6to Metafísica Dualismo
6to Metafísica Dualismo
6to Metafísica Dualismo
Varios son los problemas que han ocupado al ser humano desde los comienzos
de lo que llamamos pensamiento racional. La profundidad a la que se ha llegado en la
búsqueda por responder a tales preocupaciones, ha dado lugar a lo que hoy
conocemos por Filosofía, y dentro de ella sus múltiples diversificaciones. La tendencia
natural del ser humano por preguntarse por el ser de las cosas, o bien aquello que
define al objeto, ha dado lugar al campo de la Metafísica, que vulgarmente se la
conoce como la disciplina que busca responder por aquello que está “más allá de lo
físico”. Siguiendo a Ferrater Mora1, la filosofía Primera (en términos aristotélicos), se
podía considerar o bien como Teología: el estudio de la sustancia separada e inmóvil,
es decir, Dios, o bien como Ontología: el estudio formal del ente.
2. ANTIGÜEDAD
2.1 ANTECEDENTES. PRIMERAS ESPECULACIONES: LOS PRESOCRÁTICOS
(MILESIOS).
1
Ferrater Mora, J. (2005). Diccionario de Filosofía abreviado. Ed. Sudamericana, Bs.As.
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Prof. Andrea Gómez
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Tales especulaciones se desprendían de las cosmogonías míticas previas, dando lugar
al reconocimiento de estos pensadores como primeros físicos.
2
Ferrater Mora, J. Diccionario de Filosofía. P. 153.
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“He aquí lo que Timeo de Locres dice: Hay dos causas de todo lo que
existe; la inteligencia, causa de todo lo que se hace con intención; la necesidad,
causa de todo lo que resulta forzosamente de la naturaleza de los cuerpos. De
estas dos causas, la una tiene por esencia el bien; se llama Dios y principio de
todo lo que es excelente. Todas las causas secundarias, que vienen después, se
refieren a la necesidad. Todo lo que existe es idea, o materia, o fenómeno
sensible nacido de la unión de aquellas. La idea no es, ni engendrada, ni móvil;
es permanente, siempre de la misma naturaleza, inteligible, modelo de todo lo
que, habiendo comenzado a existir, está sujeto al cambio. Esto es lo que se
llama idea, y así es cómo se la concibe. La materia es el receptáculo de la idea,
la madre y la nodriza del ser sensible; ella es la que, recibiendo en sí el sello de
la idea, forma según este modelo y produce los seres que tienen principio.
Timeo dice también, que la materia es eterna, pero no inmutable. Desprovista
por sí misma de forma y de figura, no hay forma que no adopte; se hace
divisible haciéndose cuerpo, y es de la esencia de lo diverso; se la llama lugar,
espacio. He aquí los dos principios contrarios: la idea, que desempeña el [122]
papel de varón y de padre; lamateria, el de hembra y de madre. En tercer lugar
vienen los productos de estos dos principios.”11
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Hay, pues, cuatro causas del ser: la causa formal, la causa material, la causa
eficiente y la causa final. A continuación; Aristóteles pasa revista a las teorías de los
filósofos que le precedieron para ver si alguno de ellos ha tratado de alguna otra causa
que las enumeradas por él.
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FILOSOFÍA.
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“Los principios de todas las cosas son los átomos y el vacío; todo lo demás es
dudoso y opinable. Dice a que hay infinitos mundos, sujetos a generación y
corrupción. Que de lo que no existe nada se hace; ni en lo que no es, nada se
corrompe. Que los átomos son infinitos, tanto en la magnitud cuanto en el número o
muchedumbre. Que se mueven en giro y van por el universo, con lo cual se hacen
todas las concreciones de fuego, agua, aire y tierra
tierra;; pues todas estas cosas constan
de ciertos agregados de átomos, los cuales por su solidez son impasibles e
inmutables. Que el sol y luna son moles concretas de estos átomos llevados en giro; y
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Dianoia
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lo mismo el alma, la cual, dice, no es diversa de la Mente.
Que la visión se hace por las imágenes que caen en nosotros.
Que todas las cosas se hacen por necesidad, siendo el giro (a
quien llama necesidad) la causa de la generación de todo.
Que el fin es la tranquilidad de ánimo, no le que es lo mismo
que el deleite, como siniestramente entendieron algunos,
sino aquella por la cual vive el alma tranquila y
constantemente, ni es perturbada de algún miedo,
superstición, o cualquiera otra pasión de éstas. Llámala
también “euesto” (buen estado), y con otros muchos nombres. Finalmente, las cosas
que se hacen, dice, son legítimas; pero los átomos y vacíos son naturales. Hasta aquí
sus opiniones.”4
Antes de examinar cada una de estas partes podemos afirmar que la filosofía de
Epicuro, en líneas generales, se caracteriza por situarse en el lado opuesto a la filosofía
4
Diógenes Laercio, "Vidas de filósofos ilustres", trad. José Ortiz, ed. Iberia, Barcelona, 1962.
Extraído de Dianoia.
5
Frasinetti, M; Salatino, G. Filosofía. Esa búsqueda reflexiva. Ed. AZ, Bs.As., 2016. Pp. 337.
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platónica: afirma que no hay más que una realidad, el mundo sensible, niega la
inmortalidad del alma y afirma que ésta, al igual que todo lo demás, está formada por
átomos, afirma el hedonismo en la teoría ética y como modo de vida y rechaza el
interés por la política y, frente a la reestructuración de la sociedad que, afirmaba
Platón, era el objetivo del filósofo, prefiere un estilo de vida sencillo y autosuficiente
encaminado a la felicidad en el que la amistad juega un papel fundamental.
B) La física.
Según la física de Epicuro toda la realidad está formada por dos elementos
fundamentales. De un lado los átomos, que tienen forma, extensión y peso, y de otro el
vacío, que no es sino el espacio en el cual se mueven esos átomos.
Las distintas cosas que hay en el mundo son fruto de las distintas
combinaciones de átomos. El ser humano, de la misma forma, no es sino un compuesto
de átomos. Incluso el alma está formada por un tipo especial de átomos, más sutiles
que los que forman el cuerpo, pero no por ello deja el alma de ser material. Debido a
ello, cuando el cuerpo muere, el alma muere con él.
Con respecto a la totalidad de la realidad Epicuro afirma que ésta, como los
átomos que la forman, es eterna. No hay un origen a partir del caos o un momento
inicial. Tal y como leemos en la Carta a Herodoto: "Desde luego el todo fue siempre tal
como ahora es, y siempre será igual."
6
Sánchez-Cerezo de la Fuente, J. Extraído de Dianoia.
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Fragmentos de Epicuro: CARTA A HERODOTO
“El universo está formado por cuerpos. Su existencia queda más que
suficientemente probada por la sensación, pues es ella, lo repito, la que sirve de base al
razonamiento sobre las cosas invisibles. Si lo que llamamos el vacío, la extensión, la
esencia intangible, no existiera, no habría lugar en el que los cuerpos pudieran moverse,
como de hecho vemos que se mueven.
Entre los cuerpos, unos son compuestos, y otros son los elementos que sirven
para hacer los compuestos. Estos últimos son los átomos indivisibles e inmutables, ya
que nada puede convertirse en nada, y es necesario que subsistan realidades cuando los
compuestos se desagregan. Estos cuerpos están llenos por naturaleza y no tienen en
ellos lugar ni medio por el que pudieran destruirse. De lo que resulta que tales
elementos deben ser, necesariamente, las partes indivisibles de los cuerpos. Por lo
demás, el universo es infinito. En efecto, lo que es finito tiene un extremo, y el extremo
se descubre por comparación respecto a otro. Así que, careciendo de extremo, no tiene,
en absoluto, fin; y, no teniendo fin, es necesariamente infinito y no finito.
El universo es infinito desde dos puntos de vista: por el número de cuerpos que
contiene y por la inmensidad del vacío que encierra. Si el vacío fuera infinito y el
número de cuerpos limitado, éstos se dispersarían en desorden por el vacío infinito, ya
que no habría nada para sostenerlos y nada para unirlos a las cosas. Y si el vacío fuera
limitado y el número de cuerpos infinitos no habría lugar donde se pudieran instalar.
Por otra parte, los cuerpos llenos e indivisibles, de los que están formados y en
los que se resuelven los compuestos, presentan formas tan diversas que no podemos
conocer su número, ya que no es posible que tantas formas diferentes provengan de un
número limitado y comprensible de figuras semejantes. Además, cada figura presenta
un número infinito de ejemplares, pero, por lo que respecta a su diferencia, tales figuras
no alcanzan un número absolutamente ilimitado. Su número es, simplemente,
incalculable.
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Por otra parte, hay una infinidad de mundos, sean parecidos al nuestro,
sean diferentes. En efecto, siendo los átomos infinitos, como se acaba de
demostrar, son llevados por su movimiento hasta los lugares más alejados. Y
tales átomos, que por su naturaleza sirven, ya por sí mismos, ya por su acción,
para crear un mundo, no pueden ser utilizados todos para formar un único
mundo, o un número limitado de mundos, ni para los semejantes a éste, ni para
los diferentes, de modo que nada impide que haya una infinidad de mundos.”
7
Ferrater Mora, Ibíd. Pp. 156- 157.
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“La filosofía corpuscular [siglo XVII d.C.] sostenía que el mundo estaba formado
por átomos en movimiento en un vacío infinito”8 (…) la filosofía corpuscular es una
teoría puramente mecanicista. Todo ha de explicarse en términos de las partículas y su
impacto entre sí. (…) no que era explicable había de explicarse, en última instancia,
mecánicamente, lo que no podía explicarse de esa manera no era científicamente
explicable y había que referirlo a los designios de Dios” Ya que Ursom cita a varios
científicos y filósofos modernos, citaremos sus fragmentos recopilados:
“Me parece probable que Dios haya creado desde el comienzo la materia en
forma de partículas sólidas, masivas, duras, impenetrables y móviles, con tales
tamaños y figuras y con tales propiedades y en una proporción tal al espacio que
resulten lo más apropiadas al fin para el que fueron creadas”.
“1) Estoy de acuerdo con nuestros epicúreos cuando piensan que el mundo
está hecho de una innumerable multitud de corpúsculos únicos insensibles, dotado
cada uno de su propio tamaño, forma, y movimiento. 2) Si tuviéramos que imaginar
que el resto del universo desapareciera, excepto cualquiera de estos corpúsculos
íntegros e indivisos, es difícil decir qué otra cosa podría atribuírseles aparte de
materia, forma, movimiento (o quietud), volumen y forma. (…) 4) hay afecciones más
simples y primitivas de la materia de las que estas cualidades secundarias, por así
denominarlas, dependen. 5) La sensación se elabora propiamente en o por la mente
o facultad de discernimiento, la cual, a partir de los diversos movimientos de las
partes internas del cerebro, se excita y determina hacia las distintas percepciones
que los hombres han denominado con los nombres de calor, frío u otros.”
8
Ursom. Berkeley. Ed. Alianza, Madrid 1982. P. 12.
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mecánicas, a fin de demostrar que los organismos vivos eran meros autómatas. La
imagen del autómata denota la influencia que en él —como hombre de su tiempo, el
barroco siglo XVI— ejercieron aquellas maquinarias ingeniosas, «casi vivas», que
deleitaban al público por la magia de sus movimientos aparentemente espontáneos.
Como muchas personas de su generación, Descartes estaba fascinado por esos
autómatas y llegó incluso a construir varios.
Inevitablemente, estableció una comparación entre sus creaciones y el
funcionamiento de los organismos vivos: «Vemos que los relojes, las fuentes
artificiales, los molinos y otras máquinas semejantes, a pesar de haber sido creadas
por el hombre, tienen la facultad de moverse por sí mismas de diferentes maneras...
No reconozco ninguna diferencia entre las máquinas de los artesanos y los diferentes
cuerpos creados por la naturaleza»19.
En la época de Descartes la relojería había alcanzado un alto nivel de
perfeccionamiento y, por consiguiente, el reloj era un modelo privilegiado para otras
máquinas automáticas. Descartes comparaba a los animales a «un reloj... hecho... de
ruedas y muelles» y extendió la comparación al cuerpo humano: «Veo el cuerpo
humano como una máquina... En mi opinión... un enfermo y un reloj mal hecho
pueden compararse con mi idea de un hombre sano y un reloj bien hecho»"20
La visión cartesiana de los organismos vivos tuvo una influencia decisiva en la
evolución de las ciencias humanas. Describir minuciosamente los mecanismos que
constituyen los organismos vivos ha sido la tarea principal de todos los biólogos, los
sociólogos y los psicólogos en los últimos trescientos años. El enfoque cartesiano ha
tenido mucho éxito —especialmente en el campo de la biología—pero también ha
limitado los posibles caminos de la investigación científica. El problema está en que
los científicos, alentados por el éxito obtenido tratando a los organismos vivos como
máquinas, tienden a creer que estos organismos son sólo máquinas. Las
consecuencias negativas de esta falacia reduccionista se han vuelto clarísimas en la
medicina; los médicos, suscritos a la imagen cartesiana del cuerpo humano como un
mecanismo de relojería, no pueden entender muchas de las principales
enfermedades presentes en el mundo de hoy.
Ésta, pues, es la «maravillosa ciencia» de Descartes. Utilizando un método de
pensamiento analítico creado por él, trató de explicar con precisión todos los
fenómenos naturales por un sistema único de principios mecánicos. De este modo
pensaba lograr una ciencia a exacta cuyos conceptos fueran de una certeza
matemática absoluta. Por supuesto, Descartes no logró llevar a cabo su ambicioso
proyecto y él mismo reconoció que no había podido llevar a término su filosofía
científica. A pesar de ello, el método de razonamiento y el esquema general de la
teoría sobre los fenómenos naturales han determinado el pensamiento científico de
Occidente durante tres siglos. (Capra, 1992, pp. 31, 32)
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supiera que es completamente falso; y seguiré siempre por ese camino, hasta haber
encontrado algo cierto, o al menos, si otra cosa no puedo, hasta saber de cierto que
nada cierto hay en el mundo.
Arquímedes,
edes, para trasladar la tierra de lugar, sólo pedía un punto de apoyo
firme e inmóvil; así yo también tendré derecho a concebir grandes esperanzas, si por
ventura hallo tan sólo una cosa que sea cierta e indubitable.
Así pues, supongo que todo lo que veo eess falso; estoy persuadido de que nada
de cuanto mi mendaz memoria me representa ha existido jamás; pienso que carezco
de sentidos; creo que cuerpo, figura, extensión, movimiento, lugar, no son sino
quimeras de mi espíritu. ¿Qué podré, entonces, tener por verdadero?
erdadero? Acaso esto solo:
que nada cierto hay en el mundo.
Pero ¿qué sé yo si no habrá otra cosa, distinta de las que acabo de reputar
inciertas, y que sea absolutamente indudable? ¿No habrá un Dios, o algún otro
poder, que me ponga en el espíritu estos pensamientos?
ensamientos? Ello no es necesario: tal vez
soy capaz de producirlos por mí mismo. Y yo mismo, al menos, ¿no soy algo? Ya he
negado que yo tenga sentidos ni cuerpo. Con todo, titubeo, pues ¿qué se sigue de
eso? ¿Soy tan dependiente del cuerpo y de los sentidos que, sin ellos, no puedo ser?
Ya estoy persuadido de que nada hay en el mundo; ni cielo, ni tierra, ni
espíritus, ni cuerpos, ¿y no estoy asimismo
persuadido de que yo tampoco
mpoco existo? Pues no:
si yo estoy persuadido de algo, o meramente si
pienso algo, es porque yo soy. Cierto que hay
no sé qué engañador todopoderoso y
astutísimo, que emplea toda su industria en
burlarme. Pero entonces no cabe duda de que,
si me engaña, es que yo soy; y, engáñeme
cuanto quiera, nunca podrá hacer que yo no
sea nada, mientras yo esté pensando que soy
algo. De manera que, tras pensarlo bien y
examinarlo todo cuidadosamente, resulta que
es preciso concluir y dar como cosa cierta que
esta proposición: “yo yo soy
soy”, “yo existo”, es
necesariamente verdadera, cuantas veces la
pronuncio o la concibo en mi espíritu.
Ahora bien, ya sé con certeza que soy,
pero aún no sé con claridad qué soy; de suerte
que, en adelante, preciso del mayor cuidado para no conf confundir
undir imprudentemente
otra cosa conmigo, y así no enturbiar ese conocimiento, que sostengo ser más cierto
y evidente que todos los que he tenido antes.
Por ello, examinaré de nuevo lo que yo creía ser, antes de incidir en estos
pensamientos, y quitaré de m misis antiguas opiniones todo lo que puede combatirse
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mediante las razones que acabo de alegar, de suerte que no quede más que lo
enteramente indudable. Así pues, ¿qué es lo que antes yo creía ser? Un hombre, sin
duda. Pero ¿qué es un hombre? ¿Diré, acaso, que un animal racional? No por cierto:
pues habría luego que averiguar qué es animal y qué es racional, y así una única
cuestión nos llevaría insensiblemente a infinidad de otras cuestiones más difíciles y
embarazosas, y no quisiera malgastar en tales sutilezas el poco tiempo y ocio que me
restan. Entonces, me detendré aquí a considerar más bien los pensamientos que
antes nacían espontáneos en mi espíritu, inspirados por mi sola naturaleza, cuando
me aplicaba a considerar mi ser. Me fijaba, primero, en que yo tenía un rostro,
manos, brazos, y toda esa máquina de huesos y carne, tal y como aparece en un
cadáver, a la que designaba con el nombre de cuerpo. Tras eso, reparaba en que me
nutría, y andaba, y sentía, y pensaba, y refería todas esas acciones al alma; pero no
me paraba a pensar en qué era ese alma, o bien, si lo hacía, imaginaba que era algo
extremadamente raro y sutil, como un viento, una llama o un delicado éter,
difundido por mis otras partes más groseras. En lo tocante al cuerpo, no dudaba en
absoluto de su naturaleza, pues pensaba conocerla muy distintamente, y, de querer
explicarla según las nociones que entonces tenía, la hubiera descrito así: entiendo
por cuerpo todo aquello que puede estar delimitado por una figura, estar situado en
un lugar y llenar un espacio, de suerte que todo otro cuerpo quede excluido; todo
aquello que puede ser sentido por el tacto, la vista, el oído, el gusto o el olfato; que
puede moverse de distintos modos, no por sí mismo, sino por alguna otra cosa que lo
toca y cuya impresión recibe; pues no creía yo que fuera atribuible a la naturaleza
corpórea la potencia de moverse, sentir y pensar: al contrario, me asombraba al ver
que tales facultades se hallaban en algunos cuerpos.
(…) Pasemos, pues, a los atributos del alma, y veamos si hay alguno que esté
en mí. Los primeros son nutrirme y andar; pero, si es cierto que no tengo cuerpo, es
cierto entonces también que no puedo andar ni nutrirme. Un tercero es sentir, pero
no puede uno sentir sin cuerpo, aparte de que yo he creído sentir en sueños muchas
cosas y, al despertar, me he dado cuenta de que no las había sentido realmente. Un
cuarto es pensar: y aquí sí hallo que el pensamiento es un atributo que me pertenece,
siendo el único que no puede separarse de mí. Yo soy, yo existo; eso es cierto, pero
¿cuánto tiempo?
Todo el tiempo que estoy pensando: pues quizá ocurriese que, si yo cesara de
pensar, cesaría al mismo tiempo de existir. No admito ahora nada que no sea
necesariamente verdadero: así, pues, hablando con precisión, no soy más que una
cosa que piensa, es decir, un espíritu, un entendimiento o una razón, términos cuyo
significado me era antes desconocido.
Soy, entonces, una cosa verdadera, y verdaderamente existente. Mas, ¿qué
cosa? Ya lo he dicho: una cosa que piensa. ¿Y qué más? Excitaré aún mi imaginación,
a fin de averiguar si no soy algo más. No soy esta reunión de miembros llamada
cuerpo humano; no soy un aire sutil
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y penetrante,
te, difundido por todos esos miembros; no soy un viento, un soplo,
un vapor, ni nada de cuanto pueda fingir e imaginar, puesto que ya he dicho que
todo eso no era nada.
Y, sin modificar ese supuesto, hallo que no dejo de estar cierto de que soy
algo. ¿Qué soy,
oy, entonces? Una cosa que piensa. Y ¿qué es una cosa que piensa? Es
una cosa que duda, que entiende, que afirma, que niega, que quiere, que no quiere,
que imagina también, y que siente. (Descartes. Pp 12- 17).
[Ver artículo
ulo en el siguiente link: Vista de Nuevos materialismos: hacia
feminismos no dualistas (ub.edu) ]
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1. M
Marcha feminista en Uruguay
2. M
Manifestación dentro de un estadio en Irán
3. M
Manifestantes nigerianas víctimas de secuestros
dee Boko Haram
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BIBLIOGRAFÍA
Recuperado a partir de
https://revistes.ub.edu/index.php/oximora/article/view/14416
Capra, F. (1992) El punto crucial. Ciencia, sociedad y cultura naciente. Buenos Aires:
Troquel
de Azcárate, Patricio, Obras completas de Platón, tomo onceno, Madrid 1872. Extraído
de: http://www.filosofia.org/
Sudamericana.
Frassineti, M.; Salatino, G. (2016). Filosofía. Esa búsqueda reflexiva. Buenos Aires: AZ.
Web.dianoia.com
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