Reseña - El Fin Del Amor. Querer y Coger (T. Tenenbaum)
Reseña - El Fin Del Amor. Querer y Coger (T. Tenenbaum)
Reseña - El Fin Del Amor. Querer y Coger (T. Tenenbaum)
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Este no es un manual con recetas mágicas para vivir el sexo y el amor sin dolor ni
angustias, pero es un libro cercano, que te permite reflejarte en ciertas historias y pensar en
compañía de algunos autores la aventura que implica “querer y coger”.
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Tamara Tenembaum señala que es una millennial, parte de una generación que nació
entre 1981 y 1994. Un periodo donde la televisión a cable lleva a los hogares diversas series
adolescentes, donde las familias tienen sus propias computadoras y donde los jóvenes se
apropian de internet a través de blogs y redes sociales. Sin embargo, hasta sus doce años este
mundo le será distante.
Ella nació en una comunidad judía ortodoxa en Buenos Aires en un barrio llamado
Once. Si bien es cierto su comunidad pertenece a la denominada “ortodoxia moderna”, las
imágenes que se le proyectan a través del televisor le son lejanas. Los besos, los noviazgos y
la ropa pertenecen a las reglas de una realidad que aún no le es familiar. Como dirá una de
sus amigas: “No es para nosotras”.
En la comunidad judía el destino de una chica es más o menos conocido por todos, se
sabe que a cierta edad se preparará para atraer la mirada de un futuro marido que le brinde
cierto estatus y estabilidad económica, que se casará con este hombre y tendrán hijos, es
posible también que consiga un trabajo como profesora o secretaria dentro de la comunidad.
Sin embargo, en el mundo laico no hay una trayectoria clara, casarse parece ser opcional,
tener hijos también, así como tener relaciones sexuales fuera del matrimonio y estudiar una
carrera en la Universidad.
Las primeras aproximaciones de Tamara a esta realidad la sorprenden y angustian
pues no sabe qué hacer o qué sentir cuando un chico se le acerca tanto hasta llegar a su
cachete para darle un beso, o los momentos en los que se debe usar minifalda, o cómo se debe
dirigir a los chicos. En un primer momento ella concluye que estas personas conviven en total
libertad y que no hay reglas que dirijan sus formas de interactuar con otros; no obstante, su
propia experiencia le enseña que si bien es cierto las reglas no estaban escritas y eran menos
claras, existían. Ella dice: “había cosas que eran de puta, cosas que eran de tonta, cosas que
eran de ridícula y cosas que eran de loca”. Qué sería la sociedad si no existieran esas reglas
implícitas.
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Freud escribe en Esquema del Psicoanálisis: “Discernimos que al bárbaro le resulta
fácil ser sano; para el hombre de cultura, es una tarea dura.” (pp.185, 1976)1. Para el
primero las reglas son claras, hay cosas que están permitidas y cosas que están prohibidas.
Dentro de lo permitido el mundo es limitado y cada pregunta tiene una respuesta, además de
que cada acción gira en torno a la comunidad. Aquí el yo queda reducido por las reglas que
rigen sobre él. Sin embargo, para el segundo, no hay reglas claras y por ende las decisiones
que toma parecen hacerse en plena libertad, donde cada decisión depende únicamente de uno
y son enteramente de su responsabilidad.
1 Freud, S. (1976). Esquema del psicoanálisis. En A. Strachey (Eds.), Obras completas. Tomo XXIII (pp. 133-
210). Amorrortu editores.
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La secularización implicó el despojo de las personas de las reglas de la comunidad por
las reglas del individuo. Tamara señala que la imagen más representativa del amor romántico
es la historia de Romeo y Julieta. Una pareja de jóvenes que se desliga de las reglas de clase y
las restricciones de sus familias para realizar su amor. Así pues, el amor romántico es en
esencia la unión entre dos individuos.
A medida que va pasando el tiempo, el personaje predilecto para llevar el estandarte
del amor romántico será la mujer. Tanto en la literatura como en el cine y la televisión se
instituirá la imagen de la mujer que frente a todo obstáculo (social, económico, político o
religioso), luchará y romperá con todo para unirse con la persona que ama. El amor se
convertirá en la única forma en la que la mujer puede trascender, en el que su existencia tiene
un sentido. Pensemos en todas las series, dibujos o películas que veíamos de jóvenes, en las
que, a pesar de toda la trama, aventuras y actos memorables de las jóvenes, lo más importante
era que había logrado quedarse con el chico que amaba.
El relato del amor romántico sirvió para que las mujeres pudieran hablar y decidir
desde el deseo, libertad que antes no tenían; sin embargo, esto implicaba actos de entrega
total, donde no importa dejarlo todo si se tiene el amor. Por ejemplo, la historia de la mujer
que rechazó una oferta de trabajo porque implicaba viajar y dejar a su pareja, o la chica que
se enfrenta a su familia porque ellos no aceptan al chico con el que sale, o la joven que
cancela a sus amigas para salir con el chico que le gusta.
Alguien podría decir, que las chicas pudieron haber decidido diferente, que nadie las obligaba
a abandonar todo, pero el amor romántico funciona como un fantasma, como actitudes e
historias que se repiten. A mis trece años, sabía que ser linda y ser popular consistía en tener
enamorado. Constantemente estamos buscando ser aprobadas, miradas y deseadas por el sexo
opuesto, de lo contrario nos sentimos incompletas, una de las consecuencias de esta situación
es que muchas veces aceptamos todo para evitar perder ese "amor", pues decir “no” puede ser
aún más costoso.
Asimismo, en oposición a la búsqueda de un amor que dure para siempre está la
soltería, pero ¿qué significa socialmente estar soltera?
Tamara dirige un consultorio sentimental donde anónimamente muchos le escriben
sobre sus dilemas en el amor. Un día, una chica de veinticinco años le escribe angustiada y
cansada de que a su edad no tenga una pareja estable, ella señala que es una tontería
preocuparse por eso, pero que tiene miedo de quedarse sola para siempre, además de no
comprender qué es lo que hace mal para que nadie se quede con ella. Allí, la autora señala
que esta angustia proviene de la idea de la soltería como momento de tránsito, cuyo fin
último es el encontrar una pareja estable. Otra consecuencia del relato del amor romántico.
Para la autora esta angustia proviene de la falta de modelos en donde depositar
nuestro deseo, en el que estar soltera no sea un momento de tránsito, sino un estado
sentimental legítimo. Tenemos la idea de que estar sola implica estar triste y vacía; imagen
que no se tiene con respecto a la soltería en los hombres.
Así también, las relaciones en el siglo XXI se suelen caracterizar por tener vínculos
precarios, donde se descarta al otro de forma dolorosa y rápida. Aquí la autora menciona la
aparición de las aplicaciones de citas, que si bien es cierto amplían nuestro círculo social para
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posibles encuentros amorosos y sexuales, mantienen una lógica de mercado, donde se escoge
lo que se desea, se lo usa y luego se lo deja a un lado; donde prima mucho la imagen que se
tiene frente a la pantalla, más que la persona en sí misma, situación que muchas veces puede
ser más riesgosa para las mujeres.
Sin embargo, frente a esta precarización de los vínculos aparecen nuevas formas de
vivir el amor. La desinhibición de los deseos después de las largas batallas por la revolución
sexual permitió que, en el siglo XXI, se puedan establecer como legítimas ciertas formas de
amor, como el poliamor. Tamara señala que la observación de estos vínculos nos puede
ayudar para replantear los que se forman dentro de las relaciones monógamas. Ella menciona
que no es que las relaciones poliamorosas sean mejores, pero que, debido a que tienen que
mantener una relación con más de una persona, se toma muy en cuenta el deseo del otro para
no perder ni lastimar a uno de los involucrados.
Las relaciones abiertas se están volviendo cada vez más usuales y junto a ellas se
están creando nuevos mecanismos de amor y sexo que permitan cuidar del deseo del otro.
Una revolución que permite pasar, como señala la autora, de un “amor gratis”, donde se está
con varias personas porque te dan placer, sin tener en cuenta lo que el otro siente, a una
relación de “amor libre”, donde ambos deseos son tomados en cuenta con diálogo y
honestidad.
Finalmente, la autora propone cuestionar y romper con el relato del amor romántico
por todas las consecuencias que tienen en nuestras formas de querer y coger, y agrega que
ello no terminará con el amor, si es que desplazamos este del individuo a la comunidad. Uno
de los aprendizajes que ella rescata de las comunidades queer, es que a pesar del término de
una relación los vínculos se mantienen, esto debido a la constante violencia a su persona.
Pasan de desechar los vínculos a transformarlos, pasar del amor a la amistad.
El libro termina con una confesión y una propuesta. La primera dice:
“No sé qué tipo de vínculo me cierra más, si uno monógamo, uno abierto, uno estable o
pasajero. No sé cómo se navega la contradicción entre el deseo de novedad y el de calidez.
No sé cómo hacer para seguir entregándome ahora que no quiero perderme a mí misma
nunca más. Hago lo que puedo, y puedo poco. No tengo consejos ni soluciones. Tengo solo
ideas tentativas, lecturas e intuiciones” (pp. 158).
Frente a ello propone:
“Creo que lo que estamos intentando las feministas es inventar una tercera opción: una ética
de la otredad que no sea una ética del sacrificio, una idea de felicidad que sea colectiva sin
ser opresiva. La sororidad consiste mucho más en eso que en una solidaridad teórica entre
identidades feminizadas: en pensar comunidades elegidas, relaciones basadas en la
posibilidad de compartir antes que de negociar. Tenemos un modelo y ese modelo es la
amistad: un vínculo que se elige pero que, una vez elegido, también obliga, también nos pone
en relaciones de vulnerabilidad con los demás.” (pp. 159).
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Este libro parece estar dirigido exclusivamente para las mujeres. No me parece que
sea así. Considero que es una casualidad de la condición sexual de la autora, es decir, era lo
que tenía más cerca. Sin embargo, hace falta un libro que aborde las experiencias,
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sentimientos y angustias que rodean las relaciones del querer y coger en los hombres
heterosexuales, que definitivamente deben existir.