El Pecado de Ser Hombres - Adrian Taranzano

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ADRIÁN TARANZANO

EL PECADO DE SER HOMBRES

Algunas consideraciones acerca del relato


de la “caída original”

Uno de los pasajes de la Escritura veterotestamentaria que más ha


marcado la teología cristiana es sin duda el relato de Gn 3. El texto ha
sido interpretado a lo largo de la historia como una etiología del mal en el
hombre: en él se describe el origen del pecado, cometido en los albores
de la humanidad y heredado por ella como lastre inapelable. De él se
explican todos los males que surcan la dramática historia humana. De él
ha seguido la condena de la muerte.

“Se ve claramente que lo que el relato bíblico ha querido enseñar es


que, frente a la creación que ha nacido buena de las manos de Dios,
el mal, el pecado, el sufrimiento y la muerte se deben al mal uso de
la libertad que el hombre hizo al inicio de la historia. Esto es lo
esencial del relato de Gn 3 y que no pertenece, por tanto, al material
mítico, sino que, procediendo de una reflexión propia del autor,
constituye la revelación fundamental que Dios hace en esas páginas.
El fin que se propone el autor es explicar el trastorno que produjo el
pecado de Adán invirtiendo las relaciones entre Dios y el hombre.”1

Sobre este presupuesto descansa en gran medida toda la


cristología, como bien lo pone de manifiesto la creatividad retórica del
felix culpa. De allí que siga una consecuencia: “el cristiano sabe que no

1 J. A. SAYÉS, Teología de la creación, Madrid, 2002, p. 386.

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se puede menospreciar la hondura del pecado original sin atentar contra


el misterio de Cristo.”2
Para esta interpretación hecha tradicional han jugado un rol
fundamental un modo literal de interpretar la Escritura y la transposición
de la trama intradiegética al plano de una etiología a nivel histórico. Ello
ha generado una comprensión que ha pasado a formar parte del
patrimonio teológico-doctrinal.3 Si bien hoy se es más atento a distinguir
lo simbólico y el género literario del relato y se evita interpretarlo como
un protocolo exacto de lo sucedido, subsisten aún formas insuficientes de
interpretar el texto. Se ha dicho con razón que quizás no exista otro texto
bíblico que haya sido tan malinterpretado como Gn 3.4 El estilo mítico
del relato no permite extraer noticias o contenidos históricos sobre un
supuesto primer hombre o primera pareja. Tampoco sobre un estado
paradisíaco inicial, previo a la “caída”.5
No pretendo aquí entrar de lleno en la compleja temática del
“pecado original” ni en las consecuencias que se han extraído desde una
determinada manera de comprenderlo, si bien ello sería una cuestión
necesaria. El propósito de esta contribución es menos ambicioso. Sin
aspirar a discutir todos los pormenores del texto ni a tener en cuenta la
frondosa bibliografía existente, intento ofrecer en primer lugar una
interpretación en la cual la pointe del texto no está dada
fundamentalmente por la etiología del pecado sino ante todo por una
cuestión antropológica: ¿qué es el hombre? ¿cómo es posible que el ser
humano sea conocedor del bien y del mal y, a la vez, mortal? Esta

2
J. A. SAYÉS, Teología, p. 379. Constata críticamente I. P. G. GOUS, «Snakes and
ladders. Mind Games in Genesis 2 and 3», en: Journal for Semitics 19/1 (2010), pp.
113-127, 117: “Church doctrine seems to be only interested in wanting this
passage to be historically true in order to substantiate original sin, in order that the
death, resurrection and redemption by Jesus Christ becomes a necessity.” Cf.
también Z. ZEVIT, What really happened in the Garden of Eden?, New Haven –
London, 2013, p. xxiv.
3 En sentido estricto, la doctrina del pecado original expuesta en el Concilio
de Trento no se apoya en el relato de Gn 3 en sí, sino en Rm 5,12, es decir, en la
lectura paulina del texto e inspirada en la interpretación agustiniana de éste. La
presente contribución intenta analizar fundamentalmente el sentido del relato.
4 Cf. W. BRUEGGEMANN, Genesis. A Bible commentary for teaching and
preaching. Atlanta, 1982, p. 41, citado en I. GOUS, «Snakes and ladders», p. 114.
5 Cf. T. PRÖPPER, Theologische Anthropologie, Bd. 2, Freiburg i. Br. 2011, p.
933.

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condición, ¿es una pretensión soberbia, buscada a través de una


usurpación inmoral o pertenece a su constitución? Formulado también en
forma de preguntas: el diálogo entre la serpiente y la mujer, ¿es de
seducción o de revelación? La afirmación de la serpiente “Serán como
dioses”, ¿es una tentación o una constatación? (1). En una segunda parte
del artículo ofrezco un análisis de las respectivas sentencias de Dios a la
serpiente, a la mujer y a Adán. El punto más importante de esta parte es
el tema de la muerte: ¿ella es entendida como sanción por la usurpación
cometida o el relato sobreentiende un hombre creado mortal desde el
inicio? Algunas observaciones sobre la recepción del texto siguen a esta
discusión (2). La tercera y última parte se propone ofrecer algunas
consideraciones sintéticas sobre algunas cuestiones que considero
importantes y que ameritarían un replanteo amplio (3).

1. Un diálogo revelador

Tras el relato no sacerdotal de la creación y la afirmación de la


unidad del varón y de la mujer (Gn 2,4b-25),6 el narrador introduce a la
serpiente, el animal del campo más astuto de entre los creados: vx'N"h; (Gn
2,24). No ha sido mencionado previamente de manera especial en la
narración de la creación (cf. Gn 2,19), de modo que su irrupción en la
escena bíblica es improvisa e inesperada. El hecho de iniciar la frase con
el sujeto y no con el verbo marca una ruptura con la secuencia anterior.7
La serpiente es inmediatamente caracterizada como ~Wr[', adjetivo
que no se encuentra sino un puñado de veces en textos sapienciales (Pr

6 El texto era anteriormente considerado como obra del “Yahvista” y datado


en la “época salomónica”, según la entonces vigente teoría documentaria. Hoy la
crítica exegética distingue entre textos sacerdotales y no sacerdotales. Según
opinión perita, el texto se ubica en época tardía: exílica o postexílica. Un indicio
importante de ello es que el relato parece no haber sido conocido por los textos
más antiguos de la Escritura y sólo se hace referencia a él en textos claramente
tardíos. Cf. F. GARCIA LÓPEZ, «Los fundamentos de la antropología bíblica. Gn 1-3 a
la luz de los estudios exegéticos recientes», en Salmanticensis 58 (2001), pp. 191-
204, 192-193; J.-L. SKA, Il cantiere del Pentateuco. V. 1. Problemi di composizione
e di interpretazione, Bologna, 2013, pp. 54-63; A. SCHÜLE, «Made in the ›Image of
God‹: The Concepts of Divine Images in Gen 1–3», en ZAW 117/1 (2005), pp. 1-20,
3 n. 7.
7 Cf. Z. ZEVIT, Garden of Eden, pp. 161-162.

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12,16.23; 13,16; 14,8.15.18; 22,3; 27,12) y no está marcado


necesariamente por un significado negativo,8 si bien este matiz puede
aparecer ocasionalmente en algunos textos (cf. Jb 5,12; 15,5).9 Ello es un
elemento que se suma a los motivos sapienciales que coloran el relato (la
creación a partir del polvo, el árbol de la vida, el jardín de Dios y el
jardín de Edén).10 Tampoco la serpiente es tachada de perversa; más aún:
“En ningún lugar de la Biblia hebrea se hace referencia a la serpiente
como una creatura räša`, malvada o mala.”11
A nivel intradiegético, se trata siempre de una serpiente y en ella
no hay ninguna alusión al diablo. No hay aquí ningún fundamento para

8 Cf. Z. ZEVIT, Garden of Eden, p. 163: “The serpent was `ärûwm. People
characterized as `ärûwm conceal what they feel and what they know (Prov 12:16,
23). They esteem knowledge and plan how to use it in achieving their objectives
(Prov 13:16; 14:8, 18); they do not believe everything that they hear (Prov 14:15);
and they know how to avoid trouble and punishment (Prov 22:3; 27:12). Im sum,
they are shrewd and calculating, willing to bend and torture the limits of acceptable
behavior but not to cross the line into illegalities. They may be unpleasant and
purposely misleading in speech but are not out-and-out liars (Josh 9:4 1; 1 Sam
23:22). They know how to read people and situations and how to turn their
readings to advantage. A keen wit and a rapier tongue are their tools”.
9
Cf. F. GIUNTOLI (a cura di), Genesi 1-11. Introduzione, traduzione e
commento, Milano, Cinisello Balsamo, 2013, p. 99.
10 Cf. J.-L. SKA, Il cantiere, pp. 54-57. Una presentación más detenida de los
textos puede verse en M. WITTE, «Die biblische Urgeschichte. Redaktions- und
theologiegeschichtliche Beobachtungen zu Genesis 1,1-11,26» (BZAW 265), Berlin
– New York, 1998, pp. 200-205. Sobre el motivo del jardín, según algunos, se
pueden distinguir tres tipos: los pertenecientes al mundo real y que expresan su
poder; los cultuales y los pertenecientes a los relatos míticos, como en el poema de
Gilgamés. Éstos últimos constituyen, según algunos, el trasfondo probable del
relato del Génesis. Cf. T. STORDALEN, Echoes of Eden. Genesis 2-3 and Symbolism of
the Eden Garden in Biblical Hebrew Literature (Contributions to Biblical Exegesis
and Theology 25) Leuven, 2000, pp. 94-104; 111-116. Para otros, en cambio, el
paralelo más cercano está dado por el motivo del jardín real. Cf. A. VAN DER KOOIJ,
«The story of Paradise in the light Mesopotamian culture and literature», en K. J.
DELL / G. DAVIES / Y. VON KOH (eds.), Genesis, Isaiah and Psamls. A Festschrift to
honour Professor John Emerton for his eightieth birthday, Leiden – Boston, 2010,
pp. 8-9. Si bien este último autor parece buscar una correspondencia entre cada
detalle de los relatos, en lugar de entender un trasfondo común, adaptado libre y
creativamente – sin correspondencias exactas – por cada relato en particular, es
interesante la descripción de los jardines reales que cita. A su juicio, en este
contexto, es “natural” leer en Gn 3,8 que Dios se “pasea por el jardín”. Cf. A. FUCHS,
Die Inschriften Sargons II. aus Khorsabad, Göttingen, 1994, p. 309.
11 Z. ZEVIT, Garden of Eden, p. 163.

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considerar que se trate del “demonio, autor del pecado”.12 Esta


interpretación se encuentra recién en el tardío libro de la Sabiduría:
fqo,nw| de. diabo,lou qa,natoj eivsh/lqen eivj to.n ko,smon (Sb 2,24) y, en el
Nuevo Testamento, en el último libro del canon, cuando se lo designa
como o` o;fij o` avrcai/oj (Ap 12,9).13 El libro del Sirácide culpa sólo a la
mujer del inicio del pecado y de la muerte: avpo. gunaiko.j avrch. a`marti,aj
kai. diV auvth.n avpoqnh,|skomen pa,ntej (Ecl 24,25).14 El libro, escrito en
torno al 180 a.C. es el testimonio más antiguo de la interpretación contra
Eva.15 Sobre todo es interesante notar que ni siquiera Pablo realiza esta
vinculación: en el paralelismo que realiza con Cristo, el pecado se
atribuye exclusivamente a Adán (cf. Rm 5,12-19) y cuando alude a la
serpiente y a Eva no hay ninguna relación explícita de aquella con el
diablo (cf. 2 Co 11,3). Tampoco lo hace explícitamente el autor de la
primera carta a Timoteo (cf. 1 Tm 2,13-14). Fuera del canon bíblico, la

12CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, Ritual Romano de los Sacramentos.


Sacramento del bautismo, Buenos Aires, 1999, n. 54.
13 La afirmación de Z. ZEVIT, Garden of Eden, p. 163 según la cual “(o)nly in
medieval interpretation was the devious fused with the evil, creating a devil. Thus a
serpent in the Garden was transformed into Satan who rules in Hell” es, por tanto,
imprecisa. La “metamorfosis” de la serpiente en diablo ya está atestiguada
previamente. La afirmación joanéa en la que se dice del diablo que evkei/noj
avnqrwpokto,noj h=n avpV avrch/j (Jn 8,44), podría referirse al relato del Jardín pero también,
según otros, podría ser una alusión al relato de Caín y de Abel. Cf. J. ZUMSTEIN,
L’Évangile selon Saint Jean (1-12), (CNT IVa, deuxième série), Genève, 2014, p. 302
y n. 109. El texto de 1 Jn 3,12-15 sugiere más bien esta última posibilidad. Cf. H.
THYEN, Das Johannesevangelium (HNT 6), Tübingen, 2005, p. 446. Son los únicos
dos textos en los que aparece la palabra avnqrwpokto,noj. Es crítico de esta
interpretación M. THEOBALD, Das Evangelium nach Johannes. Kapitel 1-12 (RNT),
Regensburg 2009, p. 605. L. H. RIVAS, El evangelio de Juan. Introducción. Teología.
Comentario, Buenos Aires, 2005, pp. 277-281 explica la cuestión como una
alusión al texto del Génesis leído a la luz de la tradición judía según la cual Caín
era hijo del diablo. Para ello ofrece abundante documentación de la literatura
apócrifa y rabínica. La afirmación de Rm 16,20 no parece, a mi juicio, una alusión
directa al relato del Génesis.
14 Cf. también Sir 17,1-10 donde está ausente toda mención del pecado y el
autor parece entender la muerte como el límite natural establecido por Dios.
15 Cf. Z. ZEVIT, Garden of Eden, p. 10. También, sobre la historia de la
interpretación de la mujer como responsable del pecado y de la muerte en el
mundo, cf. H. SCHÜNGEL-STRAUMENN, «Frau am Anfang. Eva und die Folgen (EXUZ 6)»,
Münster, 21997, pp. 25-56, citado en A. SCHÜLE, Der Prolog der hebräischen Bibel.
Der literar- und theologiegeschichtliche Diskurs der Urgeschichte (Genesis 1-11)
(AThANT 86), Zürich, 2006, p. 156.

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vinculación de la serpiente con el diablo está atestiguada en textos


tardíos.16
En la narración del Génesis, la serpiente es una de las creaturas
terrestres que Dios acaba de crear y a la cual el varón ha dado un nombre
(cf. Gn 2,20).17 Ella es la única que toma la palabra en el relato. En la
biblia hebrea hay algunos ejemplos de textos en los cuales seres
inanimados hablan como seres humanos (cf. p.e. Nm 22,22-35; Jue 9,8-
15; 2 R 14, 9). Éste es un elemento propio de las fábulas, si bien el relato,
a juicio de J.-L. Ska, no se puede incluir en este género.18 El castigo que
le viene infligido por haber inducido a la mujer a desobedecer el
mandamiento divino, como se verá, confirma esta observación: es
maldita entre todos animales del campo, deberá arrastrarse sobre su
vientre, comiendo polvo y padecerá una constante enemistad con el linaje
humano. Imposible considerar que alguna de estas consecuencias pudiese
ser un castigo adecuado para el diablo. En este sentido, no encuentra
ningún apoyo cierto la afirmación de Sayés, según la cual “se deduce por
el contexto” que sea el demonio.19 La deducción es gratuita.
Cuando la serpiente toma la palabra, lo hace remitiendo al mandato
dado por Dios al varón, cuando aún no había sido creada la mujer (cf. Gn
2,16b-17). Allí Dios establece que el varón puede comer de todo árbol

16 Así por ejemplo los Targumin Neophyti I y Pseudo-Johanatan a Gen 3,15.


Cf. F. GIUNTOLI, Genesi, p. 105.
17 También aparece una serpiente en la epopeya de Gilgamés. Cf. Z. ZEVIT,
Garden of Eden, pp. 165-166; F. GIUNTOLi, Genesi, p. 100; E. NARDONI, «Género
literario y teología de Génesis 2-3», en Revista Bíblica Argentina 70 (1998/2), pp.
65-90, 72. Según éste último, la serpiente del Génesis recuerda la de la epopeya
de Gilgamés (XI.vi) que le arrebata el árbol de la vida que el personaje había
conseguido. Sostiene también que la serpiente en el relato bíblico quiere dañar al
hombre con su astucia falaz y es envidiosa del hombre. En el relato, afirma, se
podría leer una crítica a los cultos cananeos de la fertilidad en los cuales la figura
de la serpiente tenía su lugar. Cf. también, en esta línea, T. PRÖPPER, Theologische
Anthropologie, p. 934. Sin embargo, creo que el relato bíblico no abunda en
descripciones sobre ella y desaparece de la escena tras el castigo sin dejar más
huellas. Ateniéndonos al texto, no se podría decir que ella obra por envidia. El
acento está puesto sobre su astucia. El relato es más que parco en su
caracterización de la serpiente. La crítica a los cultos cananeos no es tampoco, a mi
juicio, una cuestión evidente.
18 Cf. J.-L. SKA, Il cantiere, p. 39: “Il nostro racconto non appartiene neanche
al genere letterario delle fiabe. I personaggi, ad esempio, portano nomi e, messo a
parte il serpente dotato della parola, i tratti fiabeschi sono molto limitati.”
19 Cf. J. A. SAYÉS, Teología, p. 391.

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del jardín (!G"h;-#[e


lKomi). La única excepción está dada por el árbol del
conocimiento del bien y del mal ([r"w" bAj t[;D:h; #[e). A diferencia del
árbol de la vida, que es un motivo extendido, el del conocimiento del bien
y del mal es “totalmente desconocido en cercano oriente antiguo, así
como además, en el resto de la Biblia”.20 Esta prohibición divina está
acompañada con una amenaza durísima: su transgresión implicará
necesariamente la muerte (tWmT' tAm WNM,mi ^l.k'a] ~AyB.).
La serpiente lo hace, sin embargo, con un rodeo y no reproduce la
orden dada por Dios: abre el dialogo insinuando que Dios les habría
prohibido comer de cualquier árbol del jardín:
!G"h; #[e lKomi Wlk.ato al{ ~yhil{a/ rm:a'-yKi @a;
La inexactitud le ofrece la oportunidad a la mujer aclarar: les está
permitido comer de todo árbol, con la única excepción del árbol puesto
en medio del jardín (!G"h;-%AtB. rv<a] #[eh' yrIP.mi). La expresión !G"h;-%AtB
remite a Gn 2,9 donde el narrador describe cómo YHVH hace brotar toda
clase de árboles deleitosos y coloca en “medio del jardín” tanto el árbol
de la vida (~yYIx;h;#[e) como el árbol del conocimiento del bien y del mal
([r"w" bAj t[;D:h; #[e). En el diálogo con la serpiente y en el núcleo de la
trama del relato se sobreentiende sólo el árbol del conocimiento del bien
y del mal. Ello, además de las dificultades que plantea Gn 2,9,21 ha
llevado a algunos a sostener que la mención en el texto del árbol de la
vida es obra de un redactor posterior.22 A juicio de Ska, la propuesta no
es concluyente y puede explicarse narrativamente: el árbol de la vida
reaparece al final cuando lo exige la trama.23

20 J.-L. SKA, Il cantiere, p. 26.


21 Cf. J.-L. SKA, Il cantiere, pp. 44-47.
22 Cf. J. C. GERTZ, «Von Adam zu Enosch. Überlegungen zur
Entstehungsgeschichte von Gen 2-4», en M. WITTE (Hg.), Gott und Mensch im
Dialog. Festschrift Otto Kaiser zum 80. Geburtstag (BZAW 345/1), Berlin – New
York, 2004, pp. 228-231; M. WITTE, Die biblische Urgeschichte, p. 81; J.-L., SKA, Il
cantiere, p. 47 n. 17.
23 Cf. J.-L. SKA, Il cantiere, pp. 47-48. Al respecto cf. también A. VAN DER KOOIJ,
Paradise, p. 16; T. METTINGER, The Eden Narrative. A Literary and Religio-historical
Study of Genesis 2-3, Winona Lake, Indiana, 2007, pp. 5-10; J. KRISPENZ, «Wie viele
Bäume braucht das Paradies? Erwägungen zu Gen. ii. 4b–iii 24», en VT 54 (2004),
pp. 301-318.

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El centro de la incitación de la serpiente lo constituye lo dicho en


Gn 3,5: el día en que comieren del fruto del árbol prohibido se les abrirán
los ojos (~k,ynEy[e Wxq.p.nIw>) y serán como dioses (~yhil{aKe ~t,yyIh.wI). La
naturaleza de esta semejanza divina aparece inmediatamente precisada en
el mismo versículo con una aposición: luego de comer, serán
conocedores del bien y del mal ([r"w" bAj y[ed>yO).
Es en este punto donde se decide, en cierto modo, el sentido del
texto. Tradicionalmente se ha visto en este versículo aquella
desobediencia de los primeros padres que ha acarreado la muerte y la
existencia marcada por el peso de la finitud. Se trata, según esta
interpretación, del primer acto de rebeldía del ser humano que pretende –
tan soberbia como de hecho impotentemente– ocupar el lugar de Dios. El
ser humano no se contenta con su condición de creatura. He aquí el
pecado original: un atentado contra la soberanía única de Dios, nacido de
la soberbia humana.
Un análisis atento del texto permite, sin embargo, orientarnos hacia
otra dirección. El diálogo entre la serpiente y la mujer junto con la caída
siguiente no pretenden relatar el origen del pecado sino la paradójica
condición del ser humano: a pesar de ser conocedor del bien y del mal,
semejante a los dioses, no es inmortal. La interpretación que aquí
proponemos del texto puede sintetizarse así: si bien a nivel intradiegético,
el diálogo entre el más astuto de los animales del campo y la mujer
aparece como un juego de seducción (cf. Gn 3,13), el contenido del
mismo no es una tentación a lo no debido, sino una constatación de lo
dado.24 El análisis siguiente intenta ponerlo de manifiesto.

1.1 “Se les abrirán los ojos”

24 Sugestivamente dice E. A. ROBBINS, The Storyteller and the Garden of Eden,


Eugene, Oregon, 2012, p. 14 que el texto no narra la caída del hombre sino su
elevación a la condición de ser poco menos que un dios. En línea semejante se
expresa A. SCHÜLE, Prolog, p. 158: “Insofern erscheint es einseitig, Gen 2-3
lediglich als Ätiologie der Daseinsminderung des Menschen zu beschreiben; sie ist
mit gleichen Recht eine Ätiologie der Daseinssteigerung durch Weisheit.” Sin
embargo, no podría dejar de matizar su conclusión: “Thema von Gen 2-3 ist die
Weisheit und ihre ambivalenten Folgen.”

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Hemos visto que la serpiente contradice la explicación de la mujer.


Lejos de morir,25 el comer del fruto del árbol prohibido por Dios traerá
consigo que se les abran los ojos. A diferencia de lo que se afirma
habitualmente, no se trata aquí de una mentira o de un engaño por parte
de la serpiente ya que ello es lo que se cumplirá cabalmente en el relato.
La serpiente revela que Dios mismo sabe que se les abrirán los ojos (cf.
Gn 3,5). El narrador relata en Gn 3,7 que la serpiente tenía razón, según
un esquema de anuncio y cumplimiento: en lugar de morir, tras comer del
fruto, se les abrieron efectivamente los ojos (~h,ynEv. ynEy[e hn"x.q;P'Tiw:). La
aseveración de la serpiente no era falsa. Signo de ello es que el varón y la
mujer perciben ahora que están desnudos, condición que previamente no
les avergonzaba (cf. Gn 2,25).
La expresión “abrir los ojos” aparece con cierta frecuencia en la
Escritura hebrea y designa generalmente, en relación con el ser humano,
una realidad o situación positiva (cf. p. e. Gn 21,19; 2 Re 4,35; 6,17.20;
Pr 20,13; Is 35,5; 42,7).26 La expresión es una metáfora que se refiere a la
comprensión y al entendimiento.27
Desde el punto de vista del narrador, el que se hayan abierto los
ojos del varón y de la mujer, si bien acontece como una transgresión
dentro de la trama del relato, es una realidad y no una soberbia
pretensión inalcanzable.

1.2 “Serán como dioses”

25 F. GIUNTOLI, Genesi, p. 102 sugiere que en realidad la advertencia de muerte


se verifica en la separación de la intimidad y de la cercanía con Dios. “Essi, infatti,
si nasconderanno dalla vista del Creatore (cfr. v. 8), come, di fatto, saranno da Lui
espulsi dal giardino di ‘Eden (cfr. vv. 23-24), venendo così a perdere tutte le
prerogative provenienti dalla sua vicinanza e intimità (cfr. vv. 16-19). Questa,
dunque, era la morte di cui Dio parlava (cfr. 2,17b) e che, puntualmente, si è
verificata.” No considero concluyente esta interpretación: la muerte anunciada por
Dios no se verifica y la serpiente ha dicho, en este caso, la verdad. Plantearse la
necesidad de “defender” a Dios por ello no forma parte del interés del texto y
tampoco debería serlo para el exégeta.
26 Incluso se ha argumentado que la expresión de Lc 24,31 alude a aquella
del texto del Génesis. Cf. D. C. ORTLUND, «“And their eyes were opened, and they
knew”. An inter-canonical note on Luke 24:31», en JETS 53, 4 (2010), pp. 717 -
728.
27 Cf. Z. ZEVIT, Garden of Eden, p. 169.

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La expresión “serán como dioses” (~yhil{aKe ~t,yyIh.wI) es quizás la


que más ha influido para llegar a la interpretación corriente del texto,
según la cual en los orígenes de la historia el ser humano ha pretendido
soberbiamente ocupar el lugar de Dios, núcleo del pecado original.
Un texto que se mueve en este horizonte es el oráculo contra el rey
de Tiro (Ez 28,1-10). Allí el profeta recrimina al monarca el engreimiento
de tenerse por un dios (ynIa' lae) y el equiparar su corazón al corazón de
Dios (~yhil{a/ bleK. ^B.li !TETi). De allí que el profeta haya de exhortarlo
vehementemente a reconocer su condición: el rey de Tiro es hombre y no
Dios (Ez 28,2). El hecho de que el segundo oráculo de este texto
profético (Ez 28,11-19) describa su caída, aluda al jardín de Edén (Ez
28,13; cf. también Gn 2,10 y Ez 47,1ss)28 y pueda considerarse un texto
paralelo a lo narrado en el libro del Génesis,29 podrían sugerir que
también en nuestro relato debería verse una actitud semejante por parte
del hombre: una pretensión indebida e impotente de condición divina.
Sin embargo, las innegables semejanzas no anulan las grandes
diferencias, dado que la cercanía de los textos no puede explicarse como
una dependencia literaria en sentido estricto, sino como la inspiración
común en una mitología preexistente.30 Una de las diferencias más
notables entre ambos textos y que, a mi juicio, supone un elemento
fundamental es la manera de percibir la usurpación de la condición
divina. Mientras que en el oráculo contra el rey de Tiro es claro que su
pretensión de ser dios es abiertamente criticada por el profeta en Ez 28,2

28Un tratamiento más detallado del tema puede verse en T. METTINGER, The
Eden Narrative, pp. 85-98.
29 Para C. WESTERMANN, Genesis, p. 285 por ejemplo, Ez 28, 13 es “eine exakte
Parallele zu dem Vorkommen von Eden in Gn 2-3”, citado en A. DOS SANTOS VAZ, A
Visão das Origens em Génesis 2, 4b-3,24. Coerência temática e Unidade Literária,
Lisboa, 1996, pp. 161-163. Éste último autor enfatiza los elementos de
desemejanza entre los dos textos.
30 Es certera la observación de B. VAWTER, On Genesis: A New Reading. New
York, 1977, p. 68 según la cual Ez 28, 11-19 es “undoubtedly the closest parallel
in the Hebrew Bible to chapters 2-3 of Genesis. It is not that either passage
depends on the other, but that both have drawn on a common mythology from
which the one has appropriated some of the details, the other some of the rest,
and in a few instances the details are the same”. Cf. A. SCHÜLE, Prolog, pp. 156-
158. Este hecho, un trasfondo común que no implica una dependencia directa
entre textos no parece ser tenido en cuenta por A. VAN DER KOOIJ, Paradise, pp. 8-9
cuando plantea el motivo de los jardines.

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ADRIÁN TARANZANO

(lae-al{w> ~d"a' hT'a;), la lectura que se hace en el relato del Génesis es


diversa. Allí se da por hecho que el ser humano ha alcanzado esa
condición divina. Si bien tendrá que pagar las consecuencias de su
acción, no hay ningún intento de llamarlo a lugar o a reconocer que es
solamente un hombre y no dios. Incluso el narrador llega al extremo de
poner esta constatación en los labios del mismo YHVH Dios en Gn 3,22.
Se trata de una percepción de la realidad y corresponde aquello que la
serpiente había dicho a la mujer en Gn 3,5. La correspondencia entre la
afirmación de la serpiente y la constatación de Dios lo deja claro. Según
la serpiente, Dios sabía que en el momento de comer el fruto del árbol
prohibido se les abrirían los ojos y que llegarían a ser como Dios, en
cuanto conocedores del bien y del mal:
yKi ~yhil{a/ [;dEyO yKi (Gn 3,5)
[r"w" bAj y[ed>yO ~yhil{aKe ~t,yyIh.wI ~k,ynEy[e Wxq.p.nIw> WNM,mi ~k,l.k'a] ~AyB.
El que ello no haya sido una mentira o un engaño por parte de la
serpiente queda claramente expresado con las palabras del mismo Dios,
quien constata que ello se ha verificado en verdad (Gn 3,22)31:
[r"w" bAj t[;d:l' WNM,mi dx;a;K. hy"h' ~d"a'h' !hEÜ ~yhil{a/ hw"hy> rm,aYOw:
La única precaución que cabe ahora, es evitar que “también” (~G) :
el ser humano se apropie de la inmortalidad, extendiendo su mano y
tomando el fruto del árbol de la vida (cf. Gn 3,22).
Esta afirmación de YHVH puede interpretarse como una expresión
análoga a lo dicho por Dios en el relato sacerdotal (Gn 1,26). 32 Allí Dios

31 Cf. M. ARNETH, Durch Adams Fall ist ganz verderbt… Studien zur Entstehung
der alttestamentlichen Urgeschichte (FRLANT 217), Göttingen, 2007, p. 141. La
partícula !he es demostrativa, al igual que la griega ivdou,, utilizada por la LXX. Cf.
también para el tema R. W. L. MOBERLY, «Did the serpent get it right?», en JTS N.S.
39 (1988), pp. 1-27; A. VAN DER KOOIJ, Paradise, p. 17.
32 Se ha propuesto que el relato del Edén sería un correctivo al sacerdotal. La

versión no sacerdotal precisaría y corregiría la noción de imagen divina en el


hombre de la primera. Así por ejemplo, A. SCHÜLE, Prolog, pp. 161-165; id., ›Image
of God‹, 20: “Im Unterschied und, literargeschichtlich, in kritischer
Auseinandersetzung mit Gen 1 betont Gen 2f. aber auch, worin der Mensch nicht
»nur« Gottes Ebenbild ist: in seinem Streben nach Weisheit und Unsterblichkeit
sowie in der Liebe zwischen Mann und Frau.” No convencen todos sus argumentos
y son posibles otras explicaciones. Cf. J. C. GERTZ, «The Formation of the Primeval
History», en C. EVANS / J. N. LOHR / D. L. PETERSEN (eds.), The Book of Genesis.
Composition, Reception and Interpretation, Leiden – Boston, 2012, pp. 107-136,
116-118. Con este último autor, me inclino a considerar los dos relatos como
independientes y diversos, sin que resulte evidente que el relato del Edén pretenda

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EL PECADO DE SER HOMBRES

decide solemnemente hacer al ser humano según la semejanza divina:


:
“Hagamos (hf,[]n) al ser humano a nuestra imagen (Wnmel.c;B), según .
nuestra semejanza (WnteWmd>Ki)”. Al igual que en Gn 3,22 (WNM,mi dx;a;K.), se
33
hace aquí también uso del plural. La concepción de una creación según
la semejanza divina aparece también en los versos del salmista. Frente a
la pregunta acerca de quién es el hombre (Sal 8,6), el poeta constata que
el ser humano es apenas un poco menor que los dioses o, también, que
Dios (~yhil{a/me j[;M. WhrES.x;T.).34 Al igual que en el relato sacerdotal,35 esa
condición está en cierta relación con su dominio sobre lo creado: sobre
las ovejas y bueyes, las bestias del campo, las aves del cielo y los peces
del mar (Sal 8,7-9). Según Barbiero, el relato sacerdotal constituye su
trasfondo.36
A los tres textos acomuna la idea de semejanza divina. Difieren
ciertamente en el origen de la misma. Mientras que en relato sacerdotal
de la creación y en el salmo 8 ella forma parte del plan maravilloso de
Dios, en la trama narrativa no sacerdotal del Génesis ella se debe a la
“usurpación” del hombre. Además, si en los otros textos la semejanza
divina está puesta en relación, de alguna manera, con la soberanía del
hombre sobre el resto de la creación (cf. Gn 1,26.28; Sal 8,7-9), en el
relato “prometeico” se vincula con el motivo del conocimiento del bien y
del mal, si bien la idea del dominio sobre la creación aparece cuando el

corregir al sacerdotal.
33 Cf. M. ARNETH, Durch Adams Fall, 141 n. 124; pp. 144-145. Cf. también H.
GUNKEL, Genesis, Göttingen 91977, p. 24. El plural, como es sabido, no insinúa la
Trinidad de personas como han interpretado algunos Padres sino que se trata
probablemente de un plural deliberativo. Cf. J. L. SICRE, El Pentateuco. Introducción
y textos selectos, Buenos Aires, 2004, p. 85.
34 G. BARBIERO, Il regno di JHWH e del suo Messia. Salmi scelti dal primo libro
del Salterio, Roma, 2008, p. 121 sostiene que la expresión ~yhil{a no debe /
entenderse como “dioses” en plural, sino en singular como “Dios”. Tampoco ha de
interpretarse en el sentido de ángeles, como lo ha hecho la LXX o Hb 2,7. Para ello,
.
la expresión típica es, según el exégeta italiano, “hijos de los dioses” (~yhil{a/h'-ynEb).
También F. GIUNTOLI, Genesi, p. 101 acepta que pueda traducirse en singular. El
Targum lo hace en plural, en el sentido de ángeles.
35 Sobre diversas interpretaciones de la imagen divina, cf. J. L. SICRE,
Pentateuco, pp. 85-86.
36 G. BARBIERO, Il regno, p. 123. Cf. también p. 142. Sobre las diferencias, cf.
A. SCHÜLE, Prolog, pp. 117-121.

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ADRIÁN TARANZANO

hombre recibe la misión de dar nombre a las demás creaturas (Gn 2,19-
20).
Ni en el relato sacerdotal ni en el salmo 8 aparece explícitamente la
problemática de la mortalidad del hombre. Ella es drama y patrimonio de
la segunda narración cuando YHVH pone guardia al árbol de la vida. En
la teología sacerdotal parece darse por connatural que Adán muera, tras
haber engendrado a su imagen y según su semejanza, a su primer hijo Set
–no Caín como en el relato no sacerdotal37– así como también a hijos e
hijas (Gn 5,1-5). Hay muchos textos bíblicos que dan por supuesta esa
mortalidad del hombre (Gn 15,15; 25,8; 35,29, 49,29.33; Sal 89,48-49; Jb
14,2).38 Como veremos, también el relato no sacerdotal puede entenderse
en esta forma.
El vínculo entre pecado y muerte es mucho más tardío. Muchos
autores constatan además que la interpretación de la muerte como
consecuencia de un pecado es más bien marginal en la Escritura
veterotestamentaria.39 Ello está en relación con el origen tardío del relato
no sacerdotal. No se lo utiliza para explicar la universalidad del pecado40
y parece casi desconocido para gran parte de los testimonios bíblicos: ni
la salmodia del Primer Templo ni la literatura profética alude a lo
acontecido en el relato ni se lo emplea para llamar a la conversión o para
exhortar:

37 Cf. J. L. SICRE, Pentateuco, p. 74: “Después de hablar detenidamente de Caín


y Abel, en 5,3, se da por supuesto que el primer y único hijo de Adán es Set.” Cf.
también J. C. GERTZ, Primeval History, pp. 118-124.
38 Cf. J. L. RUIZ DE LA PEÑA, La pascua de la creación (BAC Manuales 16). Madrid,
1996, p. 59, si bien el autor acentúa otros aspectos y no deja entrever
suficientemente la pluralidad de miras que conviven en la Escritura. No se puede
simplemente decir que se trate de un “progreso” de la revelación: un primer
estadio aceptaría el hecho de la muerte sin más y con el crecimiento de la
revelación se habría llegado a barruntar su causa. Más bien habría que decir que en
la Escritura conviven diversas afirmaciones sobre la realidad de la muerte.
Pretender armonizarlas sería tan factible como tratar de hacer lo mismo con los
dos relatos de la creación.
39 Lo sintetiza I. GOUS, Snakes and ladders, p. 114: “The first
misunderstanding is that Genesis 2 and 3 is a decisive text for the Bible and that it
states the premise for all that follows. To the contrary, says Brueggemann: it is an
exceedingly marginal text with no clear reference to it in the rest of the Old
Testament.” También F. GARCIA LÓPEZ, Fundamentos, p. 191.
40 Cf. T. PRÖPPER, Theologische Anthropologie, p. 932 afirma que el relato
sacerdotal no comenta el relato de la caída. Menciona solo en 6,1 la realidad del
pecado sin preocuparse del cómo.

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EL PECADO DE SER HOMBRES

“Isaías, que predicó durante casi cuatro décadas alrededor del 742-
701 a.C. podría haber dicho: ‘Ustedes no entienden, ustedes no
escuchen, precisamente como Adán –o en realidad, de Eva’. Pero no
lo hizo. En su lugar, él dijo: ‘Conoce el buey a su dueño y el asno el
pesebre de su amo, pero Israel no me conoce, mi pueblo no
discierne’ (Is 1,3).”41

La confesión de los pecados en Neh 9,16-31, compuesta


probablemente en el siglo V a. C., no contiene ninguna asociación con la
historia del jardín sino que comienza con el éxodo.42 Ello no deja de ser
significativo. J.-L. Ska sostiene que el relato de Gn 2-3 es conocido con
seguridad sólo en época tardía, más helenística que persa.43 Es en esta
época donde quizás se establezca el vínculo entre pecado y muerte,
originalmente no contenido en la lógica dramática del relato.

1.3 El conocimiento del bien y del mal


La interpretación habitual de la expresión “conocer el bien y el
mal”, de acuerdo con una precomprensión del texto aparece
meridianamente clara en una de las encíclicas más importantes sobre la
enseñanza moral de la Iglesia:

“Leemos en el libro del Génesis: «Dios impuso al hombre este


mandamiento: "De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del
árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que
comieres de él, morirás sin remedio"» (Gn 2, 16-17). Con esta
imagen, la Revelación enseña que el poder de decidir sobre el bien y
el mal no pertenece al hombre, sino sólo a Dios. El hombre es
ciertamente libre, desde el momento en que puede comprender y
acoger los mandamientos de Dios. Y posee una libertad muy amplia,
porque puede comer «de cualquier árbol del jardín». Pero esta
libertad no es ilimitada: el hombre debe detenerse ante el árbol de la
ciencia del bien y del mal, por estar llamado a aceptar la ley moral
que Dios le da. En realidad, la libertad del hombre encuentra su
verdadera y plena realización en esta aceptación. Dios, el único que
es Bueno, conoce perfectamente lo que es bueno para el hombre, y
en virtud de su mismo amor se lo propone en los mandamientos. La

41 Z. ZEVIT, Garden of Eden, p. 19. Cf. pp. 20-22.


42 Cf. Z. ZEVIT, Garden of Eden, pp. 6-7; 21.
43 Cf. J.-L. SKA, Il cantiere, pp. 24-25. Cf. también A. SCHÜLE, Prolog, p. 160 n.
429.

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ADRIÁN TARANZANO

ley de Dios, pues, no atenúa ni elimina la libertad del hombre, al


contrario, la garantiza y promueve. Pero, en contraste con lo
anterior, algunas tendencias culturales contemporáneas abogan por
determinadas orientaciones éticas, que tienen como centro de su
pensamiento un pretendido conflicto entre la libertad y la ley. Son
las doctrinas que atribuyen a cada individuo o a los grupos sociales
la facultad de decidir sobre el bien y el mal: la libertad humana
podría «crear los valores» y gozaría de una primacía sobre la verdad,
hasta el punto de que la verdad misma sería considerada una
creación de la libertad; la cual reivindicaría tal grado de autonomía
moral que prácticamente significaría su soberanía absoluta.”44

El conocimiento del bien y del mal se interpreta aquí como el


poder de decidir sobre el bien y el mal y con ello, la pretensión indebida
de soberanía absoluta por parte del ser humano. El pecado original del
hombre ha sido precisamente ese acto de rebeldía, dado que este poder de
determinar el bien y el mal pertenece sólo a Dios. Muchos comentarios
parten de este mismo supuesto.45 Sin embargo, un examen atento de la
expresión hebrea desautoriza esa interpretación preconcebida y permite
arribar a un significado diverso. No es en modo alguno evidente que el
"
verbo “conocer” ([d:y) junto con la expresión polar “bien y mal”
([r"w" bAj) tenga el sentido de “decidir” arbitrariamente sobre ellos. En el
libro del profeta Isaías se habla más bien de “llamar bien al mal y mal al
bien” ([r" bAJl;w> bAj [r:l' ~yrIm.aoh' yAh) cuando quiere recriminar esta
actitud (Is 5,20). Por el contrario, en expresiones análogas tiene una
connotación positiva: el sacerdote debe discernir entre animales y le
compete determinar si es bueno o malo ([r" !ybeW bAj !yBe !heKoh; AkyrI[/h,w>)
para que puedan ser ofrecidos a YHVH (Lv 27,14); en el discurso de

44JUAN PABLO II, Carta Encíclica Veritatis Splendor sobre algunas cuestiones
fundamentales de la enseñanza moral de la Iglesia, 6 de agosto de 1993, n. 35.
45 El comentario de la Biblia de Jerusalén de 42009 se expresa así: “Esta
«ciencia» es un privilegio que Dios se reserva y que el hombre usurpará por el
pecado, 3, 5.22. no es, pues, ni la omnisciencia, que el hombre caído no posee, ni
el discernimiento moral, que ya poseía el hombre inocente y que Dios no niega a
su criatura racional. Es la facultad de decidir uno por sí mismo lo que es bueno y lo
que es malo, y de obrar en consecuencia: una reclamación de autonomía moral,
por la que el hombre no se conforma con su condición de criatura, ver Is 5 20. El
primer pecado ha sido un atentado a la soberanía de Dios, un pecado de orgullo.
Esta rebelión se ha expresado concretamente con la transgresión de un precepto
impuesto por Dios y representado en la imagen de la fruta prohibida.” Cf. también
J. A. SAYÉS, Teología, pp. 390-391.

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EL PECADO DE SER HOMBRES

Moisés se menciona a los niños que aún no distinguen el bien y el mal


([r"w" bAj ~AYh; W[d>y"-al{ rv,a] ~k,ynEb.W) pero que serán los que entrarán en
la Tierra (Dt 1,39); cuando Barzilay se presenta ante el rey David no
quiere seguirlo a Jerusalén objetando no considerarse capaz de conocer el
bien y el mal ([r"l. bAj-!yBe [d:aeh;) a causa de su edad (2 Sm 19,36);
Salomón le pide a YHVH un corazón que escuche para poder juzgar al
pueblo y para discernir ([r"l. bAj-!yBe !ybih'l.) entre el bien y el mal (1 Re
3, 9); en el signo del Emmanuel se alude a la capacidad de aprender
(AT[.d:l >.[d:y") a rechazar el mal ([r"B' sAam') y a elegir el bien
(bAJB; rAxb') del niño que nacerá (Is 7, 15-16). En el libro del Sirácide, al
hablar de la creación del hombre, no sólo se menciona su origen de la
tierra y el designio divino de hacerlo volver allí sin que aparezca mención
alguna del pecado (Eclo 17,1-2) sino que también, se hace mención de la
imagen divina (Eclo 17,3) y en el contexto de la descripción de la
inteligencia humana (Eclo 17,6), se atribuye a Dios el haberle mostrado
el bien y el mal: evpisth,mhn sune,sewj evne,plhsen auvtou.j kai. avgaqa. kai.
kaka. u`pe,deixen auvtoi/j (Eclo 17,7).46
En todas estas expresiones el conocimiento o discernimiento del
bien y del mal es la condición deseable del ser humano47 y no cabe
establecer una diferencia entre una supuesta sabiduría legítima y otra
contraria a la voluntad divina.48 “No es una falsa sabiduría la que el

46 Las semejanzas entre el relato de Gn 2-3 y Eclo 17 han sido puestas de


manifiesto por E. OTTO, «Die Paradieserzählung Genesis 2-3. Eine nachpriestliche
Lehrerzählung in ihrem religionshistorischen Kontext», en A.A. DIESEL et al. (Hgg.),
„Jedes Ding hat seine Zeit…“. Studien zur israelitischen und altorientalischen
Weisheit. Diethelm Michel zum 65. Geburtstag (BZAW 241), Berlin – New York,
1996, pp. 167-192, 182-183, citado en A. Schüle, Prolog, p. 166. A juicio del
exégeta, el relato une pensamiento sapiencial tardío con la teología de la alianza.
Es discutible que esta teología de la alianza esté en el trasfondo del relato.
47 Cf. R. ALBERTZ, «„Ihr werdet sein wie Gott“ (Gen 3,5)», en F. CRÜSEMANN / C.
HARDMEIER / R. KESSLER (Hgg.), Was ist der Mensch…? Festschrift H. W. Wolff zum 80.
Geburtstag, München, 1992, pp. 11-27, 13; K. SCHMID, «Die Unteilbarkeit der
Weisheit. Überlegungen zur sogenannten Paradieserzählung Gen 2f. und ihrer
theologischen Tendenz», en ZAW 114 (2002), pp. 21-39, 29; A. SCHÜLE, Prolog, p.
167.
48 E. NARDONI, Género literario y teología, pp. 78-79 establece una diferencia
entre los textos que he acercado aquí: “Pero hay que distinguir dos tipos de
sabiduría: la sabiduría animada por el temor de Dios y la sabiduría de autonomía
moral. La primera era considerada como un atributo divino participable. Tres veces

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ADRIÁN TARANZANO

hombre adquiere, sino de hecho aquella que lo hace un ser semejante –al
menos en lo que concierne a la capacidad de conocer– a un Dios
(3,22).”49 De allí que se pueda suscribir la afirmación de Schüle: “Sea
cual sea el objetivo que persigue en verdad la serpiente, ella no engaña al
hombre con ninguna palabra.”50
Ello queda corroborado ulteriormente por el mismo narrador que,
hablando desde la perspectiva de la mujer, sostiene que el árbol era bueno
para alimento (lk'a]m;l. #[eh' bAj), deseable para los ojos
aWh-hw"a]t;) y atractivo para entender (lyKif.h;l. #[eh' dm'x.n<). El
(~yIn:y[el'
verbo lk;f' en hifil significa “entender”, “comprender”, “hacer sabio”51 y
la raíz aparece vinculada a la sabiduría en varios textos (p.e. Dt 32,29; 2
Cro 30,22; Neh 8,13; 9,20; Jb 34,27; 34,35; Sal 2,10; 14,2; 32,8; 53,3;

se dice del rey David que era como el ángel de Dios por su conocimiento del bien y
del mal. En dos de ellas se trata de la capacidad de David de dar la sentencia justa
y establecer el orden en una situación conflictiva (2 Sam 14:17; 19:27). En el otro
caso, se trata de un conocimiento amplísimo con una perspicacia afinadísima que
le permite al rey descubrir los trucos y engaños de sus súbditos (2 Sam 14:20).
Salomón, por su parte, pidió al Señor la sabiduría que incluía la capacidad para
distinguir el bien del mal y establecer la justicia para gobernar rectamente al
pueblo (1 Re 3,9.11). La sabiduría de David y la que pedía Salomón iban
acompañadas del temor de Dios. En cambio, la sabiduría que ofrece el árbol de la
ciencia del bien y del mal es una sabiduría de autonomía moral”. Una interpretación
semejante puede verse también en J. BLENKINSOPP, The Pentateuch. An Introduction
to the first Five Books of the Bible (Anchor Bible Reference Library), New York, p.
67, citado en A. SCHÜLE, Prolog, pp. 165-168. Sin embargo, una tal distinción no
está, a mi juicio, fundamentada en un análisis del texto y se debe más bien a la
precomprensión con la que se accede al texto bíblico. La lectura que aquí ofrezco
intenta hacer justicia a la trama del relato sin proyectarle aquello que “debería”
decir.
49A. SCHÜLE, Prolog, p. 167. Cf. también M. ARNETH, Durch Adams Fall, p. 125;
O. H. STECK, «Die Paradieserzählung. Eine Auslegung von Gen 2,4b-3,24», en id.,
Wahrnehmungen Gottes im Alten Testament (TB 70), München, 1982, pp. 9-116,
29 n. 43; R. ALBERTZ, „Ihr werdet sein wie Gott“, p. 26; E. OTTO, Paradieserzählung,
p. 175; id., «Woher weiß der Mensch um Gut und Böse? Philosophische
Annäherungen der ägyptischen und biblischen Weisheit an ein Grundproblem der
Ethik», en S. BEYERLE et al. (Hgg.), Recht und Ethos im Alten Testament – Gestalt und
Wirkung. Festschrift H. Seebass, Neukirchen-Vluyn, pp. 199, 207-231, 229; K.
SCHMID, Unteilbarkeit, p. 27.

50
A. SCHÜLE, Prolog, p. 167. De acuerdo a ello, no tienen fundamento en el
texto el análisis y las afirmaciones vertidas en T. PRÖPPER, Theologische
Anthropologie, pp. 937-938. Se mueve fuera del mundo del relato.
51
Cf. L. KÖHLER – W. BAUMGARTNER, The Hebrew and Aramaic Lexicon of the Old
Testament. Vol. 2, Leiden – Boston – Köln 2001, p. 1328. (= HALOT).

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EL PECADO DE SER HOMBRES

106,7; 119,9; Pr 1,3; 10,19; 16,23; 19,14; 21,16; Is 41,20; 44,18; Jr 3,15;
9,23; 23,5; Dn 1,4.17; 9,13.22.25; 11,33; 12,3.10; Am 5,13). Así, por la
pluma del narrador que se expresa desde la perspectiva de la mujer,
sabemos que el fruto confiere de hecho aquello que promete.
La adquisición de esta sabiduría está ligada al árbol del
conocimiento del bien y del mal. Se trata, como ya se ha mencionado, de
un motivo desconocido, pero que se vincula con otro conocido y
difundido: la búsqueda o el deseo humano de la sabiduría que pertenece a
los dioses. 52 Jaroš ejemplifica con el mito de Adapa, según el cual el dios
Ea le ha dado al primer hombre sabiduría pero no inmortalidad.53
También en la epopeya de Gilgamés se presenta el conflicto entre
sabiduría divina e inmortalidad. Enkidu alcanza sabiduría por medio de la
unión sexual con una prostituta del templo. Ella se dirige a él y reconoce
esa condición divina: “Eres sabio, Enkidu, eres como un Dios”.54 Ello,
sin embargo, implicará la muerte para Enkidu, quien por su parte
maldecirá a la prostituta por haber obrado a sabiendas.55
No considero, sin embargo, que la posterior interpretación de
Karoš tenga un apoyo suficiente en la trama de nuestro relato.56 El autor
sostiene que el hombre pretende allí su total autonomía y ello le acarrea
no solamente la muerte, sino también el fracaso más estrepitoso: en lugar
del conocimiento del bien y del mal al que aspiraba, habría llegado

52 Cf. K. JAROŠ, «Die Motive der heiligen Bäume und der Schlange in Gen 2-3»,
en ZAW 92 (1980), pp. 204-215, 206-207.
53 Cf. ANET, p. 101: “Wide understanding he had perfected for him to disclose
the designs of the land. To him he had given wisdom; eternal life he had not given
him”. Cf. también A. VAN DER KOOIJ, Paradise, p. 18 que pone en relación la sabiduría
divina con la realeza. Como ejemplo veterotestamentario menciona a David (2 Sm
14, 17.20). El autor destaca que se trata de una vinculación atestiguada en las
fuentes mesopotámicas. Sin entrar en la discusión, cabe señalar lo que podría ser
un elemento interesante: el relato del Génesis usaría así un elemento de la
simbología real pero aplicándola al ser humano. Ello podría ser análogo a lo
verificado, según algunos, en el relato sacerdotal: aplica la idea de la imagen de
Dios –que pertenece al mundo de la realeza– a todo ser humano.
54 A. HEIDEL, Gilgamesh Epic and Old Testament Parallels. Chicago – London,
1949, p. 22.
55 Cf. K. JAROŠ, Die Motive der heiligen Bäume, p. 206.
56 Cf. K. JAROŠ, Die Motive der heiligen Bäume, p. 207. El hombre comió del
fruto del árbol del bien y del mal y fue hecho sabio como Dios pero no pudo comer
del fruto del árbol de la vida para ser, además, inmortal como Dios.

X REVISTA BÍBLICA 2014 / 1 • 2


ADRIÁN TARANZANO

solamente a descubrir su indefensión, expresado en la imagen de


percatarse de la desnudez. La sabiduría, a su juicio, seguiría siendo
inalcanzable. Sin embargo, por lo dicho anteriormente, considero que el
texto del Génesis da por supuesto que el hombre sí alcanza el
conocimiento del bien y del mal deseado. Es una realidad y esa es su
condición de allí en más. Prueba de ello, a diferencia de lo sostenido por
Karoš, es precisamente el descubrirse desnudo, tras haber abierto los
ojos. El comer del fruto del árbol implica alcanzar de hecho lo que ese
árbol promete. De lo contrario, la simbología del árbol no cumpliría su
función. Si el comer del fruto del árbol no implicase el apropiarse de
aquello que su nombre designa, hubiese sido innecesario y superfluo, en
la lógica del relato, que Dios pusiese una guardia delante del árbol de la
vida para impedir que el hombre lo tome.

2. Las trágicas consecuencias de la “desobediencia”

Tras la narración de la desobediencia de Adán y de Eva (Gn 3,6),


el narrador certifica que efectivamente se les abrieron los ojos y que así
se percataron de que estaban desnudos (Gn 3,7), condición de la que no
eran conscientes y que, por tanto, no los avergonzaba (cf. Gn 2,25). En el
relato, YHVH no parece saber nada de lo ocurrido hasta que llama al
hombre y éste le confiesa su miedo y su desnudez (Gn 3,8-11). Sólo
entonces YHVH Dios descubre que han comido del fruto del árbol
prohibido: la conciencia de estar desnudos es un signo inequívoco de la
transgresión. Se les han abierto los ojos.
Durante el dramático diálogo se definen las responsabilidades: el
varón aduce que la mujer que Dios mismo le había dado para que
estuviese con él lo ha inducido (Gn 3,12) y ella, a su vez, puede atribuirlo
a la seducción de la serpiente (Gn 3,13). Giuntoli da una interpretación
moral de la sucesión de acusaciones: entiende que los versículos en
cuestión describen la lamentable cadena de des-responsabilización y de
auto-justificación que “el pecado intrínsecamente produce en quien lo ha
hecho” y de esta manera, prosigue el exégeta italiano, “el hombre adosa a
la mujer la culpa de la propia elección de haber comido del árbol a la
mujer –casi culpabilizando a Dios de habérsela puesto al lado– mientras

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EL PECADO DE SER HOMBRES

que la mujer acusa a la serpiente de haberla seducido con el engaño.”57


En realidad, antes que dar una interpretación moral, habría que tener en
cuenta aquí un aspecto narrativo: las sucesivas explicaciones narran
simplemente lo sucedido en el relato. Reproducen fielmente lo que ha
sido la trama del acontecimiento y el desenvolvimiento de los hechos.
La sentencia divina de castigo sigue el orden inverso: comienza
con la serpiente (Gn 3,14-15), sigue con la mujer (Gn 3,16) y culmina
con el varón (Gn 3,17-19). Ya no hay más diálogo sino que es Dios el
que exclusivamente hace uso de la palabra. Se trata de versículos
fundamentales, porque ellos han sido interpretados literalmente como el
castigo histórico que siguió a la desobediencia original. Esta segunda
parte del relato que narra el castigo de la transgresión de haber comido
del árbol del conocimiento del bien y del mal ha cobrado una repercusión
enorme en la interpretación a lo largo de la historia. Tomados al pie de la
letra, ellos han sido entendidos como el justo castigo por el pecado
terrible del ser humano.
Se ha sostenido que aquí el autor pretende dar una respuesta a la
cuestión de la teodicea: el mal presente en el mundo no viene de Dios ni
puede atribuirse a su mano. El mal se explicaría a partir de la
responsabilidad humana.58 Ciertamente el autor establece un vínculo en el
interior del relato entre esa “desobediencia” y los males y realidades
dolorosas que constata en la vida diaria: la serpiente que repta y su
asechanza peligrosa al linaje humano; la fatiga del embarazo, el dolor del
parto y el sometimiento de la mujer a su marido; la aridez del suelo y la
fatiga del trabajo durante toda la vida del hombre. Se trata de
experiencias verificables en la vida cotidiana para las que el autor ofrece
una respuesta llamativa: en el mito de aquella desobediencia por la cual el
hombre llega a ser como dios se halla la explicación de los dramas que
vive y que lo acompañarán hasta el día de su muerte. Ellos son el castigo
recibido por haber llegado a ser capaz de discernir y conocer el bien y el
mal, atributo originalmente divino.
Cabe aquí llamar la atención sobre un hecho: se trata de un castigo
soberanamente impuesto por Dios. La cadena de consecuencias no había
sido anunciado en el relato. Éste sólo había mencionado la amenaza de

57 Cf. F. GIUNTOLI, Genesi, p. 104.


58 Cf. T. PRÖPPER, Theologische Anthropologie, pp. 934-935.

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ADRIÁN TARANZANO

muerte súbita que, como se verá más adelante, en rigor, no se cumple. La


desobediencia no engendra de suyo estas consecuencias que se siguen en
el relato. Dado que hubiese podido ser otro o de otra manera, el castigo
no es, por tanto, una consecuencia necesaria de la transgresión sino una
imposición libre de Dios. Dicho de otra forma: el mal en sus diversas
formas se origina –intradiegéticamente hablando– en una maldición
soberana de Dios dirigida a la serpiente (hT'a; rWra') y al suelo (hm'd"a]h'
hr"Wra]) por causa del hombre (Gn 3,14.17) y en una pena infligida a la
mujer (Gn 3,16).
Por otra parte, es necesario evitar una transposición del castigo
descripto en la trama interna del relato al nivel histórico. Ello es un paso
indebido. Si la “desobediencia”, correctamente interpretada, está en
relación con la semejanza divina del hombre que el relato sacerdotal
presenta, en cambio, como querido por Dios, entonces ella no puede ser
la “causa histórica” de los males descriptos. La trama narra que las
realidades dolorosas experimentadas a diario son el castigo divino por el
pecado de ser hombre, conocedor del bien y del mal. El hombre paga
caro su condición. Algunas observaciones acerca del castigo infligido por
Dios a los diversos actores del relato ratifican esta afirmación.

2.1 El castigo a la serpiente


Dentro de la trama, YHVH se dirige en primer lugar a la serpiente.
Ella no se convierte nunca en su interlocutora ya que no hay ninguna
respuesta suya. La serpiente sólo ha hablado con la mujer. La naturaleza
del castigo infligido ratifica que la serpiente es vista exclusivamente
como una de las creaturas del mundo visible. Como ya se ha mencionado,
no es posible ver en ella alusión alguna al diablo.
Debido a la acción que ha cometido (taZO t'yfi[' yKi), ella es maldita
entre todas las bestias (hm'heB.h;-lK'mi) y entre todos los animales del
campo (hd<F'h; tY:x; lKomi) que Dios ha creado. Además del castigo de
tener que arrastrarse sobre su vientre (%lete ^n>xoG>-l[;) y tener que comer
polvo (lk;aTo rp"['w>) todos los días de su vida (Gn 3,14), Dios la condena
a la enemistad (hb'yae) con la mujer y que afectará a ambos linajes
(H['r>z: !ybeW ^[]r>z: !ybe), que se hostigarán mutuamente:
bqE[' WNp,WvT. hT'a;w> varo ^p.Wvy> aWh (Gn 3,15).

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EL PECADO DE SER HOMBRES

La traducción de este último versículo es compleja. Se trata de una


oración coordinada a nivel gramatical, que comienza con el pronombre
aWh como sujeto, referido al linaje de la mujer. A él se atribuye una
acción con el verbo @Wv en relación con la cabeza (varo) de la serpiente,
la misma acción que se atribuye a ésta, segundo sujeto, en relación con el
talón (bqE[') del linaje humano. El significado es dudoso.59 El verbo
aparece sólo un par de veces más en la Escritura (cf. Jb 9,17; Sal 139,11)
y tiene siempre una connotación negativa.
La interpretación habitual que entiende un “aplastar la cabeza de la
serpiente, mientras ésta acecha el talón”, con la cual se afirma una
superioridad del linaje humano sobre la serpiente,60 es sólo conjetural. No
puede excluirse, a mi juicio, un significado de hostigamiento recíproco:
él acechará/vigilará siempre su cabeza y ella, su talón. De esta forma se
concretiza la enemistad mencionada al inicio de la maldición. Así parece
haberlo entendido la versión de la LXX que utiliza, siguiendo la letra del
texto masorético, un mismo verbo (thre,w) para ambos casos: auvto,j sou
thrh,sei kefalh,n kai. su. thrh,seij auvtou/ pte,rnan. La versión de la
Vulgata, alejándose del hebreo, introduce dos verbos diferentes: ipsa
conteret caput tuum et tu insidiaberis calcaneo eius. Ello conlleva una
superioridad sobre la serpiente que no aparece clara, a mi juicio, en el
texto original. Se trata de una acechanza recíproca permanente –como la
adversidad del varón con el suelo mencionado después– y que no permite
vislumbrar una primacía humana. Tampoco puede verse un
“protoevangelio”61 y, mucho menos, de inspiración mariológica.62 La

59Cf. HALOT 2, pp. 1446-1447. Para algunas propuestas, cf. Z. ZEVIT, Garden
of Eden, pp. 199-201.
60En todo caso, si se tratase de una primacía humana, no sería la primacía de
un mesías, como parece haberlo sugerido –según algunos– la LXX al usar un
pronombre masculino (auvto,j) para el antecedente neutro (to, spe,rma). El texto está
lejos de pensar en términos mesiánicos. Además, tampoco es una supremacía
sobre el diablo, dado que sería impensable que fuese el linaje humano quien lo
aplasta y no Dios.
61 Se ha afirmado que la LXX, al usar un pronombre masculino en lugar del
neutro como debería ser por su antecedente, introduce una interpretación
mesiánica del texto: kai. e;cqran qh,sw avna. me,son sou kai. avna. me,son th/j gunaiko.j kai. avna.
me,son tou/ spe,rmato,j sou kai. avna. me,son tou/ spe,rmatoj auvth/j auvto,j sou thrh,sei kefalh,n kai. su.
thrh,seij auvtou/ pte,rnan.
62La interpretación mariológica se basa en una traducción errónea de la
Vulgata en la cual se vierte “ipsa” en alusión a la mujer, mientras que en el hebreo

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alusión de Rm 16,20 (o` de. qeo.j th/j eivrh,nhj suntri,yei to.n satana/n u`po.
tou.j po,daj u`mw/n evn ta,cei) a este versículo del Génesis que sugiere F.
Giuntoli,63 está lejos, a mi entender, de ser evidente. No sólo porque Dios
mismo es aquí el sujeto y no la estirpe humana como en Gn 3,15,64 sino
también porque el verbo utilizado es suntri,bw (“quebrantar”) y expresa
claramente una superioridad que el texto hebreo, en cambio, no deja
reconocer.
Si lo aquí expuesto es una interpretación plausible, entonces podría
verse en el castigo narrado una explicación del comportamiento habitual,
verificable, entre todo ser humano y la serpiente.65 En ese caso, el
contenido de la maldición divina a la serpiente no desentona de aquel de
las sentencias pronunciadas por Dios contra la mujer y el varón.

2.2 El castigo a la mujer


La sentencia proferida contra la mujer es la más breve de las tres.66
Toca fundamentalmente dos ámbitos: la maternidad y la relación con el
varón. Con una construcción enfática, YHVH Dios sentencia que
multiplicará el dolor del embarazo de la mujer:
%nErohew> %nEAbC.[i hB,r>a; hB'r>h; (Gn 3,16a).
La expresión %nErohew> %nEAbC.[i (“tu dolor y tu embarazo”) es una
endíadis. El objeto lógico que en la expresión será multiplicado por Dios

es claramente masculino y se refiere al linaje. La lectura mariológica de Ap 12 no


es en absoluto segura. De allí que resulte llamativa la afirmación de J. A. SAYÉS,
Teología, p. 360. Si es posible que Ap 12 tenga una “cierta correspondencia con Gn
3,15-16”, no se puede decir que sea en un sentido mariológico.
63 Cf. F. GIUNTOLI, Genesi, p. 105.
64 La interpretación que ve al diablo simbolizado en la serpiente y la que ve
un anuncio de su derrota se choca también con esta dificultad: en el texto hebreo
es el linaje humano –y no una figura mesiánica– el que se confronta con la
serpiente. Sería entonces el hombre mismo quien vencería al diablo.
65 Cf. Z. ZEVIT, Garden of Eden, p. 201: “The introduction of the enmity theme
in verse 15 may not arise from anything in the narrative. It may simply be tagged
onto the story to explain actual human behavior around serpents.”
66 Sobre algunos elementos de la composición de las tres sentencias y sus
diferencias, cf. M. ARNETH, Durch Adams Fall, pp. 110-117. No todo lo que allí
expone y afirma el autor es convincente.

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EL PECADO DE SER HOMBRES

es evidentemente el dolor, no el embarazo.67 Ello es ulteriormente


aclarado en la frase siguiente: ~ynIb' ydIl.Te bc,[,B. (Gn 3,16b). De esta
forma, el autor ofrece una etiología de la experiencia conocida del parto
doloroso, poniéndola en relación directa con la transgresión narrada. La
interpretación “histórica” de este elemento del relato ha llevado a excluir
el dolor del parto de María, debido al dogma católico de la inmaculada
concepción de la madre de Jesús. Dado que ella “fue preservada de la
mancha del pecado original en previsión de los méritos de Cristo” no
pudo haber experimentado ningún dolor al dar a luz a su hijo.
La segunda parte de la sentencia pronunciada por Dios afecta la
relación de la mujer con el varón: %B"-lv'm.yI aWhw> %teq'WvT. %veyai-la, (Gn
3,16c). En la narración, la mujer ha ejercido un cierto dominio sobre él al
convencerlo de comer del fruto. En este ámbito se verifica precisamente
su castigo: ahora, su pasión se dirigirá al varón (%teq'WvT. %veyai-la,w>) y
ello traerá consigo que él ejerza un dominio sobre ella (%B"-lv'm.yI aWhw>).68
Esta afirmación no deja de ser sorprendente: el autor parece considerar la

67 La LXX no vierte esta endíadis sino que utiliza dos términos que aluden al
dolor: plhqu,nwn plhqunw/ ta.j lu,paj (“penas”, “dolores”) sou kai. to.n stenagmo,n (“gemido”)
sou. Quizás para evitar la confusión que se seguiría si no se lee la construcción
hebrea como endíadis: parte del castigo sería “multiplicar el embarazo”. Ello
contradiría el mandato divino de multiplicarse. Algunos exégetas no ven la
endíadis y tienen que recurrir a otras explicaciones para superar el inconveniente.
H. GUNKEL, Genesis, Göttigen, 91977, p. 21 considera que la mención al embarazo
no concuerda bien aquí y podría ser una corrupción. La razón de ello es que la
multiplicidad de embarazos no puede ser una maldición, ya que para la mujer
antigua era una bendición. Para M. ARNETH, Durch Adams Fall, p. 99 n. 9 tiene que
ser un agregado posterior.
68 A juicio de A. SCHÜLE, Prolog, pp. 196-198 no se trata necesariamente de
un dominio. El autor matiza así la expresión. La argumentación, a nuestro juicio,
no es totalmente convincente. Parece claro que el contexto de Gn 3,16 hace que la
sumisión descripta sea vista como negativa. La equiparación con el dolor del parto
es contundente. Además de ello, el autor introduce una interesante observación, si
bien ameritaría una discusión amplia. Sostiene que Gn 3,16, leído desde Gn 4,7
implicaría una personificación del pecado como mujer. Ello sería, sin embargo, una
interpretación posterior, proyectada al pasaje de la sentencia divina a la mujer.
Una tal personificación no está ausente de la literatura sapiencial. También se
podría ver que la mujer, si bien lo lleva a la desobediencia, le confiere, no obstante,
la sabiduría. Si la relectura propuesta por Schüle del pecado como mujer fuese
correcta, habría que deducir también una consecuencia en esa relectura posterior:
Gn 3,16 sería casi un “protoevangelio” en el cual se insinuaría el dominio del varón
sobre el pecado personificado como mujer.

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sumisión de la mujer al varón como un mal, parangonable a los otros


dramas descriptos.
La expresión hq'WvT. (“ansia”, “pasión”, “deseo”) aparece sólo en
dos pasajes más en el Antiguo Testamento.69 En el diálogo con Caín (Gn
4,7), Dios le advierte que el pecado estará a su puerta y la pasión del
mismo (¿personificado?) se dirigirá a él (Atq'WvT. ^yl,aew>).70 Caín tendrá
que dominarlo (AB-lv'm.Ti hT'a;w>). El otro pasaje en que aparece la
expresión es en el canto de la esposa en el Cantar de los Cantares. Allí
ella, describe una relación contraria a la sentenciada en el Génesis:
Atq'WvT. yl;['w> ydIAdl. ynIa] (Ct 7,11).71 La pasión del varón se dirige hacia
ella.72 El contexto amoroso del Cantar de los Cantares difiere claramente
del contexto del Génesis.

2.3 El castigo al varón


Se trata de la sentencia más extensa del relato y, por la referencia a
la muerte, la que ha tenido más relevancia y repercusión en la historia de
la teología. La primera afirmación de la sentencia divina está en relación
;
con la tierra: por causa del hombre (^r<Wb[]B), por haber escuchado la voz
de la mujer en lugar de obedecer el mandato divino y haber comido del
árbol prohibido, la tierra es maldecida: hm'd"a]h' hr"Wra] (Gn 3,17). Aquí
parece recaer, en gran medida, el acento y el peso de toda la sentencia. El
contenido o las implicancias concretas de esa maldición se explican a
continuación: el hombre –suponiendo ya en los orígenes una sociedad
agrícola– deberá comer su alimento con fatiga (hN"l,k]aTo !AbC'[iB.) todos
los días de su vida (^yY<x; ymey> lKo).
La sentencia tiene semejanzas con las proferidas contra la serpiente
(Gn 3,14) y contra la mujer (Gn 3,15). La serpiente deberá comer polvo

69 Para una breve discusión, cf. Z. ZEVIT, Garden of Eden, pp. 210-211.
70 Algunos problemas filológicos de la expresión pueden verse en F. GIUNTOLI,
Genesi, pp. 112-113. Una solución atendible propone A. SCHÜLE, Prolog, p. 198.
71 Las preposiciones son distintas (la, y l[; respectivamente) pero tienen aquí
el mismo sentido. Cf. HALOT 2, p. 826.
72 Cf. A. SCHÜLE, Prolog, p. 196; G. RAVASI, Il Cantico dei Cantici. Commento e
attualizzazione, Bologna, 1992, p. 595.

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EL PECADO DE SER HOMBRES

(lk;aTo rp"['w>) también durante todos los días de su vida (^yY<x; ymey>-lK'), es
decir, mientras dure su vida. En segundo lugar, así como Dios
i
multiplicará la fatiga (!AbC'[) del embarazo de la mujer, también el varón
i
deberá experimentar lo mismo (!AbC'[) para comer, en el ámbito de su
trabajo. A continuación se precisa ulteriormente esa fatiga: la tierra le
dará espinas y abrojos (rD:r>d:w> #Aq), siéndole así hostil (Gn 3,18). La
última afirmación que el narrador pone en labios de YHVH Dios insiste
sobre la fatiga del comer a través de la idea del sudor del rostro
(^yP,a; t[;zEB.; lit: “sudor de la nariz”) hasta el fin de su vida, cuando
deberá volver a la tierra de la cual había sido tomado (Gn 3,19).
La expresión final sobre el retorno a la tierra no es objeto directo
de la sentencia sino que más bien describe el arco temporal de la
sentencia: el hombre habrá de luchar contra la hostilidad de la tierra para
comer su propio alimento –para subsistir– hasta (d[;) su retorno final a la
tierra (hm'd"a]h'-la, ^b.Wv). Ello tiene una doble fundamentación con la
conjunción yK: el hombre vuelve a la tierra porque ha sido tomado de ella
(T'x.Q"lu hN"M<mi yKi) y porque es polvo (hT'a; rp"['-yKi) deberá volver al polvo
(bWvT' rp"['-la,w>). Dicho con orden lineal, sin quiasmo de por medio:
deberá volver a la tierra y retornar al polvo porque ha sido tomada de ella
y porque no es más que polvo.
En esta frase nos encontramos con un punto fundamental del
pasaje. Para la interpretación habitual, aquí se encuentra el origen
histórico de la muerte. Así ha sido entendido ya en textos bíblicos y
paracanónicos. Con toda una larga tradición, Tomás de Aquino enseña
que el hombre “en estado de inocencia” era inmortal, si bien con una
inmortalidad diversa de aquella gloriosa.73
Como ya se ha dicho, son muchos los textos escriturísticos que dan
por supuesto “serenamente” que el hombre es polvo y por tanto, mortal.74
Recordemos que la teología sacerdotal supone que el hombre es mortal
desde su origen (cf. Gn 5,1-5). Esta condición es constitutiva del ser

73 Cf. TOMÁS DE AQUINO, Suma de Teología I, q. 97, art. 1.


74 J.-L. SKA, Il cantiere, p. 55.

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humano y no se debe a ningún pecado inicial.75 Ahora bien, el relato de


Gn 3 ¿presupone, en cambio, la idea de un hombre inmortal en los
inicios? A pesar de la larga tradición que da una respuesta positiva a esta
pregunta, un análisis detenido de la trama y del texto consiente la
respuesta contraria.76
Ya se ha mencionado que la afirmación final de Gn 3,19 no es el
objeto de la sentencia divina sino el marco temporal en el cual aquella –la
lucha contra la tierra vuelta hostil– se desenvuelve. A ello debemos
añadir un breve análisis de la amenaza divina dirigida previamente al
varón (Gn 2,17), de la aseveración de la serpiente al respecto (Gn 3,4-5) y
de los hechos ocurridos tras la desobediencia (Gn 3,7).
En la advertencia dirigida al hombre, Dios afirma la inexorabilidad
de la muerte en el día mismo en que el hombre comiere del árbol
prohibido: tWmT' tAm WNM,mi ^l.k'a] ~AyB.. La expresión “en el día” (~AyB.)
ha sido interpretada muchas veces como un inicio: a partir de entonces el
hombre comenzaría a ser mortal, sin que la muerte tuviese que verificarse
necesariamente en “ese día”.77
Sin embargo, la expresión admite otra interpretación, quizás más
plausible.78 Tanto fuera (Gn 2,2) como dentro del relato no sacerdotal
(Gn 2,4b), la frase indica un momento puntual y delimitado. Interpretada
en este sentido, la advertencia dada por Dios a Adán no implica que él

75 Cf. A. SCHÜLE, Prolog, p. 235; pp. 242-244. Tampoco el relato mitológico


de la unión de los hijos de los dioses con las hijas de los hombres parece suponer
la inmortalidad. Aquí Dios limita la vida humana a 120 años.
76 Así, por ejemplo, cf. Z. ZEVIT, Garden of Eden, p. 125; A. VAN DER KOOIJ,
Paradise, p. 19-20. La afirmación sintética de éste último es pertinente: “The idea
that man was created as a mortal being is also basic to Gen. 2-3, since he was
formed out of the ‘dust of the ground’. The difference between Mesopotamian
myths and Gen. 2-3 is that in the latter the decision that man must remain mortal,
was made for a particular reason – namely, because man had acquired divine
wisdom.” También E. NARDONI, Género literario y teología, p. 83 excluye la
inmortalidad inicial: “La respuesta, según la sentencia común de los exégetas
actuales, es negativa. Una razón es porque Adán según el relato del Génesis no
gozó del don de la inmortalidad antes del pecado. La inmortalidad no fue un bien
que la humanidad poseyó al comienzo, sino una meta que se debía alcanzar.” A mi
juicio, sin embargo, podría discutirse la afirmación según la cual la inmortalidad
era una “meta a alcanzar”. No hay nada en el relato que lo sugiera.
77 Sobre esta discusión, cf. A. VAN DER KOOIJ, Paradise, pp. 4-5.
78 No es tampoco necesario interpretar Gn 2,17b como una glosa, como hace
K. JAROŠ, Die Motive der heiligen Bäume, p. 205.

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EL PECADO DE SER HOMBRES

dejaría ser inmortal y que entonces, en algún momento experimentaría la


muerte, sino que tras comer el fruto del árbol del bien y del mal le
sobrevendría inmediatamente la muerte. Teniendo en cuenta la lógica de
la trama del relato, éste parece ser el significado más coherente. Ello
queda de manifiesto en la respuesta de la serpiente a Eva: ella le revela
que Dios sabe que el día en que ellos comieren (~k,l.k'a] ~AyB.), lejos de
morir (!WtmuT. tAm-al{), se les abrirán los ojos (~k,ynEy[e Wxq.p.nIw>). Ello es lo
que de hecho ocurre en el relato: cuando comen del fruto, se les abren
efectivamente los ojos, pero no mueren (Gn 3,7).79 Un pasaje semejante,
si bien con una trama diversa, lo pone de manifiesto: en Re 2, 37.42.46 el
rey advierte a Semei que el día en que éste saliere y cruzare el Cedrón
(!Ard>qi lx;n:-ta, T'r>b;['w> ^t.ace ~AyB.), morirá necesariamente
(tWmT' tAm). Ello es lo que ocurre efectivamente en el día en que Semei
cruza el torrente.80
Partiendo de esta interpretación, varios exégetas señalan que la
amenaza divina de muerte dada al hombre de hecho no se cumple (Gn
2,16-17).81 El problema parece haber sido percibido en la antigüedad. Así
la traducción griega de Símaco intenta resolver la dificultad: no traduce
Gn 2,17 con la LXX (h-| dV a'n h`me,ra| fa,ghte avpV auvtou/ qana,tw|
avpoqanei/sqe), sino que hace decir a la frase final que a partir de entonces
el hombre comenzará a ser mortal (qhnto,j).82 No parece ser otra la razón
de la explicación del libro de los Jubileos en la que se interpreta que
Adán murió en ese mismo día.83

79 Consecuentemente no considero sostenible la explicación de F. GIUNTOLI,


Genesi, p. 108. Para el exégeta italiano, el hombre y la mujer tienen prohibido el
acceso al árbol de la vida desde el momento de la desobediencia. A su juicio, ahí se
ve la sanción de muerte de Dios en Gn 2,16-17. Ella habría sido eludida y
disfrazada astutamente por la serpiente mediante sus palabras seductoras.
80 La interpretación propuesta por Z. ZEVIT, Garden of Eden, p. 296 n. 7 sobre
2 Sm 12,13-14 no tiene en cuenta que en este texto no aparece la expresión ~AyB. .
81 Cf. Z. ZEVIT, Garden of Eden, p. 124; 168; A. VAN DER KOOIJ, Paradise, p. 7.
82Cf. A. SALVESEN, «Symmachus in the Pentateuch» (JSSM 15), Manchester,
1991, pp. 9-10, citado en A. VAN DER KOOIJ, Paradise, p. 5.
83 Cf. J. H. CHARLESWORTH (ed.), The Old Testament Pseudoepigrapha, V. 2,
Peabody, Massachusetts, 2009. En Jub 4,30 se interpreta Gn 5,5 en relación con Sal
90,4 para resolver el problema planteado. Adán muerte a los 930 años. Le faltaron
70 para cumplir los 1000 años que, según la Escritura, son como un día. De esta

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ADRIÁN TARANZANO

Aquí podría plantearse un problema en relación con la imagen de


Dios mismo. ¿Cómo es posible que Dios amenace falsamente con un
castigo que no se cumple e, implícitamente, mienta? La “lógica” del
relato, de carácter mitológico, no contempla esta cuestión y plantearla
supone desconocer el mundo del relato. Además de ello, el texto no duda
en mostrar a un Dios “imperfecto”, que “ensaya” cuando busca una
compañía adecuada para el hombre, sin saber que sólo una mujer podría
estar a la altura de su dignidad (cf. Gn 2,18-23). El texto pretende narrar
el carácter “divino” del hombre en cuanto conocedor del bien y del mal y
lo hace a través del mito de la usurpación de un árbol prohibido. Llega a
alcanzar ese conocimiento pero no la inmortalidad, dado que Dios lo
expulsa del jardín y pone guardias frente al árbol. El relato entiende, así,
que si el hombre hubiese podido comer también del árbol de la vida,
habría podido ser también inmortal. El fruto concedería lo que promete.
Por otra parte, el problema del ocultamiento que Dios hace al hombre del
conocimiento del bien y del mal que supone el relato, no plantea mayores
problemas que el de un Dios que, por una falta histórica, castiga tan
gravemente al hombre y al mundo entero. Esa sería una imagen
ciertamente más terrible de Dios.
En la trama del relato, la amenaza de muerte tiene simplemente
como función el mantener al hombre lejos del árbol del conocimiento del
bien y del mal.84 Además, un motivo semejante es conocido en la teología
mesopotámica en relación con la vida: el héroe Adapa se niega a comer
del pan de vida y a beber del agua de la vida porque el dios Ea le ha
susurrado que estaban envenenados.85 Ello era, en realidad, falso y Adapa
habría podido alcanzar de hecho el don de la inmortalidad.86 Es decir, el
dios Ea le ha mentido para impedir que él se apropie de algo considerado
indebido. Algo análogo ocurre con Aqhat que rechaza el don de la
inmortalidad que le ofrece la diosa Anat.87 Se puede concluir con Schüle:
el obrar de YHVH no es el del Dios deuteronomista de la alianza sino

manera, Adán muere en ese día. Cf. también A. VAN DER KOOIJ, Paradise, p. 6; Z.
ZEVIT, Garden of Eden, p. 124.
84 Cf. A. SCHÜLE, Prolog, p. 167.
85 Cf. ANET 102; K. JAROŠ, Die Motive der heiligen Bäume, p. 206; A. SCHÜLE,
Prolog, p. 168.
86 Cf. F. GIUNTOLI, Genesi, p. 108.
87 Cf. A. SCHÜLE, Prolog, p. 168.

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EL PECADO DE SER HOMBRES

que, en el marco del relato, sigue el plan estratégico de impedir que el


hombre coma del árbol del conocimiento.88
Para el relato, el varón y la mujer han sido creados sin la capacidad
de conocer el bien y el mal y sin la inmortalidad. A través de una
usurpación logran apropiarse de la primera pero no de la segunda. El
hombre ha llegado a ser como Dios solamente por lo que respecta al
conocimiento del bien y del mal, pero no en lo que atañe a la
inmortalidad. YHVH Dios ha logrado solamente privarlo de ésta última.
Dios, ahora prevenido, impide que extienda su mano hacia el árbol de la
vida a través de la expulsión del jardín y de la guardia de los querubines
(Gn 3,22-24). Así se explica la paradoja del ser humano: es “divino” en
cuanto al conocimiento pero, a pesar de ello, es mortal.
Puesto que la adquisición de la condición que tiene ha sido
explicada a través de la trama de una usurpación, el autor puede vincular
esa falta de la trama con otras experiencias dramáticas de vida humana
que encuentra a diario. No se contiene en el pasaje, por tanto, una
etiología del pecado original en cuanto tal, entendido como una causa
histórica.

2.4 La recepción posterior del relato


Espigo aquí algunos testimonios importantes de la recepción del
texto, sin pretensión de exhaustividad. En primer lugar, hay que señalar
que si bien no es una lectura única, la interpretación de la muerte como
consecuencia del pecado de Adán –y no como hecho natural– se deja
rastrear en algunos textos tardíos.89 En Henoc 69,11 el hombre es
considerado inmortal como los ángeles y Sab 2,23 enseña que fue creado
en inmortalidad (evpV avfqarsi,a) y la imagen divina es interpretada como
imagen de su eternidad (eivko,na th/j ivdi,aj avi?dio,thtoj). Ello no significa
necesariamente que estos textos afirmen también la herencia inapelable
de un pecado original, transmitido por generación. Si hay textos que lo
sostienen (4 Esd 3,26; 7,118),90 no es una concepción generalizada:

88Cf. A. SCHÜLE, Prolog, p. 168. Para el autor, la argumentación de H. GUNKEL,


Genesis, p. 10-11 sigue siendo de referencia.
89 Cf. A. VAN DER KOOIJ, Paradise, p. 5; F. GIUNTOLI, Genesi, p. 109.
90 Cf. U. WILCKENS, Der Brief an die Römer (EKK), pp. 311-312. Cf. no obstante
4 Esd 4,20-26, citado en A. PITTA, Lettera ai Romani. Nuova versione, introduzione
e commento, Milano, 22001, p. 241.

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ADRIÁN TARANZANO

“Adán no es la causa sino solamente para sí mismo pero cada uno de


nosotros se ha convertido en nuestro propio Adán” (Ap Bar 54,19).91
Tampoco en los textos de Qumrán en los cuales se habla de Adán hay
una relación directa con el origen del pecado.92
En el Nuevo Testamento no nos encontramos sino con pocas
alusiones al relato, especialmente en la teología paulina. Con la
mentalidad de su época,93 Pablo interpreta probablemente94 a Adán como
sujeto histórico y presenta la muerte como consecuencia del pecado de
Adán: diV e`no.j avnqrw,pou h` a`marti,a eivj to.n ko,smon eivsh/lqen kai. dia.
th/j a`marti,aj o` qa,natoj (Rm 5,12; cf. también 1 Co 15,21-22). En este
pasaje de la Carta a los Romanos, el apóstol no se atiene estrictamente a
todo el texto del Génesis: no menciona a Eva o a la serpiente sino sola y
exclusivamente a Adán.95 Ello se debe a que establece una sygkrisis96 con
Cristo: por un hombre entró el pecado y la muerte, por un hombre

91 Texto tomado de J. CHARLESWORTH (ed.), The Old Tetament Pseudepigrapha.


Apocalyptic Literature and Testaments. V. 1, Peabody, Massachusetts, 2009, p.
640; cf. también U. WILCKENS, Römer, p. 312 n. 1028.
92 Cf. R. PENNA, Lettera ai Romani. Introduzione, versione, commento,
Bologna, 2010, p. 371
93 Sobre el trasfondo judío de la figura de Adán, cf. M. GARCÍA CORDERO, «La
doctrina paulina sobre el «pecado original» en el entorno de la teología judía
intertestamental», en CiTom 121 (1994), pp. 235-278; J. R. LEVISON, «Portraits of
Adam in Early Judaism. From Sirach to 2 Baruch» (JSP SS 1), Sheffield, 1988; T.H.
TOBIN, «The Jewish Context of Rm 5:12-14», en StudPhilAnn 13 (2001), pp. 159-
175.
94 Cf. no obstante la aseveración de J. D. G. DUNN, The Theology of Paul the
Apostle, Grand Rapids, Michigan – Cambridge, U.K., p. 94: “Whether Paul also
thought of Adam as a historical individual and of a historical act of disobedience is
less clear. Philo should remind us that the ancients were more alert to the diversity
of literary genres than we usually give them credit for.”
95 En este contexto, es interesante recordar la interpretación tomista: dado
que la mujer no engendra sino que ofrece la materia para que el varón lo haga, si
sólo hubiese pecado Eva el pecado no se habría transmitido a todos los hombres.
Cf. TOMÁS DE AQUINO, Suma de Teología I-II q. 81 art. 5; cf. I q. 92, art. 1. Para el
doctor común la culpa de Eva es mucho más grave que la de Adán, a menos que se
considere la condición de las personas y, en ese caso, dado que el varón es más
perfecto que la mujer, su pecado es más grave. Cf. Suma de Teología, II-II q. 163,
art. 4. Asimismo cf. O. H. PESCH, Katholische Dogmatik aus ökumenischer
Erfahrung. Bd.1. 1/2. Die Geschichte der Menschen mit Gott, Ostfildern, 2008, p.
42.
96 Cf. R. PENNA, Romani, pp. 365-367.

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EL PECADO DE SER HOMBRES

también la redención y la vida.97 Sin esta selección de solo un personaje


del relato, no cerraría su razonamiento.98
En su argumentación Pablo establece una relación entre la
transgresión de Adán y la muerte y el pecado (cf. Rm 5,12.19), sin
detenerse a “precisar como eventualmente se transmita el pecado de
Adán”.99 De allí que no pueda afirmarse sin más que Pablo sea el creador
de la doctrina del pecado original, transmitido por generación, si bien
algunos se la atribuyen.100
Para esta interpretación ha sido decisiva la frase evfV w-| pa,ntej
h[marton en Rm 5,12, traducida por la Vulgata como “in quo omnes
peccaverunt” y que fue retomada luego por Agustín de Hipona. El obispo
africano interpreta el “in quo” como referido a Adán: todos hemos
pecado en él.101 También el Concilio de Trento sigue esta traducción de la
Vulgata.102 Según R. Penna los Padres griegos, en cambio, han leído aquí
una afirmación, no del pecado de Adán, sino de los pecados personales
de todos los hombres.103

97 En la literatura judía hay también un paralelismo contrapuesto entre Adán y


Noé, segundo principio de la generación de los hombres, si bien no hay salvación
para los pecadores. Cf. FILÓN, Vit Mos 2,60. Algunas otras citas pueden verse en U.
WILCEKNS, Römer, p. 312 n. 1030.
98 Cf. R. PENNA, Romani, pp. 370-371.
99 Cf. R. PENNA, Romani, p. 378. Cf. también J. D. G. DUNN, Theology of Paul,
pp. 95-96.
100 Cf. J. A. SAYÉS, Teología, p. 379.
101 Cf. AGUSTÍN DE HIPONA, De peccatorum meritis et remissione 1,10,11; J. A.
FITZMYER, «The consecutive meaning of evfV w-| in Romans 5:12», en NTS 39 (1993),
pp. 321-339, 322-323; U. WICKELNS, Römer, p. 316; A. PITTA, Lettera ai romani, p.
233; O. H. PESCH, Dogmatik, pp. 40-41. Esta exégesis ha sido dominante. Cf. L.
SCHEFFCZYK, «Urstand, Fall und Erbstünde. Von der Schrift bis Augustinus» en M.
Schmaus et al. (Hgg.), Handbuch der Dogmengeschichte. Bd. II. 3. a., Freiburg i. Br.
- Basel – Wien, 1982, p. 213. G. L. MÜLLER, Katholische Dogmatik für Studium und
Praxis der Theologie, Freiburg i. Br. Basel – Wien, 2001, p. 137 interpreta, a juicio
de Pesch, de manera atenuante.
102 Cf. R. PENNA, Romani, p. 376.
103 Cf. R. PENNA, Romani, p. 376.

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ADRIÁN TARANZANO

Salvo la seguida por la Vulgata, la expresión evfV w-| admite varias


posibilidades de interpretación.104 Entendida en sentido causal, la
argumentación paulina constata aquí que todos de hecho han pecado.105
Se trata de una universalidad del pecado que difiere claramente de la
concepción judía.106 En ello puede considerarse como análoga la
argumentación de Rm 1,18-3,20: tanto judíos como griegos han pecado y
se hallan privados de la gracia de Dios y, por consiguiente, todos están
todos igualmente necesitados de la redención en Cristo.107 Es aquí donde
recae el peso de toda la argumentación paulina y el sentido último del
paralelismo: existe una necesidad universal de redención y esa salvación
ha entrado definitivamente con Cristo. Hay una asimetría radical entre el
pecado de Adán y la gracia de Cristo (Rm 5,12-21).

3. Consideraciones finales

Ahora bien, ¿dónde y cómo queda la doctrina sobre el “pecado


original’? ¿Cómo decir una palabra sobre esta cuestión importante no
sólo de la antropología sino de la soteriología? Desde hace tiempo la
interpretación tradicional de la doctrina del pecado original ha sido
fuertemente cuestionada y debatida. “La teología del pecado original es
sin duda uno de los temas donde la tensión entre verdad e historia han
suscitado los debates más encendidos”.108 No es posible aquí entrar en un

104 Cf. R. PENNA, Romani, pp. 375-377. Una exposición de las


interpretaciones a lo largo de la historia puede verse en J. A. FITZMYER, «The
consecutive meaning of evfV w-|», pp. 323-328.
105 J. A. FITZMYER, «The consecutive meaning of evfV w-|», p. 339 ha propuesto,
en lugar del significado causal, una interpretación consecutiva. Siguiendo esta
interpretación, se puede ver una suerte de doble causalidad, la de Adán y la de los
hombres: “Thus Paul in v. 12 would be ascribing death and human sinfulness to
two causes, not unrelated: to Adam and to the conduct of all human beings. The
fate of sinful humanity ultimately rests on what its head, Adam, has done to it: the
primary causality for its sinful and mortal condition is ascribed to him, but a
secondary resultant causality is attributed to the sinful conduct of all human
beings.”
106 Cf. U. WICKELNS, Römer, pp. 312-313; O. H. PESCH, Dogmatik, p. 39.
107 También A. PITTA, Lettera ai romani. p. 234 y R. PENNA, Romani, p. 368
sostienen esta relación.
108D. BIJU-DUVAL, «La traduzione di Rm 5,12-14», en RivBibIt XXXVIII (1990),
pp. 353-373, 353.

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EL PECADO DE SER HOMBRES

tratamiento pormenorizado de todas las cuestiones, sino que tan solo


querría ofrecer algunas consideraciones finales sintéticas, todas ellas
discutibles y necesarias de discusión.
En primer lugar, hay que decir que no se puede interpretar el texto
de Gn 3 como la revelación de una falta personal, histórica en los albores
de la creación. Nunca hubo una transgresión personal histórica que haya
engendrado la condición pecaminosa del ser humano y que, a su vez,
haya traído como consecuencia la muerte de la humanidad, creada
originalmente inmortal. El relato no pretende ofrecer una etiología
histórica del pecado o una exposición del origen de la muerte. Todo lo
dicho anteriormente permite afirmar que no es un relato sobre el “pecado
original” que se transmite a la humanidad. Gn 3 no presenta una etiología
del pecado sino que da una explicación del ser del hombre. El texto
explica cómo éste es imagen y semejanza de Dios. Lo hace desde otra
interpretación: no se lo atribuye a Dios como el primer relato sacerdotal,
sino que lo relaciona con una usurpación. A pesar de esta condición de
semejanza divina, el autor se confronta con una contradicción: el hombre
es mortal. El autor ha dado una respuesta: ello se debe a que el hombre
sólo ha podido usurpar el fruto del conocimiento del bien y del mal, pero
no el de la vida. Vuelve al polvo del que ha sido tomado, por más que sea
como un Dios. El “pecado original” del hombre no es más que ser
precisamente hombre.
Por otra parte, una interpretación histórica del relato tendría que
suponer en el hombre primitivo una madurez y una conciencia
extraordinarias para poder cometer libremente una transgresión de una
envergadura tal que fuese capaz de condenar a toda la humanidad. Una
madurez semejante contrasta con los acercamientos de la
paleoantropología y con los conocimientos sobre la evolución del ser
humano: como bien dice Pesch, el límite de diferenciación entre el
homínide y el homo erectus son más que difusos.109 No cabría imaginar
esta conciencia madura capaz de una transgresión radical en el homo
erectus, habilis o sapiens.
Además, si se afirma, siguiendo la interpretación habitual del texto,
que la muerte es una consecuencia del pecado cometido en los orígenes,
al menos habría que tomar al pie de la letra los otros elementos del relato

109 Cf. O. H. PESCH, Dogmatik, p. 45.

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ADRIÁN TARANZANO

y afirmar que también serían consecuencias la enemistad entre la


serpiente y el linaje humano como así también su arrastrarse por el suelo.
No habría razón suficiente para seleccionar en un mismo texto lo que
debe tomarse al pie de la letra y lo que no. Por lo mismo, considerar Gn 3
como el origen histórico del pecado o de la muerte sería tan verosímil
como interpretar en Gn 11,1-9 el origen histórico de la diversidad de
lenguas.
A este punto, cabe hacer una precisión importante. Negar el
“pecado” original no significa negar la realidad de la manifiesta
inclinación al mal ínsita en el corazón del hombre (cf. Mc 7,20) y que lo
hace radicalmente necesitado de perdón y de salvación. Se puede
ciertamente discutir sobre la doctrina del pecado original, las diferentes
formas de interpretación y sus respectivos presupuestos. No se puede
discutir aquello que es el corazón de la cuestión: la absoluta necesidad de
Cristo.110 Contradiciendo a Sayés: se puede cuestionar “la hondura del
pecado original” –entendido como una falta histórica cometida por la
humanidad en los inicios y transmitida por herencia– sin atentar contra el
misterio de Cristo.111 Las Iglesias Ortodoxas –el otro pulmón con que
respira el cristianismo –no dudan del carácter universal de la caída en
culpa de la humanidad pero no se han apropiado nunca de la doctrina del
pecado original tal como se ha formulado en el Occidente.112 Además, si
no se hace un “redondeo canónico” que pase por alto la diversidad no
armonizable contenida en la Escritura, entonces es posible encontrar
también otras “explicaciones” del mal en el hombre y en mundo. Esta
diversidad de miras hace ver lo cuestionable que puede ser elegir solo
una explicación posible: tanto el relato sacerdotal (Gn 6,12) como el no
sacerdotal del diluvio (Gn 6,5) se limitan a constatar que el mal se
multiplica;113 otro texto no sacerdotal parece desconocer el relato de Gn 3
y, lejos de afirmar que hay un pecado que se hereda con la concepción,
afirma que la inclinación del corazón del hombre es mala desde su

110 Cf. O. H. PESCH, Dogmatik, pp. 38-40.


111 Cf. J. A. SAYÉS, Teología, p. 379.
112 Cf. O. H. PESCH, Dogmatik, p. 44.
113 Sobre los dos relatos, cf. A. SCHÜLE, Prolog, pp. 247-254; J.-L. SKA,
Introduction to Reading the Pentateuch, Winona Lake, Indiana, 2006, pp. 60-65.

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EL PECADO DE SER HOMBRES

juventud: wyr"[uN>mi [r: ~d"a'h' ble rc,yE (Gn 8,21).114 No falta tampoco un
relato mitológico en el cual se insinúa que el mal está vinculado al
comercio carnal entre los hijos de los dioses y las hijas de los hombres
(Gn 6,1-2). Cabe asimismo notar que en los textos hay personajes
agradables a Dios, como Abel, Noé y Abraham, que no parecen afectados
por un “pecado original”.115
Es necesario, por tanto, un abordaje nuevo de la cuestión y ello
supone también encontrar un lenguaje adecuado. En este sentido,
considero que más que de “pecado original” –culpa heredada por un
pecado personal histórico y que se borra con el sacramento bautismo–
habría que hablar mejor de una condición innata, de una inclinación al
mal que divide profundamente al hombre, un instinto agresivo que lo
puede llevar a enfrentarse a Dios y a convertirse en lupus de su hermano.
Se trata de una condición “heredada” por el hecho de ser hombres, no por
una culpa cometida en los orígenes de la historia. Esta condición se actúa
a lo largo de la vida humana. Ello supone la libertad del hombre que
actualiza de diversos modos y grados esa potencialidad. Se trata de una
condición que acompaña al hombre mientras viva. Se trata de una
condición cuyo origen no es susceptible de explicación última ni puede
ser respondido, como ya se ha dicho, con una interpretación literal,
histórica de la trama mitológica de Gn 3. En este sentido, sería preferible

114 J.-L. SKA, «Gn 1-11: un testo sacerdotale e i suoi complementi», en E.


MANICARDI / L. MAZZINGHI (a cura di), Genesi 1-11 e le sue interpretazioni canoniche:
Un caso di teologia biblica. XLI Settimana Biblica Nazionale (Roma, 6-10 Settembre
2010), Bologna, 2012, pp. 49-74, 53-54 constata con varios exégetas la
diversidad que contienen los textos no sacerdotales de Gn 1-11. Sobre el texto
arriba indicado, cabe destacar que el relato del diluvio, como afirma el exégeta
belga, no contiene ninguna relación con los relatos anteriores y en él no hay
mención de la culpa de Adán y Eva o del asesinato de Abel.
115 Algunas afirmaciones de E. NARDONI, Género literario y teología, p. 83, son
aquí pertinentes: “Nunca más maldeciré la tierra por causa del hombre, pues desde
su infancia la inclinación (yëºcer) del corazón humano va hacia el mal. Ni volveré más
a destruir a todo ser viviente como acabo de hacerlo" (Gén 8,21). Según esta
afirmación, la inclinación hacia el mal, que está en el corazón humano, influye en la
decisión moral desde el primer momento del uso de razón. Esto lo dice ahora de la
nueva humanidad que desciende de Noé, el hombre justo y sin mancha que obtuvo
el favor divino (Gén 6,8-9). Pero al referirse a la mala inclinación, Dios no hace la
mínima insinuación de que ella haya sido introducida por el pecado de Adán.
Parece más bien que nace con cada hombre y se transmite de generación en
generación porque es parte del ser humano, cuya libertad creada tiene la tendencia
a la propia afirmación con pretensiones divinas.”

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ADRIÁN TARANZANO

no explicarlo antes que explicarlo mal o hacerlo de una manera que


suscita más dificultades de las que resuelve. No hace falta mencionar aquí
la extrañeza que la doctrina tradicional provoca con razón en los oídos
contemporáneos.
Ello trae aparejado sin duda un problema con respecto a la imagen
de Dios: ¿cómo es posible que él haya creado un ser imperfecto, falible e
inclinado al mal? ¿es coherente con la constatación del relato sacerdotal
que ve la creación como “buena” (Gn 1,31)? La dificultad es real y no se
puede minimizar. Pero no es más ni menos compleja que el problema de
la teodicea y la pregunta acerca del porqué del mal y del sufrimiento en el
mundo. El problema del origen del mal en el corazón humano debe ser
tratado, a mi juicio, como el capítulo antropológico del problema más
amplio de la teodicea. Los límites infranqueables para responder a ésta
son análogos a aquellos con que nos topamos cuando se intenta abordar
la problemática de la inclinación al mal en el ser humano. Además, este
abordaje desde la teodicea impide caer en la conclusión tan simplista
como injustificada de que todo el mal que deforma el mundo se debe
exclusivamente a la responsabilidad humana.116 Una tal teología es
semejante a aquella de los sabios amigos de Job que intentan disculpar a
Dios a toda costa (Jb 34,1-37; 42,7-9). No es posible sostener que todas
las ramificaciones del mal y del dolor que desarzonan al hombre y que
deforman escandalosamente el mundo sean explicables a partir de una
falta original, nacida de la responsabilidad humana: ¿qué pecado
histórico habría podido ser tan terrible y radical como para sumir en la
condena del dolor, de la muerte y del desastre extremos a la humanidad y
al cosmos?
Si bien con lo que sigue el problema no se resuelve en modo
alguno, es importante llamar aquí la atención sobre un hecho
fundamental: la creación –y especialmente la creación del hombre– no es
un hecho “cerrado” y “acabado” en sí mismo. La creación tiene desde el
inicio vocación pleromatológica. Está pensada en el dinamismo de una
peregrinación hacia una plenitud sin sombras que solo se puede alcanzar
en la consumación definitiva. Pretender una condición humana sin esa
división inherente a su condición de sujeto histórico, libre y limitado
podría implicar sutilmente la pretensión, en los inicios, del hombre

116 Éste parece ser el acento puesto por T. PRÖPPER, Theologische


Anthropologie, pp. 934-935, según el cual el mal es históricamente explicable a
partir de la libertad del hombre.

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EL PECADO DE SER HOMBRES

pleromatológico. Dada esta condición real, el ser humano necesita


constitutivamente de la gracia, cuya manifestación suprema se encuentra
irrevocablemente en Jesús, el Cristo muerto y resucitado.
Todo lo dicho roza, como es de esperar, la comprensión del
bautismo y su efecto de “borrar la mancha del pecado original”.117 Esta
cancelación de la mancha del pecado original es entendida como
condición sine qua non para alcanzar la salvación. De allí que, por
ejemplo, el segundo Concilio de Lyon (DH 858) y el Concilio de
Florencia (DH 1306) enseñan que quienes mueren tan solo con el pecado
original son precipitados al infierno. Cabría revisar la clara división
tradicional entre una “culpa” perdonada –una recreación a nivel
ontológico– y la concupiscencia a la que el ser humano continúa expuesto
durante toda su vida.118
El bautismo, estrictamente hablando, no puede borrar la herencia
de una “culpa” que sólo existió en la trama de un relato mitológico y que
nunca fue cometida por un sujeto histórico en los inicios de la
humanidad. Por la fe y el bautismo, el discípulo creyente se injerta
realmente en el acontecimiento de gracia realizado en Jesús, el Cristo y es
verdaderamente “lavado, santificado y justificado” (cf. 1 Co 6,11). En
este pasaje, no se trata del lavado de una naturaleza caída, considerada de
manera abstracta, sino de la vida de idolatría e impureza vividas en otros
tiempos: “tales fueron algunos de ustedes” (cf. 1 Co 6,9-11). En la
enseñanza paulina el perdón y la justificación nunca están referidos a una
naturaleza caída abstracta, sino a los pecados personales libremente
cometidos, actualizando así libremente esa inclinación ínsita en el
corazón: pa,ntej ga.r h[marton kai. u`sterou/ntai th/j do,xhj tou/ qeou (Rm
3,23) y siendo así su propio Adán: evfV w-| pa,ntej h[marton (Rm 5,12).
Se trata de un perdón real –no una mera sanción extrínseca– que
transforma la vida del creyente por la presencia del Espíritu, pero que sin
embargo deja subsistir esa íntima división con la cual tendrá que luchar
durante todo su camino de seguimiento de Jesús, el Cristo. Ahora bien, la
forma en que Dios nos perdona y nos ha perdonado en su Hijo puede

117 Cf. Ritual Romano, Sacramento del bautismo, n. 46.


118 La cuestión de la concupiscencia ya había ocupado a grandes teólogos
desde hace tiempo. Cf. K. RAHNER, «Zum theologischen Begriff der Konkupiszenz»,
en: Schriften zur Theologie, Bd. I, pp. 377-414.

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entenderse de manera análoga a lo que se da entre las relaciones


humanas. Así como el perdón en las relaciones humanas no crea una
nueva situación ontológica estática, sino una nueva situación relacional,
también en relación con Dios y en el proceso de justificación. Ello
supone no entender la gracia necesariamente como una cualificación
interior del alma.119 Ciertamente hay un perdón real que cambia
radicalmente la vida.
En este sentido y en este contexto, sería necesario también rever la
cuestión del “extrinsecismo” del simul iustus et pecator luterano.120 No
faltan esfuerzos teológicos por sacarlo de la teología de controversia y
contextualizarlo mejor.121 La cuestión ha sido siempre como el
documento de identidad confesional. No obstante, si bien siempre se han
marcado claramente las diferencias entre los dos universos
conceptuales,122 una comprensión renovada de la cuestión podría acercar
la expresión de M. Lutero a lo que la Iglesia entendió –desde otros
presupuestos– como la concupiscencia remanente, una vez “borrada la
culpa”.
Podemos decir: hay un perdón real –un perdón performativo– pero
ello, sin embargo, no erradica todavía la propensión al mal y ella se
actualiza no excepcionalmente en “el hombre nuevo” y, muchas veces, de
manera escandalosa. Esa realidad no puede dejar intacta la interpretación
tradicional. En gran medida, lo que intento expresar aquí lo dice O.

119Cf. O. H. PESCH, Dogmatik, p. 53; id., Hinführung zu Luther, Mainz, 2004,


pp. 212-226.
120 La enseñanza católica siempre ha insistido en el carácter inherente de la
gracia, descartando una mera imputación extrínseca. Para una presentación sucinta
de la cuestión, cf. V. M. FERNÁNDEZ, La gracia y la vida entera. Dimensiones de la
amistad con Dios, Buenos Aires, 2003, p. 137. Lo arriba dicho intenta lograr una
mirada no maniquea de la cuestión, en la cual las alternativas son radicales:
intrínseco o extrínseco.
121 Cf. T. SÖDING, «Der Mensch im Widerspruch (Röm 7)», en F. W. HORN (Hg.),
Paulus Handbuch, Tübingen, 2013, pp. 371-374, 371; id., «Die Rechtfertigung der
Sünder und die Sünden der Gerechtfertigten. Anmerkungen zum Streit um »simul
iutus et peccator« im Lichte paulinischer Theologie», en: T. SCHNEIDER / G. WENZ
(Hg.): Gerecht und Sünder zugleich? Ökumenische Klärungen (Dialog der Kirchen
11), Freiburg – Göttingen, 2001, pp. 30-81. Cf. la crítica de este texto en S.
HAGENOW, Heilige Gemeinde, sündige Christen. Zum Umgang mit
postkonversionaler Sünde bei Paulus und in weiteren Texten des Urchristentums,
Tübingen, 2011, p. 22.
122 Cf. O. H. PESCH, Dogmatik, p. 37

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EL PECADO DE SER HOMBRES

Pesch, en pocas palabras: “El hombre no tiene sólo una inclinación al


pecado, él está como hombre (aún) determinado por el pecado y
evidentemente la gracia pensada como renovación interior no suprime
este estado de cosas.”123 Aquí cabría pensar y reflexionar acerca de la
justificación y santificación no como un evento puntual, instantáneo124
sino ante todo el inicio de un proceso que culminará recién en el cara a
cara (cf. Rm 5,9-10.19).
Caben, finalmente, unas breves palabras sobre el problema de la
salvación de los niños que mueren sin bautismo. No entro aquí en la
cuestión del bautismo de niños en sí, debatida ya desde Tertuliano.125
¿Cómo plantear, después de todo lo dicho, esta cuestión? El magisterio
de la Iglesia ha ido evolucionando en la comprensión del tema.
Tradicionalmente, afirmar la absoluta necesidad de la gracia y del
bautismo condujo a excluir de la salvación a los niños sin razón y sin
bautismo, a crearles un limbo o un cielo morigerado o, más
recientemente, a esperar su salvación. La esperanza de la salvación de
aquellos que mueren sin el bautismo se fundamenta en la voluntad
salvífica universal de Dios y en su misericordia.126
A mi juicio, en este planteo no siempre se tiene en cuenta que ya la
mera cuestión de dudar de que los niños sin razón y sin bautismo puedan
alcanzar la salvación –o sostener que el limbo “continúa siendo una
opinión teológica posible”127– amerita una profunda discusión. En primer
lugar, en ninguna parte de la Escritura se afirma que una condición
heredada de pecado no actuada personalmente (como la de un niño sin
uso de razón) sea suficiente para poner en riesgo la salvación o, menos
aún, que determine la condenación. Cuando Agustín llega a esta
conclusión no está sacando las consecuencias implícitas del dato revelado
sino interpretando con sus propios lentes y desde presupuestos propios.
No existe nunca un “sacar a la luz lo contenido in nuce” sin un sujeto que

123 O. H. PESCH, Dogmatik, p. 54.


124 Así se lo ha concebido tradicionalmente. Cf. por ejemplo, TOMÁS DE
AQUINO, Suma de Teología I-II 113,8. Sobre la cuestión son importantes las
afirmaciones sintéticas de O. H. PESCH, Dogmatik, p. 53.
125 Cf. TERTULIANO, De baptismo 18. Cf. también De anima 41.
126 Cf. COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL, La esperanza de salvación para los
niños que mueren sin bautismo, 19 de enero de 2007.
127 Cf. ibid., n. 41.

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ADRIÁN TARANZANO

interviene con su forma mentis y su bagaje hermenéutico. Ello determina


también las conexiones “lógicas” que establece entre los datos y
condiciona las conclusiones que extrae.
Pero por otra parte, la posibilidad de condenación o, incluso
también, una simple esperanza de salvación, desconoce lo que es una
afirmación central del Nuevo Testamento: el mundo ha sido redimido. A.
Pitta ha puesto de manifiesto que, por ejemplo, en el paralelismo de Rm 5
entre Adán y Cristo, la supremacía absoluta está en el acontecimiento
salvífico.128 Es éste el corazón del mensaje del texto. Por ello, la
consecuencia que se seguiría es más que grave: si en iguales condiciones
–sin uso de razón– corre riesgo la salvación de un niño que muere sin
bautismo, entonces se sigue que la herencia adamítica tiene de hecho más
fuerza que el acontecimiento de gracia ya dado irrevocablemente en
Cristo. Todo hombre nace con una herencia que lo ata y que lo atrae
hacia el mal pero a la vez nace ya en una situación real de gracia
alcanzada por Jesús, el Cristo muerto y resucitado. No nacemos en una
situación de enemistad radical con Dios. Es posible contradecir y
rechazar libremente ese acontecimiento salvífico y sustraerse de él, pero
para ello es necesario el ejercicio deliberado de la libertad, caso que no es
el de un niño sin razón. Si en una situación previa a la libertad personal,
el “pecado original” tiene más peso, entonces la redención de Cristo no
tiene ya la absoluta primacía. La situación de pecado es, así, dominante:
es la ley, mientras que la redención se convierte en la excepción. Dejaría
entonces de tener validez el postulado paulino: ou- de. evpleo,nasen h`
a`marti,a( u`pereperi,sseusen h` ca,rij (Rm 5,20).
Ello no supone en modo alguno afirmar que los niños que mueren
sin bautismo puedan prescindir de la gracia de Jesús, el Cristo. Todo lo
contrario: su salvación se fundamenta precisamente en el acontecimiento
central que proclama el Nuevo Testamento. Además, entender la
salvación exclusivamente en relación al pecado es una interpretación más
que reductiva y unilateral. Todo hombre necesita ser salvado, pero no
solo del pecado sino también del dolor, del sufrimiento y de la muerte. La
salvación ofrecida por el Cristo muerto y resucitado abraza toda la
condición doliente del ser humano. No por nada, el último libro del canon
neotestamentario habla de la salvación como imágenes que enternecen:

128 Cf. A. PITTA, Lettera ai romani, pp. 237-239.

REVISTA BÍBLICA 2014 / 1 • 2 X


EL PECADO DE SER HOMBRES

Dios no solo perdonará los pecados, sino que fundamentalmente enjugará


toda lágrima de los ojos. No habrá más muerte, ni fatiga, ni gritos, ni
llanto (cf. Ap 21,4). El retorno al polvo no será la última palabra.

ADRIÁN TARANZANO
ataranzano@hotmail.com

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