La Teoría Del Cuerpo en Lacan
La Teoría Del Cuerpo en Lacan
La Teoría Del Cuerpo en Lacan
Este hecho no es más que el reflejo de la importancia teórica y clínica que ha adquirido el
tema del cuerpo en los últimos años. Muestra de ello ha sido la celebración en 2016 en Río
de Janeiro del X Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP): «El cuerpo
hablante: Sobre el inconsciente en el siglo XXI».
Puede observarse que esta importancia está dada por la centralidad que la noción de cuerpo
ha adquirido en el trabajo de lectura de la denominada «última enseñanza de Lacan» y, de
una manera especial, por el lugar otorgado a la definición de «síntoma como
acontecimiento de cuerpo».
Presentaré aquí una serie de desarrollos en torno al cuerpo en la obra de Lacan que
representan una parte de un trabajo de lectura al que estoy abocado desde hace varios años.
Veremos que el cuerpo, a pesar de parecer algo evidente y al cual podemos referirnos
directamente, es una noción muy problemática y que puede convertirse en un campo fértil
para poner a dialogar múltiples perspectivas en el campo teórico-clínico del psicoanálisis.
En el mismo Seminario indica: «[…] esta entidad tan poco aprehendida del cuerpo […]»
(1966, clase del 16 de noviembre). En el Seminario 19, la advertencia se plantea en términos
similares: «Hay que seguir prestando atención cuando decimos qué es el cuerpo» (Lacan,
2012 [1971-72], p. 221), de igual modo en el Seminario 24 plantea que «No se sabe lo que es
un cuerpo viviente» (1977, clase del 8 de marzo). Otras veces se refiere al cuerpo en
términos como «eso que llamamos cuerpo» y otras lo introduce, como en Radiofonía, en
relación y distinguiéndolo del «cuerpo en sentido ingenuo» (Lacan, 2012 [1970], p. 431).
Podemos constatar que Lacan nos avisa con insistencia que el término cuerpo arrastra un
malentendido. En su esfuerzo por establecer el estatuto del cuerpo para el psicoanálisis
distinguirá diferentes dimensiones que pondrá en relación con otros discursos y disciplinas.
Así distinguirá una dimensión imaginaria, una simbólica y una real. La propuesta de Lacan
conlleva una doble dificultad: no solo discernir correctamente estas innovadoras
ordenaciones conceptuales, sino, especialmente, ser capaces de utilizarlas correctamente
para configurar una clínica acorde a la orientación propuesta por Lacan.
Para situar el problema comenzaré con una cita del Seminario 4 en la que Lacan plantea la
necesidad de establecer la distinción entre el estatuto específico del cuerpo en psicoanálisis
respecto del cuerpo en su estatuto orgánico. «En los analistas, la referencia al fundamento
orgánico responde tan solo a una especie de necesidad de seguridad que les lleva a entonar
una y otra vez esa cantinela en sus textos, como quien toca madera […] Esto es una especie
de absurdo para un analista, si admite el orden de efectividad en el que suele moverse»
(1994 [1956-57], p. 34).
Podemos ver que Lacan en sus inicios ya estaba advertido del prejuicio organicista entre los
psicoanalistas quienes situaban el soporte de los fenómenos clínicos en la idea de una
materialidad del organismo, en un material que podría verse y tocarse, buscando una
especie de seguridad en un fundamento sólido. Sin embargo, propone que el psicoanálisis
se mueve en otro orden de efectividad. Durante toda su enseñanza se preocupó por
establecer las coordenadas del campo específico en el que el psicoanálisis tiene su eficacia y,
1 Nota del editor: en el caso de los seminarios inéditos de Lacan, siguiendo la propuesta del autor,
se consignará en adelante la fecha de cada una de las clases aludidas, las mismas que pueden
consultarse en https://www.lacanterafreudiana.com.ar/lacanterafreudianajaqueslacan.html
en lo que al cuerpo se refiere, el orden de «realidad» al que nos estamos refiriendo con el
término cuerpo.
Este texto intenta situar algunos puntos de este nuevo campo a partir de un recorrido por
la idea del cuerpo en la obra de Lacan. No se realizará un recorrido exhaustivo por todas
las referencias a lo largo de la obra de Lacan, sino que me centraré en aquellas
elaboraciones que me permitan sostener cierta coherencia en la lectura, especialmente me
ocuparé de aquellas esparcidas a lo largo de su textos y seminarios desde 1965 en adelante.
Aun sabiendo la dificultad que conlleva para el lector, haré un uso sistemático de citas de
Lacan para apoyar los argumentos y mostrar la regularidad de las posiciones teóricas
presentadas.
Como guía de orientación al lector, adelantaré los lineamientos generales del recorrido que
realizaremos en este texto. El punto de llegada será mostrar la complejidad que conlleva la
referencia al cuerpo en la obra de Lacan. Como sabemos, para Lacan, el cuerpo tiene una
triple dimensión: imaginaria, simbólica y real. Los tres registros son interdependientes
constituyendo la estructura que permite dar cuenta del «ser hablante». Esta imbricación
estructural de los tres registros nos obliga, a su vez, a distinguirlos con precisión.
Como veremos, el cuerpo en su dimensión real no es una propuesta del «último Lacan»
sino que es una posición sostenida regularmente por lo menos desde el año 1965 en
adelante. Podremos constatar el esfuerzo de Lacan por distinguir esa dimensión real del
cuerpo de cualquier concepción materialista del cuerpo. En este sentido podremos ver
cómo se suceden una serie de referencias para dar cuenta de un cuerpo no sustancial:
objeto a, incorporal, agujero, a-sustancia, el conjunto vacío de la teoría de los conjuntos son
nociones con las cuales Lacan intenta dar cuenta de una dimensión del cuerpo específica
del psicoanálisis. Esa dimensión real del cuerpo, requiere pensarse articulada a la dimensión
simbólica y por tal motivo serán desarrolladas conjuntamente.
A su vez, trabajaremos la dimensión imaginaria del cuerpo porque está presente a lo largo
de su enseñanza. Sin embargo, no trabajaremos aquí los desarrollos acerca de la teoría del
estadio del espejo, sino aquellos que se enmarcan en una teoría del cuerpo imaginario en su
función de desconocimiento.
Sin embargo, veremos que Lacan sostiene hasta el final de su enseñanza, especialmente en
el periodo comprendido entre los años 1974 y 1978, esta dimensión imaginaria como
esencial para la comprensión del cuerpo. Constataremos al final del recorrido que para
Lacan la dimensión imaginaria del cuerpo coincide con el cuerpo de la «realidad». Esta
función de «realidad» opera como velo en su función de desconocimiento de la castración,
entendida como hiancia (béance) estructural que padece el ser hablante.
Este cuerpo, como imagen unificada, cumple una función de engaño para el sujeto
sustentando la falsa «idea de sí mismo como Ego» (2006 [1975-1976]). Es decir, el cuerpo,
en su dimensión imaginaria, es el sostén de la creencia en un individuo identificado con un
cuerpo biológico y regido desde un ego consciente. Así Lacan llega a decir que «No es a su
conciencia a lo que el sujeto está condenado, sino a su cuerpo, que se resiste de muchas
maneras a realizar la división del sujeto» (2012 [1966]), p. 224). Podremos abordar más
adelante esta función de desconocimiento que el cuerpo imaginario desempeña respecto al
soporte real del ser-hablante.
Para ello será necesario presentar antes la dimensión real del cuerpo.
▪ Efecto de una operación simbólica, definida como corte en el lugar del Otro.
▪ Operación que implica simultáneamente el «efecto sujeto» y la castración.
▪ Ese vacío equivale al estatuto real del cuerpo, a veces nombrado objeto a, otras
veces incorporal y finalmente desde el Seminario 21 como agujero.
Lacan hace depender la constitución del cuerpo de una lógica cuya estructura fundamental
se mantiene estable, más allá de los cambios terminológicos. El recorrido que propongo
busca identificar cierta regularidad conceptual en relación al cuerpo desde 1966, donde
sitúo los primeros desarrollos de este trabajo, hasta 1976. Los desarrollos que presentaré
podrían agruparse en cuatro momentos:
▪ El Seminario 14, La lógica del fantasma, de 1966-1967, sobre el que sostengo que ya
están presentes allí las claves de los desarrollos futuros en relación al cuerpo.
Cuando sea necesario, se introducirán alternativamente citas y desarrollos por fuera de los
textos mencionados que permitan precisar los puntos a desarrollar.
Seminario 14 (1966-1967). Del cuerpo como Otro simbólico al cuerpo como otro real
(objeto a)
Un jalón fundamental en esta elaboración es el Seminario 14, La lógica del fantasma, en el que
Lacan propone que «el Otro es el cuerpo» (clase del 10 de mayo de 1967). Asimismo,
postula una equivalencia inicial entre el cuerpo y el lugar del Otro. Al hacerlo, Lacan
traslada al cuerpo ciertas articulaciones que estaba elaborando respecto a este Otro.
Veremos que este planteamiento implicará pensar el cuerpo en su dimensión simbólica,
como superficie de inscripción, y en su dimensión real, como el vacío que resulta de aquello
no inscrito, pero sí articulado al Otro, es decir, como objeto a.
En relación al cuerpo como superficie de inscripción, Lacan afirma: «El cuerpo mismo es
originalmente este lugar del Otro, puesto que ahí desde el origen se inscribe la marca en
tanto significante» (clase del 31 de mayo de 1967). El cuerpo es primero y en origen, cuerpo
simbólico, lugar de inscripción de la marca significante.
Lacan asimila la dimensión real del cuerpo con este objeto a. Esta articulación entre el
cuerpo, el lugar del Otro, la operación simbólica y el objeto a es condensada en una frase:
«No hay otro soporte del cuerpo que el corte que preside su desmontaje» (clase del 10 de
mayo de 1967). Es el corte del uno del sujeto sobre el campo del Otro el que determina el
cuerpo como objeto a.
Lacan sostiene que la única sustancia soporte del sujeto está constituida por el objeto a.
«[…] lo he llamado a, es vuestra sustancia. Vuestra sustancia de sujeto, en tanto que como
sujeto ustedes no tienen ninguna sino este objeto caído de la inscripción significante» (clase
del 24 de mayo de 1967).
Hemos visto cómo la consecuencia de identificar el cuerpo con el lugar del Otro simbólico
finaliza con la identificación del cuerpo con el objeto a en el lugar del Otro una vez que
hace de este Otro el lugar del agujero. El cuerpo, de ser un cuerpo simbólico pasa a estar
atravesado por la castración, para luego pasar a estar identificado con el objeto a como
veremos más adelante.
En el Seminario 17 expresa este punto de llegada del siguiente modo: «¿Quién es él, que
tiene un cuerpo y que no existe? Respuesta: el Gran Otro» (1992 [1969-1970], p. 70). El
Otro simbólico es el lugar del cuerpo en tanto que Otro barrado. En el Seminario 20 es aún
más explícito: «Lo que […] llamamos cuerpo, quizá no es más que ese resto que llamo
objeto a» (1981 [1972-1973], p. 14).
En relación con este movimiento que Lacan explicita en el Seminario 14 que reduce el Otro
simbólico al objeto a, puede apreciarse que es paralelo y correlativo a su famoso aforismo
«el Otro no existe», sostenido por primera vez en este seminario para indicar que el Otro
está castrado, padece de un agujero en su interior, en tanto que no es posible sostener un
Otro del Otro, por no contar el Otro con garantía última.
En Posición del inconsciente sitúa lo incorporal en términos semejantes a como sitúa el cuerpo
en el Seminario 14. Podemos constatarlo en la siguiente cita: «Ese órgano de lo incorporal en
el ser sexuado, eso es lo que del organismo el sujeto viene a colocar en el tiempo en que se
opera una separación» (1993 [1964], p. 827). Es decir, lo incorporal es resultado de una
operación de corte en el cuerpo simbólico. La cita continúa: «Por él [por el órgano
incorporal] es por el que de su muerte [la castración del Otro], realmente, puede hacer el
objeto del deseo del Otro» (p. 827). Vemos que Lacan vuelve a situar el corte correlativo a
la castración como operación fundante del órgano de lo incorporal y situándolo como
objeto a en el Otro. Esta equivalencia queda establecida explícitamente en 1969 cuando en
el Prefacio a una tesis afirma: «¿Dónde situarlo a este objeto a, el principal incorporal de los
estoicos?» (2012 [1969], p. 422).
Desarrollaré brevemente estos puntos del texto. Lacan (2012 [1970]) planteará que el
cuerpo de lo simbólico determina el cuerpo en sentido ingenuo, es decir, en su dimensión
imaginaria. Junto al cuerpo simbólico y al cuerpo imaginario, articulará el cuerpo producido
como «incorporal», equivalente al objeto a. Lo incorporal es para Lacan el efecto de la
operación de incorporación del cuerpo simbólico. Operación correlativa al efecto sujeto y a
la castración.
Hay que diferenciar un primer tiempo lógico en el que el cuerpo, como Otro simbólico, es
una superficie de inscripción. Lacan afirma: «Vuelvo en primer lugar al cuerpo de lo
simbólico que de ningún modo hay que entender como metáfora». El cuerpo, dice Lacan,
«[…] si lo tomamos en serio, es primero lo que puede llevar la marca propia que lo ordena
en una serie de significantes» (2012 [1970], p. 432).
En un segundo tiempo lógico, el cuerpo de lo simbólico, una vez producido el corte que
determina al sujeto, queda marcado por lo incorporal. «De ahí lo incorporal permanece
marcando al primero [al cuerpo simbólico], desde el tiempo posterior a su incorporación»
(2012 [1970], p. 431). Lo incorporal es la referencia para pensar el vacío interior efecto de la
castración.
Los estoicos, con el término «incorporal», muestran, dice Lacan, «[…] en qué lo simbólico
sujeta al cuerpo» (2012 [1970], p. 431). Es decir, lo simbólico es el cuerpo, primero como
superficie de inscripción, luego en tanto lo simbólico está agujereado, el cuerpo pasa a ser
el agujero en lo simbólico.
[…] afecto solo hay uno, a saber, el producto del apresamiento del ser que
habla en un discurso, en la medida en que dicho discurso lo determina
como objeto. […] ese afecto por el cual el ser hablante de un discurso se
encuentra determinado como objeto. Es preciso decir que este objeto no es
nombrable. Si intento nombrarlo como plus de goce, esto solo es un
dispositivo de nomenclatura. ¿Qué objeto se forma por este efecto de
cierto discurso? No sabemos nada de dicho objeto, solo que es causa del
deseo, es decir, que hablando con propiedad se manifiesta como falta de
ser. No es pues ningún ente lo que así se determina.
En el efecto de lenguaje no se trata de ningún ente. Se trata solo de un ser
que habla. En el punto de partida no estamos en el nivel del ente sino en el
nivel del ser. […] El primer afecto de este efecto, pongámoslo entre
comillas, de ser, aparece solo en lo que se hace causa del deseo (p. 162).
Vemos que el afecto, que Lacan designa indistintamente como incorporal y objeto a es un
efecto de discurso que no tiene categoría de ente sino de falta en ser, es decir, estatuto de
agujero.
Podemos distinguir ahora dos modos de presentación del cuerpo como real en el interior
de estos desarrollos. Por un lado, resultado de la castración tenemos un agujero —lo
incorporal— en el interior de lo simbólico. Tenemos una pérdida de goce, un cuerpo —
simbólico— vaciado de goce.
El cuerpo como incorporal afecta lo simbólico, en la medida en que lo marca como agujero
y afecta el ideal de completud. Para captar la última parte de la cita, hay que recordar que el
alma es definida como la forma imaginaria del cuerpo que vela el objeto a (1966-1967, clase
del 7 de junio de 1967). Lacan aclara que el retorno —producción— del goce vía objeto a
no anula la falta, es decir, no impide que el alma, en tanto fantasma de completud (1981
[1972-1973]) que vela la castración, fracase en su función de velo frente al agujero que
implica el incorporal.
Podemos extraer de esta cita que la castración del Otro conlleva un cuerpo vaciado de goce
y que en su lugar se edifica el objeto a como lugar de recuperación de goce.
Aquí hay que prestar atención y no confundir el cuerpo imaginario con el cuerpo real. Los
deslizamientos del significado de los términos hacia el sentido común pueden hacernos
decir exactamente lo contrario de lo que propone Lacan.
Aquí es necesario recordar algunos pasos realizados por Lacan desde el Seminario 14 y que
también constatamos en Radiofonía. Uno, partir del cuerpo como cuerpo simbólico, como
superficie de inscripción. Dos, castración mediante, reducción del Otro simbólico al objeto
a. Por último, sostener, lógicamente, que «el cuerpo es el objeto a». Estos tres movimientos
están presentes también en el Seminario 20.
El cuerpo como objeto a es el agujero que hace que el Otro no pueda considerarse como el
Uno de la totalidad que sería adecuado a «la relación sexual». Lacan (1981 [1972-73])
sostiene que «No hay relación sexual porque el goce del Otro considerado como cuerpo es
siempre inadecuado —perverso, por un lado, en tanto que el Otro se reduce al objeto a» (p.
174).
Primera cita donde hace equivaler el Otro al agujero: «Allí hay un agujero, y ese agujero se
llama el Otro» (Lacan, 1981 [1972-73], p. 138). Hay que recordar que en el Seminario 21
sostendrá que el agujero es la propiedad que define a lo simbólico.
Entonces, Lacan con la expresión «cuerpo del Otro» se refiere al objeto a en el Otro, al
agujero en el Otro y no al cuerpo material del sentido común. El cuerpo del Otro del
Seminario 20, es el agujero en el Otro que equivale al incorporal de Radiofonía y al objeto a
del Seminario 14.
Para introducir estos conceptos en torno al cuerpo en este seminario, trabajaremos las
nociones implicadas en la siguiente afirmación: «la sustancia gozante es la propiedad del
cuerpo viviente».
Es fundamental, primero, dar un breve rodeo sobre el término «viviente», ya que es fuente
de múltiples malentendidos por su relación al sentido común del término. A principios de
la década de 1970, Lacan hizo del concepto «vida» uno de los nombres de lo real, y no
porque algo de la carne del ser vivo quedaría por fuera de la inscripción significante sino
porque Lacan se había hecho eco de un debate en esos años, en el interior de la filosofía de
las ciencias biológicas, en el cual una de las posiciones proponía que la dificultad
encontrada en definir científicamente la noción de vida se debía a una imposibilidad
epistemológica. Lacan veía que el término «vida» designa una imposibilidad lógica en las
pretensiones explicativas de la ciencia, por tanto, un real.
¿Por qué razón he escrito al nivel del círculo de lo real la palabra «vida»? Es
porque indiscutiblemente de la vida, después de ese término vago que
consiste en enunciar el gozar de la vida, de la vida no sabemos nada más, y
todo aquello a que nos induce la ciencia es a ver que no hay nada que sea
más real, lo que quiere decir que nada sea más imposible que imaginar
cómo pudo iniciarse esa construcción química (1988 [1974], p. 105).
En 1970, el premio Nobel Jacques Monod publicó El azar y la necesidad, donde plantea que
el surgimiento de la vida implica un verdadero enigma debido a que su aparición se debió a
un acontecimiento único, fruto de un azar infinitamente improbable, con un grado de
probabilidad virtualmente nulo, de manera que la ciencia está incapacitada por principio
para dar cuenta de ese salto único y totalmente contingente que dio lugar a la vida (Bedau
& Cleland, 2016, p. 297).
Es decir, en coherencia con la lógica del todo y la excepción, la noción de vida queda
excluida del discurso de la ciencia de la vida porque siendo su soporte, queda excluida por
haber sido un evento radicalmente excepcional.
«Vida es un real» porque hace referencia a una «imposibilidad» de formalización de la
teoría. La referencia al goce del cuerpo viviente en este contexto remite a la condición real
del cuerpo, al cuerpo como agujero.
Lacan (1981 [1972-73]) presenta la noción de «sustancia gozante», como novedad del
psicoanálisis junto a las dos sustancias propuestas por Descartes: la sustancia pensante y la
sustancia extensa.
La sustancia extensa, es definida por «el partes extra partes», es decir, por la imposibilidad
de que dos cuerpos ocupen un mismo espacio en el mismo tiempo. Se refiere a la realidad
en el espacio tridimensional, a los cuerpos que tienen un volumen, un peso, son tangibles y
evidentes. La sustancia extensa, es el espacio moderno, dice Lacan (1981 [1972-1973], p.
32). Es la realidad del sentido común. En términos de cuerpo, es el cuerpo que vemos,
tocamos. El cuerpo de la sustancia extensa corresponde al cuerpo imaginario.
Cuando Lacan (1981 [1972-1973]) caracteriza el goce bajo el modelo de las cuatro causas de
Aristóteles puede observarse su esfuerzo por articular goce y significante. Por su
complejidad, me limitaré a marcar la idea general y no entrar en detalles. Sostiene allí que la
materia —causa material— del goce es el significante, que su causa final —a lo que
apunta— es el abrazo confuso que equivaldría a la relación sexual que está regida —causa
formal— por la gramática —lógica formal— que conlleva a su vez el otro polo del
significante, la voz de alto, la imposibilidad del goce.
Ya estamos advertidos que «sustancia extensa» equivale a registro imaginario y que «vida» es
un nombre de lo real como imposible. El gozar de un cuerpo vivo implica al significante en
ejercicio en torno a un agujero, en tanto imposible de circunscribir. El agujero que es a la
vez motor y efecto del discurso como aparato de goce. El goce del cuerpo del Otro es,
entonces, el funcionamiento significante en torno al vacío en el Otro, en tanto el Otro se
reduce al objeto a.
Del agujero de la castración parte el goce como respuesta, respuesta que es siempre
insuficiente dice Lacan (1981 [1972-1973]), siempre pide más, encore. En ese movimiento
hacia el Otro de búsqueda y fracaso, se encuentra con el Otro significante bajo su sustituto:
el objeto a (p. 152). No solo se encuentra con él, sino que lo reproduce mediante la
corporificación significante en torno a un vacío.
El cuerpo se reproduce como objeto a por la falla que impide el acceso al Otro como
totalidad.
En este contexto Lacan afirma que «Lo real es el misterio del cuerpo hablante» (p. 158)
remarcando la imposible relación con lo real del cuerpo. El misterio, a diferencia del
enigma, no tiene respuesta. La etimología del término proviene del verbo myein que significa
cerrar, lo que remite a la imposibilidad de expresión. Los Misterios de la Antigüedad se
vinculaban a experiencias que debían mantenerse oscuras, inefables.
De este modo, Lacan resalta la dimensión real del cuerpo como agujero en lo simbólico y
su articulación con la dimensión hablada del cuerpo, es decir, su dimensión significante.
Resumamos algunos puntos clave que hemos trabajado del Seminario 20:
▪ Cuando el cuerpo habla, goza, y en esa medida reproduce ese vacío corporal.
Agrego una cita de la misma conferencia donde Lacan propone una equivalencia entre el
agujero en lo simbólico de la represión primaria y el agujero del cuerpo: «Lo que hay como
agujero en el centro del lenguaje vale igual que lo que hay como agujero en el centro del
cuerpo, de lo cual solo sabemos sus proliferaciones imaginarias» (s.p.).
En el Seminario 22, RSI, vemos otra vez articular el agujero en relación al goce del cuerpo:
«[…] del agujero tal como lo designo: es el goce en tanto que interesaría, no al Otro del
significante, sino al otro del cuerpo […]» (clase del 17 de diciembre de 1974). Podemos
observar aquí la distinción que Lacan establece entre el Otro del significante y el otro del
cuerpo como agujero, equivalente a la distinción ya establecida entre el Otro simbólico,
como superficie de inscripción y el otro del cuerpo como objeto a en el Seminario 14 o lo
incorporal de Radiofonía.
Unos meses más tarde, en 1975, es todavía más explícito al plantear que como seres
hablantes somos un agujero, del cual no queremos saber nada. «Es muy difícil hablar a-
sustancialmente, en especial cuando cada uno de nosotros se imagina ser una sustancia.
Evidentemente, es muy difícil sacarles eso de la cabeza, aunque todo demuestre que, como
mucho, cada uno de ustedes no es más que un pequeño agujero» (1975a, s.p.).
El núcleo del ser hablante es un agujero, sin embargo, se imagina a sí mismo como
sustancia extensa.
Lacan, podemos apreciarlo en la siguiente cita, continúa insistiendo en sus últimos años de
enseñanza en la distinción entre el cuerpo imaginario —el de la realidad corporal— y el
cuerpo real vinculado al goce. «Quiero decir que no hay solo esta apercepción, aprehensión,
sensación, presión, tocar, vista o cualquier otro modo de afectación por los sentidos, sino
que en tanto él consiste, y consiste en un cuerpo, de lo que se trata es de un goce»
(Seminario 21, clase del 19 de marzo de 1974). Vemos cómo intenta distinguir el goce de
aquello que podemos dar cuenta por los sentidos.
Estos desarrollos son congruentes con la propuesta mantenida en todos estos años de
definir lo real como un imposible lógico de toda pretensión universalizante de discurso
(2012 [1971-1972], p. 29). Entonces, lo real del cuerpo no sería aquello que del viviente
escapa al discurso sino, en coherencia con las elaboraciones presentadas, lo real del cuerpo
es el agujero interior al ser hablante que surge como efecto de la puesta en funcionamiento
del discurso y que determina la imposibilidad de todo ser hablante de inscribirse como
totalidad en el Otro.
Incluyo como ilustración una de las múltiples citas al respecto: «No por ser biológico es
más real. Ese es el fruto de la ciencia que se llama biología. Lo real es otra cosa. Lo real es
lo que comanda toda la función de la significancia. Lo real es lo que ustedes encuentran
justamente por no poder escribir cualquier cosa en matemática» (p. 29).
DIALÉCTICA DE LO IMAGINARIO Y LO REAL EN EL CUERPO
Se ha abordado inicialmente algunos aspectos de la dimensión imaginaria del cuerpo y
posteriormente se ha presentado una serie de desarrollos relativos a la dimensión real del
cuerpo en su articulación con lo simbólico. Ahora estamos en mejores condiciones de
presentar la función de lo imaginario en relación a lo real del cuerpo.
Habíamos seguido a Lacan en sus diferentes modos de dar cuenta de la dimensión real del
cuerpo bajo diferentes nociones: objeto a, incorporal, conjunto vacío y, finalmente, agujero.
Sin embargo, de este agujero, de esta falla constitutiva, el ser hablante «no quiere saber
nada». En este sentido, Lacan ubica al cuerpo imaginario en la función de dormir y
desconocimiento de lo real cuando en el Seminario 21 afirma que «[…] lo Imaginario es el
predominio dado a una necesidad del cuerpo, la de dormir […] La función de dormir, de
hipnosis, en el ser hablante, solo toma ese predominio del que hablé por identificarlo a lo
Imaginario mismo» (clase del 19 de marzo de 1974). En el mismo sentido, para Lacan «[…]
el despertar es lo real bajo su aspecto de lo imposible» (Seminario 24, clase del 19 de abril de
1977).
El cuerpo, en su dimensión imaginaria, es un tapón que vela el agujero del cuerpo real.
Cuando falla la envoltura del cuerpo imaginario, surge la angustia y despertamos del sueño
de ser una sustancia.
Lacan sostiene en forma sistemática a lo largo de gran parte de su obra que la angustia
surge cuando el sujeto se acerca a lo real, en el punto en el que las formaciones simbólico-
imaginarias ya no son suficientes para sostener el velo de la castración. Vinculando otra vez
cuerpo y objeto a, Lacan afirma en la Tercera «La angustia es […] el sentimiento que surge
de esa sospecha que nos asalta por reducirnos a nuestro cuerpo» (1988 [1974], p. 102).
Ya habíamos señalado que el ser hablante se resiste desde su imagen unificada «a realizar la
división del sujeto» (2012 [1966], p. 224). Esta idea del cuerpo como forma totalizante es
un modo de velar la castración. Se entiende en este contexto que Lacan, a propósito de la
noción de alma en la Antigüedad a la que define como la forma imaginaria del cuerpo,
pueda decir en el Seminario 20 que el alma es el fantasma que vela lo insoportable de la
castración (1981 [1972-1973], p. 102).
Una de las formas en que se presenta la función de desconocimiento que implica el cuerpo
imaginario es la referencia a «lo corporal anatómico como soporte y sustancia». La
referencia al cuerpo tangible sería una forma de imaginarizar el cuerpo tapando su
verdadero soporte, que es el agujero.
En el Seminario 22, Lacan lo plantea del siguiente modo: «Que el agujero sea eso sobre lo
cual esté puesto el acento en lo corporal por todo el pensamiento analítico, eso más bien lo
tapona, a ese agujero […] No es eso lo que va a aclararnos la naturaleza del agujero» (clase
del 8 de abril de 1975).
Otra cita en el mismo sentido, esta vez del Atolondradicho «La imaginación del agujero tiene,
ciertamente, consecuencias: es acaso necesario evocar su función «pulsional» o, a decir
mejor, lo que de ella deriva [Trieb]. La conquista del análisis es haberla convertido en
matema […]» (Lacan, 2012 [1972], p. 509).
Como puede verse esta crítica a la idea de lo corporal orgánico como sustancia alcanza al
mismo Freud, en este caso, a su concepto de pulsión. Frente a conceptualizaciones del lado
de lo imaginario, Lacan propone la formalización de la teoría. En el mismo sentido, en el
Seminario 22, Lacan afirma que Freud ubica el yo en el lugar del agujero llevado por el
engaño de pensar lo sustancial desde lo imaginario corporal2.
El otro modo de engaño del cuerpo imaginario se refiere a cómo este condiciona «la
imagen del mundo», que le lleva a proyectar esa imagen de sí unificada y esférica al mundo
exterior, haciendo de este un mundo imaginario, esférico, sin falla. En una de sus Charlas en
Norteamérica en 1975, Lacan sostiene que «[…] para darse una imagen de lo que llama el
2 Lacan, Jacques. Seminario 22: R.S.I. Clase del 17 de diciembre de 1974: «Es sorprendente que en el
tiempo de Freud lo que se nombra de ello no es más que imaginario. Quiero decir que la función,
por ejemplo, llamada del yo {moi}, es ese algo de lo que Freud, de manera conforme a esa
necesidad, a esa pendiente que hace que es a lo Imaginario que va la sustancia como tal, Freud
designa como el yo ¿qué? Ninguna otra cosa que lo que en la representación hace agujero».
mundo, el hombre lo concibe como esta unidad de pura forma que representa para él el
cuerpo» (1975a, s.p.).
En una cita ya presentada, esta finaliza con la misma idea «[…] de su cuerpo no tiene
estrictamente ninguna idea […]. Es un agujero. Y después, afuera está la imagen. Y con esta
imagen hace el mundo» (1998 [1974], s.p.).
En la conferencia titulada La Tercera se encuentra otra cita similar: «Tal vez el análisis nos
introduzca a considerar el mundo como lo que es: imaginario. Esto solo puede hacerse
reduciendo la función llamada de representación, poniéndola allí donde está, o sea en el
cuerpo» (p. 82) Y más adelante en el mismo texto: «[…] aunque la unidad de nuestro
cuerpo nos fuerce a pensarlo como universo, no es evidentemente mundo lo que es, es
inmundo» (s.p.).
En el Seminario 24 mantiene el mismo argumento: «El sistema del mundo hasta aquí
siempre ha sido esferoidal. Quizá se podría cambiar. El mundo siempre se ha pintado hasta
ahora, por lo que han enunciado los hombres, en el interior de una burbuja. El viviente se
considera él mismo como una bola […]» (clase del 14 de diciembre de 1976).
Estas formas de engaño del ser hablante que velan lo real constitutivo de su mundo derivan
de la debilidad mental propia del ser hablante. Lacan se refiere a «la debilidad mental» como
el efecto de la inercia de lo imaginario sobre el pensamiento que condiciona las
posibilidades de representación de la realidad, haciendo de esta algo acorde a un orden
esférico y armónico. De allí derivan las dificultades del ser parlante para pensar la realidad
con herramientas menos propensas a lo imaginario como es la topología. En este sentido,
Lacan afirma en el Seminario 22 que «Hay algo que hace que el ser hablante se demuestre
consagrado a la debilidad mental, y eso resulta de la sola noción de imaginario en tanto que
el punto de partida de esta es la referencia al cuerpo» (clase del 10 de diciembre de 1974).
Veremos que Lacan llega a plantear, de forma sorprendente, que la dificultad de pensar con
herramientas topológicas podría deberse al rechazo de lo reprimido. Si lo imaginario tapona
el agujero y si la topología rompe con el pensamiento imaginario, Lacan se pregunta si la
resistencia hacia el uso de la topología, que él ya percibía en sus alumnos, no radicaba en un
no querer saber nada de la castración. Lo afirma en el Seminario 22, cito:
Para dar una idea de la batalla teórica que Lacan asumió contra esas posiciones puede
valernos el poner juntos una serie de términos que Lacan fue operando a lo largo de su
enseñanza para contraponer a la concepción sustancialista moderna: incorporal, objeto a,
vacío, agujero, real, contranaturaleza, (a)sustancia, (in)mundo, (a)cosa, falta-en-ser, etc.
Vemos que en la mayoría de ellas recoge un término con el que la tradición asigna un
significado dado para darle un sentido distinto y contrapuesto.
En estos casos suponemos una coyuntura previa en la que las dificultades del enlace al
Otro simbólico obligan al sujeto a recurrir a recursos imaginarios de suplencia para
mantener a distancia lo real. El cutting se presenta como una práctica que no precisa del
Otro ni tampoco llama al Otro, no tiene función de mensaje. Es una respuesta subjetiva
ante la falla en el Otro, basada en restablecer de una manera frágil y transitoria una
consistencia subjetiva desde el imaginario corporal.
Habrá que ver cómo en cada caso el sujeto encuentre los recursos simbólico/imaginarios
—identificaciones, prácticas, proyectos, relaciones— que le permitan anudar lo simbólico,
lo imaginario y lo real de un modo menos frágil y angustiante.
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5 de octubre de 2018