Modulo 5
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OBJETIVOS
EJES TEMÁTICOS
Sabemos que una hipótesis es una suposición o una proposición que establece la
existencia de una relación entre dos o más variables expresadas como hechos,
fenómenos, factores o entidades y que debe ser sometida a prueba para ser aceptada o
rechazada. Podemos inferir que la hipótesis constituye un enlace entre la teoría y la
investigación, debido a que sirve de directriz en la investigación científica y, luego de su
comprobación, genera nuevos conocimientos que integran el conocimiento científico.
a. Hipótesis Descriptivas que involucran una sola variable. Son las que señalan
ciertos hechos o fenómenos en la población, constituyen afirmaciones sujetas a
comprobación, pero no explican el fenómeno en cuestión. Para su comprobación
se recurre a evaluar si la variable en cuestión se presenta efectivamente en la
muestra o población en estudio. Como ejemplo podemos enunciar: “Los
estudiantes de los últimos años en una carrera universitaria tienen mayor
rendimiento académico que los estudiantes de los primeros años”. Evidentemente,
la forma de comprobación de esta hipótesis consiste en recolectar datos en la
población universitaria y evaluar la variable indicada a través de algún método
estadístico (como por ejemplo el porcentaje).
a. Las unidades de análisis, que pueden ser los individuos, grupos, viviendas,
instituciones, etc.
b. Las variables, es decir, las características o propiedades cualitativas o cuantitativas
que presentan las unidades de análisis.
c. Los elementos lógicos, que relacionan las unidades de análisis con las variables y
estas entre si.
Ejemplo:
“Los niños que nacen con circular de cordón umbilical desarrollan problemas de conducta,
siendo irritables y con tendencia a la hiperactividad en la primera infancia”.
En este caso la unidad de análisis está conformada por los niños. Las variables evaluadas
con dos, la circular de cordón y el tipo de conducta irritable e hiperactiva. Los elementos
lógicos involucrados están mencionados en el desarrollo o no de estas conductas.
2. CRITERIOS PARA LA FORMULACIÓN DE HIPÓTESIS
Hipótesis nula (H0): Para todo tipo de investigación en la que tenemos dos o más
grupos, se establecerá una hipótesis nula. La hipótesis nula es aquella que nos dice que
no existen diferencias significativas entre los grupos.
Hipótesis
“Los bebés que son alimentados con leche materna los primeros 3
meses de vida presentan una reducción del 30% en las
hospitalizaciones por gastroenteritis durante el primer año de vida”
En este ejemplo, el error de tipo I nos podría llevar a observar una diferencia cuando en
realidad no existe ninguna. Esto implica rechazar la hipótesis nula (no existe diferencia….)
cuando en realidad esta es verdadera.
Analicemos el siguiente artículo que revisa de manera crítica la aplicación de los métodos
de contraste de hipótesis: (Tomado de www.scielosp.org)
Revista Panamericana de Salud Pública.
Los primeros argumentos en contra del uso de pruebas de hipótesis aparecieron durante
la primera mitad del siglo pasado con carácter esporádico (1, 2), pero cuando en 1986
British Medical Journal dio a conocer su postura al respecto, el debate en torno a ellas
cobró un ímpetu que ha quedado evidenciado en los centenares de artículos posteriores
que contrastan las ventajas de los intervalos de confianza con las carencias del valor P (3-
6). Lo cierto es que estas últimas, raras veces abordadas en la sala de clase, son
considerables desde el punto de vista de los fines que persigue un investigador. Hoy por
hoy se reconoce que los intervalos de confianza aventajan a las pruebas de hipótesis
como instrumento analítico para muchos tipos de investigación, entre ellos los estudios
observacionales y experimentales relacionados con las ciencias médicas y sociales, con
el resultado de que la mayoría de las revistas biomédicas alientan a sus autores a
proporcionar intervalos de confianza en lugar de valores P.
Fáciles de calcular con los paquetes estadísticos modernos, los valores P ejercen un
poderoso atractivo sobre el investigador por la exigua reflexión que exigen y la falsa
sensación de seguridad que confieren. Un solo número encierra la clave que determina si
los resultados de un estudio han de sumarse a las pruebas a favor o en contra de una
hipótesis, y el investigador que obtiene resultados significativos suele sentirse satisfecho
de haber logrado su meta, sin darse cuenta de que no ha conseguido mejorar en modo
alguno su comprensión del fenómeno que estudia. Para entender a fondo esta afirmación,
conviene examinar qué es un valor P.
Si el valor P es menor del valor a fijado por el investigador (0,05 la mayor parte de las
veces, o en ocasiones 0,01 ó 0,10), se descarta que los resultados observados puedan
atribuirse a mero azar si en realidad no hay una diferencia, o, dicho de otro modo, la
incompatibilidad entre los datos observados y la hipótesis de nulidad se considera lo
suficientemente grande como para poder descartar esta hipótesis. En cambio, si el valor P
es a o mayor, se considera que no hay suficientes indicios para descartar la hipótesis de
nulidad.
Otra idea equivocada es que un valor P mayor de a confirma que la hipótesis de nulidad
es correcta, o que representa la probabilidad de que lo sea. Cabe aclarar que la
estadística, basada por entero en probabilidades y frecuencias, no cuenta con ninguna
herramienta que sirva para confirmar la hipótesis de nulidad. Siempre hay una posibilidad,
por remota que sea, de que a la luz de los datos una hipótesis de nulidad parezca
verdadera aun siendo falsa, por obra del azar (error tipo II). El no poder rechazar la
hipótesis de nulidad no equivale a poder confirmarla, y la diferencia entre una cosa y otra
influye decisivamente sobre las conclusiones que pueden derivarse de un estudio (7).
Mientras más grande una muestra, menor es la influencia del azar sobre los resultados y
menor la probabilidad de cometer errores de interpretación, y esto nos lleva a otro
disparate muy frecuente, que es el de afirmar, frente a un resultado sin significación
estadística, que el carácter reducido de la muestra explica la falta de significación. El
problema con esta afirmación es, precisamente, que es cierta para cualquier resultado y,
por ende, completamente vacía. En otras palabras, cuando una muestra es lo
suficientemente grande, cualquier resultado puede cobrar significación estadística, razón
de por sí suficiente para dudar del valor de estas pruebas.
Otra práctica muy difundida es el uso de valores de a fijados por convención, sin atención
a los antecedentes del problema particular que se examina y a las consecuencias
prácticas de tomar decisiones basadas en el uso de un nivel de significación u otro. El
investigador consciente busca información que tenga utilidad en la práctica y su elección
de a debe contemplar los fines de su estudio y el uso que tendrán sus resultados a la luz
de los conocimientos derivados de estudios anteriores. Los valores de a convencionales
son arbitrarios y carecen de respaldo teórico. Si P = 0,045, por lo general concluimos que
los resultados tienen significación; en cambio, concluimos que no la tienen cuando P =
0,050. ¡Dos conclusiones radicalmente distintas derivan de una diferencia de 0,005 en el
valor de P! Sin embargo, los resultados de metaanálisis se apoyan en buena medida
sobre estos cimientos endebles (1).
Para muchos especialistas las pruebas de hipótesis encierran un error conceptual que
reduce aun más su fiabilidad. Al tener que partir de la premisa de que la hipótesis de
nulidad es verdadera, toda prueba de hipótesis se basa en una suposición que raras
veces se cumple en la práctica. Hay incluso quienes argumentan que, en principio, la
mayoría de las hipótesis de nulidad son falsas, ya que en la vida real dos grupos nunca
son idénticos con respecto a una característica determinada (6, 8). La presunta falsedad a
priori de toda hipótesis de nulidad menoscaba, como es de suponer, la integridad de este
tipo de prueba.
Basta con lo señalado hasta ahora para entender por qué las pruebas de hipótesis gozan
de tan poca popularidad entre los expertos, pero si hubiese que escoger el defecto que
más descalifica su uso, este sería, sin duda, el primero que hemos señalado: la poca
información que aportan a la luz de lo que el investigador necesita saber. Los valores P no
miden la magnitud del efecto observado, como tampoco su precisión; es decir, no dan
ninguna idea de cuán confiable o fuerte es el efecto detectado en un estudio, ni permiten
saber cuánto variarían los resultados si el estudio se repitiese con distintas muestras. No
aportan información que lleve a acumular conocimientos útiles en términos prácticos ni a
formular nuevos postulados teóricos que marquen el rumbo de futuras investigaciones.
Dicho de otro modo, la significación estadística de un resultado no es ningún indicio de su
"significación" clínica, aunque a menudo las dos cosas se confunden (1). La interpretación
de un resultado a la luz de un valor P es una práctica mecánica e irreflexiva cuya
persistencia es difícil de comprender si se considera que los intervalos de confianza, que
le revelan al investigador el margen de error de sus resultados y la magnitud del efecto
que observa, fomentan la actividad analítica imprescindible para la evolución del
conocimiento científico. Veamos ahora qué es un intervalo de confianza y en qué
aspectos aventaja al valor P.
Un intervalo de confianza posee la ventaja de que se puede calcular para cualquier valor.
Si se desea determinar si es verdadera la diferencia observada entre dos grupos, se
calcula el intervalo de confianza de 95% de la diferencia entre sus respectivas medias. Si
el intervalo abarca el valor cero, no se puede descartar que no haya una diferencia; si no
lo abarca, la probabilidad de que se esté observando una diferencia que en realidad no
existe se considera remota. La misma lógica se aplica al calcular el intervalo de confianza
de una razón de posibilidades o de un riesgo relativo, solo que en estos casos el valor 1
es el que indica la ausencia de una diferencia porque se trata de una proporción. No
obstante, si los intervalos de confianza solo se usaran de esta manera, entonces no se
diferenciarían en nada de las pruebas de significación. Podemos ver, nuevamente, que no
solo ofrecen mucha más información que los valores P, sino que abarcan a las pruebas
de significación y hasta podrían usarse como sucedáneos de ellas.
La precisión de los resultados guarda relación con el tamaño muestral y con la variabilidad
de los datos, de tal manera que cuanto más grande la muestra, más se acercarán los
resultados al verdadero valor poblacional y más estrecho será el intervalo de confianza.
Asimismo, mientras más grande sea la desviación estándar de los datos, menos precisos
serán los resultados y más ancho el intervalo de confianza. Un investigador no puede
controlar la desviación estándar, pero puede manipular el tamaño muestral para mejorar
la precisión y utilidad de sus resultados. Si lo juzga necesario, puede efectuar estudios
sucesivos con muestras cada vez mayores para llegar a conclusiones clínicas con mayor
certidumbre.
Esta larga disquisición nos trae al interesante estudio de Sarria Castro y Silva Ayçaguer
(9), "Las pruebas de hipótesis en tres revistas biomédicas: una revisión crítica", que se
publica en este número de la Revista Panamericana de Salud Pública/Pan American
Journal of Public Health (RPSP/PAJPH). Atentos al uso irreflexivo de pruebas de
hipótesis, los autores comparan tres revistas de salud pública, incluida la RPSP/PAJPH,
desde el punto de vista de la frecuencia con que los artículos publicados en ellas dan
valores P o intervalos de confianza. Sobre la base de los trabajos publicados en las tres
revistas de 1996 a 2000, los autores concluyen que se sigue abusando de las pruebas de
hipótesis e incurriendo en disparates hoy en día inadmisibles. También reparan en otros
errores que ya hemos mencionado: el uso de la palabra "significativo" en un sentido ajeno
al concepto estadístico de significación; la atribución de la falta de significación estadística
a una muestra demasiado pequeña; el uso automático de niveles a convencionales (0,05,
0,01), sin tener en cuenta los antecedentes del problema estudiado, entre otros. Por tales
motivos consideramos oportuno reiterar lo explicitado en la "Información para los autores"
publicadas en cada número de enero de la RPSP/PAJPH y en www.paho.org, al efecto de
sustituir o complementar los valores P con intervalos de confianza. También instamos a
nuestros autores a estar atentos a los errores comunes que suelen asociarse con el uso
de pruebas de hipótesis y la presentación de sus resultados.
REFERENCIAS