Hoja de Ejercicios Lenguaje 4
Hoja de Ejercicios Lenguaje 4
Hoja de Ejercicios Lenguaje 4
SEMANA 4
Alumnos: YA ENTREGUÉ LA TAREA!!!
1. Josué David Alvarez Ayala 20211717
2. Cueva Cochachin Brando Gino 20211644.
3. Javier Gerardo Marcalaya Quispe 20211892
EJERCICIOS DE RECONOCIMIENTO
TEMA: SEMÁNTICA Y SINTAXIS
Actividad I: A partir de la lectura del cuento: “El despenador”, de Ventura García
calderón.
1. Reconoce 4 palabras polisémicas y 4 palabras homónimas: Se debe presentar
en un cuadro comparativo.
2. Reconoce 4 oraciones simples y 4 oraciones compuestas: Se debe presentar en
cuadros subrayando los verbos.
EL DESPENADOR
Lo habían ensayado todo sin éxito; el sebo de jaguar; la lana de llama blanca, que alivia
el dolor si se ha friccionado con ella el pecho del enfermo; las hierbas serranas que el
brujo del pueblo vecino propinaba en un mate de chicha después de haber escupido,
como las llamas, hacia los malos poderes del aire. La serafina, hechicera insigne, se
untó el sábado por la noche el cuerpo entero de polvos amarillos y salió volando a
Huamachuco, a besar tres veces el trasero del macho cabrío. Pero ni el diablo ni los
santos pudieron aliviar al viejo cacique de indios que agonizaba en su cabaña.
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Estaban de acuerdo: era necesario llamar al despenador, último recurso antes de pagar
al cura el entierro. Cuando el caso es desesperado, el despenador viene a abreviar la
agonía.
Es un verdugo de buena voluntad, respetado y pagado. Sólo pudo llegar dos horas
después porque había “trabajado” toda la tarde en un pueblo de los contornos. Era un
indio hercúleo, de barbas ralas y solapado mirar estrábico.
Vestía poncho oscuro con pantalón de paño militar, y llevaba los desnudos pies roídos
por la nigua mal curada. Colgaban de su cuello esas piedras que las gentes del país
aseguran ser “ojos de gentil”, es decir, disecados ojos de muerto. Para darse bríos pidió
el despenador un mate de chicha, y se estuvo chacchando en la puerta, sin hablar,
sonriendo torpemente al cielo, en que viraban los cóndores. De cuando en cuando
cogía un piojo de los cabellos y lo hacía estallar entre los dientes.
Adentro, el indio viejo siguió chillando, y fue preciso entrar a calmarlo. El despenador
apartó los cerdos, pudo amarrar al perro hambrón que aullaba siniestramente, y en
cuclillas avanzó hacia el agonizante; le sujetó ambos brazos con un ronzal. Bruscamente
le apoyó en el cuello el peso de su flaca rodilla. Era la manera habitual de despenar. La
aguda rótula penetró en las carnes, y el moribundo empezó a jadear con ese estertor
apresurado, que era siempre el preámbulo de la fácil agonía. Sudaba el despenador en
la cabaña, sudaba envuelto en el poncho, sin terminar. Sentía sobre sí la mirada fría del
cacique y perdía los bríos para estrangularlo.
El moribundo pudo deshacerse, en fin, de aquellos garfios de los dedos; se irguió como
un hombre sano, y la lucha comenzó en silencio. Por primera vez el despenador veía
con espanto la resurrección de un cliente sin acertar a defenderse. ¡El cacique había
recobrado aquella fuerza famosa que le permitía matar indios de un solo abrazo!
La familia aguardaba en la puerta que el despenador saliera a llorar con ella al cacique
muerto. Para esperar con calma, para alejar a los malos espíritus que circundaban la
cabaña, trajeron chicha y aguardiente en los inmensos porongos que ostentaban en
relieve chorreras de lluvia y mazorcas de maíz, todos los signos de la abundancia del
Padre Sol, fecundo y dadivoso cuando quiere. Junto al coro de bebedores, un chiquillo
se dejaba conducir como un ciego de lazarillo por una rata monstruosa: llevaba atada al
rabo una cuerda de lana roja. Sobre un nido salvaje se removían dos aguiluchos recién
nacidos que alguien robara, para obsequiarlos, en la más alta roca de los Andes.
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de taquia al despenador, que agonizaba allí, carbonizado ya, con el rostro adolorido y
anguloso de las antiguas momias. En cuclillas, el cacique estaba quemando para calmar
a los poderes infernales, unas hojas de coca en la vasija negra.
Al sentir entrar a sus parientes, no se quejó ni volvió el rostro para mirar con severidad
a nadie. Matar a los moribundos era la costumbre inmemorial y él la acataba como
todos. Pero él estaba vivo, fuerte, lozano. Para probarlo, levantó a un cerdo en brazos y
salió entonces al aire libre, masticando la coca amarga, a beber y bailar con toda la
parentela serrana que preparaba el funeral.
II. SOLUCIONARIO:
Polisémicas Homónimas
rabo=Cola de los cuadrúpedos y otros Llama=Del verbo llamar
vertebrados terrestres. llama=Fuego
rabo=Rabillo de las plantas
ORACIONES SIMPLES
Nadie podía pegar los ojos en la cabaña: ni los cerdos rosa, ni las alpacas, ni el perro
pastor, ni los hijos del moribundo
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ORACIONES COMPUESTAS
se untó el sábado por la noche el cuerpo entero de polvos amarillos y salió volando a
Huamachuco