Temperamento Infantil
Temperamento Infantil
Temperamento Infantil
ARTÍCULO
Juan Manuel Ramos Martín, Mª José Sancho García, Pilar Cachero Sanz, Mª
Teresa Vara Arias y Blanca Iturria Matamala
RESUMEN
ABSTRACT
Child temperament has proved a useful predictor of personal fit, academic performance
and social integration. A study of the temperament was made with 68 participants in an
Early Stimulation Program for Babies at Risk. Half of the mothers received information
and advice about their child's temperament. The trait "Level of Activity" interacted with
the Development Quotient (p=.026). The agreement between mother and an external
observer was low (kappa < .30). Six months later (N=31) there was an increase of DQ
(p=.022) and a stabilitization in temperament traits. Nevertheless, children whose
mothers were advised showed a "Level of Activity" higher than the control group
(p=.023). The results are discussed in the light of the Thomas and Chess' Goodness of
Fit model.
Introducción
Desde el pionero estudio de Thomas y Chess iniciado en Nueva York en 1956 (Thomas
y Chess, 1977; 1986), se multiplicaron las investigaciones en torno al temperamento de
los niños, esto es, a las diferencias individuales estables en la calidad e intensidad de su
reacción emocional (Berk, 2001; Albores-Gallo, Márquez-Caraveo y Estañol, 2003).
Existe, además, una clara contribución del temperamento a una amplia variedad de
problemas pediátricos, entre los que se encuentran accidentes, abuso, no ganancia
ponderal, obesidad, dolor abdominal recurrente o cefaleas (Carey, 1998). La prevención
primaria de problemas médicos, de ajuste psicológico, de rendimiento académico, de
integración e interacción social ha de incluir, por tanto, la consideración del
temperamento desde los primeros meses de vida.
Son abundantes los estudios que abordan la repercusión del temperamento sobre
diversos aspectos de la salud, la adaptación y el rendimiento académico posterior, pero
no sobre la maduración psicomotriz de los primeros 18 meses de vida, expresada en
el cociente de desarrollo. Y es, precisamente en este terreno, donde hemos puesto uno
de los intereses de nuestra investigación.
Si los problemas de conducta del niño surgen inicialmente de alguna de estas tres
fuentes, o de su combinación: los entornos negativos, las anormalidades intrínsecas, y
el desajuste entre el temperamento del niño y su entorno (Carey, 1998), nos centramos
en esta tercera fuente (la "bondad de ajuste") para considerar su prevención. Dando
información a los padres acerca del temperamento de sus hijos, así como directrices que
faciliten la armonización o ajuste, es de esperar que se reduzca la incidencia de
problemas, potenciándose el desarrollo. Verificar esto es otro de los intereses de nuestra
investigación.
Dos son los modelos más influyentes dentro de esta aproximación conductual: la
metodología psicométrica de Rothbart (1981; Rothbart y Bates, 1998), que se sirve del
Infant Behavior Questionnaire (véase su adaptación española en González, Hidalgo,
Carranza y Ato, 2000), y la metodología de Thomas y Chess (1977; Chess y Thomas,
1996). Estos autores siguieron a 141 niños desde los primeros meses de vida hasta la
adultez y, a partir de entrevistas a los padres y de sus propias observaciones, obtuvieron
nueve dimensiones temperamentales cuya combinación permitía la descripción de una
tipología con tres grupos de niños (el niño fácil, el niño difícil y el niño lento).
El objetivo del presente trabajo es informar acerca de dos estudios llevados a cabo para
avanzar en el conocimiento de los aspectos cuyo interés ya se ha señalado, y cuyas
hipótesis sometidas a contraste empírico, metodología y resultados describimos a
continuación por separado.
Hipótesis a contrastar:
1ª. Es modesto el índice de acuerdo entre el juicio de la madre y el juicio de un
observador acerca de los rasgos temperamentales del bebé.
Método
Participantes
Componen la muestra los 68 bebés con sus respectivas madres que en la actualidad
están siguiendo un Programa de Estimulación Temprana para Bebés de Riesgo que se
desarrolla en nuestro Centro. Estos bebés vienen al programa derivados
fundamentalmente por sus pediatras, al darse alguna condición de riesgo, leve o
moderada, para sufrir alteraciones en el proceso normalizado de desarrollo:
prematuridad, bajo peso al nacer, hipoxia perinatal, hipo o hipertonía, contracturas
congénitas, irritabilidad, o ambiente socio-familiar desfavorecido. Quedan excluidos del
programa aquellos bebés cuya patología le hace mejores candidatos para una
intervención individual y específica (por ejemplo, fisioterapia). A éstos se les orienta
hacia tratamientos externos.
Basten unas breves indicaciones para esbozar las características del programa. Los
bebés son recibidos a partir del primer mes de vida, y hasta que cumplen
aproximadamente un año y medio, edad en que se les da el alta o, si es pertinente, se
les deriva a otros servicios. Acuden a una sesión grupal semanal de estimulación de 50
minutos con un acompañante (la madre en la mayoría de los casos). Los grupos son de
unos 8 miembros de edades homogéneas. Además de la intervención grupal, se realizan
evaluaciones e intervenciones personalizadas de dos tipos: intervenciones
protocolizadas cada 3-4 meses para verificar progresos, escuchar y dar las orientaciones
precisas, e intervenciones a demanda cuando los padres puntualmente solicitan nuestro
asesoramiento.
Los 68 integrantes de la muestra tienen una media de 8,12 meses de edad (Dt.= 5,41).
El número de varones es igual que el de mujeres (34 en ambos casos, el 50 %). Su
Cociente de Desarrollo medio es de 93,53 (Dt.= 9,38). El 30,9 % (21 bebés) son
prematuros (esto es, con una edad gestacional de 37 semanas o menos).
Instrumentos
Procedimiento
Se solicita a las madres que acompañan a sus bebés en una de las sesiones del Programa
de Estimulación de nuestro Centro Base que rellenen la Escala de Temperamento del
bebé.
Los responsables del programa evalúan a los bebés con la misma Escala de
Temperamento, en base a la observación reiterada del comportamiento de éstos en las
sesiones de tratamiento. Así mismo, evalúan su Cociente de Desarrollo mediante
la Escala de Desarrollo Psicomotor de la Primera Infancia.
Los datos son analizados mediante el Paquete Estadístico SPSS, versión 11,5 para la
comprobación de las hipótesis. Mediante el índice kappa de Cohen y el coeficiente de
correlación rho de Spearman, se examina el acuerdo entre el juicio de la madre y el del
observador externo. Mediante la prueba no paramétrica para dos muestras
independientes U de Mann-Whitney, comprobaremos la asociación entre cada dimensión
o rasgo temperamental y variables dicotómicas como el sexo y la prematuridad, y una
variable dicotomizada a partir de la media, el Cociente de Desarrollo (CD Alto si es mayor
que la media del grupo (93,53) y CD Bajo si es menor). La prueba H de Kruskal-
Wallis para varias muestras independientes se utilizará para examinar la asociación de
cada rasgo con el grupo de edad, siendo esta variable tricotomizada en función de la
media ± una desviación típica: Menor (? 3 meses), Mediano (4-12 meses) y Mayor (?13
meses).
Resultados
Acuerdo interjueces:
El índice de acuerdo kappa de Cohen entre el juicio de la madre acerca de los rasgos
temperamentales de sus hijos y el juicio de un observador durante las sesiones de
estimulación es inferior al 0,30 en las 4 dimensiones en las que se puede hallar este
índice por existir el mismo número de categorías según los dos jueces (madre-
observador). De las dimensiones restantes, sólo "Distracción" arroja una correlación
significativa entre los dos jueces (rho de Spearman = 0,425, p=0,024). (Nótese que el
rasgo "Regularidad " no pudo ser valorado por el observador).
Hipótesis a contrastar
1ª. Los rasgos permanecen estables al cabo de 6 meses, pero los bebés cuyos padres
son informados y orientados acerca del temperamento de sus hijos presentan una
modificación de sus rasgos temperamentales al cabo de 6 meses superior a la de los
bebés cuyos padres no son informados.
2ª. Los bebés cuyos padres han sido orientados para favorecer la "bondad de ajuste"
obtienen al cabo de 6 meses unos Cocientes de Desarrollo más elevados que los demás
bebés.
Método
Participantes
Instrumentos
Procedimiento
A la mitad de las madres del grupo, seleccionadas aleatoriamente, se les dio información
personalizada oral y por escrito acerca del perfil temperamental de su hijo, así como
unas orientaciones referentes al manejo adecuado de los rasgos más extremos de su
temperamento, con la indicación de que lean el documento escrito y consideren el
manejo más ajustado, repasándolo de vez en cuando (no se les precisa más, ni se
controla su cumplimiento). Ellas constituyen el Grupo de Informados. A la otra mitad de
madres no se ofreció información alguna sobre el temperamento de sus bebés, por lo
que constituyen el Grupo de Control.
Transcurridos 6 meses desde la recogida de datos del primer estudio, se vuelve a repetir
el mismo procedimiento de recogida de datos de temperamento y Cociente de Desarrollo
de los bebés.
Los datos son analizados de nuevo mediante el Paquete Estadístico SPSS, versión 11,5
para la comprobación de las hipótesis. Se utiliza la prueba no paramétrica para dos
muestras relacionadas de i para comprobar la hipótesis de estabilidad de rasgos al cabo
de 6 meses, y la de Mann-Whitneypara verificar diferencias entre el Grupo de
Informados y el Grupo de Control.
Resultados
Estabilidad temperamental
Discusión
Hemos seguido la tradición inaugurada por Thomas y Chess (1977) para investigar el
temperamento infantil. A diferencia del modelo de Rothbart (1981; Rothbart y Bates,
1998; González, Hidalgo, Carranza y Ato, 2000), donde se utiliza un cuestionario
psicométricamente validado, aquí solicitamos la opinión materna para clasificar a sus
bebés en cada una de las nueve dimensiones temperamentales que Thomas y Chess
identificaron como relevantes. Este límite psicométrico ha de ser tenido en cuenta en las
afirmaciones que siguen.
Ante la discrepancia interjueces que hemos hallado, consideramos más fiable el juicio
de la madre, puesto que es más diferenciado que el del observador externo. En efecto,
en el juicio de la madre sólo se hallan 4 correlaciones significativas, pero bajas, entre
los rasgos atribuidos a los bebés (y sólo una de ellas es ligeramente mayor de 0,40),
frente a las 14 correlaciones en el juicio del observador, todas mayores de 0,40 y 3
superiores a 0,60. Esto muestra una visión más específica y detallista del bebé por parte
de la madre.
Tal mixtura tipológica apoya, a efectos prácticos, la afirmación de Carey (1998) de que
el uso de los nueve rasgos es más informativo y de mayor valor clínico que los tres
clusters o categorías. En efecto, agrupados por categorías, observamos que los
bebés activos tienen un Cociente de Desarrollo mayor que los
bebés difíciles (diferencia media de 9,76 puntos; error típico de 4,66; p=0,046) y que
los bebés de temperamento mixto (diferencia de 5,3; error de 2,4; p=0,031). Sin
embargo, basta un solo rasgo -por ejemplo, el "Nivel de Actividad"- para discriminar el
Cociente de Desarrollo (los bebés con mucha actividad tienen 8,26 puntos más en la
escala de Brunet- Lézine que los bebés con poca actividad: error típico de 3,2; p=0,015).
También el Acercamiento se asocia con el Cociente de Desarrollo (p=0,031). Y otros
rasgos se asocian con la edad del bebé (la "Regularidad" y el "Estado de ánimo").
Los resultados obtenidos confirman que los rasgos temperamentales del bebé no están
asociados con la edad cronológica, ni la edad gestacional, ni el sexo. Esto último parece
contradecir los hallazgos de Else-Quest, Hyde, Goldsmith y Van Hulle (2006), con sujetos
de 3 meses a 13 años de edad. Las niñas mostraban una mayor puntuación en el factor
de "control voluntario", y los niños en el factor "actividad". Pero el rango de edad es tan
diferente del de nuestra muestra que no permite la comparación de ambos estudios.
Ahora bien, los rasgos "Nivel de Actividad" y "Acercamiento" sí se asocian con el Cociente
de Desarrollo, en el sentido ya indicado. Matheny (1989) había encontrado asociación
entre "Persistencia" durante el primer año y C.I. preescolar, y se podría esperar que
fuera este mismo rasgo el que se asociara al Cociente de Desarrollo. Pero tal predicción
reposaría en la suposición de que el Cociente de Desarrollo del primer año estaría
relacionado con el Cociente Intelectual posterior. Y no es así: es imposible una predicción
entre el C.D. obtenido en el primer año y el C.I. obtenido tres años más tarde (Josse,
1997).
La estabilidad de los rasgos durante los seis meses de estudio ha quedado explícita al
no hallarse diferencias significativas entre el pre y el post. Sin embargo, de manera
transversal, el rasgo de "Regularidad" sí se muestra diferente entre los más pequeños
(hasta 3 meses de edad), los medianos (de unos 8 meses) y los mayores (más de 12
meses) (Kruskal-Wallis, p=0,049) al inicio del estudio. Después de seis meses, no.
Parece ser que, pasando determinada edad, se adquiere una meseta de regularidad que
ya no se abandona. De hecho, es "Regularidad" lo que diferencia al grupo de los más
pequeños del grupo de los mayores (Mann-Withney, p=0,010), pero entre los medianos
y los mayores no es ese rasgo, sino "Acercamiento" (p=0,41) y "Distracción" (p=0,045)
los que marcan diferencias.
La estabilidad no interacciona con sexo, ni edad, ni Cociente de Desarrollo, esto es, que
tanto varones como mujeres, menores como mayores, con mejor o peor nivel de
desarrollo de partida, mantienen básicamente sus rasgos temperamentales durante los
6 meses considerados.
Pero hay dos variables que muestran una excepción a la estabilidad. Primero, la
prematuridad. Efectivamente, los niños con una edad gestacional inferior o igual a 37
semanas, cambian significativamente hacia una "Adaptabilidad" mayor. La segunda
variable tiene que ver con la penúltima hipótesis contrastada: los bebés cuyos padres
son informados y orientados acerca del temperamento de sus hijos (Grupo de
Informados) presentan, después de 6 meses, un "Nivel de Actividad" superior al Grupo
de Control.
En definitiva, el conocimiento de la percepción que los padres tienen acerca de los rasgos
temperamentales de sus hijos es útil, en el marco del "Modelo de bondad de ajuste",
para detectar categorías de riesgo (niños "difíciles" y niños "lentos") y para orientar una
intervención que armonice la interacción paterno-filial y promueva un desarrollo infantil
óptimo, garantizándose así una mejor adaptación futura.
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