Filosofía-Temario Tema 17
Filosofía-Temario Tema 17
Filosofía-Temario Tema 17
ESQUEMA:
0. INTRODUCCIÓN.
1. LAS CATEGORÍAS EN LA EDAD ANTIGUA:
1.1. El sistema categorial de Aristóteles.
1.2. Problemas planteado por la doctrina aristotélica.
1.3. Precedentes de la doctrina aristotélica.
1.4. Otros planteamientos de las categorías.
2. LAS CATEGORÍAS EN LA EDAD MEDIA.
3. LAS CATEGORÍAS EN LA EDAD MODERNA:
3.1. Racionalismo y empirismo.
3.2. Kant.
4. ALGUNOS SISTEMAS POSTKANTIANOS:
4.1. Idealismo alemán, Schopenhauer, Eduard von Hartmann, neokantismo.
4.2. Las categorías y la “región ontológica” en Husserl
4.3. Las categorías y los “estratos del ser” en N. Hartmann.
5) LAS CATEGORÍAS EN LA ACTUALIDAD:
5.1. La teoría ramificada de los tipos de Russell.
5.2. Los niveles de la realidad según Ferrater Mora.
5.3. Conclusiones.
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El término ‘categoría’ proviene del griego categoría, que procede del campo jurídico y significa
‘acusación’ o ‘reproche’, y se contraponía al vocablo apología, ‘defensa’ o ‘alabanza’. Aristóteles lo usa por
primera vez como término filosófico. Llama “categorías” a las propiedades que le convienen a todo ser en
cuanto determinaciones absolutamente comunes, es decir, aquello con lo que se puede acusar a todo ser
(como a un hombre ante un tribunal). Como la descripción categorial coincide con los cinco géneros del ser
de Platón (ser, identidad, diferencia, movimiento, reposo), pueden también éstos llamarse categorías. Desde
Mario Victorino, en el lenguaje latino se habla de praedicamenta. En la Edad Media, los dos aspectos de las
categorías aristotélicas que se citan más adelante se distinguen en “modos de predicación” (modi
praedicandi) y “modos del ser” (modi essendi). Las lenguas europeas usan hoy, en general, la expresión
griega. Desde el siglo XIX, sin embargo, el concepto de categoría ha perdido su precisión, y se usa hoy con
una amplitud tal como si se tratara de un sinónimo de “concepto”.
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1) LAS CATEGORÍAS EN LA EDAD ANTIGUA.
En el tratado sobre las categorías (Categorías), Aristóteles divide las expresiones sin enlace –como
‘hombre’, ‘es vencedor’- y expresiones con enlace, como ‘el hombre corre’, ‘el hombre es vencedor’. Las
expresiones sin enlace no afirman ni niegan nada por sí mismas, sino solamente ligadas a otras expresiones.
Pero las expresiones sin enlace o términos últimos y no analizables se agrupan en categorías, y son la base
de toda posible afirmación o negación. Aristóteles da varias listas de éstas. La más conocida es la que
aparece en Categorías, IV: 1) Sustancia, o ousía (el hombre, el caballo); 2) Cantidad (dos o tres varas); 3)
Cualidad (blanco); 4) Relación (doble, medio, mayor); 5) Lugar (en el Liceo, en el mercado); 6) Tiempo
(ayer); 7) Situación o postura (echado, sentado); 8) Posesión o condición (armado); 9) Acción (corta, habla);
10) Pasión (es cortado). [Hessen: Pueden condensarse las 10 categorías en una frase: “El gran (cantidad)
caballo (sustancia) castaño (cualidad) del caballero (relación) está (posición o acción o pasión) ensillado
(estado) por la mañana (tiempo) en el patio (lugar).] Y otra lista, de 8 categorías (las antes mencionadas,
menos situación y posesión), es presentada en Física, V. En el libro VII y XI de la Metafísica menciona 7,
mientras que en la Ética a Nicómaco sólo menciona 6. Esto parece dar a entender que Aristóteles no
consideraba la lista de las categorías como fijada de una vez para siempre y que en principio podía
descubrirse que una categoría era reducible a la otra, pero algunos autores no admiten esta interpretación y
suponen que las categorías son y deben ser precisamente las diez indicadas.
Para empezar, no hay que confundir las categorías o predicamentos (término propuesto por Boecio para
traducir ‘categoría’) ni con los predicables (diversos modos de relación entre el sujeto y el predicado:
definición, propiedad, género y accidente) ni tampoco con expresiones tales como ‘el ser’ o ‘lo uno’, los
cuales son trascendentales (propiedades del ente).
El sentido primario de ‘categoría’ se transformó bien pronto en A,; de acusar pasó a significar enunciar
(de donde, enunciado). Por eso A. comenzó por concebir la categoría como “esquema de la categoría”, o
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“géneros de las categorías” (Tópicos). Ello significa que en los estadios iniciales de su meditación sobre este
problema A. no concebía las categorías como “géneros de las cosas” y mucho menos aun como lo serán
luego en Kant –categoría del entendimiento- sino simplemente como tipos de enunciados que indican los
distintos modos de decir. En ello se basa la interpretación semántica. Pero A. fue muy pronto más allá de
esta fase, y sin llegar a la concepción puramente ontológica que caracteriza la doctrina platónica de los
géneros del ser, advirtió la necesidad de articular éste por lo pronto en los modos como el ser se dice y luego
en las formas como el ser aparece. De ahí su estudio de las divisiones del ser como tal, y el ser por
accidente. Sobre las primeras divisiones del ser como tal se montaron entonces una serie de modos que
constituyeron predicaciones. De esta forma, los motivos lingüísticos o lingüístico-lógicos se combinaron
con los ontológicos.
El 2º problema es el de la relación entre la sustancia y las demás categorías, ya que siempre resulta
que la categoría de sustancia es concebida como más fundamental que las otras, por los supuestos
filosóficos de A. Por otro lado, mientras la sustancia se divide en sustancia 1ª y sustancia 2ª, en las demás
categorías no aparece tal división. Solución a esta dificultad (Ross, Stout): si bien todas las categorías que
no son la sustancia están presentes en un sujeto, hay algunas cosas en tales categorías –p.e., el
conocimiento- que son también afirmadas de un sujeto, y otras –p.e., una determinada parte de
conocimiento gramatical- que no lo son.
Usualmente se considera que los más importantes se encuentran en Platón, quien consideró el ser, la
igualdad, la alteridad, el reposo y el movimiento como los géneros supremos del ser (Sofista), y la igualdad
y desigualdad, el ser y el no ser, el impar y el par, la propiedad y el número como propiedades comunes del
ser (Teeteto). Muchos autores, sin embargo, se niegan a admitir que hay equivalencia entre dichas nociones
y las categorías aristototélicas, aun cuando es muy posible que el análisis de A. debiera mucho al platónico.
Platón, cuya teoría de las categorías mucho más ontológica que la de A., de acuerdo con su teoría de la
participación, concibe a los géneros o predicados como elementos fundados en el tipo de participación de
los seres. Es, por tanto, la realidad la que está categorizada por su grado de participación en la Idea. Esta
categorización se basa en la participación de lo sensible material en lo ideal racional; lo último es para
Platón la fuente de realidad de lo primero.
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Los estoicos propusieron las nociones de sustancia, cualidad, modo y relación, las cuales podrían ser una
derivación de las categorías aristotélicas, aun cuando dichos filósofos las consideraban como formas de un
solo género del ser, pues todo ser tenía para ellos algo de común, y toda forma podía ser comprendida en un
común género. Esto era consecuencia de su doctrina de la materia o del cuerpo como principio primero,
doctrina que producía gran asombro entre los neoplatónicos, los cuales no podían concebir que fuese
primero lo que es en potencia, invirtiendo así la jerarquía de lo en potencia y en acto.
En cambio, es menos probable que la doctrina categorial de los neoplatónicos sea superponible a la
aristotélica, aun cuando criticaron la doctrina estoica y admitieron muchos elementos aristotélicos en sus
doctrinas. Siguiendo en gran parte a Platón, Plotino admite, como géneros del ser los siguientes: el ser, el
movimiento inteligible, el reposo o estabilidad, la identidad o lo mismo, y la diferencia o lo otro. Lo Uno no
queda incluido en los géneros porque se halla por encima de ellos y constituye su común fundamento y
principio. Mas esta exclusión de lo Uno absoluto, o primero, no implica la de la unidad en los géneros, la
cosa debe ser sin necesidad de ser “lo Uno”. Los géneros son distintos entre sí. A veces –p.e., movimiento y
estabilidad, identidad y diferencia- parecen ser opuestos. Sin embargo, pertenecen a la unidad suprema. Son
los “primeros géneros de las cosas inteligibles”. Son “categorías” de ese mundo inteligible, en cuanto al
mundo sensible, tiene también sus categorías –sustancia, relación, cantidad, cualidad y movimiento-, que
pueden estudiarse por sí mismas, aunque son dependientes, en última instancia, del mundo inteligible.
El filósofo neoplatónico griego Porfirio (s. III d.C.) ejerció una importante, aunque indirecta, influencia
en el pensamiento posterior gracias a su obra Isagoge (introducción al tratado aristotélico de las categorías),
que estudia los predicables, texto que, a través de los posteriores comentarios de Marco Vitorino y,
especialmente, de Boecio, mantuvieron el interés por la lógica durante la época medieval. En dicha obra
Porfirio interpretó la lógica aristotélica desde las bases del neoplatonismo, pero un famoso párrafo acerca de
la subsistencia o no de los géneros y las especies, y de su carácter corpóreo o no, estuvo en la base de la
importante disputa medieval acerca de los universales. Los predicables son nociones o términos que, en la
lógica aristotélica, indican las diversas maneras como algo puede afirmarse de algo. El predicado, por tanto,
se afirma o niega del sujeto como especie, como género, como diferencia específica, como propio o como
accidente. A diferencia de los predicamentos, son sólo maneras de pensar o atribuir (el predicado al sujeto),
no maneras de ser (del sujeto). En definitiva, las categorías son entendidas como géneros de géneros: todo lo
comprendido bajo ellas o es sólo especie, o tanto género (respecto del concepto inferior) como especie
(respecto del concepto superior); pero queda por aclarar qué son los géneros y, por tanto, qué son las
categorías. He aquí el origen de la disputa medieval sobre los universales.
El problema de las categorías fue tratado por los filósofos medievales como doctrina de los que, a partir de
Boecio, se llamaron predicamentos, que eran divididos de acuerdo con la tabla aristotélica. Éstos eran
asimismo “géneros supremos de las cosas”. Los predicamentos –o categorías- se distinguen, según lo que
había ya dicho A., de los predicables o categoremas. Los predicables son las cosas atribuidas al sujeto
según la razón del género, de la especie, de la diferencia, etc. Los predicables consideran la cosa en su
propio ser y no desde el punto de vista de la mente, o de la “intención”. Los predicables son sujetos de la
lógica. Los predicamentos pueden ser considerados –según la razón en que se los tome- como objetos de la
lógica o de la metafísica. En la medida en que son géneros, se distinguen de los trascendentales: aquellos
conceptos que, más allá de las categorías, se aplican a todo. Así, p.e., según Santo Tomás, los
trascendentales son: ens (cuando se dice del ente que es ente), res, unum, aliquid, verum y bonum. Para
otros escolásticos: verdad, bondad, unidad y belleza. La teoría escolástica de las categorías sufrió varias
transformaciones. Ninguna de ellas es capital. Uno de los cambios fue el introducido por Occam cuando
definió los predicamentos como términos de la primera intención, incluyendo en ellos principalmente la
sustancia, la cualidad y la relación.
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3) LAS CATEGORÍAS EN LA EDAD MODERNA.
Durante la época moderna, hasta Kant, hubo poco interés en el concepto de categoría, pero ello no
significa que los filósofos, tanto racionalistas como empiristas, no tuviesen doctrinas categoriales. Toda
división en tipos de sustancias puede ser considerada como una división categorial. Desde este punto de
vista pueden considerarse como categorías la sustancia extensa y la sustancia pensante cartesianas. Leibniz
habló de sustancia, cantidad, cualidad, acción o pasión y relación.
Los empiristas, como Locke y Hume, trataron de las ideas, y de las clases de ideas en formas que
permiten comparar las ideas (o cuando menos algunas de ellas) con categorías. Por otro lado, Hobbes, en la
2ª parte del De corpore, pretende elaborar un sistema categorial materialista que, mediante una precisa
delimitación de conceptos, ofrezca las estructuras fundamentales de lo real, y ello en el mismo marco de
seguridad científica y totalidad sistemática que propugnaran Descartes y Galileo con su matematización del
conocimiento de la naturaleza. Los filósofos escoceses de la escuela del sentido común hablaron de
nociones comunes o “principios racionales comunes”. No son categorías, puesto que se trata de
proposiciones, pero funcionan a veces como categorías.
3.2. Kant.
Kant reconoce que el concepto de categoría procede de Aristóteles, pero advierte que la enumeración
aristotélica de las categorías es azarosa. Además, Aristóteles incluye entre los conceptos originarios algunos
conceptos derivados. Para remediar estas (y otras) fallas, Kant fundamenta su tabla de las categorías en la
tabla de las formas de juicio. La lógica –que “no ha dado desde Aristóteles ni un paso adelante ni un paso
atrás”- proporciona un fundamento seguro para saber de una vez por siempre qué categorías hay y cómo se
organizan. Las categorías corresponden a formas lógicas (del juicio), pero no son estas formas. Kant pensó
que habría tantas categorías como formas de juicio. Encontró que los juicios podrían ser de cuatro tipos,
deduciendo de ellos sus correspondientes categorías. (Ver abajo)
Las categorías son constitutivas, esto es, constituyen el objeto del conocimiento y permiten, por lo tanto,
un saber de la Naturaleza y una verificación de la verdad como verdad trascendental. El problema de las
categorías como problema fundamental de la crítica de la razón conduce al problema de la verdad como
cuestión fundamental de la filosofía. la deducción trascendental de las categorías es “la explicación del
modo como se refieren a objetos conceptos a priori, y se distingue de la deducción empírica, que indica la
manera como un concepto se ha adquirido por medio de la experiencia y de su reflexión”. El sentido
constructivo de los conceptos puros del entendimiento tiene su justificación en que sólo por ellos puede el
sujeto trascendental pensar los objetos de la Naturaleza y concebir a ésta como una unidad sometida a leyes.
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Pero, a la vez, este pensamiento de las intuiciones sensibles por medio de las categorías es posible porque
hay sujeto trascendental, conciencia unitaria o unidad trascendental de la apercepción.
Además de la antes citada tabla de categorías que figura en la Crítica de la razón pura, Kant presentó
una tabla de categorías de la voluntad en relación con las nociones de bien y de mal en la Crítica de la razón
práctica. Esta tabla está construida asimismo a base de las formas del juicio. Tenemos, así, las categorías
siguientes: cantidad (subjetiva: según máximas u opiniones del individuo; objetiva: según principios o
preceptos; a priori: principios de la libertad a la vez objetivos y subjetivos); cualidad (reglas prácticas de
acción; reglas prácticas de omisión; reglas prácticas de excepción); relación (con la personalidad; con el
estado o condición de la persona; recíproca, de una persona con el estado o condición de otra); modalidad
(lo permitido y lo prohibido; el deber y lo contrario al deber; deber perfecto y deber imperfecto). En esta
tabla, agrega Kant, la libertad es considerada como una forma de causalidad no sometida a los principios
empíricos de su determinación.
Hasta Kant el concepto de categoría había sido entendido de varios modos. Las categorías podían ser
entendidas como ideas generales en la mente, géneros supremos de las cosas, estructuras generales
lingüísticas o lógicas, etc. Kant las entiende desde el punto de vista trascendental o como “condiciones de
posibilidad”. Las categorías no pueden referirse a cosas en sí, de las cuales no podemos saber
(racionalmente) nada. Son modos de ordenar y conceptuar los fenómenos.
En definitiva, para Kant las categorías son los conceptos puros del entendimiento, o las formas a priori
necesarias para pensar la experiencia. La diferencia fundamental entre las categorías aristotélicas y las
kantianas consiste, en primer lugar, en que las primeras se refieren primariamente a la realidad y a las cosas
mismas, mientras que las segundas se refieren sólo a los fenómenos o a las cosas tal como el hombre las
percibe y, en segundo lugar, en que las aristotélicas dependen de la naturaleza de las cosas, mientras que, en
Kant, es la naturaleza o la experiencia lo que dependen de las categorías.
La noción de categoría después de Kant, especialmente entre los idealistas alemanes que descartaron la
distinción entre cosas en sí y fenómenos, adquiere de nuevo un carácter metafísico. Así ocurre con Fichte,
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Hegel, Schopenhauer y Eduard von Hartmann. Por otra parte, el neokantismo representa otro sistema
categorial importante en el s. XIX.
Fichte intentó la deducción lógica de las categorías no a partir de las formas empíricas del juicio (Kant),
sino del desarrollo dialéctico del pensamiento o Yo puro. Las categorías son engendradas por el Yo en el
curso de su “actividad”. Son, pues, conceptos que se refieren a un “Absoluto”. La innovación fichteana abría
el camino al idealismo, tanto que en Hegel las categorías pierden su connotación puramente lógica para
asumir el carácter de determinaciones de la Idea o realidad absoluta en su progresivo desarrollo dialéctico
(del ser puro a la naturaleza y el espíritu). Hegel distingue entre formas del ser y formas del pensar. Ambas
formas (categorías) son “momentos” del Absoluto, pero las categorías del ser son especialmente
importantes. Podemos considerar como categorías el ser (cualidad, cantidad, medida), la esencia
(fundamento, fenómeno, realidad) y el concepto (concepto subjetivo, concepto objetivo, idea); en todos los
casos se trata de formas de ser correlacionadas con formas de pensar. En definitiva, Hegel entiende las
categorías como “determinaciones del pensamiento”, que son, al mismo tiempo, las determinaciones de la
realidad (debido a la identidad de realidad y razón, que Hegel defiende) y habitualmente denomina
“momentos” más bien que “categorías” a estas determinaciones. La única categoría que reconoce Hegel en
verdad como tal es la realidad-pensamiento, esto es, la autoconciencia, el Yo o la Razón. Es decir, la
categoría debe ser considerada como la conciencia y, por tanto, como la realidad misma y no como una
determinación del ser en general.
Por otra parte, Schopenhauer reduce las categorías kantianas a la sola categoría de la causalidad. La
causalidad en cuanto tal se manifiesta como fundamento o razón suficiente en la relación que encadena las
impresiones sensibles y que, por lo tanto, se refiere al acontecer en el reino inorgánico y orgánico de la
Naturaleza; en la relación lógica con que son encadenados los juicios del entendimiento; en las intuiciones
puras de la continuidad (espacio) y de la sucesión (tiempo); en las motivaciones de los actos voluntarios del
sujeto. Estos cuatro aspectos de la causalidad son las cuatro raíces del principio de razón suficiente, la
categoría general que sintetiza todas las formas de intuición y que fundamenta toda diferencia, pues ésta no
es más que una apariencia, una manifestación de la realidad única, de la verdadera cosa en sí, del
fundamento del mundo: la Voluntad.
Respecto a Eduard von Hartmann, éste trata de las categorías 1) en la esfera subjetivamente ideal, 2) en
la esfera objetivamente real y 3) en la esfera metafísica. Distingue, además, entre categorías (o funciones
intelectuales inconscientes, son la envoltura lógica del mundo, lo que de éste puede ser enunciado en sus
formas más generales) y conceptos de las categorías (o representaciones conscientes de las funciones
categoriales inconscientes inductivamente establecidas).
Por último, hacer referencia al neokantismo, que ha desenvuelto el idealismo trascendental de Kant en un
riguroso panlogismo. Según él, los objetos son producidos por nuestra conciencia cognoscente, no sólo en
cuanto a su esencia, sino también en cuanto a su esencia, sino también en cuanto a su existencia. Los medios
principales de que nos servimos para ello son las categorías. Éstas son, por consiguiente, “elementos del
pensamiento puro” (Cohen), “funciones lógicas fundamentales” (Natorp). Tenemos aquí, pues, una
concepción de las categorías rigurosamente idealista y apriorista. Las categorías no son más que puras
determinaciones del pensamiento.
Los sistemas categoriales anteriormente mencionados son de carácter “realista”. Las categorías son, en
tales sistemas, modos de ser y no formas “subjetivas” (o siquiera “trascendentales”) impuestas a lo real,
como ocurre en los sistemas categoriales de inclinación “idealista” (p.e., en la mayor parte de autores de
autores neokantianos). Esta tendencia realista se manifiestan asimismo en dos filósofos importantísimos en
el s. XX, como Husserl y Nicolai Hartmann.
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4.2. Las categorías y la “región ontológica” en Husserl.
La concepción kantiana de las categorías como condición del objeto y además el encauzamiento a la
concepción instrumental de la categoría misma, aparecen unidas en la filosofía de Husserl. Para éste la
noción de “categoría” se relaciona con la de región ontológica y designa, en general, el concepto que sirve
para definir una región en general o el que entra a definir un región particular (como “la naturaleza física”).
Los conceptos que entran a definir una región en general (adoptados, por lo tanto, en los axiomas lógicos)
son llamados por Husserl “categorías lógicas” o “categoría de la región”. Tales son los conceptos de:
propiedad, cualidad, relación de cosas, relaciones, conjunto, número, etc. Afines a estas categorías son las
denominadas categorías del significado inherentes a la esencia de la proposición. Las categorías lógicas y
las categorías de significado son analíticas. En cambio, los conceptos que entran en la construcción de los
axiomas regionales son denominados categorías sintéticas.
Las categorías tienen para Husserl un carácter siempre objetivo, ya que las regiones ontológicas, que
sirven para expresar los axiomas son luego las formas de la objetividad, en general o una específica.
También existen, por tanto, “categorías del sustrato”, que se diferencian de las anteriores categorías
“sintácticas” (o sea, derivadas) en virtud de referirse a sustratos no derivables, o sea de naturaleza concreta e
individual: la esencia última dotada de contenido material y el esto que está aquí, que es el puro caso
individual sin forma sintáctica. En esta concepción husserliana de las categorías prevalecen los rasgos
realistas, aun cuando el objeto o las regiones ontológicas de que habla Husserl sean siempre objetos de la
intencionalidad de la conciencia.
Nicolai Hartmann ha elaborado una minuciosa teoría de las categorías (en La construcción del mundo real
y Filosofía de la Naturaleza) tanto para los “objetos reales” como para los “objetos ideales”, dentro de una
orientación decididamente realista. Debe distinguirse, ante todo, entre la categoría y la esencia, la categoría
y la cosa. Las categorías más generales deben distinguirse de las más particulares y éstas no deben aplicarse
a aquéllas. Hartmann indica que su sistema categorial no es “cerrado”, sino “abierto”. Para Hartmann, hay
un grupo de categorías comunes al ser real y al ser ideal. Pueden dividirse en tres esferas:
1) Categorías de la modalidad: son categorías del ser como tal. Determinan lo que quiere decir
propiamente realidad y se sitúan más allá de todo contenido. Su investigación es una ontología
fundamental (forma y materia; lo interno y lo externo; la determinación y lo determinado; la
cantidad y la cualidad).
2) Categorías de la oposición: son categorías elementales de carácter estructural que se presentan por
parejas (lo uno y lo diverso, lo discreto y lo continuo, lo elemental y lo estructural). Estas categorías,
según Hartmann, fundaron la metafísica en sus comienzos.
3) Leyes categoriales: son las que expresan las leyes fundamentales del ser real. Son las leyes en las
que está el verdadero centro de gravedad de la teoría general de las categorías. Las leyes categoriales
constan de cuatro principios:
a) Principio de validez: las categorías determinan incondicionalmente sus elementos concretos.
b) Principio de coherencia: cada categoría se encuentra sólo en el correspondiente estrato
categorial.
c) Principio de estratificación: las categorías de un estrato inferior se hallan contenidas en las
de un estrato superior, pero no a la inversa.
d) Principio de dependencia: las categorías superiores suponen, toman como base y están
limitadas materialmente por las inferiores, aunque contienen un novum frente a éstas que las
hace libres (autónomas) con respecto a ellas.
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Para Hartmann el ser real no es amorfo, sino que está estructurado en múltiples estratos o capas,
determinadas por propias leyes o principios: las categorías, que son entendidas por en un sentido
antiidealista y antisubjetivista, como principios inmanentes en el mundo y formas de su determinación
necesaria. El supuesto del análisis categorial es la estratificación del mundo en una serie de cuatro planos: la
naturaleza inorgánica, la orgánica, la psíquica y la espiritual.
A medida que se ha ido abandonando la lógica aristotélica, basada en enunciados estructurados en sujeto y
predicado, donde preferentemente ocupa el lugar de este último (predicamentos), según aquella ley
aristotélica de que el universal es por excelencia predicado, el concepto de categoría ha ido vaciándose de su
contenido clásico, para pasar a entenderse como “conceptos básicos” o como grupos de expresiones
intercambiables -sintácticamente o semánticamente- en los lenguajes, tanto naturales como artificiales.
Confundirse de categoría lleva a la falta de sentido y hasta a paradojas lógicas. La teoría ramificada de los
tipos de Russell (Principia Mathematica), posibilita relacionar, en la época actual, el concepto de
“categoría” con el de “tipo lógico”; los tipos son también maneras de clasificar o distribuir la cosas en
estratos o niveles -individuos, clases de individuos, clases de clases, etc.- según una jerarquía que hay que
respetar, si no se quiere construir frases sin sentido.
La teoría simple de tipos prohíbe que una propiedad se aplique a sí misma y establece una jerarquía de
niveles o tipos; la teoría ramificada establece distintos órdenes dentro del mismo tipo lógico y prohíbe que
un predicado general se aplique con igual sentido a distintos órdenes. Según esta teoría, no se permiten otras
expresiones sobre clases que aquellas que nombran clases cuyos miembros son de un orden inmediatamente
inferior a la clase a que pertenecen. Así, no existe una clase cuyos miembros sean clases y, por lo mismo,
los miembros de una clase (de individuos) no son sino individuos, y en modo alguno clases. Pero existe la
familia de clases cuyos miembros son clases. La teoría, al distinguir distintos niveles de tipos de predicado,
permite evitar las contradicciones de determinadas paradojas. Al decir “la clase de las clases cuyos
miembros no son miembros de sí mismas es miembro de sí misma” no hacemos sino construir mal una
frase, que no resulta ni verdadera ni falsa, sino una frase sin sentido.
Para la comprensión filosófica de la realidad, o del mundo, otro concepto o conjunto de conceptos juega
un importante papel, además del de categoría. Son los conceptos de estrato y nivel de la realidad o del
mundo. Con los conceptos de nivel o estrato, nos referimos a aquellas regiones en que el mundo se
estructura y que tienen una peculiar constitución ontológica tanto en su modo de ser como en las categorías
que le son propias. Ya hemos visto como, según la concepción de Nicolai Hartmann, los estratos del mundo
son la región del mundo inorgánico, el orgánico, el psíquico y el espiritual. Por su parte, el filósofo español
Ferrater Mora en su obra De la materia a la razón (1979) considera como niveles del mundo: el nivel físico,
nivel orgánico, nivel social y nivel cultural. Vamos a ocuparnos de esta última propuesta a continuación.
En el capítulo 1, titulado Realidades de la citada obra, Ferrater pretende hablarnos del mundo diciéndonos
lo que en él hay y cómo es eso que hay, clara pretensión ontológica que consiste en categorizar la realidad.
El mundo es uno pero en él pueden encontrarse diferentes niveles de la realidad. No todo es la misma cosa.
Un nivel es una noción que sirve para identificar a un conjunto de elementos y estructuras cuyas
propiedades y funciones son explicables en los términos de un determinado marco conceptual. Lo que hace
diferente a un nivel del otro es la irreductibilidad –al menos relativa- de un marco conceptual al otro.
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Cuando para explicar un dominio de la realidad hay que postular un nuevo marco conceptual estamos
delante de un nivel distinto.
En la realidad existen cuatro niveles: físico, orgánico, social y cultural. Esto es todo lo que existe: ni más
ni menos. Cualquier otra cosa que esté fuera de estos niveles no existe, no es real. Los niveles guardan
relación entre sí, estando dispuestos según un cierto orden evolutivo. Se trata de una relación dialéctica de
autonomía y dependencia. Así, los niveles inferiores son más autónomos que dependientes, mientras que en
los superiores acontece lo contrario. Tal relación de debe a la emergencia de niveles, de modo que unos han
ido apareciendo a partir de otros. Cuando un nivel es sumamente dependiente de los anteriores, hasta el
punto de abarcar a complejos de cosas organizadas en niveles distintos –como sucede con el nivel cultural
integrado por los productos de seres físicos de conducta biosocial- la noción de nivel es sustituida por la de
sistema, aun cuando, en su conjunto, aquélla rinda más que ésta.
Para no dar una imagen excesivamente rígida y estática de los niveles, Ferrater los reinterpreta mediante la
noción de continuo. Ella sirve para recoger el carácter dinámico, evolutivo y relacional de la realidad y, en
su conceptuación, satisface la tendencia de los niveles a “mirar” en una doble dirección: la dirección de la
que parte y la dirección a la que se llega. Los continuos son tres: físico-orgánico, orgánico social y social-
cultural, por lo que las definiciones de nivel y continuo son mutuamente contextuales. Un nivel representará
el predominio de una de las dos direcciones del continuo, mientras que un continuo significa la integración
de las dos direcciones del nivel.
Al quedar situados los niveles dentro de los continuos se recoge el carácter tendencial exhibido por las
entidades concretas, las cuales son definidas más por lo que “apuntan” que por lo que absoluta e
irreductiblemente pueden ser, pues, en rigor, sólo existe como concepto. De esta manera, Ferrater está
siendo fiel a sus iniciales posiciones metodológicas consistentes en utilizar conceptos-límites para situar y
así definir el comportamiento específico de las entidades concretas, las cuales, oscilando entre los dos polos,
quedarían de este modo “integradas”. Esta insuficiencia definitoria –en la que se trasluce la enorme trabazón
que hay entre todo lo existente y que hace que el mundo en su conjunto sea llamado “el continuo de los
continuos”- sirve, entre otras cosas, para excluir de la realidad un nivel específicamente “mental” –de
entidades psíquicas- subrayando la inevitable conexión (e identidad) entre lo “neural-mental”.
5.3. Conclusiones.
Por todo lo visto, podemos concluir que, en filosofía, entendemos por “categorías” los conceptos más
generales con los que ordenamos la realidad, la conocemos y expresamos. Las categorías tienen una
dimensión ontológica, pues manifiestan los modos generales de ser que presenta la realidad, y poseen una
dimensión lógico-lingüística, dado que mediante ellas organizamos nuestro conocimiento de lo real y lo
expresamos. Ambas dimensiones ya se entrecruzaban en la etimología del término “categoría”.
La pregunta por lo que hay no se da al margen del lenguaje en el que surge, se presenta e interpreta. Las
categorías son la expresión de que lenguaje y realidad no son dos mundos, ya que son: a) estructuras de
cuanto hay y, b) estructuras de cuanto se dice acerca de lo que hay. Son lenguaje y realidad. Las categorías
son el lugar en el que se dice qué es lo que hay y el modo como se dice cuanto hay: modo de decir y de
configurar lo real. La categorización de lo real responde a un modo determinado del mundo y de lenguaje:
diciendo concretamente qué mundo cabe haber y haciendo que lo haya.
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