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Tema 4

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TEMA 4: EL OBJETO DEL PROCESO

1. La pretensión penal como objeto del proceso. 2. Caracteres del objeto del proceso penal.
3. La identificación de la pretensión penal. 4. Las cuestiones prejudiciales.

1. LA PRETENSIÓN PENAL COMO OBJETO DEL PROCESO

1.1. Importancia del tema

Determinar lo que es objeto del proceso penal resulta imprescindible, tanto en el terreno
teórico, como en el práctico, nunca diferente a autónomo de los conceptos básicos de la
disciplina. No pocos temas de importancia capital para el proceso dependen de forma evidente
de este concepto y no pocas son sus repercusiones. Delimita los poderes del Juez o Tribunal en
orden a la conformación de la sentencia, ya que el órgano judicial no puede en caso alguno
modificar el objeto del proceso, el cual constituye un límite absoluto a su decisión.

De la misma manera, tampoco las partes, una vez deducidas sus respectivas acusaciones y
formulada la pretensión, podrán alterar el objeto procesal introduciendo variaciones
esenciales al mismo a salvo cuando la ley lo permite y siempre con respeto al derecho de
defensa.

Por último, el concepto de objeto del proceso sirve para identificar los efectos derivados de la
cosa juzgada, no siendo posible una condena por un hecho delictivo ya enjuiciado
anteriormente, merced a la prohibición del “ne bis in idem”.

1.2. La pretensión penal

El objeto del proceso penal es la pretensión penal.

Esta puede ser definida como la petición de una consecuencia jurídica (pena o medida de
seguridad) dirigida al órgano jurisdiccional frente a una persona, fundamentada en unos
hechos que se afirman coincidentes con el supuesto de hecho de una norma jurídica.

Objeto del proceso penal, pues, no son solo los hechos naturales o históricos, sino todos los
elementos de la pretensión penal al margen, claro está, de la vinculación del tribunal a cada
uno de ellos, es decir, de las facultades del órgano judicial de modificarlos o alterarlos en cada
caso.

Por tanto, forman parte de la pretensión: los hechos, que a su vez son el objeto de la
pretensión; la pena solicitada o petitum; los sujetos, aunque solo la persona del imputado
vincule o identifique la pretensión; y, la calificación jurídica en los términos que se dirán.

Que existe una pretensión penal y que la misma contiene elementos inmodificables de oficio,
sea directa o indirectamente, es de tal importancia que desconocerla o no asumirla puede
provocar situaciones complejas como la prevista en el art. 789.3, que abre, si se interpreta
literalmente, la puerta a un tribunal con importantes poderes inquisitivos. Un tribunal
acusador de hecho.

2. CARACTERES DEL OBJETO PROCESAL PENAL

Salvo las excepciones constituidas por los delitos privados y semipúblicos, así como las diversas
manifestaciones que contiene la ley del principio de oportunidad, el objeto del proceso penal
no puede calificarse nunca como dispositivo; ni su planteamiento, ni su conformación es
disponible para las partes que no pueden decidir sobre su perseguibilidad; de igual modo,

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tampoco es disponible para el Tribunal que tiene el deber de conformar y completar el hecho
en atención al principio de búsqueda de la verdad material.

2.1. Singularidad

Objeto del proceso es un hecho singular, plenamente identificado y distinto de los demás e
imputado a una persona.

En el caso de que sean varios los imputados existirán tantas pretensiones y objetos procesales
cuantos inculpados haya.

La norma contenida en el art. 17 LECrim, así lo pone de manifiesto a pesar de que autorice la
conexión.

Lo complejo en el terreno teórico y práctico, es individualizar cada hecho de la vida, lograr, con
base en criterios objetivos y jurídicos, su singularización respecto de los demás. En suma,
señalar sus límites y contenidos.

Y ello es así porque no cabe duda de que todo hecho es un trozo de la historia, un fragmento
de la realidad y fruto de la abstracción; esto es, un hecho no es otra cosa que la suma de otros
y múltiples hechos menores.

Ello nos lleva a que la determinación de la unidad de un hecho haya de hacerse siempre a
partir de una suma de hechos y de la pluralidad de los mismos. Esto es, singularizar un hecho
es concluir una unidad que siempre estará compuesta por una diversidad de elementos.

Y esta labor, por su complejidad, solo será posible si se parte de un criterio previo que
preordene la unidad deseada; ese criterio, en el proceso penal, no puede ser otro que un
criterio jurídico, que será diferente en función a la naturaleza del objeto concreto o de la
ciencia en la que se opere. Por tanto, un hecho de la vida, al cual se quieran asignar efectos
jurídicos, solo puede ser reconducido a una unidad fáctica a partir de la aplicación de un
criterio jurídico y atendiendo, pues, a los supuestos de hecho normativos.

Para un jurista, pues, en punto a determinar la unidad de un hecho, este será aquel que venga
establecido en el Código Penal y al que, por tanto, se asigna relevancia jurídica. Por ejemplo,
un robo es la suma de múltiples hechos de la vida y solo algunos interesan al proceso, porque
solo unos pocos tienen relevancia jurídica.

De ahí el fracaso de las teorías naturalistas, que carecen de un criterio válido para determinar
la unidad, la singularidad del hecho procesal.

2.2. Indisponibilidad

El Ministerio Fiscal, como órgano público de acusación, ante la sospecha de la comisión de un


ilícito penal, debe iniciar el procedimiento y en su momento acusar si es procedente a la luz de
las investigaciones previas; la acusación, como principio básico, ha de serlo de la totalidad del
hecho, sin que sea posible mutar el mismo o reducirlo por cualquier tipo de razón.

Fácilmente se entiende que, aunque la pretensión penal sea indisponible, si no existe


acusación, el hecho no podrá ser juzgado, ya que los Jueces y Tribunales precisan de una
instancia de terceros para proceder al enjuiciamiento y condena.

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Por el contrario, si el hecho se planteara de manera reducida o fraccionada, dicho
fraccionamiento no vincularía al órgano judicial, el cual, dentro de los límites del objeto
procesal, tendría la obligación de complementarlo y enjuiciarlo en su totalidad.

2.3. Indivisibilidad

El órgano judicial, en tanto el proceso penal tiende a la consecución de la verdad material, está
obligado, como se ha dicho, a agotar el objeto procesal hasta su total esclarecimiento.

En este sentido, la sentencia ha de resolver sobre la totalidad e integridad del objeto procesal
siempre que, por supuesto, no se produzca una acusación de oficio por el hecho de modificar
la pretensión. Esto es, siempre que la pretensión quede inmodificada, el órgano judicial ha de
resolver sobre la misma más allá de la expresa acusación deducida por las partes. Nunca, sin
embargo, podrá alterar la unidad de la pretensión introduciendo una nueva.

3. LA IDENTIFICACIÓN DE LA PRETENSIÓN PENAL

3.1. Importancia de la identificación de la pretensión penal

Destacar la importancia que tiene la identificación de la pretensión penal, su singularización


particular y su diferenciación de otras distintas.

Si el Ministerio Fiscal tiene la obligación de acusar un hecho en su absoluta integridad, sin


fraccionamientos y si el órgano judicial ha de resolverlo íntegramente, aunque el mismo haya
sido acusado parcialmente, es claro que se debe concretar el concepto de hecho procesal
penal, de objeto que será este elemento el que determine las facultades y poderes de las
partes y el órgano jurisdiccional en las funciones que tienen asignadas.

3.2. Criterios generales de identificación

1) La unidad de criterio

La utilización de una diversidad de criterios para identificar el objeto procesal penal produce
resultados negativos y poco seguros, toda vez que autoriza manipulaciones o, cuanto menos,
conflictos que desembocan en oscuridad y conclusiones complejas.

Así, para la identificación del objeto procesal en modo alguno y a pesar de lo que sostiene
nuestra jurisprudencia, ha de hacerse uso del criterio de la defensa, ya que el mismo, si bien es
importante en orden a evitar que nadie pueda ser condenado sin haber podido rebatir la
acusación, no es un dato útil para individualizar una pretensión.

En este sentido, no es dudoso afirmar que si aun dentro de la misma pretensión se produce
una condena por algún hecho del cual no se ha dado posibilidad de defensa, se estará
infringiendo este derecho, pero no la intangibilidad del objeto procesal.

Por ejemplo, se condena por robo a pesar de la acusación por hurto. Como se verá, se trata en
este caso de un mismo hecho procesal. Pues bien, si al acusado no se le da la posibilidad de
defenderse por ese delito de robo, se habrá infringido su derecho de defensa, pero no la
norma que impide la intangibilidad del hecho procesal.

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Pero, si se acusa por robo y se condena por homicidio, aunque se de la oportunidad al acusado
de defenderse de este último delito, se habrá vulnerado el acusatorio y el tribunal habrá
formulado una acusación de oficio.

2) Criterios de individualización

Descartada la defensa como criterio de identificación hay que identificar una pretensión penal
con todos sus elementos teniendo en cuenta varios argumentos:

1. Que la pretensión penal no es equiparable a la civil, por lo que no han de servir a tal efecto
todos sus elementos.

Si bien la pretensión penal goza de los mismos elementos que la civil (sujetos, causa petendi y
petitum), en el proceso penal, por sus especiales principios no vinculan en igual modo.

En el proceso penal solo son vinculantes los relativos a la persona del acusado, no del acusador
por la amplitud de la legitimación y el hecho, entendido este como hecho jurídicamente
relevante.

Ambos elementos en modo alguno podrán ser modificados de oficio por el Juez o Tribunal
sentenciador.

2. Que se deben descartar todas las teorías extremas, esto es, la de la sustanciación y la de la
individualización, de muy difícil aplicación en el proceso penal.

En definitiva, ni se puede atender al hecho natural o histórico, ni al título de condena o


calificación jurídica como dato para identificar el hecho acusado.

3) El hecho como criterio esencial de identificación

Se ha dicho que el hecho como tal ha de permanecer invariable de manera que en modo
alguno pueden los órganos jurisdiccionales modificarlo o alterarlo, ya que si así se hiciera se
estaría infringiendo el propio principio acusatorio que prohíbe las acusaciones de oficio.

Pero, decir esto no es decir nada si no se aclara qué significa hecho y qué debe entenderse por
tal cuando se pretende definir qué es el objeto del proceso penal.

A tal efecto han de tenerse en cuenta determinadas afirmaciones:

1. Que un hecho es siempre una pluralidad de hechos menores , por lo que su singularización
ha de hacerse partiendo siempre de un punto de vista que determine la finalidad
perseguida. Así, si lo que se pretende es construir un concepto de hecho con relevancia
jurídica es evidente que habrá que atender a criterios jurídicos y estos no pueden ser otros
que los tipos penales.
2. El hecho tiene que ser el relevante desde un punto de vista jurídico penal . No obstante, el
hecho procesal no puede coincidir con el penal, es decir con el delito, ya que sus
elementos no son los mismos.

Si el hecho procesal fuera el penal no cabe duda de que la simple modificación de la


calificación jurídica comportaría la alteración de la pretensión penal, siendo así que en el

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proceso rige el principio “iura novit curia”, que autoriza modificaciones de las calificaciones
jurídicas y de los tipos delictivos.

3. Por ello hay que atender a un criterio que aúne estas dos realidades: la necesidad de
atender al Código Penal para individualizar la pretensión penal y la no coincidencia entre
los tipos penales y la pretensión penal.
 Para ello hay que acudir a una solución dinámica que autorice los cambios de calificación
jurídica respetando la esencialidad del hecho o, lo que es lo mismo, que se refiera a un
hecho normativo pero que este no coincida con un determinado y específico tipo penal.

Dos elementos del hecho han de tenerse en cuenta: la actividad típica o acción realizada y el
resultado ocurrido o bien jurídico protegido por el delito. Pues bien, se estará en presencia del
mismo hecho procesal cuando modificados cualquiera de estos elementos permanezca en ese
tránsito al menos una identidad parcial entre ellos, es decir, entre los acusados y los que han
sido objeto de condena (LIU).

Así, si por ejemplo se acusa por hurto, será posible condenar por robo, toda vez que existe
identidad parcial entre ambos delitos en relación con sus elementos de actividad y resultado.

 Esta es, además, la solución legal española prevista en el art. 789.3 LECrim, el cual, no
autoriza a condenar por un delito distinto al que fue objeto de acusación (se hace
referencia siempre pues al delito), si la condena comporta una diversidad de bien jurídico
protegido (resultado) o una mutación sustancial del hecho enjuiciado (actividad típica).

4) La pena como criterio de vinculación

Conforme a los datos hasta ahora aportados es claro y manifiesto que en modo alguno la pena
solicitada por las partes es criterio alguno que vincule a los órganos jurisdiccionales de manera
que solicitada una en concreto estos no puedan elevarla si así lo estiman conveniente.

A esta conclusión se llega fácilmente si se analiza la vigencia del principio de legalidad y la


posibilidad de condenar por delitos distintos a los acusados, incluso cuando sean más graves.
De este modo, si la condena lo es por un delito al que la Ley asigna pena superior al que fue
objeto de acusación, resultaría absurdo y aún ridículo impedir al Juez o Tribunal imponer la
pena correspondiente al delito por el que se condena a un sujeto.

Pues bien, y a pesar de la claridad de esta afirmación, el art. 789.3 LECrim prohíbe
expresamente que la sentencia imponga una pena que exceda de la más grave de las
acusaciones, sin mayores explicaciones y sin excepciones.

La razón de esta afirmación legal, que es impropio desarrollar en este Manual, se debe a un
mal entendimiento de lo que es objeto del proceso, del acusatorio y de la introducción del
derecho de defensa como criterio de identificación de la pretensión penal.

Se impone una reforma urgente de un precepto que constituye, y máxime tras su última
redacción, un ejemplo claro de la falta de técnica del legislador penal español o de la
importación y combinación de diversos sistemas jurídicos en ocasiones incompatibles entre sí.

El TS (sentencia de fecha 1 de febrero de 2007) dio un paso adelante en la conformación de la


pena como elemento de determinación del principio acusatorio. Así, si hasta esta sentencia los
tribunales podían moverse libremente dentro del marco establecido por el Código Penal para
un delito, a partir de ahora estarán vinculados por la petición concreta efectuada por las partes
acusadoras, de modo que, aunque confluyan elementos de diferente naturaleza, incluso una

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nueva calificación delictiva, que debiera comportar una elevación de la pena pedida, los
órganos penales habrán de dictar sentencia sin superar en caso alguno la concretamente
solicitada. Esta doctrina es aplicable a cualquier tipo de proceso. En la misma forma ha
procedido el TC (sentencia 155/2009, de 25 de junio) se ha decantado por la doctrina ya
formulada por el TS.

5) El art. 733 LECrim como criterio de garantía de la defensa

Pocos temas han generado un mayor debate en los últimos tiempos que el relativo a la
finalidad, contenido y naturaleza jurídica del art. 733 LECrim, la llamada tesis.

El Tribunal puede modificar la petición concreta acusatoria y así cambiar la calificación jurídica,
elevar la pena y variar las circunstancias, siempre que lo haga en el preciso marco del hecho
procesal y conceda a las partes la posibilidad de defenderse.

El art. 733 LECrim, pues, estaría en íntima conexión con la defensa y en modo alguno tendría
relación con el acusatorio.

La interpretación que ha otorgado el Tribunal Supremo a este precepto de modo que ha dado
lugar a un exceso del dispositivo en el proceso penal, conforme a la (SSTS entre otras de 16 de
junio y 1 de diciembre de 1987), si el órgano judicial plantea un cambio en las circunstancias
dichas y el mismo es agravatorio, solo podrá el Tribunal hacer uso de él si expresamente es
aceptado por las partes acusadoras, no en caso contrario.

Ello no es otra cosa que la consecuencia de no entender en su debida dimensión los principios
que rigen en el proceso penal y de un cierto furor dispositivo que impera en nuestro país
desde hace algún tiempo.

6) El nuevo art. 789.3. Una manifestación inquisitiva

El precepto, entendido en su literalidad, autoriza a las partes, previa indicación o propuesta del
tribunal, a modificar su acusación mediante un hecho nuevo y diferente al que constituía el
objeto inicialmente propuesto. Si las partes acusadoras asumen la propuesta judicial, el
tribunal puede condenar con base en la nueva pretensión. Esta posibilidad entraña una
gravedad mayor que la que puede aparecer a primera vista, ya que, el hecho de que las partes
asuman la propuesta judicial y aunque soslaye formalmente una acusación de oficio, no es
bastante para evitar que haya sido el propio tribunal sentenciador el que haya ofrecido una
acusación que las partes han de tener la seguridad de que será aceptada por quien, en
realidad, la planteó.

Tal es la gravedad de la nueva norma, que su interpretación debe ajustarse a lo que hasta
ahora ha sido la doctrina avalada por los Tribunales Supremo y Constitucional. De este modo,
debe entenderse que el art. 789.3 más que autorizar una proposición acusatoria novedosa, no
es otra cosa que una traslación del art. 733 al ámbito del procedimiento abreviado y que lo
permitido al órgano judicial es exclusivamente la indicación de la modificación de aquellos
elementos que, formando parte del objeto procesal de la acusación, pueden afectar al derecho
de defensa si las partes no tienen ocasión de pronunciarse previamente a su incorporación a la
condena.

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4. LAS CUESTIONES PREJUDICIALES (EX)

4.1. Concepto

En no pocas ocasiones los tipos penales contienen cuestiones de naturaleza civil, mercantil o
administrativa que han de ser analizadas de forma previa a la penal en tanto constituyen punto
de partida necesario para resolver la propia materia penal. Y son punto de partida porque los
hechos no penales integran el tipo penal, de modo que, si no concurren en el caso, los hechos
carecen de entidad delictiva, no son típicos. Por ejemplo, un delito de tráfico de influencias si
no existe una resolución administrativa definitiva y ejecutiva que genere un beneficio. A esto
se llaman cuestiones prejudiciales en tanto se trata de puntos de conexión, que en sí mismos
autorizarían un enjuiciamiento separado de la cuestión en su orden jurisdiccional, pero que
aparecen unidos a materias de otra naturaleza de manera que requieren un tratamiento
conjunto. Porque, cuestión prejudicial es siempre aquella que puede ser una pretensión
autónoma en su orden; si no es así, se trataría de un punto prejudicial o de un supuesto que
impediría el conocimiento por el orden penal de la cuestión. Por ejemplo, un acto
administrativo no firme que no puede ser conocido por el orden contencioso administrativo.

El art. 10 LOPJ con carácter general y el art. 3 de la LECrim, confieren competencia a los
órganos jurisdiccionales del orden del que se trata para que ellos mismos resuelvan acerca de
tales cuestiones, en el bien entendido de que la resolución por los Tribunales penales de
cuestiones de otra naturaleza lo será a los solos efectos del enjuiciamiento penal sin que, por
tanto, la decisión que se adopte produzca efectos o consecuencias en otro orden jurisdiccional.

Esta norma en la actualidad, dado el incremento de normas penales en blanco fruto de


reformas del Código Penal que han provocado una fuerte criminalización social, requiere de
soluciones que eviten que los tribunales penales puedan conocer de materias complejas sin los
conocimientos especializados necesarios. Se precisa, pues, un cambio en el sistema mismo de
la prejudicialidad.

4.2. Clases

Existen dos tipos de cuestiones prejudiciales: devolutivas o que han de ser resueltas por el
órgano jurisdiccional del orden al que corresponde la cuestión; y, no devolutivas, esto es, las
que puede el Juez Penal conocer sin necesidad de remitirlas a otro Juez o Tribunal.

1) No devolutivas: resueltas por el Juez cuando no sean determinantes para apreciar la


existencia del delito.

De acuerdo con la regla general del art. 10 LOPJ y del art. 3 LECrim, el Juez penal conocerá de
estas cuestiones, a los solos efectos del enjuiciamiento criminal, siempre que las mismas no
sean determinantes para apreciar la existencia o inexistencia del delito (art. 4.I LECrim).

Siendo así el Juez podrá resolverlas sin remitirlas a otro orden jurisdiccional, pero habrá de
aplicar en su resolución las normas materiales correspondientes (arts. 3 y 7 LECrim).

2) Devolutivas: resueltas por el órgano jurisdiccional del orden correspondiente.


Determinante para apreciar existencia de delito. Suspensión proceso penal (máximo 2
meses) hasta que resuelva el órgano jurisdiccional correspondiente.

En caso contrario, esto es, si la cuestión es determinante para apreciar la existencia o no del
delito, la regla ha de ser la suspensión del proceso penal para que la misma sea resuelta por el
orden jurisdiccional correspondiente (art. 4.I LECrim).

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A su vez pueden darse varias situaciones:

1. En todo caso, si aparece una cuestión de este tipo, la suspensión se acordará por un plazo
máximo de dos meses con el fin de que las partes acudan al órgano jurisdiccional
correspondiente. Si no lo hacen se alzará la suspensión y conocerá de la cuestión el Juez
penal (art. 4 LECrim).
2. No obstante, siempre que la cuestión se refiera al derecho de propiedad sobre un
inmueble o a otro derecho real, conocerá de ella el Juez penal si tales derechos aparecen
fundados en un título auténtico o en actos indubitados de posesión.

Si no es así, se aplica la regla anterior (art. 6 LECrim).

3. Si la cuestión prejudicial viene referida a la validez de un matrimonio o a la supresión del


estado civil siempre habrá de remitirse a los órganos civiles y aún incluso la decisión civil
servirá de base para los órganos penales (art. 5 LECrim).

3) El motivo de revisión del art. 954 LECrim

El art. 954 LECrim, 1-e) establece como motivo de revisión de la sentencia condenatoria penal
que esta se haya dictado resolviendo una cuestión prejudicial, cuando posteriormente dicha
cuestión se decida ante los tribunales no penales de forma contradictoria. La Ley opta por
dotar de preferencia al orden jurisdiccional competente, frente al penal que conoció de la
cuestión prejudicial sin efectos plenos de cosa juzgada y sin la aplicación de las normas
procesales propias de la materia no penal.

Un buen paso adelante ante la situación actual de un Código Penal con vocación de asumir
conductas no penales, directamente como delito o indirectamente, como cuestiones
prejudiciales.

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