Tesis Alexander Pereira Fernandez

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UNIVERSIDAD MICHOACANA DE SAN NICOLÁS DE HIDALGO


INSTITUTO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS
MAESTRÍA EN HISTORIA
(Opción en Historia de América)

ORLANDO FALS BORDA: LA CORRIENTE ROMÁNTICA DE LA


SOCIOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA, 1959-1989.

Tesis de grado como requisito para optar


al título de maestro en Historia de América

Presenta
ALEXANDER PEREIRA FERNÁNDEZ

Asesor
MIGUEL ÁNGEL URREGO ARDILA

Morelia, Michoacán, 4 de septiembre de 2009


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Índice

Presentación 3

Capitulo I
A manera de Introducción: apuntes en torno a la práctica biográfica 8

1. La biografía: un género bajo sospecha 9


2. A propósito de las críticas de Bourdieu al género biográfico 16
3. ‘La excepción normal’ una alternativa metodológica para la biografía 26
4. Para cerrar 30

Capitulo II
El nacimiento de una vocación 36

1. Antes de empezar 36
2. Orlando 38

Capítulo III
Fals Borda: la corriente romántica de la sociología en América Latina (1959-1989) 62

Introducción 62
1. La ruptura instauradora 63
2. La violencia en Colombia 76
3. Una nueva sensibilidad 103
4. La dimensión romántica 126

Conclusión 149
Fuentes documentales 154
Bibliografía 154
~3~

Presentación

La intención de esta tesis es proporcionar un acercamiento a la vida y obra del sociólogo

colombiano Orlando Fals Borda (1925-2008). Lo que el lector tiene entre manos consiste en una

serie de escritos que van encaminados a explorar las aristas más relevantes del pensamiento de

este autor, dentro de lo que puede considerarse una biografía intelectual. Desde ese enfoque

biográfico, pretendemos demostrar que la perspectiva ideológica que alcanzó a madurar Orlando

Fals Borda es una variante particular de cierta corriente de romanticismo anticapitalista que es

posible encontrar en sus obras, como manifestación particular de la radicalización intelectual que

tuvo lugar entre diversos científicos sociales de Colombia y América Latina en los años sesenta y

ochenta. Entendiendo el romanticismo anticapitalista como una protesta que posee una

perspectiva de base moral fuerte, que expresa una querella contra el desarrollismo y la

modernización industrial capitalista. Lo anterior es, en rigor, nuestra hipótesis central de trabajo.

En el intento de explorar tal hipótesis, el objetivo general de nuestra investigación se encamina a

establecer las motivaciones que condujeron a Orlando Fals Borda a adoptar dicha posición

romántico anticapitalista, mostrando cuál fue el tipo de pensamiento que pudo madurar desde esa

matriz ideológica a partir de sus elaboraciones sociológicas. Creemos que un estudio biográfico

como el que hemos realizado se justifica por las siguientes razones. Por un lado, porque

defendemos la pertinencia de estudiar al sujetos en la historia, con sus particularidades y

motivaciones personales, como premisas indispensables para comprender las complejidades de

los procesos sociales. Lo que no contradice el enfoque que analiza a los intelectuales como

miembros de una categoría social, la diferencia está en que a nosotros no nos interesa pasar por

alto la trayectoria individual de un intelectual para comprender su obra como una expresión
~4~

singular dentro del mundo intelectual al cual pertenece. Por otra parte, porque durante el proceso

de investigación llegamos al convencimiento de que para comprender los aportes propios del

pensamiento latinoamericano es preciso explorar más en detalle la obra de cada autor, y no

metiéndolos a todos dentro de un mismo saco, ya que de lo contrario se tiende a caer en la idea

según la cual todos obedecen a una misma lógica para sus creaciones.

La izquierda intelectual latinoamericana de la segunda parte del siglo XX ha sido investigada

tomando en cuenta sus sectores más representativos. Por lo general se habla de marxismo,

leninismo, maoísmo, trotskismo, estalinismo y de una innumerable serie más de ismos para

clasificarla. Con razón o sin ella, muchas veces esas clasificaciones aluden a las influencias

extranjeras que pesan sobre la izquierda intelectual de la región. Como si los intelectuales de esta

parte del mundo no hubieran hecho otra cosa que copiar ideas políticas y teorías que les venían de

afuera. Es obvio que las ideas, y más aún las ideas políticas, no son patrimonio de ningún

territorio en particular. Las ideas simplemente circulan y son recreadas donde pueden tomar

asiento. Sin embargo, da la impresión que de tanto investigar la recepción de ideas originadas a

partir de otras realidades, se ha descuidado el estudio de las producidas en el propio continente, y

lo que es más, ha habido una tendencia a pasar por alto la particularidades mismas de cada

intelectual para sus procesos de creación, sin tener en cuenta su naturaleza subjetiva, la cual puede

ser tan decisiva como los condicionamientos históricos o contextuales. Explorar la trayectoria de

Fals Borda desde la perspectiva que proponemos, no solo podrían ayudar en el desenterramiento

de ciertas creaciones originales del pensamiento latinoamericano, sino también develar la

existencia de una corriente romántica en las ciencias sociales de la región. En particular durante el

período que va de 1959 a 1989, que coincide con es el lapso de tiempo de mayor producción
~5~

intelectual de Fals Borda y de mayor radicalismo anticapitalista de los científicos sociales de

América Latina.

Para llevar a cabo nuestro estudio, en primer lugar, nuestro escrito intenta aproximarse a las

discusiones que en la actualidad se vienen dando acerca del género biográfico. Es así que el

primer capítulo de esta tesis consiste en una exploración sobre los debates epistemológicos que

hoy por hoy existen en torno a la biografía. Creemos que un capítulo introductorio como ése se

justifica porque durante el proceso de investigación uno de los asuntos más problemáticos para

nosotros fue, precisamente, aclararnos en qué consiste la práctica biográfica. Además, es muy

probable que con la lectura de ese primer capítulo el lector comprenda mejor las dificultades con

las que puede tropezar un historiador al intentar realizar un estudio de este género. Con todo, se

trata de un capítulo aparentemente desconectado del resto de la tesis, pero sin el cual no hubiera

sido posible la escritura de la misma, ya qué gracias a su escritura fue que logramos

familiarizarnos con esta forma de trabajo, como lo es la biografía, tan inclasificable entre la

historia y la literatura.

Luego, el segundo capítulo se ocupa de estudiar los años de formación juvenil de nuestro

biografiado. La idea es que esta parte sirva para comprender varios aspectos de la personalidad de

Fals Borda, particularmente los concernientes a su educación cristiana y científica, los cuales

consideramos indispensables para entender algunos rasgos de sus pensamientos y acciones en

años posteriores. Al iniciar nuestra investigación no creímos necesario la realización de este

capítulo, pues la idea era adentrarnos de inmediato en las décadas que tienen que ver con sus años

de más producción intelectual. No obstante, debido a los comentarios y sugerencias que nos
~6~

hicieron durante los seminarios de avances de investigación, nos dimos cuenta de que un capítulo

como este era necesario, ya que sin él terminaba siendo muy difícil ubicar la personalidad de

nuestro biografiado. En todo caso, se trata más bien de un capítulo descriptivo, que sin dejar por

fuera el análisis riguroso, busca mostrar la estructura de valores morales, políticos e intelectuales

con los que Fals Borda se formó antes de hacerse un hombre público.

Partiendo de todo lo anterior, se llega al tercer capítulo, que puede considerarse el corazón de la

tesis. Se trata de la parte más extensa de la misma, en la que cada apartado bien podría

considerase la base para futuros capítulos dentro de una investigación más amplia de la que

posibilita una investigación de maestría. Básicamente el objetivo del tercer capítulo radica en

mostrar el desenvolvimiento de la carrera y el pensamiento de nuestro autor, siguiendo el hilo

conductor de una pregunta principal que es a la vez nuestra hipótesis de trabajo. La cual,

repetimos, consiste en explorar lo que consideramos una vena romántica en el pensamiento de

este sociólogo. En este capítulo hacemos un recorrido por los años más productivos de la

trayectoria intelectual de Fals Borda (1959-1989), siempre intentando ubicarlo dentro de las

circunstancias que le tocó vivir en Colombia, sin perder de vista su condición como intelectual

latinoamericano. Es así que hemos intentado hacer un esfuerzo por mostrar el desenvolvimiento

de su obra dentro del contexto intelectual colombiano vinculándolo con el movimiento que

seguían los sociólogos latinoamericanos que le eran contemporáneos. Nuestra tesis cierra con una

conclusión que intenta condensar lo que interpretamos del romanticismo anticapitalista en la obra

de Fals Borda.
~7~

Finalmente, me gustaría aprovechar el espacio de esta breve presentación para expresar mis

agradecimientos a las personas que me colaboraron en el transcurso de la maestría y durante la

elaboración de esta investigación. En primera instancia, expreso mi gratitud a los profesores de la

maestría en historia del Instituto de Investigaciones Histórica por todo el apoyo y las enseñanzas

que me dieron durante los semestres de estudio. Especialmente al profesor Miguel Ángel Urrego,

quien además de asesorar la presente tesis, contribuyó a aclarar muchas de mis inquietudes a

través de conversaciones informales, durante las asesorías de tesis y por medio de los cursos que

nos ofreció a los estudiantes de maestría. Los profesores Leticia Bobadilla, Rosario Rodríguez,

Francisco Alejandro García Naranjo y Salvador Morales también fueron muy generosos con sus

aportes académicos y personales. Ni que decir del director del Instituto, el doctor Gerardo

Sánchez, que con su habitual sencillez siempre estuvo atento a las necesidades de todos los de la

maestría. También agradezco a mis compañeros de estudio, con quienes no sólo tuve la

oportunidad de intercambiar ideas en las clases, sino también sus experiencias como jóvenes

provenientes de distintas partes de la república de México, y del propio Estado de Michoacán. Le

doy gracias, muy especialmente, a Verónica, Mireya, Denisse y a Ignacio. Rosa Elena Yacutá

merece una mención muy especial, por su desprendimiento y generosidad para con todos los que

tuvimos el privilegio de ser sus compañeros a lo largo de la maestría


~8~

Capitulo I
A manera de Introducción:
Apuntes en torno a la práctica biográfica

Entre los científicos sociales más influyentes del siglo XX Pierre Bourdieu fue quizá el autor que

con mayor contundencia denunció los problemas epistemológicos de la biografía. Sus críticas al

trabajo biográfico fueron tan agudas que difícilmente un investigador que se dedique a la práctica

biográfica podría darse el lujo de pasarlas por alto. Se diría, incluso, que aún los científicos

sociales que no comparten su propuesta teórica están llamados a tener en cuenta sus críticas. Lo

anterior, irónicamente, porque en la negación que Bourdieu hizo de la biografía podrían hallarse

salidas a los problemas epistemológicos que siempre han perseguido a quienes se dedican a tales

estudios. Por eso, pese a que Bourdieu niega cualquier pertinencia científica a la biografía, en el

presente capítulo intentaremos discutir sus objeciones con el fin de explorar alternativas que

permitan construir un enfoque más seguro para el trabajo biográfico. Para desarrollar las ideas

anteriores, el capítulo se divide en tres partes y una breve conclusión. En la primera, expondremos

las objeciones que Bourdieu expresó contra la investigación biográfica. En la segunda y tercera,

apoyados en otros autores, plantearemos una serie de réplicas a tales objeciones, esbozando al

mismo tiempo algunas alternativas metodológicas para la práctica biográfica. Finalmente,

presentaremos una breve conclusión.


~9~

1. La biografía: un género bajo sospecha

En diversos pasajes de su obra, Pierre Bourdieu tuvo oportunidad de hacer referencia a los

estudios biográficos, pero es sin duda su artículo titulado “La ilusión biográfica” el que mejor

condesa sus puntos de vista sobre este asunto 1. Ahí, Bourdieu niega cualquier pertinencia

analítica a la biografía, afirma categóricamente que ésta en tanto que se funda en una creación

artificial de sentido es un absurdo científico. Bourdieu señala que la biografía padece un peligroso

problema de subjetivismo que conduce al biógrafo a una serie de trampas o ilusiones en las que se

hallaría perdido sin poder escapar. De ese modo, denuncia las ambiguas relaciones que se

establecen entre biógrafo y biografiado, en el sentido de que el primero, en el intento de dar una

coherencia interpretativa a la existencia del segundo, tiende a convertirse en ideólogo y cómplice

de su vida. Con el tono contundente que caracteriza a sus escritos afirma:

Esta tendencia a convertirse en el ideólogo de la propia vida seleccionando, en función de un


propósito global, unos acontecimientos y estableciendo entre ellos unas conexiones que sirvan
para justificar su existencia y darle coherencia, como las que implica su institución en tanto que
causas o, más a menudo, en tanto que fines, coincide con la complicidad natural del biógrafo al
que todo, empezando por sus disposiciones de profesional de la interpretación, induce a aceptar
esta creación artificial de sentido 2.

Resumiendo a Bourdieu, las implicaciones subjetivas que conlleva el género biográfico

terminarían por encerrar al investigador en las siguientes ilusiones. La primera, sería la de creer

1
El artículo “La ilusión biográfica” fue publicado por primera vez en 1986, en castellano puede leerse en uno de los
textos anexos de: Pierre Bourdieu, Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción, Barcelona, Editorial Anagrama,
1997, pp. 74-83.
2
Bourdieu, “Razones prácticas...”, pp. 75-76.
~ 10 ~

que la existencia de una persona tiene un carácter único, particular, que en su singularidad

expresaría una historicidad propia, como si la trayectoria individual de una persona pudiera dar

cuenta de un proceso histórico irrepetible y no fuese en realidad producto de condicionamientos

estructurales que también pesan sobre categorías de sujetos. La segunda ilusión, sería la de

pretender que la trayectoria de un individuo tiene una evolución cronológica-lineal, en la que se

daría una sucesión de acontecimientos que estarían atados unos a otros y dirigidos hacia el

cumplimiento de un fin último, cayéndose así en la falacia de un proceso teleológico y

monocausal.

La tercera, consistiría en suponer que al igual que sucede con el nombre de una persona, que no

cambia en el transcurso de su vida, ésta gozaría también de una identidad unitaria capaz de

mantenerse estable sin importar las circunstancias, las épocas o los lugares, es decir, que se estaría

negando la pluralidad de identidades, siempre dinámicas y no pocas veces contradictorias, que en

efecto tiene una persona. En definitiva, todas estas ilusiones llevarían presumir que el biografiado

tiene una trayectoria vital coherente, que lo dotaría de una intencionalidad implícita que

impulsaría su existencia hacia el cumplimiento de unas metas supremas que, como es obvio, el

biógrafo conoce de antemano. Además, ese conocimiento previo que tiene el biógrafo del fin que

tuvo la vida de su biografiado lo llevaría a forzar articulaciones imposibles, conectando

acontecimientos inconexos, con el objetivo de dar coherencia a la vida de su personaje, cayendo

por esa vía en el esencialismo. Por todo lo anterior, Bourdieu niega un carácter científico a la

biografía, concluyendo enfáticamente:

Tratar de comprender una vida como una serie única y suficiente en sí de acontecimientos
sucesivos sin más vínculo que la asociación a un ‘sujeto’ cuya constancia no es sin duda más que
~ 11 ~

la de un nombre propio, es más o menos igual de absurdo que tratar de dar razón de un trayecto en
el metro sin tener en cuenta la estructura de la red, es decir la matriz de las relaciones objetivas
entre las diferentes estaciones 3.

Según esta metáfora del viaje “en un metro sin tener en cuanta la estructura de la red”, se infiere

que Bourdieu exige al biógrafo privilegiar el estudio de las estructuras sociales que condicionan

las acciones del individuo. Más exactamente, este sociólogo defiende que para escapar del

subjetivismo y las ilusiones que éste conlleva sería necesario reconstruir el contexto en el que se

mueve la persona estudiada. Lo que en términos de su propia teoría supone, antes que nada, una

compresión de los estados sucesivos de los distintos campos en que se desenvuelve la vida del

biografiado. Esto, a su vez, obligaría a que deban ser estudiadas las relaciones objetivas en que

estaría involucrado el biografiado con otros sujetos, al menos en los campos pertinentes del caso.

“Esta construcción previa –escribe- es asimismo la condición de toda evaluación rigurosa de lo

que cabe llamar la superficie social, como descripción rigurosa de la personalidad designada por

el nombre propio” 4.

En otro texto suyo, continuando con sus querellas sobre la legitimidad científica del género

biográfico, puede leerse la que podría ser considerada una propuesta para superar los problemas

epistemológicos antes descritos. En Campo de poder y campo intelectual, arremetiendo contra el

estudio biográfico realizado por Sartre sobre Flaubert, acusa al autor de haberse perdido en las

ilusiones que ya tuvimos oportunidad de describir. Dice: “El hecho es que el análisis sartreano

depende de la interminable y desesperada tentativa de integrar toda la verdad objetiva de una

condición, de una historia y de una obra individuales, en la artificial unidad de un ‘proyecto

3
Bourdieu, “Razones prácticas...”, p. 82.
4
Bourdieu, “Razones prácticas...”, p. 82.
~ 12 ~

originario’” 5. Bourdieu es vehemente en defender la forma en que, según él, debería efectuarse el

trabajo científico. Insiste en que la única salida científica para la biografía está en partir de un

análisis estructural de los sistemas relacionales que definen el estado de los campos y los distintos

habitus que los agentes poseen por su ubicación en la estructura social.

Según el enfoque de Bourdieu, los campos son espacios sociales que se forman alrededor de la

valoración de hechos relacionados con la ciencia, el arte, la política, la cultura, entre otros. Se

trata de campos de fuerza donde se establecen relaciones sociales objetivas, en las que los

individuos compiten por ocupar un lugar en la jerarquía generada entre los agentes que detentan

distintos tipos de capital –simbólico, de poder, económico, etcétera-. En ese sentido, los campos

constituyen en su interior y en el vínculo que tienen con otros campos redes de relaciones de clase

en las que se generan conflictos por la obtención de distintos tipos de capital. De lo que se

desprende que cada uno de esos campos puede alcanzar grados de autonomía que los lleva a

competir entre sí dentro del campo más amplio de poder, que atraviesa toda la estructura social.

Al interior de todo ese complejo entramado de relaciones sociales, los individuos tendrían una

posición definida que los condicionaría a actuar dentro de los límites de ciertas posibilidades

históricas. Es decir, que la situación objetiva que ocupan los agentes sociales dentro de los

distintos campos los determinaría a tener ciertos tipos de comportamientos, de formas de sentir y

de pensar. Esto último es lo que Bourdieu llama el habitus, que consiste en las prácticas sociales

que ha adquirido el individuo durante su formación social: gustos, habilidades, lenguaje, formas

de opinar, de tomar decisiones. En general, el habitus funcionaría de manera inconsciente, pues es

un producto histórico, o mejor dicho, la forma como el individuo sintetiza en su persona la


5
Pierre Bourdieu, Campo del poder y campo intelectual, Buenos Aires, Folios Ediciones, 1983, p. 18.
~ 13 ~

sociedad. Así, pues, el habitus sería al mismo tiempo lo que generaría la reproducción de las

relaciones de dominación existentes y la posibilidad de transformarlas. Ya que, por un lado, el

habitus funciona como forma de control de quienes están en lo alto de las jerarquías de poder, y

por otro, es lo que posibilita el margen de maniobras de acción con que cuentan los dominados

para transformar la estructura social.

Dicho lo anterior, es posible ahora comprender porqué Bourdieu defiende que los estudios

biográficos deberían partir del análisis estructural de los sistemas relacionales, pues serían éstos

los que definirían el estado de los campos y el habitus que los agentes adquirirían por su situación

objetiva dentro de ellos. Desde ese punto de vista, es evidente que para Bourdieu lo importante

sería explicar los habitus generados entre categorías de individuos que comparten ubicaciones

similares dentro y entre los distintos campos. De lo cual se desprender que el sujeto no es

pertinente como tampoco lo son los acontecimientos particulares, ya que en última instancia lo

que cuenta son los condicionamientos estructurales que originan comportamientos y

acontecimientos entre distintos grupos de individuos. Es por ello que Bourdieu descalifica

tajantemente la pregunta que se hace Sartre sobre Flaubert, y que es la misma que se hacen casi

todos los biógrafos sobre sus personajes: ¿De qué manera Fulano de Tal llegó a ser lo que es? Esa

sería según Bourdieu una falsa pregunta porque ningún individuo es realmente original, ni su vida

obedece a un proyecto implícito que deba cumplirse inexorablemente. Lo importante, en el caso

de una biografía intelectual, que es la que a nosotros nos interesa y es el ejemplo que toma

Bourdieu, sería preguntar:

¿Cuáles debían ser, desde el punto de vista del habitus socialmente constituido, las diversas
categorías de artistas y escritores en una época dada y en una sociedad dada, para poder ocupar las
~ 14 ~

posiciones pre-dispuestas para ellos por un estado del campo intelectual, y para poder adoptar, en
consecuencia, las tomas de posiciones estéticas o ideológicas ligadas objetivamente a las posiciones
ocupadas? 6

Siendo consecuente con ese interrogante, y tomando como ejemplo las experiencias intelectuales

del escritor investigado por Sartre, Bourdieu propone que la respuesta debería darse a partir de un

análisis dividido en varios momentos, que en todo caso se hallarían entrelazados en el análisis.

Como si se tratara de un motor de tres tiempos, su método sería el siguiente: en primera instancia,

debería efectuarse un análisis de la ubicación objetiva que ocupan los intelectuales en la estructura

de la clase dominante, teniendo en cuenta el tipo de vínculo que sostienen con ésta, a saber, si

pertenecen o no pertenecen a ella, ya sea por origen o por condición.

El paso siguiente consistiría en un examen de las relaciones objetivas que poseen las diversas

categorías de intelectuales dentro de la estructura del campo intelectual, para lo que habría que

tener en cuenta las disputas que se generan por la legitimidad de ciertas corrientes intelectuales

en una época específica. Lo que a su vez supone establecer las lógicas especiales que en el

momento histórico de estudio tienen tanto el campo intelectual como el campo de poder. Como se

recodará, todos los campos están insertos dentro del campo de poder, razón por la cual también

debe analizarse el grado de autonomía que habría alcanzado el campo intelectual con respecto a

otros campos y, en especial, en su relación con el de poder. Sólo habiendo analizado lo precedente

es que se llegaría a conocer el margen de acción posible que podría tener el grupo de individuos

pertenecientes a la categoría en la que está situado el personaje biografiado, es decir, el habitus

que le es propio por su ubicación dentro de este sistema estructural de relaciones sociales.

6
Bourdieu, “Campo del poder y campo intelectual…”, p. 21.
~ 15 ~

Por consiguiente, el tercer momento consistiría en reconstruir el habitus, que es lo que en

definitiva permitiría saber el conjunto de prácticas e ideologías, modos de pensar y actuar de los

grupos ubicados en las distintas categorías del campo estudiado. Ello no sólo ayudaría explicar las

obras y las acciones del personaje biografiado, sino también, y esto es sin duda lo realmente

importante desde la pregunta planteada por Bourdieu: conocer las distintas categorías de

intelectuales existentes en la época estudiada, la ubicación que tendrían en la estructura social y,

por lo tanto, sus posibilidades ideológicas y creativas. El margen de maniobra que tendrían para

actuar las diferentes categorías de intelectuales estaría condicionado por el grado de autonomía

alcanzado por el campo intelectual frente al campo de poder, dominado este último por distintas

fracciones de la burguesía en la época moderna. Así las cosas, dado que los intelectuales tienden a

presentar una dependencia material y política con respecto a los grupos burgueses dominantes,

sólo en la medida en que alcancen una autonomía en su campo sus obras y acciones mostraran

niveles de independencia. Independencia que sería posible en virtud del desarrollo de un mercado

de bienes simbólicos, con capacidad de imponer sus propias sanciones, y que posibilitaría un

margen de acción más amplio a los intelectuales.

Cabría afirmar, siguiendo a Bourdieu, que para escapar de las trampas o ilusiones que impone el

género biográfico habría que estudiar la estructura social que condiciona el pensamiento y las

acciones del biografiado. Sin duda, se trata de un reclamo objetivista. Vale repetir: debe

reconstruirse la matriz de relaciones sociales objetivas en las que está situado el sujeto, con los

demás agentes pertenecientes a su misma categoría, quienes gozan al igual que él de las mismas

pasibilidades que les brinda la estructura social. Esa sería, pues, la salida propuesta por Bourdieu

para romper con la complicidad que implícitamente el biógrafo asume con su biografiado, al
~ 16 ~

intentar darle coherencia a una vida, al crear un sentido artificial de una existencia que lo único de

permanente que tendría sería el nombre que aparece en su registro civil o bautismal.

2. A propósito de las críticas de Bourdieu al género biográfico

No se puede negar que Pierre Bourdieu puso el dedo en la herida de la biografía. Sus críticas

apuntan directamente al corazón de los problemas epistemológicos fundamentales de este género

de estudio. Salvo las posturas más ingenuas de biógrafos tradicionales y de posmodernos

radicales, pocos serían los científicos sociales que osarían pasar por alto el hecho de que la

investigación biográfica está atravesada, en efecto, por una sería de trampas, calificadas con razón

por Bourdieu como ilusiones. Por eso, más que entrar a invalidar sus postulados habría que

asumirlos como una serie más de desafíos en la difícil labor de biografiar. He ahí que el objetivo

de este apartado sea asumir sus críticas como punto de partida para intentar salidas a la

encrucijada que supone la práctica biográfica.

Que existe una extrema implicación subjetivista por parte del biógrafo con respecto al biografiado

es cierto. Tampoco es mentira que el biógrafo se vea envuelto en la fantasía de pretender que la

vida del biografiado contiene una historia absoluta, con principio y final propios,

cronológicamente-lineal, al modo de un proceso continuo que esconde en el fondo un desarrollo

teleológico. También es verdad que lo anterior conlleva a la idea de pretender dar coherencia a la

vida del sujeto, cuando lo cierto es que toda existencia humana es discontinua, discordante y

plural. Intentar lo contrario sería caer en el esencialismo, pues la tentativa de dar coherencia a una
~ 17 ~

vida necesariamente obligaría a una lógica preconcebida en la selección de los acontecimientos.

Más aún cuando el biógrafo posee un conocimiento previo de lo que su biografiado llegó a ser, lo

que tendería a empujarlo a querer mostrar la consecución de unas metas que debían alcanzarse.

Por esa vía el biógrafo derivaría en una ficción totalizadora en la que se estaría narrando la

historia del movimiento de un círculo cerrado, de la trayectoria de un individuo que vino al

mundo a cumplir unos objetivos, a la manera de una especie de Mesías predestinado.

Sin embargo, si siguiéramos al pie de la letra a Bourdieu estaríamos renunciando al género mismo

de la biografía, pues desde su perspectiva científica la investigación biográfica termina por ser

radicalmente invalidada. Ello es claro no sólo en las críticas que el autor hace, sino también en la

alternativa que propone para salir de la ilusión biográfica. Alternativa que consiste, ya lo vimos,

en privilegiar el estudio de las lógicas estructurales como camino para comprender las prácticas

individuales, o mejor dicho, para explicar los comportamientos de categorías sociales donde los

sujetos solo serían ejemplos que servirían para verificar normas sociales. Es por eso que el

Flaubert de Sastre no tendría ninguna pertinencia de estudio como sí la tendrían las relaciones

objetivas en las que éste estaba envuelto dentro de un campo social. Lo anterior queda claro si

recordamos la metáfora que Bourdieu usa sobre el trayecto en un metro, vale la pena repetirla,

cuando dice que dar cuenta de la vida de un individuo es tan absurdo como explicar un viaje en el

metro sin tener conocimiento de la estructura de la red.

Si bien consideramos oportunas las críticas de Bourdieu, no podemos acompañarlo en la

alternativa que brinda para los problemas epistemológicos que observa en la biografía. Aceptar su

propuesta sería como pasar del riesgo subjetivista al peligro reduccionista del estructuralismo,
~ 18 ~

éste último ciertamente aplastante para el caso de los estudios biográficos. Dicho de manera más

coloquial, sería como aplicar un remedio peor que la enfermedad, pues la medicina terminaría

matando al enfermo: eliminando lo que tiene de específico el género biográfico: su naturaleza

subjetiva, su preocupación por lo particular, su irreductible carácter antinomotético y su especial

historicidad. Como bien afirma François Dosse, apoyado en autores que critican la alternativa de

Bourdieu, “El objetivo es, por tanto, objetivar la subjetividad y subjetivar la objetividad” 7. Con lo

que se buscaría escapar del falso dilema entre individuo-estructura, subjetivo-objetivo, particular-

general, etcétera.

En el intento de ir más lejos de esas dicotomías polares, Dosse defiende que es preciso entender

que una buena alternativa para la biografía estaría el uso de modelos teóricos de mediano alcance,

es decir, enfoques dinámicos y flexibles, capaces de captar las trayectorias biográficas sin por ello

perder de vista las dinámicas estructurales. Así, de un lado, podrían superarse los problemas de

subjetividad, y de otro, el empobrecimiento que traerían los esquemas estructuralistas sobre el

análisis de una vida particular 8. Desde una perspectiva que concibe la biografía como un terreno

privilegiado para la experimentación científica, Dosse acepta la crítica contra el subjetivismo

biográfico planteada por Bourdieu, pero en vez de verla como una sin salida epistemológica la

concibe como una encrucijada necesaria para humanizar las ciencias humanas. Consciente de la

empatía que experimenta el biógrafo con su biografiado, que necesariamente los transforma a

ambos en el proceso de investigación, Dosse afirma:

Si tomamos en serio la bella demostración de Paul Ricoeur según la cual el sí mismo (Ipse) se
construye no en una repetición del mismo (Idem), sino en la relación con el otro, la escritura
7
François Dosse, La apuesta biográfica. Escribir una vida, Valencia, Universidad de Valencia, 2007, p. 213.
8
François Dosse, “La apuesta biográfica…”, pp. 213-215.
~ 19 ~

biográfica está muy cerca de ese movimiento hacia el otro y de la alteración del yo hacia la
construcción de un sí mismo convertido en otro. Evidentemente, una aventura así conlleva riesgos:
entre la pérdida de la propia identidad y el hecho de perder la singularidad del sujeto de la biografía,
el biógrafo debe saber mantener la distancia justa 9.

Para Dosse, es claro que la apertura que viven las ciencias humanas desde finales de los años

ochenta está posibilitando resolver problemas científicos que antes se creían infranqueables para

los estudios biográficos. La crisis de los rígidos enfoques estructuralistas y de los esquemas

mecánicos de interpretación. Las nuevas preguntas sobre la acción humana, individual y

colectiva, sobre el sujeto, la identidad y la singularidad en la historia. Los avances de la historia

cultural, la preocupación por el tema de la narrativa, las estudios sobre las relaciones entre ciencia

y ficción, los cambios de escala en el análisis social y un renovado interés por los estudios de

caso, entre otros, serían algunos de los elementos que actualmente harían más que nunca

pertinente la investigación biográfica. Es más, Dosse afirma que sería precisamente el carácter

hibrido de la biografía, promiscua entre la ciencia y la literatura, lo que podría proporcionar

muchas de las respuestas a las cuestiones que hoy están en el centro de los debates científicos

sociales.

En ese sentido, los problemas denunciados por Bourdieu son asumidos pero sin renunciar a las

paradojas epistemológicas propias del género biográfico, de las que se esperaría cierta tensión

científica necesaria para estimular la experimentación y la creatividad investigativa. Dosse acepta,

asimismo, que hay que romper con aquellas ideas de biografías que conciben la vida de una

persona como unitaria y coherente, cronológicamente lineal y falsamente teleológica. Pero

siempre y cuando no se renuncie a estudiar la singularidad del individuo y su capacidad de acción

9
Dosse, “La apuesta biográfica…”, p. 14.
~ 20 ~

social, su capacidad de ser libre. Poniendo como ejemplos investigaciones que desde una

perspectiva interdisciplinaria han estudiado la naturaleza plural y múltiple del ser humano, Dosse

muestra que no sólo es viable dar cuenta de las significaciones distintas de un sujeto, de sus

diversas identidades, sino que también es posible hacer uso de ciertas formas de heterocronía que

alteren los parámetros lineales de las biográficas clásicas, es decir, a través de exposiciones donde

el tiempo y los temas a estudiar puedan ser expuestos de modo fragmentado y variable. Lo que no

sólo permitiría una mejor aproximación a la vida del individuo estudiado –que siempre tiene

múltiples niveles, cambios, interrupciones, continuidades y contrariedades-, sino, también, un

mejor acercamiento al carácter fragmentario de las mismas fuentes 10.

Por su parte, Franco Ferrarrotti ha hecho una defensa de la autonomía del método biográfico que

conviene resaltar. En un texto publicado en la misma época de “La ilusión biográfica” de

Bourdieu, desde una perspectiva totalmente distinta, Ferrarrotti afirma que si queremos

aprovechar el potencial heurístico del género biográfico debemos abandonar los postulados

objetivistas del método científico tradicional y acércanos a la epistemología especifica de la

biografía. Para Ferrarrotti, es evidente que tal especificidad proviene de las implicaciones

subjetivas del género, que es precisamente lo que le da un valor potencial como campo de estudio

para acceder al conocimiento científico. Al respecto, este sociólogo italiano afirma:

El método biográfico pretende atribuir a la subjetividad un valor de conocimiento. Una biografía es


subjetiva en varios niveles. Lee la realidad social desde el punto de vista de un individuo
históricamente especificado. Se basa en elementos materiales que son, la mayoría de las veces,
autobiográficos, por lo tanto expuestas a las innumerables deformaciones de un sujeto-objeto que se

10
Una discusión más detallada sobre la propuesta biográfica de Dosse puede verse en: Alexander Pereira, “François
Dosse, El arte de la biografía”, en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Universidad Nacional de
Colombia, No. 35, 2008, pp. 462-466.
~ 21 ~

observa y se reencuentra. Se sitúa, a menudo, en el marco de una interacción personal (interview);


en el caso de cualquier relato biográfico, esta interacción es bastante más estrecha y compleja que
las relaciones observador-observado admitidas por el Método: cooptación del observador en la
verdad del observado, mecanismos manipuladores recíprocos difícilmente controlables, ausencia de
puntos de referencia objetivos, etcétera 11.

Partiendo de esa sobreexposición que el género biográfico tiene con la subjetividad, Ferrarrotti

llega a su modo a una conclusión similar a la de Paul Ricoeur. Afirma que el biógrafo está

necesariamente implicado en el campo del biografiado, quien lejos de ser un objeto pasivo

transforma a su observador en el proceso de investigación, siendo a su vez éste transformado

también: “Este proceso de retroalimentación (feedback) circular ridiculiza cualquier presunción

del conocimiento objetivo. El conocimiento no tiene como objeto al otro, tiene como objeto la

interacción inextricable y reciproca entre el observador y el observado” 12. Lo anterior en cuanto

las empatías subjetivas entre biógrafo y biografiado. Ferrarrotti también intenta dar respuesta a la

pregunta de cómo producir conocimiento desde este género de estudio sin eludir la centralidad del

sujeto y la historicidad específica que éste posee.

Propone una alternativa que asume como válida la VI Tesis sobre Feuerbach de Marx: “la esencia

de todo hombre (…) es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales” 13. A saber: que toda

praxis humana es una actividad sintética, “totalización activa de todo un contexto social. Una

vida, es una praxis que se apropia de las relaciones sociales (las estructuras sociales), las

interioriza y las retraduce en estructuras sicológicas por su actividad estructurante-

11
Franco Ferrarrotti, “Acerca de la autonomía del método biográfico”, en José Miguel Marinas y Cristina Santa
María (editores), La historia oral: métodos y experiencias, Madrid, Editorial Debate, 1993, p. 128.
12
Ferrarrotti, “Acerca de la autonomía del método biográfico…”, p. 129.
13
Citado en Ferrarrotti, “Acerca de la autonomía del método biográfico…”, p. 134.
~ 22 ~

reestructurante” 14. Esa retraducción singular consistiría en la reapropiación del contexto histórico

que hace un individuo, de modo original, desde su propia experiencia social. Lo que supone para

el biógrafo un acceso a la realidad a partir de la especificad irreductible de una persona o, lo que

viene a ser lo mismo, de sus prácticas individuales y experiencias subjetivas.

Desde ese enfoque, sin renunciar al estudio de las relaciones estructurales, Ferrarrotti combate

cualquier determinismo o mecanicismo social. De tal suerte que un individuo no podría ser

intercambiado por otro con el fin de analizar una categoría social, por más que el uno y el otro

compartan experiencias en un mismo grupo social, ya que se entiende que cada persona mediatiza

desde su propia dimensión subjetiva la época y la sociedad que le tocó vivir. Aquí, la metáfora del

metro no tendría ninguna validez, por cuanto el énfasis de estudio es puesto tanto en la libertad de

acción de los sujetos como en los condicionantes estructurales. Es decir, el individuo no se le ve

como un reflejo de la estructura social, más bien se le entiende como un producto singular de ésta,

con amplias posibilidades de transformarlas desde el filtro de su visión subjetiva del mundo.

Por lo demás, llama poderosamente la atención que tanto Bourdieu como Ferrarrotti basen sus

antagónicos puntos de vista en Sartre, si bien el primero lo usa para demostrar el absurdo

científico de la biografía y el segundo para resaltar sus grades posibilidades. Bourdieu y

Ferrarrotti escriben más o menos al mismo tiempo sus ensayos sobre la biografía, pero haciendo

lecturas absolutamente opuestas del enfoque defendido por Sartre. Y lo más irónico de todo es

que ambos tienen la razón en la lectura que hacen sobre dicho autor, o por lo menos la tienen

desde los argumentos que cada uno toma de Sartre para defender sus propios puntos de vista. La

posibilidad de que puedan existir dos lecturas tan divergentes del enfoque biográfico sartreano
14
Ferrarrotti, “Acerca de la autonomía del método biográfico…”, p. 134.
~ 23 ~

estriba en que el propio Sartre yerra en algunos planteamientos y acierta en otros. Digamos que

esa situación le permitió a Bourdieu hacer uso del Sartre errático y a Ferrarrotti del atinando, sin

que ninguno de estos dos autores prestara mucha atención a la otra cara del enfoque de Sartre, es

decir, a la que invalidaba sus propios puntos de vista.

Como vimos antes, el ejemplo que toma Bourdieu para invalidar los estudios biográficos lo halla

en la biografía que Sartre hizo sobre Gustavo Flaubert, donde existe la pretensión de explicar lo

que el biografiado llegó a ser partiendo de la búsqueda de cierta identidad formada en una primera

etapa de su vida, que sería la que llegaría a determinar el resto de su existencia: “podríamos

explicarlo si comprendiésemos todo lo que ocurrió en la infancia –afirma Sartre refiriéndose a

Flaubert – , es decir, en una condición radicalmente distinta de la condición adulta: la infancia es

la que forma los prejuicios insuperables” 15. Ideas como esa, que están fundadas en el psicoanálisis

freudiano, son la que utiliza Bourdieu para mostrar que la biografía está fundada sobre una

creación artificial de sentido que dota al biografiado de una identidad inamovible que lo conduce

a cumplir las metas de un destino, a la manera de una historia particular y con un falso desarrollo

teleológico.

En nuestra opinión, el problema del enfoque sartreano está en colocar demasiado énfasis en las

primeras experiencias de la infancia, que en efecto son decisivas, pero como también lo son el

resto de etapas de la vida. Ese énfasis que Sartre pone en la niñez de su personaje es sin duda el

15
Jean Paul Sartre, Crítica de la Razón dialéctica. Precedida por cuestiones de Método, Tomo I, Buenos Aires,
Editorial Losada, 2004, p. 60.
~ 24 ~

que lo lleva a perderse en la ilusión biográfica 16. Pero de ello no se deriva que todo su enfoque

esté errado, puesto que el problema de fondo en el que está interesado es en el de explorar las

posibilidades de elección y libertad que pueden tener los sujetos. Esto último pareciera ser lo que

en verdad le molesta a Bourdieu, quien a pesar de afirmar cierto interés por la acción individual lo

que ha terminando resaltado en sus obras son los condicionantes estructurales que pesan sobre las

acciones de los sujetos.

Sartre defiende la capacidad de libertad individual de manera radical, desde una perspectiva que

se vale tanto de la dialéctica marxista como del existencialismo. Su perspectiva ataca cualquier

tipo de modelo teórico que, en el afán de ver verificado sus presupuestos conceptuales, lleve a

reducir las experiencias concretas de los sujetos a simples determinaciones estructurales. Por eso,

reclama un marxismo vivo, en contra de lo que llama un marxismo flojo, universalista y

apriorístico, que al igual que otras teorías estructurales tiene como único fin que “los

acontecimientos, las personas o los actos considerados entren en los moldes prefabricados” 17. Por

lo demás, anticipándose a críticas como las de Bourdieu, Sartre alcanzó a escribir:

Pero mucho se equivocarían si nos acusasen de introducir aquí lo irracional, de inventar un


“comienzo primero” sin unión con el mundo o de dar al hombre una libertad-fetiche. Este
reproche no podría venir, en efecto, sino de una filosofía mecanicista: los que nos las
dirigiesen querrían reducir la praxis, la creación, la invención de reproducir el dato elemental
de nuestra vida, querría explicar la obra, el acto, la actitud, por los factores que los
condicionen; su deseo de explicación escondería la voluntad de asimilar lo complejo a lo

16
Ese énfasis de Sartre en la infancia para explicar la trayectoria vital de un sujeto también puede apreciarse en su
autobiografía, donde el relato sólo se enfoca en su niñez, ver: Jean Paul Sartre, Las palabras, Buenos Aires, Editorial
Losada, 2007.
17
Sartre, “Crítica de la Razón dialéctica…”, pp. 42-43.
~ 25 ~

simple, de negar la especificidad de las estructuras y de reducir el cambio a la identidad. Es


recaer en el nivel de determinismo cientificista 18.

Es de este Sartre defensor de la libertad de acción del individuo del que se vale Ferrarrotti. De ese

Sartre que afirma cosas como las siguientes:

Pero sin hombres vivos no hay historia. El objeto del existencialismo –por la carencia de los
marxistas- es el hombre singular en el campo social, en su clase en medio de los objetos
colectivos y de los otros hombres singulares, es el individuo alienado, deificado, objetivado,
tal y como lo han hecho la división del trabajo y la explotación, pero luchando contra la
alienación por medio de instrumentos deformados y, a pesar de todo, ganando terreno
pacientemente 19.

Para estudiar al sujeto de esa manera, Sartre propone un modelo que llama progresivo-regresivo y

analítico-sintético, que supone un análisis simultaneo que va del sistema social a la trayectoria

particular del sujeto, en una especie de movimiento de ida y vuelta, pendular, que serviría para

lograr una aproximación estructural e histórica, tanto del individuo como de su sociedad. Un

resumen de su propuesta lo encontramos escrito de la manera siguiente: “al mismo tiempo es un

vaivén enriquecedor entre el objeto (que contiene toda la época como significación jerarquizada)

y la época (que contiene al objeto en su totalización)” 20. Como puede verse, la metodología de

Sartre no rechaza el estudio de los condicionamientos estructurales, al contrario, apela a ellos pero

a condición de que puedan ser estudiados a través de la experiencia singular del sujeto, o de la

significación particular de un acontecimiento.

18
Sartre, “Crítica de la Razón dialéctica…”, pp. 131-132.
19
Sartre, “Crítica de la Razón dialéctica…” p. 117.
20
Sartre, “Crítica de la Razón dialéctica…”, p. 129.
~ 26 ~

La propuesta sartreana de un marxismo vivo, dialéctico y existencialista, ve como necesario el

análisis heurístico de los acontecimientos y de los individuos. Afirma que es necesario un

acercamiento a lo concreto, desde una perspectiva heurística, que permita comprender tanto las

significaciones particulares de los hechos como lo que revelan de las estructuras sociales en

general. En ese sentido, debe entenderse que su metodología se apoya en procedimientos

comprensivos, o mejor dicho, hermenéuticos, en tanto que no sólo busca el establecimiento de las

circunstancias reales de los hechos y de los sujetos, sino también las significaciones históricas de

los mismos. A lo que con razón comenta Ferrarrotti: “esta metodología no rechaza el aporte del

conocimiento nomotético: lo exige pero para integrarlo en un movimiento heurístico con modelos

hermenéuticos no lineales que apelan a la razón dialéctica y no a la razón formal” 21. Este tipo de

propuestas, que son heurísticas y hermenéuticas a la vez, presentan alternativas confiables para

los estudios biográficos, por ello en adelante intentaremos profundizar en una que recoge esta

tradición, que podemos ubicadar en un punto intermedio entre las corrientes estructuralistas y

subjetivistas.

3. ‘La excepción normal’ una alternativa metodológica para la biografía

Giovanni Levi, uno de los representantes más renombrados de la microhistoria italiana, advertía

en un artículo de 1989 (año de la publicación de La ilusión biográfica) que, la biografía se hallaba

en el centro de los problemas metodológicos de la historiografía contemporánea. A saber: los

vinculados con el trabajo interdisciplinario, los que indagan sobre las relaciones entre historia y

relato, los que debaten acerca de los cambios de escala en el análisis, los relacionados con los
21
Ferrarrotti, “Acerca de la autonomía del método biográfico…”, p. 140.
~ 27 ~

nexos entre las reglas y las prácticas sociales y, tal vez los más importantes, los que discuten

acerca de las complejidades para comprender los limites de la libertad de acción y racionalidad

humanas 22. En su artículo, Levi daba la razón a las reticencias plantadas por Bourdieu, pero no lo

seguía en su propuesta, ya que consideraba que su enfoque todavía estaba encerrado en la

perspectiva modal de la biografía. Con lo anterior, el italiano quería decir que la perspectiva de

Bourdieu sólo ofrecía un interés sobre el sujeto en tanto éste ejemplificara prácticas

estadísticamente representativas, esto es, formas típicas de comportamiento o de conducta. Lo que

sería evidente en la relación entre habitus de grupo y habitus individual que propone el sociólogo,

donde se obliga al investigador a seleccionar acontecimientos que serían comunes y medibles

dentro de los estilos propios de un campo social. Refiriéndose a Bourdieu, Giovanni Levi

escribió:

Este enfoque comporta ciertos elementos funcionalistas en la identificación de normas y de los


estilos comunes a los miembros del grupo y en el rechazo, por no significativos, de los desvíos y las
desviaciones. Pierre Bourdieu plantea tanto la cuestión del determinismo como la de la elección
consciente, pero esta última es más constatada que definida y el acento parece ponerse más sobre los
aspectos deterministas e inconscientes 23

Como se aprecia, Levi y en realidad toda la corriente de microhistoria italiana, no está de acuerdo

con el descentramiento del sujeto que terminan por hacer las teorías estructuralistas sean estas de

tradición marxista o parsoniana. Antes, por el contrario, esta corriente de historiadores realiza una

defensa del carácter irreductible del individuo. Sin caer en relativismos extremos, Giovanni Levi

propone un enfoque para la biografía donde lo central sean las preguntas por la libertad de acción

individual y el sistema de normas en que éstas tienen lugar. Recuerda que no existe un sistema

22
Giovanni Levi, “Los usos de la biografía”, en Historias, No. 37, México D. F., 1996-1997, p. 15.
23
Levi, “Los usos de la biografía…”, p. 19.
~ 28 ~

normativo lo suficientemente estructurado, siempre hay incoherencias y fisuras en las estructuras

sociales, que pueden permitir la acción consciente de los sujetos, la negociación de las reglas e

incluso, su manipulación.

Partiendo de lo anterior, Levi afirma que el investigador debe profundizar en el estudio del tipo de

racionalidad puesta en práctica por los sujetos, ya que ésta nunca es absoluta, ni todos los

individuos poseen las mismas disposiciones cognoscitivas, ni la misma información, ni actúan

todos en función del calculo, ni obedecen a los mismos mecanismos de decisión, ni

necesariamente orientan sus acciones a obtener máximos beneficios. El hombre nunca es

enteramente racional, la racionalidad, afirma, es limitada y selectiva, por ello se debe indagar en

su definición para evitar reduccionismos del tipo que iguala la racionalidad de un individuo a la

de una categoría o grupo social. En sus propios términos dice:

No se puede negar que haya un estilo propio de una época, un habitus que resulta de experiencias
comunes y reiteradas, así como existe, en cada época, el estilo propio de un grupo. Pero existe
también, para cada individuo, un espacio significativo de libertad que encuentra su origen
precisamente en las incoherencias de los confines sociales y que da origen al cambio social. No
podemos, pues, aplicar los mismos procedimientos cognoscitivos a los grupos y a los individuos; y
la especificidad de las acciones de cada individuo no puede ser considerada como indiferente o
privada de pertinencia 24.

El enfoque planteado por Levi puede ser leído como una defensa y, a la vez, una sistematización

de lo realizado en 1973 por Carlo Ginzburg en su ya clásico libro El queso y los gusanos. En esa

investigación, muchos de los postulados de Levi ya se hallaban implícitos a través del enfoque

biográfico del ‘caso límite’. Como se recordará, Carlo Ginzburg estudia el caso de Menocchio, un

24
Levi, “Los usos de la biografía…”, p. 25.
~ 29 ~

molinero italiano del siglo XVI, indagando por su racionalidad especial en un momento de

profundas mutaciones culturales. No se trata, pues, de un estudio sobre la vida de un individuo

promedio, al revés, se trata de alguien singular en una época también singular, en decir, en una

situación límite, de crisis estructural. En ese sentido, lo que para algunos es considerado

problemático en la biografía aquí se vuelve un atributo, pues es a través de la subjetividad

particular de un individuo, en una situación de rupturas estructurales, que se pretende acceder a

prácticas sociales ampliamente propagadas. A primera vista lo anterior parece una contradicción,

por eso veamos exactamente lo que afirmaba Ginzburg:

También un caso límite (y el de Menocchio lo es) puede ser representativo. Tanto en sentido
negativo -porque ayuda a precisar qué es lo que debe entenderse, en una determinada situación, por
estadísticamente más frecuente-, como en sentido positivo, al permitir circunscribir las posibilidades
latentes de algo (la cultura popular) que se advierte sólo a través de documentos fragmentarios y
deformantes 25.

La paradoja que contiene este método puede ser traducida así: el caso límite también contiene la

regularidad, la norma estructural, pero en estado de continuo movimiento, impredecible, entonces,

funciona para ver lo general desde lo particular, en proceso de transformación. Estamos ante un

cambio de escala para observar los fenómenos sociales. No se renuncia al estudio de los subjetivo,

a los distintos tipos de racionalidad, ni a lo particular-concreto. Tampoco se renuncia al estudio de

lo general, ni mucho menos a la indagación de los múltiples condicionantes estructurales, después

de todo, el caso de Menocchio muestra a un individuo que pese a su innegable singularidad

también tenía actitudes similares a las de grupos que al igual que él compartían una misma cultura

popular y experiencias de clase.

25
Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos. El cosmos según un molinero del siglo XVI, México D. F., Editorial
Océano de México, 1997, p. 25.
~ 30 ~

A este enfoque, años después de la aparición de El queso y los gusanos, la corriente de

microhistoriadores italianos lo denominó el estudio de la ‘excepción normal’ 26. Con lo que se

quería poner énfasis en que la idea era estudiar al mismo tiempo la excepción y la norma: al caso

particular y la estructura social. Es decir, que las biografías realizadas desde la microhistoria

debían dar cuenta de un doble movimiento: la forma en que la excepcionalidad trasgrede los

condicionantes estructurales y, paralelamente, la manera en que los condicionantes estructurales

operaban sobre esa excepcionalidad. Todo visto desde el ángulo de un caso particular, concreto y

bien delimitado.

4. Para cerrar

Tal como lo hemos podido ver, actualmente la biografía se presenta como un campo de

investigación con enormes posibilidades para la experimentación científica, ya que su naturaleza

subjetiva y en búsqueda permanente de lo real tiende a romper tanto con los viejos modelos de los

estructuralismos mecanicistas como con las nuevas modas posmodernas centradas en la estética

narrativa. La biografía, tal y como aquí la entendemos, sigue apostándole al establecimiento de

hechos concretos, a la compresión de seres humano de carne y hueso, con sus mediaciones

subjetivas, pero sin por ello perder de vista los condicionantes estructurales, el uso de modelos

teóricos y, en definitiva, el análisis riguroso de la sociedad y de los sujetos.

26
Aparte del artículo que hemos citado de Giovanni Levi, sobre la historia y el sentido que se le ha dado a la noción
de la ‘excepción normal’ pueden consultarse también los siguientes textos: Dosse, “La apuesta biográfica…”, pp.
254-276; Justo Serna y Anaclet Pons, Cómo se escribe la microhistoria, Madrid, Ediciones Cátedra, 2000, pp. 100-
105
~ 31 ~

Independientemente del enfoque teórico que utilice el biógrafo, lo importante es que no deje de

lado el uso de estrategias heurísticas y hermenéuticas. Ya que son esas estrategias las que

posibilitan al investigador el establecimiento real de los hechos y de los sujetos, comprendiendo

en ellos sus múltiples significaciones, particulares y estructurales. Lo anterior es lo que brinda a la

biografía un potencial experimental que puede ayudar a poner en discusión las distintas teorías y

conceptos de los que se valga el biógrafo. De ese modo, la práctica biográfica podría dar lo mejor

de sí, esto es: no sólo como un genero para la compresión de los individuos y su sociedad, sino

también como un terreno privilegiado para la experimentación de las ciencias sociales, en un

sentido que desafía al mismo tiempo corrientes que defienden enfoques cientificistas que

involucran explicaciones monocausales, deterministas, y las que se hallan enredadas en

rocambolescos discursos posmodernos, estetizantes y de extremo relativismo.

Partiendo de todo lo antes dicho, el enfoque que utilizaremos en nuestro trabajo podría definirse

como el de una biografía-problema, que se vale de estrategias heurísticas y hermenéuticas. Desde

esa perspectiva partimos de un problema o hipótesis central que nos ayude, por un lado, a

comprender características de la vida y obra de nuestro biografiado, y de otro, la época en la que

éste se desenvolvió. Nuestro enfoque intenta tener en cuenta los distintos aportes que destacamos

en la anterior discusión en torno a la práctica biográfica, haciendo énfasis en los que privilegian la

centralidad del sujeto biografiado, pero sin perder de vista los condicionamientos históricos. Es

decir que en nuestro trabajo el sujeto tiene pertinencia, por cuanto nos interesa comprender la

capacidad de acción y de libertad que él posee para moverse dentro de las posibilidades de su

contexto histórico. Asimismo, nos interesa experimentar una estrategia de exposición que rompa
~ 32 ~

un poco con la idea clásica de la biografía narrada de manera lineal. La idea que tenemos es que

cada capítulo pueda ser independiente el uno del otro, y escrito bajo distintos parámetros de

narración, a la manera de ensayos biográficos interconectados por una mismo problema. En ese

sentido, los capitulo -o ensayos biográficos- no se hallan desarticulados, sino que van hilados por

medio de un mismo problema que va desarrollándose en distintos momentos y con hecho

diferentes de la vida de nuestro biografiado.

Con todo, antes dar inicio a la narración biográfica, nos gustaría concluir esta parte con un esbozo

del problema que intentamos investigar en la vida de nuestro personaje. El problema o hipótesis

es el siguiente: Pretendemos mostrar que la perspectiva ideológica que alcanzó a madurar Orlando

Fals Borda es una variante particular de cierta corriente de romanticismo anticapitalista que tuvo

lugar entre diversos científicos sociales de Colombia y América Latina entre los años sesenta y

ochenta. Entendiendo el romanticismo anticapitalista como una protesta que posee una

perspectiva de base moral, que expresa una querella contra el desarrollismo y la modernización

industrial capitalista. Ahora bien, para entender mejor ese problema es conveniente que aclaremos

a qué tipo de romanticismo anticapitalista nos estamos refiriendo.

Las definiciones más convencionales sobre la noción de romanticismo coinciden en ubicarlo

como un fenómeno cultural que tuvo lugar en Europa, particularmente, en las artes y la literatura

de Francia, Inglaterra y Alemania. Al hacer una historia del término ‘romántico’, Raymond

Williams afirmó: “es una palabra compleja, porque toma su sentido moderno de dos contextos

distintos: el contenido y carácter de los romances y el contenido y carácter del movimiento

romántico. Este último se ubica habitualmente entre fines del S18 y principios del S19; en sí
~ 33 ~

mismo es excepcionalmente complejo y diverso” 27. Si nos atenemos a las definiciones que surgen

de esa limitación espacial y temporal habría que conformarse pensando que el romanticismo fue

un fenómeno del pasado, Europeo, y que en América Latina simplemente tuvo sus imitadores.

Sin embargo, esas mismas definiciones también coinciden en afirmar que el origen del

romanticismo se debe a una protesta contra la modernidad, contra el racionalismo cartesiano de la

Ilustración, contra la mentalidad burguesa y, en definitiva, contra las consecuencias de la

industrialización capitalista. Todo en nombre de un pasado en proceso de desaparecer por la

homogenización que traía consigo la modernidad capitalista. Si en efecto el origen del

romanticismo es ese, entonces, ¿por qué en los países que llegaron de manera tardía a la

modernidad capitalista las expresiones del romanticismo no han sido visibles? O, ¿se trata más

bien de que no han sido investigadas? Sería de esperarse que por lo menos el sentimiento de

nostalgia que cundió entre los europeos en la época de su revolución industrial al menos hubiera

tenido algunas manifestaciones en el siglo XX latinoamericano, es decir, en las décadas en las que

más se profundizaron los procesos de modernización capitalista, esto es: a partir de los años

cincuenta del siglo pasado.

En su libro Revuelta y melancolía, Michael Lowy y Robert Sayre definen el romanticismo como

un movimiento cultural que puede estar presente en todos los campos de las expresiones humanas,

y no solamente en las artes y literatura. Afirman que el romanticismo es posible encontrarlo en

obras de ciencias sociales, de economía, política, teología, etcétera, por cuanto en esencia se trata

de una protesta cultural con características especiales, contra la moderna civilización capitalista.

27
Raymond Williams, Palabras clave. Un vocabulario de la cultura y la sociedad, Buenos Aires, Ediciones Nueva
Visión, 2000, pp. 290-291.
~ 34 ~

De ahí que aunque lo conciben como un movimiento cuyos orígenes pueden remontarse más o

menos desde la segunda mitad del siglo XVIII, también lo entienden como una expresión que aún

continúa desarrollándose hasta nuestros días. Con todo y que pueda ser denomina de otras

formas 28.

Según la perspectiva de estos autores, el romanticismo consistiría en una vertiente, en una

dimensión y en una sensibilidad de marcado carácter anticapitalista, que puede encontrarse junto

con otras dimensiones anticapitalistas en las obras de ciertos pensadores o grupos sociales. Se

trataría, ante todo, de una querella cultural con una perspectiva de fuertes base morales y éticas.

Donde son expresados sentimientos de dolor e indignación por las negativas consecuencias

humanas y, en muchos casos también ecológicas, que trae consigo la modernidad y la

modernización capitalistas. Tales querellas o críticas, en términos generales, estarían orientadas

contra los siguientes aspectos de la modernidad: el racionalismo, el positivismo, el burocratismo,

el autoritarismo, el materialismo, el economicismo, la centralización del poder, el evolucionismo,

las falsas ilusiones de progreso capitalista y el estilo burgués de vida. Asimismo, aspectos

concomitantes o relacionados, como el calculo y el máximo beneficio monetario, el

individualismo egoísta y el hedonismo, el intelectualismo y lo inauténtico, la aculturación y la

homogenización de la cultura, también serían elementos atacados por el romanticismo. En

28
La primera vez que Michael Löwy trabajó el concepto de ‘romanticismo anticapitalista’ fue precisamente para
explicar la evolución anticapitalista de quien acuñó tal noción: Lukács. Sin embargo, Lowy siguió elaborando el
término en otras investigaciones, de todas las cuales la más significativa fue la que hizo en compañía de Robert
Sayre, un experto el tema del romanticismo. Dicho lo anterior, los textos en que nos basamos para la noción de
romanticismo anticapitalista son los siguientes: Michael Löwy, Para una sociología de los intelectuales
revolucionarios. La evolución política de Luckás 1909-1929, México D. F., Editorial Siglo XXI, 1978; Michael
Löwy, Guerra de Dioses. Religión y política en América Latina, México D. F., Siglo XXI, 1999; Michael Löwy y
Robert Sayre, “La corriente romántica en las ciencias sociales en Inglaterra: Edward Thompson y Raymon Williams”,
en L’ Homme et la Societé, Paris, No. 110, 1993, pp. 39-60; y, en especial, Michael Löwy y Robert Sayre,
Romanticism: Against the tide of modernity, Londres, Duke University Press, 2001. Esta última investigación fue
escrita originalmente en francés y el título de su traducción castellana sería más o menos la siguiente: Revuelta y
melancolía: el romanticismo a contramano de la modernidad.
~ 35 ~

definitiva, se trataría de una crítica que privilegia los elementos cualitativos de la vida en contra

de los cuantitativos o, lo que es lo mismo, los valores de uso contra los valores de cambio.

El romanticismo, así entendido, en todo caso no se ubicaría por fuera de la modernidad. En

realidad es un producto de aquélla: surgido de su seno como una dimensión contrapuesta,

antitética si se quiere. Según Lowy y Sayre, la corriente romántica presentaría una compleja y

colorida multitud de tendencias que para efectos del análisis podrían ser dividas en dos grupos.

Por un lado, estaría la representada por una fracción conservadora y hasta reaccionaria, que

reclamando un pasado real o imaginario pretendería una restauración de la sociedad. De otro lado,

estaría el grupo que partiendo también de una nostalgia por un pasado real o ficticio, presenta una

disposición para elaborar utopías colectivistas, con el fin de proyectarlas hacia el futuro. Esta

segunda corriente, en realidad no pretendería un retroceso al pasado, algo que se tiene por

imposible, sino que persigue una vuelta por los elementos positivos que hacían parte de la

sociedad antes de la llegada del capitalismo, con el propósito de proyectarlos hacia un futuro más

democrático, cuando no socialista o anarquista. Esta segunda vertiente, es precisamente la que nos

interesa investigar en la obra de Orlando Fals Borda. Es posible que su indagación nos lleve a

encontrar las redes de toda una corriente romántico anticapitalista en las ciencias sociales

latinoamericanas.
~ 36 ~

Capitulo II

Orlando Fals Borda: el nacimiento de una vocación

1. Antes de empezar

“Nunca han confiado en mis capacidades deportivas [...], las pocas veces que las utilicé en

Barranquilla, ustedes no lo notaron”, escribía Orlando Fals a sus padres cuando tenía 17 años de

edad. Y añadía: “fui campeón de natación, y todavía conservo el lapicero que me regalaron en el

II Campeonato de Pto. Colombia, por haber sido el joven que ganó más puntos”. En contra de la

opinión de sus padres, Orlando pensaba que su verdadera vocación era la de ser un General del

Ejército. A principios de 1943, el chico viajó de Barranquilla a Bogotá para ingresar a la Escuela

de Cadetes. La pieza clave para su incorporación fue su primo el escritor Jorge Zalamea Borda,

por entonces secretario privado del Presidente liberal Alfonso López Pumarejo. “Estas molestias

que Jorge se tomó por mí ʊHVFULEHʊVRQGLJQDVGHOPD\RUDJUDGHFLPLHQWR´29.

Ya en el ejército, el adolescente buscó adaptarse a la nueva vida. Aunque en las cartas que

escribía a sus padres no escatimaba en entusiasmo, a veces se le escapaba una que otra confesión:

“la vida aquí es rutinaria”, decía. En el ejército los días pasaban más o menos igual, y las

asignaturas resultaban aburridas para él pues eran una repetición del bachillerato. Pasado el

primer trimestre informó a los padres lo que sería una constaste en su rendimiento: “en el servicio

no soy tan bueno como en las clases, pero no soy el último ni el peor”. Ese trimestre quedó en el

29
A menos que se diga otra cosa, las citas sin referencias de las cartas enviadas por Orlando Fals Borda (OFB) desde
la Escuela de Cadetes, son tomadas de: Archivo General de la Universidad Nacional, (AGUN), Fondo Fals Borda,
Caja 53, Carpeta 8, fls. 1-38.
~ 37 ~

segundo puesto: “Hagan mucha bulla de esto allá en Barranquilla


ʊVRQVXVSDODEUDVʊSDUDTXH

empiecen a callarse las malas jetas”. Orlando, o Nando como le decían, salía del cascarón.

Convencido como estaba de que en el ejército adquiriría “don de mando y dirección”, admitía que

le atesaran las clavijas: “No me ha costado trabajo adaptarme a esta vida, porque es metódica, y

yo he sido siempre metódico (lo muestra la biblioteca del colegio que organicé, el coro, etc.)”. Sin

embargo, Nando no podía evitar sentirse desencantado por el poco respeto que había en su

condición de protestante: “Los curas dominan aquí”, afirmaba. El joven cadete no se equivocaba;

la religión católica seguí siendo la oficial del Estado, a pesar de las cacareadas reformas de la

República Liberal (1930-1945), en el sentido de laicizar la sociedad. Al respecto, en una carta

enviada a su mamá, narró:

Se echó, como de costumbre, contra el protestantismo. Algunos amigos me buscaban


entonces con la mirada, pero para mí era como si nada; saqué lo bueno de lo que oía y
olvidé lo malo e insensato, de tal manera que, en vez de debilitarme, pasé la prueba bien.
Eso sí, en la tarde del sábado, que fueron las confesiones, me sentí deprimido, solo;
permanecí en el salón de clases, viendo entrar y salir a mis compañeros y leyendo un libro,
El proceso Dreyfus. Muchos que todavía no sabían mi religión, me invitaban a subir y luego
se quedaban como extrañados; pero se sonreían y seguían solos. Realmente, entre nosotros,
la religión no vale; pero si yo quisiera hacer valer la mía, los curas formarían una alharaca,
incluso pedirían expulsarme por pervertir la Escuela.

Este relato expresa algunos de los valores cultivados por Orlando a sus 17 años, la mención del

proceso Dreyfus resalta una conciencia de minoría excluida, pues no de otro modo se entiende la

referencia al caso del militar judío perseguido. ¿Una exageración pueril por parte de Nando?

Probablemente. Lo cierto es que interpretaba el caso Dreyfus desde la posición del hostigado,
~ 38 ~

defendiendo la libertad de conciencia, tal como hicieron los defensores de Dreyfus a finales del

siglo XIX, esto es: con base en los ideales democráticos de la Ilustración y de la Revolución

Francesa, en contra de tradiciones autoritarias y católicas ultramontanas 30. Justamente, esos

habían sido los valores en los que el joven se había educado hasta esta parte de su vida: en el seno

de un hogar de tendencia liberal, de religión protestante y muy marcado por la rigurosa educación

proporcionada por unos padres maestros de escuela 31. En adelante mostraremos la forma en que

Fals expresaba esas ideas durante su primera juventud, al tiempo que indicaremos cómo por esa

vía llegó a encontrar su vocación como científico social.

2. Orlando

A principios de 1944, Orlando llegó al grado de subteniente con la más alta antigüedad de su

grupo, debido a que ingresó al ejército con el título de bachiller. No obstante, su mamá, que no

era muy amiga de las armas, por esas semanas le escribió un marconigrama poniéndolo a decidir

entre la Escuela de Cadetes y una beca en una universidad presbiteriana de Estados Unidos. Esta

no era una decisión fácil de tomar. Dar el brazo a torcer no estaba en los planes del muchacho.

Abandonar el ejército sería como admitir el fracaso de una decisión precipitada que, además, puso

en aprietos económicos a la familia. El joven titubeó, pero finalmente cerró los ojos y aceptó la

propuesta de su mamá. Su decisión no se debía al malestar religioso que venía experimentando,

30
Lewis Coser, Hombres de ideas, México D. F., Fondo de Cultura Económica, 1980, pp. 226-237.
31
Sobre la infancia de Fals Borda y la formación en torno al hogar ver los siguientes textos: Carlos Low y Marta
Herrera, “Orlando Fals Borda: el retorno a la tierra”, en Huellas, No. 22, Barranquilla, 1988, pp. 43-47; Humberto
Cubides, “Orlando Fals Borda: el permanente compromiso de un innovador”, Nómadas, No. 2, Bogotá, marzo de
1995, pp. 119-133; Marta Herrera Ángel, “Fals Borda, Orlando”, en Gran Enciclopedia de Colombia, Tomo 9,
Bogotá, Editorial Circulo de Lectores, 1994, p. 213. Y especialmente: Orlando Fals Borda, Algunos recuerdos de mis
primeros años (inédito), s.c; s.f.
~ 39 ~

pues él decía estar dispuesto demostrar a todos lo que “puede y debe hacer un protestante”. El

motivo se relacionaba con las mismas razones que lo llevaron a entrar a la escuela militar. La

comunidad presbiteriana que tanto le aportó en su infancia y adolescencia, al salir del bachillerato

le había hecho sentir la endogamia propia de congregaciones minoritarias. Para romper con ese

envoltorio fue que tomó la decisión de ingresar al ejército: “Se debióʊH[SOLFDʊDXQDUHDFFLó n

a la sobreprotección, a la rutina; no veía yo un futuro en lo que estaba, sea con la iglesia o con el

Colegio Americano” 32. Pues eso mismo fue lo que halló en el ejército, donde no soportó la rutina

de un estilo de vida en que tenía que actuar bajo una lógica de obediencia debida. Pese a todo,

está experiencia le reforzó el hábito por el orden y la cooperación, aprendió el sentido de la

camaradería y a convivir con colombianos de diversas regiones y quizá, lo más importante, le

sirvió para no avergonzarse de sus creencias religiosas.

A finales de 1944 viajó a hacer efectiva su beca en la Universidad de Dubuque, Estado de Iowa,

donde demostró capacidades para desempeñar múltiples tareas académicas. En 1947, al graduarse

con el título de Bachelor of arte en literatura inglesa, la prensa de esa universidad informó que su

trayectoria “fue muy inusual y sus intereses muy diversificados” 33. Orlando llegó a ser presidente

estudiantil del Club Panamericano, miembro de Club de Relaciones Internacionales, editor del

periódico estudiantil, miembro del grupo que trabajaba en el Libro del Año, vicepresidente del

Consejo de Estudiantes, integrante del coro de música evangélica y del grupo de arte dramático;

aparte de practicar baloncesto, tenis y natación. Y hay más. Por sus altas calificaciones, el libro

Quién es quién en universidades y colleges de Estados Unidos, lo incluyó entre los mejores

32
Entrevista con OFB, Bogotá, 19 de febrero 2005.
33
Ver: Dubuque Christian American, “Latin-american wins acclaim” [s.c., s.c., s.f.]., en AGUN, Fondo Fals Borda,
Caja 22, Carpeta 7, fls. 1-3.
~ 40 ~

estudiantes del año, siendo el único hispanoamericano en la publicación 34. Además fue ayudante

de un profesor en la Universidad de Washington & Jefferson, en Pennsylvania, y con otro tomó

cursos de antropología y sociología que, según contó, le “abrió los ojos” sobre esta última

disciplina 35. Fue a través de esos cursos que pudo leer por primera vez un libro de sociología, que

trataba sobre la situación social norteamericana. Desde entonces la curiosidad por la sociología

quedaría sembrada.

De regreso a Barranquilla, a principios de 1948, fue nombrado director del Centro Juvenil

Presbiteriano y director de los coros del Colegio Americano y de la iglesia evangélica. Regresaba

formado por los maestros corales de Dubuque, quienes completaron la educación musical que

tuvo en el bachillerato. Fue precisamente por esos días cuando presenció la insurrección popular

del 9 de abril, producida por el asesinato del caudillo popular Jorge Eliecer Gaitán. Orlando

estaba preparado para comprender la amargura de quienes salieron a las calles a protestar,

amargura también sentida por él, pues aunque estuvo fuera del país, la educación recibida en

torno al hogar y al mundo presbiteriano lo había impregnado de muchos de los contenidos

democráticos representados por el gaitanismo. Pero poco o nada tenía que ver Orlando con la

insurrección que estalló ese día, simplemente había vuelto a tiempo para presenciar un

acontecimiento que simbolizaría el drama social de Colombia en el siglo XX, y que marcaría a su

generación. Al respectó contó:

34
“Who’s Who among Students in American Universities” [s. e., s. c.], 1947, p. 63, en AGUN, Fondo Fals Borda,
Caja 22, Carpeta 6, fls. 12-13.
35
La referencia a la actividad que Fals Borda despeñó como auxiliar de un profesor, se puede ver en una carta de
1949, en: AGUN, Fondo Fals Borda, Caja 22, Carpeta 6, fls. 15. Acerca del hecho de que un profesor le abrió los ojos
sobre la sociología, en este período, consúltese: las notas a mano elaboradas por nosotros, a partir de conversaciones
con OFB, Bogotá, 4 de noviembre 2005. Por otra parte, dado que Fals Borda estaba estudiando una carrera sobre
literatura inglesa, no es extraño que haya tenido la oportunidad de ver cursos sobre sociología. Según afirma Josep
Picó, durante el período de la posguerra, Estados Unidos “presenció una gran expansión de la sociología tanto dentro
de las universidades como fuera de ellas e incluso en el ámbito de la segunda enseñanza”, ver: Joseph Picó, Los años
dorados de la sociología (1945-1975), Madrid, Alianza Editorial, 2003, p. 26.
~ 41 ~

Yo estaba en el centro, viendo los acontecimientos en la oficina de una prima que daba
sobre el Paseo Bolívar. Recuerdo dos cosas: las turbas, destruyendo el periódico La
Prensa, destruyendo las máquinas y sacando el papel. Era impresionante, porque eran
grandes rollos que se iban desenvolviendo por las calles. El otro recuerdo, es al puro pie
de la estatua de El Libertador, donde estaba Saúl Charris, encabezando una manifestación
con banderas del Partido Liberal, gritando abajos [...]. Él era como un hermano, un
papá 36.

Es posible decir que para esta época Orlando era un muchacho de ideas políticas imprecisas que,

sin embargo, se inclinaban a cierto tipo de liberalismo democrático, dominadas, eso sí, por un

sentido moral cristiano y humanista filantrópico con potenciales capacidades de indignación ante

las injusticias sociales. Más que una conciencia políticamente definida, lo que mostraban sus

ideas en 1948 era un punto de partida cuyos reflejos podían apreciarse en una cantata que

compuso por esos meses con motivo de la violencia desatada a partir del asesinato de Gaitán. A

mediados de 1948, con 22 años de edad, viajó a Bogotá en búsqueda de trabajo para contribuir

con los gastos de la familia, ingresó como profesor de inglés en el Colegio Americano y director

del coro de la iglesia presbiteriana de esa ciudad. Por esas semanas, conmovido e inquieto por la

insurrección que vio en Barranquilla y por el malestar social que se sentía en el país, compuso la

cantata Mensaje a Colombia, que sintetizaba los contenidos ideológicos de su conciencia juvenil.

La letra contrapunteaba las convicciones morales y políticas que lo habían formado. Modulando

humanismo filantrópico con ideales republicanos, piedad religiosa e ideales patrióticos,

indignación moral y esperanza. La cantata, compuesta en una línea melódica para un coro mixto

de cuatro voces y con acompañamiento de piano, terminaba con el mensaje siguiente:

36
Entrevista con Orlando Fals Borda, Bogotá, 19 de febrero de 2005.
~ 42 ~

“¡Construyamos una patria grande y verdadera¡/Que perdure como hermosa, libre, justa y

ordenada, con la ayuda siempre, siempre del eterno Santo Dios” 37.

Al año siguiente consiguió otro trabajo, pero no pasó un mes cuando ya lo estaban despidiendo.

Era “sociólogo”, según decía, en el Instituto de Antropología Social (fundado en 1948 como ente

adscrito a la Escuela Normal Superior -1936-1951- ). Las razones que adujo su jefe para

despedirlo fueron las siguientes: por establecer amistad con habitantes del municipio objeto de

estudio e informar a éstos asuntos del proyecto de investigación, por falta de sencillez de espíritu

e intentar establecer jerarquías con los demás empleados, por incompatibilidad de carácter con el

jefe, por conseguir dinero por cuenta propia para actividades del proyecto y, como si fuera poco,

por negarse a pagar una deuda contraída en el casino de empleados 38.

Orlando se había enterado de una investigación adelantada por el Ministerio de Educación en el

municipio de Vianí (Cundinamarca). Esa vez, sus primos Zalamea Borda volvieron a ayudarle, a

través de ellos consiguió cartas de recomendación del profesor Luis López de Mesa y del médico

Jorge Bejarano, personajes vinculados con los Zalamea por las actividades que desempeñaron

durante la República Liberal. También contó con la recomendación de Rafael Borelly, su padrino

de bautismo, quien había llegado al Congreso en representación del Partido Liberal 39. Borelly era

un “Anciano gobernante” de la iglesia presbiteriana y amigo cercano de los Fals Borda. En su

condición de evangélico, masón y gaitanista, fue un caso especial en un medio tan católico como

el colombiano de ese tiempo: se destacó en los negocios y en la política. Acerca de él, Fals Borda

dijo: “Me dio ejemplo de eficacia ejecutiva, desprendimiento económico y amor, no sólo por sus

37
Partitura de la cantata Mensaje a Colombia, ver: AGUN, Fondo Fals Borda, Caja 57, Carpeta 2, fls. 7-14.
38
AGUN, Fondo Fals Borda, Caja 10, Carpeta 3, fls. 11-13.
39
AGUN, Fondo OFB, Caja 15, Carpeta 3, fls. 19.
~ 43 ~

diezmos que constituían la mitad de las entradas de la iglesia, sino, porque, cuando mis padres por

un tiempo no pudieron sostener la familia, don Rafa y su esposa Atala, me adoptaron como a un

hijo” 40. Borelly fue un modelo de superación para Orlando: le demostró que un protestante

también podía acceder a la vida pública colombiana.

Con las cartas mencionadas, se presentó a una entrevista ante el Ministro de Educación, el liberal

Fabio Lozano y Lozano. Dijo que su título correspondía al de sociólogo y que, por lo tanto, su

perfil era el adecuado para el programa social que venía ejecutándose en Vianí 41. Antes de salir de

la oficina ya estaba contratado. Orlando se sentía comprometido con el nuevo empleo. Sabía muy

bien que, aun cuando tomó cursos de sociología en el bachelor, su formación estaba más

inclinada hacia la literatura y la música; entendía que su entrenamiento profesional no era

suficiente para desenvolverse como sociólogo. La sensación de inseguridad que le producía ese

hecho, lo llevó a buscar textos de sociología, siendo así como llegó a sus manos el libro Tabio:

Estudio de la organización social rural (1944) del norteamericano Thomas Lynn Smith.

“Leyendo ese libro como autodidacta –comenta-, supe cómo proceder en el terreno

metodológicamente. A partir de ese momento, sin conocerlo personalmente, mi principal

influencia sociológica proviene de Lynn Smith” 42. Entre 1943 y 1944, Smith estuvo en Colombia

y Brasil como funcionario adjunto de la embajada estadounidense. Al igual que él, otros

sociólogos rurales hicieron parte de un estudio sobre las posibilidades productivas de zonas

agrarias de Latinoamérica. Por la relación que Orlando tendría con ellos, sólo mencionamos a

Lowry Nelson que estuvo en Cuba, y a Olean Leonard, que realizó sus estudios sobre Bolivia y

40
Fals, “Algunos recuerdos de mis primeros años…”, p. 9.
41
Entrevista con Orlando Fals Borda, Bogotá, 29 de febrero de 2005.
42
Entrevista con Orlando Fals Borda, Bogotá, 29 de febrero de 2005.
~ 44 ~

Ecuador43. Aunque a estos investigadores los animaba la posibilidad de experimentar las

metodologías de sociología rural que entre todos venían desarrollando, las ideas del gobierno

norteamericano no eran tan altruistas, ya que el objetivo era controlar áreas agrícolas

estratégicas, siguiendo la lógica de la segunda contienda mundial y, posteriormente, la de la

Guerra Fría. Lo anterior era presentado en Colombia bajo la forma de cooperación internacional

para la mecanización y desarrollo del campo 44.

Además de investigar sobre el municipio de Tabio, Smith fue asesor técnico del Ministerio de

Economía Nacional, donde recomendó una política de parcelación y colonización de tierras con el

fin de estimular una clase media rural que contuviera los crecientes conflictos sociales 45. En

cuanto al estudio de Tabio, éste fue uno de los primeros de sociología rural hechos en

Latinoamérica con técnicas y métodos empíricos modernos, siguiendo las propuestas de Smith en

su influyente libro Sociología de la vida rural (1940). La de Tabio era una investigación sobre

comunidades agrarias y sus formas productivas, realizada dentro de una perspectiva que

combinaba positivismo con una fuerte preocupación por la obtención de información factual, que

sirviera para apoyar la ejecución de programas gubernamentales de modernización (mecanización

de la agricultura, mejoramiento de escuelas rurales, etc.)46. Smith esperaba que su libro sobre

Tabio también sirviera para familiarizar a los colombianos con la metodología que venía

desarrollando, por lo que le añadió un apéndice que era casi un curso intensivo de técnicas sobre

sociología rural, para el que, según escribía en la introducción, se “habría requerido varios años de

43
Orlando Fals Borda, “Desarrollo y perspectivas de la sociología rural en Colombia y la América Latina”, en
Asociación Colombiana de Sociología (eds.), Memorial del Primer Congreso Nacional de Sociología, Bogotá,
Editorial Iqueima, 1963, p. 157.
44
Santiago Perry, La crisis agraria en Colombia 1950-1980, Bogotá, El Áncora Editores, 1983, pp. iii-iv
45
Absalón Machado, Cambios organizativos en el sector público agropecuario: el caso del Ministerio de
Agricultura. Bogotá, Cega, Colciencias, 2000, pp. 17-18.
46
Thomas Lynn Smith, Justo Díaz y Luis García, Tabio: Estudio de la organización social rural, Bogotá, Editorial
Minerva, 1944, pp. 3-13.
~ 45 ~

residencia y avanzados estudios en Estados Unidos” 47. Dicho anexo, aparte de mapas y gráficos,

incluía una copia del cuestionario adaptado para las entrevistas con los campesinos. A más de

otras explicaciones, como recomendaciones para aplicar el cuestionario, señalaba cuidados que

iban desde precauciones durante las visitas a los campesinos, hasta la amistad que debía

conseguirse con el cura párroco para acceder a ellos 48.

Con ese libro Orlando no sólo consiguió la seguridad que necesitaba para comenzar en el empleo,

sino que rápidamente acarició la idea de experimentar sus técnicas con los pobladores de Vianí.

Allí, su jefe era el antropólogo Gabriel Ospina, en calidad de director del Instituto de

Antropología Social 49. El programa ejecutado en Vianí buscaba experimentar técnicas de

desarrollo de la comunidad en áreas rurales, por medio de trabajos de infraestructura con base en

los esfuerzos de los propios pobladores 50. A Orlando le asignaron la organización del archivo del

proyecto, tarea que le resultó tan sencilla que en menos de quince días la tenía lista. Entonces

pensó que con el tiempo disponible podría a prueba las técnicas de investigación de Smith, pues

dicho y hecho: buscó hacerse amigo de los campesinos y a tratar con el cura del pueblo, a quien se

ganó rápidamente sirviéndole de organista en las misas. En confianza con algunos campesinos les

contó cuáles eran los objetivos del programa, lo que enfureció en tal forma a su jefe que de

inmediato le exigió la renuncia. Los cargos que le hacían lo exasperaron tanto que enseguida

respondió con otra carta, en la que su defensa personal nos revela hoy algunas de las ideas que

sustentaban su visión del mundo al recibir la década de los cincuenta. Oigámoslo:

47
Smith, “Tabio: Estudio de la organización social rural…”, p. 4.
48
Smith, “Tabio: Estudio de la organización social rural…”, pp. 99-122.
49
Más datos sobre este personaje pueden encontrarse en: Martha Cecilia Herrera y Carlos Low, Los intelectuales y el
despertar cultural del siglo. El caso de la Escuela Normal Superior, Bogotá, 1994, p. 93.
50
Flor Romero de Nohra, “El plan de Vianí se aprovecha ahora en México”, en El Espectador, 3 de diciembre de
1953, p. 7.
~ 46 ~

Quiero por medio de la presente expresarle lo que pienso [...] ya que todos nos decimos
perseguir un noble fin, cual es el de la redención moral y material del pueblo colombiano
[...]. Vianí me dio la impresión de ser una villa totalitaria, con sus espías y sus secretos de
estado. Ninguno de los empleados del Instituto podíamos hablar con los campesinos acerca
de lo que más nos interesaba a todos: el proyecto social. Quizás Ud. tuviera razón al así
ordenarlo, pero es mi opinión que toda cosa buena mientras más conocida es más amada. Si
el Instituto es bueno y marcha a su meta con justicia y rectitud, debe soportar por lo menos
las preguntas y las observaciones de los interesados [...]. Realmente Ud. ha hecho una gran
labor al asegurarse la adhesión de los dirigentes del pueblo, pero no ha alcanzado aun la del
pueblo mismo, que ha permanecido como siempre ignorante, sin representación activa en el
Instituto [...]. Esto me lleva a pensar que Ud., al menos por ahora, se interesa en velar más
por su propio proyecto (la posición en el gobierno y en la sociedad, el tener maquinas,
vehículos y empleados, el dar órdenes, etc.) que por el mismo pueblo [...]. Si el país va a
progresar en todo sentido, un movimiento debe comenzar con nosotros los de la nueva
generación. Deberíamos olvidar los prejuicios de nuestros padres, conservar sus ideales y
sus virtudes, y con un nuevo espíritu trabajar por engrandecer al país [...]. Elevo pues mis
votos al cielo para que Ud., que está en posición tan privilegiada, pueda realmente servirle al
país y brindarle al correr de los años una obra positiva de redención nacional. Bajo su
dirección, Vianí podría ser algún día una gran centro de preparación de líderes sociales que
llevaran por todo el país el mensaje de servicio que implica; podría llegar a ser una Meca de
apóstoles interesados en el progreso del pueblo, donde puedan enseñarse mutuamente sus
experiencias, comunicarse sus ideales, sus realizaciones y sus proyectos, e inyectarse de
entusiasmo para la nueva, ardua labor. Mas esto sólo puede hacerse a base de altruismo y
compresión, sin prejuicios de ninguna clase. Sólo por este ideal habría querido seguir en
Vianí a pesar de todo, para luego, contagiado por su entusiasmo, salir a trabajar en otras
regiones 51.

Este escrito está cruzado por un idealismo moral de raíz cristiana, la noción de “redención moral”

de que se menciona está atravesada por la idea del sacrificio personal. Orlando entendía el empleo

con el Estado como un servicio social que exigía sacrificio y al que era preciso consagrarse por la

51
AGUN, Fondo Fals Borda, Caja 18, Carpeta 2, fls. 11-13
~ 47 ~

redención colectiva, de ahí que asumiera el trabajo como una especie de apostolado y de ahí

también el áspero ataque a la falta de conciencia pública de su jefe. Esta idea del apostolado nos

remite a cierta actitud ética de compromiso social, no mesiánica, pues también parte de cierta

confianza en las capacidades de la gente común, por eso la queja de que los pobladores no tengan

representación activa en el Instituto.

Como quiera que sea, para junio de 1949 Orlando ya tenía otro trabajo. Ahora hacía parte la

legión de obreros, oficinistas, técnicos e ingenieros que se habían enclavado en un campamento

sobre el cañón del río Sisga en la sabana de Bogotá. Un anuncio de prensa que solicitaba un

secretario bilingüe lo condujo a aquel sitio. Esta vez no decía ser sociólogo, sino estenógrafo y

taquígrafo. “Mentiroso yo ʊQDUUDʊSRUTXHGHWDTXLJUDIía no sabía absolutamente nada. Pero le

dije al gerente que era capaz de escribir cartas en inglés. Entonces, éste me contrató” 52. Entraba a

laborar como secretario de la compañía Winston Brothers, firma de ingenieros norteamericanos

contratada por el gobierno de Ospina Pérez (1946-1950) para construir los embalses de los ríos

Neusa y Sisga. Estas complejas obras de ingeniería eran una de las tantas que avizoraban el inicio

de la mecanización agraria en Colombia, con las que se pensaba hacer frente a los requerimientos

de materias primas por parte de los mercados internacionales, a las necesidades de la

industrialización interna y al abastecimiento de una población urbana en acelerado crecimiento 53.

Este giro hacia la modernización agropecuaria tenía fundamento en políticas desarrollistas que

venían impulsándose desde los años cuarenta, y que cobraron vigencia con el famoso discurso de

posesión del presidente norteamericano Harry Truman, en enero de 1949. Dicho discurso

52
Entrevista con Orlando Fals Borda, 3 de diciembre de 2005.
53
José Antonio Ocampo, “La consolidación del capitalismo moderno”, en José Antonio Ocampo (Editor), Historia
económica de Colombia, Bogotá, Siglo XXI, Fedesarrollo, 1988, p. 280
~ 48 ~

oficializaba a escala mundial el desarrollismo como política de contención comunista durante la

Guerra Fría, en los desde entonces llamados países subdesarrollados. Los años cincuenta

conocerían así una de las épocas más complejas de la historia colombiana, en que se conjugaban

hondas trasformaciones socioeconómicas y políticas difíciles de explicar bajo una misma óptica.

El auge en la construcción de infraestructura, el acelerado crecimiento de las ciudades, la bonanza

exportadora de café y el incremento ostensible de la industrialización, sorprenden tanto como el

espantoso número de colombianos desplazados y asesinados por los múltiples conflictos que

encierra la denominada guerra civil de la Violencia.

Tal sería el contexto en el que Orlando se desenvolvería desde su llegada al campamento del

Sisga. Las primeras semanas fueron para él de goce estético con la naturaleza, vivía maravillado

con la singular belleza que le ofrecía el espectáculo geográfico de la hoya del río y del altiplano

cundiboyacense. Un entorno repleto de verdor exuberante y poblado por un mundo campesino

muy distinto al puerto caribeño donde creció. Durante las semanas iníciales de trabajo, se dedicó a

recorrer el área y a conversar con los campesinos que laboraban como obreros en la represa. En

una carta que le dirigió por esos días a su hermano Jaime, hablándole sobre los campesinos, decía

que les deseaba “conocer mejor antes de emprender ningún proyecto sociológico” 54. El joven

seguía acariciando la idea de experimentar las técnicas sociológicas de Smith. Y su experiencia en

los meses siguientes le confirmaría la importancia que un estudio de ese tipo tendría en una zona

que, a simple vista, estaba demostrando quedar trasformada por la nueva construcción. “El interés

54
Carta de Fals Borda a Jaime Fals, en AGUN, Fondo Fals Borda, Caja 10, Carpeta 3, f. 8.
~ 49 ~

TXHWXYHʊFXHQWDʊHUD Pás que todo de rescatar ese mundo nuevo que yo vivía, que veía que

estaba ya en trance, en transición y en peligro de quedar transformado” 55.

Con los recorridos realizados en la zona se percató de la existencia de tres veredas campesinas

que podrían servirle para el estudio. Le pareció que la más indicada sería una que se llama Saucío,

por poseer características que la hacían típica de las localidades andinas del altiplano: con

pobladores constituidos por pequeños y medianos propietarios, arrendatarios, concertados,

mineros, fabricantes de ladrillos, entre otros. Tenía una hacienda en sus alrededores que la hacía

más compleja. Era la que mayor impacto experimentaba por ubicarse en la zona donde se

construía la represa, y el hecho de contar con pocos pobladores la hacía manejable para el trabajo

de un sólo investigador. A los dos meses Orlando tenía varios conocidos provenientes de Saucío,

especialmente trabó amistad con un campesino llamado Francisco Torres, Pacho. A través de él,

empezó a visitar el vecindario con actitud de observador cuidadoso, iba todos los fines de semana,

portando un pequeño diario de campo. Al tiempo que tomaba las primeras notas sufría un proceso

de sobreexcitación. La vibración interna que le producían las observaciones sobre las mutaciones

de Saucío lo llevaron a darse cuenta que no podía esperar más. Entonces inició por adaptar las

preguntas del formulario de Smith a la realidad saucita, tarea que no fue muy complicada pues la

localidad trabajada por Smith guardaba características semejantes a las de Saucío, además ambas

eran comunidades andinas a tan sólo sesenta kilómetros de distancia.

55
Entrevista de Humberto Cubides con OFB, Bogotá, diciembre 12 de 1994. Agradezco a Humberto Cubides
haberme cedido este valioso documento. La información que a continuación expondremos del proceso de elaboración
de la investigación sobre Saucío la hemos obtenido de: Orlando Fals Borda, Campesinos de los Ande, Bogotá,
Universidad Nacional / Editorial Iqueima, 1961, pp. 307-316. También véase: entrevista con Orlando Fals Borda, 3
de diciembre de 2005; y la entrevista de Cubides, ya referenciada.
~ 50 ~

Buscando ser aceptado en la comunidad y para ir conociendo las actividades de los labriegos,

ofreció su colaboración en los quehaceres de las parcelas. Al concluir 1949 informó a los

campesinos más allegados su aspiración de realizar un estudio sobre la vereda. Al ver que éstos

no mostraron inconveniente, al iniciar 1950 intensificó a tal punto el ritmo de visitas que terminó

viviendo en la casa de la familia de Pacho Torres, típica de un campesino pobre: con techo de

paja, piso de tierra y sin ventanas. La casa de Pacho le era favorable: al estar sobre la carretera

que pasaba por el vecindario, facilitaba observar la vida cotidianidad de los saucitas. Lo anterior

implicó, poco a poco, un proceso de adaptación mutua: Orlando combinaba su acento costeño con

la jerga andina de los campesinos, se le veía usar ruana, sombrero, botas y pantalones color caqui,

al mejor estilo de los lugareños. Conforme iban las cosas, era imposible predecir qué quedaría del

joven juicioso de otros tiempos: vivía entretenido jugando al tejo y visitando asiduamente la

tienda de la vereda, donde tomó sus primeras cervezas sin aguantar el ritmo de sus cómplices de

banca. El proceso de adaptación con la comunidad no podía ser mejor, ahora le era posible traer

una cámara para retratar a los labriegos en sus actividades diarias, lo llamaban el “fotógrafo”,

siendo que lo buscaban para fotografiar en fiestas, bautismos, matrimonios y primeras

comuniones. En esas actividades también logró la amistad del cura de Chocontá, pueblo cabecera

municipal de Saucío.

De forma paralela, aprovechaba los viajes a Bogotá para conseguir libros, pudiendo beneficiarse

de obras que por esos años le abrían camino a las ciencias sociales en el país. Estudios pioneros

como los realizados por Alejandro López (Problemas colombianos, 1927), el de su primo Jorge

Zalamea Borda (El Departamento de Nariño: esquema para una interpretación sociológica,

1936), Antonio García (Geografía económica de Caldas, 1937), Luis Eduardo Nieto Arteta
~ 51 ~

(Economía y cultura en la historia de Colombia, 1941), José María Ots Capdequí (El régimen de

la tierra en la América Española, 1946) y el de Guillermo Hernández Rodríguez (De los chibchas

a la Colonia y a la República, 1949), hicieron parte de las lecturas que el joven efectuó a

principios de los años cincuenta. Por esas fechas, también leyó ávidamente obras más ligadas a la

tradición de la filosofía social especulativa, de autores como: Luis López de Mesa (Introducción a

la historia de la cultura en Colombia, 1930; De cómo se ha formado la nación colombiana, 1934)

y el ensayo de Armando Solano (“La melancolía de la raza indígena”, 1953). Todos los cuales

pueden considerarse como importantes precedentes de la sociología moderna en Colombia 56.

Asimismo, durante la primera parte de 1950, empezó a acceder a otros textos: el libro que Smith

elaboró sobre Tabio lo condujo a uno de los estudios que Olean Leonard realizó sobre

comunidades campesinas de Bolivia y Ecuador 57. Se trataba de la investigación Pichilingüe: A

study of rural life in coastal Ecuador, publicada en 1947, por el Departamento de Agricultura de

Estados Unidos, e inspirada en trabajos Nelson y Smith. Sobre tales estudios, Orlando dijo:

“Aunque perjudicado por la escasez de literatura sobre el tema y por la ausencia de antecedentes

de obras de esta clase en Colombia, esas lecturas me ayudaron mucho en la formulación del

enfoque objetivo de la sociedad de Saucío” 58.

A fines de 1950 no sólo había mimeografiado el formulario de encuestas, sino que ya lo tenía

diligenciados con 70 familias que pudo entrevistar. Y decimos pudo, porque no faltaron algunos

campesinos opuestos a la idea: unos orientados por la sospecha de que Orlando era un enviado del

56
Aparte de otras investigaciones de Antonio García, leyó los no menos influyentes estudios de: Juan Friede (El indio
en lucha por la tierra, 1944); Jorge Bejarano (La derrota de un vicio, 1944); James Parsons (La Colonización
Antioqueña en el occidente colombiano, 1949); Ernesto Guhl (“El aspecto económico-social del cultivo del café en
Antioquia”, 1953); Luis Ospina Vásquez (Industria y protección en Colombia, 1955), entre otros. La bibliografía
mencionada fue escogida con base en las entrevistas a OFB y en la bibliografía de sus los libros: Campesinos de los
Andes (1961) y El hombre y la tierra en Boyacá (1957).
57
Fals, “Campesinos de los Andes…”, p. 314.
58
Fals, “Campesinos de los Andes…”, p. 314
~ 52 ~

gobierno con una nueva estrategia para tazar impuestos; otros, simplemente, le dijeron que si se

acercaba a su casa le echarían los perros y lo sacarían a pedradas. Al ser aislados estos casos no

llegaron a entorpecer la tarea, además el párroco de Chocontá lo respaldó desde el púlpito,

logrando así que cesaran los rumores. La rapidez con la que trabajaba en su investigación también

tenía una motivación proveniente de una noticia recibida en la Winston Brothers. En una carta

enviada a su mamá, se leía: “sucedió algo extraordinario que, salvo causas imprevistas, pueden

facilitar enormemente mi regreso a los Estados Unidos”. Y como si lo que le sucedía fuera una

revelación del destino, agregaba: “Fue algo inesperado, que vino como caído del cielo, pero que

demuestra que Dios no nos ha abandonado, sino que sus caminos, aunque confusos, llevan a

metas seguras” 59. Sucedió lo siguiente: Orlando escribió un artículo para el periódico Wistonia,

órgano informativo de la Winston Brothers, donde hablaba sobre la importancia de los trabajos

adelantados por la constructora con respecto a la nueva política de asistencia técnica plasmada en

el Punto IV de la doctrina Truman. Vale la pena transcribir lo que decía en algunos de sus

párrafos:

Mucho antes de que el señor Truman hablara al congreso sobre su Cuarto Punto en 1949, la
:LQVWRQʊFUéanlo o noʊKDEía estado llevando a cabo un programa similar. Lo asombroso
de esto, es que la Winston lo hizo sin saber exactamente que lo estaba haciendo. [...]. Este es
un país en crecimiento, cuyas riquezas están enormemente intactas; sus recursos están
subdesarrollados. El talento local está simplemente floreciendo ahora en líneas de
ingeniería, mientras en otros países está dando ya frutos. No hay dudas sobre el talento
ʊDTXí está [...]. Desde que la Winston construyó el ferrocarril de Medellín-Amaga, ha
estado cumpliendo un involuntario programa Punto Cuarto en la transmisión de la
experiencia americana, en exponer ejemplos e ideales a los nativos, en promover desarrollos

59
Ver: Cartas de Fals Borda remitidas a María Borda, en AGUN, Fondo Fals Borda, Caja 12, Carpeta 3, fls. 4-9.
~ 53 ~

económicos saludables a las comunidades, y de esta manera ha estado elevando el estándar


de vida del país 60.

Su fe en el progreso quedaba atrapada ingenuamente bajo el manto ideológico del desarrollismo.

Ingenuamente, porque su juvenil optimismo liberal y el contagioso espíritu modernizador de la

Winston no le dejaban ver que detrás de la modernización promocionada por Estados Unidos, lo

que en realidad se hallaba era la otra cara de una política de hegemonía continental: contra las

revoluciones y la influencia de la Unión Soviética. Al igual que muchos en su época, Orlando

entendía la asistencia científica y tecnológica norteamericana como una colaboración neutral a

favor del progreso social 61. Pero lo anterior no era todo lo expresado en su artículo, luego

remataba con una pregunta espontánea, dirigida al presidente de la empresa: “¿Y por qué no

entrenar algunos colombianos prometedores en los proyectos de la Winston en Estados Unidos?”.

Al mes siguiente el presidente de la constructora vino al país para efectos de una inspección

rutinaria en los trabajos del Sisga. Estando allí, preguntó por Orlando, y según narró éste en la

carta enviada a su mamá, “en el curso de la conversación, me preguntó límpidamente si quería ir a

los Estados Unidos a trabajar, pues la idea expresada en mi artículo era buena y él pensaba

ponerla en práctica” 62. Y agrega: “Yo le dije que sí, pero que me gustaría al mismo tiempo

adelantar estudios universitarios. Y él me dijo: siempre y cuando usted cumpla con sus trabajos,

vaya; entonces acepté, ¡con todo pago, súper beca!” 63. A mediados de 1951, contando con un

cupo en la Universidad de Minnesota, el joven viajó a Minneapolis para laborar como supervisor

60
Existe una copia del original de ese artículo en una carta que Orlando Fals envío a su mamá: ver: “The impact of
Winston at Sisga”, donde se indica que fue publicado por la revista The Winstonian, en abril de 1950, en AGUN,
Fondo Fals Borda, Caja 7, Carpeta 3, fls. 2-4.
61
“La tecnología era considerada neutral e inevitablemente benéfica y no como instrumento para la creación de los
órdenes sociales y culturales”, afirma Arturo Escobar, La invención del Tercer Mundo, Bogotá, Editorial Norma,
1999, p. 81. Una mirada rápida a la prensa colombiana de esos años, puede dar una idea de las grandes expectativas
que estaba creando la política de asistencia técnica del Punto IV en el país. Sobre todo, véase: “Cómo trabaja el Punto
IV en Colombia”, en: El Tiempo, 2 de noviembre de 1952, p. 3.
62
Carta de Orlando Fals a María Borda, en AGUN, Fondo OFB, Caja 7, Carpeta 3, fls. 5-6.
63
Entrevista con Orlando Fals Borda, Bogotá, 29 de febrero de 2005.
~ 54 ~

de las obras de la Winston en Colombia. Llevaba en su equipaje una envidiable masa documental

sobre Saucío: aparte de los cuestionarios diligenciados, portaba libros de historia, boletines

estadísticos oficiales y materiales históricos de archivo, fotografías y hasta un herbario de plantas

locales.

En esa maestría impartía clases Lowry Nelson, quien además de haber participado en

investigaciones sobre comunidades rurales de Latinoamérica, fue junto con Pitirim Sorokin uno

de los profesores más influyentes de Lynn Smith 64. Y también lo sería del propio Orlando, ya que

en él pudo encontrar un decisivo y generoso respaldo intelectual. Nelson estaba contento con el

estudiante colombiano, pues alcanzó a sorprenderlo con todo el material empírico que traía

consiguió. Guiado de su mano, Orlando no sólo leyó los avances sociológicos del propio Nelson,

sino que profundizó en la obra teórica de Smith y en la de sociólogos clásicos como Tönnies,

Durkheim, Redfield y Weber, entre otros. También leyó a Sorokin y a los estructural-

funcionalistas Parsons y Merton, de quienes recibió una influencia algo heterodoxa, debido a que

al mismo tiempo su formación se inclinaba hacía la microsociología, corriente sociológica más o

menos antagónica de cualquier estructuralismo.

Con todo, por el trabajo con la Winston, el colombiano tenía dificultades para asistir a clases: “Yo

iba y venía, iba y veníaʊFXHQWDʊSHURIUDQFDPHQWHHUDPX\GXURSDUDPí cumplir con todos los

requisitos universitarios, porque, en la práctica, yo era empleado de tiempo completo y estudiante

de tiempo completo”65. Esta fue una situación que Nelson comprendió y pudo resolver pasando

las clases a un horario nocturno, en su propia casa. Es así que con base en los documentos que

64
Los trabajos de Nelson, a los que Fals Borda tuvo acceso en esos momentos, son las siguientes: Rural sociology
(1948) y Rural Cuba (1950).
65
Entrevista con Orlando Fals Borda, Bogotá, 29 de febrero de 2005.
~ 55 ~

poseía, el joven realizó tabulaciones, análisis estadísticos y demás tareas relacionadas con trabajos

de laboratorio propios del empirismo sociológico de la época. Asimismo, aprovechando que la

Winston lo enviaba a cumplir labores a Colombia, continúo con las visitas a los archivos

parroquiales y municipales de Chocontá, además de dedicarse a corroborar datos de los

formularios con los saucitas. A esas alturas, Orlando tenía claro que el acercamiento logrado con

los campesinos correspondía a la técnica que los antropólogos llaman observación por

participación, es así que llegó a leerle a éstos partes del informe que utilizó para graduarse. Al

respecto escribió: “Fueron leídos a algunos de los campesinos unos pocos capítulos del presente

libro, pues yo pensaba conocer las reacciones y opiniones de aquellos. Sus sugestiones fueron

ciertamente esenciales para formarme un juicio equitativo y honrado acerca de la comunidad. [...]

Especialmente, el capítulo titulado ‘La formación del campesino’ fue ampliamente examinado

con los agricultores” 66.

Para julio de 1952, con 27 años de edad, estaba graduado y con un ascenso laboral. De lo primero

surgió la tesis Saucío. A Sociological study of a rural community in Colombia, producto del

requisito que debió cumplir para el grado de Master of Art en sociología rural y antropología 67.

Por esas fechas Nelson lo había conectado con Lynn Smith, quien daba clases en la Universidad

de Florida. Precisamente, gracias a la diligencia de este último, Orlando fue invitado a ofrecer una

conferencia sobre la investigación de Saucío en dicha Universidad 68. En cuanto al ascenso

laboral, le iba tan bien económicamente que estos profesores empezaron a preocuparse de que

descuidara sus estudios, es así que buscaron persuadirlo para que renunciara a la Winston y

66
Orlando Fals Borda, “Campesinos de los Andes…”, pp. 315-316.
67
Véase el prospecto universitario: “The University of Minnesota announces its July commencement 1952. Northrop
Memorial Auditorium”, en AGUN, Fondo Fals Borda, Caja 21, Carpeta 5, fls. 1-6.
68
“Orlando Fals Borda regresa a los EE.UU”, en: El Espectador, 29 de octubre de 1952, p. 15.
~ 56 ~

continuara con el doctorado. La fórmula para lograrlo fue la siguiente: gracias al poder que Lynn

Smith tenía en el jurado que otorga las becas de los Premios Guggenheim, a Orlando se lo

concedieron dos veces, en 1953 y 1955, el tiempo necesario mientras realizó el doctorado en la

Universidad de la Florida. “Fue una fórmula muy generosa. Me concedieron un premio que sólo

se le daba a los grandes artistas y literatos” 69, narró. De esa manera pasó de la guía intelectual de

Nelson a la de Smith, quien en adelante sería su mentor. Académicamente hablando, los años que

van de 1953 a 1957 serían muy fructíferos para él: concentró la mayor parte de las energías en su

entrenamiento sociológico, en el desarrollo de la investigación sobre Saucío, en la

experimentación de técnicas agrícolas en el altiplano cundíboyacense, en la publicación de

artículos y en la realización de su tesis doctoral.

Mientras realizaba el doctorado, profundizó en la investigación de la maestría hasta transformarla

en la obra Campesinos de los Andes. Estudio sociológico de Saucío, publicada en inglés por la

Universidad de Florida en 1955 70. La versión castellana de esta edición se publicó en Colombia

en 1961, entre tanto, algunas partes circularon en forma de artículos, a los que fueron sumándose

otros producidos a partir de nuevas pesquisas. Las nuevas indagaciones correspondían en su

mayoría a la investigación doctoral que venía adelantando sobre los campesinos de Boyacá, que

puede entenderse como una ampliación del estudio de Saucío. Ambas trataban sobre sociedades

campesinas minifundistas, ubicadas en la cordillera de los Andes, con antecedentes históricos

comunes, y vinculadas a un mismo proceso de transformación capitalista.

69
Entrevista con Orlando Fals Borda, Bogotá, 29 de febrero de 2005; “Los que salen”, en El Tiempo, 18 de
septiembre de 1953, p. 14. Sobre las becas de los Premios Guggenheim, véase: AGUN, Fondo Fals Borda, Caja 29,
Carpeta 3, fls 4-8.
70
Orlando Fals Borda, Peasant society in the Colombian Andes. A sociological study of Saucío, Gainesville,
University of Florida Press, 1955, p. 350.
~ 57 ~

Entre finales de 1954 y 1955, Orlando estuvo dedicado al trabajo de campo y de archivo en

Colombia, durante ese período, recorrió a caballo, a pie y en jeep el Departamento de Boyacá. Su

chofer y auxiliar de investigación era el campesino saucita Pacho Torres, con quien profundizaría

en adelante una amistad que duraría toda la vida. Pacho Torres y otros campesinos de la zona le

sirvieron de puente con las comunidades que visitaban, de ese modo, fue integrándose a las

actividades agrícolas y a la vida cotidiana de las poblaciones donde debió instalarse. Boyacá

durante la Violencia fue uno de los departamentos más afectados por la pugna bipartidista entre

liberales y conservadores, no obstante, ya sea porque Orlando se transportaba con campesinos que

conocían la zona o por el hecho de que el gobierno militar de Rojas Pinilla (1953-1957) lograba

cierta desmovilización de los combatientes, las observaciones directas no fueron afectadas. Así las

cosas, aun cuando esta vez no utilizó encuestas, sí pudo realizar muchas entrevistas personales,

visitar notarias y fincas, participar en labores agrícolas, tomar fotos, elaborar mapas y apuntar

datos en su acostumbrado diario de campo. A principios de 1955 sumaba toda esa información a

la recogida en el Archivo Nacional, en las notarias municipales y en las instituciones

gubernamentales de estadísticas 71³(QHVWDIRUPDʊKDHVFULWRʊVHFRPSOHPHQW


ó el sistema de

observación del segmento actual de la sociedad con el método histórico-evolutivo” 72. Con todo lo

anterior, en junio de 1955, obtuvo el título de Ph. D. Degree en el área de sociología

latinoamericana, con la disertación A sociological study of the relationships between man and the

land in the Department of Boyacá, Colombia. A mediados de 1957, esta tesis fue trasformada en

71
En la primera mitad del siglo XX, el Estado colombiano había logrado ciertos avances en la organización de
materiales estadísticos y de datos nacionales en general. Esto fue un proceso que contribuyó positivamente al
establecimiento de las ciencias sociales en la segunda parte del la centuria. Así, las primeras obras de Fals Borda
indican un aprovechamiento sustancial de este tipo de fuentes. En este sentido, fueron importantes el Censo de 1951 y
los datos de instituciones como los de la Contraloría General de la República, los ministerios de Educación,
Economía y Trabajo, y los producidos por la Normal Superior y el Instituto Etnográfico Nacional, éste último
dirigido durante muchos años por el etnógrafo francés, Paul Rivet. Ver: Rodrigo Parra Sandoval, “La sociología en
Colombia: 1959-1969”, en Ciencia Tecnología y desarrollo, Vol. 9, No. 1-4, Bogotá, enero-diciembre, 1985, p. 179.
72
Orlando Fals Borda, El hombre y la tierra en Boyacá, Bogotá, Documentos Colombianos, 1957, p. 221.
~ 58 ~

el libro El hombre y la tierra en Boyacá, obra que lo daría a conocer en los medios intelectuales y

políticos de la época.

Desde su regreso a Colombia, a finales de 1955, a los 30 años de edad, Orlando fue labrándose un

nombre a través de múltiples trabajos: entró a ser catedrático de la Facultad de Psicología de la

Universidad Nacional (1955-1958); ingresó como funcionario del Ministerio de Educación y

Agricultura (1955-1957); ocupó el cargo de Subdirector del Programa de Extensión Agrícola, en

el Servicio Técnico Agrícola Colombiano Americano, STACA, (1955-1957); pasó a ser consultor

y profesor del Centro Interamericano de Vivienda, CINVA, (1955-1958); y participó en una

misión de la OEA en Brasil, sobre el problema de la vivienda rural (1958). Por esas fechas

también empezó una labor que generalmente sólo es designada a los pastores evangélicos: llegó a

ser asesor del Consejo Mundial de Iglesias, institución internacional protestante con sede en

Suiza, entre 1956 y 1964.

Los trabajos en el Ministerio, en el CINVA, en la misión de la OEA en Brasil y en el STACA,

están enmarcados dentro de las labores que venía ejerciendo un tipo de profesional que empezaba

a establecerse en Latinoamérica: el experto. A saber, una especie de consultor técnico, dedicado al

asesoramiento “científico” de las nuevas instituciones de planeación y de asistencia técnica de la

política desarrollista 73. Llama la atención que sus primeros trabajos estuvieran orientados en ese

sentido, teniendo en cuenta que a actividades similares se dedicó su maestro Smith. Lo relevante

de ello está en que el joveQ KHUHGDEDʊDWUDYés de SmithʊXQDWUDGLFLó n científica con ciertos

73
Sobre los “expertos” y el avance del desarrollismo en Colombia ver: Arturo Escobar. “La profesionalización e
institucionalización del ‘desarrollo’ en Colombia durante el período posterior a la Segunda Guerra Mundial”, en
Revista Universidad de Antioquia, Vol. 56, No. 212, octubre-diciembre, Medellín, 1988, pp. 6-10.
~ 59 ~

elementos positivistas, que en esta época se entrecruzaban con elementos de la política

desarrollista, en auge a raíz del Punto IV de la doctrina Truman.

Teniendo en cuenta su visión liberal del mundo, no debe sorprender la afinidad de Orlando con

algunos contenidos del desarrollismo, tales como la asistencia científica o tecnológica. Afinidad a

la que también contribuía el peso de la educación racionalista que venía recibiendo desde el

bachillerato y el contacto con la acción tecnológica de la Winston Brothers, que le hacían valorar

positivamente la modernización para el progreso y el bienestar social. Asimismo, estaba el

humanitarismo que portaba en virtud del idealismo moral de su formación cristiana, que

igualmente lo conducía a creer en el poder de la ciencia para redimir a la humanidad 74. Puede

decirse que el racionalismo y el humanitarismo que lo acercaban hacia desarrollismo eran también

los que habían orientado su vocación hacia las ciencias sociales, vistas también como una

herramienta para el ayudar a los demás y contribuir en el progreso social

Es preciso destacar que la afinidad de Orlando con las políticas de modernización y desarrollo

también se expresaba en escritos que venía realizando en estos años. Permítasenos una pequeña

digresión. En 1949, el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, BIRF, envío al país la

primera Misión encargada de crear un programa global de desarrollo económico. De ahí surgió el

74
En esta parte debemos destacar que la misma sociología rural poseía un origen cristiano protestante que la ligaba a
una tradición humanitaria. He ahí que sea posible interpretar que, por ese camino, esta rama sociológica y a través de
ella Fals Borda, también tuvieran afinidades electivas con los elementos de la política desarrollista que hablaban de la
búsqueda del progreso y el bienestar social. En su libro clásico, Smith asevera: “La sociología rural nació de la
filosofía humanitaria que se ha convertido en una potente fuerza en los Estados Unidos durante la última década del
siglo diecinueve. La decadencia de la iglesia rural, el agotamiento del suelo y la despoblación de muchas zonas
rurales de antigua colonización de los estados del este, y la rápida diferenciación de las formas de vida urbana y rural
fueron, probablemente, algunos de los acontecimientos que ayudaron a llamar la atención hacia el problema rural y
estimularon un interés humanitario por los asuntos rurales. De cualquier manera, tal interés se difundió ampliamente
entre los clérigos de la época. El mismo se caracterizaba por la piedad, simpatía y un ardiente deseo de mejorar las
condiciones rurales mediante la ampliación de medios ya disponibles”. Ver: Thomas Lynn Smith, Sociología de la
vida rural, Buenos Aires, s.p.i. 1960, p. 7.
~ 60 ~

texto Las bases de un programa para Colombia, elaborado por el economista Lauchlin Currie, en

1950. Este informe presentó diversas recomendaciones dirigidas acelerar el desarrollo del

capitalismo en sectores estratégicos de la economía nacional, siendo las formulaciones que

tocaban el sector agrario las que más resistencias levantaron entre los latifundistas, quienes vieron

sus intereses afectados debido a la propuesta de gravar con mayores impuestos las tierras que

tenían sin explotar. Las ideas del Informe Currie sobre el asunto agrario, estaban orientadas a

presionar una mayor productividad en los latifundios y al fomento de una clase media productiva

en el campo 75. Es decir que sus ideas se encaminaban por el mismo camino que las propuestas

que años atrás hizo Smith como asesor del gobierno.

Aunque las recomendaciones de Currie no fueron puestas en práctica, su informe dio pie para que

durante el gobierno de Rojas Pinilla se discutieran asuntos relativos a la política agraria. Hemos

traído esto a cuento, porque siendo el informe Currie el que organizó el primer programa

desarrollista en Colombia, fue también, al igual que las ideas de Smith sobre el mismo asunto, la

inspiración principal del joven Fals en la propuesta de reforma agraria que introdujo en el libro El

hombre y la tierra en Boyacá, que no por casualidad llevaba por subtítulo Bases sociológicas e

históricas para una reforma agraria. Justamente es en ese texto donde más se deja ver la afinidad

de Fals con las políticas desarrollistas. A mediados de 1957, cuando el libro empezó a circular, el

gobierno de Rojas Pinilla caía del poder y el país se preparaba para el establecimiento del régimen

de coalición liberal-conservadora del Frente Nacional. La aparición del texto no podía ser más

oportuna, pues era una coyuntura histórica en la que el reformismo y el desarrollismo, como

política de Estado, estaban sobre el tapete. No es raro entonces que la publicación de El hombre y

75
Para un recuento del impacto del Informe Currie en los años cincuenta ver: Absalón Machado,“Política agraria en
Colombia”, en Campesinado y capitalismo en Colombia, Bogotá, Cinep, 1981, pp. 72-73.
~ 61 ~

la tierra en Boyacá le valiera a Fals Borda para ser nombrado en 1959, como Director General del

Ministerio de Agricultura y Decano fundador de la Facultad de Sociología de la Universidad

Nacional. De ahí que pueda decirse que el sociólogo arrancó su vida pública con el pie derecho.
~ 62 ~

Capitulo III
Orlando Fals Borda: la corriente romántica en las ciencias sociales de América
Latina (1959-1989)

Introducción

Han pasado más de cuatro décadas desde que el sociólogo Orlando Fals Borda publicó su libro La

subversión en Colombia (1967). El texto había caído en el olvido hasta que hace poco fue

reeditado por su propio autor, siendo el último acto público que llevó acabo en vida. Fals Borda

murió en Bogotá en la madrugada del 12 de agosto de 2008, a un mes de cumplir 83 años de edad.

Hasta el fin de sus días estuvo convencido de la vigencia de la utopía del socialismo pluralista que

defendió en aquel libro. Lo que no quiere decir que durante esas cuatro décadas su pensamiento

haya permanecido estático, a decir verdad, la aparición de ese texto sólo indicaba un momento de

transición en su larga y prolífica trayectoria intelectual.

La perspectiva democrática radical que Fals Borda expresaba en La subversión en Colombia

llegaría a nutrirse de un profundo anticapitalismo en los años setenta, del cual sería expresiva su

Historia Doble de la Costa, una zaga de cuatro tomos que fue publicada durante el decenio de los

ochenta. Partiendo de su inicial formación liberal, su libro sobre La subversión señalaría una

etapa de transición hacía ese anticapitalismo que bien puede considerarse romántico por los

elementos ideológicos que contiene. Justamente, el problema que abordaremos en el presente

capítulo consiste en comprender el proceso en que se desarrolló, y los contenidos que alcanzó, esa

dimensión romántica en su pensamiento. Teniendo en cuenta lo anterior, este capítulo se divide en


~ 63 ~

tres grandes partes, que indagan tanto por esa dimensión romántica en su obra como por los

rasgos más relevantes de su experiencia como sociólogo. Todo, visto desde una perspectiva

biográfica anclada en las circunstancias particulares de los sociología en Colombia y el resto de

América Latina entre finales de los años cincuenta y finales de los ochenta.

1. La ruptura instauradora

Las nuevas prácticas científicas con las que llegarían a proceder los sociólogos latinoamericanos

de los años cincuenta generarían una ruptura instaurada en el análisis de nuestras sociedades.

Decimos ruptura porque rompería con la retórica especulativa que prevalecía en muchos

escritores sociales anteriores, e instauradora porque fundaría desde entonces nuevas prácticas

científicas para la interpretación social. (Entre paréntesis: aquí entendemos por prácticas

científicas el uso de un conjunto de normas que permiten controlar actividades orientadas a la

producción de conocimientos; en el caso de la sociología, valiéndose de métodos y técnicas para

la recolección de materiales empíricos, con el uso de teorías que ayudan a producir un

conocimiento sociológico). Es en ese sentido que entendemos la ruptura instauradora que

generaría Fals Borda con sus primeros estudios sociológicos en Colombia, al igual que otros

contemporáneos suyos en varios países de Latinoamérica; la mayoría de los cuales iniciaron el

proceso de institucionalización de la sociología como ciencia haciendo uso del enfoque

estructural-funcionalista, tanto en sus investigaciones como en las carreras universitarias que

fueron fundando.
~ 64 ~

Florestan Fernandes, Luis A. Costa Pinto, Fernando Enrique Cardoso, para el caso de los padres

fundadores de la sociología científica en Brasil, durante sus primeras investigaciones se vieron

influidos por el estructural-funcionalismo y las técnicas y métodos empíricos norteamericanos.

Asimismo, Gino Germani y Aldo Solari, para los casos de Argentina y Uruguay, respectivamente,

hicieron uso de esos enfoques cuando se hallaban en la tarea de institucionalizar la sociología en

sus países. Podría decirse algo similar de Pablo González Casanova, quien pese a su temprana

formación en el marxismo europeo y de nutrirse además del ala radial y nacionalista de la

revolución mexicana, también se inició con los métodos y técnicas de la sociología empírica

estadounidense 76. Todos ellos y muchos más, como los economistas que conformaron la primera

etapa de la CEPAL o los sociólogos que fundaron en 1957 la FLACSO, convergían en

preocupaciones similares que estaban centradas en el problema del desarrollo capitalista, que era

entendido, por demás, como sinónimo de progreso 77. Ya sea en su vertiente marxista (mediatizada

en ese tiempo por el estalinismo, que también veía la historia por fases destinadas a alcanzar un

progreso entendido como desarrollo económico) o estructural-funcionalista, los científicos

sociales latinoamericanos estaban influenciados por lo que era la ideología de la época: el

desarrollismo y la modernización. Creemos que pese a las incongruencias valorativas que hoy

pudiéramos señalar sobre el uso que en los cincuenta se hacía del enfoque estructural-

funcionalista es posible reconocer el valor analítico de investigaciones que cumplieron la función

de introducir la sociología científica en América Latina. Ese es el caso de Campesinos de los

76
Joseph A. Kahl, Tres sociólogos latinoamericanos: Germani, González Casanova, Cardoso, México D. F.,
UNAM, 1986; Sara, Sefchovich, “Los caminos de la sociología en el laberinto de la Revista Mexicana de Sociología,
en Revista Mexicana de Sociología, Año LI, Nº 1, México D. F., 1989, pp. 5-60; Alfredo Errandonea, “Aldo Solari y
su papel en la modernización de la sociología uruguaya”, en Franco, Rolando (coord.), Sociología del desarrollo,
políticas sociales y democracia. Estudios en homenaje a Aldo Solari, México D. F., Siglo Veintiuno Editores, 2001,
pp. 148-158; Evaristo Moraes Filho, “Sociología del desarrollo de América Latina”, en Pablo González Casanova el
at, Sociología del desarrollo latinoamericano (una guía para su estudio), México D. F., UNAM, 1970, pp. 39-84.
77
Jaime Estay Reino, “El neodesarrollismo: Prebisch, Furtado y Pinto”, en Marini Ruy, Mauro y Millan, Márgare
(coops.), La teoría social latinoamericana, México D. F., UNAM / Caballito, 1995, pp. 227-253.
~ 65 ~

Andes y El hombre y la tierra en Boyacá, las primeras obras de Fals Borda, que hoy podrían

considerarse como clásicas de la sociología en Colombia.

A riesgo de simplificar, puede decirse Campesinos de los Andes corresponde al estudio de una

comunidad de labriegos ubicada en un vecindario rural (Saucío), y El hombre y la tierra en

Boyacá al de varias comunidades campesinas ubicadas en el Departamento de Boyacá, ambos

dentro de la división político-administrativa de Colombia. Así, mientras la primera obra trata

sobre un grupo ecológico humano conformado por la unión de intereses de varias familias,

ubicadas en una pequeña localidad rural, la segunda tiene que ver con pequeñas poblaciones

cohesionadas en virtud de intereses comunes. Aun cuando estas investigaciones no pretenden ser

estudios globales sobre Colombia, sino de casos concretos dentro la geografía del país, por su

perspectiva histórica de largo aliento y por el alcance multidimensional que poseen, es posible

encontrar en ellas una visión general del proceso social colombiano. Se trata de investigaciones

llevadas a cabo bajo la influencia del estructural-funcionalismo, es cierto, pero también, y quizá

principalmente, con el utillaje metodológico y teórico proveniente de la tradición

microsociológica estadounidense. Es así que Campesinos de los Andes y El Hombre y la tierra en

Boyacá no pueden ubicarse fácilmente dentro del enfoque estructural-funcionalista, en particular

del proveniente de Talcott Parsons. Para los años cincuenta, época en la que Fals hizo sus

estudios, Parsons manejaba categorías muy abstractas y sin demasiados fundamentos empíricos

como para ser asumido completamente por cualquier corriente de la microsociología. Esta última

era más inclinada a estudios concretos, descriptivos y detallados de los procesos de interacción

humana, del modo de pensar y actuar de la gente y del análisis de la vida cotidiana, por medio de

la observación directa, o través del uso de documentos escritos, orales y visuales. Lo anterior
~ 66 ~

ayuda a entender porqué el estructural-funcionalismo que encontramos en las primeras obras de

Fals Borda era de un género más atemperado, es decir, a mitad del camino entre la gran teoría y el

empirismo; un punto intermedio que hacía más accesible corrientes estructural-funcionalistas

como la de Robert Merton, quien, en efecto, es usado por Fals Borda en sus primera etapa como

sociólogo.

El sólo hecho de que Fals Borda haya optado por un análisis sociohistórico diferencia sus

primeras investigaciones de la mayoría de estudios que por entonces fueron realizados en

América Latina bajo el enfoque estructural-funcionalista. De ese modo, pese a que en sus libros

hay un marcado interés por develar los mecanismos estructurales que tiene la sociedad para

funcionar de forma integrada, a la manera de un cuerpo humano, también es cierto que en sus

interpretaciones no se encuentra la sociedad detenida en seco, como si se tratara del retrato de

determinada estructura en el presente, en la que se analizan datos estadísticos. Además del

proceso histórico, que se encuentra sustentado con documentos tan diversos que envidiaría

cualquier historiador, pueden encontrarse también análisis múltiples y en varios niveles. Análisis

en los cuales son puestos en práctica métodos y técnicas cualitativas provenientes de la

microsociología, tales como el diario de campo, la convivencia por largo tiempo con las

comunidades estudiadas -la observación por participación-, grabaciones magnetofónicas,

fotografías, a más del uso de documentos u objetos personales brindados por los campesinos.

(Sobre el carácter heterodoxo del estructural-funcionalismo de Fals Borda volveremos a insistir

más adelante).
~ 67 ~

Asimismo, gracias a su enfoque interdisciplinario, estas obras presentan una gran flexibilidad,

donde etnografía, lingüística, geografía, agronomía, musicología, demografía, psicología,

antropología y sociología se entrelazan para presentar al lector una exposición viva y descriptiva,

que a veces pareciera tomar las características de un documental cinematográfico. De tal suerte

que se tiene la impresión de poder entrar a las casas de los campesinos, conociendo su cocina, sus

costumbres, formas de hablar, religiosidad, modalidades de cultivo, entre muchos aspectos más de

su cultura y vida cotidiana. En ese sentido, la comunidad campesina constituye la unidad de

observación y análisis, sin desestimar nunca la compresión de otros niveles sociales, como los son

el municipio, la región y el país en general, incluso algunas veces presentando comparaciones a

escala latinoamericana. En todo caso, las ideas básicas que primaron en los años cincuenta y

principios de los sesenta, sobre la modernización, el cambio social dirigido y la historia entendida

como un continuo evolutivo que va de lo tradicional a lo moderno, no están ausentes en estas

primeras obras. Esta era una visión de la historia ampliamente compartida por los sociólogos

latinoamericanos de la época, y en esto, Fals Borda no caminaba solo. Muchos de los nuevos

científicos sociales latinoamericanos que por entonces se habían formado en Estados Unido o en

Europa, o en sus países de origen, portaban una concepción análoga del mundo. Para ellos, el

progreso era entendido como desarrollo o, suponían que ese ansiado progreso social se alcanzaría

a través del desarrollo 78. Lo anterior, no contaba con fuertes contradictores, pues eran pocos los

osados en entrar a criticar una concepción que de modo obvio parecía corresponderse y ser

recíproca con un mundo social que en efecto estaba en transición hacia la modernización

capitalista. Con todas las virtudes o defectos que hoy pudieran señalarse a las primeras obras de

Fals Borda es posible considerarlas como clásicos del pensamiento sociológico colombiano. Pues

78
Heinz Sonntag, Duda, certeza, crisis. La evolución de las ciencias sociales de América Latina, Caracas,
UNESCO/Editorial Nueva Sociedad, 1989, p. 54.
~ 68 ~

el nuevo proceder científico que en ellas se podría en práctica llegaría a generar una ruptura

instaurada en el análisis social de su país. Además, la flexibilidad, el carácter histórico e

interdisciplinario que poseen esos libros les ha posibilitado no envejecer con el tiempo, siendo

referentes obligados en la actualidad, con todo y lo caduco que hoy pueda verse el uso del

enfoque estructural-funcionalista.

Así, pues, con la formación científica que traía consigo, las acciones públicas que Fals Borda

emprendería desde entonces estarían caracterizadas por un poderoso optimismo demócrata-liberal.

Optimismo que le venía, ya lo hemos dicho, de cierta hibridación ideológica producto de su

educación cristiana protestante, influida por ideales democráticos y filantrópicos; por el consenso

liberal respirado en la atmósfera universitaria en la que se formó en Estados Unidos; y, en gran

medida también, por el tibio reformismo que desplegó el primer gobierno del Frente Nacional en

Colombia 79. El Frente Nacional fue un régimen de coalición bipartidista (1958-1974), en el que

los partidos Liberal y Conservador monopolizaron el manejo del Estado en Colombia. Se trataba

de una coalición elitista que justificaba su existencia en el intento de superar la guerra civil de la

Violencia, que venía sangrando al país desde los años cuarenta, y a la dictadura militar que luego

le siguió. Este régimen contaría, además, con el respaldo de los programas reformistas que trajo

la Alianza para el Progreso, contra lo que se percibía como el avance del comunismo tras la

revolución cubana.

En ese contexto, el prestigio que alcanzó Fals Borda por estos años le sirvió para ser nombrado en

1959 como Director General del Ministerio de Agricultura (hoy Viceministerio de Agricultura) y

79
Alexander Pereira, “Para una biografía intelectual de Orlando Fals Borda”, en Periferia, No 4, Neiva, 2004, pp. 27-
43.
~ 69 ~

como decano-fundador de la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia;

contando para esta última tarea con la colaboración del sacerdote y sociólogo Camilo Torres

Restrepo, formado en la Universidad de Lovaina, en Bélgica. Con Camilo Torres, Fals Borda

tenía esperanzas compartidas en los cambios democráticos que prometían los planes reformistas

de las elites dominantes colombianas. De tal suerte que ambos estuvieron trabajando al servicio

del Estado, en el asesoramiento técnico de los programas de reforma agraria y de Acción

Comunal, al tiempo que bregaban con espíritu apostólico por consolidar la sociología como

ciencia en el país. Desde la Facultad de Sociología, Fals Borda y sus colaboradores concentraron

a miembros sobresalientes de la nueva generación de científicos sociales que despuntaban en

Colombia. Muchos de cuales eran provenientes de la extinta Escuela Normal Superior (primer

intento colombiano de profesionalizar las ciencias sociales en los años cuarenta), con lo que se

daba, en cierta medida, la posibilidad de reagrupar en una misma institución a representantes

destacados de la primera generación de científicos sociales formados en el país. En un vivísimo

artículo escrito hace pocos años, Fals Borda rememoraba al respecto: “El insumo de egresados

eminentes de la fenecida Escuela Normal Superior como Roberto Pineda, Virginia Gutiérrez,

Milcíades Chávez y Darío Mesa, fueron muy importantes” 80.

Igualmente importantes para el proyecto de esa Facultad fueron intelectuales como Eduardo

Umaña Luna, Tomás Duncay, Carlos Escalante, Jaime Quijano, Miguel Fornaguera y Segundo

Bernal, quienes compartieron con investigadores extranjeros como Andrew Pearse, Ernesto Guhl,

Emilio Willems, Juan Friede, Everett Rogers, Arthur Vidich, Aron Litman, Eugene Havens y

80
Orlando Fals Borda, “Cuarenta años de sociología en Colombia: problemas y proyecciones”, Revista Colombiana
de Sociología, Vol. VI. No. 1, Bogotá, 2001, p. 8.
~ 70 ~

William Flinn, entre otros81. Personajes todos que, por sus procedencias, enfoques e intereses

académicos diversos, le dieron un aire cosmopolita a la naciente institucionalización de la

sociología en Colombia. Con ellos se aportó un espacio abierto de discusión y deliberación

científica de alto nivel, que llegó a contribuir no sólo la formación de sociólogos, sino también a

cualificar la opinión de algunos sectores sociales, en particular los provenientes de las por

entonces ascendentes clases medias profesionales.

En estas tareas por consolidar la sociología como un campo académico especializado también

participó la socióloga María Cristina Salazar Camacho, quien merece una mención especial por la

fructífera relación afectiva y académica que sostuvo desde los años sesenta con Fals Borda 82.

María Cristina Salazar ingresó a la Facultad de Sociología luego de ser llamada en 1962 por

Camilo Torres, con quien además de compartir profundas convicciones cristianas, tenía similares

orígenes sociales 83. Su educación primaria y secundaria la realizó en Inglaterra y Estados Unidos,

en este último país consiguió también los títulos de Bachelor en artes en 1951, y los de maestría y

doctorado en sociología en la Universidad Católica de América, en Washington en 1957, siendo

así la primera mujer con ese título profesional en Colombia. De vuelta al país, María Cristina

81
Sobre los investigadores y los temas que pasaron por la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional en la
época en que Fals Borda fue decano, consúltese: Jorge Hernández Lara, Dos décadas de sociología en Colombia
(1950-1970), Bogotá, Trabajo de grado optar el título de sociólogo, Universidad Nacional de Colombia, 1983, pp. 55-
92; Gabriel Restrepo Forero, “El Departamento y la Facultad de Sociología entre 1959 y 1966”, Revista Colombiana
de Sociología, Vol. 6. No. 1, Bogotá, 1988, pp. 85-104.
82
Acerca del papel jugado por María Cristina Salazar en la institucionalización de las ciencias sociales en Colombia,
ver: Gabriel Restrepo, “La sociología ante sus años cincuenta”, en Mauricio Archila et al (editor), Cuatro décadas de
compromiso académico en la construcción de la nación, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2006, pp. 395-
398.
83
Ella nació en el seno de una familia de la elite colombiana, era nieta de Félix María Salazar, un rico terrateniente
conservador que fue ministro y senador durante los gobiernos de Rafael Reyes y de Pedro Nel Ospina. Asimismo, su
abuelo materno, fue el liberal radical Salvador Camacho Roldán, quien entre otros puestos, estuvo encargado de la
presidencia de la república durante el gobierno del General Santos Gutiérrez, en 1868. A Camacho Roldán se le
reconoce por ser pionero en el análisis sociológico en Colombia.
~ 71 ~

ayudó a fundar en 1960 las carreras de Trabajo Social y Sociología en la Universidad Javerina, de

donde luego salió para hacer parte del cuerpo de profesores de la Universidad Nacional.

A finales de los años sesenta María Cristina Salazar y Orlando Fals contrajeron dos veces

matrimonio, uno por la iglesia católica y otro por la presbiteriana, manteniendo durante cuatro

décadas una camaradería que los benefició mutuamente en sus quehaceres intelectuales. Así como

la diversidad de profesores e investigadores que conformaban la Facultad de Sociología, esta

historia de amor entre una cristiana católica y un protestante era una muestra más del ambiente de

tolerancia que se respiraba en los primeros años de ese círculo académico, situación que rompía

con los múltiples sectarismos que imperaban en otros ámbitos de la sociedad colombiana de la

época. La profunda formación cristiana de los esposos Fals-Salazar, unida a la del sacerdote

Camilo Torres, también ayuda a comprender la mística apostólica que acompañó el proceso de

institucionalización de la primera comunidad de sociólogos colombianos. “En esta Facultad,

como muchos habrán podido observarlo, se ha creado una verdadera mística por la ciencia y por

el servicio a Colombia”, afirmaba ni sin razón Fals Borda en 1962 84.

Según Rodrigo Parra Sandoval, sociólogo formado en ese mismo ambiente académico y luego

analista del mismo, el cristianismo que portaban Fals Borda y Torres Restrepo los proveyó de una

ética del trabajo, entendida en el sentido weberiano, que se expresó en el liderazgo carismático

que proyectaron como intelectuales durante el período de fundación de la Facultad de Sociología.

Afirma Sandoval: “este carisma de los fundadores jugó sin lugar a dudas un papel de gran

importancia en el surgimiento de la comunidad científica que tuvo lugar en la década de los

84
Orlando Fals Borda, “La Facultad de sociología dejó atrás el período experimental”, texto del discurso pronunciado
por el Decano en el acto de graduación de los primeros egresados de la Facultad de Sociología, el 6 de abril de 1962.
Ver: Archivo Facultad de Ciencias Humanas (en adelante AFCH).
~ 72 ~

sesenta” 85. En efecto, las capacidades ejecutivas desplegadas por Fals Borda o Camilo Torres,

éste último más desde la política, dejaban apreciar, al igual que el caso de María Cristina Salazar,

una fuerte mística religiosa que animaba sus acciones.

Durante la primera parte de los años sesenta, en el intento de consolidar la disciplina sociológica

en Colombia, Fals Borda lideró la fundación de la Asociación Colombiana de Sociología (1962),

promovió la organización del VII Congreso Latinoamericano de Sociología (1964), y el I y el II

Nacional (1963 y 1967), todos efectuados en Bogotá. Igualmente, en un momento en que la

universidad colombiana no financiaba investigaciones, ni mucho menos existía la figura del

profesor investigador, contribuyó a la consecución de fondos internacionales para tales

actividades, a través de fundaciones como la Ford, Rockefeller, Fulbright y entidades como la

UNESCO. También se logró con esos dineros construir una infraestructura académica para la

naciente Facultad: edificaciones, logística para la investigación y la docencia, bibliotecas,

maquinas de computo y de escribir, la serie de Monografías Sociológicas -de amplia difusión, en

la que diversos investigadores tuvieron la oportunidad de publicar sus trabajos. Aparte de las

Monografías Sociológicas, fueron creadas otras series, tales como Monografías Latinoamericanas,

Informes Técnicos, Historia y Sociología, y Memorias de Congresos de Sociología. Según un

conteo realizado sobre los temas de que trataban esas investigaciones, es posible afirmar que si

bien la gran mayoría se referían al mundo agrario, desde una perspectiva centrada en el estudio de

comunidades (siguiendo los temas que más le preocupaban a Fals Borda), también es cierto que

hubo muchos otros asuntos analizados, que hablaban por sí solos de la diversidad de intereses

investigativos de los miembros de la Facultad. Se cuentan, por ejemplo, trabajos que iban desde

estudios sobre filosofía hasta la medicina. Pero principalmente aquellos que trataban acerca de la
85
Parra, “La sociología en Colombia…”, p. 191.
~ 73 ~

historia de la educación o sobre la educación en la ciudades, los procesos de modernización y

cambio social, la industrialización y el trabajo, de sociología de la ciencia, sobre religión,

historia, sectores indígenas y negros, estudios sobre la familia, las instituciones jurídicas, la

política, la acción comunal y la Violencia 86. Sobre este asunto de la Violencia la Facultad haría

una de las más grades contribuciones, de eso hablaremos en el apartado que sigue. Asimismo,

Fals Borda creó el Programa Latinoamericano de Estudios para el Desarrollo, PLEDES, (1964-

1969), donde pudieron continuar sus estudios de postgrado muchos de los egresados de la carrera

de sociología 87.

Esta enorme capacidad de gestión administrativa, combinada con labores docentes, investigativas,

de promoción y divulgación de estudios, dejan apreciar el liderazgo científico de Fals Borda en la

búsqueda por organizar un campo autónomo para la sociología como disciplina científica en

Colombia. En esta época, repetimos, Fals fue capaz de ayudar a coordinar el proceso de

institucionalización de las ciencias sociales que había quedado truncado con la desaparición de la

Escuela Normal Superior, pues no solamente se trató de la fundación de la carrera de sociología,

sino que a partir de ella empezaron a surgir otros programas de ciencias sociales como

Antropología, Trabajo Social y Geografía 88. Igualmente, hay que agregar que el movimiento

acelerado con el que Fals Borda y sus colaboradores construyeron toda esa infraestructura

86
Parra, “La sociología en Colombia…”, pp. 193-201.
87
Acerca de las actividades académico-administrativas que Fals Borda ejecutó en los años sesenta, véase: Gonzalo
Cataño, “Presentación de Orlando Fals Borda”, Ciencia y compromiso. En torno a la obra de Orlando Fals Borda,
Bogotá, Asociación Colombiana de Sociología, 1987), pp. 13-17. Una exposición más detallada, donde se muestra la
manera como Fals Borda combinaba sus actividades docentes, investigativas, administrativas y como funcionario del
gobierno, puede encontrase en: Restrepo, “El Departamento…”, pp. 87-90.
88
Daniel Carrillo Guerrero, “A manera de introducción. Zonas de negociación en ciencias sociales: La creación de la
Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia (1963-1966)”, en Archila, “Cuatro décadas
de compromiso académico…”, p. 25.
~ 74 ~

intelectual estaba motivado por otra serie de transformaciones, también precipitadas, que se

venían gestando de forma paralela en la sociedad en general.

Para principios de los años sesenta se había invertido las cifras de los pobladores rurales y

urbanos en Colombia. En ese momento, el 60. 6 % de los colombianos vivían en ciudades, se

había incrementado la cobertura educativa de modo sustancial, las mujeres empezaron a ingresar

masivamente a las universidades y, en la medida en que se ensanchaban las capas medias y

populares, crecía también el inconformismo político y con él la movilización social 89. El mundo

de las editoriales despertaba, excelente revistas culturales como Mito y Eco hacía época, al mismo

tiempo que la circulación de periódicos aumentaba vertiginosamente. En una palabra, las tareas

que se emprendían desde la Facultad de Sociología eran motivadas y tenían su correspondencia

con los nuevos estilos de vida y, especialmente, con un incremento importante del público lector,

cada vez más profesional e interesado en consumir productos culturales 90. En una entrevista

realizada a Belisario Betancur en 1963, quien por entonces era uno de los accionistas de Ediciones

Tercer Mundo, afirmaba: “en los últimos años el comercio del libro se ha incrementado en tal

forma, que podría asegurar que la industria del libro colombiano se encuentra en su etapa inicial.

Me parece definitivamente superada la época en que el escritor debía enfrentarse a la triple tarea

de escritor-impresor-distribuidor” 91. Evidentemente, el consumo de libros crecía y las labores

intelectuales empezaban a especializarse. Otro elemento que deja entrever esta entrevista, quizá el

89
Sobre el contexto de movilizaciones sociales y conflictos que en este período se dieron, nos basamos en:
Alexander Pereira, Renán Vega y Luz Ángela Núñez, Petróleo y protesta obrera (tomos I y II), Bogotá, Corporación
Aury-Sará / Federación General de Trabajadores de Bélgica, 2009, pp. 185-274.
90
Para un análisis acerca de los cambios que se estaban generando en el consumo de productos culturales y de libros
en la Colombia de los años sesenta, véase: Miguel Ángel Urrego, Intelectuales, Estado y Nación en Colombia. De las
Guerra de los Mil Días a la Constitución de 1991, Bogotá, Siglo del Hombre Editores, 2002, pp. 145-185; Juan
Guillermo Gómez, Colombia es una cosa impenetrable, Bogotá, Diente de León, 2006, pp. 331-400.
91
“Un escritor, dos editores y un librero hablan sobre: los problemas del libro en Colombia”, en El Tiempo, Lecturas
Dominicales, 14 julio de 1963, p. 2.
~ 75 ~

más significativo, es el relacionado con la poca diferenciación que existía entre el intelectual y el

político de profesión. Hasta antes de los años sesenta la línea que separaba la labor del uno y del

otro no existía claramente. Ejemplo de ello lo ofrece el propio Betancur, quien al mismo tiempo

que se reclamaba como intelectual hacía de Ministro de Trabajo. Su caso es sintomático tanto más

por cuanto muestra una persistencia en ese sentido: Betancur llegaría a la presidencia de

Colombia en los años ochenta, no sin que se le dejara de percibir como intelectual92.

Sin embargo, al iniciarse el decenio de los sesenta era evidente que se experimentaba una

separación entre esos dos ámbitos de actividades, con lo que podemos afirmar que Fals Borda fue

un personaje de transición en tales cambios. Como ya lo vimos, al mismo tiempo que era decano

de la Facultad de Sociología hacia parte de la primera administración del Frente Nacional, tras

hacerse visible con sus primeras obras científicas 93. A principios de 1962, Fals Borda le escribió

una carta a Lynn Smith, su maestro en la Universidad de Florida, donde le comentaba acerca de

sus actividades con el gobierno: “La reforma agraria está en marcha, y yo estoy metido en ella

hasta el pescuezo” 94. No obstante, ese compromiso con el Estado estaba por romperse, las

mutaciones que se venían sucediendo en la relación entre algunos sectores intelectuales y los

grupos que detentaban el poder se iba agrietando a tal ritmo que, hacia finales de ese mismo año,

personajes como Fals Borda empezaban a marcar distancia con el Frente Nacional. La gota que

rebosaría la copa tenía que ver con el revuelo público que suscitó la aparición del primer tomo de

un libro en el que Fals Borda aparecía como coautor: La Violencia en Colombia (1962).

92
Acerca de esta relación entre la actividad intelectual y la política en Colombia ver: Malcolm Deas, El poder y la
gramática, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1993.
93
Por lo general en Colombia un intelectual se daba a conocer con algunas obras importantes y luego era llamado
para ser vinculado con la administración estatal, a través del partido Liberal o del Conservador. Los casos de Luís
López de Mesa, Indalecio Liébana Aguirre son también representativos de ese fenómeno.
94
Citado por Restrepo, “El Departamento…” p. 89.
~ 76 ~

2. La violencia en Colombia

Además de Fals Borda, en la escritura de La violencia en Colombia también participaron el

abogado Eduardo Umaña Luna y el sacerdote Germán Guzmán Campos. Aunque en rigor se trata

de una obra hecha en coautoría, sin duda la primera realizada de manera interdisciplinaria en

Colombia, es preciso indicar que ella le debe mucho a Monseñor Guzmán Campos; ello porque

entre todos los autores del libro él fue quien mayor experiencia personal tuvo en la observación

directa de los hechos analizados en la obra. A Monseñor Guzmán, a quien la participación en este

estudio le costaría tener que exiliarse en México, los campesinos colombianos le deben que los

crímenes cometidos contra ellos no fueran olvidados tan fácilmente. De él puede decirse que fue

el gran albacea de la mayor cantidad de documentos recopilados sobre el conflicto de la Violencia

en las zonas donde éste tuvo sus expresiones más macabras. Lo que le fue posible gracias a que en

su condición de sacerdote tenía su parroquia en el municipio del El Líbano, en el Departamento

del Tolima, uno de los centros más conflictivos del país durante la Violencia, y al hecho de que

tuvo la oportunidad de hacer parte la Comisión Nacional Investigadora de las Causas y

Situaciones Presentes de la Violencia en el Territorio Nacional. Comisión esta que fue

conformada a través un decreto expedido en 1958, por parte de la Junta Militar de Gobierno que

sirvió de transición entre finales de la dictadura de Rojas Pinilla y el inicio del Frente Nacional.

Al parecer, la creación de esta Comisión estuvo motiva por el interés que las elites de los partidos

Liberal y Conservador tenían en darle legitimidad política a la implantación del régimen del
~ 77 ~

Frente Nacional, cuya presentación se hacía como un pacto de reconciliación orientado a superar

la crisis de la Violencia 95.

Según quedó registrado en el prólogo del primer tomo del libro, dicha Comisión estuvo

conformada por Otto Morales Benítez (en calidad de director), los políticos Absalón Fernández de

Soto y Augusto Ramírez Moreno; los generales Ernesto Caicedo López y Hernando Mora

Aguirre; y los sacerdotes Fabio Martínez y Germán Guzmán Campos. Se trataba de políticos,

militares y curas, es decir, de miembros de los estamentos más representativos de los poderes

tradicionales de Colombia: de los partidos Liberal y Conservador, las Fuerzas Armadas y la

Iglesia Católica. Estas personas viajaron por diversas regiones de la república, durante ocho

meses, recogiendo evidencias y diversos tipos de pruebas relacionadas con la Violencia. Entraron

en contacto directo con poblaciones afectadas por el conflicto; hicieron entrevistas a guerrilleros,

a párrocos, políticos locales, a campesinos, a presos en cárceles y exiliados en ciudades, entre

muchos otros; realizaron observaciones y anotaciones en zonas asoladas, mismas donde se dieron

a la tarea de revisar archivos en parroquias, notarias, juzgados, inspecciones de policía, etcétera.

También consultaron datos a nivel nacional, series estadísticas en ministerios y otras

instituciones, así como recolección de fotografías y documentos cartográficos. Tal acopio de

información serviría de base para que la Comisión Investigadora de las Causas de la Violencia

hiciera recomendaciones a los planes de acción que empezaría a efectuar por ese entonces la

Oficina Nacional de Rehabilitación (también conocida como la Comisión Especial de

Rehabilitación). Esta Oficina había sido creada en septiembre de 1958 por el gobierno de Lleras

Camargo, con el fin de dar asistencia social a los damnificados de la Violencia y reincorporar a la

95
Al respecto ver: Gonzalo Sánchez, “Raíces históricas de la amnistía, o las etapas de la guerra en Colombia”, en
Revista de Extensión Cultural, No. 15, Medellín, junio de 1983, p. 25.
~ 78 ~

vida civil a antiguos combatientes. Las tareas que cumplió la Comisión fueron efectuadas durante

casi tres años, especialmente en los cinco departamentos más azotados por la violencia (Huila,

Tolima, Valle, Cauca y Caldas). Sin embargo, la eficacia que tuvo no fue muy importante, debido

en gran medida a que las políticas del Frente Nacional se encaminaban más a la represión que a

una verdadera rehabilitación de las zonas afectas por el conflicto 96.

No obstante la labor de la Comisión no se perdió del todo, ya que gran parte de todos los

documentos que lo logró reunir serían conservados por Monseñor Guzmán, quien sin tener una

formación científica propiamente dicha, tuvo el talento y la intuición de ir construyendo un

archivo que sería la base empírica para escribir La violencia en Colombia. Monseñor Guzmán era

conocido desde 1960 por los sociólogos de la Universidad Nacional, gracias a las actividades

investigativas que venían adelantándose para la serie Monografías Sociológicas. A principios de

ese año, la Sección de Investigaciones de Sociología encargó al antropólogo Roberto Pineda

Giraldo un estudio de caso sobre el impacto de la Violencia en El Tolima, tomándose para el

efecto la situación del municipio de El Líbano, donde Guzmán Campos ejercía como cura

párroco. En esa ocasión, Guzmán no sólo se dio a conocer por su sensibilidad ante los problemas

campesinos y por la generosa colaboración que prestó a la investigación, sino también por la gran

cantidad de información que poseía sobre el fenómeno de la Violencia. En la introducción de su

estudio, Roberto Pineda afirmaba que logró hacerse una idea de la situación investigada gracias “a

la ayuda aportada por Revdo. Padre Germán Guzmán Campos, conocedor del problema como

cura párroco de la población y como hombre angustiosamente preocupado por los efectos que

96
Un estudio detallado sobre los labores de esta comisión y de la asesoría que le prestó la comisión investigadora de
las causas de la violencia, puede consultarse en: Gonzalo Sánchez, “Rehabilitación y violencia bajo el Frente
Nacional”, en Análisis Político, No. 4, Bogotá, mayo-agosto, 1988, pp. 35-48.
~ 79 ~

veía” 97. A partir de ese primer contacto, en la Facultad de Sociología empezó a hablarse sobre la

posibilidad de hacer un estudio general sobre la Violencia en Colombia, partiendo de la

documentación recopilada por el cura de El Líbano. La idea nació, según Fals Borda, “en una

charla mía informal con el Padre Camilo Torres Restrepo, sobre la importancia de ir a mirar los

archivos que Monseñor Guzmán guardaba en su despacho parroquial de El Líbano (Tolima). Allá

nos fuimos, manos a la obra. Se trataba de los documentos en que había quedado recogido el

trabajo de la Comisión Investigadora Nacional de las Causas de la Violencia” 98. Años después, el

propio Guzmán narraría así este encuentro:

A comienzos de 1961 me visitó en el Líbano un grupo de profesores pertenecientes a la


entonces Facultad de Sociología de la Universidad Nacional, formado por el pbro. Camilo
Torres Restrepo y los doctores Orlando Fals Borda, Andrew Pearse y Roberto Pineda, los
cuales expresaron el interés de su institución por estudiar la problemática colombiana,
iniciando este propósito con el análisis de la violencia. Después de prolongado diálogo me
propusieron que escribiera al respecto. Pese a mi negativa, hicieron gestiones entre el
Presidente de la República y las autoridades eclesiásticas. Se me indicó que me trasladara a
Bogotá y entrara en contacto con la Facultad de Sociología para iniciar un estudio sobre la
violencia 99.

En efecto, un par de meses después, Monseñor Guzmán viajó con todos sus documentos a

Bogotá, entrado inmediatamente como investigador de la Facultad de Sociología. De esa manera

se dio inicio a una intensa labor de discusión sobre el fenómeno de la Violencia, en la que no sólo

participaron quienes luego aparecieron como coautores de la investigación, sino también los

97
Roberto Pineda Giraldo, El impacto de la violencia en El Tolima, el caso de El Líbano, Bogotá, Universidad
Nacional de Colombia, Departamento de Sociología, Serie Monografías Sociológicas, No. 6, octubre de 1960, p. 6.
98
Entrevista a Orlando Fals Borda, en el programa de televisión Patrimonio Vivo, producido por la Facultad de
Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia, 2001.
99
Germán Guzmán Campos, “Reflexión crítica sobre el libro “La Violencia en Colombia””, Gonzalo Sánchez y
Ricardo Peñaranda (compiladores), Pasado y presente de la Violencia en Colombia, Bogotá, CEREC, 1991, p. 50.
~ 80 ~

profesores Camilo Torres, Roberto Pineda, Andrew Pearse y Julio Asuad. En realidad, la idea

original era que todos estos profesores fueran haciendo sus propias contribuciones en escritos que

irían apareciendo, poco a poco, dentro de la Serie de Monografías Sociológicas. Es así que en un

principio se decidió que la primera publicación debía contener los puntos de vistas de un militar,

un psicólogo, un sacerdote, un jurista y un sociólogo. Pero rápidamente ese plan se vino abajo,

debido a que ni el militar ni el psicólogo, que fueron convocados, aceptaron la propuesta.

Entonces quedó la idea de que los primeros escritos serían los del sacerdote, el abogado y el

sociólogo. Ese fue el plan básico general, cuya definición obedecía a un fuerte interés por

conseguir que la obra lograra una perspectiva equilibrada, debido a que se presumía que sus

resultados podrían exasperar diversos sectores de la sociedad.

Ya en el proceso de escritura fueron ordenándose las partes del libro, según iba tomando cuerpo el

estudio. A Monseñor Guzmán, por su profundo manejo de los hechos le correspondió la

responsabilidad de realizar una crónica descriptiva, lo más completa posible y con una perspectiva

histórica, tomando fielmente los datos recopilados. Para esa tarea, como consta en los

agradecimientos que presentó en el libro, Guzmán contó especialmente con el auxilio de Fals

Borda, quien “revisó los originales, imponiéndose una labor agobiante” 100. Igualmente, Monseñor

destacó las asesorías y orientaciones que obtuvo por parte de Eduardo Umaña Luna, Andrew

Pearse y Camilo Torres, a este último, además, le reconocía los ánimos que le trasmitió en los

momentos en que sentía desfallecer durante el proceso de escritura 101. La segunda parte del libro

le correspondió al abogado Umaña Luna, quien partiendo de la descripción general adelantada por

Guzmán, realizó un análisis socio-jurídico del fenómeno en cuestión. Finalmente, Fals Borda fue

100
Germán Guzmán, Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña Luna, La Violencia en Colombia (Tomo I), Bogotá,
Ediciones Tercer Mundo, 1963, p. 19.
101
Guzmán et al, “La Violencia en Colombia…”, (Tomo I), p. 19.
~ 81 ~

el encargado de efectuar una síntesis sociológica general, cuyo objetivo era establecer una

interpretación global del fenómeno de la Violencia, con base en los estudios previos de Guzmán y

Umaña, y valiéndose de los enfoques teóricos que se consideraron pertinentes para el análisis.

Luego de varios meses de continuo trabajo colectivo, en los que los autores coordinaban sus

estudios por medio de mesas redondas, en junio de 1962 lograron enviarse los originales a la

imprenta. En los primeros días del mes siguiente, en medio de fuertes conflictos estudiantiles,

empezó a circular La violencia en Colombia. Estudio de un proceso social. El libro correspondía

al número 17 de la serie Monografías Sociológicas, siendo la Editorial Iqueima la encargada de su

primera publicación, tal como venía haciéndolo con los anteriores números de la serie

monográfica. Esta vez la Facultad consiguió la financiación de la publicación con fondos

provenientes de la Fundación para la Paz, de carácter privado y filantrópico, compuesta en su

mayoría por miembros de la familia del señor Emilio Urrea, quien era su director. Emilio Urrea

hacía parte del Partido Liberal, pero ante todo era reconocido por sus actividades altruistas. Todo

indica que las gestiones para conseguir esta financiación fueron adelantadas por el sacerdote

Camilo Torres, quien era miembro de dicha Fundación desde 1960. Se sabe, además, que el

monto total que aportó la Fundación para la Paz fue de 90.000 pesos y que ese dinero fue usado

exclusivamente para la impresión del libro 102.

El texto contó con un primer tiraje de mil ejemplares, mismos que fueron distribuidos de manera

restringida entre un grupo de lectores nombrados a dedo en una lista diseñada en la Facultad de

102
Al respecto véase: Mónica Zuleta y Alejandro Sánchez, “La batalla por el pensamiento propio en Colombia”, en
Revista Nómadas, No 7, Bogotá, 2007, p. 136; Guzmán, “Reflexión crítica sobre el libro…”, p. 51; Eduardo Umaña
Luna, Camilo y el nuevo humanismo. Paz con justicia social, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2003, pp.
63-64
~ 82 ~

Sociología. Los lectores escogidos eran miembros representativos de la vida pública nacional,

sujetos que hacían parte de las elites políticas del país, miembros del alto gobierno, de la Fuerzas

Armadas y la Policía, de la Iglesia Católica, de la gran prensa, intelectuales reconocidos, entre

otros. Era tal el proceso de selección que cada lector estaba número, por ejemplo, a cada libro se

le había escrito algo así como: “Señor Fulano de Tal, Ejemplar Número X”. Lo anterior,

ciertamente, creaba una división arbitraria entre un grupo de privilegiados que podían acceder a

un documento que se consideraba importante para comprender la realidad del país. Ese modo de

proceder se explica porque entre los autores existía la idea de que el propósito de la sociología era

el de indagar sobre las causas y los síntomas de los problemas sociales, con el fin de hacer un

diagnostico objetivo que sirviera para recomendar los remedios que las clases dirigentes debían

aplicar al organismo social. (Precisamente, en el libro hay unos capítulos dedicados a la “etiología

y a la terapéutica de la violencia”). Desde esta lógica positivista del quehacer científico, entonces

lo más eficaz para lograr una pronta solución de los problemas estudiados, era hacer llegar los

resultados a los grupos más influyentes del país; lo cual efectivamente se hizo.

Debido a la amplia solicitud que reportó el texto, rápidamente empezó a correr la especie de que

había sido recogido de las librerías. Semejante invención le daba a la obra un sabor de fruta

prohibida que sin duda excitaba la imaginación de quienes aún no habían podido acceder a ella.

Al respecto, Fals Borda llegó a comentar: “Los mil ejemplares numerados de la primera (edición)

se habían repartido exclusivamente entre altos dirigentes e instituciones nacionales; pero el interés

y la expectativa causados por la publicación fueron tales que los propietarios de los ejemplares del

libro hubieron de idear un sistema de turnos de lecturas entre sus amigos y familiares. Por esta

demanda y por falta de copias para satisfacer la curiosidad colectiva, empezaron a circular
~ 83 ~

rumores –infundados- de que la primera edición había sido recogida y que el Gobierno había

prohibido su circulación” 103. Pese a que esta limitación de ejemplares motivó la reproducción de

algunas de sus partes en revistas y periódicos, el rumor de su prohibición no lograría despejarse

del todo, hasta el punto de que aún hoy permanece esa idea en los imaginarios universitarios e

intelectuales del país. Pero lo cierto fue que el libro se envío nuevamente a la imprenta luego del

primer mes de haber salido. Esta vez a cargo de Ediciones Tercer Mundo, que tuvo que publicarlo

casi que mensualmente, pues lo sacó en septiembre, octubre y diciembre de 1962. Al año

siguiente, volvería a reimprimirlo en febrero y luego en julio, y así a ritmos cada vez más

prolongados, pero sin que hasta la fecha haya dejado de publicarse, incluso de manera pirata

como luego ocurriría en los años setenta. La última reimpresión se daría en el año 2005, a cargo

de la editorial Tauros; y en cuanto a la primera edición, no sobra decir que se ha convertido en

una pieza de colección entre los amantes de los libros raros en Colombia.

Hacemos esta digresión sobre la edición de La violencia en Colombia porque su publicación está

repleta de profundos significados para la historia de la autonomía de un campo intelectual en

Colombia, tal como se entendería desde la perspectiva propuesta por Pierre Bourdieu (véase

capitulo introductorio). La formación de un campo intelectual autónomo era precisamente lo que

expresaba La violencia en Colombia, con su capacidad para romper con un silencio sordo, con un

sentido común impuesto desde el poder sobre el problema más importante del país: la Violencia.

Con bases teóricas y empíricas fuertes, los autores del libro llegaron a interpretaciones que

estaban lejos de subordinarse al pacto de olvido y reconciliación que ensayaban entre sus

miembros las elites instaladas en el Frente Nacional. Más que colocados en uno u otro bando del

103
Orlando Fals Borda, Germán Guzmán, Eduardo Umaña Luna, La violencia en Colombia (Tomo II), Bogotá,
Carlos Valencia Editores, 1980, p. 20.
~ 84 ~

sistema bipartidista, como era lo usual en los textos precedentes sobre el tema de la Violencia,

este libro tenía una pretensión científica encaminada a explicar el conflicto social que sacudía a

Colombia. He ahí que se diga que la aparición de esta obra tiene un valor simbólico importante

para la historia de la autonomía intelectual en Colombia, ya que marcó uno de los primeros hitos

en la independencia de los intelectuales con respecto de la clase política y del Estado 104.

“Colombia ha llegado en su devenir histórico a tal encrucijada que necesita que se le diga la

verdad –afirmaba Fals en el prólogo del libro-, así sea ella dolorosa, y aunque produzca serios

inconvenientes aquellos que se atrevan a decirla” 105.

La independencia que expresaba el contenido del libro no sólo puede verificarse en la

interpretación que traía sobre el conflicto colombiano –de lo que hablaremos más adelante-, sino

también en la ruidosa confrontación pública que desató su publicación entre los dos partidos

integrantes del Frente Nacional, las Fuerzas Armadas, la Policía y la Iglesia Católica. Nadie

quería hacerse responsable de los cerca de 300.000 muertos y los miles de desplazados de los que

hablaba la investigación. Cuestión que motivó en el parlamento discusiones secretas sobre la

obra; pronunciamientos militares del alto calibre con libro en mano, que incluso hicieron correr el

rumor de un golpe de Estado 106. Los periódicos voceros de los partidos Liberal y Conservador se

104
La idea de que esta obra marcó un hito en la autonomía de los intelectuales colombianos la tomamos de: Urrego,
“Intelectuales, Estado y Nación…”, pp. 179-180.
105
Fals et al, “La Violencia en Colombia…” (Tomo I), p. 14.
106
Sería muy extenso transcribir aquí la totalidad de discusiones en el Senado, artículos y editoriales de prensa que se
produjeron en torno al libro que venimos comentado, ofrecemos las referencias más significativas: Anales del
Congreso, (relación de debates del 31 de julio de 1962), 23 de agosto de 1962; “Un libro sectario”, en El Siglo, 26 de
agosto de 1962, p. 4; Miguel Ángel González, “La violencia en Colombia: una apología a la matanza”, en El Siglo, 23
de septiembre de 1962, pp. 10-11; “Un panfleto político”, en La República, 24 de septiembre de 1962, p. 4; “Crisis
de responsabilidad”, en El Siglo, 25 de septiembre de 1962, p. 4; Benigno Costa Polo, “El prólogo del “panfleto
político””, en La República, 26 de septiembre de 1962, p. 4; “Contribución a la verdad”, en El Tiempo, 26 de
septiembre de 1962, p.4; “Directores de diarios del país se reunirán en Bogotá”, en La República, 28 de septiembre de
1962, p. 1; “En pecado mortal”, en La República, 28 de septiembre de 1962, p. 4; “Invitación a la prensa del país para
tatar sobre la violencia”, en El Espectador, 28 de septiembre de 1962, p. 1; “Principios y normas de la prensa
colombiana”, en La República, 5 de octubre de 1962, p. 1; “Combatir la impunidad y toda forma de violencia”, en El
~ 85 ~

fustigaban mutuamente, a la vez que publicaban artículos a favor o en contra de la investigación y

de los autores de la misma. “Un sociólogo protestante, un abogado liberal y un cura párroco

católico, le quitan toda respetabilidad a la obra”, era uno de las tantas expresiones que se lanzaban

contra los autores del libro 107. Pero más allá de las anécdotas que trajeron las confrontaciones

públicas que suscitó su publicación, tal vez una de las interpretaciones más importantes que

podrían sacarse de ellas sea el efecto de desprestigió que el libro tuvo entre las elites liberales y

conservadores que componían el Frente Nacional.

Las recriminaciones públicas que la obra generó sobre los responsables de la Violencia, hicieron

que la mayoría de quienes participaban en la polémica se refirieran al libro como si se tratara de

un documento político, que se usaba para atacar o defenderse del adversario 108. Es así que

mientras los liberales defendían la obra para agredir a los conservadores, éstos a su vez la

invalidaban para defenderse de aquéllos. Algo parecido hacían los grupos disidentes de alguno de

estos dos partidos. La disidencia del liberalismo, el MRL, o el movimiento Alianza Nacional

Popular (Anapo), en su mayoría de políticos provenientes del conservatismo y de adeptos del ex

dictador Rojas Pinilla, defendían el libro para atacar a liberales y conservadores por igual,

expresando así su oposición al Frente Nacional. El uso político que se hacia del libro, ya sea del

Siglo, 5 de octubre de 1962, p. 10; “La impunidad: fuente de la violencia. Sostuvo el Ministro de Guerra ante los
periodistas”, en El Siglo, 5 de octubre de 1962, p. 10; “Un cónclave ejemplar. Un libro incómodo. El escándalo de la
cristiandad”, en La Nueva Prensa, del 6 al 12 de octubre de 1962, pp. 21-22; “Continua debate sobre violencia en el
Senado”, en La República, 3 de octubre de 1962, pp. 1 y 10; “El libro siniestro. Sesión secreta. A palacio”, en El
Siglo, 4 de noviembre de 1962, p. 9; “Valencia asume responsabilidad de solucionar la crisis en el Ejército”, en El
Siglo, 7 de noviembre de 1962, p. 10; “Vergüenza o remordimiento produciría el libro entre los militares”, en El
Siglo, 20 de diciembre de 1962, p. 1 y 2; “Texto del informe del coronel Valencia”, en La Patria, 21 de diciembre de
1962, p. 7; entre muchos otros.
107
“Los apologistas de la Violencia”, El Siglo, [Bogotá] 15 sep. 1962: 4C.
108
Una confirmación de que el libro La violencia en Colombia fue leído como un documento político puede verse en
el llamado de atención que hace el historiador Mario Barbosa, en el sentido de que pese al sinnúmero de artículos de
prensa que se produjeron en torno al libro, las reseñas académicas o científicas sobre el mismo brillaron por su
ausencia, ver: Mario Barbosa, “Nuevos libros prohibidos: controversias en las ciencias sociales en México y
Colombia durante los años sesenta”, en Carlos Illades y Georg Leidenberger (coordinadores), Polémicas intelectuales
del México moderno, México, D. F., CONACULTA / UAM, 2008, pp. 281-312.
~ 86 ~

sector que fuere, estaba consiguiendo minar la legitimidad de la elite bipartidista instalada en el

poder. El temor a que la mayoría del país percibiera al Frente Nacional como un gobierno

moralmente espurio era real. Concretamente se le temía a que la polémica sobre los responsables

de la Violencia desembocara en una mayor disidencia por parte de grupos sociales que cada día

manifestaban más su inconformismo contra el régimen bipartidista. Esta perdida de legitimidad

también llevaba a la preocupación de un posible golpe de Estado, pues aún se mantenía fresca en

la memoria la reciente dictadura militar. Este temor era algo que manifestaban especialmente los

conservadores, seguramente porque en esos momentos el Presidente de la República era alguien

de ese partido. No de otra manera podría interpretarse que tras los dos primeros meses de

confrontación en la prensa, los directores de los grandes periódicos del país se reunieran para

proclamar un acta de compromiso en el sentido de no hablar más sobre el tema de la Violencia, al

tiempo que estipulaba una norma que obligaba a todos los diarios insistir en la “Condenación de

los golpes de Estado en cualquier país de América regido por el sistema democrático” 109. Tal

disposición no se debía solamente al apego que las elites del Frente Nacional pudieran tener por

las virtudes de la democracia, sino a que en medio del revuelo desatado por el libro empezó a

rumorearse sobre un golpe de Estado 110.

Ahora bien, que en estos momentos hubiera podido producirse entre los intelectuales colombianos

una obra como esta, indicaba también el fortalecimiento de un espacio que respaldaba la

autonomía con la que actuaban sus autores. Ese espacio lo brindaba la Universidad Nacional de

Colombia, que para esta época empezaba a proyectarse como una institución independiente de los

109
“Principios y normas de la prensa colombina”, en La República, 5 de octubre de 1962, p. 1.
110
Al respecto, además de los artículo de presa que hemos citado, también puede consultarse el análisis que el propio
Fals Borda efectuó sobre la polémica que surgió a partir de la aparición del primer tomo del libro, ver: Fals et al, “La
violencia en Colombia…” (Tomo II), pp. 9-52.
~ 87 ~

grupos de poder, del bipartidismo tradicional y de la Iglesia Católica, es decir, como una

institución secular desde donde empezaba a tener cabida un pasamiento crítico y emancipante. En

ese proceso de construcción de un lugar para la independencia intelectual la Facultad de

Sociología jugaría un papel decisivo. Asimismo, sería la Facultad de Sociología la principal

trinchera institucional desde donde los autores del libro se protegerían contra los ataques que

sobrevinieron contra ellos por la publicación de dicho libro. La defensa contra esos ataques se

constituiría en una prueba de fuego en el proceso de construcción de un campo para la autonomía

intelectual. Esta defensa y no tanto el hecho de que un intelectual ocupara cargos en el gobierno

es lo que mostraría la diferenciación que se estaba dando entre el político de profesión y el

intelectual propiamente dicho.

En 1962, el mismo año en que salió La Violencia en Colombia, vieron la luz dos obras artísticas

de marcado contenido crítico sobre la realidad del país, y en particular sobre el fenómeno de la

Violencia. El pintor Alejandro Obregón llegó a exponer una de sus obras más renombradas, un

lienzo titulado Violencia, donde aparecía el cadáver de una mujer que simulaba con su cuerpo

desnudo la geografía de la cordillera de los Andes, con colores lúgubres que sugerían la idea de la

brutalidad de las masacres. El joven García Márquez hacía lo propio con su novela La mala hora,

en la que narraba una metáfora sobre un tiempo de violencia colectiva en un pueblo de

campesinos, el advenimiento de la hora de la desgracia. Al igual que los autores del libro sobre la

violencia, estos artistas dejaban apreciar creaciones que no estaban subordinadas al poder político

establecido. Un ejemplo contrario lo mostraba el caso de Belisario Betancur, a raíz de la edición

que sacó la Editorial Tercer Mundo del libro La violencia en Colombia. En su calidad de

accionista de esta editorial, Betancur recibió una serie de querellas por haber publicado el libro,
~ 88 ~

querellas que provenían del Partido Conservador, del cual era miembro. Ante esa situación,

Betancur estuvo a punto de perder su puesto como Ministro de Trabajo, llegando incluso a tener

que renunciar por unos días. Sin embargo, como afirmaba la prensa, Betancur, con “su estilo

deportivo para hacer política” explicaba satisfactoriamente que él nada tenía qué ver con la

selección de los volúmenes que publicaba la editorial 111. La posición ambigua que asumió

Betancur ante un asunto que puso a discutir a amplios sectores del país podría corresponder a la

de aquellos intelectuales que no se diferenciaban del político de profesión. Pero no a la de los

nuevos intelectuales que venían forjando un espacio autónomo para expresarse libremente, sin

tener que subordinar sus ideas al poder.

Pero, ¿qué contenía este libro como para que se diga que expresaba la formación de un campo

intelectual en Colombia? ¿Qué es lo que dice esta obra que los científicos sociales colombianos

no han dudado en calificarla unánimente como fundadora de los estudios sobre la Violencia? 112

¿A qué se refieren sus páginas como para haber desatado tanto alboroto entre las clases

dominantes del país? y, concretamente, ¿cuál era la interpretación que traía consigo? Para

responder estos interrogantes es necesario hacer una presentación global del contenido del

primero tomo de esta investigación, que en definitiva contiene los asuntos más importantes que

luego continuarían abordándose en su segundo volumen. Para tal efecto, cabe advertir que nos

limitaremos a examinar la parte escrita por Fals Borda. Ello no tanto porque se trata del personaje

objeto de la presente biografía, sino porque su escrito contiene una interpretación general a partir

de lo narrado previamente por los otros dos autores. En especial a partir de lo narrado por

Guzmán Campos, de quien también parte Umaña Luna para su interpretación socio jurídica. La

111
“Betancur, oro puro”, en La Nueva Prensa, VI. 76, Bogotá, 13 a 19 octubre de 1962, pp. 23-28.
112
Gonzalo Sánchez Gómez, “La Violencia en Colombia. Estudio de un proceso social”, en Análisis Político, No. 46,
Bogotá, mayo-agosto de 2002, pp. 198-199.
~ 89 ~

parte descriptiva del libro está en lo escrito por Monseñor Guzmán. Él no sólo establece el marco

histórico y geográfico del fenómeno estudiado, sino que también realiza una minuciosa narración

de hechos sustentados con base a una enorme riqueza documental (cifras, nombres, fechas,

lugares, combates, asesinatos, masacres, crímenes, etcétera). Todo lo escrito por Umaña y Fals

está en función de lo escrito antes por Guzmán, quien no pocas veces anticipa en su narración las

interpretaciones que ofrecen sus compañeros. Pero insistimos, es en el escrito de Fals, que tituló

“El conflicto, la violencia y la estructura social colombiana”, donde se halla la síntesis y la

interpretación de todo cuanto precede en el libro.

El texto de Fals está construido de la siguiente manera: inicia con una exposición de la teoría

estructural-funcionalista, de la cual hace una presentación de sus conceptos más importantes

(estructura, sistema social, instituciones, status-roles, función, disfunción, vínculos sistémicos,

etcétera). Estos conceptos son presentados de una forma didáctica y pedagógica, teniendo en

cuenta la poca familiaridad que en esos momentos había en el país sobre el vocabulario

sociológico. Luego, Fals intenta coordinar esa teoría con otros dos enfoques, uno proveniente el

de la teoría del conflicto y el otro de la teoría los valores. El entrelazamiento de estas tres teorías

se va dando a través de un concepto traído del estructural-funcionalismo, el de “agrietamiento

estructural” o “agrietamiento de las estructuras sociales”, mismo que sirve para sostener la

hipótesis de trabajo y para hilar la síntesis socio histórica con la que finaliza el texto. En ese orden

de ideas, la exposición teórica inicial no se ofrece de manera mecánica ni en el aire. Todo lo

contrario, el intento por ir aterrizando la teoría a la realidad es tal, que el lector logra percibir los

esfuerzos del autor para conectar los conceptos con el proceso social, el cual a veces da la

impresión de salírsele de las manos. Este intento de articulación, entre teoría y realidad, crea una
~ 90 ~

tensión a lo largo del texto que parece provenir del hecho siguiente. En el proceso de escritura

Fals descubre que el estructural-funcionalismo, en el que se formó como sociólogo, presenta

serias dificultades para el análisis de un fenómeno tan conflictivo como el de la Violencia.

Pese a advertir lo anterior, Fals no desechaba del todo el enfoque estructural-funcional, lo cual en

más de una ocasión termina por enredarlo en una telaraña de eufemismos para hacer definiciones

que son importantes en su análisis, por ejemplo dice: “la “violencia” en Colombia presenta como

síntomas principales una alta incidencia de disfunción institucional y deformación de roles en

varios niveles”. Para luego realizar descubrimientos de esos que pueden afirmar que el agua moja:

“Lo cual llevaría a la conclusión de que los mecanismos disfuncionales son de ocurrencia común

y que pueden ser atributos normales de los sistemas sociales. Pueden ser parte de la dinámica

social y no necesariamente defectos como la teoría corriente da a entender” 113. Para nosotros este

tipo de conclusiones resultan obvias, porque hoy se ha vuelto de sentido común que los conflictos

colectivos hacen parte de la dinámica de las sociedades. Pero para Fals Borda, quien había tenido

una formación teórica permeada por cierto conservadurismo, que antes que nada indagaba sobre

equilibro y la integración de las estructuras sociales, la perspectiva del conflicto no era tan

evidente. Es así que las críticas que pudiéramos hacerle en ese sentido y desde la comodidad que

brinda el presente, por obvias, resultarían también banales. Antes que nada, llama la atención que

con las herramientas teóricas que disponía, Fals fuera capaz de arriesgar hipótesis que aún siguen

siendo válidas para comprender el fenómeno de la Violencia.

Las dificultades analíticas que le presenta a Fals Borda el estructural-funcionalismo lo conducen a

un encuentro con autores que empezaban a conformar la llamada “revuelta contra la síntesis
113
Fals et al, “La violencia en Colombia…” (Tomo I), p. 404.
~ 91 ~

parsoniana”. Esta revuelta provenía de sociólogos que también se formaron en el funcionalismo,

pero que desde finales de los años cincuenta venían produciendo obras críticas de la corriente que

lideraba Talcott Parsons. Dos de las cabezas más visibles de ese movimiento serían las de Ralf

Darenndorf y Lewis Coser, quienes podrían las bases de un giro hacia un nuevo paradigma

conocido como la teoría conflictual de la sociología 114. Desde Colombia, el impulso más

importante que llevaría a Fals a participar de esa revuelta serían las características mismas del

fenómeno de la Violencia, que le hicieron evidente los límites analíticos del enfoque

funcionalista. Pero esa no era la única motivación. Fals Borda, como ya lo hemos insinuado, era

un funcionalista bastante heterodoxo y eso era algo que había dejado ver en sus primeras

investigaciones. Primero, porque su funcionalismo estaba más ligado a las teorías de alcance

medio de Robert Merton, y segundo, porque sus influencias más grandes provenían de la

microsociología, que además de no tener una convivencia fácil con el enfoque parsoniano, luego

se presentaría como una de sus mayores críticas. Cabe anotar que sería precisamente de la

microsociología de donde provendrían muchos de los sociólogos que hicieron parte de la nueva

izquierda norteamericana en los años sesenta 115.

En todo caso, es en su estudio sobre la Violencia donde Fals Borda deja entrever el proceso por

medio del cual se fue alejando del estructural-funcionalismo que traía como bagaje teórico. Es

este viaje de distanciamiento, sin boleto de retorno, el que se expresa en la tensión teórica de su

interpretación sobre la Violencia. Lo anterior es interesante porque una de las críticas más

recurrentes que se le ha achacado a ese estudio es precisamente el haberse valido del estructural-

funcionalismo, cuando en realidad el uso que hace Fals de ese enfoque conlleva una querella

114
Julio Carabaña Morales, “El conflicto social”, en José Luis Álvaro Estramiana (editor), Fundamentos Sociales del
comportamiento humano, Barcelona, Universitat Oberta de Catalunya, 2003, pp. 243-285.
115
Picó, “Los años dorados…”, p. 26.
~ 92 ~

radical contra él. La razón por la que el estudio de Fals da la impresión de mantenerse en el

ámbito de ese enfoque es porque continúa utilizando el concepto de disfunciones para comprender

el conflicto social. Sin embargo, como veremos enseguida, el uso que hace de ese concepto no es

en sentido parsoniano, que concibe a las disfunciones como tensiones desestabilizadoras y

patológicas para el equilibrio de las estructuras sociales. Al respecto, Fals advierte algo en ese

sentido que muchas veces sus críticos han pasado por alto:

En su afán por librarse de juicios de valor, los sociólogos parsonianos interpretan el proceso
de imposición de valores excluyentes que es, en pocas palabras, un conflicto, como
resultado de tensiones internas de los grupos y de presiones externas a ellos. Las tensiones,
en este caso, parecerían ser eufemismos con que referirse a los problemas sociales que
surgen del conflicto. En efecto, no podría aceparse que el conflicto en sí mismo sea como
una enfermedad, es decir, algo que debe reprobarse por la sociedad por constituir una
amenaza para su estabilidad; y aún así, tal es la tendencia en buen número de textos y
tratados. Ni que el conflicto sea totalmente disfuncional sino en determinadas
condiciones” 116.

Ciertamente, a diferencia de la perspectiva parsoniana, Fals concibe el conflicto social en sentido

positivo, como expresión normal de cualquier sociedad y como manifestación de etapas de

transición. Estas críticas que Fals hace al funcionalismo provienen especialmente de la obra de

Lewis Coser, en concreto del libro Funciones del conflicto social (1956), el cual cita de la

traducción castellana que publicó el Fondo de Cultura Económica en 1961, que desde entonces

empezó a influir en América Latina. Es también de este libro, pero no solamente, de donde Fals

desprende gran parte del enfoque que construyó para analizar el fenómeno de la Violencia.

Siguiendo a Coser, lejos de centrar su atención en los elementos que ayudan a la conservación de

116
Fals et al, “La violencia en Colombia…” (Tomo I), p. 406.
~ 93 ~

las estructuras sociales, es decir del statu quo, Fals subraya la importancia que tiene el conflicto

para los procesos de cambio social; procesos que venía investigando desde hacía varios años 117.

En ese sentido indaga por las consecuencias del conflicto, analizando su importancia como fuente

para la transformación y la adaptación del sistema social. Al igual que Coser, Fals se preguntaba

por las causas del conflicto, por los tipos y la intensidad de la violencia, así como las funciones

que el conflicto desempeña en los procesos de transición, progreso y reintegración social. Muchos

de estos temas Coser los toma de la obra de Georg Simmel, a quien Fals también menciona en su

texto cuando intenta realizar un balance de los pioneros que se habían ocupado del conflicto

social. En esta parte, llama poderosamente la atención que Fals Borda no hiciera referencia a

Marx ni a ningún marxista. Lo cual no solamente se explica por las razones que él luego

expresaría: “En mi preparación como sociólogo en Estados Unidos nunca se me enseñó

marxismo, y al contrario, cuando se mencionaba a Marx siempre se decía que él no era un

personaje serio. Lo que me indujo a leer a Marx y a apreciarlo fue la naturaleza de los conflictos

colombianos”. Tal explicación podría ayudar a entender porqué el estudio sobre la Violencia,

aunque omite cualquier uso del marxismo, es al mismo tiempo el que luego conduciría a Fals a

esa corriente de pensamiento. Pero no resulta totalmente convincente para entender la omisión

que en los momentos de escribir ese libro se hacía.

Es cierto que Fals se formó en un medio académicos que por su orientación objetivista y

cientificista rechazaba cualquier praxis política como la que reivindica el marxismo con respecto

a un cambio revolucionario. Y no es menos cierto que ese mundo académico también era dado a

oponerse al marxismo por considéralo altamente determinista en lo económico e historicista en su

117
Al respecto Fals Borda escribió textos como los siguientes: La teoría y la realidad del cambio sociocultural en Colombia,
Bogotá, Universidad Nacional, Monografías sociológicas No. 2, 1959; La transformación de América Latina y sus implicaciones
sociales y económicas, Bogotá, Universidad Nacional, Monografías Sociológicas No. 10, 1961.
~ 94 ~

enfoque. Podría penarse, como él mismo lo llegó a expresar, que la omisión que hacía del

marxismo se debía a que en su formación científica pesaban todos esos prejuicios de la academia

estadounidense. Sin embargo, Fals Borda no sólo mostraba tener una mente abierta como superar

esos prejuicios tal y como se lo exigía el análisis de la Violencia, sino también una enorme

disciplina y curiosidad intelectual como para haberse acercado en esos momentos a la obra de

Marx. Además de la poca cultura marxista que existía en los propios medios académicos

colombianos, todo parece indicar que Fals rehúye de un acercamiento a Marx por otra dos

razones. En primer lugar, porque para estos momentos él era un convencido de las virtudes de la

democracia liberal, es decir, de un liberalismo constitucional, interesado en la profundización de

los derechos civiles y de la libertad de oportunidades que podría brindar un régimen reformista

que, a su vez, posibilitara el desarrollo de clases medias en el campo y la ciudad. El otro motivo,

está relacionado con que era muy difícil, por decir lo menos, que una obra como esta, que trataba

sobre el problema más importante de los colombianos, fuese realizada desde una perspectiva

cruzada por un análisis marxista. Si la idea de los autores era que la obra pudiera contribuir para

que las clases gobernantes tomaran medidas positivas para resolver el conflicto, entonces ello

imponía unos límites en los términos del análisis. Piénsese nada más en que el hecho de que Fals

fuera protestante sirvió como argumento para invalidar el libro por parte de sectores

fundamentalistas del catolicismo y del Partido Conservador. Ahora, una posición marxista por

parte de ese protestante hubiera podido desatar el rechazo del libro por gran parte de unas elites a

las que se quería influir. Lo anterior muestra que a pesar de la autonomía intelectual que

expresaba el libro también existían unos limites que no eran fáciles de superar.
~ 95 ~

Con todo, en este caso la omisión de la perspectiva marxista contribuye a que se escape un asunto

básico en el análisis. Nos referimos a que es muy difícil comprender un proceso conflictivo como

el de la Violencia sin tener en cuenta el contexto histórico del desarrollo del capitalismo que

estaba dándose en Colombia. Ese será uno de los grandes defectos de este estudio de Fals Borda.

Pero también el que le posibilitará no caer en un reduccionismo económico como el que

acostumbraba la versión más hegemónica del marxismo de esos años, la del estalinismo. Es así

que el libro sobre la Violencia tendrá también la posibilidad de brindar un análisis más centrado

en los aspectos sociales y políticos, sin por ello descuidar del todo las variables del carácter

económico. En todo caso, un par de años después de haberse publicado La violencia en Colombia,

encontraremos que los escritos de Fals Borda se volverán más sensibles a la recepción de la obra

de Marx y a la de ciertos marxistas que hicieron parte de la nueva izquierda que ya empezaba a

hacerse visible a principios de los años sesenta. Entre tanto, Fals continuaba dentro de los marcos

intelectuales de pensadores vinculados a tradiciones liberales. De esa forma, mientras su estudio

sobre la Violencia lo llevaría a acercarse a Lewis Coser, por ese mismo camino terminaría

encontrándose con la obra de otro teórico del conflicto, Ralf Darenndorf, quien sin dejar de ser un

autor de pensamiento liberal era más cercano a la dialéctica marxista. Estos autores, así como

Wright Mills, le servirían a Fals de puente de transito, en los años siguientes, hacía un marxismo

bastante heterodoxo. Pero no nos adelantemos demasiado, detengámonos ahora en el asunto que

nos compete, que es el del análisis que Fals presenta sobre el conflicto de la Violencia.

La hipótesis central que Fals Borda maneja es la siguiente. Dice: “lo que se ha dado en llamar

genéricamente como “violencia” en Colombia, como se aclara a continuación, puede interpretarse

como la manifestación de un tipo de conflicto, como un síntoma de una revolución social y


~ 96 ~

política” 118. Esta idea la argumenta teóricamente y luego a través de una descripción global del

proceso histórico, el cual interpreta usando los conceptos expuestos previamente. En términos

teóricos, define el conflicto como “un proceso social que se desarrolla cuando dos o más partes

tratan de imponer valores excluyentes dentro de escasez de posiciones y recursos, con el fin de

influir en la conducta de los grupos y determinar así la dirección del cambio social en esos

grupos”119. En el caso colombiano, las partes que habrían intentado imponer valores excluyentes

serían los partidos Liberal y Conservador, que concibieron el poder del Estado como herramienta

para imponer a sus adversarios las utopías de sus propios proyectos políticos. La competencia por

el control del Estado desató el conflicto interpartidista, cuyo inicio se dio entre las elites de

ambas colectividades, pero que luego se trasladó a las regiones y de ahí hasta los niveles local y

vecinal. En medio de ese conflicto, desde el seno del Partido Liberal emergió el movimiento

gaitanista, que representaba una utopía revolucionaría orientada a romper con la rígida estructura

señorial colombiana. Paralelamente, la competencia entre las elites habría llevado a una creciente

deformación de la conducta de los colombianos y, como consecuencia, a una distorsión de las

funciones que debían desempeñar las instituciones sociales, especialmente las políticas y

económicas. Este proceso se habría desarrollado en dos etapas.

La primera, consistiría en un tipo de confrontación conducida desde el Estado, de manera

controlada y dirigida, que se vale del uso de la violencia y de la coerción con el fin de imponer

sobre el rival unas utopías excluyentes. Esta etapa se habría experimentado durante los intentos de

hegemonía de los partidos Liberal y Conservador, a partir de 1930, con la llegada de cada uno al

control del Estado. A esta etapa de confrontación Fals la clasifica bajo la categoría de conflicto

118
Fals et al, “La violencia en Colombia…” (Tomo I), p. 407.
119
Fals et al, “La violencia en Colombia…” (Tomo I), p. 409.
~ 97 ~

telélico, por cuanto se orienta a unas metas que se suponen racionales y que sus defensores, en

todo caso, consideran positivas para el bienestar común. La otra etapa, se denomina como

conflicto pleno o de aniquilación, en ella el uso de la violencia se ejerce sin mesura ni control

sobre el adversario, de manera indiscriminada, destructiva y caótica. Esta segunda etapa habría

surgido tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, y podría decirse que en ella consiste la llamada

Violencia. Se trata de una fase del conflicto en que no aparece un proyecto claramente definido o

coherente por parte de los contendientes, dándose la impresión de estar ante una lucha sin

objetivos, en la que los agitadores se valen de las pasiones más primarias e irracionales de sus

seguidores. Fals sugiere que durante el conflicto, el paso de la primera a la segunda etapa, señaló

el punto en que llegó a frustrarse la revolución democrática que expresaba el gaitanismo. Ello lo

explica del modo siguiente.

Sostiene que el surgimiento de la etapa de plena aniquilación, es decir: la Violencia, se debió a la

formación de una grieta en la estructura social colombiana. Con el tiempo, el conflicto entre las

elites habría provocado una alteración en la conducta de los ciudadanos (confusión de los status-

roles) y de las instituciones sociales. Tales alternaciones serían las que dieron cabida a la

formación de la mencionada grieta, que abrió paso para que por medio de ella se deslizara la

llamada Violencia. La Violencia, a la manera de un espiral, se intensificó en la medida en que los

valores y los comportamientos de los colombianos continuaban alterándose. Se trataba de un

proceso que tendía a ahondarse porque el conflicto llevaba a una profundización en los estados de

anomia social, lo que posibilitaba que las partes enfrentadas se valieran del uso de medios

extremos de violencia. De ese modo, las acciones de agresión extrema fueron quebrando las

instituciones fundamentales de la sociedad, principalmente las económicas y políticas, pero


~ 98 ~

también las religiosas. Según Fals, pese a que se entraba en estados de anomia, lo que se estaba

experimentado era un proceso en que se volvían normativas muchas actitudes que podrían

considerarse disfuncionales desde el punto de vista ideal, pero que en la práctica eran funcionales

para los intereses de ciertos grupos sociales. En otras palabras: la Violencia se hace funcional para

sectores de la sociedad que se beneficiaban de ella. Esto se entiende mejor con los ejemplos que él

coloca, escribe:

El policía ya no es el gurda del orden sino un agente del desorden y el crimen. Mas no puede
argumentarse que esta conducta no vaya involucrada en el nuevo rol del agente de policía,
puesto que ésta en realidad se ha amoldado a la normas impartidas por su grupo y por los
grupos a él vinculados a otros niveles de integración, que exigen el desorden y el crimen. Estos
grupos (al nivel estatal, de los partidos nacionales y de la maquinaria política vecinal) han
legitimado en el agente de policía un nuevo role, un role violento, distinto al contemplado en
los códigos. Mal haría el agente de policía que no respondiese a las consignas impartidas. Así el
“chulavita” violento se institucionaliza y sanciona positivamente, dentro de la formal
institución policiva 120.

Otro ejemplo; según Fals Borda, las normas vigentes, establecían formalmente en Colombia el

respeto a la propiedad privada y el derecho al usufructo de la tierra, por ello existían patrones de

conductas claramente establecidos en los status-roles de propietarios y arrendatarios, entre otros,

que hacían parte de la institución económica de la tenencia de la tierra. Pero durante la Violencia

ocurría algo muy distinto a los fines formales de dicha institución:

Sus fines no eran los formales de buscar el lucro “democráticamente” o respetando el derecho
de los demás; por el contrario, sus fines eran derivados hacia la acumulación descarada de
riquezas y de poder en perjuicio de determinados grupos y personas, muchas veces por

120
Fals et al, “La violencia en Colombia…” (Tomo I), p. 402.
~ 99 ~

consignas impartidas, como la de la homogenización y polaridad políticas. Todo ello


alcanzado dentro de los lineamientos formales de la institución económica 121.

Aunque desde el punto de vista de la teoría funcionalista esta distorsión en los status-roles debía

comprenderse como la expresión de disfunciones que no permitían el complimiento de los

objetivos de las instituciones establecidas, Fals Borda nos dice que lo cierto fue que tales

disfunciones, en la práctica, eran funcionales para el cumplimiento de las metas inmediatas de

grupos que se beneficiaban del poder: “Así, al nivel vecinal, el conflicto por la tierra llevó la ruina

a miles de campesinos y la desorganización a otras tantas empresas agrícolas, creando desajuntes

en el sistema económico; pero estos desajustes hasta cierto punto fueron funcionales para el

sistema político, porque se afianzó el poder local de los grupos dominantes” 122. En ese sentido,

para Fals Borda lo que la teoría prescribe como disfuncional no lo es términos reales, porque las

llamadas disfunciones contribuyen al funcionamiento de otro tipo de sistema social, que en

Colombia se estaría presentado como la expresión de cierta transición hacía otro tipo de estructura

social.

Pero, como ya se mencionó, lo que sí estaba creando la deformación de las actitudes individuales

y colectivas (de los status-roles establecidos), era una grieta en la estructura social colombiana.

Esa estructura social Fals la define como de tipo señorial y oligárquico: “Colombia estuvo sujeta

al tipo de estructura social que los especialistas han denominado “cerrada”, es decir, basada en

diferencias de grupo o de familia prácticamente hereditarias. Ella encontraba su principal sostén

en instituciones señoriales emergentes de la posesión y usufructo de la tierra, que era a la vez

121
Fals et al, “La violencia en Colombia…” (Tomo I), p. 403.
122
Fals et al, “La violencia en Colombia…” (Tomo I), p. 403.
~ 100 ~

aristocrática en lo político” 123. Durante la primera parte del siglo XX el surgimiento de una grieta

en esa estructura social hizo posible que fuera avanzando un conflicto con características como el

de la Violencia. Las características que asumió el conflicto obedecieron a las condiciones

existentes en las instituciones fundamentales que sostenían esa estructura social. Fals habla de

unas instituciones rígidas, que por su misma rigidez fueron incapaces de canalizar las diversas

aspiraciones de cambio social del pueblo colombiano. Tal rigidez, y no tanto las presiones que se

ejercían contra esas instituciones, fue la que sirvió de combustible al conflicto, siendo que éste

lograría diferenciarse según las particularidades institucionales de cada región o localidad. Así,

por ejemplo: en las instituciones jurídicas, la impunidad y las fallas de diverso tipo en la justicia

motivaron ciclos de violencia. A lo mismo contribuyeron la falta de tierra, su inequitativa

distribución y la pobreza extrema, en las instituciones económicas. El fanatismo y el sectarismo,

en las instituciones religiosas y políticas. La ignorancia y el analfabetismo, en las instituciones

educativas. El desarrollo de un fuerte individualismo en la sociedad en general. El egoísmo

clasista de los grupos poderosos en particular.

Todas esas circunstancias, que se traducían en grandes insatisfacciones sociales contra el freno

que imponían las elites a favor de un cambio democrático, fueron, en definitiva, las que

estimularon el conflicto de la Violencia. Fals lo dice en con estas palabras:

El rígido sistema social vigente impidió que el movimiento gaitanista quedara


institucionalizado de derecho en reconocimiento de los hechos (la toma del poder en muchos
sitios el 9 y 10 de abril de 1948). Algunas clases dirigentes y las “oligarquías” de ambos
partidos tradicionales, coaligadas por la seria amenaza a sus intereses, tomaron entonces las
riendas del Estado para efectuar la contra-revolución. Las consecuencias en las masas fue

123
Fals et al, “La violencia en Colombia…” (Tomo I), p. 415.
~ 101 ~

previsible: al frustrarse los cambios estructurales esperados, muchos de ellos prometidos por
Gaitán, se multiplicaron las posibilidades del conflicto entre los grupos afectados en todos los
niveles de integración, abriendo así la puerta para una quiebra de consideración 124.

Sin embargo, semejante quiebre no llegó a producir un colapso total en el sistema colombiano,

pues, según afirma Fals, aún faltó una mayor revuelta en las ciudades. Lo que no quiere decir que

las cosas quedaran como antes. Pues el proceso social de la Violencia ayudó a acelerar cambios

en las normas, actitudes y valores entre la personas. Es decir, que los nuevos valores que se

gestaron durante la anomia que trajo el conflicto fueron acomodándose o tomando el lugar de

aquellos que iban destruyéndose. De esa manera terminó por generarse un sincretismo entre

actitudes tradicionales y modernas, que sería posible de interpretar como la expresión de una

compleja transición hacia una sociedad secular. O dicho en otros términos: se estaba ante el

proceso de formación de bases diferentes para las instituciones de una nueva estructura social:

A pesar de todo -escribe Fals-, la lucha y los sufrimientos han ido conformando un país
nuevo de características aún indeterminadas, pero que está dejando atrás la escala de
valores “sacro-tradicionales” y la estructura “cerrada” de la colonia. La aceleración de los
contactos entre el campo y la ciudad, las invasiones locales de extra-grupos y las
migraciones internas (sin mencionar los procesos inducidos por el contacto cultural y la
transculturación) han puesto quizás las bases para una nación más integrada, una vez
superado el peligro de disolución 125.

De esa manera va finalizando la contribución que Fals Borda hace al primer tomo del libro La

violencia en Colombia. El texto lo cierra con una perspectiva que entrelaza cierto optimismo y

escepticismo sobre el porvenir inmediato de la sociedad colombiana. Optimismo en cuanto se

124
Fals et al, “La violencia en Colombia…” (Tomo I), p. 417.
125
Fals et al, “La violencia en Colombia…” (Tomo I), p. 420.
~ 102 ~

refiere a la conciencia que habría adquirido el pueblo para plantearse por sí mismo soluciones a

los problemas de la nación. Y escepticismo sobre la capacidad de las clases poderosas para

realizar los cambios democráticos que el pueblo estaría demandando. Lo anterior lo lleva a sugerir

que Colombia estaría a las puertas de nuevo conflicto, pero con raíces en este de la Violencia que,

para el año en que Fals escribía su texto, aún no concluía. Escribe:

Todo indica que el pueblo ha despertado definitivamente en casi todas partes después de
sufrir el impacto de la violencia, que tiene mejor medida de sus necesidades, y que ha
alcanzado una idea más apropiada de la nación. Es posible que tenga una conciencia
revolucionaria. Paro faltan aún los dirigentes de nuevo cuño, con suficiente carisma, que
concreten el perentorio afán nacional de ver una transformación real en las estructuras del
país. Su aparición permitiría enfocar en un orden nuevo –quizás más tolerante y “abierto” y
por lo mismo con menores posibilidades de un agrietamiento estructural y de otra
“violencia” frustrante y fútil-, las bases del nuevo conflicto que en sus causes
cismogenéticos normales ya se está gestando. Son los mismos temas de antes de la
“violencia”, pero en otro contexto 126.

Vale anotar que en este aspecto Fals casi llegaría acertar en sus predicciones. Ya que tal como lo

suponía, el país pasaría a una etapa del conflicto aún peor que la anterior, “es decir -afirmaba-;

que dejando la dinámica en esta forma desatada, y sin aplicar soluciones de fondo, Colombia

seguirá víctima de la violencia por otros veinte años por lo menos” 127. Decimos que casi acertaba

en sus predicciones porque llegarían a transcurrir el doble de décadas que mencionaba y el

conflicto colombiano aún no acabaría.

126
Fals et al, “La violencia en Colombia…” (Tomo I), p. 422.
127
Fals et al, “La violencia en Colombia…” (Tomo I), p. 420.
~ 103 ~

3. Una nueva sensibilidad

Es posible hablar de una nueva sensibilidad frente a la realidad colombiana entre sectores de la

joven generación de intelectuales que se hacía visible a principios de los años sesenta. Esta nueva

actitud venía de la experiencia compartida que muchos ellos tuvieron durante su primera juventud

en medio de una sociedad encerrada en la guerra civil de la Violencia. En el caso particular de

Fals Borda y de sus compañeros de estudio, la relación entre esa experiencia vital y esta nueva

sensibilidad social era aún más evidente. Al verse involucrados en un estudio sobre el conflicto de

la Violencia, estos intelectuales fueron impactados sobre sus conciencias en el proceso de

investigación, ya que al tener acceso a una gran cantidad de material empírico y a entrevistas con

pobladores rurales, al visitar distintas zonas donde el conflicto mostró sus rasgos más macabros,

pudieron observar de forma directa las consecuencias de una guerra cuyos principales

perjudicados eran campesinos pobres y analfabetas. Campesinos que, además de ser víctimas,

tenían que cargar con el peso de un estigma que desde el discurso oficial los hacía ver como

bárbaros 128.

Quizá la mejor muestra de esa nueva sensibilidad y del impacto que tuvo el libro de la Violencia

entre sus propios autores, lo ofrezca el hecho siguiente. En abril de 1964, a pocos meses de la

128
Además de los autores que aparecen en el libro en las discusiones para su elaboración también participó Camilo
Torres. Al parecer se esperaba que el escrito de Torres apareciera en el segundo tomo de la investigación. Aunque no
tenemos pruebas para sostenerlo, es posible que el artículo de Torres no apareció por los conflictos que suscitó la
publicación del primer tomo. En su texto, Camilo Torres defendía algunas interpretaciones acerca de los cambios que
habrían tenido lugar en la cultura campesina debido al conflicto de la Violencia, llegando a suponer que después del
conflicto los campesinos habrían llegado a quebrar ciertas relaciones estáticas y cerradas en sus relaciones sociales,
abriéndolos de manera positiva hacia nuevas dinámicas sociales. Este ensayo finalmente fue publicado en otro texto y
pude encontrarse en: Camilo Torres, “La violencia y los cambios socio-culturales en las áreas rurales colombianas”,
Memoria del Primer Congreso Nacional de Sociología, Bogotá, Asociación Colombiana de Sociología, 1963, pp. 95-
152.
~ 104 ~

aparición del segundo tomo de la investigación, sus autores intentaron involucrarse como

mediadores del conflicto en una región rural del sur del Colombia, por los días en que el gobierno

amenazó con invadir militarmente una zona poblada por grupos de autodefensas campesinas, en

Marquetalia, Tolima, donde según el gobierno se estaba formado una ‘República Independiente’.

Ante esa situación, Fals Borda, Umaña Luna, Gerardo Molina, Hernando Garavito y los

sacerdotes y sociólogos Camilo Torres, Germán Guzmán y Gustavo Pérez, decidieron crear una

‘Comisión de Paz Independiente’ con el fin de ofrecer sus servicios para lograr un acuerdo entre

el gobierno y los campesinos insurgentes 129.

Sin embargo, sectores de la prensa señalaron al grupo como “filo-comunista” y la Iglesia Católica

negó el permiso para ir a Marquetalia a los sacerdotes que integraban la Comisión 130. Así las

cosas, el grupo terminó por disolverse, no sin que antes sus miembros se pronunciaran por medio

de una carta pública, dirigida al gobierno y a la opinión general, en la que se hacían advertencias

que de haberse tenido en cuenta lo más probable es que el conflicto colombiano no hubiera

tomado el rumbo que enseguida siguió (citamos):

Pueda ser que no se reanude el holocausto de vidas y bienes que acompaña a la


violencia. Violencia cuyas causas no residen fundamentalmente en factores como
la propaganda de ideología alguna, sino en la miseria y el desamparo en que se ha
mantenido a gran parte de la población colombiana. Cualquier tipo de acción que
se proponga para la reincorporación de estas áreas a la vida normal del país, lejos

129
Gustavo Pérez, Camilo Torres Restrepo. Profeta para nuestro tiempo, Bogotá, Indo-American Press Service,
1996, pp. 159-161; Fernando Garavito, Eduardo Umaña Luna: un hombre, una vida, una país, Bogotá, Panamericana
Editorial, 2001, pp. 86-89.
130
Calibán, “Danza de las horas”, El Tiempo, 26 de abril de 1964, p. 4; “Negado permiso a sacerdotes para ir a
Marquetalia. Por medio de comunicación del Cardenal al Ministro de Guerra”, El Tiempo, 1 de mayo de 1964, p. 1.
~ 105 ~

de ser represivas, deben partir de la elemental defensa de los Derechos Humanos,


dando prelación al plan que vaya a la raíz económica y social del fenómeno 131.

El 18 de mayo de 1964, a dos semanas de haber salido ese comunicado, la región de Marquetalia

fue bombardeada por 16.000 efectivos del ejército, para lo cual incluso se utilizaron bombas de

napal 132. Esta feroz entrada de los militares llegó a presionar un repliegue de los campesinos hacía

la selva, que los llevaría posteriormente a conformar las Fuerzas Armadas Revolucionarias de

Colombia, FARC, iniciándose así una guerra de guerrillas que todavía continua en el país. A

partir de este momento, mientras la historia del conflicto colombiano entraba a otra fase, la

primera etapa de la trayectoria intelectual de Fals Borda quedaba concluida. En adelante sus

trabajos seguirían centrados en el estudio de los procesos de cambios colectivos, pero no ya

influidos por la perspectiva estructural-funcionalista, más preocupada por la regulación social y el

equilibrio de las estructuras. Su mirada se iría desplazando poco a poco hacía teorías críticas

relacionadas con el estudio del conflicto, por lo demás, este es un enfoque que se insinuaba ya en

la interpretación que trajo el estudio sobre la Violencia.

Desde la aparición de La violencia en Colombia hasta finales de los años sesenta, Fals Borda

realizó algunos virajes ideológicos que lo fueron trasformando políticamente en un intelectual

radical. (Entre paréntesis: aquí entendemos por radical cierta orientación política que defiende una

democratización profunda de la sociedad y del poder, sin salirse de los marcos del liberalismo

democrático que hunde sus raíces en la Revolución Francesa y en las ideas de la Ilustración; este

liberalismo está enlazado en Colombia con la tradición del liberalismo radical del siglo XIX).

131
“Queda suspendida la Misión a Marquetalia por desautorización del Cardenal”, El Espectador, 3 de mayo
de 1964, p. 1 y 8.
132
Álvaro García, “Cómo se adelantó la Operación Marquetalia”, El Espectador, 16 junio de 1964, p 1 y 2;
“Operación final en Marquetalia. Tiro Fijo sigue huyendo”, El Espectador, 16 junio de 1964, p. 1 y 2.
~ 106 ~

Además de sus propias experiencias personales, que fueron motivando sus transformaciones

políticas y académicas, en la radicalización política de Fals Borda también tuvieron mucho que

ver los cambios sucedidos en el devenir histórico de Colombia y el resto de América Latina.

Como se sabe, a mediados de los años sesenta Latinoamérica vivió grandes procesos de

movilizaciones sociales y conflictos políticos, cuyas manifestaciones en Colombia se dieron por

medio de una profundización de conflictos que venían de atrás, de un nuevo período de crisis

social e institucional que se vio reflejado en el auge de las movilizaciones populares y en el

surgimiento de guerrillas. Tal vez el síntoma más elocuente de lo que sucedía lo ofrezca el ingreso

del sacerdote Camilo Torres Restrepo a las filas del Ejercito de Liberación Nacional, ELN,

cayendo muerto en combate en una vereda del departamento de Santander, en 1966.

En Colombia, este periodo cubre también el momento de la gran desilusión de amplios sectores

democráticos ante las promesas reformistas que había proclamado el primer gobierno del Frente

Nacional. La democracia excluyente 133, jerárquica y en gran medida autoritaria que terminó

estableciendo el régimen frentenacionalista había generado frustraciones en diversos segmentos

de la sociedad, en particular, entre los provenientes de las clases populares y sectores de la

pequeña burguesía urbana de la que provenía el propio Fals. En ese contexto, importantes grupos

intelectuales fueron deslizándose políticamente hacía posiciones contestarías 134. Así, el viraje

radical de Camilo Torres es expresivo en ese sentido; pero no sólo el de él. Personajes como Fals

Borda, Estanislao Zuleta, Eduardo Umaña, Mario Arrubla y Germán Guzmán, y tal vez por el

133
La noción de “democracia excluyente” la hemos tomado de: Daniel Pécaut, Crónica de dos décadas de política
colombiana, 1968-1988, Bogotá, Siglo XXI, 1989, p. 21.
134
Para una ampliación del proceso a escala de América Latina recomendamos: Jorge Larraín, Identidad y
modernidad en América Latina, México D. F., Editorial Océano, 2004, pp. 145-233; Jean Franco, Decadencia y
caída de la ciudad letrada. La literatura latinoamericana durante la Guerra Fría, Barcelona, Debate, 2003, pp. 161-
357.
~ 107 ~

propio ejemplo de la voluntad insurreccional de Torres, iniciarían una revuelta ideológica que los

conduciría hacia posiciones intelectuales radicales. Además de amplios grupos de las nuevas

generaciones de estudiantes universitarios, dentro de esas posiciones también se hallaban

reconocidos intelectuales de izquierda como Antonio García, Diego Montaña Cuéllar, Gerardo

Molina, Jorge Zalamea, por citar los más renombrados.

Un año después de la muerte de Camilo Torres Restrepo, en 1967, Fals Borda publicó un libro

que dedicó en su memoria: La subversión en Colombia; lo mismo hizo el sociólogo mexicano

Pablo González Casanova, quien también dedicó su clásico Sociología de la explotación (1969) a

Torres Restrepo. Esto de las dedicatorias muchas veces puede pasar inadvertido, pero en este

caso, teniendo el carácter radical de ambas obras, puede entenderse que mientras la dedicatoria de

Fals Borda expresaba la radicalización de los científicos sociales colombianos, la de González

Casanova expresaba lo mismo a escala latinoamericana 135. En el caso particular de Fals Borda, su

libro dejaba apreciar el surgimiento de un segundo periodo en su pensamiento. Dicho texto tuvo

una rápida reedición en 1968 bajo el título de Subversión y cambio social, en la que el autor

reelaboró algunas de las interpretaciones políticas que había defendido en la primera edición 136.

La necesidad de reeditar el libro a tan sólo pocos meses de su primera publicación puede

entenderse como un síntoma del acelerado proceso de radicalización intelectual del momento, que
135
La dedicatoria del libro a Camilo Torres no debe entenderse sólo como una demostración sentimental de afecto
hacia una amigo. En realidad, lo que expresa tal homenaje es un cambio de postura ideológica por parte de ambos
autores. Esto es aún más evidente en el caso de Fals Borda, si tenemos en cuanta que la primera edición de La
Subversión en Colombia también estuvo dedicada a Otto Morales Benítez, un intelectual que no pasó de cierto
liberalismo demagógico. En la segunda edición del libro, el nombre de Morales Benítez fue suprimido, quedando sólo
el de Camilo Torres, haciéndose explícito así el viraje radical de Fals Borda, al expresar cierta afinidad política con
Torres. Refiriéndose a la transición ideológica que muestran los contenidos de ambas ediciones, el propio Fals Borda
reconocería años después: “Mi primer libro sobre la subversión es un caso claro de ambigüedad (…). Fue escrito
antes de haberme ubicado socialmente, lo que produjo un desenfoque al identificar grupos claves. Este efecto he
intentado corregirlo en posteriores ediciones”. Ver: Orlando Fals Borda, Ciencia propia y colonialismo intelectual,
Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1981, p. 59.
136
El libro también aparecería publicado en inglés, con los arreglos de la segunda edición del castellano, ver:
Subversion and Social Change in Colombia, New York, Columbia University Press, 1969.
~ 108 ~

exigía obras de carácter más crítico o, si se quiere, de denuncia social. A su vez, tales

rectificaciones políticas indican los ritmos personales de la revuelta ideológica del propio Fals,

que lograron acelerarse tras el impacto moral que recibió con motivo del asesinato de Camilo

Torres.

Pero, ¿qué era exactamente lo que había cambiado en esa segunda edición, si al fin y al cabo las

tesis y las evidencias empíricas del libro seguían siendo las mismas? Hay que decir, en primera

instancia, que el texto fue muy mal recibido por su densa redacción. Escrito con “una

terminología oscura y pretenciosa”, según un comentarista extranjero, o con una “malla

terminológica de un esoterismo a veces chocante”, según otro colombiano 137. Fals Borda

reconoció enseguida que el apremio con el que había realizado la investigación lo llevó a redactar

un libro cuya forma literaria era en verdad ladrillada, pesada y a veces incoherente. Eso sería algo

que intentaría cambiar en la segunda edición, sin mucho éxito por cierto, pero que en todo caso le

sirvió de experiencia, pues en lo sucesivo mostraría una enorme preocupación por escribir textos

con un vocabulario más simple y directo. En rigor, lo que había cambiando sustancialmente en la

segunda edición era la esperanza que Fals guardó hasta 1967 ante un sector de la elite reformista

colombiana, a la que consideraba defensora de los principios democráticos en los que él creía, y

dispuesta a ejecutar los cambios que requería la sociedad. “Pero los acontecimientos señalaban

rumbos distintos” 138, afirmaba en el prólogo de la segunda edición, al estrellarse con la evidencia

137
Véase: Stanislav Andreski, Social Scinces as Sorcery, Londres, André Deutsch Ltd., 1972, p. 93; Jorge Eliécer
Ruiz, “Las dificultades del compromiso”, Eco, Vol. 1-2, No. XV, Bogotá, 1967, pp. 202-207. También véase: Frank
Safford, “Subversion and Social Change in Colombia”, Political Science Quarterly, Vol. 86.4, 1971, pp. 721-723; A.
Eugene Havens, “La subversión en Colombia: visión del cambio social en la historia”, American Sociological
Review, Vol. 33.2, 1968, pp. 312-313.
138
Orlando Fals Borda, Subversión y cambio social. Edición revisada, ampliada y puesta al día de ‘La subversión en
Colombia, Bogotá, Ediciones Tercer Mundo, 1968, p. xiv.
~ 109 ~

de que esa elite liberal actuaba en contradicción de los principios democráticos de los que se

afirmaba portadora. Por eso, revolcándose de rabia, Fals Borda diría a reglón seguido:

Durante el curso del año de 1967 se empezó a advertir que la temida posibilidad de que la
entrega claudicante de las antielites mencionadas (que no de todas las masas que le habían
seguido), podía tener lugar. En efecto, incapaces de llevar a su plena realización lo que
voceaban –y sujetos a señuelos y prebendas difíciles de resistir- los ‘grupos renovantes’ de los
partidos tradicionales (con alguna honrosa excepción) decidieron dar una humillante marcha
atrás en su corta rebelión. Pronto perdieron efectividad como grupos claves del impulso hacia el
nuevo orden social que decían buscar, y se dejaron sorber por los caudillos y gamonales
antiguos, dejando un vacío político en el país 139.

Semejante irritación puede leerse como expresión del sentimiento de frustración que cundiría

entre amplios sectores intelectuales y del estudiantado en general, durante el Frente Nacional.

Obras como las de Diego Montaña Cuellar Colombia: país formal y país real (1962), de Mario

Arrubla, Estudios sobre el subdesarrollo colombiano (1963), de Jorge Villegas Petróleo,

Oligarquía e imperio (1968), de Fals Borda Ciencia propia y colonialismo intelectual (1970) o, la

de Fernando Guillén Martínez El poder político en Colombia (1973), estarían todas imbuidas

dentro del mismo espíritu de desilusión democrática que cruzaba como un hilo rojo a Subversión

y cambio social. Simplificando los contenidos de todos estos libros, podría decirse que sus

interpretaciones estaban orientadas por una conciencia nacionalista y antiimperialista. Y por la

idea de que la elite colombiana había demostrado ser incapaz de vivir a la altura de los ideales de

la democracia liberal. Argumentaban, además, que lo anterior era así por los compromisos que la


Aquí se refiere a las organizaciones políticas formadas por sectores de la burguesía liberal que se habían declarado
democráticos y revolucionarios, como por ejemplo, el Movimiento Revolucionario Liberal, dirigido por López
Michelsen; o, el Grupo de La Ceja, que decía pretender convertir al Partido Liberal en una agrupación de izquierda,
encabezada por Fabio Lozano Simonelli.
139
Fals, “Subversión y cambio social…”, p. xiv.
~ 110 ~

burguesía sostenía con el poder latifundista y por la situación de dependencia neocolonial en la

que se hallaba el país dentro del orden económico internacional. Estas ideas eran, quizá, el axioma

de los científicos sociales radicales de la época. Esto último no sólo se aplica a Colombia, sino

también al resto de América Latina, recuérdese que este es el periodo en que tendría auge la teoría

de la dependencia.

Por aquello de las modas, obras como las antes mencionadas pasaron a los anaqueles de los libros

raros y curiosos de las bibliotecas colombianas. Sin embargo, durante los años setenta fueron

textos muy leídos, que hicieron parte de una interpretación alternativa de la saciedad del país. Se

trataba de una interpretación contrahegemónica, algo pesimista, es cierto, pero que competía de

modo eficaz con la historia oficial imperante en la época. Aunque por su farragoso estilo

Subversión y cambio social no tuvo una afortunada recepción, a diferencia de Ciencia propia y

colonialismo intelectual que llegó a ser todo un best seller, puede decirse que en su conjunto toda

esa literatura influyó en la renovación de las ideas de izquierda en Colombia. Piénsese nada más,

por poner un caso extremo, que el Estudio sobre el subdesarrollo colombiano de Mario Arrubla

contó con más de cien mil ejemplares, y eso, sólo enumerando los editados legalmente, que no las

versiones piratas 140. En consecuencia, debe entenderse que la difusión que este tipo de textos

llegó a tener entre el público intelectual, universitario y aún entre los profesores de bachillerato,

permitió una circulación de ideas que contribuyó a formar un sentido común sobre el carácter

antidemocrático de la sociedad colombiana.

140
Además de los libros producidos por autores colombianos, también esta fue la época en que empezaron a
difundirse con mayor vigor obras de marxismo y de sus divulgadores, sobre ese asunto y acerca de los libros de
izquierda de mayor circulación en Colombia, ver: Juan Guillermo Gómez García, Cultura intelectual de resistencia,
Bogotá, Ediciones Desde Abajo, 2005, pp. 143-176.
~ 111 ~

Pese a no ser el libro de mayor impacto, visto en retrospectiva, Subversión y cambio social fue

uno de los textos que mejor expresó el sentimiento de frustración que se apoderó de la generación

intelectual a la que pertenecía Fals Borda. En su libro, el sociólogo afirmaba que la razón que lo

motivó a escribirlo era la de tratar de entender el sentido de las sucesivas frustraciones del destino

histórico del pueblo colombiano, y el papel que en ellas han jugado –y juegan- las diversas

generaciones. Y agregaba:

Así, en mi caso, debía preguntarme, cuál es o debe ser la función de la generación de ‘la
Violencia’, aquella nacida entre 1925 y 1957 (…), especialmente la del grupo que llegó a la
adolescencia hacía 1948 y que sufrió en carne propia el desastre nacional por todos recordado.
¿Qué se espera de ella en la presente coyuntura histórica? Camilo Torres Restrepo, portavoz de
esa promoción nacional, había muerto hacia poco: el sentido de su vida rebelde y el ejemplo de
su muerte desafiante dramatizaban la urgencia del estudio que desde entonces me proponía 141.

Un resumen de las ideas contenidas en Subversión y cambio social puede servir de índice sobre el

sentido de la frustración democrática del momento, a más de informar acerca de las ideas que el

autor se venía haciendo del proceso histórico colombiano. Fals Borda propone el vocablo

subversión como concepto sociológico, que define de manera positiva, como una situación que

revela la contradicción de un orden social, en los momentos en que nuevas utopías de cambio

social entran a chocar con los elementos tradicionales del orden dominante. Así, además de

entenderse la subversión como un derecho de los pueblos para luchar por su libertad y autonomía,

se entiende también como un periodo de transición que puede traer consigo cambios, desarrollos o

revoluciones, dependiendo del compromiso y constancia de los elementos subvertores

141
Fals, “Subversión y cambio social…”, p. xiii.
~ 112 ~

Ahora bien, tales elementos subvertores serían todos los que se oponen a las instituciones

tradicionales, entre ellos los agentes disórganos, definidos por el autor como el conjunto de

sujetos sociales insurgentes: intelectuales, políticos, anitélites, partidos revolucionarios, guerrillas,

sindicatos, campesinos, estudiantes, entre otros, que pueden mantener un accionar rebelde

encaminado a cambiar el orden tradicional. Sin embargo, existirían también procesos de captación

(cooptación) en los que los agentes disórganos podrían ser asimilados por los grupos dominantes

tradicionales. En su opinión, los más propensos a la captación serían las antiélites, que mostrarían

una tendencia a institucionalizarse a través de prerrogativas y cosas parecidas brindadas por las

elites del viejo orden. Así, pues, este fenómeno de captación podría llegar a debilitar la subversión

hasta terminar por frustrarla en su intento revolucionario, que no de cambio social, ya que en todo

caso este último llegaría a darse, en virtud de la presión social que ejercería la compulsión

subversiva.

Según Fals Borda, en la historia colombiana habrían existido cuatro periodos de subversión que a

su vez produjeron órdenes sociales distintos. A saber: la subversión misional y de conquista

cristiana (siglo XVI), la subversión liberal (siglo XIX), la subversión socialista (años veinte del

siglo XX) y la subversión del neosocialismo pluralista (en proceso desde los años sesenta del

siglo XX). Encuentra el autor que las primeras tres subversiones terminaron desviando las metas

de sus utopías a través de los mecanismos de captación y represión de las elites tradicionales. De

tal suerte que la historia de Colombia estaría cruzada por una larga sucesión de frustraciones que

habrían dejado hacia finales de los años cincuenta un orden social burgués de tipo oligárquico. A

este sistema social, formalizado en el Frente Nacional, lo habría entrado a confrontar la cuarta

subversión: la contenida en la utopía del nuevo socialismo pluralista, cuyo disórgano modélico
~ 113 ~

sería Camilo Torres Restrepo. A pesar de que esta filosofía de la historia entiende el pasado

colombiano como un rosario de frustraciones, llega a introducir en su modelo interpretativo un

enfoque que rompe con cualquier pesimismo inmovilizador. Fals Borda, como le gustaba a

Mariátegui, empezaba a asumir su vida intelectual de manera peligrosa. Sin miedo al equivoco

que podría implicar, explícitamente sostiene que utiliza un enfoque teleológico. En efecto,

valiéndose del estudio histórico que expone en la primera parte del libro, al final intenta proyectar

esos elementos del pasado hacia el futuro, busca analíticamente anticiparse a los hechos del

porvenir. Defiende que las metas utópicas contenidas en la subversión del neo-socialismo

pluralista podrían descomponer el orden del Frente Nacional, hasta llevar a la sociedad

colombiana a un Quinto Orden, la del neo-socialismo revolucionario.

No obstante, lo anterior estaría condicionado por múltiples variables y factores que de no ser

superados podrían llevar a una nueva frustración. Fals sostiene que luego de promediar los años

sesenta no habrían aparecido nuevas antiélites con un verdadero compromiso revolucionario.

Decepcionado ante ese panorama, su mirada se dirige entonces hacia el poder transformador de

las clases subalternas: “El análisis social e histórico –afirma- tiende a demostrar que sólo los

movimientos genuinamente populares pueden garantizar cambios significativos en Colombia”.

Para luego terminar concluyendo: “algo inusitado podrá ocurrir: que a falta de otro liderazgo, el

pueblo mismo produzca espontáneamente sus propios dirigentes. La creación de esta ‘antiélite

popular’ sería uno de los actos más decisivos de la subversión neo-socialista” 142. Es posible

deducir que el autor comprendía que la constitución de una democracia fuerte y profunda en

Colombia necesariamente debía pasar por una revolución desde abajo. Los sucesos en que Fals

participaría en los años siguientes no dejan incertidumbre al respecto. Sus prácticas sociales, su
142
Fals “Subversión y cambio social…”, p. 166.
~ 114 ~

articulación vigorosa a los movimientos populares y campesino desde principios de los años

setenta y, en general, sus virajes teóricos y metodológicos dejarían apreciarlo como un intelectual

disidente o intelectual disórgano, para decirlo en sus propios términos.

Ahora bien, si volvemos la mirada un poco atrás, podríamos observar hechos que indican dentro

de qué circunstancias se dio en la práctica este viraje radical de Fals Borda. En abril de 1966, a un

mes de la muerte de Camilo Torres, Fals Borda utilizó el recurso de una comisión de estudios

para alejarse por un tiempo prudencial de la Universidad Nacional de Colombia. Al parecer, tal

decisión vino motivada por la resiente desaparición de Camilo Torres, que lo afectó

emocionalmente hasta conducirlo a un proceso de reflexión interna que, como ya vimos, se

tradujo en la escritura de La Subversión. El libro lo había elaborado paralelamente a las clases que

impartía en la Universidad de Wisconsin y Columbia, en Estados Unidos, y al tiempo que

ayudaba a coordinar la recién fundada Revista Latinoamericana de Sociología, cuya sede estaba

en Buenos Aires. La revista había sido creada en 1965 y en su comité coordinador también

participaban figuras como Gino Germani, Torcuato Di Tella, Luis A. Costa Pinto, Aldo Solari,

Pablo González Casanova, José Medina Echeverría, Eliseo Verón, entre otras personajes que

hacían parte de las figuras más descollantes de la moderna sociología latinoamericana, y que

justamente al igual que Fals Borda se encontraban en un proceso de radicalización de sus

pensamientos. La concentración de tales intelectuales en un órgano como ése obedecía al intento

de afianzar a escala latinoamericana la sociología como disciplina especializada, algo que se venía

haciendo en Colombia como en otros países de la región, principalmente desde Chile con la

fundación de la FLACSO desde 1957. Asimismo, cabe anotar que la participación de Fals Borda

en la revista, así como su constancia en la organización de los congresos latinoamericanos de


~ 115 ~

sociología, lo dejan apreciar, desde ya, como el científico social colombiano que más diálogo

tenía con comunidades académicas extranjeras.

Estando en esas actividades, pues, fueron transcurriendo los meses y lo que en principio fue una

salida temporal de la Universidad Nacional se prolongó más y más. En 1967, Fals Borda regresó

al país a presidir la organización del II Congreso Nacional de Sociología (recuérdese que él había

fundado estos encuentros en Colombia), pero sin reincorporarse a la Nacional. Para esa época, el

ambiente político de la universidad le era adverso, pues los estudiantes más inconformes de la

carrera de sociología lo señalaban como un agente del imperialismo estadounidense (yanqui, para

ser más exactos). Por las consecuencias que traería este choque entre la orientación científica

renovadora que lideraba Fals Borda y las ideas que empezaron a embozar sus críticos vale la pena

detenerse un poco en este asunto. Durante la rectoría de José Félix Patiño (1964-1966), en la

Universidad Nacional se efectuó una reforma académica y administrativa orientada por

parámetros del modelo universitario estadounidense. En términos generales, la ‘Reforma Patiño’

centralizó los servicios administrativos, integró algunas facultades, impulsó un enfoque

investigativo, semestralizó las carreras y convirtió los Departamentos en unidades académicas

básicas. Aunque esta reorganización contó con el apoyo entusiasta de amplios sectores

estudiantiles, no dejó de ser criticada por otros sectores del mismo estudiantado, quienes vieron la

reforma como una intromisión del imperialismo en la educación del país y como una forma de

limitar la expansión del sistema universitario públ ico a favor del privado 143.

143
Zuleta y Sánchez, “La batalla por el pensamiento propio en Colombia…”, pp. 131-135; Manuel Ruiz
Montealegre, Sueños y realidades, proceso de organización estudiantil 1954-1966, Bogotá, Universidad Nacional de
Colombia, 2002, pp. 165-168.
~ 116 ~

Para los sectores más inconformes del estudiantado, la ‘Reforma Patiño’ obedecía a una estrategia

de penetración cultural estadounidense en Colombia. Lo cual no deja de parecer infundado si nos

colocamos en el lugar de un estudiante de la época. Ya que dicha reforma se nutria de muchos de

los lineamentos propuestos en 1962 en un seminario de rectores universitarios en El Paso, Texas,

donde se delinearon algunas políticas orientadas a modernizar las universidades colombianas, con

el asesoramiento y apoyo económico estadounidense, y el enfoque desarrollista que ese país

impulsaba. Además, existía el antecedente del llamado Informe Atcon, escrito por un funcionario

estadounidense en 1961, siguiendo uno de los enfoques más conservadores del estructural-

funcionalismo. El objetivo de ese informe era el de sentar las bases para integrar el sistema

educativo de América Latina dentro del proyecto desarrollista promovido Estados Unidos con la

Alianza para el Progreso 144. Además de lo anterior, a partir de 1965 estudiantes universitarios de

diversos países sudamericanos iniciaron una campaña de denuncia, con pruebas sólidas, sobre la

existencia de un proyecto de inteligencia a cargo de la CIA en las universidades de la región, se

trataba del Plan Camelot. Hoy se sabe que éste había sido elaborado desde el Pentágono con el

objetivo de estudiar las causas que motivaban la subversión en Latinoamérica. Financiado con

más de cinco millones de dólares, el Plan Camelot contaba con la participación de científicos

sociales estadounidenses y con la colaboración de otros latinoamericanos145. Según el sociólogo

colombiano Gabriel Restrepo, llegó a saberse que directores del Camelot “buscaron contactos con

profesores de la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia, aunque ésta

144
El Informe Atcon partía de una experiencia de asesoramiento del autor en las reformas universitarias llevadas
acabo en Brasil, Chile y Honduras. En Latinoamérica fue publicado por primera vez en 1961 y tuvo repercusiones en
otras reformas realizadas en otros países de la región en la década de los sesenta. Tal escrito fue divulgado en
Colombia en: Rudolph Atcon, “La universidad latinoamericana: clave para un enfoque conjunto del desarrollo
coordinado social, económico y educativo en América Latina”, Eco, Bogotá, mayo-julio de 1963. Un excelente
análisis del Informe Atcon puede encontrarse en: Zuleta y Sánchez, “La batalla por el pensamiento propio…”, pp.
131-135; también: Ivon Lebot, Educación e ideología en Colombia, Medellín, La Carreta, 1979, pp. 124-160.
145
Un análisis detallado del Plan Camelot, con fuentes primarias anexas, puede hallarse en: Rolando Franco, La
FLACSO clásica (1957-1973). Vicisitudes de las Ciencias Sociales latinoamericanas, Santiago de Chile, Editorial,
Catalonia, 2007, pp. 77-84.
~ 117 ~

rehuyó participar. El plan asumió entre nosotros el nombre de ‘Simpático’, y se realizó a pesar del

retiro de nueve de sus colaboradores criollos” 146. Situaciones como estas, unidas a la guerra de

Vietnam, o a las invasiones de Estados Unidos en Bahía de Cochinos en Cuba (1961) y a

República Dominicana (1965), contribuyeron a engendrar una fuerte mentalidad antiimperialista

entre los estudiantes más politizados.

El grado de exasperación antiimperialista de los estudiantes, en los predios de la Universidad

Nacional, tuvo una de sus máximas expresiones el 24 de octubre de 1964. En esa fecha, el

presidente Carlos Lleras Restrepo visitó la Universidad en compañía de John D. Rockefeller III.

Ambas figuras llegaban para inaugurar un laboratorio de estudios veterinarios que había sido

donado por la Alianza para el Progreso y la Fundación Rockefeller. Según informó la prensa, al

descender Lleras Restrepo y el millonario norteamericano del Chrysler presidencial, estudiantes

emboscados en árboles y edificaciones empezaron a lanzarles piedras, cáscaras de naranja, huevos

y tomates, aparte de gritos de ‘abajos’ contra el Frente Nacional y el ‘imperialismo yanqui’.

Aunque milagrosamente la lluvia de piedras que cayó sobre el automóvil no golpeó a los

visitantes, de inmediato la Ciudad Universitaria fue militarizada y decenas de estudiantes

encarcelados. Enfurecido, el ‘chiquito Lleras’, como le decían los estudiantes al Presidente de la

República, vociferó ante los medios de comunicación que ahora sí se iban a “acabar las

guachafitas” en la universidad 147.

Y ciertamente, este acontecimiento marcaría una ruptura de los canales de comunicación entre los

estudiantes y el Estado. En adelante, nunca más un presidente colombiano volvería a poner un píe

146
Restrepo, “El Departamento…”, p. 99.
147
Para un recuento detallado de los acontecido durante la visita de Lleras y Rockefeller ver: Iader Giraldo,
“Itinerario del Motín del viernes”, El Espectador, 25 octubre de 1966, p 1 y 10.
~ 118 ~

en los predios de la Ciudad Universitaria, y las acciones encaminadas a aplastar el movimiento

estudiantil serían una constante del gobierno de Lleras Restrepo. Con todo, el año de 1966

marcaría el inició del desbarajuste del movimiento estudiantil. Proceso que se dio a través de la

limitación del presupuesto a las universidades públicas y por medio de la represión directa contra

el estudiantado. En 1967, por ejemplo, estando aún militarizada la Universidad Nacional, fue

expulsada del país la profesora Marta Traba, crítica de arte de origen Argentino, que se había

pronunciado públicamente contra las medidas represivas del gobierno. Se daba así el fenómeno

siguiente: a medida que se estrechaban las posibilidades de participación democrática la

politización estudiantil iba en aumento. A su vez, este fenómeno de cierre de los espacios de

participación contribuyó a que muchos universitarios apoyaran la lucha armada y a que

proliferarán múltiples grupos con ideologías revolucionarias. Obligados a lanzarse a la lucha

guerrillera, o a exiliarse dentro de los espacios universitarios, debido a la limitación de los

espacios de participación, tales grupos tendieron a escindirse en diminutas sectas políticas que se

combatían mudamente, por considerarse cada una portadora de la verdad revolucionaria 148.

Partiendo de lo dicho, ahora es posible explicar la hostilidad estudiantil que se dirigió contra Fals

Borda luego de promediar la década de los sesenta. La formación que Fals había recibido en

Estados Unidos, la financiación que consiguió a través de fundaciones como la Ford y Rockefeller

para proyectos académicos de la Facultad de Sociología, más sus investigaciones influidas por el

modelo teórico del estructural-funcionalismo, a más de los vínculos que sostuvo con el primer

gobierno del Frente Nacional, e incluso su fe religiosa protestante, hicieron que personificara

muchos de los elementos imperialistas que los estudiantes más críticos combatían. Fals

148
Francisco Leal Buitrago, “La frustración política de una generación. La universidad colombiana y la formación de
un moviendo estudiantil 1958-1967”, en Desarrollo y Sociedad, No. 6, Bogotá, 1981, pp. 312-325.
~ 119 ~

simbolizaba lo Falso. Puede decirse que era percibido como un individuo sospechoso ante los ojos

de un estudiantado particularmente hipercrítico en las carreras de ciencias sociales de la época 149.

Lo que lleva a afirmar que la celeridad con que se habían sucedido cambios en la sociedad en

general y en las ideas políticas entre los estudiantes en particular, presentaron una especie de

prematuro choque generacional en el que las innovaciones intelectuales que Fals Borda había

emprendido, de un momento a otro, comenzaron a aparecer reaccionarias. Con sus diferentes

matices y particularidades, esto que sucedía con la figura intelectual de Fals Borda, era también lo

que acontecía por esos años con la mayoría de sociólogos que introdujeron innovaciones en las

ciencias sociales de América Latina en los años cincuenta, quienes luego se encontraron con el

rechazo de estudiantes e intelectuales de izquierdas que los percibían como agentes de

aculturación del imperialismo estadounidense, o del neocolonialismo intelectual en América

Latina. Aunque podrían señalarse varios ejemplos, entre todos los casos el que guarda mayores

similitudes con el rechazo que sufrió Fals Borda por su formación en la sociología

norteamericana, es el Gino Germani, a quien puede considerarse hoy como el padre fundador de

la sociología moderna en Argentina 150.

Volviendo al caso concreto de Fals Borda, no es exagerado atribuir la poca aceptación que tuvo su

libro sobre la subversión al rechazo personal que a la sazón se dirigía contra él. Como

149
Sobre el movimiento estudiantil véase: Lebot, “Educación e ideología…”, pp. 75-210; Ruiz, Sueños y
realidades…”, pp. 189-212.
150
Para ahondar más sobre el rechazo que sufrieron los científicos sociales que introdujeron la sociología moderna en
América Latina, recomendamos los siguientes textos: Jaime Eduardo Jaramillo, Intelectuales y pensamiento social en
Latinoamérica (tipos e hitos en la autonomía y en la modernización cultural), Bogotá, (texto inédito para la
promoción de profesor titular en la Universidad Nacional de Colombia), 2003, pp. 232-267; Héctor Pérez Brignoli,
Los 50 años de la FLACSO: desarrollo de las ciencias sociales en América Latina, San José de Costa Rica, Editorial
Juricentro, 2008, pp-11-69; Alejandro Blanco, “Política, modernización y desarrollo: una revisión de la Talcott
Parsons en la obra de Gino Germani”, en Estudios Sociológicos, septiembre-diciembre, año/vol. XXI, número 003,
México D. F., El Colegio de México, 2003, pp. 667-699; y, Franco, “La FLACSO clásica (1957-1973)…”, pp. 99-
108.
~ 120 ~

insinuamos, en ese estudio Fals ya había dejado atrás el modelo estructural-funcionalista. Es

decir, a aquél enfoque que suponía al principio una sociedad tradicional que luego pasaba por una

etapa de desequilibrio, para después llegar a través de cambios inducidos desde arriba a un estadio

de modernización capitalista, ya había sido puesto patas arriba por el autor de La Subversión. Fals

estaba identificado ahora con enfoques interpretativos que buscaban explicar el conflicto social:

ahora entendía la sociedad como un sistema en el que se advertía la existencia de fuerzas que

interactuaban en disputa por el poder, unas por conservar un orden existente y otras por imponer

algo nuevo. Es verdad que su libro sobre la subversión no seguía ninguna escuela en particular, en

realidad Fals Borda no llegaría a caracterizarse por ser epígono de nadie. Desde muy temprano,

había demostrado que una de sus características intelectuales sería precisamente la heterodoxia

con que manejaba las teorías, lo cual había demostrado en su particular manejo del estructural-

funcionalismo y lo seguiría dejando ver cuando llegara al marxismo. Justamente, esa actitud

intelectual tan heterodoxa es la que ayudaría a explicar, por un lado, su capacidad para formular

nuevos conceptos, y por otro, la desconfianza que podía generar en una época de grandes

dogmatismos como lo fueron los años sesenta y setenta.

Sea como sea, lo cierto era que Fals estaba renovando sus lecturas y las interpretaciones que tenía

sobre la sociedad. Aunque seguía haciendo uso de los sociólogos con los que se había formado

(Robert Merton, Charles Cooley, entre otros), ahora también empezaba a leer o profundizaba en

obras de Pitrin Sorokin, Marx, Weber, Mannheeim, Mariátegui, Ralf Darenndorf, C. Wright

Mills, Gramsci, los autores latinoamericanos que estaban desarrollando la teoría de la

dependencia e, incluso, al anarquista Gustav Landauer. Sin embargo, esa autorenovación

intelectual parecía no ser apreciada por muchos de sus contradictores, pues dentro de la
~ 121 ~

mentalidad maniquea de la época simplemente se le señalaba como una especie de enemigo malo,

promotor del imperialismo yanqui en Colombia. En 1968, en lo que ha podido influir la hostilidad

que se cernía contra él, tomó la decisión de coger sus maletas y marcharse a Suiza para

desempeñar el cargo de director del área de estudios del Instituto de Investigaciones de las

Naciones Unidas para el Desarrollo Social, UNRISD. Entretanto, en el entonces Departamento de

Sociología cobró fuerza un movimiento estudiantil y de profesores liderado por Darío Mesa y

Hésper Pérez 151. Estos denunciaban la educación técnica y empirista que recibían los estudiantes,

la abundancia de profesores extranjeros, la dependencia financiera de las investigaciones a

entidades norteamericanas y la baja calidad de un programa que, según se decía, en vez de formar

verdaderos científicos sociales los hacía auxiliares de expertos internacionales 152.

Lo que en su momento fue llamado un ‘Frente Unido’ de estudiantes y profesores terminó

impugnando el plan de estudios de los fundadores de la antigua Facultad de Sociología. En 1968,

con el rechazo de la financiación de entidades norteamericanas, el programa de postgrado

(PLEDES) dejó de existir y al año siguiente empezó a funcionar un nuevo plan académico en el

pregrado. Tales reformas académicas estuvieron orientadas por Darío Mesa, quien definió el

nuevo plan curricular como nacional, político y científico: “Esto quiere decir –afirmaba Mesa-

que en toda su actividad ha de fundamentarse en la búsqueda de las leyes o regularidades o tipos o

estructuras de la realidad a fin de de examinarla, describirla y explicarla y, si resultare necesario,

151
De acuerdo con la política académica de la ‘Reforma Patiño’, la Facultad de Sociología dejó de existir para
convertirse desde 1966 en un Departamento integrado a la nueva Facultad de Ciencias Humanas, de la que también
hicieron parte los Departamentos de Educación, Filosofía, Psicología, Historia, Filología, Geografía, Antropología,
Economía, Administración y Trabajo Social. Ver: Acuerdo No. 40 de 1966 del Consejo Superior Universitario de la
Universidad Nacional de Colombia, en: AFCH. Para un estudio más detallado de todo ese proceso de reforma, ver:
Carrillo, “A manera de introducción…”, pp. 13-51.
152
Ver: “Neocolonialismo y Sociología en Colombia: un intento de respuesta”, 1968, (ponencia presentada por el
cuerpo de profesores del Departamento de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia al IX Congreso
Latinoamericano de Sociología), en: AFCH.
~ 122 ~

formular una política para transformarla” 153. Vale decir que tanto el antiguo plan de estudios

como este nuevo respondían a las circunstancias intelectuales de las ciencias sociales

latinoamericanas en las etapas en que fueron concebidos. El primero tuvo la influencia de la

sociología estructural-funcionalista y empirista norteamericana, sin duda vanguardista en los años

cincuenta; y el segundo, la de los grandes teóricos europeos del siglo XIX, Marx, Weber,

Durkheim, etcétera.

Quizás el problema más grave de esta reforma académica estribó en el carácter dogmático con

que se efectuó. Dado que políticamente surgió como una respuesta antiimperialista a la manera

como se había institucionalizado la sociología, los reformadores tendieron a rechazar, de forma

intransigente, las experiencias precedentes. De tal suerte que las financiaciones, los investigadores

o profesores provenientes de Estados Unidos fueron repudiados por considerárseles contaminados

por lo que se consideraba los tentáculos del imperialismo. Incluso, las técnicas de investigación o

los estudios de carácter empírico de origen estadounidense fueron duramente desaprobados, al ser

asimilados con herramientas de control social. Para poner un ejemplo, en 1971, un profesor del

Departamento de Sociología afirmaba que el nuevo programa era “antiimperilista” por el “triunfo

sobre la presencia de profesores extranjeros, sobre la experiencia exterior directa, sobre un

método que convertía al sociólogo de acá en un simple operario de programas forjados e

impuestos desde arriba” 154. Del mismo modo, en una evolución académica que al parecer fue

realizada por una comisión de estudiantes se decía:

El actual programa del Departamento surge como respuesta y rechazo al carácter empirista
ecléctico y de servicio directo a interese norteamericanos del antiguo programa impuesto por
153
Darío Mesa, “Sugestiones para discutir sobre el Departamento de Sociología”, 1968, en: AFCH.
154
Carlos Uribe, “Contribución al Tercer Foro sobre el Programa de Sociología”, 1971, en: AFCH.
~ 123 ~

Fals Borda y la Fundación Ford y que se orientaba a la sociología rural, desarrollando las
políticas de ‘reforma agraria’ y demás políticas trazadas en Plan Simpático para la América
Latina, como respuesta preventiva a las enseñanzas legadas por el triunfo de la revolución
cubana, a los pueblos latinoamericanos; sin profundizar en las diferentes teorías sociológicas
limitándose al plan de las técnicas investigativas y utilizando profesores norteamericanos en
alta proporción 155.

Vistas las cosas bajo la luz del presente, esas críticas resultarían exageradas, pero insistimos, no

del todo infundadas, pues hay que tener en cuenta la histeria colectiva que contribuyó a general el

intervencionismo estadounidense con sus políticas de Guerra Fría. En todo caso, no deja de ser

curioso, por decir lo menos, que quienes rechazaban la orientación que Fals Borda le había dado a

la sociología en Colombia, con el argumento de que los métodos, técnicas y teorías que promovía

servían para el control estadounidense en la región, no pensaran que esos mismos enfoques fueran

útiles para investigar la sociedad desde su propio punto de vista. Tal como decía Jean-Paul Sartre

en 1960, a propósito del enfoque sociológico norteamericano: “Si es un arma eficaz –y ha

probado que lo es-, es que de alguna manera es verdadero; y si está ‘en manos de los capitalistas’,

es una razón de más para arrancársela y para volverla contra ellos” 156. Pero la intransigencia

intelectual en que se andaba llevaba implícitamente a suponer que ese enfoque científico era

solamente útil para los estadounidenses y sus agentes de penetración en cada uno de los países

latinoamericanos. La verdad es que la crítica antiimperialista pasaba por alto el hecho de que

cuando se escogió la orientación sociológica con la que nació la Facultad las alternativas políticas

eran muy diferentes a las que luego se dieron.

155
La Comisión, “Informe de la Comisión del Programa Académico de la Carrera de Sociología”, 1975, en: AFCH.
156
Sartre, “Crítica de la razón dialéctica…”, p. 67.
~ 124 ~

Como quiera que sea, con el liderazgo de Fals Borda, la antigua Facultad Sociología de la

Universidad Nacional había conseguido en menos de una década logros que incluso hoy no han

sido superados en Colombia. Consiguió legitimar a la sociología como disciplina científica,

estableció los estudios de campo, las técnicas y los métodos de investigación, incorporó de

manera rigurosa la teoría en el análisis social, defendió la libertad de cátedra, la independencia y

la imparcialidad académica, promovió las investigaciones a través de entes creados para ese fin,

hizo de la disciplina en los años sesenta la punta de lanza de las ciencias sociales en Colombia,

ajustándola dentro de los patrones científicos internacionales, logrando, además, difundir sus

resultados con tanto existo que involucró a los sociólogos en debates públicos de alcance nacional

y consiguió que los profesionales en sociología tuvieran alguna injerencia en las políticas

estatales, es decir, llevó a la sociología hacía ámbitos extra-universitarios 157. Con todo, y pese que

no lo reconociera la crítica, llegaron a promoverse estudios de carácter nacional y se intentó por

medio del postgrado (PLEDES) absorber los avances del resto de programas de sociología de

América Latina, algo que en ese momento sólo haría la FLACSO hasta el golpe de estado de

Pinochet en Chile, donde estaba su sede principal.

Finalmente, la batalla por la orientación que debía seguir la sociología en Colombia fue ganada

por el grupo de profesores y estudiantes que impugnaban el programa de sociología que Fals

Borda había organizado cuando se fundó la Facultad. De tal suerte que el que puede ser hoy

considerado el fundador de la sociología profesional en Colombia quedaría excluido del principal

centro de formación e investigación sociológica del país. Así las cosas, desde finales de los años

sesenta la carrera de sociología de la Universidad Nacional entraría en un proceso de

debilitamiento, pues al rechazarse la contribución financiara que aportaban las fundaciones


157
Gonzalo Cataño, La Sociología en Colombia. Balance crítico, Bogotá, Plaza & Janés, 1986, pp. 29-37.
~ 125 ~

estadounidenses sería visible que el sostenimiento académico había sido posible gracias a esas

ayudas. Ya que el Estado colombiano no aportaba gran cosa en ese sentido, y en adelante lo haría

menos dado que los gobiernos siguientes percibirían a los sociólogos y a los científicos sociales

en general como contradictores políticos. Se diría, incluso, que para cualquier gobierno de la

década siguiente sociología y socialismo eran una misma palabra. Como si fuera poco, al ser

rechazados los profesores extranjeros y los métodos de investigación empírica que promovían,

por considéraseles a los primeros agentes de penetración cultural imperialista y, a los segundos,

funcionales a la dominación estadounidense, la carrera de sociología se convertiría en un centro

de especulación teórica de las obras de los clásicos, sin grandes aportes con investigaciones

empíricas sobre la realidad colombiana, es decir, que se llegaría a saber más de la vida y milagros

de Max Weber o de Marx que de la propia realidad social colombiana. Lo que tendió a ser más

grave si se tiene en cuenta que el rechazo de profesores extranjeros llevó a que el cosmopolitismo

inicial de los sociólogos de la Universidad Nacional se trasmutara en muchos casos en un

parroquialismo estéril.

Mientras tanto, Fals Borda continuaría su obra intelectual y política desde ámbitos

extrauniversitarios, convirtiéndose quizá en una especie decano sin decanatura, o mejor dicho, en

un decano exiliado de su decanatura, en un decano errante… La situación de excluido del

principal centro sociológico colombiano, por un lado, contribuiría a que Fals Borda hiciera más

fuerte su dialogo con intelectuales extranjeros, y por otro, a que se lanzara al trabajo de campo en

diversas regiones colombianas, lo que lo llevaría a involucrarse en las movilizaciones campesinas

que empezaron a emerger con gran fuerza desde finales de los años sesenta. Esa situación, como

veremos más adelante, haría que se diera una situación muy irónica en la sociología colombiana,
~ 126 ~

esto es, que la obra sociológica de mayor trascendencia de los años ochentas fuera realizada por

fuera de las instituciones universitarias. Pues sería precisamente Fals Borda quien volvería a

marcar la pauta de la sociología colombiana de esos años.

4. La dimensión romántica

A finales de 1969, al regresar de Suiza, Orlando Fals quedó muy entusiasmado tras una breve

temporada que pasó en Cuba. En una carta que le escribió a un amigo suyo le comentó lo

siguiente:

Mi última visita a Cuba fue un gran éxito. Dicté dos cursillos en la Universidad de la Habana,
uno para profesores y otro para estudiantes de ciencias sociales. Sociología (creado como
departamento hace 7 meses) está tomando gran impulso y les acaban de dar un edificio de tres
pisos para desarrollarse. Además, los cubanos se harán presentes al 9° Congreso
Latinoamericano de Sociología en México (mi sección), lo que me tiene muy entusiasmado.
Como ves, mientras más voy a Cuba, más me gusta 158.

Tal como lo expresó Gabriel García Márquez en una entrevista hace algunos años: “La definición

de un intelectual de izquierda latinoamericano se convirtió en la defensa incondicional de

Cuba” 159. Y a finales de los años sesenta Fals Borda, en su nueva proyección como intelectual de

izquierda, también participó de ese movimiento. Es así que al regresar a Colombia sus

convicciones ideológicas fueron puestas en práctica tanto en el terreno intelectual como en el

político. A principios de 1970, el ambiente sociopolítico de Colombia estaba encendido por el

158
AGUN, Fondo Fals Borda, Caja 34, Carpeta 7, fls. 7.
159
Citado en: Jorge Castañeda, La utopía desarmada. Intrigas, dilemas y promesas de la izquierda en América
Latina, México D.F., Editorial Planeta, 1993, p. 218.
~ 127 ~

auge de partidos izquierdistas y populistas, por grandes movilizaciones social y la irrupción de la

insurgencia armada. Era tal el incremento de las movilizaciones que puede decirse que el

gobierno de Carlos Lleras Restrepo (1966-1970) comprendía que las tareas reformistas se hacían

inaplazables si en verdad se quería regular y controlar esa amplia agitación social. Este gobierno

entendía, además, que sólo una distribución de las tierras improductivas podría contener la

migración a las ciudades y con ello apaciguar el inconformismo social acentuado por el peso de la

gente que llegaba del campo sin encontrar oportunidades. Ante tal situación, y sabiendo de la

resistencia histórica de los partidos políticos tradicionales y de los terratenientes ente las

propuestas de reforma agraria, el gobierno de Lleras Restrepo buscó una alianza estratégica con

los campesinos con el fin de presionar una redistribución de los latifundios.

Aunque con tenaces contradictores, el gobierno llegó a expedir una ley sobre apareceros y

arrendatarios que le daba viabilidad a una organización campesina de usuarios de servicios

estatales, y al impulso reformista en el campo. Constituido el marco legal, en julio de 1970 tuvo

lugar el Primer Congreso Nacional de Usuarios Campesinos de Colombia. A él asistieron

representantes de 500 asociaciones diseminadas por todo el país, que sumaron un total de 989.306

inscritos 160. El optimismo generado entre el campesinado era creciente, así como el número de sus

afiliados. Ello preocupaba a los gremios económicos y generaba reservas entre sectores de la

izquierda, estos últimos veían a la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, ANUC, como

un simple ente para-estatal, lo que no era del todo falso, pues para ese momento la ANUC

mantenía una organización jerárquica y burocrática dependiente del Estado. A pesar del

clientelismo subyacente en la Asociación y al carácter heterogéneo de sus integrantes (pequeños

propietarios, campesinos sin tierra, jornaleros, indígenas, medianos propietarios), ella entró
160
León Zamoc, Los Usuarios Campesinos y las luchas por la tierra en los años 70, Bogotá, Cinep, 1978, pp. 28-32-
~ 128 ~

rápidamente en un proceso de radicalización que la llevó a distanciarse del Estado. En esto fue

decisivo el aceleramiento de las contradicciones existentes en el campo, el giro contrarreformista

que inicio el nuevo gobierno de Misael Pastrana Borrero (1970-1974) y la articulación de los

campesinos a sectores independientes y grupos de izquierda. Con todo, la mejor expresión del

quiebre entre el movimiento campesino y el gobierno, fueron las masivas tomas de tierras

ocurridas en 1971, la ola más grande de tomas de tierras en Colombia, particularmente en las

regiones latifundistas de la costa Caribe, los valles interandinos y los llanos orientales. Junto a esa

dinámica de acciones colectivas directas, la ANUC ese año promulgó lo que llamó su Plataforma

Ideológica. En este documento exigía contundentemente la realización de una reforma agraria,

justificaba sus invasiones y pedía la legalización de los predios tomados. Estos hechos, prácticos

y políticos, hicieron de la ANUN un movimiento social de base campesina, al cual se irían

articulando intelectuales, partidos y grupos políticos de izquierda 161.

La polarización cada vez más crítica del conflicto agrario llevó a la ANUC a acentuar un proceso

de radicalización al interior de su organización, hasta consolidar fuertes alianzas con grupos

maoístas, marxistas-leninistas, socialistas de inspiración trotskista e intelectuales

independientes 162. Todos los cuales aportaron ideas políticas a campesinos que con sus

experiencias, capacidades y conocimientos, pudieron desarrollar una identidad de clase frente a la

elite bipartidista que controlaba el Estado, la burguesía urbana y rural. Fue bajo ese telón de fondo

que, a principios de 1972, el Comité Ejecutivo de la ANUC, invitó a Orlando Fals Borda a

trabajar junto al sector más rebelde del movimiento campesino en la región Caribe. Así, en lo que

161
Ernesto Parra, La Investigación-Acción en la Costa Atlántica. Evaluación de La Rosca, 1972-1974, Cali,
Fundación para la Comunicación Popular, 1983, p. 41.
162
Acerca del papel de los grupos políticos e intelectuales véase: Silvia Rivera, Política e ideología en el movimiento
campesino colombiano, el caso de la ANUC, Bogotá, Cinep, 1982, pp. 115-182.
~ 129 ~

significó un retorno a su tierra de origen, el sociólogo se trasladó desde Bogotá con un grupo de

investigadores comprometidos con tareas de desarrollar análisis y educar en historia y en política

a los sectores sociales más activos en las luchas reivindicativas del país. Dicho equipo de

investigadores tuvo sus primeros antecedentes a mediados de 1970, cuando sus miembros se

reunieron por primera vez en Ginebra, Suiza, durante sus respectivas estancias en Europa. Se

trataba de un grupo de intelectuales colombianos de la misma tradición religiosa de Fals Borda,

más otros científicos sociales como Augusto Libreros Illidge y Gonzalo Castillo Cárdenas. Con

ellos se empezó a forjar un proyecto científico político al cual se unirían en Bogotá los

investigadores Jorge Ucros y Víctor Daniel Bonilla. Entre todos fundaron el colectivo de estudio

“Rosca de Investigación y Participación Social”, para enseguida iniciar una labor de educación y

de enseñanza de historia entre el campesinado a través del Comité de Educación de la ANUC y

otras fundaciones creadas para tal efecto 163. La Rosca, además de vinculares con el campesinado,

tuvo una expansión espectacular entre varios movimientos populares del país 164; la investigación

social que promovía y su acompañamiento en las acciones reivindicativas de las bases sociales la

alimentan de un dinamismo crítico que acercó a sus integrantes hacia el marxismo.

Estamos hablando de un periodo de auge en la lucha campesina en el cual Fals Borda además de

poder participar activamente, fue elaborando investigaciones que lo harían conocer como un

intelectual comprometido con las causas políticas de los sectores populares. Las conferencias han

sido siempre el yunque en que Fals Borda ha ido martillando sus ideas. En agosto de 1971 junto a

sus compañeros de la Rosca publicó en Barranquilla un librito bajo el título de Por ahí es la cosa.

El texto era producto de unas conferencias y discusiones que ofreció ante un público de 400

163
Entrevista con Orlando Fals Borda, Bogotá, 23 de abril de 2005.
164
En este trabajo solo nos referiremos a la labor desempeñada por Fals Borda y sus compañeros de estudio en la
región Caribe.
~ 130 ~

profesores de primaria y secundaria del Departamento del Atlántico, que respondían a la

necesidad de reorientar las prácticas educativas y pedagógicas en Colombia. En esa dirección, la

exposición de Fals Borda, además de expresar el viraje de su pensamiento político en un sentido

contestatario, se orientaba hacia una defensa del tipo de educación que le interesaba estimular

entres los sectores populares. Su conferencia se tituló “La educación como proceso

revolucionario”, y los argumentos en que se basaban pueden resumirse como un intento de que

los intelectuales se comprometieran en llevar ilustración al pueblo, para que a partir de ésta fuera

el mismo pueblo el que orientara el sentido que deseara darle a su liberación social 165.

Además de la conferencia aludida (podrían mencionarse muchas más), en la década del setenta

este autor fue prolífico en obras de crítica política y científica que tocaban, entre otros aspectos,

problemas metodológicos de investigación y de enseñanza de la historia, en un sentido que

beneficiara las acciones reivindicativas de sectores y clases populares. El asunto de

investigaciones que favorecieran las luchas populares era decisivo para él, por cuanto se

encontraba defendiendo la idea según la cual los intelectuales debían comprometerse con el

rescate de los antecedentes históricos de las luchas y los procesos de organización de las bases

sociales. Lo anterior con el fin de devolverles a esas mismas clases explotadas el conocimiento de

sus propias experiencias sociales, las cuales la historia oficial y el discurso político dominante les

había arrebatado en el presente. En esa dirección, la recuperación crítica de la historia, además del

rigor científico que era de esperarse, para Fals Borda también suponía la obligación de un análisis

integral de la sociedad desde una perspectiva de clase, con el objetivo de rescatar de las luchas

colectivas acontecidas en el pasado, elementos útiles a los sectores dominados en su

165
Orlando Fals Borda, “La educación como proceso revolucionario”, en Orlando Fals Borda el at, Por ahí es la
cosa, Bogotá, Editorial Indetexto, 1971, pp. 17-34.
~ 131 ~

confrontación actual con los clases dominantes. Ello sería lo que según Fals Borda le daría

continuidad histórica, impulso ideológico y organizativo a los movimientos sociales emergentes,

ya que les proveería de conocimientos y experiencias antes olvidadas, para el enfrentamiento

clasista en el presente y el porvenir. Se trataba de ideas que Fals Borda iría reiterando y ampliado

continuamente en textos como los siguientes: “El problema de la autonomía y la cultura en

Colombia”, “Causa popular, ciencia popular”, “Reflexiones sobre la aplicación del método de

estudio-acción en Colombia”, “Por la praxis: el problema de cómo estudiar la realidad para

transformarla”, “La ciencia y el pueblo: nuevas reflexiones sobre la investigación-acción”, entre

otros.

Esas investigaciones sobre el pasado, que servirían a los intereses de grupos claves en el proceso

de liberación social, sólo serían posibles a través de un compromiso político por parte del analista

con respecto a las necesidades de cambio impulsadas por los sujetos colectivos estudiados. Por

ello, el científico tendría la obligación de involucrarse en el conflicto social y tomar partido por

medio de la acción directa al lado de los oprimidos, para así contribuir en la conquista de las

aspiraciones de los actores colectivos examinados, en una secuencia rítmica, en el tiempo y en el

espacio, que incluiría por parte del investigador, acercarse y distanciarse de esas bases sociales:

acción y reflexión por turnos y de forma continua. Más aún, el conocimiento histórico o científico

obtenido, tendría que validarse a través de la propia acción del estudioso al lado de las bases

sociales, esto es, en la medida en que el conocimiento les explique y sirva para sus objetivos en el

contexto del presente. Lo que antecede constituye apenas una muestra de la punta del iceberg de

toda una capacidad creativa dirigida hacia la potencialización de militancias populares con el

apoyo de intelectuales comprometidos con causas liberacionistas. Estas ideas serían las que
~ 132 ~

conducirían a Fals Borda a plantearse el método de Investigación Acción Participativa, IAP,

basado justamente en los postulados de compromiso político que acabamos de enunciar.

En términos generales, la IAP, parte de la idea de un dialogo permanente entre investigadores y

sujetos estudiados, en el que ambas partes se benefician en un proceso de estudio compartido y de

conocimiento muto. La idea es que el investigador no sólo beneficia a las bases sociales con su

accionar intelectual, si no que estás, a su vez, lo educan él a través de la experiencia pedagógica

que suponen las prácticas políticas de los sujetos colectivos estudiados. Es en ese sentido que la

IAP intenta, además de las investigaciones propiamente dichas, un proceso de devolución

sistemática del conocimiento histórico al pueblo, pues no bastaría con conocer la realidad sino

que sería preciso participar en ella y divulgarla para su transformación. Ello implicaría,

básicamente, asegurar la enseñanza y la comprensión de lo investigado a las bases sociales, con el

fin de alimentar su “filosofía espontanea”, con el fin de logra una subversión del statu quo. Fals

toma la noción de ““filosofía espontanea” de Antonio Gramsci, cuando éste discute sobre la

ideología en sus cuadernos de la cárcel. Siguiendo a Gramsci, Fals Borda dice que existe entre las

clases populares una “filosofía espontanea” contenida en el lenguaje (como conjunto de

conocimientos y conceptos), en el sentido común y en el sistema de creencias o folklore que,

aunque incoherente y dispersa, tiene valor para articular la praxis a nivel popular” 166. La

definición es crucial pues le ayuda a resolver la cuadratura del círculo de la comunicación social

con organizaciones de diversos intereses de clase y nivel intelectual. Es así como logra identificar

los canales por donde articular la praxis para alimentar críticamente el conocimiento de los

166
Orlando Fals Borda, Por la praxis: el problema de cómo transformar la realidad para transformarla, Bogotá,
Tercer Mundo Editores, 1979, p. 42.
~ 133 ~

actores populares. Esos canales no son otros que los ámbitos donde se produce esa filosofía

espontanea, a saber: los entornos laborales de explotación, en la dinámica de la vida cotidiana, en

los ámbitos donde se dan relaciones de poder y resistencia, en definitiva, en todos los espacios

donde se dan experiencias de relaciones sociales que se recrean y acumulan selectivamente en la

cultura popular.

Como podemos ver, los años setenta fueron de grades agitaciones populares y Fals Borda,

sensible a ellas, fue transformado cualitativamente sus análisis y acciones en un sentido que

contribuía a las luchas de los oprimidos. Es así que sus acciones públicas y compromiso sociales,

estarían articulados al movimiento campesino de la ANUC. Fals Borda orientaría en esta época

sus acciones y pensamientos hacia una ampliación de la democracia en un sentido profundo, al

forjamiento de una identidad y conciencia de clase y a la constitución de formas organizativas

independientes entre los sectores socialmente excluidos y explotados, pues, su meta era la de

contribuir en el impulso de una emancipación que superara el injusto horizonte político y

económico prevaleciente en la sociedad colombiana de esos años. El viraje ideológico, teórico y

metodológico que experimentaba este autor se hacia evidente en las ideas que desarrolló en sus

libros desde finales de los años sesenta como agitador intelectual. Ya no era el demócrata liberal,

ni el divulgador de teorías estructural-funcionalistas, de los años cincuenta y principios de los

sesenta, ahora se proyectaba como un marxista o, tal vez sea mejor decir, como un socialista con

una perspectiva de base romántica (más adelante profundizaremos en la naturaleza de su

romanticismo).¿Cómo hizo este sociólogo para contribuir a través de la enseñanza de la historia al

forjamiento de una conciencia histórica crítica que le permitiera a los oprimidos interpretar las

contradicciones de su realidad?
~ 134 ~

Para iniciar las labores de investigación y enseñanza de la historia, Fals Borda, en compañía de

sus colegas de estudio, se involucró en las tomas de tierra acompañando a los campesinos. En una

de esas invasiones fue hecho prisionero, la primera de cuatro veces, por la policía en el

Departamento de Córdoba el 16 de marzo de 1972. No obstante, su activo compromiso no

menguó, por el contrario, ello sirvió para que los campesinos le tuvieran más confianza y le

dejaran entrar a su mundo. El equipo de investigadores de la Rosca, junto a otros grupos de

investigadores que Fals Borda ayudó a conformar en la región -principalmente la Fundación del

Caribe y el Grupo de Estudios Nieto Arteta-, entendían que la participación directa y la inserción

en el aparato de convicciones culturales de los campesinos era el medio ideal para nutrir de

conocimientos e ideología las acciones de las bases rurales organizadas alrededor de la ANUC.

Siguiendo esas ideas, estos investigadores-activos se dedicaron en un primer momento al rescate

de la historia de las luchas sociales de los campesinos. Diseminados por los departamentos de

Bolívar, Sucre y Córdoba, al tiempo que participaban en el activismo de los campesinos, estos

estudiosos abordaron la bibliografía existente sobre la región, indagando en los “archivos de baúl”

de los propios pobladores rurales, a quienes entrevistaban al tiempo que buscaban documentos

oficiales sobre sus problemas más urgentes. Paralelamente, iban controlando la veracidad de todas

esas fuentes primarias que conseguían, para luego analizarlas y discutirlas con grupos de

dirigentes y activistas agrarios. Como producto de este trabajo en equipo, surgió una

interpretación histórica con una perspectiva desde abajo, tomando el enfoque del materialismo

histórico, que estos investigadores llevaban como bagaje y soporte teórico 167.

167
Víctor Negrete, “A la memoria del maestro Orlando Fals Borda: Bases y desarrollo de la Investigación Acción
Participativa en Córdoba (Colombia)”, en International Journal of Psichological Research, Vol. 1, No. 2, 2008, pp.
85-97; Víctor Negrete, La Investigación Acción Participativa en Córdoba, Montería, Fundación del Sinú / Centro
Alternativo Latinoamericano, 1983.
~ 135 ~

Hecha esta recuperación crítica de la historia, la tarea a seguir fue devolverles ese conocimiento

de forma ordenada, sistemática, directa y sencilla a los campesinos. La empresa no fue fácil, pues

uno de los problemas más grandes era el analfabetismo de los pobladores de la región. Por ello, se

acudió a la cultura popular, recreándola a través de estrategias pedagógicas que estimularan en los

campesinos una conciencia histórica rebelde, que les permitiera avanzar en sus luchas por la

transformación social. La formula fue traducir las interpretaciones científicas al lenguaje de la

cultura vernácula, por tal razón, la comunicación de ideas se dio a través de canales claros y

limpios de cualquier lenguaje esotérico o intelectualizado. Esa traducción de ideas se dio de la

manera siguiente 168: ubicando entre las bases campesinas a individuos talentosos en pintura,

música, cuento y todo tipo de narración oral, se elaboraron con ellos cartillas ilustradas de

instrucción histórica como “Lomagrande”, “Tinajones”, “El Boche”, “Felicita Campos”, entre

otros, que enseñaban a los campesinos las experiencias de resistencia de sus antepasados. Así

fueron rescatados del olvido héroes populares al estilo del anarquista Vicente Adamo, Juana Julia

Guzmán, María Barilla, Pacha Frías y Manuel Hernández (“El Boche”), por sólo mencionar

algunos. En otros textos se divulgaron experiencias organizativas como, por ejemplo, las

desarrolladas a principios del siglo XX por la Sociedad de Obreros y Artesanos de Montería, la

Sociedad de Redención de la Mujer y el Baluarte Rojo de Loma Grande, hasta entonces

olvidadas.

168
Por lo general, Fals Borda siempre tuvo la costumbre de realizar anotaciones en sus libros sobre el proceso de
investigación del que trataban los mismos, hasta el punto de que podría decirse que muchas de sus obras contienen
referencias autobiográficas fragmentadas. Sobre la manera en que los investigadores de la Rosca realizaron sus
trabajos entre los campesinos de la Costa Caribe colombiana, véase: Orlando Fals Borda, Historia Doble de la Costa
(Tomo I), Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1979, p. 166ª; también: Negrete, “A la memoria del maestro Orlando
Fals Borda…”, pp. 85-97
~ 136 ~

Con el mismo objetivo, se hicieron filminas, audiovisuales y transparencias, funciones de teatro,

títeres, vallenatos protesta, radio-periódicos y grabaciones en casete sobre historia, noticias de

interés y diversos temas de literatura social como las “Historias de Racamandaca” del literato

David Sánchez Juliao. Todo ello fue divulgado en las zonas donde los campesinos tenían sedes de

su organización. Además se publicaron libritos como la Autobiografía de un dirigente campesino,

del líder agrario Alfonso Salgado, La cuestión indígena en Colombia y María Cano, mujer

rebelde de Ignacio Torres Giraldo, En defensa de mi raza del líder indígena Manuel Quintín

Lame. Todo lo anterior iba acompañado de cursillos en localidades y municipios donde los

intelectuales de l Rosca se daban cita con pobladores para discutir, apoyados en materiales

didácticos, sobre temas significativos con respecto a las metas de sus luchas: el origen del

latifundio, la formación de las clases campesinas, historias de los movimientos populares,

represión, violencia y educación, eran algunos de los temas. Por otra parte, los líderes o grupos

campesinos más politizados, se les educaba con cuadernos de fácil comprensión sobre la historia

regional, economía política, legislación agraria, el Mandato Campesino, el Segundo Congreso de

la ANUC, entre muchos textos más, que dieron lugar a publicaciones como “Catorce preguntas

sobre economía política”, “Manual para cursillos campesinos”, “Cuestiones de metodología”,

Historia de la cuestión agraria en Colombia (1975) y Capitalismo hacienda y poblamiento en la

Costa Atlántica (1976), etcétera.

Tal vez el libro que mejor registra los alcances de la sociología militante que Fals Borda estaba

promoviendo en estos años sea Causa Popular, Ciencia Popular. Una metodología del

conocimiento científico a través de la acción, publicado en 1972. En ese texto, Fals Borda

propone una ciencia social activa, ligada a las luchas de las organizaciones populares, que
~ 137 ~

implicaba un diálogo horizontal de saberes entre el investigador y los sujetos sociales estudiados.

Por esta época, en 1974, junto a otros intelectuales como Gabriel García Márquez, Fals Borda

también participó en la creación de la revista Alternativa, que sería un intento audaz de

periodismo moderno, interesado en convocar y poner a dialogar a los distintos grupos de

izquierda de Colombia 169. Estas y otras experiencias político-académicas, fueron sistematizadas

por Fals Borda en su propuesta de Investigación Acción Investigativa. Para esta maduración de la

IAP, igualmente importante fue la labor que Fals Borda emprendió en la creación de la Fundación

para el Análisis de la Realidad Colombina, Fudarco. Fundación esta que asesoró y financió

diversos proyectos de investigación social, al tiempo que preparó el primer Simposio Mundial de

Investigación Acción Participativa, en 1977. Evento que serviría de plataforma para lanzar

internacionalmente el emergente paradigma metodológico que Fals Borda venía construyendo en

el terreno. Fruto de estos años también fue la creación de la Editorial Punta de Lanza, fecunda

promotora y difusora de estudios sociales, económicos y políticos, realizados por renombrados

intelectuales críticos de la época, tanto colombianos como extranjeros.

Como resultado de estas experiencias, entre otros escritos, Fals Borda publicó "Por la praxis: El

problema de cómo investigar la realidad para transformarla", texto elaborado para el primer

Simposio Mundial de la IAP. Ahí el autor expuso una síntesis de sus experiencias políticas y

científicas de los últimos años, a la vez que llegó a explicar las bases epistemológicas del método

de Investigación Acción Participativa. Pero si ese texto llegó a expresar el compromiso político y

científico de Fals Borda con los movimientos sociales, de igual modo existe un hecho que

sintetiza los alcances que tuvieron su praxis política durante los años setenta. A principios de

169
Sobre todo el proceso de la revista Alternativa y su significado para la cultura intelectual de la izquierda
colombiana, ver: Paulo León Palacios, “El M-19 y la subversión cultural bogotana en los setenta: el caso de la revista
Alternativa, en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, No, 35, Bogotá, 2008, pp. 189-210.
~ 138 ~

1979, él y su esposa María Cristina Salazar, fueron encarcelados por el gobierno de Julio César

Turbay (1978-82), tras habérseles acusado de colaborar con el movimiento guerrillero M-19. Los

cargos que pesaban sobre ellos los relacionaban con uno de los golpes más intrépidos que ha dado

una organización guerrillera en Colombia. Nos referimos a los cerca de 5.000 fusiles que sustrajo

ese movimiento insurgente de un cantón militar al norte de Bogotá, el 3 de enero de 1979 170. Si

bien Fals Borda fue arrestado varias veces a principios de los años setenta -por colaborar con

campesinos en tomas de tierra-, esta vez la situación fue más complicada, puesto que para finales

de los años setenta en Colombia regía un “Estatuto de Seguridad” tan represivo que recordaba los

gobiernos autoritarios de la década de los años cincuenta. Tal “Estatuto de Seguridad” era la

variante colombiana de los regímenes de seguridad nacional de las dictaduras de los países del

Cono Sur.

Lo que pasó fue lo siguiente: a pocas semanas del robo de armas, el Ejército halló 3.000 de ellas

en una casa-lote perteneciente a María Cristina Salazar de Fals. La casa fue adquirida por la

socióloga unos meses antes del robo. Por tal razón, ella junto con otro buen puñado de sindicados,

fueron arrestadas. Fals Borda fue puesto en libertad a las pocas semanas ya que no se encontraron

pruebas en su contra, mas no sucedió lo mismo con su esposa, quien tuvo que pasar cerca de un

año y medio en prisión, tras comprobarse que la casa donde fueron encontradas las armas era de

su propiedad 171. A principios de 1980 María Cristina Salazar recobró la libertad gracias al apoyo

que Fals Borda consiguió entre amplios sectores intelectuales, nacionales y extranjeros, quienes

presionaron por su liberación. En adelante, al tiempo que ambos continuaron apoyando las

movilizaciones populares de los años ochenta -reivindicaciones cívicas y urbanas que por

170
“Capturados en Bogotá Orlando Fals Borda y su esposa”, El Espectador, 24 de enero de 1979, pp. 4 y 8.
171
“Libre Fals, detención a la esposa; preso agente de seguridad de Allende”, El Tiempo, 10 de febrero de 1979, p. 6;
también: El Espectador, 9 de agosto de 1979, p. 8; El Tiempo, 28 de marzo de 1980, p. 6. .
~ 139 ~

entonces habían tomado gran auge-, concentraron también sus actividades en la defensa de los

derechos humanos, la democracia y en actividades científicas. Durante todo este periodo, Fals

Borda no dejaría de escribir, sumado a sus múltiples artículos y ponencias, publicaría libros de

metodología para lograr un mejor acercamiento con las bases populares, todos esos textos serían

la antesala de la que puede considerarse su obra personal más importante y de las sociología

colombiana en los años ochenta: nos referimos a los cuatro tomos de su Historia Doble de la

Costa. En 1979 publicó el primero bajo el título de Mompox y Loba, al que le siguieron El

presidente Nieto (1981), Resistencia en el San Jorge (1984) y Retorno a la tierra (1986).

Decimos que esta es su obra más importante no sólo por ser la de mayor influencia en Colombia,

sino porque en ella se sintetiza de manera global la mayoría de aprendizajes científicos y políticos

que Fals Borda tuvo desde los años cincuenta.

La Historia Doble de la Costa es quizá uno de los secretos mejor guardado de la sociología

latinoamericana, una obra que inexplicablemente ha sido desconocida más allá de las fronteras

colombinas. Se trata de una obra de sociología histórica escrita desde el punto de vista de los

vencidos, campesinos de la región Caribe colombiana. En ella los protagonistas de los hechos

tienen la posibilidad de contribuir en la narración e interpretación de sus propias acciones. Los

cuatro tomos están escritos de una manera polifónica, donde se intercalan las voces del autor con

la de los sujetos investigados, al modo de un canto coral, música en la que Fals Borda era experto.

Cada uno de los libros contiene números de páginas que se repiten, como si se tratara de un casete

magnetofónico con sus lados A y B. Del lado izquierdo están las páginas 1A, 2A, 3A, y así

sucesivamente, mientras que en la parte derecha están las páginas 1B, 2B, 3B… Las páginas del

lado A contienen un relato descriptivo, construido con artificios literarios y en tono etnográfico,
~ 140 ~

repleto de anécdotas que sirven para recrear de manera viva y vibrante el ambiente social del que

se habla. En cambio, las páginas del canal B, incluyen un discurso comprensivo que en ocasiones

resume el canal A, exponiendo además interpretaciones teóricas y conceptos, metodologías y usos

de técnicas de investigación, aparte de fuentes primarias y bibliografía.

Ambos canales se complementan el uno al otro y pueden leerse de manera simultánea o de

corrido. Si el lector opta por la primera estrategia de lectura encontrará en el camino unos

llamados de atención representados por las letras A, B, C y D, que sirven para indicar que se está

frente a un tema importante, que puede ser profundizado en el otro canal de páginas, donde

también se hallan resaltadas las tetras A, B, C y D. Asimismo, el lector puede optar por leer cada

canal de manera independiente, por capítulos, o de un solo jalón hasta el final de cada tomo. Si se

opta por esta segunda alternativa, puede tenerse la idea de que el canal A contiene una especie de

novela histórica, mientras que la parte B expone un libro de sociología histórica. Ahora bien, el

diseño de esta estructura narrativa se explica en la necesidad que tenía el autor de crear una obra

de fácil acceso para un lector no iniciado en la disciplina sociológica. Fals Borda quería que sus

libros pudieran ser leídos por los campesinos sobre los que escribió, quienes, dicho sea de paso, a

través del método de Investigación Acción Participativa, también contribuyeron en la escritura de

los textos. Es así que el lector no profesional puede ir accediendo a la lectura de los libros poco a

poco, desde la parte más descriptiva y literaria del lado A, hasta la más compleja que contiene el

B. Además, los libros están ilustrados con fotografías, mapas, dibujos y pinturas de época, que

junto con estrofas de poesía y música popular sirven para hacer más sencilla y divertida la lectura.

Es el caso, por ejemplo, del zoomorfismo que Fals Borda emplea en sus metáforas, donde a través

de figuras animales del entorno campesino estudiado se representan diversos fenómenos sociales.
~ 141 ~

En muchos sentidos la estructura narrativa de la Historia Doble de la Costa recuerda varias obras

literarias, como por ejemplo, Rayuela de Cortázar, no sólo por las reglas de lectura que proponen

ambos autores, sino también porque los dos logran que el lector termine involucrado de manera

lúdica y activa en la narración 172. También podría comparársele con Las aventuras de

Huckleberry Finn de Mark Twain, por los recorridos que Fals Borda realiza no ya por el río

Misisipi, como el pequeño Huck, sino por el Magdalena y otros afluentes y ríos, caños, pueblos,

lagunas y llanos, en las rutas de una investigación que se adentra por el mundo anfibio de los

campesinos y pescadores de la costa colombiana. Al igual que en el libro de Huck, que es un

canto a la libertad escrito con buen humor, Fals cuenta sus peripecias y las de los campesinos de

manera jocosa, como si se tratara de un viajero que porta consigo un diario de campo, en el que se

describen y analizan las experiencias históricas de una sociedad rural que persigue su liberación,

en resistencia constante contra el capitalismo. Pero tal vez el libro con el que mejor cabría una

comparación, por su carácter hibrido entre ciencia y literatura, sea aquel de Fernando Ortiz,

Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar. Escritos ambos dentro del tono de la música popular

del Caribe, comparten también una búsqueda por la identidad de una sociedad, que va paralela a

una profunda reflexión sobre la cultura. Además, mientras el libro de Ortiz recuerda el ritmo del

contrapunteo en Cuba, Fals hace lo propio con el ritmo de la piqueria vallenata, que también

consiste en un duelo de voces que se enfrentan a través de un tono burlón y satírico. Mejor dicho:

el que no haya leído la Historia Doble de la Costa no sabe de lo que se ha perdido.

172
Al respecto el crítico literario Raymond de Souza ha escrito: “Además de recordarnos los experimentos literarios
de Julio Cortázar con los libro en forma como Rayuela (1963), La vuelta al día en ochenta mundos (1967), El último
round (1969), la obligada participación del lector en la construcción del libro me parece ser una técnica muy
apropiada para el logro de una de las metas de la Historia Doble de la Costa, la participación activa del pueblo en la
recuperación de su historia o lo que se puede llamar la democratización del conocimiento”, ver: Raymond de Souza,
“Elementos literarios en la Historia Doble de la Costa”, en Álvaro Pineda (compilador) De ficciones y realidades.
Perspectiva sobre literatura e historia colombianas, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1989, p. 357.
~ 142 ~

Como quiera que sea, lo más importante de la Historia Doble no está tanto en su estructura

narrativa como en su contenido, que es en definitiva lo que define el estilo de ese texto. Como

corresponde a las grandes obras clásicas, aquí el estilo está en función del tema. Y en este caso el

tema son comunidades campesinas que resisten el proceso de desintegración que trajo consigo la

profundización del capitalismo durante el siglo XX en el campo colombiano. He ahí el porqué del

estilo didáctico y pedagógico de esta obra, que intenta estar en correspondencia con las

expresiones de la cultura popular de los campesinos estudiados. Lo anterior, siguiendo el objetivo

de devolverles a ellos el conocimiento de su propia historia, desde el pasado indígena hasta la

actualidad, para que todas esas experiencias sirvan de base en las acciones contrahegemónicas del

presente y el porvenir. La visión de la historia que Fals expone se alimenta de la resistencia contra

la expansión capitalista que expresan las comunidades campesinas. Fals Borda no piensa al

capitalismo como un fenómeno inevitable, sino reversible en sus aspectos más desastrosos, por

medio de la defensa de las tradiciones colectivistas y cooperativistas en riego de desaparición. Al

respecto, en una parte de Retorno a la tierra (tomo IV), se pregunta: “¿Podemos ahora detener las

tendencias negativas del actual ‘desarrollo’ como simple crecimiento, homogenización y

modernización urbana […]?” 173. Para luego responder lo siguiente:

Participación pluralista y poder y contrapoder popular así concebidos se alimentan de una idea
existencial: la de vivencia, esto es, el de aprender a vivir y dejar vivir en contextos totales, idea
tan querida para nosotros los costeños que aparece como leit motiv en esta obra. Con esta
vivencia no se aspira al poder para controlar a otros y dominar con la fuerza bruta o con las
balas, sino para gobernar guiados por consensos y en democracia directa, para defender el
derecho de ser diferentes, oír voces y tolerar opiniones distintas, así sea necesario desmantelar

173
Orlando Fals Borda, Historia Doble de la Costa (Tomo IV), Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1989, p. 209,
~ 143 ~

activamente los centros actuales de del poder violento, la corrupción, la manipulación y el


monopolio. Significa una defensa de valores sustanciales enraizados en la praxis original y la
relación cósmica con la naturaleza, en la vida comunal y cooperativa y en el respeto al ser
humano como tal, valores como todavía nos quedan, por fortuna, en la Costa. Requiere menos
de Maquiavelo y Locke y más de Kropotkin y Althusius, con remozado interés en venerables
premisas anarquistas (en sentido filosófico) para equilibrar o combatir los poderes autocráticos
de gobiernos y organismos centrales, de hombres de estado y dirigentes despóticos 174.

Fals Borda escribiría muchos textos con ese mismo tono de desprecio visceral contra el poder

central, la autocracia y todos los males que consideraba producto de la modernización y del

capitalismo; al tiempo que manifestaba un profundo aprecio por ese mundo campesino que

conoció en su juventud y que luego vería en riesgo de desintegración. Por eso hasta el final de sus

días defendió un rescate de las costumbres de ayuda mutua de la gente del campo, de los

indígenas y de las comunidades negras. Las que contraponía al individualismo rapaz de la

sociedad capitalista. Desde su propia formación cristiana, humanista y científica, para Fals Borda

el capitalismo era un fenómeno inmoral, una especie de maldición diabólica y destructora, que

había que hacer retroceder por medio de la defensa de los valores colectivistas autóctonos, o

raizales, que también veía en riesgo de desaparición. Este anticapitalismo Fals los venía

expresando desde mediados de los años setenta, por lo menos eso es lo que podemos afirmar a

partir de lo que expresan sus escritos en ese sentido. Que ello era así puede probarlo la

interpretación que realizó al contemplar el fracaso de los programas de Acción Comunal y de

cooperativismo agrícola en los que estuvo trabajando para el gobierno a finales del los años

cincuenta y principios de los sesenta, dentro de lo planes desarrollistas y de modernización

capitalista de esas décadas. El mejor ejemplo lo trae su interpretación de lo que ocurrió con los

programas cooperativistas que ayudó a organizar en el vecindario de Saucío, donde hizo sus

174
Fals, “Historia Doble…”, (Tomo IV), p. 222.
~ 144 ~

primeras investigaciones. En el año de 1960, Fals Borda promovió la creación de una cooperativa

de almacenamiento de papas en esa localidad, que luego vería frustrada por lo lógica monopolista

de unos empresarios que se apropiaron de la idea de los campesinos, construyendo cerca de su

vecindario grandes bodegas de almacenamiento del tubérculo. Al respecto, en 1975, describiría de

la siguiente manera el resultado de ese experimento cooperativista:

La madre sirve un plato de cuchuco a su hijo. A la primera cucharada, millares de mosquitas se


le arremolinan en la boca y sobre el plato, haciéndole competencia. De nada vale espantarlas: se
le sube a la nariz, a los ojos, a las orejas, para finalmente enredársele en el pelo. El niño deja
decepcionado el plato y sale al patio para tomar, por lo menos, el aire. ¡Peor! Allí lo sacude un
tufo podrido, el mismo que desde hace años viene contaminando la que antes fuera una bella y
progresista vereda, típica de nuestros Andes: la de Saucío, en Chocontá, a pocos kilómetros de
Bogotá. Es el tufo de una pila de 45.000 cargas de papa podrida botada en una cascajera y en
otras partes no lejos de las casas de los campesinos. En esa pila se crían las mosquitas. Quienes
botan esa papa son empleados de una empresa de cuyo casino sale el alcantarillado que ensucia
la antigua limpia quebrada, donde ya no se puede ni lavar ni bañarse como antes. Ahora el agua
de tomar debe filtrarse y buscarse más lejos porque los invasores la han monopolizado
perjudicando a las familias que viven en la parte inferior de la vereda. Por todo eso, ya la papa
no es la amiga del pobre en Saucío. De ella y de esas pilas destila el desprecio por el bienestar
humano y la sanidad ambiental que ocurre cuando sólo de hacer plata se trata, como es el caso
de los grandes capitalistas de la agricultura 175.

La forma que toma la querella de Fals Borda contra el capitalismo recuerda mucho a la que

manifestó el movimiento romántico de los siglos XVIII y XIX europeos. Es así que en su caso

podríamos hablar de la expresión de una corriente anticapitalista con una perspectiva de base

romántica. Para entender mejor esta vena romántica que recorre su obra es conveniente

175
En una conversación con Orlando Fals pudimos enterarnos de que el artículo de la cita anterior era de su autoría,
cosa que no se tenía clara por cuanto la costumbre de la revista de su publicación era de no ofrecer, en ocasiones, el
nombre del autor, ver: “Los silos de papa, maldición capitalista en el campo”, en Alternativa del Pueblo, No. 25,
Bogotá, 1975, p. 20.
~ 145 ~

detenernos un poco en lo que entendemos por romanticismo. En su libro Revuelta y melancolía,

Michael Löwy y Robert Sayre definen el romanticismo como un movimiento cultural y político

que puede estar presente en todos los campos de las expresiones humanas, y no solamente en las

artes y la literatura. Afirman que el romanticismo es posible encontrarlo en obras de ciencias

sociales, de economía, política, teología, etcétera, por cuanto se trata de una protesta cultural con

características especiales, contra la moderna civilización capitalista. De ahí que aunque lo

conciben como un movimiento cuyos orígenes pueden remontarse más o menos desde la segunda

mitad del siglo XVIII, también lo ven como una expresión que aún continúa desarrollándose, con

todo y que pueda ser denominada de diversas maneras 176. Según estos autores, el romanticismo

consistiría en una vertiente que puede encontrarse junto con otras dimensiones anticapitalistas en

las obras de ciertos pensadores. Se trataría de una querella cultural con una perspectiva de fuertes

bases morales y éticas. Donde son expresados sentimientos de indignación por las consecuencias

negativas que trae consigo la modernización capitalista. Tales querellas estarían orientadas contra

los siguientes aspectos: el racionalismo, el positivismo, el burocratismo, el autoritarismo, el

economicismo, la centralización del poder, el evolucionismo y las falsas ilusiones de progreso

capitalista. Asimismo, aspectos concomitantes como el cálculo y el máximo beneficio monetario,

el individualismo egoísta, el intelectualismo y la homogenización de la cultura, también serían

elementos atacados por el romanticismo. En definitiva, se trataría de una crítica que privilegia los

elementos cualitativos de la vida en contra de los cuantitativos o, lo que es lo mismo, los valores

de uso contra los valores de cambio.

El romanticismo, en todo caso, no se ubicaría por fuera de la modernidad, pues es un producto

ella, surgido de su seno como una dimensión contrapuesta, antitética. Así, entendida como un
176
Löwy y Sayre, “Romanticism: Against the tide of modernity…”, pp. 1-87.
~ 146 ~

fenómeno de la modernidad, la corriente romántica presentaría una colorida multitud de

tendencias que para efectos del análisis podrían ser dividas en dos grupos. Estaría la representada

por una fracción conservadora, que reclamando un pasado real o imaginario pretendería una

restauración de la sociedad. De otro lado, estaría el grupo que partiendo también de una nostalgia

por un pasado real o ficticio, presenta una disposición para elaborar utopías colectivistas, con el

fin de proyectarlas hacia el futuro. Esta segunda corriente, en realidad no pretendería un retroceso

al pasado, algo que se tiene por imposible, sino que persigue una vuelta por los elementos

positivos que hacían parte de la sociedad antes de la llegada del capitalismo, con el propósito de

proyectarlos hacia un futuro más democrático, cuando no socialista o anarquista. Esta segunda

vertiente, es precisamente la que nosotros vemos expresada en la obra intelectual que Fals Borda

elaboraría como producto del viraje radical que dio a mediados de los años sesenta, y del cual fue

producto el libro sobre la Subversión, que sería la antesala del romanticismo que expresaría poco

tiempo después.

Precisamente, esa dimensión romántica que cruza la obra de Fals Borda es la que la dota de cierta

sensibilidad capaz de captar las voces de aquellos excluidos que generalmente no son tomados en

cuenta por las ciencias sociales, ni muchos menos por los discursos oficiales hegemónicos. La

apuesta falsbordiana es radicalmente basista, en el sentido de privilegiar las opiniones y

aspiraciones de las bases populares, antes que las de cualquier teoría o partido político. Es en esa

dirección que se orienta su reivindicación por una ciencia descolonizada y capaz de descolonizar

las mentes, tanto de los grupos estudiados como las de los mismos científicos sociales, todo a

través de un dialogo sincero entre parte y parte. Es con esa visión de la labor científica, además,

que Fals Borda se anticipa, en muchos sentidos, a los ahora en boga estudios subalternos y
~ 147 ~

poscoloniales. Su apuesta por escuchar a esos otros que han sido subestimados o definitivamente

ignorados, no solamente se queda en la labor intelectual. Para él era importante llevar a la práctica

las convicciones que tenía como científico social, por ello siempre se encontrará él que

paralelamente a sus investigaciones existía una práctica como intelectual público. Es así que en

los años ochenta, en medio de la guerra sucia que acorralaba las acciones populares en Colombia,

lo veremos al lado de grupos que luchaban por la liberación de los presos políticos, contra el

Estado de Sitio, el Estatuto de Seguridad, por una verdadera apertura democrática y contra la

violencia sistemática de los derechos humanos. Además, en esa misma década, fue un gran

impulsor de organizaciones regionales de carácter reivindicativo, en las que se planeaba construir

un movimiento nacional democrático, pluralista, de la periferia hacia el centro y del centro a la

periferia.

De esa época son sus actividades en el proceso de organización de ‘Colombia Unida’ y del

Movimiento Popular, que intentaban agrupar a múltiples sectores que luchaban por un país más

democrático, en un periodo nada fácil, en el que el terrorismo de Estado, el paramilitarismo y la

violencia de los narcotraficantes mostraban sus acciones más ásperas. En medio de esas

actividades, Fals Borda retornó a la Universidad Nacional de Colombia, como investigador del

Instituto de Estudios Políticos. Al mismo tiempo, fue elegido para participar en la creación de una

nueva carta constitucional en Colombia, en 1991, donde interviene como miembro de la Alianza

Democrática M-19, grupo político surgido a partir la desmovilización de la guerrilla que llevaba

un nombre similar. En la Constitución de 1991, Fals Borda colaboró a través de propuestas que

recogían sus experiencias de estudios regionales. Elaboró un proyecto de Ley Orgánica Territorial

que aún está pendiente de ser aprobado en el Congreso, y que tiene como objetivo ajustar la actual
~ 148 ~

división política de Colombia a realidades históricas regionales, basadas en la identidad cultural,

ecológica, geográfica, económica, etcétera. Todo por medio de unidades regionales autónomas,

federativas, capaz de descentralizar el país. Asimismo, siguió trabajando por la conformación de

una agrupación política orientada a unificar a los distintos grupos de izquierda de Colombia, por

medio del Frente Social y Político que, en el año 2006, pasó a llamarse Polo Democrático

Alternativo, del cual fue su presidente honorario hasta el día de su muerte.


~ 149 ~

Conclusión

Al subir al primer tren de su viaje intelectual, Fals Borda llevaba dentro del equipaje un cofre

donde portaba las nociones morales que orientaron sus pensamientos y acciones personales.

Cuando se plegó a las ideologías reformistas que le suministraron los enfoques del cambio social

dirigido, del desarrollismo, de la modernización y demás perspectivas ideológicas relacionadas,

éstas debieron pasar, primero, por los filtros de las convicciones morales que lo habían

alimentado a través sus experiencias materiales y culturales. La voluntad moral que lo animaba,

estaba atada a la idea cristiana de la redención, a la idea de redimir a quienes padecen la

adversidad. Ésta era una especie de ideología del sacrificio, atravesada por una pasión en el

servicio social, en la responsabilidad colectiva y el deber individual. De esa manera, el idealismo

moral en que se apoyaba, lograría colorear las otras ideologías que fue absorbiendo a través de su

itinerario intelectual.

Al mezclar todos esos elementos ideológicos, Fals imprimiría en sus obras una marca personal

que haría que quedara sin cerrarse el círculo político liberal que rodeaba su mente, y que definiría

el perfil intelectual y humano con el que se proyectaría en los escenarios públicos de Colombia.

Nos referimos a ese aspecto moral que es posible apreciar desde sus obras más tempranas,

cruzando sus investigaciones como parte de un discurso piadoso que expresa cierta sensibilidad

humana para identificarse con el dolor del otro, con ese otro que es la victima, mas no con ese

otro que es el agresor o victimario. Se trata de un sentimiento de dolor que tiene que ver con cierta

actitud de reclamo ante la injusticia social, que en Fals se expresa como un malestar sentido por

medio de la experiencia de esos otros oprimidos con los que logra identificarse en calidad de
~ 150 ~

testigo-investigador, pero que en años posteriores lo haría como testigo-investigador-participante.

“Fals Borda, afortunadamente, no sólo es un sociólogo. A él, como dijera alguien, le duele la

patria”, señalaba en 1958 el escritor Francisco Zuleta en una de las primeras reseñas que apareció

sobre El hombre y la tierra en Boyacá 177. Ese sentimiento de dolor que Fals dejaba percibir

resulta sorprendente por cuanto sus primeras obras declaraban un frío distanciamiento científico

sobre el objeto estudiado, como parte de la neutralidad valorativa de la sociología norteamericana

en la que se educó. Sin embargo, Fals Borda dejaba traslucir un perfil intelectual y humano

caracterizado por estar moralmente obligado con los menos favorecidos. Durante la trayectoria

intelectual que en adelante proseguiría, asumiría otras perspectivas teóricas, metodológicas y

políticas, pero la estructura de valores que lo habían formado sólo cambiaría para fortalecerse aún

más. Es así que cincuenta años después, uno de sus discípulos más importantes, el sociólogo

Alfredo Molano, diría lo siguiente: “Su enseñanza no se limitó a decirnos qué era el pueblo sino

que nos abrió la puerta para sentirlo, vivirlo, dolerlo” 178.

Esa empatía con las víctimas se percibe en Fals Borda como ese dolerse del dolor del otro del que

han hablado autores como Roberto Briceño-León y Heinz Sonntag para referirse a los

intelectuales latinoamericanos que luego de promediar el siglo XX optaron por posiciones

radicales a favor de las clases oprimidas 179. Ese dolerse del dolor del otro no es otra cosa que la

expresión sentimental de cierto tipo de escrúpulos morales. El giro ideológico anticapitalista que

Fals Borda darían desde finales de los años sesenta, es una prueba de de la estructura de valores

morales que lo habían formado durante su niñez y primera juventud. Esas convicciones morales,

177
Francisco Zuleta Holguín, “El libro de Fals Borda”, El Tiempo, 2 de febrero de 1958, p. 3
178
Alfredo Molano, en “Orlando Fals Borda”, El Espectador, 7 al 13 de agosto de 2005, p. 14ª.
179
Roberto Briceño-León y Heinz Sonntag, “La sociología de América Latina entre pueblo, época y desarrollo”, en:
Roberto Briceño-León y Heinz Sonntag (editores), La sociología de América Latina entre pueblo, época y desarrollo,
Caracas, Editorial Nueva Sociedad, CENDES, LACSO, 1998, pp. 12-13.
~ 151 ~

que fueron las mismas que lo llevaron a optar por las ciencias sociales como herramienta para la

redención social, pese a haber podido quedar atrapadas en la perspectiva modernizante y

desarrollista con que inició su carrera intelectual, fueron las que prepararon su camino hacia la

querella política que tiempo después manifestó a favor de las clases populares.

Muchos sociólogos latinoamericanos coetáneos de Fals Borda, que también estuvieron

influenciados por la sociología estadounidense de los años cincuenta, presionados por la realidad

de sus propios países, fueron capaces no sólo de contradecir los discursos que imponía el sentido

común dominante sobre el desarrollo y la modernización capitalista, sino también las ideas más

conservadoras que proporcionaban las teorías que traían como bagaje en su primera etapa de

formación como científicos sociales. Es así que la descripción cuidadosa y empírica que les

posibilitaron las técnicas y métodos sociológicos que hallaron a su alcance, al tiempo que les

sirvieron para lograr un acercamiento más riguroso de la sociedad, los llevó a refutar muchos de

los postulados de los enfoques teóricos que habían aprendido. Lo anterior no sólo lo ilustra el caso

de Fals Borda. Fernando Enrique Cardoso, por ejemplo, cuenta que durante sus primeras

investigaciones intentaba mostrar el papel innovador de los empresarios nacionales para el

desarrollo de Brasil, sin embargo: “los datos recogidos chocaban con los cuadros de referencia

ideológica, pero también porque en la época de las encuestas [...] las condiciones políticas del país

habían agudizado la lucha de clases. Parte considerable del empresariado nacional conspiraba

claramente con los grupos extranjeros” 180. Sería precisamente observaciones como esas, que

estaban mediados por la propia realidad, las que harían cuestionar las premisas desarrollistas y los

referentes conceptuales que brindaban el enfoque estructural-funcionalista, o ciertas versiones

180
Citado en: Jaime Osorio, Las dos caras del espejo. Rupturas y continuidades en la sociología latinoamericana, México D. F.,
Triana Editores, 1995, p. 44.
~ 152 ~

marxistas que defendían a las burguesías nacionales como vanguardias para el desarrollo. En

cualquiera caso, es a partir de experiencias investigativas como esas que Cardoso realizó su

propuesta teórica sobre la dependencia, casa distinta es que años después renegara de sus

innovaciones en ese sentido.

Asimismo, Florestan Fernandes, quien inició sus investigaciones con estudios funcionalistas,

llegaría a demostrar que el supuesto existo de la integración social que había generado el

mestizaje en Brasil no era más que una fantasía que escondía el racismo de la sociedad de ese

país. Luego Fernandes pasaría a vincularse con el marxismo, desde donde aportaría elementos

para una sociología militante, estudiosa del fenómeno del eurocentrismo, el imperialismo y la

dependencia económica 181. Lo mismo sucedería con Pablo González Casanova, quien partiendo

de las experiencias de sus primeras investigaciones empíricas llegaría a su teoría de la explotación

y del colonialismo interno. Por su parte, Gino Germani terminaría creando una teoría sobre la

modernización bastante compleja, aunque sin separarse nunca de una perspectiva liberal

(democrática) de la sociedad, al igual que Aldo Solari en Uruguay. Podríamos enumerar más

ejemplos, pero para lo que nos interesa conviene mencionar al Instituto Latinoamericano de

Planeación Económica y Social, ILPES, que como organismo dependiente de la CEPAL, llegaría

desarrollar muchos de los postulados de la teoría de la dependencia a partir de las incongruencias

que la propia CEPAL encontró en sus primeros estudios de los años cincuenta 182.

Ahora bien, eso que Briceño y Sonntag denominan el dolerse del dolor del otro no es otra cosa

que la expresión de cierto tipo de escrúpulos éticos y morales. El giro ideológico anticapitalista

181
Kahl, “Tres sociólogos latinoamericanos…”, pp. 217-220.
182
Osorio, “Las dos caras del espejo…”, pp. 33-49.
~ 153 ~

que darían posteriormente un importante sector de los sociólogos de los años cincuenta es una

prueba de que había consideraciones morales y éticas compartidas entre ellos desde cuando

asumieron el estructural-funcionalismo, o estuvieron de alguna manera cercanos a ese enfoque

interpretativo. Esas convicciones morales y éticas, aunque hayan podido quedar atrapadas dentro

de la frialdad del cientificismo y del desarrollismo, fueron las que prepararon el camino hacia la

querella política que muchos de ellos manifestaron después en favor de las clases populares, por

medio de cierto nacionalismo o desde alguna expresión antiimperialista. Al ver frustradas las

ilusiones de progreso y cambio social que traían consigo, desde los enfoques explicativos que el

contexto intelectual les posibilitó escoger, muchos de estos sociólogos sufrieron un proceso de

frustración, cuando no de indignación, que los resbaló hacia opciones políticas radicales. El caso

de Fals Borda muestra que a partir de ese radicalismo pudo madurar una perspectiva romántica en

su obra, que posiblemente se halle en otros autores que le fueron contemporáneos.


~ 154 ~

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