Proclamaciones Infalibles en La Historia

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Proclamaciones infalibles en la historia

1. Siglo I. San Pedro también fue infalible en su oficio de confirmar a sus


hermanos. Tenemos de él dos proclamaciones dogmáticas. Dos epístolas
Universales contenidas en el Nuevo Testamento.

1. San León I Magno (440-461). Sobre la Encarnación (contra Eutiques)


(3) Quedando, pues, a salvo la propiedad de una y otra naturaleza y uniéndose ambas en
una sola persona, la humildad fue recibida por la majestad, la flaqueza, por la fuerza, la
mortalidad, por la eternidad, y para pagar la deuda de nuestra raza, la naturaleza
inviolable se unió a la naturaleza pasible. Y así —cosa que convenía para nuestro remedio
— uno solo y el mismo mediador de Dios y de los hombres, el hombre Cristo Jesús [1 Tim. 2,
5], por una parte pudiera morir y no pudiera por otra. En naturaleza, pues, íntegra y
perfecta de verdadero hombre, nació Dios verdadero, entero en lo suyo, entero en lo
nuestro.(Dz) [De la Carta 28 dogmática Lectis dilectionis tuae, a Flaviano, patriarca de
Constantinopla, de 13 de junio de 449]

2. San Agatón 678-681


En efecto, reconocemos que uno solo y el mismo Señor nuestro Jesucristo, Hijo de Dios
unigénito, subsiste de dos y en dos sustancias, sin confusión, sin conmutación, sin división e
inseparablemente [cf. 148], sin que jamás se suprimiera la diferencia de las naturalezas por
la unión, sino más bien quedando a salvo la propiedad de una y otra naturaleza y
concurriendo en una sola persona y en una sola subsistencia, no distribuido o diversificado
en la dualidad de personas ni confundido en una sola naturaleza compuesta; sino que
reconocemos, aun después de la unión subsistencial, a uno solo y el mismo Hijo unigénito,
Dios Verbo, nuestro Señor Jesucristo [v. 148] y no uno en otro, ni uno y otro, sino el mismo
en las dos naturalezas, es decir, en la divinidad y en la humanidad; porque ni el Verbo se
mudó en la naturaleza de la carne, ni la carne se transformó en la naturaleza del Verbo.
Uno y otra permaneció, en efecto, lo que naturalmente era; pues sólo por la contemplación
discernimos la diferencia de las naturalezas unidas en Él, aquellas de que sin confusión,
inseparablemente y sin conmutación está compuesto; uno solo, efectivamente, resulta de
una y otra y por uno solo son ambas, como quiera que juntamente son tanto la alteza de la
divinidad, como la humildad de la carne. Una y otra naturaleza guarda, en efecto, aun
después de la unión, su propiedad, “y cada forma obra, con comunicación de la otra, lo
que le es propio: El Verbo obra lo que pertenece al Verbo, y la carne ejecuta lo que toca a la
carne. Uno brilla por los milagros; otra sucumbe a las injurias”.
De ahí se sigue que, así como confesamos que tiene verdaderamente dos naturalezas o
sustancias, esto es, la divinidad y la humanidad, sin confusión, indivisiblemente, sin
conmutación, así la regla de la piedad nos instruye que el solo y mismo Señor Jesucristo [v.
254-274], como perfecto Dios y perfecto hombre, tiene también dos naturales voluntades y
dos naturales operaciones, pues se demuestra que esto nos ha enseñado la tradición
apostólica y evangélica, y el magisterio de los Santos Padres a los que reciben la Santa
Iglesia Católica y Apostólica y los venerables Concilios.
[De la Carta dogmática de Agatón y del Concilio Romano Omnium bonorum spes, a
los emperadores]

3. Benedicto XII 1334-1342 De la visión beatífica de Dios y de los novísimos


Antes de la reasunción de sus cuerpos y del juicio universal, después de la ascensión del
Salvador Señor nuestro Jesucristo al cielo, estuvieron, están y estarán en el cielo, en el reino
de los cielos y paraíso celeste con Cristo, agregadas a la compañía de los santos ángeles, y
después de la muerte y pasión de nuestro Señor Jesucristo vieron y ven la divina esencia
con visión intuitiva y también cara a cara, sin mediación de criatura alguna que tenga
razón de objeto visto, sino por mostrárseles la divina esencia de modo inmediato y
desnudo, clara y patentemente, y que viéndola así gozan de la misma divina esencia y que,
por tal visión y fruición, las almas de los que salieron de este mundo son verdaderamente
bienaventuradas y tienen vida y descanso eterno, y también las de aquellos que después
saldrán de este mundo, verán la misma divina esencia y gozarán de ella antes del juicio
universal…
[De la Constitución Benedictus Deus, de 29 de enero de 1330]

4. Eugenio IV 1431-1447
Definimos que por todos los cristianos sea creída y recibida esta verdad de fe… que la
Sede Apostólica y el Romano Pontífice tiene el primado sobre todo el orbe y que el mismo
Romano Pontífice es el sucesor del bienaventurado Pedro,… [De la bula Laetentur coeli, 6
Julio 1439. ] (Dz 694)

5. Clemente XI 1700-1721
1. ¿Qué otra cosa le queda al alma que ha perdido a Dios y a su gracia, sino el pecado y las
consecuencias del pecado, soberbia pobreza y perezosa indigencia, es decir, general
impotencia para el trabajo, para la oración y para toda obra buena?
2. La gracia de Jesucristo, principio eficaz del bien de toda especie, es necesaria para toda
obra buena; sin ella, no sólo no se hace nada, mas ni siquiera puede hacerse.
3. En vano, Señor, mandas, si Tú mismo no das lo que mandas.
4. Así, Señor, todo es posible a quien todo se lo haces posible, obrando Tú en él.
5. Cuando Dios no ablanda el corazón por la unción interior de su gracia, las exhortaciones
y las gracias exteriores no sirven sino para endurecerlo más.
6. La diferencia entre la alianza judaica y la cristiana está en que en aquélla, Dios exige la
fuga del pecado y el cumplimiento de la ley por parte del pecador, abandonando a éste en
su impotencia; mas en ésta, Dios da al pecador lo que le manda, purificándole con su
gracia.
7. ¿Qué ventaja tenía el hombre en la Antigua Alianza, en que Dios le abandonó a su propia
flaqueza, imponiéndole su ley? Mas, ¿qué felicidad no es ser admitido a una Alianza en que
Dios nos regala lo mismo que nos pide?
8. Nosotros no pertenecemos a la Nueva Alianza, sino en cuanto participamos de su misma
gracia nueva, la cual obra en nosotros lo que Dios nos manda.
9. La gracia de Cristo es la gracia suprema, sin la cual nunca podemos confesar a Cristo y
con la cual nunca le negamos.
10. La gracia es operación de la mano de Dios omnipotente, a la que nada puede impedir o
retardar.
11. La gracia no es otra cosa que la voluntad de Dios omnipotente que manda y hace lo
que manda.
(Dz 2401-2411)Errores de Pascasio Quesnel [Condenados en la Constitución
dogmática Unigenitus, de 8 de septiembre de 1713″

6. Papa Pío XII 1939


Pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la
Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumpliendo el curso de su vida terrena,
fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste ( Dz. 3903)
[De la Constitución Apostólica Munificentissimus Deus, de 1º de noviembre de 1950]

7. Sixto IV 1471-1484.
Aquí se está hablando en el siglo XV que la Virgen María fue Inmaculada, es decir, sin
mancha alguna de pecado (no entraremos a debate bíblico pero sabemos que en
Lucas 1:28 María es llamada Kejaritomene lo cual respalda que estaba en “gracia plena”
como Eva que fue creada en Gracia, es decir, Inmaculada). Leamos lo que hablan las
fuentes históricas.
Cuando indagando con devota consideración, escudriñamos las excelsas prerrogativas de
los méritos con que la reina de los cielos, la gloriosa Virgen Madre de Dios, levantada a los
eternos tronos, brilla como estrella de la mañana entre los astros…: Cosa digna, o más bien
cosa debida reputamos, invitar a todos los fieles de Cristo con indulgencia y perdón de los
pecados, a que den gracias al Dios omnipotente (cuya providencia, mirando ab aeterno la
humildad de la misma Virgen, con preparación del Espíritu Santo, la constituyó habitación
de su Unigénito, para reconciliar con su Autor la naturaleza humana, sujeta por la caída
del primer hombre a la muerte eterna, tomando de ella la carne de nuestra mortalidad
para la redención del pueblo y permaneciendo ella, no obstante, después del parto, virgen
sin mancilla), den gracias, decimos, y alabanzas por la maravillosa concepción de la misma
Virgen inmaculada y digan, por tanto, las misas y otros divinos oficios instituídos en la
Iglesia y a ellos asistan, a fin de que con ello, por los méritos e intercesión de la misma
Virgen, se hagan más aptos para
la divina gracia. [De la Constitución Cum praeexcelsa, de 28 de febrero de 1476]
A la verdad, no obstante celebrar la Iglesia Romana solemnemente pública fiesta de la
concepción de la inmaculada y siempre Virgen María y haber ordenado para ello un
oficio especial y propio, hemos sabido que algunos predicadores de diversas órdenes
no se han avergonzado de afirmar hasta ahora públicamente en sus sermones al
pueblo por diversas ciudades y tierras, y cada día no cesan de predicarlo, que todos
aquellos que creen y afirman que la inmaculada Madre de Dios fue concebida sin
mancha de pecado original, cometen pecado mortal, o que son herejes celebrando el
oficio de la misma inmaculada concepción, y que oyendo los sermones de los que
afirman que fue concebida sin esa mancha, pecan gravemente… Nos, por autoridad
apostólica, a tenor de las presentes, reprobamos y condenamos tales afirmaciones
como falsas, erróneas y totalmente ajenas a la verdad e igualmente, en ese punto, los
libros publicados sobre la materia… [pero se reprende también a los que] se
atrevieren a afirmar que quienes mantienen la opinión contraria, a saber, que la
gloriosa Virgen María fue concebida con pecado original, incurren en crimen de herejía
o pecado mortal, como quiera que no está aún decidido por la Iglesia Romana y la
Sede Apostólica..
(Dz 1425) [De la Constitución Grave nimis, de 4 de septiembre de 1483]
Ahora veamos cuando el Obispo de Roma realiza el oficio de la infalibilidad:

8. Pío IX 1854
“declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima
Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer
instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención
a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser
por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles.
(Pío IX, Bula Ineffabilis Deus, 8 de diciembre de 1854)

Conclusión.
¿Inventó el Papa algo nuevo? No. Aquí realiza su oficio en “confirmar a sus hermanos
en la fe”, lo cual nos asegura como cristianos y como católicos que lo que creemos es
la certeza más grande de la ortodoxia.
Vemos como a lo largo de la Historia del Cristianismo, el Romano Pontífice gozó, antes
del Concilio Vaticano I, de la infalibilidad como mecanismo para asegurar al mundo
cristiano y católico la certeza de nuestras doctrinas.
Y para cerrar y entender una afirmación infalible del Obispo de Roma, hemos querido
dar el siguiente ejemplo:

Bendiciones.
Autor: Andrés Morasso. Licenciado en Historia. Licenciado en Educación. Profesor
de Historia y Ciencias Sociales.

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