Marechal, L. Heptamerón
Marechal, L. Heptamerón
Marechal, L. Heptamerón
MARECHAL
HEPTAMERON
EDITORIAL SUDAMERICANA
TRENT UNIVERSITY
LIBRARY
HEPTAMERÓN
Digitized by the Internet Archive
in 2019 with funding from
Kahle/Austin Foundation
https://archive.org/details/heptameron0000mare
LEOPOLDO MARECHAL
HEPTAMERÓN
EDITORIAL SUDAMERICANA
BUENOS AIRES
IMPRESO EN LA ARGENTINA
Queda hecho el depósito que previe¬
ne la ley 11.723. © 1966, Editorial
Sudamericana Sociedad Anónima, ca¬
lle Humberto 1Q 345, Buenos Aires.
Primer día
LA ALEGROPEYA
A Fernando Demaría
I
9
es el de haber lanzado una Elegía
de pestañas resecas:
un deslucido monstruo que no supo llorar
según las efusiones ya previstas del agua,
ni tampoco reír, como debiera,
según la crepitante legislación del fuego.
10
4
11
6
12
si en sus redes entrara, sea o no fabuloso:
Nadie pudo lograrlo sin medir con sus huesos
el campo de cebollas de la Filosofía.
Ni yo le hablé al Centauro ni el Centauro me habló
él era una inquietante máquina de viajar
y yo un viajero de color abstracto.
No es mucho que, de pronto, me sintiera jinete
del animal insigne,
bien sentado en la antigua paciencia de sus lomos.
Entonces redoblaron sus patas orquestales,
y la tierra pasó del silencio a la oda.
13
9
10
14
desde la flor al Verbo que la nombra.
Y en torno suyo he visto cómo se amontonaban
los ya roídos huesos de un álgebra en derrota.
11
12
15
en la espalda cobriza del Centauro.
Y lloré largamente:
fue mi llanto final.
No he vuelto a derramar ni una lágrima sola;
y, ciertamente, nadie llorará
después de haber mojado los hombros de un Centauro
frente a la cara idiota de la Melancolía.
13
14
16
Yo, con mis propios dedos y en mi limpio taller,
construí la Elegía según leyes exactas,
con el barro gritón de lo posible,
con todas las horquillas y alfileres
que perdieron las Musas,
con un zapato roto de Pitágoras,
con alambres y telas de un maniquí olvidado,
con el violín y el arco del otoño,
con la cuerda en buen uso de un reloj de pared,
con la segunda barba de un teólogo tomista
y la primera noche de San Juan de la Cruz.
15
17
16
17
1S
18
19
19
y advertí la maldad inocente del monstruo:
yo le había negado la horizontal del agua
sin darle, ¡mea culpa!, la vertical del fuego.
Tres días y tres noches azoté yo mi alma
con el rebenque frío de la ecuanimidad.
Luego, purificado en los ayunos,
me puse a resolver la tarea juiciosa
de buscar en su campo a la Elegía
y darle allí una muerte necesaria.
20
21
20
La Elegía vagaba
cerca del mar estéril como ella,
respirando salitres en la cola del viento,
juntando arpones rotos y mástiles heridos,
abriendo almejas frías como el agua y la luna,
pisando valvas rojas y pinzas de crustáceos.
22
21
23
24
22
II
DIDÁCTICA DE LA ALEGRÍA
23
3
24
5
25
y otros artículos afines
con la tiroides y el Parnaso.
26
pues en verdad te digo
que vale más la rota pantufla de un Alegre
que la sandalia nueva de los Tristes.
27
9
10
11
28
que ha de plantearte necesariamente
ya el uso de tus días ya el paso de tus noches.
Elbiamor, no es prudente dialogar con un ave
(ya sea cuervo suelto, ya papagayo fijo),
ni menos torturar a la bestia emplumada
con la filosofía de algún amor difunto.
En el reino animal y en sus hijos pintados
hay un decoro alegre y una santa inocencia.
Sobrecargar a un pájaro con el lastre de un hombre
es como hacerle trampas al Pesador Divino.
12
29
13
14
30
que cumplió en un instante su trabajo del día.
Si asistes al entierro de un héroe y si tus pies
van acatando el ritmo de alguna marcha fúnebre,
haz que tu corazón, al mismo tiempo,
lleve un paso de baile;
porque un héroe difunto es como un higo
que al peso de su miel ha soltado la rama.
Elbiamor, no es plausible remojar con el ojo
tales desprendimientos necesarios;
porque son alabanza de las cosas que vuelven
a su centro natal.
15
31
Pero no es útil excavar el humus
para desenterrar una imagen del llanto.
16
17
32
ni montes en el agua ni al Delfín que te brinde
su lomo resbaloso, ni al Caballo de Mar;
ni despeines el aire ya en Hipógrifo arisco
ya en dócil Clavileño.
Te romperás en vano los riñones del alma,
si tomas a esas bestias como fácil vehículo.
En cambio, te aconsejo navegar en la Rosa:
ya sabes manejar su difícil timón.
Si fatigas los remos y hay soplo en tu velamen,
te allanará sus golfos la hermosura de arriba.
18
33
Elbiamor, necesarios y distintos metales
espejean la hermosa cara de tu Señor.
19
20
34
son la doble frontera de tu mundo,
y porque han de llamarte desde las dos fronteras.
21
22
35
Elbiamor, el pan duro se ha transformado en música.
No es bueno destruir el pan duro del alma:
vale más remojarlo y transmutarlo
ya en altura de vuelo ya en canción.
23
24
36
La tierra se alimenta con la sangre del justo,
y con la del injusto se purga sabiamente.
25
26
37
Sus almas racionales bien podrían tener
un soporte de cuarzo, sin violentar la lógica.
¿Por qué han de ser iguales a nosotros?
La posibilidad es infinita,
y el Divino Alfarero no se repite nunca.
27
28
29
30
39
La tenebrosa: "Es el cajón de muerte
o el ataúd grosero en que tu alma
yace y espera su liberación.”
La hotelera: "Tu cuerpo es una casa
que has de habitar un día y una noche.”
La fabril: "Es un útil de trabajo,
una herramienta noble (martillo, escoplo, arado)
con que realiza el alma sus oficios terrestres.”
Sea un útil o un traje, sea chalet o féretro,
cuidarás ese poco de tierra necesaria.
Ni adores a tu cuerpo ni le des latigazos:
es un buey de ojos tristes, pero muy obediente
si no lo abruma el yugo ni le sobra el alfalfa.
31
40
Lo más triste y usual es que un caballo
se nos meta en el hombre.
33
Te bañarás asiduamente,
pero sin ínfulas ni orgullo.
Gentes hay que se bañan y lo gritan
como si fuera un acto de heroísmo.
Que la modestia y la necesidad
te lleven de la mano hasta la ducha,
no de otro modo el labrador que limpia
la reja de su arado.
41
34
35
42
III
EL CANTO DE ALEGRÍA
43
Pero mi Canto de Alegría
fue mi paloma sin halcón.
o
3
44
5
45
7
46
ningún sonido recibía,
como no fuera el de la mar
y sus timbales enojados.
10
12
48
13
14
15
49
o el Hombre ya en la leña de su cruz;
y el Albañil parlante que construye los mundos
o el Juez que los arroja en su balanza;
y el oro exacto de los alquimistas
o el sol de los astrólogos calientes;
y la fruta devuelta como un robo a su gajo,
y el Cordero de arriba.
16
17
50
18
19
20
51
21
22
52
Liberato Farías, domador de tordillos,
quiere hacer un timbal de la tierra elogiosa.
23
24
53
los que administran en toneles justos
la exaltación del hombre, su vino enamorado.
Llenador de toneles, pisador de uva negra,
¿qué racimo de gozo corta recién tu mano?
"Yo no soy el aceite de mi mecha,
la luz de mi pabilo”,
dice ya el cosechero de uva blanca;
y su contestación es el aroma
que prefieren los vientos.
¡Pisa tu corazón en el lagar!
¡Que tu vino refresque la barba de los dioses!
Ha contestado la región del vino,
y yo gobierno esta Canción tremenda.
25
54
26
27
55
Segundo día
LA PATRIÓTICA
DESCUBRIMIENTO DE LA PATRIA
59
3
60
tamborileante de ganaderías.
Yo la vi junto al fuego de las hierras:
estampaba su risa en los novillos;
o junto al universo de los esquiladores,
cosechando el vellón en las ovejas
y la copla en las dulces guitarras de setiembre.
(No la vieron los hombres de mi clan:
sus ojos verticales se perdían
en las cotizaciones del Mercado de Lanas.)
Yo vi la Patria en el amanecer
que abrían los reseros con la llave
mugiente de sus tropas.
La vi en el mediodía tostado como un pan,
entre los domadores que soltaban y ataban
el nudo de la furia en sus potrillos.
La vi junto a los pozos del agua o del amor,
¡niña, y trazando el orbe de sus juegos!
Y la vi en el regazo de las noches australes,
dormida y con los pechos no brotados aún.
61
Por eso no he logrado todavía
sacarme de los hombros este collar de frutas,
ni poner en olvido aquel piafante
cinturón de caballos
ni esta delicia en armas que recogí en Maipú.
62
Y así les hablé yo a los inventores
de la ciudad plantada junto al río
y a sus ensimismados arquitectos
o a sus frutales hombres de negocio:
"La Patria es un amor en el umbral,
un pimpollo terrible y un miedo que nos busca
no dormirán los ojos que la miren,
no dormirán ya el sueño pesado de los bueyes.”
(Los apisonadores de adoquines
masticaban su pan y su cebolla.)
10
11
63
sus costillas de barro, su frente de hormigón:
es urgente poblar su costado de Arriba,
soplarle en la nariz el ciclón de los dioses:
la Patria debe ser una provincia
de la tierra y del cielo.”
12
13
14
64
ni tampoco una hermana paralela en el tiempo
de la flor y la fruta;
ni siquiera una novia que nos pide la sangre
de un clavel o una herida.
15
16
65
II
DIDÁCTICA DE LA PATRIA
66
Ella es un año inmenso que despunta en nosotros
ni tú ni yo veremos la cara de su estío.
67
legislación del ciclo;
se miraban desnudos
en el espejo claro de la muerte;
sentían retemblar bajo sus pies
la cubierta del mundo, navio castigado,
y abrirse arriba todos los pasajes del cielo.
Nosotros les vendíamos harinas
y carnes envasadas.
Muy dichosos de ser espectadores
y no actores de aquella promoción de la sangre,
reíamos felices de nuestra paz bovina:
quemábamos incienso a nuestro dios
en figura de Shorthon;
y lo apedreábamos a veces
cuando la lluvia, en su traición,
enflaquecía los vacunos
o nos diezmaba los trigales.
Josef, lo que te digo no es de hiel ni de miel:
sólo es fatal en una Patria niña.
Con todo, algo debemos hacer en esta infancia.
"¿Qué?”, me dirás, y te respondo ahora.
No te adelantaría mi Didáctica,
si no supiese yo lo que se incuba,
por vocación, en esta provincia de los hombres.
Josef, un ciclo amargo da su fruta en el mundo
68
la oscuridad nos miente ya la forma de un dios.
Pero un Rey no visible todavía
está plantando almendras en suelos favorables.
¿Qué me dirías tú si brotara un almendro
junto al río y sus crines de león?
Estudia mis palabras que harán reír a muchos:
yo siempre fui un patriota de la tierra
y un patriota del cielo.
Es un trabajo de albañilería.
¿Viste los enterrados pilares de un cimiento?
Anónimos y oscuros en su profundidad,
¿no sostienen, empero,
toda la gracia de la arquitectura?
69
Hazte pilar, y sostendrás un día
la construcción aérea de la Patria.
70
10
11
71
es, bien mirado, un cómodo viajero
que anda sin equipaje.
12
13
72
¡Josef, que no te muerdan sus dientes amarillos!
Ni envidies a los otros
ni les des ocasión de que te envidien.
La manera segura de no ser envidiado
es la de no mostrar nada envidiable.
14
15
73
ni la canción melosa del frutero
ni el pacífico rostro de tu jefe
ni la sonrisa blanca de tu subordinado.
Angeles y demonios pelean en los hombres:
el bien y el mal se cruzan invisibles aceros.
Y has de andar con el ojo del alma bien alerta,
si pretendes estar en el costado
limpio de la batalla.
Josef, nada es trivial en esa guerra:
basta el peso ladrón de una bolsa de azúcar
para que llore un ángel y se ría un demonio.
16
18
19
75
de quien se envaina por obligación
en un frac de molesto protocolo.
Sea tu libre personalidad,
y no el brillo exterior que te prestaron,
la que se muestre a todos, fiel e igual a sí misma.
Conozco a personajes que se creían águilas,
temidos y solemnes en su pluma oficial,
y que al ser desnudados exhibieron risibles
alones de gallina.
20
21
76
para darle una luz que a su vez le fue dada.
Todo buen gobernante lo será
cuando a sus inferiores descienda por amor
y se haga un simulacro de aquel Padre Celeste
que a toda criatura da el sustento y la ley.
El gobernante que no asuma el gesto
de la paternidad
es ya un tirano de sus inferiores,
aunque regale sus fotografías
con muy dulces autógrafos.
22
23
77
Imita, si gobiernas, a ese Motor Primero
que hace girar al cosmos
y es invisible y a la vez inmóvil.
24
LA EUTANASIA
A Ernesto Sábato
I
LOS ELOGIOS
81
En cuanto a la espumosa Vanidad,
se alejó para siempre de mis lares
cuando purgué a la Musa con tres onzas
de aceite de ricino
y le impuse una dieta de lechugas amargas.
82
que su voz es un gallo de frontera
y que besar sus pechos es igual que beber
una taza de vino con especias
en el salón de un rey amortajado.
Pero, ¿en qué signos, horas y lugares
fui conociendo a ese pavor de miel
y a esa madre negada en los elogios
que se nombra Eutanasia en este canto?
83
de algún reino anterior ya desertado.
Y Eutanasia reía en el umbral,
Señora de la Puerta, junto a un agua de olvidos:
en su mano derecha moría una paloma
y en su izquierda rompía su huevo un gavilán.
84
Eutanasia me dio su perfil de azucena,
¡oh, novia de los párpados calientes!
En la retorta de su corazón
se destruía un fénix y se reconstruía.
10
85
apacigüé a los silfos que acaudillan el viento,
los devolví a sus fuelles y sus odres:
Yo derroté a los silfos con dos voces escritas
en el ala derecha de un símbolo emplumado.
Y Eutanasia me dio su laudable sonrisa:
no de otro modo el arco del Amor,
cuando está ya tendido y aún no parte la flecha.
11
12
86
13
14
15
87
de un tejedor en fiesta
que se rindió a las uvas fermentadas.
16
17
18
88
la cáscara tirante de los símbolos,
y deshechas las manos
de trabajar la tierra.
Sólo espero un regalo de tu boda y la mía:
o bien la medianoche plena de tu Señor
o bien el mediodía de Su paloma en vuelo.
S9
II
DIDÁCTICA DE LA MUERTE
90
3
91
5
92
que adornan las mejillas de una condesa en flor
con el miedo imprevisto de un cadáver
no grato en su derrota,
ni a cavar las arrugas de la meditación
en la frente de lisos cazadores,
ni a forzar a los perros a que orinen su angustia.
Por otra parte, no es municipal
ni admisible al honor ni siquiera gracioso
abandonar un ataúd abierto
en un coto de caza favorable al idilio.
93
o a meter en la danza, contra su voluntad,
al llorado esqueleto de su abuela.
94
o un cólico renal de la Musa en aprietos.
Elbiamor, la inocencia de los sepultureros
(jueguen o no a las bochas con el cráneo de Yorik)
vale más, a mi juicio, que la filosofía
del Monólogo ilustre
donde se tocan sin pudor alguno
los obscenos trombones de la duda.
10
95
11
12
96
13
14
97
Y así la metafísica sonríe,
bien arropada en su batón de seda.
15
16
98
aunque te lo supliquen jesuitas en sandalia.
No ignora el hombre ciego, ni siquiera el vidente,
que publicar ideas por medio de las tumbas
es un recurso heroico de poetas inéditos
y acaso ineditables.
Además, no es piadoso castigar el silencio
de mármoles o piedras funerarios
con un aullar de viudas consolables
o un oblicuo sollozo de herederos recientes.
17
99
i8
19
100
20
21
101
22
EL CRISTO
105
¿piensas tal vez que reconocería
su imagen en tu duro metal enajenado?
¿Encontraría en ti la imagen de oro
que grabó en tu substancia junto al árbol primero?
Ladrón del oro, Adán oscurecido,
¿qué has hecho de la fruta que robaste?
Las caras de hierro se miran
en fríos espejos de hierro:
yo busco el oro que vuelve
sobre llanuras de plata.
106
4
107
6
108
¡oh, Virgen en tu almendra, danos al Niño de oro!
Y oye lo que te digo, hermano cruel:
este poema es fácil como la geometría.
109
10
11
12
110
Bajo los pies del Cristo,
bajo sus dos talones puros y escandalosos,
la tierra ya no sabe si reír o llorar,
si detener su vuelo de tábano celeste,
si rendirle sus águilas y flores.
La tierra se anonada en el absurdo,
bajo aquellos talones que la hieren,
pues en el Cristo reconoce al Verbo
que la creó al nombrarla,
y es demasiado que la criatura
sostenga el peso de su Creador.
Pondrás en un mortero tu lógica de hombre:
sólo el desnudo entiende la desnudez primera.
13
111
o devolverle su pescado ciego.
Todo parece fácil en el Cristo y su almendra:
si el mar lo adivinó, ya está desnudo.
14
15
112
y aunque hieras al Cristo
ya con tu risa de flautín al alba,
ya con tu voz de cuerno a medianoche!
16
17
113
el Cristo es un silencio más alto que la música,
y es toda la Palabra, y anterior al sonido.
Insistentes escribas deshojan a sus pies
el árbol en otoño de la literatura.
18
19
114
ni todas las astucias que medita el abismo,
ni siquiera la mano voladora del ángel
pueden soltar al Cristo prisionero.
Esa verdad te juro, y oye bien:
el Cristo es una presa
divina, entre columnas.
20
21
115
Esta verdad te anuncio, escúchame:
sólo un dios puede ser crucificado,
sólo un dios es capaz de inscribirse en la cruz.
La cruz de tus ladrones era una cruz robada:
sin saberlo, tú mismo la devuelves ahora.
22
23
116
24
25
26
117
desde sus pies hasta su frente, asume
toda la Creación en los tres mundos.
Sólo un dios puede ser crucificado:
su madre lo buscaba entre las tumbas.
27
28
LA POÉTICA
A Rafael Squirru
I
BIOGRAFÍA DE POETA
121
de relinchar un Yo frente al mutismo
graciable de los dioses.
Y hay que bajar a honduras no queridas
para exhibir el impudor alegre
de levantar un Yo sobre la nada
sin que un demonio ría en su botella.
Mi derecho y mi hondura son las piernas legales
en que se afirma y se desplaza el canto.
122
¿Y a qué abatir entonces águilas y pescados
en una estrofa seria como la geometría?
Es que, no bien un Yo separativo
levanta su testuz y muge al viento,
la sinrazón camina, y el abuso
rompe su huevo de color otoño.
Yo estoy en esa cólera del verbo:
si alguien me desafiara (y no conviene)
podría demoler esta ciudad
y construir un templo donde se alzó un garito.
Hay en mi corazón una granada
sin abrir todavía.
123
lujosos de alazanes, pisan ya mi frontera,
y estoy dudando si gritar o no.
El que aprieta mi mano recibe una provincia
y el que acepta mi abrazo ya tiene un horizonte
hay en mi corazón una granada
que no se abrió a los pájaros del éter.
124
con que pulso esta caja de la furia.
Lo que yo quiero es advertir al hombre
y a la mujer que inventan un hijo musical
que, si es herrero, el padre le forje una armadura
de algún metal bendito,
y que la madre, si cultiva el fuego,
le hierva en sus hornallas los bulbos y las hojas
que asustan al demonio.
Porque, junto a la música naciente,
se levanta un demonio y su tijera.
La construcción de un himno,
tal fue mi empresa de albañil sonoro,
desde que me vistieron con la ropa del hombre.
¡Ay, prematuramente yo he sabido
que a la tensión de Arriba contesta la de Abajo,
y que no hay don gratuito que no tenga su precio
De tal suerte, mi canto nunca fue
sino la espiga exacta de una guerra:
dos mujeres y un hombre lo acechaban
desde la esfera de sus maleficios.
125
y toda sangre (mía o la del otro)
se puede abrir al sol como una rosa.
Pero abomino la ofensiva oscura
de los que pagan brujos o mueven cucharones
en ollas bien tiznadas.
Un hombre y dos mujeres acechaban mi canto
desde la gran cocina de sus odios.
Y no lo supe ni lo adiviné,
yo, el albañil sonoro de pie sobre su andamio.
10
11
126
¿Quién ponía en mi vino la hiel de los batracios?
¿Y quién, hasta el pimpollo de Elbiamor,
hizo llegar embriones y larvas fabricados
en retortas previstas?
Yo no intenté jamás la fortuna de un baile
sin que algún segador me cortara los pies.
Y si mi canto remontó algún cielo,
fue para derrumbarse ante mis ojos
con un temblor de pluma ensangrentada.
12
127
13
14
128
15
16
17
129
Elbiamor y el Herrero lo pensaban así.
Y en el día y la luna favorables
iniciamos la empresa, y fuimos tres:
Elbiamor, el Herrero y un albañil sonoro
crucificado en su guitarra muerta.
Elbiamor, Elbiamante o Elbiamada
consagró los manteles del altar;
el Herrero forjó la espada nueva
y el botellón de cobre;
yo dibujé a compás el pentagrama
y escribí en el espejo los Nombres admirables.
Y este relato es fidedigno
como la barba de Apuleyo.
18
130
y el Herrero estudió las cuatro noches,
una en cada rincón.
19
20
131
21
22
23
132
Soy extraño a los hombres que se ocultan
en sus gangas de hierro,
y voy a la provincia de los niños
o a su arrabal sonoro.
Pido entrar en sus juegos:
los niños consideran mi estatura de hombre,
se han mirado, adivinan, ¡ah, ya dicen que sí!
Pero fracaso en la primera ronda:
soy demasiado niño para ellos.
24
133
25
26
134
"Si soy una ilusión separativa
que se creyó albañil,
¿por qué me han ordenado la construcción de un himno?”
Y respondió mi ángel:
"Hay en tu corazón una granada
que no se abrió a los pájaros del éter.”
27
28
135
29
136
II
ARTE POÉTICA
137
como el buey de paciencia cotidiana
o el hombre de peinado triste y obligatorio;
con el izquierdo mira en vertical,
según la ley del ángel,
hacia la flor abierta de todas las alturas.
Y es así, Rafael, como el aeda,
puesto en aquel dualismo del mirar,
traza la resultante de una y otra visión
y se queda en la oblicua peligrosa del monstruo.
¿Es un buey en tangencia con el ángel
o un ángel que ha rozado la tangente del buey?
La humanidad, fluctuando en esa duda,
guarda un mutismo casi respetuoso.
138
y le ofrece los vinos tintos de su locura.
Por eso los mortales, con buen juicio,
lo prefieren guardado en su ataúd
(tal un roto violín en su estuche de felpa),
o erecto en una estatua que insultan las palomas
cuatro veces al día.
139
5
140
ya tienden a buscar los oídos ajenos?
Encontré la respuesta, cierto día, en el Sur,
al mirar por el ojo de un buey arrodillado:
Las criaturas de mi vocación
se instalan en el orbe con los mismos derechos
y deberes que asisten a la piedra o al ángel:
gozan de su aparente libertad,
pero tienen en mí su principio sonoro,
de igual manera que yo tengo el mío,
Rafael, en el Verbo que me nombra y te nombra.
¿Y para qué, labriego de mí mismo,
yo he de lanzar afuera esos graciosos
animales de música?
No todos pueden autorrealizar,
como yo, sus posibles musicales.
Y siendo así, yo canto por el hombre insonoro
y es el hombre insonoro quien habla en mi cantar
El Poeta, el Oyente y la Canción
forman una unidad en el sonido.
Rafael, por el ojo de un buey arrodillado,
vi cómo la celeste economía
le dictaba preceptos al Amor.
141
desnudos como el hombre y su mujer.
Y el Sur me pide una verdad sin ropas,
una definición castamente desnuda.
¿Qué soy yo, Rafael, en esta empresa,
yo, el hijo del herrero que se ha entregado a un arte
de yunque musical?
Y la respuesta viene si uno mira
dos huevos de chajá sobre las aguas:
Yo soy un fiel imitador del Verbo,
porque al nombrar las cosas les doy una existencia.
142
el modo de operar del Divino Arquitecto,
con la cual yo daría no sólo en la Poética,
sino en la más exacta de las cosmogonías.
Rafael, esto llega de pronto, cuando el alma
quiere bailar desnuda bajo el cinto de Orion.
143
negación y principio de la sonoridad,
que, si afirma lo suyo proferible,
ya corta los pañales de la música.
10
144
11
145
se ha traducido en multiplicidad,
y su no diferencia en los rigores
de la individuación separativa.
13
146
14
147
15
Si en el instante de su inspiración
el artífice goza la unidad del sonido,
y si en la expiración abandona esa dicha
para enfrentar lo múltiple sonoro,
la canción es un autosacrificio
del poeta en las aras del amor necesario,
y en el cual el poeta es a la vez
la víctima sonora y el sacrificador.
Rafael, si consigues dar el salto
que va del Imitante al Imitado,
recibirás un día en el Tuyú
dos perdices de tierra y un caballo marino.
16
148
con la inflación de un Yo separativo
que lo expondrá tal vez a la guerra o la risa.
El poeta, en virtud de su canto unitivo,
debe ser una espiga de la paz.
Y si es bufón en algo, no lo sea del hombre,
sino del Verbo mismo, cuya pasión imita.
17
18
19
150
libres de su nocturna condición.
Rafael, ai poeta que se ubicare así
yo le regalaría ciertamente
ya un novillo de oro, ya una rosa de plata,
según fueran los grados de su iluminación.
20
21
151
realiza los posibles inferiores del arte,
no ya en el esplendor esencial de la forma,
sino en el espesor material del objeto.
No humilles, Rafael, a ese poeta
necesario a la noche y a la noche leal:
dale más bien, si acaso lo encontraras,
una mona de hierro fundida por la industria.
22
24
153
no en tanto que sí mismo.
De tal manera el cognoscente rompe
la cáscara en verdad separativa
de su Yo limitado y limitante,
para llegar al "otro” y entenderlo
y asumir su entidad en un acto de luz.
Un breve pensador de Villa Crespo
me decía entre copas:
"Al entender el árbol, el hombre se arboriza,
y al mismo tiempo se humaniza el árbol.”
Dicho en otras palabras, el cognoscente logra
realizar en sí mismo todo ser exterior
como si fuera un rasgo posible de sí mismo.
Y así vistas, las cosas exteriores
dejan también su Yo separativo
y entran en la unidad centralizante
del amoroso entendimiento humano.
25
Rafael, si el poeta
realiza en su interior el microcosmo,
según el Intelecto de Amor que ya te dije,
su canto nombrará la ontología
de una tierra y de un pueblo;
y ciertamente no de cualquier modo,
sino en esencia pura y en viviente unidad,
porque las entidades que habitan su canción
154
ya se han hecho substancias de sí mismo.
Un breve pensador de Villa Crespo
me decía otra vez:
"El craso leñador y el poeta sutil
usan el mismo término para nombrar el árbol;
pero el árbol que nombra el portalira
no es el mismo que nombra el leñador.”
26
27
155
vale decir lograda ya su "forma sutil’’,
es necesario proferirla ad extra,
darle una encarnación en el idioma.
Las palabras vulgares,
las que utiliza el pueblo en su trajín,
son, a mi juicio, las que más convienen
al poema exterior.
A esas mismas palabras el aeda
les ha de conferir ese brillo esencial
o esa temperatura del amor cognoscente
dichos ya en las estrofas anteriores.
28
156
de la forma sutil que ya dijiste
con tu verbo interior.
Conozco dos versiones del zorzal:
el zorzal que se posa en un olivo
y el zorzal mutilado en una jaula.
29
157
30
31
158
En el principio, el Verbo medita lo posible:
luego lo manifiesta con la voz ya ritmada.
Si asumieras el ritmo de tu ángel,
Rafael, llevarías algo más que su nombre.
Un suceder poético es el canto,
y fluye normalmente con su ritmo vital
en la forma sutil de tu poema.
Lo santo y lo penoso es adaptar
ese ritmo interior de la forma sutil
a las limitaciones de la forma grosera,
y los metros corrientes del idioma
bastan a ese trabajo penitencial del arte.
Las mortificaciones y reajustes
que padece un idioma en sus esfuerzos
por exteriorizar aquel ritmo interior
evitan los excesos mortales de la letra
y alcanzan el favor de un equilibrio
por el cual el poema es a la vez
un soporte gracioso de la forma sutil
y una sublimación de la letra carnal.
32
159
Sólo quiero añadir, como final,
dos advertencias útiles al canto:
en el duro pasaje de la forma sutil
a la forma exterior de la palabra,
gobernarás tu voz con energía,
de modo que la letra se doblegue al imperio
de la forma sutil.
Admito la justicia de un monstruo literario,
si voluntariamente lo construyó el aeda
según peso y medida intelectuales.
Pero rechazo el monstruo, si ha nacido al azar
de una letra sin freno.
33
LA ERÓTICA
163
En Maipú y a la hora de atizar los caballos,
vi al Amor en figura de resero infantil:
montaba en pelo un alazán de oro
y un duraznillo blanco le ceñía la frente.
Letras rojas cantaban en sus pechos
este anuncio frutal: rDocet et ducet.”
Y en adelante aquel jinete parvo
me aleccionó y condujo de tal modo,
que recorrí la esfera de nueve paraísos
y otros tantos infiernos.
Hasta que mi razón fue como el higo
de la tuna que aprieta la miel del arenal
y en su cápsula terca la defiende
ya con la soledad ya con la espina.
164
las crines y las plumas en fusión,
los bronces y las rosas confundidos,
hasta no ser ni el macho ni la hembra,
sino los dos en uno y en ninguno.
Con el primer encuentro se puede hablar de Amor:
con el segundo nace la Erótica infinita.
165
5
166
Hablo, naturalmente, de otros días,
antes de que lo Amable se trocara en lo Amado.
Y aquí llega Elbiamor al umbral de la música,
en alma, en cuerpo y en alegoría.
167
8
168
9
10
169
Elbiamor, Elbiamante o Elbiamada
se dispersó a la vista de mis ojos,
en el Sur y su dura mazorca de batallas,
o en los pactos de amor que se trenzan al Norte
o en el Oeste fácil a la nocturnidad,
o en el Este, patriarca de la risa y el vino.
Y aquella dispersión en verdad asombrosa
me dolió en Elbiamada, pues no sabía yo
que se aventaba en ella lo mío dispersable.
No bien lo supe, me agarré a su viento,
y me arrastró en su pluma, y fuimos dos:
ella delante, como la bandera,
yo detrás, como el héroe.
Pero quedaba entre nosotros
una quietud ya destruida,
y en mí y en ella la nostalgia
de aquel reposo en la unidad.
11
170
en los talleres de la primavera.
Yo la calcé de antílope o de viento,
y en sus tobillos puse las ajorcas livianas
que saben tintinear a medianoche.
Yo le di brazaletes para el día
y anillos deslicé por sus falanges.
Aromas elegidos prendí yo a sus narices,
aros y sinfonías a su oreja.
Yo fabriqué para sus ojos nuevos
toda una ontología de caballos y frutas.
Y así vestida y adornada ella,
la tomé por Esposa.
Y la luna y el sol bailaron juntos
al redoblar de los tambores ebrios,
pues el vino corrió de los lagares
y subió hasta cubrir las rodillas del toro.
Y por ser dos en uno, busqué su posesión
en todas las posturas unitivas del átomo.
Y éramos dos en uno, y el dos hace llorar.
12
171
La percusión exacta de su vulva materna
pudo lanzarme al orbe de la luz,
y en sus dos pechos o en sus dos galaxias
ella me adelantó las primicias del mundo.
Luego afirmó en la tierra mi vertical de hombre:
me enseñó a pronunciar las vocales del fuego;
puso a mi risa un código frutal
y me lanzó al manejo caliente de las armas.
Su bastón en la paz y su llanto en la guerra
fui yo para Elbiamante.
Y éramos dos en uno,
y en el dos va la pena.
13
172
príncipe numeroso de vacadas;
y con mis propias manos edifiqué su noche
de bodas, a favor de un alegre zodíaco.
Y fuimos dos en uno,
y allí estaba el quebranto.
14
15
173
Ellos adornan sus amores
con la pinza maestra del joyero:
con las astillas del idioma encienden
sus públicas fogatas a Doris y Amarante;
llevan en el costado, muy visible,
la flecha del Arquero;
y todo es fácil para todos en la rima o la rama
y en la pluma o el plomo.
16
174
17
175
18
19
176
Elbiamor, cuando sueñas, la construcción del mundo
es una risa de albañiles.
Porque tu fábula es como la paloma
que le dijo al buitre: "Yo soy tu pan, y muero.”
Tu leyenda es como el rey que se fue de cacería
y regresó con la piel de un centauro.
Tu historia es como el ejército
que se durmió junto a las uvas.
Tu mito es como el flautista que vio a su dios
por los agujeros de una flauta.
Y es verdad que tu ciencia es una granada
inscripta en un triángulo rectángulo;
y tu justicia el pez que devuelve los anillos
tirados al mar;
y tu furor el hijo de un viento y una parra,
y tu caridad el buche roto del pelícano.
20
177
21
178
22
¿0
179
en un lugar excelso, a la derecha.
Más tarde, como algunos pidiesen nuestro vino,
les ofrecí una gota sólo por caridad:
les pareció de hiel o de vinagre,
¡y era sol fermentado!
Por lo cual otra vez nos mandó la prudencia
consignas de sigilo.
24
180
cortado alguna vez de mi propia cintura,
mientras yo descansaba en la leticia
de un vino primordial.
25
26
181
lo mío dividido y separado,
y a mi cintura los restituí
según el arte de los soldadores.
Pieza por pieza rescaté a Elbiamante
de su exterioridad batalladora:
La soldé a mis costillas,
y nada quedó afuera.
Dos encuentros yo tuve con Amor:
en el segundo lo miré acostado
sobre las algas y en su doble forma
de Andrógino dormido,
la parte del Varón (crines y bronces)
y la de la Mujer (plumas y rosas).
Con el primer encuentro se puede hablar de Amor,
con el segundo empieza la Erótica infinita.
27
182
28
29
El universo todo
parecería un himno que a manera de puente
183
se construye y se lanza del Amante al Amado
ya en diferencia y polarización.
Y toda criatura (piedra o ángel)
integra de verdad una especie sagrada
que manifiesta el autosacrificio del Uno.
30
A Ángel Bonomini
TEDEUM DEL POETA
Al Hermoso Primero,
y al Hablador cantante de Sí mismo,
y al que dejó mil rastros pero ninguna cara,
y al Uno indivisible pero manifestable
toda oblación le sea dada
según leticia y equidad.
Porque no hay otro nombre que se asemeje al Suyo:
"La Imposibilidad de lo Imposible.
Cuando aprendí ese nombre del Hermoso Absoluto,
puse mi corazón en un mortero
y lo pulvericé con la mano de bronce.
Quemé luego en los altos mi corazón en polvo,
y era justo su aroma.
Entonces vislumbré, como Séptimo Día,
la empresa de un Tedéum necesario.
Pero, ¿con qué invenciones de la sonoridad
iniciaré Tu elogio en la leticia?
¿Pondré cordajes nuevos a la rosa y el águila?
¿Rozaré con el arco de la música entera,
ya la quilla del pez, ya el costado del ángel?
Yo soy de los que temen
provocar al silencio.
187
2
188
Al enumerador de Su excelencia,
todo laúd templado y herido con la púa;
y oblación en corderos de alegría
o en racimos pesados con balanzas de oro.
En la tierra del hombre me pusiste
y en el año del hierro:
con la virtud graciable de mis ojos
yo seguía Tu rastro en la hermosura,
y olfateaba el olor de Tus talones
con mi nariz de perro en laberinto.
Entonces, obligado por Tu ley de coherencia,
me diste la segunda vocación de mi alma.
Y en mis cuerdas vocales el sonido
ya empezó a deletrear el rigor de la oda
(pues el Conocimiento se transmuta en Elogio,
y el Elogio es un acto de amorosa equidad).
189
de modo tal que fuesen cuerdas
bajo la púa de Tus dedos.
Y a manera de flauta me secaste las tibias
y las agujereaste para el tono del viento.
Y curtiste mi piel y la sobaste,
como si fuese de asno, por hacerla tambor.
Y pusiste lengüetas a mi sangre,
y al árbol de mis nervios diapasón y clavijas.
De modo tal que no quedó en mi ser
ni un hueso ni un tendón que no diera sonido.
190
como sí todas fuesen las articulaciones
de un solo y mismo canto.
La unidad en la multiplicidad
es lo que ya escuchaban mis orejas del sur.
Y para festejar esa noción,
sacrifiqué un novillo de tres años.
191
Y en esa curva de mi laberinto,
ya te pude llamar el Primer Hablador
y el Hermoso Primero.
Si en la tierra del hombre me plantaste,
como un gajo de vid entre mazorcas,
exprimí los racimos de mi parra interior
y bebí de aquel jugo fermentado,
para iniciar la fiesta de Tus nombres
y el primer aleluya del alma en atención.
192
y rebalsó mi pecho en su leticia.
Porque Tu creación ya fue, a mis ojos,
una especie sagrada
que va desde la excelsa pluma del Serafín
hasta los tres protones y los cuatro neutrones
que organizan un átomo de litio.
193
9
10
194
En la región del hombre me pusiste
y en el año del hierro.
Con talones de plata fui buscando
Tu yacimiento de oro, en laberinto.
Y puesto en la frontera de mi ser con el Tuyo,
no mato ya terneras de oblación
ni dedico las uvas de mi parra,
ni quemo en las alturas especiosas resinas.
Hoy me ofrezco a Tu arte
donde se acaba el mío.
195
ÍNDICE
El Cristo. I05
La erótica. I(^
111M - E 107^
vUH ^ 8 sí 0 S?
PQ 7797 M26 H4
Marechal, Leopoldo, 1900- 010101 000
Heptameron / Leopoldo Marechal
1999 0010870 5
TRENT UNIVERSITY
PQ7797 • M.26H4
Marechal, Leopoldo
Hep lamerón.
DATE
¡ssuedt nmm
c.Po ido
HEPTAMERON de Marechal, en sus “siete días”, abarca los
grandes temas del hombre en torno de los cuales han girado
siempre lo poético y lo metafísico: el tema del amor en LA ERO¬
TICA, el tema de la muerte en LA EUTANASIA,el tema de la fe¬
licidad en LA ALEGROPEYA, el tema del arte en LA POETICA
o el tema de lo nacional en LA PATRIOTICA, todos ellos tratados
con una desconcertante audacia lírica y un gran rigor intelectual
que no excluyen los toques de “humorismo trascendente” tan
celebrados en el autor de“Adán Buenosayres”y“EI Banquete de
Severo Arcángelo.”