Ensayo Final Género e Historia (Eduardo Urrutia)

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Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales

FLACSO-Ecuador

Departamento de Antropología, Historia y Humanidades

Maestría en Historia - Convocatoria 2021-2023

Género e historia

“Monjas, modernidad y mundo atlántico: La llegada de la Compañía


de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul al Ecuador en 1870.”

Francisco Eduardo Urrutia Jiménez

Docente: Alicia Torres


Tabla de contenidos

1. Introducción
2. Las mujeres y el clero secular (Burns)
3. La Compañía de las Hijas de la Caridad
2.1 Las HDLC dentro de los hospitales
4. La movilidad de las monjas y el mundo atlántico
5. Llegada del carisma vicenciano al Ecuador
6. La acción de las monjas en el gobierno garciano
7. Conclusiones
8. Bibliografía
1. Introducción

Según Scott (2008), la categoría de género posibilita al historiador enfocarse en un


contexto específico y en procesos dinámicos, más allá de las categorías binarias y fijas
propuestas por las perspectivas históricas tradicionales (Scott 2008, 66). Una forma de
resistir dichos estereotipos propios de la modernidad es mediante la aplicación del
análisis histórico y crítico de las prácticas e instituciones religiosas -como el
matrimonio, los conventos, los procesos de evangelización, etc.-. Uno de los aportes de
la historiografía reciente que parte de esta vertiente es la reflexión de categorías como la
“limpieza de sangre”, desarrollada por autores como Martínez (2008), quienes exhiben
la relación entre el género con la raza, clase social y relaciones de poder. También
existen reflexiones de gran utilidad sobre las dinámicas sociales que trascienden la
dicotomía en torno al espacio público y privado (Lamphere, 2001).

Sin embargo, un aporte que ha logrado sintetizar dichas perspectivas es el concepto de


“Atlántico ibérico”, formulado por Owens y Mangan (2012); el mismo, plantea la
reinterpretación de un espacio geográfico considerado tradicionalmente como
“masculino”, para demostrar que las actividades de las mujeres en distintos ámbitos fue
un factor decisivo en la construcción y expansión del imperio colonial. Las autoras
analizan el papel de las organizaciones religiosas femeninas, como el caso de la
migración y movilidad de las monjas en un contexto de modernidad. Siguiendo esta
perspectiva, el presente artículo académico tiene como objetivo principal analizar un
fenómeno histórico particular, desarrollado durante la segunda mitad del siglo XIX, que
fue la llegada de la comunidad religiosa femenina de las “Hijas de la Caridad de San
Vicente de Paúl” (HDLC) al Ecuador. Esta misión religiosa de mujeres nació en Francia
en el siglo XVII, y luego fue expandiéndose hasta atravesar el extensísimo Océano
atlántico, e incluso llegar a Latinoamérica durante la época republicana.

El estudio de este caso histórico, ampliamente conocido por la historiografía tradicional


local -partiendo de los conceptos derivados de la aplicación de la categoría de género-,
permitirá determinar el papel de las congregaciones católicas femeninas dentro de la
construcción del poder imperial y hegemónico estatal -representado en este momento
histórico por el gobierno de Gabriel García Moreno-. Para evidenciar la importancia de
la agencia de estos grupos de mujeres dentro de las relaciones de poder y dinámicas
sociales reproducidas en la cotidianidad, también será de gran utilidad la utilización del
concepto de “economía espiritual”, propuesto por Burns (1999); este último plantea una
aproximación hacia el “habitus” y las prácticas de las mujeres dentro de la religión
católica en diferentes espacios y contextos socioculturales.

2. Las mujeres y el clero secular (Burns)

Para Burns (1999), las actividades de las monjas dentro de los conventos y monasterios
fue un factor de gran importancia en la conservación de la hegemonía y del orden social
por parte de los imperios coloniales. Los vínculos desarrollados por la gestión de las
monjas en sociedad -primordialmente en un ámbito educativo y espiritual-, adoptarían la
naturaleza de intercambio socioeconómico; las obras efectuadas de manera habitual y
cotidiana (Habitus de Bourdieu) en servicio a la comunidad (procesos de evangelización
y salvación de las almas), necesitaban de una cierta retribución económica y material
para su continuidad y supervivencia (Burns 1999, 3).

Las organizaciones religiosas femeninas empezaron a desarrollar gestiones de


administración económica en contacto con la comunidad por medio de una “economía
espiritual”, porque se ocupaban de ámbitos tradicionales como la caridad, el cuidado de
huérfanos y enfermos, así como la educación de la niñez y la adolescencia (Burns 1999,
10). Las monjas lideraron este proceso de intercambio desde sus espacios y prácticas
ideológicas, que formaba parte de las narrativas y categorías de clase, género y raza,
narrativas que reproducen las practicas hegemónicas y económicas del imperio
(Gauderman, 2004). Según Martínez (2008), los procesos de evangelización no
estuvieron alejados de las categorías de “casta” o de “limpieza de sangre”, como
mecanismos para generar diferenciaciones y jerarquizaciones; el grado de conversión a
la fe católica determinaba la posición de los individuos dentro del sistema de
clasificación social y de los procesos de legitimación de estatus (Martínez 2008, 2).

Las conversiones se tornarían en un hábito “espiritual” esencial para la vida e identidad


de las personas, su legitimidad y sus genealogías (elites, clases medias y sector popular)
(Black, 2010). Es necesario entender estos procesos coloniales para identificar el papel
de las monjas y sus actividades como la caridad, el servicio social, la salud pública, y la
educación de las generaciones siguientes -especialmente la educación de las mujeres, lo
que vincula temas como el género y la sexualidad femenina-. Los procesos de
conversión al catolicismo tuvieron cercana relación con el desarrollo de un sistema de
diferenciación y de categorización; en este sentido, la acción de las monjas propició la
implantación del cristianismo en la cotidianidad de las personas por medio de la
educación, la salud y asistencia públicas (Ramos 2010, 14). Los conceptos y
perspectivas históricas mencionadas son herramientas útiles para el análisis de un caso
particular en la historia de la religiosidad femenina y el papel de las organizaciones de
mujeres en la sociedad moderna.

3. La Compañía de las “Hijas de la Caridad” (HDLC)

Las hermanas o hijas de la caridad de San Vicente de Paul es el nombre por el que
conoce a una institución consagrada a la Iglesia católica, que fue fundada en Francia por
San Vicente de Paul por el año 1633 (Landívar 2017, 98). La misma era conformada por
mujeres religiosas dedicadas a asistir a los pobres y enfermos. De forma progresiva,
fueron expandiéndose por otros países del Viejo mundo -se instalaron en España en
1789, por petición del gobierno de aquel país para dirigir varios hospitales-. Sus
funciones fueron tan trascendentales e influyentes en la vida pública de los pueblos, que
en 1803 fue fundado el Real Noviciado de Madrid, organización donde las monjas
debían formarse antes de establecerse en los centros de beneficencia (Sosa 2021, 2).

Las HDLC también se dedicaban al servicio de huérfanos, ancianos, mujeres con


dificultades y enfermos mentales en hospitales, casas de reposo, hospicios, escuelas,
refugios y espacios sanitarios. La integración de las monjas a los sistemas de salud se
consolidó desde el siglo XIX, lo que exigía una formación particular y especializada de
los miembros de la congregación religiosa femenina. Aunque se consagraban fielmente
a sus tareas por obedecer a su vocación religiosa, ellas fueron precursoras de la
enfermería moderna en un contexto de ciencia global.

“Estas mujeres recibían una formación teórica y práctica para la asistencia de los
enfermos, favoreciendo el cuidado de éstos antes que la realización de una
acción religiosa. Por otro lado, en 1917, se creó el Manual de la carrera de
enfermeras para el uso de las Hijas de la Caridad española mostrándose algunas
con el título de enfermera, aprobado en 1915. Pudiendo resaltar así, la
transformación incipiente de una enfermería caritativa a una enfermería
profesional.” (Sosa 2021, 4)

Pero no solamente era exigida una preparación de las HDLC relacionada con la
asistencia práctica de los desvalidos, sino que también se les exigía encomendar su vida
al catolicismo -la religión era fundamental en la comunidad de las hermanas y en su
cotidianidad mediante la organización de prácticas (rituales, tradiciones y festividades),
espacios y reglas establecidas-.

Por esta razón, no cualquier mujer podía acceder a dicha institución, sino que debía
pertenecer a una clase social acomodada y de familias de las elites locales (Owens y
Mangan 2012, 8), y poseer ciertas facultades valoradas dentro de la moral, percepción
dicotómica del género y cosmovisión religiosa como, por ejemplo: tener buenas
costumbres, provenir de familias honradas, tener buena salud y educación (saber leer y
escribir a la perfección), tener afición a los ejercicios de piedad y de fe. Las monjas
también debían conocer bien las labores vinculadas tradicionalmente al género
femenino (cocina, alimentación, lavandería, labores de limpieza, costura, etc.), además
de la preparación vinculada a la asistencia, enfermería y farmacia 1.

3.1 Las HDLC dentro de los hospitales

La congregación, a lo largo del siglo XIX, se especializó en la administración de


hospitales y en organizar la enfermería de estos espacios. Ellas cumplieron con estas
tareas en diferentes contextos, siendo reemplazadas en el siglo XX, con la llegada de las
enfermeras profesionales graduadas y tituladas en universidades. Los hospitales
públicos y civiles necesitaban gran cantidad de personal médico especializado -que
usualmente escaseaba en las ciudades-. El carisma vicenciano contaba con mujeres
preparadas en varios campos y con amplios conocimientos en el cuidado de las
personas. Por esta razón, surgieron acuerdos con los gobiernos estatales para que esta
comunidad religiosa pueda insertarse y administrar los espacios de salud pública
(Landívar 2017, 95). Este fenómeno fue característico en el periodo decimonónico y se
manifestó en diversos contextos entrelazados por el mundo atlántico, como Francia,
España, e inclusive Latinoamérica.

La organización del trabajo de las HDLC, dentro de los hospitales, estaba apoyada en un
reglamento interno relacionado al cuidado de los enfermos y al servicio doméstico de
los espacios. Existió un diálogo y acuerdos establecidos entre las autoridades religiosas,
como es el caso de la Hermana superiora, y las autoridades del Hospital, como el

1
Las HDLC asistían a los enfermos según la patología que tuviesen; estos cuidados fueron
cambiando según el avance de los descubrimientos científicos de la medicina moderna. Hasta el
siglo XX, las monjas aplicaban métodos de asistencia tradicionales (Sosa 2021, 6).
director de la institución. Dentro de las jerarquías médicas, las mojas, auxiliares y
novicias integradas debían obedecer a los médicos residentes, jefes de sala, y directores
del hospital. Sin embargo, la madre superiora contaba con gran influencia y mandato
sobre una serie de subalternos en el mantenimiento de la moral, el orden y aseo de los
establecimientos (Landívar 2017, 97).

Las monjas de la comunidad, usualmente, vivían en los conventos y claustros próximos


a los hospitales. En estos espacios también desarrollaban sus actividades de enseñanza,
adestramiento y formación de novicias, porque las ciudades comúnmente no tenían
escuelas de enfermería. Bajo estas condiciones específicas -que debían ser garantizadas
por el Estado, las leyes y los hospitales-, ellas podían efectuar su labor con eficacia
dentro de las sociedades que las acogían.

4. La movilidad de las monjas y el mundo atlántico

Owens y Mangan (2012), exponen en su ensayo cómo las actividades de las mujeres en
diversos ámbitos de la sociedad (salud, religión, familia), contribuyeron de gran manera
a la construcción del imperio colonial en el contexto del Océano atlántico. Es decir, que
su agencia y campos de acción tuvieron un vínculo cercano con las estructuras políticas
y económicas de la expansión imperial. Si bien, las autoras enfocan su análisis histórico
en el contexto ibérico (España, Portugal) de finales de la época colonial, se puede
aplicar la misma metodología y conceptos sobre el caso de la movilidad y expansión de
las comunidades religiosas de mujeres en el siglo XIX.

Las perspectivas históricas tradicionales no han tomado énfasis en la participación


activa de mujeres del mundo ibérico, consecuencia de la diáspora de los grupos sociales
femeninos. Estos grupos poblacionales han sido considerandos más bien como
marginales o periféricos en torno los procesos generales, sin brindar una aproximación
de mayor alcance sobre la movilidad femenina dentro del espacio atlántico. En su
argumentación, las autoras logran enlazar la expansión ibérica con el establecimiento de
los modelos religiosos procedentes del catolicismo -y con ello la exportación de
prácticas, ideologías y visiones dicotómicas sobre la distinción entre géneros, propias de
la modernidad-. Dentro de estos fenómenos se encuentra la migración de las
comunidades de monjas, como una manifestación de la acción imperial (Owens y
Mangan 2012, 4).
Las mujeres religiosas que desarrollaron una cierta movilidad dentro del mundo
atlántico, actuaron como portadoras y conductoras de conocimientos, creencias y
valores (nociones vinculadas con la raza, clase y género). Estos fenómenos sociales
entrecruzaron las vidas de un sinnúmero de personas, culturas e instituciones. La
movilidad de grupos también nos muestra otras dimensiones de la vida pública y
privada del género femenino, cuyo efecto dentro de los procesos colonialistas de larga
duración, ha sido reducido por perspectivas ahistóricas más inclinadas hacia lo
“masculino”2 y estructural.

La manera en que las mujeres de la modernidad experimentaron el impacto de la


expansión atlántica en sus vidas, cotidianidad y expectativas de género, así como sus
circunstancias sociales y culturales, motivaron al desarrollo de la movilidad y procesos
de migración hacia nuevos contextos coloniales. Desde una perspectiva de género,
existieron ciertos espacios y escenarios que brindaban mayores y mejores posibilidades
para las mujeres y familias del mundo ibérico, por lo que decidieron abandonar su lugar
de origen -instituido dentro de un sistema sociopolítico jerárquico, tradicionalista y
patriarcal- (Poska 2012, 38). El fenómeno demográfico de la migración y la movilidad
de mujeres también muestra la capacidad de los grupos humanos de adaptarse a nuevas
circunstancias, mientras conservan y reproducen sus normas y formas socioculturales
tradicionales de sus lugares de origen.

Partiendo de esta perspectiva, la vida consagrada a la religión -especialmente a finales


de la colonia e inicios de la era republicana-, se presentaba como una buena opción para
las mujeres ibéricas y europeas de clases acomodadas; familias que, debido al impacto
de los procesos de expansión imperial, decidieron abandonar sus hogares para buscar
nuevos horizontes, pero sin que ello conlleve perder del todo sus prácticas, creencias y
valores tradicionales.

5. Llegada del carisma vicenciano al Ecuador

En 1861, el gobierno de Gabriel García Moreno planteó uno de sus proyectos de


gobierno más significativos: traer al Ecuador a las Hijas de la Caridad de Paris para
ponerlas al mando de los hospitales civiles y públicos. Debido a la falta de fondos
2
Las monjas y mujeres consagradas a la religión, que en épocas de la colonia temprana se
mantenían enclaustradas en los conventos y monasterios, lograron romper las paredes de su
reclusión para la importación de la doctrina católica dentro de nuevos contextos, cubriendo
largas distancias (Owens y Mangan 2012, 7).
públicos, dicho propósito fue consumado solo hasta el año 1870, cuando la Convención
Nacional aprobó el decreto para su ejecución (Landívar 2017, 96).

La llegada de las primeras hermanas al Ecuador se dio a inicios de 1870, y tomó la


forma de una misión religiosa dividida en varios grupos que vinieron desde Francia y
Perú; se unieron a dicha misión, los padres lazaristas -quienes viajaron al país para
efectuar procesos de evangelización-, entre ellos el Padre Jean Claverie, Primer Director
de las HDLC del Ecuador. La cabeza de la organización, denominada como primera
visitadora, fue la francesa Sor Florine Hernu. Ellas fueron ubicadas en las ciudades
principales como Quito, Guayaquil y Cuenca, para ejercer funciones relativas al cuidado
de la salud. La comunidad originada en Francia desempeñó un trabajo innovador al
combinar los recursos materiales y simbólicos, para satisfacer las necesidades de la
población decimonónica (enfermedades, pobreza, falta de educación y desigualdad). La
expansión de esta congregación formó parte de las transformaciones globales que
vivieron las órdenes religiosas durante el siglo XIX (Revista HDLC 2020, 11).

En Guayaquil, fueron recibidas por Rosario García, hermana del presidente de la


república. En la ciudad de Quito ocuparon como vivienda una propiedad adquirida por
la potentada local, Virginia Klinger de Aguirre, quien la compró por cerca de 100.000
francos para el uso de la compañía y para el servicio social del pueblo3. Luego visitaron
al primer mandatario quien les otorgó oficialmente el manejo de los hospitales y de los
niños pobres. Los hospitales que fueron asignados eran los civiles y militares de
Guayaquil, y el Hospital San Juan de Dios de Quito (Freire 2020, 2). Prontamente, se
propagaron hacia las demás ciudades de la nación, como Riobamba, Ibarra, Otavalo y
Latacunga. Su gestión en el área de la salud pública fue fundamental en el desarrollo de
campos especializados de la medicina y la ciencia, como la enfermería, la tecnología de
uso médico y la farmacia.

El sector de la educación fue otra de sus prioridades, porque las HDLC acompañaron a
niños y jóvenes ecuatorianos en su proceso de formación. La convención Nacional se
reunió en Quito el 28 de agosto de 1869, para aprobar el decreto que legitimaba la

3
Sobre el personaje de la potentada quiteña Virginia Klinger Serrano, se narra en la historia
tradicional que fue amante de Gabriel García Moreno. Es necesario dar cuenta del activo aporte
político de esta mujer y eliminar la limitada versión tradicional que se centra netamente en su
vida amorosa. Uno de los aportes de gran utilidad para complejizar la vida de las mujeres de la
elite, es el texto de Sarah Chambers (2001), que presenta a las mujeres de la elite republicana y
su agencia política.
dirección de los hospitales y casas de beneficencia por parte de las religiosas. Poco
después este dictamen fue reconocido oficialmente por el primer mandatario. El
arzobispo de Quito, Monseñor José Ignacio Checa, quien firmó el contrato fundacional
en París el 11 de octubre del mismo año, fue comisionado para el cumplimiento del
decreto (Revista HDLC 2020, 23). Estos acontecimientos marcaron el inicio de un
proceso innovador que conllevó la inclusión de las HDLC dentro de la sociedad
ecuatoriana. Su gestión de las necesidades sociales son evidencia de su fuerte impacto
dentro del orden social, el gobierno garciano y la sociedad moderna.

6. La acción de las monjas en el gobierno garciano

El presidente García Moreno mencionó a las HDLC, y en general al importante papel de


las monjas dentro de su proyecto de gobierno. Los procesos de la modernidad habían
propiciado el desarrollo de las actividades y acción social de las monjas con métodos y
sistemas de organización y administración mejor adaptados a las exigencias de un
contexto decimonónico, más allá de los espacios de los conventos que eran
característico de la vida femenina en la época colonial, “La venida de las admirables
Hermanas de este nombre, que por si solo las define y encomia, ha cambiado ya el
aspecto de los hospitales de Quito y de Guayaquil; y por medio de ellas, a medida que
se aumente su número, sucederá lo mismo en los restantes de la Republica;” (García
Moreno 1888, 286).

Al posicionarse en el Ecuador las Hermanas de la Caridad se seguían ocupando de los


ámbitos de carencia social, como la pobreza, las enfermedades, las desigualdades
sociales y la educación de los más jóvenes de la población. Como se había analizado al
inicio del presente ensayo, mediante el concepto de “economía espiritual” estas
gestiones no estaban alejadas de los ámbitos necesariamente materiales y económicos
para sus sustento y continuidad, “En esta misma sesión, so aprobó el Proyecto que
permitía el establecimiento de las Hermanas de la Caridad en cualquier punto de la
Republica y prohibía las logias de francmasones.” (García Moreno 1888, 48)

Dentro de la exigencia de expansión de la fe católica, no se abandonaron a mediados de


siglo XIX, las intenciones de conversión en la población ecuatoriana solo que ahora
estaban enmarcados dentro de ámbitos de mayor amplitud como procesos estatales y
constitucionales; por ejemplo, uno de los requisitos para ser ciudadano de la república
ecuatoriana era profesar la religión católica. Estos objetivos hegemónicos nos muestran
el importante papel que tuvo la presencia de las congregaciones religiosas femeninas
dentro de la implantación de valores católicos en torno a la obra social y la caridad.

“El H. García Moreno replico: que nadie, puede inculparle de que quiera dar
facultades monárquicas al Ejecutivo; que no atendía sino a la naturaleza de las
cosas, haciendo abstracción de las personas; que en un gobierno libre debía
también ser libre el establecimiento de todas las instituciones ; que, si en el
Ecuador no se hubiese consagrado la religión católica como la única del Estado,
siendo católico como es, habría pedido el establecimiento de toda orden o
instituto, sea de la religión que fuese, porque así lo exigían los principios”.
(García Moreno 1888, 47)

En la misma época existieron otras organizaciones similares a las HDLC, como las
Hermanas de la Providencia que practicaban la beneficencia y las religiosas de los
Sagrados Corazones en la educación; sin embargo, la comunidad femenina parísina fue
la que se llevó la mayor atención del primer mandatario, ya que se alineaba con su
proyecto de gobierno modernizador católico. Además de ocuparse de la administración
de hospitales públicos y civiles como el San Juan de Dios, conformaron escuelas y
centros de acogida a niños de escasos recursos, como fue el “Asilo de la Infancia” y la
“Casa de expósitos” de San Carlos, espacios que se utilizaban para la educación y
beneficencia de cerca de doscientos niños, huérfanos y en situación de calle.

“Hacemos esfuerzos incesantes por mejorar y aumentar los hospitales y casas de


beneficencia; pero las Hermanas de la Caridad no han podido encargarse sino de
cuatro hospitales y de la casa de expósitos con la sala de asilo anexa. Espero que,
al número existente de estas dignas hijas de la Caridad católica, se agregarán este
ano las que con tenaz insistencia hemos pedido”. (García Moreno 1888, 296)

Numerosas mujeres ecuatorianas y extranjeras de la época estudiada, y posteriormente,


se involucraron en esta comunidad religiosa femenina, manifestando su obra y caridad
inclusive en situaciones de desgracia poblacional, como desastres naturales,
enfermedades catastróficas y obras sociales.
7. Conclusiones

El presente ensayo tuvo como finalidad presentar un caso conocido por la historiografía
local como fue la llegada de la congregación religiosa femenina de las Hijas de la
Caridad de San Vicente de Paul. Las perspectivas tradicionales han mencionado este
fenómeno, pero siempre en torno a procesos de mayor amplitud y alcance, es decir, de
manera periférica y marginal. Por otro lado, los estudios de la categoría de género como
un método para el análisis histórico permiten complejizar y dar protagonismo a ciertos
actores y grupos de la historia que antes han sido dejados en el olvido. Algunos de estos
aportes han sido utilizados para el análisis del caso estudiado, como el concepto de
“atlántico ibérico” de Owens y Mangan (2012), que, si bien originalmente fue aplicado
a un caso colonial y de los países ibéricos, pudo eficazmente adaptarse a contextos
posteriores como el republicano, y otras naciones de origen como la francesa.

El texto nos muestra el importante papel que tuvieron las organizaciones religiosas e
mujeres en la expansión de los imperios, mediante la transmisión de conocimientos
científicos, religiosos y valores (vinculados a una perspectiva dicotómica del género).
La importación de creencias y su implementación por medio de las gestiones y
actividades de servicio social o caridad, muestran cómo estas organizaciones
desarrollaron un “habitus” en diferentes espacios e instituciones de uso cotidiano, como
los hospitales, los conventos, las comunidades religiosas femeninas, etc. Estas
actividades estaban legitimadas por el apoyo estatal y por las leyes, que reconocían la
necesaria presencia de las monjitas dentro del sistema de salud pública y civil.

Otro de los aspectos que debe sobresalir es la larga duración de la comunidad de las
HDLC dentro de los espacios donde se establecían, que no fueron solo en el Ecuador,
sino en varios países de la región latinoamericana. Esto exhibe el desarrollo de una
extensa red de numerosas mujeres al servicio de la religión y los estados conservadores,
esto también denota el papel de estas mujeres en su tarea de implantar sus creencias
hegemónicas por medio de las obras sociales y de caridad hacia los más desvalidos. Es
importante, finalmente, dejar planteado que las monjas importaron también sus
perspectivas sobre varias categorías sociales, como sus nociones de género (lo que
deben hacer las mujeres de elite local), de clase (los pobres y desvalidos) y moral
(visión sobre los enfermos, la salud, y las creencias religiosas). Su persistencia temporal
es la evidencia de su labor como reflejo de la expansión de los imperios occidentales.

8. Bibliografía

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Landívar Heredia, Jacinto (2017). “La comunidad religiosa de las Hermanas de la


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(2022). “Siglo y medio sirviendo a Cristo en los más pobres de Ecuador (1870-2020)”.
Artes gráficas Silva.

Scott, Joan W. (2008). El Género: una categoría útil para el análisis histórico.
http://bivir.uacj.mx/Reserva/Documentos/rva2006191.pdf

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