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TEMA 10: LA RESTAURACIÓN

BORBÓNICA (1874-1902)

9.1LA RESTAURACIÓN BORBÓNICA (1874-1902): CÁNOVAS DEL CASTILLO Y EL TURNO DE


PARTIDOS. LA CONSTITUCIÓN DE 1876.
9.2 LA RESTAURACIÓN BORBÓNICA (1874-1902): LOS NACIONALISMOS CATALÁN Y
VASCO Y EL REGIONALISMO GALLEGO. EL MOVIMIENTO OBRERO Y CAMPESINO
9.3 EL PROBLEMA DE CUBA Y LA GUERRA ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS UNIDOS. LA CRISIS
DE 1898 Y SUS CONSECUENCIAS ECONÓMICAS, POLÍTICAS E IDEOLÓGICAS.

9.1 LA RESTAURACIÓN BORBÓNICA (1874-1902): CÁNOVAS DEL CASTILLO Y EL TURNO DE


PARTIDOS. LA CONSTITUCIÓN DE 1876.

Antonio Cánovas del Castillo fue el creador de la Restauración borbónica. Dirigente del
Partido Alfonsino durante el sexenio democrático, buscó apoyos en todos los sectores
conservadores, especialmente entre los militares y organizó una campaña propagandística para
hacer popular al príncipe Alfonso (Manifiesto de Sandhurst, donde Alfonso XII prometía una
monarquía liberal y tolerante, aceptando parte de los logros del sexenio). Alfonso XII fue
proclamado rey tras el pronunciamiento de Martínez Campos y Cánovas nombrado presidente
del gobierno. Cánovas diseñó un nuevo sistema político, que buscaba corregir los errores del
reinado de Isabel II. Sus principios básicos eran:
 La Corona debe estar por encima del debate político, permaneciendo como algo indiscutible
y fundamental, sin identificarse con ningún partido.
 Gran flexibilidad de principios fundamentales. Todos los partidos eran aceptados excepto
republicanos y carlistas. La alternancia en el poder debía producirse de forma pacífica, por
vía electoral.
 Evitar la intervención del ejército en la política. A cambio, se les concede una casi total
autonomía en cuanto a organización interna. Cánovas impulsó la imagen de Alfonso XII como
rey-soldado y cabeza del ejército, para evitar la aparición de nuevos “espadones”.

● CONSTITUCIÓN DE 1876. De acuerdo con los principios fundamentales del nuevo


régimen, ésta no fue una constitución de partido, sino un texto lo suficientemente amplio y
ecléctico para permitir gobernar a diferentes partidos. De hecho, ha sido la más duradera de
la historia de España, al estar en vigor desde 1876 hasta 1923. En ella se mezclan elementos
de la constitución moderada de 1845 con algunos aspectos de la democrática de 1869. En
general tiene un carácter conservador.
- Soberanía compartida: Cortes con el rey. Ambos comparten el poder legislativo (veto real)

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- Poder ejecutivo: lo tiene el Rey a través de los ministros. El Rey elige libremente al presidente
del gobierno.
- Amplia declaración de derechos y deberes. Recoge casi todos los de la Constitución de 1869.
- Cortes bicamerales: Senado (no electivo) y Congreso de diputados (electivo). No se fija el
tipo de sufragio
que será establecido por la ley electoral.
- Confesionalidad del estado, aunque se reconoce la libertad religiosa.

● EL TURNO DE PARTIDOS. Cánovas no deseaba monopolizar el poder. Era necesaria la


existencia de un partido de oposición que fuese la alternativa de gobierno al Partido Conservador
(modelo bipartidista inspirado en el sistema inglés). Cánovas estableció contactos con Práxedes
Mateo Sagasta (líder de los progresistas tras la muerte de Prim) fundador del Partido Liberal, que
aglutinó a los antiguos políticos del sexenio que aceptaron la monarquía de Alfonso XII,
convirtiéndose en la oposición y alternativa al gobierno de los conservadores. A esta alternancia
se le llama “turno de partidos”. Los partidos no turnistas (carlistas, republicanos) tenían una
pequeña representación en el congreso, dando una apariencia democrática, pero nunca llegarían
al poder.
Alfonso XII (1875-1885) murió prematuramente, dejando la reina embarazada, y su hijo
póstumo fue proclamado rey desde el momento de su nacimiento como Alfonso XIII, bajo la
regencia de Mª Cristina de Habsburgo (1885-1902). Para evitar la inestabilidad política, Cánovas
y Sagasta llegaron a un acuerdo, el llamado Pacto de El Pardo, por el que ambos se
comprometían a apoyar la regencia favoreciendo los cambios de gobierno y no derogando
sistemáticamente la legislación aprobada por el gobierno anterior. Así, Cánovas dimitió tras la
muerte del rey y Sagasta formó el primer gobierno de la regencia, que estableció el sufragio
universal masculino, medida que fue mantenida por los posteriores gobiernos conservadores.
Sin embargo, la aparente estabilidad del sistema se basaba en una sistemática adulteración
de los resultados electorales. Cuando el partido en el poder estaba “desgastado” tras varios años
de gobierno dimitía, y el rey encargaba formar gobierno al partido de la oposición. El nuevo
gobierno disolvía las Cortes y convocaba elecciones. Las elecciones las “fabricaba” el nuevo
gobierno, que asignaba los escaños dando la mayoría al partido del gobierno (que así siempre
contaba con apoyo parlamentario) y repartiendo los demás escaños entre el partido de la
oposición y las minorías. En cada circunscripción electoral existía un “cacique” (generalmente un
personaje rico e influyente), que era quien se encargaba del amañamiento de las elecciones por
diversos medios: compra de votos, falsificación de actas o, simplemente, introducción de votos
falsos en las urnas (“pucherazo”). Este sistema conocido como “caciquismo”, marginaba de la
vida política a la mayoría del pueblo: los resultados electorales no expresaban jamás la voluntad
popular, sino los intereses puntuales de las oligarquías de los partidos.

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9.2 LA RESTAURACIÓN BORBÓNICA (1874-1902): LOS NACIONALISMOS CATALÁN Y
VASCO Y EL REGIONALISMO GALLEGO. EL MOVIMIENTO OBRERO Y CAMPESINO

La oposición al sistema canovista vino de los partidos no turnistas (carlistas y republicanos,


poco activos en este periodo) y muy especialmente, de los nuevos movimientos políticos
surgidos durante la Restauración: el movimiento obrero (socialista y anarquista) y los
movimientos nacionalistas. Durante la Restauración surgieron los movimientos nacionalistas
vasco y catalán y el regionalismo gallego.

● NACIONALISMO CATALÁN. Su origen está en el movimiento cultural de la Renaixença (el


renacimiento) que buscaba la recuperación de la lengua y cultura catalanas. Posteriormente el
movimiento cultural desembocó en un movimiento político, que reivindicaba el autogobierno de
Cataluña y el reconocimiento oficial de la lengua catalana. Estas aspiraciones fueron recogidas
en un documento, las Bases de Manresa (1892). El nacionalismo catalán tuvo desde el principio
un carácter moderado y autonomista, buscando la autonomía de Cataluña dentro de España. Su
idea era establecer una federación con el resto del estado, manteniendo para Cataluña el
autogobierno, la lengua catalana, funcionarios catalanes, parlamento y gobierno autónomos. Por
otra parte, se llevaría a cabo un pacto con el resto del estado con respecto a las contribuciones
económicas, defensa, etc. Más adelante el nacionalismo catalán crea un partido político, la Lliga
Regionalista liderada por Prat de la Riba y por Cambó, que se opuso al sistema de manipulación
electoral sistemática, característico de la restauración. Poco a poco, el caciquismo se irá
rompiendo en Cataluña y la Lliga conseguirá alcanzar cargos electos (alcaldías, o diputados en el
Congreso), con el apoyo de la burguesía catalana. En 1912 se alcanzó una especie de gobierno
autónomo, la llamada Mancomunidad catalana, que duró hasta la dictadura militar de Primo de
Rivera, ya que el ejército se convirtió en el principal enemigo del nacionalismo catalán.

● NACIONALISMO VASCO. El nacionalismo vasco tiene sus antecedentes ideológicos en la


pérdida definitiva de los fueros (en 1876, tras la derrota definitiva del carlismo) y en la ideología
carlista. Su creador fue Sabino Arana, que en 1895 fundó el PNV (Partido Nacionalista Vasco).
Arana fue el creador no sólo del partido sino también de la ideología y mitología nacionalista, de
sus símbolos (la ikurriña, el propio nombre de Euskadi), la onomástica, la reinterpretación de la
historia etc...
El nacionalismo vasco fue muy diferente del catalán desde el principio. Tiene un carácter
separatista (su objetivo era lograr la independencia de Euskadi), fuertemente católico y
tradicional (su lema fue “Dios y leyes y viejas”) y con un fuerte componente racista (existencia
de una supuesta raza vasca, cuya seña de identidad principal sería el euskera) y xenófobo
(rechazo a los inmigrantes españoles - “maketos”- que llegaban a Vizcaya para trabajar en la
industria, fuerte anti españolismo). Su trayectoria política fue muy escasa hasta la guerra civil. El
prematuro fallecimiento de Sabino Arana originó divisiones dentro del PNV y hasta la II República
y la Guerra Civil no tuvo importancia política. El nacionalismo vasco contó con el apoyo de la
iglesia (es un partido confesionalmente católico), sectores del campesinado y, sobre todo, de la

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burguesía bilbaína, asustados del fuerte crecimiento del socialismo entre los obreros
industriales, que se oponían fuertemente al nacionalismo

● REGIONALISMO GALLEGO. Tuvo mucha menos importancia que los dos movimientos
anteriores. Surge de un movimiento cultural de recuperación de la lengua y cultura gallegas
(Rexurdimento), cuyo principal exponente fue Rosalía de Castro. Posteriormente el galleguismo
tomará un carácter político, con la reivindicación de una autonomía de gobierno y el uso de la
lengua gallega, muy vinculado al republicanismo federal que culminará con la creación de una
Asociación Regionalista Gallega (Manuel Murguía y Alfredo Brañas), que incorporaba también
elementos de ideología conservadora, y las Irmandades da Fala, que lucharon por la utilización
del gallego. Hasta la II República no tendrá demasiada importancia política.

● EL MOVIMIENTO OBRERO Y CAMPESINO.


La industrialización en España se inició durante el reinado de Isabel II, de forma tardía y con
lentitud, por lo que el número de obreros industriales era escaso (salvo Barcelona) y el
movimiento obrero inexistente hasta el Sexenio democrático. Políticamente, los obreros se
limitaban a apoyar a los partidos burgueses más radicales (los progresistas primero, demócratas y
republicanos federales durante el sexenio). También se produjeron movimientos campesinos de
protesta espontáneos y desorganizados, sobre todo en la mitad sur.

En el Sexenio democrático, es cuando se empieza a organizar el movimiento obrero. La AIT (I


Internacional, creada por Marx y Bakunin para aglutinar el movimiento obrero internacional)
envió delegados a España que crearon secciones en Madrid y Barcelona (hacia 1870, 30.000
afiliados, la mayoría en Cataluña). En los movimientos cantonales intervinieron miembros de la
AIT.

En la Restauración, pese a que inicialmente fueron ilegalizados los partidos y sindicatos


obreros, se consolida el movimiento obrero. La ruptura de la I Internacional como consecuencia
de las discrepancias entre marxistas y anarquistas también afectó al movimiento obrero
español, que se dividió en dos bloques: anarquistas y socialistas.

El movimiento obrero anarquista era mayoritario, especialmente entre el proletariado


industrial de Barcelona y los jornaleros andaluces. Se oponían a la formación de partidos y a la
intervención en política. Sus métodos de lucha eran la huelga general revolucionaria y la acción
directa (violencia terrorista). En la última década del siglo fueron muy numerosos los atentados
anarquistas, especialmente en Barcelona (bomba del Liceo, asesinato de Cánovas del Castillo),
desencadenándose una durísima represión.

En 1909 tuvo lugar la Semana trágica en Barcelona, estallido revolucionario espontáneo en


el que durante una semana la ciudad estuvo en mano de los sublevados, si bien la falta de
organización impidió lograr resultados positivos. En 1910 se creó el primer sindicato anarquista,
la CNT (Confederación Nacional del Trabajo).

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El movimiento obrero socialista (marxista) se organizó mediante la creación del partido
socialista (PSOE, fundado por Pablo Iglesias en 1879) y el sindicato UGT, en 1888. El socialismo
se implantó principalmente entre los obreros industriales de Madrid, Bilbao y Asturias. El
establecimiento del sufragio universal y la crisis del caciquismo les permitieron obtener
representación en el Congreso (1910), en coalición con los Republicanos (coalición
republicano-socialista), donde trataron de promover leyes que mejorasen las condiciones de
vida del proletariado.

9.3 EL PROBLEMA DE CUBA Y LA GUERRA ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS UNIDOS. LA CRISIS


DE 1898 Y SUS CONSECUENCIAS ECONÓMICAS, POLÍTICAS E IDEOLÓGICAS.
● El problema de Cuba.
Cuba, Puerto Rico y Filipinas eran los únicos restos del imperio colonial español. En Cuba
había surgido un fuerte movimiento independentista. La primera guerra de Cuba se inició
durante el sexenio y terminó mediante la Paz de Zanjón, por la que España se comprometía a
conceder una amplia autonomía a Cuba. Sin embargo, los sucesivos gobiernos españoles
incumplieron lo acordado y los gobernadores se limitaron a defender los intereses de los grupos
dirigentes cubanos (dueños de las plantaciones de azúcar, principal producción de la isla), que
sometían a durísimas condiciones de vida y trabajo a la mayoría de la población, especialmente a
la población negra. La esclavitud no fue abolida hasta los años 80. El descontento de la población
cubana era pues enorme. Como consecuencia de una nueva ley arancelaria que impidió el libre
comercio con EEUU (principal importador y exportador de productos cubanos), los
independentistas, dirigidos por José Martí y con apoyo encubierto de EEUU, iniciaron una nueva
guerra en 1895. Esta guerra obligó al envío de gran número de tropas a Cuba y fue muy
impopular en España, ya que debido al sistema de servicio militar con redención en metálico (se
podía evitar mediante el pago de una elevada cantidad) sólo iban a la guerra los pobres. En
Filipinas también se produjo una revuelta independentista en los mismos años, dirigida por José
Rizal, que fue fusilado por las tropas españolas.

● La guerra entre España y los EE.UU. (1898)


Tras varios años de guerra, en la que los independentistas cubanos habían contado con el
apoyo encubierto de EE.UU., en 1898 estos decidieron intervenir directamente en el conflicto. El
pretexto fue el hundimiento del Maine, un barco de guerra estadounidense de visita en la
Habana, que se hundió como consecuencia de una explosión (probablemente accidental) que
EE.UU. atribuyó a un sabotaje español. La guerra fue corta y se decidió en dos batallas navales:
las de Santiago de Cuba y Cavite (Filipinas), en las que la flota estadounidense (moderna y
técnicamente muy superior) destruyó a la anticuada flota española. España solicitó un armisticio,
que culminó en el Tratado de París (diciembre 1898), por el que España cedía a EE.UU. Filipinas,
Cuba y Puerto Rico, produciéndose la pérdida definitiva del Imperio colonial español, lo que fue
conocido como el Desastre del 98.
● Consecuencias económicas, políticas e ideológicas del Desastre.

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Las guerras coloniales tuvieron un elevado coste humano (120.000 bajas, en su
mayoría por enfermedad) y económico para España por los gastos militares.
Pero tras el final de la guerra los efectos económicos no fueron especialmente
negativos. Si bien se produjo la pérdida de los mercados coloniales, la repatriación de
capitales españoles desde Cuba y la reducción de gastos militares favorecieron un ligero
desarrollo de la economía española.
Las consecuencias políticas e ideológicas fueron más importantes. Durante la
guerra de Cuba se había generado un ambiente patriótico en la opinión pública, alentada
por la prensa, que tenía una idea desmedida del poderío militar español y esperaba una
victoria fácil sobre los EE.UU. Pero la rápida derrota fue aceptada por el pueblo con
pasividad, ya que estaban hartos de la sangría humana y económica de las guerras. La
intensa conmoción se produjo entre políticos e intelectuales, que atribuyen la pasividad
(hablarán de una “España sin pulso”) a la profunda decadencia y atraso económico,
político y social de España.
Los jóvenes escritores de la época (Generación del 98: Baroja, Azorín, Unamuno...)
realizaron una despiadada crítica de la sociedad tradicional española: caciquismo,
clericalismo, atraso económico, etc... Otro grupo de intelectuales, los llamados
Regeneracionistas (Joaquín Costa) realizarán la misma crítica desde posiciones no
estrictamente literarias sino sociológicas o económicas. Los regeneracionistas además
propusieron soluciones para la “regeneración” de España, tales como la eliminación de la
corrupción política, la realización de obras públicas, el fomento de la agricultura, la
reforma educativa (“Despensa y escuela”). Sin embargo, los Regeneracionistas rechazaron
la intervención directa en la vida política y la formación de partidos. Esto hará que su
protesta resulte estéril y no se concrete en medidas políticas efectivas. De hecho, muchos
Regeneracionistas, especialmente Costa, manifestaron un rechazo hacia la democracia
liberal parlamentaria, proponiendo alternativas caudillistas o autoritarias (idea de la
necesidad de un “cirujano de hierro”). El pensamiento de Primo de Rivera, de Franco y, en
general, de buena parte del ejército está lleno de ideas regeneracionistas.

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