Temperamento Infantil

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 16

Clínica y Salud

versión On-line ISSN 2174-0550versión impresa ISSN 1130-5274

Clínica y Salud vol.20 no.1 Madrid 2009

ARTÍCULO

El Temperamento Infantil en el Ámbito de la Prevención


Primaria. Relación con el Cociente de Desarrollo y su
Modificabilidad

Child Temperament and Development Quotient in Early


Prevention

Juan Manuel Ramos Martín, Mª José Sancho García, Pilar Cachero Sanz, Mª
Teresa Vara Arias y Blanca Iturria Matamala

Consejería de Familia y Asuntos Sociales de la Comunidad de Madrid

Dirección para correspondencia

RESUMEN

El temperamento infantil ha mostrado utilidad predictiva sobre adaptación personal,


rendimiento académico e integración social. En el marco de un Programa de Estimulación
Temprana para Bebés de Riesgo, investigamos el temperamento de los participantes
(N=68). Sólo a la mitad de las madres se da información y orientaciones específicas
acerca del temperamento de su bebé. Hallamos que el rasgo "Nivel de Actividad"
interactúa con el Cociente de Desarrollo (p=0,026). El índice de acuerdo entre juicio
materno y juicio de un observador es bajo (kappa < 0,30). Tras 6 meses (N=31),
constatamos estabilidad de rasgos y aumento del CD en todo el grupo (p=0,022), pero
el subgrupo cuyas madres recibieron información presenta un "Nivel de Actividad" más
alto que el grupo control (p=0,023). El "Modelo de bondad de ajuste" de Thomas y Chess
permite interpretar los resultados en clave transaccional.
Palabras clave: Atención temprana, temperamento infantil, cociente de desarrollo.

ABSTRACT

Child temperament has proved a useful predictor of personal fit, academic performance
and social integration. A study of the temperament was made with 68 participants in an
Early Stimulation Program for Babies at Risk. Half of the mothers received information
and advice about their child's temperament. The trait "Level of Activity" interacted with
the Development Quotient (p=.026). The agreement between mother and an external
observer was low (kappa < .30). Six months later (N=31) there was an increase of DQ
(p=.022) and a stabilitization in temperament traits. Nevertheless, children whose
mothers were advised showed a "Level of Activity" higher than the control group
(p=.023). The results are discussed in the light of the Thomas and Chess' Goodness of
Fit model.

Key words: Early care, child temperament, development quotient.

Introducción

Desde el pionero estudio de Thomas y Chess iniciado en Nueva York en 1956 (Thomas
y Chess, 1977; 1986), se multiplicaron las investigaciones en torno al temperamento de
los niños, esto es, a las diferencias individuales estables en la calidad e intensidad de su
reacción emocional (Berk, 2001; Albores-Gallo, Márquez-Caraveo y Estañol, 2003).

El interés por este proyecto de investigación no era meramente teórico: el


temperamento infantil resultaba ser un buen predictor de una variedad de resultados
cognitivos, afectivos y de conductas sociales. Por ejemplo, el rasgo de "persistencia"
durante el primer año se asocia con las puntuaciones del CI preescolar (Matheny, 1989).
Los niños con "baja reactividad" y estilo cognitivo "independiente de campo" obtienen
mejores resultados académicos (Cruz, Torres y Maganto, 2003). Un niño
temperamentalmente muy "activo" propende a desarrollar una conducta de agresión en
la adolescencia (Olweus, 1980). El temperamento es uno de los contribuyentes para la
vulnerabilidad cognitiva hacia la depresión (Mezulis, Hyde y Abramson, 2006). Es la base
de la personalidad del futuro adulto.

Existe, además, una clara contribución del temperamento a una amplia variedad de
problemas pediátricos, entre los que se encuentran accidentes, abuso, no ganancia
ponderal, obesidad, dolor abdominal recurrente o cefaleas (Carey, 1998). La prevención
primaria de problemas médicos, de ajuste psicológico, de rendimiento académico, de
integración e interacción social ha de incluir, por tanto, la consideración del
temperamento desde los primeros meses de vida.

Son abundantes los estudios que abordan la repercusión del temperamento sobre
diversos aspectos de la salud, la adaptación y el rendimiento académico posterior, pero
no sobre la maduración psicomotriz de los primeros 18 meses de vida, expresada en
el cociente de desarrollo. Y es, precisamente en este terreno, donde hemos puesto uno
de los intereses de nuestra investigación.

Sabemos que la estabilidad del constructo es modesta, pues además de la herencia, la


propia maduración biológica y, sobre todo, las experiencias de educación influyen en su
mantenimiento o modificación con el tiempo (las correlaciones familiares del
temperamento son inferiores a las de la inteligencia) (Berk, 2001). La personalidad
materna modula el estilo conductual infantil (Díaz, Pérez, Martínez, Herrera y Brito,
2000) y su patología (Rodríguez, Carrasco, Barrio y Lozano, 2002). Y es, cabalmente,
esta característica de moldeabilidad o plasticidad del temperamento infantil lo que le
hace más relevante para una consideración desde el ámbito de la prevención primaria y
la intervención temprana. Veamos en qué sentido.

De acuerdo con el "Modelo de bondad de ajuste" de Thomas y Chess (1984; Chess y


Thomas, 1984; 1996), una armonía entre las prácticas de crianza de los padres y el
temperamento del niño produciría un desarrollo óptimo de éste y, en el caso de un niño
propenso temperamentalmente a sufrir problemas de ajuste, le ayudaría a alcanzar
funcionamientos más adaptativos. Asegurar un buen ajuste significa que el adulto debe
crear un clima familiar que reconozca el estilo temperamental del niño y fomente su
adaptación.

El temperamento del niño "difícil", unido a un clima familiar duro e inconsistente,


aumenta la irritabilidad del niño; si sus padres, por el contrario, son comprensivos y
consistentes, la conducta difícil del niño disminuye (Belsky, Fish e Isabella, 1991). Una
conducta materna muy estimulante ayuda a los niños inhibidos a explorar el entorno;
sin embargo, entorpece la curiosidad espontánea de los niños activos (Gandour, 1989).

En el trabajo de Lengua (2006), se muestra que el temperamento y las pautas de crianza


paterna predicen cambios entre sí, y ambos predicen el equilibrio afectivo y la adaptación
en el paso del niño a la adolescencia. Incluso los prejuicios maternos predicen el
temperamento del bebé (Kiang, Moreno y Robinson, 2004).

Este carácter transaccional de los procesos madurativos de la persona con su entorno


afectivo (García, 2002) queda patente al considerar las investigaciones sobre el vínculo
de apego (Cantero, 2003). Efectivamente, el que un niño sea irritable y miedoso se
relaciona con un apego inseguro más tarde (Seifer, Schiller, Sameroff, Resnick y
Riordan, 1996). Mejorar la respuesta materna a la conducta de niños irritables de seis
meses de edad condujo a aumentar la seguridad, la exploración y la sociabilidad de sus
hijos, incluso cuando éstos cumplieron los tres años y medio (van den Boom, 1995).

Más recientemente, ha cobrado importancia el concepto de "autorregulación emocional


infantil" (la capacidad de modificar la propia conducta y emoción en virtud de las
demandas situacionales específicas), donde se consideran, además de los factores
endógenos como la maduración de las redes neuronales, los factores exógenos como la
actitud de los padres, así como las relaciones afectivas (Clemente y Adrián, 2004). Las
diferencias individuales en autorregulación infantil deben tener un origen temperamental
(González y Carranza, 2004). El desarrollo de la autorregulación emocional implica tanto
al temperamento del bebé como al comportamiento contingente de la madre, como
muestra el artículo de Crockenberg y Leerkes (2004) con sujetos de 6 meses de edad.

El temperamento del niño se tiene en cuenta en los programas de Intervención


Temprana, al reconocerse, por ejemplo, el papel de la familia y del educador como
modelos interacción interpersonal y como creadores de contextos adecuados de
desarrollo de la competencia social (Trianes e Infante, 2003).

Si los problemas de conducta del niño surgen inicialmente de alguna de estas tres
fuentes, o de su combinación: los entornos negativos, las anormalidades intrínsecas, y
el desajuste entre el temperamento del niño y su entorno (Carey, 1998), nos centramos
en esta tercera fuente (la "bondad de ajuste") para considerar su prevención. Dando
información a los padres acerca del temperamento de sus hijos, así como directrices que
faciliten la armonización o ajuste, es de esperar que se reduzca la incidencia de
problemas, potenciándose el desarrollo. Verificar esto es otro de los intereses de nuestra
investigación.

Pero hay más. Establecida la relevancia de considerar el temperamento infantil, las


aproximaciones metodológicas para su estudio han sido variadas. Por una parte, la
exploración más orgánica y fisiológica que precisa de instrumental más invasivo, y que
atiende a la excitabilidad de las neuronas amigdalinas, al tono vagal, a la actividad de
ondas EEG diferencialmente lateralizadas en el córtex frontal, e incluso el análisis
genético (Arcus y Kagan, 1995). Por otra parte, la observación conductual.

Dos son los modelos más influyentes dentro de esta aproximación conductual: la
metodología psicométrica de Rothbart (1981; Rothbart y Bates, 1998), que se sirve del
Infant Behavior Questionnaire (véase su adaptación española en González, Hidalgo,
Carranza y Ato, 2000), y la metodología de Thomas y Chess (1977; Chess y Thomas,
1996). Estos autores siguieron a 141 niños desde los primeros meses de vida hasta la
adultez y, a partir de entrevistas a los padres y de sus propias observaciones, obtuvieron
nueve dimensiones temperamentales cuya combinación permitía la descripción de una
tipología con tres grupos de niños (el niño fácil, el niño difícil y el niño lento).

La valoración y registro de la conducta del bebé puede hacerse mediante informes de


los padres, o mediante la observación directa de los investigadores. Hay argumentos a
favor y en contra de ambas posibilidades: si bien los padres tienen un conocimiento más
amplio, directo y profundo que los observadores externos, también pueden dejarse llevar
más fácilmente por sesgos subjetivos como su personalidad, su temperamento o su
salud mental (González y Carranza, 2001).

De hecho, la correlación entre informes paternos y observación externa es sólo


moderada (Seifer y cols., 1994), y varía según el tipo de emoción y el contexto en el
que se interactúa (Hane, Fox, Polar- Toste, Ghera y Guner (2006). El tercer interés de
nuestra investigación es analizar el grado de acuerdo entre ambas fuentes de
información.

El objetivo del presente trabajo es informar acerca de dos estudios llevados a cabo para
avanzar en el conocimiento de los aspectos cuyo interés ya se ha señalado, y cuyas
hipótesis sometidas a contraste empírico, metodología y resultados describimos a
continuación por separado.

Estudio Primero: transversal

Hipótesis a contrastar:
1ª. Es modesto el índice de acuerdo entre el juicio de la madre y el juicio de un
observador acerca de los rasgos temperamentales del bebé.

2ª. Los rasgos temperamentales del bebé no se asocian a la edad cronológica, ni a la


edad gestacional (prematuridad), ni al sexo, ni al Cociente de Desarrollo.

Método

Participantes

Componen la muestra los 68 bebés con sus respectivas madres que en la actualidad
están siguiendo un Programa de Estimulación Temprana para Bebés de Riesgo que se
desarrolla en nuestro Centro. Estos bebés vienen al programa derivados
fundamentalmente por sus pediatras, al darse alguna condición de riesgo, leve o
moderada, para sufrir alteraciones en el proceso normalizado de desarrollo:
prematuridad, bajo peso al nacer, hipoxia perinatal, hipo o hipertonía, contracturas
congénitas, irritabilidad, o ambiente socio-familiar desfavorecido. Quedan excluidos del
programa aquellos bebés cuya patología le hace mejores candidatos para una
intervención individual y específica (por ejemplo, fisioterapia). A éstos se les orienta
hacia tratamientos externos.

Basten unas breves indicaciones para esbozar las características del programa. Los
bebés son recibidos a partir del primer mes de vida, y hasta que cumplen
aproximadamente un año y medio, edad en que se les da el alta o, si es pertinente, se
les deriva a otros servicios. Acuden a una sesión grupal semanal de estimulación de 50
minutos con un acompañante (la madre en la mayoría de los casos). Los grupos son de
unos 8 miembros de edades homogéneas. Además de la intervención grupal, se realizan
evaluaciones e intervenciones personalizadas de dos tipos: intervenciones
protocolizadas cada 3-4 meses para verificar progresos, escuchar y dar las orientaciones
precisas, e intervenciones a demanda cuando los padres puntualmente solicitan nuestro
asesoramiento.

Los 68 integrantes de la muestra tienen una media de 8,12 meses de edad (Dt.= 5,41).
El número de varones es igual que el de mujeres (34 en ambos casos, el 50 %). Su
Cociente de Desarrollo medio es de 93,53 (Dt.= 9,38). El 30,9 % (21 bebés) son
prematuros (esto es, con una edad gestacional de 37 semanas o menos).

Instrumentos

Escala de Temperamento del bebé (ver Anexos)

Escala de 10 ítems modificada de la de 9 ítems de Schwab (2005) que, a su vez, está


basada en la metodología de investigación de Thomas y Chess (1977). Permite, por un
lado, obtener un perfil individualizado de 9 rasgos temperamentales básicos, y por otro
lado, junto con el ítem adicional (el 7º), una clasificación entre tres categorías puras:
"Niño lento" (caracterizado por poca energía, tendencia a retirarse y alta
predictibilidad), "Niño difícil" (tendencia a retirarse, baja predictibilidad, adaptabilidad
lenta e intensa rabieta ante la frustación) y "Niño activo" (tendencia al acercamiento,
alta predictibilidad, adaptabilidad rápida, estado de ánimo positivo y moderado disgusto
ante la frustración).

Como puede observarse en el Anexo 1, cada dimensión permite tres opciones de


respuesta: dos opuestas y una intermedia. En el "Nivel de Actividad", por ejemplo, los
bebés son distribuidos entre "muy activos", "poco activos", y la categoría "promedio". Y
de manera similar se opera con los demás rasgos. En el Anexo 2 se detalla qué criterios
de puntuación constituyen la inclusión de los bebés a cada una de las tres categorías
(lento, difícil o activo). Quienes no cumplen los criterios, son considerados
"indiferenciados".
Nótese que se trata de un listado de las dimensiones que identificaron y estudiaron
Thomas y Chess para entender el temperamento infantil. Nosotros nos servimos de él
para obtener la opinión materna acerca del temperamento de los bebés. No es un
instrumento con validación psicométrica, lo que ha de tenerse en cuenta en la
interpretación de resultados.

Escala de Desarrollo Psicomotor de la Primera Infancia (Brunet-Lézine


Revisado) (Josse, 1997)

Es un listado de comportamientos que el examinador observa merced a las diferentes


reacciones que ejecutan los bebés ante el material o las movilizaciones que se le
presentan. Permite evaluar el nivel de desarrollo de los bebés de 2 meses hasta los 2
años y medio. Consta de cuatro subescalas (Postural, Coordinación, Lenguaje y
Sociabilidad) y permite obtener un Cociente de Desarrollo global. Cuenta con una
sensibilidad adecuada (capacidad para discriminar entre parejas de edades sucesivas: p
£ 0,02 mediante la prueba t-Student); la fiabilidad es buena (los coeficientes de
estabilidad –test/ retest a los 15 días en muestras de bebés de 6, 12 y 18 meses- son
superiores a 0,70; también la homogeneidad de los ítems, con a de Cronbach entre 0,69
y 0,87). La validez interna de las diferentes escalas con la escala general varía entre
0,49 y 0,67.

Procedimiento

Se solicita a las madres que acompañan a sus bebés en una de las sesiones del Programa
de Estimulación de nuestro Centro Base que rellenen la Escala de Temperamento del
bebé.
Los responsables del programa evalúan a los bebés con la misma Escala de
Temperamento, en base a la observación reiterada del comportamiento de éstos en las
sesiones de tratamiento. Así mismo, evalúan su Cociente de Desarrollo mediante
la Escala de Desarrollo Psicomotor de la Primera Infancia.

Los datos son analizados mediante el Paquete Estadístico SPSS, versión 11,5 para la
comprobación de las hipótesis. Mediante el índice kappa de Cohen y el coeficiente de
correlación rho de Spearman, se examina el acuerdo entre el juicio de la madre y el del
observador externo. Mediante la prueba no paramétrica para dos muestras
independientes U de Mann-Whitney, comprobaremos la asociación entre cada dimensión
o rasgo temperamental y variables dicotómicas como el sexo y la prematuridad, y una
variable dicotomizada a partir de la media, el Cociente de Desarrollo (CD Alto si es mayor
que la media del grupo (93,53) y CD Bajo si es menor). La prueba H de Kruskal-
Wallis para varias muestras independientes se utilizará para examinar la asociación de
cada rasgo con el grupo de edad, siendo esta variable tricotomizada en función de la
media ± una desviación típica: Menor (? 3 meses), Mediano (4-12 meses) y Mayor (?13
meses).

Resultados

Acuerdo interjueces:

El índice de acuerdo kappa de Cohen entre el juicio de la madre acerca de los rasgos
temperamentales de sus hijos y el juicio de un observador durante las sesiones de
estimulación es inferior al 0,30 en las 4 dimensiones en las que se puede hallar este
índice por existir el mismo número de categorías según los dos jueces (madre-
observador). De las dimensiones restantes, sólo "Distracción" arroja una correlación
significativa entre los dos jueces (rho de Spearman = 0,425, p=0,024). (Nótese que el
rasgo "Regularidad " no pudo ser valorado por el observador).

No hay diferencias atribuibles a la edad en ninguna de las 9 dimensiones


temperamentales. Sólo se aproxima a la significatividad (p=0,062) el "Estado de Ánimo",
lo que muestra una tendencia a que se perciba mayor contento en el grupo de los bebés
mayores. Tampoco se aprecian diferencias atribuibles al sexo ni a
la prematuridad (edad gestacional dicotomizada) en ninguno de los 9 rasgos
temperamentales. Sin embargo, sí hallamos diferencias en la dimensión "Nivel de
Actividad" según el Cociente de Desarrollo dicotomizado (p=0,026). Ello indica que
un mayor Cociente se relaciona con el juicio materno de que el bebé es más activo.
Por categorías, hemos encontrado 2 niños Lentos, 7 niños Difíciles, y 22 niños Activos.
El resto (37 niños que no tienen la mayoría de rasgos de una determinada categoría, o
que tienen rasgos de dos categorías) son considerados de temperamento indiferenciado
o mixto. Obsérvese en el Gráfico 1 la distribución sectorial y el porcentaje de los bebés
que integran cada categoría.

Estudio Segundo: longitudinal

Hipótesis a contrastar

1ª. Los rasgos permanecen estables al cabo de 6 meses, pero los bebés cuyos padres
son informados y orientados acerca del temperamento de sus hijos presentan una
modificación de sus rasgos temperamentales al cabo de 6 meses superior a la de los
bebés cuyos padres no son informados.

2ª. Los bebés cuyos padres han sido orientados para favorecer la "bondad de ajuste"
obtienen al cabo de 6 meses unos Cocientes de Desarrollo más elevados que los demás
bebés.

Método

Participantes

De la muestra inicial de 68 integrantes, 11 dejaron de asistir a las sesiones de


estimulación por motivos personales y 26 fueron siendo sucesivamente dados de alta
por ir cumpliendo los criterios de edad y de nivel de desarrollo previstos por el programa.
Los 31 participantes restantes que aún continuaban asistiendo al cabo de seis meses
constituyen la muestra para el segundo estudio, de carácter longitudinal, de la
investigación que estamos exponiendo.
Este grupo lo componen 17 varones (54,8%) y 14 mujeres. La media de edad es de 7,31
meses (D.T. = 4,09), y la media de su Cociente de Desarrollo es de 95 (D.T. = 7,9). De
ellos, 9 son prematuros ( el 29%).

Instrumentos

Nos servimos de las mismas escalas utilizadas en el primer estudio: la Escala de


Temperamento del bebé (ver anexo) y la Escala de Desarrollo Psicomotor de la Primera
Infancia (Brunet-Lézine Revisado) (Josse, 1997).

Procedimiento

A la mitad de las madres del grupo, seleccionadas aleatoriamente, se les dio información
personalizada oral y por escrito acerca del perfil temperamental de su hijo, así como
unas orientaciones referentes al manejo adecuado de los rasgos más extremos de su
temperamento, con la indicación de que lean el documento escrito y consideren el
manejo más ajustado, repasándolo de vez en cuando (no se les precisa más, ni se
controla su cumplimiento). Ellas constituyen el Grupo de Informados. A la otra mitad de
madres no se ofreció información alguna sobre el temperamento de sus bebés, por lo
que constituyen el Grupo de Control.

Transcurridos 6 meses desde la recogida de datos del primer estudio, se vuelve a repetir
el mismo procedimiento de recogida de datos de temperamento y Cociente de Desarrollo
de los bebés.

Los datos son analizados de nuevo mediante el Paquete Estadístico SPSS, versión 11,5
para la comprobación de las hipótesis. Se utiliza la prueba no paramétrica para dos
muestras relacionadas de i para comprobar la hipótesis de estabilidad de rasgos al cabo
de 6 meses, y la de Mann-Whitneypara verificar diferencias entre el Grupo de
Informados y el Grupo de Control.

Resultados

Estabilidad temperamental

No se han hallado diferencias significativas en el grupo total del estudio longitudinal


(N=31) entre la medida inicial y la tomada 6 meses más tarde en ninguna de las nueve
dimensiones temperamentales.

La estabilidad de los rasgos durante los 6 meses de estudio se da tanto en el grupo de


los padres informados como en el grupo de control, puesto que en ambos las diferencias
pre-post tienen una p>0,12 (prueba de los signos de Wilcoxon). Sin embargo, en la
medida post, el "Nivel de Actividad" diferencia a ambos grupos (U de Mann-Whitney =
65,000; p = 0,023). Véase, en el Gráfico 2, que los que recibieron información
presentan un nivel de actividad alta con mayor frecuencia que el grupo de control.
(Tablas 2 y 3)

No se hallan diferencias en estabilidad temperamental por sexo ni por edad, ni por


Cociente de Desarrollo. Pero, en el caso de los niños prematuros, se da mayor frecuencia
de "Adaptabilidad Alta" en la medida post que en el caso de los niños nacidos a término
(U de Mann Whitney, p=0,039). Los prematuros constituyen el grupo cuya adaptabilidad
crece entre el inicio y seis meses después (diferencias pre post: Wilcoxon, p=0,046).

Evolución del Cociente de Desarrollo

Tras seis meses de participación en el programa de Estimulación, se encuentran


diferencias significativas entre el Cociente de Desarrollo inicial y el final, mostrándose
un eficacia del programa en elevar el C.D. global medio de toda la muestra (media de
las diferencias pre-post = -5,37; error típico = 2,146; t = -2,502; p=0,022). Pero no se
encuentran diferencias en aumento del C.D. entre el grupo de padres informados y el
grupo de control.

Discusión

Hemos seguido la tradición inaugurada por Thomas y Chess (1977) para investigar el
temperamento infantil. A diferencia del modelo de Rothbart (1981; Rothbart y Bates,
1998; González, Hidalgo, Carranza y Ato, 2000), donde se utiliza un cuestionario
psicométricamente validado, aquí solicitamos la opinión materna para clasificar a sus
bebés en cada una de las nueve dimensiones temperamentales que Thomas y Chess
identificaron como relevantes. Este límite psicométrico ha de ser tenido en cuenta en las
afirmaciones que siguen.

Es bajo el índice de acuerdo entre el juicio materno y el de un observador externo acerca


de los rasgos de los bebés. Sabíamos que los autoinformes paternos alcanzan sólo una
relación moderada con otras medidas observacionales (Seifer, Sameroff, Barrett y
Kráfchuk, 1994), pero tampoco se nos oculta la gran utilidad que tiene conocer las
percepciones de los padres para comprender cómo consideran y responden a sus hijos
(Berk, 2001).

Ante la discrepancia interjueces que hemos hallado, consideramos más fiable el juicio
de la madre, puesto que es más diferenciado que el del observador externo. En efecto,
en el juicio de la madre sólo se hallan 4 correlaciones significativas, pero bajas, entre
los rasgos atribuidos a los bebés (y sólo una de ellas es ligeramente mayor de 0,40),
frente a las 14 correlaciones en el juicio del observador, todas mayores de 0,40 y 3
superiores a 0,60. Esto muestra una visión más específica y detallista del bebé por parte
de la madre.

El porcentaje de bebés con temperamentos mixtos en nuestra muestra es muy grande


(55%), superando los hallados en la muestra estudiada por Thomas y Chess (1977), que
suponían el 35%. Hemos encontrado el triple de bebés activos que de bebés difíciles, y
el triple de difíciles que de bebés lentos (22, 7 y 2, respectivamente). No se pueden
hacer inferencias poblacionales, dado el diseño de muestreo.

Tal mixtura tipológica apoya, a efectos prácticos, la afirmación de Carey (1998) de que
el uso de los nueve rasgos es más informativo y de mayor valor clínico que los tres
clusters o categorías. En efecto, agrupados por categorías, observamos que los
bebés activos tienen un Cociente de Desarrollo mayor que los
bebés difíciles (diferencia media de 9,76 puntos; error típico de 4,66; p=0,046) y que
los bebés de temperamento mixto (diferencia de 5,3; error de 2,4; p=0,031). Sin
embargo, basta un solo rasgo -por ejemplo, el "Nivel de Actividad"- para discriminar el
Cociente de Desarrollo (los bebés con mucha actividad tienen 8,26 puntos más en la
escala de Brunet- Lézine que los bebés con poca actividad: error típico de 3,2; p=0,015).
También el Acercamiento se asocia con el Cociente de Desarrollo (p=0,031). Y otros
rasgos se asocian con la edad del bebé (la "Regularidad" y el "Estado de ánimo").

Los resultados obtenidos confirman que los rasgos temperamentales del bebé no están
asociados con la edad cronológica, ni la edad gestacional, ni el sexo. Esto último parece
contradecir los hallazgos de Else-Quest, Hyde, Goldsmith y Van Hulle (2006), con sujetos
de 3 meses a 13 años de edad. Las niñas mostraban una mayor puntuación en el factor
de "control voluntario", y los niños en el factor "actividad". Pero el rango de edad es tan
diferente del de nuestra muestra que no permite la comparación de ambos estudios.

Ahora bien, los rasgos "Nivel de Actividad" y "Acercamiento" sí se asocian con el Cociente
de Desarrollo, en el sentido ya indicado. Matheny (1989) había encontrado asociación
entre "Persistencia" durante el primer año y C.I. preescolar, y se podría esperar que
fuera este mismo rasgo el que se asociara al Cociente de Desarrollo. Pero tal predicción
reposaría en la suposición de que el Cociente de Desarrollo del primer año estaría
relacionado con el Cociente Intelectual posterior. Y no es así: es imposible una predicción
entre el C.D. obtenido en el primer año y el C.I. obtenido tres años más tarde (Josse,
1997).

La estabilidad de los rasgos durante los seis meses de estudio ha quedado explícita al
no hallarse diferencias significativas entre el pre y el post. Sin embargo, de manera
transversal, el rasgo de "Regularidad" sí se muestra diferente entre los más pequeños
(hasta 3 meses de edad), los medianos (de unos 8 meses) y los mayores (más de 12
meses) (Kruskal-Wallis, p=0,049) al inicio del estudio. Después de seis meses, no.
Parece ser que, pasando determinada edad, se adquiere una meseta de regularidad que
ya no se abandona. De hecho, es "Regularidad" lo que diferencia al grupo de los más
pequeños del grupo de los mayores (Mann-Withney, p=0,010), pero entre los medianos
y los mayores no es ese rasgo, sino "Acercamiento" (p=0,41) y "Distracción" (p=0,045)
los que marcan diferencias.

La estabilidad no interacciona con sexo, ni edad, ni Cociente de Desarrollo, esto es, que
tanto varones como mujeres, menores como mayores, con mejor o peor nivel de
desarrollo de partida, mantienen básicamente sus rasgos temperamentales durante los
6 meses considerados.

Pero hay dos variables que muestran una excepción a la estabilidad. Primero, la
prematuridad. Efectivamente, los niños con una edad gestacional inferior o igual a 37
semanas, cambian significativamente hacia una "Adaptabilidad" mayor. La segunda
variable tiene que ver con la penúltima hipótesis contrastada: los bebés cuyos padres
son informados y orientados acerca del temperamento de sus hijos (Grupo de
Informados) presentan, después de 6 meses, un "Nivel de Actividad" superior al Grupo
de Control.

El significado de este hallazgo, que no deja de ser sorprendente al recordar la brevedad


del lapso temporal y la estabilidad general de rasgos en este período, habría de ser
puesto en relación con la teoría del "Modelo de bondad de ajuste" de Chess y Thomas
(1996). Aquellos padres que tienen en cuenta –y respetan- el temperamento del bebé
producirían un clima relacional adecuado para que sus hijos puedan desarrollar o liberar
una energía física elevada en la exploración de su entorno, adquiriendo un rasgo de alto
"Nivel de Actividad". Desde el concepto de "autorregulación emocional infantil"
(González y Carranza, 2004), podría interpretarse que la actitud respetuosa de los
padres que tienen en cuenta el temperamento infantil interactuaría con la maduración
de las redes neuronales del bebé, promoviendo una capacidad de conducta más amplia
y una emoción más equilibrada.

Pero no se ha observado que la condición experimental (grupo de Informados) promueva


en 6 meses un mayor Cociente de Desarrollo que la condición de control.

En definitiva, el conocimiento de la percepción que los padres tienen acerca de los rasgos
temperamentales de sus hijos es útil, en el marco del "Modelo de bondad de ajuste",
para detectar categorías de riesgo (niños "difíciles" y niños "lentos") y para orientar una
intervención que armonice la interacción paterno-filial y promueva un desarrollo infantil
óptimo, garantizándose así una mejor adaptación futura.

Bibliografía

Albores-Gallo, L., Márquez-Caraveo, E. y Estañol, B. (2003). ¿Qué es el temperamento?


El retorno de un concepto ancestral. Salud Mental, 26 (3) 16-26. [ Links ]

Arcus, D. y Kagan, J. (1995). Temperament and craniofacial variation in the first two
years. Child Development, 66, 1529-1540. [ Links ]

Belsky, J., Fish, M. e Isabella, R.A. (1991). Continuity and discontinuity in infant negative
and positive emotionality: Family antecedents and attachment consequences.
Developmental Psychology, 27, 421-431. [ Links ]

Berk, L.E. (2001). Desarrollo del Niño y del Adolescente. 4ª edición. Madrid: Prentice
Hall. [ Links ]

Cantero, M.J. (2003). Intervención Temprana en el desarrollo afectivo. En A. Gómez, P.


Viguer y M.J. Cantero (comps.), Intervención temprana.Desarrollo óptimo de 0 a 6 años,
(pp. 175-203). Madrid: Pirámide. [ Links ]

Carey, W.B. (1998). Teaching parents about infant temperament. Pediatrics, 102 (5),
1311-1316. [ Links ]

Chess, S. y Thomas, A. (1996). Temperament. Theory and practice. New York:


Brunner/Mazel. [ Links ]

Chess, S. y Thomas, A. (1984). Origins and evolution of behavior disorders. New York:
Brunner/Mazel. [ Links ]

Clemente, R.A. y Adrián, J.E. (2004). Evolución de la regulación emocional y


competencia social. Revista Electrónica de Motivación y Emoción, 7, 17-18. [ Links ]

Crockenberg, S. C., Leerkes, E.M. (2004). Infant and Maternal Behaviors Regulate Infant
Reactivity to Novelty at 6 Months. Developmental Psychology, 40(6), 1123-
1132. [ Links ]

Cruz, M.S., Torres, M. y Maganto, C. (2003). Importancia del estilo cognitivo y el


temperamento en el ámbito escolar. Acción Psicológica 2 (1) 29-39. [ Links ]
Díaz, A., Pérez, J., Martínez, M.T., Herrera, T. y Brito, A. (2000). Influencias de la
personalidad materna sobre el estilo conductual infantil: implicaciones para la atención
temprana. Anales de Psicología, 16 (1), 100-109. [ Links ]

Else-Quest, N.M., Hyde, J.S., Goldsmith, H.H., Van Hulle, C.A. (2006). Gender
Differences in Temperament: A Meta-Analysis. Psychological Bulletin, 132(1), 33-
72. [ Links ]

Gandour, M.J. (1989). Activity level as a dimension of temperament in toddlers: Its


relevance for the organismic specificity hypothesis. Child Development, 60, 1092-
1098. [ Links ]

González, C. y Carranza, J. A. (2001). Componentes objetivos y subjetivos en el informe


materno de la emocionalidad negativa en niños de doce meses de edad. Infancia y
Aprendizaje, 24 (1), 19-33. [ Links ]

González, C. y Carranza, J.A. (2004). Aspectos evolutivos de la autorregulación en la


infancia. Anales de Psicología, 20 (1), 69-80. [ Links ]

González, C., Hidalgo, M.D., Carranza, J.A. y Ato, M. (2000). Elaboración de una
adaptación a la población española del Cuestionario Infant Behavior Questionnaire para
la medida del temperamento en la Infancia. Psicothema, 12 (4), 513-519. [ Links ]

Hane, A.A., Fox, N.A., Polak-Toste, C., Ghera, M.M. y Guner, B.M. (2006). Contextual
Basis of Maternal Perceptions of Infant Temperament. Developmental Psychology, 42(6),
1077-1088. [ Links ]

Josse, D. (1997). Brunet-Lézine Revisado. Escala de desarrollo psicomotor de la primera


infancia. Madrid: Psymtéc. [ Links ]

Kagan, J. (1992). Behavior, biology, and the meaning of temperamental constructs.


Pediatrics, 90, 510-513. [ Links ]

Kiang, L., Moreno, A.J. y Robinson, J. L. (2004). Maternal Preconceptions About


Parenting Predict Child Temperament, Maternal Sensitivity, and Children's Empathy.
Developmental Psychology, 40(6), 1081-1092. [ Links ]

Lengua, L.J. (2006). Growth in Temperament and Parenting as Predictors of Adjustment


During Children's Transition to Adolescence. Developmental Psychology, 42(5), 819-
832. [ Links ]

Mezulis, A.H., Hyde, J.S., y Abramson, L.Y. (2006). The Developmental Origins of
Cognitive Vulnerability to Depression: Temperament, Parenting, and Negative Life
Events in Childhood as Contributors to Negative Cognitive Style. Developmental
Psychology, 42(6), 1012-1025. [ Links ]

Matheny, A.P. Jr. (1989). Temperament and cognition: relations between temperament
and mental est scores. En G.A. Kohnstamm, J.E. Bates y M.K. Rothbart (Eds.),
Temperament in childhood (pp. 263-282). New York: Wiley. [ Links ]
Olweus, D. (1980). Familial and temperamental determinants of aggressive behavior in
adolescent boys: a causal analysis. Developmental Psychology, 16, 644-
666. [ Links ]

Rodríguez, J. F. Carrasco, M. A., Barrio, M.V. y Lozano, J.F. (2002). Psicopatología


infantil y características temperamentales de la madre. Revista Iberoamericana de
Diagnóstico y Evaluación Psicológica, 14 (2), 65-85. [ Links ]

Rothbart, M.K. (1981). Measurement of temperament in infancy. Child Development,


52, 569-578. [ Links ]

Rothbart, M.K. y Bates, J.E. (1998). Temperament. En W. Damon (Ed. de la serie) y N.


Eisenberg (Ed. del volumen), Handbook of chile Psychology: vol 3. Social, emocional and
personality development. (5th ed., pp. 105-176). New York: Wiley. [ Links ]

Seifer, R., Schiller, M., Sameroff, A.J., Resnick, S. y Riordan, K. (1996). Attachment,
maternal sensitivity, and infant temperament during the first year of life. Developmental
Psychology, 32, 12-25. [ Links ]

Seifer, R., Sameroff, A.J., Barrett, L.C. y Kráfchuk, E. (1994). Infant temperament
measured by multiple observations and mother report. Child Development, 65, 1478-
1490. [ Links ]

Schwab, C. (2005). Escala de Temperamento.


En www.SchwabLearning.org. [ Links ]

Thomas, A. y Chess, S. (1986). The New Cork Longitudinal Study: from infancy to early
adult life. En R. Plomin y J. Dunn (Eds.), The Study of Temperament: changes,
continuities and challenges. New Jersey: LEA. [ Links ]

Thomas, A. y Chess, S. (1984). Genesis and evolution of behavioral disorder: from


infancy to early adult life. New York: University Press. [ Links ]

Thomas, A. y Chess, S. (1977). Temperament and development. New York:


Brunner/Mazel. [ Links ]

Trianes, M.V., Infante, L. (2003). Intervención Temprana en la competencia social. En


A.Gómez, P. Viguer y M.J. Cantero (comps.), Intervención temprana. Desarrollo óptimo
de 0 a 6 años, (pp. 155-174). Madrid: Pirámide. [ Links ]

Van den Boom, D.C. (1995). Do first-year intervention effects endure? Follow-up during
toddlerhood of a sample of Dutch irritable infants. Child Development, 66, 1798-
1816. [ Links ]

Dirección para correspondencia:


Juan Manuel Ramos Martín
Consejería de Familia y Asuntos Sociales de la Comunidad de Madrid.
Centro Base nº 7.
C/ Rafael Alberti, 37.
28038 Madrid.
E-mail: jmramos@cop.es
Recibido: 13/11/2008
Revisado: 02/12/2008
Aceptado: 03/12/2008

También podría gustarte

pFad - Phonifier reborn

Pfad - The Proxy pFad of © 2024 Garber Painting. All rights reserved.

Note: This service is not intended for secure transactions such as banking, social media, email, or purchasing. Use at your own risk. We assume no liability whatsoever for broken pages.


Alternative Proxies:

Alternative Proxy

pFad Proxy

pFad v3 Proxy

pFad v4 Proxy