Al Rescate de La Tortuga de Río
Al Rescate de La Tortuga de Río
Al Rescate de La Tortuga de Río
María les cuenta que hay otro peligro para las tortugas
bebés y es que, como son tan bonitas, las personas las
llevan como mascotas para sus casas.
—¿A ustedes les parece que una casa humana es un lugar
adecuado para que vivan las tortugas? —les pregunta.
—¡No! —responden los niños a coro.
Martín no se atreve a decir que él tiene una tortuguita
como mascota porque la quiere mucho; entonces, se va a
casa preocupado, sin saber qué hacer.
Entre tanto, María y los niños se preparan para liberar a los
tortuguillos. Cada niño bautiza uno, escogen los nombres
más bonitos: Esperanza, Paz, Feliz, Juguetona... En fin,
nombres de tortugas verdaderamente libres.
Luego, con cuidado, se despiden de ellas y las ponen en la
orilla del río. Las tortugas, emocionadas, se zambullen en el
agua mientras los niños se despiden de ellas.
María está satisfecha por el trabajo realizado con los niños.
Por ahora, su viaje terminó. Dentro de unos meses, cuando
regrese al río, podrá saber si logró su misión.
Cuando Martín llega a su casa, se da cuenta de que, otra
vez, la isla del platón está pegada a la pared, pero esta vez
¡no está la tortuguita!
Entonces, la busca angustiado y, por fin, la encuentra
debajo de una mesa. La toma entre sus manos y la devuelve
al platón, pero en esta ocasión le cambia la tierra por rocas,
para que no las pueda mover.
El tortuguillo del platón se lamenta por su soledad:
—Nunca voy a conocer a otra tortuga...
Martín lo observa y se siente algo culpable, pero no se
decide a liberarlo, porque es un regalo de su papá.
Ocho meses más tarde, María regresa al río para ver si
ahora hay más tortugas y más nidadas.
En la primera población, le cuentan una terrible noticia:
durante este tiempo, las personas han comido más huevos y
más tortugas.
—Esto no está nada bien, tengo que hablar con los adultos
para que comprendan lo grave que es que las tortugas se
acaben.
Se reúne con los pobladores para explicarles la situación.
—Todos tenemos una misión —dice—. La misión de las
tortugas es mantener el cauce del río. Ellas permiten el flujo
de nutrientes porque remueven el suelo y trasladan rocas y
ramas; además, ayudan a dispersar semillas porque nadan
grandes distancias.
»Sabemos que el río es muy importante porque las
personas toman el agua de él, les permite desplazarse
rápidamente y, además, pescar para comer y vender.