Sociología Del Encarcelamiento
Sociología Del Encarcelamiento
Sociología Del Encarcelamiento
La sociología de la cárcel construye una mirada que va más allá de lo jurídico respecto a las cárceles, que privilegia
cuál es el trasfondo de la ley y cuál es el problema de las cárceles. La cárcel legal, la cárcel que está en los libros y
en las leyes, difiere de la cárcel real, la cárcel que existe en los hechos: hay una distancia muy grande entre las
pretensiones del legislador y lo que se tiene en realidad.
Eje macro sociológico, que lo que intenta hacer es colocar a la prisión en el escenario social y preguntarse
cuál es su funcionalidad externa, qué misión social tiene y cuáles son efectivamente las tareas que cumple
la cárcel en nuestra sociedad.
Es una mirada que apunta a la cárcel, pero que aleja el enfoque para que se tenga una visión más panorámica
para que también se puedan analizar otras instituciones (además de la policía y la justicia), la cultura, la política y
la economía.
Eje micro sociológico, que se enfoca directamente en ver qué sucede dentro de la prisión.
El eje macro sociológico construyó dos conceptos respecto de la sociología del encarcelamiento:
Es importante tener en cuenta que en América Latina el foco de resociabilización todavía se tiene en cuenta en
las leyes, que estructuran prácticas en función del mismo. Pero, conviven ambos modelos (ideales).
En el eje micro sociológico se permite atravesar los muros de la prisión para preguntarse sobre los efectos del
encarcelamiento y el orden en la prisión. El enfoque sociológico del encarcelamiento respecto de este eje permite
el análisis de las relaciones sociales dentro de la institución de la cárcel. La sociología detecta regulaciones y
tendencias, describe lo que generalmente pasa, no intenta adivinar el impacto del encierro en el 100% de las
personas, sino que elabora generalidades.
El encarcelamiento no solamente afecta a quien lo atraviesa, sino también a otras personas allegadas a él. Pese a
la existencia de un principio fundamental de nuestro ordenamiento jurídico, que es el de “intrascendencia de las
penas”, que marca que las condenas no pueden afectas a otras personas que no sean el penado, nada impide a
los allegados del penado sufran también el encierro del sujeto. Esto adquiere en nuestra región dimensiones
CRIMINOLOGÍA Y POLÍTICA CRIMINAL.
UNIVERSIDAD NACIONAL DE MAR DEL PLATA – TITULAR: GABRIEL BOMBINI.
Rosella M. Pasetti.
bastante exageradas, porque no es el servicio penitenciario el que provee alimentación, medicación, vestimenta
o cualquier elemento para la mínima subsistencia para la vida cotidiana, y si lo hace es a un porcentaje muy
reducido del total del universo, sino que es la familia del preso quien aporta para la mantención económica y
material de las personas privadas de libertad, porque sin ese aporte no se podría garantizar un piso mínimo de
vida digno.
El primer efecto del encarcelamiento es el dolor: el daño del poder penal. Ese dolor va más allá de la privación de
libertad, afecta a las relaciones del penado, su seguridad, su relación con sus allegados, etc. Éste contexto se
sobredimensiona en la periferia del primer mundo y en América Latina, donde en contextos de emergencia de los
servicios penitenciarios y de crisis en ellos (sobrepoblación, hacinamiento), hace que en determinadas situaciones
la pena pase a ser corporal, es decir, se genera un sufrimiento físico por las deterioradas condiciones de vida a las
que se somete a determinadas personas; no es en el 100% de los casos, pero si en un importante porcentaje del
universo privado de libertad.
Sobre el dolor del encarcelamiento, en Argentina el dolor tiene reconocimiento oficial mediante una sucesión de
leyes, que declaran la emergencia en materia penitenciaria:
El Poder Judicial acentúa y subraya este problema en los términos de “grave crisis humanitaria que se encuentra
en escalado aumento” (Tribunal de Casación Penal), “situación insostenible [refiriéndose al hacinamiento] que no
hizo más que empeorar (…) donde se está comprometiendo la dignidad humana y la integridad personal de los
detenidos” (Suprema Corte de Buenos Aires)
La noción de prisionización estudia las relaciones sociales que se producen dentro de la cárcel. Es la adopción,
aceptación, de la subcultura carcelaria, lo que significa que la cárcel tiene sus propias reglas de juego, sus propios
valores, sus propios códigos, su propio lenguaje, su propia rutina, y éstas reglas de juego son distintas de acuerdo
a las que se regulan en la vida en libertad, de acuerdo a lo que la cultura dominante impone. En la medida en que
el detenido se vaya comprometiendo cada vez más con la subcultura carcelaria y vaya interiorizando estas pautas
de comportamiento, más información va a acumular para vivir dentro de la prisión, pero no le servirá al momento
del regreso a la libertad, sino más bien que se distanciará de esas pautas que regulan la vida en libertad. La cárcel
entonces, lo que proporciona, es un entrenamiento para vivir en prisión, pero no un entrenamiento para vivir en
libertad. (Comentario de Bessone: esto es paradójico, porque el fin de la cárcel es readaptar las personas para que
vuelvan al medio libre resocializadas. No se construyen buenos ciudadanos, sino buenos prisioneros).
Para estudiar el impacto del detenido en las prisiones se parte de la noción de aprendizaje criminal, que
Sutherland trabaja para estudiar el fenómeno del delito en general, no piensa en las prisiones, pero elabora una
teoría para explicar el origen del comportamiento delictivo, que tiene que ver con la idea de que hay un
aprendizaje basado en la asociación diferencial: el comportamiento criminal es un comportamiento aprendido de
otras personas que transmiten a un destinatario, no solo las técnicas para desplegar una maniobra criminal, sino
valoraciones morales que implican ciertas valoraciones sobre lo que está bien y lo que está mal. Esto, a pesar de
CRIMINOLOGÍA Y POLÍTICA CRIMINAL.
UNIVERSIDAD NACIONAL DE MAR DEL PLATA – TITULAR: GABRIEL BOMBINI.
Rosella M. Pasetti.
ser una teoría para estudiar el comportamiento del delincuente fuera de las cárceles, sirve para pensar qué sucede
al interior de las prisiones: en las cárceles están las condiciones ideales para que se dé el aprendizaje criminal.
Muchas veces es el propio estado quien trasmite la valoración de que delinquir no está tan mal, porque el propio
Estado somete a condiciones de absoluta ilegalidad a una porción importantísima del universo de detenidos;
entonces, si el Estado actúa ilegalmente, ¿qué mensaje puede recibir sobre si está bien o mal violar la ley?
Otro efecto es la mutilación del “yo”, que apunta a poder describir cuales son los efectos en la psiquis de los
reclusos que el encierro genera, es una mirada más bien psicológica o psiquiátrica, que intenta enfatizar la idea
de que el tipo de vida a las que es sometida la población penitenciaria promueve determinadas personalidades o
enfatiza determinados rasgos de personalidad (trastornos de ansiedad, depresivos, suicidas, dependientes,
autoritarias y agresivas).
Y el último efecto es la idea de estigmatización, que apunta a enfatizar la idea de que los efectos, las
consecuencias, el impacto de la cárcel no se terminan al momento del egreso, sino que al momento del egreso la
experiencia de haber sido una persona privada de libertad marca a la persona y dificulta el regreso de ella al medio
libre porque se la descalifica. Funciona como un obstáculo para acceder al mercado laboral. La experiencia del
encierro sigue repercutiendo en la persona, aun cuando ese encierro ya se interrumpió.
ORDEN EN LA PRISIÓN.
Pensar en el orden en la prisión plantea un desafío, porque en principio pareciera que todo conspira contra el
mantenimiento del orden: quien fuese designado a dirigir una prisión tendría que hacerse cargo de muchas
personas que están encerradas a la fuerza en un lugar, obligadas a convivir con otras que, a la mayoría de los casos
no les interesa convivir, y sólo están disgustadas y se quieren ir, porque están contra su voluntad en ese lugar.
Además de ello, no sienten la obligación moral de respetar las reglamentaciones que se puedan imponer. El
director de la prisión se encontrará con otras tareas, como, por ejemplo, resocializar a esas personas, generar
espacios de educación de trabajo, de asistencia psicológica, y todo ello motiva que las personas privadas de
libertad circulen de un lugar a otro de la cárcel, lo que dificulta el orden, genera riesgos en términos de seguridad.
Además, en general, los directores de la prisión suelen tener pocos recursos para implementar tareas en pos de
la seguridad.
1. Tercerización del gobierno institucional. Son prácticas a las que el servicio penitenciario delega funciones
de control a determinadas personas privadas de libertad, presos que en general se jerarquizan y ejercen
funciones que les ha delegado el servicio penitenciario para controlar y ejercer cierto mando en ciertos
sectores que ellos habitan.
A cambio de ciertas concesiones, quien tiene delegada una tarea, tiene ciertas libertades que los otros detenidos
no, y pasa a encargarse de que el pabellón donde se encuentra no sea una fuente constante de problemas en la
medida de sus posibilidades. Así, el servicio penitenciario expande su red de control, más allá de lo que haga un
guardia de pabellón. Forman parte de las decisiones: quien entra o quien no entra al pabellón, quien se ubica en
tal o cual celda, quien recibe primero y último comida.
2. Orden negociado. Se asume que el poder total es incapaz de garantizar por sí mismo que se vaya a
respetar la reglamentación en la institución, y tampoco puede garantizar la seguridad en el servicio
penitenciario.
Frente a esos defectos estructurales, siempre la autoridad penitenciaria necesita cierta colaboración de las
personas privadas de libertad para que el orden se mantenga; siempre es necesario cierta contribución, apego
voluntario, por parte de los detenidos, a las normas o reglamento de la institución. El desafío para la autoridad es
cómo promover esa obediencia, y para ello hay un orden negociado: pequeños intercambios que garantizan que
la persona detenida va a estar bien predispuesta a respetar las pautas de convivencia que establece la autoridad.
3. Teatralización: premios y castigos. Es una teatralización porque dentro de la prisión hay personas que
siguen libretos, funcionarios penitenciarios que siguen el libreto de “el personal que evalúa” y el detenido
el de “buen detenido que va en camino a la resociabilización”.
Lo que hay es una administración de premios que doblegan la voluntad de las personas detenidas que ejercen
presión en la persona privada de libertad, pretendiendo su conformidad, la cual tiende a ser lograda pese a ser
una conformidad fingida: la persona privada de libertad comienza a comportarse como si se estuviera
resocializando, siguiendo el libreto de “buen preso”. Son efectos de corto plazo, porque ellos finalizan cuando el
preso sale de la institución.
La resocialización critica este sistema: no se está resocializando gente, sino más bien se está teatralizando la
resocialización, se finge que se producen los efectos de la misma cuando en realidad no se hace. Se teatraliza en
función de intereses propios del personal (que se mantenga orden en el lugar, que no haya caos ni motines) y de
los detenidos (irse antes de la cárcel).
Otros de los premios son abalados por las instituciones que promueven una liberación anticipada del detenido:
libertad asistida y libertad condicional. A los detenidos se les permite salir antes de la cárcel por cumplir con un
buen comportamiento en la cárcel; esto está regulado en la Provincia de Buenos Aires por la Ley 12.256 y en
Nación por la 24.660.
Sanciones disciplinarias
FORMALES
Progresividad penitenciaria
PREMIOS Torturas, malos tratos físicos y psíquicos, requisas
Y Violencia directa vejatorias y humillantes, aislamiento ilegal, traslados
CASTIGOS INFORMALES intempestivos, etc.
Violencia indirecta Condiciones de vida degradantes.
Economías Teléfonos celulares, droga, visitas, medicamentos,
informales comida, colchones, etc.