Trns Contra
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Facultad de Psicología
Transferencia y contratransferencia, un
abordaje desde dos prácticas clínicas
Daiana Silva
C.I: 4.643.422-7
2 de mayo de 2019
Montevideo, Uruguay
Índice
Resumen .............................................................................................................................. 1
Introducción .......................................................................................................................... 2
Capítulo 1: Los aportes de Freud y Lacan al concepto de transferencia ............................... 3
1.1 La transferencia como motor y obstáculo .................................................................... 3
1.2 Lacan lector del Banquete de Platón (1960-61) ........................................................... 6
1.3 Una puesta en acto de la realidad del inconsciente y el Sujeto Supuesto Saber (1964)
.......................................................................................................................................... 8
Capítulo 2: Desplazarse por la contratransferencia ............................................................... 9
2.1 Freud y después Heimann ........................................................................................... 9
2.2 Juntos en la chimenea ............................................................................................... 12
Capítulo 3: Construcción de dos casos clínicos a partir de dos prácticas pre-profesionales 15
3.1 El encuadre ............................................................................................................... 15
3.2 Desde la Observación participante en una Intervención psicoterapéutica ................. 18
3.2.1 Caso Daniela ...................................................................................................... 18
3.3 Estar a cargo de una Intervención clínica .................................................................. 23
3.3.1 Caso Julieta ........................................................................................................ 23
Consideraciones finales sobre la transferencia y la contratransferencia en las prácticas
clínicas ................................................................................................................................ 28
Referencias bibliográficas ................................................................................................... 29
Resumen
El presente Trabajo Final de Grado realiza un recorrido teórico por dos herramientas
fundamentales para la labor del psicólogo clínico en la orientación de una intervención
psicoterapéutica: transferencia y contratransferencia. Para dar cuenta de cómo operar con
dichas herramientas, se presenta la construcción de dos casos clínicos, articulando los
materiales clínicos obtenidos en dos prácticas pre-profesionales diferentes, con la teoría.
Este trabajo se inscribe en la modalidad “Otro” de los TFG, y toma como marco teórico la
teoría psicoanalítica.
Ambas prácticas pre-profesionales forman parte de la oferta del Plan de estudios actual que
brinda Facultad de Psicología (UdelaR). Una pertenece al Ciclo de Formación Integral. A
partir de la misma se construye el “Caso Daniela” en el cual se intervino en calidad de
observadora participante. La otra pertenece al Ciclo de Formación Integral y al Ciclo de
Graduación. De dicha práctica se construye el “Caso Julieta”, intervención que se realizó
como practicante junto a otra estudiante que registró las consultas.
Como análisis de este proceso de formación, se reflexiona sobre la implicación que produce
una y otra intervención en dicho proceso, focalizando en los pasajes producidos, de la
situación de observación participante a practicante a cargo de la consulta, y en función de
un próximo pasaje, relacionado con la situación de egreso.
1
Introducción
2
Capítulo 1: Los aportes de Freud y Lacan al concepto de transferencia
¿Qué son las transferencias? Son reediciones, recreaciones de las mociones y fantasías que a
medida que el análisis avanza no pueden menos que despertarse y hacerse conscientes (...)
toda una serie de vivencias psíquicas anteriores no es revivida como algo pasado, sino como
vínculo actual con la persona del médico (Freud, 1905 [1978], p.101).
1
“El psicoanalista sin duda dirige la cura. El primer principio de esta cura (...) es que no debe dirigir al
paciente. La dirección de conciencia (...) queda aquí radicalmente excluida. La dirección de la cura
(...) consiste en hacer aplicar por el sujeto la regla analítica (...) las directivas cuya presencia no
podía desconocerse en el principio de lo que se llama “la situación analítica” (...)” (Lacan, 1966,
[1972], p.218).
3
que él considere que esto que le sucede es algo solamente actual. Algunas de estas
transferencias son idénticas en contenido a aquello que aconteció en el pasado, por su
parte, otras, han sido modificadas por la influencia de algún hecho real del analista o de las
circunstancias que lo rodean (Freud, 1905).
En un conjunto de artículos que pretendían orientar a los médicos practicantes del
psicoanálisis, Freud 1912 [1980] escribe Sobre la dinámica de la transferencia que es uno
de sus principales textos sobre dicho tema. Allí se detiene en un concepto que resulta
importante, el de imago. “(...) la transferencia no está atada a ese modelo (imago paterna);
también puede producirse siguiendo la imago materna o de un hermano varón” (p.98). En la
transferencia lo que deposita el analizante en el analista son imagos (representaciones
inconscientes), ya sea de sus progenitores o de otro integrante de su familia importante
para él. En las diferentes sesiones del análisis, el analizante va a actuar frente al analista de
la misma forma que actuó en su infancia con sus progenitores, repitiendo así cualquier
forma de vincularse, haya sido esta una relación de amor, de odio o de poder.
Por otra parte, en el comienzo del tratamiento, la transferencia aparece como
resistencia al mismo (Freud, 1912). Si bien la resistencia es más intensa al comienzo del
análisis, siempre se encuentra presente. “La resistencia acompaña todos los pasos del
tratamiento; cada ocurrencia singular, cada acto del paciente, tiene que tomar en cuenta la
resistencia (...)” (Freud, 1912 [1980], p.101). En el proceso de análisis siempre habrá algún
tema del cual el analizante se resista a hablar, por ejemplo de algo doloroso o traumático,
tanto a nivel consciente como inconsciente.
Así mismo, Freud (1912 [1980]) establece una diferencia entre transferencia positiva
y transferencia negativa. “(...) la transferencia de sentimientos tiernos de la de sentimientos
hostiles (...)” (p.102). Y a su vez, divide a la transferencia positiva en dos, aquella en la cual
el analizante expresa sentimientos buenos y amistosos hacia el analista (que es consciente)
y aquella de índole erótica (que es inconsciente). La transferencia positiva de sentimientos
buenos y amistosos es importante para superar las resistencias en el análisis, para que el
analizante haga consciente lo inconsciente. También se encuentra presente en el proceso
de análisis la transferencia negativa, en la cual el analizante transfiere sentimientos de odio
y de rivalidad hacia el analista. Tanto la transferencia negativa (sentimientos hostiles) como
la transferencia positiva (de sentimientos eróticos) van a ser una resistencia para el proceso
de análisis. Se considera que si bien en este último hay veces en las que prevalece más la
transferencia positiva que la negativa, o viceversa, siempre ambas se encuentran
presentes. Ya sea en ocasión de una transferencia positiva como negativa, es necesario
destacar que los sentimientos ya estaban presentes en el analizante, es decir que si bien
tienen lugar en el proceso análisis, no se originaron allí pero son transferidos hacia el lugar
del analista (Freud, 1917).
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Otro de los aportes de Freud (1914 [1980]) es el de “neurosis de transferencia”. “(...)
conseguimos, casi siempre, dar a todos los síntomas de la enfermedad un nuevo significado
transferencial, sustituir su neurosis ordinaria por una neurosis de transferencia, de la que
puede ser curado en virtud del trabajo terapéutico” (p.156). El analizante en la situación
analítica convierte su neurosis común en una neurosis de transferencia. Cuando esto
sucede, los síntomas del sujeto cambian, algunos disminuyen y otros aumentan debido a lo
que se genera en dicha situación y a la presencia del analista (Etchegoyen, 1988). Freud se
explica este fenómeno de la siguiente manera: “Estoy presto a aseverar que toda neurosis
de un adulto se edifica sobre su neurosis de la infancia (...)” (Freud, 1918 [1979], p.90), es
decir, es la neurosis infantil la que aparece en el análisis como neurosis de transferencia.
Retomando aquellos caracteres más globales de la transferencia, en Recordar,
repetir y reelaborar escribe: “(...) el analizante no recuerda en general, nada de lo olvidado y
reprimido, sino que actúa. No lo reproduce como recuerdo, sino como acción; lo repite, sin
saber, desde luego, que lo hace” (Freud, 1914 [1980], p.152). Muchos de los aspectos de la
vida del analizante no son recordados en el proceso de análisis porque son inconscientes y
están reprimidos, sino que son repetidos a través del acto una y otra vez.
Cuando prevalece la transferencia positiva el analizante recuerda aquello que le sucedió en
su pasado, mientras que cuando predomina la transferencia negativa, el analizante reprime
lo que le sucedió, por lo tanto repite en vez de recordar, presentando resistencia (Freud,
1912). Por lo tanto, “(...) el principal recurso para domeñar la compulsión de repetición del
paciente, y transformarla en un motivo para el recordar, reside en el manejo de la
transferencia” (Freud, 1914 [1980], p.156). Si el analista logra trabajar con los aspectos
transferenciales del analizante utilizando la transferencia como una vía de acceso a su
inconsciente y haciendo que el mismo logre disminuir la resistencia al análisis, el analizante
dejará de repetir en la situación analítica lo que le sucedió en su pasado y comenzará a
recordar, comprendiendo así que lo que le sucede pertenece a un tiempo anterior y no a la
situación analítica; logrando luego de haber transcurrido un largo tiempo en análisis ahondar
en dichos recuerdos, trabajar en ellos, y poder reelaborarlos.
En la Conferencia N° 27 denominada La transferencia que forma parte de un ciclo
de dos años en el cual se llevaron a cabo las Conferencias de introducción al psicoanálisis,
Freud 1917 [1978] establece que “La transferencia surge en el paciente desde el comienzo
del tratamiento y durante un tiempo constituye el más poderoso resorte impulsor del trabajo”
(p.402). Resulta importante tener en cuenta la perspectiva y la forma de concebir a la
transferencia que tiene Freud en ese momento, porque es totalmente diferente a la de la
época del descubrimiento de la misma; en sus comienzos la transferencia era vista como un
obstáculo para el proceso de la cura y ahora constituye uno de los elementos que permiten
el tratamiento. De cómo el analista pueda orientarse en la transferencia que se le dirige,
5
depende el trabajo analítico que pueda realizar el sujeto, que en ella es posible el
despliegue de los aspectos tanto conscientes como inconscientes, es el motor del análisis,
la que permite que se desarrolle la situación analítica, la que conecta a ambos
inconscientes.
6
estuvieron juntos (Lacan, 1960-61, [2003]). ¿Qué es lo que produce el ingreso de Alcibíades
al banquete? Lacan dice que allí está la clave para entender la transferencia. La entrada de
Alcibíades producirá un cambio, “(…) de lo que se hará el elogio ya no será del amor, sino
del otro (…). Si se va a tratar de amor, ello será en acto, y lo que tendrá que manifestarse
es la relación de uno con otro” (Lacan, p.162). Por lo tanto, se produce una metáfora debido
a que el elogio del otro sustituye al amor en sí (Lacan, 1960-61, [2003]).
Otro de los aspectos que destaca Lacan con su lectura de este diálogo platónico, es
que Sócrates tiene la capacidad de manifestarle a Alcibíades que el verdadero objeto de su
deseo no es él (Sócrates), sino Agatón. Y esa es la transferencia en sí. Está compuesta con
los mismos elementos que el amor común pero es artificial, porque se dirige de forma
inconsciente hacia un objeto reflejado en otro. Alcibíades cree que desea a Sócrates, pero
en realidad desea a Agatón (Roudinesco y Plon, 2008). Esto es una metáfora de lo que
sucede en la situación analítica, debido a que en la misma se observa pero no se explicita,
que el analizante cree desear al analista pero en realidad desea a otra persona, y es ahí
donde se produce la transferencia.
¿Por qué Lacan busca en los griegos un modelo de la transferencia? porque existe
una disparidad subjetiva, el erastés (amante) y el erómenos (amado) son diferentes, son
dos posiciones respecto a Eros. El amor que los une no los equipara, no es mutuo. Esta
pareja asimétrica es utilizada por Lacan como modelo para estudiar la transferencia que
dirige el analizante al analista (Arnoux, 2010). Se podría considerar que el analizante ocupa
el lugar de amante en un rol más activo, y el analista ocupa el lugar de amado en un rol más
pasivo. Ambos son una pareja asimétrica debido a que son distintos y ocupan roles y
posiciones distintas en la situación analítica, además son afectados de forma diferente por
la transferencia del analizante.
Cuando Alcibíades está halagando a Sócrates habla de que el mismo posee un
brillo, un tesoro: se trata del Ágalma. “(…) se trata del sentido brillante, del sentido galante,
porque este término viene del gal, brillo en francés (...). En una palabra ¿de qué se trata? –
sino de aquello cuya función hemos descubierto nosotros, analistas, bajo el nombre de
objeto parcial” (Lacan, 1960-61 [2003], p.169). Entonces, es eso que Alcibíades ve en
Sócrates, lo mismo que el analizante ve en el analista, un brillo que él no tiene, que a él le
falta. El analista queda posicionado en el lugar de objeto parcial, como semblante del objeto
a, debido a que es la causa del deseo del analizante (Evans, 2007). Este brillo que ve el
analizante en el analista es uno de los fenómenos que contribuye a que se establezca la
transferencia. Sin embargo, “(...) podemos decir que el hecho de que Sócrates sepa que no
posee los tesoros que Alcibíades supone no lo inhabilitaría para sostener la demanda de
este” (Marchese, 2010, p.100). Entonces, en la situación analítica, el analista sabe que no
7
tiene ese brillo que el analizante le adjudica pero esto no lo inhabilita a sostener la
demanda, es eso lo que posibilitará el trabajo que el análisis propone.
Otra de las diferencias que tiene Lacan (1960-61) con respecto a lo que plantea
Freud sobre la transferencia es que no está de acuerdo con la diferenciación entre
transferencia positiva (sentimientos tiernos del analizante hacia el analista) y transferencia
negativa (sentimientos hostiles del analizante hacia el analista). Desde la perspectiva de
Lacan en la transferencia siempre va a estar implicado el amor, en tanto modo de tratar al
objeto. Por más que el analizante muestre sentimientos negativos hacia el analista, sea
agresivo con él o le muestre rechazo, el amor estará en juego en dichas manifestaciones.
“Algo parecido al amor, así es como, en una primera aproximación, se puede definir la
transferencia” (Lacan, 1960-61 [2003], p.80).
1.3 Una puesta en acto de la realidad del inconsciente y el Sujeto Supuesto Saber
(1964)
Algunos años después del Seminario La transferencia, al trabajarla como uno de los
fundamentos del psicoanálisis, Lacan cambia su perspectiva, y plantea:
(...) - la transferencia no es la puesta en acto de una ilusión que (...) nos lleva a esa
identificación (...) así fuera a un modelo ideal, modelo al que en ningún caso (...) puede servir
de soporte el analista, - la transferencia es la puesta en acto de la realidad del inconsciente
(Lacan, 1964 [2010], p.152).
(...) cuando se trata del inconsciente, que les presento, a la vez, como lo que pertenece al
interior del sujeto pero que sólo se realiza afuera, es decir, en ese lugar del Otro que es el
único donde el sujeto puede adquirir su status (p.153).
Estructuralmente, el inconsciente forma parte de una noción de sujeto que implica que es en
presencia del Otro donde se despliega, es en presencia del analista (que queda
8
posicionado en ese lugar) en donde se despliega el inconsciente del analizante. En la
transferencia el analizante es hablado por su inconsciente.
Se recuerda que las manifestaciones del inconsciente, llamadas por Lacan (1964)
formaciones del inconsciente, son los sueños, los chistes, los actos fallidos, los lapsus y los
síntomas. A través de estos es posible trabajar en dirección a la cura del sujeto.
Otra perspectiva a considerar en los aportes que realiza Lacan (1964) es la
instalación del saber en referencia a la transferencia. Este es el punto donde claramente se
aparta del planteo freudiano. Para que la transferencia se instale es necesario que el
analizante le suponga un saber al analista (S.s.S). El analizante supone que este tiene un
saber sobre lo que a él le pasa, sobre su padecimiento, que tendrá lugar con un síntoma o
con un interrogante, supone que el analista tiene un saber sobre lo que lo causa. Este
sujeto supuesto saber es la condición para que se establezca la transferencia (Lacan,
1964). El analizante coloca al analista en ese lugar de un otro completo -por así decirlo-,
que sabe todo lo que le sucede a él.
“El S.s.S aparece con la apertura del análisis; pero la cuestión está al final y no al comienzo.
El final del análisis significa eyectar el S.s.S, comprender que no existe (Lacan, s/f)”
(Etchegoyen, 1988, p.138). Cuando finaliza el análisis el analista cae de ese lugar de S.s.S
y el analizante comprende que el único que tiene el saber sobre lo que le sucede es el
mismo. Aunque en realidad, el saber no lo tiene ninguno de los dos, sino que se ubica entre
ambos, a partir del momento en que emerge el inconsciente del sujeto que se despliega
bajo transferencia (Tendlarz, 2009). Es decir, el saber está en el inconsciente y se despliega
en la transferencia del analizante hacia el analista.
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Una de las primeras alusiones al concepto de contratransferencia que realiza Freud
es en Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica (1910 [1979]), en donde la
concibe como un obstáculo para el proceso de la cura. Allí le dice a los practicantes del
psicoanálisis que “(...) no estamos lejos de exigirle que la discierna dentro de sí y la domine”
(p.136). Para Freud, la contratransferencia no es una herramienta de trabajo del analista
para acceder al inconsciente del analizante, sino algo que es necesario que el mismo
domine porque podría obstruir u obstaculizar el tratamiento.
Si bien la contratransferencia se concibe de igual manera que la transferencia en los
comienzos de Freud, como un obstáculo para el desarrollo de la cura, la misma no se
transforma en un instrumento, como si se transformó la transferencia, sino que queda
ubicada como algo que el analista debe trabajar en su propio análisis.
(...) hemos notado que cada psicoanalista solo llega hasta donde se lo permiten sus propios
complejos y resistencias interiores, y por eso exigimos que inicie su actividad con un
autoanálisis y lo profundice de manera ininterrumpida a medida que hace sus experiencias en
los enfermos (Freud, 1910 [1979], p.136).
Resulta relevante este planteo de Freud porque destaca lo imprescindible de que la persona
que practica como analista analice sus propios complejos y resistencias para luego poder
proponerse analizar a alguien que le demande. Si un analizante lleva a la consulta -por
ejemplo- que padece una fobia hacia los insectos y al analista le sucede similar y nunca ha
trabajado esto en su proceso de análisis, es muy probable que fracase en el tratamiento que
intenta con su paciente, porque estará limitado por sus propios conflictos internos. 2
Hasta ese momento, Freud hace referencia al autoanálisis (análisis de sí mismo) del
analista, pero dos años después, en Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico
habla sobre el análisis didáctico, que es al análisis que debe someterse quien se dedique al
ejercicio de la profesión de psicoanalista (Laplanche y Pontalis, 1996); hace énfasis no en el
autoanálisis, sino en el análisis mismo, que es realizado por otro psicoanalista.
En Puntualizaciones sobre el amor de transferencia Freud (1915 [1980]) realiza dos
menciones con respecto a la contratransferencia, al referirse al enamoramiento de una
paciente por el médico. No existe una cuarta mención del término contratransferencia en su
obra. Aunque en ocasiones hace referencia a la misma de forma implícita, a través de
metáforas (Schroeder, 2000).
En Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico Freud (1912 [1980])
escribe: “El médico no debe ser transparente para el analizado, sino, como la luna de un
espejo, mostrar solo lo que le es mostrado” (p.117). El analista debe funcionar como un
espejo en donde exclusivamente se proyecte la transferencia del analizante. No deberá
2
Esta idea es criticada por Lucia Tower y BarbaraLow, quienes consideran que no existe un análisis
completo por parte del analista (ver en el final del siguiente apartado).
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mostrarse, ni implicarse explícitamente en dicha situación porque al hacerlo obstaculizará el
acceso al inconsciente del analizante (Schroeder, 2000).
Freud (1912 [1980]) insiste en este punto: “No sé como encarecería (...) a mis colegas que
en el tratamiento psicoanalítico tomen por modelo al cirujano que deja de lado todos sus
afectos y aún su compasión humana (...)” (p.114). En este caso se refiere al analista no
como un espejo sino como un cirujano, quedando más implicado en la situación analítica,
aunque en ambos casos debe dejar de lado sus resistencias y sus complejos, y por lo tanto,
su contratransferencia. Señala: “(...) el médico (...) debe volver hacia el inconsciente emisor
del enfermo su propio inconsciente como órgano receptor, acomodarse al analizado como el
auricular del teléfono se acomoda al micrófono” (Freud, 1912, [1980], p.115). El analista
queda ubicado en una posición más cercana, su inconsciente debe acomodarse al
inconsciente del analizante, se produce la comunicación entre ambos inconscientes
(Schroeder, 2000).
En base a lo mencionado anteriormente, es posible establecer que tanto en la
metáfora del espejo como en la del cirujano la contratransferencia creada por el analizante
en el analista no debe ser incluida en la sesión, sino trabajada en el análisis didáctico. Pero
cuando establece la metáfora del auricular del teléfono abre la puerta a pensar las cosas de
otro modo, involucrando al inconsciente del analista en la sesión (Schroeder, 2000).
Posteriormente, varios autores vuelven a retomar el tema, una será Paula Heimann
(1950) para quien la contratransferencia son todos los sentimientos que el analista
experimenta hacia su paciente. No hará énfasis en que la contratransferencia es la reacción
del analista frente a la transferencia del analizante, sino que toma en cuenta todos los
sentimientos que experimenta el mismo.
Heimann (1950 [1961]) aporta una nueva perspectiva que se considera que es fundamental
cuando establece: “(...) la respuesta emocional del analista a su paciente dentro de la
situación analítica representa una de las herramientas más importantes para su trabajo. La
contratransferencia del analista es un instrumento de investigación dirigido hacia el
inconsciente del paciente“ (párr.7). La autora no piensa la contratransferencia como un
obstáculo, sino como una de las principales herramientas del analista para llevar adelante la
cura del sujeto. Aquello que le sucede al analista en la situación analítica, es un instrumento
más para indagar en el inconsciente del analizante.
Asimismo, hacia 1950 considerará que no es el lugar para que el analista deposite
sus sentimientos o lo que le sucede cuando escucha el discurso del analizante, pero si es el
lugar para utilizar estas situaciones y sacar provecho de las mismas, ya que allí puede estar
una de las claves para comprender al analizante: “(...) la respuesta emocional inmediata del
analista a su paciente es un índice significativo de los procesos inconscientes del paciente
que guía al analista hacia un entendimiento más completo” (Heimann, 1950 [1961], párr.24).
11
Es posible señalar que retoma la idea planteada por Freud de que existe una comunicación
entre ambos inconscientes.
Además plantea que aquellas emociones que surgen en el analista tendrán valor si se
utilizan como una fuente más de “insight” en los conflictos del analizante (Heimann, 1950).
En base a lo expuesto hasta acá, es posible preguntarse: ¿la contratransferencia es
un obstáculo para el proceso de la cura del sujeto o es un instrumento para la misma?. Se
considera que se encuentra en un punto medio entre ambos, el analista debe tener en
cuenta lo que le sucede en el proceso de análisis frente al analizante pero no transmitírselo.
El trabajará sobre su contratransferencia, en su análisis didáctico o de control y en la
supervisión de su clínica.
12
Uno de ellos sale limpio, el otro sucio. ¿Quién va a lavarse la cara? (...)” (Leff, 2007, p.14).
Luego de varias respuestas erróneas por parte del Dr. en filosofía el rabino manifiesta: “La
respuesta es que es una pregunta tonta: ¿cómo podrían dos hombres bajar por la misma
chimenea y uno de ellos salir sucio y el otro limpio? (...)” (Leff, 2007, p.15). Teniendo en
cuenta esta anécdota talmúdica, es posible considerar que se despliega la transferencia en
tanto saber. El Dr. en filosofía no se cuestiona que la pregunta puede ser ingenua porque
procede del rabino que va a enseñarle.
Además de esto, Lacan concluye dos cosas en dos momentos diferentes. En 1960
sostiene que ambos hombres al descender en la habitación deben lavarse la cara, y en
1966 que ambos tienen la cara sucia. Trasladando esto al encuentro analítico, tanto el
analista como el analizante se encuentran atravesados por sus consecuencias. Al vincular
la anécdota talmúdica con el encuentro analítico, Lacan concluye que al estar juntos en la
chimenea, analista y analizante inevitablemente van a salir tiznados. Pero lo que ocurre es
que el tizne de uno y de otro no es el mismo (Leff, 2007). Tanto el analista como el
analizante se ven afectados por lo que ocurre en el encuentro analítico, pero no del mismo
modo, porque los fenómenos los atraviesan de formas diferentes, porque ambos son
distintos y ocupan posiciones distintas en el proceso de análisis. Lacan lo decía de la
siguiente manera: “(…) empecé a articular la posición de la transferencia, en el sentido en
que lo anuncié este año, es decir, en lo que llamé disparidad subjetiva” (1960-61, p.227).
Desde su perspectiva tanto el analista como el analizante se encuentran afectados por la
transferencia de este último de manera distinta porque existe una disparidad entre ambos.
En base a esto, es posible afirmar que Lacan crítica la idea propuesta por varios autores de
que entre analista y analizante existe intersubjetividad, y también la idea de que ambos
conformen una “pareja analítica” que los posiciona en el mismo nivel3.
Por otra parte, con respecto a la contratransferencia, Barba Low plantea que el
analista debe tomar el material planteado por el analizante y devolvérselo fusionado con su
propia experiencia (Leff, 2007). El analista en la situación analítica debe tomar en cuenta su
historia personal y aquello que le sucede a él en presencia del analizante (su
contratransferencia) para trabajar en él mismo. Por lo tanto, su perspectiva se contrapone
con lo que plantea Freud con respecto a que el analista en las sesiones de análisis debe
discernir y dominar aquello que le sucede en presencia del analizante.
Además, Low plantea que el analista en el proceso de análisis no consigue manejar
el rumbo de su propio inconsciente. Y que la idea de que un sujeto pueda estar
completamente analizado es insostenible (Leff, 2007). En este punto su perspectiva también
se contrapone con lo planteado por Freud. Por su parte, “Margaret Little sostiene que la
3
Por ejemplo W. y M. Baranger (1962, párr.69).
13
respuesta total del analista es todo lo que un analista dice, hace, piensa imagina, sueña o
siente a lo largo del análisis” (Leff, 2007, p.85). Desde su perspectiva la respuesta que le da
el analista al analizante en la situación analítica involucra todo lo que le sucede, incluyendo
sus acciones y su contratransferencia. Lacan, por su parte, discute este planteamiento de
Little y manifiesta que una cosa es que el analista esté comprometido en el análisis de su
analizante, y otra cosa es que le haga una confesión en vez de una interpretación. Lacan
rechazará la idea de que el analista deba transmitir aquello que siente en el encuentro
analítico (Leff, 2007).
Por su parte, Lucia Tower con respecto a lo que le sucede al analista en presencia
del analizante, establece que ella nunca tuvo que confesarle sus sentimientos a sus
pacientes. Considera que la contratransferencia es inevitable y que en la misma está la
posibilidad de orientarse en cada uno de los casos (Leff, 2007). Es decir, que su perspectiva
coincide con la de Paula Heimann, pero se diferencia con la de Freud, porque ella concibe
la contratransferencia como una herramienta más del analista, mientras que Freud la ve
como un obstáculo.
Lucia Tower (al igual que Barbara Low) plantea que no solo no existe un análisis completo
por parte del analista, sino que su propio análisis no le enseña ni a eludir ni a dominar la
contratransferencia (Leff, 2007).
Hace muchos años, una paciente, referida después de una reacción cuasi psicótica en un
análisis con una persona sin entrenamiento, estaba totalmente enfurecida por haber sido
derivada, dada la frustración de sus demandas hacia la terapeuta anterior. Semana tras
semana y mes tras mes, vociferaba furiosamente en contra mía, a pesar de la paciencia
ilimitada que le tenía. Toleré semejante maltrato de su parte, como nunca antes lo había
soportado de ningún paciente. Por momentos me irritaba ese maltrato, pero la mayor parte del
tiempo sentía cierta simpatía por esta paciente; me interesaba genuinamente ayudarla y me
sorprendía un poco mi capacidad para controlar mi irritación hacia ella. Finalmente, llegué a
comprender que lo que era, en términos generales, una actitud terapéutica deseable,
presentaba también cierta complicación contratransferencial.
Un hermoso día de primavera salí de mi consultorio, veinte minutos antes de la cita de esta
paciente, dejando mi agenda abierta sobre el escritorio. Tuve a solas un almuerzo delicioso,
que disfrute más que de costumbre; regresé a mi consultorio paseando con toda tranquilidad, a
tiempo para mi siguiente cita, sólo para enterarme de que mi paciente había estado ahí y se
había marchado muy enojada. Era obvio que yo había olvidado su cita, expresa e
inconscientemente. De repente me di cuenta de que estaba absolutamente harta del maltrato,
hasta el punto de no poder tolerarlo más. Fue entonces cuando comencé a enojarme con mi
paciente y, entre ese momento y la siguiente ocasión en que vino, estuve realmente furiosa
contra ella. Relacioné una parte de esta rabia con la culpa y otra con cierta angustia respecto
de cómo manejaría yo la siguiente entrevista, la cual de acuerdo con mi expectativa, rebasaría
todos los maltratos recibidos hasta entonces; y ahora estaba consciente de que ya no podía
tolerar ese maltrato. Fantaseé que mi paciente daría por terminado su tratamiento conmigo. En
su siguiente cita ella me miró y dijo, en tono acusador: “¿Dónde estuvo ayer?” Tan sólo le dije:
“Lo siento, lo olvide”. Comenzó a agredirme diciendo que sabía que yo había estado ahí poco
tiempo antes y siguió con su acostumbrada vituperación. No hice ningún comentario, sintiendo
(...) que era mejor no decir nada. Esta situación se prolongó por unos cinco o diez minutos y,
de manera abrupta, ella se detuvo. Se produjo un silencio mortal, de repente se empezó a reír
y dijo: “Bueno, en realidad, Dra. Tower, no puedo decir que la culpo”. Esta fue, definitivamente,
la primera ruptura en esta obstinada resistencia. Después de este incidente, la paciente se
14
mostró mucho más cooperadora; salvo por una o dos breves reincidencias del maltrato,
probablemente para ponerme a prueba, la defensa desapareció por completo; y, al poco
tiempo, su análisis llegó a niveles transferenciales profundos. Podría pensarse que estaba
irritada con la paciente y que olvide su cita por agresión, lo cual era ineludiblemente cierto.
Pero este no era el verdadero problema contratransferencial. De hecho, mi reacción de acting-
out tuvo un sustento real y permitió resolver el problema contratransferencial que consistía en
que había sido paciente con ella por demasiado tiempo (Tower, 1956) (Leff, 2007, pp.168-69).
Este relato de Lucia Tower, narra lo que le sucedió con una de sus pacientes y evidencia
varios aspectos sobre la contratransferencia. En primera instancia, deja claro que para ella
la contratransferencia existe, se encuentra presente en el encuentro analítico y es una de
las herramientas de trabajo del analista. En segunda instancia, que a pesar de esto, no es
necesario que el analista le transmita al analizante aquello que él le produce o le hace
sentir. Y en tercera instancia, que la contratransferencia tiene efectos, repercusiones y
consecuencias reales en el encuentro analítico. En el caso de esta paciente, el olvido de la
cita fue una manera de actuar un límite, que la analista no soportara más sus maltratos y
sus agresiones, pero a su vez dio lugar a que dejara de ser paciente con su analizante
(como lo había hecho por un largo tiempo), y gracias a esto la actitud de su analizante
cambiara, bajando sus defensas y llegando a grandes niveles transferenciales (Leff, 2007).
3.1 El encuadre
4
No registra entrada en los tradicionales diccionarios de psicoanálisis (Laplanche y Pontalis, 1996;
Roudinesco y Plon, 2008).
5
Resulta pertinente señalar que en la época de Freud los tratamientos consistían en sesiones diarias
o de tres veces por semana, pero se prolongaban mucho menos en el tiempo (6 meses o un año),
siempre dependiendo del caso; por ejemplo el caso del llamado “Hombre de los lobos” duró 4 años.
En la actualidad, por lo general un análisis puede llevar varios años, y la frecuencia de las sesiones
generalmente, es menor.
15
Específicamente en las distintas Prácticas que brindan atención psicológicade Facultad de
Psicología (UdelaR) y que otorgan la posibilidad de realizar un tratamiento, el
establecimiento de los tiempos de duración depende de cada dispositivo, así como de las
demás condiciones que establecen el encuadre.
Por ejemplo, con respecto al dinero, la mayoría de la atención brindada es gratuita, mediada
por algún convenio institucional, aunque hay una en que se paga un monto que tiene un
carácter simbólico. Es necesario recordar que el dispositivo que ofrecen las Prácticas de
Facultad no incluye el uso del diván, lo que sí sucede en los consultorios particulares.
Con respecto a la modalidad de trabajo Freud (1912 [1980]) establece las reglas
técnicas tanto para el analizante como para el analista, la atención parejamente flotante
tiene como contrapartida la asociación libre. Para el analizante la regla es que “(...) refiera
todo cuanto se le ocurra, sin crítica ni selección previa” (p.112). Con esto hace alusión a que
en el proceso de análisis debe asociar libremente, comunicándole al analista todo aquello
que se le venga a la mente. Mientras que el método psicoanalítico le impone al analista una
tarea que consiste en “(...) no querer fijarse en nada en particular y en prestar a todo cuanto
uno escucha la misma atención libremente flotante” (Freud, 1912 [1980], p.111). Es decir,
que lo que le corresponde en el proceso de análisis es escuchar y prestarle atención a todo
lo que le comunica el analizante, sin filtrar o interferir con sus propios pensamientos, o
información sobre los contenidos que este último despliega.
Si bien es diferente atenderse en un consultorio particular de atenderse en las
Prácticas de Facultad que brindan atención psicológica, si el analista trabaja en el ámbito
clínico desde el método psicoanalítico, mantendrá la misma modalidad (asociación libre
para el analizante, atención parejamente flotante para el analista), y posiblemente utilizará
las mismas herramientas en el desarrollo de la cura del sujeto (transferencia,
contratransferencia, etc).
En Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico (1912), Freud describe
una serie de indicaciones sobre el lugar que debe ocupar el analista (como cirujano, espejo,
etc) (Schroeder, 2010)6.
Tres años más tarde, en Puntualizaciones sobre el amor de transferencia (1915
[1980]) dirá que el análisis debe ser llevado a cabo en abstinencia, es decir que el analista
no debe aceptar la ternura que le ofrece el analizante ni responder a ella. Se parte del
supuesto de que dicha regla es sostenida por los psicólogos clínicos, tanto en los
consultorios particulares como en las prácticas de Facultad de Psicología (UdelaR) que
brindan atención psicológica.
6
Aspectos que fueron desarrollados en el apartado de contratransferencia.
16
Uno de los aspectos que sí diferencia la modalidad de trabajo de los consultorios
particulares con respecto a la atención psicológica en los dispositivos universitarios, es que
en los mismos se realiza un proceso de obtención del “Consentimiento Informado”,
documento mediante el que se obtiene la aceptación de los usuarios para que el material
clínico que surge como producto de los tratamientos, pueda ser utilizado a los fines
universitarios de la enseñanza o la investigación. Para ello, se les brinda un compromiso de
confidencialidad, que apunta a resguardar la identidad de los usuarios, así como cualquier
otro dato que lo vuelva identificable. Para la utilización de los materiales clínicos que se
presentan a continuación, se contó con la firma de dicho consentimiento en ambos casos.
Tal como se establece en ese documento, a fin de preservar la identidad de las
consultantes y de sus familias, sus nombres y demás datos han sido modificados.
Por otra parte, es necesario puntualizar que la clínica en instituciones, intenta
coagular las experiencias a través del establecimiento de ciertas normas, y reglamentos,
pero también en la aplicación de ciertos manuales, o protocolos que se proponen para
determinado grupo humano. En el caso de las fichas de registro o de las historias clínicas
que se llevan en las prácticas, así como el de los cuestionarios que se aplican en algunos
dispositivos. En este sentido, un aspecto a destacar es que en la situación analítica la
transferencia siempre aparece como un tercero entre el analizante y el analista, pero en el
caso de las Prácticas de Facultad, como en cualquier otra institución, es posible localizar
ciertos atravesamientos: el consultante no elige con quién atenderse, ni la duración posible
del tratamiento, en la mayoría de los dispositivos está pautada a priori. A su vez, algunos
trabajan con poblaciones definidas, por ejemplo adolescentes, personas que padecen una
sintomatología específica o funcionarios y familiares de una institución o asociación
particular.
Retomando la historia de la noción de encuadre, es Winnicott quien utiliza por
primera vez el término “setting” (equivalente del inglés a “encuadre”) y lo define como “(...) la
suma de todos los detalles de la técnica (Winnicott, s/f)” (Bleger, 1967, p.237). Años más
tarde, y desde una tradición netamente rioplatense, Bleger (1967) retoma los aportes de
Winnicott y manifiesta que la situación analítica que se establece entre analizante y analista:
“(...) abarca fenómenos que constituyen un proceso, que es el que (...) analizamos e
interpretamos; pero incluye también un encuadre, es decir un “no-proceso” en el sentido de
que son las constantes, dentro de cuyo marco se da el proceso” (p.237). Es decir, que el
proceso de análisis en el cual el analista se encarga de analizar e interpretar aquello que le
sucede al analizante, se encuentra sostenido por un encuadre. Dentro del mismo se incluye
(como ya se mencionó anteriormente) el lugar de trabajo en donde se lleva a cabo el
análisis (consultorio en el ámbito clínico), el tiempo, los horarios, la modalidad de trabajo,
los honorarios, las vacaciones y el rol que le corresponde tanto al analizante como al
17
analista. Bleger toma aquellos aspectos planteados por Freud y dirá que los mismos, en su
conjunto constituyen el encuadre del proceso analítico.
Tomando como pilar al encuadre, la labor del psicoanálisis crea lo que algunos
denominan situación analítica. Y en esta situación ocurre un proceso, en el que pueden
darse momentos caracterizados por determinadas relaciones internas entre los momentos y
entre los participantes de la labor del psicoanálisis. Dicho proceso adaptará el modo de un
relato, de una historia (Paciuk, 2002).
18
psicoterapéutico que duró casi un año, a raíz de un diagnóstico psiquiátrico de depresión.
La relación con su madre y con su hijo menor, con quienes convive, son los vínculos que
identifica como conflictivos. Daniela se presenta hablando de una gran disconformidad que
atribuye a los otros, la actitud de control que ejerce su madre sobre ella, y sobre el espacio
de su casa, la poca autoridad sobre su hijo que no acata las reglas que ella intenta imponer,
a lo que agrega que la carrera que escogió, y en la que se desempeña satisfactoriamente
de hace muchos años, no es la que ella quería. Se muestra angustiada y llora en reiteradas
ocasiones. En la primera consulta dice:
D.- Estoy cansada, estoy agotada. No puedo parar de pensar en lo que tengo que hacer en el
trabajo. Me desperté de noche pensando en el apellido de una usuaria que no me podía
acordar (...) yo ubicaba a la usuaria. Fue como siempre sucede, se pierden las historias y
después aparecen. Esa cosa loca… que después de días, una noche me acuerdo del apellido,
durmiendo me acuerdo del apellido y me despierto…
D.- Estaba buscando a una persona, eso es lo que hay que hacer en el trabajo.
Ps.- ¡Estaba buscando a una persona!.
Sobre este punto, tampoco produce asociaciones, al señalarle que había pasado de buscar
un nombre a buscar a una persona. Será solo a raíz de un diálogo en relación a cómo es el
vínculo con sus hijos, que asume tener un comportamiento “sobreprotector” con ellos. Ahí,
referencia a que así fue como la criaron sus bisabuelos, y aparece por primera vez en su
discurso el tema de una doble ausencia, la del apellido paterno y la de la persona, su
progenitor. Lo curioso es que alega inmediatamente que nunca lo nombró anteriormente en
las consultas porque ya lo había hablado con su psicóloga anterior.
D.- (...) mi madre tuvo dos parejas [ninguno fue su progenitor]. Yo solo tengo un apellido, el de
mi madre de soltera, solo un apellido. Eso lo hablé con X.
Ps.- Bueno, pero yo no soy esa psicóloga.
19
Si bien se puede considerar que ese alegato es obra de la resistencia, ante un contenido
que resulta movilizante y doloroso para ella, cabe preguntarse ¿cómo se relaciona el
síntoma con la transferencia?, ¿qué es posible pensar a partir de esta formación del
inconsciente, el olvido?, ¿por qué el recuerdo, cuándo aparece, despierta?, y a partir de la
respuesta “eso ya lo hablé con la otra psicóloga” ¿de qué manera la contratransferencia
entra en juego en las intervenciones clínicas?
Es a partir de este recorte que se presentó, extraído de las entrevistas iniciales de un
proceso de tratamiento, tiempo de instalación de la transferencia, que se pensó sobre la
presentación sintomática que orientó al analista en la escucha.
En el discurso de la consultante el trabajo resulta un ámbito privilegiado, donde
siempre ha sido una referente para sus compañeros. Allí es cuando aparece el malestar
cuando algo de la dinámica, ya no se sostiene, un aparente contenido de su vida laboral,
irrumpe en su sueño y la despierta. En el relato de su propia historia de vida, aparece
implicada inconscientemente una situación que consiste en llegar a una persona, o en
recordar un nombre. Vinculando esto con lo planteado por Freud, es posible considerar que
Daniela repite a través de sus actos, una y otra vez, inconscientemente aquello que no
puede recordar, para no recordar su propia falta, la de una persona, su progenitor y la de un
nombre, el apellido que no lleva. La pérdida de la historia clínica, el olvido de un apellido, el
recuerdo de un nombre que la despierta y la búsqueda de una persona, vinculan la historia
de los padecimientos de Daniela con la actualidad de su síntoma.
Una de las preguntas que surgen en relación a la transferencia tiene que ver con la
respuesta de la consultante, cuando aparece nuevamente la figura de la psicóloga anterior.
Pensarlo como resistencia, implica considerarla en relación a un contenido, hablar de su
progenitor. En términos freudianos, dicha transferencia es negativa porque aparece como
una traba para continuar con el proceso de análisis, pero a su vez, si el analista toma en
cuenta esta resistencia y trabaja con ella, brindando la posibilidad de que la consultante
haga consciente lo inconsciente, es probable que así alivie algo de su sufrimiento psíquico.
Esta forma de presentación de la transferencia se repite en varias ocasiones.
La consultante hace referencia a un diálogo con su hijo menor, donde él le dice que
tendría que haber sido psicólogo, a lo que ella responde: No seas malo, me estás dando
una puñalada en el corazón, hacé otra cosa. Se entiende que esta respuesta es un signo de
la transferencia, y con Freud se puede pensar que en dicho mensaje se muestra
explícitamente la transferencia negativa: sentimientos hostiles del analizante hacia el
analista.
Por más que conscientemente la consultante haga referencia a que no quiere que su hijo
estudie psicología, es posible considerar que dichas palabras, por el mecanismo del
desplazamiento, son una forma de operar del inconsciente, están dirigidas hacia la
20
psicóloga. Es con esto que le estaría diciendo a la psicóloga que puede dañar su corazón,
hacerle daño. Desde la perspectiva lacaniana es posible establecer que en dicha
transferencia por más que se muestren sentimientos de odio hacia el analista, el amor igual
se encuentra implicado. Tomando literalmente sus palabras, “darle una puñalada en el
corazón” es posible pensar que lo dicho implica imaginariamente un dominio importante
sobre el otro, hacerle mucho daño o incluso ocasionarle la muerte. Se entiende que esta
expresión, no deja de tener efectos en la situación de consulta, funciona como una
advertencia, a la vez que puede ser leída como una demanda de cuidado. Es importante
destacar que la observadora participante es una estudiante de psicología, por lo tanto la
misma también podría darle a la consultante una “puñalada en el corazón”.
Además, cuando la psicóloga le pregunta a Daniela el por qué de esta forma de decir, ella
manifiesta Que se yo, trabajé tanto con psicólogos… haciendo referencia a que ella conoce
a los psicólogos. De alguna manera, la consultante oscila entre estas dos posiciones, una
pretendida paridad donde ella por haber trabajado tanto con los psicólogos sabe, y
entonces no puede más que presentar sus quejas, sin esperar nada de esa transferencia; y
esta otra posición donde suponer un saber, sería como recibir una puñalada en el corazón.
Cuando Daniela manifiesta poseer un saber en cuanto a las problemáticas que la
atraviesan, no puede posicionar a la psicóloga en el lugar de Sujeto Supuesto Saber
planteado por Lacan. En relación con lo expuesto anteriormente, se considera que los
rasgos narcisistas de la personalidad de la consultante, tampoco contribuyen a posicionar a
la psicóloga en dicho lugar. Saberse en falta, y poder demandar un saber ya no en la figura
de la psicóloga, sino hacia la producción del inconsciente, se considera que sería como
recibir una puñalada.
Desde la observación participante, surge que en la mayor parte de las consultas,
Daniela habla de forma fluida, por ejemplo haciendo mención a su trabajo, pero cuando en
su discurso bordea temas más íntimos, como el recuerdo de su progenitor, se detiene y
aparece la resistencia, sale de eso rápidamente, no profundiza, como si hubiesen aspectos
de los cuales ella no habla, sino que hace síntoma.
Al finalizar una de las consultas, mientras tomaba su abrigo para retirarse, comenta:
En la carrera que yo hice tuve psicología. Me han dicho que sería buena psicóloga pero no
me gusta la psicología (...). A partir de esto, se pueden considerar dos aspectos, en primera
instancia, que cuando la consultante establece que en la carrera que ella hizo tuvo
psicología, le transmite a la psicóloga que ella sabe sobre lo que la psicóloga sabe.
En segunda instancia, desde la perspectiva freudiana, cuando la consultante establece que
le han dicho que sería buena psicóloga pero que no le gusta la psicología, se puede pensar
una transferencia negativa, pero también la defensa que comporta el mecanismo de la
negación, como si dijera a su vez, y sin saberlo: “me gusta la psicología”. Se considera que
21
esto permite pensar mejor, desde la perspectiva lacaniana, que a pesar de que los
sentimientos del analizante hacia el analista son negativos, los mismos de trasfondo
implican amor.
Los efectos del inicio del tratamiento, alcanzan la transferencia de una manera
inesperada en una de las consultas. Al hablar de su trabajo Daniela se queja de las
condiciones del mismo. A su vez, comenta que propuso a su equipo la propuesta de solicitar
una intervención psicológica en la organización laboral. Se entiende que con este hecho la
transferencia positiva se desplaza desde el ámbito psicoterapéutico individual al
institucional. Más allá de si esta intervención se lleva a cabo o no, decirle eso a la psicóloga,
se entiende como un efecto de la transferencia: como ella se siente mejor después de
comenzar su tratamiento, ya que disminuyó su malestar psíquico, quiere lo mismo para su
equipo de trabajo.
A lo largo del proceso fueron sucediendo diversos movimientos transferenciales así
como también se desplegaron resistencias al tratamiento, que se tradujeron por algunas
ausencias a la consulta. Por ejemplo, cuando en una consulta habló sobre determinado
tema, a la consulta siguiente no concurre. Se considera que si bien Daniela cuando falta a
las consultas manifiesta una explicación de porque no concurre, inconscientemente hay
algo que le impide volver, se resiste a hablar de determinados temas.
A modo de síntesis, la transferencia positiva contribuye a que el analizante
establezca una mejor relación con el analista y por lo tanto a que se desenvuelva mejor el
proceso de análisis, y la orientación del analista en la cura. Pero resulta imprescindible,
considerar la transferencia negativa y las resistencias que despliega el analizante, como los
aspectos claves que informan al analista, ya que es sólo considerando aquello que aparece
como obstáculo, que cederá la resistencia y se habilitará el trabajo con los contenidos
inconscientes.
Algunos de los aspectos contratransferenciales que se consideran que fue posible
visualizar y trabajar en los espacios de supervisión, tienen que ver con esa especie de
continuidad que la consultante establecía entre la psicóloga anterior con quien se había
tratado, los demás psicólogos con quienes había trabajado, el estudio de la psicología en su
carrera y la situación actual. Es decir, aquellos momentos del proceso donde la disparidad
subjetiva que permite el trabajo analítico pretendía desdibujarse, en el discurso de la
consultante. Esos aspectos contratransferenciales no fueron oportunamente leídos como
una herramientas más de trabajo (como lo plantean Heimann y Tower), sino que
funcionaron por un tiempo como un obstáculo para el proceso de análisis, como lo plantea
Freud.
Teniendo en cuenta lo planteado por Lacan de que entre analista y analizante debe
existir una disparidad subjetiva porque ambos ocupan posiciones diferentes, de imparidad
22
subjetiva frente al deseo, es posible pensar que esta asimetría le requirió a la psicóloga una
serie de señalamientos que le resultaban tediosos, por la frecuencia y el tipo de trabajo que
le exigían. La consultante intentaba todas las veces eludir esa imparidad, activando un
mecanismo que se repetía, una victimización que se deslizaba en su discurso a una forma
reivindicativa, que no le permitía a la psicóloga el acercamiento a los núcleos conflictivos
para trabajar analíticamente.
Julieta llega sola a la consulta, tiene 15 años, y está cursando 3° año de liceo. Es la
menor de cinco hermanos, y en ese momento vive con su madre y con un hermano de 17
años. Los motivos de consulta son baja tolerancia a la frustración, poca capacidad para
resolver problemas y angustia.
Dice en la primera consulta que viene porque se lo recomendó el psicólogo que
trabaja en un centro de recreación y deporte al que ella concurre. Julieta quería atenderse
7
Estos roles no se intercambiaron, pues corresponden al dispositivo establecido desde la práctica
realizada, que integra estudiantes del Ciclo de Formación Integral y del Ciclo de Graduación.
8
Se entiende por esto una metodología que es propia del psicoanálisis, desde donde se orienta tanto
en lo teórico como en lo clínico el presente trabajo.
23
con él, pero se le responde realizando la derivación a una práctica de Facultad que brinda
atención psicológica, ya que el psicólogo realiza otro tipo de tarea en el centro9. Esta
particularidad es atendible porque se configura como un atravesamiento institucional de tal
forma, que la transferencia que dirige Julieta al espacio que se le ofrece presente en esa
derivación, y que se encuentra sostenida a través de una indicación, es mediada por las
instituciones intervinientes. Este aspecto es importante, porque en las instituciones los
usuarios no eligen con quien atenderse, o si lo hacen muchas veces no resulta posible por
atravesamientos institucionales, que implica la superposición de funciones. Es relevante
señalar este aspecto que hace al dispositivo de atención clínica, sea particular o
institucional, el rol del psicólogo clínico no es compatible con el desempeño de otros roles
para un mismo consultante, pero la transferencia no pide permiso para dirigirse hacia
alguien, acontece.
Volviendo al caso, del vínculo con su madre, Julieta refiere que cuando era niña se
llevaban bien, dice que ella era obediente pero que algo cambió cuando entró al liceo, que
se “descontroló”. Según Julieta, su madre siempre fue igual, “cuando se pelea con uno de
sus hijos habla mal de ese hijo con los demás hijos”. Identifica que esto le genera mucho
malestar. Actualmente discute a diario con su madre por no realizar las tareas domésticas.
Al finalizar la intervención, Julieta se habrá mudado a la casa de su hermana mayor.
Sus padres se divorciaron cuando ella tenía 2 años y pierde contacto con su padre,
luego a sus 12 años lo vuelve a ver por un corto período de tiempo, y a causa de una
discusión pierden trato. Este es uno de los aspectos que más le genera angustia y malestar.
Julieta realiza deporte en el liceo como actividad extracurricular. Dice que el docente
la puso de capitana porque es “buena escuchando” y hace caso de la posición en la que la
ubica. Se considera que este enunciado, “buena escuchando”, puede referirse a la
transferencia, porque de hecho la actividad fundamental que se desarrolla en una consulta
es la de escuchar. ¿A qué se refiere con esto?De alguna manera, ella presenta esta aptitud
como una característica propia, que es resaltada por un adulto referente; ¿es posible que su
demanda sea formulada tras este enunciado, “ser bien escuchada”? A partir de su relato, es
posible pensar un desplazamiento que implica la transferencia. Desde el punto de vista
freudiano es posible considerar que se despliega la transferencia positiva cuando Julieta
manifiesta que su profesor la puso de capitana porque “es buena escuchando”. Este
mensaje se encuentra dirigido tanto hacia la observadora como hacia la practicante.
Los efectos de comenzar a hablar de sus cosas, no se hicieron esperar, en la
segunda consulta establece: (...) primero les quería comentar de mi madre, estuvimos
9
Se entiende que el rol de psicólogo institucional no resulta compatible desde el encuadre que
posibilita el desarrollo de una intervención clínica.
24
hablando, me preguntó cómo me había ido y eso y le conté… que me gustó y me había
sentido bien y ella me contó del día en su trabajo.
Con el relato de este episodio, puede pensarse un desplazamiento de lo acontecido
en la consulta hacía la relación con la madre, y esto es traído a la consulta nuevamente.
También en la relación con la misma, se juega la “buena escucha” que parece oponerse al
“descontrol” aludido inicialmente. Desde el punto de vista freudiano, se despliega la
transferencia positiva cuando Julieta expresa que le contó a su madre que le gustó ir al
espacio psicoterapéutico y que se sintió bien. Se ha señalado ya, que la transferencia
positiva posee un peso importante para que la consultante supere sus resistencias, y este
fragmento parece dar cuenta de ello.
En otra oportunidad, Julieta comenta que un psicólogo visitó su liceo para trabajar
aspectos vinculados al deporte, y les puso un ejercicio de prueba preguntándoles qué
hacían y qué no. Le dice a la practicante y a la observadora que ella mintió en algunas
cosas, por ejemplo en las llegadas tardes al liceo, pero que ahora va a llegar temprano
porque está motivada con practicar un deporte. También aquí se despliega la transferencia
positiva porque la consultante “le miente” a otro psicólogo. A su vez, Julieta hace saber en
el espacio de consulta que puede mentir, que puede decirles una cosa que no sea verdad.
Se produce un juego, una puesta a prueba, ella puede mentir y por lo tanto mentirles a la
practicante y a la observadora. ¿Se desplaza lo ocurrido con el psicólogo en otro ámbito al
ámbito de la consulta? Es posible señalar que se actualiza la manera de plantear la
transferencia que ocurrió con la situación de derivación.
En otra consulta, hablando de sus vínculos familiares Julieta expresa con respecto a
su padre:
J.- Era raro… nunca tuve figura paterna. Él le dijo a mi madre que yo no iba por él, sino por Z
[se refiere a una empleada doméstica].
Ps.- ¿Raro?
J.- No sabía de qué hablar con él, como comunicarme, no pasaba tiempo con él. Hablaba con
todos menos con mi padre. Me sentía incómoda con él, no hay de qué hablar…
Ps.- ¿Lo que sabes de cuándo eras niña es lo que conversaste con tu madre? ¿con tus
hermanos?
J.- Si. Pero no les pregunté porque no me gusta llorar adelante de ellos (llora). No hablamos
de él allá, nunca se habló. No está prohibido pero no se habla de eso. La primera vez que
hable acá de él, lloré.
Si bien la consultante reconoce el espacio como un lugar donde puede hablar y llorar, lo que
se entiende como favorable a la intervención, más adelante en el proceso se desplazará
esta forma de vivir la relación con su padre, repitiendo en la transferencia con el espacio de
consulta una vivencia similar.
25
J.- (...) me parece raro venir a acá, no sé qué decirles, no sé que tengo que contar. El otro día
le conté a X [psicólogo del centro] y me dijo que lo hablara con ustedes. No es algo de ustedes
sino mío. Cuando hablo de mis temas personales lo hablo con mis amigas, no me siento del
todo abierta. No las conozco mucho a ustedes.
Ps.- ¿Ya habías ido a un psicólogo antes?
J.- Sí, fui a los 9 años y no fui más. (...) me hablaba mucho de mi padre y le conté a mi madre
que me sentía mal y no me llevo más. Igual hablando de mi padre acá se movilizó algo, no
podía parar de pensar en eso y en la semana me sentí mal.
10
Cabe señalar que posiblemente esto no fuera así antes, como tampoco lo fue en la consulta
actual, sino que transferencialmente ella se ubica en ese lugar, y ante la mínima intervención con
respecto a la temática de la relación con su padre, se angustia y se defiende. Cabe preguntarse si no
se repite en esta huida de la temática, una posición frente a la madre.
26
Es posible visualizar una secuencia que se repite en las consultas: cuando la consultante
habla de un tema que es movilizante y angustiante para ella aparece la resistencia en forma
de defensa. Pide para ir al baño, como si no soportara la situación, huye; al regresar del
baño dice “¿podemos ir terminando por acá?”, volviendo a mostrar su resistencia a hablar
sobre lo que le sucedió, en ese momento, o antes, con su padre.
En un determinado momento, Julieta narra una situación familiar conflictiva reciente,
donde suceden discusiones entre varias personas, y su hermana decide separarse del
marido. Ella se muestra triste y preocupada por dicha situación, pero sobre todo por su
sobrino. A partir de su relato es posible inferir que Julieta se identifica con la posición de él
en el conflicto, un niño al que le supone la mayor vulnerabilidad. Quiere salvarlo, como si se
tratara de ella misma, y dice no saber cómo hacerlo. Se le responde que “tal vez la forma de
ayudarlo es compartiendo y acompañándolo como tía”. Esta intervención permite decir que
la practicante queda posicionada en el lugar de Sujeto Supuesto Saber planteado por
Lacan, pero encuentra cierta dificultad para no responder a la demanda de saber. Por lo
cual, Julieta insistió preguntando: “¿Y con mi hermana cómo hago?”, lo que vuelve a
reafirmar esa posición de S.s.S en el cual el analista tiene el saber o la respuesta sobre lo
que le sucede al analizante. Tal vez, una respuesta más adecuada en ese dispositivo,
hubiese sido “¿Y tú qué piensas? ¿qué podrías hacer para ayudarla?” Estos pequeños
movimientos en el discurso, de posición en el mismo, forman parte del dispositivo de la
clínica psicoanalítica, específicamente en el manejo de la transferencia, apostando a llevar
al sujeto a ubicarse en el lugar de productor del saber sobre lo que le sucede, y alejándose
del dispositivo de la consulta de un paradigma médico, dónde el mismo sabría lo que el
paciente tiene que hacer, y se lo propondría abiertamente.
Se considera que Julieta asocia ir al psicólogo como lo que a ella le pasó, que la
psicóloga le hablaba de su padre, como si no pudiera salir de eso, más que huyendo.
La consultante trae al espacio dos discusiones que tiene con su madre, una de ellas porque
la madre le dice que tiene que elegir si estar de su lado o del lado de su hermana, y la otra
porque ella se quiere hacer un cambio estético en los dientes y su madre no la deja. En esta
consulta se angustia y llora, y no concurre a la semana siguiente.
Se considera que si bien se ausenta de las consultas porque se resiste a hablar
sobre los temas que son movilizantes y angustiosos para ella, en su lugar aparecen dos
formaciones del inconsciente, en forma de actos: un fallido, pierde la boletera, y un olvido,
se olvida de venir.
Luego de la consulta donde Julieta habla del padre y se angustia, no concurre al
espacio por dos semanas, comunicando en una de las semanas que tiene que realizar un
trámite y en la otra que no quiere ir más al espacio terapéutico. Después de esta
comunicación, se la vuelve a agendar para realizar el cierre del proceso. El motivo que
27
establece la consultante es que tiene muchas actividades y no le da el tiempo. Además
manifiesta que “al principio no se abría del todo”. Si bien el proceso de intervención ofrecido
es breve (12 consultas) se considera que la consultante dejó el espacio antes de culminar la
totalidad de las consultas posibles ¿por las resistencias de carácter inconsciente que se
presentaron? ¿o porque prefiere anticiparse, y no permitir que la abandonen, y entonces
ella lo hace primero?
Se considera relevante establecer que en las primeras consultas con Julieta a la
practicante a cargo le resultaba complejo pensar en su contratransferencia, es decir, en sus
reacciones generales frente a la consultante y a la transferencia de esta. Esto le sucedía
tanto en las consultas en si, como luego, analizando el registro de las mismas.
Varios aspectos se pusieron en juego a nivel contratransferencial, se logró identificar
que algunas de las situaciones relacionadas a los conflictos de la consultante con sus
padres, tocaban aspectos de la propia vida de la practicante. Al ser identificados estos
puntos, se los pudo trabajar oportunamente en el espacio de supervisión y en el tratamiento
personal.
Es posible considerar que la contratransferencia de la practicante a cargo con
respecto a Julieta fue utilizada en algunos momentos del proceso como una herramienta
más de trabajo, practicando la regla de abstinencia. Cabe señalar, entonces, que la
contratransferencia fue abordada de la forma en que lo plantean Paula Heimann y Lucia
Tower. Las analistas norteamericanas Tower y Low plantean que no existe un análisis
completo por parte del analista, por lo que se considera que es muy importante que el
mismo se someta en su vida cotidiana al análisis y/o al análisis didáctico o de control, así
como a la supervisión.
Teniendo en cuenta los desarrollos de Lacan, es posible sostener que tanto la
consultante como la practicante a cargo, se encontraron afectadas por la transferencia de
forma distinta, ya que existe una disparidad entre ambas. Según la enseñanza del talmud
que se referenció en este trabajo, y que se entiende realiza de forma justa y metafórica la
situación de una consulta, al salir juntas “de la chimenea”, ambas, se encontraron tiznadas.
28
Existen dos grandes teorías sobre la transferencia, la freudiana que la concibe como
mera repetición, estableciendo que el analizante deposita en el analista imagos
(representaciones inconscientes) de sus progenitores o de las personas importantes para él,
actuando en análisis de la misma forma que actuó en su infancia, repitiendo así cualquier
forma de vincularse. Y la teoría lacaniana que se aparta de este planteo, estableciendo que
la transferencia es la producción del inconsciente del analizante en presencia del analista.
Además, dicha teoría considera que para que se establezca la transferencia es necesario
que el analizante le suponga un saber al analista (S.s.S) sobre lo que a él le pasa, sobre su
padecimiento.
Con respecto a la contratransferencia también hay diferentes teorías sobre la misma,
la freudiana la caracteriza como un obstáculo para el desarrollo de la cura, la lacaniana
considera que es un efecto de la transferencia y Heimann, Tower, Low y Little consideran
que es una de las principales herramientas del analista para orientarse en la dirección de la
cura del sujeto. Se destaca puntualmente la experiencia de Tower quien muestra con
hechos que la contratransferencia es un fenómeno real, existe y tiene consecuencias en el
proceso de análisis.
En relación a las Prácticas clínicas pre-profesionales que brindan atención
psicológica, se considera la importancia de las mismas en la formación de la estudiante
tanto a nivel teórico como práctico. Ser observadora participante implicó el primer
acercamiento al trabajo clínico en el consultorio y a la recepción de los consultantes. Una
primera experiencia llena de ansiedades y preguntas. Pero que dio la posibilidad de
compartir un espacio analítico, de escuchar a la consultante, de aprender de la psicóloga,
de observar. A pesar de que no intervenía de forma verbal se visualizó que formaba parte
de la consulta desde otro lugar.
Se considera que existió un pasaje fundamental cuando la estudiante pasó del rol de
observadora participante en una práctica, a llevar a cargo las consultas y la intervención en
otra práctica. Cuando la O.p ejerció su rol el mismo fue observar y llevar a cabo el registro,
pero ser practicante a cargo fue diferente, la practicante debió poner en práctica toda la
teoría que había aprendido (y que continúa aprendiendo), ejercer el rol de psicóloga, dirigir
la consulta, analizar aquello que la consultante traía al espacio e intervenir. Una gran
experiencia llena de aprendizajes que transitó junto a otra estudiante (O.p) y a la docente
que realizó la supervisión. Preparándose así para lo que quiere ser, psicóloga.
Referencias bibliográficas
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