador de
una ciencia espiritual moderna”, y del que dice haber “descrito de manera profusa la
evolución espiritual de la humanidad”; otra marca de la misma influencia es la
reproducción de un artículo sobre Bardesanes aparecido en la revista del Goetheanum
de Dornach. –El Sr. René Nelli, en un artículo sobre los Trovadores y el Catarismo,
reconoce que “las alusiones precisas a los Albigenses y a sus costumbres son bastante
raras en la poesía de los Trovadores; no ha podido encontrar más que muy pocas huellas
de una influencia cátara, y todavía la mayor parte son bastante vagas. También piensa él
que “ han vivido al margen del Catarismo, otra <herejía> más suave, mejor adaptada a
la sociedad para la cual cantaban”; por nuestra parte, diríamos más bien que pertenecen
a otra “corriente” que en realidad no era en absoluto herética, sino propiamente
esotérica, y que no era otra que la de los “Fieles de Amor”
- Un estudio sobre Los orígenes y el desarrollo de la Kábala judía según algunos
trabajos recientes, por el Sr. G. Vajda, no nos hace apenas salir del “historicismo”:
parece que aquí el gran asunto sea sobre todo determinar en qué época tal término o tal
fórmula se encuentra por primera vez en un documento escrito, lo que ciertamente no
tiene el alcance que se le pretende atribuir; entiéndase bien, no se quiere ver en la
Kábala más que el producto de una elaboración debida a una serie de autores
individuales, puesto que, en todos los trabajos profanos de este género, la cuestión de la
existencia e un elemento “no-humano” no es incluso planteado jamás, lo que viene a
decir que su negación implícita es en realidad uno de sus postulados fundamentales. No
insistiremos más, pero no podemos dispensarnos de señalar que reaparece también aquí
una confusión constante entre esoterismo y misticismo; ello también parece pues tender
cada vez más a convertirse en una de las cosas que se ha convenido admitir
comúnmente sin otro examen y como si fuera evidente, ¡tan grande es la ignorancia de
nuestros contemporáneos respecto a las nociones tradicionales más elementales!
En Etudes Traditionnelles, julio-agosto de 1949. Recopilada en Comptes Rendus.
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RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
“El mismo número es también, según la Kábala hebrea, el número de la creación (la
“obra de los seis días” del Génesis, en relación con las seis direcciones del espacio; y a
este respecto, además, la atribución de su símbolo al Verbo se justifica igualmente bien:
es, en suma, como una especie de traducción gráfica del omnia per ipsum facta sunt del
Evangelio de San Juan”.
De Symboles de la Science Sacrée: Los símbolos de la analogía
“La “ciencia de las letras” tiene, por lo demás, una importancia aproximadamente
igual en la Kábala hebrea que en el esoterismo islámico”.
De Symboles de la Science Sacrée: La ciencia de las letras
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“Esta letra (yod), la primera del nombre tetragramático y aquella a partir de la cual
se forman todas las demás letras del alfabeto hebreo, ya esté sola para representar la
Unidad divina, ya esté repetida tres veces con significación “trinitaria”, es siempre
esencialmente la imagen del Principio. El yod en el corazón es, pues, el Principio
residente en el centro, ya sea, desde el punto de vista “macrocósmico”, en el “Centro del
Mundo” que es el “Santo Palacio” de la Kábala, ya sea, desde el punto de vista
“microcósmico” y virtualmente por lo menos, en el centro de todo ser, centro
simbolizado siempre por el corazón en las diferentes doctrinas tradicionales y que
constituye el punto más interior, el punto de contacto con lo Divino. Según la Kábala, la
Shejinah o “Presencia divina”, que se identifica con la “Luz del Mesías”, habita
(shaján) a la vez en el tabernáculo, llamado por eso mishkán, y en el corazón de los
fieles; y existe estrechísima relación entre esta doctrina y el significado del nombre
Emmanuel, aplicado al Mesías e interpretado como “Dios en nosotros”. Pero hay
también a este respecto muchas otras consideraciones que desarrollar, partiendo sobre
todo de que el yod, a la vez que el sentido de “principio”, tiene también el de “germen”:
el yod en el corazón es, pues, en cierto modo, el germen envuelto en el fruto; hay en
esto la indicación de una identidad, por lo menos en cierto respecto, entre el simbolismo
del corazón y el del “Huevo del Mundo”, y puede comprenderse así que el nombre de
“germen” se aplique al Mesías en diversos pasajes de la Biblia.
De Symboles de la Science Sacrée: El grano de mostaza
“Sabido es, además, que la salida de Jonás del seno de la ballena se ha considerado
siempre como símbolo de resurrección, y por ende de paso a un estado nuevo; y esto
debe ponerse en relación, por otro lado, con el sentido de “nacimiento” que, en la
Kábala hebrea especialmente, se vincula con la letra nûn y debe entenderse en sentido
espiritual, como un “nuevo nacimiento”, es decir, como una regeneración del ser
individual o cósmico.
Es lo que indica muy claramente la forma de la letra árabe nûn: esta letra está
constituida por la mitad inferior de una circunferencia y por un punto que es el centro de
ella. Ahora bien, la semicircunferencia inferior es también la figura del Arca que flota
sobre las aguas, y el punto que se encuentra en su interior representa el germen
contenido o encerrado allí; la posición central del punto muestra, por lo demás, que se
trata en realidad del “germen de inmortalidad”, del “núcleo” indestructible que escapa a
todas las disoluciones exteriores”.
De Symboles de la Science Sacrée: Los misterios de la letra nûn
69
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
Hay más aún: una de las designaciones más difundidas del árbol axial, en las
diversas tradiciones, es la de “Árbol de Vida”; y sabida es la relación inmediata
establecida por las doctrinas tradicionales entre la “Vida” y la “Luz”; no insistiremos
más sobre este punto, pues es una cuestión que ya hemos tratado; recordaremos
solamente, con referencia inmediata a nuestro tema, que la Kábala hebrea une las dos
nociones en el simbolismo del “rocío de luz” que emana del “Árbol de Vida”. Además,
en otros pasajes del Zóhar que Coomaraswamy cita también en su estudio sobre el
“árbol invertido”, y donde se trata de dos árboles, uno superior y otro inferior y por lo
tanto en cierto sentido superpuestos, esos dos árboles se designan respectivamente como
“Árbol de Vida” y “Árbol de Muerte”. Esto, que recuerda, por lo demás, el papel de los
dos árboles simbólicos del Paraíso terrestre, es también particularmente significativo
para completar la conexión a que nos referimos, pues esas significaciones de “vida” y
“muerte” están efectivamente vinculadas también con el doble aspecto del rayo,
representado por las dos direcciones opuestas del vajra, según lo hemos explicado con
anterioridad. Como decíamos entonces, se trata en realidad, en el sentido más general,
del doble poder de producción y destrucción, del cual la vida y la muerte son la
expresión en nuestro mundo, y que está en relación con las dos fases, el “expir” y el
“aspir”, de la manifestación universal; y la correspondencia de estas dos fases está
claramente indicada también en uno de los textos del Zóhar a los cuales aludíamos, pues
los dos árboles se representan allí como ascendente y descendente, de modo que tome
cada uno el lugar del otro, según la alternancia del día y la noche: ¿no hace ello más
plenamente evidente aún la perfecta coherencia de todo este simbolismo?
De Symboles de la Science Sacrée: El Árbol y el Vajra
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RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
“«Cuando él sale del templo, dice Ossendowski, el “Rey del Mundo” irradia luz
divina.» La Biblia hebrea dice exactamente lo mismo de Moisés cuando descendía del
Sinaí56, y hay que señalar, a propósito de esta comparación, que la tradición islámica ve
a Moisés como habiendo sido el «Polo» (El-Qutb) de su época; ¿no sería, por esta
razón, por la que la Kábala dice que fue instruido por el mismo Metatron? Una vez más
convendría distinguir aquí entre el centro espiritual principal de nuestro mundo y los
centros secundarios que pueden estarle subordinados, y que lo representan solamente
con relación a tradiciones particulares adaptadas más especialmente a unos pueblos
determinados. Sin extendernos sobre este punto, haremos notar que la función de
«legislador» (en árabe rasûl), que es la de Moisés, supone necesariamente una
delegación de poder que representa el nombre de Manú; y, por otra parte, uno de los
significados contenidos en este nombre de Manú indica precisamente la reflexión de la
Luz Divina”.
De Las tres funciones supremas, cap. IV de Le Roi du Monde
“En hebreo, las palabras iaïn (vino) y sod (misterio) son intercambiables entre ellas
como teniendo el mismo número (El número de cada una de las dos palabras es 70).
( ... )
He aquí en primer lugar el texto mismo del pasaje bíblico de que se trata: «y Melki-
Tsedeq, rey de Salem, hizo traer el pan y el vino; y era sacerdote del Dios Altísimo (El
56
Se ha dicho también que Moisés debió cubrir su cara con un velo para hablar al pueblo, que no
podía soportar el resplandor (Éxodo 24: 29-35); en un sentido simbólico esto indica la necesidad de una
adaptación exotérica para la multitud. Recordemos, a propósito de esto, el doble significado de la palabra
«revelar», que puede significar «apartar el velo», pero también «recubrir con un velo»; así es como la
palabra manifiesta y vela a la vez el pensamiento que expresa.
57
Epístola a los Hebreos, 5,11.
71
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
Élion) y bendijo a Abram58, diciendo: «Bendito sea Abram por el Dios Altísimo, dueño
de los Cielos y de la Tierra; y bendito sea el Dios Altísimo que te ha entregado a tus
enemigos en tu mano. Y Abram le dio el diezmo de todo lo que había tomado59».
72
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
73
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
sus derivadas podrían sin duda dar lugar otra vez a muchas más consideraciones; pero
debemos limitarnos a lo que más directamente se relaciona con el tema del presente
estudio.
74
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
Santos que es el corazón del templo, que es él mismo el centro de Sión (Jerusalén),
como la Santa Sión es el centro de la Tierra de Israel, tal como la Tierra de Israel es el
centro del mundo»72. Aún se pueden llevar las cosas más lejos no sólo en todo lo que se
ha enumerado aquí, tomándolo en el orden inverso, sino también tras el Tabernáculo en
el Templo, el Arca de la Alianza en el Tabernáculo y, en el Arca de la Alianza misma,
el lugar de la manifestación de la Shekinah (entre los dos Kerubim), representan como
otras tantas aproximaciones sucesivas del «Polo espiritual».” Es también de esta forma
como Dante presenta precisamente a Jerusalén como el «Polo espiritual», tal como
hemos tenido la ocasión de explicarlo en otro lugar73; pero esto, cuando se sale del
punto de vista propiamente judaico, se torna ante todo simbólico y ya no es una
localización en el sentido estricto de esta palabra. Todos los centros espirituales
secundarios, constituidos como adaptaciones de la tradición primordial a condiciones
determinadas, son, como ya lo hemos indicado, imágenes del centro supremo; Sión
puede no ser en realidad más que uno de esos centros secundarios, y sin embargo
identificarse simbólicamente con el centro supremo en virtud de esta similitud.
Jerusalem es efectivamente, como su nombre indica, una imagen de la verdadera Salem;
lo que hemos dicho y lo que diremos todavía de la «Tierra Santa», que no es sólo la
Tierra de Israel, permitirá comprenderlo sin dificultad.
75
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
creaciones anteriores a la nuestra, son simbolizados por los «siete reyes de Edom» (el
número septenario se encuentra aquí en relación con los siete «días» del Génesis), hay
en ello una semejanza mucho más chocante para no ser más que accidental, con las eras
de los siete Manúes contadas desde el comienzo del kalpa hasta la época actual75.
De Melki-Tsedeq, cap. VI de Le Roi du Monde
- “Entre las tradiciones a las cuales hacíamos alusión anteriormente, hay una que
presenta un interés particular: se encuentra en el Judaísmo y se refiere a una ciudad
misteriosa llamada Luz76. Originalmente este nombre era el lugar donde Jacob tuvo el
sueño y por eso lo llamó Beth-EI, o sea, Casa de Dios 77; más adelante volveremos sobre
este tema. Se dice que el «ángel de la muerte» no puede penetrar en esta ciudad y por
eso no tiene allí ningún poder y, por una comparación bastante singular, pero muy
significativa, la sitúan algunos cerca de Alborj, que es para los Persas igualmente «la
morada de la inmortalidad».
Cerca de Luz hay, se dice, un almendro (también llamado luz en hebreo), en la base
del cual existe un hueco por el que se penetra a un subterráneo78, el cual conduce a la
misma ciudad, que está completamente escondida. La palabra luz, en sus diversas
acepciones, parece derivada, por otra parte, de una raíz que designa todo lo que está
escondido, cubierto, envuelto, silencioso, secreto: y hay que señalar que las palabras que
designan al Cielo primitivamente tienen el mismo significado”
75
Un Kalpa comprende catorce Manvantaras; Vaivaswata, el actual Manú, es el séptimo de este
Kalpa, llamado Shrî-Shwêta-Varâha-Kalpa o «Era del Jabalí blanco»; otra observación curiosa es ésta; los
Judíos dan a Roma el apelativo de Edom; ahora bien, la tradición habla también de siete reyes de Roma y
el segundo de estos reyes, Numa, que está considerado como el legislador de la ciudad, lleva un nombre
que es el giro silábico exacto del de Manú, y que puede al mismo tiempo estar relacionado con la palabra
griega nomos, «ley». Hay por consiguiente razón para pensar que estos siete reyes de Roma no son otra
cosa que, desde cierto punto de vista, una representación particular de los siete Manús de una civilización
determinada, del mismo modo que los siete sabios de Grecia son por otro lado, en similares condiciones,
una representación de los siete Rishis, en lo que se sintetiza la sabiduría del ciclo inmediatamente anterior
al nuestro.
76
Las informaciones que utilizamos aquí están sacadas en parte de la Jewish Encyclopedia (VIII,
219).
77
Génesis, 28,19.
78
En las tradiciones de ciertos pueblos de América del Norte, también se trata de un árbol por el que
hombres que primitivamente vivían en el interior de la Tierra saldrían a la superficie, mientras que otros
de la misma raza permanecerían en el mundo subterráneo. Es verosímil que Bulwer-Lytton se haya
inspirado en estas tradiciones en La Raza Futura (The Coming Race). Una nueva edición lleva el titulo de
La raza que nos exterminará. (Esta última edición no es citada en la 1ª edición del presente libro. N. del
T.)
76
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
(... )
79
Es por lo que el almendro ha sido tomado como símbolo de la Virgen.
80
Es curioso notar que esta tradición judaica probablemente ha inspirado ciertas teorías de Leibnitz
sobre el «animal» (es decir, el ser vivo), subsistiendo perpetuamente con un cuerpo, pero “reducido a
pequeño”, tras la muerte.
81
Primera Epístola a los Corintios, 15:42. Hay en estas palabras una aplicación estricta de la ley de
analogía: «lo que es arriba es como lo que es abajo, pero en sentido inverso».
82
En sánscrito, la palabra akshara significa «indisoluble», y por extensión «imperecedero» o
«indestructible»; designa la sílaba, elemento primario y germen de lenguaje, y se aplica por excelencia al
monosílabo Om, que se dice contener en el mismo la esencia del triple Vêda.
83
El equivalente lo encontramos, bajo otra forma, en las distintas tradiciones, y en particular, con
muy importantes desarrollos en el Taoísmo. En este sentido, es análogo en el orden «microcósmico», a lo
que es el «Huevo del Mundo» en el orden «Macrocósmico», pues encierra las posibilidades del «ciclo
futuro» (la vita venturi seculi del credo católico.
84
Podemos referirnos aquí al simbolismo griego de Psiqué, que reposa en gran parte en esta similitud
(véase Psique, por F. Pron).
77
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
“Este mismo punto es también, en la Kábala hebrea, aquel donde está suspendida la
balanza de la que se trata en el Siphra di-Tseniutha, pues sobre el polo reposa el
equilibrio del mundo; y este punto es designado como “un lugar que no existe”, es decir,
como lo “no-manifestado”, lo que corresponde, en la tradición extremo-oriental, a la
asimilación de la Estrella polar, en tanto que “hecha de Cielo”, al lugar del Principio
85
La palabra kundalî (en femenino kundalinî) significa enrollado en forma de anillo o espiral; este
enrollamiento simboliza el estado embrionario y «no desarrollado».
86
Es el Brahma-randhra u orificio de Brahma, punto de contacto de la sushumnâ o «arteria coronaria»
con el «rayo solar»; hemos expuesto completamente este simbolismo en el Homme et son devenir selon le
Vêdânta.
87
En este sentido, y en cierta relación, su morada se identifica también con la cavidad del corazón; ya
hemos hecho alusión a una relación existente entre la Shakti hindú y la Shekinah hebrea.
88
Todo esto tiene una relación muy estrecha con el significado real de esta bien conocida frase
hermética: «Visita inferiora terrae, rectificando invenies ocultum lapidem, veram medicinam»; que da
como acróstico la palabra Vitriolum. La «piedra filosofal» es al mismo tiempo, desde otro aspecto, «la
verdadera medicina», es decir, «el elixir de larga vida», que no es otra cosa que «la bebida de la
inmortalidad». A veces se escribe interiora en lugar de inferiora, pero el sentido general no cambia, y
siempre hay la misma alusión manifiesta al «mundo subterráneo».
78
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
mismo; esto está igualmente en relación con lo que hemos dicho antes de la balanza a
propósito de la Osa Mayor. Los dos platillos de la balanza, con su movimiento
alternativo de subida y de bajada, se refieren naturalmente a las vicisitudes del yin y del
yang; la correspondencia con el yin de un lado y el yang del otro vale además, de
manera general para todos los símbolos dobles que presentan una simetría axial”.
Nota en La Grande Triade: “La Ciudad de los Sauces”
- “Este simbolismo también lo encontramos en la Kábala hebraica, que nos habla del
«Santo Palacio» o «Palacio interior» como situado en el centro de las seis direcciones
del espacio. Las tres letras del Nombre divino Jehovah89, por su séxtuple permutación
siguiendo estas seis direcciones, indican la inmanencia de Dios en el seno del Mundo, es
decir, la manifestación del Logos en el centro de todas las cosas, en el punto primordial
del que las extensiones indefinidas no son más que su expansión y desarrollo: «Formó
del Thohu (vacío) una cosa e hizo lo que es de lo que no era. Talló unas grandes
columnas del éter inasequible90. Reflexionó, y la Palabra (Memra) produjo todo objeto y
toda cosa por su Nombre Uno»91. Este punto primordial desde donde se profiere la
Palabra divina no se desarrolla tan sólo en el espacio como acabamos de decir, sino
también en el tiempo: es el «Centro del Mundo» en todos los aspectos, es decir, se
encuentra a la vez en el Centro de los espacios y en el centro de los tiempos. Esto, bien
entendido, si se toma en sentido literal, sólo concierne a nuestro mundo, el único en que,
las condiciones de existencia son directamente expresables en lenguaje humano 92; sólo
el mundo sensible está sometido al espacio y al tiempo; pero, como en realidad se trata
del Centro de todos los mundos, se puede pasar al orden suprasensible efectuando una
transposición analógica en la que espacio y tiempo sólo conserven un significado
puramente simbólico.
En Clemente de Alejandría, hemos visto que se trata de seis fases del tiempo
correspondientes respectivamente a las seis direcciones del espacio: son, tal como
89
Este Nombre consta de cuatro letras, yod he vav he, pero sólo hay tres distintas ya que la he se
repite dos veces.
90
Se trata de las «columnas» del árbol sefirótico: columnas del centro, de la derecha y de la izquierda;
volveremos sobre esto más adelante. Por otro lado, conviene observar que el «éter» del que aquí se habla,
no sólo debe entenderse como el primer elemento del mundo corporal, sino que también hay que darle un
sentido superior obtenido por transposición analógica, tal como ocurre con el Akâsha de la doctrina hindú
(ver El hombre y su devenir según el Vedanta, III).
91
Séfer Yetsirá, IV, 5.
92
Sifrá di-Tseniuthá: Zohar, II, 176 b.
79
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
dijimos, seis períodos cíclicos, subdivisiones, de otro período más general, y a veces
representados como seis milenios. El Zohar, así como el Talmud, también divide la
duración del mundo en períodos milenarios. «El mundo subsistirá durante seis mil años,
a los que aluden las seis primeras palabras del Génesis» 93; estos seis milenios son
análogos a los seis «días» de la creación. El séptimo milenio, así como el séptimo «día»
corresponden al Sabbath, es decir, la fase de retorno al Principio, que corresponde,
como es natural, al centro, considerado como séptima región del espacio. Hay aquí una
especie de cronología simbólica que, evidentemente, no se debe tomar al pie de la letra,
tal y como ocurre con las que se encuentran en otras tradiciones; Josefo 94 indica que seis
mil años constituyen diez «grandes años», con lo que el «gran año» consta de seis siglos
(el Naros de los Caldeos); pero, por otra parte, con esta misma expresión se designa un
período de tiempo mucho más largo, de diez o doce mil años para los Griegos y los
Persas. Esto aquí, sin embargo, no tiene importancia, ya que no se trata de calcular la
duración real de nuestro mundo, lo que exigiría un estudio profundo de la teoría hindú
de los Manvantaras; pero como no es esto lo que aquí nos proponemos: baste con
quedarnos con el valor simbólico de estas divisiones. Añadamos tan sólo que quizá se
trate de seis fases indefinidas y, por lo tanto, de duración indeterminada, más una
séptima correspondiente a la terminación de todas las cosas y a su restablecimiento en el
estado primero95.
93
Recordemos la sentencia bíblica: «Mil años son como un día para el Señor».
94
Antigüedades judaicas, 1, 4
95
Este último milenio sin duda corresponde al «reino de mil años» del que se habla en el Apocalipsis.
96
En la tradición hindú, estas líneas están representadas por los «cabellos de Shiva».
97
La Kabbale Juive, t. Iº, p. 247.
80
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
81
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
exteriores con relación a este mismo grado) 103. Estos proceden de él, por el misterio del
punto, el cual, él mismo, es un grado oculto que emana del misterio del éter puro y
misterioso104. El primer grado, que está totalmente oculto (es decir, no manifestado), no
puede ser captado105. Asimismo, el misterio del punto supremo aunque esté
profundamente escondido106, puede ser captado por el misterio del Palacio interior. El
misterio de la Corona suprema (Kether, la primera de las diez Sefirot) corresponde al
del puro e inalcanzable éter (Avir). Es él la causa de todas las causas y el origen de
todos los orígenes. Es en este principio, origen invisible de todas las cosas, donde nace
el «punto» oculto del que todo procede, Por esto se dice en el Séfer Yetsirá: «Antes del
Uno, ¿qué puedes contar?» Es decir: Antes de este punto, ¿qué puedes contar o
comprender?107. Antes de este punto no había nada salvo Ain, o sea, el misterio del éter
puro o inaprehensible, así denominado (con una simple negación) a causa de su
inaprehensibilidad108. El comienzo comprensible de la existencia se encuentra en el
misterio del «punto» supremo109. Y dado que este punto es el «comienzo» de todas las
cosas, se le denomina, «Pensamiento» (Mahasheba)110. El misterio del Pensamiento
creativo corresponde al «punto» oculto. Es en el Palacio inferior donde el misterio unido
103
Vemos que este grado corresponde al «grado universal» del esoterismo islámico, y es en el que se
totalizan sintéticamente todos los demás grados, es decir, todos los estados de la Existencia. Esta misma
doctrina también se sirve de comparaciones con el espejo y otras similares: de este modo, siguiendo una
expresión que ya hemos citado en otra parte (El hombre y su devenir según el Vedanta, cap. X), la
Unidad; considerada en tanto que contiene en sí misma todos los aspectos de la Divinidad (Asrâr
rabbâniyah o «misterios dominicales»), es decir, todos los atributos divinos, expresados por los nombres
zifatiyah (ver El Rey del Mundo, cap. III), «pertenece al Absoluto (al “Santo” inalcanzable fuera de Sus
atributos) la superficie reverberante de innumerables caras, que magnifica a toda criatura que se mira en
ella directamente»; apenas es necesario advertir que aquí se trata precisamente de los Asrâr rabbâniyah.
104
El grado representado por el punto, que corresponde a la Unidad, es el de Ser puro (Ishwara en la
doctrina hindú).
105
A este respecto, nos podríamos referir a lo que enseña la doctrina hindú a propósito de lo que se
encuentra más allá del Ser, es decir, del estado incondicionado de Atmâ (ver El hombre y su devenir
según el Vedanta, cap. XV, 3ª ed. francesa, donde indicábamos las enseñanzas de las otras tradiciones).
106
El Ser también es no manifestado, pero es el principio de toda manifestación.
107
En efecto, la unidad es el primero de todos los números; no hay nada antes de ella que pueda ser
contado; aquí se toma la numeración como símbolo de un modo de conocimiento distintivo.
108
Corresponde al Cero metafísico, o al «No Ser» de la tradición extremo-oriental, simbolizado por el
«vacío» (cf. Tao te King, XI); ya hemos explicado en otra parte por qué razón las expresiones de forma
negativa son las únicas que aún parecen aplicarse a lo que está más allá del Ser (El hombre y su devenir
según el Vedanta, cap. XV, 3ª ed.).
109
O sea, en el Ser; principio de la Existencia, que es lo mismo que la manifestación universal, así
como la unidad es el principio y el comienzo de todos los números.
110
Puesto que todas las cosas deben ser concebidas por el pensamiento antes de realizarse
exteriormente: esto debe entenderse analógicamente transfiriéndolo del orden humano al orden cósmico.
82
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
al «punto» oculto puede ser comprendido, ya que el puro e inasequible éter permanece
siempre misterioso. El «punto» es el éter hecho aprehensible (por medio de la
«concentración», punto de partida de toda diferenciación) en el misterio del Palacio
interior o Santo de los santos111. Todo, sin excepción, primero debe ser concebido en el
Pensamiento112. Y si alguien dijera: «Ved, hay algo nuevo en el mundo», haced que se
calle, ya que fue anteriormente concebido en el Pensamiento 113. El santo Palacio interior
emana del «punto» oculto (por las líneas salidas de este punto siguiendo las seis
direcciones del espacio). El Santo de los Santos, el quincuagésimo año (alusión al
jubileo, que representa el retorno al estado primordial) 114, también se denomina Voz que
emana del Pensamiento115. Por lo tanto, todos los seres y todas las causas emanan por la
fuerza del «punto» de arriba. Esto es todo por lo que se refiere a los misterios de las tres
Sefirot supremas»116.
En Le Symbolisme de la Croix, capítulo IV: “Las direcciones del espacio”
Se dice que Allâh «hace descender la Paz a los corazones de los fieles» (Huwa
elladhî anzala es-Sakînata fî qulûbil-mûminin); la Kábala hebrea exactamente lo mismo:
«La Shekinah lleva este nombre, dice el hebraizante Louis Cappel, porque habita
(shakún) en el corazón de los fieles, cuya morada estuvo simbolizada por el
111
El «Santo de los Santos» estaba representado por la parte más interior del Templo de Jerusalén,
constituía el Tabernáculo (mishkán) donde se manifestaba la Shekiná, es decir, la «presencia divina».
112
Constituye el Verbo en tanto que Intelecto divino, el cual, según una expresión empleada por la
teología cristiana, es el «lugar de los posibles».
113
Es la «permanente actualidad» de todas las cosas en el «eterno presente».
114
Ver El Rey del Mundo, cap. III: notaremos que 50 =72 + 1. En hebreo y en árabe, el valor
numérico de la palabra kol, «todo», es 50. Cf. también las «cincuenta puertas de la Inteligencia».
115
También se trata del Verbo, pero en tanto que Palabra divina; primero es Pensamiento en el
interior (es decir, en Sí mismo), después Palabra al exterior (es decir, con relación a la Existencia
universal), ya que la Palabra es la manifestación del Pensamiento; la primera palabra proferida es Iehi Aor
(Fiat Lux), en el Génesis.
116
Citado en La Kabbale juive, t. Iº, pp. 403-406.
83
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
Tabernáculo (mishkán), en el que Dios habita» (Critica sacra, pág. 311, edición de
Ámsterdam, 1689; citado por Paul Vulliaud, La Kábala Judía, t I, p. 493). Tal vez no
sea necesario remarcar que el «descenso» de la «Paz» al corazón se efectúa de acuerdo
con el eje vertical: ello constituye la manifestación de la «Actividad del Cielo».
En Le Symbolisme de la Croix, capítulo VII: “La resolución de las oposiciones”
84
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
que pueden relacionarse con las cuatro fases de un desarrollo cíclico, el recinto circular
del «Paraíso terrenal»; este recinto no es otro que la sección horizontal de la forma
esférica universal, de la que ya hemos hablado anteriormente.
(...)
- “La palabra «nada» (Ain) de la Kábala hebrea corresponde al «no actuar» (wu-wei)
de la tradición extremo oriental.
En Le Symbolisme de la Croix: Capítulo XXIV
- “Se puede en este aspecto hacer referencia en particular al principio del Génesis, I,
2: “... y el Espíritu Divino estaba inclinado sobre la faz de las aguas”. Hay en este pasaje
una indicación muy clara relativa a los dos principios complementarios de los cuales
hablamos aquí, pues el Espíritu corresponde a Purusha y las aguas a Prakriti. Desde un
punto de vista diferente, pero sin embargo relacionado analógicamente con el
precedente, el Ruahh Elohim del texto hebreo es también asimilable a Hamsa, el cisne
simbólico vehículo de Brahmâ, que incuba el Brahmânda, el “huevo del mundo”
contenido en las aguas primordiales; y es importante señalar que Hamsa es igualmente
el “soplo” (spiritus), que es el sentido primero de Ruahh en hebreo. Finalmente, si nos
colocamos especialmente desde el punto de vista de la constitución del mundo corporal,
Ruahh es el aire (Vâyu); y si no fuera porque esto nos llevaría a consideraciones
demasiado largas, podríamos demostrar que hay una perfecta concordancia entre la
Biblia y el Vêda en lo que concierne al orden del desarrollo de los elementos sensibles.
En todo caso se puede encontrar en lo que acabamos de decir, la indicación de tres
sentidos superpuestos, que se refieren respectivamente a los tres grados fundamentales
de la manifestación (informal sutil y grosero), que son designados como los “tres
mundos” (tribhuvana) en la tradición hindú. Estos tres mundos aparecen asimismo en la
Kábala hebrea con los nombres de Beriah, Ietsirah y Asiah; por encima de ellos está
Atsiluth, que es el estado principial de no-manifestación”.
En L´Homme et son devenir selon le Vêdânta, capítulo V
85
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
“Se ha pretendido a veces hacer del nombre de Jerusalén, a causa de su forma griega
Hierosolyma, un compuesto híbrido en el cual entraría también la palabra hieros,
mientras que se trata en realidad de un nombre puramente hebreo, que significa “morada
de paz” o, si se toma para su primera parte una raíz un poco diferente (yara en lugar de
yarah), “visión de la paz”. Esto nos recuerda también la interpretación del símbolo del
86
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
grado de Royal Arch, que es una triple “tau”, como formado por la superposición de las
dos letras T y H, que serían entonces las iniciales de las palabras Templum
Hierosolimae; y, precisamente, el hieros domos de que se trata sería igualmente, para
los que han considerado esta hipótesis, el Templo de Jerusalén.
En Etudes sur la Franc-Maçonnerie: Heredom
118
Con respecto al “primer Nombre de Dios” según ciertas tradiciones iniciáticas, ver La Gran
Triada, cap. XXV.
87
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
“En la Kábala hebraica, la forma cúbica corresponde, entre los Sephiroth, a Iesod,
que es efectivamente el “fundamento” (y, si a este respecto se nos objetase que Iesod,
sin embargo, no es la última Sephirah, tendríamos que contestar que tras ella sólo está
Malkuth, que es precisamente la “sintetización” final en la que todas las cosas son
devueltas a un estado que, a diferente nivel, corresponde a la unidad principial de
Kether)”.
En Le Regne de la Quantité, cap. XX
“Hemos dicho que las artes o los oficios que implican una actividad cuyo objeto es
el reino mineral pertenecen por completo a los pueblos sedentarios y que, como tales,
eran objeto de prohibición para la ley tradicional de los pueblos nómadas, como lo
demuestra la ley hebraica, por citar uno de los ejemplos más conocidos. Efectivamente,
resulta evidente que tales artes tienden directamente a la «solidificación» que alcanza su
grado más alto en el propio mineral dentro del mundo corpóreo tal como se presenta a
nosotros. Por otra parte, este mineral, en su forma más común que es la de piedra, sirve
fundamentalmente para la construcción de edificios estables 121; por el conjunto de
edificios que la integran, una ciudad presenta el aspecto de una aglomeración artificial
de minerales; así pues, como ya hemos dicho, la vida urbana responde a un
sedentarismo más completo aún que el que rige en la vida agrícola, al igual que el
mineral es más inerte y «sólido» que el vegetal. Mas también hay otro aspecto: las artes
que tienen al mineral como objeto comprenden también la metalurgia en todas sus
119
Cf. Le Symbolisme de la Croix, cap. IV.
120
“Omnia in mensura, numero et pondere disposuisti” (Sabiduría, XI, 20).
121
Si bien es cierto que, en muchos pueblos, las construcciones pertenecientes a las épocas más
antiguas eran de madera, es evidente que tales edificios no eran tan duraderos ni, por consiguiente, tan
fijos como los edificios de piedra; por consiguiente, la utilización del mineral en la construcción implica,
en cualquier caso, un mayor grado de «solidez» en todos los sentidos de la palabra.
88
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
formas; ahora bien, si se observa que, en nuestra época, el mineral muestra una
tendencia cada vez más decidida a sustituir a la piedra en la construcción, de forma
análoga al proceso en el que la piedra sustituyó antaño a la madera, nos sentimos
inclinados a pensar que debe ser éste el síntoma característico de una fase más
«avanzada» dentro de la tendencia descendente del ciclo; todo esto queda confirmado
por el hecho de desempeñar de manera general el metal una función cada vez más
importante dentro de la civilización moderna «industrializada» y «mecanizada», y ello
tanto desde el punto de vista, digamos, destructivo como desde el constructivo, ya que
el consumo de metal que provocan las guerras contemporáneas es verdaderamente
prodigioso.
(...)
Por otra parte, esta última observación concuerda a la perfección con una
particularidad de la tradición hebraica: desde un principio, cuando la utilización de
piedras estaba autorizada en determinados casos, como podía ser la construcción de un
altar, solía especificarse que tales piedras debían estar «enteras» e «intocadas por el
hierro»122; según los propios términos empleados en este fragmento, la insistencia se
refiere menos al hecho de que la piedra no haya sido trabajada que a la exigencia de no
haber sido tocada por el metal en sentido literal; por lo tanto, la prohibición referente al
metal era más rigurosa, sobre todo para cuanto se destinaba a un uso más especialmente
ritual123. Llegaron incluso a subsistir secuelas de esta prohibición cuando Israel dejó de
ser nómada y construyó, o hizo construir, edificios estables: por ejemplo, cuando fue
construido el Templo de Jerusalén, «las piedras fueron llevadas tal como debían ser, de
manera que al construir el edificio no se oyó ni el martillo ni el hacha ni herramienta
alguna de hierro»124.
(...)
Podría decirse que, en un caso como éste, los metales, aparte de poder perjudicar
efectivamente a la transmisión de las «influencias espirituales», se toman como
representantes de lo que la Kábala hebraica llama «cortezas» o «caparazones» (qlipoth),
122
Deuteronomio, XXVII, 5-6.
123
A ello se debe igualmente el persistente uso de cuchillos de piedra en el rito de la circuncisión.
124
I, Reyes, VI, 7. No obstante, el Templo de Jerusalén contenía gran cantidad de objetos metálicos,
si bien su utilización se refiere al otro aspecto del simbolismo de los metales que, como diremos más
adelante, es, efectivamente, doble; bajo otro punto de vista, parece que la prohibición ha podido llegar a
ser, digamos, «localizada», sobre todo en cuanto se refiere a la utilización del hierro que, de todos los
metales, es precisamente aquel cuyo papel es más importante en la época moderna.
89
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
es decir, de lo más inferior que existe en el ámbito sutil por constituir, si se nos permite
la expresión, los «bajos fondos» infracorporales de nuestro mundo” .
En Le Regne de la Quantité, cap. XXII: El significado de la metalurgia
90
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
“En el Speculative Mason de abril de 1941, vale la pena señalar un resumen de las
antiguas tradiciones concernientes a la Atlántida, algunas consideraciones geológicas
que parecerían confirmarlas, y un estudio sobre las relaciones de la Kábala y la
Masonería que prosigue en los números de julio y octubre. Este último trae una cantidad
de curiosas indicaciones, sin embargo ciertos puntos son bastante discutibles, y no todos
los ensayos mencionados son igualmente convincentes, ni todas las fuentes citadas
igualmente válidas. Consideramos que no debe pensarse que exista una verdadera
influencia más o menos directa de la Kábala sino en aquellos casos donde se encuentren
detalles muy precisos, y no sólo semejanzas que se dan normalmente entre todas las
tradiciones iniciáticas. Conviene destacar además que la ciencia de los números está
bien lejos de ser asunto exclusivo de la Kábala hebrea”.
Reseña en Etudes Traditionnelles, diciembre de 1945. Retomada en Etudes sur la
Franc-Maçonnerie II
“Este mismo punto es también, en la Kábala hebrea, aquel donde está suspendida la
balanza de la que se trata en el Siphra di-Tseniutha, pues sobre el polo reposa el
equilibrio del mundo; y este punto es designado como “un lugar que no existe”, es decir,
como lo “no-manifestado”, lo que corresponde, en la tradición extremo-oriental, a la
asimilación de la Estrella polar, en tanto que “hecha de Cielo”, al lugar del Principio
mismo; esto está igualmente en relación con lo que hemos dicho antes de la balanza a
propósito de la Osa Mayor. Los dos platillos de la balanza, con su movimiento
alternativo de subida y de bajada, se refieren naturalmente a las vicisitudes del yin y del
yang; la correspondencia con el yin de un lado y el yang del otro vale además, de
manera general para todos los símbolos dobles que presentan una simetría axial”
En La Grande Triade: “La Ciudad de los Sauces”
91
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
Cartas
“En cuanto a las relaciones entre el Cristo y Melquisedec, la manera en que las
considera es totalmente exacta; pero, de hecho, no pienso que las cosas puedan quedar
92
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
tan claramente separadas como dice. Observe, en primer lugar, que la Kábala establece
entre el Mesías y la Shekinah una relación tan estrecha que a veces llega hasta la
identificación; y lo que es también importante al respecto, es que, en la misma tradición
cristiana, muchos símbolos se atribuyen a la vez al Cristo y a la Virgen (el Sr.
Charbonneau-Lassay me ha mostrado, en los documentos que ha reunido para los
trabajos que tiene en preparación, cosas totalmente características sobre este punto). Por
otra parte, usted sabe cuáles son también las relaciones de la Shekinah con Metatron, en
el cual hay además una pluralidad de aspectos; más aún, la tradición islámica asimila a
Metatron con Er-Rûh, es decir “el Espíritu” en el sentido “total” del término, y también,
de un modo más particular, de donde proceden todas las manifestaciones”.
Extracto a Vasile Lovinescu del 9 de noviembre de 1935. En Symbolos, Guatemala, 1999.
“Para Skanda, hay con seguridad aspectos múltiples, pero la relación con Agni
parece dar la significación fundamental. Es interesante observar que la palabra hebrea
que es el equivalente exacto del sánscrito <Kumâra> es aplicada por los Kabalistas a
Metatron: éste tiene el atributo de “everlasting youth”, que es también el sentido mismo
del nombre de Sanatkumâra”.
Extracto del 11 de noviembre de 1938 a Ananda Coomaraswamy
“He comprobado muy recientemente una cosa que no había jamás tenido ocasión de
señalar hasta aquí, y que me parece totalmente digna de destacar: se trata de la historia
93
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
«... Es muy cierto que la Masonería no está ligada a ninguna forma exotérica
determinada y que, consecuentemente, no es incompatible con ninguna; pero, por otro
lado, ella constituye de por sí una forma iniciática bien definida en la cual no se pueden,
sin desnaturalizarla, introducir elementos pertenecientes a otras iniciaciones... No se
puede decir que la forma hebrea sea enteramente extraña a la Masonería dado el aspecto
“salomónico” de esta última; hay también un aspecto “pitagórico” que, aun siendo
menos aparente, quizás no es de ningún modo menos importante, sobre todo por lo que
concierne a la filiación iniciática.
Extracto con desconocido destinatario del 10 de noviembre de 1946. En “Rivista di Studi Tradizionali”, nº 54-
55.
94
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
95
RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
ADDENDUM
“Es importante subrayar que decimos (que la función “demiúrgica es) “formadora” y
no “creadora”; esta distinción tomará su sentido más preciso si se considera que a los
cuatro términos del cuaternario pitagórico se los puede poner respectivamente en
correspondencia con los “cuatro mundos” de la Kábala hebrea”.
En La Grande Triade: “Spiritus, Anima, Corpus”.
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RENÉ GUÉNON, SOBRE KÁBALA Y JUDAÍSMO
126
La dualidad de Hokmah y Binah puede además ponerse en relación simbólica con los dos ojos derecho e
izquierdo, correspondencia “microcósmica” del Sol y de la Luna.
127
Ver lo que hemos dicho en el Rey del Mundo, del simbolismo de las dos manos, en relación precisamente con
la Shekina (de la cual mencionaremos de pasada la relación con la Shakti hindú) y el “árbol sefirótico”
128
Es también en los dos hombros donde se mantienen los dos ángeles encargados de registrar
respectivamente las acciones buenas y malas del hombre, y que representan igualmente los atributos
divinos de “Misericordia” y de “Justicia”. Anotemos aún, a este respecto, que se podría “situar” también
de modo análogo en el ser humano la figura simbólica de la “balanza” de la que se habla en el Siphra di-
Tseniutha.
97