Tenesse Williams El Caso de Las Petunias Pisoteadas
Tenesse Williams El Caso de Las Petunias Pisoteadas
Tenesse Williams El Caso de Las Petunias Pisoteadas
petunias pisoteadas
Tennessee Williams.
Personaj
es
DOROT
HY
SIMPLE
AGENTE DE
POLICÍA
MUCHACHO
SRA. DULL
Escena
La acción se desarrolla en una mercería llamada
«Simple Notion Shop», atendida por su propietaria la
SRTA. DOROTHY SIMPLE, una muchacha de
Nueva Inglaterra, de veintiséis años, soltera, que
tiene un físico muy atractivo, pero que ha
parapetado su casa y su corazón tras de una doble
fila de petunias.
La ciudad es Primanproper, Massachusetts,
situada dentro de la órbita cultural de Bostón.
Cuando se levanta el telón son las primeras horas de
la mañana. La SRTA. SIMPLE, muy agitada por
algún motivo, acaba de abrir su tiendecita. Se halla
de pie junto a la puerta abierta, inundada por los
rayos del sol de primavera, pero su rostro expresa
pesar e indignación. Está llamando a un AGENTE DE
POLICÍA que hay en la esquina.
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POLICÍA: ¿Sabotaje de qué, señorita
Simple?
DOROTHY: ¡De mis petunias!
POLICÍA: Bueno, bueno. ¿Qué quiere usted decir con eso?
DOROTHY: Exactamente lo que he dicho. Véalo
usted mismo. Anoche esta casa estaba rodeada de
una hermosa doble fila de petunias de color rosado y
malva. ¡Mírelas ahora! Esta mañana al levantarme
las encontré en este estado. ¡ Una por una
pisoteadas, deliberada y maliciosamente!
POLICÍA: ¡Caramba! ¡Bueno, bueno, bueno!
DOROTHY: ¡Con decir «bueno, bueno, bueno»
no vamos a atrapar al culpable!
POLICÍA: ¿Qué quiere usted que haga, señorita
Simple?
DOROTHY: Quiero que detenga usted a un
maniaco petunicida que calza el número once D.
POLICÍA: ¿Un once D?
DOROTHY: Sí, ese es el tamaño de las huellas
que dejó en mis petunias. Acaba de medirlas un
dependiente de la zapatería.
POLICÍA: Es un pie bastante grande, señorita
Simple, pero hay muchos hombres que tienen los
pies grandes.
DOROTHY: No en Primanproper. El señor Knowzit,
el dependiente de la zapatería, me aseguró que no
hay un solo hombre en toda la ciudad que calce ese
número. Supongo que se da usted cuenta del peligro
que representa permitir que este maníaco ande
suelto.
¡En mi opinión, un hombre que pisotea una petunia
es capaz igualmente de pegar a una mujer indefensa
o de dar puntapiés a un niño inocente!
POLICÍA: Haré cuanto pueda, señorita Simple. Hasta luego.
DOROTHY (Secamente): Sí. Adiós. (Cierra la
puerta de golpe. Vuelve tras el mostrador y
tamborilea nerviosa con las uñas, esmaltadas de
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rosa pálido. El canario
gorjea tímidamente. Después ensaya un arpegio.
DOROTHY, al canario.) ¡Oh, cállate! (Después,
arrepentida.) Perdóname, por favor. ¡Tengo los
nervios destrozados! (Se suena. La campanilla de la
puerta tintinea al entrar un cliente. Es un
MUCHACHO que resulta exageradamente grande y
de aspecto agresivo en el cubículo de la tiendecita,
cuyas paredes están forradas de un papel floreado.)
¡Dios bendito, tenga cuidado, por favor! Va usted a
dar con la cabeza en la lámpara.
MUCHACHO (De buen humor): Lo siento, señorita
Simple. Creo que es mejor que me siente. (La frágil
sillita se derrumba bajo su peso)
DOROTHY: ¡ El cielo nos valga! ¡ Parece usted tener
una fuerza destructora! Ha hecho trizas esa sillita
antigua.
MUCHACHO: Perdone, señorita Simple.
DOROTHY: Le agradezco sus disculpas, pero eso no
arreglará mi silla. ¿Deseaba usted ver alguna cosa?
MUCHACHO: Quisiera ver ese par de calcetines
color vino que tiene usted en el escaparate.
DOROTHY: ¿Qué número usa usted?
MUCHACHO: Nunca lo recuerdo, pero en zapatos calzo el
once D.DOROTHY (Con viveza): ¿Qué número dijo? ¿Once?
¿Once D?
MUCHACHO: Eso es, señorita Simple, once D.
DOROTHY: ¡Oh! ¿Sus zapatos
tienen bastante barro, verdad?
MUCHACHO: Sí, señorita Simple,
creo que sí.
DOROTHY: Llenos de barro. Parece como si la
noche pasada hubiera usted pisado un macizo de
flores recién regado.
MUCHACHO: Pensándolo bien, eso es lo que hice.
DOROTHY: ¿Supongo que no ha oído usted
hablar de esa horrible historia de las petunias
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pisoteadas que ocurrió la noche pasada?
MUCHACHO: Algo he oído.
DOROTHY: ¿Se lo contó el
policía de la esquina?
MUCHACHO: No, señorita;
él, no.
DOROTHY: ¿Quién entonces? Él es el único que
sabe, excepto..., excepto... ¡el hombre que lo hizo!
(Pausa. El canario trina inquisitivamente.) ¡Usted...,
usted..., usted es el hombre que lo hizo!
MUCHACHO: Sí,
señorita, yo soy.
DOROTHY: ¡No
trate de escapar!
escapar!
MUCHACHO: No pienso hacerlo, señorita Simple.
DOROTHY: ¡No se mueva de donde
está hasta que venga el policía!
MUCHACHO: ¿Va usted a llamar al
policía?
DOROTHY: Claro que voy a llamarle. Dentro de un
minuto. Antes quisiera saber por qué lo hizo. ¿Por
qué pisoteó mis petunias?
MUCHACHO: Muy bien. Se lo diré. ¡Primero, porque usted
había parapetado su casa
—y su corazón— tras esa absurda doble fila de petunias!
DOROTHY: ¿Parapetado? ¿Mi casa? ¿Mi
corazón? ¿Tras ellas? Eso es ridículo. No entiendo
qué quiere usted decir.
MUCHACHO: Ya lo sé. Aparentemente son unas
criaturas tan frágiles, tan delicadas, esas petunias,
pero tienen una resistencia terrible.
DOROTHY: ¿ Resistencia frente a qué, si me permite la
pregunta?
MUCHACHO: Frente a toda cosa grande o
importante que pueda llegar a su casa. Nada que sea
grande o importante puede traspasar nunca una
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doble fila de petunias. Por eso vive usted sola con su
canario y está empezando a detestarlo.
DOROTHY: ¿Detestar a mi canario? ¡Le tengo un gran cariño!
MUCHACHO: En secreto, señorita Simple,
quisiera usted que se atragantara con el alpiste. Le
detesta usted tanto como sin confesárselo
detestaba las petunias.
DOROTHY: ¿Por qué iba yo, o usted, o cualquier
otra persona, a detestar las petunias?
MUCHACHO: Nuestra animosidad y la acción que
de ella resulta queda perfectamente explicada en un
poema que compuse yo una vez sobre el tema de
las petunias... y flora similar. ¿Le gustaría conocerlo?
DOROTHY: Supongo que
sí, si viene al caso.
MUCHACHO: Viene muy al
caso. Dice así:
(Música suave)
Con qué severidad
miran las petunias
las cosas que no
vienen en el libro,
pues estas
encantadoras
criaturas
jamás se salen de los moldes académicos.
Observan con mirada penetrante
los fenómenos que
ocurren junto a ellas
y clasifican como
bueno o malo
a la gigantesca ballena o al diminuto gorgojo.
Contemplan con
profundo desdén
todo lo que es
masculino u
ordinario.
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Enrojecen hasta sus tiernas raíces
cuando pasan los hombres con las botas de trabajo.
Todo lenguaje sincero les choca
y se estremecen al oír cantar al gallo.
Dicen, eso sí, que la
diversión buena y
honesta es permisible
para todos,
pero encuentran que
hasta la gallina ciega
es un juego ruidoso y
demasiado grosero
y... (Aparte.) ¡No del
todo inocente!
¿Qué le parece?
DOROTHY: ¡ Injusto! ¡
Totalmente injusto!
MUCHACHO (Riendo): ¿Para
las ordenadas petunias?
DOROTHY: Sí, y además no creo que nadie tenga
derecho a imponer sus opiniones en forma de
huellas sobre las petunias ajenas.
MUCHACHO (Sacando un paquetito del bolsillo):
Estoy dispuesto a ofrecer reparación.
DOROTHY: ¿Con qué?
MUCHACHO
: Con esto.
DOROTHY:
¿Y qué es
eso?
MUCHACHO
: Semillas.
DOROTHY: ¿Semillas de
qué? ¿De rebelión?
MUCHACHO: No, de
rosas silvestres.
DOROTHY: ¿Silvestres?
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¡No podría usarlas!
MUCHACHO: ¿Por qué no,
señorita Simple?
DOROTHY: Las flores son como los seres humanos.
No se puede permitir que crezcan salvajes. Es
preciso...
MUCHACHO: ¿Regimentarlas? ¡Ah! Ya veo. Es
usted una fascista hortícola.
DOROTHY (Con un sonido entrecortado de
indignación) : ¡ Debo llamar al policía y hablarle de
esas petunias!
MUCHACHO: ¿Por qué no lo llama entonces?
DOROTHY: Únicamente porque lo confesó
usted honradamente.
MUCHACHO: No es por eso, señorita
Simple.
DOROTHY: ¿NO?
MUCHACHO: La verdadera razón es que
está usted fascinada.
DOROTHY: ¿Que estoy fascinada? ¡Es el
colmo!
MUCHACHO: Sí que lo está, señorita Simple.
Pese a sus difuntas y no lloradas petunias, está
usted encantada, intrigada..., ¡asustada!
DOROTHY: ¡Es usted muy presuntuoso!
MUCHACHO: Ahora, si me lo permite,
quisiera hacerle una pregunta.
DOROTHY: Puede usted hacerla. Pero yo
puedo no contestarla.
MUCHACHO: La contestará si puede. Pero
probablemente no podrá. La pregunta es ésta:
¿Qué piensa usted de todo ello?
DOROTHY: No comprendo... ¿Qué es todo ello?
MUCHACHO: El mundo, el universo y el lugar que
usted ocupa en él. ¡ El maravilloso accidente de vivir!
(Música de fondo suave.) ¿Ha pensado usted alguna
vez en el número de muertos y hasta qué punto
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rebasa el de los vivos? Su superioridad numérica es
tan grande que no encontraría usted cifras lo
bastante altas ni lo bastante bajas .para representar
esa proporción.
DOROTHY: Parece como si estuviera
usted tratando de venderme algo.
MUCHACHO: Claro que sí. Espere y verá.
DOROTHY: Yo no compro...
MUCHACHO: ¡Por favor! ¡Un minuto
de su inestimable tiempo!
DOROTHY: De acuerdo. Un minuto.
MUCHACHO: i Mire!
DOROTHY: ¿Qué he de mirar?
MUCHACHO: Esas pequeñas partículas de polvo
en el rayo del sol de abril que pasa por esa ventana.
DOROTHY: ¿Qué les pasa?
MUCHACHO: Piense un poco. Usted podría haber
sido una de esas partículas en lugar de ser quien es.
Podía haber sido una cualquiera de esas partículas
infinitesimales de polvo. O una cualquiera de los
millones y billones y trillones de partículas de materia
muda, inconsciente. Incapaz de hacer preguntas.
Incapaz de dar respuestas. ¡Incapaz .de hacer,
pensar, sentir nada absolutamente! Pero en lugar de
eso, mi querida amiga, en virtud del más raro y más
improbable de los azares, resulta que es usted lo que
es. ¡La señorita Dorothy Simple, de Boston!
Hermosa, humana, viva. Capaz de pensar, sentir y
obrar. Aquí viene la parte fundamental de mi
pregunta. ¿Qué va usted a hacer, señorita Simple?
DOROTHY (Que está un tanto conmovida, a pesar
de sus petunias): ¡Dios bendito... nos valga! ¡Creí
que había entrado usted aquí a comprar unos
calcetines!
MUCHACHO: Sí, pero antes
tengo que venderle algo.
DOROTHY: ¿Venderme qué?
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MUCHACHO: Una maravillosa
colección de artículos.
DOROTHY: He de verlos antes
de firmar el pedido.
MUCHACHO: Eso es imposible. No puedo
exponer mis muestras en esta tienda.
DOROTHY: ¿Por qué no?
MUCHACHO: Son demasiado preciosas. Tiene que darme
una cita.
DOROTHY (Batiéndose en retirada): Lo siento,
pero no hablo de negocios fuera de aquí.
MUCHACHO: Peor para usted. Bueno, peor
para los dos. ¿Tal vez cambiará de parecer?
DOROTHY: No lo creo.
MUCHACHO: De todos modos, aquí está mi tarjeta.
DOROTHY (Leyéndola,
desconcertada): Vida, Sociedad
Limitada. (Levanta la vista lentamente)
MUCHACHO: Sí. Represento
ese artículo.
DOROTHY: Ya. ¿Es usted un
vendedor de revistas?
MUCHACHO: No, no se trata
de material impreso.
DOROTHY: ¿Pero es
material, al menos?
MUCHACHO: ¡ Oh, -sí!, y de enorme importancia
además. Pero la gente lo desconoce. Por ignorancia
han comprado siempre sustitutivos baratos. Y
últimamente ha aparecido fuera del país una empresa
rival, que se llama Muerte, Sociedad Ilimitada. Su
producto viene en un paquete con la etiqueta guerra.
Nos están desplazando mediante nuevos métodos
agresivos de promoción de ventas. Y una de sus
principales armas es la excitación. ¿Por qué da tan
buenos resultados ? ¡ Porque ustedes rodean sus
casas y sus corazones con hileras de cosas
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aburridas y triviales como son las petunias! ¡ Si
pudiéramos sustituirlas por rosas silvestres no habría
guerras! ¡No, habría suficiente excitación en el
mundo sin necesidad de que hubiera guerras! Por
eso hemos iniciado esta campaña anti petunias,
señorita Simple. ¡ Vida, Sociedad Limitada, ha
llegado a la conclusión de que tenemos que usar los
mismos métodos agresivos que utiliza allá Muerte,
Sociedad Ilimitada! Hemos de demostrar a la gente
que Vida, Sociedad Limitada, puede eliminar la
perniciosa trivialidad de todas las petunias del mundo
de una manera más limpia, permanente y total que
Muerte, Sociedad Ilimitada. ¿Qué dice usted ahora,
señorita Simple? ¿No va usted a probar nuestro
producto?
DOROTHY (Nerviosa): Bueno, verá usted, en
realidad... yo hago todas mis compras en Boston y...
MUCHACHO: ¿Qué compra
usted en Boston?
DOROTHY: Véalo usted
mismo. Mire mis existencias.
MUCHACHO (Examinando las estanterías): Dedales,
'hilos, labores femeninas, guantes blancos...
DOROTHY: Artículos de
mercería. Novedades. Adornos.
MUCHACHO: ¿Adornos... de la
existencia?
DOROTHY: Sí, eso es
exactamente.
MUCHACHO: ¿Qué hace
usted después de cerrar?
DOROTHY: Despacho una
correspondencia considerable.
MUCHACHO: ¿Con quién?
DOROTHY: Con mayoristas
de Boston.
MUCHACHO: ¿Cómo
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termina sus cartas?
DOROTHY: «Atentamente», «Queda de usted
segura servidora», «Le saluda atentamente».
MUCHACHO: ¿Pero nunca
con cariño?
DOROTHY: ¿Con cariño?
¿A las casas de Boston?
MUCHACHO: Supongo que no. Creo que debería
usted ampliar su correspondencia. Le diré lo que
vamos a hacer. ¡Nos vemos esta noche en la
carretera número setenta y siete!
DOROTHY: ¡Oh, no! Tengo que despachar mi
correspondencia.
MUCHACHO: Déjelo para otro día. Nos
encontramos allí. Iremos a tomar unas cervezas
al Starlight Casino.
DOROTHY (Tratando de escapar por todos los
medios): ¡Si yo no bebo!
MUCHACHO: Entonces, coma. Queso suizo con pan
de centeno. No importa. Después la llevaré a dar un
paseo en un coche descapotado.
DOROTHY: ¿ Adonde?
MUCHACHO: A la
colina de los Cipreses.
DOROTHY: Pero eso
es el cementerio.
MUCHACHO: Ya
lo sé.
DOROTHY: ¿Por
qué allí?
MUCHACHO: Porque los muertos son los
mejores consejeros.
DOROTHY: ¿Sobre qué aconsejan?
MUCHACHO: Sobre los
problemas de la vida.
DOROTHY: ¿Y qué
consejos dan?
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MUCHACHO: Sólo
una palabra: ¡Vivid!
DOROTHY: ¿Vivid?
MUCHACHO: ¡ Sí, vivid, vivid, vivid! ¡ Es todo lo que
saben, es la única palabra que queda en su
vocabulario!
DOROTHY: No veo cómo...
MUCHACHO: Se lo diré. La muerte tiene una cosa
buena en su favor. Es un espléndido proceso de
simplificación. Libera el corazón de toda
inconsecuencia. Por ejemplo, recorre el diccionario
entero con un lápiz azul absolutamente implacable. Al
final, lo único que queda es una página, ¡y en esa
página una sola palabra!
DOROTHY: ¿La palabra que se oye por las
noches en la colina de los Cipreses?
MUCHACHO: ¡ La palabra que se oye por las
noches en la colina de los Cipreses! DOROTHY:
Oh. ¡Oh, oh!
MUCHACHO: Pero nadie la oye hasta que me
conoce a mí. Yo tengo un dispositivo secreto
patentado que la hace audible. Una cosa que nunca
fabricó Du Pont. Pero que es un invento maravilloso.
Absolutamente ingrávido y transparente. Se ajusta en
el interior del oído. Sus amigos nunca sabrán que lo
lleva puesto. Pero se lo garantizo: ¡oirá esa palabra,
que suena casi como el largo, dulce susurro de las
hojas al moverse!
DOROTHY: ¿De las hojas?
MUCHACHO: i Sí, de las hojas de sauces o de
cipreses, o de la hierba cuando sopla el viento! Y
después ya no será la misma, señorita Simple. ¡ No;
habrá cambiado para siempre!
DOROTHY: ¿En qué sentido?
MUCHACHO: ¡Vivirá, vivirá, vivirá!..., y no detrás de
unas petunias. ¿Qué dice, señorita Simple?
¿Dorothy? ¿Quedamos citados? ¿Esta noche a las
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ocho y media en la carretera número setenta y siete?
DOROTHY: ¿En qué punto de la carretera número setenta y
siete?
MUCHACHO: Junto al ciruelo silvestre. En el sitio en
que el largo muro de piedra está roto..., donde las
raíces han quebrantado las rocas desmoronándolas.
DOROTHY: Parece tan lejos.
Parece... un lugar incivilizado.
MUCHACHO: Es incivilizado, pero
no está lejos.
DOROTHY: ¿Cómo podría llegar allí?
¿Qué medio de transporte hay?
MUCHACHO: Pídale la bicicleta a su
hermano pequeño.
DOROTHY: Esta noche es la reunión de
los Scouts. No me la dejará.
MUCHACHO: Pues vaya andando, no le
hará daño el paseo.
DOROTHY: ¿Cómo lo sabe? Pudiera ser. Yo soy de Boston.
MUCHACHO: Óigame. Boston es una actitud mental
de la que debe emanciparse.
DOROTHY: No sin un tratamiento de choque con
insulina.
MUCHACHO: ¡Basta de evasivas! ¿Vendrá o no?
DOROTHY: Tengo tanto que hacer. Tengo que
devolver unos libros a la biblioteca pública.
MUCHACHO: Por última vez, ¿vendrá o no?
DOROTHY: No puedo dar una respuesta concreta. i Yo soy de
Boston!
MUCHACHO: ¡Una referencia más a Boston puede
ser fatal! Bien, señorita Simple, ¡no puedo esperar
indefinidamente!
DOROTHY: Creo que...
tal vez.
MUCHACHO: ¿ Cree
usted que tal vez?
DOROTHY: Quiero
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decir que creo que iré.
MUCHACHO: ¿Cree
que irá?
DOROTHY: Quiero decir que
iré. ¡Iré!
MUCHACHO: Así está mejor.
Hasta luego, Dorothy. (Sonríe
y sale cerrando la puerta)
DOROTHY: Adiós.
(Permanece con la mirada perdida por unos
momentos. Entra la SRA. DULL)
SRA. DULL (Bruscamente): ¡Señorita Simple!
DOROTHY: ¡Oh, perdóneme! ¿Qué desea?
SRA. DULL: Quiero un par de calcetines
color vino para mi marido.
DOROTHY: Lo siento de veras, pero el único
par que tengo está reservado.
SRA. DULL: ¿Reservado para quién,
señorita Simple?
DOROTHY: Para un caballero que
representa a esta casa.
(Enseñándole la tarjeta)
SRA. DULL: ¿Vida, Sociedad Limitada? ¡Hum!
Nunca he oído hablar de ella.
DOROTHY: Ni yo tampoco, hasta ahora. Y
mañana estará cerrada la tienda por reformas.
SRA. DULL: ¿Qué clase de
reformas, señorita Simple?
DOROTHY: Voy a derribar las
cuatro paredes.
SRA. DULL: ¿Derribar... qué? ¡Increíble!
DOROTHY: Sí, con el fin de hacer sitio para nuevas
mercancías. Cosas que nunca he tenido hasta
ahora.
SRA. DULL: ¿Qué clase de cosas? ¿Cosas
embotelladas, señorita Simple, o en cajas?
DOROTHY: Ni lo uno ni lo otro, señora Dull.
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SRA. DULL: Pues todo viene en
botellas o en cajas. DOROTHY: Todo,
salvo lo que fabrica Vida, Sociedad
Limitada.
SRA. DULL: ¿En qué viene, pues?
DOROTHY: Todavía no lo sé con seguridad, pero
sospecho que es algo que no está encerrado, algo
libre, natural y abierto como el cielo... También voy
a cambiar el nombre de la tienda. ¡Ya no se va a
llamar «Simple Notions», sino «Tremendous
Inspirations»!
SRA. DULL: ¡ Cielo santo! En tal caso puede
estar segura de que dejaré de ser su cliente.
DOROTHY: Me
lo figuraba. SRA.
DULL: ¿Y no lo
siente?
DOROTHY: Ni lo más mínimo. Creo que sus
monedas me han producido una ligera erupción.
Además, hace usted ruido con la nariz. Debe usted
sonarse. O mejor aún, debería usted cortarse la
nariz. Muchas veces me he preguntado cómo
podría abrirse paso su nariz entre la gente. (La
SRA. DULL emite sonidos entrecortados, mira con
desesperación a su alrededor y sale
apresuradamente.) ¡Olvida usted sus comestibles,
señora Dull! (Los arroja por la puerta. Se oye un
golpe y un grito agudo. Crece la música.) ¿Agente?
¡Agente!
POLICÍA: ¿ Dijo usted del número
once D, señorita Simple?
DOROTHY: Olvídese de eso, ya
está todo arreglado.
POLICÍA: ¿Por las buenas? ¿Amigablemente, quiere usted
decir?
DOROTHY: Por las buenas y amigablemente. El
saboteador ha reparado todos los daños causados y
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yo retiro mi denuncia. Ahora lo que quiero que me
diga es por dónde se va a la carretera número
setenta y siete.
POLICÍA: ¿La carretera número setenta y
siete? Esa carretera está abandonada.
DOROTHY: No por mí. ¿Dónde está?
POLICÍA: ¡ Está en muy malas
condiciones, cubierta de zarzas!
DOROTHY: ; No me importa!
¿Dónde está?
POLICÍA: Dicen que la lluvia ha desunido las piedras.
También el viento se ha tomado libertades con ella. ¡
Por la noche, la luna hace unas sombras tan
desconcertantes que las gentes se extravían, van a
sitios peligrosos, hacen cosas escandalosas!
DOROTHY: ¿Cómo, por ejemplo?
POLICÍA: ¡Oh, acrobacias sin sentido, dan volteretas
en el aire, cantan canciones desconocidas, destilan
en vino los vapores de la medianoche..., bailan
danzas paganas!
DOROTHY: ¡Maravilloso! ¿Cómo se llega allí?
POLICÍA: ¡Le advierto, señorita Simple, que una
vez que va usted allí ya no puede volver a
Primanproper!
DOROTHY: ¿Quién piensa en volver aquí? ¡Nunca
ha habido nadie tan dispuesto a expatriarse como lo
estoy yo hoy! Lo único que quiero saber es dónde
está, ¿al norte, al sur, al este o al oeste de la ciudad?
POLICÍA: Eso es precisamente,
señorita. En las cuatro direcciones.
DOROTHY: Entonces no creo que
pueda perderme.
POLICÍA: Es difícil que se pierda, si quiere usted
encontrarla. ¿No desea nada más?
DOROTHY: No, señor, eso es todo. Muchas
gracias.
(Crece la música. DOROTHY dice suavemente.)
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¡Adiós para siempre!
Telón
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