Teoría Del Apego
Teoría Del Apego
Teoría Del Apego
INTEGRADORA NB PSICOLOGÍA
Nerea Bárez
1. ¿QUÉ ES EL APEGO?................................................................................................................ 2
4. ESTILOS DE APEGO.................................................................................................................. 9
1. ¿QUÉ ES EL APEGO?
Esta teoría ha supuesto una forma de recoger científicamente un hecho que resulta
sencillo observar: en palabras del autor “la evidente tendencia de los seres humanos a crear
fuertes lazos afectivos con determinadas personas en particular”. Decir de un niño está
apegado incluye la disposición a la búsqueda de la proximidad hacia dichas personas, y sobre
todo, en situaciones específicas que principalmente son aquellas que implican algún tipo de
estrés. Aunque si duda existen otras motivaciones y necesidades en un niño, es fundamental
comprender cómo la mayoría de sus actos pueden encuadrarse en “conductas de apego” para
la búsqueda del restablecimiento de su bienestar. Bowlby igualmente define el apego como
un sistema de control, un mecanismo que adapta la conducta a la consecución de fines
determinados por las necesidades del momento (Yárnoz, 2008)
Además la teoría del apego está basada en otros modelos conceptuales como el modelo
cibernético de sistemas. Es al fin y al cabo, una teoría sobre la regulación u homoestasis. En
este sentido, siguiendo la teoría del apego como marco para el trabajo psicoterapéutico
debemos tener en cuenta que el equilibrio psicológico no depende exclusivamente de fuentes
internas (como concebía el psicoanálisis) o de procesos de aprendizaje individualmente
adquiridos (como propone la terapia cognitivo conductual) si no que las relaciones
interpersonales tienen un peso muy importante en nuestra homeostasis. Así, el bebé busca
su regulación a través de la interacción con su cuidador: él activa conductas específicas (no
aleatorias) que son innatas (mirada, sonrisa, llanto, balbuceo, búsqueda de contacto físico…)
y quien le cuide deberá tener una respuesta sensible, de conexión y cuidado, que
complementará la del bebé.
Estos modelos internos determinan lo que vamos a esperar del otro, basándonos en lo
aprendido sobre las relaciones previas. En cuanto a uno mismo, podríamos entender que la
autoestima es la existencia de un modelo interno positivo sobre el yo. Ambas cosas, están
fuertemente relacionadas con el tipo de relación y de cuidados que se hayan establecido con
los cuidadores primarios. Los modelos internos se forman principalmente a niveles
subsimbólicos o implícitos; es decir, son almacenados en la parte de nuestra memoria que no
es explícita, que no es verbal. Se genera un “conocimiento interpersonal implícito” que nos
guía en las futuras relaciones. Los MOI serán algo fundamental en el futuro del infante, para
las relaciones con otros; pero también es, ante todo, una condición necesaria para activar y
desactivar el sistema de apego de forma eficiente: el niño debe crear un modelo interno de
sus figuras de apego y de sí mismo para evaluar el nivel aceptable de cercanía o lejanía de la
figura de apego y su disponibilidad (Yárnoz, 2008). El niño aprende así lo que deberá hacer
para llamar la atención del otro, y si esta es algo que merece o no.
Aunque habitualmente hablemos del apego como algo más relacionado con el desarrollo
infantil, como decía Bowlby, “El apego es un fenómeno de cuna a tumba”. Los estilos de apego
infantiles, tienden a mantenerse y activarse en futuras relaciones. El apego y la consecuente
dependencia de los otros, es algo sano y necesario. Existe una motivación biológica básica
que nos impulsa a ello. Socialmente, se tiende a despreciar la dependencia, entendemos que
es algo de lo que debemos desprendernos hasta llegar a ser autónomos, independientes, no
necesitar a nadie. En el marco de la psicoterapia constructivista, integradora y basada en el
apego, entendemos esto como un error teórico básico: el ser humano necesita al otro para
relacionarse socialmente. Todo nuestro desarrollo (incluyendo todas las etapas de nuestro
ciclo vital) está marcado por la vinculación a otras personas.
2. APEGO Y MOTIVACIÓN
Algunos autores proponen además, el sistema afiliativo (que incluye al del apego), el sistema
de autonomía y el sistema de cariño o afecto.
Así, sabemos que existen unas funciones que se regulan a través de las figuras de apego:
- El sentimiento básico de confianza hacia el mundo.
- La regulación de las emociones.
- El desarrollo cognitivo.
- La regulación de los niveles de estimulación y tensión, y la capacidad de modular
impulsos.
Hugo Bleichmar (en Bleichmar, 2015) habla de 5 motivaciones básicas que mueven
nuestras acciones: apego, sexualidad, deseo de reconocimiento y aceptación (narcisismo) y
autopreservación.
- El sistema del significado (da sentido a la vida y las interacciones con los demás) tiene
tres componentes:
o La capacidad intersubjetiva de compartir intenciones y estados mentales
con miembros de la especie humana.
o La capacidad de simbolizar la experiencia desde una perspectiva intersubjetiva
o El sistema del lenguaje
Habría una especie de jerarquía en los sistemas que están a disposición de estas
motivaciones. En los cerebros más evolucionados, en ausencia de funciones o sistemas
superiores, se activan los inferiores. Por ejemplo, en ausencia de una figura de apego (cerebro
mamífero) la respuesta de defensa, es la propia de los reptiles (Huida, lucha o paralización)
En los mamíferos, el sistema de defensa está organizado socialmente. Lo verdaderamente
específico del ser humano sería la capacidad de mentalización.
Para profundizar sobre este tema recomiendo la lectura de Cortina y Liotti, (2003).
¿Alguien duda aún de nuestra naturaleza social? Hay numerosas pruebas desde la
biología, las neurociencias, la psicología, la antropología… somos por y para el grupo. Desde
nuestro nacimiento hasta nuestra muerte, todo lo que nos pasa y todo lo que hacemos se
retroalimenta con el otro; el desarrollo de nuestro sistema nervioso depende de las relaciones.
Somos una especie de entretejido con otras personas, y nuestro cerebro, nuestra biología lo
demuestra. Algunas evidencias que tenemos disponibles tras diversas investigaciones:
El apego es algo que sucede en las especies que nacen con escasa capacidad de
autoprotección. Nacemos escasamente desarrollados, y todo lo que somos, dependen
del aprendizaje posterior.
Esto nos permite además, una mejor adaptación al medio que trasciende al individuo:
el lento desarrollo del cerebro maximiza la influencia de los factores ambientales,
incrementando la posibilidad de sobrevivir ante cambios radicales de una generación
a otra (tenemos capacidad de adaptación a cualquier circunstancia nueva que nos
depare el planeta)
La complejidad del cerebro humano, y la organización social, nos sirve para predecir
la conducta de otros miembros del grupo social (basándonos en estados emocionales,
entendiendo sus relaciones sociales y aprendiendo de sus experiencias)
Tenemos circuitos de neuronas espejo que responden a la intención de los otros, así
como neuronas específicas que responden a emociones negativas en los otros.
Las relaciones producen oxitocina, un desestresante del cerebro (reduce el cortisol)
Estudios de neuroimagen han mostrado la existencia del “dolor social” (sentido con el
rechazo), que resulta similar al dolor físico.
Por lo tanto, el niño desarrolla el control de los propios estados de ánimo a través de
la internalización de una predicción "la figura de apego va a estar (finalmente) disponible y
atenta". Es fundamental que exista no solo esa disponibilidad del cuidador, sino sobre todo,
la percepción de disponibilidad por parte del niño.
Con el tiempo, la base segura externa, se irá convirtiendo en seguridad interna; el niño
irá sintiéndose seguro recurriendo a sus imágenes y representaciones internas, incluso en
ausencia de una base externa en la que refugiarse. La seguridad, al fin y al cabo es la
experiencia de saber que si existe una necesidad, ésta podrá ser satisfecha.
En segundo lugar, el apego tendría una función más compleja, vinculada al significado y
la autoconciencia. En palabras de Fonagy (2002), “el apego no es un fin en sí mismo, sino
4. ESTILOS DE APEGO
A través de los experimentos con la Situación del Extraño, Ainsworth (1978) definió tres
patrones principales de apego:
La investigación sugiere que cada estilo de apego lleva asociada una estrategia de
regulación ante la angustia. Se considera que el apego seguro supone que el individuo se
reconoce angustiado y recurre a los demás en busca de consuelo y apoyo. En el apego
inseguro por el contrario este reconocimiento y búsqueda de apoyo se desvirtúan y convierten
en estrategias alternativas, puesto que el niño aprende que reconocer su propia angustia
puede no ser seguro, y que pedir ayuda puede no funcionar. Así que por ejemplo, en el apego
evitativo la persona aprende a restringir su propiocepción sobre la angustia y la petición de
Dado que en la investigación Ainsworth no consiguió encuadrar a todos los niños en una
de estas tres categorías, se propuso posteriormente la existencia de un cuarto estilo, el apego
desorganizado (Main y Solomon, 1986). Este estilo se caracteriza por la ausencia de un patrón
estable de conducta. Los niños mantenían estrategias propias de los otros dos grupos apego
inseguro, mostrando lo que parecía un estilo sin organización clara para lograr satisfacer sus
necesidades de apego. Son niños que han resuelto de una manera poco adaptativa, pero lo
mejor que han podido, la propia desorganización de las figuras de apego. Según Main, el
apego desorganizado se produce cuando la figura de apego es percibida por el niño al mismo
tiempo como un refugio seguro y como fuente de peligro; de ese modo, el niño solo puede
desorganizarse o desorientarse ante semejante paradoja biológica (Wallin, 2012)
Las propuestas en cuanto a los estilos de apego han ido variando, y actualmente se sabe
que no existen categorías tan encapsuladas. Algunos autores han realizado propuestas muy
elaboradas de subcategorías dentro de cada estilo (Belsky y Rovine, 1987) Recientemente
Crittenden (2006) ha propuesto un modelo mucho más complejo en el que se reconoce una
amplitud de estilos, resultantes de la combinación de los estilos más “puros”. Seguramente la
propuesta más útil de esta teoría pasa por el reconocimiento de grupos mixtos (categorías
que combinan estrategias de ambos grupos) así como grupos seguros que incluyen
tendencias hacia la evitación o hacia la ambivalencia.
Es habitual que los estilos de apego desarrollados hacia los dos progenitores concuerden.
Pero algunos estudios han encontrado que un 30% de los niños mantienen una relación de
apego seguro con uno de los padres e inseguro con el otro.
El vínculo de apego se suele establecer con una figura principal que es la que el niño
considera su cuidador primario y a quien va a recurrir como refugio en situaciones de estrés.
No obstante, a partir de los 9 o 10 meses, los niños habitualmente tienen múltiples figuras de
apego, por lo que el vínculo puede establecerse con diferentes cuidadores.
Los rasgos fundamentales de apego seguro, son la capacidad del cuidador para
sintonizar y ser predecible. Las desconexiones que se dan en el vínculo son temporales, y
tras suceder, se reparan. Lo importante no es que el cuidador esté siempre, sino que la
percepción del niño sea que estará finalmente disponible.
Cortina, M., & Liotti, G. (2003). Hacia un modelo pluralista de la motivación humana basado
en el paradigma de apego. Aperturas psicoanalíticas: Revista de psicoanálisis, (15), 9.
Yarnoz, S. (2008). La teoría del apego en la clínica: Evaluación y clínica. Psimática.
MacLean, PD (1978). Una mente de tres mentes: Educar el cerebro triuno. Sociedad Nacional
para el estudio de la educación.