Módulo 1
Módulo 1
Módulo 1
Objetivos 1
Introducción 1
Manejo inicial del paciente intoxicado 2
• Intoxicación aguda 2
• Intoxicación subaguda 3
• Intoxicación crónica 3
• Manejo del paciente con intoxicación aguda 3
--Resucitación y estabilización 3
--Historia y examen físico 5
--Métodos de descontaminación 7
--Estudios complementarios 10
--Métodos de eliminación del tóxico 12
--Antídotos 14
Síndromes toxicológicos 15
• Síndrome opiáceo 16
• Síndrome sedativo-hipnótico 16
• Síndrome simpaticomimético 16
• Síndrome anticolinérgico 17
• Síndrome alucinógeno 17
• Síndrome colinérgico 17
Intoxicación por organofosforados/carbamatos 18
• Fisiopatología 19
• Manifestaciones clínicas 19
• Diagnóstico 21
• Tratamiento 22
--General 22
--Específico 22
Conclusiones 23
Bibliografía 25
INTRODUCCIÓN
Dada una exposición suficientemente prolongada, todas las sustancias tienen el potencial de ser venenosas. Las
exposiciones inadvertidas a sustancias que cumplen ciertos criterios específicos se consideran “no tóxicas” y solo
requieren que el paciente expuesto se someta a un pequeño período de observación antes de darlo de alta.
La intoxicación ocurre cuando la exposición a una sustancia afecta de forma adversa a la función de cualquier
sistema del organismo. El contexto de la exposición al tóxico puede ser ocupacional, ambiental, recreativo o
medicinal. La intoxicación puede producirse por varias vías de entrada, incluyendo la inhalación, la insuflación,
la ingestión, la exposición cutánea y de mucosas y la inyección. Históricamente, la mayoría de las intoxicaciones
ocurren cuando las sustancias son inhaladas o ingeridas.
Un veneno o toxina puede afectar a la actividad normal del organismo en una variedad de formas. Puede inhibir o
alterar la función celular, provocar anomalías en la función de un órgano o modificar el paso de sustancias hacia
adentro o hacia afuera del organismo o en el transporte en su interior. La toxina puede impedir al organismo obtener
o utilizar sustratos esenciales del medio ambiente.
En 2008 se reportaron casi 2,5 millones de intoxicaciones a los centros de control de intoxicaciones en Estados
Unidos, con 1.315 muertes relacionadas con una toxina o droga, de las cuales el 58% correspondieron a niños
< 12 años de edad.
Aunque muchas veces son referidos como “accidentes”, la mayor parte de estos incidentes son prevenibles. El
principio primario de la prevención de intoxicaciones es la educación: consejeros escolares, médicos de primer
nivel y médicos de urgencias pueden informar a las familias acerca de intoxicaciones, sustancias potencialmente
tóxicas y técnicas para proteger a los niños en su propio ambiente.
Los artículos no comestibles (potencialmente dañinos) nunca deben ser almacenados en áreas de alimentos y los
tóxicos nunca deben guardarse en contenedores vacíos de alimentos. Los médicos, los hospitales y las farmacias
deben trabajar juntos para reconocer la interacción potencial de los medicamentos, asegurar la identificación del
paciente y desarrollar procedimientos para verificar las instrucciones de dosificación adecuadas, los niveles de
advertencia y el empaquetado de productos con toxicidad potencial.
El abordaje de este tipo de pacientes requiere especial cuidado para lograr un diagnóstico y un tratamiento
adecuados que garanticen el éxito de la intervención médica y paramédica, con el más alto sentido de respeto y
responsabilidad durante el manejo de la atención.
Es importante recalcar que aun si no aparenta estar agudamente enfermo, todo paciente intoxicado debe ser tratado
como si tuviera una intoxicación que pudiera comprometer su vida.
Muchos de estos pacientes tienen intenciones suicidas. A su vez, cada caso puede estar relacionado con hechos
traumáticos y/o delictivos y generar implicaciones de carácter médico-legal. Es nuestro deber, por lo tanto, estar
preparados para el manejo del paciente intoxicado y, de esta forma, brindarle el mejor servicio y garantizar una
óptima atención.
Intoxicación aguda
Una intoxicación aguda se caracteriza porque las manifestaciones clínicas aparecen generalmente en las primeras
48 horas después del contacto con el tóxico. La dosis o cantidad del tóxico generalmente es grande, pero algunas
sustancias responsables, como el cianuro, pueden dar lugar a cuadros agudos graves con pequeñas dosis. A su
vez, se pueden presentar complicaciones de diversa índole.
Las vías de penetración al organismo más frecuentes son la oral y la inhalatoria, con menos frecuencia la dérmica.
Usualmente se trata de intoxicaciones de tipo accidental o por intentos de suicidio u homicidio.
Intoxicación subaguda
Se considera intoxicación subaguda aquella cuyas manifestaciones clínicas se presentan dentro de un período de
30 a 120 días desde el contacto con la sustancia responsable, pero es difícil precisar en qué momento termina este
período y la intoxicación se convierte en crónica.
Intoxicación crónica
En la intoxicación crónica, las manifestaciones clínicas aparecen tardíamente, generalmente después de
3 a 6 meses e incluso después de años desde el contacto con la sustancia responsable. La dosis o cantidad del
tóxico es pequeña pero continuada y con efecto acumulativo. En un alto porcentaje de los casos los pacientes
presentan secuelas a largo plazo; la frecuencia de complicaciones es baja.
Las vías de penetración más frecuentes son la inhalatoria y la dérmica, y con menos frecuencia la oral. Generalmente
son intoxicaciones derivadas de la exposición a tóxicos ambientales o de tipo ocupacional, como ocurre, por ejemplo,
en exposición crónica a metales pesados e hidrocarburos, entre otros.
Resucitación y estabilización
El primer paso ante un paciente intoxicado es, en caso necesario, la reanimación. Brindar el soporte vital básico y
avanzado es prioritario, porque muchas veces el paciente llega con complicaciones de la intoxicación (convulsiones,
hipotensión, etc.) que requieren un manejo inmediato, pero siempre será más importante el manejo de la vía aérea,
la asistencia de la ventilación y el mantenimiento de la circulación, según las normas establecidas (ABCD).
→→ Respiración
Es preciso mantener permeable la vía aérea, observar los movimientos torácicos, escuchar la respiración y sentir
el flujo de aire.
El paciente intoxicado puede presentar respiraciones lentas y superficiales, las cuales pueden estar asociadas a
una depresión del estímulo respiratorio central, o puede presentarse con polipnea asociada a cianosis, que indica
insuficiencia respiratoria. Además, se debe examinar al paciente en busca de signos de broncoespasmo.
En estos pacientes se requiere monitorizar la saturación de oxígeno y solicitar gases arteriales. Hay que tener
en cuenta que en caso de intoxicación por monóxido de carbono y metahemoglobinizantes la oximetría puede
aparecer con resultados numéricos normales que no corresponden con la oxigenación tisular.
→→ Circulación
Se debe verificar si el paciente tiene pulso. En caso de que este se encuentre débil o esté ausente, se debe iniciar
una monitorización electrocardiográfica e identificar el ritmo y la frecuencia cardíaca, así como evaluar si presenta
algún tipo de alteración (fibrilación ventricular, taquicardia ventricular sin pulso, actividad eléctrica sin pulso o
asistolia) que requiera manejo específico de acuerdo con los algoritmos establecidos para cada una de estas
situaciones de la reanimación cardiopulmonar básica y avanzada.
Paralelamente, se debe determinar la presión arterial, obtener un acceso venoso y tomar una muestra de sangre
para un análisis de laboratorio clínico y toxicológico; así mismo, hay que iniciar la administración de líquidos
endovenosos. También se debe solicitar análisis de orina en caso de sospecha de tóxicos que tengan una vía de
eliminación renal.
En pacientes con miosis puntiforme, depresión respiratoria y depresión del sistema nervioso central (SNC) está
indicado el uso de naloxona. La dosis de naloxona es de 0,4mg por vía intravenosa o intramuscular inicialmente,
repitiendo cada 2 a 3 minutos, hasta un máximo de 10 mg.
En el paciente comatoso se debe descartar la posibilidad de hipotermia, no solamente por sospecha de exposición
a sustancias que la puedan producir, sino también por condiciones ambientales relacionadas con la situación del
paciente, como ropa húmeda o ausente y permanencia prolongada en ambientes fríos. Se deben utilizar medidas
locales como mantas térmicas y, en caso de ser necesario, administrar líquido endovenoso tibio.
Además, hay que tener presente que cualquier elevación de la temperatura por encima de 40 °C en un paciente
con sospecha de intoxicación es una complicación de pésimo pronóstico. Se debe tener especial cuidado con
el síndrome excitatorio delirante de la cocaína, el síndrome neuroléptico maligno, el síndrome serotoninérgico
y la hipertermia maligna. En todo paciente que se encuentre rígido e hipertérmico se debe solicitar el nivel de
creatinfosfocinasa (CPK) total y, si es posible, de CPK-MB y CPK-MM, por la posibilidad de rabdomiólisis. También
hay que solicitar la determinación de creatinina y mioglobina en orina, por el riesgo de insuficiencia renal aguda
secundaria a daño tubular renal agudo por mioglobinuria. En estos casos es importante mantener al paciente muy
bien hidratado.
→→ Anamnesis
Es muy importante proceder a un minucioso interrogatorio directo e indirecto, a familiares o testigos cuando el
paciente se encuentre inconsciente o no pueda colaborar, además de una meticulosa búsqueda del sitio donde fue
encontrado. El médico siempre debe hacerse las siguientes preguntas:
• ¿Qué? La identificación del tóxico siempre es importante para el diagnóstico y manejo.
• ¿Cuánto? Es muy importante determinar la posible cantidad de tóxico incorporada, pues determinará la pauta de
actuación según sea su peligrosidad. Por ejemplo, la dosis ingerida de algunos medicamentos puede no llegar a
ser la dosis tóxica, mientras que pequeñas dosis de otros –como metanol o paraquat– pueden ser muy tóxicas
e incluso letales.
• ¿Cómo? La vía de entrada puede ser oral, dérmica y/o respiratoria. Por ejemplo, los organofosforados y carbamatos
se absorben por todas las vías, mientras que, en cambio, los rodenticidas solo por vía oral. Esto será importante
para el manejo y las medidas de descontaminación que se utilicen.
También es interesante registrar los datos que puede aportar el personal que atendió inicialmente al paciente,
como familiares, bomberos, paramédicos o policías.
→→ Examen físico
El examen físico de los pacientes intoxicados sintomáticos puede proporcionar pistas invaluables para determinar
el agente involucrado. El estado mental, los signos vitales y el examen pupilar son los elementos más útiles y
permiten la clasificación del paciente en un estado de excitación fisiológica o depresión (Tabla 1).
• La excitación fisiológica, que se manifiesta por la estimulación del SNC y el aumento de la frecuencia cardíaca,
la presión sanguínea, la frecuencia y la profundidad respiratorias y la temperatura, suele ser causada por
agentes anticolinérgicos, simpaticomiméticos o alucinógenos centrales o por estados de abstinencia de
medicamentos o drogas (cocaína, metanfetamina, anfetaminas, fenciclidina [PCP], ácido lisérgico [LSD] y
otros alucinógenos).
• La depresión fisiológica, que se manifiesta por un estado mental deprimido y disminución de la presión
arterial, la frecuencia cardíaca, la frecuencia y la profundidad respiratorias y la temperatura, es más
comúnmente precipitada por el etanol, otros agentes sedantes-hipnóticos, opiáceos, agentes colinérgicos
(parasimpaticomiméticos), simpaticolíticos o alcoholes tóxicos (metanol o etilenglicol).
• Pueden producirse efectos fisiológicos mixtos en sobredosis de medicamentos múltiples o después de la
exposición a ciertos venenos metabólicos (p. ej., agentes hipoglucemiantes, salicilatos, cianuro), agentes de
membrana activa (p. ej., inhalantes volátiles, fármacos antiarrítmicos, anestésicos locales), metales pesados
(p. ej., hierro, arsénico, mercurio, plomo) o agentes con múltiples mecanismos de acción (p. ej., antidepresivos
tricíclicos).
Después de la evaluación diagnóstica inicial y la estabilización, se deben buscar otros hallazgos físicos para
definir mejor un síndrome tóxico particular (toxíndrome) y para reducir las posibles etiologías de la intoxicación.
El examen físico, en particular la evaluación del estado mental y los signos vitales, debe repetirse con frecuencia
(aproximadamente cada hora, dependiendo de la condición del paciente) para determinar el curso de la intoxicación
y la necesidad de una intervención adicional.
Métodos de descontaminación
Son las medidas utilizadas para disminuir la absorción del tóxico en caso de que sea gastrointestinal, dérmica
u ocular. No hay descontaminación respiratoria, y en los casos de tóxicos que ingresan por vía respiratoria se
indica apartar al paciente del ambiente contaminado y administrar oxígeno, de preferencia al 100% (contraindicado
en intoxicación por paraquat); si los gases son irritantes y provocan hiperreactividad bronquial, será necesario
administrar broncodilatadores.
→→ Descontaminación de superficies
Se realiza en los casos en que ha habido contacto o exposición al tóxico con diferentes superficies del cuerpo,
dentro de las que incluyen las siguientes:
--Piel
Se debe retirar la ropa que esté contaminada con el tóxico para evitar que se continúe absorbiendo a través de
la piel. Posteriormente, se realiza un baño corporal exhaustivo con agua y jabón (preferiblemente con pH neutro),
poniendo énfasis, especialmente, en las zonas más afectadas y en los pliegues cutáneos. Gran cantidad de sustancias
tóxicas pueden absorberse por la piel, en particular las sustancias liposolubles. Durante la realización del lavado se
debe tener cuidado de no exponerse al tóxico, utilizando guantes y gafas de protección.
Es necesario recordar que la creencia de “neutralizar” una sustancia ácida con una alcalina, o viceversa, es errada,
ya que esto genera una reacción exotérmica que puede producir lesiones en la superficie expuesta.
--Ojos
Se debe actuar rápidamente, ya que la córnea es muy sensible. El ojo afectado se tiene que lavar durante
15 a 20 minutos con abundante solución fisiológica, irrigando sin ejercer presión y utilizando 2.000-5.000 ml en cada
ojo, inspeccionando los fondos de saco. Siempre es necesaria la valoración del especialista oftalmólogo.
→→ Descontaminación gastrointestinal
Las medidas de descontaminación gastrointestinal están destinadas a disminuir la exposición a tóxicos y/o toxinas,
prevenir lesiones y reducir la absorción.
Estas medidas no están exentas de riesgos, y en algunos casos no ha sido probada su eficacia (pacientes que
han evolucionado más favorablemente que aquellos que no fueron descontaminados). Por ello, se debe evaluar la
ecuación riesgo/beneficio en cada paciente. Cuando están indicadas, la precocidad será decisiva para su eficacia,
aunque la premisa es no dañar al paciente.
--Vómito provocado
En general, no es recomendable la provocación del vómito en el paciente con una intoxicación aguda por vía oral
cuando se tenga disponibilidad de practicar un lavado gástrico. Actualmente no se recomienda el uso de jarabe de
ipecacuana, por el riesgo de broncoaspiración.
--Lavado gástrico
El lavado gástrico es útil cuando se han ingerido grandes cantidades y dentro de la primera hora de ingerido el
tóxico. Sin embargo, en algunas oportunidades es la única medida con que se cuenta, por lo que se podría realizar
dentro las primeras 4 a 6 horas en caso de no disponer de carbón activado. La técnica para realizar el lavado es:
• Posición sentada o decúbito lateral izquierdo.
• Insertar una sonda nasogástrica gruesa (14 o 16 en adultos), recordando que muchos compuestos no pasarán a
través de la luz de la sonda.
• Administración y aspiración secuencial de pequeñas cantidades de solución fisiológica o agua (200 a 300 ml
en adultos y 10 a 20 ml/kg en niños) por vez. Si se administran grandes cantidades de líquido se promueve el
pasaje del tóxico al intestino y, por lo tanto, la absorción será más rápida. El procedimiento se realiza hasta que
el líquido sea claro, lo que se consigue después de alrededor de 8-10 veces. Es importante guardar el contenido
gástrico, ya que algunos tóxicos pueden ser identificados.
Durante la colocación de la sonda nasogástrica puede presentarse bradicardia por estimulación vagal e hipoxemia.
La principal indicación del lavado gástrico es en el caso de la ingestión de fármacos que disminuyen la motilidad
gastrointestinal, retardan el vaciamiento gástrico, causan piloroespasmo o son de liberación sostenida. Por ejemplo,
agentes que:
• Disminuyen la motilidad gastrointestinal:
--Antidepresivos tricíclicos.
--Anticolinérgicos (p. ej., atropina, antihistamínicos).
--Opiáceos.
• Provocan piloroespasmo:
--Ácido acetilsalicílico (AAS) a grandes dosis
--Carbón activado
El carbón activado se emplea como elemento para limitar la absorción del tóxico y debe ser utilizado en cualquier
ingesta tóxica siempre y cuando la sustancia responsable tenga afinidad y sea adsorbida por este agente. El carbón
activado, de hecho, se usa como adsorbente, ya que el tóxico se adhiere a él. No es cualquier carbón, sino aquel
sometido a pirólisis del coco, madera, etc., que se activa por calentamiento a vapor, se lava y se seca. Es un polvo
fino con una gran superficie de adsorción, de modo que 1 g de carbón activado tiene una superficie de adsorción
de 1.200 m2.
Se debe administrar en dosis de 1 g/kg vía oral o por sonda orogástrica, diluido en 300 ml de agua, después de
realizar el último lavado gástrico. Se puede dar otra dosis adicional en caso de ingesta masiva del tóxico. En algunos
casos es útil la administración repetida (cada 6-8 horas) dada la circulación enterohepática o liberación lenta de
algunos compuestos como salicilatos, carbamazepina, antidepresivos tricíclicos, digitálicos, fenitoína y teofilina,
entre otros. No se debe usar en intoxicación por sustancias pobremente adsorbidas (Tabla 2).
--Catárticos o laxantes
Los catárticos o laxantes provocan una eliminación más rápida del tóxico y/o del complejo carbón activado-tóxico
del tracto intestinal; sin embargo, esto no ha demostrado disminuir la morbilidad. Actualmente están indicados para
contrarrestar el estreñimiento que provoca el carbón activado cuando es usado en dosis múltiples.
Existen de dos tipos: salinos y osmóticos. Entre los primeros se encuentra el hidróxido de magnesio (leche de
magnesia), que se usa en niños a razón de 15 a 30 ml, cada 4 horas hasta presentar deposiciones negras, y en los
adultos en dosis de 60 ml por vez. Entre los purgantes osmóticos se encuentra el sorbitol al 70% y el manitol al 20%;
ambos se administran a razón de 1 ml/kg de peso una sola vez.
→→ Irrigación intestinal
Este procedimiento consiste en administrar una solución isotónica de electrolitos no absorbibles. Se usa el
polietilenglicol, que es conocido por su uso para preparación de los pacientes que van a quirófano o a quienes
se les va a realizar una radiografía intestinal con contraste. Se administra a razón de 1.000 a 2.000 ml por hora
en adultos, hasta obtener un efluente rectal claro y líquido; en los niños se administra a razón de 100 a 200 ml por
hora. Estas soluciones mayormente se administran a los conocidos como body packer o “mulas”, personas que
transportan droga, principalmente cocaína, especialmente envuelta y alojada en el tracto gastrointestinal. Si los
paquetes de droga se rompen dentro del tracto gastrointestinal, lo más probable es que el paciente fallezca, por lo
que es importante evacuarlos lo más rápidamente posible.
Estudios complementarios
→→ Laboratorio
Los pacientes sintomáticos y aquellos con antecedentes poco confiables o desconocidos deben someterse, como
mínimo, a un análisis de orina y medición de electrolitos séricos, creatinina y glucosa.
En los pacientes más significativamente enfermos también deben realizarse mediciones de osmolalidad sérica,
cetonas, CPK, pruebas de función hepática, lipasa, calcio ionizado y magnesio. Se recomienda encarecidamente
realizar pruebas de embarazo de orina de rutina en todas las mujeres en edad fértil.
→→ Electrocardiograma
Las anomalías electrocardiográficas pueden proporcionar información diagnóstica y pronóstica, por lo que debe
realizarse un electrocardiograma (ECG) a todos los pacientes que presenten síntomas o hayan estado expuestos a
agentes potencialmente cardiotóxicos. Se debe prestar especial atención a la duración de los intervalos QRS y QT.
La prolongación del intervalo QRS inducida por toxinas, del tipo observado en la intoxicación por antidepresivos
tricíclicos, puede justificar una intervención inmediata.
Hallazgos tales como un QRS > 0,10 s, R en aVR y S en I y aVL orientan a intoxicación por algún bloqueador de
los canales de sodio, como pueden ser antidepresivos tricíclicos, fenotiazidas, antiarrítmicos de clase Ia y Ib,
propranolol, cocaína, propoxifeno, cloroquina y clorfenidramina.
→→ Estudios radiográficos
No se requieren estudios de imagen en todos los pacientes, pero pueden ser útiles en algunas situaciones:
• Ciertas toxinas radiopacas pueden visualizarse mediante radiografías simples y que se resumen por la
mnemotecnia "CHIPES", del inglés Chlorinated hydrocarbons, Heavy metals, Iodides, Psychotropics/potassium,
Enteric-coated tab, Solvents (Tabla 3).
• Los paquetes de medicamentos ingeridos de "mulas" se pueden ver en radiografías simples.
• La ecografía abdominal no parece ser un método confiable para detectar los medicamentos ingeridos.
• La radiografía de tórax puede sugerir edema pulmonar no cardiogénico y/o síndrome de dificultad respiratoria
aguda debido a la exposición a ciertos agentes tóxicos.
Las pruebas de inmunoensayo de "drogas de abuso" se pueden usar para detectar opiáceos, benzodiacepinas,
metabolitos de la cocaína, barbitúricos, antidepresivos tricíclicos, tetrahidrocannabinol y fenciclidina en la
orina. Estos ensayos no son costosos y proporcionan resultados rápidos, generalmente dentro de una hora. Las
evaluaciones positivas y negativas de los medicamentos no confirman ni refutan absolutamente los diagnósticos
de intoxicación y requieren una evaluación adicional. En algunos casos, una prueba positiva puede reflejar una
ingestión anterior que no tiene en cuenta la presentación del paciente.
Contrariamente de lo que se cree, no es necesario enviar al laboratorio la muestra y esperar que se busquen todos
los tóxicos, sino que se debe orientar la búsqueda según las manifestaciones clínicas. Las muestras a investigar
son: contenido gástrico, orina, sangre, saliva y cabello.
El laboratorio tiene un rol importante en las dudas diagnósticas, para confirmar el producto responsable, para
evaluar tratamientos según niveles cuantitativos (como en el caso del metanol), para aplicar la administración de
antídotos (p. ej., en la intoxicación por paracetamol, mercurio o plomo) o para iniciar una terapia de eliminación
activa (p. ej., para el metanol).
No se deben utilizar diuréticos cuando exista lesión renal previa o cuando el tóxico haya producido un daño renal
grave en el caso de sustancias nefrotóxicas. Se debe tener cuidado de generar gastos urinarios altos sin la adecuada
administración de líquidos adicionales, así como evitar administrar volúmenes altos de líquidos en pacientes con
alteración de la función cardiaca, ancianos o con trastornos electrolíticos.
→→ Alcalinizar/acidificar la orina
En el caso de sustancias tóxicas eliminables por vía renal que tengan pH ácido, como AAS, metanol y barbitúricos,
se deberá alcalinizar la orina con bicarbonato de sodio para facilitar que haya un mayor porcentaje de fracción
ionizada, la cual se elimina más fácilmente. Cuando se presenten tóxicos con pH alcalino, como la escopolamina,
se facilitará la eliminación acidificando la orina con vitamina C.
→→ Hemodiálisis
La diálisis es un procedimiento efectivo para remover sustancias tóxicas de la circulación. Este procedimiento
aumenta aproximadamente 10 veces la eliminación del tóxico circulante en relación con el uso de diuresis forzada;
además, permite corregir las anormalidades de líquidos y electrolitos. Se requiere que el tóxico tenga un peso
molecular menor de 500 daltons, sea soluble en agua y tenga baja unión a proteínas plasmáticas, así como que su
volumen de distribución sea menor de 1 l/kg. Existen algunos parámetros generales para recomendar diálisis:
• Poliintoxicaciones graves.
• Tóxico sin antídoto.
• Niveles sanguíneos de tóxico muy altos.
• Insuficiencia renal.
→→ Hemoperfusión
Este procedimiento es similar al de hemodiálisis, pero la sangre pasa directamente por una columna que contiene
un material adsorbente, como carbón activado. Este método tiene mejores resultados para la mayoría de tóxicos.
La administración de antídotos es apropiada cuando existe una intoxicación para la cual hay un antídoto, la gravedad
real o prevista de la intoxicación garantiza su uso, los beneficios esperados de la terapia superan el riesgo asociado
y no existen contraindicaciones. Los antídotos reducen drásticamente la morbilidad y la mortalidad en ciertas
intoxicaciones, pero no están disponibles para la mayoría de los agentes tóxicos y, por lo tanto, se utilizan en solo
una pequeña fracción de los casos (Tabla 4).
Los antídotos reducen o revierten los efectos del veneno por una variedad de medios. Pueden prevenir la absorción,
unirse y neutralizar los venenos directamente, antagonizar sus efectos en los órganos diana o inhibir la conversión
a metabolitos más tóxicos.
Se debe considerar la farmacocinética de la toxina y del antídoto. La toxicidad puede reaparecer si el antídoto
se elimina más rápidamente que la sustancia ingerida, particularmente si el antídoto actúa al antagonizar los
efectos en los órganos diana o al inhibir la conversión a metabolitos tóxicos. Como ejemplo, la naloxona revierte la
somnolencia inducida por opiáceos y la depresión respiratoria, pero los síntomas se repiten en aproximadamente
un tercio de los casos porque la vida media de eliminación de la naloxona es de 60 a 90 minutos.
Aunque se puede usar una respuesta a los antídotos administrados empíricamente para confirmar un diagnóstico
sospechoso, su uso indiscriminado puede potencialmente aumentar la morbilidad del paciente. Como ejemplo, la
administración rutinaria de flumazenilo a pacientes comatosos con sospecha de sobredosis de benzodiacepinas
puede precipitar convulsiones, especialmente si el paciente ha ingerido también un fármaco proconvulsivo; por lo
tanto, no se recomienda de forma rutinaria.
Tabla 4. Antídotos.
Existen síndromes característicos, también llamados toxíndromes, que al ser reconocidos ayudan a identificar
algunos posibles tóxicos (Tabla 5). No todas las intoxicaciones encajan en los toxíndromes; por ejemplo, la ingestión
de cáusticos, intoxicación por metales, etc. Es importante reconocer el síndrome colinérgico, que ocurre por
organofosforados y/o carbamatos, por su frecuencia. A continuación se mencionarán los siguientes síndromes:
• Síndrome opiáceo o narcótico.
• Síndrome sedativo-hipnótico.
• Síndrome simpaticomimético.
• Síndrome anticolinérgico.
• Síndrome alucinógeno.
• Síndrome colinérgico.
• Síndrome extrapiramidal.
• Síndrome serotoninérgico.
• Síndrome neuroléptico maligno.
→→ Etiología:
• Opiáceos.
• Es necesario tener especial cuidado en la utilización de antiinflamatorios no esteroideos (AINE) en combinación
con los opiáceos, ya que si bien son de alta utilidad para los dolores provocados por enfermedades crónicas, se
debe estar atento ante la ocurrencia de cuadros provocados por esta asociación.
Síndrome sedativo-hipnótico
Se manifiesta por la presencia de deterioro del estado de conciencia de intensidad variable (obnubilación, estupor,
coma), miosis (con respuesta lenta a la luz), hipotermia, compromiso respiratorio (bradipnea, paro respiratorio) y a
nivel cardiovascular (hipotensión, bradicardia, paro cardíaco).
→→ Etiología:
• Benzodiacepinas: en la actualidad constituyen la causa más frecuente. Debe tenerse en cuenta que la presencia
de compromiso grave del estado de conciencia y las manifestaciones cardiovasculares se presentan en pacientes
con antecedentes de patología cardiopulmonar.
• Barbitúricos.
• Anticonvulsivantes.
• Antipsicóticos.
• Alcoholes.
Síndrome simpaticomimético
Es causado por un aumento de la actividad simpática y se caracteriza clínicamente por la presencia de hipertensión
arterial, taquicardia, hipertermia, ansiedad, alucinaciones, convulsiones, diaforesis, midriasis y arritmias.
→→ Etiología:
• Drogas de abuso como cocaína, anfetaminas.
• Metilxantinas.
• Agonistas betaadrenérgicos (broncodilatadores).
→→ Etiología:
• Antihistamínicos.
• Atropina.
• Antidepresivos tricíclicos.
• Carbamazepina.
• Antipsicóticos típicos.
• Toxina botulínica.
Síndrome alucinógeno
Se caracteriza por la presencia de alucinaciones, psicosis, hipertermia, midriasis, sinestesias, distorsiones
perceptuales, despersonalización y sensación de desrealización.
→→ Etiología
• Drogas de abuso: marihuana, anfetaminas, cocaína, ketamina.
• Hongos alucinógenos (peyote, Amanita muscaria, entre otros).
• Floripondio.
Síndrome colinérgico
Se caracteriza clínicamente por la presencia de síntomas muscarínicos, nicotínicos y del SNC. Los síntomas
muscarínicos dependen del sistema orgánico afectado:
• Respiratorio: rinitis, disnea, broncorrea, dolor torácico, broncoconstricción, tos, edema pulmonar y cianosis.
• Digestivo: náuseas, vómitos, dolor abdominal, aumento de ruidos hidroaéreos, diarrea, incontinencia fecal y
pancreatitis.
• Cardiovascular: bradicardia, deterioro hemodinámico, fibrilación auricular, taquicardia ventricular, hipotensión.
• Otros síntomas: incontinencia urinaria, diaforesis, lagrimeo, miosis y visión borrosa.
→→ Etiología:
• Plaguicidas organofosforados y carbamatos.
• Pilocarpina.
• Hongos (Clitocybe, Inocybe).
El autoenvenenamiento por plaguicidas organofosforados es un problema clínico importante en las regiones rurales
del mundo en desarrollo y es responsable de la muerte de unas 200.000 personas cada año. El envenenamiento
involuntario mata a mucha menos gente, pero es un problema en lugares donde los pesticidas organofosforados
altamente tóxicos están disponibles.
El manejo médico es difícil, con una letalidad en general mayor del 15%. Hay algunos pesticidas organofosforados
que pueden resultar muy difíciles de tratar con las terapias actuales, de modo que las prohibiciones de estos podría
ser el único método para reducir sustancialmente la letalidad de la intoxicación.
Dentro de los plaguicidas inhibidores de la colinesterasa se encuentran los organofosforados y carbamatos, que
ocasionan el 80% de las intoxicaciones por pesticidas en el mundo.
→→ Organofosforados
Son sustancias clasificadas químicamente como ésteres, derivados del ácido fosfórico y el ácido fosfónico, que se
utilizan como plaguicidas para el control de insectos; son biodegradables, poco solubles en agua y muy liposolubles,
y su presentación más frecuente es en forma líquida. La intoxicación aguda ocurre después de exposición
dérmica, respiratoria u oral a estos plaguicidas. Ampliamente utilizados en países del tercer mundo, donde los más
potentes están más disponibles. Hay que recordar que estos productos comerciales pueden contener en algunas
presentaciones líquidas solventes derivados de hidrocarburos como kerosene, los cuales pueden por sí mismos
generar intoxicación.
Además, existen armas químicas que pertenecen al grupo de los organofosforados y son extremadamente tóxicas,
como, por ejemplo, el gas Sarín.
Los inhibidores de la colinesterasa se pueden absorber por todas las vías: oral (en intentos de suicidio principalmente
y accidentalmente en niños), inhalatoria (en trabajadores agrícolas, fumigadores) o dérmica (en trabajadores
agrícolas y niños). También pueden entrar por vía conjuntival, vaginal y rectal.
Fisiopatología
Los organofosforados y los carbamatos inhiben las enzimas esterasas, especialmente la acetilcolinesterasa en las
sinapsis neuronales y en las membranas de los glóbulos rojos, así como la butirilcolinesterasa en el plasma. Aunque
la inhibición aguda de la butirilcolinesterasa no parece causar un efecto clínico característico, la inhibición de la
acetilcolinesterasa da lugar a la acumulación de acetilcolina y sobreestimulación de los receptores de acetilcolina
en sinapsis del sistema nervioso autónomo, el SNC y uniones neuromusculares.
Los organofosforados actúan por fosforilización enzimática originando una unión muy estable que se considera
“irreversible”, mientras que los carbamatos actúan por carbamilación de la enzima y esa unión es más débil e
inestable, lo que la hace reversible. Ambos causan pérdida de la actividad de la enzima acetilcolinesterasa
necesaria en el organismo para la hidrólisis de la acetilcolina, permitiendo la acumulación de acetilcolina en la
hendidura sináptica y estimulando excesivamente el SNC, los receptores muscarínicos de las células efectoras
parasimpáticas y los receptores nicotínicos presentes en la placa neuromuscular y en los ganglios autonómicos, lo
cual se traduce clínicamente en un síndrome colinérgico.
Manifestaciones clínicas
Los signos y síntomas de este tipo de intoxicación pueden presentarse dentro de pocos minutos hasta 1 a 2 horas
posteriores a la exposición. Se presenta un deterioro progresivo, estableciéndose el cuadro de un síndrome
colinérgico agudo cuyas manifestaciones pueden ser de tres tipos: muscarínicas, nicotínicas o del SNC, según
los receptores colinérgicos correspondientes. Los síntomas nicotínicos tienden a ser los primeros en aparecer
(Tabla 6).
Diagnóstico
El diagnóstico de intoxicación por organofosforados y carbamatos es típicamente clínico, basado en la historia y el
examen físico. Se debe garantizar el diagnóstico a través de:
• Anamnesis, que incluirá exposición a estos plaguicidas.
• El cuadro clínico, cuyos signos y síntomas claves a tener en cuenta son: miosis, sialorrea, bradicardia, diaforesis,
piel fría, dificultad respiratoria y convulsiones.
• Medición de niveles de actividad de colinesterasa en plasma y glóbulos rojos.
• Determinación del tóxico en contenido gástrico o heces.
• Hallazgo de la sustancia o sus metabolismos en orina.
En el caso de los plaguicidas, se pueden realizar exámenes por varios métodos analíticos, tanto en sangre como en
orina.
Específico
→→ Atropina
La atropina es una amina terciaria, por lo que atraviesa la barrera hematoencefálica. Es el agente base para el
tratamiento y su mecanismo de acción se basa en el antagonismo competitivo con la acetilcolina principalmente en
los receptores muscarínicos. La atropina tiene poco efecto en los receptores nicotínicos, por lo que no antagoniza
el síndrome nicotínico.
Inicialmente se debe buscar “atropinizar” al paciente; los signos recomendados para vigilar la “atropinización”
son: disminución de secreciones y aumento de la frecuencia cardíaca. Es muy importante que el paciente reciba
oxigenación previamente, para que las fibras cardíacas puedan responder al efecto de la atropina. La miosis puede
persistir aun con el paciente bien atropinizado, así que no es un buen parámetro de control.
El paciente debe recibir inicialmente 1 a 2 mg de atropina, y la dosis se duplica cada 5 minutos hasta alcanzar
la atropinización del paciente (disminución de secreciones y aumento de la frecuencia cardíaca por encima de
80 latidos/minuto). Una vez que se logra el control, se debe iniciar una infusión de atropina de entre el 10% y el 20%
de la dosis total requerida para estabilizar al paciente por hora y hasta que cedan totalmente los síntomas.
Las distintas oximas se dosifican de forma diferente. La dosis sugerida de pralidoxima según la Organización
Mundial de la Salud es de 30 mg/kg en bolo y luego 8 mg/kg/h o 30 mg/kg cada 4 horas. En todas las situaciones, la
dosificación debe ser individualizada, dependiendo de la respuesta del paciente.
Con dosis terapéuticas, los efectos adversos son mínimos. Con niveles > 400 mg/ml se ha documentado visión
borrosa, elevación de la presión diastólica, diplopía, cefalea, náuseas, estupor, hiperventilación, hipotensión,
taquicardia, dolor muscular, mioclonías y agitación.
→→ Benzodiacepinas
Deben utilizarse lo antes posible para detener la actividad convulsiva. Una vez que se establece una vía intravenosa,
se puede iniciar una benzodiacepina fácilmente. Una dosis inicial razonable de diazepam es de 5 a 10 mg por vía
intravenosa, repitiendo cada 5 minutos hasta obtener el control de las convulsiones. Si no se establece una vía
intravenosa, el diazepam tiene una biodisponibilidad intramuscular errática; por lo tanto, se pueden considerar
otras opciones, como midazolam o lorazepam.
CONCLUSIONES
El mundo industrializado en que vivimos, su acelerado desarrollo y los avances tecnológicos nos enfrentan a nuevos
riesgos de los que resulta difícil sustraerse. En los últimos decenios se ha incrementado la disponibilidad y el uso
de sustancias químicas potencialmente tóxicas en la industria, el sector agrícola, en el farmacéutico y en nuestros
hogares.
La manipulación inadecuada, la falta de elementos de protección, el descuido al dejar sustancias tóxicas al alcance
de los niños, los hechos suicidas y delictivos, entre otras circunstancias, provocan emergencias toxicológicas
que llegan a diario a los servicios de urgencias de las entidades hospitalarias, observándose que los principales
agentes causantes de intoxicaciones son plaguicidas, medicamentos, sustancias cáusticas y corrosivas, derivados
de hidrocarburos, bebidas alcohólicas, venenos de animales y plantas venenosas.
Es importante tener en cuenta que la intoxicación por medicamentos puede producir una amplia gama de síntomas
y hallazgos clínicos. La presentación depende del agente ingerido, de si la ingesta es aguda o crónica, de los
medicamentos recetados de referencia que un paciente puede estar tomando y de si la ingestión involucra un solo
o varios fármacos. El tratamiento inicial se centra en la estabilización aguda. La historia clínica y el examen físico
son de gran importancia para reconocer que se ha producido una intoxicación. El manejo está dirigido a brindar
atención de apoyo, prevención de la absorción de venenos y/o tóxicos y, cuando corresponda, el uso de antídotos
y técnicas de eliminación para disminuir la absorción del tóxico.
Aardema H, Meertens J, Ligtenberg J, Peters-Polman OM, et al. Organophosphorus pesticide poisoning: cases and
developments. Neth J Med 2008;66(4):149-53.
Crapanzano G, Talamoni M, Greco V. Guía de diagnóstico y tratamiento en toxicología. Buenos Aires: Ed. Eudeba,
2012;2:1-328.
Eddlestona M, Buckleyb N, Eyerb P, Dawson A. Management of acute organophosphorus pesticide poisoning.
Lancet 2008;371(9612):597-607.
Erickson T, Thompson T, Lu J. The Approach to the Patient with an Unknown Overdose. Emerg Med Clin N Am
2007;25:249-81.
Estenssoro E. Terapia Intensiva SATI. Buenos Aires: Ed. Panamericana, 2015;5(1):1525-53.
Ferreirós Gago L. Síndromes toxicológicos. Rev Hosp Niños BAires 2013;55(248):1-10.
King A, Aaron C. Organophosphate and Carbamate Poisoning. Emerg Med Clin N Am 2015;33:133-51.
Rhyee SH. General approach to drug poisoning in adults. 2019. Disponible en: UpToDate. www.uptodate.com.
Tintinalli J. Emergency Medicine. Estados Unidos: Ed. Mac Graw Hill, 2011;7:1187-92, 1297-305.