La Vida Personal Del Psicoterapeuta
La Vida Personal Del Psicoterapeuta
La Vida Personal Del Psicoterapeuta
La sociedad reserva un lugar de honor especial para sus “curanderos”. El estereotipo del “
curandero herido” posee un atractivo universal. Son dignos de una confianza y respeto casi
incuestionables. Se considera a menudo que el psicoterapeuta es el último descendiente
de un largo linaje de curanderos. Actualmente se espera que el psicoterapeuta desvele los
misterios del dolor humano.
Como a los chamanes ancestrales, a los psicoterapeutas se les concede un lugar
privilegiado en nuestra sociedad. Algunas personas consideran al terapeuta un santo,
digno de gran respeto y admiración (Guy y Liaboe 1986). En este caso se recurre al
psicoterapeuta en busca de consejo y orientación, como también para obtener la curación
del dolor psíquico.
Por otra parte, algunos consideran al psicoterapeuta como miembro de un grupo
profesional marginal, un portador de malas noticias, alguien a quien consultar solo como
último recurso, o una persona con poderes extrasensoriales que puede traspasar sus
defensas a voluntad Guy y Liaboe 1986ª, página 113).
Casi siempre se presenta al terapeuta como el sabueso incansable que intenta, a menudo
por medios nada convencionales, descubrir el único acontecimiento traumático reprimido
que subyace bajo el conflicto emocional. A lo que sigue una curación aparentemente
instantánea.
Farber ( 1983ª), señala que los medios de comunicación también caricaturizan al
psicoterapeuta como a un individuo carente de sentido del humor, controlado, impersonal
y egoísta, con patologías personales que superan a las de sus pacientes.
Como el chamán contemporáneo, el psicoterapeuta cumple una función necesaria y a
menudo vital al aliviar anualmente el dolor y la aflicción de millones de individuos.
A- Motivaciones funcionales:
1.- Curiosidad y carácter inquisitivo: quizás la más natural sea un interés natural por la
gente (Storr, 1979). Es característico que estas personas se interesen por los aspectos
artísticos y expresionistas de la vida (Dent, 1978).
2.- Capacidad de escuchar: La gente que se siente atraída por la psicoterapia es a menudo
buen oyente (Fromm-Reichmann, 1970)
3.- Capacidad de conversar: por lo general es un conversador natural.
4.- Empatía y comprensión: Aunque está demostrado que la empatía pude fortalecerse y
aun a veces aprenderse (Rogers, 1951), los que ya la poseen antes de escoger este trabajo
gozan evidentemente de una ventaja. Es un don, un modo de ser y comprender presente
por lo general en los que se sienten atraídos por la psicoterapia como profesión.
5.- Comprensión Emocional: A una persona que se sienta atraída por el ejercicio de esta
profesión le será necesario desplegar una tolerancia inusitada ante la amplia gama de
emociones que probablemente los pacientes experimenten y expresen, como dolor,
enfado, alegría, desilusión, aturdimiento, rabia, etc. (Storn , 1979). No solo será necesario
que tolere su expresión, sino que también puede ser importante facilitar y estimular su
afloración.
6.- Introspección: Muchas personas que deciden en convertirse en terapeutas parecen
poseer una tendencia natural a ser introspectivas.
7.- Capacidad de auto negación: Los individuos que tienen capacidad de auto negación y
de rehusar la gratificación personal están bien dotados para la práctica de la psicoterapia.
8.- Tolerancia a la ambigüedad: Tolerar la ambigüedad y resistirse a llegar a conclusiones
prematuras. Esto requiere que la persona sea reticente a dar respuestas rápidas, hacerse
cargo de la situación.
9.- Capacidad de calor humano y atención: Capacidad de aceptar a la gente como es.
10.- Tolerancia a la intimidad: Relacionada con esta capacidad de calor humano y atención,
hay el deseo de intimidad, contacto y proximidad, una cualidad que motiva a muchas
personas dedicarse a la práctica de la psicoterapia (Marston, 1984)
11.- Comodidad frente al poder
12.- Capacidad de reír: Los que encuentren placer en disfrutar de los demás sus
perspectivas únicas y el sentido del absurdo, encontraran fascinante el trabajo de
psicoterapeuta.
II.- Motivaciones disfuncionales:
3.- Soledad y aislamiento: Varios investigadores han sugerido que los psicoterapeutas se
sienten motivados a elegir esta profesión en el intento de superar una soledad muy
profunda y un grave aislamiento social (Goldberg, 1886). Los que emprenden la carrera
psicoterapéutica a causa de la necesidad de una mayor intimidad interpersonal suelen
comprobar que en realidad esta motivación entorpece su capacidad de participar
eficazmente tanto en sus relaciones profesionales como personales.
4.- Deseo de poder: La idealización que hace el paciente del poder del terapeuta
fácilmente puede dar a este una sensación de omnisciencia y omnipotencia ( Guy y Liaboe,
1986).
Relacionado con el deseo de poder, está el deseo o la necesidad de influir o convertir. Es
posible que algunos se sientan atraídos por esta profesión a causa de una fuerte necesidad
de controlar a los demás.
En lugar de respetar la autonomía del paciente, y su derecho a tener opiniones propias,
estos terapeutas utilizan la terapia como una plataforma para la discusión, la
confrontación y la influencia. Los que tienen la necesidad de hacer proselitismo, pueden
sentirse atraídos por el ejercicio de la psicoterapia.
6.- Rebelión Indirecta: Por último, algunas personas pueden sentirse atraídas por la
práctica de la psicoterapia porque parece un modo relativamente seguro de expresar un
sentimiento subyacente de rebelión. Según Bugental (1964), las prerrogativas de la
posición social permiten al terapeuta atacar a la autoridad y la tradición. Los
psicoterapeutas pueden inconscientemente activar esta rebelión latente alentando a sus
pacientes a despreciar las normas, las costumbres y las convenciones sociales.
Los resultados de diversos estudios indican que la familia de origen y las primeras
experiencias familiares pueden predisponer algunos a seguir este camino.
2.- Características de los padres: Henry (1973), señala que a menudo las madres de los
psicoterapeutas presentan diversos grados de perturbaciones emocionales, que van desde
el alcoholismo hasta la depresión, pasando por una amplia variedad de enfermedades
psicosomáticas. Millar (1982) sostiene que la mayoría de los psicoanalistas tienen madres
narcisistas e inseguras. Sharif (1960), ha sugerido que en algunos casos, en particular con
los hijos varones, las madres tendían a revelarles la naturaleza y el alcance de sus
desavenencias conyugales. Al hacer al niño su confidente, lo obligan a resolver problemas
emocionales y cognitivos de los adultos. Esto fomenta una mentalidad psicológica que
favorece la elección profesional probable de la psicoterapia (Farber, 1985)
3.- características conyugales de los padres: Los matrimonios de los padres de los
psicoterapeutas son descritos por Racusin y otros autores (1981), como solo de moderada
unión, tanto emocional como física. El futuro terapeuta solía desempeñar un rol
fundamental en las relaciones matrimoniales de sus padres. La madre confiaba en el hijo
varón, de daba con frecuencia una triangularidad en que el niño servía de amortiguador
entre los padres. Desde muy pequeño el niño asumía la tarea de pacificador, mensajero y
negociador, se le asignaba el rol de “terapeuta” de la relación matrimonial de sus padres.
Algunos investigadores, como Friedman (1971), señalan este proceso de interiorización del
papel de cuidador ha sido el primer paso importante en la elección de la profesión de
psicoterapeuta.