Procesos Emocionales, Afectivos
Procesos Emocionales, Afectivos
Procesos Emocionales, Afectivos
afectivos y
motivacionales
implicados en el
aprendizaje escolar
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Índice
Introducción............................................................................................... 5
Objetivos....................................................................................................... 7
Bibliografía................................................................................................. 31
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Introducción
Objetivos
La realidad en que vivimos tiene poco que ver con la de hace algunos años.
Estamos ante una época que ha roto esquemas en relación con las anteriores.
Esta nueva realidad se caracteriza, principalmente, por el cambio constante,
puesto que nada parece perdurar mucho tiempo, y por la inquietud, dado que
prácticamente nada se da con seguridad, todo parece relativo y cualquier cues-
tión admite varias interpretaciones.
A lo mejor habéis oído la metáfora de que cada alumno llega a la escuela con
una mochila real, en la que lleva sus materiales, y con otra de imaginaria. En
esta mochila imaginaria el alumno lleva algunos elementos de gran valor:
Estas emociones pueden influir de manera profunda en el conjunto del proceso de apren-
dizaje.
Estas emociones pueden potenciar o inhibir el interés del estudiante por cada materia,
por el contenido y las tareas que se propongan en cada asignatura o que cada proyecto
requiera trabajar.
Las emociones tienen que ver con las experiencias de la persona y ante una
misma situación, diferentes personas pueden sentir emociones diferentes. Tie-
nen, pues, un componente subjetivo. Así, mientras un estudiante puede sen-
tirse entusiasmado cuando estudia o resuelve una actividad de ciencias, otro
puede sentirse frustrado. Hay que tener en cuenta, también, que las emocio-
nes pueden variar con el tiempo, a medida que el estudiante va avanzando de
nivel educativo o va enfrentándose a situaciones en que tiene contacto con
otros tipos de tareas, personas y experiencias de aprendizaje diferentes, incluso
dentro de una misma materia o área de conocimiento. A pesar de esta flexibi-
lidad, en el ámbito genérico se reconoce que estas emociones parecen condi-
cionar desde la manera en que el estudiante se ve a sí mismo como aprendiz
y las otras personas implicadas (el profesor, los compañeros) hasta su grado
de motivación, la manera como se comporta y los resultados que obtiene. La
influencia de emociones sentidas como negativas por el alumno, como pue-
den ser el enojo, el aburrimiento o la frustración mal gestionada, acostumbran
a inhibir o disminuir la motivación del estudiante, a llevarlo a no actuar o a
aplicar estrategias de aprendizaje más simples y menos adecuadas, a autorre-
gular insuficientemente o en una dirección no adecuada el proceso y, así, sue-
len derivar en malos resultados de aprendizaje. Por el contrario, la influencia
de emociones sentidas como positivas por el estudiante, como por ejemplo
el placer o la curiosidad, acostumbran a fomentar y mantener la motivación
del estudiante, a llevarlo a aplicar estrategias de aprendizaje más complejas y
creativas, a planificar y autorregular más y mejor el proceso y, de este modo,
suelen derivar en resultados de aprendizaje más positivos (Pekrun, 2014; Pe-
krun et al., 2017; Pekrun & Loderer, 2020; Camacho-Morles et al., 2021). Es
importante atender a las emociones que el alumno experimenta durante el
aprendizaje, así como acompañarlo en el proceso de identificarlas, acogerlas
y regularlas de forma que pueda convertirlas en favorables para aprender y
desarrollarse (Boekaerts, 1993; Pekrun, 2014).
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Además del conocimiento y las ideas sobre nosotros mismos, el autoconcep- Autoconcepto negativo
to incluye un conjunto de juicios valorativos al respecto; esto último es lo
Pensamientos como «esto no
que denominamos autoestima (Miras, 2004). La autoestima, pues, tiene que lo sé hacer», «por más que me
ver con cómo nos afecta emocionalmente la manera como nos vemos a no- lo expliquen, nunca lo enten-
deré», «todo me sale mal»,
sotros mismos. Tanto el autoconcepto como la autoestima se encuentran en «nunca me implico lo suficien-
te», «siempre lo hago todo de-
un proceso constante de reconstrucción, especialmente en la infancia, la ado- prisa, y me sale fatal», que se-
rán el reflejo de cómo nos ve-
lescencia y la primera juventud. Los comentarios y reacciones que los otros mos y valoramos a partir de
tienen hacia nosotros pueden afectar el grado y la manera como decidimos lo que los otros nos comen-
tan, pueden acabar dando lu-
o nos atrevemos a participar en las situaciones de enseñanza y aprendizaje, gar a un bucle de pensamiento
constante que haga cada vez
según si los otros nos dicen o nos hacen sentir que lo hemos hecho muy bien, más complejo que la persona
que es interesante lo que decimos o hacemos, que somos agradables o, por el sienta que puede hacer frente
a una situación de aprendizaje
contrario, que somos torpes, despistados, descuidados, que mostramos poco de manera competente, poco
a poco, para ir aprendiendo a
interés... Una autoestima basada en un autoconcepto negativo o desajustado resolverla con éxito y obtener,
así, buenos resultados.
sobre uno mismo probablemente derivará en una autoestima baja o inestable
que afectará la manera como nos relacionamos con los compañeros y los pro-
fesores, cómo nos enfrentamos a los retos, cómo y cuánto persistimos para
resolverlos y, en definitiva, en los resultados de aprendizaje que obtendremos.
• Al mismo tiempo, la persona puede sentir que estos factores son contro-
lables por ella misma o bien que son incontrolables; esto se refiere a la
segunda dimensión, que es la controlabilidad.
que haya resuelto mejor o peor una actividad, que haya obtenido unos deter-
minados resultados de aprendizaje o unas determinadas calificaciones influye
en la propia percepción de eficacia (Pozo, 2008).
Polo Causas internas Causas externas Causas controla- Causas incontrola- Causas estables Causas inestables
bles bles
Definición Factores intraper- Factores ambienta- Factores sujetos a Factores no sujetos Factores constan- Factores variables
sonales. les. control por parte a control por parte tes en el tiempo. en el tiempo.
del aprendiz. del aprendiz.
Fuente: elaboración propia a partir de Gràcia et al. (2016), Miras (2004) y Pozo (2008).
Hay que tener en cuenta, sin embargo, al menos dos cosas sobre estas dimen-
siones. La primera tiene que ver con que, a pesar de que cada persona tiende a
uno patrón�atribucional determinado que acostumbra a aplicar en la mayoría
de ocasiones y forma parte de lo que diríamos que es su manera de ser, estas
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3.1. Motivación
Más allá de entenderse como algo único del individuo, desde una perspectiva
constructivista sociocultural, entendemos la motivación como resultado de la
situación social que implica el aprendizaje, donde se encuentra el alumno y
se incluyen otros significativos (como son el profesor y los compañeros) que
también influyen, y las metas se entienden como aquellos objetivos de apren-
dizaje que establece inicialmente el profesor pero que hace falta que comparta
con los estudiantes y les ayude tanto a hacérselos suyos como a interpretarlos
como oportunidades para aprender y desarrollar sus capacidades y competen-
cias. De este modo, en la ecuación de factores y procesos emocionales que va-
yamos construyendo como componentes relevantes de los procesos de ense-
ñanza y aprendizaje, hay que considerar también la manera como los otros
representan al alumno (Miras, 2004) y, en consecuencia, qué es lo que esperan
de él, lo que verbalizan sobre él y la manera como actúan con él.
Cada profesor se construye una imagen mental sobre sus alumnos. Esta repre-
sentación, a menudo, la empieza a construir a partir de informaciones que
pueden haberle dado otros profesores de cursos anteriores, la dirección del
centro, la familia del alumno si ha tenido contacto o si tiene información; si ha
visto al alumno por la escuela en otras clases o en el patio... También los este-
reotipos y los prejuicios influyen. Después, cuando el profesor tiene un primer
contacto con sus alumnos, esta representación se enriquece y así, a medida
que comparten experiencias, la irá reconstruyendo según si lo que percibe del
estudiante confirma o no su idea inicial. De este modo, y contrastando estas
informaciones e ideas con su imagen de alumno ideal, el profesor se acabará
haciendo una representación sobre cada alumno (Miras, 2004), que lo consi-
derará buen estudiante, aplicado, motivado, dedicado, colaborador, inquieto,
charlatán, desorganizado, poco compañero, lo verá como quien se esfuerza
pero que le cuesta, como aquel que no tiene interés en aprender, como buen
estudiante en matemáticas o malo en educación física. La representación que
el profesor se hace de cada alumno lo lleva, pues, a ponerle etiquetas (Gràcia
el al., 2016).
Al mismo tiempo, el alumno también se hace una idea respecto a cada profe-
sor, por ejemplo, según lo que ha oído por parte de otros alumnos y a medida
que va interaccionando con él en las experiencias de enseñanza y aprendizaje
que comparten. Del mismo modo, también contrasta estas informaciones con
su idea de profesor ideal y otorga etiquetas a cada profesor según como se lo
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representa («es una profesora genial», «el profesor de ciencias es muy duro»,
«el profesor de plástica siempre está disponible si necesitamos ayuda», «a esta
profesora no se le puede decir nada, siempre está de mal humor»...).
Del mismo modo que la representación que el alumno tiene sobre sí mismo
le genera expectativas sobre su eficacia, la representación que se hace sobre el
profesor deriva en lo que cree que se puede esperar de él, es decir, en las ex-
pectativas que este alumno tiene hacia este profesor. Así mismo, la represen-
tación que el profesor se crea de cada alumno también deriva en sus expecta-
tivas sobre cada uno de ellos, en lo que piensa que cada alumno podrá llegar a
conseguir. En consecuencia, las expectativas que derivan de estas representa-
ciones mutuas influyen en la manera como las diferentes personas implicadas
en un mismo proceso de enseñanza y aprendizaje se comportan, se relacionan
y reaccionan en relación con los otros, y, de nuevo, todo ello condiciona có-
mo el alumno se ve, se valora y se comporta, lo que, finalmente, puede tener
repercusión en los resultados que acaba consiguiendo (Miras, 2004).
Hay que tener cuidado, pues, porque en su discurso habitual el profesor puede
incluir sin darse cuenta verbalizaciones y gestos que influyan en el autocon-
cepto que el alumno tenga de sí mismo y en cómo se valore, en su autoestima.
También, pueden influir en la cantidad y calidad de las ayudas que el profe-
sor proporcione a este alumno, así como en la manera en que el alumno se
comporte con el profesor (que le tenga más o menos confianza, que se atreva
o no a preguntarle, que se anime a responder cuando pregunta para que no
tenga miedo a equivocarse por la reacción del profesor, que le pida ayuda o
no, que le comparta cómo se siente en relación con su materia o a las tareas
que propone...).
Al mismo tiempo, no solo la representación que uno tiene del otro, el alumno
del profesor y viceversa, influye en el proceso compartido y en sus resultados,
sino que también lo hace la representación que el alumno se hace de lo que
cree que piensa el profesor sobre él (es decir, de la representación que se ima-
gina que el profesor tiene sobre este alumno), y a la inversa.
Sea como fuere, desde una perspectiva constructivista sociocultural, hay que
tener en cuenta que el rol del profesor comporta velar por diseñar y llevar a
cabo prácticas educativas que intenten motivar al conjunto del alumnado, así
como fomentar su aprendizaje de manera significativa. En este sentido, a pesar
de considerar al alumno como protagonista del proceso, el profesor tiene un
papel clave.
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Por eso, es importante que el profesor tenga en cuenta los elementos que po-
nemos de relieve, junto con algunos otros. Por ejemplo, lo que el alumno ya
sabe y ha vivido, junto con lo que le interesa y lo moviliza a actuar, son dos
elementos que aportan al proceso de enseñanza y aprendizaje e influyen de
manera importante en su motivación y predisposición para aprender, y en el
esfuerzo que le dedica.
Así pues, cuando los alumnos llegan a las aulas ya han vivido experiencias y
han hecho aprendizajes, ya saben cosas. Probablemente, dado que los cono-
cimientos que se pretende que aprendan se sitúan en su marco sociocultural,
puede ser que incluso ya sepan algo –más acertado o menos– que esté relacio-
nado con estos conocimientos. Es importante esforzarse en indagarlo, en darse
cuenta –y a ayudarlos a que se den cuenta– de lo que ya saben y de cuán acer-
tado es si se quiere que aquello nuevo que aprenderán, más que añadirse de
manera sumativa y poco arraigada a sus esquemas de conocimiento, se integre
y los transforme para generar un conocimiento nuevo para el alumno, más
potente, más rico y, probablemente, más permanente o duradero en el tiem-
po. Aquello que el alumno ya sabe sobre lo que tendrá que aprender, incluso
cuando es poco acertado, constituye los cimientos en los que anclar lo que
tiene que construir porque, de este modo, lo que es nuevo no le resulta total-
mente ajeno y puede empezar a representárselo, a interpretarlo, a entenderlo.
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Lo que el alumno sabe o ha vivido es un elemento potente también por una Reflexión
segunda razón: dentro de lo que el alumno ya conoce se encuentran cosas
Os invitamos a pensar un mo-
que le gustan, le interesen, le motivan, le llaman la atención o sobre las que mento si recordáis igual las co-
querría o necesitaría saber más. Es aquí donde retomamos otro elemento de sas que os interesan, gustan o
para las que encontráis un mo-
la mochila imaginaria del alumno que destacábamos al inicio de este módulo: tivo o utilidad de las que no;
aquellas que tienen asociadas
sus intereses y motivos para aprender. emociones acentuadas para
vosotros, que hayáis vivido co-
mo más o menos positivas. No
Probablemente, toman más relevancia y se mantienen en vuestro recuerdo ha sido complicado responder,
¿verdad?
aquellas experiencias y saberes que en uno u otro sentido han conectado con
vuestras emociones. Lo mismo les pasa a los alumnos con aquello que se les
propone aprender. Si aquello que se les pretende enseñar no les interesa, no
se dan cuenta de que les interesa o lo necesitan, y no se les ayuda a crear
motivos para que les interese, difícilmente encontrarán sentido en aprenderlo,
puesto que lo más probable es que lo adquieran de manera superficial para
cumplir con la tarea asignada, desde una motivación que ahora sabemos que
se denomina extrínseca. En cambio, si se les ayuda a detectar que aquello les
interesa, o bien a encontrar o crear un motivo por el que les pueda resultar
interesante o útil, es decir, un motivo intrínseco, no solo lo conectarán a su
cognición –en aquello que ya saben–, sino también a su emoción –a aquello
que sienten cuando lo entienden, cuando lo discuten, cuando se les resiste,
cuando son capaces de aplicarlo, cuando lo aprenden, cuando les sirve. De
este modo, lo que aprenderán tendrá más posibilidades de ser significativo,
porque adquirirá para ellos un significado y un sentido particular; es decir, le
podrán atribuir�sentido (Solé, 2007).
• Que el alumno sepa qué� tiene� que� hacer (metas u objetivos), por� qué
(finalidades) y bajo�qué�condiciones�o�de�qué�manera se le pide hacer-
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Para que haya aprendizaje es necesario que el alumno se coloque en una po-
sición favorable y, así, ponga en marcha los procesos psicológicos necesarios
para aprender significativamente. Atribuir sentido a aquello que se propone
aprender es condición para que el alumno pueda adoptar esta disposición: que
sea activo y se implique en construir significados, que no se rinda ante las
dificultades o los errores, que los aproveche para avanzar y para pedir ayuda,
y que poco a poco se sienta más confiado y competente, construyendo una
imagen de él mismo más ajustada y con mejores expectativas. De hecho, Coll
(2003) interpreta que el grado de disposición para aprender que mantiene el
estudiante se ve reflejado en cómo y cuánto se esfuerza en conseguirlo. Hay
que tender, pues, a fomentar en el alumno una disposición favorable para
aprender.
Un entorno que tiene en cuenta aquello que nos gusta, que preferimos o que
más se aviene a lo que necesitamos, que nos ayude a entender para qué nos
servirá saber hacer algo; que nos hace protagonistas, nos anima, nos valora,
nos reconoce y nos ayuda a crecer será un entorno que nos hará tener más
ganas de participar, de implicarnos, de esforzarnos, de colaborar. También, nos
hará sentirnos mejor con los otros y con nosotros mismos, construyendo una
representación de los otros y de uno mismo más ajustada y con mejores ex-
pectativas de éxito, así como una representación más positiva y optimista de
aquello que debemos aprender. En definitiva, será un entorno que, desde el
cuidado y la potenciación de los procesos cognitivos y emocionales implica-
dos en el aprendizaje, nos convocará a mostrarnos altamente disponibles para
aprender. Así, es posible verse a uno mismo de manera más amable y esperan-
zadora, y juzgarse de manera más compasiva y ajustada, si el entorno nos in-
vita. Es posible transformar el propio patrón atribucional y las propias expec-
tativas de autoeficacia si en este entorno se utilizan los estímulos necesarios
y se gestionan adecuadamente.
ellos mismos como personas con capacidad y disposición para aprender, y para
hacerlo en diferentes tipos de situaciones y con diferentes tipos de contenidos,
construyéndose una identidad de aprendiz ajustada y esperanzadora (Coll &
Falsafi, 2010).
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Tabla 2. Estrategias pedagógicas para fomentar los procesos emocionales, afectivos y motivacio-
nales implicados en el aprendizaje
Fomentar�que�los�alumnos�encuentren�sentido�a�lo�que�se�espera�que�aprendan
Situar lo que se trabajará en un contexto más amplio en el que pueda adquirir un significado: relacionarlo con aspectos ya trabajados,
con la realidad de los alumnos, encontrar ejemplos de situaciones o problemas ante los cuales les pueda ser útil.
Indagar qué interesa a los alumnos sobre lo que se propone aprender: qué les gustaría saber sobre esto, qué dudas les suscita.
Transformar dudas e inquietudes en preguntas que actúen en los alumnos como disparadores de competencias para resolverlos, que
les ofrezcan motivos para actuar hacia la construcción de soluciones o respuestas.
Potenciar la utilidad y la transferencia de lo aprendido: reflexionar conjuntamente sobre sus posibles aplicaciones, diseñar y llevar a ca-
bo actividades nuevas y diferentes en las que lo que se ha aprendido pueda ser utilizado.
Considerar�el�conocimiento�que�el�alumno�ya�posee�como�los�cimientos�sobre�los�cuales�anclar�lo�que�se�debe�construir,�no�pa-
ra�sumar�o�añadir,�sino�para�transformarlo
Indagar qué sabe ya el alumno –y qué no sabe, o no sabe bien– relacionado con lo que se espera que aprenda.
Establecer relaciones explícitas entre aquello nuevo a aprender y lo que el alumno ya sabe o ha vivido.
Retomar lo que se ha trabajado anteriormente en el aula para partir de esto y conectarlo con el nuevo contenido a aprender.
Asegurar�que�los�alumnos�van�entendiendo�lo�que�se�espera�que�se�haga�y�se�aprenda
Presentar los objetivos y enunciados de las actividades o proyectos de manera visible y conjunta para todos y todas: proyectarlos en el
aula, compartir un mismo apoyo visual, leerlos junto con los alumnos.
Apoyar al propio discurso mediante lenguaje no verbal congruente y contingente: entonación, ritmo, volumen, gestos…
Asegurarse de que se ha entendido lo que se propone hacer y cómo se propone hacerlo: pedir a los alumnos que lo expliquen, reto-
mar y reformular sus explicaciones si es necesario, explicarlo con palabras diferentes de las utilizadas en el enunciado, poner ejemplos.
Hacer recapitulaciones o resúmenes de aquello trabajado o de cómo se ha trabajado hasta un cierto momento.
Promover�la�participación�activa,�fomentar�la�motivación�intrínseca�y�el�autoconcepto�positivo�ajustado�como�aprendiz
Explicitar y ayudar a hacer comprender a los alumnos el valor intrínseco de la tarea o del contenido a aprender.
Invitar a los alumnos a reflexionar sobre los motivos por los que una tarea o contenido de aprendizaje puede ser importante, interesan-
te o útil.
Plantear actividades o proyectos de carácter abierto y complejo, que inviten a la investigación y para los que pueda construirse más de
una única solución válida.
Rescatar algún aspecto positivo de las aportaciones poco acertadas, como la iniciativa de participar y aportar, o de mostrarse atento y
reflexivo ante lo que se está trabajando.
Reconducir de manera respetuosa y asertiva, no punitiva, las aportaciones de los alumnos cuando sea necesario.
Fomentar el trabajo colaborativo, favoreciendo así la construcción conjunta de conocimiento no solo entre profesor y alumno, sino
también entre compañeros.
Hacer grupos de trabajo heterogéneos, en los que los diferentes miembros posean potencialidades y necesidades que se complemen-
ten, que den lugar a que se ayuden entre ellos y colaboren.
Ofrecer un papel protagonista al alumno en el marco de la actividad o el proyecto en curso en función de sus potencialidades, de lo
que tenga más facilidad o le guste o interese más: el dominio de algún aspecto del tema, de una estrategia que aporte a la resolución
de la situación, de una competencia emocional para la gestión del grupo o el fomento del sentimiento grupal, etc.
Atender y regular las propias expectativas sobre cada alumno y sobre el grupo clase: qué se espera que consigan, qué se piensa sobre
sus capacidades y necesidades.
Fomentar�la�autorregulación�de�las�emociones�sentidas�durante�el�proceso�de�aprendizaje�por�parte�del�alumno
Propiciar y guiar procesos de explicitación y reflexión sobre las emociones vinculadas al aprendizaje que sienten los alumnos, tanto in-
dividualmente (profesor-alumno) como en el grupo-clase.
Facilitar estrategias de autorregulación emocional, propiciar espacios para aplicarlas y guiar su puesta en práctica por parte de los
alumnos.
Fomentar�la�autorregulación�del�propio�proceso�de�aprendizaje�por�parte�del�alumno
Modelar procesos de resolución de situaciones y problemas: poner en práctica ante los alumnos las competencias o pasos necesarios
para resolver una determinada actividad o procedimiento, explicando en voz alta qué se va haciendo, reflexionando en voz alta sobre
por qué se hace y por qué o para qué es útil, así como sobre las dificultades que se van encontrando y cómo deciden resolverse.
Diseñar y facilitar al alumno materiales educativos que sirvan de guía al pensamiento y al proceso de resolución de determinadas acti-
vidades, problemas o situaciones.
Potenciar la reflexión en voz alta sobre el propio proceso de aprendizaje: de los pasos que se van dando, de las estrategias que se van
poniendo en práctica, de los posibles caminos a seguir, de las decisiones que se van tomando, del grado de utilidad y éxito de cada
decisión y acción propia en relación con lo que se espera conseguir o aprender.
Enseñar maneras de hablar y discutir favorables para construir conocimiento con los compañeros: cómo expresar las propias ideas de
manera clara y argumentada, cómo escuchar activamente las aportaciones de los otros, cómo aprobar, refutar o complementar ideas
de los demás; cómo ofrecer feedback de manera respetuosa, crítica y constructiva.
Considerar�el�error�como�oportunidad�de�aprendizaje
Percibir, a través del error, lo que no acaba de funcionar de cara a que el alumno aprenda.
Ajustar lo que parece no funcionar respecto a la manera de ayudar los alumnos, ofreciendo una ayuda diferente a lo anterior –porque
lo anterior no ha funcionado–.
Seguir una programación flexible, que pueda ser adaptada a las necesidades de cada grupo y alumno.
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