La Locura Es Soledad Nota Pagina 12 Rossi 3
La Locura Es Soledad Nota Pagina 12 Rossi 3
La Locura Es Soledad Nota Pagina 12 Rossi 3
La locura es soledad
¿Qué es un acompañante terapéutico?
https://www.pagina12.com.ar/fotos/20041111/notas/NA29FO01.JPG
Porque ese sujeto aparece empujado al encierro propio (cuando no llega a quedar
encerrado en una clínica u hospital psiquiátrico), asustado, en su cuarto, con dificultades
para salir de su casa, a veces hasta de su cama, de ese mundo que se le hace cada vez
más estrecho. Le resulta agresivo el movimiento urbano, las miradas en un colectivo, los
comentarios en un club, los empujones, las risas en el partido de fútbol o de truco. O
porque en esos espacios públicos aparece perdido, desorientado, lo cual muchas veces se
conjuga con su intento de agresión hacia quienes lo rodean, su impulso hacia la ruptura
con el tejido social y su refugio en el aislamiento.
Brevemente entonces, ante la fuerte exclusión social actual, el acceso al circuito laboral y a
los lazos sociales que conlleva se presenta casi inalcanzable para quien atraviesa un
padecimiento psíquico importante.
Frecuentemente la presencia del entorno social y familiar es casi inmediata: pacientes que
gritan en un bar donde las mesas se encuentran a escasa distancia una de otra, cuentan
sus intimidades a viva voz en medio de una función de cine, o escenas donde el
acompañamiento se desarrolla en un ámbito familiar, con la presencia angustiada de la
esposa, los hijos o el padre de un sujeto en crisis.
Jueves, 11 de noviembre de 2004 |
Además, el tiempo de duración del acompañamiento está pautado de antemano y con una
extensión que habitualmente es de varias horas cada vez (puede llegar hasta turnos de 6 a
8 horas en las internaciones domiciliarias).
Es característico de esta actividad llegar a compartir muchas horas con un paciente, con lo
cual se generan diálogos que a veces tocan aspectos de la vida privada del acompañante,
de sus actividades, de sus gustos; es decir, de cuestiones que habitualmente quedan por
fuera del vínculo paciente-profesional de la salud mental. No se trata de que el AT no
pueda decir nada acerca de su vida personal, o no haya de dar cierta opinión, ante
preguntas del sujeto acompañado o de su familia, sobre tal cual hecho de la realidad social
o suceso de la actualidad, cuando no del cuidado en el aspecto físico del paciente, de sus
vínculos grupales, de amistad, etcétera.
Pero el AT tiene que saber mensurar lo que manifieste, tiene que saber qué no debe hacer,
y tomar con cautela situaciones que pueden llevar a intervenciones inoportunas (Augé M. y
otros; El Hostal, una experiencia en tratamientos sin encierro en psicopatologías graves.
Bs. As., 1993).
Su importancia radica en dar una versión particular de esa subjetividad en los complejos
tiempos de articulación o aislamiento respecto del otro social/familiar.
Fueron esenciales en este caso las reuniones periódicas donde participaba la analista de
este paciente.
Jueves, 11 de noviembre de 2004 |
Resultó que, a partir de las caminatas, los juegos de cartas, las charlas en esas
circunstancias, el paciente manifestaba no tener las “interceptaciones” que
habitualmente tenía, los “pensamientos malditos”.
A su vez, la analista describió que algo del tedio, de un fuerte cansancio, era lo que
transmitía este paciente, lo que la terapeuta “soporta”: soporte transferencial, difícil
en casos como éste, a partir del cual no por casualidad se incluye el
acompañamiento.
El paciente hacía dormir a los otros, pero no lograba dormirse, generalmente por las
“interceptaciones”. Como hipótesis: si transfiere algo de ese cansancio, puede
empezar a dormir mejor, y esto parece enlazarse con el hecho de que el otro –
digámoslo así, en algún sentido– duerma. Por otra parte, aunque se quedara
dormido en horas de la mañana, el tiempo de acompañamiento empezó a marcar un
límite a esa situación, acotó algo, dando lugar a señalar que la acompañante,
aunque lo esperaba, no gozaba de esto. Probablemente la historia del paciente en
relación con su madre haya tenido un papel fundamental en esto del dormir, del
despertar, despertarse solo o ser despertado; son temas sobre los que tal vez se
pueda trabajar en un momento posterior del tratamiento.
En cuanto al agobio de la acompañante reflejado como queja por las caminatas “sin
rumbo”, el resultado del trabajo en equipo no fue tratar de establecer un rumbo
(¿quién sabría decir cuál tiene que ser?), sino más bien sostener esa caminata,
mantener esa charla, ese juego –al menos para el momento en que se encontraba
el caso–.
Esto es, se trataba de soportar algo de ese sin, precisamente para darle algún
sentido, alguna orientación, a su función. Porque se advertía que el dispositivo
construido tenía sus efectos terapéuticos.