Gusieff Torres

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REFLEXIONES PSICOANALÍTICAS SOBRE LA ELECCIÓN

VOCACIONAL

Daphne Gusieff Torres1


Centro de Psicoterapia Psicoanalítica de Lima (CPPL)
daphne_gusieff@hotmail.com

RESUMEN

La literatura indica que los procesos no racionales, la intuición y los procesos


afectivos caracterizan la toma de decisiones vocacionales, razón por la cual el
psicoanálisis tiene importantes aportes que realizar al tema. En el presente artículo se
se plantea la elección de carrera como satisfacción de las necesidades afectivas más
fundamentales y tal vez urgentes de cada persona. A partir de esta idea, se desprenden
hipótesis sobre las vacilaciones en la elección y los microduelos que implica la
renuncia a otras profesiones, particularmente en una etapa como la adolescencia. Para
realizar el análisis de la gama de necesidades de cada persona es preciso tener como
marco de referencia que las necesidades de satisfacciones pulsionales constituyen
motivos inconscientes para la elección. Posteriormente, es necesario analizar el papel
de los vínculos sobre la decisión, con énfasis en las primeras experiencias y el rol que
juega el sistema familiar, pues la decisión del adolescente implica un quiebre, una
reestructuración y fantasías de reparación del orden familiar. Es también necesario
analizar el rol de la identificación en el proceso vocacional. Estos temas son
desarrollados en el presente artículo e ilustrados con viñetas clínicas.

Palabras clave: Elección vocacional, psicoanálisis, adolescencia, vínculos,


identificación.

1
Licenciada en Psicología clínica por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Egresada de la
formación de psicoterapeuta del Centro de Psicoterapia Psicoanalítica de Lima (CPPL). Miembro de la
Asociación peruana de psicoterapia psicoanalítica de niños y adolescentes (APPPNA). Miembro de la
Sociedad Peruana de Rorschach y métodos proyectivos (SPRYM). Ejerce la práctica psicoterapéutica
privada con niños, adolescentes y adultos, así como la docencia universitaria.
CPPL. Lima. daphne_gusieff@hotmail.com
Introducción
La elección de una carrera es la elección de una forma de vida y parece estar
determinada también por nuestra forma de vivir (Harrsch, 2005). Es importante ubicar
el proceso de elección vocacional en nuestro contexto. En Lima, Perú, los
adolescentes culminan sus estudios escolares, en promedio, entre los 16 y los 17 años.
Es ese el momento en el que deben optar por una carrera y una casa de estudios
superiores. Más aún, dado que las postulaciones a las diversas universidades se dan a
lo largo de todo el último año de estudios escolares (aproximadamente entre junio y
diciembre), los adolescentes deben tener esbozada una decisión mucho antes de haber
culminado el colegio. Además, a diferencia de lo que ocurría en décadas anteriores,
las posibilidades de ingreso a las casas de estudios superiores son hoy múltiples y
muchas no contemplan un examen de admisión, sino entrevistas y certificados de
rendimiento académico exitoso en el colegio. Es decir, el “hito” de la preparación, la
postulación y el ingreso a la universidad se ha desdibujado un poco. Todo esto nos
lleva a preguntarnos si los adolescentes de hoy tienen las condiciones maduracionales
y afectivas necesarias para tomar una decisión tan importante como la vocacional, o si
los estamos forzando a algo para lo que aún no están listos.

A la vez, los sistemas educativos están mostrando modificaciones en sus


planes de estudio que en algún nivel actúan como soluciones parciales a la
problemática de si los adolescentes están listos o no para elegir carrera. En esta línea,
hay una creciente tendencia por parte de las universidades a incoporar semestres
iniciales destinados a Estudios generales. En ellos los estudiantes adquieren
conocimientos sobre diversas disciplinas y, al entrar en contacto con las mismas,
pueden distinguir mejor cuáles son de su agrado, lo que puede confirmar o reorientar
su elección vocacional. Asimismo, es creciente la tendencia a escoger las
especializaciones, no durante la carrera, sino en los estudios de postgrado.

De otro lado, en mi experiencia de trabajo clínico con adultos profesionales he


notado que a menudo se presentan crisis de identidad profesional, es decir, dudas
respecto al proyecto profesional futuro, insatisfacciones respecto al tipo de trabajo que
realizan, pocas ideas respecto a cómo cambiar su situación y, a veces, pocas
esperanzas al respecto. Asimismo, algunos adultos consideran que fue un “error”
elegir la carrera que estudiaron y sienten que ya es muy tarde para emprender nuevos
estudios, pues ahora tienen responsabilidades económicas y familiares diferentes.
Todo esto produce en ellos sensaciones de desesperanza, vacío y desánimo. Parece
ser que el tema de forjar una identidad vocacional no acaba en la adolescencia y
podría generar un impacto importante, no sólo en el bienestar de las personas, sino
posiblemente en su productividad.

En este contexto, la labor de orientación vocacional es fundamental, en


diferentes momentos del desarrollo evolutivo. Desde una visión clínica, el
psicoanálisis tiene muchos desarrollos y aportes valiosos a este campo. Propongo que
el abordaje de una orientación vocacional individual en el campo psicoanalítico debe
procurar comprender el conjunto de necesidades personales que, en la fantasía o en la
realidad, satisface la carrera. Para ello, es preciso considerar que la carrera satisface
el conjunto de necesidades afectivas prioritarias de la persona, a la vez que no atenta
contra su sistema defensivo. A fin de comprender cómo opera y en qué consiste dicho
conjunto de necesidades en cada persona, es necesario analizar el rol de los primeros
vínculos, del sistema familiar y de los procesos identificatorios en cada paciente. A la
vez, es necesario tener en consideración que las necesidades a ser satisfechas operan
bajo el marco general de la satisfacción pulsional. Estas ideas serán desarrolladas a
continuación.

Existen múltiples factores que influyen los procesos de juicio en los seres
humanos. Einhorn y Hogarth (1981; citados en Phillips, 1994) sugirieron el innegable
rol del pensamiento intuitivo en la toma de decisiones. Asimismo, otros autores
reconocen el valor de los métodos no racionales, poniendo de manifiesto que la
maestría de quienes deciden incluye estrategias intuitivas, analíticas y de consulta
(Shanteau, 1988; Hammond, Hamm, Grassia y Pearson, 1987; ibid) En esta misma
línea de pensamiento, Etzioni (1988, ibid) sostiene la importancia de elementos
afectivos en la toma de decisiones, sugiriendo que dichos elementos indican las
circunstancias en las que la lógica debe o no ser usada. Así, la emoción, la intuición,
el afecto y la consulta parecen ser fenómenos no racionales que pueden servir como
fuentes de creatividad, imaginación y ayuda en la decisión . A partir de esto, propongo
aquí que tal vez estos factores de intuición aludan a movilizaciones y demandas
inconscientes.
I. Las necesidades de satisfacciones pulsionales como motivos
inconscientes para la elección

De acuerdo con algunos autores psicoanalíticos, la elección vocacional estaría


determinada, en parte, por motivaciones inconscientes. Según Brill (1949,1960) la
elección vocacional constituiría un dominio de la conducta en la cual la sociedad
permite a una persona combinar los principios de placer y de realidad, de modo que la
ocupación tiene un papel importante en la gratificación de impulsos. El mecanismo
de sublimación resultaría básico en la vida humana, pues proporciona una manera
aceptable para que el individuo libere parte de sus energías psíquicas que, si se
expresaran de forma directa, serían inaceptables para la sociedad. Idealmente el
trabajo proporciona salidas para los impulsos y los deseos sublimados. Así, la
elección de carrera es el resultado del desarrollo de la personalidad, por lo que el
proceso de elección de la carrera, y por consiguiente, del trabajo, representarían el
estado general del desarrollo psicológico de una persona. En este sentido, las
elecciones vocacionales que parecen irracionales podrían tener la función de persistir
al servicio de la integridad del yo (Ibid; Osipow, 1990). Por su parte, Hendrix (1943)
propone el “principio laboral”, que se basa en el instinto de dominar el propio
ambiente. Así, bajo esta visión, la satisfacción laboral sería una función del yo y no
constituiría sólo un placer sexual sublimado (Ibid).

Desde la perspectiva psicodinámica podríamos tratar en torno a los deseos


inconscientes de afiliación, que según este marco de referencia podríamos llamar
motivos ligados a las relaciones objetales. Por ejemplo, para el caso de los
psicoterapeutas, Sussman (1992) afirma que buscar ser indispensable para el paciente
en parte satisface la propia necesidad de dependencia, pues de esta forma se garantiza
la duración del vínculo. En esta misma línea, Greenson (1994) explica que el deseo de
entender al paciente se origina en el deseo de adentrarse en otro ser humano,
relacionado al deseo infantil de fusionarse con la madre, como forma de manejar la
separación. Diversas profesiones ligadas al cuidado podrían entenderse también bajo
este modelo.

Asimismo, la necesidad de afiliación, desde el psicoanálisis, puede verse como


una necesidad de reparar objetos internos, lo que se podría de manifiesto, una vez
más, en las profesiones de cuidado. El intento de reparación, sería el intento por
arreglar el daño que se cree haber hecho al objeto bueno expresándole gratitud y amor
y preservándolo interna y externamente.

Desde una línea psicoanalítica podríamos plantear también la existencia de


deseos inconscientes de poder y control. Las profesiones o puestos en los que se
ejerce el poder resultarían atractivas para quienes se sienten atemorizados e
impotentes en su propia vida, pues les brindará la oportunidad de ejercer cierto control
e influencia sobre la vida de los otros (Guggenbhul-Craig, 1992 y Hammer 1972;
citados en Sussman, 1992).

La satisfacción de las pulsiones agresivas es también un motivo a tener en


cuenta. Freud (1926), planteó que la escoptofilia y el sadismo eran dos motivaciones
comunes para ser médico. Siguiendo esto, Sussman Ibid propone la formación
reactiva contra la agresión como elemento constituyente del deseo de curar en
profesiones de cuidado. Así, el deseo de curar sería como la expiación de impulsos
sádicos (Zarewnko, 1970), o tal vez la defensa ante deseos infantiles de matar o
destruir, posteriormente transformados en deseos de reparar (Sharpe, 1930)

Otro grupo correspondería a los conflictos edípicos no resueltos. Por ejemplo,


de acuerdo a Searles, 1966, el rol de terapeuta lo mantendría expuesto a aspiraciones
eróticas prohibidas que tiene lugar en la diada terapéutica.

Si bien la elección de carrera como elemento de satisfacción pulsional nos da


un marco general para la comprensión del paciente, es necesario analizar elementos de
historia personal del mismo para lograr una mejor comprensión del conjunto de sus
necesidades afectivas. Abordaremos ahora el papel de los vínculos en la decisión
vocacional.

II. El papel de los vínculos sobre la decisión: primeras experiencias y


sistema familiar

Las contribuciones teóricas y clínicas en el psicoanálisis contemporáneo


destacan la importancia del otro en el funcionamiento psíquico del sujeto. Así,
algunas tendencias dentro de la teoría psicodinámica, especialmente las emergentes de
las escuelas de relaciones objetales y psicología del yo, han enfatizado la importancia
de las relaciones interpersonales en el fomento del desarrollo psicológico. Por
extensión, ambos modelos sugieren que las relaciones interpersonales son
fundamentales en el desarrollo de una carrera (Brown & Watkins, 1994).

Múltiples autores convergen en la idea del énfasis en el desarrollo de la


temprana edad y los primeros vínculos para abordar la motivación hacia el trabajo.
Las experiencias de la infancia modelan la personalidad del individuo y las relaciones
padres-hijo representan un papel importante en la elección vocacional, pues esta
consistirá en satisfacer las necesidades ligadas a las experiencias de la infancia a
través de los ambientes laborales. Así, las experiencias vividas en la infancia por el
sujeto en un clima familiar van prediciendo de forma inconsciente la futura elección
vocacional. (Bordin, 1990; Roe y Siegelman, 1964).

En este contexto, necesitamos entender mejor el rol que juega el sistema


familiar en moldear la identidad y el desarrollo vocacional, es decir en el desarrollo e
implementación de un comportamiento vocacional y la formación y mantenimiento de
una identidad ocupacional. A decir de Bohoslavsky (1984), el adolescente que decide
y acepta crecer, de cierta manera “destruye” y rompe con la estructura del grupo
familiar. En este sentido, la negativa de algunos padres a aceptar algunas carreras, si
bien pueden ocultarse bajo los trajes de aspectos socioeconómicos, podría encontrarse
ligada al temor de la familia de que uno de sus miembros, a través de su carrera,
denuncie, cuestione u otorgue una mirada distinta y profunda a la dinámica familiar.

El adolescente siempre se sentirá presionado por dos objetos reclamantes: uno


interno y el objeto “familia”, lo que hace su situación mucho más difícil y confusa.
Dicha situación se presenta cuando el adolescente desea elegir determinada carrera y
los padres manifiestan su desacuerdo, pero también cuando los padres manifiestan una
postura aparentemente neutral, ya que depositan en él toda la responsabilidad. Esto
genera en el adolescente sentimientos de abandono, soledad y rabia hacia sus
familiares, los cuales a su vez le generan culpa. Debido a que el grupo familiar
constituye en sí el grupo de pertenencia y al que se tomará como referencia
fundamental, sus valoraciones acerca de la posible elección del sujeto tienen
significativa influencia en la conducción y elección final del adolescente, ya sea
porque el grupo familiar actúe como grupo de referencia positivo o negativo en
relación a la elección. Así, en los problemas para la elección vocacional, es necesario
tener en cuenta la influencia que ejerce el valor que perciba el grupo familiar acerca
de las ocupaciones. Este valor se dará en función de los sistemas particulares de valor
– actitud que posea el grupo( Ibid).

La “destrucción” de la estructura del grupo familiar a través de la elección


vocacional del adolescente implica dar el primer gran salto para su independencia del
grupo familiar. Esto supone una re-estructuración enorme no sólo de sí mismo sino
también de todo el grupo familiar. Dicha re-estructuración de sí mismo y del grupo ya
constituye razón suficiente para generar en él sentimientos de culpa. Sin embargo, aún
cuando es cierto que destruye, también es cierto que al elegir se convierte en el
depositario del rol reparatorio que se encuentra presente en toda estructura, incluso en
la estructura familiar. Dicho rol reparatorio es asumido por los miembros del grupo
familiar en forma alternada o estereotipada, según sea el grupo, pero siempre es el
adolescente quien lo asume al elegir la carrera. Así, toda la familia estará pendiente
de la elección del adolescente, porque de manera inconsciente coloca sobre este la
reparación de todo el grupo, es decir, de las heridas previas en el funcionamiento o la
historia familiar (Ibid). Me permito agregar que las familias pueden desarrollar
naturales resistencias hacia los cambios que implica un proceso de reparación.

En la reparación, mecanismo descrito en principio por Melanie Klein, el sujeto


intenta reparar los efectos de sus fantasmas destructores sobre su objeto de amor. Este
mecanismo estaría ligado a la angustia y a la culpabilidad depresiva. Así, la
reparación fantasmática del objeto materno, externo e interno, permitiría superar la
posición depresiva asegurando al yo una identificación estable con el objeto benéfico
(Laplanche y Pontalis, 1981). El yo se siente impelido por su identificación con el
objeto bueno internalizado a llevar a cabo una reparación por todos los ataques
sádicos que en fantasías regresivas anteriores ha dirigido contra ese objeto. Klein
(1935) señala la importancia específica que tiene para la sublimación la forma en que
se haya reducido el objeto amado en trozos y el esfuerzo por juntarlos. Es un objeto
"perfecto" que está en pedazos, por lo que la reparación presupone la necesidad de
embellecerlo y "perfeccionarlo'' (Ibid).

La reparación es una forma de sublimación unida a la posición depresiva que


se expresa en la tendencia a reparar el mal que se ha hecho a los objetos buenos La
posición depresiva se apoya en principio sobre las relaciones con el objeto interno
bueno, de modo que la reparación aparece como un medio que tiene el niño de
asegurarlas. Aunque la reparación a menudo esté dirigida a objetos exteriores, como
en el trabajo, estos representan al objeto interno al cual está unido el yo. (De Mijolla,
2008). Se fortalece en la elección un “Yo” fuerte preparado para ejecutar conductas
reparatorias y que, al reparar tanto en la fantasía como en la realidad, se hace aún más
fuerte porque reintegra el objeto interno bueno que ha sido dañado en la fantasía y lo
protege de los objetos internos malos. (Ibid, 1984).

Como ejemplo, podemos mencionar a una adolescente escolar quien quería ser
médico para investigar y luchar contra enfermedades difíciles. Su padre había muerto
de cáncer cuando ella era una niña pequeña, dejando a la familia formada por su
madre y hermana, llenas de tristeza e impotencia. Un análisis prolongado de sus
motivaciones mostraba su deseo inconsciente de devolver la esperanza y la fortaleza a
la familia a través de la fantasía de control de la enfermedad y así posiblemente
reparar el sentimiento de daño en la familia.

Además, es necesario tomar en cuenta la propia problemática vocacional que


hayan presentado los miembros del grupo familiar. Es importante considerar el nivel
de satisfacción o insatisfacción de los padres u otras figuras tempranas que resultan
significativas y que se darán en función de sus propios ideales del yo. Dichos niveles
de satisfacción o insatisfacción serán parte de la formación del adolescente desde
pequeño, por lo que su influencia es crucial en la elección (Ibid 1984).

III. El rol de las identificaciones en el proceso vocacional

Adicionalmente, de acuerdo a la concepción psicoanalítica, el proceso de


identificación es central en la elección vocacional, pues es fundamental con quién se
identifica la persona y hasta qué punto, y si existen o no conflictos con respecto a la
persona con quien se identifica. La base de esta identificación se halla en el proceso
de identificación que ocurre en edades tempranas (Osipow, 1990).

La identificación es un proceso psíquico inconsciente por el que una persona


convierte una parte más o menos importante de su personalidad conforme a la de otro
que le sirve de modelo. En este proceso central en la vida psíquica, el sujeto se
constituye y se transforma asimilando o apropiándose, en momentos clave de su
evolución, de aspectos, atributos o rasgos de los seres humanos de su entorno. El
mecanismo de identificación va a designar un primer modo de relación con los otros,
formando parte de los procesos constitutivos de la psique (De Mijolla, 2008;
Roudinesco y Plon, 1998). Se podría decir que las identificaciones son una lenta
vacilación entre el «yo» y el «otro», mientras que la identidad es la ilusión de un yo
puro de toda relación de objeto. Al tomar del otro, no se corre el riesgo de dejar de ser
uno mismo. La identificación puede ser tomada como la capacidad para ocupar
lugares y posiciones psíquicas diferentes. (Kaufmann, 1996).

Una persona tiene identidad ocupacional cuando ha integrado sus distintas


identificaciones y sabe lo que quiere hacer, de qué forma y en qué contexto. En este
sentido, la identidad ocupacional incluiría un con qué, un cómo y un dónde. La
elección del futuro, que implica un rol adulto, siempre estará asociada a ese “otro”.
Nunca un adolescente dirá “Quiero ser doctor” sin tener en la mente las características
en particular de alguien que es doctor; pero además de serlo, posee habilidades que el
adolescente asocia con la carrera y el deseo de ser doctor alude a obtener, mediante la
elección, todas aquellas características de dicha persona (Bohoslavsky, 1984).

En esta misma línea, como lo afirma Sussman (1992), en el desarrollo del


concepto de sí mismo una fase fundamental es la de la identificación, en la cual se
produce un acercamiento del individuo a objetos y personas que le produzcan
gratificación y surge la idea “yo quiero ser así”. Cuando alguien escoge una profesión,
a pesar que tome como modelo a una persona, lo que en realidad busca es obtener
algún aspecto de esta persona que él ha configurado en su imaginario.

Podemos notar que la identificación no tiene que hallarse sólo en la elección


vocacional, sino que puede encontrarse también en la forma como la persona aplica la
carrera elegida en el mundo laboral. Como ejemplo ilustrativo, podemos citar el caso
de una adulta que culminó estudios de Psicología clínica, pero en su trabajo
profesional empleó mucho tiempo laborando en entornos educativos. Varios
miembros de su familia, con quienes se había identificado claramente, eran
educadores en ejercicio.
Otro ejemplo lo constituye una psicóloga organizacional quien orientó tanto
sus estudios como su trabajo al ámbito empresarial, en identificación con su padre y
hermanos, quienes trabajaban en el ámbito de los negocios en diferentes empresas
trasnacionales. Si bien ellos eran ingenieros de distintas ramas y ella, psicóloga,
coincidían en la aplicación de su carrera en ámbitos de trabajo de orden empresarial.

Un tercer ejemplo lo constituye una profesional del mundo de las Finanzas,


hija de padres educadores quienes forjaron una institución educativa. Luego de
trabajar un tiempo en temas de negocios, decidió aplicar sus conocimientos al ámbito
de la educación y crear una empresa de servicios educativos. Aunque los servicios
que ella ofrecía eran distintos a los servicios que ofrecían sus progenitores, podemos
suponer una identificación tanto con los intereses como la orientación al
emprendimiento de sus padres.

Es preciso añadir que la manera como la persona vive y se relaciona con el


trabajo puede ser también un ámbito de identificación. Como ejemplo, podemos
pensar en un profesional que, si bien tenía una carrera y un trabajo distintos a su grupo
familiar, tendía a trabajar en exceso por honorarios bajos que no correspondían a la
calidad de su trabajo, al igual que los miembros de su familia. Al parecer, operaba
aquí una identificación de la visión del trabajo como sacrificio. En este caso podemos
ver que la profesión puede satisfacer también impulsos autodestructivos, por ejemplo,
de tipo masoquista.

Así, sabemos que existen formas concretas de reparación que tienen que ver
con el “con el qué” y “a la manera de quién” se repara. El “con qué” se refiere a
objetos e instrumentos externos, cosas, gente, etc. Al mencionar “a la manera de
quién” se hace referencia a los procesos de identificación y sus resultantes
(Bohoslavsky, 1984).

Grinberg (Ibid) al referirse a los duelos por el self, hace alusión a un


sentimiento que expresa el “anhelo de complementarse”. Klein relaciona estos
sentimientos con la fantasía universal del mellizo, que representa todos aquellos
aspectos ausentes en el self. Este intento de complementación que el adolescente
busca a través de su elección, se lleva a cabo algunas veces desde un punto de vista
mágico a través de identificaciones con algún otro, por ejemplo, con un maestro al
cual el adolescente idealiza, o un profesional a quien conoce y cuyas características
configuran el modelo de lo que él anhela ser. Ese “quien”, es una representación de
aquello que él quisiera tener y siente que le hace falta. (Ibid).

Por otro lado, operan también procesos de desidentificación con las figuras
parentales en los fenómenos vocacionales. No sólo se escoge las características que se
adoptarán, también se escoge que características no se adoptarán y por supuesto esas
también se asociarán a la carrera (Ibid)

IV. La elección de carrera como satisfacción de las necesidades afectivas


más fundamentales

Sugiero que cada persona elige la carrera que satisface su conjunto de


necesidades más fuertes, pero que a la vez no rompa el sistema defensivo de dicha
persona. En este sentido, podríamos establecer un símil entre la elección vocacional y
la elección de pareja. Respecto a la elección de pareja, Spivacow (2001) sostiene que
los acuerdos defensivos inconscientes organizan cómo cada uno respeta de manera
efectiva ciertas áreas conflictivas del otro. La carrera y la persona establecerían una
relación análoga a esta. El autor sostiene que se produce en la pareja un ensamble
inconsciente que organiza el reparto de roles y participaciones que asegura la
homeostasis narcisista de cada polo. El concepto de ensamble inconsciente da cuenta
de un cierto nivel de ajuste y estabilización en el intercambio, inconscientemente
establecido. En esta línea, planteo que la elección desinformada de una carrera podría
explicarse más que por intuición, a través de las fantasías inconscientes que tiene la
persona que elige respecto a que sus necesidades afectivas fundamentales serán
satisfechas a través del estudio y ejercicio de dicha carrera.

Como modo de ejemplo ilustrativo, podemos citar el caso de un joven con


importantes rasgos de personalidad esquizoides que, probablemente con el fin de
compensar los efectos de sus rasgos psicopatológicos sobre su vida social, eligió
estudiar la carrera de Comunicaciones. Sin embargo, se dedicaba a trabajar detrás de
cámaras. De este modo, al parecer satisfacía su necesidad interna de relacionarse con
otros, pero desde un lugar seguro por ser de poca exposición, detrás de las cámaras.
Así, su defensa no se veía amenazada, pues no entraba en abierto contacto con
aquello que le resultaba difícil, es decir, las relaciones interpersonales.
Citaré otro ejemplo. Una joven estudió Educación inicial y ejercía como
maestra en un nido. Se mostraba como una persona sonriente, con un tono de voz un
tanto infantil. Sin embargo, en cuanto empezaba a hablar, su relato estaba lleno de
cólera que a veces no lograba controlar en el trabajo con sus niños. En las sesiones de
historia indicó que padecía de una enfermedad genética que le generaba infertilidad
permanente. Entonces se pudo comprender mejor que su elección de carrera podía
estar actuando como una compensación, pues ante la dificultas para tener hijos
biológicos propios, su profesión le permitía estar rodeada de niños. No obstante, su
profesión también le permitía descargar su cólera y frustración, la misma que se
disimulaba en sus intentos de disciplinar a los niños.

Un tercer ejemplo lo constituye una mujer adulta que presentaba rasgos


consistentes con una estructura de personalidad limítrofe, con una marcada
impulsividad, propensa al desborde constante. Trabajaba como controladora de tráfico
áereo y su horario de trabajo era altamente rotativo, a veces trabajaba por la mañana, a
veces por la tarde y a veces de madrugada. Su modalidad de trabajo, altamente
rotativa, parecía alinearse con la necesidad interna de cambio frecuente y alejamiento
de la estabilidad. Sin embargo, la naturaleza de su labor, consistente en controlar,
regular y ordenar, parecía actuar como un intento de compensación ante la caótica
intensidad de sus impulsos.

En términos vocacionales, desde la perspectiva del desarrollo, con Super


(1957, citado en Phillips, 1994) como representante, ser provisorio en el compromiso
es una actitud aceptable y esperada sólo por un periodo de tiempo limitado, pues
eventualmente, uno debe comprometerse. Sin embargo, dudar no es siempre un
evento negativo y la incertidumbre puede ser apropiada y hasta deseable en etapas
tempranas del desarrollo (Slaney, 1988; citado en ibid). Por otro lado, Tiedeman
(1967, citado en ibid) sostiene que uno debe actuar de ambos modos: comprometida y
dudosamente a la vez, con el fin de alcanzar las simultáneas necesidades de
pensamiento y acción. A pesar de que se sostiene que el cambio es inevitable, se
empieza a considerar la necesidad de mantener una postura tentativa hacia las propias
decisiones afin de evitar una indeseable y prematura toma de decisión de modo rígido
(Blustein, Ellis y Devenis 1989, citados en ibid). Entendemos entonces, que las
vacilaciones en la elección parecen ser un fenómeno natural.
En esta línea, continuando con la analagía persona-carrera como miembros de
una pareja con ensambles inconsciente, Spivacow (2002) añade que en las parejas se
producen crisis que implican una necesidad de cambio y una oportunidad que no debe
menospreciarse, ya que el ordenamiento anterior reflejaba los requerimientos de la
homeostasis narcisista de cada integrante. De esta manera, los ensambles
inconscientes son periódicamente reformulados. La evolución personal de cualquiera
de los compañeros implica necesariamente reorganizaciones y remodelaciones en lo
intrasubjetivo de la organización defensiva. También la evolución conlleva
reorganizaciones y remodelaciones en los modos habituales de vinculación con el
otro, es decir en los ensambles inconscientes. De modo paralelo, las elecciones
vocacionales pueden también ser revisadas y el “acuerdo inconsciente” entre persona
y carrera puede ser reformulado. Así, hipotetizo que cuando se produce un cambio en
la carrera elegida, podría pensarse que dicha carrera ya no satisface el conjunto de
necesidades básicas de la persona. Probablemente las necesidades en principio
satisfechas no eran las más profundas, sino las más urgentes, es decir, transitorias; o
tal vez la gama de necesidades fundamentales de la persona se ha reconfigurado.
Conductualmente, resultaría de esto una gama de posibilidades que van desde una
reorientación de su carrera, o un viraje hacia otra.

A modo de ejemplo, una joven adulta había estudiado una carrera del área de
Ciencias Sociales. Sin embargo, tenía la permanente sensación de desmotivación
respecto a su trabajo, pues su investigación difícilmente rendía frutos adecuados para
ser comunicados a la comunidad científica. Ella indicaba que en su temprana
adolescencia la carrera le resultaba atractiva, pues implicaba viajes constantes y
constituía una elección “original”, distinta a las del resto de miembros de su familia.
Progresivamente empezó a revelar un latente interés por las artes y el diseño. Indicó
que lo había tenido siempre, pero no se atrevía a estudiar algo en esta línea.
Finalmente optó por seguir estudios de postgrado de Gestión cultural, con énfasis en
museología. Al parecer, por fin podía satisfacer de alguna manera su necesidad de ser
vista, reconocida y admirada, como las piezas expuestas en un museo.

Es preciso tener en cuenta que la elección de una carrera implica un


microduelo por todas aquellas carreras que se consideraron pero no se eligieron, es
decir, aquellas a las que se renunció al menos temporalmente. En consecuencia, los
microduelos se harían también por las fantasías de satisfacción o reparación que
conllevan las carreras no elegidas. Este proceso tal vez sea especialmente difícil en la
adolescencia, etapa en la que naturalmente el idealismo y la sensación de
omnipotencia suelen estar un tanto exacerbados.

Comentarios finales
En el presente artículo se han revisado algunas posturas psicoanalíticas acerca
de la elección vocacional que pueden ser relevantes para una comprensión profunda
de la gama de necesidades afectivas que se satisfacen en cada elección de carrera. Se
plantea que esta visión, que debe incorporar un análisis sobre la importancia de la
satisfacción pulsional, los vínculos y la identificación en cada caso, representa un
acercamiento clínico psicoanalítico a la problemática de la configuración de la
identidad vocacional y ocupacional, la cual parece trascender la adolescencia para
reeditarse a lo largo del ciclo vital.

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