AGONÍA
AGONÍA
AGONÍA
¿Qué es la agonía?
La agonía, también llamada “situación de los últimos días” es el estado que precede a la
muerte y que aparece en la fase final de muchas enfermedades. Su inicio suele ser
insidioso, aunque reconocible. Habitualmente su duración es inferior a una semana, por
término medio 2-3 días. Constituye una etapa dura y delicada que requiere una atención
especial (Porta J, 2013).
Los síntomas más frecuentes son: debilidad, escaso apetito, boca seca, dolor, disnea,
inquietud y agitación. Según se acerca la muerte se añade encamamiento, disminución de la
capacidad funcional y del nivel de conciencia, indiferencia a los alimentos y líquidos,
disfagia, dificultad para la administración oral de fármacos, disminución de la producción
de orina, incontinencia de esfínteres, caída del surco nasolabial y presencia de estertores
(Nauck F, 2000; Grupo de Trabajo de la Guía de Práctica Clínica sobre Cuidados
Paliativos, 2008; Ruegger J, 2015).
En la agonía existe una gran inestabilidad clínica y emocional por lo que es necesario
evaluar cada día al paciente, revisar la actitud terapéutica, ajustarla a su estado e intensificar
el apoyo a la familia.
Control de síntomas
El control de síntomas en los últimos días de la vida suele ser una continuación de lo que se
ha ido haciendo hasta ese momento. Sin embargo, pueden surgir síntomas nuevos o
empeorar los previos. El manejo inadecuado de estos síntomas puede trastocar el bienestar
conseguido y producir un final traumático para el paciente y un recuerdo doloroso para su
familia (Blinderman CD, 2015; Grupo de trabajo de la Guía de Práctica Clínica sobre
atención paliativa al adulto en situación de últimos días, 2021).
Cuidados de la piel
La piel debe estar limpia e hidratada. Conviene utilizar jabón de pH neutro y aplicar
después del aseo y cada noche crema corporal hidratante. Si el aseo provoca dolor,
administraremos una dosis de refuerzo de la analgesia, 15 minutos antes de su inicio, entre
2,5-5 mg de morfina, ajustando la dosis a las características del paciente.
El encamamiento aumenta el riesgo de úlceras por presión, por lo que será preciso además
de utilizar colchón antiescaras, adoptar medidas de protección como los cambios
posturales, que se harán con suavidad utilizando almohadas para obtener posturas
antiálgicas y para prevenir el eritema por presión en zonas de riesgo (entre las rodillas,
codos, talones, etc.). Se procurará facilitar la posición natural del enfermo durante el sueño
que la familia habitualmente conoce.
A medida que avanza el deterioro del paciente, la periodicidad de estos cambios puede
buscar más el confort que la estricta prevención de las úlceras. En el caso de que éstas
aparezcan, el objetivo no será la curación sino evitar el dolor, el mal olor y el sangrado. Las
curas deben ser fáciles, cómodas y rápidas, evitando que sean excesivamente minuciosas y
molestas.
Cuidados de la boca
Se mantendrán los labios húmedos mediante gel de metilcelulosa 1%, pudiendo utilizar
alternativamente barra o crema de labios. Si existen rágades se pueden realizar toques con
soluciones anestésicas.
En la fase final simplemente se humedecerán los labios mediante una gasa. No está
demostrado que la hidratación parenteral mejore la xerostomía. Es aconsejable retirar las
prótesis dentales móviles debido a que dificultan la higiene y pueden desplazarse
produciendo respiración ruidosa y riesgo de asfixia por caída posterior.
A medida que va progresando la enfermedad cada vez habrá mayor debilidad y fatiga, así
como una disminución de la tolerancia a la actividad física. Si el paciente ya no puede
moverse, será necesario adaptarse a ello, se intentará facilitar en su habitación un asiento
cómodo para poder permanecer sentado si esto fuera posible, y se le proporcionarán los
útiles que necesite (por ejemplo, un timbre o campana para avisar si necesita algo evitando
que intente levantarse y caer, o un orinal/pañal al no poder ir al baño, etc.).
Se debe explicar a la familia/cuidadores todas estas cuestiones como el manejo del paciente
encamado, la movilización, el aseo, el cambio de ropa de cama con el paciente en ella, la
forma de alimentarle, etc. Habitualmente la familia desea participar en el cuidado de su ser
querido y esto es importante de cara a su satisfacción personal y a la hora de ir elaborando
el duelo.
Dolor
En esta fase, la mayoría de los pacientes tienen dolor y están en tratamiento con opioides
potentes por vía oral o transdérmica (Kehl KA, 2013). Los opioides son el pilar del
tratamiento del dolor. Se debe mantener la analgesia y pasar a la vía s.c. en dosis
equivalentes a medida que aparece disfagia o bien mantener la vía transdérmica. Utilizamos
opioides de acción corta generalmente morfina. No se utilizarán opioides de liberación
sostenida en esta fase de la enfermedad ya que pueden acumularse en exceso. La supresión
brusca de opioides puede producir un síndrome de abstinencia por lo que es necesario
mantenerlos, aunque el paciente esté estuporoso o en coma (Cormie PJ, 2008).
Tratamiento:
La morfina no tiene techo terapéutico salvo por la aparición de efectos adversos. La vía
parenteral es 2 veces más potente que la vía oral por lo que habrá que reducir un 50% la
dosis total diaria que el paciente tomaba. Intentaremos respetar el sueño nocturno por lo
que se acepta doblar la última dosis de la noche.
Suele ser necesario pautar "dosis de rescate", es decir dosis extra para el tratamiento de
posibles episodios de dolor incidental (crisis de dolor relacionado con una situación
imprevisible o previsible, como la movilización), para ello utilizaremos morfina de
liberación rápida oral o bien morfina s.c.
La dosis de rescate será 1/6 de la dosis total de morfina que recibía el paciente en 24 horas.
Si el paciente ha necesitado más de 4 dosis de rescate se incrementará la dosis basal en un
50%, repartiéndola cada 4-6 horas.
Los analgésicos coadyuvantes deberán suspenderse, salvo los corticoides que son
beneficiosos en la cefalea por hipertensión craneal, náuseas y en el dolor neuropático
(dexametasona 4-16 mg/día).
Disnea
La disnea es el síntoma más frecuente en los últimos días y, junto al dolor, uno de los que
producen mayor disconfort en el paciente (Kehl KA, 2013). Es de etiología multifactorial y
tratamiento difícil.
Tratamiento:
En primer lugar, debemos identificar las causas tratables como el edema agudo de pulmón
o el derrame pleural.
No se debe prescribir oxígeno de forma rutinaria como parte del tratamiento de la disnea.
Se debe mantener en aquellos pacientes que ya lo utilizaban o iniciarlo si existe hipoxemia
sintomática. Sin embargo, es posible que en esta fase de la enfermedad su utilidad no vaya
más allá del efecto placebo. En algunos pacientes produce incomodidad y sequedad de
mucosas por lo que se debe suspender explicando a la familia su pobre beneficio (Ruegger
J, 2015). En caso de utilizarlo, mejor a través de gafas nasales que por mascarillas, ya que
son incómodas e interfieren con la comunicación con el paciente (Abernethy AP, 2010;
Campbell ML, 2013).
También puede ser útil: tener la habitación ventilada, mantener una postura adecuada
(incorporado en la cama), crear un ambiente tranquilo con la compañía de los seres
queridos y la disponibilidad de los profesionales.
Estertores
Tratamiento:
Delirium
La angustia que produce en la familia inquieta aún más al paciente y puede llegar a
provocar su ingreso hospitalario o la realización de una sedación precoz sin haber
descartado las causas tratables. Es importante intentar identificar la etiología e instaurar el
tratamiento específico (Breibart W, 2008).
Tratamiento:
Debemos tener en cuenta que todos estos fármacos son potencialmente sedantes. A menudo
resulta difícil controlar dichos síntomas sin provocar una excesiva sedación, lo cual va a
repercutir en el nivel de conciencia del paciente e incluso comprometer su respiración. Por
tanto, se recomienda utilizar la menor dosis eficaz posible con ajustes posteriores hasta
conseguir el efecto deseado (Ruegger J, 2015).
Tener en cuenta también que tanto neurolépticos como benzodiacepinas pueden a su vez,
empeorar el delirium.
Fiebre
Tratamiento:
Alimentación e hidratación
A medida que nos adentramos en la fase final de la enfermedad aparece una reducción de la
ingesta oral y disfagia, debido a debilidad generalizada, somnolencia, ausencia de apetito,
trastornos metabólicos o poco interés hacia la comida. Para la familia es motivo de gran
angustia. Informar de manera sensible reduce la angustia y los posibles conflictos. Se debe
adaptar la dieta al nivel de conciencia del paciente, explicando a la familia que la falta de
ingesta es una consecuencia de la enfermedad y no la causa de su deterioro rápido y
progresivo.
Existe consenso entre los autores sobre la conveniencia de no instaurar nutrición artificial
en esta fase de la enfermedad o de suspenderla si ya estaba instaurada. No hay datos que
demuestren que la nutrición asegure un mejor control sintomático, una mejoría en la
capacidad funcional ni una mejoría en la calidad de vida; muy al contrario la aplicación de
medidas agresivas (sonda nasogástrica), se considera un procedimiento invasivo que
molestará al paciente, puede provocar agitación y alargará su agonía (De Graeff A, 2007;
Cherny NI, 2009; American Geriatrics Society Ethics Committee and Clinical Practice and
Models of Care Committee, 2014; Hui D, 2015).
Por otro lado, el déficit de líquidos en los pacientes al final de la vida suele tener una
etiología multifactorial. El proceso de morir suele caracterizarse por una ingesta oral
disminuida, en parte debido a una percepción disminuida de la sed y el hambre. Además,
puede haber una acumulación progresiva de fármacos y sus metabolitos, que pueden causar
o exacerbar los síntomas de fatiga, mareos, mioclonías, sedación y alucinaciones que
dificultan la ingesta de líquidos. Todas estas causas dan como resultado el agotamiento del
agua corporal total y la disminución de la función renal.
Si hay malos accesos venosos se puede administrar 1.000-1.500 ml/s.c./24 horas de suero
fisiológico o glucosalino en infusión continua.
Atención a la familia
El cuidado de la familia es inseparable del que se le da al paciente. El tiempo que precede a
la muerte es particularmente duro y provoca un gran impacto emocional. Puede incluso
generar la sensación de incapacidad para soportar la situación y para dar una respuesta
adecuada a las múltiples necesidades del paciente. Es lo que se llama “claudicación
familiar” (Astudillo W, 2002).
No se debe olvidar que, aunque el paciente esté con bajo nivel de conciencia o
desorientado, tiene percepciones, por lo que seguiremos comunicándonos con él
preguntándole acerca de su confort, descanso nocturno, dudas o aspectos que le preocupen.
Cuidaremos con especial atención la comunicación no verbal -expresión facial, tacto,
silencios- dando instrucciones a la familia en este sentido. Se evitarán comentarios
inapropiados en presencia del paciente. También nos interesaremos por sus necesidades
espirituales (Porta J, 2013).
Especialmente difícil en esta etapa es la toma de decisiones. Decisiones que tienen que ver
con la limitación de medidas y que se tomarán en función de los deseos del paciente. Es
necesario, por tanto, conocer su voluntad hacia su muerte. Esto se explorará en etapas
anteriores de la enfermedad.
Para el equipo sanitario, el proceso de la toma de decisiones de cara a seguir o no con una
determinada actitud terapéutica, también es un tema complejo y difícil. Cada enfermo es
diferente. Es necesaria una reflexión seria que incluya: el transcurso de la enfermedad, la
frecuencia de reagudizaciones, la mala respuesta al tratamiento, la posibilidad o no de
revertir la situación aguda y las expectativas del paciente. En esta reflexión debe intervenir
la prudencia, el sentido común y los principios bioéticos y deontológicos que deben guiar la
práctica clínica. La proporcionalidad entre lo positivo, lo que origina un mayor beneficio al
enfermo y los efectos secundarios o la falta de confort debe ser un criterio de buena práctica
clínica.
Más en la red
Crawford GB, Dzierzanowski T, Hauser K, Larkin P, Luque-Blanco AI, Murphy I,
Puchalski CM, Ripamonti CI; ESMO Guidelines Committee. Care of the adult
cancer patient at the end of life: ESMO Clinical Practice Guidelines. ESMO Open.
2021 Aug;6(4):100225. PubMed PMID: 34474810. Texto completo
Díez-Manglano J, Sánchez Muñoz LÁ, García Fenoll R, Freire E, Isasi de
Isasmendi Pérez S, Carneiro AH, Torres Bonafonte O; en nombre del Comité
Directivo de la Guía de Práctica Clínica. Spanish and Portuguese Societies of
Internal Medicine consensus guideline about best practice in end-of-life care. Rev
Clin Esp (Barc). 2021 Jan;221(1):33-44. PubMed PMID: 33998477
Grupo de trabajo de la Guía de Práctica Clínica sobre atención paliativa al adulto en
situación de últimos días. Guía de Práctica Clínica sobre atención paliativa al adulto
en situación de últimos días. Madrid: Ministerio de Sanidad; Santiago de
Compostela: Agencia de Conocimiento en Salud (ACIS). Unidad de Asesoramiento
Científico-técnico, Avalia-t; 2021. Texto completo
Autora
Begoña Aldamiz-Echevarría
Médico Especialista en Medicina Familiar y
Iraúrgui
Comunitaria
Unidad de Hospitalización a Domicilio. Vocal del Comité de Ética Asistencial del Hospital
Universitario de A Coruña. Servizo Galego de Saúde. A Coruña. España.
Conflicto de intereses
Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.