Estado de Gracia

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PARROQUIA “INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA Y SAN RAFAEL GUÍZAR Y VALENCIA”

DIMENSIÓN ESPIRITUAL · EL ESTADO DE GRACIA

En la vida tenemos muchos retos y uno de ellos es permanecer en la gracia


de Dios. Pero ¿qué es la gracia de Dios según la Biblia?, ¿por qué esta
gracia es importante para mejorar nuestra calidad de vida?. Sabemos que
nuestra vida encuentra sentido en la medida que entramos en la voluntad
de Dios. ¿Qué significa esto? que nuestra vida encuentra el balance y su
sentido original. Es como compararlo con el diseño de una estructura. Si
empezamos a poner columnas donde no van, la casa empieza a verse
desproporcionada. Así es nuestra vida sin la gracia de Dios. Esto es una
realidad, y muchos somos testigos de ello. Bajo la gracia, vivimos mucho más felices, nuestra vida
empieza a marchar con mucho más amor.

Es simple, si nos enfocamos en hacer la voluntad de Dios, veremos cómo cambia nuestra vida y
nuestra relación con Dios. Y es que vivir como Jesucristo nos enseña nos hace libres. Empezamos a
actuar con mucha más seguridad y entusiasmo. Nos abre los sentidos y empezamos a ver con
mucha más claridad para qué vivimos y cuál es nuestra meta. Es verdad. Experimentar esta gracia
nos hace ser personas mucho más agradecidas y felices.

¿QUÉ ES LA GRACIA DE DIOS SEGÚN LA BIBLIA?


Es un don gratuito que recibimos de nuestro creador Dios ya que sin ningún esfuerzo de nuestra
parte nos ha amado primero. Nosotros recibimos esta gracia a través del signo del sacramento del
Bautismo. Mediante este rito, Dios se manifiesta y por amor nos perdona y nos otorga esta gracia de
vivir bajo su amparo y sabiduría.
“Porque tu gracia señor vale más que la vida” (Salmo 63:4)

¿CUÁL ES EL PROPÓSITO DE LA GRACIA DE DIOS?


Su propósito es ayudarnos día a día con nuestros retos y dificultades. Iluminarnos cuando estamos
ciegos y no vemos salida. Su gracia nos da la certeza de que si hacemos lo correcto, lo que Él nos
manda en su palabra, (amar a nuestros enemigos, hacer el bien, y no tener miedo, etc.) viviremos
con mucho más entusiasmo.

Contestamos:
- ¿Tengo un corazón agradecido?
- ¿Le doy las gracias a Dios por todo lo que hace cada día por
mí?

Dime tus obras y te diré qué tan santo eres; recuerda que
llegamos a la santidad a través de las buenas obras y nuestra humildad de corazón. Por la gracia y
la generosidad, Dios envía a su hijo hecho hombre para que aquel que crea en él no muera, más
tenga vida eterna. (Jn 3:16).
¿QUÉ PASA SI NO VIVIMOS EN LA GRACIA DE DIOS?
- Perdemos de vista nuestro propósito. No sabemos para qué vivimos ni a
dónde vamos después de la muerte, sin ella se nos hace muy difícil cumplir
los mandamientos.
- Tenemos dificultad en ser agradecidos con Dios.
- Nuestra vida no tiene sentido.
- No sentimos a Dios en nosotros.

¿CUÁLES SON LOS BENEFICIOS DE ESTAR EN LA GRACIA DE DIOS?


- Es por medio de la gracia y los sacramentos, que el Cristiano tiene la certeza de no estar solo en
sus batallas. Es la gracia de Dios que nos da la esperanza de resucitar un día con Cristo.
- A través de las escrituras, recibimos la sabiduría de saber que somos sus hijos. Si nos fiamos de
él, él nos promete la perfecta alegría que no es simplemente dejar de sufrir sino más bien que
vayamos por la vida sintiéndonos amados.
- Por la gracia, llegamos a ser hijos adoptivos de Dios. (Rm 8, 14-17), herederos de su divinidad (2 P
1:3-4), con la meta de una vida eterna (Jn 17:3).

Su gracia va más allá de nuestra salvación, su generosidad es inagotable, su amor no tiene límites.
Así es el amor de Dios por nosotros.
«Donde había proliferado el pecado, sobreabunda la gracia» (Rm 5:20)

DIFERENCIA ENTRE LA GRACIA SACRAMENTAL Y SANTIFICANTE


La gracia sacramental es la gracia propia de cada sacramento. Esta
gracia nos ayuda en el camino hacia la santidad. Los sacramentos nos
confieren la gracia que nos hace amigos de Dios y nos permiten
celebrar la acción de Jesucristo en nosotros.
Las escrituras confirman que la gracia de Dios fluye a través de los
sacramentos:
- “Viendo Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles
venía el Espíritu Santo”. (Hch 8: 18).
- «Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu, no puede
entrar en el reino de Dios». (Jn 3:5).

La gracia santificante es la gracia infundida en nuestra alma a través del Espíritu Santo para
limpiarnos del pecado y santificar nuestra vida. Es el don que lleva el alma a la comunión con Dios y
a obrar con amor y comprensión. En ésta también se encuentran los dones espirituales o carismas
que tienen como propósito la edificación y el bien común de la iglesia. (1 Co 12). Dios nos ha dado
diferentes dones, algunos somos buenos para cantar, otros para trabajos manuales, otros para servir
a los enfermos y así.

Dice las escrituras: «el que haya recibido el don de enseñar, que se dedique a la enseñanza” (Rm
12:6-7).

Si te das cuenta, esta palabra nos revela la importancia de poner a trabajar nuestros talentos,
nuestra vocación. Hacer esto de buena voluntad es lo que nos garantiza un trabajo exitoso.
Nosotros tenemos la necesidad de esta gracia de Dios. Ella nos ayuda a conocer a nuestro creador
así como también, conocer nuestra propia historia. La gracia de Dios es la que ilumina nuestra vida,
nos ayuda a combatir el pecado, nos concede los dones y nos lleva a la santidad.

LA GRACIA EN EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA


La gracia es una participación en la vida de Dios. Nos introduce en la intimidad de la vida trinitaria:
por el Bautismo el cristiano participa de la gracia de Cristo, Cabeza de su Cuerpo. Como “hijo
adoptivo” puede ahora llamar “Padre” a Dios, en unión con el Hijo único. Recibe la vida del Espíritu
que le infunde la caridad y que forma la Iglesia.

La gracia de Cristo es el don gratuito que Dios nos hace de su vida infundida por el Espíritu Santo en
nuestra alma para sanarla del pecado y santificarla: es la gracia santificante o divinizadora, recibida
en el Bautismo.

La gracia santificante es un don habitual, una disposición estable y sobrenatural que perfecciona al
alma para hacerla capaz de vivir con Dios, de obrar por su amor. Se debe distinguir entre la gracia
habitual, disposición permanente para vivir y obrar según la vocación divina, y las gracias actuales,
que designan las intervenciones divinas que están en el origen de la conversión o en el curso de la
obra de la santificación.

La gracia es, ante todo y principalmente, el don del Espíritu que nos justifica y nos santifica. Pero la
gracia comprende también los dones que el Espíritu Santo nos concede para asociarnos a su obra,
para hacernos capaces de colaborar en la salvación de los otros y en el crecimiento del Cuerpo de
Cristo, que es la Iglesia. Estas son las gracias sacramentales, dones propios de los distintos
sacramentos. Son además las gracias especiales, llamadas también carismas, según el término
griego empleado por san Pablo, y que significa favor, don gratuito, beneficio (cf LG 12). Cualquiera
que sea su carácter, a veces extraordinario, como el don de milagros o de lenguas, los carismas
están ordenados a la gracia santificante y tienen por fin el bien común de la Iglesia. Están al servicio
de la caridad, que edifica la Iglesia (cf 1 Co 12).

Los hijos de la Santa Madre Iglesia esperan justamente la gracia de la perseverancia final y de la
recompensa de Dios, su Padre, por las obras buenas realizadas con su gracia en comunión con
Jesús (cf Concilio de Trento: DS 1576). Siguiendo la misma norma de vida, los creyentes comparten
la “bienaventurada esperanza” de aquellos a los que la misericordia divina congrega en la “Ciudad
Santa, la nueva Jerusalén, [...] que baja del cielo, de junto a Dios, engalanada como una novia
ataviada para su esposo” (Ap 21, 2).

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