El Mal en Tomas de Aquino

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EL MAL EN TOMAS DE AQUINO

La tesis sobre el mal de santo Tomas de Aquino tiene como fin clarificar, o al menos arrojar
algo de luz sobre la cuestión del mal, que venía siendo uno de los problemas que había
acompañado a la cristiandad desde muchos siglos anteriores.
La postura maniquea que se había impuesto en la conciencia humana admite la existencia de dos
principios supremos, uno bueno y otro malo y lo relacionaban a cada uno de ellos con lo que
hay en el mundo, bien y mal. El mal lo vinculan con las tinieblas. Mientras que los gnósticos
decían que el mal viene de una materia eterna de la que Dios no es responsable. Pero estas
posturas muy pronto serían refutadas por autores como:
SAN METODIO: EL MAL no es una sustancia, de modo que no puede haber sido creado por
Dios. (Dios no es autor del mal). SAN AMBROSIO: ¿Qué es el mal sino indigencia de un
bien? SAN AGUSTÍN: “el mal no es más que la privación del bien” por tanto, el mal no puede
corromper al bien por completo porque se corrompería así mismo, ya que no puede subsistir
sino en el bien. En primer lugar el mal se traduce mediante el sufrimiento, en segundo lugar el
mal es la iniquidad, el desorden de la acción cuando falta la norma. En el fondo no hay más que
un mal que es el pecado y este procede de la libertad humana.
Partiendo de estas posturas SANTO TOMAS DE AQUINO desarrolla sus ideas acerca del mal,
y afirma: “el mal se opone al bien”, el mal no tiene esencia, ni es ninguna esencia de las cosas.
El mal es carencia de ser en un ser, ya que es por el ser en el que es. Y como el ser es bueno, el
mal será por el bien: “tiene alguna parte de bien y por ella es todo el ser de aquello que se dice
malo”. Tomas de Aquino explica que en todo y en todas partes hay una Naturaleza de las cosas,
y con respecto a esto es como se debe juzgar el mal, por otro lado, el mal no tiene existencia
sino en un sujeto bueno, de aquí que se comprende que el mal está en el bien como privación,
no como algo positivamente dicho.
El mal no tiene causa natural, en tanto es privación de forma, ni siquiera final, puesto que todo
fin es bueno, y el no ser de la privación en que consiste el mal no tiende a nada, por tanto el mal
es un resultado mas no un fin, en la medida en que no es querido por sí mismo.
El mal se revela bajo la forma de pena y la culpa, es decir del mal que padece la criatura
racional, contrario a su voluntad y del mal que hace, que es voluntario, manifestado bajo la
forma de sufrimiento y muerte, por una parte, y bajo el pecado por otra. Con respecto al pecado,
el único responsable es el libre albedrío, creado por Dios, por tanto bueno. Sus desviaciones
proceden de su propia autonomía funcional, de la atracción hacia otro fin y de la caída de la
voluntad. En otras palabras el pecado es el mal de la acción humana en cuanto humana, es decir
voluntaria y libre. Dios no es causa del pecado, como tampoco de ningún mal, pero Dios si es
promotor de la pena, pero no es promotor de la culpa.
Si el mal es algo
El mal se dice en dos sentidos, en un sentido podemos entenderlo como sujeto del mal, (es
algo), en el otro sentido podemos pensar como el mal en sí mismo, (no es algo), es privación de
un bien particular. Para verlo con claridad hay advertir que el bien es apetecible, además es todo
lo que todas las cosas apetecen, una vez afirmado esto diremos que el mal no es lo que se opone
al bien, por ende es necesario que el mal se oponga a lo apetecible en cuanto tal; y esto es
imposible que sea algo, por dos razones:
Porque lo apetecible tiene razón de fin, y el orden de los fines es como el orden de los agentes,
es decir que cuanto más universal sea un agente, el fin por el que actúa es un bien más universal.
Porque todo agente obra por un fin.
Del modo que no se puede llegar al infinito en las causas agentes si no que es indispensable
llegar a un principio único que sea la causa universal del ser, del mismo modo es necesario que
haya un bien universal al que sean reducidos los demás bienes. Y este es el primer agente
universal que es apetecible primero y universal, es el bien primero y universal que obra por
apetito de sí mismo. Por otro lado así como es necesario que cuanto hay en las cosas provenga
de una cusa primera del ser, es necesario que cuanto hay en las cosas provenga de un bien
primero y universal, y esto que proviene solo puede ser un bien particular. Por tanto que lo que
es algo en las cosas sea un bien particular, por cual no puede oponerse al bien por el hecho de
ser. Entonces el mal en cuanto es mal no es algo en las cosas si no que es la privación,
inherente a un bien particular de un bien particular.
Porque lo que hay en las cosas tiene inclinación y apetito de lo que le conviene y lo que tiene
razón de apetecible tiene razón de bien. Por ende lo que hay en las cosas tiene conveniencia con
algún bien, pero el mal no conviene con el bien, se opone a él, entonces no es algo en las cosas.
Finalmente el mal no es algo, pero que si es algo aquello a lo que le ocurre el mal, por cuanto el
mal priva solo de un bien particular.

Si el mal está en el bien


De bien se habla en dos sentidos, uno, de lo absolutamente bueno; otro, el que empleamos para
un bien concreto. El bien de modo absoluto tiene una extensión amplísima, en el saber de los
platónicos. Puesto que el bien es lo apetecible, y lo apetecible es un bien y al mismo tiempo un
fin. De aquí que nosotros apetezcamos lo que se ordena a un fin y por el hecho de ordenarse a
un fin adquiere razón de bien. Luego todo lo que está en potencia para el bien, por el mismo
hecho tiene orden al bien, porque potencia es ordenarse a un acto. Por lo tanto si potencia tiene
razón de bien entonces toda cosa por el mismo hecho de estar en potencia tiene razón de bien.
Del hecho que todo ente tanto en acto o en potencia puede ser considerado bien en absoluto, no
se puede decir que toda cosa sea un bien concreto. Del mismo modo, aunque un hombre, por el
hecho de ser hombre, sea un bien, no se sigue de eso que sea un hombre bueno. Porque lo que
hace bueno es su virtud, pues esta virtud hace buenas a quien las posee y es el culmen de la
potencia. Entonces algo lo llamamos bien solo concreto solo cuando tiene la perfección propia.
Conforme a lo explicado tenemos que bien se dice de tres formas: en primer lugar llamamos
bien a la perfección de una cosa, en segundo lugar a la cosa que tiene su perfección, y por
ultimo al sujeto en cuanto está en potencia para la perfección.
En cambio el mal es la privación de la perfección debida, y la privación solo está en el ente en
potencia, puesto que un sujeto esta privada de algo cuando carece de algo que debería tener por
naturaleza. Luego el mal está en el bien en cuanto que al ente en potencia lo llamamos bien.
Entonces el bien que es la perfección, es privado mediante el mal, por ende en el bien no puede
haber mal. El bien, compuesto de sujeto y perfección disminuye mediante el mal, en cuanto le
quita su perfección pero permanece el sujeto.

Si el bien es causa del mal.


El bien es causa del mal en la medida en que el mal puede tener causa. Pero según lo probado en
el primer apartado el mal no obra sino en virtud del bien, por ende es preciso que el mismo bien
sea la causa primaria del mal. Entonces se entiende que el mal no tiene causa per se. Por tres
razones.
Porque todo lo que tiene causa por si mismo tiende a producir su propio efecto y es intentado
por su causa, en cambio lo que surge de acuerdo con la intención del agente no es cusa de nada
(per se) si no por accidente. El mal en cuanto tal no puede ser intencional, ni querido de algún
modo, porque el ser apetecible tiene razón de bien, al que se opone el mal en cuanto tal. Además
todo sujeto obra buscando algo que le parece bueno. Entonces, el mal no tiene causa per se.
Porque todo efecto per se tiene similitud con su causa. Luego todo agente obra en cuanto es en
acto y tiene una forma que pertenece a la razón de bien, por eso el mal en cuanto tal, no se
asemeja a la causa agente en lo que tiene de agente. Entonces el mal no tiene causa per se.
Porque toda causa per se tiene un orden respecto a su efecto. Pero lo que se hace de acuerdo con
el orden no es malo, sino lo que se hace fuera de él. Entonces el mal no tiene causa per se.
Sin embargo, es necesario que el mal tenga alguna causa, porque todo lo que está en alguna cosa
al margen de la naturaleza tiene que tener una causa, además nada es causa de sí mismo, por
tanto el mal tiene alguna causa accidental. Si el mal no tiene causa per se, resulta que solo el
bien tiene causa per se. Luego, resulta que el bien es causa accidental de cualquier mal, por el
otro lado sucede que el mal que es un defectuoso es causa del mal, aclarado esto se puede decir
que la primera causa del mal es el bien y no el mal. Y este modo de causarse se da de dos
modos: primero se dice que el bien es causa del mal en cuanto es deficiente; otro, en cuanto es
agente por accidente. Pero hay que aclarar que el mal no es causado por el bien en cuanto es
deficiente, sino que es causado por el bien en cuanto es perfecto.
lo deleitable según los sentidos mueve la voluntad y lo lleva a deleitarse con esa delectación que
ignora el orden de la razón y de la ley divina, y esto es el mal moral. Pero la voluntad es causa
del mal, por accidente y en cuanto es un bien eficiente. Por accidente, porque la voluntad
humana es arrastrada a algo bueno en algún sentido, pero tiene unido algo que es per se malo;
como bien deficiente, porque la voluntad tiene un defecto anterior a la elección con la que elige
algo bueno pero bajo algún aspecto pero malo per se.
El bien en lo regulado y medido, procede cuando está ajustado y conformado con la regla
divina, mientras el mal cuando viene cuando se da lo contrario. Así pues, de este modo la
delectación y las acciones humanas deben medirse y regularse según la regla de la razón y de la
ley divina. Y si no se emplea en la voluntad estas reglas, no es necesario buscar otras reglas que
la libertad de la voluntad mediante el cual puede hacer y no hacer. Y no es preciso atender a esta
regla porque la razón recibe la razón de culpa. La culpa dela voluntad no está en que no atiende
a la regla y ley, sino que no teniendo esa regla procede elegir.

Si el mal se divide convenientemente en culpa y pena.


El mal de la criatura racional se divide en culpa y pena, esta división es solo según se encuentra
en la naturaleza racional. La división de estos dos, se da puesto que el mal se opone al bien.
Pero el bien implica cierta perfección y hay dos clases de perfección: la primera, que es la forma
o hábito, y la segunda que es la operación. De este este mismo modo hay dos clases de mal: uno
en el agente, con el que se le priva de una forma o hábito para obrar; el otro, mal está en el acto
eficiente. Y estas dos clases de males se encuentran tanto las demás criaturas como en la
racional, que obra mediante la razón, y en ella vemos que la acción desordenada de la voluntad
tiene razón de culpa, porque se considera culpable a alguien que hace voluntariamente una
acción desordenada. Más también se encuentra en la criatura racional el mal como privación de
forma o de hábito u otra cosa que es necesario para obrar bien, por tanto si pertenece al alma, al
cuerpo, o las cosas exteriores; es necesario que ese mal lo llamemos pena. Y a la razón de pena
corresponden tres cosas. Que tenga relación con la culpa, es decir que se castiga a alguien
cuando se padece algún mal por algo que cometió. De esta manera el mal racional esta
contenido en la pena o en la culpa. La segunda cosa que pertenece a la razón de pena es que
repugne a la voluntad, pues la voluntad tiene inclinación al bien propio.
La pena repugna a la voluntad de tres modos: unas veces a la voluntad actual; otra solo contraria
a la voluntad habitual y otras veces solo va contra la inclinación natural de la voluntad. La
tercera es que consista en alguna pasión, pues lo contrario no pertenece a la voluntad no
preceden de un principio como este (voluntad), si no de intrínseco (pasión).
Tres maneras de diferir la pena y la culpa. La primera porque culpa es un mal de la acción,
mientras que la pena es un mal del agente, así pues del mal de la acción, que es la culpa, se
sigue el mal del agente, y esto es la pena, puesto que la divina providencia pone orden en la
culpa por la pena. La segunda manera de diferir es que una es a favor de la voluntad y la otra en
contra. La tercera, porque la culpa consiste en hacer y la pena en padecer.
Si la pena es mayor mal que la culpa.
La culpa tiene más razón de mal de suyo. En primer lugar, porque lo que hace al sujeto ser algo,
es más eso mismo que lo que no puede hacer al sujeto ser ase algo. Dado que a alguien se le
llama malo por el mal de culpa que hay en él, y no por el mal de pena en cuanto tal, dice
Dionicio: ser castigado no es malo, si no el hacerse digno de la pena. Se entiende entonces que
el mal de la culpa tiene más razón de mal que la pena.
La causa por la que a alguien se le llama malo por el mal de la culpa y no por el mal de la pena
viene de esto: el bien y el mal se dicen según el acto y según la potencia se dice poder ser bueno
o malo. Pero hay dos clases de acto: acto primero que es el habito o la forma y acto segundo que
es la operación. Así pues se aprecia el bien y el mal según el acto segundo, que es la operación;
según el acto primero, en cambio se aprecia el bien y el mal. Por tanto es evidente que, en los
que tienen voluntad, cualquier potencia o habito es llevado a un acto bueno mediante un acto de
la voluntad, porque esta tiene como objeto el bien universal, en el que están todos los bienes
particulares, por cual obran las potencias y hábitos.
Por tanto el mal de la culpa es un mal en el acto de la voluntad, y el mal de la pena es la
privación de aquello que la voluntad puede usar para obrar bien. Entonces el mal de la culpa
hace al hombre malo en sí mismo, y no el mal de la pena.
La segunda razón es que, al ser DIOS la esencia misma de la bondad, cuanto más alejada de
Dios este una cosa, tanto más razón de mal tiene. Pero más alejada de la de Dios está la culpa
que la pena, porque Dios es promotor de la pena, más no de la culpa. Así pues resulta que la
pena es mayor culpa es mayor que la pena.
La tercera razón es que el mal que produce el artífice hábil para evitar otro mal, tiene menos
razón de mal que el mal que se quiera evitar. Por tanto queda claro, que la sabiduría divina
produce la pena para evitar la culpa en el castigado por él. Así pues la culpa es mayor mal que la
pena.
La cuarta razón es que el mal de la culpa consiste en obrar, y el de la pena consiste en padecer.

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