Lectura 05 - La Verdadera Historia Del Secuestro en México

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Reyes Reséndiz José Daniel Número de cuenta: 314199294

LECTURA 05

“LA VERDADERA HISTORIA DEL SECUESTRO EN MÉXICO”

La obra intitulada “La verdadera historia del secuestro en México” comienza con la
introducción planteada por el intelectual Humberto Padgett, en donde lanza un
cuestionamiento al aire: ¿qué es lo que motiva a una persona llevar una vida
consistente en delincuencia? ¿por qué una persona, de repente, decide secuestrar
a otra? Así, evoca el caso de Daniel Arizmendi, conocido popularmente como El
Mochaorejas, el cual fundó una banda de secuestradores que hasta la fecha ha
impactado a la población nacional e internacional. Empero, no se trata de un caso
aislado, pues lo acompañan Los Montante, El Superpolicía, Alfredo Galeana, entre
otros, generando así una red de secuestradores y cómplices que pertenecen a la
misma jauría, a palabras del autor.

Ahora bien, para efectos del presente ensayo, se trastoca el capítulo en


donde Daniel Arizmendi brinda sus testimonios y memorias respecto al antes, el
presente y el futuro respecto a las prácticas ilícitas que año tras año ejecutó junto
con su hermano Aurelio. De acuerdo con el autor, Daniel vivió una infancia
problemática, toda vez que sufría de maltrato y violencia familiar por parte de su
padre alcohólico, Don Catarino, y años más tarde el abandono por parte de su
madre, Doña María; lo cual se tradujo en la deserción escolar del grado básico, un
nulo proyecto de vida personal, una mala planificación familiar y la repetición de
aquellos vicios que permearon su núcleo parental en la niñez.

En consecuencia, y tras una serie de fracasos laborales, Daniel Arizmendi


empezó a robar partes de automotor con tal de hacerse de recursos económicos,
dando inicio así a su oficio como delincuente y a la pandilla conformada por 15
personas, las cuales procesaban mensualmente más de 20 vehículos, así como
90,000 pesos mexicanos de ganancias. Empero, el disfrute de aquellas utilidades
no se prolongaría por mucho tiempo, toda vez que tiempo después sería descubierto
por la Policía Judicial del Estado de México, quedando sujeto además a un proceso
penal y a la respectiva privación de la libertad por virtud de tal acto jurídico.

Tales premisas no resultan ociosas, pues serían las determinantes para el


desarrollo de un perfil psicológico sui generis en el que prevalecería una vinculación
emocional únicamente hacia objetos materiales y la utilización de personas
cercanas con tal de alcanzar objetivos meramente personales y egoístas. No está
de más indicar que nunca hizo vida en familia ni presentó muestras de afecto o de
amor a sus congéneres, mucho menos hablar del establecimiento de cauces
comunicativos, o bien, de la presencia de patrones sanos a nivel emocional.

En este punto de la historia es fundamental destacar un defecto que se


presenta, no solo en el sistema político mexicano, sino también en el conjunto de
los operadores estatales que día con día tenían la encomienda constitucional de
aplicar el marco normativo al que haya lugar. Así, pues, Arizmendi, tras volver al
negocio de las autopartes, se hizo de distintos contactos y palancas que lo llegarían
a conectar con servidores públicos, tanto del Poder Ejecutivo como del Legislativo,
los cuales, según Padgett ostentaban los cargos de diputado federal y el de
subdirector de la ya extinta Procuraduría General de la República.

Aunado a esto, es menester recordar que en el arco de la historia mexicana


en donde aparece El Mochaorejas aún operaba el sistema penal de carácter
inquisitivo, caracterizado por los distintos vicios en los procesos, la imperante redes
de corrupción, la constante e inevitable violación a los derechos humanos
(anteriormente conocidos como garantías individuales) y la ociosa necesidad de
castigar a quien quedara sujeto a la acción penal mediante la aplicación de la prisión
preventiva, es decir, la privación de la libertad sin la resolución de la causa. En este
orden de ideas, y con el trasfondo expuesto con anterioridad, Arizmendi empezó a
cobrar favores políticos a las amistades recién labradas.

Así, con la falta de oportunidades, no solo laborales, sino también educativas


y de cohesión social, más un ambiente predilecto a la ilicitud y teniendo ya una red
de corrupción establecida con fuentes de poder, es que El Mochaorejas decidió
realizar un salto del robo de autopartes a la comisión de secuestros, o tal cual lo
consigna el Código Penal aplicable en cada entidad federativa, la comisión del delito
de privación de la libertad. Entonces, como ya lo he advertido, no necesitó de
nuevos preparativos para su nuevo negocio, sino que recicló los contactos y la
pandilla ya establecida con anterioridad para su nueva empresa, la cual iría tomando
vida, y así como la hace una semilla germinada, empezaría a tener brotes, o en este
caso, nuevas divisiones de otro tipo de delitos, verbigracia, venta de automóviles
robados, falsificación de billetes e, inclusive, venta de cocaína.

Más tarde, Padgett ilustra el tipo de beneficios que traería aparejado el


establecimiento de redes de corrupción entre El Mochaorejas y los distintos
funcionarios del Ministerio Público, siendo el primero de ellos el oportuno aviso por
parte del excomandante Ángel Vivanco, quien haría del conocimiento de Arizmendi
el accionar de la causa penal en su contra por la comisión de hechos constituyentes
del delito de privación de la libertad. Sumado a Vivanco, se encontraban Juan
Fonseca Díaz, Moncada, El Duque, Torrijos, por solo mencionar algunos, todos ellos
servidores públicos en el ámbito de la procuración de justicia.

No obstante, lo más impactante sigue a continuación, en el testimonio


aportado por Arizmendi sobre su séptimo secuestro, pues el subdirector de la policía
judicial del Estado de México, don Alberto Pliego Fuentes logró hacerse de un lugar
en el amplio y complejo sistema de conexiones con las que contaba El Mochaorejas.
A pesar de esto, lo destacable surge al observar el cargo ostentado, siendo uno de
los más relevantes en la lucha contra el secuestro, el cual se puede reducir en una
frase: Pliego estaba a cargo de los operativos, que más tarden eran disueltos tras
llegar a un acuerdo con la célula delictiva.

Después de varios plagios más, Arizmendi y los familiares de la víctima


retratan la crónica tras el secuestro de Raúl Nava Ricaño, hijo de un empresario
exportador de plátanos, y el cual sería el parteaguas en la historia de la pandilla
operada por El Mochaorejas en contra de la justicia mexicana, toda vez que, a pesar
de contar con el apoyo del Presidente de la República, así como del titular de la
inteligencia de Estado del país, del encargado de la procuración de justicia en el
extinto Distrito Federal, del jefe de la policía de la capital y de las empresas más
prestigiadas en gestión de riesgos en el mundo, más todos los recursos económicos
de una empresa multinacional, no se pudo impedir el asesinato del hijo del magnate
mexicano, quedando el marcador uno a cero a favor de Arizmendi.

Ante tal situación, el titular del órgano procurador de justicia a nivel federal
no se quedó con las manos cruzadas y decidió buscar ayuda con una serie de
expertos en la criminología, es decir, la disciplina que se encarga de estudiar los
alcances, el móvil, las características y la manera de evitar la comisión de delitos,
encontrando el auxilio en Michelle Marie, jefa de negociadores del grupo
antisecuestros de la policía francesa, quien tras el análisis de los informes remitidos
por el Estado mexicano concluyó que Arizmendi es un perverso narcisista con
tendencia paranoica, dando lugar a un psicópata sociópata, es decir, una persona
consiente de sus acciones, quien encuentra placer y disfrute en realizarlas, así como
una imperante necesidad de posicionarse a sí mismo como alguien importante.

Con tales descubrimientos en su poder, el Estado mexicano pondría manos


a la obra para capturar al famosísimo Mochaorejas, haciendo uso de la prensa
mexicana para el ensalzamiento del delincuente y coartando toda comunicación que
tuviera con sus compinches en la administración pública. Además, sumando toda la
información obtenida por parte de Daniel Vanegas Martínez, socios en la empresa
delictiva de Arizmendi, es que se pudo seguir con una mayor eficacia su rastro. Así,
tras un operativo -parcialmente fallido-, se pudo capturar a la esposa de Arizmendi,
junto con sus hijos y su nuera, quienes pudieron aportar mayores datos de prueba
para localizar y, sobre todo, comprender el comportamiento del criminal.

Finalmente, fue capturado Daniel Arizmendi y condenado a una pena


corporal por 398 años. Junto con El Mochaorejas, también cayeron diversos
servidores públicos del ámbito federal y local, quienes estaban coludidos en la red
de corrupción ideada por Arizmendi, llegando a trastocar el estatus quo del
gobernador de Morelos, don Jorge Carrillo Olea.

En conclusión, me gustó el presente trabajo de investigación elaborado por


el literato Padgett, pues ilustra, desde distintas vertientes y perspectivas, la crónica
y vida de un asesino serial tan polémico como lo fue Daniel Arizmendi, alias El
Mochaorejas. Asimismo, quedé perplejo al presenciar cómo es que operadores
estatales a cargo de la persecución de delitos y de la procuración de justicia también
se encuentran inmersos en los distintos ilícitos que acontecen día a día en el país.
No es atrevido afirmar que la corrupción y la negligencia imperante en las personas
que ocupan puestos de mando forman parte de un problema estructural que aqueja
y lastima, no solo al tejido social de una población con un sinfín de problemas, sino
que también a madres, padres, hermanos e hijos que solo buscan vivir en paz y
continuar con su estilo de vida cotidiano.

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