267 Oncopediatria
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TITULO DE LA TESINA:
PRESENTA:
GENERACION:
2014-2015
Por medio de la presente le informo que revise y aprobé la tesina que presento:
Atentamente
A mis padres por enseñarme la calidad humana, por apoyarme en cada uno de mis
proyectos y por estar cada día acompañándome en cada uno de mis pasos para ser una
mejor persona. Y a mis hermanos que forman parte de esta historia.
Para aquellas perdidas que no supe cómo actuar ante una situación de muerte y que me
impulsaron a tomar el diplomado. A mis pacientes que son el motor para seguir
capacitándome y poder brindarles una mejor atención.
“GRACIAS”
INDICE
I. Justificación 1
II. Objetivos 2
III. Alcance 3
IV. La Familia 4
Los cuidados paliativos se reconocen actualmente en muchas partes del mundo como una
forma adecuada de atender a pacientes que se encuentran en la última fase de su vida. La
mayoría de los enfermos y sus padres optan por ir a casa para pasar ahí la última etapa, lo
cual se ha convertido en una experiencia exitosa y humanizante, que promueve una
muerte aceptable en los niños cuando ya no tiene cura.
Las unidades de cuidados paliativos, pues además de los beneficios referidos, otro
máximo es el gran ahorro financiero que promueven para los sistemas de salud, lo cual les
permite optimizar los recursos en otros rubros de mejora.
II. OBJETIVOS
Poder brindarles una muerte digna y sin sufrimientos a los niños con
cáncer.
Saber cómo dar malas noticias y de qué manera dar esa información a
los familiares del paciente.
Esta obra merece una reflexión en torno de innumerables aspectos en los que se
fundamenta el tema, los cuales se relacionan con problemas cuya complejidad rebasa
ampliamente el alcance de las recomendaciones que aquí se proponen para dar atención
adecuada a aquellos niños que sufren padecimientos incurables o que han llegado a una
etapa terminal.
Educar para la vida, es decir, formar a los integrantes de la familia de modo que sean
capaces de desarrollarse productivamente como personas, como estudiantes o
trabajadores, y como miembros de una comunidad, a lo largo de toda su vida.
Cuando los padres se relacionan con los hijos y realizan sus funciones, ponen en práctica
unas tácticas llamadas estilos educativos, prácticas de crianza o estrategias de
socialización, con la finalidad de influir, educar y orientar a los hijos para su integración
social. Las prácticas de crianza difieren de unos padres a otros y sus efectos en los hijos
también son diferentes.
Cada día millones de padres acuden a hospitales, centros de salud, farmacéuticos, médicos
y sanadores que aplican prácticas tradicionales en busca de atención sanitaria para sus
hijos enfermos. Los estudios indican que en muchos casos estos dispensadores de salud no
evalúan ni tratan adecuadamente a los niños, y que los padres tampoco reciben
asesoramiento adecuado. En los servicios sanitarios de primer nivel de países de bajos
ingresos, el apoyo diagnóstico de servicios como los de radiología y laboratorio es
mínimo o inexistente y a menudo escasean los medicamentos y el equipo. La limitación
de suministros y de equipo, junto con el ritmo irregular del flujo de pacientes, reducen las
posibilidades de que los médicos de este nivel de atención puedan aplicar procedimientos
clínicos complejos. Por el contrario, para determinar un tratamiento aprovechando al
máximo los recursos disponibles suelen basarse en la historia médica y en un examen
semiológico.
Cuando un niño o un adolecente ha sido diagnosticado con cáncer, es un golpe para los
padres, hermanos y demás seres queridos. El cáncer genera una crisis en la vida de cada
uno de los familiares. La vida cotidiana cambia y los padres deben ausentarse de su
trabajo. Puede que sea necesario que algún pariente o vecino cuide a los demás hijos. El
hijo enfermo se convierte en el enfoque principal de la atención y tiempo familiar.
VII. ¿CÓMO DAR EL DIAGNOSTICO A LA FAMILIA?
A los padres se les debe dar información detallada acerca del diagnóstico y el tratamiento.
Necesitan ser informados sobre los efectos del tratamiento a corto y largo plazo. Puede
que tengan que tengan que pensar sobre temas como el riesgo de daños al corazón y a los
pulmones, surgimiento de canceres subsecuentes o problemas que el niño pueda llegar a
tener en el futuro acerca de su propia capacidad de tener hijos. Los padres deben entender
lo suficiente sobre el plan de tratamiento para tener la tranquilidad requerida al otorgar el
permiso el permiso para llevar a cabo las pruebas y procedimientos.
Conmoción
Ningún padre o madre están preparados para escuchar que su hijo tiene una enfermedad
que atenta contra su vida. Al principio, puede que los padres teman que su hijo vaya a
sufrir o quizás morir. Lo mínimo que saben es que su familia pasara por grandes cambios
y contratiempos.
Incredulidad y negación
Surgen al inicio. Pueden ser útiles temporalmente para demorar los sentimientos
dolorosos. También es una forma para que los padres ganen tiempo en adaptarse a la
realidad del diagnóstico de su hijo y hacer lo necesario para asegurar que el niño recibirá
el mejor tratamiento.
Miedo y ansiedad
Culpabilidad
Los padres tienen la gran labor de proteger a su hijo de todo peligro. Puede que
cuestionen qué pudieron haber hecho que haya causado que su hijo padezca esta
enfermedad. Las madres algunas veces se preguntan si durante el embarazo hicieron o
dejaron de hacer algo que pudo haber hecho la diferencia. Aquellos con un historial
familiar de cáncer podrían pensar que uno de los padres es quien tiene los genes “malos”.
Tristeza y depresión
Todos los padres esperan y sueñan que la vida de sus hijos sea saludable, feliz y sin
problemas. El cáncer y su tratamiento cambian ese sueño. Los padres lamentarán la
pérdida parcial de dichas esperanzas. También sienten tristeza por los días difíciles que
viene por delante.
Enojo
El hecho de que el cáncer amenaza la vida de un niño inocente provoca a menudo el enojo
de los padres ante las crueldades e injusticias de la vida. Los padres también se alteran por
los problemas que saben que su hijo afrontara, como los exámenes y procedimientos
médicos dolorosos.
Los hermanos a menudo responden a la noticia del diagnóstico de cáncer con una gama de
emociones que reflejan la de los padres. La reacción también dependerá de la edad,
madurez y personalidad del hermano.
Miedo y ansiedad
Los hermanos también experimentan sus propios temores. Puede que asuman cosas y que
tengan la misma ansiedad de sus padres sin saber lo que está pasando; puede que no sepan
bien lo que el cáncer es, pero saben que es algo malo. Pueden sentir miedo de visitar a su
hermano en el hospital, verle enfermo o padeciendo dolor. Sienten miedo de que su
hermano vaya a morir.
Enojo y culpa
Los hermanos también puedan sentirse enojados de que esto le haya sucedido a un
hermano. Les enoja que su vida se haya alterado tanto y que nada volverá a ser igual.
Pueden enojarse al ver toda la atención que está recibiendo el hermano enfermo. Pueden
enojarse con este por estar enfermo y por causar tanta preocupación e inconvenientes a
todos los miembros de la familia.
Se sienten tristes cuando empiezan a darse cuenta de que el hermano está realmente muy
enfermo y que necesitará un tratamiento intenso. También sienten tristeza al presenciar la
angustia de sus padres. Los niños pequeños extrañarán al padre o madre que los atiende
diariamente cuando este no puede regresar a casa durante días o semanas después del
diagnóstico. Los adolescentes comprenden el riesgo que corre la vida del hermano y
puede que se depriman al percatarse de cuan frágil puede ser la vida y la salud.
X. REACCION DEL NIÑO CON DIAGNOSTICO DE CANCER
Miedo y ansiedad
Los niños con cáncer sufren un impacto tan intenso como el de los padres por el cambio
repentino de la salud a la enfermedad y al desagradable proceso de pruebas y
procedimientos necesarios para llegar al diagnóstico. Algunos niños temen que no podrán
tolerar el tratamiento. También les altera ver a sus padres y familiares preocupados por
todo lo que está sucediendo y tener que acudir a lugares extraños con mucha gente
desconocida.
Enojo y culpa
Los niños se preguntan por qué les ha sucedido esto. Sienten enojo por todas las cosas que
tiene que hacer (tomar medicamentos, los pinchazos con agujas, tener que hablar con
personas desconocidas etc.) Así mismo se sienten culpables de ser la causa de toda la
preocupación y crisis que es dolorosa para las personas importantes en su vida.
Puede que se den cuenta de que no podrán en mucho tiempo, si no es que nunca más,
hacer algunas de las cosas que son importantes para ellos, tales como bailar o practicar
deporte. Sienten tristeza al darse cuenta de que ellos son diferentes a sus compañeros.
Pueden sentirse deprimidos al pensar en los meses de tratamiento que tienen por delante y
cómo van a interferir con su vida.
La enfermedad puede cambiar los roles de la familia, por ejemplo, la madre es la que
toma las decisiones con el equipo médico porque el padre está trabajando; el cuidado de la
casa es asumido por otro miembro de la familia. El cambio de los roles puede producir
estrés en la familia, pero es necesario para hacer frente a la enfermedad. Los padres
muchas veces reducen la atención a sus hijos no enfermos, olvidando sus necesidades.
En algunas familias, la enfermedad del niño une a los padres y aumenta el aprecio mutuo.
Sin embargo, las parejas con dificultades previas continuarán con las mismas dificultades
después de la enfermedad del hijo ya que no fueron resueltas en su momento.
La información que revela que el tratamiento curativo fracasó corresponde a los médicos
tratantes.
Esta información se debe dar en un ambiente privado e íntimo, donde los padres pueden
estar cómodos. Al iniciar la entrevista con los padres se les pregunta lo que han entendido
de la información de los médicos tratantes, se les escucha y se explica con detalle y sin
prisas, a su nivel, con la idea de que comprendan lo que se les ha informado. Asimismo,
se da información completa y veraz, en la que nada se oculta porque tiene derecho a saber
lo que vendrá, lo que deben de hacer y las múltiples formas de ayudar, Además, se
destaca que el principio prevaleciente es el del “mejor interés para su hijo”, para hacer
todo lo que pueda ayudarle y evitarle todo aquello que le cause sufrimiento.
Los padres suelen querer que los niños no sepan todo de su enfermedad, por miedo a que
se les lastime más; sin embargo, no sucede así, porque los niños habitualmente se dan
cuenta de todo lo que sucede, de que la evolución va mal, han visto fallecer a otros niños,
en ocasiones, a sus amigos de la sala del hospital y en la inmensa mayoría de las
ocasiones se tranquilizan cuando saben lo que pasa y adquieren control en su vida, aún en
esta fase.
Se considera que después de los 8 años de edad, poseen una amplia capacidad para
manejar la información, suelen tener una idea clara y definitiva de lo que es la muerte y
puede desenvolverse en esta situación. Esto se aplica mucho más a los adolescentes.
Es primordial, ante esta situación observar las reacciones de los niños pues son diversas.
De acuerdo con Piaget, el concepto de muerte es variable en relación con la edad y solo
después de los 8 años se interioriza, se razona y se comprende el carácter irreversible. Es
de capital importante interactuar estrechamente con los padres para evitar la
sobreprotección y ocultamiento de la información. Los grupos de apoyo integrados por
padres que recién han experimentado la pérdida de un hijo de manera parecida se
convierten en apoyo invaluable.
El apoyo psicológico y tanatológico debe ser un punto de apoyo en el cual las familias
sean validadas y orientadas para enfrentar de la mejor forma la pérdida de un hijo. Para
lograr el apoyo psicológico existen dos modelos:
Modelo cognitivo conductual: Este modelo tiene como propósito ayudar a los pacientes a
controlar sus reacciones emotivas y perturbadoras y se basa en el análisis de tres
elementos individuales interrelacionados en el ser humano: pensamiento, emoción y
conducta. El fundamento de la terapia racional-emotiva se inicia al enseñar al paciente a
reconocer sus creencias irracionales (fantasías, miedos, etc.) para ponerlas en tela de
juicio y después analizar las creencias irracionales para situarlas en ideas realistas.
Modelo humanista: El terapeuta humanista destaca y valida todas las capacidades del
paciente. Funciona como reflejo para que éste pueda reconocer sus habilidades y enfrentar
una situación tan compleja como ésta, sin embargo, otra de las tareas más importantes por
desarrollar en el caso de los cuidadores primarios es trabajar en el reconocimiento de las
necesidades del paciente que se encuentra en la última etapa de su vida y diferenciar las
necesidades propias del cuidador primario, ya que ocasionalmente se anteponen estas
necesidades a las necesidades reales del paciente moribundo y las decisiones no son tan
favorables.
Esta negación está presente ante la información de un diagnóstico. Es más típica en los
padres que son informados prematura o bruscamente por alguien que no los conoce bien
o que lo hace rápidamente para “acabar de una vez” sin tener en cuenta la disposición de
la familia. La negación, por lo menos, es habitual en casi todos los padres, no solo
durante las primeras fases de la enfermedad o al enterarse del diagnóstico, sino también
más adelante, de vez en cuando. La negación funciona como un amortiguador la cual
después de una noticia inesperada e impresionante, permite recobrarse los padres y, con el
tiempo, movilizar otras defensas, menos radicales. Generalmente la negación es una
defensa provisional que será sustituida por una aceptación parcial.
Así pues, resumiendo, la primera reacción de los padres puede ser un estado de
conmoción temporal del que se recupera gradualmente. Cuando la sensación inicial de
estupor empieza a desaparecer y consigue recuperarse, su respuesta habitual es: “No, no
puede ser”. Como en nuestro inconsciente somos todos inmortales, para nosotros es casi
inconcebible reconocer que tenemos que afrontar la muerte, ya sea la propia, ya sea la de
otros. Dependerá mucho de cómo se les diga, de cuánto tiempo tengan para reconocer
gradualmente lo inevitable, y de cómo se haya preparado a lo largo de sus vidas para
afrontar situaciones de tensión.
B. 2ª Etapa: Ira
Si la primera reacción de los padres y del paciente ante una noticia terrible es: “No, no es
verdad, no, no puede afectarme”, tienen que dejar paso a una nueva reacción, cuando
finalmente empiecen a comprender: “¡Oh, sí! Es mi hijo, no ha sido un error.” Por suerte
o por desgracia, muy pocos padres pueden mantener un mundo de fantasía en el que
tienen salud y se encuentran bien hasta que mueren sus hijos.
C. 3ª Etapa: Pacto
Es menos conocida pero igualmente útil para el paciente y la familia, aunque sólo durante
breves periodos de tiempo. Si no hemos sido capaces de afrontar la triste realidad en el
primer periodo y nos hemos enojados con la gente y con dios en el segundo, tal vez
podamos llegar a una especie de acuerdo que posponga lo inevitable. El paciente
desahuciado y la familia utilizan estas herramientas. Saben por experiencias pasadas, que
hay una ligera posibilidad de que se les recompense por sus buenas conductas y se les
conceda un deseo teniendo en cuenta sus especiales servicios. Lo que más suelen desear
es una prolongación de la vida, o por lo menos pasar unos días sin dolor o molestias
físicas.En realidad, el pacto es un intento de posponer los hechos; incluye un premio “A la
buena conducta”, además fija un plazo de “vencimiento” impuesto por uno mismo y la
promesa implícita de que el paciente y la familia no pedirá nada más si se le concede este
aplazamiento. La mayoría de los pactos se hacen con dios y generalmente se guardan en
secreto o se mencionan entre líneas o en el despacho de un sacerdote.
D. 4ª Etapa: Depresión
Todo el que trata con familias y pacientes conoce muy bien todas estas razones de
depresión. Lo que a menudo tendemos a olvidar, sin embargo, es el dolor preparatorio por
el que ha de pasar el paciente desahuciado y familia para disponerse a salir de este mundo.
Cuando la depresión es un instrumento para prepararse a la perdida inminente de todos los
objetos de amor, entonces los ánimos y las seguridades no tienen tanto sentido para
facilitar el estado de aceptación. No debería estimularse al paciente a que mire el lado
alegre de las cosas, porque eso significaría que no debería pensar en su muerte inminente.
Sería absurdo decirle que no esté triste, ya que todos nosotros estamos tremendamente
tristes cuando perdemos una persona querida. El paciente está a punto de perder todas las
cosas y las personas que quiere. Si se le permite expresar su dolor, encontrará mucho más
fácil la aceptación final. Y estará agradecido a los que se sienten a su lado durante esta
fase de depresión sin decirle que no esté triste. Solo los pacientes que han podido superar
sus angustias y ansiedades serán capaces de llegar a esta fase. Si las familias supieran
esto, también ellas podrían ahorrarse mucha angustia innecesaria.
E. 5ª Etapa: Aceptación
Hay unos pocos pacientes que luchan hasta el final, que pugnan y conservan una
esperanza que hace imposible alcanzar esta fase de aceptación. Son los que dirán un día:
“No puedo seguir ”, el día que dejan de luchar. En otras palabras, cuanto más luchen para
esquivar la muerte inevitable, cuanto más traten de negarla, más difícil les será llegar a
esta fase final de aceptación con paz y dignidad. La familia y el personal del hospital
pueden considerar estos pacientes tenaces y fuertes, pueden fomentar la lucha por la vida
hasta el final, y pueden convencerles implícitamente de que aceptar el propio fin es
considerado un abandono cobarde, un engaño o, peor todavía, un rechazo de la familia.
Un niño con dolor por cáncer y en etapa paliativa constituye una emergencia y
deberá ser atendido con prontitud.
Debe recibir atención multidisciplinaria en los cuidados paliativos.
El tratamiento del alivio del dolor se debe asociar a terapias cognitivas,
conductuales, físicas y de apoyo.
El dolor y la eficacia de su alivio se ha de evaluar en intervalos regulares
durante el trascurso del tratamiento y la fase terminal.
Cuando sea posible, la causa del dolor se debe erradicar e iniciarse su
tratamiento específico.
Procedimientos dolorosos, diagnósticos y terapéuticos deben ser evitados al
máximo.
Los medicamentos se deben administrar por vía oral siempre que sea posible.
La dosis apropiada de opioide alivia efectivamente el dolor en cada niño.
La dosis analgésica adecuada se ha de proporcionar por horario, esto es, en
intervalos regulares y no con base en el “en caso necesario” o PRN.
La dosis analgésica suficiente se debe indicar para permitir al niño un sueño
reparador durante la noche.
Los efectos adversos se han de tratar anticipadamente con resolución y los
resultados de este procedimiento evaluarse con regularidad.
Debe ser posible proporcionar tales cuidados en el hogar, con apego al deseo de
la familia y del niño.
Aire: Se debe aplicar oxígeno al paciente si lo requiere, pero sin el apoyo mecánico de la
ventilación.
Tratamiento del dolor: El dolor se debe tratar con todos los recursos necesarios y evitar
así el sufrimiento.
XX. LA MUERTE
“Se supone que los hijos no deberían morir... Los padres esperan ver a sus hijos crecer y
madurar. En última instancia, los padres esperan morir y dejar a sus hijos... Este es el
curso natural de la vida, el ciclo de la vida continuando como debería ser. La pérdida de
un hijo es la pérdida de la inocencia, la muerte de lo más vulnerable y dependiente. La
muerte de un hijo significa la pérdida del futuro, de esperanzas y sueños, de fuerzas
nuevas y de la perfección” (Arnold y Gemma 1994).
La muerte es una experiencia común para toda la humanidad, una experiencia que toca a
todos los miembros de la familia humana. La muerte trasciende todas las culturas y
creencias; existe un denominador común y uno individual en la experiencia del dolor.
Cuando muere un ser querido, cada persona reacciona de una forma distinta. La muerte de
un hijo, sin embargo, es un suceso tan desgarrador que todo lo que se ve afectado por ella
expresa tristeza y consternación y se estremece dolorosamente. Una pérdida tan
devastadora exige un costo, tanto emocional como físico, a los padres y a la familia.
Entre los 3 y 5 años: el niño ve la muerte como un sueño o una larga jornada. La vida y la
muerte aparecen aún como procesos intercambiables, aunque el niño puede percibir la
diferencia entre estar vivo y estar muerto. Hacia los cinco años puede comprender que la
muerte significa no funcionalidad, irreversibilidad, pero todavía no comprende su
universalidad.
Entre los 6 y 8 años: la muerte se personifica y aparece como algo externo, con causas
determinadas, aunque al niño le resulta difícil imaginar su muerte o la de sus padres.
Entre los 9 y 10 años: los niños saben que la muerte es inevitable y que puede sucederles a
ellos. Presentan sentimientos de fragilidad.
Teniendo en cuenta esto, se puede comprender más fácilmente que cada niño tenga
diferente expresión del duelo.
XXI. CONCLUSIÓN
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AUTOR:
TITULO DE LA OBRA:
GENERACIÓN:
2014-2015