Vivas Nos Queremos

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¡Vivas nos queremos!

Luchas de las mujeres


en las Altas Montañas
de Veracruz
Amanda Ramos García
Anabel Ojeda Gutiérrez

Dirección Editorial
¡Vivas nos queremos!
Luchas de las mujeres
en las Altas Montañas
de Veracruz
Amanda Ramos García
Anabel Ojeda Gutiérrez

Dirección Editorial
Universidad Veracruzana

Dr. Martín Aguilar Sánchez


Rector

Dr. Juan Ortiz Escamilla


Secretario Académico

Mtra. Lizbeth Margarita Viveros Cancino


Secretaria de Administración y Finanzas

Dra. Jaqueline del Carmen Jongitud Zamora


Secretaria de Desarrollo Institucional

Lic. Agustín del Moral Tejeda


Director Editorial

Dra. Yolanda Francisca González Molohua


Directora General del Área Académica de Humanidades
¡Vivas nos queremos! Luchas de las mujeres
en las Altas Montañas de Veracruz
Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez

ISBN: 978-607-8923-03-8

Primera edición, 2023


Coordinación editorial: César González
Corrección de estilo: Raquel Torres Meléndes
Diseño de portada e interiores: Héctor Opochma

D.R. © 2023, Biblioteca Digital de Humanidades


Área Académica de Humanidades
Edif. A de Rectoría Lomas del Estadio s/n
Col. Centro, Zona Universitaria Xalapa, Veracruz, CP 91000
bdh@uv.mx
Tel. (228) 8 42 17 00, ext. 11174

D. R. © Universidad Veracruzana
Dirección Editorial
Nogueira núm. 7,Centro, CP 91000
Xalapa, Veracruz, México
Tels. 228 818 59 80; 228 818 13 88
direccioneditorial@uv.mx
https://www.uv.mx/editorial
¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez

Índice
Prólogo 6

Introducción 9

Lugar de enunciación: las voces de las mujeres 13

Antecedentes 20

5 Coyuntura actual: la lucha feminista cimbra México 29 5

Los colectivos pioneros en la región de las Altas Montañas 38

Iniciativas jóvenes: las nuevas colectivas 49

Las resistencias de las mujeres en las Altas Montañas 57

Reflexiones finales: si tocan a una, nos tocan a todas 68

Fuentes bibliohemerográficas 71
¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez

Prólogo

Este libro recoge la experiencia de algunas mujeres frente a las luchas por su
reconocimiento como sujetas de derechos, en la región de las Altas Montañas,
en Veracruz, México. Su objetivo es visibilizar y compartir el rodaje de estas
luchas, relacionadas íntimamente con luchas anteriores que simbolizan una
fuente de inspiración para que hoy el movimiento tenga un rostro diversificado
y pluricultural. Podría decir con certeza que las mujeres han despertado, con
fuerza y valentía.
Considero que este escrito de Amanda Ramos y Anabel Ojeda tiene im-
presa su propia presentación, pues quien lo lea indudablemente se identificará
con el tema. Las autoras se mueven con soltura para brindar información cla-
ra, y utilizan un esquema narrativo que nos permite comprender la historia de
las luchas por los derechos de las mujeres en las Altas Montañas.
El contexto es complejo y contrastante. La región está conformada por
grupos culturales diversos, pueblos originarios, personas en tránsito y mes-
tizos. A la fecha, existe una brecha construida por relaciones de desigualdad
económica, política, social y cultural, sostenida sobre un sistema patriarcal,
conservador, dominante y clasista. Estas circunstancias recaen con fuerza en
las sujetas más vulnerables: las mujeres y las infancias. Lo anterior les impone
6 cargas que las condenan a vivir dominadas y cumplir con roles socialmente 6
asignados y enfocados, la mayoría, en el cuidado de la familia, con lo que se
ven orilladas a renunciar a cualquier otro proyecto de vida. Sin embargo, a pe-
sar de las adversidades, la lucha por los derechos humanos poco a poco se ha
colado y ha tomado mayor fuerza en la región en los últimos dos años.
Actualmente, más mujeres conocen sus derechos, los defienden y los in-
vocan. Sin duda, se está gestando una nueva historia. Hay muchas luchadoras
involucradas en este andar, entre las que se encuentran Amanda y Anabel, ami-
gas, compañeras y académicas feministas a quienes admiro. Soy testiga de que,
desde su lugar, han develado injusticias y abierto un camino en el que han unido
su voz con otras voces, en un empeño común para prevenir la violencia de géne-
ro en las aulas, la calle, la casa y la vida cotidiana de la comunidad.
Al conocer a Amanda y Anabel, puedo imaginar que sus vivencias sir-
vieron de inspiración para mostrar cómo viven las mujeres en las Altas Monta-
ñas. Con indignación, enojo, impotencia y rabia contenida ante las injusticias
de casos que han escuchado, acompañado y canalizado. También son tes-
tigas del momento actual, que trae un motivo de esperanza compartida con
otras y otros.
En mi opinión, este texto destaca el locus, es decir, la presencia de las
mujeres en espacios simbólicos, lo que hace notar el empoderamiento de di-
versas generaciones que han construido una sola voz para reclamar justicia y
sensibilizar a la sociedad ante la violencia de género.
Otra de sus aportaciones consiste en retomar antecedentes históricos
de mujeres de la región quienes se atrevieron a dar su palabra y escribir ideas

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez

liberales para la época y motivaron a otras mujeres para exigir mejores condi-
ciones laborales en la zona urbana, ya que en ese tiempo era inconcebible que
los trabajadores exigieran sus derechos, mucho menos las mujeres. Este es-
crito nos invita a pensar que la lucha inició y despegó con mujeres vulnerables,
a través de una breve reseña sobre las luchas feministas en México, en la que
destaca que entre 2015 y 2018 el movimiento cobró mayor fuerza.
Las autoras recogen y comparten experiencias diversas. Refieren los
colectivos que abrieron camino en la región para atender la violencia de gé-
nero, como el Colectivo Feminista Cihuatlahtolli y el Kalli Luz Marina A.C. Am-
bos tienen como proyecto político acompañar a las mujeres en un contexto
patriarcal que se niega a reconocer su aporte en la familia y la comunidad.
El patriarcado se vive como un poder que domina los cuerpos y espíritus de
las mujeres, restándoles vida y salud. Por ello, los colectivos trabajan con las
mujeres en distintas dimensiones, hasta alcanzar una vida digna para ellas y
sus hijos e hijas.
Así también, este texto da cuenta de una experiencia de vida: el andar de
las autoras que las llevó a romper con el miedo e involucrarse en procesos de
liberación, desde la vida. Su intención es acercarse a las víctimas de violencia
de género, a fin de mostrar a los lectores cómo viven en la región de las Altas
Montañas. Invitan a tomar conciencia y valorar el proceso que se gesta en su
constitución como sujetas de derechos. Recuperan el enfoque feminista como
una vía para interpelar y complejizar el tema, y resaltar la posibilidad de que la
7 sociedad se sume a estos procesos de lucha. 7
Este escrito muestra con claridad el fruto de un gran número de muje-
res, con diferentes edades y experiencias, que ha posibilitado caminos para la
justicia, para atravesar el miedo y tomar decisiones firmes ante la violencia que
viven. Su contenido es una aportación a la investigación. Da pie a añadir nuevos
artículos que enfaticen el empoderamiento de las mujeres y el desarrollo de ha-
bilidades para enfrentar la violencia de género. Anima también a profundizar en
el papel de las mujeres como guardianas de la vida, parteras de la cultura, cui-
dadoras de la tierra, sembradoras de resistencia y esperanza: tareas que contri-
buyen e influyen en los cambios comunitarios, sociales y económicos.
Hay una fuerza que se “mueve” cuando una mujer rompe el miedo y
toma sus propias decisiones. Por lo tanto, este libro puede ser aprovechado
por estudiantes, personas dedicadas a la investigación y colectivos, para sis-
tematizar su propio recorrido en la lucha por los derechos de las mujeres en la
región, recoger sus historias y contribuciones a favor de una cultura de dere-
chos humanos, fortalecer su identidad y resignificar el sentido de su proyecto
político. Asimismo, sería pertinente difundirlo en otras lenguas, como las va-
riantes de náhuatl que se hablan en esta región; así como organizar círculos de
lectura en los municipios, y que la Universidad Veracruzana Intercultural sea la
sede donde se convoque a más mujeres para que lo conozcan.
También debería ser leído por toda la población, ya que contiene infor-
mación valiosa que analiza la situación de los derechos de las mujeres. Se tra-
ta de una invitación para profundizar sobre el tema, posicionarlo en la socie-
dad, debatir sobre los procesos que se han gestado y lo que queda por hacer.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez

Visibilizar la experiencia de estas luchas –forjadas con empeño y cora-


zón y que posicionan en el centro la vida de las mujeres y las niñas– muestra
que aún hay mucho por andar, conocer, debatir y reconstruir en la zona de las
Altas Montañas, para posteriormente resignificar una lucha común que garan-
tice todos los derechos para todas las mujeres.

Alicia Aguilar Martínez


Promotora de derechos humanos de las mujeres
e integrante de Kalli Luz Marina

8 8

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez

Introducción

Nos tachan de locas, nos tachan de histéricas, ¿pa’


qué tanta marcha?, ¿pa’ qué tanta revuelta?
Pero ellos no sienten por dentro la hoguera, el mie-
do, la culpa, la rabia, las penas, el insomnio, el dolor
de cabeza, el ¿y si ya no regreso?
Ellos no sienten lo que es traer la culpa encima, el
ya no poder salir con nadie, el no poder salir ni a la
esquina sin que te tiemblen los miedos.
Ellos no sienten lo que yo siento, ellos piensan que
es fácil, que se supera con el tiempo, ellos piensan
9 9
que abortamos por gusto, que el que te desgarren
por dentro es diversión al momento.

Ellos piensan que una violación se tiene que atender


con la justicia y estoy de acuerdo, pero ellos no
saben lo que es el puto proceso: “¿Cómo iba vesti-
da? ¿Los conocía de hace tiempo? ¿Por qué no se
defendió? ¿Por qué no vino en el momento?”.

Pero ellos no saben que en el momento de ponerte


la ropa y salir corriendo, sientes que el alma se te
sale del pecho y en ese momento se hace más viva
la llama, se queda viva la llaga.

Y salimos a las calles, con los labios carmesí y de


capucha en la cara, de aquí y hasta que haga falta,
porque no queremos que ¡ni una más, ni una más!
¡Ni una asesinada más!

Saltamontes

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez

Saltamontes presentó su poema el 8 de diciembre de 2019 en el centro de la


ciudad de Orizaba, tras el performance “Un violador en tu camino”, de la co-
lectiva Las Tesis, de Chile. La intervención de Saltamontes, cargada de fuer-
za, fue abrazada y respaldada por las participantes.1 Nosotras reconocemos
y admiramos su valentía. En esta actividad de denuncia pública estuvieron
involucradas aproximadamente cien mujeres de diversas edades, sectores
y localidades. Con pancartas y consignas, también marchamos por una de
las principales avenidas de la ciudad. Se trató de una movilización inédita
en una región con sociedades tradicionalistas, religiosas y conservadoras.
Consideramos que la manifestación condensó exigencias en las cuales, des-
de tiempo atrás, han enfocado sus esfuerzos mujeres, grupos, colectivos y
asociaciones.
En este texto nos proponemos dar cuenta de algunas de estas experien-
cias, a fin de mostrar cómo vivimos el proceso de lucha por el reconocimiento
de las mujeres como sujetas de derecho en la región de las Altas Montañas ve-
racruzanas. Para ello, recuperamos enfoques feministas que invitan a mirar la
diversidad, complejidad y riqueza de los aportes de las mujeres a la sociedad,
mismos que también se reflejan en la composición de este territorio.
Altas Montañas es una región administrativa del estado de Veracruz,
en México, donde se ubican dos zonas metropolitanas, Orizaba y Córdoba. Al-
gunas de las principales actividades monetarias se centran en “la industria,
agroindustria, el sector de comercio, servicios y turismo. Dichas actividades
10 coexisten, tensamente, con las economías locales de producción de milpa y 10
cría de guajolotes, pollos, cerdos y vacas, principalmente para autoconsumo”.2
Asimismo, existe una importante migración a Estados Unidos, a ciuda-
des como México, Monterrey y Guadalajara, y hacia

regiones agroindustriales en el norte del territorio nacional. Hay pre-


sencia de pueblos nahuas, afrodescendientes y mestizos. Es también
zona de paso para migrantes centroamericanos en tránsito hacia
EUA. Es un territorio de contrastes, con una historia colonial arraiga-
da en las relaciones sociales e interculturales, donde encontramos
extremos (Red, 2013; Ramos, 2018). Por un lado, existen localidades
con altos índices de marginación, generalmente en territorios rurales;
por otro, localidades con altos índices de desarrollo, en su mayoría en
zonas urbanas.3

1. Visualización de la intervención de Saltamontes: https://www.facebook.com/ElRotativoMX/vi-


deos/994008044283169/.
2. La milpa es un sistema de policultivo practicado por varios pueblos originarios y campesinos en
México, que combina la siembra, cultivo y cosecha de maíz, frijol, calabaza, entre otros productos
de alimentación básicos (Amanda Ramos, “Interculturalidad y feminismos en la Universidad Vera-
cruzana Intercultural para contrarrestar discriminaciones y violencias de género”, en Revista Praxis
Educativa, núm. 2, mayo-agosto 2022, p. 4).
3. Id.

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Región de las Altas Montañas

Mapa 1. Ubicación de la región Altas Montañas de Veracruz (imagen satelital de México).


Elaboración propia mediante Google Maps, 2022.

11 11

Mapa 2. Grado de marginación de los municipios de la región Altas Montañas. Tomado


de Consejo Nacional de Población, Secretaría de Gobernación, 2005.

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Foto 1. Performance “Un violador en tu camino”. Tomada de El Mundo de Orizaba,


diciembre 2019.

Dividimos el contenido de este libro en siete secciones. La primera, de-


dicada a exponer nuestro posicionamiento, el locus de enunciación o, en otras
palabras, el lugar desde el que escribimos estas ideas como mujeres acadé-
micas y activistas. También explicamos brevemente cómo nos acercamos al
12 conocimiento del movimiento de mujeres en la región, con la intención de abo- 12
nar a la creación de conocimientos activistas a partir de la propuesta de la
antropología dialógica feminista.
Enseguida, hacemos una revisión histórica de experiencias de mujeres
luchadoras en Veracruz y en la región de las Altas Montañas: Salomé Carran-
za, Violeta Migueli González, Eufrosina Moya Magdaleno y el caso de las cos-
tureras anarcosindicalistas de Orizaba. En el tercer apartado, presentamos un
panorama sobre la situación actual del movimiento feminista en México, mar-
cado por el hartazgo y las movilizaciones masivas.
Posteriormente, nos enfocamos en un recuento de los colectivos pione-
ros en las Altas Montañas, así como en una exposición de las nuevas colecti-
vas. Por último, abordamos algunos aspectos que, desde nuestra perspectiva,
caracterizan la resistencia de las mujeres en las Altas Montañas, y planteamos
nuestras reflexiones finales.

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Lugar de enunciación: las voces de las mujeres


13 13

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C1

Una de las cuestiones que la metodología feminista pone sobre la mesa refiere
el análisis de las formas de transmisión y divulgación históricamente consi-
deradas válidas o académicamente rigurosas en las ciencias sociales. Estas
han invisibilizado el lugar desde el cual las mujeres hablamos y las vías que
utilizamos para comunicarnos. Se ha privilegiado lo “racional”, presentado en
contraposición con lo “emocional”.
Las académicas feministas proponemos valorarlo de manera distinta.
En ese sentido, Andrea Gigena plantea que “se necesitan nuevos lenguajes de
comunicación para nuestras observaciones y reflexiones, desde un artículo
académico hasta una intervención artística o un relato ‘ficcional’ que entreteja
ese cúmulo de experiencias [...]. Esto requiere, sobre todo, que en el propio
campo académico las feministas legitimen esos nuevos modos de escritura
y expresión”.1
En este texto, priorizamos el locus de enunciación de las mujeres parti-
cipantes y de las propias autoras. El locus de enunciación representa el lugar
simbólico desde el que una persona se posiciona epistemológica, política e
incluso ideológicamente. Llegamos allí como fruto de nuestras experiencias
e historia.
La ubicación tradicional de las mujeres en los ámbitos privado y domés-
tico, sumada al mandato patriarcal que obliga a que la violencia contra las mu-
jeres y la violencia feminicida permanezcan en ese ámbito (el ámbito personal,
escindido de la realidad social y estructural), ha obstaculizado la posibilidad
14 de organización y acción social. De acuerdo con Gerda Lerner, el patriarcado 14
es “la manifestación e institucionalización del dominio masculino sobre las
mujeres y niños y niñas de la familia, y la ampliación de ese dominio sobre las
mujeres en la sociedad en general”2 y, agregamos, sobre la vida en su conjun-
to. Cabe subrayar, como apunta Rita Segato, que “el feminismo no puede y no
debe construir a los hombres como sus enemigos ‘naturales’. El enemigo es el
orden patriarcal, que a veces está encarnado por mujeres”.3
Según Julieta Kirkwood, “el problema de la atemporalidad es evidente:
los problemas de las mujeres parecen estar ubicados fuera del tiempo, fuera
de la historia, fuera del acontecer y la contingencia política”.4 Sin duda, el mo-
vimiento feminista y las luchas de las mujeres en México y en América Latina
han irrumpido en la esfera pública al tomar y reclamar espacios, especialmen-
te en los últimos años.
Un espacio fundamental, que también se está reclamando, es emocio-
nal y el propio cuerpo. Lo público y lo privado son resignificados para catalizar
cambios sociales potenciados desde los cambios personales que acompa-

1. Andrea Ivanna Gigena, “El tiempo de las mujeres. Aproximaciones a la idea de locus de enuncia-
ción feminista a partir de experiencias de trabajo con mujeres-indígenas”, en Descentrada, núm. 2,
septiembre 2018, pp. 5-6.
2. Gerda Lerner, La Creación del Patriarcado. Madrid, Editorial Crítica, 1985, p. 340.
3. Rita Laura Segato, “El problema de la violencia sexual es político, no moral. Entrevista a la antro-
póloga Rita Segato, una estudiosa de la violencia machista”, por Mariana Carbajal, en Página 12, 16
de diciembre de 2018.
4. Julieta Kirkwood, Ser política en Chile. Las feministas y los partidos. Santiago de Chile, Flacso,
1986, p. 179.

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ñamos en colectivo. Reclamar mi cuerpo, mi voz y mi palabra me da la fuerza


para reclamar la calle, la noche y la sexualidad.
En la región de las Altas Montañas sucede que un grupo cada vez más
nutrido de mujeres (muy jóvenes en su mayoría) está abandonando el lugar
de subordinación donde se nos ha colocado milenariamente. Somos voces
subordinadas frente a las masculinas, en una realidad que innegablemente
nos violenta y nos descalifica, pero juntas vamos recuperando y rehaciendo
esa voz, a partir de los caminos de nuestras antecesoras y también abriendo
nuevas vías. Esto ha generado que encarnemos una presencia disruptiva en
nuestras comunidades, familias, relaciones y con nosotras mismas. De este
locus de enunciación parte el presente trabajo: un lugar de resistencia que
emana del fortalecimiento emocional y personal a través del trabajo colectivo.
Sí, porque lo personal es político.
Quienes escribimos estas líneas somos mujeres, madres, académicas
y activistas. Para Amanda Ramos, siguiendo a Adriana Guzmán –feminista
comunitaria antipatriarcal–, asumirse como feminista implica la responsabi-
lidad de tratar, en todo momento y espacio, de “enfrentar el patriarcado de las
calles, los gobiernos y las casas”,5 así como el de las escuelas y universidades.
“El feminismo no se estudia, se hace”,6 ya que tanto la reflexión como la cons-
trucción conjunta de conocimientos es una estrategia importante de emanci-
pación. Asimismo, encuentra preciso reconocer este movimiento como una de
las diversas luchas de las mujeres por la transformación social.7 Anabel Ojeda
15 se acerca a los feminismos, en primera instancia, a través de inquietudes de 15
investigación, a partir de las cuales comenzó a realizar activismo feminista
articulado con una especie de “activismo académico”.8
Desde estos ámbitos con enfoque feminista, hemos coincidido con mu-
jeres estudiantes, trabajadoras, indígenas y no indígenas, con más y menos
experiencia de vida, algunas mamás y otras no, quienes tienen mejores con-
diciones de vida y también quienes enfrentan situaciones más complejas. A
partir de encuentros y desencuentros con ellas nos esforzamos por reconocer
la manera como esta diversidad configura lugares de privilegio y lugares de
opresión entre mujeres, y cómo nosotras mismas tejemos relaciones donde,
contradictoriamente, confrontamos a la vez que reproducimos el sistema pa-
triarcal, capitalista, colonial.
Por ello, intentamos partir de la escucha, la autocrítica, el cuestionamien-
to constante y el caminar preguntando académico.9 Así, dispuestas a reconocer
5. Adriana Guzmán, Descolonizar la Memoria, Descolonizar los Feminismos. Bolivia, Tarpuna Muya
2019, p. 1.
6. Ibid
7. Yásnaya Elena Aguilar, “Mujeres indígenas, fiesta y participación política”, en Revista de la Univer-
sidad de México, núm. 854, noviembre 2019, pp. 33-39; y “Entrevista con Aura Cumes: la dualidad
complementaria y el Popol Vuj. Patriarcado, capitalismo y despojo”, en Revista de la Universidad de
México, núm. 871, abril de 2021, pp. 18-25.
8. Valeria Fernández Hasan, “Activismo y academia: la conversación feminista”, en Estudios de Filo-
sofía Práctica e Historia de las Ideas, núm. 1, 2020, pp. 1-13.
9. Hanna Laako, “En las fronteras del zapatismo con la academia: lugares de sombra, zonas incómo-
das y conquistas inocentes”, en Prácticas otras de conocimiento(s). Entre crisis, entre guerras, tomo
ii, en colaboración con Xóchitl Leyva Solano et al. San Cristóbal de Las Casas / Lima / Copenhague

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errores, procuramos hacer de la academia una oportunidad de trabajo militante


a favor de las mujeres y la vida. En ese sentido, este libro es también parte de
nuestro activismo y nuestro deseo de aportar a la generación de conocimiento
activista. Según María Isabel Casas, Michal Osterweild y Dana E. Powell:

Además de introducir una nueva metodología y ética, comprender los


movimientos como productores de conocimiento también implica
que un objetivo principal del estudio de los movimientos sociales sea
la documentación del compromiso con los conocimientos activistas.
Éstos son, a su vez, importantes y potencialmente útiles para la so-
ciedad en general. Los conocimientos activistas se plantean a través
de formas diversas de prácticas de conocimiento. Incluyen, por un
lado, análisis, conceptos, teorías, imaginarios –incluyendo las cate-
gorías mismas de identificación colectiva y análisis político a partir
de las cuales actúan– y, por otro lado, artefactos metodológicos y
herramientas de investigación. Además, también comprenden prác-
ticas asociadas, de una forma menos obvia, con el conocimiento,
incluyendo la generación de subjetividades/identidades, discursos,
sentido común y proyectos de autonomía y de vida.10

De esa manera, nos interesa ahondar en las preocupaciones, intereses,


estrategias, experiencias y demandas de algunas mujeres en nuestra región.
16 Subrayamos algunas mujeres, pues las mujeres que nos identificamos como 16
feministas o activistas no representamos a otras mujeres ni pretendemos ha-
cerlo. También buscamos cuestionar el feminismo hegemónico11 “que siem-
pre ha hecho circular una versión universal de la mujer como oprimida por el
hombre”.12 En ese sentido, procuramos reflejar los caminos diversos, contra-
dictorios y complejos que recorren las mujeres como agentes protagonistas
de la historia.
Seguimos la propuesta metodológica de la antropología dialógica femi-
nista13 que

/ La Habana / Coimbra /Guadalajara, Cooperativa Editorial Retos / Programa Democracia y Trans-


formación Global / Grupo Internacional de Trabajo sobre Asuntos Indígenas / Talleres Paradigmas
Emancipatorios-Galfisa / Proyecto Alice / Taller Editorial La Casa del Mago, 2015, pp. 223-246.
10. María Isabel Casas, Michal Osterweil y Dana E. Powell, “Fronteras borrosas: reconocer las prácti-
cas de conocimiento en el estudio de los movimientos sociales”, en Op. cit., p. 178.
11. María Lugones, “Colonialidad y género”, en Tabula Rasa, núm. 9, julio-diciembre 2008, pp. 73-
101; y “Hacia metodologías de la decolonialidad”, en Prácticas otras de conocimiento(s). Entre crisis,
entre guerras, tomo iii, en colaboración con Xóchitl Leyva Solano et al. San Cristóbal de Las Casas
/ Lima / Copenhague / La Habana / Coimbra /Guadalajara, Cooperativa Editorial Retos / Programa
Democracia y Transformación Global / Grupo Internacional de Trabajo sobre Asuntos Indígenas /
Talleres Paradigmas Emancipatorios-Galfisa / Proyecto Alice / Taller Editorial La Casa del Mago,
2015, pp. 75-92; y Mariana Mora Bayo, “Debemos crear otros conceptos que generen un despla-
zamiento profundo de lo que ahora describimos como feminismo hegemónico”, en Feminismos a
la contra. Entre-vistas al Sur Global, de Luis Martínez Andrade. Santander, La Vorágine, 2019, pp.
135-151.
12. María Lugones, “Hacia metodologías de la decolonialidad”, en Prácticas otras de conocimien-
to(s). Entre crisis, entre guerras, p. 76.
13. Aída Hernández, “Hacia una antropología socialmente comprometida desde una perspectiva

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C1

a diferencia de la investigación coparticipativa, no se plantea trans-


formar la realidad con base en un método o teoría considerada infa-
lible, sino reflexionar y deconstruir junto con las actoras sociales con
quienes trabajamos problemáticas de una realidad social comparti-
da. A partir de estos diálogos, se pretende elaborar de manera con-
junta una agenda de investigación que haga nuestro conocimiento
relevante para los movimientos o actores sociales con quienes co-
laboramos.14

Este escrito deviene de procesos de organización de mujeres en los que


tenemos la oportunidad de colaborar. De tal suerte, recupera aprendizajes co-
lectivos y personales de diversos grupos feministas con los cuales hemos te-
jido alianzas sostenidas en la confianza, el respeto y la reciprocidad. Echamos
mano de nuestras vivencias personales y de las publicaciones de otras cole-
gas y pretendemos que el texto resulte relevante para las actoras, las mujeres
y sus luchas, en el territorio del que somos parte.
En “Hacia una antropología socialmente comprometida desde una pers-
pectiva dialógica y feminista”, Aída Hernández nos recuerda que, tanto des-
de la “academia positivista” como desde “los activismos antiacademicistas”,
están presentes la descalificación y la desconfianza hacia quienes intenta-
mos articular nuestro quehacer académico con el activismo. Siguiendo sus
reflexiones, nos parece que la ausencia de compromiso político académico
17 no significa neutralidad; en cambio, implica que se está comprometido o con- 17
forme con la situación actual, de manera consciente o no. Ante la creciente
violencia, desigualdad y discriminación de género, coincidimos con Aída en
la urgencia de “confrontar las perspectivas que reivindican la neutralidad de
las ciencias sociales y asumir un papel más activo frente a los discursos que
justifican la violencia y la militarización en nombre de la democracia y la lucha
contra el narcotráfico”.15
En ese sentido, enlazar la labor académica con la activista no significa
renunciar a un trabajo riguroso. Investigar “en diálogo con los actores sociales
con quienes trabajamos más que desvirtuar el conocimiento antropológico lo
potencia y permite trascender el limitado mundo de la academia”.16 Para ello,
es preciso reconocer que quienes hacemos investigación presentamos pers-
pectivas parciales, “conocimientos situados” como lo propuso Dona Haraway,
con limitaciones. De ahí la importancia de acercarnos a un “nuevo sentido del
concepto de objetividad a partir del reconocimiento del contexto histórico y
político desde donde construimos nuestro conocimiento”.17 En este orden de

dialógica y feminista”, en Prácticas otras de conocimiento(s). Entre crisis, entre guerras, tomo ii, en
colaboración con Xóchitl Leyva Solano et al. San Cristóbal de Las Casas / Lima / Copenhague / La
Habana / Coimbra /Guadalajara, Cooperativa Editorial Retos / Programa Democracia y Transforma-
ción Global / Grupo Internacional de Trabajo sobre Asuntos Indígenas / Talleres Paradigmas Eman-
cipatorios-Galfisa / Proyecto Alice / Taller Editorial La Casa del Mago, 2015, pp. 83-106.
14. Ibidem, pp. 88-89.
15. Ibidem, p. 84.
16. Ibidem, p. 85.
17. Id.

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ideas, nos sumamos a la propuesta que refiere la autora, tomando a Dennis


Tedlock, al dar cuenta de la antropología dialógica:

La propuesta que hemos venido trabajando, junto con otras compa-


ñeras académicas y activistas que se reivindican como feministas
rurales, parte de un cuestionamiento a las perspectivas homogenei-
zadoras y generalizadoras del patriarcado y de “los intereses de las
mujeres” que han caracterizado a un sector importante del feminis-
mo anglosajón y europeo. Rechazar la idea de un sujeto colectivo
preexistente, “las mujeres”, y considerar cualquier colectividad como
el producto de alianzas entre diferentes presentan el reto de construir
una agenda política a partir del diálogo y la negociación. En esta tarea
la investigación tiene mucho que aportar al conocimiento y recono-
cimiento de las especificidades culturales e históricas de los sujetos
sociales.18

Lo anterior implica reflexionar en diálogo con las actoras sociales de los


procesos en los que nos involucramos, con la finalidad de que el conocimiento
sea relevante para las propias actoras y los movimientos. Asimismo, “nos ve-
mos forzadas a rechazar las representaciones homogeneizadoras y armóni-
cas de los subalternos al reconocer los diferentes niveles de desigualdad que
atraviesan los colectivos sociales”, lo cual lleva “a buscar formas creativas de
18 producir conocimiento y de plantear estrategias de lucha”.19 Por ejemplo, mirar 18
como fuente de conocimiento, diálogo y aprendizaje, las diferencias, desigual-
dades, tensiones y conflictos presentes en las experiencias de lucha de las
mujeres en las Altas Montañas de Veracruz. También, tomando en cuenta la
contingencia sanitaria derivada de la pandemia por el virus SARS-CoV-2 en la
medida de lo posible, proponer, consultar y escuchar los intereses de las com-
pañeras en torno a la investigación realizada.
Para recabar las voces de nuestras compañeras, con quienes desde
años anteriores hemos construido relaciones de confianza, sororidad, apoyo,
compromiso político y cariño, realizamos, en un primer momento, comuni-
caciones personales a fin de conocer los temas que deseaban que fueran
abordados. Con base en sus propuestas, generamos un cuestionario en línea
que difundimos entre mujeres activistas de la región a través de redes so-
ciales. Esta herramienta fue atendida por treinta mujeres y una persona no
binaria, cuyas aportaciones permiten sondear experiencias y aprendizajes
de mujeres al participar en espacios que impulsamos para mejorar nuestras
condiciones de vida.
Al mismo tiempo, planteamos una serie de preguntas para registrar
información particular de las colectivas. Desafortunadamente, no logramos
entrevistarlas de manera presencial debido a la contingencia sanitaria por la
pandemia de covid-19. Sistematizamos la información registrada empleando

18. Ibidem, p. 89.


19. Id.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C1

la escucha (lectura) activa.20 En ese sentido, nuestra metodología tiene mucho


de inductiva y también de intuitiva. Ponemos especial atención en las emo-
ciones que impulsan los movimientos de mujeres en este territorio. Y con esa
intención, procuramos asumir la invitación de Aída: “Todo científico social es
un periodista en potencia, y es esta identidad, a veces olvidada, la que tenemos
que recuperar en contextos como el actual”.21
Procuramos tomar distancia de academicismos y tejer puentes de co-
municación mediante el lenguaje, con los términos, estilos y propias teoriza-
ciones de la diversidad de mujeres con quienes dialogamos. Por último, de-
seamos que el presente material plantee, más que certezas, una oportunidad
para mostrar algunas inquietudes e interrogantes referentes los espacios aca-
démicos, organizativos y activistas en los que participamos:

Estar abiertas a descentrar y desestabilizar nuestras propias visio-


nes del mundo y nuestras estrategias de lucha puede resultar más
productivo para la construcción de un proyecto común y nos puede
permitir encontrar caminos que no imaginábamos cuando conside-
rábamos que teníamos en la mano todas las cartografías epistemo-
lógicas para una agenda emancipadora.22

19 19

20. Mariflor Aguilar, “Cultura de escucha, condición de la democracia”, en Ensayos. México, Instituto Elec-
toral del Distrito Federal, 2004, pp. 9-39 (iv Concurso de Tesis, Ensayo y Cuento 2004); y Carlos Lenkers-
dorf, Aprender a escuchar. Enseñanzas maya-tojolabales. México, Plaza y Valdez Editores, 2009.
21. Aída Hernández, op. cit., p. 101.
22. Ibidem, p. 94.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C2

20 Antecedentes 20

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C2

Las demandas de las mujeres para contrarrestar la opresión que vivimos han
estado presentes en las Altas Montañas desde tiempo atrás. Ignoradas por la
historia oficial, que tiene mucho de patriarcal1 y colonial, aún falta conocerlas,
estudiarlas y difundirlas. Sabemos que los derechos que las mujeres disfruta-
mos actualmente son resultado de las batallas que dieron nuestras ancestras
dentro de sus familias, comunidades, colonias, espacios de trabajo, institucio-
nes y demás ámbitos. Así, en este apartado consideramos pertinente hacer
un breve recuento de algunas historias de mujeres que abrieron caminos en
Veracruz y, específicamente, en esta región.
En “Feminismos y feministas en México. Veracruz 1915-1932”, Rosa
María Spinoso da cuenta de las ideas sobre el feminismo que aparecían en
la prensa veracruzana de inicios del siglo xx, y presenta a algunas de sus ex-
ponentes. De acuerdo con la académica, hay evidencias de la rebeldía de las
mujeres desde antes del movimiento revolucionario:

En ese sentido, rebeldes fueron no solo las ‘peloncitas’, que en los


años 20 exhibían en Veracruz su corte de cabello desafiando las
convenciones, las buenas costumbres y hasta las prohibiciones del
Vaticano, sino también las molineras, que querían formar su propio
sindicato, el ‘de las molineras de nixtamal’, para no pertenecer al de
los hombres, de quienes, alegaban, nunca habían recibido ningún be-
neficio. Y eran rebeldes las prostitutas que en el puerto de Veracruz
21 se declararon en huelga en apoyo al movimiento de inquilinos, que, 21
por cierto, estuvo dirigido por una mujer, María Luisa Marín, cuando
encarcelaron a su líder, Herón Proal.2

La rebeldía de las mujeres viene con la rebeldía política. Entre 1900 y


1930, en la prensa se debatió la liberación de la mujer y se expusieron sus pro-
blemas, sus nuevos intereses y su participación política.3 Esa fue una de las
vías mediante la cual la sociedad veracruzana conocía del feminismo. La au-
tora encuentra intentos por “acallar a las mujeres y, más aún, a las feministas,
debido a la fuerza que estaban adquiriendo. Una situación paradójica, pues la
mayoría las mujeres no tenían voz y todas carecían de derechos políticos”.4

1. Como explica Joan W. Scott, la historia se transforma al incluirse los saberes de las mujeres. Re-
cupera a tres estudiosas feministas para enfatizar: “La inclusión de las mujeres en la historia implica
necesariamente la redefinición y ampliación de nociones tradicionales del significado histórico, de
modo que abarque la experiencia personal y subjetiva lo mismo que las actividades públicas y políti-
cas. No es demasiado sugerir que, por muy titubeantes que sean los comienzos reales, una metodo-
logía como ésta implica no sólo una nueva historia de las mujeres, sino también una nueva historia”
(Gordon, Buhle y Shrom, en Joan W. Scott “El género: una categoría útil para el análisis histórico”
en Martha Lamas (compiladora) El género. La construcción cultural de la diferencia sexual. México,
UNAM/ Miguel Ángel Porrúa. 1996: 267).
2. Rosa María Spinoso, “Feminismos y feministas en México. Veracruz 1915-1932”, en Mujeres ibe-
roamericanas y derechos humanos. Experiencias feministas, acción política y exilios, coordinación
de Dolores Ramos Palomo, Milagros León Vegas, Víctor J. Ortega Muñoz y Sergio Blanco Fajardo.
Athenaica, Sevilla, 2016, pp. 123-124.
3. Ibidem, p. 124.
4. Ibidem, p. 142.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C2

De este trabajo, recuperamos las referencias a las ideas de Salomé Carranza y


Violeta Migueli González.
Salomé Carranza es el nombre que utilizaba una mujer desconocida a
quien se ubica en Tlacotalpan, para firmar los escritos que dio a conocer en la
revista La Mujer Moderna. Entre 1915 y 1919, esta publicación fue dirigida por
Hermila Galindo, pionera del feminismo en México y también secretaria parti-
cular de Venustiano Carranza. Los textos de Salomé coinciden con las ideas
constitucionalistas y se muestran a favor de la emancipación de las mujeres,
lo mismo que promovía Galindo, por lo que se considera que ella era quien los
escribía, bajo el seudónimo de Salomé.5 Por su parte, Rosa Spinoso señala que
también podría tratarse de una profesora normalista:

Pensamos que pudieron ser profesoras normalistas [Salomé y su


hermana], como la mayoría de las mujeres que engrosaron las filas
del feminismo en la época. Magisterio era una de las pocas profesio-
nes que permitía a las mujeres recibir la formación adecuada para
acceder a las ideas del feminismo europeo. En este sentido, Veracruz
tiene una larga tradición en la formación de profesoras avalada por la
Escuela Normal Veracruzana, fundada en 1886.6

El primer texto de Salomé se trata de una carta dirigida a Hermila Ga-


lindo para contarle sobre una asociación literaria que había fundado con su
22 hermana y sus amigas para “hacer labor feminista”.7 De acuerdo con las in- 22
vestigaciones de Spinoso, en el número 8 de La Mujer Moderna tanto Salomé
como su hermana figuran en el comité editorial, lo cual sugiere que siguieron
colaborando. En aquel momento algunas mujeres usaban nombres ficticios
cuando publicaban sus ideas por escrito, con la finalidad de ocultar su identi-
dad. Esto es comprensible, en tanto Salomé expresaba ideas que se estimaban
radicales y en contra de la iglesia, explica Rosa Spinoso.8
“Únicamente el feminismo podría liberar a las mujeres de la ignorancia,
el fanatismo y la influencia eclesiástica, esta última ‘la piedra de toque’ que
impedía su liberación”.9 Cuando se refería a las batallas del feminismo a favor
de las mujeres, señalaba la Iglesia como enemiga central:

La principal responsable de las representaciones negativas de la fe-


minidad, debido a las ‘bribonadas’ y la misoginia de los santos. El cle-
ro, los curas y los jesuitas eran ‘murciélagos’ que se habían alimen-
tado de la torpeza de las mujeres, a quienes consideraba cómplices
por su sumisión, en la que ‘se apoyan la iglesia y el clero…’. Por eso,

5. Rosa Spinoso, “Salomé Carranza, una mujer moderna en Tlacotalpan”, en Mujeres en Veracruz 2.
Fragmentos de una historia, coordinación de Fernanda Núñez Becerra y Rosa María Spinoso Archo-
cha. Xalapa, Gobierno del Estado de Veracruz, 2010, p. 33.
6. Spinoso, “Feminismos y feministas en México. Veracruz 1915-1932”, en Mujeres iberoamericanas
y derechos humanos. Experiencias feministas, acción política y exilios, p. 127.
7. Id.
8. Id.
9. Ibidem, p. 128.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C2

la peor tutela impuesta a las mujeres, la más oprobiosa y cruel, era la


clerical, seguida del matrimonio, una forma de esclavitud reforzada
con las labores domésticas.10

Salomé reconocía que las mujeres dejarían de depender del matrimonio


a través del feminismo y la educación. “Ya no precisarían la ayuda expresa de
un marido para poder subsistir [...]. La mujer debía dejar de ser una cosa, una
figura decorativa, un adorno en el hogar para ocupar un puesto relevante en la
esfera cultural y social”.11 Spinoso nombra a Salomé Carranza pionera e ícono
del feminismo veracruzano.12
El periódico Pro-Paria fue fundado por una agrupación del mismo nom-
bre en Río Blanco, y trataba aspectos relacionados con la vida obrera.13 Según
la investigación de Rosa Spinoso, en 1932 Violeta Migueli González publicó
en ese diario el artículo “¿Feminismo?”, donde exponía críticamente distintos
tipos de feminismo.14 Simpatizaba con la corriente que celebra aquellas ca-
racterísticas asociadas a lo femenino. “Sin llamarlo de esa forma, se refería al
modelo ‘fisiológico’, que predicaba la excelencia de las tareas domésticas y la
maternidad bien ejercidas”: una idea promovida por el sindicalismo de México
en esa época, expone Spinoso.15
Violeta aplaudía a las mujeres que mostraban rebeldía, se negaban
a aceptar la superioridad masculina como premisa y luchaban por sus de-
rechos,16 pero no estaba de acuerdo con que participaran en el ámbito pú-
23 blico de la política, “donde no existían buenos antecedentes debido a las 23
corruptelas del sistema y a la inmoralidad de las tácticas gubernamentales.
En cualquier caso, las mujeres debían establecer sus propias iniciativas, sin
recurrir a los métodos masculinos, que se habían mostrado ineficaces para
implantar la paz y la justicia sobre la tierra”.17 Encontraba que existían otros
ámbitos como la familia y la escuela para hacer cambios que impulsaran el
progreso de las mujeres.
Otro artículo escrito por Violeta Migueli en 1947, sobre Ricardo Flores
Magón y Práxedis Guerrero, apareció en el periódico anarquista Tierra y Liber-
tad, de la Ciudad de México. Las ideas del anarquismo influyeron en la orga-
nización obrera de Orizaba. En 1915 estalló un movimiento de huelga que se
extendió en la ciudad, en el que las mujeres que trabajaban como costureras
para fábricas de ropa ocuparon un papel importante. Georgina Limones Ceni-
ceros documenta este movimiento en el artículo “Las costureras anarcosindi-
calistas de Orizaba, 1915”, del cual retomaremos algunos extractos. De acuer-

10. Id.
11. Id.
12. Ibidem, p. 126.
13. Celia del Palacio, Pasado y presente: 220 años de prensa veracruzana (1795-2015). Xalapa, Uni-
versidad Veracruzana, 2015, p. 88.
14. Spinoso, “Feminismos y feministas en México. Veracruz 1915-1932”, en Mujeres iberoamerica-
nas y derechos humanos. Experiencias feministas, acción política y exilios, p. 137.
15. Id.
16. Ibidem, p. 138.
17. Ibidem, p. 140.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C2

do con la autora, las obreras consiguieron reducir la duración de sus jornadas


e incrementar sus salarios a través de esta lucha.
En aquel tiempo, la industria textil operaba bajo las modalidades de tra-
bajo a domicilio y trabajo en talleres. A domicilio, se pagaba a destajo, de-
pendiendo de las tarifas que determinaba la empresa para cada tarea. Se es-
tablecían relaciones laborales caracterizadas por “la presión ejercida por el
propietario o capataz sobre las obreras para la entrega de las cargas de traba-
jo [...]. La necesidad obligaba a las trabajadoras a aceptar mayor volumen de
trabajo para obtener un poco más de ingresos, laborando entre trece y catorce
horas diarias, y aisladas”.18
Las empresas más fuertes tenían talleres donde se concentraban cos-
tureras que eran presionadas y maltratadas a fin de que aumentaran su pro-
ducción. “El pago se hacía con base en una tarifa diaria y por carga de trabajo
realizado, sin que se fijaran límites en la jornada laboral. Estas obreras traba-
jaban alrededor de doce y trece horas diariamente bajo la amenaza de despido
en caso de rehusarse a ello”.19 Frente a esas condiciones laborales, las traba-
jadoras empezaron a reunirse para conformar una organización sindical.
Georgina Limones ubica como antecedente la labor política de integran-
tes de la Casa del Obrero Mundial (com) en la región, para difundir el anarco-
sindicalismo y promover la organización de la clase trabajadora, específica-
mente con trabajadoras de la fábrica La Suiza.20 Esto en el marco de un pacto
que la com celebró con el gobierno de Carranza en febrero de 1915, el cual
24 quedó sin efecto a los pocos meses y luego de muchas fricciones, “sobre todo 24
porque el gobierno de Carranza no aprueba los métodos y formas de lucha
anarcosindicalistas, basados en la acción directa”.21
El 20 de marzo de 1915, después de varias reuniones, las obreras cons-
tituyeron su organización sindical. La respuesta por parte de la empresa fue
hostigar a las participantes y despedir a una obrera por hablar al respecto.
Una reunión de todas las trabajadoras de la fábrica presionó a los patrones
para que reinstalaran a la costurera. Aunque también buscaban desactivar la
organización de las obreras, ellas trataron diariamente sus preocupaciones,
relacionadas con las jornadas, las condiciones de trabajo y los salarios. Los
despidos por motivos políticos continuaron, lo que generó molestia y desen-
cadenó el llamado a la huelga. Las sindicalizadas de La Suiza convocaron a
las trabajadoras de su gremio, “pidiendo la reinstalación, el reconocimiento de
la organización sindical y aumento salarial”.22
El 15 de abril, a las siete y media de la mañana, estalló el movimien-
to de trabajadoras de la confección de Orizaba. Participaron obreras de “La
Suiza, La Moderna, La Barata, La Orizabeña, las Fábricas Universales, El Fijo,
El Fénix, La Mariposa e Independencia, La Constancia, La Ciudad de París, y

18. Georgina Limones Ceniceros, “Las costureras anarcosindicalistas de Orizaba, 1915”, en Trabajo,
poder y sexualidad, coordinación de Orlantina de Oliveira. México, Colegio de México, 1989, p. 222.
19. Ibidem, p. 223.
20. Ibidem, pp. 220-227.
21. Ibidem, p. 222.
22. Ibidem, p. 228.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C2

las Casas de Ignacio Cortés y León Salazar. Las huelguistas elaboraron un


documento que contenía sus demandas y lo enviaron a todos los propieta-
rios de las casas”.23 Previamente, los dueños de La Suiza habían iniciado una
campaña de desprestigio entre algunas obreras para generar confrontacio-
nes. Otros intentaron, sin éxito, la intervención de inspectores del trabajo.
Pero el movimiento seguía creciendo: trabajadores de otros sectores tam-
bién entraron en paro de labores y la situación parecía encaminarse hacia
una huelga general.24
Los propietarios fueron aceptando las condiciones de las trabajadoras
en huelga y se reanudaron las labores. Este logro fue celebrado por la com, ya
que mostró los alcances de la acción directa que impulsaron las costureras.

El día del Trabajo fue celebrado con euforia por los trabajadores de
los distintos gremios pues los recientes triunfos mantenían muy en
alto el ánimo de los trabajadores del cantón de Orizaba: el triunfo de
las costureras, que entre otras cosas habían obtenido el reconoci-
miento a su organización, aumento salarial y jornada de ocho horas,
el de los tabaqueros que lograron un 25 por ciento de incremento en
los jornales y los zapateros que obtuvieron el 35 y 40 por ciento, y
ambos gremios el reconocimiento de sus sindicatos.25

Sin embargo, la división entre las costureras continuaba. Un grupo en La


25 Suiza se quejaba de la presión para afiliarse al sindicato. Los patrones apro- 25
vechaban para minar la organización y preservar las condiciones injustas para
las trabajadoras. Cuando el gobierno estatal intervino, llegaron a un acuerdo,
pero el problema se mantuvo y la organización de las trabajadoras se frag-
mentó al conformarse la Agrupación de Resistencia. A inicios de julio, dicha
asociación pidió un aumento salarial del 25 % para ellas y para todas las tra-
bajadoras de la fábrica.

A pesar del tono en que se expresan en la solicitud, se puede notar


cierto avance en la conciencia de estas mujeres, que se atrevieron
a plantear el aumento salarial, es decir, que la experiencia vivida en
el conflicto con sus compañeras sindicalizadas, en cuyo transcurso
escucharon las razones anarcosindicalistas para luchar, hizo mella
en sus conciencias, y su organización de Resistencia era un primer
paso en su despertar y en el reconocimiento de su explotación como
obreras y como mujeres.26

Este grupo negoció la contrapropuesta de la empresa en diversos mo-


mentos, con la participación de representantes del Departamento del Trabajo
de la ciudad y de la com, hasta lograr el incremento del 15 %. De acuerdo con

23. Ibidem, pp. 228-229.


24. Ibidem, pp. 229-231.
25. Ibidem, p. 235.
26. Ibidem, p. 239.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C2

Limones, el proceso de lucha de las costureras en Orizaba concluye luego de


que el sindicato y la Agrupación de Resistencia aceptaran dicha oferta.27
Por último, retomamos el trabajo de la historiadora Heather Fowler-Sa-
lamini sobre la vida de Eufrosina Moya Magdaleno (1907-1983). Eufrosina na-
ció cerca de Córdoba. Su mamá se interesó en que estudiara; por ello, se mu-
daron a esa ciudad. Aunque quiso formarse como maestra, desde los 15 años
tuvo que dedicarse a seleccionar café en los beneficios secos que procesaban
el grano para exportarlo a Europa y Estados Unidos. Debido a su carisma y
capacidades, en 1937 fue elegida como secretaria general del Sindicato de las
Obreras Escogedoras de Córdoba, que llegó a ser la organización más grande
de obreras en México. Como lideresa luchó por los derechos de las mujeres
obreras, específicamente por mejorar sus condiciones laborales en la industria
del café, donde trabajó por más de cuatro décadas.
Denunció a líderes corruptos y negoció con las élites locales para con-
seguir prestaciones sociales, atención médica, salario igual por trabajo igual,
vacaciones y jornadas laborales de ocho horas en los contratos colectivos de
trabajo. A diferencia de otras representantes, peleó por obreras que enfrenta-
ban otras situaciones de discriminación: por ser jóvenes o ancianas, estar en-
fermas o ser contratadas de manera temporal.28 Como mujer afrodescendiente
y obrera, traspasó barreras racistas, clasistas y de género, que desde entonces
imperan en nuestra región.
Al participar en los desfiles para conmemorar la Independencia y al con-
26 frontar a las autoridades, aumentó su fama y fue apodada la Negra Moya por la 26
sociedad pudiente. También rompió estereotipos en el ámbito privado, ya que
fue esposa de un músico de familia acomodada, con quien tuvo seis hijos. Y
actuaba más como facilitadora que como dirigente, pues procuraba la agencia
de las trabajadoras.29
De acuerdo con Heather, “Eufrosina usó su poder como líder sindical
para luchar por mayor justicia social y económica tanto para los individuos
como para la colectividad[...] También reconoció que ‘no hay hermandad auto-
mática entre mujeres, incluso entre aquéllas de la misma clase y etnia’,30 sino
que debía ser construida a través de la agencia y el discurso”.31 Además, “se le
podría considerar feminista por su apoyo a los derechos laborales y el sufragio
femenino dentro del movimiento nacional sindical. Otros podrían caracteri-
zarla como una mulata activista que cruzó fronteras de raza y de clase para
confrontar y negociar con una élite blanca y patriarcal”.32

27. Ibidem, pp. 239-240.


28. Heather Fowler-Salamini, “‘La Negra Moya’: alma, leyenda y líder de las desmanchadoras de café
de Veracruz, en el México posrevolucionario”, en Mujeres en Veracruz 2. Fragmentos de una historia,
coordinación de Fernanda Núñez Becerra y Rosa María Spinoso Archocha. Xalapa, Gobierno del
Estado de Veracruz, 2010; y “Eufrosina Moya Magdaleno”, en Ichan Tecolotl, 4 de febrero de 2017.
29. Fowler-Salamini, “‘La Negra Moya’: alma, leyenda y líder de las desmanchadoras de café de Vera-
cruz, en el México posrevolucionario”, en Mujeres en Veracruz 2. Fragmentos de una historia.
30. Victoria González y Karen Kampwirth (eds.), Radical Women in Latin America; Left and Right.
Pennsylvania University Press, 2001. p. 1.
31. Ibidem, p. 52.
32. Fowler-Salamini, “Eufrosina Moya Magdaleno”, s. p.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C2

27 27

Foto 2. Dos generaciones, una misma lucha. Tomada por Luz María Reyes, 8 de marzo
de 2020, Orizaba, Veracruz. La imagen fue registrada por la abogada y activista femi-
nista Luz María durante la concentración previa a la marcha conmemorativa del Día
Internacional de la Mujer en 2020. Creemos que representa parte de las luchas de las
mujeres en la región para combatir distintos sistemas de opresión, como lo refleja la
trayectoria de la Negra Moya.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C2

28 28

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C3

Coyuntura actual: la lucha


29
feminista cimbra México 29

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C3

30 Foto 3. Marcha por el Día Internacional de la Mujer. Tomada por Carmen Lara, 8 de 30
marzo de 2020, Orizaba, Veracruz.

El feminismo es y ha sido un movimiento político descalificado y subestimado


desde la estructura patriarcal, en la medida en que representa un reto y una
amenaza al orden social imperante, que es, por definición, masculino, y cuyo
funcionamiento y permanencia requiere de la subordinación de las mujeres.
Nuestras voces, existencias, exigencias y dolores permanecieron en un
lugar secundario ante la priorización del coto de poder patriarcal, que ignora,
minimiza, justifica y solapa la violencia que vivimos cotidianamente. Las lu-
chas feministas en México1 y en América Latina tienen una historia larga; sin
embargo, en nuestro país, han tomado mayor fuerza en años recientes, parti-
cularmente a partir de 2015 y 2016. Este movimiento ha modificado algunas
de sus formas de acción, rompiendo esquemas y atravesando el debate social
ante una realidad imposible de ocultar.
En México, el feminismo masivo, activista y de acción directa, cobró
relevancia a partir de la “primavera violeta” en abril de 2016,2 cuando miles
de mujeres tomamos las calles de las principales ciudades del país con una
misma exigencia: el cese de la violencia sistemática contra las mujeres recru-

1. Griselda Gutiérrez Castañeda, coordinadora, Feminismo en México: Revisión histórico-crítica del


siglo que termina. México, Universidad Nacional Autónoma de México-Programa Universitario de
Estudios de Genero, 2002.
2. Marisol Anzo-Escobar, “De la primavera violeta al maremoto feminista: cinco años del #24A”, en
Cimac Noticias, 30 de abril de 2021.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C3

decida en los años anteriores. Resulta sobresaliente que, aunque numerosas


colectivas feministas asistieron a las marchas y movilizaciones en más de
cuarenta ciudades, por primera vez se sumaron mujeres que no se conside-
raban parte del movimiento, entre ellas muchísimas jóvenes y niñas, con un
mensaje claro de rabia y lucha.
Las movilizaciones incluyeron poco a poco más vías de expresión cul-
tural y política, también se volvieron más emotivas, al incluir en el primer con-
tingente a las madres, hijas y hermanas de mujeres víctimas de feminicidio o
desaparición. De manera paralela, los feminismos desde las periferias se posi-
cionaron en todos los estados del país, y surgió el “bloque negro”,3 conforma-
do por mujeres jóvenes que protegen su identidad con capuchas y acuerpan
los contingentes ante los embates de la policía y el gobierno.
A partir de este parteaguas, el activismo feminista fue adoptando con-
signas, prácticas y discursos que han sido estimados cada vez más radicales.
Las protestas empezaron a incluir pintas, quemas e iconoclasia en monumen-
tos históricos e instalaciones de las instituciones que permiten y perpetúan la
violencia machista, con lo que se convierten en cómplices mediante la indo-
lencia e indiferencia.
Aunque las manifestaciones alrededor de los feminicidios remontan por
lo menos al 2010, la ocurrida el 8 de marzo de 2020 se considera una marcha
histórica, debido no solo al número de mujeres que respondió a la convocato-
ria, también a las respuestas de protesta iniciadas en 2019 ante casos especí-
31 ficos de feminicidio y feminicidio infantil. Se recurre a lo que conocemos como 31
“acciones directas”: pintas en monumentos históricos e icónicos, así como
destrozo de edificios, inmuebles de gobierno –particularmente los dedicados
a la impartición de justicia– e inmuebles de la prensa y medios impresos que
exhiben gráficamente los feminicidios y los cuerpos de las víctimas.4 Quere-
mos nombrar el caso de Ingrid N, en el que, además del propio feminicidio,
resultó indignante la actuación de algunos medios de comunicación.
No hay que perder de vista que las condiciones actuales del movimiento
feminista resultan de un conjunto de acciones colectivas que hemos realizado
durante muchos años y desde distintos bastiones: familia, vida cotidiana, aca-
demia, política y activismo, por mencionar algunos. Poco a poco nos hemos
fortalecido y hemos conocido las experiencias de diversas latitudes, culturas,
comunidades y maneras de ser mujer. Con fisuras cortas y en lugares peque-
ños, entre todas hemos generado las condiciones sociales que posibilitan ma-
yor contundencia en nuestras acciones.
Desde múltiples voces, el feminismo ha sido criticado5 –con razón– por
su postura paternalista, colonial y “blanca”. De estas críticas, que tienen reper-

3. Nurit Martínez, “Bloque negro, hasta que se acabe la violencia contra ellas”, en El Sol de México, 5
de marzo de 2022.
4. Incluimos dos análisis al respecto: Ana Karen García, “Ingrid Escamilla: los medios de comunica-
ción y la narrativa del horror”, en El Economista, 17 de febrero de 2020; y Eréndira Aquino, “Filtracio-
nes en casos de feminicidios en CDMX son recurrentes porque no hay castigo”, en Animal Político,
11 de febrero de 2020.
5. bell hooks, El Feminismo es para todo el mundo. Madrid, Traficantes de Sueños, 2017.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C3

cusiones tanto en los debates teóricos como en las acciones prácticas, surgen
propuestas interseccionales e intergeneracionales6 que convocan a miles de
mujeres y niñas. La diversidad y la divergencia nutren el feminismo en objeti-
vos comunes. Históricamente, recibimos atención internacional, lo cual plan-
tea la oportunidad de sacar a la luz nuestras demandas de manera masiva.
Las muchas demandas feministas visibilizan prácticas vistas como
“naturales” y normales. Asimismo, detonan análisis y reflexiones cada vez
más profundos sobre las condiciones de vida aplicadas a las mujeres por el
sistema patriarcal, cuyo funcionamiento es entretejido por los estudios críti-
cos con el engranaje del sistema capitalista y colonial, el cual afecta de mane-
ra diferenciada las vidas de las mujeres. Analizamos entonces aristas diversas
de una misma problemática.
Por ejemplo, la división sexual del trabajo, la sobredemanda que im-
pone a las mujeres y la explotación que encarna en los cuerpos de las tra-
bajadoras domésticas. Las desigualdades tácitas y simbólicas que experi-
mentamos para acceder a la educación e incursionar en el campo laboral o
académico, a las que se agregan las lógicas racistas a las que se enfrentan
mujeres de pueblos originarios y afrodescendientes. El peligro que genera
la introyección del amor romántico para la vida de las mujeres, así como las
consecuencias en cómo nos relacionamos hombres y mujeres. La masculi-
nidad violenta y reaccionaria, la femineidad subordinada y alejada de nuestra
propia sexualidad, y lo que estas construcciones representan en entornos
32 sumamente precarizados. Estas son solo algunas manifestaciones del siste- 32
ma patriarcal-colonial-capitalista que convergen en una realidad en extremo
violenta para las mujeres.
En este marco, surgen con especial fuerza dos principales reivindica-
ciones que conforman el núcleo de la lucha feminista actual: la legalización
del aborto y la erradicación de la violencia feminicida. La lucha por la legali-
zación del aborto apareció en Argentina como una demanda masiva, política
y pública, que poco a poco inundó otros países de América Latina, detonando
movilizaciones en El Salvador, Colombia, Chile y México. Las compañeras ar-
gentinas gestaron para este movimiento el nombre colectivo Marea Verde, que
las demás abrazamos y nos apropiamos.
La legalización del aborto contempla la posibilidad y el derecho de las
mujeres a decidir su proyecto de vida en condiciones políticas de ciudadanía
plena. Este derecho se demanda acompañado de educación sexual integral y
científica, desde el nivel preescolar, así como del acceso a métodos anticon-
ceptivos para todas las personas, sin importar su estrato social o económico.
De acuerdo con la organización internacional Human Rights Watch,

el acceso al aborto seguro y legal puede salvar la vida y facilitar la


igualdad de las mujeres. Las decisiones de las mujeres en materia
de aborto no tienen que ver solamente con sus cuerpos en términos
6. Luis Martínez, Feminismos a la contra. Entre-vistas al Sur Global. Santander, La Vorágine, 2019;
Marina Larrondo y Camila Ponce Lara, editoras, Activismos feministas jóvenes: emergencias, actri-
ces y luchas en América Latina, de Nora Garita et al. Buenos Aires, Clacso, 2019.

C Índice
¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C3

abstractos, sino que, en términos más amplios, se encuentran rela-


cionadas con sus derechos humanos inherentes a su condición de
persona, a su dignidad y privacidad. Los obstáculos existentes para
este tipo de decisiones en América Latina interfieren con la capaci-
dad de las mujeres de ejercer sus derechos, dando lugar a prácticas
clandestinas e inseguras que constituyen una de las principales cau-
sas de mortalidad materna en gran parte de la región.7

Este controversial tema ha generado reacciones sociales tanto a favor


como en contra. Al respecto, el posicionamiento del feminismo es laico, cien-
tífico y con perspectiva de derechos humanos. La discusión es amplia y no es
el objetivo de este espacio. Nos basta señalar que el surgimiento de la Ma-
rea Verde pone sobre la mesa la capacidad de decisión de las mujeres sobre
sus cuerpos, su reproducción y sus vidas, lo cual genera un profundo debate.
También, coloca la problemática del aborto clandestino en la categoría de una
discusión política y de salud pública.
El 20 de julio de 2021, Veracruz se convirtió en la cuarta entidad de la
República Mexicana en establecer disposiciones sobre los derechos sexuales
y reproductivos de las mujeres, mediante reformas al código penal que des-
penalizan el aborto hasta las doce semanas de gestación. Se trata de una de
las conquistas que han impulsado distintas acciones de redes y colectivas
feministas en el Estado. Un logro fundamental que, ante el embate de grupos
33 conservadores y religiosos fundamentalistas, hay que seguir defendiendo. 33
En cuanto a la lucha por erradicar la violencia feminicida, es necesa-
rio repasar brevemente la historia. Referente a México, la pesadilla empezó
en 1993 en Ciudad Juárez, Chihuahua.8 Quienes entonces fueron nombradas
“las muertas de Juárez” no eran mujeres muertas, sino mujeres brutalmente
asesinadas; sin embargo, el hecho de que fueran asesinadas por ser mujeres
seguía invisibilizado. La búsqueda de justicia por parte de las familias, prin-
cipalmente mujeres madres, articulada con el movimiento feminista, obligó a
poner atención en ello.
Así, el término feminicidio, acuñado en nuestro país por Marcela Lagar-
de,9 cobró relevancia muchos años después:10 “El feminicidio es una ínfima
parte visible de la violencia contra niñas y mujeres, sucede como culminación
de una situación caracterizada por la violación reiterada y sistemática de los
derechos humanos de las mujeres. Su común denominador es el género: ni-
ñas y mujeres son violentadas con crueldad por el solo hecho de ser mujeres

7. Janet Walsh, “Derecho internacional de los derechos humanos y aborto en América Latina”, en
Human Rights Watch, julio de 2005, p. 1.
8. Rita Segato, La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Territorio,
soberanía y crímenes de segundo estado. Buenos Aires, Tinta Limón, 2013.
9. Marcela Lagarde, “¿A qué llamamos feminicidio?”, en 1er Informe Sustantivo de actividades 14 de
abril 2004 al 14 abril 2005, Comisión Especial para Conocer y dar seguimiento a las Investigaciones
Relacionadas con los Feminicidios en la República Mexicana y a la Procuración de Justicia Vincula-
da. México, lix Legislatura Cámara de Diputados H. Congreso de la Unión, 2005.
10. Camila Ordorica hace una revisión histórica del concepto en: “Breve historia conceptual del femi-
nicidio”, en Nexos, 12 de noviembre de 2019.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C3

y sólo en algunos casos son asesinadas como culminación de dicha violencia


pública o privada”.11
De acuerdo con los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacio-
nal de Seguridad Pública,12 durante 2019 fueron víctimas de feminicidio 983
mujeres. Lo cual significa un promedio de 2.6 mujeres por día. Si a esta cifra
sumamos las mujeres que fueron asesinadas sin que el delito fuera tipificado
como feminicidio, alcanzamos un promedio de diez mujeres cada día. Según la
misma fuente, el corte al mes de febrero refleja que, en lo que iba del 2020, 164
mujeres habían sido víctimas de feminicidio. Cabe subrayar que estas son las
cifras oficiales. Posiblemente existe un número indeterminado de feminicidios
o asesinatos de mujeres sin registrar e investigar.

34 34

Foto 4. Tlakihkitzkiani yen TEH! 8 de diciembre de 2019.


Tomada por Amanda Ramos García..

11. Marcela Lagarde, “¿A qué llamamos feminicidio?”, p. 1.


12. Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, “Información sobre violencia contra las
mujeres (Incidencia delictiva y llamadas de emergencia 9-1-1)”, 2020.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C3

Según el Observatorio Universitario de Violencias contras las Mujeres13,


en el estado de Veracruz se registraron 151 feminicidios y 91 homicidios de
mujeres en 2019. Poco menos de la mitad de estos asesinatos de mujeres (el
46 %) se cometieron en la región centro (112). De estos, 35 feminicidios y nue-
ve homicidios de mujeres se cometieron en municipios de las Altas Montañas:
Río Blanco, Córdoba, Atoyac, Huiloapan, Ixhuatlancillo, Fortín, Mixtla, Ixtaczo-
quitlán, San Andrés Tenejapan, Orizaba, Zongolica, Amatlán, Maltrata, Totutla,
Huatusco, Paso del Macho, Atzacan, Magdalena, Mariano Escobedo, Cuitlá-
huac, Atlahuilco, Yanga, Ixhuatlán del Café, Tezonapa. Hasta el mes de febrero
de 2020, se registraron 21 feminicidios y 14 homicidios de mujeres en nuestro
estado, de los cuales cuatro se cometieron en Huatusco, Omealca, Ixtaczo-
quitlán y Atoyac. Este panorama de alto riesgo para las mujeres ha generado
una reacción inédita en la historia de México.

2020: No somos histéricas. ¡Somos históricas!

35 35

Foto 5. Mitin al finalizar la marcha del 8 de marzo de 2021.


Tomada por Amanda Ramos García.

El 11 de febrero de 2020, previo a la marcha del 8 de marzo y a la conmemo-


ración del Día Internacional de la Mujer, desapareció Fátima, una niña de 7
años de edad. Días después fue encontrada asesinada, violada y torturada.

13. Universidad Veracruzana, “Observatorio Universitario de Violencias contras las Mujeres de la


Universidad Veracruzana”. Consultado en: https://bit.ly/2XnWMM9.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C3

En cuestión de horas, el feminicidio de Fátima se convirtió en una demanda


de justicia impostergable. Numerosas colectivas feministas exigieron jus-
ticia por medio de las redes sociales, se realizaron acciones simbólicas en
muchas ciudades del país y cinco días después fueron detenidas las perso-
nas culpables de su muerte.
El dolor y la indignación frente a los feminicidios de Ingrid y Fátima,
sumados a los otros miles que no llegan a los medios y no se vuelven vi-
rales en las redes sociales, produjeron que la movilización del 8 de marzo
adquiriera dimensiones históricas para el feminismo en México. Se calcula
una asistencia de entre 80 a 90 mil mujeres en la capital del país. Además,
se realizaron acciones directas: monumentos históricos, como el Hemiciclo
a Juárez y la Victoria Alada, recibieron pintas, también históricas: “México
feminicida”, “Ni una más”, “Vivas nos queremos”. El contingente de vanguar-
dia fue integrado por madres y familias de mujeres víctimas de feminicidio y
mujeres desaparecidas.
En las Altas Montañas de Veracruz también se vivieron hechos inédi-
tos. La convocatoria en la ciudad de Orizaba alcanzó entre 600 y 800 muje-
res, con el antecedente de que semanas antes habíamos marchado única-
mente treinta. Se trata de la movilización de mujeres con mayor convocatoria
que se ha dado en la región, muchas de las cuales marcharon por primera
vez. Como en otras ciudades, el agua de la fuente del parque central de Ori-
zaba fue teñida de rojo en señal de protesta. Al día siguiente, se atendió la
36 convocatoria lanzada previamente: el paro de mujeres “El 9 ninguna se mue- 36
ve”. La participación también resultó inédita y llamó la atención de la prensa
nacional e internacional.
A la vez, surgieron por primera vez en la historia del país paros sepa-
ratistas en algunas universidades, como protesta ante los casos de acoso y
hostigamiento sexual sin resolver o, situaciones más graves, las violaciones y
feminicidios dentro de las escuelas, tal es el caso de la Universidad Nacional Au-
tónoma de México. En la región de las Altas Montañas, las universitarias reali-
zaron “tendederos” para señalar a algunos docentes, estudiantes y trabajadores
como hostigadores o acosadores sexuales. Consideramos que, en la coyuntura,
las mujeres encontraron condiciones propicias para protestar, primero, de ma-
nera anónima y, después, mediante denuncias formales contra los agresores.

La pandemia de covid-19

En el escenario descrito arriba, la pandemia por covid-19 paralizó las activi-


dades en México a partir de marzo de 2020. Se suspendieron labores acadé-
micas presenciales en todas las universidades y, aunque continuó el activismo
feminista en redes sociales y con acciones de solidaridad, al inicio notamos
una especie de desmovilización en contraste con los días anteriores.
Los gobiernos de distintos países, incluyendo el mexicano, solicitaron
un periodo de confinamiento en casa a todas las personas que tuvieran la po-
sibilidad de hacerlo. Esta situación provocó un aumento en las denuncias por

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C3

violencia doméstica, además de que los feminicidios y feminicidios infantiles


persistieron en el periodo de cuarentena.
En el momento en el que terminamos de escribir este trabajo, han pasa-
do dos años de pandemia, confinamiento y distanciamiento. Ante las nuevas
olas de contagios y variantes del virus, aún existe cierta incertidumbre. Los
impactos socioeconómicos se reflejan en la alta deserción escolar en todos
los niveles, el incremento de la mortalidad materna y otras muertes asociadas
a la crisis del sistema de salud profundizada por el covid-19. Asimismo, la
sobrecarga de trabajo dentro y fuera de los hogares ha impactado los cuerpos
y la salud mental de las mujeres. En este contexto, el movimiento feminista en
la región se ha actualizado mediante acciones a distancia, activismo en redes
sociales y actividades presenciales en espacios abiertos, con aforo limitado y
medidas sanitarias.

37 37

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C4

Los colectivos pioneros en la


38
región de las Altas Montañas 38

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C4

Como hemos mencionado, los alcances de la lucha feminista devienen de es-


fuerzos constantes emprendidos por muchas mujeres tiempo atrás. En este
capítulo compartiremos una semblanza breve de los colectivos que han abier-
to caminos en las Altas Montañas.
El Colectivo Feminista Cihuatlahtolli (en 1997) y el Kalli Luz Marina (en
2007) surgieron en un contexto formado por varios procesos. Por una parte,
la visibilidad política de las mujeres de pueblos originarios, que cobró impor-
tancia a partir del levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional en 1994 y del auge del movimiento indígena con una participación
importante de mujeres.1 La lucha de los pueblos zapatistas y de otros pueblos
originarios en nuestro país inspiró la formación de agrupaciones con diversos
objetivos, estrategias y rutas. El propio ezln hace un recuento de algunas de
estas experiencias a lo largo y ancho del territorio nacional, entre las que re-
conoce a Cihuatlahtolli.2
Asimismo, cabe mencionar la presencia de la teología de la liberación
en México, en Veracruz y, específicamente, en Rafael Delgado.3 Esta vertiente
de la religión católica promueve la opción preferencial por las y los pobres,
enfatizando la dimensión política del evangelio y la importancia de que la
iglesia realice una labor más cercana a las comunidades. Lo anterior a través
de tres pasos:

Ver, juzgar y actuar. En un primer momento se debe realizar un análi-


39 sis de la realidad y del contexto de las comunidades donde se desea 39
trabajar, para ello se pueden echar mano de herramientas como los
diagnósticos, para conocer los problemas y potencialidades de di-
chas comunidades, en un segundo momento se hace un juicio me-
diado por una lectura crítica de la biblia y el tercer paso, consiste en
la búsqueda de un cambio de la realidad de injusticia y desigualdad
a través de la construcción de ciertas estrategias, que pueden ir des-
de la creación de cooperativas y proyectos productivos financiados,
pero también a través de la participación en luchas y movimientos
sociales.4

Uno de los niveles para poner en práctica la teología de la liberación en


América Latina es el impulso de comunidades eclesiales de base (ceb):

1. Edelmira García Martínez, Sujetos emergentes para la exigibilidad de los derechos. Mujeres Na-
huas de Rafael Delgado, Veracruz, promoviendo la erradicación de la violencia de género, tesis de
maestría. Xalapa, Universidad Veracruzana Intercultural, 2011, pp. 104-106.
2. Subcomandante Insurgente Marcos, “Calendario de la resistencia. Marzo: Veracruz, la tercera es-
tela. (Un virrey modernizado o el prd, una izquierda agradable a la derecha)”, 1 de febrero de 2003.
3. Carolina Elizabeth Díaz Iñigo, Género y justicia entre las mujeres nahuas del municipio de Rafael
Delgado, Veracruz. Una mirada a través de la asociación civil Kalli Luz Marina, tesis de maestría.
Xalapa, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 2014, pp. 71-78.
4. Manuel Hernández, Rocío Andrade y Ricardo Sosa, “La acción colectiva desde la fe: las comuni-
dades eclesiales de base de Río Blanco, Veracruz”, en Las ciencias sociales y la agenda nacional.
Reflexiones y propuestas desde las ciencias sociales. ii Acción colectiva, movimientos sociales, so-
ciedad civil y participación, coordinación de Juan Carlos Ruiz Guadalajara y Gustavo A. Urbina Cor-
tés. México, Consejo Mexicano de Ciencias Sociales, 2018, pp. 917-918.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C4

Las comunidades que se organizan, que entran en acción y buscan


superar sus condiciones de explotación y opresión, que a través de
sus grupos de reflexión (ver, juzgar y actuar), toman conciencia de su
situación, la cual no se debe a la mala suerte, ni por designio divino,
sino a estructuras históricamente construidas por grupos o clases
que detentan el poder político y económico.5

Este compromiso con las causas populares es una vía para practicar el
cristianismo6 que tuvo un gran auge entre las décadas de los setenta y ochen-
ta. Implicaba animar procesos de organización para la transformación de la
realidad en barrios, colonias, comunidades y otros grupos. Como lo documen-
tan Manuel Hernández, Rocío Andrade y Ricardo Sosa,7 dicha empresa tuvo
una presencia crucial en la región de las Altas Montañas: “comenzó a media-
dos de la década de los setentas del siglo pasado, sobre todo en la parroquia
del Sagrado Corazón por el padre Ricardo Zapata”.8
Como parte de las acciones, se crearon grupos de reflexión –conocidos
como decanatos en la iglesia católica– en las diferentes regiones de la dióce-
sis de Xalapa, donde pertenecía la parroquia de Río Blanco. En ellos se tocaban
temas religiosos, pero también se analizaban los problemas sociales.9

A partir de ese entonces se da un fuerte impulso al trabajo crítico de


las ceb’s, no sólo en la ciudad de Río Blanco, sino en toda la región
40 que comprendían diez parroquias del decanato llamado Citlaltepelt, 40
aunque hay que destacar que el centro de dicho trabajo se concen-
traba en este lugar y era coordinado por el padre Ricardo Zapata, que
había llegado en a dicha ciudad en 1970.10

De acuerdo con los autores, las ceb participaron en distintas luchas de


la región: la de obreros de la fábrica textil San Lorenzo de Nogales; la de fa-
milias de la escuela Niños Héroes de Chapultepec de la congregación Vicente
Guerrero, en el municipio de Río Blanco; en apoyo al campamento Tierra y Li-
bertad, en el municipio de Carrillo Puerto; a favor de la organización comunita-
ria en Loma Grande; por la autonomía municipal en Tehuipango; entre otras.11

Durante el resto de la década de los ochentas del siglo pasado, las


ceb’s de Río Blanco, continuaron con el trabajo de concientización y
de apoyo a las causas sociales de la región, en 1988 fueron sede del
encuentro Latinoamericano y Nacional de dicha experiencia organi-
zativa, pero con el tiempo y los vientos neoliberales que comenzaron
a soplar tanto en lo político como en lo eclesial, las ceb’s comenzaron

5. Ibidem, pp. 918-919.


6. Op. cit.
7. Op. cit.
8. Ibidem, p. 921.
9. Op. cit.
10. Ibidem, p. 922.
11. Op. cit.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C4

a perder fuerza y dinamismo, la muerte de muchos curas que fueron


pilares de este trabajo y las tendencias de derechización de la iglesia
en el mundo, también impacto de forma significativa en la estructu-
ración de este tipo de trabajo eclesial.12

Aunque desde la iglesia jerárquica se ha intentado debilitar la mística


de la teología de la liberación, sus semillas están presentes. Conocemos que
varias de nuestras compañeras mujeres que luchan, participaron, junto con
sus familiares y ancestras, en las ceb de esta región. Estas raíces y princi-
pios permean el trabajo actual de activistas, religiosas, sacerdotes y perso-
nas laicas en las montañas veracruzanas, como en los casos del Colectivo
Feminista Cihuatlahtolli y el Kalli Luz Marina.

Colectivo Feminista Cihuatlahtolli A. C.

Este colectivo es el más longevo de la región. Su nombre se traduce al español


como ‘la voz de las mujeres’. Por más de veinte años ha realizado diversas ac-
ciones para la promoción y defensa de los derechos de las mujeres de las Altas
Montañas veracruzanas. Desde 1997, se constituye como el primer espacio de
protección y defensa integral para las mujeres víctimas de violencia, así como
el primer espacio de promoción de los derechos de las mujeres. Sus fundadores
41 son María de la Cruz Jaimes García y Jairo Guarneros Sosa. 41

Foto 6. Asesoría jurídica. Acervo Colectivo Cihuatlahtolli, 2019, Orizaba, Veracruz.

Esta agrupación brinda acompañamiento y asesoría psicológica, jurí-


dica y de trabajo social a mujeres víctimas de violencia de género. Y cuenta
con un refugio en Orizaba –el primero del estado de Veracruz– para canalizar
a mujeres que necesitan un espacio de protección y resguardo, junto con sus
hijas e hijos menores de edad. Allí “se les proporciona, además de un espacio

12. Ibidem, p. 926.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C4

seguro para resguardar su integridad, atención integral profesionalizada con


pleno respeto a sus derechos humanos, con calidad y calidez”.13
Otra de sus actividades consiste en impartir talleres de capacitación y
sensibilización referentes a lo productivo y al feminismo a mujeres indígenas
y no indígenas de la región. Por otra parte, a nivel regional ha incidido en el
impulso de iniciativas estatales y nacionales de leyes y declaratorias para me-
jorar las condiciones de vida de las mujeres y garantizar el goce de nuestros
derechos con el objetivo de “contribuir en nuestra región al desarrollo de rela-
ciones de igualdad sustantiva entre los géneros”.14
A la par de las acciones mencionadas, las compañeras del colectivo Ci-
huatlahtolli son activistas y promueven constantemente en espacios públicos
y en medios locales de comunicación acciones de visibilización de la violencia
contra las mujeres. Una particularidad de este colectivo radica en que en él
participan mujeres y hombres. Asimismo, cabe resaltar que apoyó e impulsó
el surgimiento del Centro de Promoción de los Derechos de las Mujeres Kalli
Luz Marina A. C.15

42 42

Foto 7. Marcha “Las calles y las noches son nuestras”. Acervo Colectivo Cihuatlahtolli,
enero 2019, Orizaba, Veracruz.

Kalli Luz Marina A. C.

Hasta 2020, esta organización de la sociedad civil tuvo su sede en el municipio


de Rafael Delgado, ubicado entre la ciudad de Orizaba y el ascenso a la sierra

13. Colectivo Feminista Cihuatlahtolli A. C., perfil de Facebook, s. f. Consultado en: https://www.face-
book.com/pg/Colectivo-Feminista-Cihuatlahtolli-AC-2693161457375480/posts/?ref=page_internal.
14. Luz María Reyes, comunicación personal. / Las contribuciones que de aquí en adelante se citan como
“comunicación personal” fueron recabadas por medio de un cuestionario en línea y de entrevistas envia-
das por medios electrónicos. La contingencia por la pandemia por covid-19 imposibilitó las reuniones
presenciales. Todas las entrevistas y los cuestionarios se realizaron en el mes de abril de 2020.
15. Carolina Díaz, Op. cit., p. 181.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C4

de Zongolica. Por motivos de seguridad, cambió su ubicación a Orizaba. Des-


de hace trece años, acompaña a mujeres nahuas y mestizas que viven violen-
cia, para enfrentar y combatir esta situación.
Investigadoras que han estudiado la trayectoria de esta asociación16
documentan el contexto de mayor visibilización de la violencia contra las mu-
jeres y cómo se recrudece en el caso de las mujeres indígenas. Esto es evi-
dente en el caso de Ernestina Asencio Rosario, mujer nahua violada de manera
tumultuaria y asesinada en 2007, presuntamente a manos de integrantes del
ejército mexicano: uno de los crímenes más dolorosos en la historia reciente
de nuestro país, sobre el cual aún prevalecen la injusticia y la impunidad, y
muestra de la violencia institucional que se ejerce contra las mujeres indíge-
nas desde el Estado.17

Ernestina Ascencio Rosario, mujer indígena nahua de 73 años se le


encontró cuando agonizaba en un camino de la sierra de Zongolica,
en el municipio de Soledad Atzompa, el 6 de febrero de 2007. Murió al
llegar al hospital. Según los familiares que la encontraron, Ernestina
dijo en náhuatl “Pinomeh xoxokeh nopan omomotlatlamotlakeh” (los
hombres extraños vestidos de verde se me echaron encima). Los fa-
miliares declararon que Ernestina se refería a los militares. La primera
autopsia señaló la presencia de líquido seminal y desgarres que le
ocasionaron una hemorragia, causa principal de su muerte. La au-
43 topsia también confirmó golpes, fracturas, traumatismo cráneo-en- 43
cefálico, y marcas en manos y pies.18

Pese a las evidencias, las autoridades estatales y federales intentaron


durante varios meses desestimar los testimonios de los familiares, desacre-
ditar las pruebas iniciales y promover la versión oficial de que Ernestina había
muerto por una gastritis crónica, versión impulsada por el entonces presidente
de la República, Felipe Calderón Hinojosa.19 José Luís Soberanes, quien fun-
gía como titular de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, cuestionó los
primeros dictámenes y atacó públicamente a los funcionarios que los emi-
tieron.20 Por su parte, María del Rocío García Gaytán, presidenta del Instituto

16. Edelmira García, Op. cit; Carolina Díaz, Op. cit y “Kalli Luz Marina y la defensa de los derechos de
las mujeres nahuas de la sierra de Zongolica, Veracruz”, en Entre el activismo y la intervención: el
trabajo de organizaciones de la sociedad civil y su incidencia para la salud de las mujeres indígenas
en México, coordinación de Clara Juárez Ramírez, Felipe José Hevia de la Jara et al. México, Alter-
nativas y Capacidades A. C. / Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo / Centro de
Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 2017; Celeste Morales, “Mujeres indí-
genas que defienden sus derechos: que la costumbre sea el respeto a la mujer” (Tesis de licenciatura,
Xalapa, Universidad Veracruzana, 2014).
17. Edelmira García, Op. cit., pp. 8-9 y 177; Carolina Díaz, Op. cit., pp. 23-27 y 80.
18. Natalia de Marinis, “Por el derecho a la verdad: El caso de Ernestina Ascención y los efectos de la
militarización en Zongolica, Veracruz”, en Ichan Tecolotl, 5 de febrero de 2019.
19. Elena Gallegos y Claudia Herrera, “Entrevista a Felipe Calderón Hinojosa, presidente de la repúbli-
ca”, en La Jornada, 13 de marzo de 2007.
20. Blanche Petrich, “Dictamen de ginecóloga señala agresión sexual en contra de Ernestina Ascen-
sión”, en La Jornada, 24 de abril de 2007.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C4

Nacional de las Mujeres, descalificó las últimas palabras de Ernestina con de-
claraciones cargadas de racismo.21 Con la versión oficial, el caso se cerró en
mayo de 2007.
La entrada en vigor de la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Li-
bre de Violencia para el Estado de Veracruz en febrero de 2008 influyó para
que el tema de la violencia contra las mujeres figurara entre las acciones de
gobierno. “Una de las zonas prioritarias para las acciones oficiales que se si-
guieron fue la región de Zongolica, en cuya cabecera regional (el poblado de
Zongolica), se instaló la Agencia Especializada en Delitos Sexuales y Contra la
Familia, y más adelante la Casa de la Mujer Indígena”.22 Esta situación generó
un entorno aparentemente favorable para las iniciativas ciudadanas relativas
a la cuestión.
Finalmente, siguiendo a Edelmira García23 y Carolina Díaz,24 retomamos
la mención referente a la huella de la teología de la liberación en Rafael Del-
gado. Es posible identificarla en el trabajo de las Misioneras de la Inmaculada
Concepción25 y del párroco Andrés Vargas. Rafael Delgado es una comunidad
con fuerte presencia religiosa popular católica, la cual se manifiesta en ma-
yordomías en honor a los santos: festividades que requieren la participación y
organización familiar y comunitaria.

44 44

Foto 8. Grupo de promotoras en Atlahuilco, Veracruz. Acervo Kalli Luz Marina, 2020.

Andrés Vargas fue párroco en Rafael Delgado de 1999 a 2006, periodo en el


cual motivó la organización comunitaria en cooperativas. Si bien este proceso
se mantuvo únicamente durante la estancia del párroco y sufrió problemas

21. Andrés T. Morales, “Descalifica Inmujeres acusación de Ascencio Rosario contra militares; ‘fue en
náhuatl’”, en La Jornada, 1 de abril de 2007.
22. Edelmira García, Op. cit., pp. 9-10.
23. Ibidem, pp. 122-126.
24. Carolina Díaz, Género y justicia entre las mujeres nahuas del municipio de Rafael Delgado, Vera-
cruz. Una mirada a través de la asociación civil Kalli Luz Marina, pp. 71-82.
25. Ibidem, pp. 81-82.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C4

administrativos, marcó un cambio en la manera de vivir la religión cristiana,


que tiende a preocuparse por los rituales y la calificación moral, pero desligada
de los ámbitos políticos, sociales, económicos y culturales. Así, esta expe-
riencia inspiró nuevas “prácticas que valoraron e impulsaron la organización
comunitaria, con la inclusión de hombres y mujeres”.26
En 2003, religiosas pertenecientes a la congregación Misioneras de la
Inmaculada Concepción (mic) se establecieron en esta comunidad nahua. Ini-
cialmente, junto con Andrés, hicieron labor social para combatir el alcoholis-
mo, la drogadicción y la violencia entre la población joven. Luego de cuatro
años de trabajo, y de manera vinculada con el Centro de Servicios Municipales
Heriberto Jara (Cesem) y el Colectivo Feminista Cihuatlahtolli, realizaron un
diagnóstico para profundizar en el conocimiento de las familias de Rafael Del-
gado, en el que también participaron mujeres de una de las cooperativas men-
cionadas anteriormente. En el ejercicio encontraron que, de cada diez mujeres,
de siete a ocho vivían violencia.27 Por ese motivo, las mic abrieron un espacio
para ofrecer atención integral a las mujeres, invitaron a las integrantes de la
cooperativa y consiguieron el apoyo de estudiantes de servicio social de psi-
cología.28 Desde el inicio, María López de la Rica, religiosa de las mic, coordinó
los trabajos y ha estado al frente de la asociación.
En marzo de 2007, con la colaboración de Cihuatlahtolli y Cesem, consi-
guieron el financiamiento del Programa de Apoyo a las Instancias de Mujeres
en las Entidades Federativas (Paimef), lo que fortaleció el funcionamiento de la
45 asociación civil Kalli Luz Marina; además de que contrataron a una psicóloga 45
y a una abogada.29 La atención integral, que desde entonces brinda la organi-
zación, representa un recurso clave para las mujeres de comunidades rurales
e indígenas de la región, sin el cual difícilmente tendrían acceso a denunciar y
resolver las situaciones de violencia de género que enfrentan.
Tan solo en 2019, un estimado de 350 mujeres acudió para solicitar
orientación. De ellas, alrededor de 150 recibieron atención jurídica, psicológica
y social. La mayoría de estos casos consistió en violencia psicológica y eco-
nómica, seguida de la física y sexual. Aunque llegan mujeres de localidades
urbanas, rurales e indígenas de toda la región, para ese año se atendieron mu-
jeres provenientes principalmente de Rafael Delgado, Magdalena, Tlilapan, So-
ledad Atzompa, Atlahuilco, Tequila, Los Reyes e Ixhuatancillo. En este acom-
pañamiento con calidad y pertinencia cultural se vuelve central la función de
las promotoras nahuas, quienes previo al Kalli, desde sus experiencias perso-
nales, hacían frente a la violencia en sus familias y comunidad.30

La propuesta [de formar una organización] confirmó para las muje-


res la legitimidad de las acciones que habían estado realizando en
diferentes momentos de su vida para frenar la violencia en sus fami-

26. Edelmira García, Op. cit., p. 123.


27. Edelmira García, Op. cit., p. 125; y Carolina Díaz, Op. cit., p. 77.
28. Edelmira García, Op. cit., p. 150; y Carolina Díaz, Op. cit., p. 79.
29. Edelmira García, Op. cit., pp. 125-126; y Carolina Díaz, Op. cit., p. 80.
30. Edelmira García, Op. cit., pp. 127-149.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C4

lias, y representó la oportunidad para poder agruparse y tomar mayor


fuerza en su demanda. Tuvo un alto valor para las mujeres que una
persona externa a la comunidad hablara de lo que ellas habían esta-
do queriendo elaborar para sí mismas en su comunidad, desde muy
diversos ámbitos de su vida cotidiana.31

En su trayectoria, las promotoras han vencido su temor de visibilizar su


trabajo en defensa de los derechos de las mujeres en el ámbito público, lo cual
implica exponerse en la comunidad, salir del lugar tradicional de lo doméstico
y la sumisión, y recurrir a nuevas estrategias y lógicas institucionales. Asimis-
mo, han negociado con sus esposos y familias su papel en la comunidad y la
inversión de tiempos y energías.32 Incluso, en 2009 la labor del Kalli Luz Marina
fue señalada como una amenaza por cuatro personas de la comunidad, quie-
nes utilizaron los medios de comunicación locales para desprestigiar el tra-
bajo de las promotoras y las religiosas; sin embargo, el respaldo comunitario
y de otras organizaciones y personalidades desactivó dichos intentos.33 Las
agresiones debido a su papel como defensoras de derechos humanos persis-
ten hasta la fecha en distintos momentos, situaciones y modalidades.
Además de las compañeras que participan en la dirección, coordinación,
áreas jurídica y psicológica, diez promotoras participan en la organización. La
mitad en Rafael Delgado y el resto en Magdalena, municipio vecino donde el
Kalli cuenta con un pequeño módulo.
46 46
Entre los trabajos que realizan está promover a partir de talleres los
derechos de las mujeres indígenas; ser intérpretes para las mujeres
que no hablan español; acompañar junto con la abogada a las mu-
jeres a ejercer una denuncia o convenio; realizar visitas domiciliarias
para contactar a mujeres que sufren violencia e invitarlas a que asis-
tan a la asociación; incluso, como las mujeres de los municipios las
conocen, las buscan en su domicilio por si necesitan ayuda.34

Algunos de los principios con los que ellas mismas caracterizan su que-
hacer refieren la independencia de partidos políticos; la discreción y el respeto
por la vida de las mujeres que enfrentan violencia de género; el entendimiento
a las mujeres y su dolor sin juzgar, lo cual genera confianza y solidaridad; la
negociación en el tratamiento de los conflictos; la facilitación de la recupera-
ción de los hombres; el impulso a la transformación de su comunidad.35
Las promotoras participan activamente más allá de su rol, el cual se
extiende a sus ámbitos comunitarios y familiares. Su posición y experiencia
les dan un conocimiento profundo del contexto y un sentido de empatía con

31. Ibidem, p. 150.


32. Ibidem, pp. 150-151.
33. Ibidem, pp. 153-156.
34. Carolina Díaz, “Kalli Luz Marina y la defensa de los derechos de las mujeres nahuas de la sierra
de Zongolica, Veracruz”, p. 312.
35. Edelmira García, Op. cit., pp. 158 y 173-174.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C4

las mujeres que llegan al Kalli, por lo que su trato es sensible, de calidad y con
pertinencia social y cultural.36
De manera más reciente, la organización ha potenciado esa experiencia
hacia otros municipios de la región Altas Montañas. Desde 2013, promueve
la formación y fortalecimiento de “promotoras indígenas para el desarrollo de
estrategia de atención y sensibilización para mujeres que viven violencia, con
enfoque de derechos humanos, género, interculturalidad y ritualidad. Asimis-
mo, se promueve el desarrollo de liderazgos personales y comunitarios para
la participación social”.37 Lo anterior en torno a la Red de Promotoras de los
Derechos de las Mujeres Indígenas (Reprodmi), con la que actualmente impul-
sa procesos de economía social y solidaria, mediante la producción de huevo
y hortalizas.

47 47

Foto 9. Taller de masculinidades con estudiantes de la Universidad Veracruzana Inter-


cultural sede Grandes Montañas. Acervo uv-Intercultural gm, 2019, Tequila, Veracruz.

Para atender las afectaciones de la violencia en “la salud física, psíquica, emo-
cional y espiritual”, ofrecen alternativas de la medicina tradicional a través del
36. Edelmira García, Op. cit., p. 169; y Carolina Díaz, Op. cit., pp. 312-316.
37. Kalli Luz María, “Red de Promotoras de los Derechos de las Mujeres Indígenas (Reprodmi)”. Con-
sultado en: https://kalliluzmarina.wixsite.com/kalli/reprodmi.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C4

proyecto Yekyetolistli.38 Y como respuesta a una de las demandas de las mu-


jeres nahuas de la región, impulsan el trabajo con hombres mediante talleres
de masculinidades. Para ello, como en el resto de sus iniciativas, destaca la
estrategia de trabajo articulado con actores locales, como conocedoras de la
medicina natural; actores gubernamentales, como la Secretaría de Salud; la
academia, como la Universidad Veracruzana Intercultural; y la sociedad civil,
como el colectivo Yolotl.
Los impactos documentados que dan cuenta del esfuerzo y la cons-
tancia de las mujeres del Kalli consisten en brindar legitimidad y respaldo a
las acciones que emprenden las propias mujeres de comunidades rurales e
indígenas para hacer frente a la violencia; llevar el problema de la violencia del
ámbito privado a lo comunitario y lo público, así como contribuir a posicionarlo
como una cuestión social, que se sostiene en roles y estereotipos de género;39
visibilizar la responsabilidad de las instituciones del Estado en relación con el
cumplimiento de los derechos de las mujeres indígenas; impulsar el trabajo
colaborativo y articulado entre actores diversos para tejer redes de solidaridad
y cuidado y potenciar sinergias.40
En 2018, María López de la Rica recibió el Premio Estatal a la Mujer Ve-
racruzana en el Congreso del Estado por su trabajo encaminado a erradicar la
violencia contra las mujeres, especialmente al frente del Kalli Luz Marina. En
su discurso, María expresó: “Estoy convencida de que no sólo las compañeras
de Kalli merecemos esta distinción. Somos muchas las mujeres que estamos
48 dando lo mejor de nuestra vida al servicio de la promoción y defensa de los 48
derechos humanos en Veracruz”.41

38. Kalli Luz María, “Yekyetolistli”. Consultado en: https://kalliluzmarina.wixsite.com/kalli/yekyetolistli.


39. Carolina Díaz, Op. cit., p. 321.
40. Edelmira García, Op. cit., pp. 156 y 176.
41. María López de la Rica, “Versión estenográfica de la Sesión Solemne del Segundo Año del Ejer-
cicio Constitucional”. Xalapa, lxiv Legislatura H. Congreso del Estado de Veracruz, 6 de marzo de
2018, p. 13.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C5

49 Iniciativas jóvenes: las nuevas colectivas 49

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C5

Círculo Feminista Mujeres Montaña1

En 2018, en el espacio universitario, institucional y académico de la Univer-


sidad Veracruzana Intercultural sede Grandes Montañas (uvi-gm), dos estu-
diantes, Bugambilia y Girasol, crearon un espacio para hacer lectura feminis-
ta. En un principio, la colectiva estaba integrada por ocho a diez mujeres, en
su mayoría estudiantes de la uvi-gm. Desde su origen, la iniciativa se pensó
como separatista (únicamente para mujeres), con el objetivo principal de: “ge-
nerar un espacio para mujeres en donde el motivo de reunión sea la lectura.
Pero, a partir de esto, poder hablar de cómo nos sentimos, qué significa para
nosotras ser mujer, cómo es el contexto en el que nos desenvolvemos. Generar
un ambiente seguro de diálogo e intercambio”.2
En ese momento, como parte de un proceso profundo de reflexión, las
mujeres participantes se cuestionaban si eran o no feministas. El primer li-
bro que leyeron fue Un cuarto propio, de Virginia Wolf. Durante el análisis, se
dieron cuenta de que ellas mismas buscaban un espacio para hablar de sus
experiencias, desde su contexto, considerando las particularidades en las que
confluyen sus características interseccionales. En aquel entonces, Girasol, a
través de un microfinanciamiento, tuvo acceso a un seminario internacional
para trabajar temas sobre feminismo, por lo que propuso emigrar de un círculo
de lectura a un círculo feminista y así de establecer una red de acompaña-
miento en la universidad.
50 La metodología y la organización son propias. Todas las participantes 50
asisten de manera voluntaria y no remunerada, y hay una consideración pro-
funda a las condiciones de vida de cada una. Por ejemplo, el hecho de ser o no
madres, de atravesar situaciones familiares o económicas adversas, e incluso
las condiciones de seguridad para trasladarse del lugar donde llevan a cabo
las sesiones a sus respectivas casas. Realizan actividades artístico-creativas y
tocan temas como sexualidad femenina y autocuidado, por mencionar algunos.
Como se señaló, su propósito consiste en “generar un espacio seguro
para mujeres, por mujeres y de mujeres, en que nosotras podamos hablar y
expresar lo que sentimos sobre violencias que hemos vivido y podamos re-
flexionar en torno a nuestras vidas, a nuestras acciones, a nuestro proceso de
reconstrucción como mujeres, como feministas ahora”.3
La experiencia para las mujeres que participan conlleva una carga emo-
cional intensa. La seguridad del espacio favorece la expresión de emociones
y dolores que no pueden compartir en ningún otro lugar. Esto genera “un pro-
ceso personal que se ve reflejado en lo colectivo”.4 Se trata de procesos sa-
nadores y catárticos que permiten a las mujeres revalorarse, recuperarse y
modificar la relación consigo mismas y, al mismo tiempo, con otras mujeres.
Otro de los impactos significativos de la colectiva reside en que se ha

1. A partir de aquí, los nombres de las participantes del cuestionario en línea serán sustituidos con
nombres de flores, para guardar su privacidad.
2. Girasol, comunicación personal.
3. Girasol, comunicación personal.
4. Id.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C5

convertido en un referente entre la población de la uvi-gm. Las compañeras que


no forman parte de la colectiva se acercan a ellas para pedir acompañamiento
en diversas problemáticas relacionadas con la sexualidad y la violencia de gé-
nero, entre otras. De cara al futuro, esta colectiva proyecta tejer redes con otras
colectivas feministas para seguir avanzando y fortaleciendo el movimiento y
a ellas mismas. Subrayan como una aportación relevante que, a partir de la
acción del círculo feminista, se han vuelto amigas muy cercanas, que escu-
chan sin juzgar y se sostienen entre sí. Todas las mujeres de la uvi-gm y otras
mujeres que quieran acercarse están convocadas y serán bien recibidas en el
círculo feminista.

51 51

Foto 10. Colectiva universitaria y feminista Mujeres Montaña. Acervo de la colectiva,


2019, Tequila, Veracruz.

Marea Verde Altas Montañas

En la región de las Altas Montañas, la Marea Verde se estructuró a mediados


de 2019. Como se explicó, la iniciativa surgió en Argentina.5 Nos parece valioso
señalar que las mujeres que realizamos acciones públicas a favor de la lega-
lización del aborto podemos sentirnos parte o no de la Marea Verde. Es decir,
el movimiento internacional a favor de la legalización del aborto, como otras
luchas feministas, va más allá de “etiquetas”. En ese sentido, quienes escri-
bimos estas líneas celebramos con admiración las batallas que en ámbitos
públicos y privados damos las mujeres para avanzar en el derecho a decidir
sobre nuestros cuerpos y nuestros proyectos de vida.6

5. Silvia Elizalde y Natacha Mateo, “Las jóvenes: entre la ‘marea verde’ y la decisión de abortar”, en
Salud Colectiva, núm. 3, 2018, pp. 433-446.
6. Por ejemplo, el 24 de diciembre de 2019, algunas mujeres se manifestaron pacíficamente en
Orizaba en contra de una estatua con forma de mujer embarazada, patrocinada por grupos re-

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C5

La invitación simbólica de nuestras colegas del sur para reconocernos


en torno a la noción de marea y al color verde resulta potente, bajo una identi-
dad colectiva que nos vincula políticamente con otras mujeres.7 “La identidad
no es un conjunto de rasgos esenciales con los que los sujetos cargan, sino
que se trata de una construcción, producto de intercambios, negociaciones y
conflictos; que emerge de las luchas de sentido (Hall, 2003). Es, en parte, por
eso que estas son adhesiones siempre temporarias que se alcanzan a través
de las interpelaciones efectivas de discursos y prácticas”.8
De tal suerte, quienes nos identificamos, articulamos y trabajamos bajo
la causa de Marea Verde Altas Montañas –incluso una compañera de la región
diseñó un logotipo para distinguirnos– representamos una fracción de las
mujeres que en realidad integramos la marea verde. El concepto de ninguna
manera nos pertenece, porque lo aprendimos de otras y es ya de propiedad
colectiva. Como nosotras, todas las mujeres que se sientan identificadas pue-
den apropiarse de él.
De acuerdo con María Victoria Seca, el pañuelo verde “se comenzó a uti-
lizar en el Encuentro Nacional de Mujeres en Rosario en el año 2003. No tenía
ningún logo sino consignas feministas amplias como: aborto, derechos se-
xuales y reproductivos, anticoncepción, por el derecho a decidir”.9 Las mujeres
feministas argentinas buscaron un color para simbolizar esta lucha: “Pensa-
ron en un color articulador: el verde. No lo usaban los partidos políticos, estaba
vinculado al medioambiente, a la salud, a la esperanza”.10
52 Marea Verde Altas Montañas coordina a mujeres de esta región que esta- 52
mos a favor de legalizar el aborto. Convocadas por las movilizaciones en México
y el mundo, luchamos por el derecho a decidir bajo el lema “Educación sexual
para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”. Como
mencionamos antes, siguiendo a Human Rights Watch: “El acceso al aborto se-
guro y legal puede salvar la vida y facilitar la igualdad de las mujeres”.11 Está
relacionado con decisiones propias, que pertenecen exclusivamente a las muje-
res embarazadas, en las que no debe interferir el Estado, ni terceros. Dificultar y
criminalizar este tipo de decisiones obstruye nuestra capacidad, como mujeres,
de ejercer nuestros derechos y da lugar a “prácticas clandestinas e inseguras”,
que representan la cuarta causa de muerte materna en México.
La primera intervención de Marea Verde Altas Montañas ocurrió en la
madrugada del 20 de octubre de 2019. Realizamos un “pañuelazo”, que con-
sistió en colocar pañuelos verdes en plazas públicas, estatuas y monumentos
de la ciudad de Orizaba, acompañados de cartulinas con información científica

ligiosos. En la siguiente liga es posible leer su pronunciamiento y las fotografías de la actividad:


https://bit.ly/2UY5e2U.
7. María Victoria Seca, “‘Estamos haciendo historia’: Activismos juveniles por el derecho al aborto en
Mendoza (Argentina)”, en Activismos feministas jóvenes: emergencias, actrices y luchas en América
Latina, edición de Marina Larrondo y Camila Ponce Lara. Buenos Aires, Clacso, 2019, p. 91.
8. Id.
9. Ibidem, p. 92.
10.María Florencia Alcaraz, “Pioneras del aborto legal”, Revista Anfibia, 28 de mayo de 2018. Consul-
tado en: https://www.revistaanfibia.com/pioneras-del-aborto-legal/
11. Janet Walsh, Op. cit.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C5

y datos duros alrededor de la legalización del aborto. Aproximadamente cien


mujeres nos reunimos a las cuatro de la mañana; decidimos hacerlo a esa
hora por precaución, ante posibles agresiones por parte de grupos conser-
vadores que están en contra del derecho a decidir. La policía municipal nos
abordó a los diez minutos de comenzada la acción. Nos pidieron datos y nos
preguntaron si teníamos intención de “vandalizar la ciudad”.
Después, nos dividimos en equipos para abarcar toda la ciudad, uno de
los cuales, integrado por tres compañeras, fue detenido minutos después por
cinco patrullas y aproximadamente quince elementos de la policía municipal.
Pretendían “llevarlas” para hablar con alguna autoridad. Afortunadamente, te-
níamos previstos protocolos de seguridad con monitoras que no se encontra-
ban en la calle. Gracias a eso fue posible –y necesaria– la intervención de un
compañero con conocida trayectoria en defensa de los derechos de las muje-
res para que dejaran seguir a las compañeras. Aunque no es el interés de este
trabajo, queda para la reflexión el hecho de que la mediación de un hombre,
con los mismos argumentos de las compañeras, fue la que valió para que las
dejaran tranquilas.
La policía municipal desplegó un operativo para tratar de intimidarnos
y desactivar la protesta. A pesar de que no volvió a confrontarnos, iba tras no-
sotras quitando los pañuelos y las cartulinas. Nos impresionó el despliegue,
la coordinación y los recursos que destinaron para que nuestra intervención no
fuera visible al amanecer. Mientras existen tantas mujeres violadas, desapareci-
53 das y asesinadas, se dedicaron a retirar nuestros pañuelos y carteles informa- 53
tivos durante horas. Decisiones de gobierno que evidencian lo que realmente
les preocupa.
Acertadamente, las propias activistas y los medios de comunicación lo-
cales documentamos la intervención.12 Después de esta acción disruptiva, la
colectiva ha realizado marchas, congregaciones, performances, instalaciones,
eventos académicos y de divulgación, sobre el derecho a decidir, los derechos
sexuales y reproductivos y el derecho a una vida libre de violencia para las mu-
jeres. Entre estos eventos dirigidos a la sociedad en general destaca la inter-
vención en espacios públicos. Por ejemplo, en marzo y noviembre de 2021 se
colocó una “antimonumenta” que denuncia simbólicamente los feminicidios,
la misma acción que diferentes colectivas han realizado en otras ciudades
mexicanas. Sin embargo, en ambas ocasiones las autoridades municipales
retiraron la antimonumenta con argumentos absurdos. El trabajo continúa.

12. Aquí las referencias a algunas de las notas: “Amanece Orizaba ‘pintada’ de verde”, en La Van-
guardia, 20 de octubre de 2019. Consultado en: https://www.vanguardiaveracruz.mx/amanece-ori-
zaba-pintada-de-verde/; Patricia Libonatti, “Amanece Orizaba con pañuelos verdes a favor el aborto
legal”, en Quadratín Veracruz, 20 de octubre de 2019. Consultado en: https://veracruz.quadratin.com.
mx/amanece-orizaba-con-panuelos-verdes-a-favor-el-aborto-legal/; Lissette Hernández, “Activis-
tas realizan ‘pañuelazo’ a favor de la legalización del aborto, en Orizaba”, en Al Calor Político, 20
de octubre de 2019. Consultado en: https://www.alcalorpolitico.com/informacion/activistas-rea-
lizan-paniuelazo-a-favor-de-la-legalizacion-del-aborto-en-orizaba-301121.html#.Xo_xCFVKjIU;
Hugo Morales Alejo, “Pañuelazo en Orizaba”, en Multigráfica Agencia, 20 de octubre de 2019. Con-
sultado en: http://www.multigrafica.com.mx/movil/nota/48024/pauelazo-en-orizaba.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C5

54 54

Foto 11. Foro por el Derecho a Decidir. Tomada por Hugo Guzmán, 10 de diciembre de
2019, Orizaba, Veracruz.

Colectivo Conejo Clandestino

Integrado por mujeres y hombres jóvenes, el colectivo Conejo Clandestino


surgió en 2014, después de la coyuntura del movimiento #YoSoy132. Utiliza
expresiones artísticas y autogestivas con el objetivo de generar conciencia
política, con énfasis en el respeto a los derechos humanos. A partir de 2018,
tomando en cuenta los altos índices de violencia misógina, las mujeres del
colectivo crearon un espacio separatista con dos proyectos eje diseñados con
perspectiva feminista, “Bordamos la memoria” y “Jornadas informativas abor-
to legal, seguro y gratuito”.
No es un colectivo separatista, aunque gran parte de sus iniciativas
son impulsadas por mujeres; además, “los proyectos de perspectiva femi-
nista son exclusivamente organizados y ejecutados por mujeres”.13 Algunas
de sus actividades incluyen círculos de mujeres, así como jornadas informa-
tivas sobre la interrupción legal del embarazo organizadas en colaboración
con los colectivos Redefine Veracruz y Akelarre A. C., en las que se distribu-
yen materiales impresos y se lleva a cabo un conversatorio sobre el tema.

13. Rosa, comunicación personal.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C5

El proyecto “Bordamos la memoria” tiene el objetivo de “visibilizar la


violencia misógina en Veracruz, que en su forma más extrema termina en fe-
minicidio”.14 Las actividades se realizan en espacios públicos para bordar los
nombres de las mujeres víctimas de feminicidio y propiciar un diálogo, de ma-
nera itinerante, y principalmente en colonias periféricas de los municipios de
Orizaba, Ixtaczoquitlán, Xalapa y Coatepec. A través de la denuncia simbólica,
las mujeres de Conejo Clandestino comparten objetivos con otras colectivas
jóvenes: visibilizar y dialogar la violencia contra las mujeres desde las expe-
riencias propias, mientras se tejen redes de sororidad y apoyo en la región.

55 55

Foto 12. Bordando la Memoria. Acervo Colectivo Conejo Clandestino, 2018.

La fortaleza que aporta el trabajo colectivo –que las mujeres del Conejo
Clandestino privilegian– se transforma en un accionar político ante la inefica-
cia estatal.

De las actividades antes mencionadas se han cosechado buenos


frutos. Todas nos han llevado a encontrar en el camino a mujeres
preocupadas, luchadoras, críticas, fuertes, sororas, amigas. De todas
ellas lo que más sobresale, o de lo cual me siento más agradecida y
maravillada, es del lazo indestructible y creciente que nos une. Nues-

14. Id.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C5

tra interacción con otras mujeres ha crecido con amor, con una esen-
cia que perdura aún si no estamos juntas; todas nos sabemos la una
para la otra y ello se demuestra en los momentos difíciles.15

El colectivo ha operado en Orizaba y Xalapa, con cuatro mujeres que


trabajan de manera activa y son apoyadas de distintas maneras por muchas
más que no son parte del colectivo.
Durante la contingencia por la pandemia de covid-19, se formaron nue-
vas colectivas impulsadas por mujeres jóvenes en la región: Morritas Organi-
zadas, Abortera en la Montaña, Cuidadoras de las Altas Montañas, Kol’olelm,
entre otras. Todas colocan en el centro la vida de las mujeres, y se organizan
de manera independiente, autoconvocada y colectiva. Luchan a través de ac-
ciones públicas, marchas, talleres, acompañamientos, gestión de recursos,
apertura de mercaditos con enfoque de economía feminista, entre otras ac-
tividades. Su empuje y creatividad dan cuenta de la fuerza del movimiento y
renuevan las dinámicas de organización, trabajo, preocupaciones e intereses.
El nacimiento de nuevos espacios de resistencia nos llena de esperanza.

56 56

15. Id.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C6

Las resistencias de las mujeres


57
en las Altas Montañas 57

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C6

En este último apartado sistematizamos las reflexiones de algunas compañe-


ras activistas de la región. Como comentamos al inicio, se trata de un sondeo
para acercarnos a sus experiencias y aprendizajes como mujeres que forman
parte de espacios e iniciativas para mejorar nuestras condiciones de vida.
En el cuestionario participaron mujeres y una persona de género no
binario radicadas en once municipios de la región: Amatlán, Astacinga, Cal-
cahualco, Ixhuatlancillo, Ixtaczoquitlán, Nogales, Orizaba, Rafael Delgado, Río
Blanco, Tequila y Zongolica. Dos de ellas tienen entre 12 y 17 años de edad;
diecinueve, entre 18 y 29; once, entre 30 y 59; y una, más de 60. Y mencionaron
como sus ocupaciones: psicóloga, docente, maestra universitaria, maestra de
primaria, maestra de preescolar, funcionaria pública, estudiante, creadora de
contenidos, activista, gestora intercultural, defensora de derechos humanos
de las mujeres, profesionista y asistente de investigación.
Referente al espacio de activismo por los derechos de las mujeres en el
que se han involucrado, encontramos las siguientes agrupaciones: Zona de
Creación, cdh Toaltepeyolo, Kalli Luz Marina, Marea Verde Altas Montañas,
Mujeres Montaña, Ceprojusdac, Cihuatlahtolli, Colectivo Sororidad y Feminis-
mo, Conejo Clandestino, Estudios Interculturales y de Género, Red de Promo-
toras de los Derechos Humanos de las Mujeres Indígenas (Reprodmi), Colec-
tivo Conejo Clandestino, el proyecto “Generando redes y colectividad para la
conservación y valoración del río Tenexapa”, y un grupo sin nombre.
Llevan a cabo su labor en los siguientes municipios: Ixhuatlancillo, Ori-
58 zaba, Ixtaczoquitlán, Río Blanco, Magdalena, Nogales, Rafael Delgado, San An- 58
drés Tenejapan, Tehuipango, Tequila, Zongolica, Amatlán de los Reyes, Asta-
cinga, Atzacan, Camerino Z. Mendoza, Córdoba, La Perla, Mariano Escobedo,
Fortín, Atlahuilco, Tlilapan y Paso del Macho. Es decir, en al menos 22 munici-
pios de los 57 que integran la región Altas Montañas hay compañeras traba-
jando en beneficio de las mujeres.

La construcción de subjetividad de las mujeres activistas

La revisión y el cuestionamiento de nuestras propias historias es una impronta


que marca la participación en acciones a favor de las mujeres. Algunas de las
experiencias o situaciones que las activistas reconocen están definidas por la
violencia que vivieron, la búsqueda de herramientas para enfrentarla y el acer-
camiento con otras mujeres. “Fui violentada desde que tengo uso de razón, al
igual que muchas mujeres de mi comunidad. Tristemente, ese escenario pre-
valece en la cotidianidad de mi vida y en la cotidianidad de las mujeres que me
rodean”.1 “Creo que toda la vida me han rodeado machismos”.2
Esta violencia se presenta en la familia desde la infancia y la juventud,
en diferentes modalidades que van desde comentarios para hacernos sentir
menos y descalificar nuestras decisiones hasta agresiones físicas y sexuales.

1. Azalea, comunicación personal.


2. Dalia, comunicación personal.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C6

“Cuando terminé la preparatoria, mi papá me dijo que no estudiara la licen-


ciatura porque no iba a poder, que era muy difícil. Eso me rompió el corazón y
también hirió mi orgullo, porque me hizo sentir menos que mis hermanos. Me
enojé porque mis dos hermanos y mi hermana estaban en la universidad”.3 Lila
enfrentó la situación y logró continuar con sus estudios.
En sus reflexiones, varias compañeras enfatizan este paso: “Dicen que
una se vuelve feminista con su propia historia y así fue. Tengo una familia con-
servadora y machista. Aunado a eso, tuve una relación codependiente con un
tipo machista, me trataba mal psicológicamente y me hizo mucho daño. Co-
mencé a participar debido al hartazgo”.4 La indagación inició individualmente,
pero se potenció a partir del encuentro con otras mujeres.
Hablar con las compañeras de lo que nos lastima, lo que nos parece
injusto, lo que nos hace sentir inferiores, “es fuerte, incluso deprimente”.5 Pero
también fue y es sanador: “Pude expresar, por primera vez, que fui abusada
sexualmente cuando tenía cinco años. Algunas compañeras me acuerparon.
Esa experiencia fue muy liberadora y ahí comprendí la importancia de los es-
pacios seguros”.6
Además, esos acercamientos permiten intercambiar y ampliar la infor-
mación sobre las luchas y los derechos de las mujeres. Algunas colegas lle-
van más de veinte años en este camino y para otras es más reciente. “Poco a
poco comencé a conocer e investigar. Entonces, vi que muchas de mis ideas
eran compartidas. Hasta que me uní en la primera marcha y me encantó”.7 Los
59 nuevos aprendizajes sirvieron para “cuestionar los roles establecidos por mi 59
familia y comunidad. Me fui dando cuenta de lo que no quería ser, fui tejiendo
redes y empecé a participar más en mi comunidad”.8
“Fui víctima de violencia y no deseo que las mujeres vivan ningún tipo
de violencia”.9 Para las compañeras, hacer frente a la violencia vivida, trabajar
y atender los dolores propios también significa procurar a otras mujeres. “Me
veía reflejada en ellas y no quería que más mujeres pasaran lo mismo”.10 Así,
algunas de ellas se acercaron al feminismo para buscar recursos que refor-
zaran su quehacer con infancias y en torno a la crianza, con comunidades
nahuas, con mujeres que buscan a sus familiares desaparecidos, con grupos
juveniles, entre otros.

Empecé tomando talleres para formarme como promotora, poste-


riormente di una charla informativa con mujeres[…] Una charla bastó
para que, una a una, empezaran a llegar a la puerta de mi casa, a
pedir ser escuchadas. Con algunas bastaba solo que platicáramos,
para que iniciaran procesos de acceso a la justicia de la mano de mis

3. Lila, comunicación personal.


4. Alhelí, comunicación personal.
5. Id.
6. Azalea, comunicación personal.
7. Lis, comunicación personal.
8. Violeta, comunicación personal.
9. Azalea, comunicación personal.
10. Amaranta, comunicación personal.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C6

compañeras de organización. Otras requerían de acceso a la salud


para sus hijxs, que se les había negado por falta de pertinencia cultu-
ral y sobre todo lingüística en las clínicas del municipio y hospitales
de la región [se refiere a que el personal de salud no habla náhuatl].
Así empecé a moverme con ellas para hacer interpretación en las
consultas de sus hijxs, en las demandas y denuncias ante las autori-
dades municipales o acompañarlas a la fiscalía.11

Las mujeres que apoyan a otras mujeres, las mujeres luchadoras, las
mujeres feministas se convierten en referentes inspiradores para otras. “Ver a
tantas mujeres alzando la voz”12 alienta. “Poder manifestarme en una ciudad
tan conservadora [se refiere a Orizaba] resulta empoderante y me llena de va-
lor para seguirlo haciendo”.13 Las activistas identifican cambios positivos en
sus vidas relacionados con sentirse más seguras, valiosas, fuertes, capaces,
queridas, acompañadas, comprendidas, amorosas, comprensivas y solidarias.
“También soy una mujer más feliz”.14 Con más libertad y opciones para sanar,
poner límites, no quedarse calladas, ser autocríticas y generosas, construir
relaciones de amistad y de pareja sanas. “Me ayuda al llevar mi propio duelo.
He descubierto nuevo coraje para seguir día a día y darme cuenta qué clase de
personas quiero a mi lado”.15
“Participar en estos espacios me da mucha esperanza y mucha alegría,
me permite entender sobre todo una forma nueva de relacionarme conmigo
60 y de recuperar el autocuidado y el amor propio”.16 También identifican mayor 60
compromiso con el bienestar de otras mujeres, niñas y niños. “Soy más cons-
ciente de la violación a nuestros derechos como mujeres. Esto me ha llevado a
comprometerme con la erradicación de la violencia y el fortalecimiento de una
cultura de derechos de justicia y de igualdad”.17 Al interesarnos por el autocui-
dado y el cuidado de las y los demás, tejemos redes de soporte en nuestra vida
cotidiana, más allá del activismo. No sin tensiones y contradicciones, intenta-
mos construir desde la unión relaciones entre mujeres, cargadas usualmente
de juicios y rivalidades. “He logrado quitarme de la cabeza que entre mujeres
competimos”.18

11. Gardenia, comunicación personal.


12. Lis, comunicación personal.
13. Violeta, comunicación personal.
14. Azalea, comunicación personal.
15. Lila, comunicación personal.
16. Amaranta, comunicación personal.
17. Iris, comunicación personal.
18. Amber, comunicación personal.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C6

Foto 13. Yekyetolistli. Acervo Kalli Luz Marina, 2019, Rafael Delgado, Veracruz.

61 El quehacer de las colectivas feministas en las Altas Montañas 61

Generalmente las colectivas son autoconvocadas y autodeterminadas. Al-


gunas cuentan con una organización más estructurada y están constituidas
como asociaciones civiles o centros de derechos humanos, mientras que
otras se van consolidando mediante procesos autónomos que surgen ante la
emergencia y necesidad de generar redes de apoyo y acompañamiento para
enfrentar la violencia contra las mujeres en todos sus tipos y ámbitos.
Podemos clasificar las principales actividades realizadas por las colec-
tivas en cuatro grandes aristas, como describimos a continuación.

Autocuidado y autoformación feminista


Las colectivas generan espacios propios, por y para mujeres, en los que se de-
sarrollan temas políticos y personales. Se trata de una formación que va desde
lo emocional hasta lo académico y atraviesa espacios de intensa reflexión que
permiten, primero, entender, y, después, ir sanando las heridas que la violencia
patriarcal ha dejado en cada una y en colectivo. Para esto se valen de distintas
actividades artísticas, recreativas y académicas con metodologías propias y
una agenda que se genera y acuerda entre todas.
Vale la pena mencionar el énfasis en actividades encaminadas a las
prácticas de autocuidado y cuidado colectivo, como una vía de lucha y resis-
tencia que empieza por la transformación propia y se encamina a la trans-
formación social. Esto incluye acompañamiento a casos específicos (mujeres
que atraviesan situaciones de violencia, embarazo no deseado, hostigamiento

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y acoso sexual) y, en general, nos acompañamos entre todas cuidando nuestro


bienestar físico, psicológico y emocional, a partir de referentes propios y con
las herramientas que cada una puede aportar.
Todas las mujeres participamos en estos espacios de manera total-
mente voluntaria y no remunerada.

Activismo feminista
Esta arista abarca todas las acciones en el espacio público cuando las mu-
jeres reclamamos la calle y hacemos visible la violencia que históricamente
había permanecido normalizada. Marchas, concentraciones, intervenciones y
educación e información feminista para la gente en general. El acto simbólico
de tomar el espacio público es muy valioso, considerando que, en la vida coti-
diana, cuando cada una realiza sus actividades, nos resulta violento y peligro-
so. Por eso, lo reclamamos y exigimos el derecho a estar en la calle de día y de
noche, sin tener miedo y sin estar en riesgo.
Las principales demandas del activismo feminista actual son la lega-
lización del aborto y la erradicación de la violencia feminicida y la violencia
contra las mujeres. De modo similar a los espacios de autoformación, la parti-
cipación es voluntaria y no remunerada.

Defensa de los derechos de las mujeres


Se trata de espacios seguros para la defensa de los derechos humanos de las
62 mujeres y la infancia, que brindan atención y acompañamiento integral a través 62
de asesoría jurídica, psicológica y psicosocial. También ofrecen capacitación
sobre actividades productivas y de liderazgo para mujeres. Estas actividades
implican un trabajo intenso y demandante que debe ser muy estructurado, ya
que se atienden situaciones de riesgo latente y, en ocasiones, inminente para
las mujeres.
Las colectivas suelen estar integradas por mujeres con profesiones,
perfiles y ocupaciones diversas, como antropólogas, psicólogas, sociólogas,
abogadas, empleadas, promotoras, vendedoras y comerciantes. Esto posibili-
ta una defensa integral y con perspectiva feminista; sin embargo, en el propio
funcionamiento del sistema jurídico estatal prevalecen lógicas patriarcales
que dificultan el acceso a la justicia para las mujeres y, por lo tanto, el goce
de sus derechos humanos. Asimismo, tanto las entidades gubernamentales
como las asociaciones civiles y ciudadanas se encuentran rebasadas por la
cantidad de casos.

Actividades académicas
Consisten en actividades impartidas principalmente en las universidades
–aunque también ocurren en otros niveles escolares, como el básico, medio y
medio superior–: conferencias, conversatorios, talleres y cursos con enfoque
feminista. Buscan informar y sensibilizar a las distintas poblaciones estudian-
tiles sobre las problemáticas relacionadas con género y feminismo. Las muje-
res que participamos en estos espacios coincidimos en que son fundamenta-
les y nos permiten fortalecer vínculos y hacer comunidad.

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Muchas de nosotras presentamos iniciativas personales o colectivas


para compartir con las demás: talleres de poesía, teatro o cine; espacios de
contención emocional tras las acciones; talleres de autodefensa feminista;
entre otras. Si bien estas actividades tienen un alcance comunitario, también
participamos en iniciativas estatales y nacionales relacionadas con el impulso
a leyes y declaratorias de violencia feminicida y de agravio comparado, por
mencionar algunos ejemplos.
El análisis nos permite entender que, en un primer momento, la partici-
pación nos facilita “aprender y reflexionar sobre mis propias posturas”,19 para,
luego, poder acompañar a otras y permitir que otras me acompañen, y, final-
mente, tomar acciones y participar activamente en el proceso de embate a la
estructura patriarcal y las prácticas machistas y violentas. “Somos un grupo
de mujeres con identidades diversas, que hemos encontrado en los espacios
separatistas un lugar seguro para expresarnos, reflexionar, y accionar (hacia)
mejores condiciones de vida para nosotras las mujeres”.20

63 63

Foto 14. Bordados de la memoria. Acervo Colectivo Conejo Clandestino, 2018.

Los aportes de la lucha feminista a la región de las Altas Montañas

Las principales aportaciones del movimiento feminista en la región parten de


lo personal. “Es una lucha dura, en un lugar y en un contexto sumamente tra-

19. Azalea, comunicación personal.


20. Lila, comunicación personal.

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dicional y religioso”.21 El feminismo nos permite a las mujeres pensarnos de


una manera que resulta nueva y transgresora tras la socialización de género a
la que hemos sido sometidas. Soltar la culpa y el miedo nos transforma poco
a poco. Adquirimos herramientas emocionales que se traducen en diferentes
modos de comportarnos en lo público y en lo privado, los cuales, a su vez, em-
piezan a producir un cambio social. Muchas mujeres, sobre todo las jóvenes,
son capaces de ver las violencias invisibilizadas y ya no las toleran.
La dinámica a partir de la cual las mujeres nos relacionamos entre
nosotras merece una mención especial. A partir del feminismo, nos unimos y
nos fortalecemos. “El reconocernos, el saber que somos más de una tenien-
do la misma lucha. Antes me daba miedo denunciar la violencia, pero aho-
ra ya no me siento sola”.22 La generación de redes y de distintas colectivas
brinda espacios seguros para las mujeres, las niñas y los niños víctimas de
violencia de género, así como para la formación de las mujeres participantes.
Por otro lado, contribuye a la difusión sobre la problemática en todas sus
dimensiones, desde el acoso callejero y la violencia intrafamiliar, hasta las
violaciones y los feminicidios. “Ahora en mi comunidad, aunque casi no se
ha escuchado muchas cosas, ahora dicen hay que respetar a las mujeres que
ahora ellas tienen mucha fuerza de poder. Y al escuchar eso me hizo sentir
un poco más segura”.23
La visibilización de la violencia contra las mujeres y de las injusticias y
desigualdades que vivimos cotidianamente busca solucionar problemas so-
64 ciales que hay que atender urgentemente. La respuesta de la sociedad en ge- 64
neral es, por un lado, atacarnos y descalificarnos; aunque, por otro lado, se va
haciendo conciencia y las prácticas tradicionalmente machistas pierden res-
paldo social. Es claro que aún falta mucho por caminar y que luchamos contra
una estructura profundamente arraigada en nuestra cultura; sin embargo, “el
método prospectivo del sueño que tenemos para nosotras también ayuda a
armar un discurso de acciones que se encaminan a lograr ese sueño”.24

Las dificultades y los retos para el movimiento feminista

Ante la estructura patriarcal, ser mujer y ser feminista en la región tiene conse-
cuencias personales y sociales. Quienes estamos involucradas activamente en
la lucha feminista –que implica también una manera de entender la vida, distinta
a la socialmente validada– coincidimos en que existen muchas dificultades en
el camino. En primer lugar, “quienes participamos en espacios feministas, de
lucha por los derechos de las mujeres, somos señaladas, hay intentos por desa-
creditarnos, somos objeto de burla e incluso agresiones”.25 Múltiples discursos
promueven el odio y surgen como reacción ante nuestras accionesacciones.

21. Lila, comunicación personal.


22. Amaranta, comunicación personal.
23. Lis, comunicación personal.
24. Lili, comunicación personal.
25. Lila, comunicación personal.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C6

65 65

Foto 15. Antimonumenta colocada el 8 de marzo de 2021 en el parque central de Oriza-


ba, al final de la marcha. Tomada por Amanda Ramos García.

Ante la perspectiva de un verdadero cambio en la estructura de poder,


las fracciones más tradicionales y machistas de la sociedad responden de
manera punzante. Rita Segato desarrolla la idea de que muchas expresiones
de violencia contra las mujeres son dispositivos de disciplinamiento que el pa-
triarcado ejerce contra quienes desafían su mandato.26 Después de la marcha
del 8 de marzo de 2020, una de nuestras compañeras fue amenazada de muer-
te. En redes sociales también se vierten numerosos comentarios que intentan

26. Rita Segato, La guerra contra las mujeres. Madrid, Traficantes de Sueños, 2016.

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mantenernos en un lugar de sumisión y acatando los estereotipos de género.


Como respuesta, “lo que hacemos es permanecer juntas y organizadas, no
permitir que nos asusten, responder de manera argumentada y clara”.27
Se requiere valentía y mucha fuerza para seguir en la lucha. “Poco a
poco, con preparación, reflexión y construcción de argumentos, vamos ga-
nando espacios. Necesitamos reforzar nuestra organización interna, comu-
nicarnos mejor, escucharnos mejor, confiar en nuestras compañeras, en los
procesos y ritmos de nuestras acciones”.28 Para quienes somos feministas es
fundamental construir desde nuestros propios referentes. Cada vez hay más
mujeres jóvenes que esgrimen argumentos contundentes.
Por otra parte, existen también cuestiones estructurales que operan
para desarticularnos y desmovilizarnos: “Me di cuenta de que el sistema
económico nos hace competir, nos mantiene ocupadas y alejadas unas de
otras”.29 El patriarcado y el capitalismo se intrincan para perpetuar la explo-
tación y opresión de las mujeres en distintos ámbitos de nuestra vida.30 Al
mismo tiempo, incide “la relación estrecha entre la iglesia y el Estado, pues da
pie a que lógicas moralistas intenten perpetrar nuestros cuerpos y decisiones,
y se nos niegue el acceso a múltiples derechos”.31 El apoyo institucional es
prácticamente nulo y las políticas públicas para garantizar los derechos de las
mujeres y las niñas son ineficientes.
Asimismo, coincidimos en que hay muchos prejuicios y desinformación
alrededor del feminismo. Los puntos planteados anteriormente se articulan
66 para producir ideas erróneas y sin fundamento. Se nos tacha de “asesinas de 66
bebés” y de “destructoras de la familia”; sin embargo, son pocas las personas
dispuestas a estudiar profundamente el feminismo. Para flanquear este reto,
es necesario “ser creativas para acercarnos a otras mujeres que desconocen
o desconfían sobre las luchas de las mujeres. Ser sensibles, empáticas y tener
disposición para aprender de mujeres y otros grupos”.32
Algunas personas y grupos conservadores mencionan que representa-
mos un peligro para la sociedad, lo cual es verdad: somos un peligro para la
sociedad como está estructurada actualmente, pues se trata de una sociedad
que nos violenta y asesina, y eso tiene que cambiar. El movimiento feminista
es dinámico, plural y nos increpa de manera constante.
Las mujeres feministas también crecimos bajo la estructura patriarcal
e introyectamos muchas de sus prácticas, las cuales, poco a poco, con mu-
cha reflexión y preparación, vamos desmontando, y así nos vamos constru-
yendo de otras maneras. No estamos exentas de reproducir el patriarcado:
“Se sigue teniendo la lógica patriarcal de competencia entre nosotras para
ver quién es ‘mejor feminista’. Pienso que una forma de atenderlo es seguir

27. Dalia, comunicación personal.


28. Azucena, comunicación personal.
29. Lis, comunicación personal.
30. Silvia Federici, Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación primitiva. Madrid, Traficantes
de Sueños. Madrid, 2004.
31. Amaranta, comunicación personal
32. Violeta, comunicación personal.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C6

promoviendo la empatía y no olvidar la interseccionalidad para entender que


las mujeres somos muy diversas y cada una vivimos el feminismo desde
distintas esferas y condiciones. También pienso que, a veces, la lucha se ve
dividida por los protagonismos, es importante ser cuidadosas”.33 Resalta-
mos la importancia de fortalecer nuestras redes mediante acciones inclu-
sivas, respetuosas y empáticas. Es vital entender las distintas realidades y
opresiones que cada una de nosotras vive para acceder a condiciones más
justas y seguras para todas.

67 67

33. Lila, comunicación personal.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C7

68 Reflexiones finales: si tocan a una, nos tocan a todas


68

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C7

Durante la creación de esta obra, perdimos a una mujer muy cercana, una com-
pañera de Marea Verde Altas Montañas, víctima de feminicidio. Otra mujer, que
se encontraba con ella cuando perdió comunicación, sigue desaparecida. Las
mujeres en México hemos crecido bajo los mandatos patriarcales que lasti-
man nuestra autoestima y nuestro amor propio. Muchas somos víctimas o
sobrevivientes de abuso sexual o violación. Sumado a todo eso, actualmen-
te vivimos un clima de dolor y temor ante la violencia misógina y feminicida.
Nuestra respuesta ante este panorama son las alianzas para abrazarnos, sos-
tenernos y defendernos.
En este libro mostramos que los alcances actuales de la lucha femi-
nista en las Altas Montañas devienen de esfuerzos constantes por parte de
mujeres en otras épocas. Sin embargo, estos logros suelen estar en riesgo.
Muchas de nosotras ni siquiera contamos con las condiciones laborales por
las que pelearon las trabajadoras de la industria textil y la industria del café en
nuestra región. Si bien se han obtenido cambios importantes para favorecer la
legalización del aborto en Veracruz, su concreción en políticas públicas y su
cumplimiento siguen pendientes.
Hemos establecido vínculos creativos y redes potentes entre nosotras,
pero la violencia contra las mujeres va en aumento. Vemos como una oportu-
nidad las aportaciones de los feminismos jóvenes a la sabiduría y experiencia
de quienes tienen larga trayectoria en el feminismo y las luchas de las muje-
res. Hablar de feminismos jóvenes implica una cuestión etaria. Por ejemplo, la
69 integrante más joven de una de nuestras colectivas tiene 12 años. El impulso 69
y la fuerza de las mujeres jóvenes son invaluables para el posicionamiento fe-
minista local, nacional e internacional, además de que apuntan a una manera
“joven”, nueva, de relacionarnos entre mujeres.
Desafiamos el mandato patriarcal que siempre nos coloca en posición
de competencia. En su lugar, elegimos volvernos aliadas y desistir de actitudes
paternalistas y de rivalidad hacia otras mujeres. Estamos convencidas de que
es posible generar redes y espacios seguros entre mujeres de diversas edades
y condiciones de vida. La cuestión de los espacios seguros surgió de manera
reiterativa en las entrevistas y los cuestionarios. Esto nos llevó a entender que
hay situaciones, particularmente las relacionadas con la violencia sexual y la
violencia misógina, de las que no podemos hablar en ningún otro espacio. Las
familias y la sociedad en general tienden a culparnos o a invisibilizar nuestros
sentires.
Por eso, entre otros muchos factores, los espacios de mujeres resultan
tan valiosos y productivos. Nos permiten sanar y entender poco a poco lo que
estamos viviendo y cómo podemos resistir. Reconocemos la potencialidad de
las características asociadas a lo femenino (cuidar, sanar, curar); no obstante,
las reivindicamos como una expresión de autocuidado que también debe ser
posible para los hombres. En ese sentido, revaloramos la importancia de los
cuidados para el sostenimiento de la vida de todas, todos, todes, todxs.
Asimismo, hay mucho por aprender sobre la función de la espirituali-
dad –entendida como la conexión con lo sagrado, la esperanza y la fe– en el
cuidado y el ámbito de la sanación, pero tomando distancia de la instituciona-
lización religiosa jerárquica, desde donde se reproducen ideas, estructuras y

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez C7

prácticas patriarcales. También toca poner al centro de nuestra formación los


caminos que recorren las mujeres nahuas, afrodescendientes y originarias de
comunidades rurales en las Altas Montañas.
¿Cómo avanzamos hacia las luchas feministas y de las mujeres con una
mirada interseccional? Lanzamos esta interrogante para seguir con el caminar
preguntando.

70 70

Foto 16. Coraje y esperanza. Tomada por Anabel Ojeda, 8 de marzo 2019,
Orizaba, Veracruz.

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¡Vivas nos queremos! Amanda Ramos García y Anabel Ojeda Gutiérrez

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¡Vivas nos queremos! Luchas de las mujeres


en las Altas Montañas de Veracruz
76 fue editado por la Biblioteca Digital de Humanidades de 76
la Dirección General del Área Académica
de Humanidades de la Universidad Veracruzana
4 de abril de 2023.

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